lunes, 25 de mayo de 2009

«¡Ánimo!: yo he vencido al mundo»

Lunes de la Séptima semana de Pascua : Jn 16,29-33 
San Juan de la Cruz (1542-1591),
carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Dichos de luz y amor


«Lloraréis y os lamentaréis, y
el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en
gozo»


     Procure conservar el corazón
en paz; no le desasosiegue ningún suceso del mundo; mire que todo se ha de
acabar.
No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios. Deseche las
advertencias de las cosas y traiga paz y recogimiento en el corazón.
     Si
quieres que en tu espíritu nazca la devoción y que crezca el amor de Dios y
apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo apetito y asentimiento y
pretensión, de manera que no se te dé nada por nada. Porque así como el enfermo,
echado fuera el mal humor, luego siente el bien de la salud y le nace gana de
comer, así tú convalecerás en Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque
más hagas, no aprovecharás.
     Entra en cuenta con tu razón para hacer
lo que ella te dice en el camino de Dios, y te valdrá más  para con tu Dios que
todas las obras que sin esta advertencia haces y que todos los sabores
espirituales que pretendes.

El cielo es firme y no está sujeto a generación,
y las almas que son de naturaleza celestial son firmes, no están sujetas a
engendrar apetitos ni otra cualquier cosa, porque se parecen a Dios en su
manera, que no se mueven para siempre.© evangeli.net


Día litúrgico: Lunes VII de
Pascua



Texto del Evangelio (Jn 16,29-33):  
En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y
no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que
nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les
respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os
dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo,
porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en
mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al
mundo».


Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit
de Voltregà-Barcelona, España)


«¡Ánimo!: yo he vencido al mundo»



Hoy
podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay
muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos recibir de la
vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del
capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de
todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No
obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la
plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud
interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle
enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro,
precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de
unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?


Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!:
yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y
Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos,
aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado
todas las dificultades.


Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha
vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas
muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio
Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación
de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que
experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?


Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos
amó» (Rom 8,37). Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros
«ha hecho (...) cosas grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para
superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo nos comunica su
Espíritu Santo.Domingo de la 7ª semana de Pascua. La Ascensión del Señor


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Primera Lectura:

 Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles (1,1-11):


En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de
todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones
a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al
cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que
estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de
Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén;
aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan
bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu
Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a
restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer
los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el
Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del
mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de
la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos
hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí
plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo
volverá como le habéis visto marcharse.»

Palabra de Dios


Salmo:

 Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9

R. Dios asciende
entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas


Pueblos todos
batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es
sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.

Dios
asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para
Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es
el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las
naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.


Segunda Lectura:

 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Efesios (1,17-23):


Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo.
Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a
la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y
cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos,
según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo
de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo
principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido,
no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo
dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo
acaba todo en todos.

Palabra de Dios


Evangelio:

 Conclusión del santo evangelio según san
Marcos (16,15-20):


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y
les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El
que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A
los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en m¡ nombre,
hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno
mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán
sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la
derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y
el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los
acompañaban.

Palabra del Señor.

Enviados a todo el Mundo





      Dice un dicho que generalmente, cuando los hombres buscan un salvador,
terminan encontrando un dueño. Así ha sido muchos veces a lo largo de la
historia. De modo que los líderes terminan por anular a los que se definen como
sus seguidores. Reúnen en sus manos todo el poder. Y terminan por abusar de él. Y todo con la aquiescencia y
conformidad de sus súbditos. Porque lo que dice el líder se convierte
automáticamente en una especie de Palabra de Dios que no puede ni debe ser
discutida. Sólo puede ser obedecida, asimilada, cumplida.  La actitud del
seguidor es totalmente pasiva.
      La imagen tradicional con que se ha
solido representar la escena de la fiesta que hoy celebramos tiene,
desgraciadamente, algo de parecido con lo dicho más arriba. Representa a los
discípulos mirando al cielo en donde se ve desaparecer a Jesús en una nube. Es
el momento de la despedida, del adiós final. El líder se va, desaparece. Y, como
consecuencia, los discípulos quedan desamparados, solos, abandonados. Las
miradas se dirigen hacia arriba. Es como si les fuese su única conexión con la
realidad, como si perdiesen el nexo vital que daba sentido a su vida.


¿Qué hacéis ahí
plantados?

      Nada que ver esa imagen con lo que cuenta el
Evangelio y la primera lectura del libro de los Hechos. La pregunta de los dos
hombres vestidos de blanco a los discípulos es la crítica a esa actitud devota y
sumisa, que anula la libertad y la iniciativa de las personas: “Galileos, ¿qué
hacéis ahí plantados mirando al cielo?” Tampoco el Evangelio nos habla de una
actitud pasiva por parte de los apóstoles. Exactamente lo contrario. Jesús los invita a ponerse en
movimiento: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.”
Hay mucho que hacer. Hay una buena nueva que anunciar a todos, hombres y
mujeres. Es urgente.
      La fiesta de la Ascensión marca prácticamente el
final de las celebraciones de la Pascua. Ese tiempo privilegiado en el que los
discípulos vivieron con claridad meridiana la experiencia de la resurrección del
Señor, de que no todo había terminado en el Calvario. De que lo que había podido
parecer un fracaso no lo fue porque Dios había resucitado a Jesús. Porque de
nuevo, con brazo extendido y mano poderosa, como había rescatado a los
israelitas de la opresión en Egipto, había actuado en favor de su hijo Jesús. Y
así había marcado el comienzo de una nueva era, el tiempo del Reino, el tiempo
en el que Dios va a actuar definitivamente en favor de sus hijos, en favor de la
vida y en contra de los poderes de la muerte, el odio y el pecado.

Anunciar el Evangelio
      Pero el final de
las celebraciones pascuales no es tal sino el comienzo de una nueva etapa que
lleva consigo una tarea. Los discípulos son enviados. Van a pregonar el
Evangelio por todas partes. Es un Evangelio de liberación, es una buena nueva
que crea esperanza en los que la acogen, que salva y reconcilia, que crea
fraternidad y destruye el odio y la violencia.
      La actitud de los
discípulos no es la de los súbditos que quedan desconcertados ante la ausencia
del líder. Ahora son ellos los que pasan a la primera línea del
anuncio. Ahora son ellos los que deben asumir la responsabilidad de anunciar la
buena nueva a todos y en todas partes. Son libres y libremente han de tomar sus
decisiones, han de crear comunidades, han de comunicar la salvación. Son libres
y responsables.
      Lo suyo no es quedarse mirando al cielo sino ponerse
manos a la obra, caminar los caminos de este mundo, mancharse con el barro de la
vida, tocar con la misericordia de Dios las vidas de todos aquellos con los que
se encuentren. Con la confianza de que el Señor cooperará siempre confirmando la
palabra con sus señales, como termina el Evangelio de este domingo.
     
Que el Señor nos dé espíritu de sabiduría para conocerlo, que ilumine los ojos
de nuestro corazón y comprendamos la esperanza a la que nos llama, la misión a
la que nos envía, la libertad que nos ha regalado. Que asumamos nuestra
responsabilidad como evangelizadores, como anunciadores de la buena nueva de la
salvación. Que, como una comunidad de iguales, siempre en diálogo, pongamos
todos –laicos, religiosos, sacerdotes, obispos– todas nuestras fuerzas al
servicio del Evangelio, porque eso y no otra cosa debería ser la Iglesia.
Sábado de la 6ª semana de Pascua

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Primera Lectura:

 Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles 18,23-28


Pasado algún tiempo en Antioquía, emprendió Pablo
otro viaje y recorrió Galacia y Frigia, animando a los discípulos.
Llegó
a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy
versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor, y era muy
entusiasta; aunque no conocía más que el bautismo de Juan, exponía la vida de
Jesús con mucha exactitud.
Apolo se puso a hablar públicamente en la
sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron por su cuenta y le
explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los
hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran
bien. Su presencia, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de
los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando
con la Escritura que Jesús es el Mesías.

Palabra de Dios.


Salmo:

 Sal 46,2-18-9.10

R. Dios es el rey del
mundo.


Pueblos todos,
batid palmas,
aclamad a Dios con gritos
de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la
tierra. R.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con
maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono
sagrado. R.

Los príncipes de los entiles se reúnen con el pueblo
del Ros de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es
excelso. R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san Juan
16, 23b-28


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Yo
os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora
no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra
alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en
que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre
claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré
al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis
y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra
vez dejo el mundo y me voy al Padre.»
Palabra del Señor.
San Anselmo (1033-1109), monje, obispo, doctor de la Iglesia
Proslogion, 26

«Os llenaréis de gozo»
     Señor Dios mío, mi
esperanza y gozo de mi corazón, di a mi alma si su gozo es el mismo que nos has
dicho por medio de tu Hijo: «Pedid y recibiréis y vuestro gozo será completo».
En efecto, he encontrado un gozo completo y más que completo, porque el corazón,
el espíritu, el alma, todo mi ser se ha llenado de este gozo y veo que todavía
crecerá sin medida. No es que sea él el que va a entrar en los que se alegran,
sino que más bien serán ellos los que entrarán en él con todo su
ser.
     ¡Habla, Señor! Di a tu servidor, en el fondo de su corazón, si
el gozo que experimento es el mismo gozo en el que entrarán los que gustarán el
mismo gozo que su maestro (Mt 25,21). Mas, si este gozo que experimentarán tus
siervos «ningún ojo vio, ningún oído escuchó, ni el corazón del hombre puede
pensarlo» (1C 2,9), te pido, Dios mío, me concedas conocerte, amarte, para que
mi gozo sea estar en ti.
     Y si en esta vida no lo puedo obtener
plenamente, hazme adelantar de manera que un día entre plenamente en este tu
gozo. Que crezca aquí abajo mi conocimiento de ti para que pueda llegar a la
plenitud donde tú estás. Que mi amor aquí, crezca a fin de ser total allá
arriba. Que ahora mi gozo sea inmenso en esperanza, para ser entonces total en
realidad. Señor, tú quieres que por tu Hijo te pidamos, y nos prometes recibir
lo que pedimos a fin de que nuestro gozo sea completo... ¡Haz crecer en mí el
hambre de este gozo, para que entre en él!

Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano
(Cervera-Lleida, España)


«Salí del Padre (...) y voy al Padre»



Hoy, en
vigilias de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas
palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más
preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y
he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn
16,28).


No debiera dejar de resonar en nosotros esta gran verdad de
la segunda Persona de la Santísima Trinidad: realmente, Jesús es el Hijo de
Dios; el Padre divino es su origen y, al mismo tiempo, su destino.


Para aquellos que creen saberlo todo de Dios, pero dudan de
la filiación divina de Jesús, el Evangelio de hoy tiene una cosa importante a
recordar: “aquel” a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a
Jesús; es, por tanto, el Padre de los creyentes. Con esto se nos dice claramente
que sólo puede conocerse a Dios de verdad si se acepta que este Dios es el Padre
de Jesús.


Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto
fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por
el Espíritu Santo. Esto esconde un misterio bellísimo para nosotros: esta
paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la adopción
humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un
nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia
divina ya no es un extraño.


Por esto, en el día de la Ascensión se nos recordará en la
Oración Colecta de la Misa que todos los hijos hemos seguido los pasos del Hijo:
«Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia
de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria,
y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también
nosotros como miembros de su cuerpo». En fin, ningún cristiano debiera
“descolgarse”, pues todo esto es más importante que participar en cualquier
carrera o maratón, ya que la meta es el cielo, ¡Dios mismo!
Viernes de la 6ª semana de Pascua.

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Primera Lectura:

 Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles 18, 9-18


Estando Pablo en Corinto, una noche le dijo el
Señor en una visión:
- «No temas, sigue hablando y no te calles, que yo
estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son
pueblo mío.»
Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra
de Dios.
Pero, siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se
abalanzaron en masa contra Pablo, lo condujeron al tribunal y lo
acusaron:
- «Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la
Ley.»
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los
judíos:
- «Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería
razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de
vuestra ley, arreglaos vosotros. Yo no quiero meterme a juez de esos
asuntos.»
Y ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a
Sostenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal.
Galión no hizo caso.
Pablo se quedó allí algún tiempo; luego se despidió
de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se
afeitó la cabeza, porque había hecho un voto.
Palabra de
Dios


Salmo:

 Sal 46, 2-3, 4-5. 6-7

R. Dios es el
rey del mundo


Pueblos todos,
batid palmas,
aclamad a Dios con
gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda
la tierra. R.

Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las
naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob,
su amado.
R.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor,
al son de
trompetas:
tocad para Dios,
tocad,
tocad para nuestro Rey,
tocad.
R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san Juan
16, 20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-
«Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará
alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en
alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha
llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por
la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís
tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os
quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»
Palabra del
Señor






22 Mayo                    



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más cosas a propósito de los Santos del día


Santa Rita de Casia


Santa Rita nació en 1381 junto a Casia, su
segunda patria, en la hermosa Umbría, tierra de Santos: Benito, Escolástica,
Francisco, Clara, Angela, Gabriel... Santa Rita pertenece a esa insigne pléyade
de mujeres que pasaron por todos los estados: fue un modelo extraordinario de
esposa, de madre, de viuda y de monja.


Por otra parte, pocos santos han gozado de
tanta devoción como Santa Rita, Abogada de los imposibles. Su pasión favorita
era meditar la Pasión de Jesús.   Se casa con Pablo Fernando, de su aldea natal.
Fue un verdadero martirio, Rita acepta su papel: callar, sufrir, rezar. Su
bondad y paciencia logran la conversión de su esposo.


Nacen dos gemelos que les llenan de alegría. A
la paz sigue la tragedia. Su esposo cae asesinado, como secuela de su antigua
vida. Rita perdona y eso mismo inculca a sus hijos. Y sucede ahora una escena
incomprensible desde un punto de vista natural.


Al ver que no puede conseguir que abandonen la
idea de venganza, pide al Señor se los lleve, por evitar un nuevo crimen, y el
Señor atiende su súplica.    Tres veces desea entrar en las Agustinas de Casia,
y las tres veces es rechazada.


Por fin, con un prodigio que parece arrancado
de las Florecillas, se le aparecen San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino y en voladas es introducida en el monasterio. Es admitida, hace la
profesión ese mismo año de 1417, y allí pasa 40 años, sólo para Dios.   Recorrió
con ahínco el camino de la perfección, las tres vías de la vida espiritual,
purgativa, iluminativa y unitiva. Ascetismo exigente, humildad, pobreza,
caridad, ayunos, cilicio, vigilias.


Las religiosas refieren una hermosa
Florecilla. La Priora le manda regar un sarmiento seco. Rita cumple la orden
rigurosamente durante varios meses y el sarmiento reverdece.   Jesús no ahorra a
las almas escogidas la prueba del amor por el dolor. Rita, como Francisco de
Asís, se ve sellada con uno de los estigmas de la Pasión: una espina muy
dolorosa en la frente.


Hay solicitaciones del demonio y de la carne,
que ella calmaba aplicando una candela encendida en la mano o en el pie. Pruebas
purificadoras, miradas desconfiadas, sonrisas burlonas. Rita mira al Crucifijo y
en aquella escuela aprende su lección.   La hora de su muerte nos la relatan
también llena de deliciosos prodigios.


En el jardín del convento nacen una rosa y dos
higos en pleno invierno para satisfacer sus antojos de enferma. Al morir, la
celda se ilumina y las campanas tañen solas a gloria. Su cuerpo sigue
incorrupto.   Cuando Rita murió, la llaga de su frente resplandecía en su rostro
como una estrella en un rosal. Era el año 1457.   León XIII la canonizó el
1900.




  Oremos

Te pedimos, Dios nuestro, que nos muestres el
camino de la sabiduría y nos concedas con generosidad la fortaleza que
caracterizó a Santa Rita  para que, unidos en Cristo, seamos pacientes en los
sufrimientos, y así podamos participar también del misterio de su Pascua. Por el
mismo Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo vive y
reina en unidad, y es Dios, por los siglos de los
siglos.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la
Iglesia
Sermones sobre el evangelio de san Juan

«Volveré a veros y se alegrará vuestro
corazón»
     El Señor dijo: «Dentro de poco ya no me
veréis; dentro de otro poco, me veréis» (Jn 16,16). Eso que él llama un poco, es
todo el espacio de nuestro tiempo actual, eso que el evangelista Juan dice en su
carta: «Es la última hora» (1Jn 2,18). Esta promesa... va dirigida a toda la
Iglesia, como también esta otra promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). El Señor no podía retrasar su
promesa: dentro de poco tiempo y le veremos y ya no tendremos nada que pedirle,
ninguna pregunta para hacerle porque ya todos nuestros deseos se verán
satisfechos, y yo no buscaremos más.
     Este poco tiempo nos parece
largo porque todavía está discurriendo; cuando habrá terminado, entonces nos
daremos cuenta de cuán corto ha sido. Que nuestro gozo sea diferente del que
tiene el mundo de quien se dice: «El mundo se alegrará». En este tiempo en que
crece nuestro deseo, no estemos sin gozo, sino tal como dice el apóstol Pablo:
«Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación» (Rm 12,12).
Porque la mujer, cuando va a dar a luz, a la cual el Señor nos compara, siente
tanto gozo por el hijo que va a parir que no se entristece por su sufrimiento.

Comentario: Rev. D. Joaquim Font i Gassol
(Igualada-Barcelona, España)


«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»



Hoy
comenzamos el Decenario del Espíritu Santo. Reviviendo el Cenáculo, vemos
a la Madre de Jesús, Madre del Buen Consejo, conversando con los Apóstoles. ¡Qué
conversación tan cordial y llena! El repaso de todas las alegrías que habían
tenido al lado del Maestro. Los días pascuales, la Ascensión y las promesas de
Jesús. Los sufrimientos de los días de la Pasión se han tornado alegrías. ¡Qué
ambiente tan bonito en el Cenáculo! Y el que se está preparando, como Jesús les
ha dicho.


Nosotros sabemos que María, Reina de los Apóstoles, Esposa
del Espíritu Santo, Madre de la Iglesia naciente, nos guía para recibir los
dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una
embarcación cuando está desplegada y el viento —que representa la gracia— le va
a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!


El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las
fatigas en alegría: «Vuestra alegría nadie os la tomará» (Jn 16,22) y
«vuestra alegría será completa» (Jn 16,24). Y en el Salmo 126,6:
«Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo
sus gavillas».


Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de
rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna.
Todo nos lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que
estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino.
—Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».


El ser humano necesita reír para la salud física y
espiritual. El humor sano enseña a vivir. San Pablo nos dirá: «Sabemos que todas
las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). ¡He
aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para bien!»; «Omnia in
bonum!»
.


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