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viernes, 5 de diciembre de 2008

Libro de Isaías 26,1-6.






El canasto de carbón

Miró y por primera vez comprendió que el canasto parecía diferente... en lugar de un sucio canasto carbonero, había un canasto limpio y resplandeciente...


El canasto de carbón


Se cuenta la historia de un anciano que vivía con su nieto en una hermosa granja en las montañas de Kentucky. Cada mañana, el abuelo se levantaba muy temprano y sentándose en la mesa de la cocina, comenzaba a leer su vieja y estropeada Biblia.


Su nieto quería ser igual que su abuelo, y por un tiempo trató de imitarlo, sentándose con él a leer la Biblia. Pero un día, el joven preguntó:

- “Abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta, pero yo no la entiendo, y lo cuando logro entender algo, se me olvida en cuanto cierro el libro. ¿Qué hay de bueno en leer la Biblia?”

El abuelo, calladamente, dejó de echar carbón en la estufa y entregándole el viejo canasto de carbón a su nieto, le dijo:

- “Baja con el canasto de carbón al río y tráeme el canasto lleno de agua.”

El muchacho hizo tal y como su abuelo le dijo, pero toda el agua se salió antes de que él pudiera volver a la casa. El abuelo se rió y le dijo:

- “Tendrás que moverte un poco más rápido la próxima vez.”, y lo envió nuevamente al río con el canasto de carbón.

Esta vez, el muchacho corrió más rápidamente, pero de nuevo el canasto estaba vacío antes de que llegara de vuelta a la casa. Ya sin respiración, le dijo a su abuelo que era “imposible llevar agua en un canasto”, y fue a conseguir un balde a cambio.

Pero el anciano le respondió:

- “Yo no quiero un balde lleno de agua... ¡yo quiero un canasto lleno de agua!... tú puedes hacer esto, simplemente no estás intentando lo suficiente, así ve de nuevo al río e inténtalo una vez más.”

A estas alturas, el muchacho sabía que era imposible, pero quería mostrarle a su abuelo que aún cuando corriese tan rápido como podía, el agua se saldría del canasto antes que llegase a la casa.

Así que el muchacho sacó el agua del río y corrió tan rápido como pudo, pero cuando llegó donde su abuelo el canasto estaba de nuevo vacío. Ya sin poder respirar, dijo:

- “¡Mira abuelo, esto es inútil!”

- “¿Por qué piensas que es inútil?”, le dijo el anciano, “mira dentro del canasto.”

El muchacho miró y por primera vez comprendió que el canasto parecía diferente... en lugar de un sucio canasto carbonero, había un canasto limpio y resplandeciente.

- “Hijo” - dijo el abuelo – “esto es lo que pasa cuando tú lees la Biblia... tal vez no puedes entender o recordar todo lo que has leído, pero cuando la lees, te irá cambiando el interior. Esa es la obra de Dios en nuestras vidas. Él quiere cambiarnos desde adentro hacia fuera... y lentamente transformarnos en la imagen de su amado Hijo.”


San Pablo dijo, Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.

 

Libro de Isaías 26,1-6.

Aquel día, se entonará este canto en el país de Judá: Tenemos una ciudad fuerte, el Señor le ha puesto como salvaguardia muros y antemuros.
Abran las puertas, para que entre una nación justa, que se mantiene fiel.
Su carácter es firme, y tú la conservas en paz, porque ella confía en ti.
Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna.
El doblegó a los que habitaban en la altura, en la ciudad inaccesible; la humilló hasta la tierra, le hizo tocar el polvo.
Ella es pisoteada por los pies del pobre, por las pisadas de los débiles.


Salmo 118,1.8-9.19-21.25-27.

¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos.
"Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor".
"Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella".
Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina. "Ordenen una procesión con ramas frondosas hasta los ángulos del altar".


Evangelio según San Mateo 7,21.24-27.

No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande

(Hebreos 4, 12-1)

 

San Juan de la Cruz (1542-1591) carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Avisos y Máximas



Escuchar para poner en práctica

     Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma.
     Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta.
     No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna, y si le fuere necesario preguntar, sea con pocas palabras.
     No contradiga. En ninguna manera hable palabras que no vayan limpias.
Lo que hablare sea de manera que no sea nadie ofendido, y que sea en cosas que no le pueda pesar que lo sepan todos.
     Calle lo que Dios le diere y acuérdese de aquel dicho de la esposa: Mi secreto para mí (Is. 24, 16).
     Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar.
     No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios. Deseche las advertencias de las cosas y traiga paz y recogimiento en el corazón.
     Traiga sosiego espiritual en advertencia de Dios amorosa; y cuando fuere necesario hablar, sea con el mismo sosiego y paz.
     Traiga interior desasimiento a todas las cosas y no ponga el gusto en alguna temporalidad, y recogerá su alma a los bienes que no sabe.
     El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.
     El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande desnudez y padecer por el Amado.


 


Libro de Isaías 29,17-24.
¿No falta poco, muy poco tiempo, para que Líbano se vuelva un vergel y el vergel parezca un bosque?
Aquel día, los sordos oirán las palabras del libro, y verán los ojos de los ciegos, libres de tinieblas y oscuridad.
Los humildes de alegrarán más y más en el Señor y los más indigentes se regocijarán en el Santo de Israel.
Porque se acabarán los tiranos, desaparecerá el insolente, y serán extirpados los que acechan para hacer el mal,
los que con una palabra hacen condenar a un hombre, los que tienden trampas al que actúa en un juicio, y porque sí no más perjudican al justo.
Por eso, así habla el Señor, el Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham: En adelante, Jacob no se avergonzará ni se pondrá pálido su rostro.
Porque, al ver lo que hago en medio de él, proclamarán que mi Nombre es santo, proclamarán santo al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel.
Los espíritus extraviados llegarán a entender y los recalcitrantes aceptarán la enseñanza.

Salmo 27,1.4.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.

Evangelio según San Mateo 9,27-31.
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David".
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor".
Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído".
Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa".
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.


 


San Anselmo (1033-1109), monje, obispo y doctor de la Iglesia
Proslogion, 1


«Oigo en mi corazón: 'Busca mi rostro...' No me escondas tu rostro (Sl 26,8)

     Habla, corazón mío; ábrete todo entero y dirígete a Dios: «Busco tu rostro; sí, Señor es tu rostro que busco» (Sl 26,8). Y tú, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón cómo y dónde he de buscarte; cómo y dónde he de encontrarte, Señor. Señor, si tú no estás aquí, si estás ausente ¿dónde buscarte? Y si es que estás presente en todas partes ¿por qué yo no puedo verte? Ciertamente, tú habitas en una luz inaccesible. . Pero ¿dónde está esta luz inaccesible? ¿Quién me conducirá hasta ella y me introducirá en ella para que yo pueda verte? Y luego, ¿bajo qué signos, bajo qué figura podré descubrirte? No te he visto jamás, Señor Dios mío, y no conozco tu rostro. Altísimo Señor, ¿qué puedo hacer, qué hará este desterrado lejos de ti? ¿Qué puede hacer tu siervo, ansioso de tu amor y alejado de tu rostro? Aspira a contemplarte y tu rostro se le oculta enteramente. Desea reunirse contigo, pero tu mansión es inaccesible. Ansía encontrarte, pero no sabe dónde habitas. Emprende tu búsqueda, pero desconoce tu rostro.

     Señor, tú eres mi Dios, tú mi Maestro, y sin embargo yo no te he visto. Tú me has creado y me has redimido, tú me has dado todos mis bienes, y sin embargo no te conozco aún. Me has hecho con la única finalidad de que te vea, y sin embargo yo no he realizado aún mi destino. Miserable condición la del hombre que ha perdido aquello para lo que fue creado... Te encontraré al amarte y te amaré mientras te encuentro.


«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»



Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?


Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).


Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.


Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.


Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».Comentario: Fray Josep Mª Massana i Mola OFM (Barcelona, España)


 


San Francisco Javier


El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue sin duda uno de los misioneros más grandes que han existido, siendo llamado con justa razón el "gigante de la historia de las misiones"

San Francisco Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

El santo nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y estando allí conoció a San Ignacio de Loyola con quien estableció una sólida y bonita amistad. San Ignacio le repetía constantemente la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" y fue justamente esta amistad y las frecuentes pláticas e intensas oraciones lo que transformó por completo a San Francisco Javier, quien fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas.

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero en ese lugar estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong - Kong, pero allí lo dejaron abandonado, se enfermó y consumido por la fiebre, murió el 3 de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús, la edad de 46 años.

Años más tarde, sus compañeros de la congregación quisieron llevar sus restos a Goa, y encontraron su cuerpo incorrupto, conservándose así hasta nuestros días. San Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro.


 


 Libro de Isaías 25,6-10.
El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados.
El arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los pueblos, el paño tendido sobre todas las naciones.
Destruirá la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho él, el Señor.
Y se dirá en aquel día: "Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!".
Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña, pero Moab será pisoteado en su suelo, como se pisotea la paja en el estercolero.

Salmo 23(22),1-3.3-4.5.6.
Salmo de David. El señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.

Evangelio según San Mateo 15,29-37.
Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino".
Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?".
Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados".
El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;
después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.


 


Concilio Vaticano II
Constitución sobre la santa liturgia «Sacrosanctum Concilium», § 6.8


«Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva» (1C 11,26)

     Así como Cristo fue enviado por el Padre, El, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con El y resucitan con El; reciben el espíritu de adopción de hijos "por el que clamamos: Abba, Padre" (Rom., 8,15) y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su Muerte hasta que vuelva...

     En la Liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santua¬rio y del tabernáculo verdadero, cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifestamos también gloriosos con El.


 





lunes, 1 de diciembre de 2008

La naturaleza humana de Jesús






La naturaleza humana de Jesús
Al llegar la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer,
nacido bajo la ley,
para rescatar a los que se hallaban bajo la ley...

 


La naturaleza humana de Jesús Guido Adolfo Rojas Zamorano "Verdades de la Fe Católica"


El hijo de Dios sólo podía ser verdaderamente el redentor del género humano si adoptaba enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2, 14). Sin embargo, por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída alguna. "Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó" (Hebreos 4, 15), ya que "nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca" (Isaías 53, 9; 1Pedro 2, 22), "El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores" (Hebreos 7, 26), puesto que "ha sido hecho perfecto para siempre" (7, 28), como hombre celestial (1Corintios 15, 47).


"Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés" (Gálatas 4, 4). "Por medio de los profetas, Dios había comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, que como hombre es descendiente del rey David" (Romanos 1, 3-4), porque Él mismo "tomando naturaleza de siervo nació como hombre" (Filipenses 2, 7). En cuanto a lo humano es de raza judía (Romanos 9, 5), pues "por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los ángeles" (Hebreos 2, 9); teniendo un desarrollo normal, ya que fue creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los hombres (Lucas 2, 52; Proverbios 3, 4).


De la vida pública de Jesucristo las Sagradas Escrituras nos aportan una abundante información sobre las necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia. Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4, 2; 21, 18; Lucas 24, 41-42), le pide agua de beber a la mujer de Samaria (Juan 4, 6-8), siente nuevamente sed cuando esta en la cruz (Juan 19, 28-30). En varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico (Marcos 4, 38; Juan 4, 6), oraba en las madrugadas (Marcos1, 35), predicaba el mensaje de la salvación en aldeas y pueblos (Mateo 9, 35), se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6, 30-32). Era un hombre pobre (2Corintios 8, 9), que no tenía "donde recostar la cabeza" (Mateo 8, 20). Vestía discretamente (Lucas 7, 25; Juan 19, 23), cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8, 44), usaba bastón (Marcos 6, 8) y calzaba sandalias (Marcos 6, 9). No obstante, y a pesar de vestir modestamente, su personalidad era atrayente; pues tenía una mirada penetrante (Marcos 5, 32-33; 8, 33); conocía el corazón de los hombres (Juan 2, 24-25; 6, 64). Los apóstoles y los discípulos sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos 4, 41; 6, 51; 9, 6.32; 10, 24.32); también los fariseos tienen miedo, porque la gente estaba admirada por sus enseñanzas (Marcos 11, 18; Juan 7, 15.32); al igual que toda la multitud (Marcos 9, 15); "porque lo hacia con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley" (Mateo 7, 28-29; Lucas 4, 22.32); "y comenzaron a albar a Dios, diciendo… Un gran profeta ha aparecido entre nosotros" (Lucas 7, 16); "otros decían… Este es el Mesías" (Juan 7, 40-41). Igual admiración despertaba por sus milagros ( Marcos 2, 12; Mateo 15, 31).


Del mismo modo, el Mesías y el Salvador fue profundamente sensible con las criaturas humanas (2Corintios 10, 1); es tierno con los niños que se acercaban a Él (Marcos 10, 13-16), siente cariño ante la primera confesión del Príncipe de la sinagoga (Marcos 10, 20-21); es paciente y humilde de corazón (Mateo 11, 29), eternamente misericordioso con los hombres (Hebreos 7, 25; 1Juan 2, 1; Judas 21). Multiplica en dos oportunidades los panes y los peces, por que tiene compasión con la multitud hambrienta que lo seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38); se conmueve con el leproso que le pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1, 40-42), por la madre que llora a su hijo muerto (Lucas 7, 13), y por toda la gente "porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que no tienen pastor" (Mateo 9, 36; Marcos 6, 34). Ama intensamente a los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), al igual que a toda la humanidad (Efesios 3, 19; 5, 2). Tiene alegría por la buena cosecha espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10, 21), se admira por la fe del capitán romano (Lucas 7, 9), y asombro ante la noticia de la muerte de Lázaro (Juan 11, 33), también siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su poder curativo (Marcos 3, 5; 9, 19), además de ira santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén (Juan 2, 13-16; Mateo 21, 12-13). Llora por el terrible castigo que le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su humildad se vio probada al lavarle los pies a sus discípulos, antes de la última cena (Juan 13, 5).


Al acercarse los días de su trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24, 26). Le duele la traición de Judas (Juan 13, 21). Llegada la hora suprema vive una tremenda angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27), hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues "mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de la muerte" (Hebreos 5, 7). Sin embargo, "era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento" (Isaías 53, 3; 1Pedro 2, 21). Ya en la cruz se encuentra abandonado por su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente grita y muere con dolor (Mateo 27, 50).


Todo esto pasó "porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios" (1Pedro 3, 18). "Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer" (Hebreos 5, 8), y "se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de la cruz" (Filipenses 2, 8). Por esta razón, "no hay duda de que el secreto de nuestra religión es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria" (1Timoteo 3, 16).






La naturaleza divina de Jesús

Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre;
desde ahora lo conocéis
y lo habéis visto...


 

La naturaleza divina de Jesús

En el antiguo testamento Isaías había revelado al pueblo de Israel que el "Hijo de Dios" sería llamado el "Emmanuel" (7, 14), que en Hebreo traduce "Dios con nosotros". Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también "Dios invencible" (9, 6). Del mismo modo, el nombre de "Jesús" quiere decir en Hebreo "Dios salva"; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión (Lucas 1, 31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe.


Las Sagradas Escrituras nos indican que "Jesús ha venido de Dios" (Juan 6, 46; 13, 13), bajado del cielo (Juan 3, 13), siendo de "naturaleza divina" (Filipenses 2, 6); "Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo" (Colosenses 2, 9). "Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreo 1, 3). "Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer" (Juan 1, 18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Colosenses 1, 19), quien es de Dios (1Corintios 3, 23) y procede de Dios (Juan 7, 29; 8, 42). "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo" (Juan 5, 26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2Corintios 4, 6). "Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos" (Romanos 9, 5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4, 4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5, 18; 10, 33).


Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9, 35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28, 9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28, 17; Lucas 24, 52) y también por los ángeles del cielo (Hebreos 1, 6). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues "nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar" (Mateo 11, 27), "el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió" (Juan 5, 23). "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Juan 10, 30), "el Padre esta en mí y yo en el Padre" (Juan 10, 38); porque "todo lo que tiene el Padre es mío" (Juan 16, 15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: "Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis" (Juan 14, 7).


Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como "Dios y Salvador" (Tito 2, 13; 2Pedro 1, 1); título que también recibe "Dios Padre" (Daniel 6, 27, 1Timoteo 2, 3; 4, 10; Tito 3, 4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20, 28); comparar con (1Reyes 3, 7: Salmo 86, 12). Por su parte, el apóstol San Juan concluye diciendo: "Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna" (1Juan 5, 20); comparar con (Juan 17, 3).






 

La vida de Jesús


Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas...


La vida de Jesús   Contexto histórico
La vida de Jesús de Nazaret se inicia cuando se cumple lo escrito por el profeta Isaías, al nacer del seno de una doncella virgen judía en el año 749 de la fundación de Roma, en tiempos del reinado de Augusto César. En aquel entonces el País de Palestina era una de las cincuenta provincias de este basto imperio que abarcaba casi toda Europa, el Norte de Afrecha y el Medio Oriente.


Los judíos vivían una de sus peores crisis a nivel político y social, la clase dominante era regida por los Saduceos quienes tenían el control del Templo de Jerusalén, centro espiritual y de peregrinación del pueblo hebreo. Estos a su vez rivalizaban doctrinalmente con los Fariseos encargados de las Sinagogas, escuelas religiosas donde se hacía el estudio de los libros sagrados de la Torá. Del mismo modo, se encontraban los Herodianos que conformaban la corte del rey Herodes el Grande aliados de los romanos, también estaban los publicanos quienes recogían los impuestos para el César, entre ellos estaba el apóstol Mateo. Asimismo, los Celotes eran los guerrilleros que peleaban con las armas contra la dominación extranjera, en este grupo había militado Simón, otro de los compañeros de Jesús al igual que Barrabás; quien fue cambiado por el Señor a petición de los habitantes de la Ciudad Santa para morir crucificado.
La Palestina de Jesús


Los Evangelios narran que el Mesías nació en Belén, la ciudad del rey David; de cuya estirpe real pertenecía su padre adoptivo José. Vivió treinta años en Nazaret y murió en Jerusalén, capital de Israel. Ya en cuanto a su vida pública la inicia a los treinta años de edad, cuando después de haberse hecho bautizar por su primo Juan Bautista en el río Jordán, empieza a recorrer durante tres años las aldeas y los campos de las cuatro provincias de Palestina (Judea, Galilea, Samaria y Perea) anunciando la "Buena Nueva", en especial a los pobres y marginados como los ancianos, las viudas, los huérfanos, los extranjeros al igual que los pescadores del mar de Galilea; entre los que se encontraban cuatro de sus apóstoles incluyendo a Pedro, a quien Jesús prometió en la región de Cesárea que sobre él edificaría su Iglesia al ser nombrado su primer pastor en la tierra. Esta labor apostólica ha continuado hasta nuestros días hasta llegar al Papa Juan Pablo II.



Su misión redentora


Jesús cuyo nombre significa "Dios Salvador", recibió el título de Mesías en hebreo o Cristo en griego, que quiere decir "ungido" o "Sagrado"; con el que identificaban a los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido por Dios. Igualmente, para demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes prodigios como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar el agua en vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los peces para dar de comer a más de cinco mil personas, calmar la tempestad con su voz, caminar sobre las aguas, y dejar ver su resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más cercanos seguidores: Pedro, Santiago el "Mayor" y Juan, el discípulo amado.


La predicación de Jesús era de fácil comprensión y asimilamiento, resumiendo los mandatos de la ley mosaica en dos grandes principios: "Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo". También hablaba de que su cuerpo y su sangre se convertirían en una "Nueva Alianza" o "Pacto Eterno" en el que no solamente estaban incluidos los judíos sino también los paganos, llamados a formar por el bautismo una única Iglesia Universal (Católica en griego). Para llevar este mensaje se valió especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida cotidiana (parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales palabras, pues mientras Jesús les hablaba de un "reino en los cielos", ellos esperaban un rey guerrero como había sido David, que los liberara del yugo de los idólatras romanos, y los convirtiera en "reyes de este mundo"; esperanza que todavía anhelan muchos de los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una serie de grandes peligros, destierros, intentos de asesinatos, calumnias y traiciones por parte del Sanedrín (consejo de ancianos), al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno Caifás, quienes se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su Maestro por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel tiempo por un esclavo.


La Pasión del Señor


El arresto y el juicio de Jesús se produjo en tiempos de la Pascua, que era la máxima fiesta religiosa en la que se celebra hasta nuestros días, la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, comandados por Moisés. Ya en cuanto las acusaciones en contra suya fueron tanto de carácter religioso porque siendo un hombre se hacía llamar "Hijo de Dios", y de orden político, pues recibía de sus seguidores el título de "Rey de los Judíos", lo que era considerado un acto de rebeldía al entonces emperador Tiberio César. Fue esta última denuncia lo que obligó al procurador Poncio Pilatos a sentenciarlo a la pena capital de la Cruz, castigo solo reservado a los peores criminales y soldados que desertaban de las filas imperiales.


Sobre la tortura de Cristo el viernes santo los evangelios nos narran de manera completa la gran cantidad de sufrimientos que tuvo que padecer, tales como las burlas y los insultos de los soldados, la coronación de espinas, los latigazos, los golpes con una caña en la cabeza, los puñetazos en la cara, el peso del madero desde el pretorio romano hasta el monte Gólgota o Calavera; y la terrible agonía de seis hora (9am a 3pm), acompañada de calambres, desgarre muscular en los brazos y espalda, las heridas abiertas, fiebre alta, deshidratación, un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo, hasta experimentar la muerte por asfixia, según lo han concluido los médicos forenses.


La resurrección y la nueva venida


El domingo llamado el primer día de la semana, una de sus más fieles seguidoras, María Magdalena encuentra el sepulcro vacío; esta señal y las varias apariciones a sus amigos son las dos pruebas bíblicas que testifican su triunfal resurrección. Jesús permanece con sus apóstoles y discípulos incluyendo a su madre María durante cuarenta días, y regresa al cielo a la presencia del Padre en el monte de los Olivos. De aquí solamente volverá a la tierra en el día del juicio final (Parusía), donde será como un pastor que separe a las ovejas de las cabras; los buenos a la vida eterna y los malos a la condenación por los siglos de los siglos.


 







La virginidad de María a la luz de la verdad bíblica

Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel... que traducido significa: "Dios con nosotros"... Ver imagen en tamaño completo.



La virginidad de María a la luz de la verdad bíblica   La profecía


Un hecho en común entre la Iglesia Católica y las demás confesiones cristianas, es en afirmar según la revelación sagrada que la madre del Hijo de Dios, sería una "doncella virgen" (Isaías 7, 14; Mateo 1, 22-23)  


El matrimonio con José


En los designios del Altísimo era necesario que la madre del Salvador, tuviera un apoyo moral, económico y de protección en la crianza de su hijo. Este matrimonio sería completamente consagrado al servicio divino, así lo podemos anotar en los siguientes pasajes bíblicos:



  • Cuando el ángel San Gabriel le comunica a María que ella sería la madre del Emmanuel (Dios con nosotros), deja en claro su condición virginal (Lucas 1, 34).
  • Cuando María se encontraba embarazada, José, su marido como hombre justo o santo, y a pesar de desconocer todavía que lo concebido en ella era fruto del Espíritu Santo; no quiso denunciarla públicamente por infidelidad a las autoridades religiosas, como mandaba la ley mosaica (Matea 1, 19; Juan 8, 3-5).
  • Los protestantes creen que José y María tuvieron relaciones maritales, ya que el evangelio de San Mateo (1, 25); nos dice que "no vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su hijo". Sin embargo, a lo que se refiere el evangelista es que el santo matrimonio compartieron formalmente el mismo hogar, pues antes cuando estaban comprometidos no vivían juntos (Mateo 1, 18). Igual opinión tiene san Lucas, ya que en el viaje del santo matrimonio de Nazaret a Belén para el censo, nos dice: "Fue allá a inscribirse, junto con María, que estaba comprometida para casarse con él y se encontraba encinta" (2, 5).

 



 Jesús: Hijo primogénito



 Causa confusión en los hermanos separados cuando el evangelio de San Lucas, se menciona que "en Belén, le llegó a María, el tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo" (2, 6-7); dando a entender que debió de haber tenido más hijos. No obstante, en el contexto bíblico el término "primogénito", hace alusión que el primer hijo de un matrimonio judío quedaba consagrado a Dios (Éxodo 13, 1-2.12; 34, 19); y exigía la presentación del niño Jesús en el templo de Jerusalén (Lucas 2, 22-23). Pero Él era ya el "Primogénito de Dios" (Hebreos1, 6). Asimismo, las Sagradas Escrituras agregan que los "primogénitos" pueden ser "unigénitos" (1Crónicas 23, 17); de hecho, Cristo Jesús también es el "Unigénito de Dios" (Juan 3, 16; 1,14).




 La infancia de Jesús



 Los dos únicos relatos que encontramos en el Nuevo Testamento de la infancia de Jesús, no nombran hermanos menores, así por ejemplo:



  • En el destierro de la sagrada familia a Egipto y después de la muerte del rey Herodes, un ángel se le aparece en sueños a José ordenándole que regrese a Israel con María y el niño (Mateo 2, 19-20). Ahora bien, se sabe con certeza que el Mesías nació en el año 747 de la fundación del imperio romano, siete años antes de nuestra era actual; y el rey Herodes el grande murió en la primavera del año 750, es decir, en el año 4 a.C. Por consiguiente, pasaron de tres a cuatro años; tiempo más que suficiente para que José y María hayan decidido tener alguno de los "cuatro hermanos" y otras "hermanas" del Señor (Mateo 13, 55).
  • El evangelio de San Lucas (2, 41-42), narra que "Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá todos ellos". Nótese bien, que se dice "todos ellos", ¿Quiénes?, "los padres de Jesús" y el mismo "Jesús". Igualmente, la misma respuesta se saca cuando María después de tres días encuentra a su hijo perdido en el templo entre los doctores de la ley: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia" (Lucas 2, 48)

 



 El término 'hermano' en la Biblia



 En el Antiguo Testamento, que fue escrito en hebreo y arameo, no hay un vocablo para nombrar a los tíos, sobrinos, primos, cuñados o amigos; y es así como la palabra hebrea "aj" designa muchas veces al pariente más cercano de una misma familia. Del mismo modo, los traductores griegos del Nuevo Testamento traducen el término semítico de "hermanos" (adélfos), en un sentido generalizado. Sobre este punto encontramos el caso de tíos y sobrinos como Abraham y Lot (Génesis13, 8;14, 16); Labán con Jacob (Génesis 29, 13.15). Al igual que a los primos (1Crónicas 23, 21-22); a los que pertenecen a una misma nación (Génesis 16, 12; Deuteronomio 2, 4); a los miembros de una misma tribu (2Reyes 19, 12) o pueblo (Éxodo 2, 11); a los que conforman la misma naturaleza humana (Mateo 5, 22; Hebreos 2, 11); y a los que tienen un mismo Padre Celestial (Hechos 10, 23; Romanos 8, 17; Colosenses 1, 2; 1Juan 3, 9-10).




Los hermanos de Jesús



Solamente aparecen en la vida pública del Señor, y son llamados con nombres propios: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?" (Marcos 6, 3). Ahora bien, para tener una mejor comprensión sobre este tema es necesario estudiarlo detenidamente:



  • En ningún relato bíblico se afirma que los llamados hermanos y hermanas del Señor, sean hijos de ella. En las bodas de Caná, se nombra a María como "la madre de Jesús" (Juan 2, 1.3); y no "la madre de Jesús, Santiago, José, Judas, Simón y otras hermanas". Igualmente, en la sinagoga de Nazaret, la gente sólo reconoce al Señor como "el hijo de José" (Lucas 4, 22); y no "uno de los hijos de José". Del mismo modo, los judíos de la sinagoga de Cafarnaum identifican al Señor como el único hijo de José y de María (Juan 6, 42).
  • De estos cuatro hermanos, se sabe que "Santiago" el menor y "Judas" Tadeo pertenecían al grupo de los doce amigos del Señor. Sin embargo, se explica que "Santiago" era hijo de Alfeo (Mateo 10, 3; Marcos 3, 18) y "Judas" como hijo de Santiago (Lucas 6, 16; Hechos 1, 13).
  • En la introducción de la carta de Judas Tadeo (1, 1), leemos: "Yo Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago", haciendo una diferencia entre el uno y el otro. Además, en la epístola de Santiago (1, 1) llamado como hermano del Señor, también se declara solamente como "Siervo de Dios y del Señor Jesucristo".
  • En otro encuentro con su madre y sus hermanos, el Mesías nos exhorta a creer que "los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, ésos son mi madre y mis hermanos" (Lucas 8, 21); hablando de una familia en un sentido "espiritual" y no de "sangre". Porque "a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado" (Juan 1, 12-13). Y es por eso, que su Hijo es "el mayor entre muchos hermanos" (Romanos 8, 29).
  • En la pasión del Santo de Dios en el monte Gólgota, se habla de un grupo de mujeres conformadas por "María" la madre de Jesús, "y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás" (Juan19, 25), en compañía de otra "María la madre de Santiago el menor y de José" con "Salomé" (Marcos 15, 40). También se encontraba "María Magdalena" y "La madre de los hijos de Zebedeo" (Santiago el mayor y Juan) (Mateo 27, 56).
  • Cristo utiliza el término "hermano" para dirigirse a los apóstoles, en la aparición a María Magdalena el domingo de resurrección (Juan 20, 17), y en el día del juicio final (Mateo 25, 40). Incluso, San Pablo agrega que el Señor también se apareció "a más de quinientos hermanos" (1Corintios 15, 6).
  • En octubre de 2002, se dio a conocer el hallazgo de un osario judío, utilizado en los rituales funerarios de Jerusalén, del año 63 d.C., con una escritura en arameo que dice: "Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús". Para muchos fundamentalistas protestantes, esta era la prueba que demostraba que la virginidad de María era un mito; sin embargo, tal descubrimiento plantea varios interrogantes:

    • Su autenticidad ha despertado varias dudas en muchos arqueólogos y paleógrafos.
    • Sí se llegara a demostrar que este "osario de caliza" corresponde a Jacobo (Santiago), esto sólo probaría su parentesco con Jesús de Nazaret. Pero ya se explicó el significado del término "hermano" en la lengua aramea antigua.
    • La Iglesia Ortodoxa piensa que Jacobo, pudo haber sido un hijo anterior a José. No obstante, este argumento carece de respaldo bíblico.
    • La inscripción no menciona a María como madre de Jacobo.  

María: Madre de la Iglesia


La fe católica enseña que la Virgen Santísima es madre de todos los creyentes, desde el momento que el Redentor en la cruz le encomendó el cuidado a Juan, el discípulo amado, quien "la recibió en su casa" (Juan 19, 26-27); cosa que no fuera necesaria si El Señor hubiera tenido más hermanos carnales. Ella fue desde ese momento como nos asegura la tradición antigua el soporte espiritual de los apóstoles y discípulos de la naciente comunidad cristiana. Ya que "Todos ellos se reunían siempre para orar con los hermanos de Jesús, con María su madre y con las otras mujeres" (Hechos 1, 14).
Testimonio de los santos padres de la Iglesia


Para los Santos Padres de la Iglesia la "Virginidad de María" era una creencia común, así por ejemplo: San Ignacio de Antioquía martirizado en el año 107, repetía varias veces en sus escritos que "Jesucristo nació de la Virgen María". San Hipólito, sacerdote romano muerto por Cristo en el 213, escribe: "La virginidad de María es un misterio que el mundo no puede comprender, y que se ha cumplido en el silencio de Dios". En este mismo siglo, otro gran apologista Orígenes, rechazaba las charlatanerías de un judío llamado Celso que negaba la virginidad de María; San Efrén muerto en el 373, decía de ella: "Tú eres la más pura en el alma y en el cuerpo, tú sobrepasas en castidad, en pureza y en virginidad a todas las criaturas". En este mismo año, San Ambrosio, obispo de Milán (Italia), redactó una carta a su hermana religiosa en Roma, en la que agrega: "Quién más casta que la madre que ha traído a su Hijo al mundo permaneciendo virgen. Ella era virgen pero no solo de cuerpo sino también de espíritu". San Basilio (+458), subraya: "Los amigos de Cristo no pueden aceptar que la madre del Señor haya perdido su virginidad". Asimismo, San Atanasio (+599), escribió: "María permaneció virgen hasta el fin". Mientras tanto, el célebre Doctor de la Iglesia San Agustín, obispo de Hipona (+430), agregaba: "Jesús nació de madre intacta, pues concibió siendo virgen, siendo virgen dio a luz, y murió virgen".  


María y los padres de la reforma protestante


Los fundadores de la reforma protestante, como Lutero, Zwinglio y Bucero, no negaron la integridad y la virginidad de la Madre del Hijo de Dios, pero sí lo hicieron sus discípulos inmediatos.


 Libro de Isaías 2,1-5.
Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella
y acudirán pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor.
El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra.
¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!
Salmo 122(121),1-2.3-4.8-9.
Canto de peregrinación. De David. ¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"!
Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor -según es norma en Israel- para celebrar el nombre del Señor.
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo".
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad.


Evangelio según San Mateo 8,5-11.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;


 Eusebio de Cesarea (hacia 265-340), obispo, teólogo, historiador
Demostración evangélica, II, 3, 35


«Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán... en el festín del Reino de los cielos»

     Son numerosos los testimonios de la Escritura que enseñan que las naciones paganas no han recibido menos gracias que el pueblo judío. Si los judíos...  participan de la bendición de Abrahán, el amigo de Dios, porque son sus descendientes, acordémonos de que Dios se comprometió en dar a los paganos una bendición semejante, no sólo a la de Abrahán, sino también a las de Isaac y Jacob. En efecto, explícitamente predijo que todas las naciones serían igualmente bendecidas e invitó a todos los pueblos a un solo y mismo gozo con los bienaventurados amigos de Dios: «¡Exultad, naciones, con su pueblo!» (Dt 32,43) y también: «Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán» (Sl 46,10).  
     Si Israel se gloría del Reino de Dios diciendo que ellos son los herederos, los oráculos divinos nos dicen que Dios reinará también sobre los demás pueblos: «Decid a los pueblos: el Señor es rey» (sl 95,10) y también: «Dios reina sobre las naciones» (Sl 46,9). Si los judíos fueron elegidos para ser los sacerdotes de Dios y darle culto..., la palabra de Dios ha prometido conceder a las naciones el mismo ministerio: «Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor. Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas» (Sl 95, 7-8)...
     Y si antaño, en un primer tiempo, «el lote del Señor fue Jacob, su pueblo, e Israel su parte de heredad» (Dt 32,9 LXX), en un segundo tiempo, la Escritura afirma que todos los pueblos serán dados al Señor en herencia, según la palabra del Padre: «Pídemelo, y te daré en herencia las naciones» (Sl 2,8). La profecía anuncia también que «dominará» no sólo en Judea, sino «de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra; todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones». (Sl 71, 8-11). Es así como el Dios del universo «da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia» (Sl 97,2).
 Libro de Isaías 11,1-10.
Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en companía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.
Salmo 72,1.7-8.12-13.17.
De Salomón. Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes,
Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes.
Que perdure su nombre para siempre y su linaje permanezca como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz. * * *
Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


 


Cardenal John Henry Newman (1801-1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo
«Con motivo de la espera de Cristo». Sermones predicados en varias ocasiones.


«Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis»

     Durante siglos, antes que Jesús viniera a la tierra, todos los profetas, uno tras otro, estaban en su puesto de guardia, en lo alto de la torre; todos esperaban atentamente su venida en la oscuridad de la noche. Velaban sin cesar para sorprender el primer albor de la aurora... «Oh Dios, tú eres mi Dios, desde la aurora te busco. Mi alma está sedienta de ti como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sl 62,2)... «¡Ah si rompieses los cielos y descendieses! Ante tu faz los montes se derretirían como prende el fuego en la hojarasca... Desde los orígenes del mundo, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (Is 64,1; 1C 2,9).
     Sin embargo, si alguna vez unos hombres han tenido el derecho de atarse a este mundo y de no desinteresarse de él,  fueron ésos servidores de Dios; se les había dado participar de la tierra, y según las mismas promesas del Altísimo, ésa debía ser su recompensa. Pero nuestra recompensa, la que nos concierne, es la del mundo venidero...  También ellos, estos grandes servidores de Dios, a pesar de su valor, han sobrepasado el don terrestre de Dios para atarse a unas promesas más bellas todavía; por esta esperanza han sacrificado lo que tenían en posesión. No se contentaron con menos sino con la plenitud de su Creador; buscaban ver el rostro de su Libertador. Y si para alcanzar esto era preciso que la tierra se quebrara, que los cielos se abriesen, que los elementos del mundo llegaran a disolverse para, al fin, darse cuenta que es mejor que todo se hunda ¡mucho mejor que seguir viviendo sin él! Tal era la intensidad del deseo de los adoradores de Dios en Israel, los que esperaban lo que había de venir... Su perseverancia da prueba de que había alguna cosa que esperar.
     También los apóstoles, una vez que su Maestro vino y se marchó, no se quedaron más cortos que los profetas en la agudeza de su percepción ni en el ardor de sus aspiraciones. Continuó el milagro de perseverar en la espera.


domingo, 30 de noviembre de 2008

San Andrés

San Andrés

El nombre "Andrés" (del griego Andreia, valentía o valor), como otros nombres griegos, parece haber sido común entre los Judíos del segundo o tercer siglo antes de Cristo.
San Andrés, el Apóstol, hijo de Jonás, o Juan (Mateo, 16, 17; Juan, 1, 42), nació en Bethsaida de Galilea (Juan, 1, 44) Fue el hermano de Simón Pedro (Mateo 10,2; Juan 1, 40)  Ambos fueron pescadores (Mateo 4, 18; Marcos 1, 16), y al comienzo de la vida publica de Nuestro Señor ocuparon la casa de Cafarnaum (Marcos 1, 21, 29).
Desde el cuarto Evangelio aprendemos que Andrés fue discípulo del Bautista y de Juan el Evangelista para seguir a Jesús (Juan, 1, 35-40). Andrés inmediatamente reconoció a Jesús como el Mesías, Pedro, (Juan, 1, 41). Desde entonces los dos hermanos fueron discípulos de Cristo.
En las ocasiones subsiguientes, previas al llamado final al apostolado, ellos fueron llamados a la cercana compañía, y luego dejaron todo para seguir a Jesús (Lucas 5, 11; Mateo, 4, 19, 20; Marcos, 1, 17, 18). Finalmente Andrés fue elegido para ser uno de los Doce; y en las varias listas de Apóstoles dadas en el Nuevo Testamento (Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 16-19; Lucas, 6, 14-16; Actos, 1, 13) el siempre aparece entre los primeros cuatro.
La única otra explicita referencia a el en el Synoptists, ocurre en (Marcos,13, 3), donde anunciaron su unión con Pedro, Jaime y Juan en poner la cuestión que dejo Nuestro Señor en su gran discurso escatológico. Además de esta exigua información, aprendimos del cuarto Evangelio que en ocasión de la milagrosa alimentación de quinientas personas.
Fue Andrés quien dijo: "Este es un muchacho quien tiene cinco barras de pan de cebada y dos pescados: ¿ pero que son estas entre tantos?" (Juan, 6, 8, 9); y cuando, unos pocos días antes de la muerte de Nuestro Señor, ciertos Griegos le preguntaron a Felipe si ellos podrían ver a Jesús, Felipe refería el tema a Andrés como una de las mayores autoridades, y luego ambos anunciaron a Cristo (Juan, 12, 20-22)
Como en la mayoría de los ordenes los primeros cuatro, son Pedro, Juan, Jaime, Andrés; no hay en las epístolas ni en el Apocalipsis mención alguna de ellos. Desde lo que conocemos de los Apóstoles generalmente, podemos, por su puesto suplementar un poco de estos escasos detalles.
Como uno de los Doce, Andrés fue admitido en cercana familiaridad con Nuestro Señor durante su vida publica; estuvo presente en la Ultima Cena; contemplando la ascensión del Señor; testigo de la Ascensión; compartió las gracias y regalos del primer Pentecostés, y ayudo, entre los riesgos y persecuciones, a establecer la Fe en Palestina. Cuando los Apóstoles fueron enviados a predicar a las Naciones, Andrés parece haber tomado una parte importante, pero desafortunadamente no tenemos certeza de la extensión o el lugar de su trabajo.
La cruz en la cual él sufrió es comúnmente sostenida de haber sido una cruz en X, ahora conocida como de San Andrés, sin embargo la evidencia para esta visión parece ser no durar mas allá del siglo catorce. Este martirio toma lugar durante el reino de Nerón, el 30 de Noviembre de 60 de la Era Cristiana; y ambas la Iglesia Griega y la Latina mantiene el 30 de Noviembre como sus fiestas.
Las reliquias de San Andrés fueron trasladadas desde Patrae a Constantinopla, y depositadas en la Iglesia de los Apóstoles allí, alrededor del 357 de la Era Cristiana. Cuando Constantinopla fue tomada por los Franceses, en el comienzo del siglo trece, el Cardenal Pedro de Capua trajo las reliquias a Italia y las coloco en la Catedral de Amalfi, donde la mayoría de ellas permanecen. San Andrés es honrado como el patrono protector por Rusia y Escocia.

 Oración San Andrés
Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo y concédenos que, así como el apóstol San Andrés fue en la tierra predicador del Evangelio y pastor de tu Iglesia, así ahora en el cielo sea nuestro poderoso abogado ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
domingo 30 Noviembre 2008  Primer Domingo de Adviento

Libro de Isaías 63,16-17.19.
Porque tú eres nuestro padre, porque Abraham no nos conoce ni Israel se acuerda de nosotros. ¡Tú, Señor, eres nuestro padre, "nuestro Redentor" es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia!
¡Desde hace mucho tiempo, tú no nos gobiernas, y ya no somos llamados por tu Nombre! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti,
Salmo 80(79),2-3.15-16.18-19.
Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,3-9.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús.
En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento,
en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes.
Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia.
El los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Evangelio según San Marcos 13,33-37.
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.
Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".

 San Pascasio Radbert (?-hacia 849), monje benedictino
Comentario al evangelio de Mateo, 11, 24; PL 120, 799


«Estad atentos, vigilad: porque no sabéis cuando vendrá el momento»

     Es necesario tener siempre en cuenta la doble venida de Cristo: una, cuando él vendrá y nosotros deberemos rendirle cuentas de todo lo que habremos hecho; otra, la cotidiana, cuando visita incisamente nuestra conciencia y viene a nosotros, a fin de encontrarnos a punto en el momento de su venida. En efecto ¿de qué me sirve conocer el día del juicio, siendo como soy consciente de tantos pecados? ¿De qué saber que el Señor viene, si primero no viene a mi corazón y no vuelve a mi espíritu, si Cristo no vive y no habla en mí? Entonces, sí, es bueno que Cristo venga a mí, si ante todo vive en mí y yo en él. Entonces es para mí como si la segunda venida ya se hubiera realizado, puesto que la desaparición del mundo es real en mí porque, en cierta manera, puedo decir: «El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gal 6,14).
     Reflexionad también sobre esta palabra de Jesús: «Muchos vendrán en mi nombre» (Mt 24,5). Sólo el Anticristo se apodera de este nombre, aunque sea mentira... En ningún pasaje de la Escritura encontraréis que el Señor haya declarado: «Yo soy el Cristo». Porque le era suficiente mostrar que lo era a través de sus enseñanzas y sus milagros, porque el Padre estaba actuando en él. La enseñanza de su palabra y su poder clamaban: «Yo soy el Cristo», de manera más fuerte que si lo hubieran proclamado millares de voces. Yo no sé si podréis encontrar que lo ha dicho en palabras, pero lo ha demostrado «llevando a cabo las obras del Padre» (Jn 5,35) y dando una enseñanza impregnada de piedad filial. Los falsos mesías estaban desprovistos de ellas, no podían emplear más que sus palabras sostenidas por sus pretensiones mentirosas.


 Jesús nos dice...


“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre...”
(Mateo 7, 7-8)

“Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.”
(Marcos 11, 24)

“Es preciso orar siempre sin desfallecer...”
(Lucas 18, 1)

“Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré...”
(Juan 14, 13-14)



Oración del payaso 


Señor:


soy un trasto, pero te quiero, 


te quiero terriblemente, locamente, que es


la única manera que tengo yo de amar, 


porque, ¡sólo soy un payaso!


Ya hace  años que salí de tus manos,


pronto, quizá, llegará el día en que  volveré a Tí....


Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas


sólo mi corazón está intacto...


Me espanta mi pobreza, pero me consuela tu ternura.


Estoy ante Ti como un  cantarillo roto,

pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu gusto...

Señor:


¿Qué te diré cuando me pidas cuentas?

Te diré que mi vida, humanamente,

ha sido un fallo, que he volado muy bajo.

Señor:


Acepta la ofrenda de este atardecer...


Mi vida, como una flauta, está llena de agujeros...


pero tómala en tus manos divinas.


Que tu música pase a través de mí y llegue 

hasta mis hermanos los hombres,

 que sea para ellos ritmo y melodía que acompañe su caminar,

alegría sencilla de sus pasos cansados...

(Menchu Soler)



 




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Emborrachémonos Emborrachémonos

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por Gloria Fuertes
19 de mayo de 2008



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Para pasar el río frío y seco,
para cruzar el mar mayor de Ausencia
para estre trago malo,
gargarismos de fe.
La soledad de hoy
para anteanoche;
como no hay mucha luz en el presente,
gocemos precozmente del futuro,
para hoy las sonrisas de mañana.
Tomemos los racimos,
los han puesto al alcance de la mano
- y la Esperanza tiene más alcohol que la uva-.
Para pasar el frío río y seco
¡Venga alegría,
señores, venga alegría...!
¡Emborrachémonos
para la travesía.


sábado, 29 de noviembre de 2008

DIRECTORIO FRANCISCANO La Oración de ...

 






DIRECTORIO FRANCISCANO

La Oración de cada día








INDICE DE LOS SALMOS Y CÁNTICOS DE LAUDES Y DE VÍSPERAS







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Salmo 5, Señor, escucha mis palabras


Salmo 8, Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre!


Salmo 10, Al Señor me acojo


Salmo 14, Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?


Salmo 15, Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti


Salmo 18 A, El cielo proclama la gloria de Dios


Salmo 19, Que te escuche el Señor el día del peligro


Salmo 20, Señor, el rey se alegra por tu fuerza


Salmo 23, Del Señor es la tierra y cuanto la llena


Salmo 26 I, El Señor es mi luz y mi salvación


Salmo 26 II, Escúchame, Señor, que te llamo


Salmo 28, Hijos de Dios, aclamad al Señor


Salmo 29, Te ensalzaré, Señor, porque me has librado


Salmo 31, Dichoso el que está absuelto de su culpa


Salmo 32, Aclamad, justos, al Señor


Salmo 35, El malvado escucha en su interior


Salmo 40, Dichoso el que cuida del pobre y desvalido


Salmo 41, Como busca la cierva corrientes de agua


Salmo 42, Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa


Salmo 44 I, Me brota del corazón un poema bello


Salmo 44 II, Escucha, hija, mira: inclina el oído


Salmo 45, Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza


Salmo 46, Pueblos todos, batid palmas


Salmo 47, Grande es el Señor y muy digno de alabanza


Salmo 48 I, Oíd esto, todas las naciones


Salmo 48 II, Éste es el camino de los confiados


Salmo 50, Misericordia, Dios mío, por tu bondad


Salmo 56, Misericordia, Dios mío, misericordia


Salmo 61, Solo en Dios descansa mi alma


Salmo 62, Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo


Salmo 64, Oh Dios, tú mereces un himno en Sión


Salmo 66, El Señor tenga piedad y nos bendiga


Salmo 71 I, Dios mío, confía tu juicio al rey


Salmo 71 II, Él librará al pobre que clamaba


Salmo 76, Alzo mi voz a Dios gritando


Salmo 79, Pastor de Israel, escucha


Salmo 80, Aclamad a Dios, nuestra fuerza


Salmo 83, ¡Qué deseables son tus moradas!


Salmo 84, Señor, has sido bueno con tu tierra


Salmo 85, Inclina tu oído, Señor, escúchame


Salmo 86, Él la ha cimentado sobre el monte santo


Salmo 89, Señor, tú has sido nuestro refugio


Salmo 91, Es bueno dar gracias al Señor


Salmo 92, El Señor reina, vestido de majestad


Salmo 95, Cantad al Señor un cántico nuevo


Salmo 96, El Señor reina, la tierra goza


Salmo 97, Cantad al Señor un cántico nuevo


Salmo 98, El Señor reina, tiemblen las naciones


Salmo 99, Aclama al Señor, tierra entera


Salmo 100, Voy a cantar la bondad y la justicia


Salmo 107, Dios mío, mi corazón está firme


Salmo 109, Oráculo del Señor a mi Señor


Salmo 110, Doy gracias al Señor de todo corazón


Salmo 111, Dichoso quien teme al Señor


Salmo 112, Alabad, siervos del Señor


Salmo 113 A, Cuando Israel salió de Egipto


Salmo 113 B, No a nosotros, Señor, no a nosotros


Salmo 114, Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante


Salmo 115, Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!»


Salmo 116, Alabad al Señor, todas las naciones


Salmo 117, Dad gracias al Señor porque es bueno


Salmo 118, 105-112, Lámpara es tu palabra para mis pasos


Salmo 118, 145-152, Te invoco de todo corazón


Salmo 120, Levanto mis ojos a los montes


Salmo 121, ¡Qué alegría cuando me dijeron!


Salmo 122, A ti levanto mis ojos


Salmo 123, Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte


Salmo 124, Los que confían en el Señor son como el monte Sión


Salmo 125, Cuando el Señor cambió la suerte de Sión


Salmo 126, Si el Señor no construye la casa


Salmo 129, Desde lo hondo a ti grito, Señor


Salmo 130, Señor, mi corazón no es ambicioso


Salmo 131 I, Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes


Salmo 131 II, El Señor ha jurado a David


Salmo 134, Alabad el nombre del Señor


Salmo 134 I, Alabad el nombre del Señor


Salmo 134 II, Señor, tu nombre es eterno


Salmo 135 I, Dad gracias al Señor porque es bueno


Salmo 135 II, Él hirió a Egipto en sus primogénitos


Salmo 136, 1-6, Junto a los canales de Babilonia


Salmo 137, Te doy gracias, Señor, de todo corazón


Salmo 138 I, Señor, tú me sondeas y me conoces


Salmo 138 II, Tú has creado mis entrañas


Salmo 140, Señor, te estoy llamando, ven deprisa


Salmo 141, A voz en grito clamo al Señor


Salmo 142, Señor, escucha mi oración


Salmo 143, Bendito el Señor, mi Roca


Salmo 143 I, Bendito el Señor, mi Roca


Salmo 143 II, Dios mío, te cantaré un cántico nuevo


Salmo 144 I, Te ensalzaré, Dios mío, mi rey


Salmo 144 II, El Señor es fiel a sus palabras


Salmo 145, Alaba, alma mía, al Señor


Salmo 146, Alabad al Señor, que la música es buena


Salmo 147, Glorifica al Señor, Jerusalén


Salmo 148, Alabad al Señor en el cielo


Salmo 149, Cantad al Señor un cántico nuevo


Salmo 150, Alabad al Señor en su templo



Cántico de Ana (1 S 2), Mi corazón se regocija por el Señor


Cántico de Azarías (Dn 3), Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres


Cántico de Colosenses 1, Damos gracias a Dios Padre


Cántico de David (1 Cro 29), Bendito eres Señor, Dios de nuestro padre Israel


Cántico de Efesios 1, Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo


Cántico de Ezequías (Is 38), Yo pensé: «En medio de mis días»


Cántico de Ezequiel 36, Os recogeré de entre las naciones


Cántico de Filipenses 2, Cristo, a pesar de su condición divina


Cántico de Habacuc 3, Señor, he oído tu fama


Cántico de Isaías 2, Al final de los días estará firme


Cántico de Isaías 12, Te doy gracias, Señor


Cántico de Isaías 26, Tenemos una ciudad fuerte


Cántico de Isaías 33, Los lejanos, escuchad lo que he hecho


Cántico de Isaías 40, Mirad, el Señor Dios llega con poder


Cántico de Isaías 42, Cantad al Señor un cántico nuevo


Cántico de Isaías 45, Es verdad, tú eres un Dios escondido


Cántico de Isaías 61, Desbordo de gozo con el Señor


Cántico de Isaías 66, Festejad a Jerusalén, gozad con ella


Cántico de Jeremías 14, Mis ojos se deshacen en lágrimas


Cántico de Jeremías 31, Escuchad, pueblos, la palabra del Señor


Cántico de Judit 16, ¡Alabad a mi Dios con tambores!


Cántico de la Carta I de San Pedro 2, Cristo padeció por nosotros


Cántico de la Sabiduría 9, Dios de los padres y Señor de la misericordia


Cántico de la Virgen María (Lc 1,46,55), «Magníficat»


Cántico de los tres jóvenes (Dn 3,52-57), Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres


Cántico de los tres jóvenes (Dn 3,57-88), Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor


Cántico de Moisés (Ex 15), Cantaré al Señor, sublime es su victoria


Cántico de Moisés (Dt 32), Escuchad, cielos, y hablaré


Cántico de Tobías 13,1-10, Bendito sea Dios, que vive eternamente


Cántico de Tobías 13,10-17, Que todos alaben al Señor


Cántico de Zacarías (Lc 1,68-79), «Benedictus»


Cántico del Apocalipsis 4-5, Eres digno, Señor, Dios nuestro


Cántico del Apocalipsis 11-12, Gracias te damos, Señor Dios omnipotente


Cántico del Apocalipsis 15, Grandes y maravillosas son tus obras


Cántico del Apocalipsis 19, La salvación y la gloria y el poder


Cántico del Eclesiástico 36, Sálvanos, Dios del universo


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Cántico del Eclesiástico (Eclo 36,1-7.13-16)

Cántico del Eclesiástico (Eclo 36,1-7.13-16)