domingo, 31 de mayo de 2009

«El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad plena»


Primera Lectura: Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles (2,1-11):                                                                                                                                              
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos
reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento
recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras,
cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en
Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido,
acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en
su propio idioma.                                                                                                                                                                                               Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos
todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar
en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros
vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en
Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos
forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y
cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia
lengua.» Palabra de Dios.



Salmo:

 Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y
34
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la
tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!

Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.
R.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;

envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
R.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.

Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R.
Segunda Lectura:
 Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):

Nadie puede decir: «Jesús es
Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones,
pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En
cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el
cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar
de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos
y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Palabra de Dios.

SECUENCIA
Ven, Espíritu
divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en
tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor
consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que
enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del
alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le
faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu
aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava
las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu
indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,

según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al
esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo
eterno.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san Juan
(20,19-23):

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho
esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»Palabra del Señor.
uigo, el Cartujo, (?-1188), prior de la Gran Cartuja 
Meditación 10

«Este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo
estoy»
  Es necesario seguir a Cristo, es necesario
adherirse a él, y no se le debe abandonar hasta la muerte. Tal como Eliseo dijo
a su maestro: ««Vive el Señor y vive tu alma, que no te dejaré.» (2R 2,2)...
¡Sigamos, pues, a Cristo, y unámonos a él! «¡Qué bueno es Dios para el justo!»
dice el salmista (72,2). «Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene» (Sl
62,9). Y san Pablo añade: «El que se une al Señor se hace un espíritu con él»
(1C 6,17). No solamente un cuerpo, sino un solo espíritu. Del espíritu de Cristo
vive todo su cuerpo; a través del cuerpo de Cristo, se llega al espíritu de
Cristo. Permanece, pues, por la fe en el cuerpo de Cristo y un día serás un solo
espíritu con él. Ya por la fe estás unido a su cuerpo; por la visión estarás
también unido a su espíritu. No es que allá arriba le veremos sin cuerpo, sino
que son nuestros cuerpos los que serán espirituales (1C 15,44).
    
«Padre, dice Cristo, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que
ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea»: esta es la unión que
se realiza por la fe. Y más adelante pide: «Que nuestra unidad sea perfecta  fin
que el mundo lo sepa»: esta es la unión para la visión.
     Esta es la
manera de alimentarse espiritualmente del cuerpo de Cristo: tener en él una fe
pura, buscar siempre el contenido de esta fe por la meditación asidua,
encontrar, a través de la inteligencia, eso que buscamos, amar ardientemente el
objeto de nuestra búsqueda; en la medida de lo posible, imitar al que amamos; e
imitándolo, adherirnos a él constantemente para llegar a la unión eterna.
San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia 
Comentario
al evangelio de Juan, 11, 11; PG 74, 558


San Bruno de Segni (hacia 1045-1123), obispo
Comentario del Éxodo, c. 15

Del Pentecostés judío al Pentecostés
cristiano
     El monte Sinaí es símbolo del monte Sión...
Fijaos hasta que punto las dos alianzas son el eco una de la otra, con que
armonía la fiesta de Pentecostés es celebrada por cada una de ellas... El Señor
bajó, tanto sobre el monte Sión como sobre el monte Sinaí, el mismo día y de
modo semejante...
   Lucas ha escrito: «De pronto vino un ruido del
cielo, como de un viento recio. Los apóstoles vieron aparecer una lenguas, como
llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3)... Sí,
aquí y allí el ruido de un viento recio se dejó oír, un fuego se dejó ver. Pero
en el Sinaí era una nube espesa, sobre el monte Sión el esplendor de una luz muy
brillante. En el primer caso se trataba «de la sombra y la figura» (Hb 8,5), en
el segundo, de la verdadera realidad. En otros momentos se escuchaba el ruido
del trueno, ahora de pueden discernir las voces de los apóstoles. Por un lado,
el resplandor del rayo; por el otro estallan prodigios por todas
partes...
     «Todos salieron del campamento para ir al encuentro del
Señor, al pie de la montaña» (Ex 19,17). Se lee en los Hechos de los Apóstoles:
«Al oír el ruido, acudieron en masa»... De todo Jerusalén el pueblo se reunió al
pie del monte Sión, es decir en el lugar en que Sión, figura de la santa
Iglesia, empezaba a edificarse, a poner sus fundamentos...
     «Todo el
monte Sinaí  humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego,
dice el Éxodo (v. 18)... ¿Podían no quemar los que estaban ardiendo con el gran
fuego del Espíritu Santo? Tal como el humo señala la presencia del fuego, así
también por la seguridad de sus palabras, por la diversidad de lenguas, el fuego
del Espíritu Santo manifestaba su presencia en el corazón de los apóstoles.
¡Dichosos los corazones llenos de este fuego! ¡Dichosos los hombres que ardían
con su calor! «El monte temblaba violentamente. El sonar de la trompeta se hacía
cada vez más fuerte» (v.19)... De la misma manera la voz de los apóstoles y su
predicación se hacían cada vez más fuertes; cada vez más lejos se hicieron
escuchar sus palabras hasta que «su mensaje alcanza a toda la tierra y su voz
llega hasta los límites del orbe» (Sl 18,5).
Para que ellos sean uno como lo somos
nosotros»
     Cuando Cristo se hizo semejante a nosotros,
es decir, se hizo hombre, el Espíritu lo ungió y consagró, aún siendo Dios por
naturaleza... Él mismo santifica su propio cuerpo y todo lo que en la creación
es digno de ser santificado. El misterio ocurrido en Cristo es el principio y el
itinerario de nuestra participación por el Espíritu.
     Para unirnos
también a nosotros, para fundirnos en una unidad con Dios y entre nosotros,
aunque separados por la diferencia de nuestras individualidades, de nuestras
almas y de nuestros cuerpos, el Hijo único inventó y preparó un medio para estar
unidos, gracias a su sabiduría y según el consejo de su Padre. A través de un
solo cuerpo, su propio cuerpo, bendice a los que creen en él en una comunión
mística y hace de todos nosotros un solo cuerpo con él y entre
nosotros.
     ¿Quién podrá separar, quién podrá  privar de su unión
física a los que, a través de este cuerpo sagrado y sólo a través de él, estén
unidos en la unidad de Cristo? Si compartimos un mismo pan, formamos todos un
solo cuerpo (1C 10,17). Porque Cristo no puede ser partido. Por esto también a
la Iglesia se la llama cuerpo de Cristo y a nosotros sus miembros, según la
doctrina de san Pablo (Ef 5,30). Todos unidos a un solo Cristo a través de su
santo cuerpo, le recibimos, único e indivisible, en nuestros propios cuerpos.
Debemos considerar nuestros propios cuerpos como que ya no nos pertenecen.Liturgia siríaca 

Comentario: P.
Joaquim Petit i Llimona LC (Barcelona, España)


«Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por
aquellos que creerán en mí»



Hoy,
encontramos en el Evangelio un sólido fundamento para la confianza: «Padre
santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en
mí...» (Jn 17,20). Es el Corazón de Jesús que, en la intimidad con los
suyos, les abre los tesoros inagotables de su Amor. Quiere afianzar sus
corazones apesadumbrados por el aire de despedida que tienen las palabras y
gestos del Maestro durante la Última Cena. Es la oración indefectible de Jesús
que sube al Padre pidiendo por ellos. ¡Cuánta seguridad y fortaleza encontrarán
después en esta oración a lo largo de su misión apostólica! En medio de todas
las dificultades y peligros que tuvieron que afrontar, esa oración les
acompañará y será la fuente en la que encontrarán la fuerza y arrojo para dar
testimonio de su fe con la entrega de la propia vida.


La contemplación de esta realidad, de esa oración de Jesús
por los suyos, tiene que llegar también a nuestras vidas: «No ruego sólo por
éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...». Esas palabras
atraviesan los siglos y llegan, con la misma intensidad con que fueron
pronunciadas, hasta el corazón de todos y cada uno de los creyentes.


En el recuerdo fresco de la última visita de Juan Pablo II a
España, encontramos en las palabras del Papa el eco de esa oración de Jesús por
los suyos: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón -dijo el
Pontífice ante más de un millón de personas-. El recuerdo de estos días se hará
oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la
esperanza cristiana que no defrauda». Y ya no tan cercano, otro papa hacía una
exhortación que nos llega al corazón después de muchos siglos: «No hay ningún
enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no le
ayude la oración de Cristo. Ya que si ésta fue de provecho para los que se
ensañaron con Él, ¿cuánto más lo será para los que se convierten a Él?» (San
León Magno).


Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona,
España)


«‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice
Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’»



Hoy hemos
de agradecer a san Juan que nos deje constancia de la íntima conversación entre
Jesús y Pedro: «‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor,
tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’» (Jn
21,15). —Desde los más pequeños, recién nacidos a la Vida de la Gracia... has de
tener cuidado, como si fueras Yo mismo... Cuando por segunda vez... «le dice
Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’», Él le está diciendo a Simón Pedro: —A todos los
que me sigan, tú los has de presidir en mi Amor, debes procurar que tengan la
caridad ordenada. Así, todos conocerán por ti que me siguen a Mí; que mi
voluntad es que pases por delante siempre, administrando los méritos que —para
cada uno— Yo he ganado.


«Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez:
‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’»
(Jn 21,17). Le hace rectificar su triple negación y, solamente
recordarla, le entristece. —Te amo totalmente, aunque te he negado..., ya sabes
cómo he llorado mi traición, ya sabes cómo he encontrado consuelo solamente
estando con tu Madre y con los hermanos.


Encontramos consuelo al recordar que el Señor estableció el
poder de borrar el pecado que separa, mucho o poco, de su Amor y del amor a los
hermanos. —Encuentro consuelo al admitir la verdad de mi alejamiento respecto de
Ti y al sentir de tus labios sacerdotales el «Yo te absuelvo» “a modo de
juicio”.


Encontramos consuelo en este poder de las llaves que
Jesucristo otorga a todos sus sacerdotes-ministros, para volver a abrir las
puertas de su amistad. —Señor, veo que un desamor se arregla con un acto de amor
inmenso. Todo ello, nos conduce a valorar la joya inmensa del sacramento del
perdón para confesar nuestros pecados, que realmente son “des-amor”.
San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de
Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 88 sobre el evangelio de Juan;
PG 59, 477

«El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn
10,11)
     Lo que por encima de todo nos atrae el
beneplácito de lo alto es la solicitud hacia nuestro prójimo. Por esto Cristo
exige a Pedro esta disposición: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él
le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Y Jesús le dice: Apacienta mis
ovejas». ¿Por qué Jesús, dejando de lado a los demás apóstoles, se dirige a
Pedro para su propósito? Es porque Pedro era el primero de entre los apóstoles,
su  portavoz, la cabeza del colegio, de tal manera que un día el mismo Pablo le
consultó antes que a los demás (Ga 1,18). Para enseñar a Pedro que debía tener
confianza y que sus negaciones habían sido olvidadas, Jesús le da ahora la
primacía entre sus hermanos. No menciona su negación y no le avergüenza del
pasado. «Si me amas, le dice, sé el primero entre tus hermanos; y da prueba
ahora del amor ferviente que con tanto gozo siempre me has manifestado. La vida
que tú dijiste estabas dispuesto a dar por mí, dala por mis
ovejas»...
 Pero Pedro se turba ante el pensamiento que podía, él
mismo, tener la impresión de no ser auténtico su amor y, realmente, no serlo. De
la misma manera, se dice, que estaba seguro y afirmativo de mí mismo en el
pasado, ahora estoy confuso. Jesús le pregunta tres veces, y tres veces le
ordena lo mismo. Es así como le enseña qué precio él mismo concede al cuidado de
sus ovejas puesto que hace de ello la prueba más grande de amor hacia él.
¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido» (Lc
15,6)
     En el día de la Ascensión, oh Cristo Rey
los
ángeles y los hombres te aclaman:
«Tú eres santo, Señor, porque has
descendido y has salvado a Adán,
al hombre hecho de polvo (Gn 2,7),
del
abismo de la muerte y del pecado,
y por tu santa Ascensión, oh Hijo de Dios,

los cielos y la tierra entran a gozar de la paz.
¡Gloria a aquél que has
enviado!»
La Iglesia ha visto a su Esposo en la gloria,
y ha olvidado los
sufrimientos soportados en el Gólgota.
En lugar del peso de la cruz que
llevaba
es una nube luminosa la que lo lleva.
Y él se levanta, vestido de
esplendor y majestad.
   Un gran prodigio tiene lugar hoy en el monte
de los Olivos:
¿Quién es capaz de decirlo?...
Nuestro maestro había
descendido buscando a Adán
y después de haber encontrado al que estaba
perdido,
lo trae sobre sus espaldas
y glorioso lo introduce en el cielo
con él (cf Lc 15, 4s).
Vino y nos mostró que era Dios;
se revistió de un
cuerpo y nos mostró que era hombre;
descendió a los infiernos y mostró que
había muerto;
subió y ha sido exaltado y nos ha mostrado cuán grande
es.
¡Bendita sea su exaltación!
  En el día de su nacimiento, María
se alegra,
en el día de su muerte, la tierra tiembla,
en el día de su
resurrección, el infierno se aflige,
en el día de su ascensión, el cielo
exulta.
¡Bendita sea su Ascensión!
«El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad
plena»
     «¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el
espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce
sólo el Espíritu de Dios» (1 C 2,11). Apresúrate, pues, a participar del
Espíritu Santo: cuando se le invoca, ya está presente; es más, si no hubiera
estado presente no se le habría podido invocar. Cuando se le llama, viene, y
llega con la abundancia de las bendiciones divinas. Él es aquella impetuosa
corriente que alegra la ciudad de Dios (sl 45, 5). Si al venir te encuentra
humilde, sin inquietud, lleno de temor ante la palabra divina, se posará sobre
ti y te revelará lo que Dios esconde a los sabios y entendidos de este mundo (Mt
11,25). Y, poco a poco, se irán esclareciendo ante tus ojos todos aquellos
misterios que la Sabiduría reveló a sus discípulos cuando convivía con ellos en
el mundo, pero que ellos no pudieron comprender antes de la venida del Espíritu
de verdad, que debía llevarlos hasta la verdad plena...

     Así como
aquellos que quieren adorarle deben hacerlo en espíritu y verdad, del mismo modo
los que desean conocerlo deben buscar en el Espíritu Santo la inteligencia de la
fe... En medio de las tinieblas de las ignorancias de esta vida, el Espíritu
Santo es, para los pobres de Espíritu (Mt 5,3), luz que ilumina, caridad que
atrae, dulzura que seduce, amor que ama, camino que conduce a Dios, devoción que
se entrega, piedad intensa. El Espíritu Santo, al hacernos crecer en la fe,
revela a los creyentes la justicia de Dios, da gracia tras gracia (Jn 1,16) y,
por la fe que nace del mensaje, hace que los hombres alcancen la plena
iluminación
Guillermo de san Teodorico
El Espejo de la fe 

Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins
de Rei-Barcelona, España)


«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»



Hoy
contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En
estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra
esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se
expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de poco ya no me veréis,
y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)— concentra la
tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida
cotidiana.


Los cristianos del siglo XXI sentimos la misma urgencia que
los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar
su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y
caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros,
que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero
esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su
presencia segura entre nosotros.


Esta presencia, así nos lo recordadaba Juan Pablo II en su
última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta
—específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta
verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra
en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con
alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del
Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’
(Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo,
“misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir
de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les
abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)».


Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que
se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios;
comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo
llene de luz nuestra búsqueda de Dios.

Comentario: Rev. D. Pere Oliva i March (Sant Feliu de
Torelló-Barcelona, España)


«Padre, ha llegado la hora»



Hoy, el
Evangelio de san Juan -que hace días estamos leyendo- comienza hablándonos de la
"hora": «Padre, ha llegado la hora» (Jn 17,1). El momento culminante, la
glorificación de todas las cosas, la donación máxima de Cristo que se entrega
por todos... "La hora" es todavía una realidad escondida a los hombres; se
revelará a medida que la trama de la vida de Jesús nos abre la perspectiva de la
cruz.


¿Ha llegado la hora? ¿La hora de qué? Pues ha llegado la
hora en que los hombres conocemos el nombre de Dios, o sea, su acción, la manera
de dirigirse a la Humanidad, la manera de hablarnos en el Hijo, en Cristo que
ama.


Los hombres y las mujeres de hoy, conociendo a Dios por
Jesús («las palabras que tú me diste se las he dado a ellos»: Jn 17,8),
llegamos a ser testigos de la vida, de la vida divina que se desarrolla en
nosotros por el sacramento bautismal. En Él vivimos, nos movemos y somos; en Él
encontramos palabras que alimentan y que nos hacen crecer; en Él descubrimos qué
quiere Dios de nosotros: la plenitud, la realización humana, una existencia que
no vive de vanagloria personal sino de una actitud existencial que se apoya en
Dios mismo y en su gloria. Como nos recuerda san Ireneo, «la gloria de Dios es
que el hombre viva». ¡Alabemos a Dios y su gloria para que la persona humana
llegue a su plenitud!


Estamos marcados por el Evangelio de Jesucristo; trabajamos
para la gloria de Dios, tarea que se traduce en un mayor servicio a la vida de
los hombres y mujeres de hoy. Esto quiere decir: trabajar por la verdadera
comunicación humana, la felicidad verdadera de la persona, fomentar el gozo de
los tristes, ejercer la compasión con los débiles... En definitiva: abiertos a
la Vida (en mayúscula).


Por el espíritu, Dios trabaja en el interior de cada ser
humano y habita en lo más profundo de la persona y no deja de estimular a todos
a vivir de los valores del Evangelio. La Buena Nueva es expresión de la
felicidad liberadora que Él quiere darnos.

Comentario: Rev. D. Fidel Catalan i Catalan
(Terrassa-Barcelona, España)


«Lo ha escrito y nosotros sabemos que su testimonio es
verdadero»



Hoy leemos
el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice
que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento
voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y
los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el
texto que hoy proclamamos en la liturgia.


La figura del discípulo amado es central en este fragmento y
aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el
discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo
discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a
dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor
Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.


«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn
21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el
espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en
la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión.
Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque
glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en
medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros
puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el
Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.


Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la
Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo:
el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el
piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes
luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén)

Lunes de la novena semana del tiempo ordinario - (1 - Junio - 2009)  Marcos 12,1-12: : Lo
cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de
la viña  Descarga MP3 Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: "Un
hom­bre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una
to­rre para vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de
via­je. A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de
cosecha que le correspondía. Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo
enviaron con las manos vacías. Entonces el dueño mandó otro criado, pe­ro a este
lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó otro, y a este lo ma­taron.
Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el
último, pensando: ’Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero los labradores se
dijeron unos a otros: ’Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.’
Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña. ¿Qué
hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña
a otros. ¿No habéis leído lo que dicen las Escritu­ras?: La piedra que
despreciaron los constructores es ahora la piedra prin­cipal. Esto lo ha hecho
el Señor y nosotros estamos maravillados."’ Qui­sieron entonces apresar a Jesús,
porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la
gente, le dejaron y se fueron.

Solemnidad de Pentecostés (31 - Mayo - 2009) Jn 20,19-23 : Como el
Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros Descarga MP3

Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los
discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó
diciendo: “¡Paz a vosotros!” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y
ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo: “¡Paz a vosotros!
Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.” Dicho esto, sopló
sobre ellos y añadió: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán
sin perdonar.

Sábado de la séptima semana de Pascua (30 - Mayo - 2009) Jn 21,20-25 : Éste es el
mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito Descarga MP3 Cuando Pedro le vio, preguntó a Jesús: “Señor, ¿y qué hay de
éste?” Jesús le contestó: “Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te
importa a ti? Tú sígueme.” Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que
aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho que no moriría, sino: “Si
yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te importa a ti?” Éste es el
mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito. Y sabemos que
dice la verdad. Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una
por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.  

Viernes de la séptima semana de Pascua (29 - Mayo - 2009)  Jn 21,15-19 : Apacienta
mis ovejas
 Descarga MP3  Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: “Simón,
hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes
que te quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos.” Volvió a preguntarle: “
Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te
quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.” Por tercera vez le preguntó:
“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro, entristecido porque Jesús le
preguntaba por tercera vez si le quería, le contestó: “Señor, tú lo sabes todo:
tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que
cuando eras más joven te vestías para ir a donde querías; pero cuando seas
viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras
ir.” Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro había de
morir, y cómo iba a glorificar a Dios con su muerte. Después le dijo:
“¡Sígueme!

Jueves de la séptima semana de Pascua (28 - Mayo - 2009) Jn 17,20-26 : Que
lleguen a ser perfectamente uno  Descarga MP3

En aquel tiempo dijo Jesús: “No te ruego solamente por éstos, sino
también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que
todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también
ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado
la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola, cosa como tú y yo somos
una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno
y así el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí. Padre,
tú me los confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que
vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la
creación del mundo. Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te
conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién
eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo
mismo esté en ellos.”                                                                                           Miercoles de la séptima semana de Pascua (27 - Mayo - 2009)  Jn 17,11b-19 : Padre
santo, guárdalos en tu nombre  Descarga MP3

En aquel tiempo dijo Jesús: “Padre santo, cuídalos con el poder de
tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como
tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con
el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió,
sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la
Escritura. Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo,
para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he
comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los
protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo.
Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me
enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí
mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.

Martes de la séptima semana de Pascua (26 - Mayo - 2009)



Jn 17,1-11a : Padre, la
hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo Descarga MP3


Habiendo dicho estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo: “Padre, la
hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a
ti. Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todos los hombres, para que dé
vida eterna a los que le confiaste. Y la vida eterna consiste en que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste. Yo te he
glorificado aquí en el mundo, pues he terminado lo que me encargaste que
hiciera. Ahora pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía
contigo desde antes que existiera el mundo. A los que del mundo escogiste para
confiármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los confiaste y
han hecho caso a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me confiaste viene de
ti, pues les he dado el mensaje que me diste y lo han aceptado. Han comprendido
que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste. Te ruego por
ellos. No ruego por los que son del mundo, sino por los que me confiaste, porque
son tuyos. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en
ellos. Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo,
mientras que yo voy para estar contigo.”

Lunes de la séptima semana de Pascua (25 - Mayo - 2009) Jn 16,29-33 : Tened
valor, yo he vencido al mundo Descarga MP3

Entonces dijeron sus discípulos: “Ahora estás hablando con
claridad, sin usar comparaciones. Ahora vemos que sabes todas las cosas y que no
es necesario que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que has venido de
Dios.” Jesús les contestó: “¿Así que ahora creéis? Pues llega la hora, y ya es
ahora mismo, cuando os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo.
Aunque no estoy solo, puesto que el Padre está conmigo. Os digo todo esto para
que encontréis paz en vuestra unión conmigo. En el mundo habréis de sufrir, pero
tened valor, yo he vencido al mundo.”
Solemnidad de la Ascensión - Ciclo B (24 - Mayo - 2009) Descarga MP3 Marcos 16,15-20


Jesús les dijo: “Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena
noticia. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será
condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán
demonios; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes con las manos; si beben
algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los
sanarán.” Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a
la derecha de Dios. Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el
mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con
señales milagrosas.

Sábado de sexta semana de Pascua (23 - Mayo - 2009) Descarga MP3 Juan 16,23b-28                                                                                                                                         En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que el Padre os dará todo
lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre:
pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he dicho estas
cosas por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no usaré de
comparaciones, sino que os hablaré claramente acerca del Padre. Aquel día le
pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré por vosotros al Padre, porque
el Padre mismo os ama. Os ama porque vosotros me amáis a mí y habéis creído que
he venido de Dios. Salí del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo
para volver al Padre.

Viernes de la sexta semana de Pascua (22 - Mayo - 2009)



Jn 16,20-23a : Una
alegría que nadie os podrá quitarDescarga MP3


En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que vosotros lloraréis y
estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo,
aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando una
mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero cuando ya
ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la alegría de que
un niño haya venido al mundo. Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo
volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría
que nadie os podrá quitar. Aquel día ya no me preguntaréis nada.”

Mateo 5,13-16 Descarga
MP3
Mateo 5,13-16:"Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser
salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la
ca­lle y la gente la pisotea. "Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad
situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende
para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a
todos los que están en la casa. Del mismo modo, procu­rad que vuestra luz brille
delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro
Padre que está en el cielo.                                                                                                                                                                                                                                
Marcos 12,1-12Descarga
MP3
Marcos 12,1-12: Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: "Un
hom­bre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una
to­rre para vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de
via­je. A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de
cosecha que le correspondía. Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo
enviaron con las manos vacías. Entonces el dueño mandó otro criado, pe­ro a este
lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó otro, y a este lo ma­taron.
Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el
último, pensando: ’Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero los labradores se
dijeron unos a otros: ’Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.’
Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña. ¿Qué
hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña
a otros. ¿No habéis leído lo que dicen las Escritu­ras?: La piedra que
despreciaron los constructores es ahora la piedra prin­cipal. Esto lo ha hecho
el Señor y nosotros estamos maravillados."’ Qui­sieron entonces apresar a Jesús,
porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la
gente, le dejaron y se fueron.

 Aristóteles  Sobre la amistad  Descarga
MP3


Así pues los que aman por la utilidad buscan lo que les conviene.
Los que aman por el placer [buscan] lo que les es agradable. No aman al amigo
porque es él, sino en la medida en que les es útil o agradable. Estas amistades
nacen accidentalmente; no aman a su amigo por lo que es, sino porque es capaz de
procurarles alguna ventaja o algún placer. Estas amistades son muy frágiles,
porque los amigos no siempre permanecen iguales; cuando ya no son útiles ni
agradables, dejan de amarse. [...]


La amistad
perfecta es la de los hombres buenos y la de los que se unen por la virtud. En
efecto, éstos se desean mutuamente un bien semejante en la medida en que son
buenos, y son buenos en sí mismos. Pero la cima de la amistad es querer el bien
de los amigos por sí mismos, porque esta disposición es esencial, no accidental.
Una amistad de esta clase se mantiene en tanto que los amigos son buenos, y la
virtud es estable. Además, cada uno de los amigos es bueno a la vez de una
manera absoluta y en relación con su amigo, porque los buenos lo son
absolutamente hablando, y además útiles para sus amigos. Lo mismo sucede con el
placer: los buenos son agradables de un modo absoluto y agradables los unos a
los otros. Como cada uno halla su placer en los actos que le convienen, o actos
semejantes, los buenos [realizan actos] idénticos o semejantes.


Por consiguiente, esta amistad es duradera. Contiene en sí misma
todas las condiciones de la amistad, ya que toda amistad se funda sobre el bien
o sobre el placer, ya absolutamente, ya con relación al amigo y según una cierta
semejanza. Todas estas condiciones existen en la amistad tal como la acabamos de
describir, y se deben a la naturaleza misma de los amigos, semejantes en este
punto como en los otros, porque lo que es bueno absolutamente es también
agradable absolutamente. Esto es pues lo más amable, y la amistad entre tales
amigos es la más elevada y la mejor. Es natural que estas amistades sean raras,
porque los hombres así son poco numerosos. Además es necesario [consagrarle]
tiempo y tener una vida en común: según el proverbio, no es posible conocerse
los unos a los otros antes de haber consumido en común muchas medidas de sal.
Por consiguiente, no hay que aceptar a uno [como amigo] ni unirse a él antes de
haber comprobado por ambas partes que es digno de confianza y de amistad. Los
que precipitadamente se dan muestras de amistad, quieren ser amigos, pero no lo
son realmente, a menos que sean también amables y que lo sepan. El deseo de
amistad nace en seguida, pero no ocurre lo mismo con la amistad. Esta, para ser
perfecta, necesita tiempo y otras condiciones, nace de todo esto y de las
cualidades semejantes que deben poseer los amigos.





Ética a Nicómaco, Vlll, 2 y 3. (R. Verneaux, Textos de los grandes
filósofos: edad antigua, Herder, Barcelona 1982, 5ª. ed., p.90-92).                                         Dietrich BONHOEFFERDescarga
MP3 
La union con Jesucristo                                                                                                                                                         Probablemente no
exista ningún cristiano a quien Dios no conceda, al menos una vez en la vida, la
gracia de experimentar la felicidad que proporciona una verdadera comunidad
cristiana. Sin embargo, tal experiencia constituye un acontecimiento excepcional
añadido gratuitamente al pan diario de la vida cristiana en común. No tenemos
derecho a exigir tales experiencias, ni convivimos con otros cristianos gracias
a ellas. Más que la experiencia de la fraternidad cristiana, lo que mantiene
unidos es la fe firme y segura que tenemos en esa fraternidad. El hecho de que
Dios haya actuado y siga quenendo obrar en todos nosotros es to que aceptamos
por la fe como su mayor regalo; to que nos llena de alegría y gozo; to que nos
permite poder renunciar a todas las experiencias a las que él quiere que
renunciemos.


“¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en
armonía!”. Así celebra la sagrada Escritura la gracia de poder vivir unidos bajo
la autoridad de la palabra. Interpretando más exactamente la expresión « en
armoma», podemos decir ahora: es dulce para los hermanos vivir juntos por
Cristo, porque únicamente Jesucristo es el vínculo que nos une. «Él es nuestra
paz». Sólo por él tenemos acceso los unos a los otros y nos regocijamos unidos
en el gozo de la comunidad reencontrada.


Dietrich BONHOEFFER Vida en
comunidad,
Salamanca, Sígueme 1982, 9.27.


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