Los invito a orar con el corazón y no sólo por hábito. Algunos vienen pero no quieren progresar en la oración. Por tanto, Yo quiero suplicarles: oren para que en todo momento la oración prevalezca en sus corazones.Medjugorje, 2 de mayo de 1985 Medjugorje Miércoles 03 diciembre 2008 “¡Queridos hijos! Dios los ha elegido para realizar sus grandes proyectos en este santo tiempo de alegre espera. Hijos míos, sean humildes. Por medio de vuestra humildad Dios, con su sabiduría, hará de sus almas una morada elegida. La iluminarán con las buenas obras y así, con corazón abierto, esperarán el nacimiento de mi Hijo en todo su amor generoso. Les doy gracias, hijos queridos.” Medjugorje, mensaje del 2 de diciembre dado a través de Mirjana | A la contemplación del rostro de Cristo sólo se llega escuchando, en el Espíritu, la voz del Padre, pues «nadie conoce bien al Hijo sino el Padre»... |
Misterios Gozosos (lunes y sábados)
- La Anunciación del ángel a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios (Lucas 1, 26-38)
- La Visitación de María Santísima a su prima Isabel (Lucas 1, 39-56)
- El Nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén (Lucas 2, 1-20)
- La Presentación del Niño Jesús en el templo y la Purificación de María Santísima (Lucas 2, 22-38)
- El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo (Lucas 2, 41-50)
- El Bautismo de Jesús por Juan en el Río Jordán (Mateo 3, 13-17; Marcos 1, 9-11; Lucas 3, 21-22)
- La Autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná (Juan 2, 1-11)
- El Anuncio del Reino de Dios e invitación a la conversión (Mateo 4, 12-17; Marcos 1, 14-15; Lucas 4, 14-21)
- La Transfiguración de Cristo en el monte Tabor (Mateo 17, 1-8; Marcos 9, 2-8; Lucas 9, 28-36)
- La institución de la Eucaristía (Mateo 26, 26-29; Marcos 14, 22-25; Lucas 22,19-20)
- La Oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní (Mateo 26, 36-46; Marcos 14, 32-42; Lucas 22, 39-46)
- La Flagelación de Jesús atado a la columna (Juan 18, 36-40; 19, 1)
- La Coronación de espinas (Mateo 27, 27-30; Marcos 15, 16-19; Juan 19, 2-3)
- Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario (Mateo, 27, 31-32; Marcos 15, 20-21; Lucas 23, 26-31; Juan 19, 14-22)
- La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo (Lucas 23, 33-34, 44-46; Juan 19, 25-37)
(miércoles y domingos)
- La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (Mateo 28, 1-7; Marcos 16, 1-9; Lucas 24, 1-8; Juan 20, 1-9)
- La Ascensión de Jesús al Cielo (Marcos 16, 19; Lucas 24, 50-51; Hechos 1, 9-11)
- La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles el día de Pentecostés (Hechos 2, 1-4)
- La Asunción de la Virgen María al Cielo (Salmo 16, 8-11; 1Corintios 15, 20-22)
- La Coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado (Apocalipsis 12, 1; Lucas 1, 48-49)
En octubre 2002, al empezar el vigésimo quinto aniversario de su pontificado, el Papa Juan Pablo II nos ha dado una linda carta pastoral sobre el Rosario de la Virgen María proclamando el Año del Rosario. A veces, al recibir un nuevo documento, lo leemos rápidamente y le archivamos sin apreciarlo a su verdadero valor. Al leer y releer con atención esa carta del Papa, nos demos cuenta que no ha sido escrita solamente con su cabeza, pero sobre todo con su corazón. ¿Quién no conoce su amor por María y su divisa "Totus Tuus"? De allí, nos viene lo que es tal vez uno de los más lindos documentos de su pontificado.
Una persona que se inscribe a un programa de condicionamiento físico para mantenerse en forma y conservar la salud se busca primero un buen director técnico, y sigue sus consejos para alcanzar buenos resultados. No hay edad para pensar que no podemos mejorar. Lo mismo para nuestra manera de rezar el Rosario.
En Fátima, cuando la Virgen preguntó a Francisco si rezaba bien su rosario, contestó: "¡OH, no muy bien, Señora!". Sus esfuerzos para rezarle mejor han hecho que alcanzó una gran santidad en los dos años de vida que le quedaban.
Según los misterios que meditamos, el rosario da a nuestros días un cierto "color" espiritual de alegría, de esperanza, de tristeza, de agradecimiento, etc. Hay que dejarse mecer por la contemplación de los diferentes momentos de la vida de María ligada a la vida de Jesús. Ese método de oración basado en la repetición sirve a favorecer su asimilación. Los enamorados no se cansan de repetirse las palabritas de amor, que parecen siempre nuevas según los sentimientos que las inspiran.
No debemos sorprendernos de la necesidad de un método para mejorar nuestra manera de "rezar el Rosario". Hay personas que buscan en las otras religiones nuevas maneras de meditar, que tienen elementos positivos y a veces compatibles con nuestra experiencia cristiana. Pero, a veces esos elementos extraños esconden un fondo ideológico inaceptable.
En su carta pastoral, el Papa, nos comunica su experiencia personal. Sigámosle. El anuncio del misterio y la posibilidad de contemplar una estampa que le representa ayudan a concentrar nuestra atención. El elemento visual permite fijarnos sobre los diferentes momentos de la vida de Cristo y favorece la concentración del espíritu sobre el misterio enunciado. Es evidente que el rosario es limitado a unos momentos principales de la vida de Cristo. Pero, desde allí nos puede conducir fácilmente a contemplar el resto del Evangelio, sobre todo cuando se reza en unos momentos de recogimiento prolongados.
Es provechoso favorecer una mayor profundidad de la meditación leyendo el pasaje bíblico que le corresponde. La palabra inspirada debe ser escuchada con la certeza que es Palabra de Dios, pronunciada para mí, hoy. No se trata de recordar una información ya conocida, sino de dejar el Señor hablarnos al corazón en ese mismo instante. Se preconiza un tiempo de silencio para ayudar a la asimilación del misterio mencionado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y de la meditación. Es el gran descubrimiento de los jóvenes de Taizé. Tomar conciencia del hecho de que nuestra sociedad es condicionada por la tecnología y los medios de comunicación social, nos lleva a redescubrir la necesidad del silencio.
Veamos ahora cada una de las tres principales oraciones que componen el rosario mismo.
Es la oración misma que Jesús enseñó a sus apóstoles. Con el Padre Nuestro, Jesús nos introduce en la intimidad de su Padre, lo que hace de nosotros sus hermanos al comunicarnos su Espíritu. Formamos "su" gran familia. El Padre Nuestro deviene como el fundamento de la meditación que seguirá con el rezo meditativo de los Ave María.
Los diez "Dios te Salve María", rezados lentamente, hacen del rosario una oración mariana por excelencia. Esa repetición nos ayuda a contemplar con alegría, admiración y agradecimiento el más grande milagro de la historia. Esas palabras del Arcángel Gabriel dirigidas a María y las palabras de su prima Isabel expresan la admiración del Cielo y de la tierra para ella. Es la admiración de Dios por su obra maestra, la Encarnación del Verbo en el seno virginal de María.
El nombre de Jesús, en el corazón del Ave María, es el hilo que nos orienta hacia la secunda parte de la oración, en donde dirigiéndonos a María, confiamos a su maternal intercesión nuestra vida presente y la hora de nuestra muerte.
No damos siempre la importancia merecida al "Gloria al Padre". Esa alabanza a la Trinidad es la meta de la contemplación cristiana. Cristo mismo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. Al rezar esa alabanza como se debe, nos ubicamos frente al misterio de las tres Personas Divinas que debemos alabar, adorar y agradecer.
Es importante que el "Gloria" que es la sima de la contemplación sea bien subrayado. En vez de devenir una simple conclusión, eleva nuestra contemplación a la altura del Tabor, en donde "es tan agradable vivir".
Predicar el Salterio no es otra cosa que inducir al pueblo a devoción, penitencia, desprecio del mundo y reverencia a la Iglesia... |
Durante las persecuciones y sobre todo al terminar éstas, aquellos ermitaños comenzaron a organizarse en formas cada vez más complejas, hasta dar por resultado el nacimiento de los grandes monasterios en el siglo VI con san Benito de Nursia, mientras que elevaban sus rezos de una manera también cada vez más organizada.
Comenzaron los ermitaños por recitar diariamente los 150 salmos que componen el Salterio de la Sagrada Escritura. Son estos 150 poemas que recogen la oración del antiguo pueblo de Israel, y que contienen al mismo tiempo elementos que nos ayudan a elevar nuestra mente a Dios para contemplar su verdad y su amor infinitos.
Poco a poco esa recitación de los salmos se hizo parte fundamental de la vida de los ermitaños que al organizarse en monasterios, se transformó en el rezo del oficio divino, también llamado "Liturgia de las Horas", porque se reparten a lo largo del día para santificarlo. Sin embargo, como muchos de aquellos monjes trabajaban duramente en los campos para lograr el sostenimiento de su monasterio, además de que, como sucedía en el mundo antiguo, eran pocos los que sabían leer para seguir los grandes libros corales, surgió el cambiar la recitación de los salmos, o al menos de algunos de ellos, por el rezo del "Padre Nuestro" o de algunas otras oraciones.
Muy pronto nació también el llamado "Salterio de María" conocido también como "Horas de la Virgen", que derivó con el tiempo hacia el llamado "Oficio Parvo" constituido también por una serie de salmos, distribuidos en las diferentes horas del día en honor de la Santísima Virgen María.
Como sucedía con la "Liturgia de las Horas", en el "Salterio de María" los monjes empezaron a cambiar los salmos por oraciones a la Madre de Dios, dando origen a las primeras manifestaciones de lo que más tarde sería el Rosario. Santo Domingo y el nacimiento del Rosario
Santo Domingo de Guzmán, es considerado con toda justicia el padre y fundador del Rosario, pues logró unir lo que en esencia es el rezo de esta maravillosa devoción: la recitación de las plegarias a la Madre del Redentor, con la meditación de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo; porque el rezo del Rosario consiste fundamentalmente en la meditación de esos misterios al tiempo que se repite el rezo del "Avemaría", y esto es precisamente lo que el santo Patriarca de los Predicadores (Dominicos) formuló, al unir la contemplación de los misterios de nuestra redención a la invocación a la Madre del Redentor.
En efecto, la contemplación de las verdades de la fe, a partir de la oración y del estudio, es el medio fundamental que santo Domingo encuentra para prepararse eficazmente para la predicación del Evangelio, y el Rosario, es el compendio de estas verdades de la fe, que meditadas de la mano de María, nos da la oportunidad de adentrarnos en una profunda contemplación.
El propio santo Domingo, que vivía en una oración constante, "hablando con Dios o de Dios", "estaba tan acostumbrado a arrodillarse, que en los viajes, en las posadas, después de las fatigas del día y del camino, mientras los hermanos dormían y se entregaban al descanso, volvía a sus genuflexiones como a su propio ejercicio y ministerio", nos relata un autor contemporáneo del Santo, y a cada una de estas genuflexiones correspondía a una alabanza a la bienaventurada Virgen María, y "con tal ejemplo, más con los hechos que con las palabras enseñaba a los hermanos a orar de esta misma manera".
Así, los frailes antiguos de la Orden de Predicadores, siguiendo el ejemplo de santo Domingo, según nos relata otro autor de la época, "hechas las dichas devociones a la Virgen bienaventurada, unos se arrodillaban cien, otros, doscientas veces entre el día y la noche, y decían otras tantas veces el Avemaría"; devoción que las monjas dominicas, imitando al santo Patriarca también multiplicaban sus genuflexiones mientras repetían la salutación a la bienaventurada Virgen María.
Para los frailes, monjas y seglares de la Orden de Predicadores que repetían ya el "Avemaría" desde muy antiguo, esta plegaria es no solamente una invocación a María; sino también una profesión de fe católica, pues entre los errores de los albigenses estaba el negar la maternidad divina de María.
El Maestro de la Orden Humberto de Romans (+1277) tratando del modo de orar de los novicios de la Orden, dice expresamente: "En primer lugar el novicio después de los Maitines de la bienaventurada Virgen medite y considere con ardor los beneficios de Dios, a saber, sobre la encarnación, nacimiento, pasión y otras cosas en general... y después diga el Padrenuestro y el Dios te salve, María... Después de Completas recuerde los beneficios de Dios, de la forma indicada al principio de estos 'Modos de orar'... y podrá también añadir Salve Regina, etc., con otras antífonas y oraciones de la bienaventurada Virgen".
Así, dentro de la Orden de Predicadores y alrededor de ella, comenzó a difundirse esta saludable devoción, que poco a poco fue organizándose hasta alcanzar la manera como hoy la conocemos.
La organización de los Misterios del Rosario
Durante los siglos XIII y XIV, las meditaciones de los gozos y dolores de la Madre del Señor fueron ampliamente difundidas desde diferentes partes. Ugo Fulco, quien más tarde sería Papa con el nombre de Clemente IV (1265-1268), escribió un poema sobre "los siete gozos de la Virgen": la Anunciación, el Nacimiento, la Adoración de los Reyes, la Resurrección, la Ascensión, la Asunción y la Coronación de la Virgen. San Vicente Ferrer (1350-1419), por su parte, comparte esta devoción a los gozos de María, con la única diferencia que añade la Venida del Espíritu Santo, resumiendo la Asunción y la Coronación en un sólo gozo: la Glorificación de la Virgen.
Por su parte, los frailes de la Orden de los Servitas, nacidos en 1249, con el apoyo de san Pedro de Verona, inician su devoción a los "dolores de la Virgen", que se reducía a recitar un Padrenuestro y siete Avemarías por cada uno de los siete dolores de la Virgen Santísima.
Ya en el siglo XV, los misterios del Rosario llegaron a su expresión actual. A mediados de ese siglo, fray Alan de la Roche, mejor conocido como venerable Alan de la Roche, también conocido como Alano de Rupe (1428-1478), promovió una cruzada de predicación sobre el "Salterio de Cristo y de María" como él llamaba al Rosario, "hablando de él con tanto calor y atribuyéndole tales virtudes por sus preces y meditaciones, que compendiaba en él lo más esencial de la vida cristiana. Tan comprensivo concibe él el Salterio mariano que llega a escribir en uno de sus arrebatos: "Constantemente afirmo: predicar el Salterio no es otra cosa que inducir al pueblo a devoción, penitencia, desprecio del mundo y reverencia a la Iglesia".
La intensa actividad desarrollada por este gran apóstol, fundador de la Cofradía del Rosario en la ciudad de Douai (Francia) el año de 1470, a la que tan sólo en la región de Flandes se adhirieron unas cincuenta mil personas durante su vida, según él mismo lo relata, y el apostolado rosariano del convento de Colonia (Alemania), encabezado por su prior el padre Jacobo Sprenger en esos mismos años, en los que se fundó la Cofradía de Colonia, modelo de todas las demás, siendo la primera con aprobación apostólica (1476) , lograron que el Papa Sixto IV en la bula "Ea quae ex fidelium", firmada en mayo de 1479, consagrara el Rosario como fórmula maravillosa de oración para la vida de la Iglesia, estableciendo ya quince decenas de Avemarías precedidas por un Padrenuestro, prohibiéndose más tarde nuevas formas de "rosarios" distintas de ésta.
Por fin, san Pío V (1566-1572), por medio de la bula "Consueverunt Romani Pontifices", del 17 de septiembre de 1569, establece definitivamente la forma del rezo del Rosario a la manera como lo conocemos actualmente.
El desarrollo de la Cofradía del Rosario se manifestó de manera especial en la creación de movimientos apostólicos de oración que se convirtieron poco a poco en elementos medulares de la misma Cofradía. En 1635, fray Timoteo Ricci (+ 1643), fundó en el convento de San Marcos de Florencia el primer movimiento del Rosario Perpetuo, fomentando también la saludable costumbre del rezo público del Rosario en las iglesias, alternando dos coros. Esta nueva devoción se propagó ampliamente por Italia y Francia principalmente, y luego por toda Europa. Originalmente, en el Rosario Perpetuo, sólo se exigía el rezar el rosario completo en una hora de guardia anual.
Además surgió también, de acuerdo a lo que nos refiere san Luis María Grignon de Monfort, la asociación del Rosario cotidiano, en el que cada persona se comprometía a rezar diariamente los quince misterios del Rosario.
La celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario
La intensa labor desarrollada por el Papa san Pío V en el corto tiempo de su pontificado (1566-1572), se concentró en las reformas pedidas por el concilio de Trento (1547-1563). Así publica el Catecismo Romano (1566); declara a santo Tomás de Aquino como "Doctor de la Iglesia", para impulsar la renovación de la formación teológica de los clérigos en los seminarios (1567), publica el Breviario Romano (1568), y el Misal Romano (1570) en uso hasta la reforma del Vaticano II.
El propio Pío V, Antonio Ghislieri, fraile dominico que tomara el nombre de Pío al ingresar a la Orden en el convento de Voghera en 1518 con tan sólo catorce años de edad, se distinguió por un ardiente amor a la Madre del Señor. Siendo ya Sumo Pontífice, logró unir a los príncipes cristianos de su tiempo en una cruzada común contra los otomanos, que desde Chipre se disponían a invadir Europa penetrando por Nápoles al sur de Italia, logrando una célebre victoria naval en el golfo de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. El Papa atribuyó la victoria a la especial protección de María en su devoción del Rosario, a quien había encomendado, junto con toda la Iglesia, la cruzada, y para conmemorar su patrocinio instituyó la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria que se celebró el primer domingo de octubre de 1572, y que el Papa Gregorio XIII confirmó con el título del Santísimo Rosario.
Años más tarde, Clemente XI extendió esta fiesta a toda la Iglesia Universal, y el Papa León XIII, llamado también el Papa del Rosario por medio de la Encíclica "Supremi Apostolatus" del 1º de septiembre de 1883, extendió la celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario a todo el mes de octubre, como hasta hoy se celebra entre nosotros, siendo el Papa san Pío X, quien fijó definitivamente para toda la Iglesia Católica la fiesta el día 7 de octubre.
El 16 de octubre de 2002, el Papa Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", sobre el Rosario de la Virgen María, en la que introduce cinco nuevos misterios, los Misterios de la Luz o Luminosos. Con esta carta Apostólica, el Papa daba comienzo al "Año del Rosario", que se extendió hasta el mes de octubre de 2003, ofreciéndolo especialmente por la paz en el mundo y en la familia.
El Rosario o salterio de la Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo del ángel a María... |
La mejor definición del Rosario la dio el Papa San Pío V en su "Bula" de 1569: "El Rosario o salterio de la Santísima Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".
En ese entonces, el Rosario constaba de 15 Padrenuestros y 150 Avemarías, que se rezaban meditando 15 escenas de la vida de Jesús. Estas 15 escenas se dividían en tres grupos o misterios: Misterios de Gozo o Gozosos, Misterios de Dolor o Dolorosos y Misterios de Gloria o Gloriosos. En el año 2002, el Papa Juan Pablo II añadió 5 nuevos misterios al rezó del Rosario, los Misterios de la Luz o Luminosos.
La palabra Rosario significa "Corona de Rosas" o "Ramillete de Rosas". Nuestra Señora ha revelado a varias personas que cada vez que rezan el Ave María le están dando a ella una hermosa rosa... y que al completar cada Rosario le han hecho una corona de rosas con sus oraciones.
El Rosario esta compuesto de dos elementos: la oración mental y la oración verbal...
- La oración mental no es otra cosa que la meditación de los principales misterios o acontecimientos en la vida de Jesús... pero contemplándolos desde los ojos y el corazón de su Santísima Madre.
- La oración verbal consiste en recitar veinte decenas (para el Rosario completo) o cinco decenas (para un grupo de Misterios) de Ave Marías, cada decena encabezada por un Padre Nuestro, mientras meditamos sobre los misterios del Rosario.
El rezó del Santo Rosario es una de las mejores formas de honrar a la Madre de Dios. Vale la pena recordar que entre las muchas apariciones de la Santísima Virgen, ella siempre ha insistido en el Rezo del Rosario. Es así como, por ejemplo, el 13 de mayo de 1917 en un pueblo de Portugal llamado Cova de Iria, la Santísima Virgen insiste en la importancia de rezar el Rosario a los tres pastorcitos, en una de sus muchas apariciones a estos tres videntes. Además de Fátima, vemos la misma exhortación de la Virgen en Medjugorje.
Siendo el Santo Rosario un sacramental, contiene los principales misterios de nuestra religión Católica, que nutre y sostiene la fe, eleva la mente hasta las verdades reveladas, nos invita a perseverar en la conquista de la patria celestial, acrecienta la piedad de los fieles y promueve y robustece las virtudes.
El Rosario es alto en dignidad y eficacia, podría decirse que es la oración más fácil para los que, como María, son sencillos y humildes de corazón... Por eso, el Rosario es la oración más hermosa que podemos dirigir a nuestra Madre para que interceda por nosotros ante el trono de Dios.
El Santo Rosario prolonga la vida litúrgica de la Iglesia pero no la sustituye, al contrario, la enriquece. Es por ello, que el Santo Rosario se enmarca como una plegaria dentro de la religiosidad popular que contiene un gran tesoro de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia.
El paso del tiempo, las costumbres modernas y la innovación en las formas de oración, no pueden dejar a un lado el rezo del Santa Rosario. De hecho, los Santos Padres y los santos han tenido una profunda devoción a este sacramental. Los ejemplos más recientes los tenemos en el Padre Pío, la Madre Teresa de Calcuta y el Papa Juan Pablo II... todos devotos fervientes de María Santísima y del rezo del Santo Rosario. Nosotros como católicos y como amantes de la Reina del Cielo también hemos de abrazar esta piadosa devoción.
Es digno de recordar que la familia que reza unida permanece unida... que la recitación piadosa y consciente del Santo Rosario nos traiga la paz al alma y nos una mas estrechamente a María para vivir auténticamente nuestro cristianismo.
Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha, Dios no lo castigará en su justicia, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna... |
Promesas del Rosario
- Aquellos que recen con enorme fe el Rosario recibirán gracias especiales.
- Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
- El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, destruirá los vicios, disminuirá los pecados, y defendernos de las herejías.
- Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su dedeo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
- El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
- Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
- Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
- Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
- Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
- Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
- Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
- Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
- Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
- Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesucristo.
- La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.
Bendiciones del Rosario
- Los pecadores son perdonados.
- Las almas sedientas son refrescadas.
- Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
- Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
- Aquellos que están intranquilos encontrarán paz.
- Los pobres encontrarán paz.
- Los religiosos son reformados.
- Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
- Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.
Beneficios del Rosario
- Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
- Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
- Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
- Nos facilita practicar la virtud.
- Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
- Nos enriquece con gracias y méritos.
- Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
Desde ahora |
Quien dirige las Letanías hace la invocación... y todos le respondemos repitiéndola...
Señor, ten piedad de nosotros...
Cristo, ten piedad de nosotros...
Señor, ten piedad de nosotros...
Cristo, óyenos...
Cristo, escúchanos...
A las siguientes respondemos... "Ten misericordia de nosotros..."
Dios, Padre Celestial...
Dios, Hijo, Redentor del mundo...
Dios, Espíritu Santo...
Trinidad Santa, un solo Dios...
En el rezo de la Letanías buscamos honrar a la Santísima Virgen María e implorar su intercesión por nosotros y por nuestras intenciones... a las invocaciones que siguen todos respondemos... "Ruega por nosotros..."
El rezo del Rosario se trata de recordar a Cristo con María... comprender a Cristo desde María... configurarse a Cristo con María... rogar a Cristo con María... anunciar a Cristo con María... Sobre los Misterios del Santo Rosario SS Juan Pablo II "Rosarium Virginis Mariae" |
El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología.
En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.
El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: "Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mateo 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza".
Durante el rezo del Rosario se trata de recordar a Cristo con María... comprender a Cristo desde María... configurarse a Cristo con María... rogar a Cristo con María... anunciar a Cristo con María...
A la contemplación del rostro de Cristo sólo se llega escuchando, en el Espíritu, la voz del Padre, pues "nadie conoce bien al Hijo sino el Padre" (Mateo 11, 27). Cerca de Cesarea de Felipe, ante la confesión de Pedro, Jesús puntualiza de dónde proviene esta clara intuición sobre su identidad: "No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mateo 16, 17). Así pues, es necesaria la revelación de lo alto. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse a la escucha: "Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio"
Misterios Gozosos (lunes y sábados)
El primer ciclo, el de los "misterios gozosos", se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el acontecimiento de la encarnación. Esto es evidente desde la anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría mesiánica: "Alégrate, María". A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto, si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Efesios 1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella responde prontamente a la voluntad de Dios.
El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde la voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen "saltar de alegría" a Juan (cf. Lucas 1, 44). Repleta de gozo es la escena de Belén, donde el nacimiento del divino Niño, el Salvador del mundo, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores como "una gran alegría" (Lucas 2, 10).
Pero ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama. En efecto, la presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será "señal de contradicción" para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre (cf. Lucas 2, 34-35). Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien 'enseña'. La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante las exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos lazos de afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y angustiados, "no comprendieron" sus palabras (Lucas 2, 50).
De este modo, meditar los "misterios gozosos" significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo.
- La Anunciación del ángel a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios
- La Visitación de María Santísima a su prima Isabel
- El Nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén
- La Presentación del Niño Jesús en el templo y la Purificación de María Santísima
- El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo
Misterios Luminosos (jueves)
Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de manera especial "misterios de luz". En realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es "la luz del mundo" (Juan 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino.
Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús. Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por nosotros (cf. 2Corintios 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mateo 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera. Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Juan 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente. Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Marcos 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Marcos 2, 3-13; Lucas 7, 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia. Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo "escuchen" (cf. Lucas 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo. Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad "hasta el extremo" (Juan13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.
Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Marcos 3, 31-35; Juan 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga" (Juan 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los "misterios de luz".
- El Bautismo de Jesús por Juan en el Río Jordán
- La Autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná
- El Anuncio del Reino de Dios e invitación a la conversión
- La Transfiguración de Cristo en el monte Tabor
- La institución de la Eucaristía
Misterios Dolorosos (martes y viernes)
Los Evangelios dan gran relieve a los "misterios del dolor" de Cristo. La piedad cristiana, especialmente en la Cuaresma, con la práctica del Vía Crucis, se ha detenido siempre sobre cada uno de los momentos de la Pasión, intuyendo que ellos son el culmen de la revelación del amor y la fuente de nuestra salvación. El Rosario escoge algunos momentos de la Pasión, invitando al orante a fijar en ellos la mirada de su corazón y a revivirlos. El itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde Cristo vive un momento particularmente angustioso frente a la voluntad del Padre, contra la cual la debilidad de la carne se sentiría inclinada a rebelarse. Allí, Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la humanidad y frente a todos los pecados de los hombres, para decirle al Padre: "no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22, 42 par.). Este "sí" suyo cambia el "no" de los progenitores en el Edén. Y cuánto le costaría esta adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la coronación de espinas, la subida al Calvario y la muerte en cruz, se ve sumido en la mayor ignominia: ¡Ecce homo!
En este oprobio no sólo se revela el amor de Dios, sino el sentido mismo del hombre. Ecce homo: quien quiera conocer al hombre, ha de saber descubrir su sentido, su raíz y su cumplimiento en Cristo, Dios que se humilla por amor "hasta la muerte y muerte de cruz" (Filipenses 2, 8). Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora.
- La Oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní
- La Flagelación de Jesús atado a la columna
- La Coronación de espinas
- Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario
- La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo
Misterios Gloriosos (miércoles y domingos)
"La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado!" (Carta Apostólica "Novo millennio ineunte", 2001). El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo en su Resurrección y en su Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe (cf. 1Corintios 15, 14), y revive la alegría no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó - los Apóstoles, la Magdalena, los discípulos de Emaús -, sino también el gozo de María, que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado. A esta gloria, que con la Ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada Ella misma con la Asunción, anticipando así, por especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne. Al fin, coronada de gloria -como aparece en el último misterio glorioso-, María resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos, anticipación y culmen de la condición escatológica del Iglesia.
En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de la Madre, el Rosario considera, en el tercer misterio glorioso, Pentecostés, que muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María, avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora. La contemplación de éste, como de los otros misterios gloriosos, ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia; una vida cuyo gran 'icono' es la escena de Pentecostés. De este modo, los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica, hacia la cual se encaminan como miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia. Esto les impulsará necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel "gozoso anuncio" que da sentido a toda su vida.
- La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
- La Ascensión de Jesús al Cielo
- La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles el día de Pentecostés
- La Asunción de la Virgen María al Cielo
- La Coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado
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