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martes, 15 de julio de 2008

Padre Ignacio Acevedo , San Buenaventura

San Simeón el Nuevo Teólogo (hacia 949-1022), monje ortodoxo
Himno 29

«En su nombre se predicará la conversión... a todos los pueblos» (Lc 24,47)

¡Raza entera de los hombres, reyes y príncipes, ricos y pobres, monjes y laicos, escuchadme que voy a contar la grandeza del amor de Dios hacia los hombres! He pecado contra él como no lo ha hecho ningún otro hombre en el mundo... Y sin embargo, lo sé, me ha llamado y le he respondido inmediatamente... Me ha llamado a la penitencia e, inmediatamente, he seguido a mi Maestro. Cuando se alejaba, le seguía...; él se marchaba, volvía, se escondía, aparecía de nuevo, y yo no me echaba atrás, no me he desalentado jamás, no he abandonado la carrera...

Cuando no lo veía, lo buscaba. Desecho en lágrimas, preguntaba a todo el mundo, a todos aquellos que un día lo habían visto. ¿A quién preguntaba yo? No a los prudentes de este mundo, no a los sabios, sino a los profetas, a los apóstoles, a los padres –los sabios que en verdad poseen esta sabiduría que es él mismo, el Cristo, sabiduría de Dios (1C 1,24). Con muchas lágrimas y una pena grande en el corazón les preguntaba me dijeran adónde, un día, lo habían visto... Y, viendo mi deseo, viendo que para mí todo lo que hay en el mundo y el mismo mundo era considerado como nada a mis ojos..., él se hizo ver todo entero, a mí todo entero. Él que está fuera del mundo y que lleva al mundo y a todos los que están en el mundo sosteniéndoles como con una sola mano, tanto las cosas visibles como las invisibles (Col 1,16), vino a mi encuentro. ¿De dónde y cómo vino? Yo no lo sé... Las palabras son incapaces de expresar lo inexpresable. Tan sólo conocen estas realidades aquellos que las contemplan. Es por eso que hemos de apresurarnos a buscarlas con los actos y no con las palabras, ver y aprender las riquezas de los misterios divinos, las que el Maestro divino da a los que la buscan.

Libro de Isaías 7,1-9.

En tiempos de Ajaz, hijo de Jotám, hijo de Ozías, rey de Judá, Resín, rey de Arám, y Pécaj, hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para atacarla, pero no la pudieron expugnar.
Cuando se informó a la casa de David: "Arám está acampado en Efraím", se estremeció su corazón y el corazón de su pueblo, como se estremecen por el viento los árboles del bosque.
El Señor dijo a Isaías: "Ve al encuentro de Ajaz, tú y tu hijo Sear Iasub, al extremo del canal del estanque superior, sobre la senda del campo del Tintorero.
Tú le dirás: Manténte alerta y no pierdas la calma; no temas, y que tu corazón no se intimide ante esos dos cabos de tizones humeantes, ante el furor de Resín de Arám y del hijo de Remalías.
Porque Arám, Efraím y el hijo de Remalías se han confabulado contra ti, diciendo:
"Subamos contra Judá, hagamos cundir el pánico, sometámosla y pongamos allí como rey al hijo de Tabel".
Pero así habla el Señor: Eso no se realizará, eso no sucederá.
a Porque la cabeza de Arám es Damasco, y la cabeza de Damasco Resín; la cabeza de Efraím es Samaría, y la cabeza de Samaría, el hijo de Remalías. Dentro de sesenta y cinco años, Efraím será destrozado, y no será más un pueblo-.
b Si ustedes no creen, no subsistirán".


Salmo 48(47),2-8.

El Señor es grande y digno de alabanza, en la Ciudad de nuestro Dios.
Su santa Montaña, la altura más hermosa, es la alegría de toda la tierra. La Montaña de Sión, la Morada de Dios, es la Ciudad del gran Rey:
el Señor se manifestó como un baluarte en medio de sus palacios.
Porque los reyes se aliaron y avanzaron unidos contra ella;
pero apenas la vieron quedaron pasmados y huyeron despavoridos.
Allí se apoderó de ellos el terror y dolores como los del parto,
como cuando el viento del desierto destroza las naves de Tarsis.


Evangelio según San Mateo 11,20-24.

Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".

«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!»

Hoy, el Evangelio nos habla del juicio histórico de Dios sobre Corozaín, Cafarnaúm y otras ciudades: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que (...) se habrían convertido» (Mt 11,21). He meditado este pasaje entre sus negras ruinas, que es todo lo que queda de ellas. Mi reflexión no me ha llevado a alegrarme del fracaso que sufrieron. Pensaba: en nuestras poblaciones, en nuestros barrios, en nuestros casas, por ellas también pasó el Señor y... ¿qué caso se le hizo?, ¿qué caso le he hecho yo?

Con una piedra en la mano, me he dicho para mis adentros: algo así quedará de mi existencia histórica, si no vivo responsablemente la visita del Señor. He recordado al poeta: «Alma, asómate ahora a la ventana: verás con cuánto amor llamar porfía», y avergonzado reconozco que yo también he dicho: «Mañana le abriremos... para lo mismo responder mañana» (Lope de Vega).

Cuando cruzo las inhumanas calles de nuestras “ciudades dormitorio”, pienso: ¿qué se puede hacer entre estos habitantes con quienes me siento incapaz de establecer un dialogo, con quienes no puedo compartir mis ilusiones, a quienes me resulta imposible trasmitir el amor de Dios? Recuerdo, entonces, el lema que escogió san Francisco de Sales al ser nombrado obispo de Ginebra —el máximo exponente de la Reforma protestante— en aquel tiempo: «Donde Dios nos plantó, es preciso saber florecer». Y si con una piedra en la mano meditaba el juicio severo de Dios que puede recaer sobre mí, en otros momentos —con una florecilla silvestre, nacida entre los hierbajos y el estiércol de la alta montaña— pienso que no debo perder la Esperanza. Debo corresponder a la bondad que Dios ha mostrado conmigo, y así mi pequeña generosidad depositada en el corazón del que saludo, la mirada interesada y atenta hacia el que me pide una información, mi sonrisa dirigida al que me cede el paso, florecerá en un futuro. Y nuestro entorno no perderá la Fe.Comentario: Rev. D. Pedrojosé Ynaraja i Díaz (El Muntanyà-Barcelona, España)

lunes, 14 de julio de 2008

«El que os recibe a vosotros, a mí me recibe »

«El que recibe a uno de esos pequeños, me recibe a mí» dice el Señor (Lc 10, 48). Cuanto más pequeño es el hermano, más presente está Cristo en él. Porque cuando uno recibe a un gran personaje, a menudo lo hace por vanagloria; pero el que recibe a un pequeñuelo, lo hace con pura intención y sólo por Cristo. «Fui un extranjero, dice él, y me acogisteis.» Y dice aún: «Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, es a mi que me lo habéis hecho» (Mt 25, 35-40). Puesto que se trata de un creyente y de un hermano, ese será el más pequeño, y es Cristo quien entra con él. ¡Ábrele tu casa, recíbele!

«El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta.» Pues aquel que recibe a Cristo recibirá la paga de la hospitalidad de Cristo. No dudes de sus palabras, ten confianza en él. Él mismo nos ha dicho: «Soy yo quien está presente en ellos» Y para que no dudes de sus palabras, decreta un castigo para los que no lo reciben, y los honores para quienes le reciben (Mt 25, 31s) Y él no lo haría si no estuviera personalmente afectado por el honor o el menosprecio. «Tu me has recibido, dice, en tu casa; yo te recibiré en el Reino de mi Padre. Tú me has liberado del hambre; yo te liberaré de tus pecados. Me has visto encadenado; yo te haré ver tu liberación. Me has visto extranjero; yo haré de ti un ciudadano de los cielos. Tú me has dado pan; yo te daré el Reino como heredad en plena propiedad. Me has ayudado secretamente; yo lo proclamaré públicamente y diré que tú eres mi bienhechor y yo tu deudor.»

San Camilo de Lelis
Libro de Isaías 1,10-17.

¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!
¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de la grasa de animales cebados; no quiero más sangre de toros, corderos y chivos.
Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen mis atrios?
No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea... ¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!
Sus lunas nuevas y solemnidades las detesto con toda mi alma; se han vuelto para mí una carga que estoy cansado de soportar.
Cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están llenas de sangre!
¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal,
aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!


Salmo 50(49),8-9.16-17.21.23.

No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales.
Dios dice al malvado: "¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar? ¿Piensas acaso que soy como tú? Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios".


Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.

No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.
Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra;
y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de Antioquia, después de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre los Actos de los Apóstoles, nº 45; PG 60, 318

«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí»

Hoy Jesús nos ofrece una mezcla explosiva de recomendaciones; es como uno de esos banquetes de moda donde los platos son pequeñas "tapas" para saborear. Se trata de consejos profundos y duros de digerir, destinados a sus discípulos en el centro de su proceso de formación y preparación misionera (cf. Mt 11,1). Para gustarlos, debemos contemplar el texto en bloques separados.

Jesús empieza dando a conocer el efecto de su enseñanza. Más allá de los efectos positivos, evidentes en la actuación del Señor, el Evangelio evoca los contratiempos y los efectos secundarios de la predicación: «Enemigos de cada cual serán los que conviven con él» (Mt 10,36). Ésta es la paradoja de vivir la fe: la posibilidad de enfrentarnos, incluso con los más próximos, cuando no entendemos quién es Jesús, el Señor, y no lo percibimos como el Maestro de la comunión.

En un segundo momento, Jesús nos pide ocupar el grado máximo en la escala del amor: «quien ama a su padre o a su madre más que a mí…» (Mt 10,37), «quien ama a sus hijos más que a mí…» (Mt 10,37). Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de Dios, puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10,40). El efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar de la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un profeta y un justo.

La recomendación del Maestro acaba valorando los pequeños gestos de ayuda y apoyo a quienes viven acompañados por el Señor, a sus discípulos, que somos todos los cristianos. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo...» (Mt 10,42). De este consejo nace una responsabilidad: respecto al prójimo, debemos ser conscientes de que quien vive con el Señor, sea quien sea, ha de ser tratado como le trataríamos a Él. Dice san Juan Crisóstomo: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacerían de él una infinidad de bienes».Comentario: Rev. D. Valentí Alonso i Roig (El Prat de Llobregat-Barcelona, España)


domingo, 13 de julio de 2008

ave maria

¡Ave María, ora pro nobis!
Madre Santísima... en esta noche quiero depositar en tu Inmaculado Corazón todas las intenciones de nuestros hermanos en la fé, hermanos y enfermos necesitados de tu consuelo, ayuda madre a nustros hijos y a todos los jovenes, niños y ancianos dales Tu protección y concedenos a todos la gracia de la fé, esperanza y caridad para vivir dignamente el día a día, con todos nuestros sueños e ilusiones... problemas, preocupaciones y angustias... nuestras tristezas y alegrías... nuestros miedos y temores... en fin, nuestras vidas todas... todas te las entregamos... y te rogamos con la confianza de que tú nos amas con el mismo amor con que amaste tu Hijo Jesucristo... que intercedas ante Él por todos nosotros, pobres pecadores.
¡Ave María,
ora pro nobis!

¡Ave María! ¡Ave!
¡Ave María! ¡Ave!
Madre de la espera y mujer de la esperanza...
¡Ora pro nobis!
Madre de sonrisa y mujer de los silencios...
¡Ora pro nobis!
Madre de fronteras y mujer apasionada...
¡Ora pro nobis!
Madre del descanso y mujer de los caminos...
¡Ora pro nobis!
¡Ave María! ¡Ave!
¡Ave María! ¡Ave!
Madre del respiro y mujer de los desiertos...
¡Ora pro nobis!
Madre del ocaso y mujer de los recuerdos...
¡Ora pro nobis!
Madre del presente y mujer de los retornos...
¡Ora pro nobis!
Madre del amor y mujer de la ternura...
¡Ora pro nobis!
¡Ave María! ¡Ave!
¡Ave María! ¡Ave!
¡Ave María! ¡Ave!
¡Ave María! ¡Ave!
2 Comentarios
tengo.sed.de.Ti en Facebook...
Domingo 06 abril 200
+SS Juan Pablo II nos hizo un llamado a utilizar los medios electrónicos para evangelizar... esa es una de las motivaciones que tuvimos al iniciar este portal... pues siguiendo con este llamado, hemos abierto un “grupo” en Facebook... digamos que es una extensión de nuestro portal en esta red social...
Aprovechamos este momento para invitar a todos aquellos de ustedes “que se encuentren” en Facebook a unirse al grupo... a continuación les dejo un enlace directo:

tengo.sed.de.Ti
La lucha interior...
Se cuenta que en una ocasión un viejo anacoreta o ermitaño... es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia... se quejaba de lo mucho que tenía que hacer...
La gente del pueblo cercano, al escuchar su queja, preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo... el anacoreta les contestó:
- “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león.”
- “No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives – le respondieron – ¿dónde están todos estos animales?”
Entonces el ermitaño les dio una explicación que todos pudieron comprender... porque todos los hombres también llevamos estos animales en nuestro interior...
- “Los dos halcones – les dijo – se lanzan sobre todo lo que se les presenta en frente, bueno y malo... así que tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena... son mis ojos”...
- “Las dos águilas, con sus garras, hieren y destrozan todo lo que toman... tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir... son mis dos manos”...
- “Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas que les parecen difíciles... así que tengo que enseñarles a estar quietos, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me guste... son mis pies”...
- “Pero lo más difícil es vigilar la serpiente, pues aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula... si no la vigilo de cerca, hace daño y lastima... es mi lengua”...
- “El burro es muy obstinado y no quiere cumplir con su deber... pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día... ese es mi cuerpo”...
- “Finalmente necesito domar al león, pues quiere ser el rey... siempre quiere ser el primero, es vanidoso y orgulloso... es mi corazón”...

Depende de nosotros como luchemos por “domar nuestras fieras”... según el empeño que pongamos, y con la gracia de Dios, llegaremos a dominar mejor lo que llevamos en nuestro interior, convirtiéndonos así en verdaderos hombres y mueres de bien...
Cuánto te ama Dios...
Miércoles 28 mayo 2008


¿Alguna vez te has preguntado cuánto te ama Dios?... no de una forma genérica, amplia o impersonal... sino cuánto me amará a mí, a Romualdo... o a María... o a José... o a...

Hace algunos años, cuando empezaba en mi camino de conversión, yo me hacía esta misma pregunta... y llegué a pensar que esta es una de esas interrogantes que nunca encuentran una respuesta... hasta que un día, un día maravilloso que marcó mi vida para siempre, comprendí que el Señor me ama tanto que fue capaz de dar su vida por mí... imagínense: ¡¡¡Dios hecho hombre, muriendo por un mísero pecador como yo!!!



Permítanme que les cuente... yo rezaba los misterios dolorosos del Rosario y meditaba sobre la Pasión y Muerte de Jesús... su agonía en el Huerto... el juicio injusto... la flagelación a manos de los romanos... y lo imaginaba solo y abandonado por sus discípulos... azotado... coronado de espinas... imaginaba como se caía mientras cargaba la Cruz... y como se levantaba nuevamente... cansando y sin fuerzas, caminaba hacia su muerte... y le clavaban sus pies y sus manos... y elevaban la Cruz... burlándose... humillándole...

Y en ese momento pensé que Jesús es Dios... y que como tal, Él lo sabe todo... Él sabía todo lo que iba a padecer... y así se lo fue anunciando a los Apóstoles, para irlos preparando... Jesús conocía cada uno de los azotes que iba a recibir... cada insulto... cada humillación... y su mayor angustia era ver una humanidad indiferente... una humanidad que despreciaba su sacrificio: Dios daba su vida por los hombres, y a los hombres no les importaba...

Pero en medio de su tristeza, Él también veía a esos hombres justos que se iban a salvar por su sacrificio... fue entonces que comprendí... si en su sabiduría infinita, Jesús hubiera visto que sólo uno de los hombres se iba a salvar – uno solo en toda la humanidad – Él hubiera muerto por ese sólo hombre...... y si ese hombre fuera yo, Jesús hubiera pasado por toda Su Pasión solamente por mí...

Hermanos... Jesús no se sacrificó de forma genérica por la humanidad... Él dio su vida, individualmente, por cada uno de nosotros... no fue un sacrificio colectivo... Jesús murió por ti... porque te ama y quiere que tú llegues a estar en el Cielo con Él...

sábado, 12 de julio de 2008

Santa Teresa de Avila (1515-1582), carmelita descalza, doctor de la Iglesia
Exclamaciones, nº 8

«Las preocupaciones del mundo y las seducciones de las riquezas ahogan la Palabra»

¡Oh Señor, Dios mío, y cómo tenéis palabras de vida, adonde todos los mortales hallarán lo que desean, si lo quisiéramos buscar! Mas ¡qué maravilla, Dios mío, que olvidemos vuestras palabras con la locura y enfermedad que causan nuestras malas obras! ¡Oh Dios mío, Dios, Dios hacedor de todo lo criado! ¿Y qué es lo criado, si Vos, Señor, quisiereis criar más? Sois Todopoderoso; son incomprensibles vuestras obras. Pues haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento vuestras palabras.

Decís Vos: «Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que yo os consolaré» (Mt 11,28). ¿Qué más queremos, Señor? ¿Qué pedimos? ¿Qué buscamos? ¿Por qué están los de los mundos perdidos, sino por buscar descanso? ¡Válgame Dios, oh, válgame Dios! ¿Qué es esto, Señor? ¡Oh, qué lástima! ¡Oh, qué gran ceguedad, que le busquemos en lo que es imposible hallarle! Habed piedad, Criador, de estas vuestras criaturas. Mirad que no nos entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos lo que pedimos. Dadnos, Señor, luz; mirad que es más menester que al ciego que lo era de su nacimiento, que éste deseaba ver la luz y no podía. Ahora, Señor, no se quiere ver. ¡Oh, qué mal tan incurable! Aquí, Dios mío, se ha de mostrar vuestro poder, aquí vuestra misericordia.

San Enrique II , Beata Angelina de Marsciano , María Rosa Mystica , Origen Rosa Mystica , Pierina Gilli , Santa Teresa Jesús de los Andes

Libro de Isaías 55,10-11.

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.


Salmo 65,10.11.12-13.14.

Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:
riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes.
Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría.
Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo: todos ellos aclaman y cantan.


Carta de San Pablo a los Romanos 8,18-23.

Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.
En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.
Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.
Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.
Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.


Evangelio según San Mateo 13,1-23.

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".
El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".

«Salió un sembrador a sembrar»

Hoy consideramos la parábola del sembrador. Tiene una fuerza y un encanto especiales porque es palabra del propio Señor Jesús.

El mensaje es claro: Dios es generoso sembrando, pero la concreción de los frutos de su siembra dependen también —y a la vez— de nuestra libre correspondencia. Que el fruto depende de la tierra donde cae es algo que la experiencia de todos los días nos lo confirma. Por ejemplo, entre alumnos de un mismo colegio y de una misma clase, unos terminan con vocación religiosa y otros ateos. Han oído lo mismo, pero la semilla cayó en distinta tierra.

La buena tierra es nuestro corazón. En parte es cosa de la naturaleza; pero sobre todo depende de nuestra voluntad. Hay personas que prefieren disfrutar antes que ser mejores. En ellas se cumple lo de la parábola: las malas hierbas (es decir, las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas) «ahogan la Palabra, y queda sin fruto» (Mt 13,22).

Pero quienes, en cambio, valoran el ser, acogen con amor la semilla de Dios y la hacen fructificar. Aunque para ello tengan que mortificarse. Ya lo dijo Cristo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). También nos advirtió el Señor que el camino de la salvación es estrecho y angosto (cf. Mt 7,14): lo que mucho vale, mucho cuesta. Nada de valor se consigue sin esfuerzo.

El que se deja llevar de sus apetitos tendrá el corazón como una selva salvaje. Por el contrario, los árboles frutales que se podan dan mejor fruto. Así, las personas santas no han tenido una vida fácil, pero han sido unos modelos para la humanidad. «No todos estamos llamados al martirio, ciertamente, pero sí a alcanzar la perfección cristiana. Pero la virtud exige una fuerza que (…) pide una obra larga y muy diligente, y que no hemos de interrumpir nunca, hasta morir. De manera que esto puede ser denominado como un martirio lento y continuado» (Pío XII).Comentario: P. Jorge Loring SJ (Cádiz, España)


viernes, 11 de julio de 2008


www.inglesmadrid.com
El Superlativo
July, 2008 - Vol 2, Issue 09
En nuestra página
clases ingles
Esta semana
Las 2 formas
Enviar a un amigo
Unos ejemplos
La clase continúa
Dear carmen,

En esta clase de inglés vamos a ver cómo formar el superlativo. Veremos cómo decir frases en inglés como:

  • España es el mejor.
  • China es el país más grande del mundo.

Hemos puesto explicaciones adicionales, archivos de audio y un video en nuestra página

El Superlativo
superlativo1


El superlativo: Las 2 formas
Hay que tener cuidado porque hay dos maneras distintas de formar el superlativo: Una para adjetivos de una o dos sílabas y la otra forma para adjetivos más largos

Adjetivos de una o dos sílabas:

  • Añadimos "est" al adjetivo.


Adjetivos con más de dos sílabas:

  • Ponemos la palabra "most" delante del adjetivo.


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Para enviar este correo a un amigo haz clic:

Unos ejemplos

Vamos a ver un ejemplo que muestra la diferencia entre los formas del superlativo. Vamos a usar los adjetivos "clever" y "intelligent" como ya hicimos cuando explicamos el comparativo.

En inglés tenemos dos maneras de decir "inteligente". El primer adjetivo, "clever", tiene dos silábas y forma el superlativo añadiendo "-est" . El segundo adjetivo, "intelligent", tiene cuatro silábas y forma el superlativo así: "the + most + adjetivo"

clever (tiene 2 silábas: cle-ver)
superlativo : the cleverest


intelligent (tiene 4: in-tel-li-gent)
superlativo : the most intelligent


Entonces...

"Albert Einstein fue el hombre más inteligente del mundo "

En inglés sería:

"Albert Einstein was the
most intelligent man in the world"

o

"Albert Einstein was
the cleverest man in the world"

Tomar nota: "the"
El superlativo va siempre con el articulo "the"

La clase continúa
no pares


La clase continúa en nuestra página con:

  • Mucho más información sobre el superlativo
  • El video de una canción muy famosa

http://www.inglesmadrid.com/superlativo-31.htm

(Copiar y pegar si el enlace no funciona)
Si quieres que expliquemos un tema concreto en nuestros correos electrónicos háznoslo saber enviando un correo a correo@inglesmadrid.com
Yours Sincerely,

El equipo de inglésmadrid.com
Tengo sed de ti

Jesús es Dios, por lo tanto, Su Amor y Su Sed son infinitos.
Él, Creador del universo, pidió el amor de sus criaturas. Tiene sed de nuestro amor...
Estas palabras:
"Tengo sed",
¿tienen un eco
en nuestra alma?

Tengo sed de ti

Madre Teresa de Calcuta




"Mira que estoy a la puerta y llamo..." (Apocalipsis 3, 20)


Es verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Aún cuando no estás escuchando, aún cuando dudes que pudiera ser yo, ahí estoy: esperando la más pequeña señal de respuesta, hasta la más pequeña sugerencia de invitación que Me permita entrar.

Y quiero que sepas que cada vez que me invitas. Yo vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo los muchos dones de Mí Espíritu. Vengo con Mi misericordia, con Mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión. Un amor en cada detalle, tan grande como el amor que he recibido de Mi Padre ("Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí..." [Jn. 15,10]). Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo Mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con Mi poder, que me permite cargarte a ti: con Mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida. Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu alma.

Te conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti, hasta los cabellos de tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupaciones y, si, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que Te amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer, Te amo por ti, por la belleza y la dignidad que mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides con fe, Mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida: Yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor.

Sé lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas, los rechazos, los juicios, las humillaciones, Yo lo sobrellevé todo antes que tú. Y todo lo sobrellevé por tí, para que pudieras compartir Mi fuerza y Mi victoria. Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor, sé que tan sediento estás de amor y de ternura. Pero cuántas veces has deseado satisfacer tu sed en vano, buscando ese amor con egoísmo, tratando de llenar el vacío dentro de tí con placeres pasajeros, con el vacío aún mayor del pecado. ¿ Tienes sed de amor?

Yo te saciaré y te llenaré. "Vengan a Mí todos los que tengan sed..." (Jn. 7, 37). ¿Tienes sed de ser amado?, te amo más de lo que te puedes imaginar... hasta el punto de morir en la cruz por ti.

TENGO SED DE TI. Si, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en ti, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te probaré qué tan valioso eres para Mi Corazón.

¿No te das cuenta de que Mi Padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu vida a partir de este momento? Confía en Mí. Pídeme todos los días que entre y que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante Mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría Yo esto? PORQUE TENGO SED DE TI. Lo único que te pido es que te confíes completamente a Mí. Yo haré todo lo demás.

Desde ahora, ya veo el lugar que Mi Padre te ha preparado en Mi Reino. Recuerda que eres peregrino en esta vida viajando a casa. El pecado nunca te puede satisfacer ni traerte la paz que anhelas. Todo lo que has buscado fuera de Mí sólo te ha dejado más vacío, así que no te ates a las cosas de este mundo; pero, sobre todo, no te alejes de Mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza porque cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu Salvador. No hay nada que yo no pueda perdonar y sanar, así que ven ahora y descarga tu alma.

No importa cuánto hayas andado sin rumbo, no importa cuántas veces me hayas olvidado, no importa cuántas cruces lleves en esta vida, hay algo que quiero que siempre recuerdes y que nunca cambiará. TENGO SED DE TI, tal y como eres. No tienes que cambiar para creer en Mi Amor, ya que será tu confianza en ese Amor la que te hará cambiar. Tu te olvidas de Mí y, sin embargo. Yo te busco a cada momento del día y estoy ante las puertas de tu corazón, llamando. ¿Encuentras esto difícil de creer? Entonces, mira la Cruz, mira Mi Corazón que fue traspasado por ti. ¿No has comprendido Mi Cruz?, entonces escucha de nuevo las palabras que dijo en ella, te dicen claramente por qué Yo soporté todo esto por ti: "... TENGO SED" (Jn. 19, 28). Sí, TENGO SED DE TI. Como el resto del salmo que Yo estaba rezando dice de Mí: "... esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no le hallé." (Salmo 69:20). Toda tu vida he estado deseando tu amor. Nunca he cesado de buscarlo y de anhelar que me correspondas. Tú has probado muchas cosas en tu afán por ser feliz. ¿Por qué no intentas abrirme tu corazón, ahora mismo, abrirlo más de lo que lo has hecho antes?.

Cuando finalmente abras las puertas de tu corazón y finalmente te acerques lo suficiente entonces Me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras humanas sino en espíritu: "no importa qué es lo que hayas hecho, te amo por ti mismo. Ven a Mí con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades, y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo... ábreme, porque TENGO SED DE TI..."

La naturaleza divina de Jesús

Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre;
desde ahora lo conocéis
y lo habéis visto...

La naturaleza divina de Jesús

Guido Adolfo Rojas Zamorano

"Verdades de la Fe Católica"



En el antiguo testamento Isaías había revelado al pueblo de Israel que el "Hijo de Dios" sería llamado el "Emmanuel" (7, 14), que en Hebreo traduce "Dios con nosotros". Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también "Dios invencible" (9, 6). Del mismo modo, el nombre de "Jesús" quiere decir en Hebreo "Dios salva"; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión (Lucas 1, 31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe.

Las Sagradas Escrituras nos indican que "Jesús ha venido de Dios" (Juan 6, 46; 13, 13), bajado del cielo (Juan 3, 13), siendo de "naturaleza divina" (Filipenses 2, 6); "Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo" (Colosenses 2, 9). "Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreo 1, 3). "Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer" (Juan 1, 18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Colosenses 1, 19), quien es de Dios (1Corintios 3, 23) y procede de Dios (Juan 7, 29; 8, 42). "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo" (Juan 5, 26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2Corintios 4, 6). "Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos" (Romanos 9, 5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4, 4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5, 18; 10, 33).

Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9, 35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28, 9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28, 17; Lucas 24, 52) y también por los ángeles del cielo (Hebreos 1, 6). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues "nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar" (Mateo 11, 27), "el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió" (Juan 5, 23). "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Juan 10, 30), "el Padre esta en mí y yo en el Padre" (Juan 10, 38); porque "todo lo que tiene el Padre es mío" (Juan 16, 15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: "Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis" (Juan 14, 7).

Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como "Dios y Salvador" (Tito 2, 13; 2Pedro 1, 1); título que también recibe "Dios Padre" (Daniel 6, 27, 1Timoteo 2, 3; 4, 10; Tito 3, 4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20, 28); comparar con (1Reyes 3, 7: Salmo 86, 12). Por su parte, el apóstol San Juan concluye diciendo: "Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna" (1Juan 5, 20); comparar con (Juan 17, 3).

Pío XII, papa de 1939 a 1958
Encíclica «Fulgens radiatur», 21•3•1947

San Benito restaura la paz de Cristo en Europa, invadida por los bárbaros

En un tiempo bárbaro y turbulento en el que la cultura de los campos, el trabajo manual y noble, el estudio de las ciencias sagradas y profanas eran menospreciadas y abandonadas casi por todos; en los monasterios benedictinos, por el contrario, aumentaba sin cesar una multitud innumerable de agricultores, artesanos y sabios. Cada uno según sus talentos, estos monjes conseguían, no sólo conservar intactos lo que había producido la antigua sabiduría sino pacificar, unir y ocupar activamente a los pueblos, jóvenes y viejos, a menudo en guerra entre ellos. Consiguieron hacerlos salir de la barbarie que renacía, de los odios devastadores y de las rapiñas y llegar a costumbres de suavidad humana y cristiana...

Pero eso no es todo: porque en la organización de la vida monástica benedictina, lo esencial para todos... es tender a la unión continúa con Cristo y arder con su perfecta caridad. En efecto, los bienes de este mundo, hasta en su conjunto, no pueden saciar al alma humana que Dios ha creado para llegar a él mismo... Por eso la Regla de San Benito dice que es indispensable que «nada sea antepuesto al amor de Cristo», «que a ninguna cosa se dé un valor más alto que a Cristo», «que absolutamente nada sea preferido a Cristo que nos conduce a la vida eterna».

Y a este amor ardiente por Cristo debe corresponder el amor al prójimo, y debemos considerar a todos hermanos y ayudar de todas las maneras posibles. Por esto, para hacer frente a los odios y rivalidades que levantan a unos hombres contra otros, a la violencia y a los innumerables males y miserias que son las consecuencias de esta agitación de los pueblos y de las cosas, Benito prescribe a los suyos estas tres reglas santas: «Que se pongan los más diligentes cuidados en la hospitalidad, especialmente hacia los pobres y peregrinos, porque en ellos es, principalmente a Cristo a quien se acoge». «Que todos los huéspedes que lleguen sean acogidos como a Cristo, porque es él quien un día nos dirá: Fui un extranjero, y me habéis acogido» (Mt, 25,35). «Ante todo y por encima de todo, que se tenga sumo cuidado con los enfermos y servirles como al mismo Cristo, porque él dijo: Estuve enfermo y me visitasteis» (v, 36).



viernes 11 Julio 2008

San Benito Abad

Libro de Oseas 14,2-10.

Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tu falta te ha hecho caer.
Preparen lo que van decir y vuelvan al Señor. Díganle: "Borra todas las faltas, acepta lo que hay de bueno, y te ofreceremos el fruto de nuestros labios.
Asiria no nos salvará, ya no montaremos a caballo, ni diremos más "¡Dios nuestro!" a la obra de nuestras manos, porque sólo en ti el huérfano encuentra compasión".
Yo los curaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos.
Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano;
sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano.
Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.
Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él. Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.
¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.


Salmo 51(50),3-4.8-9.12-13.14.17.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga:
Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.


Evangelio según San Mateo 10,16-23.

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

«Seréis odiados de todos por causa de mi nombre»

Hoy, el Evangelio remarca las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio, y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, todo lo contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22).

La Iglesia y el mundo son dos realidades de “difícil” convivencia. El mundo, que la Iglesia ha de convertir a Jesucristo, no es una realidad neutra, como si fuera cera virgen que sólo espera el sello que le dé forma. Esto habría sido así solamente si no hubiese habido una historia de pecado entre la creación del hombre y su redención. El mundo, como estructura apartada de Dios, obedece a otro señor, que el Evangelio de san Juan denomina como “el señor de este mundo”, el enemigo del alma, al cual el cristiano ha hecho juramento —en el día de su bautismo— de desobediencia, de plantarle cara, para pertenecer sólo al Señor y a la Madre Iglesia que le ha engendrado en Jesucristo.

Pero el bautizado continúa viviendo en este mundo y no en otro, no renuncia a la ciudadanía de este mundo ni le niega su honesta aportación para sostenerlo y para mejorarlo; los deberes de ciudadanía cívica son también deberes cristianos; pagar los impuestos es un deber de justicia para el cristiano. Jesús dijo que sus seguidores estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cf. Jn 17,14-15). No pertenecemos al mundo incondicionalmente, sólo pertenecemos del todo a Jesucristo y a la Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para desembarcarnos en la patria definitiva del cielo.

Esta doble ciudadanía choca indefectiblemente con las fuerzas del pecado y del dominio que mueven los mecanismos mundanos. Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monje de Montserrat, Cataluña-España)

jueves, 10 de julio de 2008



Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 21

«Lo que habéis recibido gratuitamente, dadlo gratuitamente»

En la persona, pues, de los obispos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice supremo, está presente en medio de los fieles. Porque sentado a la diestra del Padre, no está ausente de la congregación de sus pontífices, sino que, principalmente a través de su servicio eximio, predica la palabra de Dios a todas las gentes y administra continuamente los sacramentos de la fe a los creyentes, y por medio de su solicitud paternal va congregando nuevos miembros a su Cuerpo con regeneración sobrenatural; finalmente, por medio de su sabiduría y prudencia dirige y ordena al Pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinar hacia la eterna felicidad...

Para realizar estas cargas tan altas, los apóstoles fueron enriquecidos por Cristo, con una efusión especial del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos (Hch 1,8; 2,4; Jn 20,22). Y ellos, a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus colaboradores este don espiritual (1Tm 4,14; 2Tm 1,6), que ha llegado hasta nosotros en la consagración episcopal. Enseña pues, el santo concilio, que en la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del orden, llamada, en la práctica litúrgica de la Iglesia y en la enseñanza de los Santos Padres, sumo sacerdocio, cumbre del ministerio sagrado. La consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también los oficios de enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su misma naturaleza, no pueden ejercerse sino en comunión jerárquica con la cabeza y los miembros del colegio. Pues según la Tradición..., es cosa clara que por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter, de tal manera que los obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúan en lugar suyo.

jueves 10 Julio 2008

Santa Verónica Giuliane

Libro de Oseas 11,1.3-4.8-9.

Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.
Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
¿Cómo voy a abandonarte, Efraím? ¿Cómo voy a entregarte, Israel? ¿Cómo voy a tratarte como a Admá o a dejarte igual que Seboím? Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura:
no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor.


Salmo 80,2.3.15-16.

Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso.


Evangelio según San Mateo 10,7-15.

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
No lleven encima oro ni plata, ni monedas,
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies.
Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

«No os procuréis oro, ni plata... para el camino»

Hoy, hasta lo imprevisto queremos tenerlo previsto. Hoy triunfan los servicios a domicilio. Y si hoy hablamos tanto de paz, quizá es porque estamos muy necesitados de ella. El Hoy del Evangelio toca de lleno estos distintos "hoy". Vayamos por partes.

Queremos prever hasta lo imprevisible: pronto haremos un seguro por si el seguro nos falla. O cuando uno compra unos pantalones, ¡el dependiente nos ofrece el modelo con manchas o descoloridos incluidos! El Evangelio de hoy, con la invitación a ir desprovistos de equipaje («No os procuréis oro ni plata...»), nos invita a la confianza, a la disponibilidad. Pero alerta, ¡esto no es dejadez! Tampoco improvisación. Vivir esta realidad sólo es posible cuando nuestra vida está enraizada en lo fundamental: en la persona de Cristo. Como decía el Papa Juan Pablo II, «es necesario respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia (...). No se ha de olvidar que, sin Cristo, ‘no podemos hacer nada’ (cf. Jn 15,5)».

También es cierto que proliferan los servicios a domicilio: nada de catering; ahora te hacen la tortilla de patatas en casa. Sirve de icono de una sociedad donde las personas tendemos fácilmente a ir a la nuestra, a organizarnos la vida prescindiendo de los demás. Hoy Jesús nos dice «id»; salid. Esto es, tened en cuenta aquellos que tenéis a vuestro lado. Tengámoslos, pues, realmente en cuenta, abiertos a sus necesidades.

¡Vacaciones, un paisaje tranquilo..., ¿son sinónimos de paz? Parece que tenemos motivos serios para dudar de ello. Quizá muchas veces son un letargo de las zozobras interiores; éstas, más adelante, volverán a despertar. Los cristianos sabemos que somos portadores de paz, es más, que esta paz impregna todo nuestro ser -también cuando a nuestro alrededor encontramos un ambiente hostil- en la medida que seguimos de cerca de Jesús.

¡Dejémonos tocar, pues, por la fuerza del Hoy de Cristo! Y..., «quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo» (Juan Pablo II).Comentario: Rev. D. David Compte i Verdaguer (Manlleu-Barcelona, España)

miércoles, 9 de julio de 2008

Comentario al último Mensaje - P. Verar

Hijitos...
deseo invitarlos a tomar en serio y a vivir los mensajes que Yo les doy...

Comentario al último Mensaje

Fr. Jozo Zovko, o.f. Medjugorje, 25 de marzo de 2008
“¡Queridos hijos! Los invito a trabajar en la conversión personal. Aún en su corazón, están lejos del encuentro con Dios. Por eso, transcurran el mayor tiempo posible en oración y en Adoración a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, para que Él los cambie y ponga en su corazón, una fe viva y el deseo de la vida eterna. Todo es pasajero, hijitos, sólo Dios es eterno. Yo estoy con ustedes y los aliento con amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”



No sé qué esperaban ustedes de la Reina de la Paz en este tiempo de Pascua de Resurrección. Hoy, en el día de la Anunciación, la Reina de la Paz nos mira y reconoce lo que está en el interior de nuestros corazones, llamándonos a la conversión personal. ¿Cómo estamos trabajando en nuestra conversión personal?

Ya ha pasado la Cuaresma y su llamado a la oración y la abstinencia. Sin embargo, nos debemos preguntar cuán sinceros hemos sido a este llamado de abstinencia. ¿A qué hemos renunciado? Todas las familias que yo visité tenían el televisor prendido, con diversidad de escenas, sin darse cuenta de lo inapropiado que era esto para el tiempo de Cuaresma. Frente a la Iglesia pasaban niños con las manos llenas de emparedados, meriendas y jugos. En mi corazón surgía una pregunta: “¿Dónde está la abstinencia? Dónde se aplica el mensaje de Nuestra Señora en nuestra vida diaria?”

La superficialidad y la falta de preparación para el Sacramento de la Santa Confesión y la Eucaristía demuestran nuestro alejamiento y distancia del camino de la conversión. Todas estas acciones, al igual que los cortos momentos de oración después de la Confesión y la Comunión, demuestran nuestra falta de consideración y una gran incapacidad en los momentos más íntimos con Dios y con Su gracia. ¿Qué es la Pascua de Resurrección para nosotros? ¿Qué significa para nosotros la resurrección y la nueva vida? ¿Somos fieles a la Reina de la Paz, o ha menguado nuestro interés en nuestra misión? ¿Acaso nos avergonzamos de llevar a cabo nuestro Apostolado y de alertar a otros de la llamada que nos hace Nuestra Señora a la oración y la abstinencia? Es evidente que hemos hecho muy poco. En Su mensaje, la Madre nuevamente nos despierta, diciéndonos que estamos todavía lejos de encontrarnos con Dios en nuestros corazones.

Queridos hermanos y hermanas, nos percatamos de que Sus mensajes no son proclamados por un hábito ni accidentalmente. Por el contrario, Nuestra Señora, como una Madre, mira nuestras vidas y la vida de nuestras familias. En este mensaje, nosotros mismos descubrimos cuán lejos estamos de la santidad y de la espiritualidad que Nuestra Señora ha cultivado en nuestros corazones por casi 27 años. Es cierto que hemos visto la fiesta de la Pascua como un evento en el calendario, al igual que los Sacramentos que celebramos para esta gran fiesta de fe y de paz. Pero dónde está el encuentro con el Jesús resucitado en nuestros corazones? ¿Por qué el Jueves Santo no atrajo a la mayoría de nosotros a la Adoración del Santísimo Sacramento? ¿Por qué nuestros grupos de oración no están creciendo? Y ¿por qué algunos hasta se están reduciendo?

Nuestra Madre nos da la respuesta a todas estas preguntas en este mensaje, donde nos dice que todavía estamos muy lejos de encontrarnos con Dios en nuestro corazón. Esta es la realidad y no debemos evadirla. No debemos ignorarla y continuar como si nada. Para poder encontrar a Dios en nuestros corazones debemos encontrar el tiempo y arrodillarnos ante El. Debemos perseverar y venir regularmente los jueves a nuestro programa de oración y Adoración. Qué pocos son los que han entendido la gracia y la grandeza de la Adoración y de reunirnos en oración ante el Santísimo Sacramento. Por esto debemos preguntarnos desde lo mas profundo de nuestro corazón: “¿He entusiasmado a otros a orar y a Adorar cada vez que vengo? ¿Cuántas veces he venido a orar sin sentir la necesidad del Apostolado de atraer a un hermano o hermana? No hay otro camino. Nuestra Señora nos habla de esto en el día de hoy. Ella nos llama a pasar mucho más tiempo en oración y Adoración del Santísimo Sacramento del Altar—para que El nos cambie, y para que ponga en nuestros corazones una fe viva.

Jesús es nuestro camino. Pasar mucho mas tiempo con El, y ante El en oración, es una gracia que produce a una fe viva en nuestro corazón. Esta fe, a su vez, nos inspira al amor y nos mueve a cumplir con el Apostolado. Debemos ser honestos con nosotros mismos y darnos cuenta del poco tiempo, de las 24 horas del día nos dedicamos a rezar. ¿Cuánto tiempo rezo por mi familia? Si Nuestro Señor nos ha dado 24 horas en cada día, ¿Cómo puedo decir, entonces que no tengo tiempo para la oración? ¿Cómo nuestros hijos pueden encontrar tiempo para ver un programa de televisión que les gusta? ¿Por qué no hemos podido inspirar a nuestra familia a orar más tiempo todos los días? ¿Podemos dormir en paz cuando Nuestra Señora nos llama a rezar el Rosario todos los días—a rezarlo juntos y rezarlo con el corazón? Si yo siento que estoy perdiendo el entusiasmo y el amor por la oración y por el encuentro con Dios, me debo preguntar qué me está pasando. No debo convertir la oración en una rutina o en algo que requiere esfuerzo. Por el contrario, debo tratar de hacer lo que Nuestra Señora dice, que para mí, la oración debe ser “como respirar” – completamente normal y necesario.

Jesús, presente en el Santísimo Sacramento, cambia a aquél que Lo honra, que Le ora, que Le adora. Ese cambio se manifiesta entonces en un crecimiento en la fe y el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Queridos hermanos y hermanas, este mensaje tiene el propósito de renovar nuestro entusiasmo por la oración y aumentar la cantidad de miembros de nuestra comunidad de oración. Por esta razón, me llené de alegría cuando vi que muchos de ustedes se quedaron en adoración y oración el Jueves Santo. Sentí que nuestra comunidad de oración se unía en un solo corazón y una sola alma ante Dios. Desde el fondo de mi alma le pedía al Señor que nuestros grupos de oración se renueven en una nueva vida y que crezcan grandemente, para que puedan verdaderamente experimentar el renacer de la primavera.

Queridos hermanos y hermanas, nunca digan que la oración es muy larga, o que nos hemos quedado en oración por mucho tiempo. Siempre recuerden las palabras maternales de Nuestra Señora que son una señal de alerta: “Dediquen mucho más tiempo a la oración.” Nunca le den las migajas o las sobras de su día a Dios. Al contrario, ofrézcanle el regalo del mejor tiempo que tengan disponible, y en abundancia. Que su tiempo de oración no sea corto, sino que penetre durante todo el día en su vida y en su trabajo. La oración une a sus familias y las mantiene en paz. Remueve toda maldad y tentación. La oración es una reunión con Dios en nuestro corazón.

Al reflexionar sobre este mensaje, creo que la Reina de la Paz insiste en nuestro Apostolado: la oración en familia, la oración en comunidad y la Adoración del Santísimo Sacramento. Este mensaje nos recuerda nuevamente que no debemos regir o poner otras cosas antes que la oración y la Adoración. Si nuestra Madre nos esta llamando con tanta persistencia y tanto amor, ¿cómo debe ser nuestra respuesta de amor al reconocer nuestro llamado y nuestro camino? Este llamado y camino son correctos. Tenemos que perseverar en este camino de los mensajes.

Este mes rezaremos por las siguientes intenciones:

  • Por todos los miembros de nuestra comunidad de oración, para que nuestra oración se convierta cada vez más en una reunión con nuestro Dios en el templo de nuestro corazón. Para que aprendamos a orar con el corazón un poco más cada día.
  • Por los videntes y por nuestra comunidad de oración para que, con amor y responsabilidad podamos vivir los mensajes, siendo así testigos con nuestra vida del cambio en el mundo y en la Iglesia. Por todos los peregrinos que sienten el llamado a la conversión, para que puedan encontrar la gracia y una gran inspiración en Medjugorje.
  • Por todos los enfermos y atribulados que se encomiendan a nuestras oraciones, para que encuentren la consolación y la paz. Por todos los sacerdotes y obispos, para que puedan sentir la inspiración de la Reina de la Paz, y responder a Su llamado.

Queridos hermanos y hermanas, hoy la Reina de la Paz nos dice que está con nosotros y nos alienta con amor. Si, esta es también mi oración y mi deseo. Estoy unido a ustedes al orar por ustedes y los animo a aceptar el mensaje de oración y Adoración del Santísimo Sacramento con un gran amor.

Con sinceros saludos de hermandad para ustedes y sus seres queridos, quedo de ustedes sinceramente,


Fr. Jozo Zovko, o.f.m.
Soroki Brijeg
27 de marzo de 2008