miércoles, 2 de febrero de 2011


BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA
Su fiesta se celebra el 5 de Septiembre


RESUMEN BIOGRÁFICO

Ganxhe Agnes Bojaxhiu -nombre de la Madre Teresa de Calcuta- nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, capital de la actual Macedonia, que en aquel entonces era una pequeña ciudad de 20.000 habitantes bajo dominio turco, pero que había pertenecido durante mucho tiempo a Albania. Vivió en el seno de una familia católica albanesa. Ella lo expresaba con estas palabras:

“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”.

Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu e hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane, su madre, crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de su hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy integrada.

"No había cumplido aún 12 años cuando sentí el deseo de ser misionera", contó más tarde la Madre Teresa. "A los pies de la Virgen de Letnice, escuché un día la llamada Divina que me convencía de servir a Dios", dijo muchos años después la Madre Teresa quien confesó descubrir la intensidad del llamado gracias "a una gran alegría interior".

Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Rathfarnham (Irlanda). Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.

El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.

Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó sólamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.

Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas.

El 5 de septiembre de 1997, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.

Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002, el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa.



FRASES DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA


A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.

El amor, para que sea auténtico, debe costarnos.

Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.

No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.

Nuestra tarea consiste en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios.
El aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí.

No hay mayor pobreza que la soledad.

Muchas veces basta una palabra, una mirada, para llenar el corazón de un niño.

Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. Pero nunca te detengas!

Que Dios te recompense en amor todo el amor que hayas dado y toda la alegría y paz que hayas sembrado a tu alrededor, en todas partes del mundo.


Lo importante no es cuanto hacemos, sino cuanto amor, cuanta honestidad y cuanta fe ponemos en lo que hacemos.

No hay una gran diferencia en la realidad de un país o de otro, porque son siempre personas las que encontramos en todas partes. Pueden verse diferentes o llevar otros trajes, tener una educación o posición distinta. Pero todas son iguales. Son personas a quienes amar. Todas están hambrientas de amor.

Haz las cosas pequeñas con gran amor.

Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. Si extrañas lo que hacías vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas.

La vida sin amor no vale nada; la justicia sin amor te hace duro, la inteligencia sin amor te hace cruel, la amabilidad sin amor te hace hipócrita, la fe sin amor te hace fanático.

Sed bondadosos, generosos, comprensivos. Que todos los que se acerquen a vosotros sean mejores y más felices. Sed la expresión viva de la bondad de Dios:


Bondad en la cara, bondad en los ojos, bondad en la sonrisa, bondad en vuestro saludo, cordial y afectuoso.

Frase para Padres

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.

Sin embargo...
en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,
perdurará siempre la huella del camino enseñado.


Frases sobre La Vida

La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es beatitud, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.

La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es un misterio, descúbrelo.

La vida es promesa, cúmplela.
La vida es amor, gózalo.
La vida es trsiteza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es una tragedia, domínala.

La vida es aventura, vívela.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es es vida, defiéndela.

En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo. Este amor debe resultar del sacrificio de
sí mismos y ha de sentirse hasta que haga daño.


Tómate Tiempo

Tómate tiempo para pensar, es la fuente de poder.
Tómate tiempo para rezar, es el mayor poder de la tierra.
Tómate tiempo para reír, es la música del alma.
Tómate tiempo para jugar, es el secreto de la perpetua juventud.
Tómate tiempo para amar y ser amado, es el privilegio que nos da Dios.
Tómate tiempo para dar, el día es demasiado corto para ser egoísta.
Tómate tiempo para leer, es la fuente de la sabiduría.
Tómate tiempo para trabajar, es el precio del éxito.
Tómate tiempo para hacer caridad, es la llave del Cielo.

Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.

Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal.

ANÉCDOTA

Cuenta la Madre Teresa que una señora hindú, muy rica, fue a verla y le dijo: "Madre, yo quisiera tomar parte en su trabajo." La Madre le respondió: "Eso está muy bien". La señora , entrando en confianza , le dijo: "A mí me gustan y compro saris caros y elegantes todos los meses", (sari = vestido de la India). En ese momento, la señora llevaba un traje que valía 800 rupias, el de la Madre apenas valía 8 rupias. La Madre le aconsejó : " Yo empezaría por el sari, la próxima vez que vaya a comprar uno, cómprelo de 500 rupias y las otras 300 úselas para adquirir saris para los pobres". La señora rica siguió el consejo y fue bajando el costo de su compra mensual ; dice la Madre que la buena señora llegó a comprar para ella saris hasta de 100 rupias y eso porque la Madre le pidió que no bajase de allí. Y ella misma confesó que esto había cambiado su vida y por ahora había tomado verdadera conciencia de lo que es compartir, asegurando que tenía la sensación cabal de haber recibido mucho más de lo que ha dado.
Reflexionemos sobre este pasaje y aprendamos a compartir lo poco o mucho que tengamos.



ORACIONES


ORACIÓN PARA PEDIR LA CANONIZACIÓN DE LA BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA
Y PARA PEDIR UN FAVOR

Jesús, tu hiciste de la Madre Teresa un ejemplo inspirador de Fe firme y Caridad ardiente, un testigo extraordinario del camino de la infancia espiritual y una gran maestra del valor y dignidad de toda vida humana. Concédenos que ella sea venerada e imitada como uno de los santos canonizados de la Iglesia.

Escucha las súplicas de todos aquellos que buscan su intercesión, especialmente la petición que en este momento imploro... (mencione aquí la gracia que desea obtener con la intercesión de la beata Madre Teresa de Calcuta).

Haz que sigamos su ejemplo atendiendo a tu grito de sed desde la cruz y te amemos bajo las apariencias
de los más pobres de los pobres, especialmente los menos amados y menos aceptados.

Te pedimos esto por la intercesión de María, tu Madre y Madre de todos nosotros. Amén.

Nota: Se ruega comuniquen las gracias recibidas por medio de la intercesión de la beata Teresa de Calcuta a esta dirección:
The Postulator, 54A A. J. C. Bose Road, Calcutta 700 016, INDIA.

ORACIÓN POR LA FAMILIA (Madre Teresa de Calcuta)

Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret. Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine amor, la paz y la alegría.

Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con alegría. Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo y de dolor. Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia especialmente en los momentos de angustia.

Haz que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera santa.

Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros pecados.

Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa. Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.

Santos Angeles de la Guarda permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos. Amén



ORACIÓN PARA SONREIR (Madre Teresa de Calcuta)

Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente por el cuidado y compañerismo de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.

Amén.

ORACIÓN QUE REZAN DIARIAMENTE LAS MISIONERAS DE LA CARIDAD POR EXPRESO DESEO DE SU FUNDADORA, LA MADRE TERESA DE CALCUTA.

Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que yo vaya;

Inunda mi alma con tu espíritu y tu vida; penetra todo mi ser y toma de él posesión de tal manera, que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.

Quédate en mi corazón con una unión tan intima,que las almas que tengan contacto con la mía puedan sentir en mí tu presencia y que al mirarme, olviden que yo existo y no piensen sino en TI.

Quédate conmigo: Así podré convertirme en la luz para los otros…

Esa luz, Oh Jesús, vendrá todo de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a las almas a través de mí.

Déjame alabarte en la forma que te es más agradable, llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras en el camino de otras almas.

Déjame predicar tu Nombre con palabras o sin ellas…. Con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural influencia de mis obras, con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente por Ti.

Cardenal John Henry Newman


Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,7-13:
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, quien te tiene a ti nada le falta: solo tú bastas. Nada les faltó a los setenta y dos discípulos, y nada me falta a mí cuando me fío de ti y no estoy apegado a los bienes de la tierra. Quiero ser testigo de que tú llenas mi vida.

San Martín de Porres Perfil histórico
San Martín de Porres nace en Lima el 9 de diciembre de 1579, hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava y de Ana Velázquez, negra libre panameña. Juan de Porres marcha a Guayaquil, Ecuador, comisionado por el Virrey Don García Hurtado de Mendoza. Allí reclama a sus dos hijos que salen para Ecuador. Años más tarde, Don Juan Porres es nombrado Gobernador de Panamá por lo que los niños, Martín y Juana, regresan con su madre a Lima; es el año 1590, Martín tiene once años. A los Doce Martín está de aprendiz de peluquero, y asistente dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.

Conoce a Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes. Le invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.

La legislación de entonces impedía ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresa como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: “Pasar desapercibido y ser el último”. Su anhelo es seguir a Jesús de Nazaret. Se le confía la limpieza de la casa; su escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.

Sirve y atiende a todos, pero no es de todos comprendido. Un día cortaba el pelo y hacía el cerquillo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarle: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.

San Martín lleva dos años en el convento, hace ya seis que no ve a su padre, éste le visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín sea hermano cooperador.

El 2 de junio de 1603 San Martín de Porres se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.

San Martín de Porres es un amor desbordante y universal. Su hermana Juana disfruta de buena posición social, por lo que, en una finca de ésta, da cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.

Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa. El Superior le prohibe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados pos su docilidad. Su vida termina en loor de multitudes el 3 de noviembre de 1639.



Semblanza Espiritual
Juan XXIII sentía verdadera devoción por San Martín de Porres, una pequeña imagen de marfil preside la mesa de su despacho y él mismo lo canoniza el 6 de mayo de 1962.

San Martín de Porres ve confirmado en su persona el Evangelio: “El que se humilla será ensalzado”. Este hombre que sintonizaba con la oscuridad de su piel y que disfrutaba en Dios al verse humillado y postergado, pasados los siglos será un Santo que centre en su persona los dos continentes: Europa y América, San Martín es querido por todos, invocado por ricos y pobres, enfermos y menesterosos, por hombres de ciencia y por ignorantes. Su imagen o su estampa va en los viajes, está en las casas y en los hospitales, en los libros de rezo y en los de estudio. Todo porque fue humilde, obediente, y, como dijera Juan XXIII, “Es Martín de la Caridad”. A nadie extraña que sea Patrono de los Hermanos Cooperadores Dominicos, del Gremio de los Peluqueros, de la Limpieza Pública, Farmacéuticos y Enfermeros. Una Congregación sudafricana le tiene por abogado: Son las Hermanas Dominicas de San Martín de Porres y muchos más. Todos ellos se gozan de que “Fray Escoba” sea su patrono y su ejemplo.

Santa Rosa de Lima Perfil Biográfico
Isabel Flores de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa María", nació en Lima en 1586. La sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.

Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o "doctrinas".

Santa Rosa de Lima en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento. A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar.

Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara), cultiva el huerto de casa u trabaja en costura. De esta forma aporta al sostenimiento de su familia amenazada con estrecheces económicas. En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.

Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa construye una cabaña con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.

Ella misma querrá salir de Lima como misionera pero diversas circunstancias se lo impiden.Murió a los treinta y un años en Lima el 24 de agosto de 1617. Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.



Semblanza espiritual
Santa Rosa de Lima fue celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio, ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Siente profunda veneración por Santa Catalina de Siena , con quien se advierte una sorprendente afinidad, por ello decide, en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica. Amante de la soledad dedica gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración . Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios". Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.

Santa Rosa de Lima arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores

Evangelio del día - Predicación - Orden de Predicadores
San Bernardo, en un sermón para esta fiesta, nos habla de una costumbre de antiquísima tradición, de la que tenemos otros muchos testimonios7: la procesión de los cirios encendidos. «Hoy -nos dice el Santo la Virgen María lleva al templo del Señor al Señor del templo. También José presenta a Dios no su hijo, sino el Hijo amado y predilecto de Dios; y también Ana, la viuda, lo proclama. Estos cuatro celebraron la primera procesión, que después ha de continuarse con gozo en todos los rincones de la tierra y por todas las naciones»

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

martes, 1 de febrero de 2011

#1001568

#1001568




Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame enseguida.

Hoy, Señor, me presento ante ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.

Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.

Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente, como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.

Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mí.

¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?

En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor.
Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.

Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

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Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

THÉRÈSE, la película sobre Santa Teresita

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domingo, 30 de enero de 2011

Els Nostres "Màrtirs"

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Discípulos 5 - Ciberiglesia - Espiritualidad - Evangelización - Javier Salinas Viñals, obispo de Tortosa

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XV Congreso Eucarístico del Movimiento de Adoración perpetua al Santísimo Sacramento (ARPU)

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Fotografías

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Jubileo Dominicano - La misión de la predicación - En solidaridad evangélica con los oprimidos

Jubileo Dominicano - La misión de la predicación - En solidaridad evangélica con los oprimidos
Santo Tomás de Aquino Perfil Biográfico
Santo Tomás de Aquino nace en el castillo de Roccaseca (Italia) el año 1225. Hijo de los condes de Aquino recibe la primera educación religiosa y científica en la abadía de Montecasino, para pasar después a la universidad de Nápoles. Allí el contacto con fray Juan de San Juliano fue causa de que, a sus dieciséis años, frecuentase la comunidad de los hermanos predicadores, siendo el principio de su vocación a la vida apostólica. A los diecinueve años ingresa en la Orden de Predicadores. Esta opción juvenil de Sto. Tomás deberá ratificarla más de una vez; primero, frente a su aristocrática familia que, de novicio, le secuestra y le pone en calabozo durante seis meses en el castillo de Roccaseca; y, posteriormente, frente a los maestros de París, que no le permiten la docencia en la universidad por su condición de fraile mendicante.

Por indicación de Fray Juan Teutónico, Maestro de la Orden, termina sus estudios en París y Colonia, bajo la guía de Fray Alberto Magno, quien le convence de la necesidad de profundizar en Aristóteles, el filósofo de la razón, la razón es don de Dios y a él debe ordenarse.

A los treinta y dos años Tomás de Aquino es maestro de la cátedra de teología de París. En Tomás, la Palabra de Dios en la Escritura tiene la primacía sobre las otras ciencias, y hace de la oración la fuente más fecunda de sus investigaciones. Mientras permanece en París, Tomás y los hermanos Predicadores elaboran en comunidad filosofía y teología, para después hacerla presente en la universidad. Escribe muchas obras que destacan por su profundidad, admirando a maestros y estudiantes por la claridad, la distinción, la sutileza y la verdad con que procedía en la explicación de tantas y tan distintas materias, como son de ver en los cuatro grandes libros que escribió sobre el Maestro de las Sentencias. En estos años dio de sí tales muestras arguyendo, discutiendo y respondiendo que, según el sentir de la universidad, sólo Dios podía dar tanto ingenio, y así era en verdad. Por toda Europa volaba su fama, llevada por los que de todas partes iban a estudiar a la Sorbona y luego regresaban a sus tierras cantando la sabiduría del maestro.

Después de París, impartiría docencia en Roma y en Nápoles, dejando entre otras muchas obras la Suma Teológica.

Santo Tomás de Aquino murió en la abadía de Fossanova el día siete de marzo de 1274 cuando iba de camino al concilio de Lyon. Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V, el once de abril de 1567, lo declaró Doctor de la Iglesia. León XIII, el cuatro de agosto de 1880, lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas.



Semblanza Espiritual
Alternó la enseñanza con la predicación. Actuó con eficaces intervenciones ante la curia pontificia ea favor de los mendicantes. Destacó por su gran candor de vida y una fiel observancia de la vida conventual. La misión de la Orden, es decir, el ministerio multiforme de la Palabra de Dios en la pobreza voluntaria, en él se centró en una continua dedicación al trabajo teológico; investigar incansablemente la verdad, contemplarla con amor y entregarla a los demás en escritos y en la predicación directa. Empleó su capacidad totalmente al servicio de la verdad, ansioso de encontrarla, recibiéndola de donde quiera que viniese y participarla a los demás.

Tuvo siempre un comportamiento humilde y cordial. Su obra demuestra la estrecha coherencia entre la razón humana y la divina revelación.

Santo Tomás de Aquino fue devotísimo de Cristo Salvador, especialmente de la cruz y de la eucaristía, que exaltó en sus composiciones litúrgicas para la fiesta del Corpus Christi. Tuvo una ferviente devoción filial a la Madre de Dios, la Virgen María.


Santo Tomás de Aquino - Maestro de Vida Espiritual Página principal de Santo Tomás de Aquino
Maestro de vida espiritual La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.


Santo Tomás de Aquino es más conocido como gran intelectual que como místico[1]. Es cierto que el acercamiento a sus obras desanima a gran parte de los lectores porque descubren en ellas un exceso de intelectualismo. En sus escritos es raro encontrar confidencias de su propia experiencia espiritual[2]. Su lenguaje es sobrio y, con frecuencia, demasiado especulativo, ajeno al lenguaje tan afectivo de la mayoría de los místicos. Sin embargo, esto no impide que podamos seguir hablando de él como gran maestro de vida espiritual, tanto por el ejemplo de su vida como por la doctrina que enseña. Así lo entendieron en la historia los grandes místicos que se inspiraron en él: Juan de Ruysbroeck, el autor anónimo de La nube del no saber, san Juan de la Cruz, Edith Stein y Manuel García Morente entre otros. Las enseñanzas del Doctor Angélico no quedaron encerradas en las aulas, sino que, de la pluma de algunos de sus discípulos –como Francisco de Vitoria y Bartolomé de Las Casas– generaron un dinamismo capaz de rescatar la dignidad pisoteada de los indígenas del continente americano.

En estas breves páginas nos vamos a limitar a evocar algunas vivencias y reflexiones del maestro Tomás en las que se transparenta su experiencia del misterio.

La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Dios fue siempre la gran pasión de Tomás. Ya desde niño, siendo oblato en la abadía de Montecasino, les preguntaba a los monjes benedictinos: ¿Quién es Dios? Tomás descubrió con el paso del tiempo que esa es una pregunta clave, pero difícil de contestar. Por eso consagró su vida a responderla, siendo consciente de que toda respuesta humana es incompleta, aunque no inútil, pues en ella se juega la salvación. Él sabía que podemos responder a esa pregunta de dos formas bien distintas. La mejor respuesta viene de la vida, de la experiencia. Por eso nos recuerda, convencido de su verdad, la frase magistral del Pseudo Dionisio Areopagita, padre de la mística, quien hablando de su presunto maestro dice: Hieroteo es docto no sólo porque sabe, sino también porque experimenta lo divino. Experimentar lo divino es antes que nada un don de Dios que crea en el ser humano una cierta connaturalidad con él. Ese don de Dios, esa gracia, no arrasa la libertad humana; al contrario, la aumenta, pues nuestras acciones son más nuestras cuando las recibimos enteramente de Dios. Por este camino, cualquier viejecilla cristiana supera con su fe el conocimiento de Dios alcanzado por los filósofos anteriores a la encarnación de Cristo[1]. Es el conocimiento que brota del amor; cuanto más se ama a Dios mejor se le conoce y mayor felicidad produce ese conocimiento. A Dios –nos dice Tomás– no se accede por pasos corporales, porque él está en todas partes, sino por la mente y el corazón. De este mismo modo nos alejamos de él[2].

Pero también reconoce que se puede responder a esa misma pregunta por otro camino más costoso: el estudio. No es el estudio del ateo ni del agnóstico ni del indiferente; es el estudio del creyente que busca y se preocupa por entender lo que cree. ¿Por qué indagar por el camino del estudio? ¿No bastaría con conocer a Dios por la gracia, puesto que a través de ella alcanzamos un conocimiento superior? Tomás responde a estas cuestiones diciendo que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona[3]; la gracia, por tanto, no hace inútil ningún esfuerzo humano. Éste es uno de los adagios más esenciales y quizás más citados de su obra. La importancia de este principio es central, pues su olvido en la historia del cristianismo ha sido fuente de todos los desequilibrios tanto en el pensamiento como en la acción[4].

Cuando, mediante el estudio, analizamos atentamente la realidad y nos remontamos a su origen, podemos descubrir que Dios existe, es decir, que él es la causa de todo (vía afirmativa); cuando percibimos la diferencia que hay entre Dios y todo lo demás, descubrimos que Dios no es nada de lo que ha sido creado (vía negativa); cuando afirmamos que él es la causa de todo, descubrimos que está por encima de todo (vía de la preeminencia)[5]. Pero el conocimiento de Dios que alcanzamos por la gracia es más profundo. No obstante, incluso por la gracia seguimos sin saber qué es Dios; por eso nos unimos a él como a algo desconocido[6]. Dadas las limitaciones de nuestro conocimiento, Tomás no dudará en afirmar que a Dios es mejor amarle que conocerle[7]. El amor mismo es ya conocimiento[8]. No hay contradicción aquí con el famoso adagio que enseña que nada puede ser amado si no es previamente conocido, pues una persona puede ser perfectamente amada sin ser perfectamente conocida; y algo semejante ocurre cuando se ama a Dios[9].

Maestro de vida espiritual La pasión por Dios La caridad La oración y contemplación



Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Tomás es consciente de que la vida espiritual consiste principalmente en la caridad; sin ella no existe vida espiritual. De este modo identifica la vida espiritual con la perfección de la caridad[1]. Pero, ¿en qué consiste la caridad? Siguiendo el desarrollo de su pensamiento encontramos numerosas afirmaciones que van perfilando su concepción del amor. Influenciado por Aristóteles, define el amor como desear el bien a alguien. Pero este amor no se limita al mero deseo o al sentimiento, sino que empuja a esforzarse y trabajar para que ese deseo se convierta en realidad. El amor es definido igualmente como fuerza de unión que une a la persona que ama con la persona amada, hasta el punto de que esta última es tratada y considerada como si fuera un segundo yo. Esto mismo se aplica al amor de Dios: su amor es fuerza que une, respetando siempre la alteridad, es decir, sin destruir en absoluto a las personas amadas[2]. La mística cristiana se distingue radicalmente de otras místicas porque en ella la plenitud no se alcanza mediante la disolución del sujeto en un todo divino.

Inspirado en el lenguaje místico del Pseudo Dionisio, Tomás define también el amor como salida, como éxtasis o como éxodo; el amante sale de sí mismo para instalarse en la persona amada, en el sentido de que busca el bien de la persona amada y se esfuerza por procurárselo como si se tratara de sí mimo. Esto se aplica también a Dios: por su amante bondad, sale fuera de sí para crear todos los seres, y permanece fuera cobijando la creación entera con su providencia[3]. Desde la eternidad todas las criaturas están en Dios como amadas, aunque el amor de amistad se reserva únicamente para los seres racionales.

Tomás entiende igualmente el amor como la principal pasión y como la fuente de todas las demás pasiones, incluso del odio. El amor brota únicamente de la atracción que provoca el bien en los seres. Pero hay que distinguir dos clases de amor: el amor de concupiscencia o de deseo y el amor de amistad. En ambos casos hay salida hacia fuera de uno mismo, pero la finalidad de esta salida es muy diferente en un caso y en otro. En el primer caso es una salida para volver de nuevo sobre sí. Se sale atraído por el bien que se encuentra en las personas y en las cosas, y una vez que uno se ha apropiado de ese bien se retorna sobre sí. En cambio en el amor de amistad se da una salida sin retorno, se sale no para apropiarse de los bienes ajenos sino para compartir el propio bien y para buscar el bien del otro. El amor de concupiscencia es ambivalente, aunque no siempre es malo desde el punto de vista ético. No es malo cuando, por ejemplo, se dirige a las cosas que necesitamos para cubrir las necesidades más elementales de la vida. Pero cuando se dirige a las personas, se convierte en una forma restringida del amor, porque tiende a relacionarse con ellas en función del propio yo, de las propias necesidades y deseos. Es un amor parcial, porque sólo tiene en cuenta una parte del otro, y siempre en la medida en que beneficia al propio yo. Es un amor incompleto, porque deja en la sombra una gran parte del otro. Es un amor funcional, y puede conducir al egoísmo, a la posesión y a todas las demás formas de inmoralidad[4].

En cambio, el amor de amistad se caracteriza por el olvido o el abandono de sí. Entre los rasgos esenciales de un amor así, Tomás señala en primer lugar la benevolencia o el deseo de hacer el bien a alguien por sí mismo, no por la utilidad o el placer que proporciona. Cuando amamos a alguien de este modo buscamos su bien antes que el nuestro, nos alegramos de su dicha antes que del bien que produce en nosotros su amistad. Un segundo rasgo es la reciprocidad. La benevolencia por sí sola no abarca toda la amistad. Puede existir benevolencia sin reciprocidad; podemos desear el bien a una persona sin ser correspondidos por ella o incluso sin desear ser correspondidos. Pero el amor no queda satisfecho si no desemboca en la reciprocidad, en la comunión de la amistad. El tercer rasgo consiste en la necesidad de que exista una cierta semejanza o igualdad entre los amigos, que haga posible el intercambio recíproco y la conversación familiar de la amistad, pues nuestro afecto hacia las otras personas surge cuando descubrimos o simplemente presentimos una semejanza de pensamientos, sentimientos, ideales,…

Tomás define la caridad como una cierta amistad con Dios, como una unión afectiva y recíproca que presenta todas las características de una verdadera amistad. Esta definición se apoya en la autoridad del evangelio de san Juan, donde Jesús les dice a sus discípulos: ya no os llamo siervos sino amigos (15, 15). La benevolencia con Dios se ejerce interesándose en primer lugar por su propio bien personal, amando lo que él ama, queriendo lo que él quiere, alegrándonos de la dicha de la que él goza, poniéndonos enteramente a su servicio. Dios, por su parte, no puede dejar de corresponder a ese amor que él mismo ha suscitado, buscando nuestro bien y ofreciéndonos su amistad. Nosotros nunca podremos corresponder al don de Dios con una reciprocidad exacta. Aunque en realidad no es la reciprocidad exacta del don lo que hace vivir a la amistad. Dios no espera recibir primero para amar ni para dar. Los amigos no dan jamás para recibir, sino que dan porque aman. Dios ama por la alegría de amar; ama más porque tiene más para dar[5]. Quien tiene caridad ama por amor; esa es la finalidad más legítima de la caridad. De ahí deduce el Aquinate que la caridad consiste más en amar que en querer ser amado. Respecto a la tercera condición, es decir, la semejanza, Tomás está convencido de que la amistad reside en una cierta igualdad, porque es imposible que la amistad pueda surgir entre dos seres muy diferentes. Por eso, para que la amistad entre Dios y la humanidad fuera más íntima, Dios se hizo hombre, dado que la amistad es algo natural entre los seres humanos. De este modo hemos conocido a Dios visiblemente, para serconducidos al amor del Invisible[6]

Tomás establece un orden en el amor. Dado que Dios es el fundamento de la caridad misma, hay que amar a Dios más que a uno mismo. El amor a Dios abarca también al prójimo, porque no amamos realmente a Dios si no amamos lo que él ama. Pero, inspirándose en el libro del Levítico (19, 18) y en el evangelio según san Mateo (22, 39), defiende la concepción aristotélica de que la amistad con nuestros semejantes no consiste en otra cosa que en extender al amigo el amor que uno siente por sí mismo. De este modo la raíz de esta amistad y lo que la dinamiza es el amor que sentimos por nosotros mismos. Este amor es el modelo y el alimento de la amistad. Pero este “yo” que hay que amar más que al amigo se refiere al “hombre espiritual” del que habla san Pablo en sus cartas; por eso, este amor de amistad no renuncia a soportar cualquier sufrimiento o incluso a dar la vida, si es necesario, en beneficio del amigo[7].

Tomás repite con insistencia que la caridad desemboca en oración y contemPágina principal de Santo Tomás de Aquino
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Fr. Manuel Ángel Martínez de Juan O.P.

Todos sus biógrafos coinciden en presentar a Tomás como un hombre de profunda oración, como un gran contemplativo que supo alternar el estudio y la oración, haciendo del estudio oración y de la oración estudio[1]. Fray Reginaldo, su secretario y amigo íntimo, quien cuidó de él como una nodriza, nos cuenta que “antes de ponerse a estudiar, sostener una discusión, enseñar, escribir, o dictar, recurría a la oración en secreto, con frecuencia deshecho en lágrimas. Si alguna duda se le ofrecía, interrumpía el trabajo mental para acudir nuevamente a sus plegarias”. Por tal comportamiento, este mismo personaje llegó a afirmar que su sabiduría no procedía ni de su ingenio ni de su estudio, sino que la suplicó a Dios por medio de la oración.

Hay una anécdota emotiva que nos permite penetrar en la sensibilidad religiosa de Tomás; cuenta su biógrafo Guillermo de Tocco que en la oración de Completas, durante el tiempo de Cuaresma, cuando se cantaba el responsorio Media vita[2], no podía contener el llanto al llegar a las palabras: No nos rechaces en la vejez, cuando nos van faltando las fuerzas no nos abandones, Señor. Estas palabras del responsorio están inspiradas en el Salmo 70, 9. Tomás retoma estas mismas palabras al comentar la sexta petición del Padrenuestro que dicen: no nos dejes caer en la tentación. Sus lágrimas parecen expresar el deseo ardiente de llegar a la contemplación de Dios, deseo sobre el que tanto escribió, y el temor de verlo debilitarse con la pérdida del vigor juvenil[3].

Tomás fue un enamorado de la cruz y de la eucaristía. Cuando estaba escribiendo la tercera parte de la Suma de Teología, que trata sobre la pasión y resurrección de Cristo y sobre los sacramentos, pasaba largas horas de oración ante el crucifijo. Después de haber escrito sobre un asunto difícil referente a la eucaristía se fue a la Iglesia, se arrodilló ante el crucifijo, colocó su cuaderno ante su divino Maestro y comenzó a orar con los brazos en cruz. En cierta ocasión, el sacristán de la iglesia de San Nicolás de Salerno, Fray Domingo de Caserta, lo sorprendió en oración y oyó una voz procedente del crucifijo que le decía: “Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?” Y Tomás respondió sin pensarlo dos veces: “¡Sólo a ti, Señor!” (non nisi te, Domine!). Esta respuesta coincide plenamente con su doctrina sobre la oración y sobre la esperanza, donde se expresan los anhelos más profundos del corazón humano. El Aquinate enseña que en nuestra oración debemos pedir principalmente nuestra unión con Dios, o a Dios mismo, pues no hay que esperar de Dios algo que sea menor que Dios[4].

Tomás fue un enamorado de Cristo, al que encontró a diario en la eucaristía. Todos los días celebraba temprano la misa, ayudado por su secretario y amigo Fray Reginaldo, y participaba en otra misa ayudando a éste. En sus escritos habla de la eucaristía como la expresión más grande de la amistad de Cristo con los suyos, pues es propio de los amigos convivir juntos. La eucaristía es para él igualmente el gesto más grande de la caridad de Cristo y el alimento de nuestra esperanza, porque en ella se da una unión muy familiar entre Cristo y nosotros[5]. Esta importancia de la eucaristía en su vida se refleja en la composición del oficio litúrgico de la fiesta del Corpus, donde no habla simplemente de recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, sino de recibir al mismo Cristo e incluso a Dios[6]. Los himnos y las oraciones que compuso son de un gran lirismo poético y manifiestan una gran ternura mística (Lauda Sion, Pange lingua,…). Sin duda, su oración más bella a Cristo en la eucaristía es el Adoro Te[7], compuesto en su lecho de muerte. Es un poema profundo, teológico, en el que Tomás se dirige a Cristo para cantarle su amor; le implora y le suplica como el buen ladrón; le expresa su deseo más profundo de vivir siempre con él y contemplarle cara a cara. Ese deseo se hizo todavía más vivo cuando recibió su última comunión. Así lo expresan sus mismas palabras: “Te recibo, precio de la redención de mi alma, viático de mi peregrinación; por amor a ti estudié, velé y trabajé. Te prediqué, te enseñé y nunca dije nada contra ti, a no ser por ignorancia, pero no me empeño en mi error; si he enseñado mal acerca de este sacramento o sobre cualquier otro, lo someto al juicio de la santa Iglesia romana, en cuya obediencia salgo ahora de esta vida”.

Toda la obra y la vida del Doctor Angélico fue un esfuerzo por buscar a Dios a través del estudio y la contemplación y por comunicar a los demás el resultado de este esfuerzo, convencido como estaba de que es más perfecto iluminar que lucir, comunicar lo contemplado que contemplar solamente[8].






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[1] Santiago Ramírez, Introducción general, Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, Madrid 1947, tm. I, p. 63.

[2] Reproducimos aquí el comienzo de este responsorio, tomándolo del Propio de la Orden de Predicadores, p. 1377: En mitad de la vida estamos ya en la muerte, ¿en quién, Señor, buscaremos ayuda, sino en ti, que justamente te aíras por nuestros pecados? *Santo Dios, santo fuerte, santo y misericordioso Salvador, no nos dejes en manos de la amarga muerte.

[3] André Duval nos ofrece otra interpretación de estas lágrimas. Fray Tomás llora porque se siente conmovido ante la indecible ternura de Dios hacia la humanidad. Sus lágrimas expresan también una serie de sentimientos contradictorios que brotan de lo más profundo de su alma, como la tristeza, la compasión y la alegría; tristeza ante el temor de la muerte; compasión ante la dolorosa pasión de Jesús; alegría muy dulce porque a través del grito de angustia del Salvador se hizo posible el encuentro de la humanidad con Dios nuestro Padre. Cf. “Les larmes de frère Thomas”, La vie spirituelle 147 (1993) 721-725.

[4] Cf. II-II, q. 17, a. 2c.

[5] Cf. III, q. 75, a. 1c.

[6] Cf. Jean-Pierre Torrell, “Adoro Te la plus belle prière de saint Thomas”, Recherches Thomasiennes. Études revues et augmentées, Paris 2000, p. 372.

[7] Transcribimos el texto del Propio de la Orden de Predicadores. Liturgia de las horas, Roma 1988, p. 1795, corrigiendo el primer verso según el texto establecido por R. Wielockx (separamos los versos por una línea oblicua y las estrofas por dos): Te adoro con fervor, Verdad oculta,/ que estás bajo estos signos escondida,/ a ti mi corazón se rinde entero/ y desfallece todo si te mira.// Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto,/mas tu palabra engendra fe rendida:/ cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo/ pues no hay verdad como la verdad divina.// En la cruz la deidad estaba oculta,/ aquí la humanidad está escondida,/ y ambas cosas creyendo y confesando,/ pido yo cuanto el buen ladrón pedía.// No veo, como vio Tomás, tus llagas,/ mas por su Dios te aclama el alma mía:/ haz que siempre, Señor, en ti yo crea,/ que espere en ti, que te ame sin medida.// Oh memorial de la muerte de Cristo,/ oh pan vivo, que al hombre das la vida:/ concede que de ti viva mi alma,/ que guste de tu celestial delicia.// Jesús mío, pelícano piadoso, con tu sangre mis impurezas limpia,/ que ya una gota de tu sangre puede,/ salvar al mundo entero del pecado.// Jesús, a quien ahora miro oculto,/ cumple, Señor, cuanto mi alma ansía:/ mirar, feliz, tu rostro descubierto/ y en visión clara siempre contemplarte. Amén.

[8] Cf. II-II, q. 188, a. 6c.


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La Espiritualidad de Sto. Tomás La experiencia personal de Sto. Tomás

La "divinización" del ser humano El conocimiento de Dios y la predicación La oración

Fray Julián de Cos, OP

Los expertos en el pensamiento tomista coinciden en destacar que santo Tomás de Aquino (1225-1274) no fue un mero “intelectual”. Su extensa obra es fruto en buena medida de su experiencia de Dios. Se trató de un hombre de profunda oración. Como contemplativo, “supo alternar el estudio y la oración, haciendo del estudio oración y de la oración estudio”(1). Fray Reginaldo, el secretario de santo Tomás, cuenta que éste, “antes de ponerse a estudiar, sostener una discusión, enseñar, escribir, o dictar, recurría a la oración en secreto, con frecuencia deshecho en lágrimas. Si alguna duda se le ofrecía, interrumpía el trabajo mental para acudir nuevamente a sus plegarias”(2).
Las dos grandes devociones de santo Tomás fueron la cruz y la eucaristía. Pasaba largas horas de oración ante el crucifijo cuando escribía la tercera parte de la Suma Teológica, que trata sobre la pasión y resurrección de Cristo y sobre los sacramentos. Estando orando santo Tomás ante un crucifijo, el sacristán del convento de San Nicolás de Salerno oyó una voz procedente de dicho crucifijo que le decía al santo: “Tomás, has escrito muy bien sobre mí; ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?” Y éste le contestó rápidamente: “¡Sólo a ti, mi Señor!”.(3)
La eucaristía era para santo Tomás el gesto de mayor caridad de Cristo y el alimento de nuestra esperanza, porque en ella se da una unión muy familiar entre Jesucristo y nosotros. Destaca en su obra la composición del oficio litúrgico de la fiesta del Corpus y Adoro Te, su oración más bella a Cristo en la eucaristía.(4)

Afirma Manuel Ángel Martínez: “Toda la obra y la vida del Doctor Angélico fue un esfuerzo por buscar a Dios a través del estudio y la contemplación y por comunicar a los demás el resultado de este esfuerzo”(5).

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Fray Julián de Cos, OP

El ser humano es potencialmente perfecto
Dios es perfecto dentro de su absoluta simplicidad y las criaturas participan de esa perfección en su naturaleza y en sus operaciones(1). La perfección del ser humano(2) depende del grado de su participación de la perfección divina. Ésta participación se puede adquirir por dos vías: natural: el ser humano es imagen de Dios en cuanto participa de su ser y sus operaciones de entendimiento y voluntad(3); sobrenatural: la gracia divina nos redime del pecado original y de los pecados personales(4) y nos eleva al rango de hijos de Dios, haciéndonos participar de la naturaleza divina(5). Si bien la gracia es un don que Dios da según su voluntad(6), por medio del mérito de nuestras buenas obras, ésta puede crecer en nuestra alma(7) progresiva e indefinidamente(8), pudiendo nuestra alma alcanzar un alto grado de identificación con Dios en su ser y en su obrar.(9)

Mediante la transformación identificadora con Dios, el ser humano se hace un dios por participación(10). Pero esto no ha de pretenderse alcanzar por medios indebidos o por uno mismo(11): sólo Dios deifica a la persona, y lo hace mediante la gracia santificante, que es un efecto de un acto especial de su amor, que “es cierta forma y perfección, que permanece en el hombre incluso cuando no obra”(12).

La caridad
La perfección espiritual no consiste simplemente en la transformación por la gracia, sino en la caridad(13). Ésta es fruto de la gracia. Mientras que la gracia da a las virtudes infusas una primera perfección, la caridad les da la perfección última(14). La caridad es el principio originante y motor de los actos de todas las virtudes. La configuración del amante –el ser humano– con el amado –Dios– no sólo le hace semejante a él sino que le hace obrar como él. El amor que nos une a Dios nos empuja a obrar virtuosa y santamente(15). Además, lo hace con tanto mayor agrado cuanto más perfecta es la caridad.(16)

Manuel Ángel Martínez(17) distingue en santo Tomás tres definiciones de amor y dos tipos de amor. Las tres definiciones son éstas: desear el bien a alguien –de influencia aristotélica-; la fuerza de unión que une a la persona que ama con la persona que es amada, a modo de salida, éxtasis o éxodo –de influencia de Pseudo Dionisio-; y la principal pasión y la fuente de todas las demás pasiones, incluso del odio. Distingue dos tipos de amor: El amor de concupiscencia o de deseo –se trata de un amor parcial e incompleto, que no siempre es moralmente malo-; y el amor de amistad, que es benevolente y recíproco yse caracteriza por el olvido o el abandono de sí y que requiere cierta igualdad o semejanza entre los amigos para que haya reciprocidad. La definición de este segundo tipo de amor es analógica(18) y se basa en Jn 15,15: “ya no os llamo siervos sino amigos”. Porque en esta amistad se da benevolencia, reciprocidad y semejanza, Dios se hizo hombre(19). Santo Tomás(20) también establece un orden en el amor –así lo explica Manuel Ángel Martínez–:

“Dado que Dios es el fundamento de la caridad misma, hay que amar a Dios más que a uno mismo. El amor a Dios abarca también al prójimo, porque no amamos realmente a Dios si no amamos lo que él ama. Pero, inspirándose en el libro del Levítico(21) y en el evangelio según san Mateo(22), defiende la concepción aristotélica de que la amistad con nuestros semejantes no consiste en otra cosa que en extender al amigo el amor que uno siente por sí mismo. De este modo la raíz de esta amistad y lo que la dinamiza es el amor que sentimos por nosotros mismos. Este amor es el modelo y el alimento de la amistad. Pero este ‘yo’ que hay que amar más que al amigo se refiere al ‘hombre espiritual’ del que habla san Pablo en sus cartas; por eso, este amor de amistad no renuncia a soportar cualquier sufrimiento o incluso a dar la vida, si es necesario, en beneficio del amigo”(23).

La fe y la esperanza
También la fe y la esperanza ejercen una acción divinizadora, aunque no absolutamente como la caridad, sino sólo bajo cierto aspecto. El objeto de la fe es Dios como Verdad primera. Así mismo, Dios es el objeto de la esperanza, pero en cuanto es aprehendido y aceptado como causa primera eficiente de la salvación, y como causa final última de ella, pues en su satisfacción consiste la felicidad(24). Todas las virtudes constituyen, en definitiva, un elemento de identificación con Dios, y, por consiguiente, de perfección y de deificación.(25)

Los grados de perfección
En la medida que la caridad puede ser más o menos intensa, santo Tomás(26) distingue diversos grados de perfección.

1.Primer grado: el nivel máximo consiste en amar según toda la capacidad de la persona, en todo momento. Esto no es posible aquí en esta vida. Corresponde a los bienaventurados del Cielo.
2.Segundo grado:se trata de la caridad de aquellos que intentan por todos los medios dedicarse a Dios y a las cosas divinas. A este nivel llegan unos pocos.
3.Tercer grado: es el de las personas que ponen su corazón habitualmente en Dios. Es propio de los que tienen la virtud de la caridad.
Paralelamente, santo Tomás(27) distingue tres niveles en la vida espiritual:

1.Incipientes o niños: se esfuerzan fundamentalmente en resistir a las pasiones desordenadas y evitar el pecado.
2.Proficientes o aprovechados: trabajan en acrecentar la caridad.
3.Perfectos: buscan abandonar este mundo para unirse a Dios y gozar de él al modo de san Pablo(28): “Deseo morir para estar con Cristo”(29).
El proceso de purificación
El alma necesita un proceso previo de preparación para ascender en la caridad y la perfección(30). Mediante el ejercicio de las virtudes morales y cardinales el alma se purifica. En el estadio inicial se sitúan las virtudes purgativas, que rectifican las pasiones, eliminando sus excesos. Cuando el alma ha alcanzado un alto grado de perfección, estas virtudes subsisten, pero ya no tienen que actuar contra las pasiones tan esforzadamente. Hablando de este proceso de purificación que es necesario para ir ascendiendo en la perfección, Santo Tomás hace referencia a:

1.El ayuno: “purifica la mente, eleva el sentido, somete la carne al espíritu, hace el corazón contrito y humillado, disipa las tinieblas de la concupiscencia, extingue los ardores de la sensualidad y enciende el fuego de la castidad”(31).
2.La castidad, sobre todo en su grado más alto: la virginidad. La lujuria es uno de los pecados que absorben al ser humano y le alejan de Dios(32). Así mismo, es preciso acrecentar la pobreza evangélica o pobreza de espíritu para controlar la preocupación por los negocios de este mundo y tener así la mente fija en Dios y su corazón apaciguado.
3.El desapego de sí mismo: el amante no ha de pertenecerse a sí mismo, sino al amado –Dios–. Los diversos grados de amor divino han de corresponderse con diversos grados de negación de sí mismo. Para alcanzar la perfección espiritual y en aras al amor de Dios y para dedicarse más libremente a él, hay que renunciar incluso de aquellos placeres que no son pecaminosos. Es necesario renunciar a los gustos y hacer en todo la voluntad de Dios. Pero a los que pretenden conseguir esto, Dios los prueba con tentaciones y tribulaciones. Así los conforma con el Crucificado(33).
Los siete dones del Espíritu Santo
La práctica de las virtudes merece, además del aumento de la gracia y del hábito de las mismas virtudes, el incremento de los siete hábitos sobrenaturales que son los dones del Espíritu Santo. Éstos son diferentes de las virtudes. Gracias a ellos la persona se dispone a seguir –de una manera pronta, directa e inmediata– la inspiración del Espíritu Santo de un modo superior a su modo connatural humano. Ello se lleva a cabo en orden a un objeto o fin que las virtudes no pueden por sí solas alcanzar. Es decir, los dones del Espíritu Santo son necesarios para la salvación. Éstos dotan a los actos de las virtudes de perfección consumada y heroicidad –a ello está llamado todo cristiano–. En la medida que crecen las virtudes y los dones, va aumentando también la disposición psicológica del sujeto a recibir ese crecimiento. En tanto que aumentan la disposición y los méritos, Dios produce proporcionalmente el crecimiento espiritual de esa persona. Cuando dicho crecimiento alcanza un cierto nivel, desarrollándose en el sujeto los hábitos de los dones, éste es capaz de ser movido directamente por el Espíritu Santo.(34)

El estudio de la teología en la Baja Edad Media
Según cómo se estudie la teología en las escuelas resulta un tipo determinado de espiritualidad(1):

1.En las escuelas monásticas se consideraba que la fe es una cuestión de voluntad y se la definía como una adhesión afectiva a una verdad revelada. Se empleaba un método simbólico y alegórico, propio de la exégesis espiritual. El objetivo era la contemplación.
2.En las escuelas catedralicias(2), urbanas, donde se forma santo Tomás (y el resto de la orden dominicana), la fe es un asunto que implica a toda la persona, no sólo la voluntad. Se la define como una adhesión del entendimiento a la verdad revelada. El ideal, presente en el origen de la escolástica, es una fe que busca la inteligencia. La fe utiliza la razón para descubrir la credibilidad de la verdad revelada.
El concepto de “estudio” según santo Tomás
Santo Tomás le dio mucha importancia a la actividad intelectual. Según él: “Estudio es una palabra que designa aplicación intensa de la mente a algo, cosa que no puede hacerse sino mediante su conocimiento”(3). La “estudiosidad” la localiza entre las partes de la templanza. Distingue en ella dos aspectos: el apetito de saber y el esfuerzo requerido para la actividad intelectual.(4)

La gracia ayuda a nuestra imperfecta inteligencia
Experimentar a Dios es, ante todo, un don divino, una gracia, que aumenta la libertad humana “pues –dice Manuel Ángel Martínez hablando sobre el pensamiento de santo Tomás(5)– nuestras acciones son más nuestras cuando las recibimos enteramente de Dios. Por este camino, cualquier viejecilla cristiana supera con su fe el conocimiento de Dios alcanzado por los filósofos anteriores a la encarnación de Cristo. Es el conocimiento que brota del amor; cuanto más se ama a Dios mejor se le conoce y mayor felicidad produce ese conocimiento”(6). Entonces surge una pregunta: ¿Por qué estudiar si por medio de la gracia alcanzamos un conocimiento superior?: porque “la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona”(7). La gracia, por tanto, no hace inútil ningún esfuerzo humano.(8)

El conocimiento por connaturalidad y a través del amor
Además del conocimiento por el estudio y el uso de la razón, en la Suma Teológica santo Tomás también habla del conocimiento por connaturalidad, que es especialmente importante en el área de la moral(9). Afirma William Johnston: “Aquí uno ‘con-naturaliza’ con el objeto, que está, por decirlo de alguna forma, encarnado en sí mismo. Tomás usa la palabra inclinación; uno juzga per inclinationem(10). Éste es el conocimiento que proviene del amor y de la unión”(11).

El conocimiento por connaturalidad es la más alta sabiduría, es un don del Espíritu Santo(12) y tiene gran importancia cuando nos relacionamos con Cristo(13) o hablamos de Dios, pues, como dice san Juan(14), sólo el que ama conoce a Dios, pues Dios es amor(15):

“Y esa compenetración o connaturalidad con las cosas divinas proviene de la caridad que nos une con Dios, conforme al testimonio del Apóstol: Quien se une a Dios, se hace un solo espíritu con El (1 Cor 6,7). Así, pues, la sabiduría como don, tiene su causa en la voluntad, es decir, la caridad; su esencia, empero, radica en el entendimiento, cuyo acto es juzgar rectamente, como ya hemos explicado (1 q.79 a.3)”(16).

El amor a Dios, el desconocido
Cuando estudiamos la realidad y nos remontamos a su origen, podemos descubrir que Dios existe (vía afirmativa). Pero si comparamos a Dios con la creación, constatamos que son dos realidades absolutamente diferentes (vía negativa). Y si afirmamos que es la causa de todo, descubrimos que está por encima de todo (vía de la preeminencia). La gracia nos puede ayudar a profundizar en el conocimiento de Dios. Pero ni siquiera con su auxilio llegamos a saber qué es Dios. Por eso buscamos unirnos a él como a algo desconocido(17).

Debido a esta dificultad, santo Tomás no dudará en afirmar que a Dios es mejor amarle que conocerle(18). Si bien, el mismo amor es ya conocimiento(19). Así como una persona puede ser perfectamente amada sin ser perfectamente conocida, algo semejante ocurre cuando se ama a Dios(20).

La fe perfecciona el intelecto humano
Santo Tomás considera que la fe, como virtud teologal, es una perfección del intelecto humano(21). Dios, por medio de la gracia, induce a la voluntad humana a aceptar verdades –conocimientos– de origen divino que superan las facultades intelectivas. En su obra Expositio primae decretalis ad Archidiaconum Tudertinum, santo Tomás se basa en el profeta Oseas(22): “me casaré contigo en la fidelidad”, para subrayar la dimensión mística de la fe cristiana en tanto que ésta, desde el punto de vista teológico, puede instaurar una unión entre Dios y el ser humano. La fe no sólo lleva a la persona al conocimiento de la verdad revelada, sino también a la experiencia auténtica de las Personas divinas que los contenidos de dicho conocimiento representan. La trasformación operada por la fe en el entendimiento es el inicio de la vida nueva que la caridad instaura en la persona. La caridad hace que el ser humano se mueva a amar a Dios, alcanzando la perfección terrena en la percepción afectiva del Padre, es decir, en lo que santo Tomás denomina “contemplación”.(23)

El fin del estudio y de la contemplación es la predicación
Santo Tomás consideró que era necesario el estudio en las Órdenes dedicadas a la predicación(24). Es más, defendió la superioridad de las Órdenes dedicadas a la enseñanza y la predicación –o a ministerios parecidos-, sobre las que se dedican simplemente a la contemplación, “ya que es más perfecto iluminar que ver la luz solamente, y comunicar a los demás lo que se ha contemplado –contemplata aliis tradere(25)-, que contemplar sólo”.(26)


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Fray Julián de Cos, OP

Siguiendo la cuestión 83 de la II-II de la Suma Teológica, vamos a mostrar un pequeño esbozo de las ideas más importantes que aporta sobre este tema santo Tomás:

¿La oración es acto de la facultad apetitiva? –a. 1–. Apoyándose en san Agustín(1) y san Juan Damasceno(2), santo Tomás entiende la oración como petición o súplica(3). Además, le aplica el sentido aristotélico: “la razón suplica para obtener lo más perfecto”(4). Así muestra que la oración es un acto de la razón.

Movida por el amor de caridad, la oración tiende hacia Dios de dos maneras. Una por parte de lo que se pide, porque lo que principalmente hemos de pedir en la oración es nuestra unión con Dios(5). La otra manera es por parte de la persona que pide, que le conviene acercarse a Dios mentalmente(6).

Por tanto son dos las definiciones de oración de santo Tomás: “elevación de la mente a Dios” y “petición”(7).

¿Es conveniente orar? –a. 2–. No oramos para alterar la disposición divina, sino para merecer lo que Dios había determinado darnos desde el principio de los tiempos(8); ni tampoco para informarle de nuestras necesidades y deseos, sino para que nosotros mismos nos convenzamos de que necesitamos de la ayuda divina para tales casos.

¿La oración es acto de religión? –a. 3–. La oración es un acto propio de la religión pues mediante ella el ser humano muestra reverencia a Dios en cuanto que se somete a él y reconoce que le necesita como autor de los bienes.

¿Se debe orar sólo a Dios? –a. 4–. Podemos orar directamente a Dios, pues nuestras oraciones han de ordenarse para la consecución de la gracia y la gloria, que sólo vienen de Dios(9). También podemos orar a Dios encomendándonos por medio de santos y personas, para que por sus preces y sus méritos, nuestras oraciones obtengan el efecto deseado(10).

¿Debemos pedir a Dios en la oración algo determinado? –a. 5–. Ciertamente, podemos llegar a pedir a Dios cosas que nos pueden resultar perjudiciales, como podrían serlo las riquezas(11), pero hay bienes que el ser humano nunca va a usar mal: los que constituyen nuestra bienaventuranza y los que hacen que la merezcamos. El Espíritu Santo nos inspira santos deseos para que pidamos lo que nos conviene(12). Nos conformamos a la voluntad de Dios al pedirle algo que pertenece a nuestra salvación(13).

¿Debe pedir el hombre en la oración bienes temporales? –a. 6–. Pueden pedirse bienes temporales, no como lo principal, poniendo en ellos nuestro fin, sino como ayudas para avanzar hacia la bienaventuranza, es decir, como medios para nuestra vida corporal y como instrumentos para la práctica de las virtudes.

¿Debemos orar por los demás? –a. 7–. Debemos pedir bienes para nosotros, por necesidad, y para los demás, por amor al prójimo. Es más grata a Dios esta segunda oración que la que hacemos por necesidad.

¿Debemos orar por nuestros enemigos? –a. 8–. Es necesario que en nuestras oraciones comunes que hacemos por los demás no excluyamos a nuestros enemigos. Pero el orar en especial por los enemigos es de perfección, no de necesidad, salvo casos especiales.

¿Están formuladas convenientemente las siete peticiones de la oración dominical? –a. 9–. Dado que, en cierto modo, la oración interpreta nuestros deseos ante Dios, el Padrenuestro no sólo regula nuestras peticiones, determinando lo que es lícito pedir a Dios y el orden en que ha de hacerse, sino también nuestros afectos.

¿El orar es propio de la criatura racional? –a. 10–. Orar es propio de quien esta dotado de razón y tiene un superior a quien suplicar. Por tanto, no es propio de las Personas divinas orar pues no tienen superior, ni de los animales brutos, pues no tienen razón, y sí lo es de la criatura racional.

Cuando se dice “El que da al ganado su pasto, y a los polluelos de los cuervos que lo invocan”(14), se hace referencia a que los polluelos oran a Dios por el deseo natural que tienen todos los seres, a su modo, de alcanzar la bondad divina. También se afirma que los animales brutos obedecen a Dios por el instinto natural con que son movidos por él.

¿Oran por nosotros los santos del cielo? –a. 11–. La oración intercesora de los santos que están en el cielo es más cuantiosa cuanto más perfecta es su caridad y es más eficaz cuanto mayor es su grado de unión con Dios.

¿Debe ser vocal la oración? –a. 12–. La oración pública, la que hacen los ministros de la Iglesia en representación de la totalidad del pueblo fiel, debe ser conocida, y por tanto, ha de ser vocal, en voz alta. Sin embrago la oración privada, la que hace el creyente a título personal, no es necesario que sea vocal. Pero hay tres motivos por los que oramos privadamente en voz alta: para excitar la devoción interior con la que nuestra ánima se eleva a Dios; para que, con todo lo que somos: ánima y cuerpo, paguemos a Dios la deuda que con él tenemos; por cierto desbordamiento del ánima sobre el cuerpo, debido a la vehemencia del amor que sentimos por Dios.

No es lícito orar en público buscando notoriedad. Por eso, al orar públicamente no debemos hacer nada que llame la atención(15).

¿Es necesaria la atención durante la oración? –a. 13–. La necesidad de la atención en la oración depende del efecto de la misma: cuando es el mérito, la virtualidad de la intención con que acudimos a la oración la hace meritoria, no necesitando la atención de principio a fin; cuando se busca impetrar –pedir eficazmente una gracia-, basta también con la primera intención, que es en la que principalmente se fija Dios; sin embargo, cuando el efecto es la refección espiritual del ánima, es decir, su alimento o reparación, es necesario la atención durante toda la oración.

Hay tres tipos de atención en una oración: a las palabras, para no decir cosas erróneas; al sentido de las palabras; y al fin de la oración, que es Dios y aquello por lo que se ora. Ésta última es la más necesaria y la pueden tener incluso los más ignorantes. A veces, esta atención que eleva al ánima, olvida todo lo demás(16).

Hay que tener en cuenta que la debilidad humana hace que el ánima del orante no pueda estar largo tiempo en las alturas espirituales, pues, con el tiempo, comienza a divagar. Cuando el orante se distrae por despiste, no se pierde el fruto de la oración. Pero otra cosa es distraerse a propósito, lo cual es pecado y comporta la pérdida del fruto de la oración.

¿Debe ser larga la oración? –a. 14–. Podemos hablar de dos modos de oración: de la oración en sí misma y de la oración en su causa. Si bien la primera no es posible hacerse continuamente porque tenemos que atender otros quehaceres, la segunda sí, pues la causa de la oración es el deseo de la caridad, del cual debe proceder nuestra oración, y ese deseo debe ser continuo en nosotros.

Cuando buscamos orar por largo tiempo, no ha de hacerse a base de muchas palabras sino manteniéndonos especialmente interesados por el deseo de la oración.

Hay tres modos de orar continuamente: deseándola sin interrupción(17); no omitiendo la oración en los tiempos señalados; por el efecto conseguido, ya en el orante, que se siente más devoto tras la oración, ya en otras personas, cuando con sus beneficios las mueve a rogar por él, aun en aquel tiempo en que el orante ha dejado de orar.

¿Es meritoria la oración? –a. 15–. La oración, como acto virtuoso, tiene valor meritorio en cuanto que procede de la raíz de la caridad, cuyo objeto propio es el bien eterno del que merecemos gozar. La oración procede de la caridad por medio de la religión, de la que es acto.

En la oración, la petición es eficaz cuando se cumplen estas cuatro condiciones: pedimos por nosotros mismos, pedimos cosas necesarias para la salvación y lo hacemos con piedad y con perseverancia.

¿Consiguen algo de Dios con su oración los pecadores? –a. 16–. Dios, por misericordia, no atiende la oración del pecador cuando éste busca el pecado. En ocasiones la atiende para castigarle. Pero cuando el pecador se guía por su buen deseo natural y cumple las cuatro condiciones antes mencionadas(18), misericordiosamente Dios se aviene a atender su oración.

¿Está bien dicho eso de que las obsecraciones, “oraciones, peticiones y acciones de gracias”, son las partes en que se divide la oración? –a. 17–. Son necesarias tres cosas para orar: que el orante se acerque a Dios; que haya una petición, ya sea concreta –postulación– o indeterminada –súplica-; y que tanto por parte de Dios como de la persona, haya una razón para alcanzar lo que se pide: por parte de Dios es su santidad, por parte del orante es la acción de gracias(19).

Santos y Santas de la Orden - Grandes figuras - Orden de Predicadores

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