lunes, 1 de diciembre de 2008

La naturaleza humana de Jesús






La naturaleza humana de Jesús
Al llegar la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer,
nacido bajo la ley,
para rescatar a los que se hallaban bajo la ley...

 


La naturaleza humana de Jesús Guido Adolfo Rojas Zamorano "Verdades de la Fe Católica"


El hijo de Dios sólo podía ser verdaderamente el redentor del género humano si adoptaba enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2, 14). Sin embargo, por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída alguna. "Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó" (Hebreos 4, 15), ya que "nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca" (Isaías 53, 9; 1Pedro 2, 22), "El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores" (Hebreos 7, 26), puesto que "ha sido hecho perfecto para siempre" (7, 28), como hombre celestial (1Corintios 15, 47).


"Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés" (Gálatas 4, 4). "Por medio de los profetas, Dios había comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, que como hombre es descendiente del rey David" (Romanos 1, 3-4), porque Él mismo "tomando naturaleza de siervo nació como hombre" (Filipenses 2, 7). En cuanto a lo humano es de raza judía (Romanos 9, 5), pues "por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los ángeles" (Hebreos 2, 9); teniendo un desarrollo normal, ya que fue creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los hombres (Lucas 2, 52; Proverbios 3, 4).


De la vida pública de Jesucristo las Sagradas Escrituras nos aportan una abundante información sobre las necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia. Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4, 2; 21, 18; Lucas 24, 41-42), le pide agua de beber a la mujer de Samaria (Juan 4, 6-8), siente nuevamente sed cuando esta en la cruz (Juan 19, 28-30). En varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico (Marcos 4, 38; Juan 4, 6), oraba en las madrugadas (Marcos1, 35), predicaba el mensaje de la salvación en aldeas y pueblos (Mateo 9, 35), se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6, 30-32). Era un hombre pobre (2Corintios 8, 9), que no tenía "donde recostar la cabeza" (Mateo 8, 20). Vestía discretamente (Lucas 7, 25; Juan 19, 23), cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8, 44), usaba bastón (Marcos 6, 8) y calzaba sandalias (Marcos 6, 9). No obstante, y a pesar de vestir modestamente, su personalidad era atrayente; pues tenía una mirada penetrante (Marcos 5, 32-33; 8, 33); conocía el corazón de los hombres (Juan 2, 24-25; 6, 64). Los apóstoles y los discípulos sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos 4, 41; 6, 51; 9, 6.32; 10, 24.32); también los fariseos tienen miedo, porque la gente estaba admirada por sus enseñanzas (Marcos 11, 18; Juan 7, 15.32); al igual que toda la multitud (Marcos 9, 15); "porque lo hacia con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley" (Mateo 7, 28-29; Lucas 4, 22.32); "y comenzaron a albar a Dios, diciendo… Un gran profeta ha aparecido entre nosotros" (Lucas 7, 16); "otros decían… Este es el Mesías" (Juan 7, 40-41). Igual admiración despertaba por sus milagros ( Marcos 2, 12; Mateo 15, 31).


Del mismo modo, el Mesías y el Salvador fue profundamente sensible con las criaturas humanas (2Corintios 10, 1); es tierno con los niños que se acercaban a Él (Marcos 10, 13-16), siente cariño ante la primera confesión del Príncipe de la sinagoga (Marcos 10, 20-21); es paciente y humilde de corazón (Mateo 11, 29), eternamente misericordioso con los hombres (Hebreos 7, 25; 1Juan 2, 1; Judas 21). Multiplica en dos oportunidades los panes y los peces, por que tiene compasión con la multitud hambrienta que lo seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38); se conmueve con el leproso que le pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1, 40-42), por la madre que llora a su hijo muerto (Lucas 7, 13), y por toda la gente "porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que no tienen pastor" (Mateo 9, 36; Marcos 6, 34). Ama intensamente a los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), al igual que a toda la humanidad (Efesios 3, 19; 5, 2). Tiene alegría por la buena cosecha espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10, 21), se admira por la fe del capitán romano (Lucas 7, 9), y asombro ante la noticia de la muerte de Lázaro (Juan 11, 33), también siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su poder curativo (Marcos 3, 5; 9, 19), además de ira santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén (Juan 2, 13-16; Mateo 21, 12-13). Llora por el terrible castigo que le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su humildad se vio probada al lavarle los pies a sus discípulos, antes de la última cena (Juan 13, 5).


Al acercarse los días de su trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24, 26). Le duele la traición de Judas (Juan 13, 21). Llegada la hora suprema vive una tremenda angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27), hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues "mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de la muerte" (Hebreos 5, 7). Sin embargo, "era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento" (Isaías 53, 3; 1Pedro 2, 21). Ya en la cruz se encuentra abandonado por su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente grita y muere con dolor (Mateo 27, 50).


Todo esto pasó "porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios" (1Pedro 3, 18). "Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer" (Hebreos 5, 8), y "se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de la cruz" (Filipenses 2, 8). Por esta razón, "no hay duda de que el secreto de nuestra religión es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria" (1Timoteo 3, 16).






La naturaleza divina de Jesús

Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre;
desde ahora lo conocéis
y lo habéis visto...


 

La naturaleza divina de Jesús

En el antiguo testamento Isaías había revelado al pueblo de Israel que el "Hijo de Dios" sería llamado el "Emmanuel" (7, 14), que en Hebreo traduce "Dios con nosotros". Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también "Dios invencible" (9, 6). Del mismo modo, el nombre de "Jesús" quiere decir en Hebreo "Dios salva"; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión (Lucas 1, 31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe.


Las Sagradas Escrituras nos indican que "Jesús ha venido de Dios" (Juan 6, 46; 13, 13), bajado del cielo (Juan 3, 13), siendo de "naturaleza divina" (Filipenses 2, 6); "Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo" (Colosenses 2, 9). "Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreo 1, 3). "Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer" (Juan 1, 18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Colosenses 1, 19), quien es de Dios (1Corintios 3, 23) y procede de Dios (Juan 7, 29; 8, 42). "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo" (Juan 5, 26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2Corintios 4, 6). "Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos" (Romanos 9, 5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4, 4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5, 18; 10, 33).


Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9, 35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28, 9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28, 17; Lucas 24, 52) y también por los ángeles del cielo (Hebreos 1, 6). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues "nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar" (Mateo 11, 27), "el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió" (Juan 5, 23). "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Juan 10, 30), "el Padre esta en mí y yo en el Padre" (Juan 10, 38); porque "todo lo que tiene el Padre es mío" (Juan 16, 15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: "Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis" (Juan 14, 7).


Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como "Dios y Salvador" (Tito 2, 13; 2Pedro 1, 1); título que también recibe "Dios Padre" (Daniel 6, 27, 1Timoteo 2, 3; 4, 10; Tito 3, 4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20, 28); comparar con (1Reyes 3, 7: Salmo 86, 12). Por su parte, el apóstol San Juan concluye diciendo: "Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna" (1Juan 5, 20); comparar con (Juan 17, 3).






 

La vida de Jesús


Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas...


La vida de Jesús   Contexto histórico
La vida de Jesús de Nazaret se inicia cuando se cumple lo escrito por el profeta Isaías, al nacer del seno de una doncella virgen judía en el año 749 de la fundación de Roma, en tiempos del reinado de Augusto César. En aquel entonces el País de Palestina era una de las cincuenta provincias de este basto imperio que abarcaba casi toda Europa, el Norte de Afrecha y el Medio Oriente.


Los judíos vivían una de sus peores crisis a nivel político y social, la clase dominante era regida por los Saduceos quienes tenían el control del Templo de Jerusalén, centro espiritual y de peregrinación del pueblo hebreo. Estos a su vez rivalizaban doctrinalmente con los Fariseos encargados de las Sinagogas, escuelas religiosas donde se hacía el estudio de los libros sagrados de la Torá. Del mismo modo, se encontraban los Herodianos que conformaban la corte del rey Herodes el Grande aliados de los romanos, también estaban los publicanos quienes recogían los impuestos para el César, entre ellos estaba el apóstol Mateo. Asimismo, los Celotes eran los guerrilleros que peleaban con las armas contra la dominación extranjera, en este grupo había militado Simón, otro de los compañeros de Jesús al igual que Barrabás; quien fue cambiado por el Señor a petición de los habitantes de la Ciudad Santa para morir crucificado.
La Palestina de Jesús


Los Evangelios narran que el Mesías nació en Belén, la ciudad del rey David; de cuya estirpe real pertenecía su padre adoptivo José. Vivió treinta años en Nazaret y murió en Jerusalén, capital de Israel. Ya en cuanto a su vida pública la inicia a los treinta años de edad, cuando después de haberse hecho bautizar por su primo Juan Bautista en el río Jordán, empieza a recorrer durante tres años las aldeas y los campos de las cuatro provincias de Palestina (Judea, Galilea, Samaria y Perea) anunciando la "Buena Nueva", en especial a los pobres y marginados como los ancianos, las viudas, los huérfanos, los extranjeros al igual que los pescadores del mar de Galilea; entre los que se encontraban cuatro de sus apóstoles incluyendo a Pedro, a quien Jesús prometió en la región de Cesárea que sobre él edificaría su Iglesia al ser nombrado su primer pastor en la tierra. Esta labor apostólica ha continuado hasta nuestros días hasta llegar al Papa Juan Pablo II.



Su misión redentora


Jesús cuyo nombre significa "Dios Salvador", recibió el título de Mesías en hebreo o Cristo en griego, que quiere decir "ungido" o "Sagrado"; con el que identificaban a los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido por Dios. Igualmente, para demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes prodigios como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar el agua en vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los peces para dar de comer a más de cinco mil personas, calmar la tempestad con su voz, caminar sobre las aguas, y dejar ver su resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más cercanos seguidores: Pedro, Santiago el "Mayor" y Juan, el discípulo amado.


La predicación de Jesús era de fácil comprensión y asimilamiento, resumiendo los mandatos de la ley mosaica en dos grandes principios: "Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo". También hablaba de que su cuerpo y su sangre se convertirían en una "Nueva Alianza" o "Pacto Eterno" en el que no solamente estaban incluidos los judíos sino también los paganos, llamados a formar por el bautismo una única Iglesia Universal (Católica en griego). Para llevar este mensaje se valió especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida cotidiana (parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales palabras, pues mientras Jesús les hablaba de un "reino en los cielos", ellos esperaban un rey guerrero como había sido David, que los liberara del yugo de los idólatras romanos, y los convirtiera en "reyes de este mundo"; esperanza que todavía anhelan muchos de los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una serie de grandes peligros, destierros, intentos de asesinatos, calumnias y traiciones por parte del Sanedrín (consejo de ancianos), al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno Caifás, quienes se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su Maestro por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel tiempo por un esclavo.


La Pasión del Señor


El arresto y el juicio de Jesús se produjo en tiempos de la Pascua, que era la máxima fiesta religiosa en la que se celebra hasta nuestros días, la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, comandados por Moisés. Ya en cuanto las acusaciones en contra suya fueron tanto de carácter religioso porque siendo un hombre se hacía llamar "Hijo de Dios", y de orden político, pues recibía de sus seguidores el título de "Rey de los Judíos", lo que era considerado un acto de rebeldía al entonces emperador Tiberio César. Fue esta última denuncia lo que obligó al procurador Poncio Pilatos a sentenciarlo a la pena capital de la Cruz, castigo solo reservado a los peores criminales y soldados que desertaban de las filas imperiales.


Sobre la tortura de Cristo el viernes santo los evangelios nos narran de manera completa la gran cantidad de sufrimientos que tuvo que padecer, tales como las burlas y los insultos de los soldados, la coronación de espinas, los latigazos, los golpes con una caña en la cabeza, los puñetazos en la cara, el peso del madero desde el pretorio romano hasta el monte Gólgota o Calavera; y la terrible agonía de seis hora (9am a 3pm), acompañada de calambres, desgarre muscular en los brazos y espalda, las heridas abiertas, fiebre alta, deshidratación, un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo, hasta experimentar la muerte por asfixia, según lo han concluido los médicos forenses.


La resurrección y la nueva venida


El domingo llamado el primer día de la semana, una de sus más fieles seguidoras, María Magdalena encuentra el sepulcro vacío; esta señal y las varias apariciones a sus amigos son las dos pruebas bíblicas que testifican su triunfal resurrección. Jesús permanece con sus apóstoles y discípulos incluyendo a su madre María durante cuarenta días, y regresa al cielo a la presencia del Padre en el monte de los Olivos. De aquí solamente volverá a la tierra en el día del juicio final (Parusía), donde será como un pastor que separe a las ovejas de las cabras; los buenos a la vida eterna y los malos a la condenación por los siglos de los siglos.


 







La virginidad de María a la luz de la verdad bíblica

Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel... que traducido significa: "Dios con nosotros"... Ver imagen en tamaño completo.



La virginidad de María a la luz de la verdad bíblica   La profecía


Un hecho en común entre la Iglesia Católica y las demás confesiones cristianas, es en afirmar según la revelación sagrada que la madre del Hijo de Dios, sería una "doncella virgen" (Isaías 7, 14; Mateo 1, 22-23)  


El matrimonio con José


En los designios del Altísimo era necesario que la madre del Salvador, tuviera un apoyo moral, económico y de protección en la crianza de su hijo. Este matrimonio sería completamente consagrado al servicio divino, así lo podemos anotar en los siguientes pasajes bíblicos:



  • Cuando el ángel San Gabriel le comunica a María que ella sería la madre del Emmanuel (Dios con nosotros), deja en claro su condición virginal (Lucas 1, 34).
  • Cuando María se encontraba embarazada, José, su marido como hombre justo o santo, y a pesar de desconocer todavía que lo concebido en ella era fruto del Espíritu Santo; no quiso denunciarla públicamente por infidelidad a las autoridades religiosas, como mandaba la ley mosaica (Matea 1, 19; Juan 8, 3-5).
  • Los protestantes creen que José y María tuvieron relaciones maritales, ya que el evangelio de San Mateo (1, 25); nos dice que "no vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su hijo". Sin embargo, a lo que se refiere el evangelista es que el santo matrimonio compartieron formalmente el mismo hogar, pues antes cuando estaban comprometidos no vivían juntos (Mateo 1, 18). Igual opinión tiene san Lucas, ya que en el viaje del santo matrimonio de Nazaret a Belén para el censo, nos dice: "Fue allá a inscribirse, junto con María, que estaba comprometida para casarse con él y se encontraba encinta" (2, 5).

 



 Jesús: Hijo primogénito



 Causa confusión en los hermanos separados cuando el evangelio de San Lucas, se menciona que "en Belén, le llegó a María, el tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo" (2, 6-7); dando a entender que debió de haber tenido más hijos. No obstante, en el contexto bíblico el término "primogénito", hace alusión que el primer hijo de un matrimonio judío quedaba consagrado a Dios (Éxodo 13, 1-2.12; 34, 19); y exigía la presentación del niño Jesús en el templo de Jerusalén (Lucas 2, 22-23). Pero Él era ya el "Primogénito de Dios" (Hebreos1, 6). Asimismo, las Sagradas Escrituras agregan que los "primogénitos" pueden ser "unigénitos" (1Crónicas 23, 17); de hecho, Cristo Jesús también es el "Unigénito de Dios" (Juan 3, 16; 1,14).




 La infancia de Jesús



 Los dos únicos relatos que encontramos en el Nuevo Testamento de la infancia de Jesús, no nombran hermanos menores, así por ejemplo:



  • En el destierro de la sagrada familia a Egipto y después de la muerte del rey Herodes, un ángel se le aparece en sueños a José ordenándole que regrese a Israel con María y el niño (Mateo 2, 19-20). Ahora bien, se sabe con certeza que el Mesías nació en el año 747 de la fundación del imperio romano, siete años antes de nuestra era actual; y el rey Herodes el grande murió en la primavera del año 750, es decir, en el año 4 a.C. Por consiguiente, pasaron de tres a cuatro años; tiempo más que suficiente para que José y María hayan decidido tener alguno de los "cuatro hermanos" y otras "hermanas" del Señor (Mateo 13, 55).
  • El evangelio de San Lucas (2, 41-42), narra que "Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá todos ellos". Nótese bien, que se dice "todos ellos", ¿Quiénes?, "los padres de Jesús" y el mismo "Jesús". Igualmente, la misma respuesta se saca cuando María después de tres días encuentra a su hijo perdido en el templo entre los doctores de la ley: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia" (Lucas 2, 48)

 



 El término 'hermano' en la Biblia



 En el Antiguo Testamento, que fue escrito en hebreo y arameo, no hay un vocablo para nombrar a los tíos, sobrinos, primos, cuñados o amigos; y es así como la palabra hebrea "aj" designa muchas veces al pariente más cercano de una misma familia. Del mismo modo, los traductores griegos del Nuevo Testamento traducen el término semítico de "hermanos" (adélfos), en un sentido generalizado. Sobre este punto encontramos el caso de tíos y sobrinos como Abraham y Lot (Génesis13, 8;14, 16); Labán con Jacob (Génesis 29, 13.15). Al igual que a los primos (1Crónicas 23, 21-22); a los que pertenecen a una misma nación (Génesis 16, 12; Deuteronomio 2, 4); a los miembros de una misma tribu (2Reyes 19, 12) o pueblo (Éxodo 2, 11); a los que conforman la misma naturaleza humana (Mateo 5, 22; Hebreos 2, 11); y a los que tienen un mismo Padre Celestial (Hechos 10, 23; Romanos 8, 17; Colosenses 1, 2; 1Juan 3, 9-10).




Los hermanos de Jesús



Solamente aparecen en la vida pública del Señor, y son llamados con nombres propios: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?" (Marcos 6, 3). Ahora bien, para tener una mejor comprensión sobre este tema es necesario estudiarlo detenidamente:



  • En ningún relato bíblico se afirma que los llamados hermanos y hermanas del Señor, sean hijos de ella. En las bodas de Caná, se nombra a María como "la madre de Jesús" (Juan 2, 1.3); y no "la madre de Jesús, Santiago, José, Judas, Simón y otras hermanas". Igualmente, en la sinagoga de Nazaret, la gente sólo reconoce al Señor como "el hijo de José" (Lucas 4, 22); y no "uno de los hijos de José". Del mismo modo, los judíos de la sinagoga de Cafarnaum identifican al Señor como el único hijo de José y de María (Juan 6, 42).
  • De estos cuatro hermanos, se sabe que "Santiago" el menor y "Judas" Tadeo pertenecían al grupo de los doce amigos del Señor. Sin embargo, se explica que "Santiago" era hijo de Alfeo (Mateo 10, 3; Marcos 3, 18) y "Judas" como hijo de Santiago (Lucas 6, 16; Hechos 1, 13).
  • En la introducción de la carta de Judas Tadeo (1, 1), leemos: "Yo Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago", haciendo una diferencia entre el uno y el otro. Además, en la epístola de Santiago (1, 1) llamado como hermano del Señor, también se declara solamente como "Siervo de Dios y del Señor Jesucristo".
  • En otro encuentro con su madre y sus hermanos, el Mesías nos exhorta a creer que "los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, ésos son mi madre y mis hermanos" (Lucas 8, 21); hablando de una familia en un sentido "espiritual" y no de "sangre". Porque "a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado" (Juan 1, 12-13). Y es por eso, que su Hijo es "el mayor entre muchos hermanos" (Romanos 8, 29).
  • En la pasión del Santo de Dios en el monte Gólgota, se habla de un grupo de mujeres conformadas por "María" la madre de Jesús, "y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás" (Juan19, 25), en compañía de otra "María la madre de Santiago el menor y de José" con "Salomé" (Marcos 15, 40). También se encontraba "María Magdalena" y "La madre de los hijos de Zebedeo" (Santiago el mayor y Juan) (Mateo 27, 56).
  • Cristo utiliza el término "hermano" para dirigirse a los apóstoles, en la aparición a María Magdalena el domingo de resurrección (Juan 20, 17), y en el día del juicio final (Mateo 25, 40). Incluso, San Pablo agrega que el Señor también se apareció "a más de quinientos hermanos" (1Corintios 15, 6).
  • En octubre de 2002, se dio a conocer el hallazgo de un osario judío, utilizado en los rituales funerarios de Jerusalén, del año 63 d.C., con una escritura en arameo que dice: "Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús". Para muchos fundamentalistas protestantes, esta era la prueba que demostraba que la virginidad de María era un mito; sin embargo, tal descubrimiento plantea varios interrogantes:

    • Su autenticidad ha despertado varias dudas en muchos arqueólogos y paleógrafos.
    • Sí se llegara a demostrar que este "osario de caliza" corresponde a Jacobo (Santiago), esto sólo probaría su parentesco con Jesús de Nazaret. Pero ya se explicó el significado del término "hermano" en la lengua aramea antigua.
    • La Iglesia Ortodoxa piensa que Jacobo, pudo haber sido un hijo anterior a José. No obstante, este argumento carece de respaldo bíblico.
    • La inscripción no menciona a María como madre de Jacobo.  

María: Madre de la Iglesia


La fe católica enseña que la Virgen Santísima es madre de todos los creyentes, desde el momento que el Redentor en la cruz le encomendó el cuidado a Juan, el discípulo amado, quien "la recibió en su casa" (Juan 19, 26-27); cosa que no fuera necesaria si El Señor hubiera tenido más hermanos carnales. Ella fue desde ese momento como nos asegura la tradición antigua el soporte espiritual de los apóstoles y discípulos de la naciente comunidad cristiana. Ya que "Todos ellos se reunían siempre para orar con los hermanos de Jesús, con María su madre y con las otras mujeres" (Hechos 1, 14).
Testimonio de los santos padres de la Iglesia


Para los Santos Padres de la Iglesia la "Virginidad de María" era una creencia común, así por ejemplo: San Ignacio de Antioquía martirizado en el año 107, repetía varias veces en sus escritos que "Jesucristo nació de la Virgen María". San Hipólito, sacerdote romano muerto por Cristo en el 213, escribe: "La virginidad de María es un misterio que el mundo no puede comprender, y que se ha cumplido en el silencio de Dios". En este mismo siglo, otro gran apologista Orígenes, rechazaba las charlatanerías de un judío llamado Celso que negaba la virginidad de María; San Efrén muerto en el 373, decía de ella: "Tú eres la más pura en el alma y en el cuerpo, tú sobrepasas en castidad, en pureza y en virginidad a todas las criaturas". En este mismo año, San Ambrosio, obispo de Milán (Italia), redactó una carta a su hermana religiosa en Roma, en la que agrega: "Quién más casta que la madre que ha traído a su Hijo al mundo permaneciendo virgen. Ella era virgen pero no solo de cuerpo sino también de espíritu". San Basilio (+458), subraya: "Los amigos de Cristo no pueden aceptar que la madre del Señor haya perdido su virginidad". Asimismo, San Atanasio (+599), escribió: "María permaneció virgen hasta el fin". Mientras tanto, el célebre Doctor de la Iglesia San Agustín, obispo de Hipona (+430), agregaba: "Jesús nació de madre intacta, pues concibió siendo virgen, siendo virgen dio a luz, y murió virgen".  


María y los padres de la reforma protestante


Los fundadores de la reforma protestante, como Lutero, Zwinglio y Bucero, no negaron la integridad y la virginidad de la Madre del Hijo de Dios, pero sí lo hicieron sus discípulos inmediatos.


 Libro de Isaías 2,1-5.
Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella
y acudirán pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor.
El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra.
¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!
Salmo 122(121),1-2.3-4.8-9.
Canto de peregrinación. De David. ¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"!
Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor -según es norma en Israel- para celebrar el nombre del Señor.
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo".
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad.


Evangelio según San Mateo 8,5-11.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole":
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente".
Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo".
Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace".
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;


 Eusebio de Cesarea (hacia 265-340), obispo, teólogo, historiador
Demostración evangélica, II, 3, 35


«Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán... en el festín del Reino de los cielos»

     Son numerosos los testimonios de la Escritura que enseñan que las naciones paganas no han recibido menos gracias que el pueblo judío. Si los judíos...  participan de la bendición de Abrahán, el amigo de Dios, porque son sus descendientes, acordémonos de que Dios se comprometió en dar a los paganos una bendición semejante, no sólo a la de Abrahán, sino también a las de Isaac y Jacob. En efecto, explícitamente predijo que todas las naciones serían igualmente bendecidas e invitó a todos los pueblos a un solo y mismo gozo con los bienaventurados amigos de Dios: «¡Exultad, naciones, con su pueblo!» (Dt 32,43) y también: «Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán» (Sl 46,10).  
     Si Israel se gloría del Reino de Dios diciendo que ellos son los herederos, los oráculos divinos nos dicen que Dios reinará también sobre los demás pueblos: «Decid a los pueblos: el Señor es rey» (sl 95,10) y también: «Dios reina sobre las naciones» (Sl 46,9). Si los judíos fueron elegidos para ser los sacerdotes de Dios y darle culto..., la palabra de Dios ha prometido conceder a las naciones el mismo ministerio: «Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor. Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas» (Sl 95, 7-8)...
     Y si antaño, en un primer tiempo, «el lote del Señor fue Jacob, su pueblo, e Israel su parte de heredad» (Dt 32,9 LXX), en un segundo tiempo, la Escritura afirma que todos los pueblos serán dados al Señor en herencia, según la palabra del Padre: «Pídemelo, y te daré en herencia las naciones» (Sl 2,8). La profecía anuncia también que «dominará» no sólo en Judea, sino «de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra; todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones». (Sl 71, 8-11). Es así como el Dios del universo «da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia» (Sl 97,2).
 Libro de Isaías 11,1-10.
Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en companía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.
Salmo 72,1.7-8.12-13.17.
De Salomón. Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes,
Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes.
Que perdure su nombre para siempre y su linaje permanezca como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz. * * *
Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".


 


Cardenal John Henry Newman (1801-1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo
«Con motivo de la espera de Cristo». Sermones predicados en varias ocasiones.


«Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis»

     Durante siglos, antes que Jesús viniera a la tierra, todos los profetas, uno tras otro, estaban en su puesto de guardia, en lo alto de la torre; todos esperaban atentamente su venida en la oscuridad de la noche. Velaban sin cesar para sorprender el primer albor de la aurora... «Oh Dios, tú eres mi Dios, desde la aurora te busco. Mi alma está sedienta de ti como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sl 62,2)... «¡Ah si rompieses los cielos y descendieses! Ante tu faz los montes se derretirían como prende el fuego en la hojarasca... Desde los orígenes del mundo, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (Is 64,1; 1C 2,9).
     Sin embargo, si alguna vez unos hombres han tenido el derecho de atarse a este mundo y de no desinteresarse de él,  fueron ésos servidores de Dios; se les había dado participar de la tierra, y según las mismas promesas del Altísimo, ésa debía ser su recompensa. Pero nuestra recompensa, la que nos concierne, es la del mundo venidero...  También ellos, estos grandes servidores de Dios, a pesar de su valor, han sobrepasado el don terrestre de Dios para atarse a unas promesas más bellas todavía; por esta esperanza han sacrificado lo que tenían en posesión. No se contentaron con menos sino con la plenitud de su Creador; buscaban ver el rostro de su Libertador. Y si para alcanzar esto era preciso que la tierra se quebrara, que los cielos se abriesen, que los elementos del mundo llegaran a disolverse para, al fin, darse cuenta que es mejor que todo se hunda ¡mucho mejor que seguir viviendo sin él! Tal era la intensidad del deseo de los adoradores de Dios en Israel, los que esperaban lo que había de venir... Su perseverancia da prueba de que había alguna cosa que esperar.
     También los apóstoles, una vez que su Maestro vino y se marchó, no se quedaron más cortos que los profetas en la agudeza de su percepción ni en el ardor de sus aspiraciones. Continuó el milagro de perseverar en la espera.


No hay comentarios: