jueves, 30 de abril de 2009

Domingo de la 4ª semana de Pascua. Do...


4º Domingo de Pascua



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Lecturas: Hch 4,8-12; Salmo 117,1-29; 1Jn
3,1-2


Evangelio: Juan 10,11-18


En aquel tiempo, dijo
Jesús: -«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el
asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona
las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un
asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy
el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me
ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la
quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo
poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.
»



Jn 8,24: Si no creéis que
YO SOY…


Jn 8,28: Cuando hayáis
levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que YO SOY.


Jn 8,58: …antes que Abraham
existiera, YO SOY
.


En el capítulo 10 tenemos dos
veces
Yo soy: Yo soy  la puerta
(v. 9) y Yo soy el buen pastor (v.
11)


En Jn Yo soy en
boca de Jesús tiene las resonancias divinas de Ex 3,14.


En nuestra cultura es difícil
toparse y entrar en contacto personal con un pastor. Los vemos pasando raudos en
el coche, a cierta distancia.


Una vez tuve ocasión de hablar con
un pastor de unos cincuenta años, por la apariencia. Cuidaba de un rebaño de más
de cuatrocientas ovejas (No me quiso  decir en ningún momento
cuántas eran). Me iluminó sobre la vida y costumbres de las ovejas en rebaño y
las condiciones de un buen pastor:



- que en todo momento tiene que
saber dónde están
todas las ovejas, por eso está


- siempre de pie apoyado en
el
báculo,


- conoce perfectamente si falta alguna
cuando llegan al aprisco,


- tiene que ir en busca de
la oveja
perdida que quedó atrás; sola no volvería nunca y moriría de
muerte violentamente –si hay lobos en la comarca- o naturalmente,


- la oveja perdida no puede
caminar
; hay que llevarla, antes en el borrico, ahora en un jeep u otro
medio mecánico.


- el pastor es conocido de las
ovejas y
se fían de él


- según este pastor, las ovejas
tienen tanta o más personalidad que muchos humanos.


Jesús vivió en un medio rural
donde abundaban los rebaños. Israel fue un pueblo venido de la estepa y bien
relacionado con el pastoreo antes y después de la ocupación de Canaán,
Israel.


vv. 11-16. Mi
pastor
informante nunca se había visto en el trance de arriesgar la
vida por defender al rebaño. Muchas de las ovejas eran suyas; de otras era un
asalariado. Cuando le expresé esa coyuntura, me dijo que un ataque de lobos
tendría que ser en jauría. Que él no arriesgaría la vida por unas ovejas.


A este pastor sí le interesaban
las ovejas y estaría dispuesto a hacer lo que pudiera por defenderlas, sin
arriesgar la vida.


 Jesús
nos dice que:


-  conoce sus ovejas
y
las mías me conocen, como me conoce el Padre y yo conozco al
Padre.


yo doy la vida por las ovejas.
Esto supera las condiciones de un pastor normal.


-  Jesús tiene
otras ovejas y  tiene que conducirlas también a éstas
para que escuchen su voz  y


Habrá un solo rebaño,
un solo PASTOR.


vv. 17: Me imagino a un
carismático/a profeta poniendo en boca de Jesús una razón más por la que el
Padre lo ama,
porque doy la viday
otro/a añadió en plena oración carismática,
para recobrarla
de nuevo.


vv.18: Al Soberano Señor…
nadie /le/ quita la vida. Yo la doy
voluntariamente
:


-  Tengo
poder para darla y


-   poder
para recobrarla de nuevo.



Señor Jesús, gozosos te
reconocemos como ese Pastor Bueno que nos dices eres. Superas con creces tu
condición de pastor, para demostrarnos que más bien eres el Hermano Mayor que
das la vida por los hermanos/as chicos/as porque tu Padre te lo encomendó y tú
aceptaste dar la vida por tus ovejas/tus hermanos. Concédenos imitarte un poco
en esta condición tuya. Amén.





Lectura orante del Evangelio: Juan 10,11-18



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Cuarto Domingo de
Pascua


Entra a pie descalzo en este
evangelio.


Puedes aprender a confiar en
Jesús.


Una experiencia muy honda y
muy bella de Jesús te espera.         


Yo soy el buen
pastor.
Cuando uno
quiere vivir y no sobrevivir, cuando uno quiere mirar de frente el dolor de los
más pobres y no mirar para otro lado, cuando el poder del mal, por el dolor o la
soledad o tantas cosas, se experimenta con fuerza y los miedos oprimen el
corazón, ¡qué necesario es escuchar esta palabra tan consoladora de Jesús! Así
podemos comenzar hoy nuestro momento orante: escuchando la palabra de Jesús,
dejando que recorra nuestra interioridad como el agua que penetra las grietas de
la tierra abiertas por la sed. En mi camino árido y polvoriento, Tú me
invitas al descanso. Para la sed que me quema en los adentros, Tú eres el
manantial de aguas inagotables. En la noche, siento tu presencia cercana. La
belleza de tu rostro se inclina sobre mí con una infinita ternura.


Jesús da la vida.
No como los
asalariados, que huyen cuando viene el peligro. El amor personal y único de
Jesús por todos, le lleva a dar la vida. Jesús siempre está dando vida. Nuestra
tarea consiste en aprender a recibir, en tener las manos vacías, abiertas, para
acoger su vida. Tú estás conmigo.
Tú lo eres todo para mí. Tú eres mi agua, mi hierba, mi camino. Siempre
Tú. Tú estas conmigo. Tú me das la vida.
  


Conozco a las mías y
las mías me conocen.
Jesús inaugura un nuevo modo de
relacionarnos con Dios. El amor rompe todas las distancias. Su voz única e
inconfundible acaricia nuestros adentros. Podemos hablar con Él como con un
amigo, que nos conoce. Todos los pequeños de la tierra pueden percibir en Jesús
el abrazo de fiesta que el Padre les regala. Sé que vas conmigo, sé que me
acompañas, sé que Tú me amas haga lo que haga. En tu resurrección y en tu
alegría infinita encuentro una fuente inagotable de paz y un fondo de felicidad
que nada ni nadie me podrá quitar.


Habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Todo lo que Jesús
hace es para la comunión, para la interdependencia de unos con otros y con todo.
La vida, la muerte y la resurrección de Jesús son un servicio para que todos
seamos uno. A pesar de todo, gracias a Ti Señor, espero que un día todos
aprendamos el sencillo arte de vivir como hermanos y nos demos la mano como
amigos.  CIPE – Burgos 2009

Domingo de la 4ª semana de Pascua. Domingo del Buen Pastor.
Jornada Mundial de oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.


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Todos Ovejas, Todos Pastores




      La primera lectura de este cuarto domingo de Pascua nos pone delante de lo
que es el centro de nuestra celebración y de nuestra fe: “en nombre de Jesús
Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los
muertos”. Ese es el punto de partida de toda celebración cristiana.
      Por eso estamos aquí. No
porque sea una ley (ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar) sino
porque nos reunimos para celebrar nuestra fe en Jesús Nazareno, al que Dios
resucitó de entre los muertos. Porque sentimos su gracia en nuestras vidas.
Porque nos hemos sentido curados y sanados de nuestras enfermedades. Y porque en
él encontramos una nueva esperanza. Esa fe en Jesús Nazareno es el centro y
fundamento de la comunidad cristiana.

¡Somos hijos de Dios!
      En esa fe vivida
en comunidad de hermanos y hermanas descubrimos que somos ¡hijos de Dios!
(segunda lectura). Ya no somos siervos ni esclavos. Dios no es un todopoderoso
señor ante el que debemos inclinar la cabeza porque su sola mirada podría
destruir nuestras vidas. Dios no es señor de horca y cuchillo ante el que no
podemos tener más que miedo y temor. Todo eso ha terminado.
      La
cercanía de Dios no es causa de muerte sino de vida y esperanza. Ahora somos
hijos de Dios. Los hijos tienen un puesto a la mesa, los hijos son de la casa.
El amor del Padre por los hijos va más allá de todos sus posibles abandonos,
desamores, desaires. El Padre, nuestro Padre, nunca es juez para sus hijos sino
misericordia, paciencia y muchas otras cosas buenas.
      Desde esta
perspectiva hay que leer el evangelio de este domingo. Jesús habla de sí mismo y
dice que es el buen pastor. Hay un hecho fundamental que es el que, sin duda,
Jesús quiere subrayar. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En eso se
diferencia del asalariado que, cuando llega el peligro, huye y deja abandonadas
a las ovejas. El buen pastor sigue ahí, se interpone entre las ovejas y el
peligro, hace todo lo posible –y lo imposible– para salvar a sus ovejas. Sin
medida, sin hacer cálculos. Además, hay una especial relación entre las ovejas y
el buen pastor. Se conocen perfectamente. Se reconocen.

¿Es que somos como las ovejas?
      ¿Significa eso que la
comunidad cristiana se parece a un rebaño de ovejas? ¿Que la relación entre el
pastor de la comunidad y los fieles que la forman debe ser como la relación
entre las ovejas y el pastor? Hay que tener cuidado con las comparaciones
porque, cuando se estiran demasiado, se puede hacer que lleguen a decir cosas
que no estaban en la mente del que hizo la comparación.
      En mi tierra
he visto muchos rebaños de ovejas. Son animales muy tontos. Entre los gritos del
pastor y el perro que le ayuda, se dejan llevar de una parte para otra. No
tienen voluntad propia y sólo piensan en comer hierba. ¿Es esa la imagen de la
comunidad cristiana? ¿No hemos dicho más arriba que somos hijos de Dios? Los
hijos de Dios son personas. De Dios hemos recibido la liberación de nuestras
ataduras y la libertad y la capacidad de decidir por nosotros mismos. La entrega
y el sacrificio de Jesús nos han conquistado la libertad de los hijos para los
que vivíamos en la servidumbre. ¡Somos hijos en el Hijo!

Todos somos pastores de nuestros
hermanos

      En el nombre de Jesús Nazareno hacemos nuestro camino y
formamos una comunidad de hombres y mujeres libres. Tenemos un solo Pastor:
Jesús el Nazareno. Leemos juntos su Palabra que ilumina nuestra vida. Y juntos y
en diálogo vamos encontrando el camino, personal y comunitario, para vivir como
hombres y mujeres nuevos, para llevar a todo el mundo la buena nueva de la
salvación, que es la misión que Jesús mismo nos ha encomendado a todos (¿es que
se les puede encomendar alguna misión a las ovejas?).
      Tenemos un solo
Pastor y todos nos sentamos a la mesa al mismo nivel. Todos somos iguales. Todos
somos hijos de Dios. Ciertamente, algunos en la comunidad han asumido una
función de servicio, de organización, de atención a la comunidad. Por extensión
los llamamos pastores. Conviene siempre que recuerden que no hay más que un
pastor y que ellos mismos se han de sentir “pastoreados” por ese único Pastor y
por sus hermanos de comunidad.
      Hoy, y siempre, rezamos por ellos
(catequistas, agentes de pastoral, religiosas, religiosos, diáconos, sacerdotes,
obispos, papa) para que sean servidores de la comunidad. Para que sean como el
pastor, atentos a todos, que da la vida, y no como el asalariado que se
aprovecha de las ovejas para su propio bienestar. Hoy oramos para que haya
muchos que den un paso al frente y asuman la tarea de servir a sus hermanos y
hermanas como sacerdotes, como religiosos o religiosas. Hoy oramos también por
todos los que formamos la comunidad para que sintamos la responsabilidad de ser
pastores unos de otros, de atendernos y cuidarnos unos a otros con el respeto
que siempre merecen los Hijos de Dios. 
Simón, ¿me amas?

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por Pablo Largo
10 de abril de 2007


El Resucitado no es hombre de
largos discursos. Cuando se vuelve a encontrar con los suyos, sus palabras y sus
gestos se sitúan a un nivel diferente del que era habitual. Desde esa nueva
perspectiva Pedro y los apóstoles descubren que la salvación consiste
radicalmente en pertenecerle a El con todo el ser (Jn
21,15-19).

La
resurrección no es la reanimación de un cadáver que vuelve a aparecer con la
estampa de siempre y reanuda la plática de siempre. La Pascua no es la breve
interrupción de un fin de semana (de la tarde de cualquier viernes a la tarde de
cualquier domingo). En la historia de Jesús, aquel fin de semana (del Viernes
Santo al Día del Señor) fue una revolución de los tiempos. El mensajero del
Reino, el narrador de parábolas, el dialéctico imbatible, el autor de monólogos
pertenece ya a la memoria. Hombre de encuentros con los suyos, se deja ver y se
deja oir. Pero tiene otra estampa. Y habla en otro estilo.

Las palabras
de Pascua no son un vuelta ol anuncio; ni pretenden transmitir enseñanzas
complementarias. Son palabras desencadenantes del anuncio y de la enseñanza de
los discípulos. En el fondo, con los mensajes puestos en labios del Jesús
pascual sólo se nos quiere dar a entender una cosa: que las palabras que los
discípulos pronunciarán después del Viernes Santo tienen en el Resucitado su
verdadero centro de iniciativa. El propiamente ya no habla: hace hablar. El
mismo Juan, en la oración «sacerdotal» de Jesús, lo apunta expresamente: «yo les
he dado mis palabras» (Jn 17,8.14.20).

El anuncio de los seguidores ya no
puede ser una repetición del anuncio de Jesús. Los apuntes tomados en el tiempo
de discipulado han quedado viejos. Necesitan ser releídos y refundidos a la luz
de la nueva comprensión de Jesús y de su puesto en la realidad que trae la
experiencia pascual. Todo esto se comprueba en el diálogo con Pedro (Jn
21,15-19). Está jalonado por una pregunta, un encargo y una profecía.


Comencemos por la pregunta. Bajo esa forma no se hace otra cosa que
transmitir la imborrable certeza de la experiencia pascual. En efecto, el
acontecimiento de la Pascua revela máximamente que Jesús es algo más que el
portavoz de una sabiduría, de un sistema doctrinal, de un método de salvación, o
de una praxis de liberación. El Evangelio es El en persona. Y la sabiduría, el
conocimiento, la salvación y lo liberación consisten radicalmente en
pertenecerle a El con todo el ser.

Quien ama a Jesús, ama al Resucitado
que da consistencia, sentido y valor a la historia toda y a toda historia. Sólo
si ama a su Señor se convierte Simón en Pedro-Roca. Tres sucesivos apremios del
Juez le hacen comparecer ante El para testimoniarle desde la verdad y desde el
crepúsculo de la tristeza: «todo mi corazón, ascua de hombre, es inútil sin tu
amor». Sólo si ama puede recibir Simón-Pedro el encargo. Porque sólo del amor
nace la obediencia de ley y a nadie más que a quien ama se le puede confiar el
único encargo importante. El amor es la raíz de la obediencia y la obediencia es
el sello del amor (cf Jn 15,14). Jesús no quería asalariados, sino amigos;
porque el que no recoge el rebaño con El, lo desparrama. Sólo si El es nuestro
salario nos podemos conformar con ser asalariados suyos.

Por la pregunta,
Jesús lo quiere anudado, con triple nudo infrangibie, a su persona. Y lo vincula
a su misión por el encargo. Jesús expresa su mandato mediante una metáfora de
acción: «apacienta», «pastorea». Cierto: una metáfora no es la norma precisa de
un código y resulta más expuesta y desasistida que una regla. Pero es
incomparablemente más rica. Es fuente y matriz de nuevos sentidos, que irán
alumbrándose en el proceso impredecible de la vida. La metáfora abre un campo
indefinido de tareas que ningún cuerpo de normas puede cubrir. Y no es nada
fácil hacer las cuentas con ella y acabar diciendo: «metáfora
cumplida».

Finalmente, por la profecía, Jesús ata a Pedro a su destino.
La muerte del amigo-apóstol será testimonio del amor más grande y de la
obediencia omnímoda.

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