domingo, 30 de noviembre de 2008

San Andrés

San Andrés

El nombre "Andrés" (del griego Andreia, valentía o valor), como otros nombres griegos, parece haber sido común entre los Judíos del segundo o tercer siglo antes de Cristo.
San Andrés, el Apóstol, hijo de Jonás, o Juan (Mateo, 16, 17; Juan, 1, 42), nació en Bethsaida de Galilea (Juan, 1, 44) Fue el hermano de Simón Pedro (Mateo 10,2; Juan 1, 40)  Ambos fueron pescadores (Mateo 4, 18; Marcos 1, 16), y al comienzo de la vida publica de Nuestro Señor ocuparon la casa de Cafarnaum (Marcos 1, 21, 29).
Desde el cuarto Evangelio aprendemos que Andrés fue discípulo del Bautista y de Juan el Evangelista para seguir a Jesús (Juan, 1, 35-40). Andrés inmediatamente reconoció a Jesús como el Mesías, Pedro, (Juan, 1, 41). Desde entonces los dos hermanos fueron discípulos de Cristo.
En las ocasiones subsiguientes, previas al llamado final al apostolado, ellos fueron llamados a la cercana compañía, y luego dejaron todo para seguir a Jesús (Lucas 5, 11; Mateo, 4, 19, 20; Marcos, 1, 17, 18). Finalmente Andrés fue elegido para ser uno de los Doce; y en las varias listas de Apóstoles dadas en el Nuevo Testamento (Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 16-19; Lucas, 6, 14-16; Actos, 1, 13) el siempre aparece entre los primeros cuatro.
La única otra explicita referencia a el en el Synoptists, ocurre en (Marcos,13, 3), donde anunciaron su unión con Pedro, Jaime y Juan en poner la cuestión que dejo Nuestro Señor en su gran discurso escatológico. Además de esta exigua información, aprendimos del cuarto Evangelio que en ocasión de la milagrosa alimentación de quinientas personas.
Fue Andrés quien dijo: "Este es un muchacho quien tiene cinco barras de pan de cebada y dos pescados: ¿ pero que son estas entre tantos?" (Juan, 6, 8, 9); y cuando, unos pocos días antes de la muerte de Nuestro Señor, ciertos Griegos le preguntaron a Felipe si ellos podrían ver a Jesús, Felipe refería el tema a Andrés como una de las mayores autoridades, y luego ambos anunciaron a Cristo (Juan, 12, 20-22)
Como en la mayoría de los ordenes los primeros cuatro, son Pedro, Juan, Jaime, Andrés; no hay en las epístolas ni en el Apocalipsis mención alguna de ellos. Desde lo que conocemos de los Apóstoles generalmente, podemos, por su puesto suplementar un poco de estos escasos detalles.
Como uno de los Doce, Andrés fue admitido en cercana familiaridad con Nuestro Señor durante su vida publica; estuvo presente en la Ultima Cena; contemplando la ascensión del Señor; testigo de la Ascensión; compartió las gracias y regalos del primer Pentecostés, y ayudo, entre los riesgos y persecuciones, a establecer la Fe en Palestina. Cuando los Apóstoles fueron enviados a predicar a las Naciones, Andrés parece haber tomado una parte importante, pero desafortunadamente no tenemos certeza de la extensión o el lugar de su trabajo.
La cruz en la cual él sufrió es comúnmente sostenida de haber sido una cruz en X, ahora conocida como de San Andrés, sin embargo la evidencia para esta visión parece ser no durar mas allá del siglo catorce. Este martirio toma lugar durante el reino de Nerón, el 30 de Noviembre de 60 de la Era Cristiana; y ambas la Iglesia Griega y la Latina mantiene el 30 de Noviembre como sus fiestas.
Las reliquias de San Andrés fueron trasladadas desde Patrae a Constantinopla, y depositadas en la Iglesia de los Apóstoles allí, alrededor del 357 de la Era Cristiana. Cuando Constantinopla fue tomada por los Franceses, en el comienzo del siglo trece, el Cardenal Pedro de Capua trajo las reliquias a Italia y las coloco en la Catedral de Amalfi, donde la mayoría de ellas permanecen. San Andrés es honrado como el patrono protector por Rusia y Escocia.

 Oración San Andrés
Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo y concédenos que, así como el apóstol San Andrés fue en la tierra predicador del Evangelio y pastor de tu Iglesia, así ahora en el cielo sea nuestro poderoso abogado ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
domingo 30 Noviembre 2008  Primer Domingo de Adviento

Libro de Isaías 63,16-17.19.
Porque tú eres nuestro padre, porque Abraham no nos conoce ni Israel se acuerda de nosotros. ¡Tú, Señor, eres nuestro padre, "nuestro Redentor" es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia!
¡Desde hace mucho tiempo, tú no nos gobiernas, y ya no somos llamados por tu Nombre! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti,
Salmo 80(79),2-3.15-16.18-19.
Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,3-9.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús.
En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento,
en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes.
Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia.
El los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Evangelio según San Marcos 13,33-37.
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.
Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".

 San Pascasio Radbert (?-hacia 849), monje benedictino
Comentario al evangelio de Mateo, 11, 24; PL 120, 799


«Estad atentos, vigilad: porque no sabéis cuando vendrá el momento»

     Es necesario tener siempre en cuenta la doble venida de Cristo: una, cuando él vendrá y nosotros deberemos rendirle cuentas de todo lo que habremos hecho; otra, la cotidiana, cuando visita incisamente nuestra conciencia y viene a nosotros, a fin de encontrarnos a punto en el momento de su venida. En efecto ¿de qué me sirve conocer el día del juicio, siendo como soy consciente de tantos pecados? ¿De qué saber que el Señor viene, si primero no viene a mi corazón y no vuelve a mi espíritu, si Cristo no vive y no habla en mí? Entonces, sí, es bueno que Cristo venga a mí, si ante todo vive en mí y yo en él. Entonces es para mí como si la segunda venida ya se hubiera realizado, puesto que la desaparición del mundo es real en mí porque, en cierta manera, puedo decir: «El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gal 6,14).
     Reflexionad también sobre esta palabra de Jesús: «Muchos vendrán en mi nombre» (Mt 24,5). Sólo el Anticristo se apodera de este nombre, aunque sea mentira... En ningún pasaje de la Escritura encontraréis que el Señor haya declarado: «Yo soy el Cristo». Porque le era suficiente mostrar que lo era a través de sus enseñanzas y sus milagros, porque el Padre estaba actuando en él. La enseñanza de su palabra y su poder clamaban: «Yo soy el Cristo», de manera más fuerte que si lo hubieran proclamado millares de voces. Yo no sé si podréis encontrar que lo ha dicho en palabras, pero lo ha demostrado «llevando a cabo las obras del Padre» (Jn 5,35) y dando una enseñanza impregnada de piedad filial. Los falsos mesías estaban desprovistos de ellas, no podían emplear más que sus palabras sostenidas por sus pretensiones mentirosas.


 Jesús nos dice...


“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre...”
(Mateo 7, 7-8)

“Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.”
(Marcos 11, 24)

“Es preciso orar siempre sin desfallecer...”
(Lucas 18, 1)

“Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré...”
(Juan 14, 13-14)



Oración del payaso 


Señor:


soy un trasto, pero te quiero, 


te quiero terriblemente, locamente, que es


la única manera que tengo yo de amar, 


porque, ¡sólo soy un payaso!


Ya hace  años que salí de tus manos,


pronto, quizá, llegará el día en que  volveré a Tí....


Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas


sólo mi corazón está intacto...


Me espanta mi pobreza, pero me consuela tu ternura.


Estoy ante Ti como un  cantarillo roto,

pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu gusto...

Señor:


¿Qué te diré cuando me pidas cuentas?

Te diré que mi vida, humanamente,

ha sido un fallo, que he volado muy bajo.

Señor:


Acepta la ofrenda de este atardecer...


Mi vida, como una flauta, está llena de agujeros...


pero tómala en tus manos divinas.


Que tu música pase a través de mí y llegue 

hasta mis hermanos los hombres,

 que sea para ellos ritmo y melodía que acompañe su caminar,

alegría sencilla de sus pasos cansados...

(Menchu Soler)



 




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Emborrachémonos Emborrachémonos

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por Gloria Fuertes
19 de mayo de 2008



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Para pasar el río frío y seco,
para cruzar el mar mayor de Ausencia
para estre trago malo,
gargarismos de fe.
La soledad de hoy
para anteanoche;
como no hay mucha luz en el presente,
gocemos precozmente del futuro,
para hoy las sonrisas de mañana.
Tomemos los racimos,
los han puesto al alcance de la mano
- y la Esperanza tiene más alcohol que la uva-.
Para pasar el frío río y seco
¡Venga alegría,
señores, venga alegría...!
¡Emborrachémonos
para la travesía.


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