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viernes, 1 de mayo de 2009

Salmo 30: "Tú eres mi Dios”





Salmo 30: "Tú eres mi Dios”



 


Millones de niños nacen atrapados por la red de la deuda. Por mucho que
trabajen siempre deberán algo. Innumerables jóvenes caen cada día en la red de
la droga; no saben cómo pero se sienten atrapados por mil lazos. Muchachas
jóvenes, de países pobres, ilusionadas por un futuro mejor, se ven atrapadas en
las redes de la prostitución. ¡Cuántas redes! El alcohol, la depresión, la
enfermedad incurable. ¿Es posible rezar ahí? ¿Es posible no desesperarse? El
salmista abre un boquete en la red para gritar, como una bocanada de aire
fresco: “Tú eres mi Dios”. Es lo más suyo, su mayor tesoro.




 


Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos
encomiendo mi espíritu: tú el Dios leal, me librarás. Oigo el cuchicheo de la
gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida. Pero
yo confío en ti, Señor, te digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.




 


Deja que afloren en tu oración las situaciones difíciles por las que
atraviesa tu vida, preséntaselas al Señor. Trae a tu oración situaciones duras
de personas de tu entorno y encomiéndalas al Dios leal. Di con Jesús en todo
momento y situación: “Me pongo en tus manos”.“Tú eres mi Dios”




 


La oración se traduce en obras. Y no hay mejores obras que aquellas que
cortan las redes que nos asfixian a nosotros y a millones de personas. La
oración nos ayuda a ver las cosas de otra manera. “Un hombre que era cristiano
enfermó gravemente. Los médicos le dieron seis meses de vida. Su primera
reacción fue de rebelión contra Dios, porque Él permitía eso. De la rebelión
pasó a la duda de Dios y dejó de rezar. Más adelante recuperó a Dios y comenzó a
rezar para que le quitara la enfermedad. Pero con el tiempo su oración cambió, y
rezaba para que se hiciera la voluntad de Dios, cualquiera que fuera el
resultado de su enfermedad. Y hacia el final, su oración era para pedir la
gracia de vivir cristianamente su enfermedad, y para que ésta sirviera de
intercesión por los demás y para la venida del Reino de Dios” (Segundo
Galilea).

Salmo de Daniel: Bendito eres, Señor



 


Hay un secreto para ser felices: mirar la vida con ojos nuevos, cada mañana,
archivar sentimientos positivos en el interior, mostrarnos agradecidos por las
pequeñas cosas de cada día, esas que son totalmente gratuitas. Algo parecido
hace el orante en este salmo en el que da a Dios gloria y alabanza.




 


Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y
glorioso. A ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres en el templo de tu
santa gloria. A ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres sobre el trono
de tu reino. A ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres tú, que sentado
sobre querubines sondeas los abismos. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo. A ti gloria y alabanza por los
siglos.




 


Canta o escucha alguna canción que exprese sentimientos de gratitud y
alabanza a Dios. Recuerda algunos motivos, que tienes en tu historia personal,
para alabar a Dios y exprésaselos junto con el salmista. Continúa la letanía de
bendiciones a Dios desde tu situación concreta. Bendice al hermano que tienes
cerca, él es un regalo en tu vida.




 


Que tu rostro refleje esa alabanza interior que inunda tu corazón. Es un buen
día para mostrarse afable y cordial con los que te rodean. "Danos, Señor,
aprender la ciencia de tu gozo, para inundar nuestras jornadas de alegría, y
sembrar tu mensaje a manos llenas". "Que este himno a la Trinidad por la
encarnación del Hijo pueda ser cantado juntos por quienes, habiendo recibido el
mismo Bautismo, comparten la misma fe en el Señor Jesús" (Juan Pablo II)


Salmo 39: "Aquí estoy"


Una
forma de acercarnos a este salmo es ponerle rostro, preguntarnos quién lo ha
dicho y, mejor, quién lo ha vivido. María es la mujer que le ha dicho, con la
vida, estas cosas a Dios. No se presenta ante Dios con grandes hazañas, pero es
capaz de decirle con todo el corazón: “Aquí estoy”. Por eso es modelo para
nosotros. “Y el ejemplo no es la cosa más importante para influir en los demás.
Es la única” (A. Schweitzer).



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Tú no quieres sacrificios no ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no
pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: "Aquí estoy", -como está escrito
en mi libro- " para hacer tu voluntad." Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en
las entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado
los labios: Señor, tú lo sabes. No me he guardado en el pecho tu defensa, he
contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.




 


Dile a Dios con María alguna vez durante el día: “Aquí estoy”. Es una
preciosa manera de abrirse al Espíritu y dejarse hacer por él. Acoge como María
a Jesús en tus entrañas y llévalo contigo allí donde vayas, hagas lo que hagas.
Deja que salga de tu vida un canto nuevo, el del amor de Dios a la humanidad.
Únelo al Magníficat de María que proclama la grandeza del Señor




 


Cuando consideramos lo que Dios nos pide, él nos empuja a realizar los deseos
más hermosos de nuestro corazón, que son los deseos más hermosos de Dios para la
humanidad. Detrás del canto nuevo surge la vida nueva. “Un periódico de Tokio
publicaba la noticia de una donante anónima que había entregado 10 millones de
yens a la Cruz Roja para ayudar a los refugiados de Camboya en Thailandia. La
donante explicó así su gesto: Hoy, al ver en la televisión la noticia gráfica de
la situación de hambre y desnutrición de tantos niños, un primer plano mostraba
a un niño famélico alargando la mano pidiendo comida. Mi nietecito se ha quitado
el “onochi” (pastel de arroz) de la boca y se ha ido a la pantalla de la
televisión para dárselo al niño hambriento. El no habla porque es muy pequeño;
yo hago este donativo con su corazón”


Salmo 41: "Mi alma tiene sed del Dios vivo"



 


La búsqueda de Dios es apasionada, gozosa; florece en los que están
enamorados de un Dios que nos ha tocado el corazón con su hermosura. Está llena
de imágenes, de colorido, de frescura, de luz; está llena de vida. Muchos
orantes la han convertido en un gemido vivo. San Agustín y San Juan de la Cruz
nos prestan sus palabras: “Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti.
Gusté de Ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz”. “¿Adónde
te escondiste, Amado y me dejaste con gemido? Salí tras ti corriendo...”. Si no
estamos así de enamorados, digamos al menos, que nos gustaría estarlo para
buscar a Dios como “busca la cierva las corrientes de agua”.




 


Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios? Como busca
la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Tiene sed de
Dios del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Envía tu luz y tu
verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al
son de la cítara, Dios, Dios mío.




 


Llama al Espíritu y pídele su luz y verdad, para que te guíen en la vida de
cada día. Únete a todos los enamorados de Dios y di con ellos: “Mi alma tiene
sed de ti, Dios vivo”, “mi alma te busca a ti, Dios mío”. Acércate a Dios con
gozo, pues es el Dios de tu alegría y cántale al son de la cítara de tu
corazón.




 


A veces buscamos a Dios con tan pocas ganas que cualquier dificultad es un
enorme impedimento que nos cierra el paso. Buscarlo hoy, cuando tanta gente está
de vuelta, con pasión, con gozo, unido a los hermanos y hermanas, puede ser una
aventura apasionante.


Salmo 45: "Dios es nuestra fuerza"


En
los grupos de oración, en la asamblea litúrgica, y en los pequeños o grandes
acontecimientos de nuestra vida diaria, hemos experimentado, frecuentemente, la
presencia cercana de Dios, en medio de nosotros, alegrando nuestro corazón,
llenándolo de confianza; si estamos con el Señor, si nos acogemos a su casa, no
debemos temer nada, ni la mayor catástrofe cósmica imaginable. Aunque todo
vacile y se hunda bajo nuestros pies, permaneceremos firmemente anclados en
Dios. Esta seguridad es la que proclama el salmista en su oración.



 


Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el
mar. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su
morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la
aurora. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios
de Jacob. Venid a ver las obras del Señor; las maravillas que hace en la
tierra.




 


Proclama que "Dios es para nosotros refugio y fortaleza, poderoso defensor en
el peligro" ¿De qué peligros te tiene que liberar, hoy día, Dios?, ¿a ti?, ¿al
grupo orante?, ¿a tu familia?, ¿a la Iglesia?, ¿al mundo? Presenta al Señor
estas realidades Pídele que la alegría de su presencia llene de esperanza el
corazón de los creyentes.



El
estribillo del salmo: "El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro
alcázar es el Dios de Jacob" se puede convertir en la jaculatoria, que te
acompañe a lo largo de la jornada. Cada vez que te acuerdes repite este
estribillo verás, cómo tu corazón, demasiado agitado por otras muchas
circunstancias de la vida, se sosiega con la confianza. "Danos, Señor, la
novedad de tu presencia viva, la que invita a nacer de nuevo, a mirar con ojos
diferentes el rostro del que camina a nuestro lado, a estrenar la sonrisa que
mueve las montañas. Danos la confianza en tu palabra de vida, saciar el corazón
en tu costado abierto y andar calles y plazas sirviendo el pan para el
hambriento". 



Salmo 49: “La acción de gracias”



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© cipe

 


A veces hacemos muchas cosas por los demás, pero esto no les
hace felices. A ellos porque en ocasiones nuestras acciones los humillan; a
nosotros, porque nos crece el orgullo de creernos mejores. ¿No será otro el modo
de relacionarnos con los demás? ¿No habrá que mirar más a cada uno, descubrir lo
que llevan de vida, de Dios, de don? Decía San Vicente de Paul: “Recuerda que te
será necesario mucho amor para que los pobres te perdonan el pan que les
llevas”.




 


  No te reprocho
tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de
tus rebaños.
¿Por qué recitas mis preceptos y
tienes siempre en la boca mi alianza, t
ú que
detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?
Esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? El que me
ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que
sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.




 


  No mires tanto lo que tú haces por los
demás cuanto lo que los demás hacen por ti. No mires tanto lo que tú haces por
Dios, cuanto lo que Dios hace por ti. Alimenta tu vida con las acciones de Dios
y con los gestos de cariño de los demás y deja que te brote a borbotones la
acción de gracias. Agradece la creación, agradece la vida, agradece el bautismo,
la eucaristía, el perdón.




 


Jesús miraba resaltando lo que de nuevo, original y único
llevaba cada persona, porque cada uno somos una obra maestra de Dios. “¿Rezar a
Dios? Sí, cada noche, contesta el pequeño. ¿Y qué le pides? Nada. Le pregunto si
puedo ayudarle en algo”. Descubrir que todos somos necesarios en este caminar,
llena de alegría el corazón y nos hace sentirnos a todos como una familia
enviada a construir un mundo mejor. Recordamos que “un corazón solitario no es
un corazón” (Machado). 

Salmo 80: Lenguaje desconocido



 


San Juan de la Cruz dice que Dios nos trata "al modo que la amorosa madre
hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos, le calienta, y con leche
sabrosa y manjar blando y dulce le cría y en sus brazos le trae y regala". Para
acercarnos a este salmo necesitamos distanciarnos del lenguaje de la
competitividad, del interés propio, de la eficacia, y escuchar otros lenguajes:
el lenguaje del cariño, de la confianza, del amor de una madre que no sabe qué
más locuras hacer para que su hijo no se pierda. ¿Qué más puede hacer Dios por
nosotros?




 


Oigo un lenguaje desconocido: "Retiré sus hombros de la carga, y sus manos
dejaron la espuerta. Clamaste en la aflicción, y te libré. Te respondí oculto
entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. Escucha, pueblo
mío, doy testimonio contra ti; ¡Ojalá me escuchases, Israel! No tendrás un dios
extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te
saqué del país de Egipto. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi
camino!: te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel
silvestre."




 


Escucha este lenguaje nuevo, sorprendente y guárdalo en el corazón: "Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,18). "Mirad qué amor nos ha tenido el
Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" (1 Jn 3,1). "Retiré tus
hombros de la carga, te respondí, te puse a prueba..." "¿Qué más se puede hacer
ya a mi viña, mi pueblo, que no se lo haya hecho yo" (Is 5,4).




 


- La humanidad espera escuchar nuevos lenguajes. ¿Quién les
pronunciará?


- Los que viven en clima de violencia necesitan oír el lenguaje nuevo de la
paz.


- Los que viven en el miedo y la desconfianza necesitan oír el lenguaje
confianza.


- Los que llevan mil heridas por dentro y por fuera necesitan oír el lenguaje
entrañable de la ternura.


- Los que mueren de hambre cada día necesitan escuchar urgentemente el
lenguaje nuevo del pan compartido.


- Los que viven alejados de la fe necesitan escuchar el lenguaje de Dios: "os
quiero con locura".


Salmo 50: "Renuévame por dentro"



 


Todos estamos familiarizados con la imagen de un camino. Y todos tenemos la
experiencia de lo que significa caminar con otro. La cuaresma es un camino, en
el que experimentamos que Dios camina junto a nosotros. Nos acercamos a este
salmo con la fuerte sensación de que Dios y el hombre están como amasados el uno
en el otro. Se necesitan, se desean, se buscan. Aunque sean distintos. Forman
una alianza entrañable.




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Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi
culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la
maldad que aborreces. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro
con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo
espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu
generoso. Señor me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.




 


Dile al Señor con sinceridad y sencillez cómo estás por dentro. Manifiéstale
tu deseo de limpieza, de gozo. Acoge a Dios, que te envuelve con su bondad, con
su compasión y misericordia. Ponte ante él como barro en manos del alfarero, y
pídele que te cree de nuevo, no desde la nada, sino desde ti mismo, que te
muestre su rostro, que te regale su Espíritu.




 


Toda palabra de Dios es para la vida. Este salmo nos invita a vivir la vida,
la nuestra, la de cada día, sabiendo que detrás está siempre la presencia
discreta, pero necesaria, silenciosa, pero gozosa de Dios. “Juntos andemos
Señor” (Teresa de Jesús). No olvidamos nuestra pequeñez, pero sabemos que el
Señor la puede convertir en alabanza. “Que mi vida sea una flauta que Tú la
llenes de música” (Tagore)





Salmo 85: "Enséñame, Señor, tu camino"



 


Hay muchas situaciones, tanto personales como comunitarias, que consideramos
difíciles, porque nos parece que no tienen salida. Nos golpea, sobre todo, la
enfermedad, la violencia, la injusticia, la corrupción. Parecen tener la última
y más poderosa palabra. Nos hacen perder el rumbo. Más que oración, lo que nos
sale de dentro es la rabia y la impotencia. ¿Quién nos enseñará el camino de la
verdad?




 


Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad. Inclina tu oído, Señor,
escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti. Tú eres mi Dios, piedad de mi, Señor, que a
ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi
alma hacia ti. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con
los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi
súplica.




 


Preséntale al Señor una situación de dolor tuya o de los que te rodean.
Repítele, que él es bueno y clemente, rico en misericordia, y que se estremece
ante todos nuestros desamparos. Termina suplicando al Espíritu que te enseñe a
vivir esta situación en la verdad, en el amor.




 


Lleva a la vida la oración del salmo. Acércate a alguna persona a la que veas
triste, sola, enferma, escúchala y acompáñala en esos momentos. Que tu compañía
le haga sentirse un poco más animada y recuperada. Que tu cercanía afable y
discreta le abra a la esperanza. "Enciende, Señor, tu fuego de amor y de entrega
en el corazón de todos los que salen al encuentro del hermano, en la mirada
atenta hacia los necesitados, en las manos solícitas para la herida
ajena".





Salmo 88: “Cantaré tu amor, Señor”



 


Cuando salimos a pasear por el campo nos sorprende una y otra vez el canto de
los pájaros. ¡Son los trovadores del amor! Cuando caminamos entre la gente nos
sorprende el rostro tan serio que llevamos por la vida. ¿Por qué no cantamos?
¿Por qué no sonreímos? Hoy el salmista nos regala una canción, la canción que
cantaron los profetas, la que cantó José, al contemplar de cerca el amor de
Jesús y de María, la que canta la Iglesia. Cantémosla, aunque no lo hagamos del
todo bien. Aprendamos a vivir jubilosamente. “Basta que nos sintamos amados
incondicionalmente por una sola persona para que nos brote la música;¡ cuánto
más si quien nos ama es Dios!”.




 


Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por
todas las edades. Porque dije: “Tu misericordia es un edificio eterno, más que
el cielo has afianzado tu fidelidad.” Sellé una alianza con mi elegido, jurando
a David, mi siervo: “Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para
todas las edades.” Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca
salvadora.” Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será
estable.




 


Canta hoy al Señor por su misericordia, su fidelidad, su amor. Dios es alegre
y joven, y le agradan las canciones. Canta al Señor, porque su presencia en tu
vida nunca te va a fallar. Canta al Señor, porque ha hecho una alianza contigo
en el bautismo para siempre. Canta al Señor y llámale Padre, Esposo, Amigo, mi
Dios, mi Roca salvadora.




 


Sea noche o sea día, nos vayan mejor o peor las cosas, acostumbrémonos a
poner en el viaje de la vida un canto de amor. “Los pájaros en la rama, los
lirios en el campo, el ciervo en el bosque, el pez en el mar e innumerables
gentes felices están cantando en este momento: ¡Dios es amor! Pero a la misma
hora está también sonando la voz de los que sufren y son sacrificados, y esa
voz, en tono más bajo, repite igualmente: ¡Dios es amor!" (Kierkegaard).


Salmo 101: "No me escondas tu rostro"



 


Nos cuesta mirar lo que no queremos ver: al ser humano humillado, despreciado
y crucificado; al que vive cerca y al que vemos y escuchamos en los medios de
comunicación. Muchas veces nos preguntamos por el silencio de Dios ante este
grito de dolor de los pueblos pobres y no sabemos qué respondernos. La oración
del salmista nos muestra una imagen nueva de Dios, la de un Dios que "escucha
los gemidos de los cautivos, de los oprimidos", de los sin voz y se hace
solidario con el dolor de la humanidad, reconstruyéndola con amor.




 


Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu
rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco,
escúchame en seguida. Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu
gloria. Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria, y se vuelva a
las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones. Quede esto
escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado
en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los
condenados a muerte.




 


Ponte ante Dios y acepta su mirada. María cantó al Dios que mira nuestra
pequeñez. Lleva a la oración los rostros más heridos de las personas que llevas
en tu corazón y la de aquellos que hoy has escuchado en la televisión, en la
radio, o leído en el periódico. Reza, en nombre de todos, este salmo. Déjate
evangelizar por los pobres, los sencillos, los pequeños. "Derrama, Señor, tu
fuerza y tu inspiración sobre los que aman la vida y la defienden, sobre los que
reparten esperanza a los demás."




 


Cuando salgas hoy a la calle "mira y escucha" el rostro de las personas con
las que te vayas encontrando. No pases de prisa, ni de largo. Cada una de ellas
lleva dentro de sí una pena oculta, una desesperanza, un desencanto, un dolor
fuerte. Llévalas y preséntaselas a Jesús crucificado.


jueves, 30 de abril de 2009

+Francisco Pérez González






”LA FE NO CONSISTE EN UN DESEO NI ES UN ENIGMA10 de julio de 2007

Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director de OMP en
España


La fe no se
puede medir ni con el deseo, ni como si de un enigma se tratara. La fe es un
encuentro con el Misterio. El deseo tiene de positivo que busca la luz pero no
es la luz y el enigma es un camino de adivinación en una descripción imaginaria
con bases hipotéticas o una definición ambigua que se queda sostenida en una
nubosidad. Sin embargo el Misterio es una verdad de fe inaccesible a la razón
humana y que sólo puede conocerse por revelación divina. Cada uno de los
pasajes, considerado por separado y como objeto de meditación, de la vida,
pasión, muerte y resurrección de Cristo nos lleva al auténtico
Misterio.


 


Cuando Jesús
felicita a los que crean sin haber visto, está hablando de este Misterio. Tomás,
uno de los apóstoles, había puesto muchas condiciones y se topa con su falta de
fe. Sus deseos y sus preguntas enigmáticas le habían provocado la falta de fe.
Quería tocar las llagas de las manos y de los pies de Jesús, es más se había
imaginado a Jesús de una forma distorsionada y era un enigma difícil de
clarificar. Vio a Jesús y no pudo por menos que decir: “Señor mío y Dios mío”.
La fe es un encuentro profundo con la Persona de Cristo. Muchas veces me he
visto sorprendido, al dejarme llevar por un imaginario encuentro con alguien, y
sin embargo siempre he recibido una respuesta clara, real y personal: “Soy yo,
no tengas miedo”. No es un fantasma, es un Amor tan concreto que da Luz y Vida a
mi vida. Esta amistad es un encuentro vivo y personal.


 


Hoy, inmersos en
la dinámica angustiosa de un quehacer vertiginoso y en un materialismo atroz
-con los impulsos de un vivir por placer- la fe no se considera algo útil. Y sin
embargo la sed de fe –es decir la sed de Dios- está más presente que en otros
momentos de la historia. Mientras más nos separamos del Misterio, más sed
tenemos de él. Por eso aquellos que, no por méritos propios sino por pura bondad
de Dios, decimos que poseemos la fe, tenemos la gran responsabilidad de ser
testigos de la misma sin vanagloriarnos y mostrarla a raudales y no para que
seamos glorificados nosotros, sino aquel que es Misterio de
Amor.


 


Me cuesta creer
que haya tanto agnosticismo o tanto ateísmo en el corazón de los hombres de hoy.
Tal vez la búsqueda de Dios se haga por caminos distorsionados y cueste llegar.
Tomás no era ni agnóstico, ni ateo; era simplemente un pragmatista de la fe y se
dio cuenta que creer es confiar y amar al misterio que se desvela en Dios. Por
eso cuanto más presentemos, los que tenemos la responsabilidad, a Cristo, su
vida, pasión y muerte-resurrección, haremos el mejor regalo a una humanidad
sedienta de él. Se nos invita a ser portadores de una nueva evangelización. Las
discusiones, los racionalismos, las manifestaciones de increencia, las falaces
tesis de un laicismo vacío… caerán como si de un castillo de naipes se tratara.


 


El lema del
Domund 2007 tiene como base la respuesta que Jesús da a Tomás de ‘felices los
que creen’ y la labor de la misión de llevar esta felicidad a toda la humanidad
y de modo especial a aquellos que aún no saben nada de Cristo. Ser misioneros de
este Misterio nos hace vibrar por una parte de temblor por la responsabilidad
adquirida y por otra parte de ilusión y esperanza para que muchos descubran la
grandeza de creer. La Iglesia, como ‘luz para las gentes’, ha de anunciar sin
fatiga este gran Amor de Dios, manifestado en Cristo.


 archivo en PDFCarta: “NO BASTA CON HACER COSAS BUENAS

Ante la abundante proliferación de estilos de vida y de las
conductas por la que nos quiere conducir la filosofía relativista y
sentimentalista no podemos por menos que reaccionar, algo que falta en la
sociedad, con garbo y poniendo en claro los valores o virtudes más necesarias
que sustentan a la persona y a la relación de ella misma con los demás. Se cae
en la fácil afirmación de que lo más ‘importante es hacer cosas buenas’ puesto
que en el fondo se piensa que todo es bueno y no se sabe distinguir el bien del
mal porque no se sabe discernir o porque la norma, de los falaces sentimientos,
así lo deciden. Tan perjudicial es el paternalismo del ‘todo vale’ como la
desfachatez del que campa por sus propios fueros sinsentido.


No basta con hacer cosas buenas. Hay que hacerlas bien. Esta es
la razón fundamental de la norma de conducta. En teología espiritual se afirma
que es bueno el bien que Dios quiere y es malo el bien que Dios no quiere.
Porque puede suceder que la raíz de nuestro proceder esté viciado a pesar de que
la formalidad sea aparentemente buena. San Agustín decía “haz lo que debes
hacer. Y hazlo bien. Ésta es la única norma para alcanzar la perfección”.
Las motivaciones que muevan dignamente nuestras acciones han de tener como
base la realización del sumo bien que es el amor. Sin esta luz cualquier cosa
que realicemos le falta esplendor. Por eso las luchas de cada día o crean un
vacío interior o una plenitud de realización personal.


La dignidad en la persona tiene mucho que ver con el auténtico
ejercicio del propio obrar y no es bueno el que conoce el bien sino el que lo
ama. De ahí que se puede afirmar que las realidades y circunstancias que nos
mueven no han de nacer de una simple intuición y menos de una ideología fría y
sin alma. El relativismo que tanto azuza en las mentes y conciencias de las
personas y de modo especial en estos tiempos, no es guía auténtica y verdadera;
la razón es muy sencilla, desde el relativismo se abandona la verdad en la
orilla y no se toma la molestia de admitirla como esencia de la vida.


Las ideologías, sentimentalismos y deseos vanos se adhieren 
sin consistencia como la única forma de conducirse en el camino que no lleva
hacia una meta concreta y más bien se va de ‘tumbo en tumbo’ emborrachado de
todo lo finito y sin miras de infinitud. Es normal que esta forma de vida
degenere en la insatisfacción vital. Dios que nos ha creado por amor y porque
somos su mayor bien creado contradice a ese relativismo que ve ‘todo bueno’ y se
frustra porque no tiene consistencia en sí mismo, es el vacío más abismal que
pueda existir y entonces la vida se convierte en una angustia existencial que
queda cosida en la nada. La vida es algo muy bueno pero hay que vivirla bien. 

Archivo en PDFCarta: “CLARIFICACIÓN Y FORMACIÓN DEL CORAZÓN 08 de junio de 2007

Es muy común observar que en las conversaciones y más cuando se quiere manifestar el propio modo de pensar, se suele caer en ciertas claves ideológicas muy comunes y que nunca dan serenidad al corazón. La fuerza interior está desvanecida y los hilos conductores de la conversación se convierten en una manifestación superficial que nada tiene que ver con las formulaciones íntimas del corazón. Ante tal voracidad, dada por el superficialismo, el corazón se entristece y la vida se enrarece. Solo un justo acople llevado por el amor puede restañar la confusión del corazón. No cabe duda que la vida es ‘belleza innata’ pero conviene poner los medios para que ella brille por sí misma. La enfermedad que más acosa hoy y más se hace presente entre nosotros es la depresión de tal forma que se ha convertido en una amenaza permanente. Y no sólo son las prisas y la vida atormentada por la insaciable actividad sino por la falta de serenidad interior que reside en el corazón. Cuando el corazón está confuso, la mente está difusa y sin consistencia.

Pero ¿cuál debe ser la medicina que cure tal confusión? No hay recetas mágicas y tampoco rápidas. Cuidar la vida interior requiere ante todo buscar en lo más profundo del alma la nobleza que reside en ella. Todo nace aquí, como dice el evangelio, tanto lo bueno como lo malo. Exige sinceridad y sencillez. Jesucristo se ha revelado a los sencillos de corazón no a los centrados en sí mismos con egoísmo y autosuficiencia. Vivir así comporta mucha humildad cosa que no se quiere aceptar. La sociedad necesita revitalizar este modo de comportamiento y una educación propicia para llegar a formar las fibras más íntimas que residen en el corazón.    

No puede darse una auténtica realización de la persona si no se fomenta la formación de la vida interior. Un niño, un joven y un adulto se dignificarán en la medida que el esfuerzo fundamental y el sacrificio de los propios gustos se pospongan en aras de unos ideales nobles y altos. La intimidad de la interioridad no es una experiencia que sólo se refiere a la espiritualidad o a las claves esenciales de la psicología, tiene tanta importancia que sin una auténtica formación ocurriría como el río que tiene un hermoso cauce pero le falta agua. La estructura de la persona no puede estar ausente de la vida interior pues si la base de una casa son los cimientos, la base del ser humano es lo más oculto que existe en él que es la intimidad del corazón. Y a esta intimidad se la debe cuidar con alimentos que produzcan mayores bienes. 

Desde la misma experiencia de la Iglesia siempre se ha aconsejado que se cuide con gran esmero la vida interior y se ha proporcionado lo mejor que está en su seno como son la Palabra de Dios, los Sacramentos y las Enseñanzas. Son signos liberadores que ayudan a vivir con alegría y gracia los distintos momentos de la vida, las dificultades y los gozos. Aclaran e iluminan las razones que el corazón posee. No hay mejor dedicación que la Iglesia pueda ofrecer a la humanidad que esta permanente propuesta. De la confusión del corazón nacen las desavenencias, las rupturas, las divisiones, las insatisfacciones, los malos modos, las angustias, las depresiones y todo lo que poco a poco mina la experiencia humana. Por ello mucho se ha de trabajar para educar y formar esta vida interior pues de lo contrario la misma dignidad de la persona se deterioraría a pasos de giganteCarta: “SONRISA, LUZ ARDIENTE DE ALEGRÍAen PDF mayo de 2007


A veces me he preguntado si sonreír sigue teniendo sentido
cuando las prisas, el trabajo, las situaciones adversas nos acosan por todas
partes. La respuesta egoísta me dice que no tiene sentido sonreír porque se
pierde tiempo y no conviene desperdiciarlo. Además –si de egoísmo se trata-
dedicar una sonrisa no tiene nada de pragmático, todo lo más es algo
sentimentalista que se paga a bajo precio. Pero lo que me agrada es cuando
alguien con buen estilo me sonríe y me siento, en el fondo, reconocido como
persona. Estoy cierto que a veces pudieran darse situaciones interesadas, con
atisbos de complicidad no sana y con finalidades egoístas. No obstante apuesto
más por la sonrisa que por la frialdad en el trato.


La razón de este modo de sentir y pensar me la ha hecho
reconocer, una vez más, la celebración de Pascua. Momentos de hondo sentimiento
religioso y de sentido único para el que cree. Sin la fiesta pascual nada
tendría sentido en la vida cristiana. Es ella la que desborda de alegría al  que
se acerca con disposición abierta y  generosa. Me resulta siempre gratificante
constatar que los apóstoles saltaban de alegría y superaban todos los obstáculos
después de Pascua. Habían pasado por el túnel oscuro de la pasión de Cristo y de
su muerte ignominiosa pero al final sus promesas se habían cumplido. Y esto no
lo sentían como un momento más o menos bonancible sino que lo vivían como una
experiencia nueva que cambiaba todos los parámetros oscurantistas anteriores.
¡La alegría nadie se la podrá robar!


Una persona alegre lo muestra en todos los poros de su ser, en
el semblante, en la mirada, en la sonrisa y en la forma de relacionarse. Es
distinto a las penas que le agobiaban, los sufrimientos que le oscurecían el
rostro, los fracasos que le deprimían o los obstáculos que le imposibilitaban.
Nada se puede comparar cuando la alegría –fruto de un amor permanente- supera a
las dificultades más diversas que se hacen presentes en el recorrido de la
existencia. Pero esta raíz tiene un nombre que es la ‘experiencia pascual’, esta
savia que se derrama polariza todo nuestro ser y nuestro existir. De ahí que la
sonrisa sea la luz ardiente de la alegría.


Con esta perspectiva la sonrisa tiene sentido, sin ella es muy
difícil mostrar el rostro fidedigno de la alegría. La alegría puebla la tierra
porque Cristo nos ha salvado y nos ha enviado a ser testigos de su resurrección.
Y el testimonio se muestra, no se oculta. Brilla por sí mismo, sin necesidad de
explicarlo. Uno de los momentos más importantes de la experiencia de fe es
revivir la alegría que no tiene otro sentido sino la fuerza de un amor que sólo
puede proceder de Dios. El rostro pálido y oscuro de un niño no se entiende si
no es desde la falta de cariño que le atormenta. Por eso apuesto para que esta
alegría crezca en nuestras vidas. Y la fuente de la misma sólo tiene un nombre:
Dios que nos ama.





 


Domingo de la 4ª semana de Pascua. Do...


4º Domingo de Pascua



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Lecturas: Hch 4,8-12; Salmo 117,1-29; 1Jn
3,1-2


Evangelio: Juan 10,11-18


En aquel tiempo, dijo
Jesús: -«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el
asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona
las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un
asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy
el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me
ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la
quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo
poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.
»



Jn 8,24: Si no creéis que
YO SOY…


Jn 8,28: Cuando hayáis
levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que YO SOY.


Jn 8,58: …antes que Abraham
existiera, YO SOY
.


En el capítulo 10 tenemos dos
veces
Yo soy: Yo soy  la puerta
(v. 9) y Yo soy el buen pastor (v.
11)


En Jn Yo soy en
boca de Jesús tiene las resonancias divinas de Ex 3,14.


En nuestra cultura es difícil
toparse y entrar en contacto personal con un pastor. Los vemos pasando raudos en
el coche, a cierta distancia.


Una vez tuve ocasión de hablar con
un pastor de unos cincuenta años, por la apariencia. Cuidaba de un rebaño de más
de cuatrocientas ovejas (No me quiso  decir en ningún momento
cuántas eran). Me iluminó sobre la vida y costumbres de las ovejas en rebaño y
las condiciones de un buen pastor:



- que en todo momento tiene que
saber dónde están
todas las ovejas, por eso está


- siempre de pie apoyado en
el
báculo,


- conoce perfectamente si falta alguna
cuando llegan al aprisco,


- tiene que ir en busca de
la oveja
perdida que quedó atrás; sola no volvería nunca y moriría de
muerte violentamente –si hay lobos en la comarca- o naturalmente,


- la oveja perdida no puede
caminar
; hay que llevarla, antes en el borrico, ahora en un jeep u otro
medio mecánico.


- el pastor es conocido de las
ovejas y
se fían de él


- según este pastor, las ovejas
tienen tanta o más personalidad que muchos humanos.


Jesús vivió en un medio rural
donde abundaban los rebaños. Israel fue un pueblo venido de la estepa y bien
relacionado con el pastoreo antes y después de la ocupación de Canaán,
Israel.


vv. 11-16. Mi
pastor
informante nunca se había visto en el trance de arriesgar la
vida por defender al rebaño. Muchas de las ovejas eran suyas; de otras era un
asalariado. Cuando le expresé esa coyuntura, me dijo que un ataque de lobos
tendría que ser en jauría. Que él no arriesgaría la vida por unas ovejas.


A este pastor sí le interesaban
las ovejas y estaría dispuesto a hacer lo que pudiera por defenderlas, sin
arriesgar la vida.


 Jesús
nos dice que:


-  conoce sus ovejas
y
las mías me conocen, como me conoce el Padre y yo conozco al
Padre.


yo doy la vida por las ovejas.
Esto supera las condiciones de un pastor normal.


-  Jesús tiene
otras ovejas y  tiene que conducirlas también a éstas
para que escuchen su voz  y


Habrá un solo rebaño,
un solo PASTOR.


vv. 17: Me imagino a un
carismático/a profeta poniendo en boca de Jesús una razón más por la que el
Padre lo ama,
porque doy la viday
otro/a añadió en plena oración carismática,
para recobrarla
de nuevo.


vv.18: Al Soberano Señor…
nadie /le/ quita la vida. Yo la doy
voluntariamente
:


-  Tengo
poder para darla y


-   poder
para recobrarla de nuevo.



Señor Jesús, gozosos te
reconocemos como ese Pastor Bueno que nos dices eres. Superas con creces tu
condición de pastor, para demostrarnos que más bien eres el Hermano Mayor que
das la vida por los hermanos/as chicos/as porque tu Padre te lo encomendó y tú
aceptaste dar la vida por tus ovejas/tus hermanos. Concédenos imitarte un poco
en esta condición tuya. Amén.





Lectura orante del Evangelio: Juan 10,11-18



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Cuarto Domingo de
Pascua


Entra a pie descalzo en este
evangelio.


Puedes aprender a confiar en
Jesús.


Una experiencia muy honda y
muy bella de Jesús te espera.         


Yo soy el buen
pastor.
Cuando uno
quiere vivir y no sobrevivir, cuando uno quiere mirar de frente el dolor de los
más pobres y no mirar para otro lado, cuando el poder del mal, por el dolor o la
soledad o tantas cosas, se experimenta con fuerza y los miedos oprimen el
corazón, ¡qué necesario es escuchar esta palabra tan consoladora de Jesús! Así
podemos comenzar hoy nuestro momento orante: escuchando la palabra de Jesús,
dejando que recorra nuestra interioridad como el agua que penetra las grietas de
la tierra abiertas por la sed. En mi camino árido y polvoriento, Tú me
invitas al descanso. Para la sed que me quema en los adentros, Tú eres el
manantial de aguas inagotables. En la noche, siento tu presencia cercana. La
belleza de tu rostro se inclina sobre mí con una infinita ternura.


Jesús da la vida.
No como los
asalariados, que huyen cuando viene el peligro. El amor personal y único de
Jesús por todos, le lleva a dar la vida. Jesús siempre está dando vida. Nuestra
tarea consiste en aprender a recibir, en tener las manos vacías, abiertas, para
acoger su vida. Tú estás conmigo.
Tú lo eres todo para mí. Tú eres mi agua, mi hierba, mi camino. Siempre
Tú. Tú estas conmigo. Tú me das la vida.
  


Conozco a las mías y
las mías me conocen.
Jesús inaugura un nuevo modo de
relacionarnos con Dios. El amor rompe todas las distancias. Su voz única e
inconfundible acaricia nuestros adentros. Podemos hablar con Él como con un
amigo, que nos conoce. Todos los pequeños de la tierra pueden percibir en Jesús
el abrazo de fiesta que el Padre les regala. Sé que vas conmigo, sé que me
acompañas, sé que Tú me amas haga lo que haga. En tu resurrección y en tu
alegría infinita encuentro una fuente inagotable de paz y un fondo de felicidad
que nada ni nadie me podrá quitar.


Habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Todo lo que Jesús
hace es para la comunión, para la interdependencia de unos con otros y con todo.
La vida, la muerte y la resurrección de Jesús son un servicio para que todos
seamos uno. A pesar de todo, gracias a Ti Señor, espero que un día todos
aprendamos el sencillo arte de vivir como hermanos y nos demos la mano como
amigos.  CIPE – Burgos 2009

Domingo de la 4ª semana de Pascua. Domingo del Buen Pastor.
Jornada Mundial de oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.


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Todos Ovejas, Todos Pastores




      La primera lectura de este cuarto domingo de Pascua nos pone delante de lo
que es el centro de nuestra celebración y de nuestra fe: “en nombre de Jesús
Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los
muertos”. Ese es el punto de partida de toda celebración cristiana.
      Por eso estamos aquí. No
porque sea una ley (ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar) sino
porque nos reunimos para celebrar nuestra fe en Jesús Nazareno, al que Dios
resucitó de entre los muertos. Porque sentimos su gracia en nuestras vidas.
Porque nos hemos sentido curados y sanados de nuestras enfermedades. Y porque en
él encontramos una nueva esperanza. Esa fe en Jesús Nazareno es el centro y
fundamento de la comunidad cristiana.

¡Somos hijos de Dios!
      En esa fe vivida
en comunidad de hermanos y hermanas descubrimos que somos ¡hijos de Dios!
(segunda lectura). Ya no somos siervos ni esclavos. Dios no es un todopoderoso
señor ante el que debemos inclinar la cabeza porque su sola mirada podría
destruir nuestras vidas. Dios no es señor de horca y cuchillo ante el que no
podemos tener más que miedo y temor. Todo eso ha terminado.
      La
cercanía de Dios no es causa de muerte sino de vida y esperanza. Ahora somos
hijos de Dios. Los hijos tienen un puesto a la mesa, los hijos son de la casa.
El amor del Padre por los hijos va más allá de todos sus posibles abandonos,
desamores, desaires. El Padre, nuestro Padre, nunca es juez para sus hijos sino
misericordia, paciencia y muchas otras cosas buenas.
      Desde esta
perspectiva hay que leer el evangelio de este domingo. Jesús habla de sí mismo y
dice que es el buen pastor. Hay un hecho fundamental que es el que, sin duda,
Jesús quiere subrayar. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En eso se
diferencia del asalariado que, cuando llega el peligro, huye y deja abandonadas
a las ovejas. El buen pastor sigue ahí, se interpone entre las ovejas y el
peligro, hace todo lo posible –y lo imposible– para salvar a sus ovejas. Sin
medida, sin hacer cálculos. Además, hay una especial relación entre las ovejas y
el buen pastor. Se conocen perfectamente. Se reconocen.

¿Es que somos como las ovejas?
      ¿Significa eso que la
comunidad cristiana se parece a un rebaño de ovejas? ¿Que la relación entre el
pastor de la comunidad y los fieles que la forman debe ser como la relación
entre las ovejas y el pastor? Hay que tener cuidado con las comparaciones
porque, cuando se estiran demasiado, se puede hacer que lleguen a decir cosas
que no estaban en la mente del que hizo la comparación.
      En mi tierra
he visto muchos rebaños de ovejas. Son animales muy tontos. Entre los gritos del
pastor y el perro que le ayuda, se dejan llevar de una parte para otra. No
tienen voluntad propia y sólo piensan en comer hierba. ¿Es esa la imagen de la
comunidad cristiana? ¿No hemos dicho más arriba que somos hijos de Dios? Los
hijos de Dios son personas. De Dios hemos recibido la liberación de nuestras
ataduras y la libertad y la capacidad de decidir por nosotros mismos. La entrega
y el sacrificio de Jesús nos han conquistado la libertad de los hijos para los
que vivíamos en la servidumbre. ¡Somos hijos en el Hijo!

Todos somos pastores de nuestros
hermanos

      En el nombre de Jesús Nazareno hacemos nuestro camino y
formamos una comunidad de hombres y mujeres libres. Tenemos un solo Pastor:
Jesús el Nazareno. Leemos juntos su Palabra que ilumina nuestra vida. Y juntos y
en diálogo vamos encontrando el camino, personal y comunitario, para vivir como
hombres y mujeres nuevos, para llevar a todo el mundo la buena nueva de la
salvación, que es la misión que Jesús mismo nos ha encomendado a todos (¿es que
se les puede encomendar alguna misión a las ovejas?).
      Tenemos un solo
Pastor y todos nos sentamos a la mesa al mismo nivel. Todos somos iguales. Todos
somos hijos de Dios. Ciertamente, algunos en la comunidad han asumido una
función de servicio, de organización, de atención a la comunidad. Por extensión
los llamamos pastores. Conviene siempre que recuerden que no hay más que un
pastor y que ellos mismos se han de sentir “pastoreados” por ese único Pastor y
por sus hermanos de comunidad.
      Hoy, y siempre, rezamos por ellos
(catequistas, agentes de pastoral, religiosas, religiosos, diáconos, sacerdotes,
obispos, papa) para que sean servidores de la comunidad. Para que sean como el
pastor, atentos a todos, que da la vida, y no como el asalariado que se
aprovecha de las ovejas para su propio bienestar. Hoy oramos para que haya
muchos que den un paso al frente y asuman la tarea de servir a sus hermanos y
hermanas como sacerdotes, como religiosos o religiosas. Hoy oramos también por
todos los que formamos la comunidad para que sintamos la responsabilidad de ser
pastores unos de otros, de atendernos y cuidarnos unos a otros con el respeto
que siempre merecen los Hijos de Dios. 
Simón, ¿me amas?

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por Pablo Largo
10 de abril de 2007


El Resucitado no es hombre de
largos discursos. Cuando se vuelve a encontrar con los suyos, sus palabras y sus
gestos se sitúan a un nivel diferente del que era habitual. Desde esa nueva
perspectiva Pedro y los apóstoles descubren que la salvación consiste
radicalmente en pertenecerle a El con todo el ser (Jn
21,15-19).

La
resurrección no es la reanimación de un cadáver que vuelve a aparecer con la
estampa de siempre y reanuda la plática de siempre. La Pascua no es la breve
interrupción de un fin de semana (de la tarde de cualquier viernes a la tarde de
cualquier domingo). En la historia de Jesús, aquel fin de semana (del Viernes
Santo al Día del Señor) fue una revolución de los tiempos. El mensajero del
Reino, el narrador de parábolas, el dialéctico imbatible, el autor de monólogos
pertenece ya a la memoria. Hombre de encuentros con los suyos, se deja ver y se
deja oir. Pero tiene otra estampa. Y habla en otro estilo.

Las palabras
de Pascua no son un vuelta ol anuncio; ni pretenden transmitir enseñanzas
complementarias. Son palabras desencadenantes del anuncio y de la enseñanza de
los discípulos. En el fondo, con los mensajes puestos en labios del Jesús
pascual sólo se nos quiere dar a entender una cosa: que las palabras que los
discípulos pronunciarán después del Viernes Santo tienen en el Resucitado su
verdadero centro de iniciativa. El propiamente ya no habla: hace hablar. El
mismo Juan, en la oración «sacerdotal» de Jesús, lo apunta expresamente: «yo les
he dado mis palabras» (Jn 17,8.14.20).

El anuncio de los seguidores ya no
puede ser una repetición del anuncio de Jesús. Los apuntes tomados en el tiempo
de discipulado han quedado viejos. Necesitan ser releídos y refundidos a la luz
de la nueva comprensión de Jesús y de su puesto en la realidad que trae la
experiencia pascual. Todo esto se comprueba en el diálogo con Pedro (Jn
21,15-19). Está jalonado por una pregunta, un encargo y una profecía.


Comencemos por la pregunta. Bajo esa forma no se hace otra cosa que
transmitir la imborrable certeza de la experiencia pascual. En efecto, el
acontecimiento de la Pascua revela máximamente que Jesús es algo más que el
portavoz de una sabiduría, de un sistema doctrinal, de un método de salvación, o
de una praxis de liberación. El Evangelio es El en persona. Y la sabiduría, el
conocimiento, la salvación y lo liberación consisten radicalmente en
pertenecerle a El con todo el ser.

Quien ama a Jesús, ama al Resucitado
que da consistencia, sentido y valor a la historia toda y a toda historia. Sólo
si ama a su Señor se convierte Simón en Pedro-Roca. Tres sucesivos apremios del
Juez le hacen comparecer ante El para testimoniarle desde la verdad y desde el
crepúsculo de la tristeza: «todo mi corazón, ascua de hombre, es inútil sin tu
amor». Sólo si ama puede recibir Simón-Pedro el encargo. Porque sólo del amor
nace la obediencia de ley y a nadie más que a quien ama se le puede confiar el
único encargo importante. El amor es la raíz de la obediencia y la obediencia es
el sello del amor (cf Jn 15,14). Jesús no quería asalariados, sino amigos;
porque el que no recoge el rebaño con El, lo desparrama. Sólo si El es nuestro
salario nos podemos conformar con ser asalariados suyos.

Por la pregunta,
Jesús lo quiere anudado, con triple nudo infrangibie, a su persona. Y lo vincula
a su misión por el encargo. Jesús expresa su mandato mediante una metáfora de
acción: «apacienta», «pastorea». Cierto: una metáfora no es la norma precisa de
un código y resulta más expuesta y desasistida que una regla. Pero es
incomparablemente más rica. Es fuente y matriz de nuevos sentidos, que irán
alumbrándose en el proceso impredecible de la vida. La metáfora abre un campo
indefinido de tareas que ningún cuerpo de normas puede cubrir. Y no es nada
fácil hacer las cuentas con ella y acabar diciendo: «metáfora
cumplida».

Finalmente, por la profecía, Jesús ata a Pedro a su destino.
La muerte del amigo-apóstol será testimonio del amor más grande y de la
obediencia omnímoda.

San José Obrero (1 - Mayo)

Sábado de la tercera semana de Pascua (2 - Mayo - 2009)



Jn 6,60-69: ¿A quién
iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna


Al oír todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: “Su
enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?” Jesús, dándose
cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó: “¿Esto os ofende? ¿Qué
pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es
el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son
espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.” Es que
Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le
iba a traicionar. Y añadió: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si
el Padre no lo trae.” Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían
seguido, y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos: “¿También
vosotros queréis iros?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iremos? Tus
palabras son palabras de vida eterna. Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú
eres el Santo de Dios.”

San José Obrero (1 - Mayo)



Mt 13,54-58 : ¿No es
este el hijo del carpintero?


En aquel tiempo Jesús fue a su propia tierra, donde comenzó a
en­señar en la sinagoga del lugar. La gente, admirada, decía: "¿De dónde ha
sacado este todo lo que sabe? ¿Cómo puede hacer tales milagros? ¿No es este el
hijo del carpintero? Y su madre, ¿no es María? ¿No son sus hermanos Santiago,
José, Simón y Judas, y no viven sus hermanas tam­bién aquí, entre nosotros? ¿De
dónde ha sacado todo esto?" Y no qui­sieron hacerle caso. Por eso, Jesús les
dijo: "En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su
propia casa." Y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en
él.

Jueves de la tercera semana de Pascua (30 - Abril - 2009)



Jn 6,44-51 : Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo


Jesús les dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre,
que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los
profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al
Padre y aprenden de él vienen a mí. No es que alguien haya visto al Padre. El
único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien
cree tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron
el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja
del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi
propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.”

Miércoles de la tercera semana de Pascua (29 - Abril - 2009)



Jn 6,35-40 : La voluntad
de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo tenga vida eterna

En aquel tiempo Jesús dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que
viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.
Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis visto. Todos los que
el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera. Porque
no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la
voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es
que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día
último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios
y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último.                                                                                                                de la tercera semana de Pascua (28 - Abril - 20                                                                                                                                    Juan 6,30-35 : No fue
Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el ver­dadero pan
del cielo!
En aquel tiempo dijeron los judíos a Jesús: "¿Y qué señal puedes
dar­nos para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros
an­tepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ’Dios les
dio a comer pan del cielo.’" Jesús les contestó: "Os aseguro que no fue Moisés
quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el ver­dadero pan del
cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al
mundo." Ellos le pidieron: "Señor, danos siempre ese pan." Y Jesús les dijo: "Yo
soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en
mí cree, nunca más tendrá sed."
Lunes de la tercera semana de Pascua (27 - Abril - 2009)


Juan 6,22-29:No
trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da
vida eterna.


Al día siguiente, la gente que permanecía en la otra orilla del
lago ad­virtió que los discípulos se habían ido en la única barca que allí
había, y que Jesús no iba con ellos. Mientras tanto, otras barcas llegaron de la
ciu­dad de Tiberias a un lugar cerca de donde habían comido el pan después de
que el Señor diera gracias. Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus
dis­cípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le pregunta­ron:
"Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les dijo: "Os aseguro que vosotros no
me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido
hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que
permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre,
porque Dios, el Padre, ha pues­to su sello en él." Le preguntaron: ";Qué debemos
hacer para que nues­tras obras sean las obras de Dios?" Jesús les contestó: "La
obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado."
Domingo de la Tercera Semana de Pascua - Ciclo B (26 - Abril - 2009)

Lucas 24,35-48


Entonces los discípulos contaron lo que les había pasado en el
camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando
de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
“Paz a vosotros.” Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban
viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: “¿Por qué estáis tan asustados y por
qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo
mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo
tengo.” Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no
acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les
preguntó: “¿Tenéis aquí algo de comer?” Le dieron un trozo de pescado asado, y
él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: “A esto me refería
cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca
de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía
que cumplirse.” Entonces les abrió la mente para que comprendieran las
Escrituras, y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que morir y que
resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay
que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone
sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.”
Viernes de la segunda semana de Pascua (24 - Abril - 2009)


Jn 6,1-15 : Jesús tomó
en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los
que estaban sentados.


En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea
(también llamado de Tiberias). Mucha gente le seguía porque habían visto las
señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se
sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al
levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:
“¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?” Pero lo dijo por ver qué
contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe
le respondió: “Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada
uno recibiese un poco.” Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de
Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos
peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?” Jesús respondió: “Haced que todos se
sienten.” Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil
hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los
repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles
todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
“Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.” Ellos los
recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los
cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús,
decía: “Verdaderamente éste es el profeta que había de venir al mundo.” Pero
como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey,
se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo.

Jueves de la segunda semana de Pascua (23 - Abril - 2009)                                                                                                                 Jn 3,31-36 : El Padre
ama al Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas

En aquel tiempo dijo Jesús: “El que viene de arriba está sobre
todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de las cosas de la tierra. En
cambio, el que viene del cielo está sobre todos y habla de lo que ha visto y
oído. Sin embargo, nadie cree lo que él dice. Pero el que lo cree, confirma con
ello que Dios dice la verdad; pues el que ha sido enviado por Dios habla las
palabras de Dios, porque Dios da abundantemente su Espíritu. El Padre ama al
Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas. El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que no quiere creer en el Hijo no tendrá esa vida, sino que
recibirá el terrible castigo de Dios.
Miércoles de la segunda semana de Pascua (22 - Abril - 2009)


Jn 3,16-21 : Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo


En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para salvarlo. El que cree en el Hijo de Dios no está condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.
Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando
la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo
malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están
haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que
se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.”
Martes de la segunda semana de Pascua (21 - Abril - 2009)


Jn 3,5a.7b-15 : Tenéis
que nacer de nuevo


Jesús le dijo a Nicodemo: “Tenéis que nacer de nuevo. El viento
sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde
va. Así son todos los que nacen del Espíritu.” Nicodemo volvió a preguntarle:
“¿Cómo puede ser eso?” Jesús le contestó: “¿Tú, que eres el maestro de Israel,
no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y somos
testigos de lo que hemos visto; pero no creéis lo que os decimos. Si no me
creéis cuando os hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo vais a creerme si os
hablo de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del
cielo, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado, para que todo el
que cree en él tenga vida eterna.”