Cada uno de nosotros ve a Jesús de distinta manera. Para algunos era un profeta, porque necesitaban saber que el Reino estaba cerca. Pero sobretodo era el Hijo de Dios y vino a experimentar las consecuencias de la maldición que el Padre había puesto sobre la humanidad cuando Adán y Eva desobedecieron. Vino para redimirla de aquella maldición, y haciéndolo, se convirtió en todo para todos los hombres. Se hizo "varón de dolores" conocedor de la debilidad, pero nunca sucumbió a ella.
Quiso decirnos que sabía lo que significaba sufrir, sangrar, ser rechazado, incomprendido y odiado. Quiso hacer todas las cosas que nos mandó hacer para que encontráramos más fácil perdonar, sobrellevar, obedecer y ser humildes.
Porque era Dios y experimentó lo que era ser humano, obtuvo para nosotros la gracia de poseer lo Divino. A través de la Gracia, revestidos por el poder de su Espíritu, somos hijos de Dios y herederos del Reino.
Él nos reconcilió con el Padre, nos mostró como ser niños de Dios durante nuestro terreno peregrinar, nos abrió las puertas del Cielo y envió Su Espíritu para quedarse con nosotros como Guía y Maestro.
Su vida está llena de cualidades y virtudes por imitar. No vino de manera arrogante a mostrarnos nuestros errores. Vino como un humilde y obediente siervo para enseñarnos a vivir. Nos dijo que siguiéramos sus pasos con coraje desde su espíritu y nos prometió que algún día compartiríamos con él su Gloria así como compartimos con él su Cruz.
Debemos observar la personalidad de Jesús y verla bajo distintas circunstancias -circunstancias similares a las nuestras- y luego alabarlo asemejándonos a Él según el máximo de nuestra capacidad.
La habilidad de atraer a la gente es conocida como un "carisma". Cada vez que Jesús aparecía en público, estaba en medio de una multitud. Es algo que una persona común y corriente no puede explicar -solo sabían que este Hombre era diferente. Tan diferente que parecía dividir a la masa en dos facciones -a favor y en contra. Nadie que conoció a Jesús se fue sin haber cambiado. Muy pocos entendieron que delante de ellos estaba Dios hecho hombre. Esta cualidad divina lo distanció de los demás pero a la vez lo hizo ser cercano y entendible.
Como cristianos, muchas veces nos excusamos y echamos la culpa de nuestra falta de carisma a la gente y al mundo. Parece que hemos olvidado que Jesús nos ha obtenido ese carisma -el Carisma hace brillar el Amor Divino a través de la naturaleza humana.
Nos ha dado el Espíritu Santo a cada uno de nosotros para que podamos ser por la Gracia lo que Él es por naturaleza -un Hijo de Dios- Luz Divina brillando en un alma humana, Amor Divino irradiándose a través de un frágil recipiente y dando luz a los demás.
Al ponerse de pie frente a unos pescadores que arrojaban sus redes y decirles: "Síganme y haré que sean pescadores de hombres", el sonido de su voz y la mirada de sus ojos hizo que soltaran las redes y lo siguieran. (Mc 1, 17)
Estos hombres estaban fascinados por la amorosa autoridad de un Maestro que pedía y no ordenaba, que amaba primero y esperaba ser correspondido con amor. Este hombre era un Maestro digno de ser seguido, un hombre singular que llamaba y escogía pero les daba la libertad de responder.
Su habilidad de pedir y esperar era muy atractiva. Estos hombres sabían que podían decir "no", pero su amoroso y fuerte llamado los hacía seguirlo. Tenían que saber más de alguien que podía mandar de una forma tan humilde. En sus corazones sabían que la elección que harían sería definitiva y que desde aquel momento sus vidas serían diferentes por haberlo seguido.
Él nunca les prometió grandezas. Simplemente les dijo que harían grandes cosas. De alguna manera había una diferencia y ellos lo sabían. Su grandeza provendría de haberlo seguido y estaban contentos por ello. Su carisma estaba reforzado de Verdad porque lo que decía venía del Padre y no había sombra de duda en Sus palabras. Nunca dejó a ninguno especular sobre el sentido de lo que decía, aún cuando las cosas que decía eran casi siempre misteriosas y difíciles de aceptar.
Su humilde autoridad era como un imán que atraía a los pobres y rechazaba a los ricos. La gente de la calle podía sentarse horas mientras Él les enseñaba en términos que ellos podían comprender y esto también era algo raro. Trajo verdades misteriosas a su nivel sin el más mínimo signo de desdén. Se sentían identificados con Él. Aunque Él estaba por encima de todos, su humilde dignidad hizo que se levantaran del fango de su corrupción y les permitió mirarlo, no como a un igual, pero sí como a un Amigo.
Nunca perdió su dignidad, pero nunca hizo sentir a nadie menos por eso. Cada gesto suyo les daba esperanza y les hablaba de su amor y preocupación por ellos.
Fue un hombre entre los hombres. Su dignidad le dio poder para atraer multitudes porque vino a servir e inspiraba a los demás a servir también.
Mientras iba de lugar en lugar, multitudes de todas las clases corrían a escucharlo. Nunca perdió de vista su misión, aunque muchos lo aclamaban como a un profeta. Él era Hijo, no profeta, y su carisma brilló con esplendor mientras le decía a crédulos e incrédulos que había sido enviado por el Padre.
Su carisma nunca fue puesto en peligro por los aplausos ni tampoco lesionado por las críticas. Se afianzó en lo que Él era para el Padre y le importó poco la aceptación de los "aceptados" de sus días. Nunca dudó de quien era o del propósito de su misión y esto también asombraba la gente. Cuando alguna vez cogieron piedras para tirárselas, Él no dio marcha atrás -desapareció entre la gente y se fue a otra ciudad.
Jesús era leal con sus apóstoles, incluso sabiendo plenamente de su cobardía. Era leal con los pobres, aceptando las críticas de los fariseos, de tal forma que el necesitado nunca se sintiera abandonado. Era leal a su Padre, cumpliendo su Voluntad, incluso hasta la muerte.
Un día tomó un paseo por entre los campos de maíz y sus discípulos empezaron a tomar espigas y a comérselas (Mt 12, 1-8). Los fariseos aprovecharon la oportunidad para criticar a estos hombres sencillos, pero Jesús se alzó para defenderlos.
Vio en los fariseos hipocresía y les recordó que Él era Señor del Sábado. Si sus propios sacerdotes no violaron el Día Santo mientras trabajaban en el templo, tampoco sus apóstoles rompieron la ley por comer maíz, ellos estaban con uno que era más grande que el Templo, el Hijo de Dios.
Pero los fariseos nunca entenderían lo que era ser leal porque usaban la ley y a la gente para satisfacer sus propios propósitos. Sacaron provecho de cada oportunidad para criticar a los pobres y necesitados, porque de alguna manera éstos les hacían sentirse importantes y mejores que el resto de los hombres.
A ellos, Jesús les dijo: "Si hubieran entendido el significado de las palabras: "misericordia quiero, mas no ofrendas", no habrían condenado al justo".
La perfección exterior es más fácil de conseguir que la interior. Dar de sus bienes y guardar la Ley puede hacer a algunos orgullosos y criticones. Todos tenemos una tendencia a juzgar a los demás por nuestra propia cuenta y cuando los demás no se ajustan a nuestras expectativas o a nuestra idea de santidad, somos por lo general duros e inmisericordiosos.
Jesús nos estaba diciendo que la compasión y la misericordia le son más agradables que los bienes materiales que le ofrecemos.
Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos para preguntar al Maestro si Él era Aquél que había de venir, Jesús les respondió: "Díganle a Juan -los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados y los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva es proclamada a los pobres" (Mt 11, 4-5)
Jesús se hizo a sí mismo accesible a cualquiera. A diferencia de los anteriores profetas y los hombres religiosos de su época, que generalmente se mantenían aislados, era fácil aproximarse a Jesús y Él estaba siempre listo para dar su ayuda. Nunca estuvo muy ocupado o muy cansado como para no bendecir niños, tocar leprosos, o predicar a aquellos que anhelaban la Palabra de Dios.
Estaba siempre en el lugar correcto en el momento indicado. Los leprosos clamaban por Él y nunca temieron alcanzarlo. Por alguna extraña e inexplicable razón siempre sintieron que podían acercarse a Él y que nunca les daría la espalda.
Los niños pequeños corrían hacia Él y se apiñaban sobre sus rodillas para pedirle su bendición y esperar de Él alguna tierna caricia.
La mayoría de los pecadores se sintieron atraídos por Él. Era un fenómeno que no podían explicar. Su Santidad lo hacía accesible y cercano a las criaturas en pecado, cuyas almas era grotesco mirar.
De alguna forma, en la profundidad de su degradación, sabían que debían acercarse lo más posible a Él. Como una flor que se vuelve hacia el sol buscando calor, estos pecadores vieron a Aquél que podía restaurar su inocencia y pureza. Nunca fueron decepcionados. El los miraría con inmenso amor y todas las cosas que les parecían ser tan importantes repentinamente se convertirían solo en paja. Ellos sabían que debían cambiar y seguirlo.
Nunca nadie imaginó que Dios se haría tan cercano, que sería tan fácil acercarse a él, que sería tan ávido para escuchar y tan amorosamente compasivo. La gente había leído acerca de un hombre santo y habían visto a Juan el Bautista, profeta de Dios, pero ni éste ni ninguno de ellos era como este Hombre - el Hijo de Dios.
Sus ojos parecían decirle a cada uno "vengan conmigo, y encontrarán paz para sus almas". El toque de su mano transmitía poderes curativos a través de sus cuerpos, excitaba sus almas y les hacía buscar sólo el Reino.
Era sencillo al hablar y escuchaba a cada uno como si no tuviera nada más que hacer. Nunca nadie se sintió apurado en su presencia. Existía esta extraña sensación de que el tiempo no tenía fin cuando le hablaban. La eternidad que había dejado parecía extenderse ella misma y les hacía olvidar el tiempo, el lugar, sus ocupaciones e incluso olvidarse de sí mismos.
Deseaban beber de cada palabra que decía porque éstas hacían arder sus corazones y permanecían, manteniendo así Su presencia en ellos. Su palabra era distinta a cualquier otra que habían escuchado. Sin importar a dónde fueran después de verlo, Su amor y su deseo de perdonar hizo que miraran sus debilidades como cosas que tenían que cambiar.
Somos generosos cuando damos, pero somos nobles cuando compartimos y nos abnegamos para que otros reciban la gloria.
Jesús era generoso en dar sus dones y su poder a los hombres finitos.
Le dio a sus apóstoles el poder de sanar, de echar a los demonios y de resucitar a los muertos, y se alegró cuando regresaron y le contaron de sus logros -logros que Su poder realizó en ellos.
Le dio gracias al Padre por permitirle compartir sus dones con los hombres. Los alentó a salir y a usar dichos talentos sabiendo que si a él le habían hecho caso, a ellos también los atenderían.
Gratis lo recibieron y gratuitamente debían de entregarlos. Debían de dar todo el crédito de sus poderes milagrosos a Dios e invocar el nombre de Jesús para mostrarle a los demás la fuente de su poder. El poder en ellos probaría que Jesús había sido enviado por el Padre -El Padre que tanto los amaba.
Es muy razonable pensar que Dios que había creado al hombre para reír, tendría que haber reído Él mismo. Aunque no hay ningún pasaje específico en las Escrituras que indique que Jesús haya reído, existen numerosos pasajes en los que se indica que Él si hizo reír a los demás. Por lo menos, muchos mostraron aquella complacida sonrisa que uno ve cuando se dice una palabra o se hace un gesto que expresan algo que no había sido dicho desde hacia mucho tiempo.
También podemos imaginar a los hombres regresando en la noche a sus casas y contándole a sus esposas: "¡Hubieras visto lo que les dijo hoy día a los fariseos!, El Maestro tiene mucha picardía porque confunde a sus enemigos con sus propias palabras".
Una ocasión fue un día que los fariseos habían elegido para hacer quedar a Jesús como culpable de una trasgresión. "¿Es correcto -le preguntaron - pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos de pagar sí o no? (Mc 12, 15) "Denme un denario y déjenme verlo", replicó Jesús.
Mirando la moneda y luego a los fariseos, dijo: "¿De quién es este rostro? ¿Cuál es su nombre?" "César", le respondieron. "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Cuando leemos este relato, nos sentimos animados a aplaudir y decir "Bravo" y mirando esta escena, nos viene a la mente otra ocasión en la que, después de haber realizado varios milagros y expulsado a los comerciantes del templo, fue preguntado por algunos ancianos "¿Qué autoridad tienes para actuar así?" (Mt 21, 23)
"Y yo", Jesús respondió, "le haré una pregunta, solo una; y si me dan la respuesta, entonces, yo les diré con qué autoridad actúo de esta forma; Juan el Bautista, ¿De dónde vino, del cielo de los hombres?"
Las sonrisas en las caras de la muchedumbre deben haber ido apareciendo mientras todos esperaban la respuesta. Si los sacerdotes y ancianos respondían "del cielo", entonces Jesús les preguntaría porque se negaron a creer en él, y si respondían "de los hombres" la gente se alzaría en cólera contra ellos, porque reconocían a Juan como un profeta de Dios.
Al darse cuenta de que habían caído en su propia trampa, le respondieron "no lo sabemos". Y el les replicó "tampoco yo les voy a responder de dónde viene mi autoridad para actuar así".
No es difícil imaginarnos la alegría de la multitud al ver a Jesús, una vez más, confundir a sus enemigos con sus propias palabras y darles esa sensación de seguridad, al ver que el Maestro que seguían sabía de lo que era capaz.
Estas preguntas maliciosas relacionadas con temas políticos pronto fueron reemplazadas por preguntas de corte teológico. Si no podían poner al gobierno en su contra, entonces le presentarían cuestiones problemáticas de la Ley y la Moral para así cambiar la opinión de la gente.
La principal meta en la vida de todo cristiano es la de ser una imagen perfecta de Jesús, así como Él es una imagen perfecta del Padre. El amado semblante del Maestro está impreso en la mente del cristiano. Las palabras del Maestro arden en su corazón.
Él mira la fortaleza de Jesús y trata de ser fuerte, mira a Jesús amable con la muchedumbre y controla su ira, admira la misericordia de Jesús y perdona setenta veces siete, siente la compasión de Jesús y conquista su propio orgullo, mira a Jesús heroico, audaz y valiente y se siente seguro, observa a Jesús respondiendo a sus enemigos con voz serena -con sinceridad, sin respetos humanos, con perfecto señorío de sí- y trata de ser como Él. El cristiano imita el sentido de lealtad del Maestro, su celo, su sencillez, su nobleza y sus amorosas virtudes según el máximo de sus capacidades. Y esto se convierte en un estilo de vida para el cristiano, porque no se queda satisfecho con dar las gracias sino que quiere darle perfecta gloria conformándose con Él. Sobretodo, busca amar a la manera del Maestro -sin tener en cuenta el costo- incluso hasta la muerte.
"Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu." (2 Cor 3, 18)
Conversaciones espontáneas con el Señor
Estoy ante Ti, Señor Dios, un pecador. En todos los reinos de Tu creación, nadie es más desmerecedor de Tu amor que yo. . . Esto es por lo qué me atrevo a acercarme a Tu Presencia. . . Tu poder es mayor en la debilidad. Tu amor es más gratuito con el ingrato y Tu misericordia más sublime con el indigno.
Mi Dios, eres mi ancla en un mar tormentoso, mi serenidad en una noche ventosa, mi esperanza cuando todo lo demás falla. Tu Presencia me rodea como un escudo protector y cuando las flechas de mi egoísmo Te atraviesan, Tus amorosos brazos se extienden para alargar Tus manos y asir mi alma errante.
Me ha llevado mucho tiempo rendirme a Tu Amor y Providencia. . . descargar mis tensiones en Tu serenidad, mis miedos en Tu omnipotencia y mi indiferencia en Tu amor. Yo me aferro a estas debilidades como si fueran tesoros. Mi alma clama por la libertad y el mismo Deseo por alcanzar la liberación de la tiranía tiene a mi alma prisionera de mí.
Yo no pido riquezas que perecen o la fama que se desvanece como la llovizna de la mañana. Yo sólo pido la libertad de un niño de Dios, con una meta, un amor, un deseo de agradarte. Mi corazón te anhela, ¡Oh Dios! Mi alma clama a Ti. Vivir sin Ti es como un desierto desprovisto de vida y belleza. ¿Puede ser que la arena seca y el calor abrasador purifiquen mi alma y la limpien de todas esas debilidades que me hacen tan contrario a Ti? ¿Debo vagar a través de la vida buscando y encontrándote, solo para perderte de nuevo?
La tortura de perderte y el éxtasis de encontrarte, ¿forman y conforman mi alma a Tu imagen? El extender mi mano para tocar Tu Mano y el retroceso al perderla, ¿ejercitan mi Voluntad? ¿Te escondes cuándo casi Te vislumbro, para que así Te busque más ardientemente?
¿Qué secreto debo encontrar que me permita amarte solo a Ti y sobre todas las cosas, verte en mi prójimo, en los sufrimientos de mi vida y en las alegrías que se esparcen aquí y allí para darme un atisbo del Cielo?
Jesús, aunque las muchedumbres me rodean, mi alma está sola y el silencio me asusta. Oír el ruido fuera y sentir el silencio dentro me dan la sensación de vivir al mismo tiempo en dos mundos. Un mundo reclama mi atención y otro mi amor. ¡Oh Dios!, yo escojo Tu mundo, elijo vagar por los reinos ilimitados de Tu amor, contemplando siempre una nueva belleza, escuchando siempre la música de Tu perdón misericordioso.
Mi mente, ¡Oh Dios!, forcejea con el misterio de Tu Eternidad y Trinidad. Está tan humillada que llega a un punto que no puede cruzar - el punto en el que una mente creada comprende que su capacidad es demasiado pequeña para abarcar el Infinito. Entonces es, Oh Dios, cuando mi alma realmente se muestra como es - creada y limitada. Se alegrará de esperar hasta que Tu Bondad se digne elevarla, a través de la Fe, hasta las inalcanzables estrellas del misterio.
Nunca separas Tus ojos de mí y todavía mis ojos vagan a través del mundo para buscar un lugar donde descansar. ¿Por qué no puedo amarte como Tú me amas? ¿Por qué busco lo que es finito cuándo yo puedo poseer al Infinito? Mi inconstancia debe pasmar a los Ángeles que ven cuán pasajeras son las cosas a las que me aferro.
¡Oh Espíritu del Señor!, la Fe impulsa mi mente y mi alma a esos reinos del misterio, inalcanzable por mis propios esfuerzos. ¿Qué impulso de Amor te hizo elevar mi pobre alma sobre sí misma? ¿Es mi debilidad un desafío a Tu Misericordia como Señor de todos? Como Trinidad, ¿recorriste la tierra en busca de alguna débil criatura a quien podrías dar el tesoro de los tesoros - la Gracia? Tu Amor compasivo, afable Padre, remolcó mi egoísmo para despojarme de los trapos que me cuelgan para vestirme con los hermosos vestidos de la santidad.
Todos los días, mi Jesús, aprendo, por alguna situación o experiencia, mi gran necesidad de Ti. Cuando intento ser paciente en mis fuerzas, mi paciencia es forzada y efímera. Es obvio para todos que estoy intentando ser paciente con desesperación. Cuando levanto mi mente y mi corazón a Ti, querido Jesús, y Te veo paciente tan serenamente, mi alma bebe en ese espíritu de paciencia como una brisa fresca en una noche húmeda. Tu paciencia penetra mi ser y sólo entonces soy verdaderamente paciente. Es costoso aprender que puedo fructificar solo en Ti.
¡Cuánto me amas! El amor es probado por el Sacrificio y Tú lo has demostrado Tu amor por mí. Este hecho me hace sentir pequeño porque me obliga a que admita que mi amor por Ti es muy pequeño. Yo huyo del sacrificio y tengo miedo del dolor. La muerte me parece a veces como un túnel oscuro para ser atravesado y el futuro parece indeseable. Cuando comparo mi actitud con la Tuya, comprendo que en mí no tengo nada que ofrecerte Lo único que te pido es Tu Amor por mí. Cuando pienso en ese Amor, siento una ola súbita de valor para enfrentar el futuro. Incluso la muerte se convierte en el precioso momento en el que Aquel que ama y el que es amado, se encuentran cara a cara.
Señor Padre, la vida siempre es más fácil cuando aguardo cerca de Ti. A veces me pregunto por qué es tan difícil mantener mi alma unida a la única Fuente de felicidad. Parecería que yo debería ser atraído por Ti como un pedazo de hierro por un imán y todavía mi propia Voluntad y mis debilidades forman una barrera que mantiene mi alma separada de Ti. Lo que verdaderamente quiero ser, no lo soy. Yo huyo de la poda que necesito para ser como Tú. Mi vida es una contradicción. Mi alma anhela la santidad y después huye de la mortificación necesaria para lograrla. Yo tendré que depender de Ti, querido Jesús, para sacar mi pobre alma de su debilidad y vestirla con el valor y la fuerza de Tu Espíritu Santo. Entonces daré frutos- el fruto que agrada al Padre.
Maestro, nadie ve realmente sus acciones o a sí mismo como le ven los otros. Quizás, buscar en las intenciones que atribuyo a otros, puede darme un atisbo de mi propia alma. No me gustará lo que vea, pero permite a Tu Espíritu hacer la imagen muy clara, para que con Tu ayuda pueda cambiar y pueda empezar a pensar y actuar como Jesús.
Señor Trinidad, quiero ser más consciente de Tu Presencia Divina en mi alma. Sé que tu vida conmigo es a menudo solitaria. Revoloteo de una cosa insignificante a otra y entonces, cuando mi corazón se queda vacío, te busco. ¿Por qué corro a Ti solo al final? Eres la única Luz que guía mi camino, el único Amor que es fiel, la única Fuerza en tiempo de debilidad. Sé paciente conmigo, Señor, y concédeme que algún día mi mente no tenga ningún pensamiento que no sea agradable a Ti y que mi corazón no posea un amor más fuerte que Su amor.
Hay tiempos, mi Jesús, en los que me gusta imaginar Tu rostro y dibujar cómo caminaste bajo caminos polvorientos. Me gusta pensarte a mi lado, mirando todo lo que hago con gran amor y comprensión. Entonces comprendo que una vez más te he reducido a mi tamaño, abarcando Tu Belleza en los estrechos reinos de mi imaginación y te he comprimido en un espacio diminuto junto a mí. Mi Señor, ésta es la única manera en que mi pobre naturaleza humana puede llegar a algún concepto de Ti. Concédeme, querido Jesús, que, cuando mi imaginación te imagina, yo nunca pierda de vista la verdad, que Tu belleza real está más allá mis sueños más fantásticos. Tu Presencia es mucho más íntima a mi lado.
Señor Padre, yo entro en Tu Espíritu compasivo e intento beber profundamente de Tu Amor Misericordioso. Mi memoria sufre con el recuerdo de las ofensas del pasado y mi alma se duele por la ira de ayer - días del pasado que traen lágrimas y tristeza. Cada vez que pienso que se han ido, vuelven con vigor renovado y comprendo que no he crecido en compasión y perdón. Pongo mi memoria en Tu compasiva Misericordia y te pido que cubras sus heridas con el bálsamo curativo de Tu Misericordia. Permite a mi alma hundirse profundamente en ese océano insondable de Misericordia y devuélvemela renovada, sana y refrescada con amor por todos y malicia hacia nadie.
Señor Jesús, me siento enfadado hoy-enfadado con el mundo porque es codicioso -enfadado con las personas porque son egoístas - y enfadado conmigo mismo porque no soy lo que debo ser. Sosiega mi alma con Tu dulzura y permite que esa actitud pacífica penetre mi alma con la compasiva compresión que necesito para ser amable y objetivo.
La vida es tan corta, mi Señor. Miro todos mis días pasados y parecen tan confusos, a la vez que todos mis mañanas son inciertos. El único tiempo que realmente poseo es este momento diminuto, y pasa tan rápidamente. ¿Por qué el tiempo pesa tanto en mi vida? Es un regalo preciosísimo de Tus Manos y debería mirarlo como si tuviera un tesoro. Me concede la oportunidad de conocerte y amarte más, para parecerme a Jesús y ser llenado de Tu propio Espíritu, aumentar en santidad y hacer la reparación de mis pecados. Gracias, mi Señor, por el tiempo. Por favor concédeme más tiempo para amarte y decirte cuán afligido estoy por cada vez que te he ofendido.
Me siento enfermo hoy, querido Jesús. Mi cabeza late y mi cuerpo está tan débil que es un esfuerzo incluso hablarte. Intento pensar en Tu pobre cabeza cuando fue coronada con espinas y me maravillo de Tu fortaleza. Pienso en lo debilitado que estabas cuando tomaste la Cruz sobre Tus hombros. Me maravillo de Tu Amor. El Amor fue el poder conductor que Te hizo fuerte cuando eras débil. Si yo pudiera comprender que Tu amor era para mí bien, entonces yo haría lo mismo por Ti. Es extraño, querido Jesús, en cuanto yo pienso en Tu dolor, el mío me parece ligero.
Para Ti, querido Jesús, la vida fue una misión y eras el mensaje del Padre para el mundo - Tú estabas para salvarlo - Tú estabas para abrir las puertas del Cielo a los pobres seres humanos. ¿Te cansaste alguna vez de Tu misión, especialmente cuándo tantos no escuchaban? ¿Te arrepentiste de venir? Yo sé que éstas preguntas son tontas. Tu amor era tan ardiente que cada momento, incluso el más doloroso, era dulce y luminoso. Concédeme que yo pueda amar como Tú y nunca repare en los costos.
Oh Dios, desearía poder ver el mundo entero desde el punto de vista de Tu eternidad. Qué diferente lo vería todo. Las cosas parecerían muy pequeñas y las personas vivirían y morirían como en un corto palmo de tiempo. Desde ese mirador, los siglos pasarían como días. La montaña más alta sería como una mancha de polvo y todos los océanos como las gotas de agua. Yo vería naciones y reinos ir y venir. Unas pocas personas empezarían grandes guerras y destruirían a otras personas, entonces, como una humareda, se habrían ido y todas sus ambiciones se convertirían en nada. De verdad, mirando hacia abajo desde tal una altura, cambiarían mis metas y deseos. Aunque yo debo vivir en un mundo que parece muy grande y aparenta ser muy permanente, concédeme que yo nunca ame apariencias de la verdad, que la realidad es muy pequeña y muy transitoria. Tú solo eres inmutable y Tú solo eres Grande. Tú solo, Señor Dios, eres digno de la Alabanza, el Honor y la Gloria.
Oh Dios, mi mente gira en la confusión y mi alma parece privada de todo consuelo. Es como si todo el mundo y toda mi vida fuera metida dentro de un momento y yo llevara la carga de todo. No puedo ver ningún futuro, excepto que mañana será otro hoy. Todos mis ayeres gritan a mi alrededor, algunos acusando otros llenos de pesar. Es como una prisión con mil voces llamando la atención. Divino Carcelero, tienes la llave para liberar mi alma de la prisión del desaliento. Abre las puertas y permíteme vagar libremente en las regiones de Tu amor. Líbrame de la tiranía de mi propia voluntad. Realmente no encuentras placer en mi inquieta alma dentro de mí, por eso estoy encerrado en mí mismo: Hazme oír que susurras, "Abre la puerta desde el interior. Estoy listo para entrar y confortarte."
¡Mi Jesús, alabo Tu Belleza! Todo lo que creaste lleva la impronta de la belleza y lo más maravilloso de todo es la variedad. ¿Qué te hizo decidir el color de una rosa y la altura de una montaña, la manera en que un arroyo se retuerce suavemente en un recodo y después termina en una rugiente cascada? Cuándo el primer hombre apareció sobre la tierra y dijo, ''yo te amo, Dios" ¿se estremeció Tu Corazón? Y cuándo dijo, "no serviré más" ¿lloraste? Sé que tendré que esperar hasta que nos encontremos para las respuestas a estos misterios, pero estremece mi corazón que a un Dios tan grande puedan hacérsele estas enigmáticas preguntas.
Señor Padre, sana mi Memoria. Es como un almacén que contiene cosas viejas y nuevas, buenas y malas. Es extraño, pero a veces un acontecimiento que pasó hace años, de repente surge, vuelve la herida y con ella el enojo y el resentimiento. Jesús nos dijo que fuéramos tan compasivos y misericordiosos como Tú eres. Lo encuentro esto todavía muy duro y, ¿por qué debería? ¿No he sido el destinatario de Tu misericordia y Tu perdón? ¿No es para mí algo mayor ofender a Dios que para una criatura ofenderme? Perdonas y te olvidas tan completamente y tan cortésmente. Permíteme enterrar todos mis recuerdos desagradables en Tu océano de Misericordia y ahógalos para siempre en esas aguas pacíficas. Que nunca puedan los fantasmas de ayer residir en el hoy y destruir mi mañana. Dame la Esperanza, Señor Padre, de confiar en Tu perdón y permíteme siempre conceder el beneficio de la duda a mi prójimo para que pueda perdonarlo en mi corazón. No me permitas presumir de Tu Misericordia, pero dame siempre confianza en Tu Corazón compasivo. Permite a la Esperanza sacar a mi memoria del barro que lleva en su interior y vivir en las claras aguas de Tu Gracia.
Señor Dios, mi alma Te busca en medio de un vacío que nada puede llenar. Mi alma, como una mariposa, revolotea de una cosa a otra buscando descanso y encontrando nada. Sólo es en Ti que mi alma cansada encuentra la plenitud. Voy por la vida buscándote y cuando pienso que Te he encontrado, desciende la noche más oscura y Te has ido. Es entonces, cuando un nuevo amanecer se inicia lentamente, cuando Te hallo una vez más. Cuando paso el día buscándote, te encuentro en lugares inesperados. Mi vida es de verdad un juego de perder y hallar. Permite que mi búsqueda sea una canción de amor, de un alma privada del talento para contarte su amor. Permite que mis torpes modos sean un poema del deseo de decirte que Te amo. Permite que mis debilidades y fracasos sean como el lamento lastimoso de un pájaro herido que no puede volar solo a su nido. Permite a mi nada que se pierda en Tu Omnipotencia para que yo nunca pueda separarme de Ti.
"... no llorarás ya más; de cierto tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor; en cuanto lo oyere, te responderá." (Isaías 30, 19)
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