domingo, 21 de junio de 2009

Renovemos nuestra devoción al Corazón...


lRenovemos nuestra devoción al Corazón de Cristo

    


Ante la proximidad del mes de junio,
que está tradicionalmente dedicado al Corazón de Cristo, y como preparación al
acto de Consagración que el próximo 21 de junio haremos los Obispos españoles,
quiero ofreceros algunas reflexiones y comienzo haciendo mías las palabras que
el año pasado nos dirigía a todos el Papa Benedicto XVI:


 


«Os invito a cada uno de vosotros a
renovar en el mes de junio su propia devoción al Corazón de Cristo… símbolo de
la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos
y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena
noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la
Redención… Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la
condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar
y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el
Corazón humano de Jesús, el Nazareno».


 


Jesucristo, el Hijo de Dios, quiso
hacerse hombre y amar con corazón de hombre, en ese Corazón de Cristo está
resumido el Misterio del Amor de Dios, del que el hombre de hoy está tan
necesitado. Jesús hoy como hace dos mil años nos dice: «Venid a mí todos los
fatigados y agobiados, y yo os aliviaré… aprended de mi que soy manso y humilde
de corazón, y encontraréis vuestro descanso para vuestras almas: porque mi yugo
es suave y mi carga ligera». (Mt 11, 25 30). Él ha querido usar la imagen del
corazón para expresar lo mucho que nos quiere. Todavía hoy este es el símbolo
que se utiliza para expresar el amor, se sigue encontrando en árboles de nuestra
Navarra: grabados a navaja un corazón atravesado por una flecha y con dos
nombres. Jesucristo ha querido usar este mismo signo. Un corazón no grabado,
sino de carne; en un árbol, el de la Cruz y traspasado, no por una flecha sino
por una lanza. Y con un nombre, el tuyo, pues todos podemos decir con san Pablo:
«Me amó y se entregó por mi» (Gal 2,20). Con esto el Señor nos dice que nos
quiere y nos ama.


 


En los umbrales de los tiempos
modernos, a finales del S. XVII, cuando el amor al Señor se enfría o se hace
tibio, el Señor se aparece a Santa Margarita María de Alacoque, le muestra su
Corazón y le dice: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que
nada se ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor».
Éste es el deseo del Señor, que nos percatemos de lo que nos quiere; y muchas
veces no sucede así. En este sentido, Beata Madre Teresa de Calcuta decía en su
testamento espiritual:


 


«Jesús quiere que os diga aún
cuánto amor siente por cada uno de vosotros, más allá de todo lo que os podáis
imaginar. Me inquieta el que algunos de vosotros no hayáis aún encontrado a
Jesús cara a cara: vosotros y Jesús a solas. Ciertamente podemos pasar un tiempo
en la capilla, ¿pero percibirlo en vosotros –con los ojos del alma- con qué amor
él os mira? ¿En vosotros conocer verdaderamente al Jesús vivo, no desde los
libros, sino por haberle dado hospedaje en vuestro corazón? ¿Habéis entendido
sus palabras de amor? Pedid la gracia: él tiene el deseo ardiente de
ofrecérosla. ... Cómo podremos pasar nosotros un solo día sin escuchar decir a
Jesús “yo te amo”… ¡Es imposible! Nuestra alma necesita esto, igual que nuestro
cuerpo necesita respirar... El diablo intentará servirse de heridas de la vida,
incluso de vuestras propias faltas, para persuadiros de que no es posible que
Jesús os ame realmente. Atención: éste es un peligro para todos nosotros. Pero
lo más triste es que eso es completamente contrario a lo que Jesús quiere y
espera deciros. No solo que Él os ama, sino más: que Él os desea ardientemente.
Vosotros le faltáis cuando no os acercáis a Él. Tiene sed de vosotros. Os ama
permanentemente, incluso cuando vosotros no os sentís dignos de ello... Jesús os
ama. Creed simplemente que vosotros sois preciosos para Él. Poned vuestros
sufrimientos a sus pies y solamente abrid vuestro corazón para que Él os ame tal
cual sois. Y Él hará el resto».


+ Mons.
Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona y Obispo de
Tudela


         

Muy queridos Presidentes y Responsables de Asociaciones y Movimientos:
La Conferencia Episcopal Española (CEE), ha puesto en marcha para el 2009 el año de oración por la vida que, desde el mes de enero, pretende, según palabras de Juan Pablo II en la Evangelium Vitae que "en cada comunidad cristiana, con iniciativas extraordinarias y con la oración habitual, se eleve una súplica apasionada a Dios, Creador y amante de la vida". Para ello, y con el objetivo de facilitar la oración personal y comunitaria, se ha preparado unos materiales (carta de los Obispos, misterios del rosario, preces para la adoración ante el Santísimo y Guión para la Eucaristía,).
Nosotros sumándonos a esa iniciativa queremos animaros a todos a incrementar la oración en nuestras comunidades por este tema tan importante, iniciativa preciosa sería que, se rezase el rosario antes de las Eucaristías y se añadiese, después de anunciar cada misterio, la petición por la vida que nos indican desde la Conferencia Episcopal. Otra iniciativa preciosa es hacer vigilias de oración por la vida. Especialmente la víspera del 25 de Marzo (solemnidad de la anunciación y día de la vida). Desde la Delegación de familia organizaremos una vigilia de oración por la vida que presidirá el Sr. Arzobispo, el 24 de Marzo a las 18:30 en la Parroquia de San Nicolás de Pamplona. Estáis todos invitados.
Además de estas iniciativas de oración, ante el alarmante incremento de los embarazos imprevistos, en una sociedad abortista, queremos concretar este año de la vida ofreciendo a todos el servicio a la vida que la Diócesis tiene. Objetivos que se pretenden:
1º Sensibilizar a todos en la defensa de la vida humana.
2º Que todos conozcan el servicio a la vida que la Diócesis ofrece por medio del Centro de Orientación Familiar COSPLAN y así sepan dar respuesta concreta ante situaciones como el de embarazo imprevisto. Para esto se adjunta un cartel para que sea colocado durante este año en las parroquias.
Como recientemente escribía D. Francisco “La familia es el santuario más hermoso de la naturaleza y el seno de la madre es el “sagrario de la vida”…si este se desprecia y devalúa se cae en la torpeza más degradante de la humanidad. Apoyemos esta labor que se desarrolla en nuestra Diócesis en defensa de la vida.”
Gracias por todo lo que hacéis a favor de la familia y de la vida. Que Dios os bendiga a todos
Santiago Arellano Librada.
Delegado episcopal para la pastoral familiar.
Materiales de la Conferencia Episcopal en

Fin de semana de despedidas (Miguel Ángel RIERA)

diariodeibiza.es » Opinión      Fin de semana de despedidas (Miguel Ángel RIERA)

El cooperante Vicente Ferrer falleció el viernes pasado en la localidad india
de Anantapur tras sufrir un empeoramiento en su estado de salud por los
problemas respiratorios que padecía desde hace tiempo. 

La organización de
Vicente Ferrer lleva a cabo su labor humanitaria en Andhra y presta ayuda a más
de 2,5 millones de personas en ese estado del sur de la India. Ferrer llegó como
misionero jesuita en 1952 a la India, de donde fue expulsado en 1968 por las
suspicacias que despertó su labor entre las autoridades indias. 

Abandonó la
compañía de Jesús, la orden religiosa a la que perteneció, pero no su labor como
seguidor de Cristo, y continuó trabajando hasta el final de sus días por la
mejora de las condiciones de vida de los más pobres.
Por otro lado, otro
ciudadano español, Eduardo Puelles, ha perdido la vida pocas horas después de
Vicente Ferrer, aunque en circunstancias muy distintas. Un atentado terrorista
le arrebató la vida, asesinato que después de tantas muertes violentas, nos ha
llenado a todos de dolor e indignación una vez más. Las palabras de condenación
y repulsa se nos han gastado y se hacen difíciles de pronunciar, aunque haya que
seguir proclamándolas en voz alta a fin de que sean eco del lamento hondísimo y
sin respuesta humana posible de estos familiares que no pueden entender por qué
la vida de su ser querido les ha sido arrebatada, fruto de la violencia.
Sí,
palabras de reprobación sin paliativos, ya que la violencia contradice en su
esencia más íntima y profunda el mensaje de Jesús, que es un mensaje de paz y
amor que nos manda vencer el mal con el bien, que nos invita a no oponer un mal
a otro mal.
Los partidarios de la violencia tratan a las personas como
objetos que se pueden manipular y destruir, sin percatarse del gran valor de la
vida. Pero para ellos son más importantes sus intereses particulares que el
inmenso precio de la vida. Nunca, nunca, el fin justifica los medios, y más
cuando están en juego vidas humanas.
Pero tanta una como la otra muerte nos
tiene que llenar de aliento, de esperanza y de consuelo, pensando que estas
muertes no han sido en vano. La Fundación Vicente Ferrer continuará perpetuando
el espíritu solidario de su fundador. Y esperamos que la muerte de un agente de
las fuerzas de seguridad del estado sirva para que todos mostremos, desde la
unidad, la mayor repulsa que la sociedad pueda mostrar a la violencia y a las
muertes injustas. 

Martes de la duodécima semana del Tiempo Ordinario (23 - Junio - 2009) Descarga MP3


Mateo 7,6.12-14


En aquel tiempo dijo Jesús: “No deis las cosas sagradas a los
perros, no sea que se revuelvan contra vosotros y os hagan pedazos. Y no echéis
vuestras perlas a los cerdos, para que no las pisoteen. Así pues, haced con los
demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que
mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas. Entrad por la puerta
estrecha. Porque la puerta y el camino que conducen a la perdición son anchos y
espaciosos, y muchos entran por ellos; pero la puerta y el camino que conducen a
la vida son estrechos y difíciles, y pocos los encuentran.”

Lunes de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario (22 de Junio de 2009)  Descarga MP3

Mateo 7,1-5 En aquel tiempo dijo Jesús: "No juzguéis a nadie, para que Dios no
os juzgue a vosotros. Pues Dios os juzgará de la misma manera que vosotros
juzguéis a los demás; y con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a
vosotros. ¿Por qué miras la paja que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en
el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo
podrás decirle a tu hermano: ’Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’¡
¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien
para sacar la paja del ojo de tu hermano."
 de la duodécima semana del Tiempo Ordinario (21 - Junio - 2009) Descarga MP3

Marcos 4,35-41 Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
“Pasemos a la otra orilla del lago.” Entonces despidieron a la gente y llevaron
a Jesús en la misma barca en que se encontraba. Otras barcas le acompañaban. De
pronto se desató una tormenta; y el viento era tan fuerte, que las olas, cayendo
sobre la barca, comenzaron a llenarla de agua. Pero Jesús se había dormido en la
parte de popa, apoyado sobre una almohada. Le despertaron y le dijeron:
“¡Maestro!, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?” Jesús se levantó, dio una
orden al viento y le dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!” El viento se detuvo y
todo quedó completamente en calma. Después dijo Jesús a sus discípulos: “¿Por
qué tanto miedo? ¿Todavía no tenéis fe?” Y ellos, muy asustados, se preguntaban
unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”

Corazón de María (20 - Junio) Lc 1,39-56 : ¿Quién soy
yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Descarga MP3

Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la
región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando
Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó
llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel: “¡Dios te
ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy
yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu
saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre.¡Dichosa tú por haber
creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!” María dijo: “Mi
alma alaba la grandeza del Señor. Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me
llamarán dichosa; porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es
su nombre! Dios tiene siempre misericordia de quienes le honran. Actuó con todo
su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus
tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y
despidió a los ricos con las manos vacías. Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia. Así lo había prometido a nuestros
antepasados, a Abraham y a sus futuros descendientes.” María se quedó con Isabel
unos tres meses, y después regresó a su casa.

Sagrado Corazón de Jesús (19 - Junio - 2009)Descarga MP3

Juan 19,31-37 Era el día de la preparación de la Pascua. Los judíos no querían
que los cuerpos quedasen en las cruces durante el sábado, pues precisamente
aquel sábado era muy solemne. Por eso pidieron a Pilato que ordenara quebrar las
piernas a los crucificados y quitar de allí los cuerpos. Fueron entonces los
soldados y quebraron las piernas primero a uno y luego al otro de los
crucificados junto a Jesús. Pero al acercarse a Jesús vieron que ya había
muerto. Por eso no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le
atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. El que
cuenta esto es uno que lo vio y que dice la verdad. Él sabe que dice la verdad,
para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se
cumpliera la Escritura que dice: “No le quebrarán ningún hueso.” Y en otra parte
dice la Escritura: “Mirarán al que traspasaron.”Versión imprimir
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Jueves de la undécima semana del tiempo ordinario (18 - Junio - 2009) Mt 6,7-15 : Vosotros
debéis orar así Descarga MP3

En aquel tiempo dijo Jesús: “Y al orar no repitas palabras
inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería
Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que
necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así: ‘Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase
tu voluntad en la tierra así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que
necesitamos. Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a
quienes nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación, sino líbranos del
maligno.’ Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho,
vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no
perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros
hacéis.”

Miércoles de la undécima semana del tiempo ordinario (17 - Junio -
2009)

Mt 6,1-6.16-18 : Tu
Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa Descarga MP3


En aquel tiempo dijo Jesús: “No practiquéis vuestra religión
delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna
recompensa de vuestro Padre que está en el cielo. Por tanto, cuando ayudes a los
necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con
eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los
necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en
secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en
las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os
aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu
cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que
haces en secreto, te dará tu recompensa. Cuando ayunéis, no pongáis el gesto
compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea
que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú,
cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no advierta
que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él
te dará tu recompensa.”


publicado 

Martes de la undécima semana del tiempo ordinario (16 - Junio - 2009)Mt 5,43-48 : Amad a
vuestros enemigos Descarga MP3


En aquel tiempo dijo Jesús: “También habéis oído que antes se
dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que
está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la
lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman,
¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan
así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?
¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro
Padre que está en el cielo es perfecto.”

Domingo del Corpus Christi (14 - Junio - 2009)Descarga MP3


Marcos 14,12-16.22-26


El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura y
se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron:
“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Entonces envió a
dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a la ciudad. Allí encontraréis a un
hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y al amo de la casa donde entre
le decís: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis
discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación
grande, dispuesta y arreglada. Preparad allí la cena para nosotros. Los
discípulos salieron y fueron a la ciudad. Lo encontraron todo como Jesús les
había dicho, y prepararon la cena de Pascua. Mientras cenaban, Jesús tomó en sus
manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos,
diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo.” Luego tomó en sus manos una copa, y
habiendo dado gracias a Dios se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les dijo:
“Esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto, la cual es derramada en
favor de muchos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el
día en que beba vino nuevo en el reino de Dios.” Después de cantar los salmos,
se fueron al monte de los Olivos.


publicado el 12 de junio de 2009

Jesucristo sumo y eterno sacerdote (4 - Junio - 2009)Descarga MP3

Lucas 22,14-20                                                                                                                                                                                                                                              Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa.
Él les dijo: “¡Cuánto he deseado celebrar con vosotros esta cena de Pascua antes
de mi muerte! Porque os digo que no volveré a celebrarla hasta que se cumpla en
el reino de Dios.” Entonces tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias
a Dios dijo: “Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.” Después
tomó el pan en sus manos, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a
ellos, diciendo: “Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor vuestro. Haced
esto en memoria de mí.” Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:
“Esta copa es el nuevo pacto confirmado con mi sangre, la cual es derramada en
favor vuestro.


sábado, 20 de junio de 2009

Sábado de la 3ª semana de Pentecostés...


Sábado
de la 3ª semana de Pentecostés
(Día siguiente al Sagrado Corazón
de Jesús)


http://www.virgendegarabandal.org/cormaria.htm


La fiesta del
Inmaculado Corazón de María se celebra el sábado después de Corpus Christi. La
Fiesta del Sagrado Corazón es el día anterior (viernes). La Iglesia celebra las
dos fiestas
en días consecutivos para manifestar que estos dos
corazones son inseparables.  María siempre  nos lleva a Jesús.


Historia
Ya
San Juan
Eudes
, en el siglo XVII,
había difundido esta devoción. 
En 1942, en plena II Guerra Mundial, el Papa
Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María.


La fiesta del Corazón
Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa
Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María
"la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los
pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes".


El Papa Juan Pablo II
declaró que la conmemoración del Inmaculado Corazón de María, será de naturaleza
"obligatoria" y no "opcional". Es decir, por primera vez en la Iglesia, la
liturgia para esta celebración debe de realizarse en todo el mundo Católico.
 





Del texto de la
consagración de Pío XII:
"Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar
misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad
completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta
en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo
apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y
número"





Fundamento:
Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue
ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón se
dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud
maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la
veneramos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda
maternal en nuestro camino a su Hijo.

El Inmaculado Corazón de María, nuestra
madre, es el camino mas rápido y seguro para llegar a Jesús.


Venerar el Inmaculado Corazón de María es venerar a la mujer
que esta llena del Espíritu Santo, llena de gracia, y siempre pura para Dios. Su
corazón femenino siempre está lleno de amor por sus hijos. Por eso se representa
rodeado de blancas rosas.

 
Veneramos el corazón que guarda todas las cosas de
Dios en su
Corazón y que nos
ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio corazón.


Devoción de los Cinco
Primeros Sábados:
Es una devoción al Corazón de María. En
diciembre de 1925, la Virgen se le apareció a Lucía Martos, una de las tres
pastorcitas vidente de Fátima, y le dijo: "Yo prometo asistir a la hora de la
muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en
los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la
Sagrada Comunión, recen la tercera parte del Rosario, con intención de darme
reparación".  Junto con la devoción a los nueve Primeros Viernes de Mes, ésta es
una de las devociones más conocidas.


 


Entreguémonos al Corazón de María diciéndole: "¡Llévanos a
Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de su
Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros! 



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A eso, no le llames... A eso, no le
llames...

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por Ciudad Redonda, Enrique Martínez de la Lama, cmf
1ro de
abril de 2008



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A eso… a eso… a eso de caer y volver a levantarte;
de fracasar
y volver a comenzar;
de seguir un camino y tener que torcerlo;
de
encontrar el dolor y tener que afrontarlo…
A eso, no le llames
adversidad,
llámale sabiduría.

A eso de sentir la mano de Dios y
saberte impotente;
de fijarte una meta y tener que seguir otra;
de huir de
una prueba y tener que encararla;
de planear un vuelo y tener que
recortarlo;
de aspirar y no poder, de querer y no saber;
de avanzar y no
llegar…
A eso, no le llames castigo,
llámale enseñanza.

A eso, de
pasar días juntos radiantes;
días felices y días tristes;
días de soledad
y días de compañía…
A eso, no le llames rutina,
llámale
experiencia.

A eso, de que tus ojos miren y tus oídos oigan;
y tu
cerebro funcione y tus manos trabajen;
y tu alma irradie, y tu sensibilidad
sienta;
y tu corazón ame…
A eso, no le llames naturaleza
humana,
llámale… milagro. Anónimo

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La luz no se acaba La luz no se acaba

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por Ciudad Redonda
6 de agosto de 2008








(JPG)

  No, la luz no se acaba, si de verdad fue
tuya.
Jamás se extingue.
Está ocurriendo siempre.
Mira dentro de
ti,
con esperanza, sin melancolía.
No conoce la muerte la luz del
corazón.
Contigo vivirá mientras tú seas:
no en el recuerdo,
sino en
tu presente,
en el día continuo del sueño de tu vida. 

Eloy Sanchez Rosillo

Dichosos los que no han visto y han c...

Dichosos los que no han visto y han creídoTags: ,




Dichosos los que no han visto y han creídoFiesta de Sto. Tomás, apóstol

Querido padre Tomás:


¡Feliz día de tu Santo! Algo muy gracioso me sucedió hace un par de años.
Estaba pensando en ello cuando decidí escribirte. Lo que pasó fue que el padre
Martín Lucia y yo fuimos juntos a un retiro espiritual. Como yo tenía un resfrío
muy fuerte y estaba tosiendo, el padre Martín me sugirió que tomara un trago de
coñac para que me ayudara a dormir. No había llevado despertador y estaba
preocupado que si tomaba el trago no iba a poder levantarme a las 3:00 a.m. para
mi hora Santa con el Señor en el Santísimo Sacramento.


El padre Martín me aseguró que Dios iba a encontrar la forma de despertarme,
así tomé el coñac. ¡Pum! A las 3:00 a.m. oí un fuerte golpe seguido de otros en
la puerta. Esperando ver al padre Lucia cuando abrí la puerta, me quedé muy
sorprendido al mirar hacia abajo y ver a un perro en su lugar. El perro había
entrado a la casa, subido la escalera, se había puesto de espalda a la puerta y
con la cola la golpeaba hasta que me levanté a abrirla. A la mañana siguiente me
enteré que el perro nunca entraba a la casa.


Estoy sentado aquí pensando para mis adentros: Si Dios puede utilizar un
perro para llevarme a mi hora Santa, ¿no podría usarme a mí, querido Tomás, para
acercarte más al Santísimo Sacramento? Quiero seguir escribiéndote en mi máquina
de escribir, con la misma fuerza del perro que golpeaba mi puerta, hasta que por
la gracia de Dios empieces a hacer una hora Santa por día y tengas Adoración
Perpetua en tu parroquia.


Es solo cuestión de fe, ¡fe en que el Santísimo Sacramento es realmente la
persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y en este mismo
momento! Tu tocayo no creyó que Jesús había resucitado,
“Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no
meto mi mano en su costado, no creeré”
(Jn 20,25).


Por esta razón se le llama: “Tomás el Incrédulo”. ¿Quién es hoy “Tomás el
Incrédulo”? La gente cree en la Resurrección pero, ¿saben dónde mora el Señor
resucitado? ¡Hoy, “Tomás el Incrédulo” es aquel que no cree que el Santísimo
Sacramento es Jesús, nuestro Salvador Resucitado, con todo el poder de Su
Resurrección, que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan
a Su divina presencia!


Muchos dirán que “sí” creen en la Presencia Real. Pero la fe es mucho más que
una aprobación intelectual. La creencia es inseparable del comportamiento. Si
creemos que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento, entonces nos
comportamos de acuerdo a nuestra creencia. Vamos a Él, nos acercamos a Él,
correos hacia Él. San Pablo dice,
“La fe es garantía de lo que se espera; la
prueba de las realidades que no se ven”
(Heb 11,1).


Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, Tomás, ¿no reservarías
una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verlo como realmente Él
es, ¿no tendrías Adoración Perpetua en tu parroquia? El mundo entero vendría día
y noche a verlo y a estar con Él.


Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el Santísimo
Sacramento. Todo el mundo querría tomar el primer vuelo hacia las Filipinas para
ir a tu parroquia. Y, ¿no le diría Jesús a cada uno lo que le dijo al apóstol
Tomás:
“Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han
creído”
? (Jn 20,29).


En el Evangelio de hoy, Jesús se le aparece a Tomás para que crea que ha
resucitado. La maravilla más grande de su amor no es que Él se te aparezca;
Jesús te espera en el Santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe,
para que por toda la eternidad te pueda llamar “BIENAVENTURADO”.


Su amor es más que decir: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”
(Jn
20,27).


Jesús en el Santísimo Sacramento es el mismo que dijo estas palabras a Tomás,
el mismo que atravesó las puertas cerradas y que se presentó en medio de loa
apóstoles y les dijo:
“La paz esté con vosotros”.


Esta es la paz que Jesús quiere que tengas en tus horas santas. La
experiencia de esta paz es mucho mayor que si Jesús te mostrara sus llagas. Sus
llagas no se ven en el Santísimo Sacramento. Sus llagas son ahora la belleza del
paraíso. Estas llagas brillan más gloriosamente que el sol. Estas llagas son
fuente de Gracia.


Jesús quiere darte la plenitud de estas gracias, que vengas a Él por la fe.
Por eso es mucho mejor que Él no te muestre Sus llagas visiblemente como al
apóstol Tomás, porque Él quiere derramar sobre ti las gracias invisibles de
estas llagas con todo el merito, toda la gloria, la belleza y el amor salvífico
que emanan de ellas.


Con cada hora Santa que hagas, le estás diciendo a Jesús: “Señor mío y
Dios mío”
(Jn 20,28).


Y cada vez Él te dice: “Dichoso eres, Tomás, porque no has visto y has
creído”
.


Fraternalmente tuyo en
Su Amor Eucarístico,Mons. Pepe

Aquí está la Sierva de Dios  Pedro Manuel Sarmiento

 El rumor de los ángeles es muy débil, sólo se escucha cuando todo lo
demás reposa en silencio. Ella lo oía a menudo. Estaba acostumbrada al canto de
los pájaros. Sabía que un copo de nieve suena como una nota colgada de un hilo
de frío. Pero para oír a Gabriel, tuvo que sentir su propio corazón que, aquel
día, le decía cosas sorprendentes: Dios podía ser grande y pequeño a la vez;
estaba enamorado de ella para hacer realidad sueños imposibles, veía el mundo
del revés: los poderosos no podían nada, los humildes tenían su oportunidad.
Dios se acordaba de los hombres, y ella..., a ella sólo se le ocurría un
monosílabo repetido: sí, sí...


Dicen que los ángeles no tienen corazón, amar sólo pueden los
humanos y Dios.
Por eso Gabriel se volvió palabra de Dios, mensajero de un
eco: "no necesito una Sierva, serás mi madre, y hasta me pondrás un nombre, el
que a ti y a mí nos guste, ¿qué te parece Jesús? Por eso Gabriel está confuso,
oye dos latidos y
uno no es suyo: el de la mujer, ¡ah, el niño!, justo de
quien te estaba hablando.
Los ángeles no hacen ruido, y Gabriel se ha
marchado discretamente. Pero Dios hablaba ya, su eco y su música.

Y en la tierra paz

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Pedro Manuel Sarmiento

 

Todas las madres saben  que su hijo es el más precioso. Tú también lo
pensabas y... , aunque a todas las demás no se les pueda quitar la razón, tenías
buenos motivos para creértelo. Había nacido de ti, la preferida de Dios, a quien
decía cosas al oído.

Ilustración: Maximino Cerezo Barredo,
cmf

Él era el príncipe de la paz. Un príncipe pequeñito, que se te
parecía, y que ya esbozaba sonrisas como un espejo imitador de tus gestos. El
niño era de esos que no dan guerra.

Quienes vieron, sintieron que algo
había cambiado. El infinito se había abreviado en su cara. Dios miraba por sus
ojos, desde abajo, al ser humano a quien siempre había visto grande y erguido. Y
. agarraba cualquier dedo, co­mo hacen los niños desde el primer día, para
aliarse con la carne de sus queridos seres hermanos. Temblaba ya, como tiemblan
los hombres, respiraba, latía, se sometía al rigor del tiempo: días, fríos y
cálidos, tiempo de cualquier hombre, que cuando nace se está muriendo porque
vive.

Eso de hacerse hombre le gustaba al niño, resultaba algo más que
interesante, era apasionante ...
¡María, enséñanos al crío! Queremos ver
cómo es Dios, y cómo somos nosotros cuando se nos junta con el amor y la paz. y
vimos el reflejo de los ojos eternos de una muchacha sonriente que creía, con
razón, que su hijo era el más guapo del mundo.
Y vendrán del Oriente

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Pedro Manuel Sarmiento

 

Eran unos personajes extraños. Ella, que no había viajado mucho más allá
del su pueblo y el de su prima, no había visto nada igual. Al principio sólo
pudieron entenderse por gestos amables. La sonrisa de María había fijado el
curso de la estrella. Se había parado allí donde abrazaba a su niño
pequeño.

Ilustración: Maximino Cerezo Barredo,
cmf
Eran unos hombres grandes, que arrastraban sus tesoros para
ponerlos en su regazo. La intuición los puso en camino con la esperanza de
encontrar a alguien mayor que ellos.
El ámbar, el incienso, la mirra, el
oro, la especería y las esencias más puras, se les olvidaron en el equipaje, al
contemplar los pliegues de tu vestido desde donde, tu niño deslumbrante, nublaba
sus sentidos con una mirada cómplice de amor y paz.
se acordaron de los
regalos, estaban bastante confusos. Mejor así, el nuevo Rey no necesitaba
riqueza. Era él quien regalaba al contemplarle. Por eso María y José no salieron
de pobres tras la visita, pero los extraños se fueron mucho más ricos de lo que
habían llegado.
Ellos pensaron que habían soñado el
encuentro.
Allí se estaba inclinando la eternidad, y dudaron de sí
mismos, porque al Hijo de Dios no se lo habían imaginado así. ..
Pero ya no
eran los más grandes. La pequeña madre acunaba al mayor tesoro. Sólo al
marcharse.

María del Exilio

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Pedro Manuel Sarmiento

 Los gemidos de Raquel aún taladraban el silencio, cuando salieron
los tres fugitivos. Llevaban lo imprescindible, y dejaban todo lo suyo al
cuidado de Dios. ¡Un hombre necesita tan poco cuando tiene que huir! Jesús ya
estaba en el amplio mundo, y parecía no querer saber de sus fronteras. El
extranjero también era su casa, el destierro su destino, igual que el de los
miles de hijos de una Madre silenciosa, que acuna el sueño tranquilo de su
príncipe de la paz. Dios es manso en sus brazos. No acepta lucha con el enemigo,
se retira, silencioso, hasta que la justicia y el amor sean las únicas cláusulas
del tratado con los poderosos.


Ilustración: Maximino Cerezo Barredo,
cmf
 María, José y el niño huyen hasta que Herodes entre en
razón. Dicen que no lo hizo y, como siempre, fue su muerte la última palabra. El
mundo entonces estaba igual de al revés que ahora, sólo cambiaba la dirección,
había que huir del norte al sur, y luego, como siempre, no desesperar... El
exilio era la esperanza de Dios, su hogar el camino con los hombres que sufren,
allí donde lloran las madres porque nada se entiende: Dafur, Gaza,
Congo...
 Y dicen, eso siempre en la versión de los evangelios
apócrifos, que Dios Padre fue muy buen amo de casa en Nazaret, y cuidó de todo,
tanto que a su vuelta parecía que nunca se hubieran ido. María, vuelves al hogar
para decirnos a todos: ¡no os preocupéis que Dios está en casa! el Martes 17 de 
Iba creciendo  Pedro Manuel Sarmiento

 El chico era una joya. En Nazaret todos disfrutaban al verle. Era el
orgullo de su padre y de su madre, sobre todo cuando les decían que se estaba
haciendo un hombre, y que se parecía mucho a ellos. A María le gustaba ver su
cara. Le recordaba muchos rasgos de ella misma: esos ojos y ese mirar que
irradiaban felicidad.


A él le hacía gracia que le preguntarán siempre qué le
daba su madre para crecer. Contestaba con una repuesta curiosa y un poco
enigmática: "la gracia es suya y mía..." Según dicen los sabios exégetas, en
arameo parece que sonaba parecido a decir: "yo todo lo que tengo es un
regalo".
Era muy apañado y servicial. Siempre endulzaba la vida con el
silencio de quien acompaña desde el silencio. Daba gusto tener a Jesús en casa,
haciendo las pequeñas cosas de cada día. Sabía hacer fácil lo difícil, agradable
lo desagradable y, sobre todo, había, aprendió a sonreír como su
madre.
 Si, iba creciendo, y Dios se hacía grande, en el cuerpo de un
pequeño gran hombre, que tenía una madre joven, guapa, y dispuesta a hacer de su
corazón el hogar de su Hijo y el de todos sus amigos. del 2009 - Vida de María

Año Sacerdotal





Una vez le escuché a un amigo una simpática anécdota sobre Juan María Vianney
(el Santo Cura de Ars)… contaba él que este piadosísimo sacerdote era molestado
frecuentemente por el demonio, quien aprovechaba cada oportunidad para ponerle a
prueba… un día, Juan María se sentía un poco indispuesto y se dirigió a la
letrina para… bueno, para hacer lo que se hace en ese lugar… se sentó y, como el
santo aprovechaba cada instante para orar, tomó su rosario y comenzó a desgranar
sus cuentas… en eso se le presenta el enemigo y en tono burlón lo dice:


- “¡Cura blasfemo… te jactas de servir a Dios frente al altar, pero mira a
donde has venido a traer tus devocioncillas! ¿No te da vergüenza rezarle a la
Virgen mientras defecas?”


El Cura de Ars, acostumbrado ya a estos ataques, le respondió:


- “¿Por qué te inquietas? No hay nada de malo en mi devoción, pues todo lo
que sube es para Dios… y lo que baja, ¡para ti!”


Al escuchar esto, el demonio salió de allí rabiando pues no había conseguido
quitarle la paz al Cura de Ars.


Ustedes se preguntarán, a qué el chistecito este… pues realmente fue una
anécdota que me contó el diácono Evaristo Guzmán un día que conversábamos sobre
lo que significa la santidad y cómo el Señor respeta la identidad de cada uno de
sus hijos… y aún así, a pesar de las debilidades y fragilidades, cuando nos
ponemos confiadamente en Sus manos, Él obra en y a través del más pequeño e
insignificante de todos: laicos u ordenados…


El día de hoy iniciamos el Año Sacerdotal que el Santo Padre
ha proclamado con ocasión al 150 aniversario del
“dies natalis” de Juan
María Vianney (4 de agosto)… con el lema
“Fidelidad de Cristo, fidelidad del
sacerdote”
… ¡hasta en el lema se ve la mano del Espíritu!


Este año es una oportunidad maravillosa que el Señor nos ofrece para tomar
conciencia de lo importante que son nuestras oraciones para ayudar a nuestros
sacerdotes… para alcanzar las gracias que necesitan para poder perseverar en su
ministerio… y para que puedan crecer en santidad…

Oración por los Sacerdotes

Oh, Dios eterno y omnipotente, mira el rostro de tu Cristo, y por amor a Él,
que es el Sumo Sacerdote eterno, ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda Dios
misericordiosísimo, que no son sino unos seres humanos, débiles, frágiles.
Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del
Obispo. Guárdalos cerca de Ti, para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a
fin de que nunca hagan nada que desdiga en punto alguno de su sublime
vocación.

Oh, Jesús, a Tí ruego por tus sacerdotes infieles y tibios; por tus
sacerdotes que laboran en casa o fuera en campo de misión; por tus sacerdotes
jóvenes; por tus sacerdotes enfermos; por tus sacerdotes en el purgatorio.

Pero sobre todo te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos; al
sacerdote que me bautizó; a los sacerdotes que me absolvieron de mis pecados; a
los sacerdotes cuya Misas asistí, y que me dieron tu cuerpo y tu Sangre en la
Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron y me instruyeron o me
animaron y me ayudaron; a los sacerdotes a quienes debo algo en cualquier otro
modo, especialmente…

oh Jesús guárdalos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos copiosamente, así
en el tiempo como en la eternidad. Amén.

Introducción


El 4 de diciembre de 1963 fue promulgado el Decreto Sacrosanta
Concilium
para la reforma litúrgica. Era el primero de los documentos
emanados del Concilio Vaticano II.


Por casi 400 años, la liturgia católica había estado normada por lo que el
Concilio de Trento (1545-1563), en tiempos de San Pío V, había dictaminado. La
Santa Misa se celebraba exactamente igual en todas partes del mundo y el Misal
era idéntico en todos los países; estaba en lengua latina y sus rúbricas estaban
perfectamente establecidas.


Era realmente hermoso ver y escuchar en cualquier parte del mundo los mismos
movimientos, las mismas frases. Daba una idea de la universalidad de la Iglesia
Católica. En Japón como en Argentina, los fieles escuchábamos el
Dominus
vobiscum
que el sacerdote pronunciaba en voz baja para que el acólito (que
representaba a toda la feligresía) contestara también en voz baja:
“Et cum
Spíritu tuo”
.


Cada domingo del año tenía sus lecturas invariables: escuchábamos 52 párrafos
del Evangelio año tras año. Algunos fieles poseían y sabían manejar su Misal
Diario para poder entender en español lo que el sacerdote rezaba en latín, la
lengua oficial de la Iglesia. Otros se contentaban con rezar cada vez la famosa
“Misa de Lavalle”, o rezaban otras oraciones como el Vía Crucis o el Santo
Rosario, mientras el sacerdote oficiaba, de espaldas al pueblo, en latín y en
voz baja, las oraciones y ritos de la Misa.


Así eran las cosas y nadie se extrañaba de ello. Las cosas de Dios eran
misteriosas de por sí. La Santa Misa había sido siempre así y supuestamente así
debería seguir siendo.


Por eso el decreto Sacrosantum Concilium causó tanto impacto. De
todos los documentos del Concilio, fue el que tuvo más inmediatos efectos. Sin
ser el más importante, fue el que el pueblo fiel percibió primero al ver cómo la
Misa iba cambiando poco a poco.


Las reformas litúrgicas han sido graduales, como dando tiempo a la Iglesia de
ir comprendiendo cada vez mejor el Santo Sacrificio de la Misa. Los jóvenes
nacidos después del Concilio, no pueden darse una idea de lo que significó para
los adultos oír por primera vez al sacerdote saludarnos en castellano con el
“El Señor esté con vosotros” y poder contestar, ahora todos en voz
alta:
“Y con tu espíritu”.


Y cuando por fin el altar fue cambiado para el pueblo y toda la Misa fue
traducida a todas las lenguas, hubo júbilo en la Iglesia, asombro en muchos, y
rechazo en algunos.


Los efectos de la reforma litúrgica (que no sólo abarca la Santa Misa, sino
todos los Sacramentos y hasta el Oficio Divino que rezan los sacerdotes todos
los días) se han sentido cada vez con mayor profundidad. No han faltado, por
desgracia y como era natural, excesos y desviaciones que la Santa Sede ha
tratado de controlar, pero en general podemos decir que el Pueblo Fiel ahora
participa y comprende muchísimo más la esencia de la Misa.


¿Qué es la Santa Misa?


Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche en que le traicionaban,
instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el que
perpetuaría por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y así
confiaría a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su Muerte y Resurrección:
sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual,
“en el cual se come a Cristo, el alma se llena de Gracia y se nos da una
prenda de la Gloria venidera”
. Así define el Concilio en el número 47 del
decreto
Sacrosantum Concilium la esencia del Sacrificio
Eucarístico.


Los tres Evangelistas llamados sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, nos relatan
directamente lo sucedido en la Última Cena, y San Pablo, en su primera carta a
los Corintios (11, 23-25), nos consigna lo que él mismo ya recibió por
tradición. Antes de que los Evangelios fueran redactados, ya la Iglesia
celebraba la Sagrada Eucaristía.


¿Qué es un sacrificio?


Desde la más remota antigüedad el hombre ha intentado adorar, complacer o
aplacar al Dios verdadero o a sus falsas divinidades por medio de los
sacrificios. Ante la imposibilidad física de dar a sus dioses algún regalo, han
destruido en su honor toda clase de dones hasta llegar a los sacrificios
humanos. Los sacrificios para agradar a Dios, están simbolizados en el libro del
Génesis, Capítulo 4, con las ofrendas de Caín y Abel.


El Pueblo de Dios, Israel, ofrecía a Yahvé diversas clases de sacrificios y
holocaustos, cuya descripción minuciosa encontramos en el Levítico.


Ahora bien: evidentemente los sacrificios de la Antigua Alianza y con más
razón los ofrecidos por los pueblos paganos a sus falsos dioses, carecían de
toda eficacia para obtener el perdón de los pecados (Hebreos 10, 1-4). No existe
ninguna proporción entre la ofensa hecha a Dios, y el valor de la sangre de
machos cabríos o toros.


El único sacrificio eficaz


Es por esto que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, tomando un
cuerpo perfectamente humano de las entrañas purísimas de la Virgen María,
llevando sobre sí el pecado del mundo, se ofrece como Víctima Divina en el altar
del Calvario por la Redención del género humano (Hebreos 4, 5-10).


Siendo Jesucristo Persona Divina, su sangre es la única que eficazmente y de
una vez para siempre,
“borra el pecado del mundo”. Un sólo sacrificio
era necesario y suficiente para nuestra salvación: el Sacrificio de Jesús en la
Cruz. Nadie puede ofrecer a Dios un Sacrificio comparable, ni nadie podrá
salvarse si no es por Cristo muerto en la Cruz y resucitado y glorioso al tercer
día.


Los tres momentos de la Redención


Nuestro Señor Jesucristo realizó su sacrificio redentor en tres momentos
diferentes, en tres días diferentes:
la Última Cena, la Muerte en
el Calvario
y la Resurrección al tercer día. Estos tres momentos
constituyen lo que la Iglesia llama
“El Misterio Pascual del
Señor”
.


En la Última Cena, Jesús entrega ya en realidad su Cuerpo y
su Sangre, ofreciéndose por la salvación de todos. El
Viernes
Santo
se hace la dolorosa realidad de su Pasión y Muerte en la Cruz y
triunfa, del pecado y de la muerte, el
Domingo de Resurrección,
el primer domingo de la historia.


Estos tres hechos redentores se realizan al unísono en cada Misa y
constituyen juntos un solo hecho Redentor que se prolonga y actualiza en el
tiempo y en el espacio en cada altar católico.


En efecto: Cada vez que un sacerdote católico consagra el pan y el vino,
Jesucristo se hace realmente presente en las especies sacramentales y al mismo
tiempo se entrega en alimento como en la Última Cena; muere como el Viernes
Santo al consagrarse por separado su Cuerpo y su Sangre, y resucita triunfante
al reunirse nuevamente su Cuerpo y su Sangre en el momento de la “comixtión”,
poco antes de la Comunión.


La Iglesia reconoce este hecho maravilloso al rezar sobre las ofrendas el 2do
domingo ordinario del siguiente modo:
“Concédenos, Señor, participar
dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del
sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra Redención”
.


Si Cristo muere en cada Misa por nosotros, también es cierto que está
resucitado y que se nos entrega vivo en la Comunión para que tengamos Vida
Eterna (Juan 6, 55-59).


Toda la potencia salvadora del Misterio Pascual, está presente en cada Misa,
un sólo sacrificio, el del Calvario, se renueva incesantemente en toda la tierra
en los altares católicos, salvando permanentemente a la humanidad pecadora. Es
el cumplimiento cabal de la profecía de Malaquías, Cáp. 1, 11,
“Desde donde
sale el sol hasta el ocaso, todas las naciones me respetan y en todo el mundo se
ofrece en mi Nombre tanto el humo del incienso, como una ofrenda pura”
.


Uniformidad del Rito


Ciertamente era emocionante, antes de la reforma litúrgica, asistir a Misa en
cualquier parte del mundo y escuchar las oraciones en latín, el lenguaje oficial
de la Iglesia y observar los mismos movimientos sacerdotales. Se hacía sentir la
catolicidad de la Iglesia. Pero también es cierto que aparte de algunas frases
muy conocidas, nadie entendía nada si no llevaba su Misal propio.


Esa uniformidad aparentemente se ha perdido al traducir los ritos a las
diversas lenguas del mundo, pero es tan solo una apariencia porque gracias a la
unidad de la Iglesia Católica, el Sacrificio se celebra exactamente de la misma
manera en todo el mundo, orando las mismas oraciones y realizando los mismos
movimientos. En todo caso, si no entendemos la lengua de un determinado país,
tampoco entendíamos la Misa en latín y al menos los de esa lengua participan y
entienden perfectamente lo que sucede.


La lengua latina no se ha abandonado; sigue siendo la lengua oficial de la
Iglesia, pero negar que la traducción de la Misa a las lenguas vernáculas haya
sido un cambio benéfico, es una equivocación. Basta constatar la participación
de los fieles en la actualidad, para bendecir al Concilio por el documento
Sacrosantum Concilium que puso la liturgia al alcance de todos, aún de
los analfabetos.


Al mismo tiempo que algunos espíritus inclinados a lo tradicional, se han
opuesto terminantemente a las reformas, otros de signo distinto han caído en
exageraciones hasta de mal gusto. Era de esperarse y la Santa Sede ha tenido que
intervenir en ambos casos, a veces dolorosamente.


Las partes de la Misa


Todo el conjunto de palabras y acciones realizadas en la Misa, forman cuatro
momentos bien distintos que hay que saber aprovechar plenamente.


Liturgia de la Palabra

1. Antífona de entrada  Cuando no hay coro, ni un cántico
para empezar la Misa, se reza la Antífona que normalmente es un versículo de la
Biblia. Es muy importante porque nos anticipa la temática de toda la
celebración. Es como la obertura de una obra musical, que nos anuncia lo que va
a seguir.

Como ejemplo está la antífona de la Misa de Jesucristo Sumo y Eterno
Sacerdote (Hebreos 7, 24):
“Cristo, mediador de la nueva alianza, por el
hecho de permanecer para siempre, posee un sacerdocio perpetuo”
.


Ya de entrada, nos ponemos a la expectativa, porque las oraciones y las
lecturas bíblicas, abundarán seguramente en el tema.


2. La Señal de la Cruz
Da comienzo propiamente al
Sacrificio de la Misa, signándonos en el Nombre de las Tres Divinas Personas. Al
mismo tiempo que nos bendecimos con la señal de la Cruz, instrumento de nuestra
salvación, invocamos a Dios Trino; toda la Misa es Trinitaria y no podía ser de
otro modo.


3. Saludo ritual
Él oficiante saluda a la feligresía con
varias fórmulas, todas ellas riquísimas en contenido. La primera y más usual:
“La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del
Espíritu Santo, estén con ustedes”
, tomada de las cartas de San Pablo, no
podía ser más profunda, más completa y más bella. El sacerdote no podría desear
nada más grande a la comunidad, que a su vez le devuelve el saludo diciendo el
tradicional
“y con tu espíritu”.


4. Acto penitencial
Se invita a la comunidad a pedir
perdón a Dios por los pecados cometidos. Ante la santidad inconmensurable de
Dios, debemos reconocer humildemente nuestra fragilidad, nuestra malicia,
nuestra nada. Con varias fórmulas reconocemos que hemos pecado. La más usual es
el
“Yo confieso” en la que no solamente nos confesamos pecadores
delante de Dios y de los santos sino que pedimos a la Iglesia triunfante y
militante, orar por nosotros, por cada uno de los presentes.


Termina el Acto penitencial con el rezo o canto de los muy tradicionales
“Kyries”, incorporados a las Misas del rito latino de las Iglesias del
rito griego del Medio Oriente.


Este Acto Penitencial, como otros sacramentales de la Iglesia, nos obtiene
automáticamente el perdón de las faltas veniales y podemos por lo tanto con toda
confianza acercarnos después a la Sagrada Comunión.


No así cuando por desgracia, hemos ofendido a Dios gravemente. Los pecados
mortales deber ser confesados en el Sacramento de la Reconciliación. San Pablo
es tajante al respecto, al advertir a los Corintios en su primera carta (11,
27-28) que no se atrevan a comulgar indignamente. No debemos alejarnos de la
Comunión por cualquier tarta, y debemos evitar tanto los escrúpulos, como la
conciencia laxa.


Como no siempre es fácil confesarse ante un sacerdote antes de la Misa,
existe la tentación, por parte de éste, de emitir una
“Absolución
General”
de modo que todos puedan comulgar si lo desean. Siendo válidas esa
clase de absoluciones, no está permitido, sin embargo, confundirlas con el acto
penitencial de la Misa. Se debe hacer un acto penitencial antes, en un rito
distinto y bien preparado. El sacerdote debe saber perfectamente las normas
eclesiásticas para el caso y los peligros que el abuso de esa práctica trae a
los fieles.


No es objeto del presente estudio abundar en el tema de la Reconciliación,
pero ¡Dios bendiga a los sacerdotes que dedican largas horas al sublime
“Ministerio de la Reconciliación”!


5. Gloria a Dios
Después de haber pedido perdón a Dios de
los pecados, damos Gloria al Señor con el himno maravilloso que entonaran nada
menos que los Ángeles, la Noche de Navidad.


La Iglesia glorifica a las Tres Divinas Personas en este cántico gozoso. Es
un himno antiquísimo en la liturgia que ha sido musicalizado de mil maneras,
desde el solemne y moderado canto gregoriano de la Edad Media, hasta las
expresiones polifónicas más complicadas de los grandes maestros.


Después de la reforma litúrgica, el pueblo canta la Gloria de Dios con
tonadas sencillas, asequibles a todo el mundo y en la propia lengua. Hay que
tener cuidado, sin embargo, de cantar tanto en el Gloria como en las demás
partes de la Misa, los cánticos que sean concordes con la acción litúrgico que
se está desarrollando. Existen, por ejemplo, cantos que aparentemente son
“de Gloria”, que no tienen nada que ver con el texto original de la
Misa, que consiste precisamente en glorificara las Tres Divinas Personas.


6. Oración Colecta
Tiene la Misa tres oraciones muy
especiales precedidas por la invitación sacerdotal expresada por el “Oremos”:
la Oración Colecta, la Oración sobre las Ofrendas y la
Oración después de la Comunión
. Su estructura es parecida y trataremos de
las dos últimas en su momento.


La Oración Colecta recibe su nombre porque se trata de unir, de colectar en
una sola oración, los sentimientos que debe tener toda la comunidad al asistir
ese día a Misa.


Como la Antífona de entrada, orienta la liturgia a celebrarse. Es una oración
sumamente importante que debemos escuchar por tanto con mucha atención y unirnos
al sacerdote plenamente para sacar el máximo provecho de la Eucaristía.


Antes que nada hay que notar que las oraciones de la Misa se dirigen, salvo
raras excepciones, a Dios Padre. Con el título de Padre, Señor, Dios Todo
poderoso, Dios eterno, etc. nos estamos refiriendo al Padre de Nuestro Señor
Jesucristo y nuestro Padre. A Él y nada más se ofrece la Misa. El sacrificio
infinito de la muerte de Cristo, no puede ofrecerse a una criatura, ni siquiera
a la Virgen Santísima.


Por ser Jesucristo Persona Divina, en algunas ocasiones, por ejemplo, en la
fiesta del Corpus Christi, nos podemos dirigir directamente a Él con todo
derecho. Pero nunca digamos que ofrecemos una Misa a la Virgen, a un Santo
Patrono, y menos a un difunto. Analicemos, por ejemplo, la oración colecta de la
llamada Misa de Santa María en Sábado:

“Por intercesión de la Santísima Virgen María, llena de Gracia, cuya memoria
gloriosa estamos celebrando, haz Señor, que también nosotros podamos participar
de los dones de tu amor. Por Nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos.”


En primer lugar, nos estamos dirigiendo a Dios Padre con el título de
“Señor”. Hacemos memoria de la Virgen María y pedimos que Ella
interceda por nosotros, pero no es Ella el centro de la oración.


Pedimos a continuación una gracia determinada y concluimos siempre con la
mención explícita de Jesucristo, único mediador entre Dios y la humanidad que
por ser Persona Divina, vive triunfante y glorioso, con el Espíritu Santo en la
intimidad eterna de la Trinidad Santísima.


A esta oración el pueblo fiel debe contestar con un sonoro “Amén”,
palabra que significa la aceptación plena de lo expresado. Es como decir: Así
es, de acuerdo, Sí Señor.


7. Lecturas
Preparada nuestra mente y nuestro espíritu
con todo lo precedente, nos sentamos a escuchar sin incomodidades la Palabra de
Dios que se nos proclama los domingos en tres lecturas y entre semana con dos
solamente.


Esta nueva modalidad permite a la Iglesia tener un panorama más amplio de la
Sagrada Escritura. Además, los textos han sido seleccionados y acomodados en un
ciclo de tres años y no cada año como antes de la reforma.


Se da oportunidad ahora de que los laicos o seglares proclamen las lecturas
primera y segunda. Vale la pena hacer algunas recomendaciones al caso: en primer
lugar, la persona debe saber leer en público. Los nervios traicionan y la
Palabra de Dios no debe ser mascullada a trompicones ni admite errores en la
pronunciación, Los lectores deben ser pues, personas entrenadas y haber
preparado previamente lo que van a leer.


El atuendo mismo debe ser apropiado; tanto hombres como mujeres deben darse
cuenta de que están cumpliendo con un ministerio sublime y no es propio subir al
presbiterio
“en fachas”. Así como el sacerdote se reviste de ornamentos
sagrados para oficiar la Misa, el laico debe ir decentemente vestido.


8. Salmo Responsorial
Entre una lectura y otra, se
incluye un Salmo recitado responsorialmente o sea, participando toda la
comunidad con un estribillo, rezado o cantado. Por lo general y por desgracia,
el elenco de oraciones del católico normal, es muy pobre. Nos limitamos a cuatro
o cinco oraciones aprendidas desde la infancia y malamente recitadas.


Hay que aprovechar, por tanto, este momento de la misa. Rezar con los salmos
es orar a Dios con palabra de Dios.


Tenemos ahí una oportunidad magnífica de enriquecer nuestra vida de
oración.


9. Aclamación antes del Evangelio
El Aleluya es una
aclamación jubilosa usada por el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Nos
ponemos de pie mientras exultamos por escuchar la Palabra de Dios. Normalmente
se cita un versículo del Evangelio que se va a proclamar, como introducción.


10. Evangelio
Es la parte más importante de la Liturgia
de la Palabra. Lo proclama personalmente el sacerdote después de saludar
solemnemente al pueblo. En algunas ocasiones, para darle realce a la
proclamación, se usa el incienso dándonos a entender que los Evangelios, de
entre toda la Biblia, son la parte más importante, al presentarnos directamente
al autor de nuestra Redención. Él ponernos de pie nos ayuda a estar alerta y es
signo al mismo tiempo, de estar dispuestos a poner manos a la obra ante la
voluntad del Señor.


Hacemos tres cruces: En la frente, en los labios y en el corazón:
significando el anhelo que tenemos de entender la Palabra, amarla y ser
capaces de proclamarla
. Rito antiquísimo y muy venerable en la Iglesia.


11. Homilía
La Biblia debe leerse en “La Iglesia”, o sea,
según las enseñanzas del Magisterio Eclesiástico, de acuerdo con la Tradición
riquísima y veinte veces secular de la Iglesia que Cristo fundó en los
Apóstoles. Siendo un libro complejo y difícil, teniendo el mismo Evangelio
pasajes oscuros, es una imprudencia rayada en la locura, pretender como
sostienen los protestantes, la libre interpretación de la Biblia. Como el etíope
de Hechos 8, 26-39, es de elemental prudencia pedir ayuda para entenderla.


Los sacerdotes son ministros de la Palabra. Para eso han sido llamados por
Dios, para ello han estudiado y estudian constantemente. Son profesionales de la
Biblia. El sacerdote no habla por sí solo, habla y explica el Evangelio según el
pensar de la Iglesia de Cristo, la Católica.


La homilía es pues, la explicación de las lecturas. Su aplicación a la vida
de todos los días. No es un sermón de circunstancias como se acostumbra en
alguna festividad extraordinaria. Debe ser corta y clara. Los fieles deben, dado
el caso, pedir al sacerdote, después de la Misa, la aclaración de algún punto
que no hayan entendido o en el que no estén de acuerdo.


12. El Credo
Magnífica manifestación de nuestra Fe es la
recitación del Credo en la Misa. Nació la Iglesia bajo la persecución, primero
de los judíos y después de los emperadores romanos. A la muerte de los
Apóstoles, las iglesias por ellos fundadas se esparcieron por toda Europa, Medio
Oriente y Norte de Africa, con muy poca comunicación entre ellas y por tanto con
el peligro de desvirtuar la fe apostólica. Fue por eso que apenas otorgada la
libertad religiosa a los cristianos por la conversión del mismo emperador
Constantino, los Obispos de toda la Iglesia se reunieron para poner con mucha
precisión los artículos principales de la FE. Así desde el año 325, en el
Concilio de Nicea, fue redactado el Credo que hemos conservado fiel y
cuidadosamente. Lo recitarnos de pie para manifestar nuestra adhesión gozosa a
cada uno de sus artículos y como signo de nuestra misión para que todo el mundo
crea en Cristo.


Básicamente es la fe en las Tres Divinas personas, y en la Iglesia que Cristo
fundó. Con el Credo termina la Liturgia de la Palabra.

Rito de las Ofrendas

1. Procesión Ya sea en solemne procesión o directamente,
son llevadas al altar las ofrendas de pan y vino, especies sacramentales que han
de ser consagradas más adelante.

Es además el momento adecuado para llevar donativos para los pobres y el
momento de hacer la colecta en efectivo para el sustento del sacerdote y los
gastos de la Parroquia, Todo ello lo ofrecemos a Dios siendo conscientes de que
nuestras pobres ofrendas son poca cosa. Ponemos en el altar, con el pan y el
vino, nuestro trabajo, esfuerzos y personas mismas.


2. Orad hermanos
El sacerdote nos invita a orar junto con
él, recordándonos que en la Misa, todo el pueblo fiel ejerce su sacerdocio
bautismal o común, distinto del ministerial del sacerdote, pero no menos real.
Es toda la Iglesia la que ofrece el Sacrificio de la Misa.


3. Oración sobre las ofrendas
Termina el Rito de Ofrendas
con la segunda oración de la trilogía formada por la Colecta, Ofrendas y
Poscomunión. En muy pocas palabras son oraciones estupendas y precisamente
redactadas se hace mención tanto de las ofrendas, como de lo que estarnos
celebrando, en perfecta continuidad con la oración colecta.


Liturgia del Sacrificio


1. Prefacio
Da comienzo la tercera parte de la Misa con
una oración magnífica llamada Prefacio y que va precedida con un diálogo
introductorio entre el Ministro y el pueblo. Ello mismo le da un realce y debe
llamarnos la atención. El Prefacio es una oración elegantemente redactada, llena
de sentido y enseñanza, profundamente dogmática y hasta poética en algunas
ocasiones.


Varía según la celebración o la fiesta y si ponemos atención, quedamos
perfectamente ubicados en la mentalidad de la Iglesia para la ocasión.


2. Santo, Santo, Santo
El Prefacio termina
introduciéndonos al canto que entonaremos embelesados ante la Divina Majestad
por los siglos de los siglos en la Gloria. La Iglesia desde ahora, en comunión
con la Corte Celestial, alaba al que es el Santo de los Santos (Apocalipsis 4,
8-11; Isaías 6, 3).


3. Anáfora
Hasta antes del Concilio la Misa tenía una
sola oración consecratoria llamada Canon Romano. S.S. San Pío V la aprobó para
unificar distintas versiones usuales en su tiempo y evitar cuidadosamente
infiltraciones y desviaciones venidas del protestantismo.


Con la Reforma Litúrgica actual, la Iglesia ha incorporado al Misal varias
otras oraciones, llamadas Anáforas, para realizar la consagración de las
especies sacramentales.


Tengamos presente ante las nuevas anáforas, dos hechos muy importantes: en
primer lugar, algunas no son nuevas ni mucho menos; por el contrario, han sido
rescatadas de antiguos misales y son por lo tanto tradicionales; y en segundo
lugar, recordemos que la Iglesia tiene todo el poder, dado por Nuestro Señor, de
componer dichas anáforas. Después de todo, en la Ultima Cena, las palabras
consagratorias empleadas por el Señor, son muy breves y el resto lo dejó Dios a
su Iglesia.


Siendo fieles al relato de la Ultima Cena y empleando exactamente las mismas
palabras de Nuestro Señor, las especies sacramentales quedan transubstanciadas
en el Cuerpo y Sangre de Cristo lo que constituye la esencia misma de la
Misa.


Misterium Fidei


La Consagración
Todas las anáforas nos llevan por
distintos caminos a la Última Cena. Es el momento sublime sobre toda
ponderación, en que el sacerdote oficiante deja de ser en cierto modo él mismo
para consagrar
“in persona Christi” (personalmente, como Cristo, en
persona de Cristo) el pan y el vino diciendo:



“Tomad y comed todos de él porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por
vosotros. Tomad y bebed todos de él porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre
de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los
hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración
mía.”


Haciendo presente por su ministerio, real y verdaderamente a Cristo el Señor,
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¡Cristo, Dios y Hombre, se hace
presente en cada altar de la Iglesia Católica! Suprimiendo con su todo poder las
distancias y los tiempos, multiplica su Presencia Real en nuestros altares para
consumar su Sacrificio hasta el fin de los tiempos.


La Elevación
Con toda razón decimos que este hecho es un
“Misterium Fidei”: un misterio de FE. En contra de todas las
apariencias, tan solo por la fe sin discusiones que la Iglesia tiene en la
Palabra del Señor, somos capaces de creer hecho tan prodigioso. A la entrega
total, absoluta, radical de Dios Encarnado a los hombres, corresponde una Fe no
menos total, absoluta y radical. ¡No podía ser de otra manera!


Cristo está en nuestros altares realmente presente y realmente muerto. Signo
eficaz de la muerte redentora de Cristo, es la CONSAGRACIÓN por separado del
Cuerpo y la Sangre. Así como en el Calvario, Jesús murió, al derramar su Sangre,
así está muerto por nosotros en el altar. Cada altar católico en el mundo
entero, es un Calvario en donde se sacrifica a la única Víctima capaz de
“perdonar el pecado del mundo”. Toda la fuerza redentora del sacrificio
de la cruz, está Presente en el altar, salvando permanentemente a la humanidad
pecadora.


Si en el Ofertorio no teníamos otra cosa que ofrecer al Padre sino un poco de
pan y vino y nuestras pobres buenas obras, ahora la Iglesia tiene por fin
“al Cordero de Dios” que se ofrece a Sí mismo y a quien ofrecernos
inmediatamente después de la Consagración. Y además, nos ofrecemos a nosotros
mismos junto con la Víctima Divina, completando en nosotros, Cuerpo Místico del
Señor, los sufrimientos de Jesucristo. Toda la Iglesia es sacerdotal y toda la
Iglesia es víctima con Cristo el Señor.


Todas las anáforas terminan espléndidamente con una pequeña elevación de
nuestra Víctima hacia Dios Padre, acompañando el gesto oferente con las palabras
“Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.”


Podríamos decir que esta oración, es el resumen de toda la Misa, es por el
hecho prodigioso de que Jesús está presente en nuestros altares que podemos dar
al Padre Eterno, por el Espíritu Santo, la gloria que se merece. Y la Iglesia se
atreve, con la seguridad que le da la FE a proclamar que esto repercutirá
“por los siglos de los siglos”. A estas palabras eminentemente
sacerdotales, el pueblo fiel responde con el Amén más solemne de la Misa, que
debe resonar vibrantemente, con la fuerza de un pueblo que se sabe salvado por
Cristo Jesús, capaz de adorar al Padre Eterno con toda propiedad porque en la
Eucaristía, y solo en Ella, Cristo con su Iglesia es quien rinde honores al
Padre de todos, en el Espíritu Santo.


Rito de Comunión La Misa no es solamente el perfecto acto de adoración por medio del
sacrificio de la Cruz, sino que en el colmo del amor por nosotros, Dios se nos
da en alimento.
“Mi Carne es verdadera comida, Mi Sangre es verdadera
bebida”
, había dicho Jesús (Juan 6, 55). No es posible, ciertamente,
imaginar nada más grande, nada más sublime; ¡comernos a nuestro Dios! Con razón
dijeron los judíos:
“duras son estas palabras” (Juan 6, 60). No
imaginaban la manera tan sencilla y elegante con la que Cristo cumpliría su
promesa de darse en alimento. Es una lástima que los protestantes, aún después
de la Ultima Cena, hayan tomado la misma incrédula posición.


Pero hay que tener en cuenta que la Comunión no es opcional como muchos
creen. Nuestro Señor muy claramente condiciona la salvación eterna, a la
aceptación de su don y la frecuentación de este Sagrado Misterio (Juan 6). El
católico que no acostumbra, o no puede comulgar, pone en entredicho su
salvación. Comulgar con cierta regularidad y frecuencia (¿por qué no diariamente
o al menos cada domingo?) Es condición indispensable para resucitar a la
gloria.


1. El Padrenuestro
¡Da comienzo el rito de la Comunión,
con la recitación de la única oración que Jesús nos enseñó. Tratados enteros
existen comentando tan excelente oración. Tan solo nos referiremos M Folleto
E.V.C. 621, en el que el Sr. Obispo de Tampico, Mons. Rafael Gallardo, nos
entrega una serie de preciosas reflexiones.


2. Rito de Paz
La Paz es mencionada en la Misa en
repetidas ocasiones. Evidentemente se trata de la Paz que solo Cristo puede dar
“no la paz que da el mundo” (Juan 14, 27) pero debemos sanar todas las
disensiones, rencillas, envidias, desuniones, venganzas, guerras, pues todo eso
es absolutamente antievangélico.


Por eso, recordando la palabra del Señor que nos exige hacer las paces con
nuestros enemigos y perdonar como Él nos perdona, antes de presentar nuestra
ofrenda en el altar, la Misa actual ha repuesto el rito de Paz que antiguamente
se usaba. En un sencillo gesto de amistad, como darse la mano, debe manifestarse
el deseo de reconciliarnos con todo el mundo y la decisión de perdonar cualquier
ofensa que hayamos recibido. Sólo así podremos acercarnos correctamente a la
Sagrada Comunión.


En esta época de especial violencia, es verdaderamente genial de nuestra
Iglesia el que nos demos este gesto de PAZ.


3. Comixtión
Después de partir la Hostia, el sacerdote
deja caer en el cáliz una partícula del Cuerpo de Cristo. Esta acción, pasa
desapercibida para muchos y sin embargo es muy bella. Tiene el significado de
que tanto el Pan como el Vino consagrados, no son sino una sola cosa: Cristo.
Antiguamente se acostumbraba poner en el cáliz una partícula consagrada el día
anterior, significando la unidad del sacrificio a través del tiempo.


Jesucristo no permaneció muerto: habiendo resucitado, su Cuerpo y su Sangre
se han reunido nuevamente.


4. Cordero de Dios
Por tres veces la comunidad se dirige
a Jesús con las palabras pronunciadas por San Juan Bautista cuando lo conoció
personalmente. Dios se encarnó precisamente para quitar el pecado del mundo y
darnos su Gracia.


5. Señor, yo no soy digno
Ahora recordamos las palabras
llenas de fe y de respeto que el Centurión dijo al saber que Cristo intentaba ir
a su casa. ¿Quién es digno de tal visita? Pero a pesar de nuestra indignidad
pecadora, obedecemos al mandato del Señor y nos atrevemos a tomar su Cuerpo,
confiados en que tanto por el Acto Penitencial, como por el Sacramento de la
Reconciliación, Dios nos ha perdonado y hecho menos indignos de comulgar.


6. Comunión
El momento sublime ha llegado y el sacerdote
al presentarnos la Eucaristía nos pide un último acto de fe. Ante la Hostia
Consagrada cuyas apariencias no han cambiado en nada, debemos declarar en voz
clara que creemos firmemente que es el Cuerpo de Cristo, ¡y Dios entra en
nosotros!


Podemos comulgar con una sola especie o con las dos dependiendo de las
circunstancias concretas. Toca al sacerdote juzgar la oportunidad y el modo de
acuerdo con las normas establecidas por la Congregación de la Sagrada Liturgia
de la Santa Sede.


Sobre todo en estos casos se impone el uso del platillo de la Comunión,
porque puede acontecer que la Sangre de Cristo caiga al suelo. ¡Con cuánto
cuidado debemos tratar los Sagrados Misterios!


Podemos también, en el caso de comulgar con una sola especie de pan, recibir
el Cuerpo del Señor en la propia mano, pero tengamos sumo cuidado de no dejar
caer partículas de la Hostia, o pedir así la Comunión con un dejo de orgullo o
familiaridad indebida. Pensemos que nadie, ni el Santo Padre, merece tener a
Cristo en sus manos.


7. Oración después de la Comunión
Haciendo eco a la
oración Colecta y a la oración sobre las Ofrendas, ésta recoge los sentimientos
de la asamblea unificándolos al hecho que acabamos de realizar, la perfecta
Comunión con Cristo Sacramentado.


8. Bendición y despedida
La Misa termina con estos dos
actos, pero nuestra oración no necesariamente debe terminarse. Se impone un
momento íntimo de diálogo con el Señor, realmente presente en nuestro interior.
Es el momento de una Acción de Gracias ya sea muy persona lo tomado de las
hermosísimas oraciones compuestas por los grandes santos para el caso. Ejemplo
de ellas pueden ser las de San Ignacio de Loyola, las de Santo Tomás de Aquino o
las de San Buenaventura.


¡Hay tanto que agradecer al Señor! ¡Hay tanto que pedirle! No debemos
desaprovechar la oportunidad de un sabroso y prolongado coloquio con Nuestro
Señor.


Conclusión


Podemos concluir citando las palabras del Concilio en el documento
Sacrosantum Concilium: “Toda celebración litúrgica, por ser obra de
Cristo Sacerdote y de Su Cuerpo, la Iglesia, es acción sagrada por excelencia
cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna
otra acción de la Iglesia”
.


Conociendo lo que es la Santa Misa, es incomprensible la actitud de aquellos
que asisten tan solo “cuando les nace” como para hacerle a Dios un favor.
Tampoco es congruente aquel que asiste pero no comulga, pretextando “que no se
ha confesado” porque vivir en pecado mortal, es una locura.


La Iglesia siempre ha considerado la Misa dominical como de “precepto”, es
decir, obligatoria. Es la Aplicación concreta del Mandamiento de la Antigua
Alianza: “Santificarás las Fiestas”. El domingo sustituyó al sábado judío,
porque fue en domingo cuando Cristo resucitó y cuando el Espíritu Santo
descendió sobre el Colegio Apostólico en Pentecostés. El domingo es el día del
Señor y a El debe dedicarse.


Un católico instruido, jamás deberá considerar la Misa como una obligación;
es por el contrario, un inmenso privilegio reservado a los cristianos. Muchos
cristianos han comprendido la excelencia del Sacrificio Eucarístico y no se
contentan con adorar a Dios los domingos sino que asisten a Misa y comulgan lo
más frecuentemente posible, hasta diariamente. Viven las palabras del salmista.
“Sediento estoy de Dios, del Dios que me da la Vida” (Salmo 42, 2),
¡dichosas tales almas!

Autor: R.P. Pedro Herrasti, S.M.
Fuente: La Verdad Católica
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