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miércoles, 3 de junio de 2009

Trinidad de la Esperanza

Domingo de la Santísima Trinidad                                                                                                                                                                                                      Primera Lectura:

 Lectura del libro del Deuteronomio
(4,32-34.39-40):

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta,
pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios
creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo,
palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que
haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y
haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre
las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y
brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios,
hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en
tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo
en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te
prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues
tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para
siempre.» 
Palabra de Dios


Salmo:

 Salmo responsorial: 32
Dichoso el
pueblo que el Señor se escogió como heredad.

La palabra del Señor es
sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el
derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R.
La palabra del
Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo
dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.
R.
Los ojos del Señor
están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para
librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y
escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo
esperamos de ti.
R.


Segunda Lectura:

 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Romanos (8,14-17)
:
Los que se dejan llevar por el Espíritu de
Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud,
para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace
gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio
concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser
también con él glorificados.
Palabra de Dios


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san Mateo
(28,16-20)
:
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea,
al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero
algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno
poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del
Señor

Trinidad de la Vida,                            Trinidad de la
Esperanza

 Hace poco escuché sorprendido a un jugador de fútbol decir al final de
un partido decisivo en el que su equipo había salido ganador que “por fin estaba
seguro de que había un Dios y que estaba con él”. Me pregunté lo que podrían
estar pensando los jugadores del otro equipo, el de los perdedores. Por pura
lógica estarían pensando que Dios los había abandonado, como castigo por sus
faltas o simplemente porque prefería al otro equipo, o que no había Dios en
ninguna parte porque no habían logrado ganar aún siendo los mejores sobre el
terreno de juego.                            El hecho no es insólito. Durante siglos y siglos,
países, reyes, políticos, eclesiásticos, líderes de religiones varias, han
intentado poner a Dios de su parte.

Es decir, usar a Dios como el gran justificador de sus propios actos.
Y entre esos actos, se incluyen naturalmente las guerras y las mayores
crueldades imaginables. A Dios le han invocado los ejércitos de todas las
guerras y han pedido su ayuda para destruir al enemigo. 
      También ha
habido muchos que, fruto de examinar esa nuestra historia con un poco de sentido
crítico han terminado por pensar como los del equipo perdedor de más arriba: “No
hay Dios”, no hay nadie allá más arriba en quien confiar, estamos abandonados a
nuestras fuerzas. No vale la pena invocar al más allá para terminar justificando
las barbaridades que hacemos aquí. Por pura honestidad será mejor que asumamos
la autoría de nuestros actos y pongamos, si podemos, los remedios oportunos.

¿Cómo es nuestro Dios?
     
¿Es así nuestro Dios? ¿Es así el Dios de Jesús? ¿Es así el Dios que se
manifiesta en Jesús? A Dios lo han querido manipular todos pero cuando nos
acercamos al Evangelio sin prejuicios nos encontramos con Jesús y el Dios que se
revela y manifiesta en sus palabras y en sus actos, en su forma de vivir, en su
mismo ser.
      Ese Dios, al que Jesús llama “abbá” no justifica guerras, no excluye
a nadie sino que acoge y abraza y ama. El Dios de Jesús no quiere la muerte de
nadie sino la vida de todos, y lo demostró resucitando a Jesús de entre los
muertos. Su sueño es reunir a todos sus hijos en torno a la mesa común. En el
Reino los más pobres, los olvidados, los marginados, aquellos a los que les ha
tocado la peor parte en este mundo, serán los primeros. En el Reino a los
hermanos más fuertes y sanos les toca cuidar a los más débiles. En el Reino
nadie es más importante ni tiene más poder porque “el que quiera ser grande que
sea vuestro servidor”. Y el mismo Jesús lo demostró lavando los pies a sus
discípulos –haciendo lo que hace un criado– en la última cena. Los que siguen a
Jesús van abriendo camino a la nueva humanidad, creando fraternidad, dando
esperanza, alentando la vida de todos. San Juan escribió que “Dios es amor”. ¿Se
puede decir algo más? ¿No está lo suficientemente claro?
Padre, Hijo y Espíritu
      El “abbá” de
Jesús es nuestro padre. Es Dios, aquella figura terrible, poderosa, lejana,
aterradora que tantos tienen en la cabeza, se transforma en un “papá”,
“papaíto”, que no otra cosa significa “abbá”. Es Dios Padre de la vida,
protector de todos, el que acoge, el que abraza, el que da la vida y la
confirma, el que invita a su mesa.
     
Jesús es el hijo. Jesús es hombre que compartió con nosotros la vida
en toda su amplitud, la dureza del camino y la paz de un diálogo con los amigos
al atardecer, el trabajo y el descanso, el compromiso en favor de sus hermanos y
el amor por los más débiles y necesitados. Y en todo ello se nos hace patente
que ese hombre era verdaderamente el Hijo de Dios, tal como dijo el centurión al
pie de la cruz.
      Jesús no está hoy con nosotros pero, ante de irse
definitivamente, nos regaló su Espíritu. Es el Espíritu de Vida. Es el Espíritu
de Dios. Es el Espíritu que hoy, dos mil años después, sigue alentando en los
corazones de tantos y tantas el compromiso por hacer de este mundo un lugar más
justo, una casa para todos, un hogar donde nadie sea excluido. Es el Espíritu
que alienta la vida de la Iglesia para que el Evangelio no caiga en el olvido y
se siga encarnando en la vida diaria de las personas, de los creyentes. Es el
Espíritu que nos hace alabar a Dios cuando vemos que la vida triunfa, que la
justicia se aplica de verdad, que las personas recobran la esperanza en medio
del dolor. Todo eso y mucho más es el Espíritu Santo.
      Padre, Hijo y
Espíritu, comunidad de amor, así es nuestro Dios. El que quiere nuestra vida y
nuestro bien. El que nos da la vida y la esperanza.Fernando Torres Pérez, cmf  fernandotorresperez@earthlink.ne

 Primera Lectura:

 Lectura del libro de Tobías 12, 1. 5-15.
20

Así es que lo llamó y le dijo: -«Como paga, toma la mitad de
todo lo que has traído, y vete en paz. » Entonces Rafael llamó aparte a los dos
y les dijo: -«Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los
beneficios que os ha hecho, para que todos canten himnos en su honor. Manifestad
a todos las obras del Señor como él se merece, y no seáis negligentes en darle
gracias. Si el secreto del rey hay que guardarlo, las obras de Dios hay que
publicarlas y proclamarlas como se merecen. Obrad bien, y no os vendrá ninguna
desgracia. Más vale la oración sincera y la limosna generosa que la riqueza
adquirida injustamente. Más vale hacer limosnas que atesorar dinero. La limosna
libra de la muerte y espía el pecado. Los que hacen limosna se saciarán de vida.
Los pecadores y los malhechores son enemigos de si mismos. Os descubriré toda la
verdad sin ocultaros nada. Ya os dije que si el secreto del rey hay que
guardarlo, las obras de Dios hay que publicarlas como se merecen. Pues bien,
cuando Sara y tú estabais rezando, yo presentaba al Señor de la gloria el
memorial de tu oración. Lo mismo cuando enterrabas a los muertos. Y cuando te
levantaste de la mesa sin dudar y dejaste la comida por ir a enterrar a aquel
muerto, Dios me envió para probarte; pero me ha enviado de nuevo para curarte a
ti y a tu nuera Sara. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al
servicio de Dios y tienen acceso ante el Señor de la gloria. Así, pues, bendecid
al Señor en la tierra, dad gracias a Dios. Yo subo ahora al que me envió.
Vosotros escribid todo lo que os ha ocurrido. »Palabra de
Dios.


Salmo:

 Tb 13, 2. 6. 7. 8

R. Bendito sea
Dios, que vive eternamente.

Él azota y se compadece, hunde hasta
el abismo y saca de él, y no hay quien escape de su mano. R.

Veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al rey de los siglos.
R.
Yo le doy gracias en mi cautiverio, anuncio su
grandeza y su poder a un pueblo pecador. R.
Convertíos,
pecadores, obrad rectamente en su presencia: quizá os mostrará benevolencia y
tendrá compasión. R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san
Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a
la gente, dijo: -«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio
ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en
las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de
las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más
rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a
la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una
viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: -«Os aseguro
que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque
los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha
echado todo lo que tenía para vivir. »Palabra del
Señor.

Sábado de la 9ª semana de Tiempo Ordinario.

Querido amigo/a: La palabra de Jesús nos
muestra dos caminos opuestos de seguimiento. Podríamos simplificar afirmando que
hay dos actitudes contrapuestas en el seguimiento de Jesús. Ambas se encarnan en
los dos personajes de la secuencia que Marcos nos ofrece en el capítulo trece:
los escribas y la viuda pobre. Analicemos estas actitudes.

La actitud
de los letrados o maestros de la ley. Son los respetados y apreciados por el
pueblo. Son gente importante, pero ¿lo son para Jesús? Parece que no, puesto que
el Maestro los denuncia por ser hipócritas y corruptos, estafadores que se
aprovechan de la fe del pueblo para favorecer sus mezquinos intereses. Se
aprovechan de su reputación e influencia social para buscar su propio beneficio.
Los que son considerados gente muy apreciada por la sociedad, parece que no son
tan importantes a los ojos de Dios. ¿Por qué? ¿Quién es apreciado o importante
para Dios?

La actitud de la viuda pobre. De entrada es mujer, lo que
en su contexto la sitúa en una posición de sometimiento al varón. Además es
pobre de solemnidad, sin ninguna seguridad ni garantía de vida; y por si fuera
poco, parece deducirse del texto que es anciana, lo que la margina aún más.
Tiene casi todos los números del sorteo para estar excluida absolutamente del
sistema de pureza legal. Sólo le falta ser prostituta para completar su
currículum. ¡Menuda tarjeta de presentación!

Pero Jesús va al
interior. No importa la fachada, el estatus, sino el corazón. Los escribas
tienen buena presentación, pero un interior podrido. Es la actitud del que se
cree justo pero en realidad está lejos de Dios y además ciego para darse cuenta.
La viuda pobre presenta un aspecto lamentable pero su corazón es mucho más
grande y la invisibilidad de su ofrenda muestra la grandeza que sólo Jesús
percibe. Es la actitud de los limpios y grandes de corazón.
De nuevo
la Palabra nos confronta: ¿hacia dónde te inclinas? ¿Hacia la actitud de los
escribas o de la viuda? ¿Hacia un corazón raquítico o generoso?
Danos
Señor la actitud de la viuda pobre, la de la grandeza de corazón.Vuestro hermano en la fe:Juan Lozano, cm

Viernes de la 9ª semana de Tiempo Ordinario


Primera Lectura:

 Lectura del libro de Tobías
11,5-17

En aquellos días, Ana estaba sentada, oteando el camino
por donde tenía que llegar su hijo. Tuvo el presentimiento de que llegaba, y
dijo al padre: -«Mira, viene tu hijo con su compañero.» Rafael dijo a Tobías,
antes de llegar a casa: -«Estoy seguro de que tu padre recuperará la vista.
Úntale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las nubes de los ojos
se contraigan y se le desprendan. Tu padre recobrará la vista y verá la luz.»
Ana fue corriendo a arrojarse al cuello de su hijo, diciéndole: -«Te veo, hijo,
ya puedo morirme.» Y se echó a llorar. Tobit se puso en pie y, tropezando, salió
por la puerta del patio. Tobías fue hacia él con la hiel del pez en la mano; le
sopló en los ojos, le agarró la mano y le dijo: . -«Ánimo, padre.» Le echó el
remedio, se lo aplicó y luego con las dos manos le quitó como una piel de los
lagrimales. Tobit se le arrojó al cuello, llorando, mientras decía: -«Te veo,
hijo, luz de mis ojos.» Luego añadió: -«Bendito sea Dios, bendito su gran
nombre, benditos todos sus santos ángeles. Que su nombre glorioso nos proteja,
porque si antes me castigó, ahora veo a mi hijo Tobías.» Tobías entró en casa
contento y bendiciendo a Dios a voz en cuello. Luego le contó a su padre lo bien
que les había salido el viaje: traía el dinero y se había casado con Sara, la
hija de Ragüel: -«Está ya cerca, a las puertas de Nínive.» Tobit salió al
encuentro de su nuera, hacia las puertas de Nínive. Iba contento y bendiciendo a
Dios, y los ninivitas, al verlo caminar con paso firme y sin ningún lazarillo,
se sorprendían. Tobit les confesaba abiertamente que Dios había tenido
misericordia y le había devuelto la vista. Cuando llegó cerca de Sara, mujer de
su hijo Tobías, le echó esta bendición: -«¡Bien venida, hija! Bendito sea tu
Dios, que te ha traído aquí. Bendito sea tu padre, bendito mi hijo Tobías, y
bendita tú, hija. ¡Bien venida a ésta tu casa! Que goces de alegría y bienestar.
Entra, hija.» Todos los judíos de Nínive celebraron aquel día una gran
fiesta.Palabra de Dios.


Salmo:

 Sal 145, 1-2. 6b-7. 8-9a.
9bc-10
R. Alaba, alma mía, al Señor.
Alaba, alma
mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras
exista. R.
Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que
hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a
los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego, el
Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor
guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la
viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu
Dios, Sión, de edad en edad. 


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san
Marcos 12, 35-37


En aquel tiempo, mientras enseñaba en el
templo, Jesús preguntó:
-«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo
de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor
a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies."
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?» La gente, que era
mucha, disfrutaba escuchándolo.Palabra del Señor.
Querido amigo/a: Jesús vuelve a enfrentarse a una pregunta de sus
adversarios que cuestiona su identidad. En esta ocasión sobre el título
mesiánico “Hijo de David”. Evidentemente el problema no está en el título, sino
en saber si este título transparenta el sentido del mesianismo de Jesús. Veamos
el trasfondo. Jesús no acepta ser “Hijo de David” por dos razones,
primero porque es más que David y segundo porque no quiere ser un rey que haga
distinciones sociales, sea nacionalista y excluyente, basándose en un estilo
violento, como hacía el rey David. Aunque Jesús pertenezca al linaje de David,
es más que eso. Su misión supera todos los títulos mesiánicos, no depende de
ellos. Su vocación es la pasión por el Reino; no  tiene más título que este. Y a
nosotros lo que nos tiene que preocupar y definir es ser “hijos de Dios”. Este
es nuestro título, no necesitamos más. 
 En la primera lectura, Tobías
se siente “hijo de Dios”, porque se encuentra sanado al recuperar la vista, Sara
ha recuperado la paz y la alegría y por todo ello está muy contento. Se siente
bendecido. 

Hoy hacemos memoria de San Bonifacio, un
misionero inglés que evangelizó con gran pasión las tierras alemanas fundando
numerosos monasterios y llevando la Palabra de Dios con gran entrega. También se
sintió un “hijo de Dios” hasta que por envidia lo asesinaron a sus ochenta años.

No importan los títulos ni los nombres, sino lo que estos
significan. Nosotros somos cristianos, “hijos de Dios” y hermanos de Cristo.
Pero, ¿nos sentimos de veras así? Esto es lo realmente importante.Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.

Jueves de la 9ª semana de Tiempo Ordinario. 


Primera Lectura:

 Lectura del libro de Isaías
52,13.53,12:


Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá
mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni
tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán
la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó
nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia
como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin
aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de
dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó
nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos
errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la
boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía
y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en
su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi
pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los
malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El
Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por
su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de
conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de
ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el
pecado de muchos e intercedió por los pecadores.Palabra de
Dios


Salmo:

 Salmo responsorial: 39
R. Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Cuántas maravillas has
hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te
puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en
cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio.
R.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
ˇcomo está escrito
en mi libroˇ
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu
ley en las entrañas. R.
He proclamado tu
salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo
sabes. R.
No he guardado en el pecho tu defensa,
he
contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu
lealtad
ante la gran asamblea. R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san
Lucas 22, 14-20

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus
discípulos y les dijo: -«He deseado enormemente comer esta comida pascual con
vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta
que se cumpla en el reino de Dios.» Y, tomando una copa, pronunció la acción de
gracias y dijo: -«Tornad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no
beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.» Y,
tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
-«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»
Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: -«Esta copa es la nueva
alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros.»
Palabra del Señor.
Querido amigo/a:El primer jueves, después de Pentecostés, celebramos
esta fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Los sacerdotes de la antigua
alianza, como Melquisedec, hacían sacrificios de animales en el altar. El
sacrificio del sacerdocio de hoy, que instauró Jesús también un jueves, es otro:
el servicio y la entrega. Es fácil sacrificar cosas, lo difícil es sacrificarse
uno, darse.
Celebramos hoy la fiesta del servicio. Todos los
bautizados participamos de este sacerdocio, no sólo los presbíteros. Por tanto,
todos estamos llamados a ser servidores, a dar nuestra vida como Jesús ha hecho,
para que demos vida, aunque no siempre sea fácil. Así somos mediadores, puentes
entre Dios y los hombres, participamos de este sacerdocio, dicho de otra manera.
Y por supuesto, los presbíteros. Ellos, a través de su ministerio en la Iglesia,
visibilizan este ministerio con su servicio eclesial y con su vida.
La celebración de este día es una invitación para que todos vivamos más en la
clave del servicio, de repartir este pan de vida que es Jesús para que llegue a
los que todavía no lo han saboreado. Jesús tiene que ser conocido, amado y
servido por muchos hombres y mujeres que todavía no se han encontrado con Él. Y
una manera de visibilizarlo, de despertar la inquietud por Jesús es amar desde
el servicio, un servicio que siempre suscita un interrogante, una inquietud.
Servir es una manera de evangelizar.
No permitamos que los
ministerios en la iglesia se ejerciten desde otras actitudes que no estén en la
clave del servicio, pues contaminan, dividen y dan anti testimonio de lo que es
el Reino de Dios.
Hoy podemos orar con esta pregunta: ¿cómo estoy de
entrega? ¿Dónde tengo que servir más y mejor?

Miércoles de la 9ª semana de Tiempo Ordinario


Primera Lectura:

 Lectura del libro de Tobías 3, 1 -1 la.
16-17a

En aquellos días, profundamente afligido, sollocé, me a
llorar y empecé a rezar entre sollozos: -«Señor, tú eres justo, todas tus obras
son justas; tú actúas con misericordia y lealtad, tú eres el juez del mundo. Tu,
Señor, acuérdate de mi y mírame; no me castigues por mis pecados, mis errores y
los de mis padres, cometidos en tu presencia, desobedeciendo tus mandatos. Nos
has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte, nos has hecho refrán,
comentario y burla de todas las naciones donde nos has dispersado. SI, todas tus
sentencias son justas cuando me tratas así por mis pecados, porque no hemos
cumplido tus mandatos ni hemos procedido lealmente en tu presencia. Haz ahora de
mi lo que te guste. Manda que me quiten la vida, y desapareceré de la faz de la
tierra y en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir, después de
oír ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo
me libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu
rostro, Señor, porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y
escuchando tales ultrajes.» Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, el de
Ecbatana de Media, tuvo que soportar también los insultos de una criada de su
padre; porque Sara se había casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo
fue matando a todos los maridos, cuando iban a unirse a ella según costumbre. La
criada le dijo: -«Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con
siete, y no llevas el apellido ni siquiera de uno. Porque ellos hayan muerto, ¿a
qué nos castigas por su culpa? ¡Vete con ellos! ¡Que no veamos nunca ni un hijo
ni una hija tuya! » Entonces Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y
subió al piso de arriba de la casa, con intención de ahorcarse. Pero lo pensó
otra vez, y se dijo: -« ¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la
única hija que tenía, tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y
mandaré a la tumba a mi anciano padre, de puro dolor. Será mejor no ahorcarme,
sino pedir al Señor la muerte, y así ya no tendré que oír más insultos.»
Extendió las manos hacia la ventana y rezó. En el mismo momento, el Dios de la
gloria escuchó la oración de los dos, y envió a Rafael para
curarlos.Palabra de Dios.


Salmo:

 Sal 24, 2-3. 4-5ab. 6-7bc. 8-9
R.
A ti, Señor, levanto mi alma.

Dios mío, en ti confío, no quede
yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no
quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores.
R.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus
sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
R.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia
son eternas; acuérdate de mi con misericordia, por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace
caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san
Marcos 12, 18-27

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos
saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: -«Maestro,
Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero
no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano." Pues bien, habla
siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la
viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete
dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a
la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con
ella.» Jesús les respondió: -«Estáis equivocados, porque no entendéis la
Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres
se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza,
lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy
equivocados.»Palabra del Señor                                                                                               Vuestro hermano en la fe:Juan Lozano, cmf.
Querido amigo/a:
  ¡Claro que Dios es un Dios de vivos! No está muerto,
como muchos se han empeñado y se empeñan en defender. Veamos cómo actúa. En el
libro de Tobías, Sara, una piadosa judía, es burlada por sus criados, ya que en
sus siete matrimonios no ha podido consumar ni uno. Se siente brutalmente
humillada y se dirige a Dios para pedirle que le quite la vida. Igual que
Tobías, que también se lamenta por las desgracias que le han ocurrido y hace la
misma petición en su oración. ¿Cómo responde Dios? ¿Con la muerte?
   El
evangelio de Marcos nos muestra la burla que los saduceos hacen sobre la
resurrección. Ya sabemos que esta clase social dominante rechazaba la fe en la
resurrección y en el caso que le proponen a Jesús buscan ridiculizar esta
creencia. Llevan la ley del Levirato, por la que el hermano del difunto marido
debía dar descendencia a la mujer viuda, hasta un extremo ridículo. Jesús
interpreta la resurrección, no como una continuación de la vida mortal, sino
como un estado de vida en plenitud con Dios, entrando en una comunión en la que
se supera toda forma de relación humana, por eso no será necesario casarse
(volviendo al caso que plantean los listillos saduceos). Es otra dimensión
diferente a la nuestra, pero plena.
 Hoy hacemos memoria de San Carlos Luanga y
compañeros
. Sólo tenía 20 años cuando lo torturaron y lo mataron, quemándolo
vivo junto a otros 19 compañeros más en Uganda. El rey no quiso que estos
siervos suyos fueran cristianos ya que rezaban y se oponían a la esclavitud,
entre otras cosas.
  Dios ha optado, opta y optará siempre por la
vida. Es un Dios de vivos, no lo olvidemos. Por tanto, todo el que defienda,
promueva y luche por la vida, la propia y la de los otros, especialmente la de
los más débiles e indefensos, estará cerca de Dios y acabará encontrándose con
Él. Y a la inversa. No nos equivoquemos como los saduceos y tantos otros.            Vuestro hermano en la fe:
Primera Lectura:
Lectura del libro de Tobías 2,
9-14
Yo, Tobías, la noche de Pentecostés, cuado hube enterrado
el cadáver, después del baño fui al patio y me tumbé junto a la tapia, con la
cara destapada porque hacía calor; ya no sabía que en la tapia, encima de mí,
había un nido de gorriones; su excremento caliente me cayó en los ojos , y se me
formaron nubes. Fui a lo médicos a que me curaran; pero cuanto más ungüentos me
daban más vista perdía, hasta que me quedé completamente ciego. Estuve sin vista
cuatro años. Todos mis parientes se apenaron por mi desgracia, y Ajicar me cuidó
dos años, hasta que marchó a Elimaida. En aquella situación, mi mujer Ana se
puso hacer labores para ganar dinero. Los clientes le daban el importe cuando
les llevaba la labor terminada. El siete de marzo, al acabar una pieza y
mandársela a los clientes, éstos le dieron el importe íntegro y le regalaron un
cabrito para que lo trajese a casa. Cuando llegó, el cabrito empezó a balar. Yo
llamé a mi mujer y le dije: - “¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado?
Devuélveselo al dueño, que no podemos comer nada robado.” Ana me respondió: -
“Me lo han dado de propina, además de la paga”. Pero yo no la creía y,
abochornado por su acción, insistí en que se lo devolviera al dueño. Entonces me
replicó: - “¿Y dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya
ves lo que te pasa!Palabra de Dios.


Salmo:

 Sal 111, 1-2. 7-8.9
R. El corazón
del justo está firme en el Señor
Dichoso el que teme al Señor y
arma de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, La
descendencia del justo será bendita. R
No temerá la
malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin
temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos. R.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san
Marcos 12, 13-17

En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos
y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le
dijeron: 
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de na-die;
porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios
sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó:
-« ¿Porqué intentáis cogerme?
Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron. 
Y él les preguntó: -«¿De
quién es esta cara y esta inscripción?» Le contestaron: 
-«Del César.» Les
replicó: -«Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.» Se quedaron admirados.
Palabra del Señor.Lozano,
cmf

Querido amigo/a:En el nombre de Dios se han cometido muchas
barbaridades, sobre todo cuando algunos regímenes políticos o formas de
pensamiento han tratado de identificarse, para sacar beneficio propio, con el
proyecto de Jesús: el Reino de Dios. Este es un proyecto suprapolítico, está por
encima de la política, pues sus intereses son otros. Ojalá los regímenes
políticos se acercaran más a este gran proyecto para el mundo.
 La
cuestión que hoy nos atañe es ¿qué es del César y qué es de Dios? Jesús pide un
denario, una moneda corriente del imperio romano. El denario tenía una imagen
del emperador (entonces Tiberio) y una leyenda que afirmaba su divinidad. Dar al
César lo que es del César significa reconocer la autonomía del poder civil (creo
que hoy esto es aceptado y no genera ningún problema), pero rechazando su
divinización (en esto último no creo que haya tanto consenso). Pues a algunos
regímenes, sistemas o gobiernos les gustaría desterrar el lugar de Dios y ocupar
su puesto, ya que estorba. 
Dar a Dios lo que es de Dios, significa que Dios
no se identifica con ningún proyecto político en particular, sino con uno
suprapolítico: la felicidad de todos los hombres y mujeres comenzando por las
necesidades de los últimos de este mundo. Y en esto Dios sí tiene mucho que
decir, por mucho que se le quiera ocultar en el sótano de la vida pública.
Tampoco Dios se opone al mundo, por mucho que se empeñen algunos en vender esta
falsa imagen.
Sólo Dios merece nuestro amor y nuestra entrega total.
No confundamos los asuntos del reino de Dios, como la paz, la justicia, la
solidaridad, la libertad y la verdad con los intereses mezquinos de los imperios
y regímenes sean del signo que sean. Nunca serán tan puros, ni tan fieles, ni
tan generosos como Dios es. Devolvamos a Dios el lugar que le corresponde y no
divinicemos ningún proyecto humano, sino más bien hagámoslo más humano, como
Dios quiere. Y tú, ¿qué das a Dios y qué das al César?                                                             Vuestro hermano en la fe:Juan Lozano, cmf.

domingo, 31 de mayo de 2009

«El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad plena»


Primera Lectura: Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles (2,1-11):                                                                                                                                              
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos
reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento
recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras,
cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en
Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido,
acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en
su propio idioma.                                                                                                                                                                                               Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos
todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar
en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros
vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en
Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos
forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y
cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia
lengua.» Palabra de Dios.



Salmo:

 Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y
34
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la
tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!

Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.
R.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;

envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
R.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.

Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R.
Segunda Lectura:
 Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):

Nadie puede decir: «Jesús es
Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones,
pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En
cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el
cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar
de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos
y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Palabra de Dios.

SECUENCIA
Ven, Espíritu
divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en
tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor
consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que
enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del
alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le
faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu
aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava
las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu
indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,

según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al
esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo
eterno.


Evangelio:

 Lectura del santo evangelio según san Juan
(20,19-23):

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho
esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»Palabra del Señor.
uigo, el Cartujo, (?-1188), prior de la Gran Cartuja 
Meditación 10

«Este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo
estoy»
  Es necesario seguir a Cristo, es necesario
adherirse a él, y no se le debe abandonar hasta la muerte. Tal como Eliseo dijo
a su maestro: ««Vive el Señor y vive tu alma, que no te dejaré.» (2R 2,2)...
¡Sigamos, pues, a Cristo, y unámonos a él! «¡Qué bueno es Dios para el justo!»
dice el salmista (72,2). «Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene» (Sl
62,9). Y san Pablo añade: «El que se une al Señor se hace un espíritu con él»
(1C 6,17). No solamente un cuerpo, sino un solo espíritu. Del espíritu de Cristo
vive todo su cuerpo; a través del cuerpo de Cristo, se llega al espíritu de
Cristo. Permanece, pues, por la fe en el cuerpo de Cristo y un día serás un solo
espíritu con él. Ya por la fe estás unido a su cuerpo; por la visión estarás
también unido a su espíritu. No es que allá arriba le veremos sin cuerpo, sino
que son nuestros cuerpos los que serán espirituales (1C 15,44).
    
«Padre, dice Cristo, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que
ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea»: esta es la unión que
se realiza por la fe. Y más adelante pide: «Que nuestra unidad sea perfecta  fin
que el mundo lo sepa»: esta es la unión para la visión.
     Esta es la
manera de alimentarse espiritualmente del cuerpo de Cristo: tener en él una fe
pura, buscar siempre el contenido de esta fe por la meditación asidua,
encontrar, a través de la inteligencia, eso que buscamos, amar ardientemente el
objeto de nuestra búsqueda; en la medida de lo posible, imitar al que amamos; e
imitándolo, adherirnos a él constantemente para llegar a la unión eterna.
San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia 
Comentario
al evangelio de Juan, 11, 11; PG 74, 558


San Bruno de Segni (hacia 1045-1123), obispo
Comentario del Éxodo, c. 15

Del Pentecostés judío al Pentecostés
cristiano
     El monte Sinaí es símbolo del monte Sión...
Fijaos hasta que punto las dos alianzas son el eco una de la otra, con que
armonía la fiesta de Pentecostés es celebrada por cada una de ellas... El Señor
bajó, tanto sobre el monte Sión como sobre el monte Sinaí, el mismo día y de
modo semejante...
   Lucas ha escrito: «De pronto vino un ruido del
cielo, como de un viento recio. Los apóstoles vieron aparecer una lenguas, como
llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3)... Sí,
aquí y allí el ruido de un viento recio se dejó oír, un fuego se dejó ver. Pero
en el Sinaí era una nube espesa, sobre el monte Sión el esplendor de una luz muy
brillante. En el primer caso se trataba «de la sombra y la figura» (Hb 8,5), en
el segundo, de la verdadera realidad. En otros momentos se escuchaba el ruido
del trueno, ahora de pueden discernir las voces de los apóstoles. Por un lado,
el resplandor del rayo; por el otro estallan prodigios por todas
partes...
     «Todos salieron del campamento para ir al encuentro del
Señor, al pie de la montaña» (Ex 19,17). Se lee en los Hechos de los Apóstoles:
«Al oír el ruido, acudieron en masa»... De todo Jerusalén el pueblo se reunió al
pie del monte Sión, es decir en el lugar en que Sión, figura de la santa
Iglesia, empezaba a edificarse, a poner sus fundamentos...
     «Todo el
monte Sinaí  humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego,
dice el Éxodo (v. 18)... ¿Podían no quemar los que estaban ardiendo con el gran
fuego del Espíritu Santo? Tal como el humo señala la presencia del fuego, así
también por la seguridad de sus palabras, por la diversidad de lenguas, el fuego
del Espíritu Santo manifestaba su presencia en el corazón de los apóstoles.
¡Dichosos los corazones llenos de este fuego! ¡Dichosos los hombres que ardían
con su calor! «El monte temblaba violentamente. El sonar de la trompeta se hacía
cada vez más fuerte» (v.19)... De la misma manera la voz de los apóstoles y su
predicación se hacían cada vez más fuertes; cada vez más lejos se hicieron
escuchar sus palabras hasta que «su mensaje alcanza a toda la tierra y su voz
llega hasta los límites del orbe» (Sl 18,5).
Para que ellos sean uno como lo somos
nosotros»
     Cuando Cristo se hizo semejante a nosotros,
es decir, se hizo hombre, el Espíritu lo ungió y consagró, aún siendo Dios por
naturaleza... Él mismo santifica su propio cuerpo y todo lo que en la creación
es digno de ser santificado. El misterio ocurrido en Cristo es el principio y el
itinerario de nuestra participación por el Espíritu.
     Para unirnos
también a nosotros, para fundirnos en una unidad con Dios y entre nosotros,
aunque separados por la diferencia de nuestras individualidades, de nuestras
almas y de nuestros cuerpos, el Hijo único inventó y preparó un medio para estar
unidos, gracias a su sabiduría y según el consejo de su Padre. A través de un
solo cuerpo, su propio cuerpo, bendice a los que creen en él en una comunión
mística y hace de todos nosotros un solo cuerpo con él y entre
nosotros.
     ¿Quién podrá separar, quién podrá  privar de su unión
física a los que, a través de este cuerpo sagrado y sólo a través de él, estén
unidos en la unidad de Cristo? Si compartimos un mismo pan, formamos todos un
solo cuerpo (1C 10,17). Porque Cristo no puede ser partido. Por esto también a
la Iglesia se la llama cuerpo de Cristo y a nosotros sus miembros, según la
doctrina de san Pablo (Ef 5,30). Todos unidos a un solo Cristo a través de su
santo cuerpo, le recibimos, único e indivisible, en nuestros propios cuerpos.
Debemos considerar nuestros propios cuerpos como que ya no nos pertenecen.Liturgia siríaca 

Comentario: P.
Joaquim Petit i Llimona LC (Barcelona, España)


«Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por
aquellos que creerán en mí»



Hoy,
encontramos en el Evangelio un sólido fundamento para la confianza: «Padre
santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en
mí...» (Jn 17,20). Es el Corazón de Jesús que, en la intimidad con los
suyos, les abre los tesoros inagotables de su Amor. Quiere afianzar sus
corazones apesadumbrados por el aire de despedida que tienen las palabras y
gestos del Maestro durante la Última Cena. Es la oración indefectible de Jesús
que sube al Padre pidiendo por ellos. ¡Cuánta seguridad y fortaleza encontrarán
después en esta oración a lo largo de su misión apostólica! En medio de todas
las dificultades y peligros que tuvieron que afrontar, esa oración les
acompañará y será la fuente en la que encontrarán la fuerza y arrojo para dar
testimonio de su fe con la entrega de la propia vida.


La contemplación de esta realidad, de esa oración de Jesús
por los suyos, tiene que llegar también a nuestras vidas: «No ruego sólo por
éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...». Esas palabras
atraviesan los siglos y llegan, con la misma intensidad con que fueron
pronunciadas, hasta el corazón de todos y cada uno de los creyentes.


En el recuerdo fresco de la última visita de Juan Pablo II a
España, encontramos en las palabras del Papa el eco de esa oración de Jesús por
los suyos: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón -dijo el
Pontífice ante más de un millón de personas-. El recuerdo de estos días se hará
oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la
esperanza cristiana que no defrauda». Y ya no tan cercano, otro papa hacía una
exhortación que nos llega al corazón después de muchos siglos: «No hay ningún
enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no le
ayude la oración de Cristo. Ya que si ésta fue de provecho para los que se
ensañaron con Él, ¿cuánto más lo será para los que se convierten a Él?» (San
León Magno).


Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona,
España)


«‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice
Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’»



Hoy hemos
de agradecer a san Juan que nos deje constancia de la íntima conversación entre
Jesús y Pedro: «‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor,
tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’» (Jn
21,15). —Desde los más pequeños, recién nacidos a la Vida de la Gracia... has de
tener cuidado, como si fueras Yo mismo... Cuando por segunda vez... «le dice
Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’», Él le está diciendo a Simón Pedro: —A todos los
que me sigan, tú los has de presidir en mi Amor, debes procurar que tengan la
caridad ordenada. Así, todos conocerán por ti que me siguen a Mí; que mi
voluntad es que pases por delante siempre, administrando los méritos que —para
cada uno— Yo he ganado.


«Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez:
‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’»
(Jn 21,17). Le hace rectificar su triple negación y, solamente
recordarla, le entristece. —Te amo totalmente, aunque te he negado..., ya sabes
cómo he llorado mi traición, ya sabes cómo he encontrado consuelo solamente
estando con tu Madre y con los hermanos.


Encontramos consuelo al recordar que el Señor estableció el
poder de borrar el pecado que separa, mucho o poco, de su Amor y del amor a los
hermanos. —Encuentro consuelo al admitir la verdad de mi alejamiento respecto de
Ti y al sentir de tus labios sacerdotales el «Yo te absuelvo» “a modo de
juicio”.


Encontramos consuelo en este poder de las llaves que
Jesucristo otorga a todos sus sacerdotes-ministros, para volver a abrir las
puertas de su amistad. —Señor, veo que un desamor se arregla con un acto de amor
inmenso. Todo ello, nos conduce a valorar la joya inmensa del sacramento del
perdón para confesar nuestros pecados, que realmente son “des-amor”.
San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de
Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 88 sobre el evangelio de Juan;
PG 59, 477

«El buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn
10,11)
     Lo que por encima de todo nos atrae el
beneplácito de lo alto es la solicitud hacia nuestro prójimo. Por esto Cristo
exige a Pedro esta disposición: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él
le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Y Jesús le dice: Apacienta mis
ovejas». ¿Por qué Jesús, dejando de lado a los demás apóstoles, se dirige a
Pedro para su propósito? Es porque Pedro era el primero de entre los apóstoles,
su  portavoz, la cabeza del colegio, de tal manera que un día el mismo Pablo le
consultó antes que a los demás (Ga 1,18). Para enseñar a Pedro que debía tener
confianza y que sus negaciones habían sido olvidadas, Jesús le da ahora la
primacía entre sus hermanos. No menciona su negación y no le avergüenza del
pasado. «Si me amas, le dice, sé el primero entre tus hermanos; y da prueba
ahora del amor ferviente que con tanto gozo siempre me has manifestado. La vida
que tú dijiste estabas dispuesto a dar por mí, dala por mis
ovejas»...
 Pero Pedro se turba ante el pensamiento que podía, él
mismo, tener la impresión de no ser auténtico su amor y, realmente, no serlo. De
la misma manera, se dice, que estaba seguro y afirmativo de mí mismo en el
pasado, ahora estoy confuso. Jesús le pregunta tres veces, y tres veces le
ordena lo mismo. Es así como le enseña qué precio él mismo concede al cuidado de
sus ovejas puesto que hace de ello la prueba más grande de amor hacia él.
¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido» (Lc
15,6)
     En el día de la Ascensión, oh Cristo Rey
los
ángeles y los hombres te aclaman:
«Tú eres santo, Señor, porque has
descendido y has salvado a Adán,
al hombre hecho de polvo (Gn 2,7),
del
abismo de la muerte y del pecado,
y por tu santa Ascensión, oh Hijo de Dios,

los cielos y la tierra entran a gozar de la paz.
¡Gloria a aquél que has
enviado!»
La Iglesia ha visto a su Esposo en la gloria,
y ha olvidado los
sufrimientos soportados en el Gólgota.
En lugar del peso de la cruz que
llevaba
es una nube luminosa la que lo lleva.
Y él se levanta, vestido de
esplendor y majestad.
   Un gran prodigio tiene lugar hoy en el monte
de los Olivos:
¿Quién es capaz de decirlo?...
Nuestro maestro había
descendido buscando a Adán
y después de haber encontrado al que estaba
perdido,
lo trae sobre sus espaldas
y glorioso lo introduce en el cielo
con él (cf Lc 15, 4s).
Vino y nos mostró que era Dios;
se revistió de un
cuerpo y nos mostró que era hombre;
descendió a los infiernos y mostró que
había muerto;
subió y ha sido exaltado y nos ha mostrado cuán grande
es.
¡Bendita sea su exaltación!
  En el día de su nacimiento, María
se alegra,
en el día de su muerte, la tierra tiembla,
en el día de su
resurrección, el infierno se aflige,
en el día de su ascensión, el cielo
exulta.
¡Bendita sea su Ascensión!
«El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad
plena»
     «¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el
espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce
sólo el Espíritu de Dios» (1 C 2,11). Apresúrate, pues, a participar del
Espíritu Santo: cuando se le invoca, ya está presente; es más, si no hubiera
estado presente no se le habría podido invocar. Cuando se le llama, viene, y
llega con la abundancia de las bendiciones divinas. Él es aquella impetuosa
corriente que alegra la ciudad de Dios (sl 45, 5). Si al venir te encuentra
humilde, sin inquietud, lleno de temor ante la palabra divina, se posará sobre
ti y te revelará lo que Dios esconde a los sabios y entendidos de este mundo (Mt
11,25). Y, poco a poco, se irán esclareciendo ante tus ojos todos aquellos
misterios que la Sabiduría reveló a sus discípulos cuando convivía con ellos en
el mundo, pero que ellos no pudieron comprender antes de la venida del Espíritu
de verdad, que debía llevarlos hasta la verdad plena...

     Así como
aquellos que quieren adorarle deben hacerlo en espíritu y verdad, del mismo modo
los que desean conocerlo deben buscar en el Espíritu Santo la inteligencia de la
fe... En medio de las tinieblas de las ignorancias de esta vida, el Espíritu
Santo es, para los pobres de Espíritu (Mt 5,3), luz que ilumina, caridad que
atrae, dulzura que seduce, amor que ama, camino que conduce a Dios, devoción que
se entrega, piedad intensa. El Espíritu Santo, al hacernos crecer en la fe,
revela a los creyentes la justicia de Dios, da gracia tras gracia (Jn 1,16) y,
por la fe que nace del mensaje, hace que los hombres alcancen la plena
iluminación
Guillermo de san Teodorico
El Espejo de la fe 

Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins
de Rei-Barcelona, España)


«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»



Hoy
contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En
estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra
esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se
expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de poco ya no me veréis,
y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)— concentra la
tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida
cotidiana.


Los cristianos del siglo XXI sentimos la misma urgencia que
los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar
su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y
caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros,
que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero
esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su
presencia segura entre nosotros.


Esta presencia, así nos lo recordadaba Juan Pablo II en su
última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta
—específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta
verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra
en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con
alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del
Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’
(Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo,
“misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir
de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les
abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)».


Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que
se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios;
comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo
llene de luz nuestra búsqueda de Dios.

Comentario: Rev. D. Pere Oliva i March (Sant Feliu de
Torelló-Barcelona, España)


«Padre, ha llegado la hora»



Hoy, el
Evangelio de san Juan -que hace días estamos leyendo- comienza hablándonos de la
"hora": «Padre, ha llegado la hora» (Jn 17,1). El momento culminante, la
glorificación de todas las cosas, la donación máxima de Cristo que se entrega
por todos... "La hora" es todavía una realidad escondida a los hombres; se
revelará a medida que la trama de la vida de Jesús nos abre la perspectiva de la
cruz.


¿Ha llegado la hora? ¿La hora de qué? Pues ha llegado la
hora en que los hombres conocemos el nombre de Dios, o sea, su acción, la manera
de dirigirse a la Humanidad, la manera de hablarnos en el Hijo, en Cristo que
ama.


Los hombres y las mujeres de hoy, conociendo a Dios por
Jesús («las palabras que tú me diste se las he dado a ellos»: Jn 17,8),
llegamos a ser testigos de la vida, de la vida divina que se desarrolla en
nosotros por el sacramento bautismal. En Él vivimos, nos movemos y somos; en Él
encontramos palabras que alimentan y que nos hacen crecer; en Él descubrimos qué
quiere Dios de nosotros: la plenitud, la realización humana, una existencia que
no vive de vanagloria personal sino de una actitud existencial que se apoya en
Dios mismo y en su gloria. Como nos recuerda san Ireneo, «la gloria de Dios es
que el hombre viva». ¡Alabemos a Dios y su gloria para que la persona humana
llegue a su plenitud!


Estamos marcados por el Evangelio de Jesucristo; trabajamos
para la gloria de Dios, tarea que se traduce en un mayor servicio a la vida de
los hombres y mujeres de hoy. Esto quiere decir: trabajar por la verdadera
comunicación humana, la felicidad verdadera de la persona, fomentar el gozo de
los tristes, ejercer la compasión con los débiles... En definitiva: abiertos a
la Vida (en mayúscula).


Por el espíritu, Dios trabaja en el interior de cada ser
humano y habita en lo más profundo de la persona y no deja de estimular a todos
a vivir de los valores del Evangelio. La Buena Nueva es expresión de la
felicidad liberadora que Él quiere darnos.

Comentario: Rev. D. Fidel Catalan i Catalan
(Terrassa-Barcelona, España)


«Lo ha escrito y nosotros sabemos que su testimonio es
verdadero»



Hoy leemos
el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice
que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento
voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y
los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el
texto que hoy proclamamos en la liturgia.


La figura del discípulo amado es central en este fragmento y
aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el
discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo
discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a
dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor
Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.


«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn
21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el
espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en
la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión.
Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque
glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en
medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros
puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el
Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.


Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la
Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo:
el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el
piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes
luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén)

Lunes de la novena semana del tiempo ordinario - (1 - Junio - 2009)  Marcos 12,1-12: : Lo
cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de
la viña  Descarga MP3 Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: "Un
hom­bre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una
to­rre para vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de
via­je. A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de
cosecha que le correspondía. Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo
enviaron con las manos vacías. Entonces el dueño mandó otro criado, pe­ro a este
lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó otro, y a este lo ma­taron.
Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el
último, pensando: ’Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero los labradores se
dijeron unos a otros: ’Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.’
Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña. ¿Qué
hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña
a otros. ¿No habéis leído lo que dicen las Escritu­ras?: La piedra que
despreciaron los constructores es ahora la piedra prin­cipal. Esto lo ha hecho
el Señor y nosotros estamos maravillados."’ Qui­sieron entonces apresar a Jesús,
porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la
gente, le dejaron y se fueron.

Solemnidad de Pentecostés (31 - Mayo - 2009) Jn 20,19-23 : Como el
Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros Descarga MP3

Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los
discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó
diciendo: “¡Paz a vosotros!” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y
ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo: “¡Paz a vosotros!
Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.” Dicho esto, sopló
sobre ellos y añadió: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán
sin perdonar.

Sábado de la séptima semana de Pascua (30 - Mayo - 2009) Jn 21,20-25 : Éste es el
mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito Descarga MP3 Cuando Pedro le vio, preguntó a Jesús: “Señor, ¿y qué hay de
éste?” Jesús le contestó: “Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te
importa a ti? Tú sígueme.” Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que
aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho que no moriría, sino: “Si
yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te importa a ti?” Éste es el
mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito. Y sabemos que
dice la verdad. Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una
por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.  

Viernes de la séptima semana de Pascua (29 - Mayo - 2009)  Jn 21,15-19 : Apacienta
mis ovejas
 Descarga MP3  Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: “Simón,
hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes
que te quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos.” Volvió a preguntarle: “
Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te
quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.” Por tercera vez le preguntó:
“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro, entristecido porque Jesús le
preguntaba por tercera vez si le quería, le contestó: “Señor, tú lo sabes todo:
tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que
cuando eras más joven te vestías para ir a donde querías; pero cuando seas
viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras
ir.” Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro había de
morir, y cómo iba a glorificar a Dios con su muerte. Después le dijo:
“¡Sígueme!

Jueves de la séptima semana de Pascua (28 - Mayo - 2009) Jn 17,20-26 : Que
lleguen a ser perfectamente uno  Descarga MP3

En aquel tiempo dijo Jesús: “No te ruego solamente por éstos, sino
también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que
todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también
ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado
la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola, cosa como tú y yo somos
una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno
y así el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí. Padre,
tú me los confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que
vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la
creación del mundo. Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te
conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién
eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo
mismo esté en ellos.”                                                                                           Miercoles de la séptima semana de Pascua (27 - Mayo - 2009)  Jn 17,11b-19 : Padre
santo, guárdalos en tu nombre  Descarga MP3

En aquel tiempo dijo Jesús: “Padre santo, cuídalos con el poder de
tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como
tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con
el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió,
sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la
Escritura. Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo,
para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he
comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los
protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo.
Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me
enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí
mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.

Martes de la séptima semana de Pascua (26 - Mayo - 2009)



Jn 17,1-11a : Padre, la
hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo Descarga MP3


Habiendo dicho estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo: “Padre, la
hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a
ti. Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todos los hombres, para que dé
vida eterna a los que le confiaste. Y la vida eterna consiste en que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste. Yo te he
glorificado aquí en el mundo, pues he terminado lo que me encargaste que
hiciera. Ahora pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía
contigo desde antes que existiera el mundo. A los que del mundo escogiste para
confiármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los confiaste y
han hecho caso a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me confiaste viene de
ti, pues les he dado el mensaje que me diste y lo han aceptado. Han comprendido
que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste. Te ruego por
ellos. No ruego por los que son del mundo, sino por los que me confiaste, porque
son tuyos. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en
ellos. Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo,
mientras que yo voy para estar contigo.”

Lunes de la séptima semana de Pascua (25 - Mayo - 2009) Jn 16,29-33 : Tened
valor, yo he vencido al mundo Descarga MP3

Entonces dijeron sus discípulos: “Ahora estás hablando con
claridad, sin usar comparaciones. Ahora vemos que sabes todas las cosas y que no
es necesario que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que has venido de
Dios.” Jesús les contestó: “¿Así que ahora creéis? Pues llega la hora, y ya es
ahora mismo, cuando os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo.
Aunque no estoy solo, puesto que el Padre está conmigo. Os digo todo esto para
que encontréis paz en vuestra unión conmigo. En el mundo habréis de sufrir, pero
tened valor, yo he vencido al mundo.”
Solemnidad de la Ascensión - Ciclo B (24 - Mayo - 2009) Descarga MP3 Marcos 16,15-20


Jesús les dijo: “Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena
noticia. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será
condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán
demonios; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes con las manos; si beben
algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los
sanarán.” Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a
la derecha de Dios. Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el
mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con
señales milagrosas.

Sábado de sexta semana de Pascua (23 - Mayo - 2009) Descarga MP3 Juan 16,23b-28                                                                                                                                         En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que el Padre os dará todo
lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre:
pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he dicho estas
cosas por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no usaré de
comparaciones, sino que os hablaré claramente acerca del Padre. Aquel día le
pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré por vosotros al Padre, porque
el Padre mismo os ama. Os ama porque vosotros me amáis a mí y habéis creído que
he venido de Dios. Salí del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo
para volver al Padre.

Viernes de la sexta semana de Pascua (22 - Mayo - 2009)



Jn 16,20-23a : Una
alegría que nadie os podrá quitarDescarga MP3


En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que vosotros lloraréis y
estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo,
aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando una
mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero cuando ya
ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la alegría de que
un niño haya venido al mundo. Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo
volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría
que nadie os podrá quitar. Aquel día ya no me preguntaréis nada.”

Mateo 5,13-16 Descarga
MP3
Mateo 5,13-16:"Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser
salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la
ca­lle y la gente la pisotea. "Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad
situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende
para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a
todos los que están en la casa. Del mismo modo, procu­rad que vuestra luz brille
delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro
Padre que está en el cielo.                                                                                                                                                                                                                                
Marcos 12,1-12Descarga
MP3
Marcos 12,1-12: Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: "Un
hom­bre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una
to­rre para vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de
via­je. A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de
cosecha que le correspondía. Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo
enviaron con las manos vacías. Entonces el dueño mandó otro criado, pe­ro a este
lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó otro, y a este lo ma­taron.
Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el
último, pensando: ’Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero los labradores se
dijeron unos a otros: ’Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.’
Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña. ¿Qué
hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña
a otros. ¿No habéis leído lo que dicen las Escritu­ras?: La piedra que
despreciaron los constructores es ahora la piedra prin­cipal. Esto lo ha hecho
el Señor y nosotros estamos maravillados."’ Qui­sieron entonces apresar a Jesús,
porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la
gente, le dejaron y se fueron.

 Aristóteles  Sobre la amistad  Descarga
MP3


Así pues los que aman por la utilidad buscan lo que les conviene.
Los que aman por el placer [buscan] lo que les es agradable. No aman al amigo
porque es él, sino en la medida en que les es útil o agradable. Estas amistades
nacen accidentalmente; no aman a su amigo por lo que es, sino porque es capaz de
procurarles alguna ventaja o algún placer. Estas amistades son muy frágiles,
porque los amigos no siempre permanecen iguales; cuando ya no son útiles ni
agradables, dejan de amarse. [...]


La amistad
perfecta es la de los hombres buenos y la de los que se unen por la virtud. En
efecto, éstos se desean mutuamente un bien semejante en la medida en que son
buenos, y son buenos en sí mismos. Pero la cima de la amistad es querer el bien
de los amigos por sí mismos, porque esta disposición es esencial, no accidental.
Una amistad de esta clase se mantiene en tanto que los amigos son buenos, y la
virtud es estable. Además, cada uno de los amigos es bueno a la vez de una
manera absoluta y en relación con su amigo, porque los buenos lo son
absolutamente hablando, y además útiles para sus amigos. Lo mismo sucede con el
placer: los buenos son agradables de un modo absoluto y agradables los unos a
los otros. Como cada uno halla su placer en los actos que le convienen, o actos
semejantes, los buenos [realizan actos] idénticos o semejantes.


Por consiguiente, esta amistad es duradera. Contiene en sí misma
todas las condiciones de la amistad, ya que toda amistad se funda sobre el bien
o sobre el placer, ya absolutamente, ya con relación al amigo y según una cierta
semejanza. Todas estas condiciones existen en la amistad tal como la acabamos de
describir, y se deben a la naturaleza misma de los amigos, semejantes en este
punto como en los otros, porque lo que es bueno absolutamente es también
agradable absolutamente. Esto es pues lo más amable, y la amistad entre tales
amigos es la más elevada y la mejor. Es natural que estas amistades sean raras,
porque los hombres así son poco numerosos. Además es necesario [consagrarle]
tiempo y tener una vida en común: según el proverbio, no es posible conocerse
los unos a los otros antes de haber consumido en común muchas medidas de sal.
Por consiguiente, no hay que aceptar a uno [como amigo] ni unirse a él antes de
haber comprobado por ambas partes que es digno de confianza y de amistad. Los
que precipitadamente se dan muestras de amistad, quieren ser amigos, pero no lo
son realmente, a menos que sean también amables y que lo sepan. El deseo de
amistad nace en seguida, pero no ocurre lo mismo con la amistad. Esta, para ser
perfecta, necesita tiempo y otras condiciones, nace de todo esto y de las
cualidades semejantes que deben poseer los amigos.





Ética a Nicómaco, Vlll, 2 y 3. (R. Verneaux, Textos de los grandes
filósofos: edad antigua, Herder, Barcelona 1982, 5ª. ed., p.90-92).                                         Dietrich BONHOEFFERDescarga
MP3 
La union con Jesucristo                                                                                                                                                         Probablemente no
exista ningún cristiano a quien Dios no conceda, al menos una vez en la vida, la
gracia de experimentar la felicidad que proporciona una verdadera comunidad
cristiana. Sin embargo, tal experiencia constituye un acontecimiento excepcional
añadido gratuitamente al pan diario de la vida cristiana en común. No tenemos
derecho a exigir tales experiencias, ni convivimos con otros cristianos gracias
a ellas. Más que la experiencia de la fraternidad cristiana, lo que mantiene
unidos es la fe firme y segura que tenemos en esa fraternidad. El hecho de que
Dios haya actuado y siga quenendo obrar en todos nosotros es to que aceptamos
por la fe como su mayor regalo; to que nos llena de alegría y gozo; to que nos
permite poder renunciar a todas las experiencias a las que él quiere que
renunciemos.


“¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en
armonía!”. Así celebra la sagrada Escritura la gracia de poder vivir unidos bajo
la autoridad de la palabra. Interpretando más exactamente la expresión « en
armoma», podemos decir ahora: es dulce para los hermanos vivir juntos por
Cristo, porque únicamente Jesucristo es el vínculo que nos une. «Él es nuestra
paz». Sólo por él tenemos acceso los unos a los otros y nos regocijamos unidos
en el gozo de la comunidad reencontrada.


Dietrich BONHOEFFER Vida en
comunidad,
Salamanca, Sígueme 1982, 9.27.