martes, 10 de abril de 2012

TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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Triduo Pascual y Santos Oficios - 07/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

Triduo Pascual y Santos Oficios - 07/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

Santos oficios - 05/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Procesión de Semana Santa desde Granada - 05/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

Procesión de Semana Santa desde Granada - 05/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Triduo Pascual y Santos Oficios - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Procesión de Semana Santa desde Granada - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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Vía Crucis - 06/04/12, Otros programas - RTVE.es A la Carta

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lunes, 2 de abril de 2012

Archivo | tengo sed de Ti

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Pensamientos de Ramos


El día de hoy celebramos el Domingo de Ramos: la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén unos días antes de su crucifixión… Jesús es recibido por el pueblo, no como un hombre cualquiera, sino como profeta y rey… aclamándole… y alfombrando su camino con mantos, palmas y ramos… la ciudad está repleta, pues han venido de todas partes a celebrar la Pascua… todos hablan de Jesús, el que resucitó a Lázaro, que también está allí dando testimonio del Nazareno…
No sé si alguna vez te habrás preguntado… pero qué pensaban esas personas que estaban allí, cuando Jesús entró en Jerusalén… imagino, porque los Evangelios no nos cuentan sobre eso, que pasarían muchas ideas por las mentes de los hombres…
Unos le aclamarían de corazón… tal vez le seguían hace tiempo… de seguro le habían escuchado predicar o hasta habían presenciado alguno de sus milagros… creían en Él… no tenían conciencia de quién era, pero sabían en lo profundo de su ser que Jesús era alguien especial… que Dios estaba de su lado…
Otros, probablemente los más, se acercaban con curiosidad… habían escuchado rumores, pero ya sabes, la gente siempre exagera y no se puede creer todo lo que se escucha… de todas formas, toda esta bulla contagia el alma y enciende los sentidos… y gritan y aclaman y mañana ya no se acordarán… son los mismos que dentro de unos días, también se dejarán encender por los fariseos y ante Pilato volverán a gritar… está vez pidiendo que sea crucificado…
Están los Doce… han compartido los últimos tres años de sus vidas con Jesús y le aman, de verdad le aman… han caminado con Él, comido con Él, hasta han hecho milagros y expulsado demonios en su Nombre… Él les ha revelado lo que sucederá en esta Pascua… pero no entienden eso de que «tiene que padecer»… y ahora, entrando entre aclamaciones junto a Jesús, brilla en sus rostros la esperanza de un reinado terrenal… ya se encargará Jesús de traerlos nuevamente a la realidad en los días que faltan antes de que sea apresado… pero ahora sueñan y ríen y se alegran de estar allí…
Los fariseos rabian de la envidia y de celos… como pueden aclamar a este que tantas veces ha retado su autoridad… que les ha puesto en ridículo cuando han tratado de tenderle una trampa… y que ni siquiera respeta el sábado sanando enfermos y liberando cautivos de Satanás…!!! Ahora, con la historia de la resurrección de Lázaro, será mucho más grande su fama… hay que hacer algo… pronto… hay que darle muerte, ya está decidido…
Y está María, su Madre… camina con ellos… y sonríe… pero su sonrisa no expresa felicidad… y bajará la cabeza alguna vez… y hasta limpiará alguna lágrima de su rostro… Jesús y ella se mirarán… y sin palabras se confortarán mutuamente… y sus labios volverán a dibujar una sonrisa… ella sí sabe… ella sí ha entendido… y sabe lo que está comenzando… ésta es la Hora de su Hijo… y sufre… pero tiene que ser fuerte… por Él…
Imagino a Jesús sobre el borrico, pasando entre las gentes, sintiendo sus miradas y mirando sus corazones… sabiendo que unos días más tarde daría su vida por ellos… y por nosotros………
Hoy comienza la Semana Santa… que esta semana sea una de especial recogimiento, meditando sobre los acontecimientos que sucedieron aquella otra semana en Jerusalén… y al Amor conmensurable de Dios, que le movió a entregar su vida para que vivamos nosotros en Él…

Comentario al evangelio del Domingo 01 de Abril del 2012 - Ciudad Redonda

CoJosé María Vegas, cmf
Realmente este hombre era Hijo de Dios
El domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, nos presenta un cuadro unitario de lo que vamos a contemplar, meditar y actualizar en estos días. En una misma celebración asistimos a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y a su prendimiento, proceso y muerte en Cruz. ¿A qué se debe que la lectura de la Pasión del Señor se duplique durante la Semana Santa, y se lea el Domingo (en versión de uno de los sinópticos, este año B, Marcos), si se va a leer de nuevo (en la versión de Juan) el día propiamente de Pasión, el Viernes Santo? Litúrgicamente tiene pleno sentido que la Pasión del Señor se lea en Domingo, el día en que los cristianos se reúnen a orar juntos. De otro modo, la Pasión no sería proclamada nunca en Domingo y en el contexto de la celebración eucarística, que es, precisamente, la memoria de esa Pasión (pues el Viernes no se celebra la eucaristía). Pero, además, de este modo nos preparamos a entrar en profundidad en los misterios que, paso a paso, vamos a celebrar en los días siguientes.
La Palabra de Dios la podemos leer hoy desde dos prismas distintos y contrapuestos, cada uno de los cuales tiene su verdad, pero que conviene situar en la justa perspectiva.
Un prisma, el que primero salta a la vista, pone de relieve el drama que se desarrolla ante nosotros (y que la liturgia trata de subrayar mediante la lectura inicial de la entrada en Jerusalén, la procesión que la representa, la lectura dramatizada de la Pasión, etc.). Ante nuestros ojos se despliega el cuadro paradójico de un pueblo que acoge a Jesús con entusiasmo como el enviado de Dios, y en pocos días cambia de parecer y pide a gritos su muerte. Aunque no está dicho que fueran los mismos los que gritaran una cosa y la otra: posiblemente, en la entrada triunfal fueran los discípulos que lo acompañaban desde Galilea, mientras que los que pidieron su muerte eran gentes de Jerusalén o venidas a la fiesta, manipuladas por las autoridades del pueblo. El mal presenta con frecuencia este rostro estúpido de la masa que se mueve por inercia, semiinconsciente de la manipulación que la dirige. Pero tras el rumor y el estruendo de los gritos, percibimos otras manifestaciones del mal, todo un muestrario del mismo: la debilidad y cobardía de los discípulos, que alcanza su cénit en la traición de Judas, acompañada del detalle del beso, gesto de gran familiaridad que, en el contexto de la traición, resulta de un cinismo repugnante; las negaciones de Pedro; el acoso plagado de mentiras e hipocresía en el proceso del Sanedrín, en el que es claro que poco importa la verdad y la justicia, y de lo que se trata es de condenar a cualquier precio al que resulta a todas luces inocente; esa hipocresía se revela en toda su crudeza cuando ante Pilatos se cambia la acusación, de religiosa (blasfemia), en política (sedición), ya que las cuitas teológicas poco podían interesarle al procurador romano; el cual, convencido de la ausencia de culpabilidad del reo, incluso en las materias que a él podían interesarle (sedición, alteración del orden público, amenaza para la pax romana), cede a la injusticia (agravada por la liberación de un reo confeso de asesinato) por cálculo político o por miedo a altercados que, quien sabe, podían dar al traste con su carrera política. En definitiva, podemos contemplar toda la escena con el estupor y la impotencia de ver al inocente ultrajado, humillado, torturado y entregado a la muerte.
Esa lectura podemos trasladarla a nuestro mundo con extrema facilidad. En ocasiones nos embarga la sensación de que este mundo está definitivamente perdido, de que el mal que reina en él es más fuerte que cualquier retoño de bien y de justicia y de que los malvados se salen con la suya, por lo que sentimos la tentación de pensar que, al final, el mal compensa. Esta sensación desalentadora cada cual puede experimentarla desde el peculiar prisma que compone su escala prioritaria de valores. Habrá quien subraye sobre todo las dimensiones relativas a la ética personal, familiar, sexual, etc., y considere que asistimos a una progresiva degradación de las costumbres y a la disolución de valores básicos como el respeto a la vida, la familia, la responsabilidad, el respeto, etc. Otros, en cambio, subrayarán más las dimensiones sociales, políticas, ecológicas del mal: las relaciones injustas y desequilibradas entre ricos y pobres, poderosos y débiles… Todas esas perspectivas son, por lo demás, conciliables, porque el mal, desgraciadamente, tiene muchos rostros, además de mucho poder. Estupidez, debilidad y temor, manipulación, traición, hipocresía, mentira, cinismo, violencia gratuita, humillación del débil, crueldad, injusticia… son todas realidades que componen una red que abarca al mundo entero y que se concentran dramáticamente en la Pasión de Cristo.
Y, sin embargo, el realismo de esta perspectiva es aparente si nos quedamos sólo en ella. Lo mismo que si realizamos una lectura puramente negativa del mundo en el que vivimos. Porque, volviendo de nuevo al relato de la Pasión, si miramos con más detalle, yendo a lo profundo de esa trama de acontecimientos marcados por el sello del mal, no podremos dejar de percibir la luz que emana de todos ellos. Ya la entrada de Jesús en Jerusalén, acogido como el que “viene en nombre del Señor” es la expresión de una fe y de una esperanza que no se han de ver defraudadas, a pesar de todas las apariencias contrarias. Es posible que algunos de los que acogieron a Jesús con entusiasmo cayeran días después presas de la manipulación y pidieran a gritos su crucifixión. Pero no está dicho que todos los que le acogieron cambiaron de bando; muchos sentirían la derrota de Jesús como su propia derrota, la de sus esperanzas. En el prendimiento, el proceso ante el Sanedrín y Pilato, en medio de los ultrajes y las humillaciones, en la misma Cruz, resalta la dignidad de Cristo y su confianza en su Padre hasta el final. Es decir, Jesús, Él mismo, es la luz que ilumina la oscuridad del momento, la bondad insobornable ante los embates del mal, la libertad soberana para, a pesar de las adversidades sin límite y en ellas mismas, elegir el bando de la víctima inocente en vez del de los verdugos. En ello mismo está diciendo Jesús al abatido una palabra de aliento: nos está diciendo de parte de quién está Dios y qué es lo que salva al hombre al final y a la postre. Esa misma luz que emana de Cristo nos permite ver el amor arrojado que, pese a todo, mueve al débil Pedro a asumir riesgos y, literalmente, meterse en la boca del lobo en su desesperado intento por seguir cerca del maestro; las negaciones de Pedro son producto del temor, pero no de la indiferencia, como lo muestran sus lágrimas. Vemos también a esa misma luz la compasión de un hombre anónimo “que pasaba por allí”, Simón de Cirene y la de las santas mujeres que miran desde lejos y siguen esperando contra toda esperanza cuando José de Arimatea (otro destello de luz, proveniente esta vez del Sanedrín que condenó a Jesús) hace rodar la piedra del sepulcro. Y es también esa luz la que ilumina la conciencia del centurión en una confesión, “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”, que es la revelación final a la que tiende todo el evangelio de Marcos desde su primera línea (“Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”), y que significativamente se pone en boca de un pagano, capaz de reconocer lo que los “propios” han sido incapaces de ver: al morir Cristo el velo del templo se rasga, queda atrás la antigua alianza, y se establece una nueva, sellada con la Sangre del Cordero inmaculado, abierta a todas las gentes sin distinción. Es esa luz de Cristo, que alcanza a iluminar en torno a sí a muchos de los protagonistas de esta historia, la que da el verdadero sentido de los acontecimientos y la que alimenta nuestra esperanza: Jesucristo se ha entregado libremente y por amor hasta la muerte y una muerte de Cruz.
Es decir, vemos también en este relato la luz y los destellos de un bien que sigue en pie, con dignidad, sin ceder a las acometidas del mal ni sucumbir a sus seducciones, a pesar de su aparente derrota. Y lo que vemos en este relato podemos y debemos verlo también cuando hacemos la lectura de nuestro mundo. No podemos dejar que la evidencia del mal nos ciegue para esa otra evidencia, a veces casi imperceptible pero perseverante, tenaz, insobornable del bien y de la luz. Nuestra historia (la historia del mundo, las historias más locales que la componen, nuestra situación contemporánea, nuestras personales biografías) encierran en sí, al mismo tiempo, la realidad del pecado y de la gracia: son la historia del mal (la violencia, la injusticia, la traición, el sufrimiento…), pero también son historia de salvación: de entrega generosa, de fidelidad, de honestidad... No podemos cerrar los ojos ante la realidad del mal; pero no debemos sucumbir al pesimismo de pensar que ese mal es la perspectiva única y además la victoriosa (sintiendo así, de paso, la tentación de entregarnos a sus seducciones). En esta misma historia, en sus múltiples niveles, existe la otra posibilidad, la que procede de la luz de Cristo, de su entrega por amor, de su fidelidad insobornable. En nuestras manos está decidir de qué parte queremos estar, a cuál de estas historias queremos pertenecer. Porque, aunque las dos se entrecruzan en nosotros inevitablemente (también nosotros colaboramos con el mal de un modo u otro), podemos tomar la decisión de ponernos del lado de Cristo, reconociendo el mal que hay en nosotros y aceptando la luz que nos purifica y nos va haciendo miembros activos de esa otra historia de salvación.
Hoy, junto con el centurión (que apalabra y representa a todos los “iluminados” de esta historia), al contemplar la Pasión de Cristo y esa otra pasión que se desarrolla a diario en nuestra atormentada historia, somos invitados a confesar con esperanza: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Y, por eso, Dios lo levantó y lo seguirá levantando “sobre todo”, también sobre toda forma de mal. La derrota a la que asistimos hoy es el germen de una victoria definitiva, la de Cristo, y, en Él, la de todos nosotros.
mentario al evangelio del Domingo 01 de Abril del 2012 - Ciudad Redonda

Domingo de Ramos B







Jesus Losada Queridos amigos:
Esta semana es muy especial. Por algo la Iglesia la llama la semana "santa". Toda ella aboca al triduo sacro en el que conmemoramos el centro de la fe cristiana. Nosotros confesamos que Jesucristo murió (viernes santo), fue sepultado (sábado santo) y resucitó al tercer día (domingo de resurrección). No es que conmemoremos estos hechos como quien desempolva un álbum de recuerdos familiares, sino que en la liturgia, por la fuerza del Espíritu, experimentamos su realidad y su energía salvadora. ¡Por eso es tan importante prepararnos para esta celebración! Si fuese un simple recuerdo, bastaría con poner en marcha los ritos de todos los años, pero no: ¡Es una experiencia que acontece hoy, que afecta a nuestra vida, al presente de la iglesia y del mundo! En el tramo final que nos conduce al triduo sacro, comenzamos purificando nuestros sentidos. Hoy, lunes santo, le toca el turno al olfato. La casa en la que habita Jesús, que es la casa de sus amigos de Betania, se llena de la fragancia del perfume. No se trata de una colonia barata comprada en un "todo a cien", sino de "un perfume de nardo, auténtico y costoso". Sólo el amor puede producir este derroche de belleza, porque sólo el amor sabe ir a lo esencial, a ese centro en el que la verdad, la bondad y la belleza se manifiestan unidas. Judas es un periférico, anda por los márgenes. Cree que da el do de pecho porque exhibe una actitud calculadora y un aparente interés por los pobres. Hace el ridículo. Está en otra onda. Sólo María de Betania, la que había escogido la mejor parte, sabe "lo que toca hacer" en este momento, es una experta en ir al centro del misterio. Por eso encuentra el símbolo adecuado en los días previos a la muerte de Jesús. María le dice que lo quiere, antes de que sea tarde y sólo quede tiempo para las lamentaciones. Ella no es una embalsamadora de muertos sino una perfumadora de vivos. Está perfumando al Jesús que, en su corazón, ya ha resucitado antes de morir. Por eso, la casa se llena de la fragancia de la vida. ¿Cómo huele la fe que hoy vivimos? ¿Huele a recinto cerrado, húmedo, miserable? ¿O huele al nardo de la libertad, de la alegría, de la entrega? En el primer caso, nuestro santo patrón es Judas. En el segundo, formamos familia con María de Betania. Perfumar al Jesús que vive hoy es una de las dimensiones más refrescantes de nuestra fe.Queridos amigos y amigas: El evangelio de este Lunes Santo nos presenta una cena, que es como un anticipo de la última cena. En ella se dan cita los amigos (Marta, María, Lázaro) y los traidores (Judas Iscariote). Es una cena en la que se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del amor y la distancia del resentimiento. Marta (la camarera), Lázaro (el resucitado) y María (la perfumista) representan el polo del amor. Sirven, escuchan y ungen a Jesús. Y lo hacen todo desde la gratuidad propia de toda amistad. Judas Iscariote (el discípulo que lo va a entregar) representa el polo del resentimiento. Critica el “derroche”de María mediante una racionalización que podría pasar a cualquier manual de psicología: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? ¿Cómo responde Jesús a cada una de estas dos actitudes? Necesitamos escrutar cada detalle porque, en el fondo, su respuesta tiene que ver con cada uno de nosotros. En el caso de Marta, María y Lázaro, Jesús se deja hacer. A lo que es gratuito se responde con la gratuidad: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Acepta ser querido, encuentra consuelo en el hogar de Betania. Disfruta con sus amigos. En el caso de Judas, Jesús desenmascara la racionalización: A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. No se deja engatusar por las trampas de los que parecen amigos y no son más que funcionarios. Estas dos actitudes son un espejo en el que nos miramos nosotros al comienzo de una nueva Semana Santa. ¿Hacia dónde nos inclinamos?: ¿Hacia la entrega incondicional a Jesús o hacia nuevas racionalizaciones que encubren nuestra mediocridad? En la cena, además de los alimentos, hay perfume de nardo, que es un anticipo simbólico del perfume con el que las mujeres ungirán el cuerpo de Jesús después de su muerte. Es una perfume costoso (porque el amor no es tacaño) y es también un perfume expansivo (porque el amor no es cerrado): La casa se llenó de la fragancia del perfume. Tenemos esbozado el guión del drama que vamos a revivir durante los próximos días.
DOMINGO DE RAMOS (B)¡Venga, Vayamos con Él! ¿Cuál es nuestra posición?I. BENDICIÓN DE LAS PALMASIntroducción por el Celebrante¡Venga, Vayamos con Él!Hoy, y durante los días de la Semana Santa, vemos a Jesús en toda su flaqueza humana, tanto como la nuestra, excepto en el pecado; pero también le vemos en su determinación de amor y en su valor para cumplir la misión para la que había venido a este mundo. Finalmente vemos a Jesús en su triunfo: primero en un triunfo muy provisional y frágil cuando la muchedumbre le aclama como Mesías, pero que pocos días más tarde se vuelve contra él; después, en el triunfo definitivo de su resurrección. Vemos cómo él estaba con nosotros en las profundidades de la angustia y la soledad. Podemos comprenderle y sentir como él. Él nos invita a superar todos los miedos, el mal y hasta la misma muerte. ¡Venga, vayamos con él! ¿Cuál es nuestra postura interior?Hoy, en este Domingo de Ramos, y durante los días de la Semana Santa, vemos a Jesús rodeado de su pueblo que le aclamó agitando palmas; le veremos portando su cruz, muriendo con una muerte ignominiosa clavado en la cruz. ¿Cuál es nuestra postura interior? ¿Con quién o con quiénes nos identificamos? Para nosotros, ¿es Jesús realmente el Hijo de Dios, que murió por nosotros porque nos amaba en extremo? ¿Hasta qué punto cambia nuestra vida, porque le conocemos? Y el próximo domingo de resurrección, ¿nos regocijaremos y le alabaremos como nuestro Señor que nos da vida? Oración de Bendición de los Ramos o PalmasOremos.(Pausa) Oh Dios, Salvador nuestro: Tu Hijo Jesús se dio a sí mismo el nombre de “madero verde”,porque él es el árbol en el que estamos injertados de forma que podemos recibir de él la savia de la vida espiritual.Que estos ramos verdes que portamos en nuestras manos expresen que estamos unidos a él y que queremos vivir en élcomo el pueblo al que él libera del pecado y al que da nueva vida con amor hacia ti, Dios nuestro, y hacia los hermanos.Bendice + estos ramos vivos, para que los agitemos aclamando a Jesús como al Señor a quien queremos seguir fielmenteen nuestro camino hacia ti, nuestro Dios vivo. Que él no permita que nos marchitemos como hojas inútiles y secas,pues él es nuestro Señor y Salvador, por los siglos de los siglos.El sacerdote rocía los ramos con agua bendita en silencio.Introducción al Evangelio de la Bendición de los Ramos (Mt 11,1-10): ¡Bendito el Que Viene!Jesús acepta el que la muchedumbre lo aclame, pero su triunfo real se realizará en la cruz.Breve homilía opcional. Después, el sacerdote o un ministro invita al pueblo a unirse a la procesión diciendo:¡Con el pueblo de Jerusalénaclamemos a Jesús como a nuestro Señory sigámosle mientras cantamos su alabanza!Canción: El canto de procesión sirve también como canción de entrada. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote reza ya inmediatamente la Oración Colecta. Si no hay procesión o entrada solemne, se dice el Acto Penitencial acostumbrado que se encuentra en el misal.II. LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICAOración ColectaOremos para que sepamos seguir a Jesús en su camino de servicio.(Pausa)Oh Dios y Padre nuestro:En Jesucristo tu Hijo nos has mostradoque el camino que conduce a la victoriaes el camino del servicio amorosoy de la disponibilidad para pagar el precio del sacrificiomostrando así un amor fiel e inquebrantable.Danos la mentalidad y la actitud de Jesús,para que aprendamos a servir como ély como él amar a los demás sin contar el precio.Que así lleguemos a ser victoriosos con él,que es nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.Primer Lectura (Is 50:4-7): Dios Vendrá en Mi AyudaEl Siervo de Dios Sufriente permanece fiel a su misión aun cuando sea perseguido, porque confía en Dios.Segunda Lectura (Flp 2,6-11): Jesús Se Humilló y así Llegó a Ser Nuestro Señor.Jesús se humilló a sí mismo para ser uno de nosotros y para servirnos. Por eso Dios le resucitó y le hizo Señor de todo.Evangelio: Pasión (Mc 14,1-15,47): Pasión y Muerte de Jesús.En su Pasión y Muerte, Jesús es el Señor anunciado en las Escrituras. Pero su muerte destruirá el poder de la muerte y nos traerá vida.Oración de los FielesOremos ahora a nuestro Señor, Jesús, quien en su profundo amor amó hasta el fin y nos salvó por su muerte y resurrección. Y digamos: R/. Señor, Jesús, sana a tu pueblo.Señor, Jesús, por el alimento y la bebida de la Eucaristía, acompáñanos en el camino de la vida, sé nuestra alegría y esperanza, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu agonía en el Huerto de los Olivos, asiste a todos los moribundos en su hora de agonía, y dales a todos el valor de aceptar la voluntad del Padre, especialmente cuando se haga muy difícil, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu injusto encarcelamiento y condena a muerte recuerda a los encarcelados por sus convicciones, o condenados por jueces injustos, y así te pedimos: Señor, Jesús, traicionado y abandonado por tus amigos, hazte cercano a todos los que se sienten solos; da a tu pueblo la capacidad de hacer amigos fieles, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu camino de la cruz, aligera las cargas de todos los que sufren y hazlos afables y comprensivos para con otros, y así te pedimos: Señor, Jesús, por tu muerte en la cruz y por tu gloriosa resurrección perdona todo pecado, da vida a todos, y así te pedimos: Señor, Jesús, que el raudal de tu perdón y de tu vida se derrame sobre todos nosotros y nos otorgue tu felicidad y gozo eternos, en tu reino que permanecerá para siempre, por los siglos de los siglos. Oración de OfertorioOh Dios, Padre amable y compasivo:En la noche anterior a su muerte,en la Última Cena,Jesús se dio a sí mismo a sus amigosen forma de pan y vino,y lo repite ahora de nuevo aquí entre nosotros.Danos un corazón agradecido por toda su bondady haznos suficientemente fuertes para que con él sepamos darnos a nosotros mismos a todos los que caminan con nosotros en la vida. Que esta ofrenda nos traiga reconciliación contigo y con los hermanos.Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.Introducción a la Plegaria EucarísticaLa cruz y muerte de Jesús nos trajo perdón y vida. Él murió para que nosotros vivamos. Con Jesús, damos gracias al Padre por su amor.Introducción al Padre Nuestro.Jesús rogó al Padrepidiendo la fuerza necesaria para hacer su voluntad.Nos unimos a él en nuestra oración confiada.R/. Padre nuestro…Líbranos, SeñorLíbranos, Señor, de todo pecado y de todos los males,y concédenos tu perdón y tu paz.Ayudados por tu misericordia, danos esperanza y amor para compartirlos con los que se sienten abandonados y con los que agonizan a causa de sus cruces.Llévanos a todos con esperanza hacia la venida gloriosa entre nosotrosde nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.R/. Tuyo es el reino…Invitación a la ComuniónÉste es Jesucristo,el Cordero sin pecadoque sufrió y murió por nuestros pecados.Dichosos nosotros ya que él viene para que podamos compartir su vida y su amor.R/. Señor, no soy digno…Oración después de la ComuniónOh Dios, Padre amoroso:En esta Eucaristía tu Hijo Jesús se nos ha dadocomo se entregó totalmente a sí mismo en la cruz.Queremos aprender de él a mantener viva nuestra esperanza en tiy a seguir recorriendo nuestro camino en la vidaincluso cuando no sepamoslo que el futuro nos tiene reservado,o cuando tengamos que soportar cruces pesadas,ya que confiamos en ti y sabemosque surgiremos por encima de nuestras miseriasa una vida de gozo y alegría sin fin, por el poder de Jesucristo nuestro Señor.BendiciónHermanos: Hemos visto hoy en Jesús cómo el amor a Dios y al prójimovan inseparables, agarrados de la mano.El amor de Jesús al Padrele hizo ir “hasta el extremo” en su amor hacia nosotros.Murió llevando a cabo esa misión,y en su muerte hemos renacido.Que este pensamiento nos guíe durante esta Semana Santae inspire también nuestra vida cristiana:Él es el Maestro y Señor a quien seguimos.Que Dios nos dé fuerza y nos bendiga. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santodescienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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lunes, 19 de marzo de 2012









Cantos de Cuaresma: Cancionero ¡Alégrate! Pueblo de Dios

Cantos de Cuaresma: Cancionero ¡Alégrate! Pueblo de Dios

¡Con la música a otra parte! ¿Tiene lugar en la Nueva Evangelización?

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José Cristo Rey García Paredes, cmf - Martes 13 de Marzo del 2012
Hubo un tiempo en que la gente cantaba mientras trabajaba, tocaba música con sus amigos, cantaban a quien amaban. Las canciones se transmitían de generación en generación. Se cantaba en las alegrías y en las penas. El canto era exultación o lamento. Quien no tocaba, bailaba, tocaba las palmas, llevaba el ritmo. Había música no para escuchar, sino para participar en ella. La música era experiencia de grupo.

Sin embargo, es secundario el interés que la Música suscita en la Iglesia católica. Llama la atención que en los “Lineamenta” para el Sínodo sobre la Nueva Evangelización no aparezca ni una sola vez la palabra “música”; lo mismo sucede en la mayoría de los textos constitucionales de los Institutos religiosos, en los programas de formación, en los programas de gobierno, en los proyectos de misión. El mismo Catecismo de la Iglesia católica solo dedica a la música y el canto tres números (nn. 1156-1158), centrados únicamente en su empleo litúrgico. Da la impresión de que la música poco tiene que ver con nuestra misión evangelizadora.

Y, sin embargo, cuánto interés suscitó la música en autores antiguos como Pitágoras, Platón, Aristóteles, san Agustín y también en no pocos pensadores de nuestro tiempo como Schopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard, Eugenio Trías… Necesitamos hoy una reflexión antropológico-teológica sobre la música y tomar muy en serio su lugar en la vida de una Iglesia evangelizada y evangelizadora.

El misterio de la Música

¿Qué es la música? ¿Cuál es su esencia? ¿Qué percibimos propiamente cuando escuchamos música? La música es invisible, aunque podamos ver en un gráfico la intensidad de sus sonidos. Ocupa misteriosa el espacio, pero sobre todo se expresa en el tiempo. Diseños misteriosos e invisibles llegan a nosotros convertidos en sonidos. Penetran hasta lo más profundo del alma. La conmueven, la activan, la adormecen o serenan:
“la música es un arte excelso y admirable; actúa poderosamente sobre lo más íntimo del ser humano y es profundamente comprendida como una Lengua Universal cuya claridad supera incluso a la misma intuición” (Arthur Shopenhauer).
En la música nos habla alguien que algún día quiso comunicarse con nosotros. Nos transmite aquello que late en su intimidad, aquello que se enciende en él o ella. Nos habla sin palabras, a través de los sonidos del mundo y de las cosas, a través de la maravillosa versatilidad de la voz humana y del ingenioso sonar de los elementos. La elaboración musical es un acto espiritual protagonizado por el Espíritu divino en el espíritu humano. En la música la “naturaleza se transforma en amor”, decía Nieztsche interpretando a Wagner; pero también en lamento, en protesta, en pasión…. Cada pieza musical tiene los rasgos inconfundibles de su autor o autora y revela lo bueno o perverso de su alma.
La música es “phoné” (voz) y ritmo. El ritmo lo llevamos en el corazón y en la venas, en el pulso, en cada acto de respiración y en el comer –que mantienen el ritmo de nuestro cuerpo-. La música resucita los instrumentos; los vuelve espirituales, creativos, expresiones del alma, nos descubre nuestra identidad misteriosa.
La palabra es música elemental y la música es lengua narrativa. Todos tenemos algo que decir; todos entendemos el lenguaje de la música. Pero aquello que nuestra lengua no llega a narrar, lo narra la lengua de la música, superando las barreras lingüísticas:
“La Música es un ejercicio inconsciente de metafísica en el que la mente no sabe que está filosofando” (Leibniz).
“Despues del Silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música” (Aldos Huxley)
Es lengua universal, que todo el mundo entiende. Es lenguaje intercultural y transcultural. Habla con lo emocional. Por eso, la música es ecuménica, genera comunión entre los diversos. La música instaura comunidades. San Agustín dijo que “al final, todos seremos música”; para él la música es una forma de transcendencia y de apertura a Dios.

Las formas de la Música
Hoy se clasifica la música con diversas etiquetas: Gregoriano, Rock, Jazz, Flamenco, Clásica, Tango, Reggae, Samba, Funky, Tradicional, Gospel etc. Las clasificaciones de la música responden a diversos criterios: las formas musicales, los instrumentos utilizados, la zona geográfica, el estilo, la cronología, los aspectos sociológicos o religiosos etc,
La música emerge a través de grandes compositores de todos los tiempos y culturas (compositores anónimos, populares, hasta compositores reconocidos como Mozart, Miles Davis, Piazzolla, Manuel de Falla, Bob Marley, Stravinski…). Fueron han sido personas abiertas al mundo que les rodeaba, y que sintieron la fascinación de los sonidos y de sus posibilidades.
Hay ciertamente una música “barata”, comercial, que se utiliza para entretener. para colmar el vacío existencial con un movimiento meramente exterior y convulsivo: música-ruido, de ritmo mecánico y torpe que amodorran el sentido, “música para esclavos” (Aristóteles).
Hay también una música “encantada” que nos evade de la realidad, nos deslumbra “de fuera hacia dentro” (Rilke). Es la música de la evasión interior, que nos desconecta de la la realidad. Y allí se demuestra nuestra interioridad en toda su desnudez y se muestra sin simulación. De la existencia interior recibe la música impulsos directos, tanto constructivos o creadores como destructivos. Esa música nos hace olvidar, o llorar, o emocionar: nos lleva a los sueños nocturnos del pasado, o acompaña nuestros sueños diurnos del futuro. Efímera y eterna al mismo tiempo, la música, forma parte de cada individuo, y es, a su vez, capaz de descubrirnos una parte de nosotros que desconocíamos.
Quiero referirme ahora a la “música del Espíritu Santo”. Una de las expresiones más bellas del luteranismo (metodistas y bautistas) en su versión musical es la música Gospell, la de los espirituales negros. Ella establece un diálogo abierto y espontáneo entre la comunidad creyente y Dios. Invoca la salvación. Desde la fuerte conciencia del pecado y de la fragilidad, la asamblea reitera determinados versículos del Nuevo Testamento, invoca con su canto la gracia de Dios. Tienen la convicción de que el Espíritu Santo es la música interior de aquello que las voces y los movimientos rítmicos interpretan. Hay espacios para la improvisación. Esta música se ha denominado “la música del Espíritu Santo”. La Iglesia luterana es una Iglesia que canta; para ella la música no es un elemento adventicio o extrínseco, sino una forma de manifestar la gloria de Dios y la fe de la comunidad.

El influjo de la música
Como armonia y terapia
Existe una alianza sorprendente entre las matemáticas y la música. Ambas de definen por la armonía, por la proporción de las partes de un todo. Pitágoras fue el primero en llamar “cosmos” al conjunto ordenado de todas las cosas, en contraposición al “caos” o el desorden. El orden cósmico es dinámico: el universo está en movimiento y es el movimiento de los astros y de las fuerzas que los mueven el que se ajusta en un todo armónico. Para los pitagóricos el cosmos es armonía, el alma es armonía.
La enfermedad, el mal es todo lo contrario: desconcierto, desarmonía. Por eso, la música es terapéutica, curativa, medicinal. Ejerce sobre el espíritu un poder especial: restablece su armonía cuando ésta ha sido turbada. La música es purificadora (catarsis), mágica, curativa. Las matemáticas y la música, lo que se aprende por los ojos, y lo que se aprende por los oídos, constituyen los dos caminos para curación del alma.
La música es un saber sublime y fundamental para la salud y la purificación ética del ser humano. Y, sin embargo, ¡qué poco se utiliza en los procesos formativos dentro de la Iglesia!

Como maestra
  • La música nos enseña a aprender paso a paso. Aprender música exige método, dar pasos progresivos. La música nos enseña a disfrutar del camino, a saborear cada pequeño éxito y no sólo a centrarnos en la meta. Este proceso nos enseña disciplina porque con música la disciplina se hace más necesaria que nunca.
  • La música nos enseña a apreciar la belleza. Crecemos en la apreciación de otras bellezas y artes y crecemos en nuestra propia belleza y arte.
  • La música nos enseña la comunidad. La música es para ser compartida: con otros en un coro, con la audiencia, con amigos y la familia. Cuanto más tomamos parte en un grupo que hace música más estrechos son los lazos entre nosotros, porque compartimos algo altamente único y personal que procede directamente de dentro de nosotros. La música tiene el poder de crear, construir y fortalecer la comunidad.
  • La música nos enseña el amor. Cuando apreciamos la belleza y nos perseguimos nuestros sueños, cuando nos arraigamos en la disciplina y crecemos en confianza, cuando aprendemos más sobre nosotros y alimentamos la comunidad, la última lección que estamos aprendiendo es la lección del amor.

La música que transforma y santifica
A quien le gusta la música le atraen los sonidos de la naturaleza, de la voz humana, de los instrumentos en sus millones de combinaciones diferentes. La música no pide no “oir”, sino “escuchar”. Dios no habla sólo a través de palabras. El “shema” (¡escucha!), ¿no habrá que referirlo también a la escucha de la música? ¿No es la música también voz de Dios? ¿No será la música la voz del Espíritu?

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A Fondo - 14/12/2011 - YouTube

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TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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Apuntes del camino | tengo sed de Ti

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Orden de Predicadores

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Comentario al evangelio del Domingo 18 de Marzo del 2012 - Ciudad Redonda

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Evangelio seglar para el Domingo 4º de Cuaresma (15 - Marzo - 2012) - Ciudad Redonda

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La Conferencia Episcopal Española lanza el vídeo “Te prometo una vida apasionante” - Ciudad Redonda

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domingo, 12 de febrero de 2012

Apuntes del camino | tengo sed de Ti

Apuntes del camino tengo sed de TiMeditación del día de Hablar con Dios
Sexto Domingociclo b
LA LEPRA DEL PECADO
— El Señor viene a curar nuestros males más profundos.
Curación de un leproso.
— La lepra, imagen del pecado. Los sacerdotes perdonan los
pecados in persona Christi.
— Apostolado de la Confesión.
I. La curación de un leproso que narra el Evangelio de la
Misa1 debió de conmover mucho a las gentes y fue objeto frecuente de
predicación en la catequesis de los Apóstoles. Así nos lo hace ver el hecho de
ser recogido con tanto detalle por tres Evangelistas. De ellos, San Lucas
precisa que el milagro se realizó en una ciudad, y que la enfermedad se
encontraba ya muy avanzada: estaba todo cubierto de lepra2,
nos dice.
La lepra era considerada entonces como una enfermedad incurable.
Los miembros del leproso eran invadidos poco a poco, y se producían
deformaciones en la cara, en las manos, en los pies, acompañadas de grandes
padecimientos. Por temor al contagio, se les apartaba de las ciudades y de los
caminos. Como se lee en la Primera lectura de la Misa3, se les
declaraba por este motivo legalmente impuros, se les obligaba a llevar la cabeza
descubierta y los vestidos desgarrados, y habían de darse a conocer desde lejos
cuando pasaban por las cercanías de un lugar habitado. Las gentes huían de
ellos, incluso los familiares; y en muchos casos se interpretaba su enfermedad
como un castigo de Dios por sus pecados. Por estas circunstancias, extraña ver a
este leproso en una ciudad. Quizá ha oído hablar de Jesús y lleva tiempo
buscando la ocasión para acercarse a Él. Ahora, por fin, le ha encontrado y, con
tal de hablarle, incumple las tajantes prescripciones de la antigua ley mosaica.
Cristo es su esperanza, su única esperanza.
La escena debió de ser extraordinaria. Se postró el leproso ante
Jesús, y le dijo: Señor, si quieres puedes limpiarme. Si quieres... Quizá
se había preparado un discurso más largo, con más explicaciones..., pero al
final todo quedó reducido a esta jaculatoria llena de sencillez, de confianza,
de delicadeza: Si vis, potes me mundare, si quieres, puedes... En estas
pocas palabras se resume una oración poderosa. Jesús se compadeció; y los tres
Evangelistas que relatan el suceso nos han dejado el gesto sorprendente del
Señor: extendió la mano y le tocó. Hasta ahora todos los hombres habían
huido de él con miedo y repugnancia, y Cristo, que podía haberle curado a
distancia –como en otras ocasiones–, no solo no se separa de él, sino que llegó
a tocar su lepra. No es difícil imaginar la ternura de Cristo y la gratitud del
enfermo cuando vio el gesto del Señor y oyó sus palabras: Quiero, queda
limpio.
El Señor siempre desea sanarnos de nuestras flaquezas y de
nuestros pecados. Y no tenemos necesidad de esperar meses ni días para que pase
cerca de nuestra ciudad, o junto a nuestro pueblo... Al mismo Jesús de Nazaret
que curó a este leproso le encontramos todos los días en el Sagrario más
cercano, en la intimidad del alma en gracia, en el sacramento de la Penitencia.
«Es Médico y cura nuestro egoísmo, si dejamos que su gracia penetre hasta el
fondo del alma. Jesús nos ha advertido que la peor enfermedad es la hipocresía,
el orgullo que lleva a disimular los propios pecados. Con el Médico es
imprescindible una sinceridad absoluta, explicar enteramente la verdad y decir:
Domine, si vis, potes me mundare (Mt 8, 2), Señor, si quieres –y
Tú quieres siempre–, puedes curarme. Tú conoces mi flaqueza; siento estos
síntomas, padezco estas otras debilidades. Y le mostramos sencillamente las
llagas; y el pus, si hay pus»4; todas las miserias de nuestra
vida.
Hoy debemos recordar que las mismas flaquezas y debilidades
pueden ser la ocasión para acercarnos más a Cristo, como le ocurrió a este
leproso. Desde aquel momento sería ya un discípulo incondicional de su Señor.
¿Nos acercamos nosotros con estas disposiciones de fe y de confianza a la
Confesión? ¿Deseamos vivamente la limpieza del alma? ¿Cuidamos con esmero la
frecuencia con que hayamos previsto recibir este sacramento?
II. Los Santos Padres vieron en la lepra la imagen
del pecado5 por su fealdad y repugnancia, por la separación de los
demás que ocasiona... Con todo, el pecado, aun el venial, es incomparablemente
peor que la lepra por su fealdad, por su repugnancia y por sus trágicos efectos
en esta vida y en la otra. «Si tuviésemos fe y si viésemos un alma en estado de
pecado mortal, nos moriríamos de terror»6. Todos somos pecadores,
aunque por la misericordia divina estemos lejos del pecado mortal. Es una
realidad que no debemos olvidar; y Jesús es el único que puede curarnos; solo
Él.
El Señor viene a buscar a los enfermos, y Él es quien únicamente
puede calibrar y medir con toda su tremenda realidad la ofensa del pecado. Por
eso nos conmueve su acercamiento al pecador. Él, que es la misma Santidad, no se
presenta lleno de ira, sino con gran delicadeza y respeto. «Así es el estilo de
Jesús, que vino a dar cumplimiento, no a destruir.
»Al sanar, al curar de la lepra, el Señor realiza grandes
signos. Estos signos servían para manifestar la potencia de Dios ante
las enfermedades del alma: ante el pecado. La misma reflexión se desarrolla en
el Salmo responsorial, que proclama precisamente la bienaventuranza del
perdón de los pecados: Dichoso el que ha sido absuelto de su culpa...
(Sal 31, 1). Jesús sana de la enfermedad física, pero al mismo tiempo
libera del pecado. Se revela de esta forma como el Mesías anunciado por los
Profetas, que tomó sobre Sí nuestras enfermedades y asumió nuestros
pecados (cfr. Is 53, 3-12) para liberarnos de toda enfermedad
espiritual y material (...). Así, pues, un tema central de la liturgia de hoy es
la purificación del pecado, que es como la lepra del
alma»7.
Jesús nos dice que ha venido para eso: para perdonar, para
redimir, para librarnos de esa lepra del alma, del pecado. Y proclama su perdón
como signo de omnipotencia, como señal de un poder que solo Dios mismo puede
ejercer8. Cada Confesión es expresión del poder y de la misericordia
de Dios; los sacerdotes ejercitan este poder no en virtud propia, sino en nombre
de Cristo –in persona Christi–, como instrumentos en manos del Señor.
«Jesús nos identifica de tal modo consigo en el ejercicio de los poderes que nos
confirió –decía Juan Pablo II a los sacerdotes–, que nuestra personalidad es
como si desapareciese delante de la suya, ya que Él es quien actúa por medio de
nosotros (...). Es el propio Jesús quien, en el sacramento de la Penitencia,
pronuncia la palabra autorizada y paterna: Tus pecados te son
perdonados»9. Oímos a Cristo en la voz del sacerdote.
En la Confesión nos acercamos, con veneración y agradecimiento,
al mismo Cristo; en el sacerdote debemos ver a Jesús, el único que puede sanar
nuestras enfermedades. «“Domine!” –¡Señor!–, “si vis, potes me mundare” si
quieres, puedes curarme.
»—¡Qué hermosa oración para que la digas muchas veces con la fe
del leprosito cuando te acontezca lo que Dios y tú y yo sabemos! —No tardarás en
sentir la respuesta del Maestro: “volo, mundare!” —quiero, ¡sé
limpio!»10. Jesús nos trata con suprema delicadeza y amor cuando más
necesitados nos encontramos a causa de las faltas y pecados.
III. Hemos de aprender de este leproso: con su
sinceridad se pone delante del Señor, e hincándose de
rodillas11 reconoce su enfermedad y pide que le cure.
Le dijo el Señor al leproso: Quiero, queda limpio. Y al
momento desapareció de él la lepra y quedó limpio. Nos imaginamos la inmensa
alegría del que hasta ese momento era leproso. Tanto fue su gozo que, a pesar de
la advertencia del Señor, comenzó a proclamar y divulgar por todas partes la
noticia del bien inmenso que había recibido. No se pudo contener con tanta dicha
para él solo, y siente la necesidad de hacer partícipes a todos de su buena
suerte.
Esta ha de ser nuestra actitud ante la Confesión. Pues en ella
también quedamos libres de nuestras enfermedades, por grandes que pudieran ser.
Y no solo se limpia el pecado; el alma adquiere una gracia nueva, una juventud
nueva, una renovación de la vida de Cristo en nosotros. Quedamos unidos al Señor
de una manera particular y distinta. Y de ese ser nuevo y de esa alegría nueva
que encontramos en cada Confesión hemos de hacer partícipes a quienes más
apreciamos, y a todos. No nos debe bastar el haber encontrado al Médico, debemos
hacer llegar la noticia, a través de nuestro apostolado personal, a muchos que
no saben que están enfermos o que piensan que sus males son incurables. Llevar a
muchos a la Confesión es uno de los grandes encargos que Cristo nos hace en
estos momentos en que verdaderas multitudes se han alejado de aquello que más
necesitan: el perdón de sus pecados.
En ocasiones, tendremos que comenzar por una catequesis
elemental, aconsejándoles quizá libros de fácil lectura y explicándoles, con un
lenguaje que entiendan, los puntos fundamentales de la fe y de la moral. Les
ayudaremos a ver que su tristeza y su vacío interior provienen de la ausencia de
Dios en sus vidas. Con mucha comprensión les facilitaremos incluso el modo de
hacer un examen de conciencia profundo, y les animaremos a que acudan al
sacerdote, quizá el mismo con el que nosotros nos confesamos habitualmente, a
que sean sencillos y humildes y cuenten todo lo que les aleja del Señor, que les
está esperando. Nuestra oración, el ofrecer por ellos horas de trabajo y alguna
mortificación, el confesarnos nosotros mismos con la frecuencia que tengamos
prevista, atraerá de Dios nuevas gracias eficaces para esas personas que
deseamos se acerquen al sacramento, a Cristo mismo.
Aquel día fue inolvidable para el leproso. Cada encuentro
nuestro con Cristo es también inolvidable, y nuestros amigos, a quienes hemos
ayudado en su caminar hasta Dios, jamás olvidarán la paz y la alegría de su
encuentro con el Maestro. Y se convertirán a su vez en apóstoles que propagan la
Buena Nueva, la alegría de confesarse bien. Nuestra Madre Santa María nos
concederá, si acudimos a Ella, el gozo y la urgencia de comunicar los grandes
bienes que el Señor –Padre de las Misericordias– nos ha dejado en este
sacramento.
1 Mc 1, 40-45. — 2 Lc 5, 12. — 3
Lev 13, 1-2; 44-46. — 4 San Josemaría
Escrivá, Es Cristo que pasa, 93. — 5 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 25, 2.
— 6 Santo Cura de Ars, citado por Juan XXIII en
Carta Sacerdotii nostri primordia. — 7 Juan
Pablo II, Homilía 17-II-1985. — 8 Cfr. Mt 9, 2 ss. —
9 Juan Pablo II, Homilía en el estadio de
Maracaná, Río de Janeiro, 2-VII-1980. — 10 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 142. — 11 Mc 1,
40.
† Nota: Ediciones Palabra (poseedora de los derechos de autor) sólo
nos ha autorizado a difundir la meditación diaria a usuarios concretos para su
uso personal, y no desea su distribución por fotocopias u otras formas de
distribución.

EVANGELIO
La acción de gracias, que
consiste en proclamar abiertamente el beneficio recibido, es manifestación de
que vivimos en el reino. Alabamos al Padre porque nos sentimos curados de la
lepra que nos margina y nos impide vivir en fraternidad universal.

Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 1,40-45.
En aquel tiempo se acercó a
Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó
diciendo:
-Quiero: queda limpio.
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó
limpio.
El lo despidió, encargándole
severamente:
-No se lo digas. a nadie;
pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación
lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a
divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía
entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así
acudían a él de todas partes.







3-7. CLARETIANOS 2002
Es pequeño Samuel, pero no tanto como para no correr a responder
-al principio con confusión, mucha confusión- con la propia palabra, con la vida
"Aquí estoy" a esa llamada. Responder aunque en aquellos días las palabras del
Señor no eran frecuentes.El sentimiento de sentirse encontrado por Dios
de sentirse adentrado en la "Pasión" del Padre hace que la vida no pueda seguir
igual, que la salud brote a borbotones -sobre todo la que nace del experimentar
que tu vida está cargada de sentido-... quizá por eso, en el fondo, "todo el
mundo te busca".Hoy, Señor, me presento ante ti con todo lo que
soy y lo que tengo. Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta. Siento que no puedo vivir con
la duda todo el tiempo y que se acerca el momento de tomar una
decisión.Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra. Deseo
ponerme ante ti como Abraham, con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos. Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.Aquí me
tienes, Señor, con un deseo profundo de conocer tus designios. Quisiera
tener la seguridad de saber lo que me pides en este momento; quisiera
que me hablases claramente, como a Samuel. Muchas veces vivo en la eterna
duda. Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión y en
medio de todo no acabo de ver claro.Sácame, Señor, de esta confusión en
que vivo. Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos. Quiero perder
tantos miedos que me impiden ver claro el proyecto de vida que puedas
tener sobre mí.¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme! ¿Quieres que
sea un discípulo tuyo para anunciarte en medio de este mundo? Señor,
¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro? ¿Cómo tener la seguridad de que
es este mi camino y no otro?En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas. Si me quieres para
anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor. Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma
más radical como consagrado en medio de los hombres, cuenta conmigo,
Señor. Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi
corazón, habla, Señor, que tu siervo escucha.

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sábado, 4 de febrero de 2012

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Camino de Emaús - Vídeos - Cántico de las criaturas (San Francisco)

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CAMINANDO CON JESUS

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José Luis Martín Descalzo : Carta a Dios

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I. Contemplamos la Palabra Lectura del primer libro de Reyes 3,4-13 En aquellos días, Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues allí estaba la ermita principal. En aquel altar ofreció Salomón mil holocaustos. En Gabaón el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:«Pídeme lo que quieras.»Respondió Salomón:«Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre David, porque caminó en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y le has cumplido esa gran promesa, dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy. Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:«Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama, mayores que las de rey alguno.» Sal 118, 9. 10. 11. 12. 13. 14 R. Enséñame, Señor, tus leyes. ¿Cómo podrá un joven andar honestamente?Cumpliendo tus palabras. R.Te busco de todo corazón,no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.En mi corazón escondo tus consignas,así no pecaré contra ti. R.Bendito eres, Señor,enséñame tus leyes. R.Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca. Mi alegría es el camino de tus preceptos. R. Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 30-34 En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:-«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. »Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. II. Compartimos la PalabraDa pues a tu siervo un corazón sabio”Dios concedió a Salomón una sabiduría e inteligencia extraordinarias. La Sabiduría como Don de Dios es lo que podemos observar en este texto. Salomón pide la sabiduría desde la humildad, con prudencia sin ningún tipo de interés ni egoísmo. Pide a Dios que le dé certeza en el arte de gobernar a su pueblo. Le urge la necesidad del buen juicio y sentido común para saber decidir bien ante los problemas de un pueblo numeroso. Todos necesitamos de la sabiduría para nuestra vida comunitaria o familiar pues quizás en ocasiones nos encontremos con decisiones difíciles ante las que no tengamos capacidad de discernir, de encontrar una solución. Solo desde esa sabiduría, regalo de Dios, sabremos dar claridad y ayuda a los demás. Por eso hoy podemos pedir, como Salomón, que nos sea concedida la sabiduría, un corazón atento que escucha. Podríamos decir como en el salmo “enséñame tus leyes… no permitas que me desvíe de tus mandamientos… mi alegría es el camino de tus preceptos más que todas las riquezas”.“Venid vosotros a un sitio tranquilo a descansar”En este Evangelio vemos dos tipos de escenas. Por un lado Jesús invita a sus discípulos a ir un sitio tranquilo a descansar. Tenemos una gran necesidad de silencio, de recogimiento, de soledad, ante la mucha agitación que vivimos. Tenemos prisa en todo, demasiado activismo que nos agota y empobrece. La mayor parte de la gente vive sumida en el estrés. Por eso queremos descansar, anhelamos un tiempo de descanso, un poco de paz en nuestras vidas, vivir la oración como Jesús. La otra escena que podemos vivir es la escucha, la compasión, el compartir. Jesús ve una multitud y le da lástima. Ve a la gente como ovejas sin pastor, y sin mirar el tiempo que le va a quitar, ni las fuerzas que tendrá que consumir, se pone a enseñarles. Nosotros tenemos necesidad de tener a alguien con quien compartir lo que vivimos, lo que sentimos, tenemos gran sed de ser escuchados. Por eso debemos empezar nosotros a dar eso que Jesús manifiesta en este Evangelio y que nuestro corazón necesita. Situarnos delante de la otra persona con todo nuestro tiempo, con todo lo que somos y tenemos para así poder aliviar sus necesidades más profundas, saber encontrar siempre el hueco grande y alentador para estar con Jesús, para así poder estar también con nuestros hermanos los hombres. MM. Dominicas Monasterio Sta. María la Real Bormujos (Sevilla

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández-Carvajal

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Estéreo Católica - La mejor música Católica en linea, Musica religiosa

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jueves, 2 de febrero de 2012

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