domingo, 28 de diciembre de 2008

MEDITACIÓN







Orar en el Espíritu Santo.
La oración cristiana personal es siempre una oración en el Espíritu. Esta no sólo tiene su expresión en la meditación o contemplación de la Palabra, en la expresiones litúrgicas; sino también se puede orar en el Espíritu de una forma sencilla, cargada de silencio y de contemplación, con la ayuda de las imágenes.

Es verdadera oración en el espíritu la que nos concentra en Cristo, en su rostro y en su mirada, en la contemplación de su belleza, para que aprendamos a descubrir en El ese icono fundamental que tiene que reflejarse también en nuestra vida, pues estamos destinados a ser conformes a la imagen del Primogénito.

El Antiguo Testamento nos habla del deseo de ver a Dios, de la búsqueda del rostro de Dios en su templo Santo. Pero lo que fue deseo de los justos del A.T. se convirtió en realidad en el Nuevo Testamento, cuando los hambres contemplaron la gloria de Cristo en su rostro humano, que podía mirar y del que se desprendía una mirada de amor.

También hoy el Espíritu orienta nuestra mirada hacia Jesús para entrar en comunión con Él, descubrir su presencia, contemplar su rostro, imagen del Dios invisible.

Por eso el Espíritu Santo, iconógrafo interior, revelador de Cristo, nos empuja suavemente hacia este tipo de oración que a partir de la meditación de la imagen exterior se interioriza en la contemplación de Cristo dentro de nosotros, allí donde contemplamos en los "semblantes plateados" de nuestro espíritu, donde la imagen de Cristo está impresa, para que poco a poco nos vaya llevando a la conformación interior.


Orar con la Iglesia.
Desde siempre la Iglesia ha querido orar con imágenes. La presencia de Cristo ha llegado a través de las mediaciones con imágenes en los templos para favorecer su recuerdo, para actualizar su presencia, como estímulo de la fe personal y del encuentro con Él, en la santa celebración de los misterios litúrgicos y en la meditación personal.

La imagen en la tradición oriental es como una presencia sacramental de la persona y del misterio que representa, tanto en la liturgia como en un sencillo ángulo de la habitación o de la capilla, así como también en un lugar discreto de nuestro trabajo cotidiano.
Estas imágenes favorecen en la oración el sentido interpersonal del encuentro y la carga de contenido mistérico que nos revela la imagen. Orar, en esta perspectiva, es buscar, encontrar, acoger la presencia y la mirada de Cristo, y dejarse evangelizar por el contenido del misterio de la salvación que se nos ofrece en esa imagen.

En el contexto cultural en el que vive el hombre de hoy, inmerso en la civilización de la imagen, en la cultura televisiva y cinematográfica, no todo lo que recibe es belleza. Cuantas imágenes turban la conciencia y contradicen la vocación del hombre a la contemplación de Dios y de la belleza de Dios. Muchos cristianos han sustituido la televisión por el icono... Podemos, pues, con este tipo de meditación salir al encuentro del hombre de hoy, evangelizar su sed de belleza, de la belleza en Cristo y en la Virgen para que aprenda a saborear la verdadera belleza de Dios.


Una actualización de la pedagogía clásica de la oración.
La oración con imágenes es típica de la experiencia y pedagogía oracional de algunos maestros espirituales, como Santa Teresa de Jesús. Ella aprendió a orar  mirando imágenes y aconsejó como óptimo medio de presencia y de recogimiento esta contemplación, para favorecer el encuentro personal con Cristo y el diálogo con Él.

Esta pedagogía de Santa Teresa está fundada en dos observaciones de carácter psicológico y teológico:
- Desde el punto de vista psicológico, el hombre está disperso en su sensibilidad y psicología; tiene necesidad de algunas meditaciones que lo recojan y concentren; la imagen puede ser algo que ayuda a concentrar su mente y su corazón, su imaginación y su pensamiento;

- Desde el punto de vista teológico, Dios no se nos presenta inmediatamente; se nos ofrece y hace presente a través de meditaciones de su presencia: la naturaleza, las palabras, la imagen, la presencia eucarística o sacramental.

La imagen puede ser, pues, una mediación  de esta presencia que nos permite entrar en comunión con Dios, según la hermosa tradición oriental y su teología del icono, como sacramental de la presencia de cristo, de la Virgen y de los Santos.

En primer lugar se trata de concentrarse en la imagen y buscar y hallar esa presencia. En segundo momento se trata de interiorizar esa presencia de Jesús dentro de nosotros, ya que Él vive, por la fe y la comunión sacramental del bautismo y de la Eucaristía, dentro de nosotros.

Así, poco a poco, se interioriza la imagen y se interioriza el misterio, la relación interpersonal. Se trasciende la meditación externa para quedarnos con la presencia interior y llegar a ese encuentro interpersonal..

Esta es la técnica de meditación que poco a poco desemboca en lo que santa Teresa llama oración de recogimiento. Es tan importante esta forma de orar, que Santa Teresa la ha resumido en esta fórmula tan densa: "Mire que le mira". Esto significa:

- Dios nos mira siempre con amor en Cristo; orar es tomar conciencia de estar en presencia permanente de un Dios que constantemente nos mira con amor y misericordia, de manera que podamos responderle con la misma forma sencilla y profunda: devolver a Dios una mirada de amor.

- Una convicción, sacada de la experiencia, nos dice, como agudamente observa la Santa "que no parece nos escuchan los hombres cuando hablamos si no vemos que nos miran"; el perfecto diálogo incluye la mirada limpia y recíproca; así sabemos que Dios nos mira cuando le hablamos y nosotros miramos a Dios cuan Él nos habla; la oración es un encuentro de miradas.

La contemplación de una imagen expresa concretamente esta relación, favorece la educación a la concentración y a la contemplación interior, se simplifica en la atención sencilla al Dios que nos mira, a Cristo que vive en nosotros. 



Una oración para el cristiano de hoy.
La oración con iconos representa una oportunidad, un estimulo para la oración contemplativa, pero desde un punto de vista positivo y cristiano, casi como una contestación a los métodos negativos y abstractos de la técnicas orientales.

Entre otros valores modernos de esta oración hay que notar estos elementos:

- recuperar el misterio del rostro, de la persona, así como la relación simple y profunda de la mirada;

- favorecer la quietud contemplativa y la sinceridad del encuentro interpersonal, en esa cara a cara que exige verdad en la relación con Dios.

- estimular la capacidad de llenar el silencio con una presencia y concentrar nuestra dispersión psicológica y espiritual con la ayuda de la imagen.

Este tipo de oración simplifica la comunicación con Dios. Mirar a Dios como nos mira primero y siempre con amor, abrirse al amor misericordioso. Orar es también dejarnos mirar por Dios hasta el fondo, para que llegue a donde nadie llega, hasta nuestro subconsciente. 

Descubrir el rostro de Cristo en los otros será la consecuencia de esta concentración contemplativa, para verlos como son, rostro de Cristo transfigurado o desfigurado, para amarlos y servirlos.

Mirar la imagen es orientar nuestra vida hacia nuestra propia realización en Cristo. Aquí tenemos también una forma de contemplación litúrgica que une así la oración personal con un elemento de la liturgia, que nos convoca al misterio, que nos remite a los contenidos de la Palabra y de la oración de la Iglesia, impregnando de espíritu contemplativo nuestra propia experiencia litúrgica a través del mundo de los rostros pintados y de los rostros vivos de la comunidad eclesial.


LA PRESENTACIÓN

 INTRODUCCION   
“ El Creador de Adán es llevado como niño, el Incontenido se hace contenido en brazos de un viejo. Aquel que mora en el seno ilimitado del Padre, está circunscrito por su propia voluntad en la carne, no en la divinidad”.  Romano el Meloda XVI, 1.
          “A Simeón que estaba a punto de abandonar este mundo falaz, fuiste presentado como niño, cuando él te conocía como Dios perfecto, y se quedó atónito por tu inefable sabiduría, y con él también toda la naturaleza  angélica quedo sorprendida por la gran obra de tu Encarnación, porque veía a Aquel que es inaccesible como Dios, accesible a cada uno como hombre, conversar con nosotros y escucharnos a todos.” Himno Akatistos.
“Tu que con tu nacimiento has santificado el seno de la Virgen y has bendecido como convenía los brazos de Simeón, has venido y nos has salvado también a nosotros, Cristo Dios.
Conserva en la paz a tu pueblo y haz fuertes a aquellos que nos gobiernan, oh único Amigo de los hombres” Himnos Apolytikion y Kontakion
  “Salve, oh llena de gracia, Madre de Dios y Virgen, puesto que de ti ha salido el Sol de Justicia, Cristo Dios nuestro, que ilumina a aquellos que yacían en las tinieblas.
Alégrate tu también, oh justo anciano que has recibido entre los brazos al Salvador de nuestras almas, que nos hace donación de la Resurrección.” Himno Akatistos

 EL NOMBRE
  La iglesia bizantina le da el nombre significativo a esta fiesta del Santo Encuentro, entre el hombre viejo, Simeón y el Hombre Nuevo, Cristo, entre Dios y el hombre.
  Los nombres de Purificación de María o de Presentación u oferta del Niño en el templo, están  muy presentes tanto en la liturgia como en la homilética, pero con menos relieve que el encuentro  con Simeón.


 LA VIRGEN
Este icono tiene pocas variantes.
La Virgen esta siempre en el centro de la escena frente a Simeón en actitud de dar o de haber dado ya a su Hijo.
La Virgen entregando el Niño a Simeón o el Niño ya en brazos de Simeón, señala a que tradición bizantina pertenece.
La Madre con el Niño en brazos es tradición bizantina griega, el Niño ya en brazos de Simeón es tradición bizantina rusa-eslava.
Los pueblos eslavos y ruso reciben de la iglesia griega la salvación: Cristo.
La Madre de Dios va con las manos tapadas, veladas, en señal de adoración a su Hijo y Dios que ha querido así disponer de ella.
María se halla colocada en primer plano delante del santuario de Dios representado por el altar  cubierto por el baldaquino que simboliza el Templo, lo cual no es casual.
La Iglesia bizantina en uno de sus himnos más populares, el Himno Akhatistos, canta: “Al ensalzar tu parto, oh Madre de Dios, te celebramos todos cual templo animado, habiendo morado en tu seno el Señor, que en una mano todo sostiene, El te santificó, te glorificó, enseñó a todos a exclamar a ti: Salve, oh habitáculo de Dios y del Verbo; salve oh Santa entre todos los santos, salve, oh arca indorada del Espíritu Santo”.
Ella está en el centro porque encarna el candelabro sobre el que brilla la luz, es esa “lampara resplandeciente, aparecida a aquellos que están en las tinieblas, puesto que habiendo proporcionado la Luz inmaterial, guía a todos al conocimiento divino, iluminando de esplendor las mentes” (Akathistos).
Su manto es rojo, símbolo del sufrimiento, que marcará su humanidad y que Simeón le profetizo: “A ti una espada te traspasará el alma”.
  Tiene su vestido azul para recordar su profundo valor teológico y funcional: Madre de Dios y presencia misericordiosa e intercesora entre el Hijo y Dios para toda la humanidad, de la que es primicia. Esto también se simboliza cuando la túnica es verde. Ella esperó y en ella se cumplió todo lo dicho por parte del Señor.


 CRISTO.  
Este parece desaparecer entre edificios y personajes, pero no es así.
Su actitud no es la de un niño, sino más bien la de un adulto o aun mejor la de un legislador, de un rey. Tanto si esta en brazos de María como de Simeón estos le sirven de trono.
Siempre mira hacia el que tiene delante tanto si esta en brazos de María como de Simeón.
Él tiene en sus manos el quirógrafo del pecado, el documento donde está escrita nuestra deuda y cuyas condiciones nos eran desfavorables. “Quien perdona las deudas a todos los hombres, queriendo perdonar las antiguas ofensas, espontáneamente vino a los desertores de su gracia, y rasgó el quirógrafo del pecado” (Akathistos).
El profeta había advertido...”serás visitada por el Señor de los ejércitos con truenos, estruendo, con huracán, tempestad y llama de fuego devorador” Is. 29,6. Pero en lugar del Señor de los ejércitos sólo hay un niño.
  El tema del Encuentro  pone particular acento  sobre el inefable acto de amor que el Señor ha realizado a favor de su “imagen” el hombre.
“El se ha encarnado  y por amor ha aparecido como hombre, para atraer a sí como hombre a la humanidad”. Himno Akatistos.
Señor Omnipotente, se ha presentado como humilde servidor, para que el hombre no se quedase espantado ante su infinita majestad y sintiera su propia fragilidad e impureza como Isaías 6, 1-7 en su visión, sino como Simeón corriera a su encuentro, y teniéndole en brazos, pudiera experimentar toda su confianza.        
  El encuentro entre Cristo y Simeón se da delante del altar: el altar de la Nueva alianza, el altar sobre el que se inmola el Cordero inmaculado, el altar sobre el que sé perpetua el sacrificio del Señor.
  Cada hombre es Simeón y en cualquier momento puede encontrar al Señor, recibir en sus propias manos al Señor de los ejércitos uniéndose a la Eucaristía.
  Es el paso de la ley a la fe, de lo antiguo a lo nuevo, el encuentro del antiguo Israel con el nuevo Israel.
  Todos somos hijos e hijas de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los bautizados en Cristo de Él hemos sido revestidos. Todo es nuevo en Cristo Hijo de Dios, Hijo del Hombre.



SIMEON. EL DIALOGO DE LAS MIRADAS.
Simeón esta con las manos veladas y agachado hacia Cristo en señal de adoración.
Su rostro es iluminado por una mirada llena de ternura. Y hay un dialogo mudo que interpreta perfectamente Romano el Meloda, en que Simeón  parece decir a Cristo: “ Tú eres grande y glorioso, has sido engendrado misteriosamente por el Altísimo, hijo todo santo de María. Digo que eres uno, visible e invisible, finito e infinito. Según la naturaleza pienso en ti y creo que eres hijo eterno de Dios, pero también te confieso, mas allá de la naturaleza, como hijo de la Virgen. Por esto oso considerarte como una lámpara: porque cualquiera entre los hombres que lleve una lámpara alumbra pero no se quema”. Romano el Meloda.
 Simeón parece decir a María: “...eres la puerta cerrada, oh Madre de Dios, porque por ti el Señor ha entrado y ha salido, sin que fuera abierta o sacudida la puerta de tu castidad..te profetizo que el Señor no se ha manifestado para que algunos caigan y otros sean levantados; el Misericordioso no siente placer alguno por la caída de los hombres, ni hace caer a los que están de pie... está entre nosotros para aprestarse a levantar a los que están caídos, para rescatar de la muerte a su criatura...
...Te predigo que será señal de contradicción. La señal será la Cruz. Este misterio será objeto de tal contradicción que en tu espíritu se creará la incertidumbre... cuando veas clavado en la cruz a tu Hijo y recuerdes, oh Inmaculada, las palabras del Ángel en tu Anunciación... entonces dudarás. El desconcierto en que el dolor te hundirá, será para ti como una espada; pero luego llegará la curación inmediata de tu corazón”. Romano el Meloda XIV, 17.
Al final Simeón, conmovido pide irse en paz.
El Niño mira intensamente al anciano y con su regia mirada demuestra claramente que aprecia su plegaria.
Hay un nexo  espiritual  que lo traducen las miradas de Cristo y Simeón y plasman admirablemente el sentido profundo del acontecimiento  humano y divino.
Romano el Meloda ha puesto poéticamente estas palabras en la boca de Cristo y dirigidas a Simeón: “ Amigo mío, ahora permito que dejes este mundo para habitar en la vida eterna. Te envío ahí donde se encuentran Moisés y los otros profetas: anúnciales que he venido, yo del que han hablado las profecías he nacido de una virgen como predijeron: me he aparecido a aquellos que habitan el mundo y he vivido entre los hombres como anunciaron. Pronto iré a encontrarte rescatando a la humanidad”


 ANA
 Ana esta representada  a menudo con el dedo de la mano derecha levantado o hablando a José o solo consigo mismo, se capta aquí el momento en que ella hablaba a todos del Niño. A menudo tiene en sus manos  un rollo, que significa el don de la profecía.
La escritura no especifica lo que dijo, pero también ella mereció por su vida santa encontrar como Simeón al Salvador.




 


JOSE 
 
Tiene entre sus manos la ofrenda de las palomas. Escucha en silencio y asombro lo que se dice del Niño.


            A menudo los personajes de la representación forman dos parejas, pero no están asociados entre ellos por relación humana, es el Niño el elemento que les une: el amor del Señor.


 



 




FONDO
En el centro de la escena pero en segundo plano se ve un cimborio o baldaquino con el altar, tal y como esta en las iglesias bizantinas.  Se representa el presbiterio de una iglesia bizantina, esquematizando así el concepto de Templo. Dando la idea de que todo ocurre ante el Santuario del Señor.
Algunas veces en el fondo o al lado, se yergue un edificio. Se trata de la representación externa del Templo, reclamo visual del pináculo sobre el cual Jesús fue tentado.
El trono se representa a un lado. El trono hace referencia a la visión de Isaías 6,1-7.
El altar esta colocado en el centro. Todo hombre puede encontrarse con Cristo participando de su mesa en la Stª Comunión.
En algunos iconos el velo purpúreo que cubre los edificios del fondo, quiere expresar figurativamente el manto del Señor que llena todo el santuario Is. 6, 1-7 y recubre todo lo creado


 LA FIESTA
Esta fiesta probablemente tuvo su origen entre la Iglesia de Jerusalén. Las primeras referencias sobre ella  datan del siglo IV en el Diario de Viaje de la peregrina Eteria y se celebraba el día 14 de febrero en la iglesia de la Anastasis o Resurrección, sin particularidad alguna excepto el sermón que comentaba la Presentación de Jesús en el Templo, pero no se mencionan los cirios.
Según Cirilo de Escitópolis (+ hacia 560) fue la matrona romana Ikelia (450-457) la que sugirió celebrar la presentación introduciendo el uso de una procesión acompañada de luces.
Cirilo de Alejandría (+ 444) exhorta a los fieles: “ Festejemos de forma resplandeciente con brillantes lámparas el misterio de este día” y en una homilía jerosolimitana anónima de la misma época se puede leer: “ Seamos resplandecientes y nuestras lámparas sean brillantes. Como hijos de la luz ofrecemos cirios a la verdadera Luz que es Cristo”
Severo, patriarca de Antioquia (512-518) nos hace llegar la noticia que se celebraba esta fiesta en las iglesias de Palestina y Constantinopla donde hacia poco que había sido introducida (Rahmani.Estudia syriaca pag.3)
Entre finales del siglo V principios del VI, las distintas iglesias del territorio oriental del imperio ya la celebraban.
En la Crónica de Teofanes se lee que en octubre del 534, se había declarado una gran peste en Constantinopla y al cesar esta Justiniano  ordenó que la fiesta de la Presentación se celebrará en la capital y en todo el imperio el 2 de febrero
También pudo variar del 14 al 2 de febrero al afianzarse la fiesta del 25 de diciembre en Constantinopla para que coincidiera con los 40 días de la Presentación tal y como el evangelio lo narra.
La fiesta  se venia celebrando en Bizancio desde el 602 en la Iglesia  de la Virgen de las Blanquernas en Constantinopla, pero nunca ha asumido  la referencia mariana como ha sucedido en occidente, fiesta de las candelas, sino que ha sido siempre una fiesta del Señor.
En Roma fue introducida la fiesta por el Papa Sergio I (687-701), un italosirio procedente de la Sicilia Bizantina y es muy discutida la opinión de su celebración en Roma para contrarrestar las fiestas paganas de las Lupercales o de la búsqueda de Proserpina por su madre Ceres. No hay relación alguna de este suplantamiento.


ABRAHAM

ABRAHAM - TEXTOS

 


1. ISAAC/ABRAHAN ABRAHAN/ISAAC.
¡Dios es un misterio impenetrable! ¿Cómo puede decir a 
Abrahán: "De Isaac nacerá tu posteridad y después darle la orden 
inexplicable de sacrificar al hijo prometido y tan deseado"? La 
existencia incomprensible de Dios, que hace sufrir y gritar al 
corazón de Abrahán, imponiéndole sacrificar al hijo de la Promesa. 
La prueba de la fe de Abrahán no consiste sólo en anteponer el 
mandamiento divino a su amor paterno: es mucho más profunda y 
terrible, porque parece que en ella el hombre debe dudar del mismo 
Dios, estando la voluntad de Dios, que le impone sacrificar a Isaac, 
en oposición con la divina promesa, según la cual éste será el 
padre de una numerosa descendencia.
........................................................................

2. FE/FUTURO  /Hb/11/ABRAHAM CR/PEREGRINO 

Abraham ha emprendido su peregrinación confiando en la 
Palabra de Dios. Según la epístola a los Hb, Abraham ha venido a 
ser padre de los creyentes justamente porque ha andado errante. 
Él "se pone en camino", dando así comienzo a un movimiento sin 
fin, bajo un doble aspecto: esto es, del cambio efectivo de 
residencia y de una actitud espiritual... Todavía hoy, este 
movimiento no ha llegado a la meta... Desde entonces, la existencia 
del creyente será representada por la imagen de la peregrinación. 
Para el creyente lo esencial es estar en camino hacia el futuro. Su 
existencia no tiene nada de sólido ni de inmóvil, nada de 
preestablecido, sino que es un continuo devenir, una 
transformación incesante.
.................................................................

3.
-Obedecer a la llamada 
La vocación de Abraham y la elección de su descendencia 
siempre han llamado la atención de los cristianos, que las 
consideraban como el tipo de su vocación personal y de la elección 
de la Iglesia.
El relato del Génesis ha sufrido en este pasaje, como en muchos 
otros, los retoques de tres tradiciones. De forma sorprendente, 
mantiene una perfecta unidad y el personaje Abraham, escapando 
a toda representación anecdótica, sale de ellos religiosa y 
admirablemente aislado. Quedará para siempre como aquel a quien 
Dios escogió en su amor para bendecirlo y confiarle sus promesas; 
tal es el retrato que de él ha querido trazar la fuente Yahvista.
Pero una confianza tal por parte de Dios no va sin exigencias; 
espera ser pagada en retorno. El patriarca, en medio de los 
obstáculos acumulados en su vida, dará pruebas de una fe que 
será para siempre citada como modelo sin igual. Así es como la 
fuente elohista ha querido cincelar los rasgos de la fisonomía moral 
de Abraham.
La Alianza de Dios con Abraham y su descendencia debía quedar 
sellada con un signo. La tradición sacerdotal, tercera fuente del 
relato, subrayará cómo de Abram, que se llamaba, el patriarca fue 
denominado Abraham, es decir, padre de multitudes. Es elegido 
para ser "padre". La circuncisión sellará su raza (/Gn/17/04-14).
Dios escoge. Y resulta imposible ante este relato no aplicárselo 
uno preguntándose si Dios no extiende su elección actualmente a 
aquel que busca la verdad. Por su parte, el cristiano ya se ha 
reconocido en este Abraham, tipo de Jesucristo sin duda pero 
también de todo llamado. La historia de la Salvación está, pues, 
marcada por una elección y una vocación. A quienes conocemos el 
final de la historia, la vocación de Abraham se nos muestra como el 
principio de una iniciativa divina de la que no entenderemos 
verdaderamente la amplitud más que al fin de los tiempos.
Abraham es llamado; súbitamente Dios toma la iniciativa de 
hablarle. Y ya Abraham queda transformado: Abraham, de la 
descendencia de Sem, es desarraigado de su país, viene a ser 
cosa de Dios, tiene que salir de Ur. Dios es celoso, separa en orden 
a construir al elegido: "Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa 
de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación 
grande" (Gn. 12,1-2).
Si se preguntara por qué fue a Abraham a quien se dirigió esta 
palabra, no se encontrará respuesta. Uno es elegido entre otros sin 
que puedan descubrirse en él cualidades excepcionales. Una sola 
respuesta para esta pregunta: el amor de Dios elige.
Abraham "sale", porque es la condición puesta a la plenitud del 
don divino y al desarrollo de su persona en una descendencia que 
terminará en esta raza escogida, nuevo pueblo de Dios del que 
habla la primera carta de Pedro (2,9). El camino que va a seguir le 
es desconocido. El está en las manos de Dios. La carta a los 
Hebreos (11, 8) lo declara: "(...) y salió sin saber a dónde iba".

-Creer al amor 
"Y salió sin saber a dónde iba". Cimentarse en Dios supone fe en 
él, en su amor, lo cual implica que se le ama en retorno. Nada de 
importancia puede llevarse a cabo en la vida del llamado sin que 
Dios se lo conceda. A él le basta creer en el amor. Todo lo demás le 
vendrá de Dios que previene nuestras obras. Acerca de la fe de 
Abraham y su imitación en la vida del cristiano, las lecturas de 
Cuaresma arrojarán la luz indispensable que haga se eviten 
posibles desviaciones. Porque las hay: El solo hecho de ser de la 
raza de Abraham no concede, por sí mismo, ninguna garantía; es 
una pertenencia que ha de ser vivificada mediante una verdadera 
donación a Dios. Lo denuncia Jesús casi cruelmente ante los judíos: 
"Ya sé que sois raza de Abraham; pero tratáis de matarme. (.. ) 
Vuestro padre es el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro 
padre" (Jn. 8, 37 y 44).
Es conveniente recordar a quienes buscan el cristianismo y a 
quienes pertenecen a la Iglesia que no basta una pertenencia 
jurídica. Hay no sólo que ser de la "raza" de Abraham sino "hijo" de 
Abraham. Es necesario hacer las "obras del Padre".
También aquí puede ocultarse una trampa. Cumplir las obras del 
Padre no significa en modo alguno una garantía que vendría 
asegurada a través de una observancia formalista. Jesús tendrá 
ocasión de denunciarlo muchas veces. En la vida cristiana es Dios 
quien da el obrar y el hacer en su amor, y la primera "observancia" 
del cristianismo es la caridad. La epístola de la misa del domingo de 
Quincuagésima insiste en ello.
La fe absoluta de Abraham es uno de los temas más conocidos 
del Antiguo Testamento y uno de los más importantes para la vida 
de todo cristiano. La propia prueba que tuvo que pasar subraya la 
iniciativa de Dios en la obra de la Salvación. El mismo Abraham 
estaba convencido de que su vocación no respondía a ninguna 
cualidad particular de su personalidad. El nacimiento de Isaac había 
señalado suficientemente cómo Dios abrigaba miras especiales 
sobre la descendencia de Abraham. Para éste, Isaac, fruto de un 
nacimiento imposible, era la señal del cumplimiento de la promesa 
(Gn. 21,1 y siguientes). Según varios críticos, el relato ha sufrido en 
este pasaje ciertos retoques. Se lee allí que el Señor dio a Abraham 
la orden de ofrecerle su hijo en sacrificio. En realidad, en Canaán 
se practicaban sacrificios de niños para significar la pertenencia de 
éstos al Señor. Pero el interés del relato recae sobre dos puntos.
Abraham se somete en la fe. Está presto a ofrecer su hijo: "Ahora 
ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu 
hijo, tu único" (Gn. 22,12). El sacrificio de Isaac será considerado 
por la tradición de la Iglesia como tipo del sacrificio del hijo único de 
Dios. En esta semana de Quincuagésima, la Iglesia quiere prevenir 
a aquellos que quieren ser miembros suyos: tendrán que practicar 
una fe sin condiciones.
El segundo punto de este relato, de poca importancia aquí, es 
que Dios interviene poniendo fin al sacrificio de niños. El retoque 
del relato tiene como finalidad insistir en la condenación de tales 
sacrificios, pronunciada muchas veces por los profetas. Pero este 
aspecto didáctico del relato no debilita la fe de Abraham.
La prioridad de la iniciativa de Dios en la Alianza es tal que, 
incluso en el sacrificio que se le ofrece, es El quien se arroga el 
"proveer el cordero para el holocausto" (Gn. 22,8).
El propio Abraham lo declara. De hecho, un carnero se había 
trabado por los cuernos en un zarzal; Abraham lo ofrecerá en 
holocausto en lugar de su hijo (Gn. 22,13). El relato añade:
"Abraham llamó a aquel lugar "Yahvé provee", de donde se dice 
hoy en día: "En el monte Yahvé provee" (Gn. 22,14).
Así sucede siempre, desde la cruz del sacrificio de Cristo y de la 
Iglesia. Dios provee siempre la Víctima, conserva la iniciativa de la 
Salvación y es quien hace su propia liturgia. Es siempre el Hijo 
único el ofrecido, y es siempre Dios quien provee la Víctima 
entregándolo por la salvación del mundo. 


ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO:
CELEBRAR A JC 3 CUARESMA
SAL TERRAE SANTANDER 1980.Pág. 85-88


NAVIDAD 08

 


DÍA SEXTO


Jesús es consagrado a Dios


 


1. Canto para empezar


 


2. Oración para todos los días


Como en el primer día.


 


3. Presentación del tema


María y José llevaron al Niño al Templo de Jerusalén para consagrarlo a Dios. Lo habían recibido de Dios y en manos de Dios lo ponían.


La ceremonia fue sencilla. No hubo gastos extraordinarios. Ellos dieron la ofrenda de los pobres: una pareja de tórtolas.


Un anciano, llamado Simeón, había pasado su vida esperando el consuelo de encontrarse con el Salvador, luz y gloria de su pueblo. Y su fe fue tan grande, que lo consiguió. Para nosotros es modelo de la perseverante búsqueda del Señor. Todo el que lo busca con constancia, lo encuentra siempre.


Simeón, inspirado por el Espíritu Santo, le dijo a María cosas duras: el Niño estaba destinado a ser "señal de contradicción" y motivo de conflictos; ella misma se vería traspasada por un sufrimiento mortal. El esperaba la salvación de Israel, pero, como creyente de experiencia, sabía que la salvación sólo vendría a través del dolor.


Simeón ve claro también que Jesús es el centro de la vida y de la historia. El Mesías-Luz viene a liberarnos de la obscuridad de la opresión. O estamos con El o contra El. Es señal de vida o de muerte; causa de caída o de vida plena. Bandera discutida: uno puede estar a su favor o en su contra, pero nunca indiferente.


Ana, una anciana que también les encontró en el templo, simboliza a todas esas buenas mujeres serviciales que esperan sólo en Dios. Ellas merecen también, como Simeón, encontrarse con Jesús como Salvador. Ana daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de su pueblo.


Un anciano y una anciana son los dos primeros que desde las profundidades de su fe se dan cuenta de que aquel niño pobre es mucho más de lo que aparece por de fuera: es el Salvador del mundo.


 


4. Lectura del Evangelio: Lucas 2,22-38


Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumpir el rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: una pareja de tórtolas o dos pichones.


Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era muy bueno y piadoso y el Espíritu Santo estaba con él. Esperaba los tiempos en que Dios atendiera a Israel y sabía por una revelación del Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor.


Vino, pues, al Templo, inspirado por el Espíritu, cuando sus padres traían al Niñito para cumpir con él los mandatos de la Ley.


Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios con estas palabras:


Señor, ahora, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz,


como le has dicho.


Porque mis ojos han visto a tu Salvador


que tú preparaste para presentarlo a todas las naciones.


Luz para iluminar a todos los pueblos


y gloria de tu pueblo, Israel.


Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que decía Simeón del Niño. Simeón los felicitó y, después, dijo a María, su madre: "Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán, y a ti misma una espada te atravesará el alma. Pero en eso los hombres mostrarán claramente lo que sienten en sus corazones".


Había también una mujer de edad muy avanzada, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada, había perdido muy joven a su marido y, siendo viuda, no se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía don de profecía. Llegando en ese mismo momento, comenzó a alabar a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.


 


5. Diálogo comunitario


a) ¿Esperamos, como Simeón y Ana, encontrarnos con Jesús? ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cuál es nuestra esperanza en El?


b) ¿Qué tipos de sufrimientos estamos dispuestos a pasar con tal de encontrarnos con Jesús? ¿En qué consiste eso de sufrir por Cristo?


c) A ejemplo de María, ¿sabemos guardar en el corazón todo lo que se dice sobre Jesús?


d) Los padres de Jesús ofrecieron a su Hijo a Dios, reconociendo con ello que venía de Dios y era para Dios. ¿Sabemos también nosotros ofrecer de veras a Dios a nuestros hijos?


e) ¿Mandamos a nuestros hijos a la catequesis? ¿Participamos los padres en la catequesis?


 


6. Oración comunitaria


- Creemos que nuestro encuentro personal con Jesús es lo más importante que nos puede pasar en nuestra vida.


- Que nuestros ojos vean a tu Salvador, Señor


- Tú eres, Jesús, la luz que ilumina a todos los pueblos.


- Perdón, Jesús, porque muchas veces no nos importa demasiado el encontrarnos contigo.


- Te rogamos que, a ejemplo de Simeón y Ana, también nosotros sepamos hablar del Niño a todos los que esperan la liberación.


- A ejemplo de María y José, te ofrecemos y te consagramos, Señor, a nuestros hijos.


(Se pueden añadir las oraciones que cada uno quiera)


- Padre Nuestro, Ave María y Bendito.


 


7. Canto de despedida


TEXTOS PARA NAVIDAD (I)


 


1.


-Dios se ha hecho hombre.
Este es uno de los aspectos centrales de la Navidad. Viene  resaltado por casi todas las lecturas y por los textos de oración: "Ha aparecido la gloria de  Dios:, "la aparición gloriosa del gran Dios y Señor nuestro JC" (Tt 2. 11-14), "ha aparecido la  bondad de Dios" (Tt 3. 4) y, sobre todo, el prólogo del evang. de s. Jn cuya lectura no  debiera omitirse.


Por eso, la actitud espiritual que debemos avivar entre los fieles en esta fiesta es la  alabanza gozosa y la acción de gracias porque el Verbo de Dios, la Palabra que creó todas  las cosas, se nos ha manifestado como una gran luz y ha acampado entre nosotros, se ha  hecho uno de nosotros. En este sentido iría bien hacer una lectura reflexionada del prefacio  II de Navidad.


-La divinización del hombre.
Es la contrapartida. Porque el misterio de estos días se  expresa en términos de intercambio: Dios se ha hecho hombre para que nosotros seamos  dioses. Es decir, para que nosotros nos hagamos partícipes de la naturaleza divina.  También éste es un motivo de acción de gracias del que la asamblea debe ser consciente.  La Iglesia, sobre todo la oriental, es muy consciente de que, desde el momento mismo de la  encarnación, lo humano ha sido reconciliado con lo divino, y la alianza de amor de Dios con  el hombre ha sido restablecida para siempre.


-La solidaridad de Dios con el hombre culmina en la cruz.
Al mismo tiempo hay que  resaltar que el misterio de reconciliación iniciado en la encarnación culmina en la Pascua,  cuando Cristo, hecho hombre como nosotros se solidariza con nuestra situación de pobreza  hasta la muerte de cruz. Por eso Navidad debe proyectarse hacia la Pascua. El misterio de  Dios hecho hombre, pobre y humilde como nosotros, que celebramos en Navidad, se  consuma al entregar Cristo su vida en la cruz. De este modo se garantiza la centralidad de la  Pascua.





2. ENC/KENOSIS


Grande es nuestro Dios e infinito su poder. Ahora se ha mostrado tal como es: ¡Pequeño  es nuestro Dios e infinito su amor! Y porque su amor es infinito, se ha acercado a nosotros.  No tuvo miedo a la materia, no dudó en asumir la condición humana, a veces trágica y, en  muchos aspectos, absurda. ¿Quién podría imaginar que Dios se hiciera hombre de este  modo? A nadie se le oculta la condición humana. A pesar de su bondad fundamental, el  hombre es también un ser fracasado en la historia. Puede ser un lobo para los demás y una  máquina autodestructora para consigo mismo. Cada cual lo sabe por propia experiencia: es  difícil soportarse a sí mismo con hombría; pero aún más difícil es abrirse a los demás,  escucharlos y tratar de amarlos tal como son, con sus miserias y limitaciones. Y, sin  embargo, Dios quiso ser hombre.


La gente está tan cansada de decir y oír decir que "el Verbo se hizo carne", que llega a no  reflexionar lo que esto significa. Él quiso realmente ser como uno de nosotros, como tú y  como yo, menos en el pecado: un hombre limitado que crece, que aprende y que pregunta;  un hombre capaz de oír y de responder. Dios no asumió una humanidad abstracta de animal  racional, sino que desde el primer momento de su concepción asumió un ser histórico: Jesús  de Nazaret, un judío por raza y por religión, que se formó en el reducido espacio del seno  materno; que creció en el reducido espacio de una patria insignificante; que maduró en el  reducido espacio de una minúscula y remota aldea; que trabajó en un medio limitado y muy  poco culto, donde no se hablaba griego ni latín, las lenguas de la época, sino un dialecto, el  arameo, con acento de Galilea; que sintió la opresión de las fuerzas de ocupación de su  país; que conoció el hambre, la sed, la soledad, las lágrimas por la muerte del amigo, la  alegría de la amistad, la tristeza, el temor, las tentaciones y el horror a la muerte; y que pasó  por la noche oscura del abandono de Dios. Todo esto lo asumió Dios en JC. Nada de ello se  le ahorró. Asumió todo lo que es auténticamente humano y pertenece a nuestra condición,  como la justa ira y la sana alegría, la bondad y la dureza, la amistad y el conflicto, la vida y la  muerte. Todo esto está presente en la frágil figura del Niño que comienza a gimotear en el  pesebre, entre el buey y el asno (...).


Dios, en su amor inconmensurable, se dispone a comunicarse totalmente a un ser  diferente de sí; es decir, a un ser creado, no divino, para expresar el carácter absolutamente  extraordinario de su propio amor. Ha creado una naturaleza humana que fuera capaz de  recibirlo sin dejar de ser naturaleza humana creada y limitada. Dios ha querido divinizarla, no  como un teofanismo pagano en el que Dios aparezca como un Moloc que lo usurpa todo y lo  transforma en su propia realidad divina. Lo Divino de Dios consiste en respetar la alteridad;  la criatura seguirá siendo criatura y, al mismo tiempo, albergará dentro de sí a Aquél a quien  ni siquiera el cielo puede contener. Al comunicarse a la criatura, por lo tanto, Dios hace que  la criatura siga siendo aún más criatura, aún más diferente de lo Divino (...).


Jesús de Nazaret fue aquel hombre, eternamente pensado y querido por Dios para, en él,  poder el mismo Dios derramar todo su amor infinito. Hoy, en el pesebre, asistimos a la  manifestación de "la bondad y el amor a los hombres de Dios, nuestro Salvador" (Tt 3. Esta humanidad santa es la humanidad de Dios. Mediante ella, Dios hace concreto su  amor para con nosotros; un amor ardiente que se ofrece; un amor respetuoso que se  insinúa; un amor que conquista el corazón y le obliga a amar. Jesucristo hace realidad el  proyecto de Dios de hacerse hombre y el proyecto del hombre de hacerse Dios.


-Jesucristo: sacramento del encuentro entre Dios y el hombre
Jesucristo se manifiesta  como el lugar donde se encuentran el hombre que busca a Dios y Dios que busca al  hombre.


Él es la encrucijada en la que se cruzan el camino descendente de Dios y el camino  ascendente del hombre. 


LEONARDO BOFF
ENCARNACION
LA HUMANIDAD Y LA JOVIALIDAD DE NUESTRO DIOS
SAL TERRAE





3. ENC/ESPIRITUALISMO  


Tentación de dualismo. Porque si todo el hombre debe entregarse a Dios nada quedará  para entregarse exclusivamente al mundo. Por ello, todo el hombre deberá buscar a Dios en  el mundo. Todo el hombre se entregará al mundo y en él a Dios. La dimensión religiosa no  formará una realidad "aparte" sino que será la dimensión profunda de la realidad mundana. La acusación más grave que podría hacerse a la fe sería la de recluirse, ausentarse del  mundo por temor a mancharse o desfigurarse en lugar de lanzarse a dar al mundo la figura  divina por la que "la creación entera gime y sufre dolores de parto hasta el momento  presente".


Según Congar "tal vez la mayor desgracia del catolicismo moderno es haberse convertido  en teoría y catequesis sobre el "en sí" de Dios y de la religión, sin insistir al mismo tiempo  sobre la dimensión de "para el hombre" que todo eso encierra. El hombre y el mundo sin  Dios con los que nos enfrentamos actualmente, han nacido en parte de una reacción contra  ese Dios sin hombre y sin mundo".


Desde que Dios se ha hecho hombre, es el hombre la medida de todas las cosas. La  razón es que sobre él gravitan el plan de Dios, los proyectos, los riesgos, las conquistas.  Así, centrarnos sobre el hombre no es traicionar, sino obedecer a nuestra fe.





4. D/VIDA-LEY 


EL DIOS DE JESÚS: DIOS DE VIDA, NO DE LEY. 


Una de esas perspectivas podría ser ésta: Jesús viene a decirnos que el Dios creador es  "anterior" al Dios de la ley; que Dios es Dios de vida, no de ley. Por eso, a partir de este  Dios-Vida de Jesús, el criterio por el que debemos distinguir lo bueno de lo malo no es el  hecho de estar de acuerdo con la ley o en contra de ella, sino el hecho de estar en favor de  la vida o en su contra.


El dios judío era un dios de ley, tan guardián y celoso de la misma que llega a ponerla  incluso por encima del hombre. Ese dios, esa ley que él defiende, no da vida sino con  reticencias y muy limitadamente; más bien es un dios y una ley que dan muerte a sus  transgresores. El Dios de Jesús no tiene nada que ver con ese dios de la ley; el Dios de  Jesús es creador y, en consecuencia, se nos revela como dador y mantenedor de la vida. Y la vida no es cualquier cosa. La vida, estar vivo, ser un "ser vivo" es la mayor grandeza  del hombre; más aún: la vida es la verdad más auténtica y profunda del hombre. Esa vida  que empieza por un corazón que late, por unos pulmones que respiran, por un estómago  que digiere y asimila; pero que también está formada por una ilusión que alienta, por un  amor que se comparte, por una esperanza que no ceja; vida personal, humana, vida en  plenitud que viene a traernos la Palabra que se hace carne: "ella contenía la vida, y esa vida  era la luz del hombre" (/Jn/01/04).


Jesús no viene a revelarnos escondidos secretos, ocultos arcanos en los que estaría  cifrado el sentido de la vida. El viene para ser la vida, darnos la vida, llenarnos de esa vida  que es capaz de acabar con la misma muerte.


L. GRACIETA
DABAR 1988, 5





5.


Sin verbo no tiene sentido la frase. Sin el Verbo de Dios no tiene sentido la vida, el  trabajo, la alegría, el dolor, el amor y la muerte.





6. NV/V 


VIVIR PARA VIVIR. 


No vivimos para comer, ni para estudiar, ni para trabajar, ni para rezar.  Todo lo contrario, comemos, estudiamos, trabajamos o rezamos para vivir. No vivimos para  nada; pues la vida no es medio, sino fin. Vivimos para vivir. Que eso significa creer en la  vida eterna.


Creer en la vida eterna no es creer que hay dos vidas, ésta y la otra; sino aceptar que ya  vivimos, optar por la vida, amarla y pronunciarnos en favor de todo cuanto la hace posible y  en contra de todo cuanto la mortifica.


Pero la vida eterna no tiene por qué ser necesariamente esta forma de vivir; pues  sospechamos y buscamos desesperadamente otra. Más aún, esta forma de vida, este modo  de entenderla y domesticarla, no tiene futuro, si no se introducen modificaciones  sustanciales; pues el egoísmo de nuestros planes y la vanidad de nuestros dogmatismos  nos hacen reconocer, a pesar de todo, que "esto no es vida". Y ciertamente no lo es, porque  parecemos empeñados en no dejar vivir en paz. ¡Cómo si la vida y la libertad fueran  inventos patentados por políticos, pontífices o señores de este mundo! ¡Y no! La vida es lo  primero y lo que decide, la última palabra, luz y claridad en las tinieblas de nuestras  decisiones. No, claro, la vida que nos han dejado y seguimos despellejando; sino la vida sin  aditamentos, la que soñamos despiertos, la que centellea en la utopía y deslumbra en lo  imposible, la vida que queremos porque es nuestra y nos la ha dado "el que no se vuelve  atrás". 


Navidad es recobrar la fe en la vida. En la nuestra y en la de todos. No es recordar que  nació el niño Jesús; sino creer que ese niño, de nombre Jesús, es el Hijo de Dios. En  Navidad no sólo nace una nueva vida. Nace de nuevo la vida, es decir, viene al mundo la  vida, la vida que había en Dios y que es luz que ilumina a todo hombre, para que, si la  recibe y cree, pueda comenzar a vivir para siempre.


EUCARISTÍA 1976, 68





7. NV/VACACIONES


VACACIONES DE NAVIDAD 


Las vacaciones -la vacación- se imponen a la Navidad, desplazando cada vez más las  fiestas cristianas más importantes del año. Ya no son simplemente Navidad o Semana  Santa, sino vacaciones: Vacaciones-de-Navidad, Vacaciones-de-semana-santa, así. El  carácter religioso se pone en minúscula, mejor dicho, se pospone, se aleja y se diluye  masivamente. Porque lo masivo es la vacación, el cese en el estudio y en el trabajo, para  recuperar la libertad enajenada.


Sin embargo queda indeleble en el posesivo "de Navidad" el carácter religioso y cristiano  del evento. Y queda mucho más, aunque escondido como el rescoldo bajo la ceniza,  invisible pero dando calor. Porque la Navidad, la fe en la Navidad, ha generado usos y  costumbres, tradiciones y celebraciones en las más variadas culturas y en las más  sorprendentes formas. Los Reyes Magos o Papa Noel, el belén o el árbol, los turrones y  aguinaldos, los crismas y villancicos, las felicitaciones, las luces, los colores, los regalos, los  parabienes se multiplican como si, por fin, estuviéramos en Jauja sin crisis económicas, sin  problemas familiares, sin preocupaciones, sin enemigos, sin cicaterías..


Claro que todo ese ambiente festivo y alegre no logra hacer desaparecer la miseria, el  hambre, la pobreza, la injusticia, el dolor, las guerras... Pero en Navidad se cotiza al alza la  buena voluntad mientras que baja muchos enteros la mala uva que domina en la bolsa de la  vida. En Navidad el mundo, el occidental, ¡claro! no funciona como el resto del año.  Disminuye el egoísmo, la cicatería, las rencillas y zancadillas, el individualismo, el  aislamiento, el ensimismamiento... al paso que crece la buena voluntad, la generosidad, el  altruismo, el diálogo, la amistad, la vuelta a casa, que es como volver a la raíz, al ser  humano que somos.


Y yo pienso que todo eso será por algo. Y me pregunto por qué no ha de ser siempre así.  ¿Por qué la Navidad es sólo una fiesta en el año y no es el nacimiento de una nueva era,  recuperada cada año con nuevo empeño?


EUCARISTÍA 1992, 59





8. PO/EMMANUEL 


Emmanuel,
Dios con nosotros:
la salvación nos llega
nos sonríe a todos.


Emmanuel,
Dios en nosotros:
la soledad vencida,
plenitud de gozo.


Emmanuel,
Dios por nosotros:
se acabaron los miedos,
y los estorbos.


Emmanuel,
Dios para nosotros:
nos entrega su vida,
nos lo entrega todo.


Dios Emmanuel,
con, en, por, para nosotros:
es la buena noticia
que estremece el cosmos.


EUCARISTÍA 1989, 60





9. Jn/PROLOGO


IMPORTANCIA DEL PROLOGO DE JUAN.


Me parece que en el conjunto de la predicación de este tiempo de Navidad-Epifanía,  debería hoy darse especial relieve al comentario del texto evangélico, del llamada prólogo  de Juan.


Especialmente si no se leyó el día de Navidad. Leyendo su texto completo (por lo menos,  nunca omitir el versículo final: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el  seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer").


No se trata de combatir la vivencia que podríamos denominar "infantil" o puramente  "sentimental" de la Navidad. Pero sí de ir más allá. De anunciar lo que realmente significa  para el cristiano el misterio de la Encarnación. Y, para ello, el evangelio que se lee hoy es  peculiarmente importante. Subrayaría dos aspectos: "Y la Palabra se hizo carne, y acampó  entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno  de gracia y de verdad". Es el centro de la celebración de Navidad-Epifanía: la encarnación  -con todo lo que significa de plena comunión de Dios con el hombre, afirmación básica que  recuerdan las plegarias eucarísticas: "hecho hombre" (plegaria II), "compartió en todo  nuestra condición humana" (plegaria IV)...- y la manifestación o "epifanía" de Dios en Jesús:  la Palabra -la revelación del Dios "que nadie ha visto jamás"- se hace conocible, palpable,  compartiendo la vida humana. Y es a través de este camino humano de la Palabra, del Hijo  de Dios, como vislumbramos su gloria, es decir, su Vida, que es gracia de salvación, verdad  o salvación.


ENC/DIVINIZACION: "A cuantos le recibieron, les da poder para ser  hijos de Dios, si creen en su nombre". La comunión descendente -en la simbología bíblica-  del Hijo de Dios que asume y comparte el vivir humano, causa una posibilidad de  comunicación ascendente del hombre que "recibe" (acoge, cree) la Palabra de Dios y así  deviene -por gracia- hijo de Dios. Quizá sea éste un aspecto del mensaje de Navidad poco  presente en la predicación habitual de estos días: no sólo es Dios quien se encarnó sino  que -al encarnarse- nos abre el camino de vivir y ser hijos de Dios. La encarnación es  divinización. Es aquello del "admirable comercio" que expresa el realismo de la acción de  Dios: el va y viene de su acción, de su gracia, de su salvación. "Si creen en su nombre", es  decir, si le acogen y reciben como luz para nuestra vida. Dicho de otro modo: si seguimos el  camino humano de Jesús, entramos en comunión con la vida de Dios.


EL D/CONOCIDO D/DESCONOCIDO. Quizá sería conveniente hoy -por lo menos en  ciertos ambientes- remarcar un aspecto aparentemente paradójico de la fe cristiana. Me refiero a la simultánea afirmación del Dios desconocido -"a Dios nadie lo ha visto  jamás"- y del Dios conocido -"hemos contemplado su gloria"-. Porque padecemos una  tradición de utilizar el nombre de Dios en vano (es decir, de parecer que lo sabemos todo de  Dios, de lo que es y quiere), que ha causado en parte una pérdida de fe en este Dios del  que no se ha respetado su trascendencia. Pero, en cambio y sorprendentemente, no hemos  anunciado con la suficiente firmeza que a este Dios desconocido y trascendente (que está  más allá de todas nuestras imaginaciones y normas) le conocemos a través de su Palabra  hecha carne, a través del hombre Jesús de Nazaret. Para decirlo de otro modo: el cristiano  no es creyente en el Dios de las "religiones" sino en el Dios que se manifiesta en Jesucristo.  Un Dios que es siempre desconocido-conocido, al cual sólo podemos conocer y acercarnos  -vivir en comunión con El- a través de la vida y la palabra de Jesucristo. Y de la acción de su  Espíritu en la Iglesia, en los cristianos, en todos los hombres de buena voluntad.


LA CELEBRACIÓN DOMINICAL. Hoy podría ser conveniente notar que cada domingo es  una celebración de este misterio-realidad de comunión y presencia de Dios en nuestra vida.  Quizá, ya que es primer domingo del año, se podría exhortar a vivir la participación en la  misa dominical durante todo el año como un acto de fe y, al mismo tiempo, como un alimento  siempre necesario para esta comunión de vida entre Dios y nosotros, por Jesucristo y  abiertos a la acción vivificante del Espíritu. Aquello que decíamos antes de la acción  descendente y ascendente se realiza cada domingo en la celebración eucarística. La misa  dominical es una celebración de comunión que debe continuar durante toda la semana. 


J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1982, 1





10. ALEGRIA/NV  


¿DONDE SITUARNOS? Cuando el papa ·León-MAGNO-SAN el Grande  escribió su famoso sermón de Navidad, decía: "Queridos, nuestro Salvador ha nacido hoy:  ¿alegraos!; no hay lugar para la tristeza donde se celebra el día del nacimiento de la  vida...". Esto ocurría por el año 450 y era la misma fiesta que nosotros celebramos, pero  también es cierto que celebramos otra Navidad. Quizá para aquel papa el sentido político  que había tenido la fiesta del 25 de diciembre carecía de interés, porque los cristianos de  Roma, ya antes del año 300, celebraban, en lugar del "nacimiento del sol invencible", el  "nacimiento del sol de justicia, Cristo", una especie de protesta contra el orden del Imperio  de Roma que abarcaba todo el orbe de la tierra, un manifiesto contra el divinizado culto al  emperador... Los cristianos querían celebrar la inquebrantable esperanza en la nueva  justicia (la de Dios) que se ordena al amor y que hace de los hombres y de las relaciones  públicas algo totalmente nuevo.


Otros dicen que se trató más bien de una fiesta de acción de gracias por la liberación que  Constantino llevó a la Iglesia con respecto al mundo pagano. Así, también la fiesta,  sustituyendo otra anterior, tendría un carácter de renovación política: ¡Cómo tendría que  sonar el "hoy ha nacido nuestro salvador", cuando esta palabra "SOTER=salvador" era un  título que se le daba al emperador romano! Y para colmo aún añadían los cristianos que  "Hijo de Dios" era aquel Cristo y no el poderoso emperador que recibía ese título... Por  supuesto, tenía que sonar la proclamación del Evangelio en la Antigüedad como una  subversión, como una revolución de valores.


Las fiestas cambian, ciertamente. De otra manera quiso ver la Navidad, por ejemplo,  Francisco de Asís en 1223, cuando, tres años antes de su muerte, marchó  una Noche Buena con sus hermanos y hermanas de Greccio a celebrar la fiesta en el  bosque, cantando allí el Evangelio navideño delante de una mula y un buey, en una gruta  llena de heno y paja... Naturalmente aquello quiso significar algo más que un juego piadoso  de sencillez y soledad.


Francisco quiso salir de las ricas iglesias de la ciudad donde se sentaban los ricos, los  nobles, con la distinción de sitios y también de cleros, con los privilegios de todos aquéllos: y  quiso ir a sentir la oscuridad, el frío y la pobreza.


Y así podríamos repasar mucho más la historia para ver distintos colores de la Navidad. Pero, ¿cómo es hoy la cosa? ¿Qué sentido damos al nacimiento de Jesús? Hace años  que se alzan las lamentaciones que piden recuperar la fiesta de las garras del mundo del  consumo y del mundo de la guerra que no cesa, para meterla en la celebración vivida de la  comunidad de fe. Claro está que muchos no se sentirían a gusto celebrándola con el  Oratorio de Navidad de Bach, ni adorando la imagen de un niño, ni con una predicación de  un místico del siglo XIV. Es lógico que muchos querían pasar de interpretaciones nuevas o  antiguas.


Tal vez estemos algunos muy pobres en ideas y con pocas perspectivas, pero  quisiéramos quizá que al menos quedase en nosotros no mucho más que una profunda  esperanza: que ese pequeño y desvalido cuerpo de Cristo crezca en nosotros, en cada uno  y en la vida pública. ¡Ojalá quede la esperanza!


EUCARISTÍA 1987, 60





11. TEMPORALISMO/ESPIRITUALISMO


NAVIDAD Y DOCETISMO. Ya en el siglo primero de nuestra era cristiana se trató de  desvirtuar la realidad de la encarnación del Hijo de Dios, pretendiendo que Dios se había  hecho hombre solo aparentemente.


Hoy, después de veinte siglos, persiste el intento de herejía en tantos y tantos que, de mil  formas distintas, parecen interpretar la encarnación como si Dios se hubiese hecho hombre  "a medias". Y no deja de resultar irónica la postura de tales cristianos que, sabiendo que  Dios se ha hecho hombre para salvar a los hombres, parecen más interesados en salvar a  Dios que a sus hermanos.


No es Dios el que necesita ser salvado por los hombres -¡como iba a ser Dios!- sino los  hombres los que necesitan ser salvados por Dios. Por eso Dios se hace hombre, para salvar  a los hombres.


Y por eso, claro está, los cristianos estamos comprometidos en la salvación de la  humanidad. Esa parece que es claramente la voluntad de Dios al hacerse carne y aceptar  nuestra condición humana. Sin embargo... discutimos y seguiremos discutiendo de  horizontalismo, de temporalismo, de compromiso, de encarnación...


Para unos será una exigencia clara del misterio de la "Navidad": para otros, en cambio,  será una desvirtuación de la religión, que preferirían encerrarla en la cárcel de cristal de una  espiritualismo, en abierta contradicción con la realidad de la encarnación del Hijo de Dios. Navidad significa que Dios se ha hecho hombre. Y si se ha hecho hombre de verdad  -¿quién lo duda?- ha sido con todas las consecuencias. No es lícito reducir la Navidad a una  anécdota en la historia. No es justo ridiculizar la presencia de Dios hecho hombre a un viaje  de turismo de Dios por la tierra. Si el pecado del mundo ha llevado a Dios, por amor, a  hacerse hombre para hacerse cargo de nuestros problemas. ¿Cómo se puede exigir a los  cristianos, y en virtud de qué religión, dejar de lado las cuestiones humanas para dedicarse  a Dios? Pues Dios "por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y se  hizo hombre". 


EUCARISTÍA 1973, 6





12.


El hecho del nacimiento de Jesús tiene una importancia capital. Los hechos concomitantes  la tienen menos. Por el contrario, la meditación que el "midrash", por una parte, y Lucas, por  otra, tejen en torno a esos hechos es decisiva, puesto que nos ayudan a pasar del hecho al  misterio, de la historia a la doctrina que encierra. Ahora bien, la reflexión de la comunidad  primitiva y de San Lucas recae a la vez sobre el carácter humano, soberano y divino del  recién nacido de Belén. Nos invita a mantener firmemente la fe en las dos naturalezas del  Hombre-Dios.


Pues bien, la fiesta de Navidad ha sido establecida precisamente para luchar contra las  herejías que alteraban la personalidad de Cristo. Reduciendo a Cristo a una persona  humana, el arrianismo se constituyó en guía de cuantos no toman en consideración más  que al hombre para salvarle y transforman la Iglesia en institución humana, política o social.  Reduciendo a Cristo a su naturaleza divina, el monofisismo se constituía en patrón del  integrismo, despreciando muchas veces hasta la creación y la naturaleza humana, e  incluso el esfuerzo del hombre.


Toda la liturgia de Navidad ha sido elaborada en épocas en que la Iglesia luchaba contra  las herejías que todo se lo asignaban a Dios o, por el contrario, todo al hombre. Pues bien,  nuestra pastoral de Navidad corre hoy el peligro de derivar hacia uno y otro de esos  excesos, ya sea no considerando en Navidad más que los problemas humanos de paz o de  pobreza y las soluciones humanas que se pueden aplicar, ya sea no considerando más que  la divinidad de Cristo hasta el punto de olvidar su actividad humana y de no observar los  aplazamientos de la fe humana en la sacramentalización y la conversión de los hombres. Una visión exacta de la personalidad de Cristo nos permite, por lo demás, renovar, con  motivo de la Navidad, nuestra manera de celebrar la Eucaristía adquiriendo más conciencia  de que no es un rito mágico bajado del cielo, sino un encuentro del hombre y de Dios,  preparado y celebrado por mediación del sacerdote. 


MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 198





13. NV/SOLIDARIDAD  EU/SOLIDARIDAD 


Navidad debe ser el comienzo de la solidaridad. Si Dios se hace hombre en Jesús, en él  todos los hombres somos hermanos y miembros de la misma familia. Ninguna razón, ningún  pretexto, ninguna ley económica o de mercado puede prevalecer sobre este hecho  fundamental. Es injusto todo progreso nacional o regional, mientras más de medio mundo se  ve impedido de alcanzar lo elemental para la vida. Dios se ha hecho hombre y ha querido  estar entre los pobres, para que nadie aspire a enriquecerse, y menos a costa de los otros,  al precio del despojo de unos, del hambre de otros, de la miseria de tantos.


SENTADOS A LA MESA DEL SEÑOR. La eucaristía, en la que celebramos el amor y la  solidaridad de Dios que dio su vida para darnos la vida, es siempre un imperativo de  solidaridad. Sólo podemos celebrar el amor de Dios, si nos amamos unos a otros. Sólo  podemos celebrar la solidaridad de Dios, si somos solidarios entre nosotros. En la mesa del  Señor, todos tenemos un sitio, todos tenemos invitación, todos disponemos del pan y la  palabra.


Pero no ocurre así en la mesa del desarrollo, donde unos viven muertos de hambre y  otros abandonados, desasistidos, solos y olvidados. La solidaridad y el amor de Dios son  una apelación inexcusable para que construyamos una nueva sociedad donde haya pan y  palabra para todos. Donde todos puedan satisfacer sus necesidades y todos puedan vivir  en comunión.


EUCARISTÍA 1988, 61





14. J/SOL:


"Diversas circunstancias han conducido a la Iglesia a situar la celebración del nacimiento  del Señor en el solsticio de invierno. No es ello una simple coincidencia fortuita, sino que  ahí debemos ver el esclarecimiento de una verdad de fe, a saber, que Cristo no es  solamente el Salvador de la humanidad, sino también el Redentor de los siglos y de la  creación entera" (J. LEMARIE, "La Manifestación del Señor").


"Si el sol se oscurece en el momento de la pasión de Cristo, en su nacimiento es  necesario que resplandezca más deslumbrante que de ordinario... Si este nacimiento es  algo tan extraordinario, extraordinarios también son los homenajes que se le rinden. En este  día en que nace el Señor, los ribazos están en vela, los ángeles se regocijan el sol ofrece  sus homenajes y la estrella sus servicios. De esta forma los ángeles y los collados expresan  su alegría; los elementos que no tienen voz manifiestan su alegría mediante sus buenos  servicios" (Sermón atribuido a san ·Ambrosio-SAN, pero, más probablemente, el autor es  san Máximo de Turín, del siglo V).


"En casi todos los textos patrísticos aparece esta misma idea: que el Sol Invictus es la  figura de Cristo, verdadera luz que ilumina a todo hombre... Comienza un nuevo año que  conocerá la sucesión alternativa de la luz y las tinieblas predominando sucesivamente.  Progresando sucesivamente según el ritmo creciente de la luz, el Misterio de Cristo se  desenvuelve a lo largo de todo este primer semestre que alcanzará su plenitud en el  estallido pascual de la vida y en los fuegos de Pentecostés. El sol se encontrará entonces  en su cenit. Pero esta manifestación de alegría está contenida ya en la victoria inicial. La  alegría primaveral y la magnificencia del verano están ya en germen en esta salida nueva  del Sol Invictus. Así sucede en el Misterio de Cristo: la alegría pascual tiene su origen  primero en el Misterio de la Encarnación, y el esplendor de la parusía de la Jerusalén  celestial será el último fruto de la venida de Dios sobre la tierra. Todo este misterio de  resurrección y de vida está contenido en a Encarnación y Natividad del Señor» (J.  LEMARIE, o. c.). 


HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 55 s.





15. A-D/CREER 


Alguien te ama 


Lo importante no es que creas que ha nacido un niño, ni siquiera que ha nacido Dios, sino  que ha nacido un Dios que te ama, te salva, te busca. Has de creer que ya estamos todos  salvados. Has de creer que alguien te ama gratuita e incondicionalmente, que la vida toda  tiene ya sentido. Va a nacer un niño que se llamará «Yahveh salva» o Jesús. Has de creer  que El es el único Salvador, que «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por  el cual podemos salvarnos» (Hch. 4, 12). Has de creer que no te salvarán los señores de la  tierra ni las influencias ni el dinero ni tus hermosas cualidades. Has de creer que tú no te  puedes salvar solo. Has de creer que Jesús es tu Salvador. 


FUEGO EN LA TIERRA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1988.Pág. 98





16. ENCARNACIÓN/DIVINIZACIÓN  ESPIRITUALISMO/TEMPORALISMO
V/CR/DICOTOMIA.


"Compartió en todo nuestra condición humana", dice la plegaria eucarística IV. Me  atrevería a decir que esta afirmación básica de la fe cristiana no está adecuadamente  presente en nuestra predicación. Me parece que -quizás inconscientemente- mantenemos  la dicotomía entre el "Dios en el cielo" (la trascendencia absoluta) y el "hombre en la tierra"  (tanto los "valores humanos" como el "pecado humano"). Cuando el mensaje cristiano -muy  propio de este tiempo de Navidad-Epifanía- es el sacramento unitivo entre Dios y el  hombre, basado en el Dios-hombre, como signo y realidad de una comunión entre Dios y el  hombre.


Las consecuencias son claras: a Dios le conocemos a través de un hombre, del hombre  Jesús. Que comulga con la vida humana y la comparte. Y el camino de "divinización" -es  decir, de cada vez mayor comunión real con la vida y el amor, la justicia y la libertad, la  bondad y la verdad... que es Dios- pasa por el seguimiento del camino que es Jesús, hijo  de María, hombre de su pueblo y de su tiempo, niño en Belén y plenamente adulto en la  cruz de Jerusalén, vivo para siempre ahora en el cielo y en la tierra. Dicho de otro modo: no  hay vida cristiana sin divinización de nuestra vida humana y sin humanización de la vida  divina. Es el misterio de la Encarnación (que, no lo olvidemos, produjo las primeras y  grandes herejías que -de algún modo- siguen presentes en nuestro modo de concebir el  cristianismo: es la gran dificultad de admitir que un Dios sea hombre o que un hombre sea  Dios).


J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1981, 24





17.


¿Cómo no amar a este mundo y a estos hombres, a esta historia y a este tiempo? Lo que  Jesús amó es digno de nuestro amor, no faltaba más. Sin adjetivos. Que si nuestro tiempo  es mejor o peor. Que si estos hombres son más religiosos o menos. Que si este pueblo me  cae simpático o antipático. Este es el mundo en que Jesús vivió, gozó, sufrió, consoló, curó y  murió, y al que ha dejado su presencia en el Espíritu que nos hace hijos. ¿Puede un  cristiano dejar de amar a este mundo? 


NO HAY TESTIMONIO SIN REENCARNACIÓN. Pero  no se puede contemplar a Jesús en el mundo y amar a Jesús en el mundo sin comenzar por  donde él: estar en el mundo. Jesús acampó entre nosotros no sólo para amarnos sino para  enseñarnos el camino de trasmitir a los demás, nuestros hermanos, este amor salvador. Los  cristianos muchas veces hemos parecido estar como "ausentes" en el mundo, siendo así  que la pedagogía de la evangelización, de la Buena Nueva es empezar por donde Jesús:  tomar carne en nuestro mundo, sentirnos uno más, en sus alegrías y tristezas, en sus  esperanzas y fracasos. Por eso, acertadamente el documento programático de la  evangelización en el mundo contemporáneo (Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI) nos vuelve a  la pedagogía de Jesús: primero, situarse-encarnarse- solidarizarse, callar y aprender  mucho; segundo, contemplar esa realidad que vivimos a la luz de la Palabra y el Proyecto de  Dios; y sólo en tercer lugar, atrevernos a dar testimonio del amor de Jesús, con nuestras  palabras y opciones solidarias. Desde que "la Palabra se hizo carne y acampó entre  nosotros" ya no es posible hablar de Dios de memoria, en teoría, desde las ideas  prefabricadas, sino en un difícil y permanente proceso de encarnación solidaria. 


J. M. ALEMANY
DABAR 1990, 5





18. PO/MARIA-NOCHEBUENA


MARÍA NOCHEBUENA

Como miga de pan,
de tu carne de trigo, 
María Nochebuena,
un Hijo te ha nacido.

Bendita seas tú,
que tal Hijo has cocido
en ese vientre tuyo
sellado y tan florido.

Como miga de amor,
en ti Dios se ha hecho Hijo,
bocado para el pobre
y menos para el rico.

María Nochebuena,
trigal lleno de trigo,
parir al "Dios que salva"
¡qué gran cosecha ha sido!





19.


El viejo y pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús,  no es el pórtico de columnas y capiteles, ni la caballeriza científica de los ricos de hoy en  día, ni el belén elegante de la Nochebuena. El establo no es otra cosa que cuatro paredes  toscas, un empedrado mugriento y un techo de vigas y de lajas. El verdadero establo es  lóbrego, sucio, maloliente; lo único limpio en él es el pesebre, donde el amo dispone el heno  y los piensos.


.............. 


Ese es el verdadero establo en que Jesús fue parido. El primer aposento del único puro  entre todos los nacidos de mujer fue el lugar más asqueroso del mundo. El Hijo del Hombre,  que había de ser devorado por las bestias que se llaman hombres, tuvo como primera cuna  el pesebre en que los animales desmenuzan las flores milagrosas de la primavera. No nació Jesús de casualidad en un establo. ¿No es acaso el mundo un establo inmenso  en el que los hombres engullen y estercolan? ¿No transforman acaso, por arte de una  alquimia infernal, las cosas más bellas, más puras y divinas en excrementos? Y a  continuación se tumban a sus anchas sobre los montones de estiércol y dicen que están  "gozando de la vida".


G. PAPINI
HISTORIA DE CRISTO





20. BELEN/PATRIA-J


La "patria chica" de Jesús


Belén, de ayer a hoy


"Pero ti, Belén de Efrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser  jefe de Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial, y se afirmará y apacentará con la  fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de su Dios. Y habrá seguridad, porque su  prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra. (Libro del profeta Miqueas. 5, 2-4).


A diez kilómetros de Jerusalén y tras superar varios controles del ejército israelí, edificada  sobre dos colinas que miran al desierto de Judea, se encuentra el pueblo en el que nació  Jesús, su "patria chica": Belén. En la actualidad es una ciudad fundamentalmente árabe  ­muchos de ellos cristianos­ con unos 35.000 habitantes.


En el Antiguo Testamento, Belén era conocida por ser la cuna de David, elegido por Dios  como rey de Israel y de quien, según la Promesa, nacería el Mesías. En el Nuevo  Testamento, los evangelistas san Mateo y san Lucas afirman que el nacimiento de Jesús  tuvo lugar en Belén, en tiempos del rey Herodes, bajo César Augusto, señalando además  que se produjo en un lugar donde había un pesebre y que allí el Niño fue envuelto en  pañales y colocado por la Virgen María. Ésta era precisamente la señal dada a los pastores  por el ángel para reconocer al Salvador anunciado.


Los primeros cristianos ya veneraron el sitio ­en concreto una gruta­ como lugar sagrado  y, apoyado por testimonios, entre otros el de Orígenes, que conocía bien el sitio, el  emperador Constantino mandó edificar una gran basílica sobre la cueva del nacimiento,  inaugurada en el año 339. No mucho después sería saqueada y destruida. La actual es una  basílica bizantina construida por el emperador Justiniano en el año 529 y adornada por  hermosos mosaicos.


Construida con cuatro filas de columnas, la basílica tiene forma de cruz latina con el  transepto rematado en ábside, igual que la nave central de 54 metros. El techo es de  madera tallada con tres cuerpos superpuestos. La propiedad y el culto de la basílica lo  comparten tres confesiones cristianas: la greco­ortodoxa, la armenia y la latina o católica.  Adosada a la basílica y comunicada con ella, los frailes franciscanos rigen también la Iglesia  de Santa Catalina que hoy es la parroquia católica-latina de Belén.


Este sería la segunda Nochebuena de Belén sin la presencia del Ejército Israelí en su  calles, después de 28 años de ocupación militar.


De nuevo el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Araft, acompañará al Patriarca  latino de Jerusalén, el también palestino, Michel Sabbah, en la Misa del Gallo que la  comunidad parroquial de Belén celebre en el templo de Santa Catalina. Con la retirada de las tropas israelíes no se han alejado los problemas al pueblo  palestino de Belén, la paz sigue siendo extremadamente frágil, sobre todo con el actual  primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su política de asentamientos.


El centro de interés de la basílica lo constituye la Gruta de la Natividad que se encuentra  bajo el presbiterio, lugar donde se sitúa el nacimiento de Cristo. Es un espacio de reducidas  dimensiones (12,3x 3,5 metros) y bastante deteriorado, de forma rectangular con un  pequeño ábside en el extremo oriental donde se encuentra un altar, debajo del cual, una  estrella de plata señala el sitio exacto donde Cristo nació de la Virgen María.


A tres kilómetros de Belén está otro de los lugares navideños: Bet Sahur, conocido como  el "Campo de los pastores".


Es el sitio donde señala la tradición el anuncio del nacimiento de Cristo por parte del  ángel a los pastores. En la actualidad es una población de unos 6.000 habitantes, en su  mayoría árabes cristianos. Allí se levanta una moderna iglesia construida por los  franciscanos, guardianes de los Santos Lugares.


Cada año, por estas fechas, Belén se llena de peregrinos.


Ojalá que la paz anunciada allí por los ángeles para los hombres de buena voluntad, se  haga realidad en la "patria chica" de Jesús.


J. M. Gil-Tamayo





21. Carta del Arzobispo 


La gente buena cuando Jesús nació


Retablo de personajes navideños


Visité, no hace mucho, el famoso museo murciano de imaginería religiosa, obra del genial  escultor del siglo XVIII Francisco Salcillo. Sobresale allí un prodigioso Belén, con cientos,  quizá miles, de figuritas de exquisita artesanía: plantas, animales, personas, campos,  plazas, calles y casitas. Críos por todas las esquinas, muchachitas y mozuelos, gentes  adultas, corrillos de vecinos, viejecitos tomando el sol.


Un fabuloso retablo viviente, en el que apenas se aprecia que las figuras no se mueven.  Uno mismo, sin notarlo, le pone voz a los vendedores ambulantes, murmullo a los  riachuelos, gorjeos a los pájaros, gritos a los niños. Los labradores, pastores, albañiles y  vendedores, las amas de casa y las lavanderas, están como suspensos en el tiempo,  fijados por el artista en un silencio de adoración. Los árboles y las plantas, los animales y  las personas irradian bondad y fraternidad, alegría y emoción religiosa. Lo de Salcillo es un  Belén viviente, aunque no semoviente. Los castillos, las granjas, los caminos, los riachuelos  apuntan al Portalico. Allí María y José; allí el Niño Dios. Detrás, absortos, la mula y el buey.  Acampó entre nosotros. Belén, casa de pan y de paz.


¿Fue la navidad de Jesús como la plasmó Salcillo? ¿Eran los personajes rústicos de  Belén como los labriegos murcianos del siglo XVIII? ¿Qué destila el misterio de la Navidad,  tal como nos lo describen Lucas y Mateo en sus respectivos Evangelios de la infancia?  Diríase que los trazos negativos son fuertes y oscuros: Jesús no encontró albergue en  Belén y nace en un pesebre; los maestros de Israel no le echaron cuenta, Herodes lo  persiguió a muerte; sus padres, con él, tuvieron que emigrar a Egipto. Fueron muy duros los  prólogos de su asentamiento definitivo y, pensamos que apacible, en Nazaret. Sea cual sea  la lectura del Evangelio de la infancia, se entrecruzan astillas de la cruz en la cuna del Niño  Dios.


Con todo, lo que más se desprende de los evangelios y lo que ha prevalecido siempre en  las celebraciones cristianas de este misterio, son los sentimientos de alegría, de esperanza  y de paz. ³Os anuncio un gran gozo... os ha nacido un Salvador² (Lc. 2, 10­11). Esto dicen  los ángeles a los pastores. Y los Magos, al redescubrir la estrella, ³sintieron un grandísimo  gozo y, llegando a la casa vieron al niño con María, su madre, y, de hinojos, lo adoraron...²  (Mt. 2,10 -11). Los mismos sentimientos se destilan de la pequeña galería de personajes  navideños a los que paso a referirme.


El papel de San José


Nos saltamos a María, porque ella es la Navidad. También lo es, en su medida, San  José, pero su protagonismo es discreto, aunque ocupa el primer puesto entre los que  asumieron activamente la venida del Mesías. Ejerció de padre suyo, como esposo de  María. Antes de conocer el misterio, quiso desaparecer de escena para no empañar la fama  de la Virgen.


Fiado en Yahvé su Dios, siguió las indicaciones del ángel: la acogió en matrimonio, fue  sombra protectora para ella y para el Niño, los sostuvo con su trabajo, ejerció de padre de  familia.


¿Conocen ustedes alguna palabra de San José? Yo tampoco. No era ciertamente  sordomudo. Pero, frente a tanto bocazas, he ahí a un hombre hecho y derecho, un israelita  sin tacha, fiel a su Dios y a los suyos, intermediario eficacísimo en la venida de Cristo al  mundo. Claro que "como era justo" dice san Mateo, con palabra inspirada, pues ya estÁ  dicho todo. José, canonizado por el santo Evangelio.


La figura de Zacarías


Sacerdote dignísimo del templo de Jerusalén, esposo de Isabel. "Ambos eran justos en la  presencia de Dios e irreprochables caminaban en los preceptos y observancias del Señor"  (Lc. 1, 5-6). Un día, mientras oficia en el Sancta santorum, le habla el Ángel del Señor: "Tu  mujer anciana y estéril te dará un hijo, al que llamarás Juan y será grande en la presencia  del Señor, que viene a preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Cf. ibid. 8-17). Lo demás, ya lo conocemos. Zacarías duda y pregunta.


Queda mudo por su falta de confianza en el anuncio. Pero tanto él como su esposa  siguen fieles al Señor y preparan la venida del Bautista. Cuando éste nace, su padre  recobra el habla y lo presenta a todos en estos términos: "Te llamarás profeta del Altísimo,  porque irás delante del Señor a preparar sus caminos..." (Ibid. v.76) Zacarías presenta una  estampa de hombre justo, de adorador del Padre, de esposo fiel, de padre generoso. De  servidor del culto y de la palabra. De creyente ejemplar en la espera ardiente del Mesías.  Nos hizo quedar bien a los clérigos como miembro del estamento eclesiástico.


Su esposa Isabel


De ella, está dicha la mitad con lo hablado sobre su marido.  Mujer orante y estéril. Por eso le diría el ángel a Zacarías que Dios había escuchado la  oración de la pareja. Ella lo reconoció agradecida: "Al Señor le plugo quitar mi oprobio  delante de los hombres" (v.25). Vamos calando así en la interioridad religiosa de Isabel, que  se nos manifestará a raudales en la escena de la Visitación.


"Así que oyó Isabel -dice San Lucas- el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno  e Isabel se llenó del Espíritu Santo y clamó a voz en grito: Bendita tú entre las mujeres y  bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que la madre de mis Señor venga a  visitarme?" (vv.42-44).


Ella compartió con María los secretos de Dios. Completó, en elogio de su prima, las palabras del Ángel.  Fue visitada por el Espíritu. Experimentó la grandeza soberana de aquellos  acontecimientos y se sintió pobre ante ellos. Canonizada también por el Evangelio, Isabel  esposa y madre, orante humilde, abierta a la comunicación espiritual. Como tantas mujeres asombrosas, que todos conocemos.


Los pastores de Belén


Estaban de guardia, junto al ganado, en las colinas de Belén, quizá de tertulia nocturna,  quizá tumbados ya sobre el petate. En todo caso, cumpliendo su deber y bien avenidos  entre sé. Gente creyente y sencilla, con religiosidad popular, sin mucha teología. Oyeron  con júbilo el anuncio del ángel sobre el nacimiento del Mesías, acudieron presurosos a  Belén a rendir su homenaje al Salvador y contaron luego a cada hijo de vecino lo que  habían visto y vivido. "Y cuantos los oían se maravillaban, dice el Evangelio, de lo que les  decían los pastores" (Lc. 2,18). Humildes, creyentes y testigos. ¿Hay quién da más? 


El anciano Simeón


"Hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel y el Espíritu de Dios  estaba en él" (Ibid. v.25) Venía desde tiempo esperando al niño en el templo de Jerusalén y  sabía, por una luz especial de Dios, que no moriría sin verlo. Lleno del Espíritu Santo tomó  al Niño en sus brazos y prorrumpió en un cántico: "Ya puedo morir en paz porque mis ojos  han visto al Salvador".


Llamó a Jesús luz de las gentes y signo de contradicción, dos títulos de Jesucristo para  siempre. Le anunció también a María su compasión redentora. Santo, místico, profeta,  Simeón. Inigualable acogedor de Jesús en la Tierra.


Ana, la profetisa


Otro ejemplar fuera de serie. Sesenta años de viudez, durante los cuales "no se apartaba  del templo, sirviendo con ayunos y oraciones, noche y día". Estaba allí cuando llegó Jesús  y "hablaba de él a cuantos esperaban el consuelo de Israel" (v. 38). Un caso, sin duda,  excepcional. Mujer orante y penitente, purificada hasta la transparencia. Ojos limpios y  abiertos, como los de Simeón, para descubrir al Mesías de Dios.


Lengua movida por el Espíritu para anunciar el misterio de Cristo a cuantos esperaban su  advenimiento redentor. Santa patrona de tantas beatas, de las que a veces hacemos  irrisión y que son morada de Dios y buen olor de Cristo.


Los magos de Oriente


Personajes de historia, con hado de leyenda. Por eso los han fijado en tres, los han  elevado a Reyes, han situado sus tierras de origen en Media, en Cádiz o en Etiopía. Su  mensaje es hermoso, donde los haya. Gente con inquietud intelectual y espiritual. Muy al  estilo del Oriente y de la época, escudriñan los cielos. Si nunca hubieran mirado hacia  arriba, jamás habrían descubierto la estrella inquietante.


Lo que más no fue el verla, sino seguirla, soportar la prueba de su desaparición temporal  y buscar datos más ciertos entre los doctores de Jerusalén. Volcar luego su corazón y sus  tesoros a los pies del Niño y de María. Eso, tan bello, es la corteza del acontecimiento,  porque el meollo, la ventana del misterio, es la Epifanía, que celebra el 6 de enero toda la  cristiandad. Los magos son, más que los autores, los agraciados con una manifestación  singular de Cristo a los gentiles. Ellos fueron los adelantados de todos los venidos a la fe  desde fuera del judaísmo. Abrieron paso al nuevo Pueblo de Dios, de toda raza, pueblo y  nación. A nosotros.


Antonio Montero
Arzobispo de Mérida-Badajoz





22.


La Navidad es, por sí misma, un contraste grandioso, por no decir que escandaloso,  entre la grandeza soberana de Dios y la insignificancia tremenda del nacimiento de su Hijo,  un bebé que llora y ríe, que mama y moja los pañales, igualito que nosotros, como cualquier  hijo de Adán, semejante en todo a los demás nacidos, menos en el pecado. Él se hizo pobre  para hacernos ricos y apostó sin titubeos por todas las pobrezas, de las que no nos  escapamos ni uno. Gentes hay tan necesitadas, que no tienen más que dinero. Otros están  escadenados a sí mismos, prisioneros del propio egoísmo, más solos que la una, por más  que intenten sofocar con ruido y con alcohol su tremenda indigencia interior.


Antonio Montero





23.


Y para finalizar, un pensamiento navideño que he recibido y me ha hecho pensar mucho. Es de Anselm Grün: “Nuestra vida puede parecer un palacio. Pero todo palacio esconde un establo. El establo de la mediocridad y del desorden. El que no siempre huele bien y que queremos ocultar de las miradas de los otros. Es precisamente ahí y en ningún otro sitio donde Dios quiere nacer en mi vida”.