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domingo, 22 de junio de 2008

Imitación de Jesucristo

Imitación de Jesucristo, tratado espiritual del siglo XVII, c. 1
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse»
No tienes «aquí domicilio permanente» (Hb 13,14). Dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo. ¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas. En el altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas. Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas y desamparo de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa?.... Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías más de la injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo. El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.



Santos Fisher y Tomás Moro

Libro de Jeremías 20,10-13.

Oía los rumores de la gente: "¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!". Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: "Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza".
Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!


Salmo 69(68),8-10.14.17.33-35.

Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí;
Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos.
Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar, y todos los seres que se mueven en ellos;


Carta de San Pablo a los Romanos 5,12-15.

Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta.
Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos.


Evangelio según San Mateo 10,26-33.

No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

La señal del cristiano.

La señal del cristiano es la Santa Cruz, porque es figura de Cristo crucificado, que en ella nos redimió.

La santa cruz representa las principales verdades de la religión cristiana.

Estas son: Unidad y Trinidad de Dios, y Redención.

Unidad de Dios quiere decir que hay un solo Dios.

Trinidad de Dios quiere decir que en Dios hay tres personas realmente distintas.

Redención significa que el Hijo de Dios se hizo hombre, padeció y murió en la cruz para salvarnos.

En la señal de la Santa Cruz, con las palabras expresamos la Unidad y Trinidad de Dios, y con la figura de la cruz, la Pasión y Muerte de N. S.

Jesucristo.

Haciendo la señal de la Santa Cruz manifestamos profesar todas estas verdades y todas las demás que de ellas se derivan.

La señal de la cruz se hace trazando con la mano dos líneas: una de arriba abajo y otra de la izquierda a la derecha, como indica esta figura.

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El cristiano usa de esta señal en dos maneras.

Estas son: Signar y santiguar.

Al signarse y santiguarse, si está libre la mano izquierda, se pone extendida debajo del pecho.

Signarse es hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha; la primera en la frente; la segunda en la boca; y la tercera en el pecho, diciendo:

Por la – señal † de la Santa – Cruz

de – nuestros † ene – migos

líbranos, - Señor † Dios – nuestro.

Hacemos la señal de la cruz:

en la frente, porque nos libre Dios de los malos pensamientos;

en la boca, porque nos libre Dios de las malas palabras;

y en el pecho, porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.

Santiguarse es hacer una cruz, llevando la mano derecha a la frente, diciendo: En el nombre del Padre,

luego al pecho, diciendo: y del Hijo,

de aquí al hombro izquierdo y al derecho, diciendo: y del Espíritu Santo,

y se termina con la palabra Amén.

Para hacer la señal de la Cruz usamos la mano derecha, porque es la principal, y en el servicio de Dios hemos de usar lo mejor.

Cuando hacemos la señal de la Cruz, el pasar de la izquierda a la derecha indica que por virtud de la Santa Cruz hemos pasado del estado de culpa al estado de gracia.

La señal de la Cruz debe hacerse con devoción.

Es cosa utilísima hacer a menudo la señal de la Cruz porque tiene la virtud de avivar la fe, desechar las tentaciones y alcanzar de Dios muchas gracias.

Conviene usar de la señal de la Cruz: por la mañana al levantarnos y por la noche al acostarnos; al principio y al fin de la comida y del trabajo; al entrar y salir de la Iglesia y especialmente al comenzar la oración.

Siendo la Cruz el signo de nuestra redención, es muy conveniente que toda familia cristiana tenga un cuadro o imagen de Jesús crucificado en lugar visible y principal de la casa.

ORACIÓN A JESÚS CRICIFICADO

Héme aquí, oh Jesús bueno y dulcísimo, ante vuestra presencia me postro de rodillas, y con el mayor fervor del alma os pido y ruego queráis imprimir en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, y verdadero dolor de mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda: mientras que con grande afecto y dolor del alma yo en mi interior considero y contemplo con la mente vuestras cinco Llagas, teniendo presente aquello que Vos, oh buen Jesús, ya ponía en vuestra boca el Profeta David: “Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos”.

Se gana indulgencia Plenaria rezando esta oración, delante de un Crucifijo, después de la comunión, añadiendo algunas preces según la intención del Sumo Pontífice.

ORACIÓN A JESÚS, REY DEL UNIVERSO Enriquecida con indulgencia plenaria

Oración a San José.

Para rezar especialmente durante el mes de Octubre, después del Santo Rosario.

A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su sangre, y que nos socorráis con vuestro poder y auxilio en nuestras necesidades.

Proteged, ¡oh providentísimo Custodio de la divina familia! El linaje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; asistidnos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en el combate que al presente libramos con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo librasteis del inminente peligro de la vida al Niño Jesús, defended ahora la Santa Iglesia de Dios de las asechanzas de sus enemigos, y de toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio, para que siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos con vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente, y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén. (Pío XI, 21 Febrero 1923)

A LOS NO CREYENTES

David en el Salmo XXXVI, v. 35 y 36, dice: “Ví al impío sumamente ensalzado, elevado como los cedros del Líbano. Y pasé y hé aquí que no existía: y lo busqué y no fue hallado el lugar de él”.

Impíos cuando consigáis quedar para siempre en este mundo, llenos de dicha completa, esto es, libres de enfermedades, pobreza, tristeza, vejez, muerte y demás miserias, entonces podréis decir satisfechos:

Tenemos razón, hemos vencido.

Pero mientras no consigáis estas cosas, vuestra impiedad os hace muy infelices, y desgraciados; pues, por lo que vale y dura tan poco, os exponéis a perder la eterna felicidad y a veros condenados para siempre.

Ya que sois tan infelices, a lo menos sedlo vosotros solos; no queráis arrastrar a otros a ser partícipes de vuestro inmenso infortunio.

Mas no: no queráis ni aun vosotros ser desgraciados eternamente; convertíos a Dios, y El, que es infinitamente misericordioso, os perdonará.

A LOS PECADORES CREYENTES

A vosotros, los que creéis que hay cielo e infierno, que para siempre han de durar, y, no obstante, vivís en pecado mortal y no tratáis de salir de tan miserable estado, os diré que vuestra conducta es propia sólo de quien ha perdido la razón.

Haced, pues, inmediatamente penitencia de vuestros pecados.

A LOS JUSTOS

A vosotros los que procuráis vivir en gracia de Dios, servir y amar cada día más al Señor infinitamente bueno, os recordaré las palabras que os dirige el mismo Señor Jesucristo:

“Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es muy grande en los cielos” (San Mateo, c.

Las ocho Bienaventuranzas.

1º “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos”.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

“Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

“Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Jesús, en el Sermón de la Montaña, a más de las ocho bienaventuranzas, dijo también estas terribles palabras:

“¡Ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis hartos, porque tendréis hambre!

¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque después lloraréis!”.

Jesucristo nos anunció las bienaventuranzas, para que detestemos las máximas del mundo, y nos estimulemos a amar y practicar las máximas del Evangelio.

El mundo llama bienaventurados a los que abundan en riquezas y honores; a los que vive regocijadamente y no tienen ocasión alguna de padecer.

El deseo de satisfacer las pasiones desordenadas es lo que hace condenar a los hombres.

Las riquezas son el medio más oportuno para poder satisfacer todas las pasiones.

Por esto Jesús empieza llamando bienaventurados a los pobres de espíritu.

Los pobres de espíritu, según el evangelio, son los que no tienen el corazón puesto en las riquezas; hacen buen uso de ellas, si las poseen; no las buscan con demasiada solicitud, si no las tienen; y sufren con resignación la pérdida de ellas.

Se puede ser pobre de espíritu y poseer muchas riquezas: y se puede no poseer nada y no ser pobre de espíritu.

Mansos son los que tratan al prójimo con dulzura, y sufren con paciencia los defectos y agravios que reciben, sin quejas, resentimientos o venganzas.

Los que lloran son los que sufren con resignación las tribulaciones, y se afligen por los pecados cometidos, por los males y escándalos que se ven en el mundo, por verse lejos del cielo y por el peligro de perderlo.

Los que tienen hambre y sed de justicia son los que desean ardientemente crecer de continua en la divina gracia y en el ejercicio de las obras buenas.

Misericordiosos son los que por amor de Dios aman al prójimo, se compadecen de sus miserias así espirituales como corporales y procuran aliviarlas en lo que pueden.

Limpios de corazón son los que tienen gran horror al pecado y procuran no cometerlo jamás.

Pacíficos son los que conservan la paz con el prójimo y consigo mismos, y procuran poner en paz a los enemistados.

Padecen persecución por la justicia los que sufren con paciencia las burlas, improperios y persecuciones, por causa de la fe y ley de Jesucristo.

Los premios que promete Jesucristo en las bienaventuranzas, significan todos, aunque con diversos nombres, la gloria eterna del cielo.

Las Bienaventuranzas no sólo nos procuran la gloria eterna del Paraíso, sino también los medios de llevar una vida feliz, en cuanto es posible, en este mundo.

Los que siguen las Bienaventuranzas, reciben ya alguna recompensa, aun en esta vida; porque gozan de una paz y contentamiento interior que es principio, aunque imperfecto, de la eterna felicidad.

La tranquilidad de conciencia es la satisfacción más grande y más pura que se puede gozar aquí en la tierra.

Los que siguen las máximas del mundo no son felices, porque no tienen la verdadera paz del alma y corren gran peligro de condenarse.

Los enemigos del alma.

El Santo Job decía:

“La vida del hombre sobre la tierra es una lucha continua”.

Nuestra alma tiene enemigos que siempre la combaten y persiguen.

Los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne.

El demonio es el ángel condenado.

Por la envidia que nos tiene, al ver que nosotros debemos ocupar el trono de gloria que él perdió, procura tentarnos continuamente.

Engañó a Eva y aun pretendió engañar al mismo Jesucristo.

Se vence con la oración y la humildad.

Con la oración; porque sin el auxilio de Dios, prometido al que hace oración, el demonio, padre de la mentira, nos engañaría.

Con la humildad; porque el demonio, lleno de soberbia, al encontrar la humildad, huye desesperadamente.

El mundo es la gente mala y perversa.

Con sus malos ejemplos, consejos y falsas máximas, trata de apartarnos del servicio de Dios.

Se vence no haciéndole caso.

Los malos se ríen de los buenos, de los que practican la virtud: pero debemos pensar que la risa de los malos se convertirá en llanto sempiterno.

La carne es nuestro propio cuerpo con sus malas inclinaciones.

Se vence con la mortificación.

Mortificación es dominar las malas inclinaciones.

El pecado original ha dejado en el corazón del hombre una propensión hacia el mal.

Todos los hombres, buenos y malos, tienen malas inclinaciones; pero los buenos las dominan y los malos se dejan llevar de ellas.

La carne es el peor enemigo de nuestra alma, y el que nos hace más cruel guerra.

Aun el demonio y el mundo se valen de la carne para vencernos.

El que es malo lo es precisamente porque se deja llevar de las malas inclinaciones.

¡Ah! Si Judas hubiera sabido dominar la pasión de la avaricia, ahora sería un gran santo en el cielo.

Debemos, pues, hacer guerra continua a nuestras malas inclinaciones, y tener gran cuidado de no dejarnos dominar por ellas.

Estas malas inclinaciones son

Los siete pecados capitales o mortales.

El primero, Soberbia.

El segundo, Avaricia.

El tercero, Lujuria.

El cuarto, Ira.

El quinto, Gula.

El sexto, Envidia.

El séptimo, Pereza.

Llámanse pecados capitales, porque son cabezas, fuentes o raíces de todos los pecados.

Se llaman pecados mortales impropiamente; a veces son sólo veniales.

Son mortales cuando por ellos se quebranta algún mandamiento de la ley de Dios o de la Iglesia en materia grave.

Soberbia es un apetito desordenado de la propia excelencia.

Este vicio detestable perdió a los ángeles malos e hizo caer a nuestros primeros padres.

Todo pecado proviene de la soberbia.

Avaricia es un apetito desordenado de bienes terrenos.

Lujuria es un apetito desordenado de placeres sensuales.

Ira es un ímpetu desordenado del corazón por lo que nos sucede contra nuestra voluntad.

Pocas son las personas que no cometen alguna falta de ira.

Se llama ira santa el horror al pecado y el deseo justo de castigar a los malos; esta clase de ira no es pecado.

Gula es un apetito desordenado de comer y beber.

Envidia es un pesar del bien ajeno.

Pereza es una flojedad de ánimo para obrar el bien.

El vicio de la pereza es un ladrón que roba los tesoros más preciosos.

Muchos fácilmente podrían conseguir grandes méritos y premios para el cielo, mas por pereza los pierden.

Y muchos por pereza pierden el bienestar temporal y aún el eterno.

Virtudes contrarias a estos siete pecados.

Contra estos siete pecados hay siete virtudes:

Contra Soberbia, Humildad;

Contra Avaricia, Largueza;

Contra Lujuria, Castidad;

Contra Ira, Paciencia;

Contra Gula, Templanza;

Contra Envidia, Caridad;

Contra Pereza, Diligencia.

La Humildad es reconocer que de nosotros mismos sólo tenemos la nada y el pecado; tratarnos y sufrir ser tratados como la nada y como pecadores, y dar a Dios la gloria de todo lo bueno que hay en nosotros.

La verdadera humildad está fundada en la verdad.

La humildad es la más necesaria, y aun el fundamento de todas las virtudes.

El peor de los vicios es la soberbia; la mejor de las virtudes es la humildad.

Nuestro Señor Jesucristo quiso ser maestro especialmente de la humildad, diciendo: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis la paz para vuestras almas”.

Largueza o generosidad es no codiciar lo ajeno y dar con gusto de lo propio a los pobres y para otras obras pías.

Castidad es reprimir y moderar los apetitos sensuales.

Paciencia es sufrir con paz y serenidad las injurias y adversidades.

Templanza es tener moderación en el comer y en el beber.

Caridad es desear y hacer bien al prójimo por amor de Dios.

Diligencia es una prontitud de ánimo para obrar el bien.

Obras de misericordia.

Las buenas obras de que se nos pedirá cuenta particular en el día del Juicio son las Obras de misericordia.

Obras de misericordia son aquellas con que se socorren las necesidades corporales o espirituales del prójimo.

Las Obras de misericordia son catorce: Siete corporales y siete espirituales:

Obras de misericordia corporales:

1º Dar de comer al hambriento.

2º Dar de beber al sediento.

3º Vestir al desnudo.

4º Dar posada al peregrino.

5º Visitar a los enfermos.

6º Visitar a los presos.

7º Enterrar a los muertos.

Obras de misericordia espirituales:

1º Dar buen consejo al que lo ha menester.

2º Enseñar al que no sabe.

3º Corregir al que yerra.

4º Consolar al triste.

5º Perdonar las injurias.

6º Sufrir con paciencia las molestias de nuestro prójimo.

7º Rogar a Dios por los vivos y por los muertos.

Vicio es una mala disposición del ánimo que induce a huir del bien y obrar el mal, causada por la frecuente repetición de actos malos.

Entre pecado y vicio hay esta diferencia: que el pecado es un acto que pasa, mientras que el vicio es una mala costumbre contraída de caer en algún pecado.

Los pecados contra el Espíritu Santo son seis:

1º La desesperación de salvarse.

2º La presunción de salvarse sin merecimientos.

3º La impugnación de la verdad conocida.

4º La envidia o pesar de la gracia ajena.

5º La obstinación en los pecados.

6º La impenitencia final.

Estos pecados se dicen en particular contra el Espíritu Santo, porque se cometen por pura malicia, la cual es contraria a la bondad que se atribuye al Espíritu Santo.

Los pecados que claman al cielo son cuatro:

1º El homicidio voluntario.

2º El pecado impuro contra el orden de la naturaleza.

3º La opresión del pobre.

4º La defraudación o retención injusta del jornal al trabajador.

Dícese que estos pecados claman al cielo, porque así lo dice el Espíritu Santo, y por que su iniquidad es tan grave y manifiesta, que provoca a Dios a castigarlos muy severamente.


sábado, 21 de junio de 2008



San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo
Escritos

«No os preocupéis tanto por vuestra vida»

El Señor dijo a sus discípulos: «Os doy mi paz» (Jn 14,27). Es necesario pedir a Dios esta paz de Cristo, y el Señor la dará al que se la pida. Cuando la recibimos hemos de velar santamente por ella y hacerla crecer.

Aquel que en sus aflicciones no se abandona a la voluntad de Dios, no puede conocer la misericordia de Dios. Si te sobreviene una desgracia, no te dejes abatir, sino acuérdate de que el Señor te mira con bondad. No aceptes este pensamiento: «¿El Señor me mirará con amor siendo así que le he ofendido?», porque el Señor es bueno por naturaleza. Vuélvete con fe a Dios y di como el hijo pródigo del Evangelio: «No soy digno de ser llamado hijo tuyo» (Lc 15,21). Entonces verás cuán querido eres del Padre, y tu alma conocerá un gozo indescriptible.



sábado 21 Junio 2008

San Luis Gonzaga , San Inocente

Segundo Libro de Crónicas 24,17-25.

Después de la muerte de Iehoiadá, los jefes de Judá fueron a postrarse delante del rey, y este se dejó llevar por sus palabras.
Entonces abandonaron la Casa del Señor, el Dios de sus padres, y rindieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Por este pecado, se desató la indignación del Señor contra Judá y Jerusalén.
Les envió profetas que dieron testimonio contra ellos, para que se convirtieran al Señor, pero no quisieron escucharlos.
El espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Iehoiadá, y este se presentó delante del pueblo y les dijo: "Así habla Dios: ¿Por qué quebrantan los mandamientos del Señor? Así no conseguirán nada. ¡Por haber abandonado al Señor, él los abandonará a ustedes!".
Ellos se confabularon contra él, y por orden del rey lo apedrearon en el atrio de la Casa del Señor.
El rey Joás no se acordó de la fidelidad que le había profesado Iehoiadá, padre de Zacarías, e hizo matar a su hijo, el cual exclamó al morir: "¡Que el Señor vea esto y les pida cuenta!".
Al comenzar el año, el ejército de los arameos subió a combatir contra Joás. Invadieron Judá y Jerusalén, ejecutaron a todos los jefes que había en el pueblo, y enviaron el botín al rey de Damasco.
Aunque el ejército de Arám había venido con pocos hombres, el Señor entregó en sus manos a un ejército mucho más numeroso, por haberlo abandonado a él, el Dios de sus padres. De esta manera, los arameos hicieron justicia con Joás,
y cuando se fueron, lo dejaron gravemente enfermo. Sus servidores tramaron una conspiración contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Iehoiadá, y lo mataron cuando estaba en su lecho. Así murió, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes.


Salmo 89(88),4-5.29-30.31-32.33-34.

Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor:
"Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones".
Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza será estable para él;
le daré una descendencia eterna y un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi enseñanza y no proceden de acuerdo con mis juicios;
si profanan mis preceptos y no observan mis mandamientos,
castigaré sus rebeldías con la vara y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor ni desmentiré mi fidelidad;


Evangelio según San Mateo 6,24-34.

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Día litúrgico: Sábado XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».

Comentario: Rev. D. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, España)

«No andéis preocupados por vuestra vida. No os preocupéis del mañana»

Hoy, Jesús nos dice: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Con estas palabras nos enfrenta a nuestra inseguridad, que procuramos paliar con el apoyo en la tranquilidad de tener no sólo lo necesario, sino lo que nos apetece, lo cual nos lleva a consumir y malgastar.

«Que lo oiga el avaro; que lo oiga el que piensa que, llamándose cristiano, puede servir al mismo tiempo a las riquezas y a Cristo. Sin embargo, no dijo: el que tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas; el que es esclavo de las riquezas y las guarda como un esclavo; pero el que ha sacudido el yugo de la esclavitud, las distribuye como señor» (San Jerónimo).

Como en las bienaventuranzas —o en otro pasaje clave, como el del mandato nuevo (Jn 13,34-35)—, hoy el Señor nos invita a una decisión por la confianza ilimitada en un Padre que se nos da como providencia, por la búsqueda del Reino de justicia, paz y alegría, por una verdadera pobreza interior del alma, que se vuelve una y otra vez con “gemidos inenarrables” (cf. Rom 8,26) a Quien únicamente puede saciar nuestro anhelo de plenitud y eternidad. Desde este desasimiento, desde esta precariedad asumida conscientemente, ponemos toda nuestra esperanza en el seguimiento de Cristo.

Dejando el pasado en el perdón de Dios y ahuyentando temores y preocupaciones por un futuro que todavía no ha llegado, Jesús nos invita a vivir el día de “hoy”, que es lo único que ahora tenemos. Y en este “hoy” Él se nos da como pan que acompaña el día. «Sólo el presente nos pertenece, siendo incierta la esperanza del futuro (...). Bástale a cada día su propia malicia. ¿Por qué angustiarnos por el mañana?» (San Gregorio de Nisa).

Dia litúrgic: Dissabte XI de durant l'any

Text de l'Evangeli (Mt 6,24-34): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Ningú no pot servir dos senyors, perquè si estima l'un, avorrirà l'altre, i si fa cas de l'un, no en farà de l'altre. No podeu servir alhora Déu i el diner. Per això us dic: No us preocupeu per la vostra vida, pensant què menjareu o què beureu, ni pel vostre cos, pensant com us vestireu. ¿No val més la vida que el menjar, i el cos més que el vestit? Mireu els ocells del cel: no sembren, ni seguen, ni recullen en graners, i el vostre Pare celestial els alimenta. ¿No valeu més vosaltres que no pas ells? ¿Qui de vosaltres, per més que s'hi esforci, pot allargar d'un sol instant la seva vida?

»I del vestit, per què us en preocupeu? Fixeu-vos com creixen les flors del camp: no treballen ni filen, però us asseguro que ni Salomó, amb tota la seva magnificència, no anava vestit com cap d'elles. I si l'herba del camp, que avui és i demà la tiren al foc, Déu la vesteix així, ¿no farà més per vosaltres, gent de poca fe? Per tant, no us preocupeu, pensant què menjareu, o què beureu, o com us vestireu. Tot això, els pagans ho busquen amb neguit, però el vostre Pare celestial ja sap prou que en teniu necessitat. Vosaltres, busqueu primer el Regne de Déu i fer el que Ell vol, i tot això us ho donarà de més a més. No us preocupeu, doncs, pel demà, que el demà ja s'ocuparà d'ell mateix. Cada dia en té prou amb els seus maldecaps».

Comentari: Mn. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, Catalunya)

«No us preocupeu per la vostra vida. No us preocupeu pel demà»

Avui, Jesús ens diu: «No podeu servir alhora Déu i el diner» (Mt 6,24). Amb aquestes paraules ens enfronta amb la nostra inseguretat, que procurem pal·liar amb el recolzament en la tranquil·litat de tenir no només allò que necessitem, sinó també allò que ens abelleix, i això ens duu a consumir i malgastar.

«Que ho escolti l'avar; que ho escolti el qui pensa que, anomenant-se cristià, pot servir al mateix temps les riqueses i el Crist. Malgrat tot, no va dir: el qui té riqueses, sinó el qui serveix les riqueses; el qui està esclavitzat per les riqueses i les guarda com un esclau; però el qui ha bandejat el jou de l'esclavitud, les distribueix com senyor» (Sant Jeroni).

Com en les benaurances —o en un altre passatge clau, com el del manament nou (Jn 13,34-35)—, avui el Senyor ens convida a una decisió per la confiança il·limitada en un Pare que se'ns dóna com a providència, per la recerca del Regne de justícia, pau i alegria, per una veritable pobresa interior de l'ànima, que es gira un cop i un altre amb “gemecs inenarrables” (Rm 8,26) a Qui únicament pot sadollar el nostre anhel de plenitud i eternitat. Des d'aquest deseiximent, des d'aquesta precarietat assumida conscientment, posem tota la nostra esperança en el seguiment del Crist.

Deixant el passat en el perdó de Déu i fent fora temors i preocupacions per un futur que encara no ha arribat, Jesús ens convida a viure el dia d'avui, que és l'única cosa que ara tenim. I en aquest “avui” se'ns dóna com pa que acompanya el dia. «Només ens pertany el present, mentre que és incerta l'esperança del futur (...). Cada dia en té prou amb la seva pròpia malícia. ¿Per què angoixar-nos pel demà?» (Sant Gregori de Nissa).

Today's Gospel (Mt 6:24-34): Jesus said to his disciples, «No one can serve two masters; for he will either hate one and love the other, or he will be loyal to the first and look down on the second. You cannot at the same time serve God and money. This is why I tell you not to be worried about food and drink for yourself, or about clothes for your body. Is not life more important than food and is not the body more important than clothes? Look at the birds of the air; they do not sow, they do not harvest and do not store food in barns, and yet your heavenly Father feeds them. Are you not worth much more than birds? Can any of you add a day to your life by worrying about it?

»Why are you so worried about your clothes? Look at the flowers in the fields how they grow. They do not toil or spin. But I tell you that not even Solomon in all his wealth was clothed like one of these. If God so clothes the grass in the field which blooms today and is to be burned tomorrow in an oven, how much more will he clothe you? What little faith you have! Do not worry and say: What are we going to eat? What are we going to drink? Or: what shall we wear? The pagans busy themselves with such things; but your heavenly Father knows that you need them all. Set your heart first on the kingdom and justice of God and all these things will also be given to you. Do not worry about tomorrow for tomorrow will worry about itself. Each day has enough trouble of its own».

Commentary: Fr. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, Catalonia)

«Not to be worried about food and drink for yourself. Do not worry about tomorrow»

Today, Jesus tells us: «You cannot at the same time serve God and money» (Mt 6:24). With these words He confronts us with our own uncertainty, which we try to alleviate by leaning on the conviction that we have, not only what we need, but also what we want, which, in turn, leads us into consumism and waste.

«Let the avaricious hear these words; let the Christian who thinks he can serve both Christ and money, hear them too. For, He did not say: he who has riches but he who serves riches; nor he who is enslaved by riches and keeps them like a slave; but he who has cast off the yoke of slavery and distributes his wealth in a lordly manner» (St Jerome).

Today, as in the beatitudes —or in the key passage of the new commandment (Jn 13:34-35)—, the Lord urges us to settle for an unlimited confidence in the Father, who offers Himself to us as the Divine Providence, for our quest for the Kingdom of justice, peace and joy, and for a true simplicity of our soul, that turns round, time and again, «with groans that words cannot express» (Rm 8:26), to the Only One who can fill to the brim our longing for plenitude and eternity. While conscious of the temporality of our existence, through our own self-denial, we must be certain of our desire to follow the Christ.

Seeking God's forgiveness for past sins and throwing away any fears and worries for a futur yet to come, Jesus invites us to live the present day, which is the only thing we can be more or less sure of. And this “today” is given to us as our daily bread. «We only own the present, while the hope for the future is uncertain (...). Each day has enough trouble of his own. So why worry about?» (St Gregory of Nyssa).

viernes, 20 de junio de 2008

Día litúrgico: Viernes XI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 6,19-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
»La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».
Comentario: Rev. D. Lluís Raventós i Artés (Tarragona, España)
«Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben»
Hoy, el Señor nos dice que «la lámpara del cuerpo es el ojo» (Mt 6,22). Santo Tomás entiende que con esto —al hablar del ojo— Jesús se refiere a la intención del hombre. Cuando la intención es recta, lúcida, encaminada a Dios, todas nuestras acciones son brillantes, resplandecientes; pero cuando la intención no es recta, ¡que grande es la oscuridad! (cf. Mt 6, 23).
Nuestra intención puede ser poco recta por malicia, por maldad, pero más frecuentemente lo es por falta de sensatez. Vivimos como si hubiésemos venido al mundo para amontonar riquezas y no tenemos en la cabeza ningún otro pensamiento. Ganar dinero, comprar, disponer, tener. Queremos despertar la admiración de los otros o tal vez la envidia. Nos engañamos, sufrimos, nos cargamos de preocupaciones y de disgustos y no encontramos la felicidad que deseamos. Jesús nos hace otra propuesta: «Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben» (Mt 6,20). El cielo es el granero de las buenas acciones, esto sí que es un tesoro para siempre.
Seamos sinceros con nosotros mismos, ¿en qué empleamos nuestros esfuerzos, cuáles son nuestros afanes? Ciertamente, es propio del buen cristiano estudiar y trabajar honradamente para abrirse paso en el mundo, para sacar adelante la familia, asegurar el futuro de los suyos y la tranquilidad de la vejez, trabajar también por el deseo de ayudar a los otros... Sí, todo esto es propio de un buen cristiano। Pero si aquello que tú buscas es tener más y más, poniendo el corazón en estas riquezas, olvidándote de las buenas acciones, olvidándote de que en este mundo estamos de paso, que nuestra vida es una sombra que pasa, ¿no es cierto que —entonces— tenemos el ojo oscurecido? Y si el sentido común se enturbia, «¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,23).


Text de l'Evangeli (Mt 6,19-23): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «No amuntegueu tresors aquí a la terra, on les arnes i els corcs els fan malbé i els lladres entren i els roben. Reuniu tresors al cel, on ni les arnes ni els corcs no els fan malbé i els lladres no entren ni els roben. Perquè on tens el tresor, hi tindràs el cor.
»El llum del cos és l'ull. Per tant, si el teu ull és bo, tot el teu cos quedarà il·luminat; però si és dolent, tot el teu cos quedarà a les fosques. Perquè si allò que en tu ha de ser llum és foscor, que en serà, de gran, la foscor!».
Comentari: Mn. Lluís Raventós i Artés (Tarragona, Catalunya)
«Reuniu tresors al cel, on ni les arnes ni els corcs no els fan malbé i els lladres no entren ni els roben»
Avui, el Senyor ens diu que «el llum del cos és l'ull» (Mt 6,22). Sant Tomàs entén que amb això -en parlar de l'ull- Jesús es refereix a la intenció de l'home. Quan la intenció és recta, lluïda, encaminada a Déu, totes les nostres accions són brillants, esplendents; però quan la intenció no és recta, que n'és de gran la fosca! (cf. Mt 6,23).
La nostra intenció pot ser poc recta per malícia, per dolenteria, però més sovint ho és per falta de seny. Vivim com si haguéssim vingut al món per amuntegar riqueses i no tenim en el cap altre pensament. Fer diners, comprar, disposar, tenir. Volem despertar l'admiració dels altres o tal vegada l'enveja. Ens enganyem, patim, ens carreguem de preocupacions i de disgustos i no trobem la felicitat que desitgem. Jesús ens fa una altra proposta: «Reuniu tresors al cel, on ni les arnes ni els corcs no els fan malbé i els lladres no entren ni els roben» (Mt 6,20). El cel és el graner de les bones accions, això sí que és un tresor per sempre.
Siguem sincers amb nosaltres mateixos, en què esmercem els nostres esforços, quins són els nostres afanys? Cert, és propi del bon cristià estudiar i treballar honradament per obrir-se pas al món, per treure endavant la família, assegurar el futur dels seus i la tranquil·litat a la vellesa, treballar també pel desig d'ajudar els altres… Sí, tot això és propi d'un bon cristià. Però si allò que tu busques és tenir més i més, posant el cor en aquestes riqueses, oblidant les bones accions, oblidant que en aquest món hi som de pas, que la nostra vida és una ombra que passa, ¿no és cert que -aleshores- tenim l'ull entenebrit? I si el seny s'enterboleix, «que en serà de gran la foscor!» (Mt 6,23).
Today's Gospel (Mt 6:19-23): Jesus said to his disciples: «Do not store up treasure for yourself here on earth where moth and rust destroy it, and where thieves can steal it. Store up treasure for yourself with God, where no moth or rust can destroy nor thief come and steal it. For where your treasure is, there also your heart will be.
»The lamp of the body is the eye; if your eyes are sound, your whole body will be in the light. If your eyes are diseased your whole body will be in darkness. Then, if your light has become darkness, how dark will be the darkest part of you!
Commentary: Fr. Lluís Raventós i Artés (Tarragona, Catalonia)
«Store up treasure for yourself with God, where no moth or rust can destroy nor thief come and steal it»
Today, the Lord tells us that «the lamp of the body is the eye» (Mt 6:22). St. Thomas claims that when speaking of the eye Jesus refers to man's intentions. When our intention is right, luminous, pointing to God, all our actions are bright, resplendent; but when your intention becomes darkness. how dark will be the darkest part of us! (cf. Mt 6:23).
If we are malicious or wicked, our intention may not be straight, but more often than not this is just because we are lacking some good sense. We live as if we would have been born to pile up riches and we could think of nothing else. To make money, to buy, to possess, to have. We want others to admire us, or perhaps to envy us. We deceive one another, we suffer, we worry and pain and cannot find the desired happiness. But Jesus makes us another proposal: «Store up treasure for yourself with God, where no moth or rust can destroy nor thief come and steal it» (Mt 6:20). Heaven is the barn where good actions are stored, and this sure is a forever lasting treasure.
Let us be sincere and honest with ourselves: where are our efforts directed to, which are our endeavours? True, good Christians must honestly study and labour to make a living, to raise a family, to insure their future and a peaceful life when old, and they must also work with an aim to help the others … All this is, indeed, a characteristic of a good Christian। But, if what you are looking for, is to have more and more all the time, placing your heart in those riches, forgetting any good action, drawing a blank upon the fact we are here just provisionally, that our life is just a passing shadow, is it not true —then— that our eye is in darkness, «how dark will be the darkest part of you!» (Mt 6:23).


Texte de l'Évangile (Mt 6,19-23): «Ne vous faites pas de trésors sur la terre, là où les mites et la rouille les dévorent, où les voleurs percent les murs pour voler. Mais faites-vous des trésors dans le ciel, là où les mites et la rouille ne dévorent pas, où les voleurs ne percent pas les murs pour voler. Car là où est ton trésor, là aussi sera ton coeur.
»La lampe du corps, c'est l'oeil. Donc, si ton oeil est vraiment clair, ton corps tout entier sera dans la lumière; mais si ton oeil est mauvais, ton corps tout entier sera plongé dans les ténèbres. Si donc la lumière qui est en toi est ténèbres, quelles ténèbres y aura-t-il!».
Commentaire: Abbé Lluís Raventós i Artés (Tarragona, Espagne)
«Faites-vous des trésors dans le ciel, là où les mites et la rouille ne dévorent pas, où les voleurs ne percent pas les murs pour voler»
Aujourd'hui, le Seigneur nous dit que «la lampe du corps, c'est l'�il» (Mt 6,22). Saint-Thomas interprète qu'en parlant de l'oeil, Jésus se réfère à l'intention de l'homme. Lorsque son intention est droite, lucide, dirigée vers Dieu, toutes nos actions sont brillantes et resplendissante; par contre lorsque l'intention n'est pas droite, «qu'elles ténèbres y aura-t-il!» (cf. Mt 6, 23).
Notre intention peut manquer de droiture par malice, par méchanceté, mais normalement c'est par maque de sagesse. Nous vivons comme si nous étions venu au monde pour accumuler les richesses et nous ne pensons à rien d'autre. Gagner de l'argent, acheter, jeter, avoir. Nous voulons susciter l'admiration des autres, ou peut-être l'envie. Nous trompons, souffrons, nous nous chargeons de préoccupations et de déceptions et nous ne trouvons pas le bonheur que nous cherchons. Jésus nous fait cette offre: «Mais faites-vous des trésors dans le ciel, là où les mites et la rouille ne dévorent pas, où les voleurs ne percent pas les murs pour voler» (Mt 6, 20).� Le ciel est le grenier des bonnes actions qui constituent un trésor pour toujours.
Soyons sincères avec nous-mêmes, en quoi employons-nous nos efforts, qu'est-ce qui nous motive? Certainement, le propre d'un bon chrétien est d'étudier et de travailler honnêtement pour se faire une place dans ce monde, pour élever dignement la famille, assurer le futur des siens et la tranquillité de sa vieillesse, travailler aussi pour aider les autres… Oui, tout ceci est propre d'un bon chrétien. Mais si ce que tu cherches est d'avoir chaque vois plus, plaçant ainsi le c�ur dans ces richesse, oubliant les bonnes actions, oubliant que nous sommes de passage en ce monde, que notre vie est une ombre qui passe, n'est-il pas vrai alors que nous avons l'�il plongé dans les ténèbres? Et si le sens commun s'embrouille «quelles ténèbres y aura-t-il!» (Mt 6, 23).

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Comentario: Rev. D. Joan Marqués i Suriñach (Vilamarí-Girona, España)
«Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial»
Hoy, Jesús nos propone un ideal grande y difícil: el perdón de las ofensas. Y establece una medida muy razonable: la nuestra: «Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15). En otro lugar había mostrado la regla de oro de la convivencia humana: «Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros» (Mt 7,12).
Queremos que Dios nos perdone y que los demás también lo hagan; pero nosotros nos resistimos a hacerlo. Cuesta pedir perdón; pero darlo todavía cuesta más. Si fuéramos humildes de veras, no nos sería tan difícil; pero el orgullo nos lo hace trabajoso. Por eso podemos establecer la siguiente ecuación: a mayor humildad, mayor facilidad; a mayor orgullo, mayor dificultad. Esto te dará una pista para conocer tu grado de humildad.
Acabada la guerra civil española (año 1939), unos sacerdotes excautivos celebraron una misa de acción de gracias en la iglesia de Els Omells। El celebrante, tras las palabras del Padrenuestro «perdona nuestras ofensas», se quedó parado y no podía continuar. No se veía con ánimos de perdonar a quienes les habían hecho padecer tanto allí mismo en un campo de trabajos forzados. Pasados unos instantes, en medio de un silencio que se podía cortar, retomó la oración: «así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Después se preguntaron cuál había sido la mejor homilía. Todos estuvieron de acuerdo: la del silencio del celebrante cuando rezaba el Padrenuestro. Cuesta, pero es posible con la ayuda del Señor.
Además, el perdón que Dios nos da es total, llega hasta el olvido. Marginamos muy pronto los favores, pero las ofensas... Si los matrimonios las supieran olvidar, se evitarían y se podrían solucionar muchos dramas familiares.
Que la Madre de misericordia nos ayude a comprender a los otros y a perdonarlos generosamente.

miércoles, 18 de junio de 2008

Día litúrgico: Miércoles XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».
Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»
Hoy, Jesús nos invita a obrar para la gloria de Dios, con el fin de agradar al Padre, que para eso mismo hemos sido creados. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia: «Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». Éste es el sentido de nuestra vida y nuestro honor: agradar al Padre, complacer a Dios. Éste es el testimonio que Cristo nos dejó. Ojalá que el Padre celestial pueda dar de cada uno de nosotros el mismo testimonio que dio de su Hijo en el momento de su bautizo: «Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mt 3,17).
La falta de rectitud de intención sería especialmente grave y ridícula si se produjera en acciones como son la oración, el ayuno y la limosna, ya que se trata de actos de piedad y de caridad, es decir, actos que —per se— son propios de la virtud de la religión o actos que se realizan por amor a Dios.
Por tanto, «cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo podríamos agradar a Dios si lo que procuramos de entrada es que nos vean y quedar bien —lo primero de todo— delante de los hombres? No es que tengamos que escondernos de los hombres para que no nos vean, sino que se trata de dirigir nuestras buenas obras directamente y en primer lugar a Dios. No importa ni es malo que nos vean los otros: todo lo contrario, pues podemos edificarlos con el testimonio coherente de nuestra acción.
Pero lo que sí importa —¡y mucho!— es que nosotros veamos a Dios tras nuestras actuaciones। Y, por tanto, debemos «examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).


Text de l'Evangeli (Mt 6,1-6.16-18): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Mireu de no fer el que Déu vol només perquè la gent us vegi, ja que així no tindríeu cap recompensa del vostre Pare del cel. Per tant, quan facis almoina, no ho anunciïs a toc de trompeta, com fan els hipòcrites a les sinagogues i pels carrers, perquè tothom els alabi. Us asseguro que ja tenen la seva recompensa. En canvi, tu, quan facis almoina, mira que la mà esquerra no sàpiga què fa la dreta, perquè el teu gest quedi amagat, i el teu Pare, que veu el que és amagat, t'ho recompensarà.
»I quan pregueu, no sigueu com els hipòcrites, que els agrada de posar-se drets i pregar a les sinagogues i a les cantonades de les places perquè tothom els vegi. Us asseguro que ja tenen la seva recompensa. En canvi, tu, quan preguis, entra a la cambra més retirada, tanca-t'hi amb pany i clau i prega al teu Pare, present en els llocs més amagats, i el teu Pare, que veu el que és amagat, t'ho recompensarà. I quan dejuneu, no feu un posat trist com els hipòcrites, que es desfiguren la cara perquè tothom vegi que dejunen. Us asseguro que ja tenen la seva recompensa. En canvi, tu, quan dejunis, perfuma't el cap i renta't la cara, perquè els altres no vegin que dejunes, sinó tan sols el teu Pare, present en els llocs més amagats, i el teu Pare, que veu el que és amagat, t'ho recompensarà».
Comentari: Mn. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, Catalunya)
«Mireu de no fer el que Déu vol només perquè la gent us vegi»
Avui, Jesús ens convida a obrar per a la glòria de Déu, per tal d'agradar al Pare, que per això hem estat creats. Així ho afirma el Catecisme de l'Església: «Déu ho ha creat tot per a l'home, però l'home ha estat creat per servir i estimar Déu i per oferir-li tota la creació». Aquest és el sentit de la nostra vida i el nostre honor: agradar al Pare, complaure Déu. Aquest és l'exemple que el Crist ens deixà. Tant de bo si el Pare celestial podia donar de cadascú de nosaltres el mateix testimoni que donà del seu Fill en el moment del seu baptisme: «Aquest és el meu Fill, el meu estimat, en qui m'he complagut» (Mt 3,17).
La manca de rectitud d'intenció seria especialment greu i ridícula si es produïa en accions com ara són l'oració, el dejuni i l'almoina, ja que es tracta d'actes de pietat i caritat, és a dir, actes que —per se— són propis de la virtut de la religió o actes que es realitzen per amor a Déu.
Per tant, «mireu de no fer el que Déu vol només perquè la gent us vegi, ja que així no tindríeu cap recompensa del vostre Pare del cel» (Mt 6,1). ¿Com podríem agradar Déu si el que procurem d'entrada és que ens vegin i quedar bé —primer de tot— davant els homes? No és que ens haguem d'amagar dels homes per tal que no ens vegin, sinó que es tracta d'adreçar les nostres bones obres directament i en primer lloc a Déu. No importa ni és dolent que ens vegin els altres: tot el contrari, car podem edificar-los amb el testimoni coherent de la nostra acció.
Però el que sí importa —i molt!— és que nosaltres vegem Déu rere de les nostres actuacions। I, doncs, hem «d'examinar amb molta cura la nostra intenció en tot allò que fem, i no cercar els nostres interessos, si volem servir al Senyor» (Sant Gregori el Gran).


Today's Gospel (Mt 6:1-6.16-18): Jesus said to his disciples, «Be careful not to make a show of your righteousness before people. If you do so, you do not gain anything from your Father in heaven. When you give something to the poor, do not have it trumpeted before you, as do those who want to be seen in the synagogues and in the streets in order to be praised by the people. I assure you, they have been already paid in full. If you give something to the poor, do not let your left hand know what your right hand is doing, so that your gift remains really secret. Your Father who sees what is kept secret, will reward you.
»When you pray, do not be like those who want to be seen. They love to stand and pray in the synagogues or on street corners to be seen by everyone. I assure you, they have already been paid in full. When you pray, go into your room, close the door and pray to your Father who is with you in secret; and your Father who sees what is kept secret will reward you. When you fast, do not put on a miserable face as do the hypocrites. They put on a gloomy face, so people can see they are fasting. I tell you this: they have been paid in full already. When you fast, wash your face and make yourself look cheerful, because you are not fasting for appearance or for people, but for your Father who sees beyond appearances. And your Father, who sees what is kept secret will reward you».
Commentary: Fr. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, Catalonia)
«Be careful not to make a show of your righteousness before people»
Today, Jesus invites us to act always for the glory of God, to please the Father, as this is why we have been created for. This is how the Catechism of the Church confirms it: «God created everything for man, but man in turn was created to serve and love and to offer all creation back to him». This is the meaning of our life and our honour: to be liked by the Father, to please God. This is the example Christ left with us. If only the Father could give for each one of us the same testimony as He gave for his Son in the moment of his baptism: «This is my Son, whom I love; with him I am well pleased» (Mt 3:17).
Dishonesty of intention would be especially grave and ridiculous if happening in actions such as prayer, fasting or alms, as these are pious and charitable deeds, that is, deeds that —per se— are due to the virtue of religion or deeds we carry out for the love of God.
Therefore, «be careful not to make a show of your righteousness before people. If you do so, you do not gain anything from your Father in heaven» (Mt 6:1). How could we please God if, to start with, we are trying to be seen in order to be praised —first of all— by others? It is not that we have to hide from our fellow men so that they will not see us, but it is rather a question, in the first place, of directly addressing our good deeds to God. It does not matter, nor is it bad others may see us: on the contrary, we may give them example with the coherent testimony of our deeds.
But what it does matter —and a lot!— is that we can see God behind our deeds। We must, therefore, carefully examine our true intentions in whatever we are doing, and see that we are not seeking our own interest, if we are really trying to serve the Lord» (St. Gregory the Great).


Texte de l'Évangile (Mt 6,1-6.16-18): «Si vous voulez vivre comme des justes, évitez d'agir devant les hommes pour vous faire remarquer. Autrement, il n'y a pas de récompense pour vous auprès de votre Père qui est aux cieux. Ainsi, quand tu fais l'aumône, ne fais pas sonner de la trompette devant toi, comme ceux qui se donnent en spectacle dans les synagogues et dans les rues, pour obtenir la gloire qui vient des hommes. Amen, je vous le déclare: ceux-là ont touché leur récompense. Mais toi, quand tu fais l'aumône, que ta main gauche ignore ce que donne ta main droite, afin que ton aumône reste dans le secret; ton Père voit ce que tu fais dans le secret: il te le revaudra.
»Et quand vous priez, ne soyez pas comme ceux qui se donnent en spectacle: quand ils font leurs prières, ils aiment à se tenir debout dans les synagogues et les carrefours pour bien se montrer aux hommes. Amen, je vous le déclare: ceux-là ont touché leur récompense. Mais toi, quand tu pries, retire-toi au fond de ta maison, ferme la porte, et prie ton Père qui est présent dans le secret; ton Père voit ce que tu fais dans le secret: il te le revaudra. Et quand vous jeûnez, ne prenez pas un air abattu, comme ceux qui se donnent en spectacle: ils se composent une mine défaite pour bien montrer aux hommes qu'ils jeûnent. Amen, je vous le déclare: ceux-là ont touché leur récompense. Mais toi, quand tu jeûnes, parfume-toi la tête et lave-toi le visage; ainsi, ton jeûne ne sera pas connu des hommes, mais seulement de ton Père qui est présent dans le secret; ton Père voit ce que tu fais dans le: il te le revaudra».
Commentaire: Abbé Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelone, Espagne)
«Si vous voulez vivre comme des justes, évitez d'agir devant les hommes pour vous faire remarquer»
Aujourd'hui, Jésus nous invite à agir pour la gloire de Dieu, à avoir comme objectif de plaire à notre Père céleste car c'est pour cela même que nous avons été créés. Ainsi l'affirme le Catéchisme de l'Eglise: «Dieu a tout créé pour l'homme, mais l'homme fut créé pour servir et aimer Dieu et pour lui offrir toute la création». Voila le sens et honneur de notre vie: faire plaisir au Père céleste, plaire à Dieu. C'est ce témoignage que le Christ nous a laissé. Pourvu que le Père céleste puisse donner sur nous le même témoignage qu'il a donné sur son Fils au moment du baptême: «Celui-ci est mon Fils bien-aimé; en lui j'ai mis tout mon amour» (Mt 3,17).
Le manque de droiture d'intention serait spécialement grave et ridicule s'il venait à être présent dans nos actions telles que la prière, le jeûne et l'aumône, puisque ce sont des gestes de pitié et de charité, c'est-à-dire, des actes qui -per se- sont propres à la vertu de la religion ou d'actes qui se réalisent par amour de Dieu.
Par conséquent, «Si vous voulez vivre comme des justes, évitez d'agir devant les hommes pour vous faire remarquer. Autrement, il n'y a pas de récompense pour vous auprès de votre Père qui est aux cieux» (Mt 6,1).Comment pourrions nous plaire à Dieu si ce que nous voulons c'est être vus -avant tout- par les hommes? Ce n'est pas qu'il faille se cacher des hommes afin que personne ne nous voie, mais il s'agit surtout de diriger nos bonnes �uvres directement et en premier lieu à Dieu. Cela ne fait rien et ce n'est pas grave si les autres nous voient, au contraire, nous pouvons les édifier par le témoignage cohérent de notre action.
Mais ce qui est important -et très important- c'est que nous puissions voir Dieu derrière nos actions. Et, par conséquent, nous devons «examiner avec beaucoup d'attention notre intention dans tout ce que nous entreprenons, et ne pas chercher notre propre intérêt si nous voulons servir le Seigneur» (Saint Grégoire Magne).

martes, 17 de junio de 2008

EVANGELI.NET Dimarts XI

Dia litúrgic: Dimarts XI de durant l'any
Text de l'Evangeli (Mt 5,43-48): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Ja sabeu que es va dir: ‘Estima els altres, però no estimis els enemics’. Doncs jo us dic: Estimeu els vostres enemics, pregueu pels qui us persegueixen. Així sereu fills del vostre Pare del cel, que fa sortir el sol sobre bons i dolents i fa ploure sobre justos i injustos. Perquè, si estimeu els qui us estimen, quina recompensa mereixeu? ¿No fan el mateix els publicans? I, si només saludeu els vostres germans, què feu d'extraordinari? ¿No fan el mateix els pagans? Sigueu perfectes com ho és el vostre Pare celestial».
Comentari: Mn. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, Catalunya)
«Sigueu perfectes com ho és el vostre Pare celestial»
Avui, el Crist ens convida a estimar. Estimar sense mesura, que és la mesura de l'Amor veritable. Déu és Amor, «que fa sortir el sol sobre bons i dolents i fa ploure sobre justos i injustos» (Mt 5,45). I l'home, espurna de Déu, ha de lluitar per assemblar-s'hi cada dia: «Així sereu fills del vostre Pare del cel». On trobem el rostre de Crist? En els altres, en el proïsme més proper. És molt fàcil compadir-se dels nens famèlics d'Etiòpia quan els veiem per la TV, o dels immigrants que arriben cada dia a les nostres platges. Però, i els de casa? I els nostres companys de feina? I aquella parenta llunyana que està sola i que podríem anar-li a fer una estona de companyia? Els altres, com els tractem? Com ens els estimem? Quins actes de servei concrets tenim amb ells cada dia?
És molt fàcil estimar qui ens estima. Però el Senyor ens convida a anar més enllà, «perquè, si estimeu els qui us estimen, quina recompensa mereixeu?» (Mt 5,46). Estimar els nostres enemics! Estimar aquelles persones que sabem —de segur— que mai no ens tornaran l'afecte, ni el somriure, ni aquell favor. Senzillament perquè ens ignoren. El cristià, tot cristià, no pot estimar de manera “interessada”; no ha de donar només un bocí de pa, una almoina al del semàfor. S'ha de donar ell mateix. El Senyor, morint en la Creu, perdona els qui el crucifiquen. Ni un retret, ni una queixa, ni un mal gest...
Estimar sense esperar res a canvi. A l'hora d'estimar hem d'enterrar les calculadores. La perfecció és estimar sense mesura. La perfecció la tenim en les nostres mans enmig del món, enmig de les nostres ocupacions diàries. Fent el que toca a cada moment, no el que ens ve de gust. La Mare de Déu, a les noces de Canà de Galilea, s'adona que els convidats no tenen vi. I s'avança. I li demana al Senyor que faci el miracle. Demanem-li avui el miracle de saber-lo descobrir en les necessitats dels altres.
Día litúrgico: Martes XI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».
Comentario: Rev. D. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, España)
«Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial»
Hoy, Cristo nos invita a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45). Y el hombre, chispa de Dios, ha de luchar para asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial». ¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero, ¿y los de casa? ¿Y nuestros compañeros de trabajo? ¿Y aquella parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía? Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿Cómo los amamos? ¿Qué actos de servicio concretos tenemos con ellos cada día?
Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?» (Mt 5,46). ¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos —con certeza— que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...
Amar sin esperar nada a cambio। A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros.


Today's Gospel (Mt 5:43-48): Jesus said to his disciples, «You have heard that it was said: Love your neighbor and do not do good to your enemy. But this I tell you: Love your enemies, and pray for those who persecute you, so that you may be children of your Father in Heaven. For He makes his sun rise on both the wicked and the good, and He gives rain to both the just and the unjust. If you love those who love you, what is special about that? Do not even tax collectors do as much? And if you are friendly only to your friends, what is so exceptional about that? Do not even the pagans do as much? For your part you shall be righteous and perfect in the way your heavenly Father is righteous and perfect».
Commentary: Fr. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, Catalonia)
«You shall be righteous and perfect in the way your heavenly Father is righteous and perfect»
Today, Christ invites us to love. To love without measure, which is the measure of true Love. God is Love, «who makes his sun rise on both the wicked and the good, and gives rain to both the just and the unjust» (Mt 5:45). And man, God's spark, has to keep on struggling every day to resemble him: «So that you may be children of your Father in Heaven». Where can we find Christ's face? On others, on our nearest fellow men. It is very easy to feel sorry for the starving children in Ethiopia when we watch them on TV, or for all those immigrants that every day arrive to our shores. But, what about those at home? What about our co-workers? And what about that distant relative living alone and whom we could pay a visit to, to keep her some company? How do we treat others? How do we love them? What specific deeds of service have we towards them, every day?
It is certainly very easy to love those who love you. But our Lord is urging us to go a step further, «If you love those who love you, what is special about that?» (Mt 5:46). To love our enemies! To love those we know —for sure— will never return our affection, or our smiles, or that favour. Simply because they ignore us. A Christian, truly Christian, should not love “in an interested” way; it is not enough to give a piece of bread or our alms to the kid at the traffic lights. We have to give ourselves to the others. When dying on the Cross, Christ forgave those who crucified him. No reproach, no complaint, not even a wry face...
To love without expecting anything in return. When it comes to loving we need no calculators. Perfection is to love with no measure. And we hold perfection in our hands amidst the world, amidst our daily chores. By doing what we should in every instance, not what we should like to. God's Mother, at the wedding of Cana, in Galilee, realizes the guests have no more wine. And she steps in. And she asks the Lord to make a miracle. Let us beg him to day the miracle of finding it out in the needs of our own neighbours.

lunes XI T.Ordinario

Día litúrgico: Lunes XI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».
Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)
«Pero yo os digo: no resistáis al mal»
Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión era un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: sólo puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario cometerías una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo, diente por diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el Evangelio afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo cuando, en la cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).
Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha, pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente. Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra mansedumbre».

domingo, 8 de junio de 2008

Día litúrgico: Lunes X del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12):

En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

«Bienaventurados los pobres de espíritu»

Hoy, con la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús nos hace notar que a menudo somos unos desmemoriados y actuamos como los niños, pues el juego nos hace perder el recuerdo. Jesús temía que la gran cantidad de “buenas noticias” que nos ha comunicado —es decir, de palabras, gestos y silencios— se diluyera en nuestros pecados y preocupaciones. ¿Recordáis, en la parábola del sembrador, la imagen del grano de trigo ahogado en las espinas? Por eso san Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos principios fundamentales, para que no las olvidemos nunca. Son un compendio de la Nueva Ley presentada por Jesús, como unos puntos básicos que nos ayudan a vivir cristianamente.

Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El Maestro no sólo enseña a los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna clase de personas, sino que presenta un mensaje universal. Ahora bien, puntualiza las disposiciones que debemos tener y la conducta moral que nos pide. Aunque la salvación definitiva no se da en este mundo, sino en el otro, mientras vivimos en la tierra debemos cambiar de mentalidad y transformar nuestra valoración de las cosas. Debemos acostumbrarnos a ver el rostro del Cristo que llora en los que lloran, en los que quieren vivir desprendidos de palabra y de hechos, en los mansos de corazón, en los que fomentan las ansias de santidad, en los que han tomado una “determinada determinación”, como decía santa Teresa de Jesús, para ser sembradores de paz y alegría.

Las Bienaventuranzas son el perfume del Señor participado en la historia humana. También en la tuya y en la mía. Los dos últimos versículos incorporan la presencia de la Cruz, ya que invitan a la alegría cuando las cosas se ponen feas humanamente hablando por causa de Jesús y del Evangelio. Y es que, cuando la coherencia de la vida cristiana sea firme, entonces, fácilmente vendrá la persecución de mil maneras distintas, entre de dificultades y contrariedades inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo: entonces «alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,12).

Text de l'Evangeli (Mt 9,9-13): En aquell temps, mentre se n'anava, Jesús veié tot passant un home que es deia Mateu, assegut al lloc de recaptació d'impostos, i li digué: «Segueix-me». Ell s'aixecà i el va seguir. Després, mentre era a taula a casa seva, van acudir-hi molts publicans i altres pecadors i es posaren a taula amb Jesús i els seus deixebles. Quan els fariseus ho veieren, digueren als deixebles: «Per què el vostre mestre menja amb els publicans i els pecadors?». Jesús ho va sentir i digué: «El metge, no el necessiten els qui estan bons, sinó els qui estan malalts. Aneu a aprendre què vol dir allò de: ‘El que jo vull és amor, i no sacrificis’. No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors».

Comentari: P. Jorge Loring SJ (Cadis, Espanya)

«No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors»

Text de l'Evangeli (Mt 9,9-13): En aquell temps, mentre se n'anava, Jesús veié tot passant un home que es deia Mateu, assegut al lloc de recaptació d'impostos, i li digué: «Segueix-me». Ell s'aixecà i el va seguir. Després, mentre era a taula a casa seva, van acudir-hi molts publicans i altres pecadors i es posaren a taula amb Jesús i els seus deixebles. Quan els fariseus ho veieren, digueren als deixebles: «Per què el vostre mestre menja amb els publicans i els pecadors?». Jesús ho va sentir i digué: «El metge, no el necessiten els qui estan bons, sinó els qui estan malalts. Aneu a aprendre què vol dir allò de: ‘El que jo vull és amor, i no sacrificis’. No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors».

A

vui, Jesús ens parla de l'alegria que produeix la conversió d'algú que s'havia allunyat de Déu. Hi ha textos a l'Evangeli que poden ser malinterpretats, com per exemple: «No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors» (Mt 9,13), o aquesta altra frase, dita també per Jesús: «En el cel hi haurà més alegria per un sol pecador que es converteix que no pas per noranta-nou justos que no necessiten convertir-se» (Lc 15,7). Sembla com si Déu preferís que fóssim pecadors, i no és així. L'alegria augmenta perquè es tracta d'una alegria diferent, nova.

Si un jove emigrant torna a casa, la seva mare té una gran joia que no li donen els seus fills que s'han quedat amb ella. La mare hauria preferit que el seu fill no hagués hagut d'emigrar per trobar feina, però en tornar li dóna una alegria nova que no li donen els altres fills. Si un fill greument malalt recupera la salut, proporciona al seu pare una alegria nova que no li ofereixen els fills que estan sans. Però el pare hauria volgut que el seu fill no es posés malalt. És el cas de la joia que té el pare del fill pròdig quan aquest retorna a casa.

És evident que el Senyor vol que li siguem fidels i que no ens separem pas d'Ell. Però quan ens separem, Ell surt a buscar-nos, com el Bon Pastor que deixa les altres ovelles a la pleta i se'n va a la recerca de l'ovella perduda fins que la troba. «El metge, no el necessiten els qui estan bons, sinó els qui estan malalts» (Mt 9,12); Jesucrist, metge diví, no espera que els malalts hi vagin, sinó que Ell mateix surt a trobar-los. Com diu sant Agustí, Jesús «convoca els pecadors a la pau, i els malalts al guariment».

Today's Gospel (Mt 9:9-13): As Jesus was walking on He saw a man named Matthew at his seat in the custom-house, and He said to him, «Follow me». And Matthew got up and followed him. Now it happened, while Jesus was at table in Matthew's house, many tax collectors and other sinners joined Jesus and his disciples. When the Pharisees saw this they said to his disciples, «Why is it that your master eats with those sinners and tax collectors?». When Jesus heard this he said, «Healthy people do not need a doctor, but sick people do. Go and find out what this means: What I want is mercy, not sacrifice. I did not come to call the righteous but sinners».

«I did not come to call the righteous but sinners»

Today, Jesus speaks to us of the joy, the conversion of someone who grew apart of God, can give us. But some Gospels have texts that can be misunderstood, such as: «I did not come to call the righteous but sinners» (Mt 9:13), or this other Jesus also said: «In the same way, heaven will be happier over one lost sinner who returns to God than over ninety-nine others who are righteous and haven't strayed away!» (Lk 15:7). It looks like God would prefer we were sinners, but this is not so. The joy is greater because it is a different type of joy, completely anew.

If a young emigrant comes back home, his mother experiences a joy her other sons that remained with her cannot give her. His mother would have certainly preferred his son would not have had to emigrate to find a job, but with his return home, she feels a very special kind of exultation. When a seriously ill son recovers his health, he gives his father a new kind of happiness his other healthy sons cannot procure him. But the father would still have preferred his son did not fall ill at all. It is the same joy the father of the prodigal son felt when he came back home.

It is evident the Lord wants us to be faithful to him and that we do not grow apart from him. But when we do, He goes out looking for us, as the Good Shepherd that leaves his flock at the sheep pen and goes out seeking the lost sheep, until he finds it. «Healthy people do not need a doctor, but sick people do» (Mt 9:12); Jesus Christ, divine doctor, does not wait for the ailing to come, but He himself goes out to meeting them. St. Augustine says, Jesus «calls the sinners to peace, and the ailing to cure».

Texte de l'Évangile (Mt 9,9-13): «Jésus, sortant de Capharnaüm, vit un homme, du nom de Matthieu, assis à son bureau de publicain (collecteur d'impôts). Il lui dit: «Suis-moi». L'homme se leva et le suivit. Comme Jésus était à table à la maison, voici que beaucoup de publicains et de pécheurs vinrent prendre place avec lui et ses disciples. Voyant cela, les pharisiens disaient aux disciples: «Pourquoi votre maître mange-t-il avec les publicains et les pécheurs?». Jésus, qui avait entendu, déclara: «Ce ne sont pas les gens bien portants qui ont besoin du médecin, mais les malades. Allez apprendre ce que veut dire cette parole: C'est la miséricorde que je désire, et non les sacrifices. Car je suis venu appeler non pas les justes, mais les pécheurs».

«Je suis venu appeler non pas les justes, mais les pécheurs»

Aujourd'hui, Jesus speaks to us of the joy, the conversion of someone who grew apart of God, can give us. But some Gospels have texts that can be misunderstood, such as: «I did not come to call the righteous but sinners» (Mt 9:13), or this other Jesus also said: «In the same way, heaven will be happier over one lost sinner who returns to God than over ninety-nine others who are righteous and haven't strayed away!» (Lk 15:7). It looks like God would prefer we were sinners, but this is not so. The joy is greater because it is a different type of joy, completely anew.

If a young emigrant comes back home, his mother experiences a joy her other sons that remained with her cannot give her. His mother would have certainly preferred his son would not have had to emigrate to find a job, but with his return home, she feels a very special kind of exultation. When a seriously ill son recovers his health, he gives his father a new kind of happiness his other healthy sons cannot procure him. But the father would still have preferred his son did not fall ill at all. It is the same joy the father of the prodigal son felt when he came back home.

It is evident the Lord wants us to be faithful to him and that we do not grow apart from him. But when we do, He goes out looking for us, as the Good Shepherd that leaves his flock at the sheep pen and goes out seeking the lost sheep, until he finds it. «Healthy people do not need a doctor, but sick people do» (Mt 9:12); Jesus Christ, divine doctor, does not wait for the ailing to come, but He himself goes out to meeting them. St. Augustine says, Jesus «calls the sinners to peace, and the ailing to cure».

sábado, 7 de junio de 2008

उन नोचे तुबे उन SUEÑO

Una noche tuve un sueño.
Soñé que estaba caminando por la playa con el Señor.
Y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban
dos pares de pisadas en la arena:
una era la mía y la otra del Señor


Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré
hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que
muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo
un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos
más difíciles y angustiosos de mi vivir.
Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor:
“Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte,
que andarías siempre conmigo, todo el camino;
pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena
de los caminos de mi vida, sólo, un par de pisadas.
No comprendo por qué Tu me dejaste en las horas
en que yo más te necesitaba”.

El señor me respondió: “Mi querido hijo, Yo te amo y
Jamás te abandonaría en los momentos de sufrimiento.
Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas, fue
justamente allí, donde Yo te cargué en mis brazos.”

ORACIÓN


JUAN PABLO II, PAPA Oh Trinidad Santa, Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. Él, confiando totalmente en Tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Amén.

Virgen Madre de los Desamparados

ENTREGA TOTAL
No te merezco Madre, pero te necesito
Dadme luz para conocerte, gracia para servirte.
¡Hazlo Tú todo en mí, Madre de los Desamparados! Que yo me preste a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que aunque me cueste,
me dejaré labrar. ¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo te sienta ser en mí dirección y disciplina. Hazlo Tú todo en mí.

Santa Madre de Dios, hazme buena y digna hija Tuya,
grata a los ojos de Tu Divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
(anonimo)

Día litúrgico: Domingo X (A) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 12,38-44): En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.
Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho। Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía
«LleComentario: P. Jorge Loring SJ (Cádiz, España)
«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»
Hoy, Jesús nos habla de la alegría que produce la conversión de alguien que se había alejado de Dios. Hay textos en el Evangelio que se pueden entender mal, como por ejemplo: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13), o esta otra frase, que Jesús dijo también: «Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7). Parece como si Dios prefiriera que fuésemos pecadores, y no es así. El aumento de alegría es porque se trata de una alegría distinta, nueva.
Si un joven emigrante vuelve a casa, su madre recibe una gran alegría que no le dan sus hijos que han permanecido con ella. La madre hubiera preferido que su hijo no hubiera tenido que emigrar para encontrar trabajo, pero al volver le da una alegría nueva que no le dan los otros hijos. Si un hijo gravemente enfermo recupera la salud, da a su padre una alegría nueva que no le dan los hijos sanos. Pero el padre hubiera preferido que su hijo no enfermara. Es el caso de la alegría que recibe el padre del hijo pródigo cuando éste vuelve a casa.
Es evidente que el Señor quiere que le seamos fieles y no nos separemos de Él. Pero cuando nos separamos, Él sale a buscarnos, como el Buen Pastor que deja las otras ovejas en el redil y se va a buscar la perdida hasta que la encuentra. «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal» (Mt 9,12); Jesucristo, médico divino, no espera a que los enfermos acudan a Él, sino que Él mismo sale a su encuentro. Como dice san Agustín, Jesús «convoca a los pecadores a la paz, y a los enfermos a la curación».

Text de l'Evangeli (Mt 9,9-13): En aquell temps, mentre se n'anava, Jesús veié tot passant un home que es deia Mateu, assegut al lloc de recaptació d'impostos, i li digué: «Segueix-me»। Ell s'aixecà i el va seguir. Després, mentre era a taula a casa seva, van acudir-hi molts publicans i altres pecadors i es posaren a taula amb Jesús i els seus deixebles. Quan els fariseus ho veieren, digueren als deixebles: «Per què el vostre mestre menja amb els publicans i els pecadors?». Jesús ho va sentir i digué: «El metge, no el necessiten els qui estan bons, sinó els qui estan malalts. Aneu a aprendre què vol dir allò de: ‘El que jo vull és amor, i no sacrificis’. No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors».

Comentari: P. Jorge Loring SJ (Cadis, Espanya)
«No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors»
Avui, Jesús ens parla de l'alegria que produeix la conversió d'algú que s'havia allunyat de Déu. Hi ha textos a l'Evangeli que poden ser malinterpretats, com per exemple: «No he vingut a cridar els justos, sinó els pecadors» (Mt 9,13), o aquesta altra frase, dita també per Jesús: «En el cel hi haurà més alegria per un sol pecador que es converteix que no pas per noranta-nou justos que no necessiten convertir-se» (Lc 15,7). Sembla com si Déu preferís que fóssim pecadors, i no és així. L'alegria augmenta perquè es tracta d'una alegria diferent, nova.
Si un jove emigrant torna a casa, la seva mare té una gran joia que no li donen els seus fills que s'han quedat amb ella. La mare hauria preferit que el seu fill no hagués hagut d'emigrar per trobar feina, però en tornar li dóna una alegria nova que no li donen els altres fills. Si un fill greument malalt recupera la salut, proporciona al seu pare una alegria nova que no li ofereixen els fills que estan sans. Però el pare hauria volgut que el seu fill no es posés malalt. És el cas de la joia que té el pare del fill pròdig quan aquest retorna a casa.
És evident que el Senyor vol que li siguem fidels i que no ens separem pas d'Ell. Però quan ens separem, Ell surt a buscar-nos, com el Bon Pastor que deixa les altres ovelles a la pleta i se'n va a la recerca de l'ovella perduda fins que la troba. «El metge, no el necessiten els qui estan bons, sinó els qui estan malalts» (Mt 9,12); Jesucrist, metge diví, no espera que els malalts hi vagin, sinó que Ell mateix surt a trobar-los. Com diu sant Agustí, Jesús «convoca els pecadors a la pau, i els malalts al guariment».