Imagino que a mi hijo se le aparecieron sus fantasías, ante la mayestática figura de nuestra casa, cuando delante de él, con una cariñosa sonrisa, se presentaba "San Fermín", le hacía una delicada caricia y no apabullaba con su inmensa humanidad. Ésa es al menos la experiencia de sus padres. Ahora parece que sabe afrontar mejor el miedo al lobo y a la bruja, ya no reclama acudir al retablico, aunque sigue encomendando a San Fermín la custodia de nuestra casa.
Gracias por ahuyentar nuestros lobos, por guiar nuestros miedos y titubeos. Gracias por velar por nuestro hogar. Que San Fermín y San Saturnino te acompañen y te inspiren. Y, sobretodo, que no nos ciegue la devoción a nuestros patrones y sepamos valorar y reconocer tus gestos, tus caricias y tus esfuerzos. Así sea. Aleluya.
LA IGLESIA PROMOTORA DE VIDA, SOLIDARIDAD Y PAZ
por
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
( 17 de Febrero 2008 )
Las razones que vive la Iglesia y por las que lucha en todo momento, como tantas otras instituciones, son la cultura de la vida, la generosa solidaridad y la paz duradera. No cabe duda de que en el recorrido de su Historia ha tenido "momentos oscuros" –como decía Juan Pablo II- pero la mayor parte de las veces ha mostrado la grandeza de aquello en lo que cree y espera. Nadie se extraña cuando proclama, y con valentía, aquello que debe identificar el progreso de la dignidad humana. El ser humano es la criatura más excelsa que Dios ha podido hacer y es lo más sagrado de la naturaleza. No en vano Jesucristo nos dice en el Evangelio, que, quien "ame a Dios y cumpla su Palabra" será digno hogar de la Trinidad. No hay templo más digno que la persona humana. Ya desde su concepción, en el seno de la madre, la criatura es "morada viva de Dios".
La Iglesia es defensora de la vida porque de la vida somos administradores pero no creadores ni poseedores y si hay vida, por muy incipiente que sea, es sagrada. El Evangelio, que es designio de Dios y promesa de plenitud nos muestra este estilo de creer y de amar. Y la Iglesia ha de ser fiel a este mensaje que muestra la lucidez de la verdad, el camino de la dignidad y la vida como sentido de humanidad. Varias instituciones eclesiales abren sus puertas a madres que dentro de la desesperanza quieren que alguien les tienda su mano amiga y les permita conservar el fruto de sus entrañas. Gracias a esta generosidad muchas madres han encontrado sentido a su vida y han respetado el don de la vida que iba creciendo en su seno.
La Iglesia no se margina de la sociedad, está en medio de ella llevando un mensaje de amor solidario. Pensemos en la estupenda labor de formación en humanidad que da la fe cristiana: en tantas parroquias, en tantos matrimonios y familias, en tantas congregaciones o asociaciones, en tantos colegios, en centros de acogida para pobres y marginados, en multitud de misioneros, en personas voluntarias que se ofrecen para ayudar a necesidades diversas y distintas. Si por un casual desapareciera todo lo que realiza la Iglesia a favor de la educación, de los necesitados y de la labor apostólica, la sociedad se resentiría gravemente. No caigamos en la tentación de mirar las cosas sin analizarlas bien. Es muy fácil dar una opinión o incluso hacer una crítica pero también se ha de ser justos a la hora de valorar lo que realiza la Iglesia y el bien que ha hecho durante siglos.
La Iglesia es promotora de paz y lo hace centrándose en el corazón humano. Ella cree que el príncipe de la paz es Jesucristo y por ello muchos nos sentimos aliviados cuando recurrimos a los sacramentos y encontramos el perdón de Dios. La paz va creciendo a medida que crece el amor y la misericordia. Como ocurre en una familia, cuando las discusiones desembocan en distancias y separaciones, lo único que puede restañar tal drama es el amor lleno de misericordia y perdón. Todos tenemos sed de paz y se han de buscar caminos para alcanzarla; es imposible llegar a la paz cuando el corazón está endurecido y mucho menos cuando el odio es el motor de los actos. Creo en la Iglesia y en quien la ha fundado, que es Jesucristo. Y, a pesar de sus miembros que pueden caer en la infidelidad, cada día creo y amo más a la Iglesia. Es mi madre del alma y en ella me abandono.
JAVIER "TESTIGO DE PAZ"
por
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela
30 de noviembre 2008
Siempre me he sentido fascinado y admirado por la fuerza misionera de San Francisco de Javier. No era un joven extraño a los demás, ni siquiera mejor: era un joven que se fió de Jesucristo y se lanzó a la aventura de vivir y anunciar el Evangelio. Sus expectativas humanas eran auténticas y sinceras pero centradas en él mismo porque quería destacar ante la gente y ante su familia. Cuando descubre que la vida no sirve de nada si no se hace por un amor mayor que es Jesucristo, cambia su forma de pensar y de vivir. En esta transformación encuentra el sentido a su vida y se entrega sin reservas a Jesucristo en su Iglesia sin pararse en sí mismo. Y desprendido de sí, comienza una aventura que le hará ser, al estilo de San Pablo, el apóstol de los que no "conocen el amor de Cristo". Surca los mares hasta oriente y no cesa de dar lo mejor que lleva en su "vasija de barro" que es el "amor por Cristo y a amar a Cristo".
Me impresiona que San Francisco de Javier no tuviera otra razón que la de ser mediación de aquel del que se ha fiado: de Cristo. Sólo desde este modo de pensar y de vivir se puede ser "testigo de paz". Por ello me quiero fijar en este aspecto tan necesario en la sociedad que nos toca vivir. La paz no nace de acuerdos más o menos voluntariosos simplemente y menos de diálogos interesados. La paz nace de un corazón dispuesto a darse por amor. Un corazón "contrito y humillado", como nos dice el Salmo, es aquel que se pone al servicio de los hermanos y tiene la fortaleza para saber perdonar y saber pedir perdón. La paz es el lenguaje nuevo que instaura Jesucristo cuando después de haber entregado su vida y resucitado dice a los suyos:"Mí paz os dejo, mí paz os doy".
Celebramos la Jornada de las Misiones en la Diócesis de Pamplona-Tudela y el motivo fundamental es la experiencia misionera que tuvo San Francisco de Javier. Hoy nos sigue impulsando a todos para saber orientar nuestro trabajo de cada día con este espíritu de servicio a los demás por el Evangelio de Jesucristo. No se contrapone el servicio y generosidad que se realiza cuando se ayuda a los demás con el servicio y amor a Jesucristo porque "en esto conocerán que sois mis discípulos si os amáis los unos a los otros". No hay mayor signo de paz que la solidaria fraternidad y la generosa solidaridad.
ESPERANZA QUE NO DEFRAUDA
por
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela
7 de diciembre 2008
Ante ciertas situaciones sociales que flagelan al ser humano y que hacen perder las esperanzas se siente en las personas un cierto malestar que entristece la vida; es aquí donde se hace palpable la afirmación de los santos: "Las esperanzas humanas no logran dar lo que la esperanza en Dios sí concede". Son siglos y siglos que el ser humano vive a expensas de sus propias opciones y siempre se ve defraudado por la falta de una consecución total y perfecta. Sólo quien confía en las promesas de Cristo puede encontrar una luz en su camino. La esperanza en Cristo no defrauda, es más nos lleva a la auténtica realización de la persona y de la humanidad.
Hablar de esperanza ante las crisis tan diversas por las que pasa la sociedad es como hablar de un cuento que nunca existirá. El Sínodo que se ha celebrado en Roma y que hace menos de un mes que ha finalizado nos recuerda que "quien entra en las calles del mundo descubre los bajos fondos donde anidan sufrimientos y pobreza, humillaciones y opresiones, marginación y miserias, enfermedades físicas, psíquicas y soledades. A menudo, las piedras de las calles están ensangrentadas por guerras y violencias, en los centros de poder la corrupción se reúne con la injusticia. Se alza el grito de los perseguidos por la fidelidad a su conciencia y su fe. Algunos se ven arrollados por la crisis existencial o su alma se ve privada de un significado que dé sentido y valor a la vida misma".
La esperanza que no defrauda está presente en el Hijo de Dios que en su solidaridad de amor y con el sacrificio de sí mismo siembra –dirá el Sínodo en su comunicado final- "en el límite y en el mal de la humanidad una semilla de divinidad, o sea, un principio de liberación y de salvación; con su entrega a nosotros circunda de redención el dolor y la muerte, que él asumió y vivió, y abre también para nosotros la aurora de la resurrección". Es aquí donde se enraíza la auténtica esperanza, sin ella todo estaría perdido. Cristo es quien nos recupera y por ello más hemos de luchar ante las atroces circunstancias que nos quieren robar la esperanza.
Nosotros como cristianos tenemos la misión de anunciar la esperanza, compartiéndola con los que sufren, con los pobres y con los frustrados de la vida, mediante el testimonio que nos aporta la fe en el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y paz. El mismo Sínodo insiste en la cercanía de los cristianos y una cercanía que no juzga ni condena, sino que sostiene, ilumina, conforta y perdona, siguiendo las palabras de Cristo: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré" (Mt 11,28). Los testimonios de los misioneros y de tantos que en silencio actúan se ven apoyados por este estilo de vida que ofrece todo por llevar la esperanza a una sociedad que sufre. Recuerdo la experiencia de una misionera en medio del conflicto en Congo; ella me decía que la fuerza del amor era su única arma para seguir mostrando a los desplazados y huidos que al menos alguien estaba a su lado. Estar junto y al lado del pobre y del que sufre por amor es el mejor signo de la esperanza que no defrauda.
LA ESPECIE HUMANA, ¿ESTÁ PROTEGIDA?
por
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela
14 de diciembre de 2008
Me siento muy mal cuando, con pretensiones progresistas, se dan circunstancias en las que se contradice el sentido lógico y el sentido común. Comienzo poniendo un ejemplo y es el de los que defienden la naturaleza y su proceso normal y por lo tanto un nido de águilas no se puede vulnerar por un depredador. ¡Estoy de acuerdo! La ley penaliza a quien destruya los huevos de águilas porque el mismo ecosistema padecería las consecuencias; además no es de recibo eliminar por gusto personal algo que debe llegar a su término. Sin embargo no se utiliza la misma medida de la ley para el feto, en la especie humana, que está en el seno de la madre. Sabemos que son millones de seres humanos a los que se les impide llegar a la vida y se les lleva a la máquina trituradora de desechos sanitarios. La consecuencia que deduzco es que para la especie animal se respeta el proceso y para la humana no. No lo entiendo ni desde la lógica, ni desde la razón. Me parece una aberración de sentido común y de sentido ético.
La ciencia debe regirse con la conciencia y, si son bien armonizadas ambas, su labor será muy positiva en el suceder de la Historia. Por eso, la ciencia, tiene en sus manos hacer el bien que llevará a frutos abundantes de humanización y si realiza el mal las situaciones deshumanizadoras son irreversibles y muy difíciles de corregir. Con la vida y con las manipulaciones de la misma no se puede jugar. La Historia juzgará de forma implacable las consecuencias de tales errores. Por supuesto, Dios también las juzgará. Esto es un principio de sentido lógico que nos lo resume el dicho popular "quien juega con fuego, se puede quemar".
Si desde la misma razón se hace un discernimiento lógico ¿cómo es posible que no se de importancia a la defensa de la vida desde la concepción, desde la primera formación de un ser vivo, desde el momento que la vida se ha hecho presencia en un embrión? La persona no es un ente abstracto sino un ser vivo que ha comenzado a ser cuando inicia su vida. Si a mí me hubieran truncado los inicios de vida ahora no existiría. ¿No es éste un argumento suficiente y convincente? No se necesita más que recurrir a la sindéresis, es decir, a la capacidad natural para juzgar rectamente y el respeto a la vida es de pura justicia. Hace pocos días me encontré con una persona que estaba buscando a su madre que la abandonó en manos de una familia que la adoptó y simplemente quería expresar a su madre biológica el agradecimiento por haberle dado la posibilidad de vivir.
La defensa de la vida es una de las esencias fundamentales del mensaje evangélico y cristiano. Por ello la Iglesia siempre aplaudirá a quien defienda la vida y condenará lo que vaya en contra de la vida misma. En los años que vivió el Papa Juan Pablo II lo expresó de forma contundente y en muchos de sus discursos el Papa Benedicto XVI ha dado doctrina firme en sus afirmaciones; también los obispos lo hemos manifestado hasta la saciedad y los creyentes favorecemos, por el bien de la humanidad, la "cultura de la vida". Como decía Edmund Burke "todo lo que es necesario para el triunfo del mal, es que los hombres de bien no hagan nada". La conciencia no se somete a los fáciles manejos de las antropologías recortadas e interesadas, la conciencia verdadera defiende la vida y la protege. De ahí que se ha de trabajar por el bien de la humanidad pues de lo contrario se la puede dañar y de forma absoluta. Apoyemos la "cultura de la vida y no la de la muerte".
ENTREVISTA
a
Mons. Francisco Pérez González
por "Cooperadores Salesianos" de Pamplona
12 de diciembre 2008
1.- ¿Cómo es un día en su vida?
R.- Es muy sencillo. Me levanto pronto, a las 6’00 hs. de la mañana. Rezo y celebro la Eucaristía y después del desayuno tengo visitas en el Despacho del Arzobispado. A veces tengo que viajar o celebrar acontecimientos diversos y entonces no estoy en el Despacho. Por la tarde, después de comer, suelo seguir recibiendo visitas. No me parece bien que retrase las visitas y procuro recibir lo antes posible a los que vienen a verme. Dedico bastante tiempo a responder cartas o E-mail y lo mismo dedico mucho a escribir o leer. Cuando tengo algún rato libre voy a visitar enfermos o personas que están en situaciones de sufrimiento.
2.- Mensaje del Sr. Arzobispo a un educador cristiano.-
R.- El mensaje fundamental que dirijo a un educador cristiano es muy concreto: Vivir la fe con ilusión y transmitirla sin miedo porque a Cristo siempre le hemos de proponer, nunca imponer. Que la propuesta cristiana sea para todos sin distinción. Muchas veces será con palabras y la mayoría con el testimonio. La fe se comunica en comunión con la enseñanza de la Iglesia; el educador cristiano que lo haga al margen de esta comunión está adulterando su fe y hace un mal enorme y a veces irreparable a los que le escuchan o educa. Por eso el creyente habla y vive en armonía y consonancia con Cristo que tiene su morada en la Iglesia; La Iglesia fundada por Cristo es la garantía de que su Reino crezca.
3.- ¿Cómo ve a los jóvenes respecto con la Iglesia?.-
R.- Al ser hijos de este tiempo se encuentran con muchos interrogantes que la sociedad o los medios de comunicación les presenta. El joven es como una esponja, absorbe todo lo que se le eche. Por ello se ha de educar al joven en valores y a ser crítico pero bien formado. Por otra parte ellos quieren ver en nosotros autenticidad. Pongo el ejemplo de personas que viven a fondo su fe, esto atrae al joven; ahí tenemos muchas vocaciones jóvenes a la vida contemplativa o activa que es exigente. A ellos hay que presentarles un Cristo que invita a dejarlo todo para seguirlo, pero si le presentamos un Cristo edulcorado, poco exigente y socializante… no les atrae. Además al joven conviene presentarle bien la Palabra de Dios y los Sacramentos que son las fuentes de vida cristiana. En las celebraciones no hay que hacer teatro para atraerlos; ellos no quieren ser engañados. Los jóvenes cristianos han de ser los apóstoles de los jóvenes. Conviene prepararlos bien.
4.- ¿Cree usted que la Iglesia debería hacer algún cambio para acercarse a los jóvenes?
R.- La Iglesia debe ser fiel a la enseñanza de Cristo y al estilo de vida que él nos pide. Muchas veces la propuestas de la sociedad son divergentes y hasta contrarias a las indicaciones de la Iglesia. Lo moderno no quiere decir que sea verdadero. La Verdad brilla por sí misma y se ha de anunciar con firmeza. Cuando me hacen esta pregunta siempre suelo decir que la Iglesia no tiene otra misión ni otra pretensión sino la de hacer presente a Cristo con el amor, creer el Símbolo de la fe y practicar los Diez Mandamientos. Seguir a Jesucristo se debe concretar y estos marcos han de estar presentes siempre. La Iglesia se acerca a los jóvenes como nos lo han mostrado el Papa Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI. Sin viveza evangélica no habrá forma de convencer. Muchos jóvenes están bien orientados y viven la experiencia de Iglesia con ilusión y alegría.
5.- ¿Qué les diría el Arzobispo a los alumnos de nuestro Colegio?.-
R.- Que sean buenos estudiantes y trabajadores. Que no se dejen llevar por lo fácil y que huyan de los que les quieren manipular; pensemos en tantos jóvenes que se drogan o se dejan llevar por el sexo como si de un juego se tratara. Un joven sano es un joven que se plantea la vida con rectitud y buscando siempre hacerse el bien y hacer el bien. Como cristianos se ha de buscar vivir las virtudes propias que hacen al joven madurar humana, espiritual y moralmente. Seguir a Cristo es la mayor libertad y la mayor felicidad que uno se pueda imaginar.
6.- ¿En qué podemos ayudar los Salesianos cooperadores en la Iglesia de Navarra?.-
R.- Siendo fieles al carisma que habéis recibido y viviendo la fe con ilusión y alegría. Además unidos a las propuestas que emanen de las enseñanzas del Arzobispo y las concreciones de las mismas; este año celebrando bien el Jubileo Paulino, impulsando el Sacramento de la Confesión, apoyando para que se formen buenos cristianos forjándose en la oración y en la adoración a Cristo Eucaristía, ayudando a los pobres y necesitados con nuestra cercanía y nuestra solidaridad o bien con los cauces propios de Salesianos o con Cáritas Diocesana o parroquial. No tengáis miedo de llevar a los chicos a retiros, convivencias donde se hable de Jesús y se viva a Jesús en medio de ellos.
7.- ¿Cómo potenciar la verdadera Navidad entre los jóvenes?.- R.- Enseñándoles a admirar al Niño que está en Belén. Cantando Villancicos. Pero sobre todo darles la oportunidad para celebrar una buena Confesión individual y personal para después gozar con el Sacramento de la Eucaristía. La Navidad es dar brillo a nuestras almas y esto para que Jesucristo brille. No olvidarse de los pobres y para ello no hacer gastos inútiles y colaborar con algún proyecto de Misioneros o de Manos Unidas…
8.- ¿Cómo podemos llevar el mensaje de Cristo a nuestra sociedad? R.- Siendo cristianos que nos creemos lo que somos. Que no nos acomodemos a la forma de pensar del mundo y que vivamos la experiencia de la fe desde el amor a Dios hasta el amor al prójimo. Siendo Iglesia viva y sin dejarnos atrapar por la críticas negativas que sobre ella se hacen. Un gran amor a Cristo y a su Iglesia
MENSAJE DE NAVIDAD 2008
por
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela
25 de Diciembre 2008
El misterio de la Encarnación, que celebramos en la Navidad, es tan amplio y tan rico, que no se puede abarcar en una sola fiesta. Por eso, la liturgia va como desenvolviendo los diversos pliegues de ese misterio, para que nosotros entremos en ellos y gocemos de las maravillas que Dios tiene para aquellos que lo aman. Así, hoy nos invita a contemplar ese misterio, con la Sagrada Familia de Nazaret, María, José y el Niño para que, iluminados por ella, nosotros encontremos el modelo para construir nuestras familias y con ellas, nuestro pueblo.
La liturgia de hoy nos retrotrae a la familia patriarcal iniciada por Abrahán, el padre de todos los creyentes, que, junto con Sara, su esposa, y con Isaac, fueron elegidos como transmisores de las promesas de salvación. Esta familia primitiva es interpretada en la carta a los Hebreos, a la luz de la revelación cristiana, poniendo de relieve que la fe es la clave para alcanzar aquellas promesas divinas. San León Magno imploraba: "que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renunciaron los hijos según la carne" (Sermón en la Epifanía). El texto del Evangelio se detiene en la familia de Nazaret, como modelo definitivo, como escuela en la que aprender la fe, la vida, el trabajo y las pequeñas virtudes que forman el cañamazo sobre el que resalta la personalidad de cada uno de los miembros. La Sagrada Familia nos muestra el camino para escuchar, meditar y penetrar el sentido profundo y misterioso de la presencia del Hijo de Dios, hecho niño, entre nosotros; y nos estimula a abrirnos a los demás y acoger como miembros de nuestra propia familia a los más necesitados.
La Biblia está llena de pequeñas y grandes historias familiares y los primeros cristianos celebraban la liturgia en lo cotidiano de una casa, así como Israel confiaba a la familia la celebración de la Pascua. La familia ha sido fundamental en la transmisión de la vida y de la fe y, bien puede llamarse, como hizo Juan Pablo II, la Iglesia doméstica, que refleja la comunión trinitaria y la comunión eclesial (Familiaris Consortio, 21). Es verdad que la familia viene siendo atacada desde el siglo XIX cuando la revolución industrial trajo consigo un éxodo masivo hacia las ciudades y unas dificultades enormes para conseguir vivienda digna. Es verdad también que actualmente recibe una agresión más directa, más frontal con leyes contrarias a la identidad del matrimonio, que es la unión de un hombre y una mujer, a la unidad indisoluble, a la estima de la vida desde el momento de la concepción, a la libertad de educación, etc., etc. En realidad los ataques contra la familia vienen de muy antiguo, y ya San Ignacio de Antioquía, en el siglo segundo, advertía que "los que perturban la familia no heredarán el reino de Dios" (Carta a los Efesios). A pesar de todos estos envites, la familia cristiana ha salido fortalecida: superó las dificultades sociales de los dos últimos siglos y sabrá superar los que hoy plantea el laicismo galopante.
Nuestros hogares navarros han sido a lo largo de la historia remanso de luz y alegría, de serenidad y fortaleza, han dado frutos cuajados de santidad, como San Francisco Javier, han sido en definitiva la columna esencial donde se ha apoyado la sociedad firme y noble que hemos heredado. Hoy nuestras familias tienen retos casi insospechados en tiempos anteriores, han de ser sujetos y protagonistas de la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia (Instrucción de la Conferencia Episcopal, La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad), han de mantener los valores humanos y cristianos, que parecen tambalearse. Han de ser, principalmente para los niños y los jóvenes, escuela de humanidad donde se aprende y se vive la fe, donde se aprende y se vive la piedad, donde se aprende y se vive el sentido del trabajo, del servicio a los demás, del descanso necesario y regenerador.
Queridas familias luchad por vuestra propia identidad. El futuro será lo que sea la familia hoy. No nos dejemos engañar. Vivamos unidos y en armonía con lo que emana del Evangelio y con la Enseñanza de la Iglesia. Si así hacemos no sólo daremos gloria a Dios sino también a la humanidad. Concluyo repitiendo lo que os escribía en noviembre: "Quiero lanzar un canto a la familia como el núcleo más vivo que hay en la sociedad" y pido a la Sagrada Familia que nos alcance la fortaleza y la alegría necesaria en los tiempos que atravesamos
Homilía del día 28 de Diciembre 2008
S.I. Catedral de Pamplona
A las 12’00 hs.
Por Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela
FIESTA DE LA MATERNIDAD DIVINA DE NUESTRA SEÑORA
y
JORNADA DE LA PAZ
1.- Salve, María, Madre de Dios, veneradísimo tesoro de todo el orbe. Así comenzó San Cirilo de Alejandría su mensaje al terminar el Concilio de Éfeso (año 430 d.C.), cuando la Iglesia declaró solemnemente la maternidad divina de nuestra Señora. María es la Madre de Dios (Theotókos) porque es madre de Jesús que, además de ser hombre, es verdadero Dios. Ella es la más excelsa entre las mujeres porque ha sido elegida para llevar en su seno al Hijo del Eterno Padre. San Pablo lo expresaba con lenguaje profundo y muy humano al dirigirse a los Gálatas de esta manera: "Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley" (Ga 4,4). A esta Mujer nosotros le tributamos el honor y el cariño que merece, porque la que es Madre de Dios, es también madre nuestra.
En estos días de comienzo del año nos deseamos unos a otros felicidades y bienestar. A los buenos deseos quiero unirme haciendo mía la bendición que Moisés impartía a los hijos de Israel y que recoge la liturgia de hoy: "Que el Señor te bendiga y te proteja; que se fije en ti y te conceda la paz". Bendecir en el lenguaje de la Biblia significa "decir bien una palabra", y cuando es Dios quien bendice, su palabra es eficaz, se cumple: "Dijo Dios: haya luz. Y hubo luz" (Gn 1,3). Significa también establecer la identidad de lo bendecido y darle fecundidad y eficacia: "Y bendijo Dios al hombre y a la mujer y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla" (Gn 1,28). Con estas sencillas palabras queda claro que todos los seres humanos somos fruto de la bendición divina. Esa misma bendición imploro para cada uno de vosotros, para que el Señor os conceda bienes materiales y espirituales, y os alcance la paz.
2.- Una forma de concretar este deseo de paz es la Jornada de la Paz que viene celebrándose desde 1968, cuando Pablo VI al finalizar el Concilio Vaticano II la instituyó para toda la Iglesia; es un día para pedir intensamente por la paz entre las naciones, entre los miembros de la familia y, en primer lugar, entre cada persona y Dios, porque la ruptura con Él es el origen de toda discordia. ¡Cómo me gustaría que este nuevo año cada uno nos reconciliáramos con Dios! Deseo que este año 2009 se siga potenciando el Sacramento del Amor Misericordioso de Dios y así todos gozar y lucrarnos del Jubileo Paulino.
El Santo Padre ha titulado el mensaje acostumbrado para esta fecha del modo siguiente: "Combatir la pobreza, construir la paz". Convencido de que la pobreza está en la base de muchos conflictos armados y de que estos agravan las situaciones de penuria y aumentan las diferencias entre ricos y pobre, propone fijar la atención y poner soluciones justas a las situaciones que hoy se muestran con especial crudeza. La más grave es la falta de principios morales: "Hay pobrezas inmateriales, dice, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales", sino que nacen del olvido o desprecio de la dignidad trascendente de la persona. Denuncia, como consecuencia de esa falta de principios morales, el "exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza". Pone también en evidencia los chantajes a los que son sometidos algunos países por parte "de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida" y señala que es difícil combatir el SIDA "si no se afrontan los problemas morales con los que está relacionada la difusión del virus". Un tercer ámbito sobre el que el Santo Padre llama la atención es la pobreza de los niños, ya que "casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños". Concluye Benedicto XVI con una invitación "a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea posible para salir a su encuentro".
Volvamos de nuevo los ojos a Santa María, Madre de Dios, para invocarla con la oración que han repetido tantos cristianos, hermanos nuestros, y nosotros mismo desde nuestra infancia: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén"Os deseo a todos los diocesanos: ¡¡¡FELIZ AÑO 2009!!!
Homilía del día 1 de enero 2009
S.I. Catedral de Pamplona
A las 12’00 hs
Por Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela