DÍA SEXTO
Jesús es consagrado a Dios
1. Canto para empezar
2. Oración para todos los días
Como en el primer día.
3. Presentación del tema
María y José llevaron al Niño al Templo de Jerusalén para consagrarlo a Dios. Lo habían recibido de Dios y en manos de Dios lo ponían.
La ceremonia fue sencilla. No hubo gastos extraordinarios. Ellos dieron la ofrenda de los pobres: una pareja de tórtolas.
Un anciano, llamado Simeón, había pasado su vida esperando el consuelo de encontrarse con el Salvador, luz y gloria de su pueblo. Y su fe fue tan grande, que lo consiguió. Para nosotros es modelo de la perseverante búsqueda del Señor. Todo el que lo busca con constancia, lo encuentra siempre.
Simeón, inspirado por el Espíritu Santo, le dijo a María cosas duras: el Niño estaba destinado a ser "señal de contradicción" y motivo de conflictos; ella misma se vería traspasada por un sufrimiento mortal. El esperaba la salvación de Israel, pero, como creyente de experiencia, sabía que la salvación sólo vendría a través del dolor.
Simeón ve claro también que Jesús es el centro de la vida y de la historia. El Mesías-Luz viene a liberarnos de la obscuridad de la opresión. O estamos con El o contra El. Es señal de vida o de muerte; causa de caída o de vida plena. Bandera discutida: uno puede estar a su favor o en su contra, pero nunca indiferente.
Ana, una anciana que también les encontró en el templo, simboliza a todas esas buenas mujeres serviciales que esperan sólo en Dios. Ellas merecen también, como Simeón, encontrarse con Jesús como Salvador. Ana daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de su pueblo.
Un anciano y una anciana son los dos primeros que desde las profundidades de su fe se dan cuenta de que aquel niño pobre es mucho más de lo que aparece por de fuera: es el Salvador del mundo.
4. Lectura del Evangelio: Lucas 2,22-38
Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumpir el rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: una pareja de tórtolas o dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era muy bueno y piadoso y el Espíritu Santo estaba con él. Esperaba los tiempos en que Dios atendiera a Israel y sabía por una revelación del Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor.
Vino, pues, al Templo, inspirado por el Espíritu, cuando sus padres traían al Niñito para cumpir con él los mandatos de la Ley.
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
Señor, ahora, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como le has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador
que tú preparaste para presentarlo a todas las naciones.
Luz para iluminar a todos los pueblos
y gloria de tu pueblo, Israel.
Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que decía Simeón del Niño. Simeón los felicitó y, después, dijo a María, su madre: "Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán, y a ti misma una espada te atravesará el alma. Pero en eso los hombres mostrarán claramente lo que sienten en sus corazones".
Había también una mujer de edad muy avanzada, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada, había perdido muy joven a su marido y, siendo viuda, no se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía don de profecía. Llegando en ese mismo momento, comenzó a alabar a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
5. Diálogo comunitario
a) ¿Esperamos, como Simeón y Ana, encontrarnos con Jesús? ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cuál es nuestra esperanza en El?
b) ¿Qué tipos de sufrimientos estamos dispuestos a pasar con tal de encontrarnos con Jesús? ¿En qué consiste eso de sufrir por Cristo?
c) A ejemplo de María, ¿sabemos guardar en el corazón todo lo que se dice sobre Jesús?
d) Los padres de Jesús ofrecieron a su Hijo a Dios, reconociendo con ello que venía de Dios y era para Dios. ¿Sabemos también nosotros ofrecer de veras a Dios a nuestros hijos?
e) ¿Mandamos a nuestros hijos a la catequesis? ¿Participamos los padres en la catequesis?
6. Oración comunitaria
- Creemos que nuestro encuentro personal con Jesús es lo más importante que nos puede pasar en nuestra vida.
- Que nuestros ojos vean a tu Salvador, Señor
- Tú eres, Jesús, la luz que ilumina a todos los pueblos.
- Perdón, Jesús, porque muchas veces no nos importa demasiado el encontrarnos contigo.
- Te rogamos que, a ejemplo de Simeón y Ana, también nosotros sepamos hablar del Niño a todos los que esperan la liberación.
- A ejemplo de María y José, te ofrecemos y te consagramos, Señor, a nuestros hijos.
(Se pueden añadir las oraciones que cada uno quiera)
- Padre Nuestro, Ave María y Bendito.
TEXTOS PARA NAVIDAD (I)
1.
-Dios se ha hecho hombre.
Este es uno de los aspectos centrales de la Navidad. Viene resaltado por casi todas las lecturas y por los textos de oración: "Ha aparecido la gloria de Dios:, "la aparición gloriosa del gran Dios y Señor nuestro JC" (Tt 2. 11-14), "ha aparecido la bondad de Dios" (Tt 3. 4) y, sobre todo, el prólogo del evang. de s. Jn cuya lectura no debiera omitirse.
Por eso, la actitud espiritual que debemos avivar entre los fieles en esta fiesta es la alabanza gozosa y la acción de gracias porque el Verbo de Dios, la Palabra que creó todas las cosas, se nos ha manifestado como una gran luz y ha acampado entre nosotros, se ha hecho uno de nosotros. En este sentido iría bien hacer una lectura reflexionada del prefacio II de Navidad.
-La divinización del hombre.
Es la contrapartida. Porque el misterio de estos días se expresa en términos de intercambio: Dios se ha hecho hombre para que nosotros seamos dioses. Es decir, para que nosotros nos hagamos partícipes de la naturaleza divina. También éste es un motivo de acción de gracias del que la asamblea debe ser consciente. La Iglesia, sobre todo la oriental, es muy consciente de que, desde el momento mismo de la encarnación, lo humano ha sido reconciliado con lo divino, y la alianza de amor de Dios con el hombre ha sido restablecida para siempre.
-La solidaridad de Dios con el hombre culmina en la cruz.
Al mismo tiempo hay que resaltar que el misterio de reconciliación iniciado en la encarnación culmina en la Pascua, cuando Cristo, hecho hombre como nosotros se solidariza con nuestra situación de pobreza hasta la muerte de cruz. Por eso Navidad debe proyectarse hacia la Pascua. El misterio de Dios hecho hombre, pobre y humilde como nosotros, que celebramos en Navidad, se consuma al entregar Cristo su vida en la cruz. De este modo se garantiza la centralidad de la Pascua.
2. ENC/KENOSIS
Grande es nuestro Dios e infinito su poder. Ahora se ha mostrado tal como es: ¡Pequeño es nuestro Dios e infinito su amor! Y porque su amor es infinito, se ha acercado a nosotros. No tuvo miedo a la materia, no dudó en asumir la condición humana, a veces trágica y, en muchos aspectos, absurda. ¿Quién podría imaginar que Dios se hiciera hombre de este modo? A nadie se le oculta la condición humana. A pesar de su bondad fundamental, el hombre es también un ser fracasado en la historia. Puede ser un lobo para los demás y una máquina autodestructora para consigo mismo. Cada cual lo sabe por propia experiencia: es difícil soportarse a sí mismo con hombría; pero aún más difícil es abrirse a los demás, escucharlos y tratar de amarlos tal como son, con sus miserias y limitaciones. Y, sin embargo, Dios quiso ser hombre.
La gente está tan cansada de decir y oír decir que "el Verbo se hizo carne", que llega a no reflexionar lo que esto significa. Él quiso realmente ser como uno de nosotros, como tú y como yo, menos en el pecado: un hombre limitado que crece, que aprende y que pregunta; un hombre capaz de oír y de responder. Dios no asumió una humanidad abstracta de animal racional, sino que desde el primer momento de su concepción asumió un ser histórico: Jesús de Nazaret, un judío por raza y por religión, que se formó en el reducido espacio del seno materno; que creció en el reducido espacio de una patria insignificante; que maduró en el reducido espacio de una minúscula y remota aldea; que trabajó en un medio limitado y muy poco culto, donde no se hablaba griego ni latín, las lenguas de la época, sino un dialecto, el arameo, con acento de Galilea; que sintió la opresión de las fuerzas de ocupación de su país; que conoció el hambre, la sed, la soledad, las lágrimas por la muerte del amigo, la alegría de la amistad, la tristeza, el temor, las tentaciones y el horror a la muerte; y que pasó por la noche oscura del abandono de Dios. Todo esto lo asumió Dios en JC. Nada de ello se le ahorró. Asumió todo lo que es auténticamente humano y pertenece a nuestra condición, como la justa ira y la sana alegría, la bondad y la dureza, la amistad y el conflicto, la vida y la muerte. Todo esto está presente en la frágil figura del Niño que comienza a gimotear en el pesebre, entre el buey y el asno (...).
Dios, en su amor inconmensurable, se dispone a comunicarse totalmente a un ser diferente de sí; es decir, a un ser creado, no divino, para expresar el carácter absolutamente extraordinario de su propio amor. Ha creado una naturaleza humana que fuera capaz de recibirlo sin dejar de ser naturaleza humana creada y limitada. Dios ha querido divinizarla, no como un teofanismo pagano en el que Dios aparezca como un Moloc que lo usurpa todo y lo transforma en su propia realidad divina. Lo Divino de Dios consiste en respetar la alteridad; la criatura seguirá siendo criatura y, al mismo tiempo, albergará dentro de sí a Aquél a quien ni siquiera el cielo puede contener. Al comunicarse a la criatura, por lo tanto, Dios hace que la criatura siga siendo aún más criatura, aún más diferente de lo Divino (...).
Jesús de Nazaret fue aquel hombre, eternamente pensado y querido por Dios para, en él, poder el mismo Dios derramar todo su amor infinito. Hoy, en el pesebre, asistimos a la manifestación de "la bondad y el amor a los hombres de Dios, nuestro Salvador" (Tt 3. Esta humanidad santa es la humanidad de Dios. Mediante ella, Dios hace concreto su amor para con nosotros; un amor ardiente que se ofrece; un amor respetuoso que se insinúa; un amor que conquista el corazón y le obliga a amar. Jesucristo hace realidad el proyecto de Dios de hacerse hombre y el proyecto del hombre de hacerse Dios.
-Jesucristo: sacramento del encuentro entre Dios y el hombre
Jesucristo se manifiesta como el lugar donde se encuentran el hombre que busca a Dios y Dios que busca al hombre.
Él es la encrucijada en la que se cruzan el camino descendente de Dios y el camino ascendente del hombre.
LEONARDO BOFF
ENCARNACION
LA HUMANIDAD Y LA JOVIALIDAD DE NUESTRO DIOS
SAL TERRAE
Tentación de dualismo. Porque si todo el hombre debe entregarse a Dios nada quedará para entregarse exclusivamente al mundo. Por ello, todo el hombre deberá buscar a Dios en el mundo. Todo el hombre se entregará al mundo y en él a Dios. La dimensión religiosa no formará una realidad "aparte" sino que será la dimensión profunda de la realidad mundana. La acusación más grave que podría hacerse a la fe sería la de recluirse, ausentarse del mundo por temor a mancharse o desfigurarse en lugar de lanzarse a dar al mundo la figura divina por la que "la creación entera gime y sufre dolores de parto hasta el momento presente".
Según Congar "tal vez la mayor desgracia del catolicismo moderno es haberse convertido en teoría y catequesis sobre el "en sí" de Dios y de la religión, sin insistir al mismo tiempo sobre la dimensión de "para el hombre" que todo eso encierra. El hombre y el mundo sin Dios con los que nos enfrentamos actualmente, han nacido en parte de una reacción contra ese Dios sin hombre y sin mundo".
Desde que Dios se ha hecho hombre, es el hombre la medida de todas las cosas. La razón es que sobre él gravitan el plan de Dios, los proyectos, los riesgos, las conquistas. Así, centrarnos sobre el hombre no es traicionar, sino obedecer a nuestra fe.
4. D/VIDA-LEY
EL DIOS DE JESÚS: DIOS DE VIDA, NO DE LEY.
Una de esas perspectivas podría ser ésta: Jesús viene a decirnos que el Dios creador es "anterior" al Dios de la ley; que Dios es Dios de vida, no de ley. Por eso, a partir de este Dios-Vida de Jesús, el criterio por el que debemos distinguir lo bueno de lo malo no es el hecho de estar de acuerdo con la ley o en contra de ella, sino el hecho de estar en favor de la vida o en su contra.
El dios judío era un dios de ley, tan guardián y celoso de la misma que llega a ponerla incluso por encima del hombre. Ese dios, esa ley que él defiende, no da vida sino con reticencias y muy limitadamente; más bien es un dios y una ley que dan muerte a sus transgresores. El Dios de Jesús no tiene nada que ver con ese dios de la ley; el Dios de Jesús es creador y, en consecuencia, se nos revela como dador y mantenedor de la vida. Y la vida no es cualquier cosa. La vida, estar vivo, ser un "ser vivo" es la mayor grandeza del hombre; más aún: la vida es la verdad más auténtica y profunda del hombre. Esa vida que empieza por un corazón que late, por unos pulmones que respiran, por un estómago que digiere y asimila; pero que también está formada por una ilusión que alienta, por un amor que se comparte, por una esperanza que no ceja; vida personal, humana, vida en plenitud que viene a traernos la Palabra que se hace carne: "ella contenía la vida, y esa vida era la luz del hombre" (/Jn/01/04).
Jesús no viene a revelarnos escondidos secretos, ocultos arcanos en los que estaría cifrado el sentido de la vida. El viene para ser la vida, darnos la vida, llenarnos de esa vida que es capaz de acabar con la misma muerte.
L. GRACIETA
DABAR 1988, 5
5.
Sin verbo no tiene sentido la frase. Sin el Verbo de Dios no tiene sentido la vida, el trabajo, la alegría, el dolor, el amor y la muerte.
6. NV/V
VIVIR PARA VIVIR.
No vivimos para comer, ni para estudiar, ni para trabajar, ni para rezar. Todo lo contrario, comemos, estudiamos, trabajamos o rezamos para vivir. No vivimos para nada; pues la vida no es medio, sino fin. Vivimos para vivir. Que eso significa creer en la vida eterna.
Creer en la vida eterna no es creer que hay dos vidas, ésta y la otra; sino aceptar que ya vivimos, optar por la vida, amarla y pronunciarnos en favor de todo cuanto la hace posible y en contra de todo cuanto la mortifica.
Pero la vida eterna no tiene por qué ser necesariamente esta forma de vivir; pues sospechamos y buscamos desesperadamente otra. Más aún, esta forma de vida, este modo de entenderla y domesticarla, no tiene futuro, si no se introducen modificaciones sustanciales; pues el egoísmo de nuestros planes y la vanidad de nuestros dogmatismos nos hacen reconocer, a pesar de todo, que "esto no es vida". Y ciertamente no lo es, porque parecemos empeñados en no dejar vivir en paz. ¡Cómo si la vida y la libertad fueran inventos patentados por políticos, pontífices o señores de este mundo! ¡Y no! La vida es lo primero y lo que decide, la última palabra, luz y claridad en las tinieblas de nuestras decisiones. No, claro, la vida que nos han dejado y seguimos despellejando; sino la vida sin aditamentos, la que soñamos despiertos, la que centellea en la utopía y deslumbra en lo imposible, la vida que queremos porque es nuestra y nos la ha dado "el que no se vuelve atrás".
Navidad es recobrar la fe en la vida. En la nuestra y en la de todos. No es recordar que nació el niño Jesús; sino creer que ese niño, de nombre Jesús, es el Hijo de Dios. En Navidad no sólo nace una nueva vida. Nace de nuevo la vida, es decir, viene al mundo la vida, la vida que había en Dios y que es luz que ilumina a todo hombre, para que, si la recibe y cree, pueda comenzar a vivir para siempre.
EUCARISTÍA 1976, 68
VACACIONES DE NAVIDAD
Las vacaciones -la vacación- se imponen a la Navidad, desplazando cada vez más las fiestas cristianas más importantes del año. Ya no son simplemente Navidad o Semana Santa, sino vacaciones: Vacaciones-de-Navidad, Vacaciones-de-semana-santa, así. El carácter religioso se pone en minúscula, mejor dicho, se pospone, se aleja y se diluye masivamente. Porque lo masivo es la vacación, el cese en el estudio y en el trabajo, para recuperar la libertad enajenada.
Sin embargo queda indeleble en el posesivo "de Navidad" el carácter religioso y cristiano del evento. Y queda mucho más, aunque escondido como el rescoldo bajo la ceniza, invisible pero dando calor. Porque la Navidad, la fe en la Navidad, ha generado usos y costumbres, tradiciones y celebraciones en las más variadas culturas y en las más sorprendentes formas. Los Reyes Magos o Papa Noel, el belén o el árbol, los turrones y aguinaldos, los crismas y villancicos, las felicitaciones, las luces, los colores, los regalos, los parabienes se multiplican como si, por fin, estuviéramos en Jauja sin crisis económicas, sin problemas familiares, sin preocupaciones, sin enemigos, sin cicaterías..
Claro que todo ese ambiente festivo y alegre no logra hacer desaparecer la miseria, el hambre, la pobreza, la injusticia, el dolor, las guerras... Pero en Navidad se cotiza al alza la buena voluntad mientras que baja muchos enteros la mala uva que domina en la bolsa de la vida. En Navidad el mundo, el occidental, ¡claro! no funciona como el resto del año. Disminuye el egoísmo, la cicatería, las rencillas y zancadillas, el individualismo, el aislamiento, el ensimismamiento... al paso que crece la buena voluntad, la generosidad, el altruismo, el diálogo, la amistad, la vuelta a casa, que es como volver a la raíz, al ser humano que somos.
Y yo pienso que todo eso será por algo. Y me pregunto por qué no ha de ser siempre así. ¿Por qué la Navidad es sólo una fiesta en el año y no es el nacimiento de una nueva era, recuperada cada año con nuevo empeño?
EUCARISTÍA 1992, 59
8. PO/EMMANUEL
Emmanuel,
Dios con nosotros:
la salvación nos llega
nos sonríe a todos.
Emmanuel,
Dios en nosotros:
la soledad vencida,
plenitud de gozo.
Emmanuel,
Dios por nosotros:
se acabaron los miedos,
y los estorbos.
Emmanuel,
Dios para nosotros:
nos entrega su vida,
nos lo entrega todo.
Dios Emmanuel,
con, en, por, para nosotros:
es la buena noticia
que estremece el cosmos.
EUCARISTÍA 1989, 60
9. Jn/PROLOGO
IMPORTANCIA DEL PROLOGO DE JUAN.
Me parece que en el conjunto de la predicación de este tiempo de Navidad-Epifanía, debería hoy darse especial relieve al comentario del texto evangélico, del llamada prólogo de Juan.
Especialmente si no se leyó el día de Navidad. Leyendo su texto completo (por lo menos, nunca omitir el versículo final: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer").
No se trata de combatir la vivencia que podríamos denominar "infantil" o puramente "sentimental" de la Navidad. Pero sí de ir más allá. De anunciar lo que realmente significa para el cristiano el misterio de la Encarnación. Y, para ello, el evangelio que se lee hoy es peculiarmente importante. Subrayaría dos aspectos: "Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad". Es el centro de la celebración de Navidad-Epifanía: la encarnación -con todo lo que significa de plena comunión de Dios con el hombre, afirmación básica que recuerdan las plegarias eucarísticas: "hecho hombre" (plegaria II), "compartió en todo nuestra condición humana" (plegaria IV)...- y la manifestación o "epifanía" de Dios en Jesús: la Palabra -la revelación del Dios "que nadie ha visto jamás"- se hace conocible, palpable, compartiendo la vida humana. Y es a través de este camino humano de la Palabra, del Hijo de Dios, como vislumbramos su gloria, es decir, su Vida, que es gracia de salvación, verdad o salvación.
ENC/DIVINIZACION: "A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre". La comunión descendente -en la simbología bíblica- del Hijo de Dios que asume y comparte el vivir humano, causa una posibilidad de comunicación ascendente del hombre que "recibe" (acoge, cree) la Palabra de Dios y así deviene -por gracia- hijo de Dios. Quizá sea éste un aspecto del mensaje de Navidad poco presente en la predicación habitual de estos días: no sólo es Dios quien se encarnó sino que -al encarnarse- nos abre el camino de vivir y ser hijos de Dios. La encarnación es divinización. Es aquello del "admirable comercio" que expresa el realismo de la acción de Dios: el va y viene de su acción, de su gracia, de su salvación. "Si creen en su nombre", es decir, si le acogen y reciben como luz para nuestra vida. Dicho de otro modo: si seguimos el camino humano de Jesús, entramos en comunión con la vida de Dios.
EL D/CONOCIDO D/DESCONOCIDO. Quizá sería conveniente hoy -por lo menos en ciertos ambientes- remarcar un aspecto aparentemente paradójico de la fe cristiana. Me refiero a la simultánea afirmación del Dios desconocido -"a Dios nadie lo ha visto jamás"- y del Dios conocido -"hemos contemplado su gloria"-. Porque padecemos una tradición de utilizar el nombre de Dios en vano (es decir, de parecer que lo sabemos todo de Dios, de lo que es y quiere), que ha causado en parte una pérdida de fe en este Dios del que no se ha respetado su trascendencia. Pero, en cambio y sorprendentemente, no hemos anunciado con la suficiente firmeza que a este Dios desconocido y trascendente (que está más allá de todas nuestras imaginaciones y normas) le conocemos a través de su Palabra hecha carne, a través del hombre Jesús de Nazaret. Para decirlo de otro modo: el cristiano no es creyente en el Dios de las "religiones" sino en el Dios que se manifiesta en Jesucristo. Un Dios que es siempre desconocido-conocido, al cual sólo podemos conocer y acercarnos -vivir en comunión con El- a través de la vida y la palabra de Jesucristo. Y de la acción de su Espíritu en la Iglesia, en los cristianos, en todos los hombres de buena voluntad.
LA CELEBRACIÓN DOMINICAL. Hoy podría ser conveniente notar que cada domingo es una celebración de este misterio-realidad de comunión y presencia de Dios en nuestra vida. Quizá, ya que es primer domingo del año, se podría exhortar a vivir la participación en la misa dominical durante todo el año como un acto de fe y, al mismo tiempo, como un alimento siempre necesario para esta comunión de vida entre Dios y nosotros, por Jesucristo y abiertos a la acción vivificante del Espíritu. Aquello que decíamos antes de la acción descendente y ascendente se realiza cada domingo en la celebración eucarística. La misa dominical es una celebración de comunión que debe continuar durante toda la semana.
J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1982, 1
10. ALEGRIA/NV
¿DONDE SITUARNOS? Cuando el papa ·León-MAGNO-SAN el Grande escribió su famoso sermón de Navidad, decía: "Queridos, nuestro Salvador ha nacido hoy: ¿alegraos!; no hay lugar para la tristeza donde se celebra el día del nacimiento de la vida...". Esto ocurría por el año 450 y era la misma fiesta que nosotros celebramos, pero también es cierto que celebramos otra Navidad. Quizá para aquel papa el sentido político que había tenido la fiesta del 25 de diciembre carecía de interés, porque los cristianos de Roma, ya antes del año 300, celebraban, en lugar del "nacimiento del sol invencible", el "nacimiento del sol de justicia, Cristo", una especie de protesta contra el orden del Imperio de Roma que abarcaba todo el orbe de la tierra, un manifiesto contra el divinizado culto al emperador... Los cristianos querían celebrar la inquebrantable esperanza en la nueva justicia (la de Dios) que se ordena al amor y que hace de los hombres y de las relaciones públicas algo totalmente nuevo.
Otros dicen que se trató más bien de una fiesta de acción de gracias por la liberación que Constantino llevó a la Iglesia con respecto al mundo pagano. Así, también la fiesta, sustituyendo otra anterior, tendría un carácter de renovación política: ¡Cómo tendría que sonar el "hoy ha nacido nuestro salvador", cuando esta palabra "SOTER=salvador" era un título que se le daba al emperador romano! Y para colmo aún añadían los cristianos que "Hijo de Dios" era aquel Cristo y no el poderoso emperador que recibía ese título... Por supuesto, tenía que sonar la proclamación del Evangelio en la Antigüedad como una subversión, como una revolución de valores.
Las fiestas cambian, ciertamente. De otra manera quiso ver la Navidad, por ejemplo, Francisco de Asís en 1223, cuando, tres años antes de su muerte, marchó una Noche Buena con sus hermanos y hermanas de Greccio a celebrar la fiesta en el bosque, cantando allí el Evangelio navideño delante de una mula y un buey, en una gruta llena de heno y paja... Naturalmente aquello quiso significar algo más que un juego piadoso de sencillez y soledad.
Francisco quiso salir de las ricas iglesias de la ciudad donde se sentaban los ricos, los nobles, con la distinción de sitios y también de cleros, con los privilegios de todos aquéllos: y quiso ir a sentir la oscuridad, el frío y la pobreza.
Y así podríamos repasar mucho más la historia para ver distintos colores de la Navidad. Pero, ¿cómo es hoy la cosa? ¿Qué sentido damos al nacimiento de Jesús? Hace años que se alzan las lamentaciones que piden recuperar la fiesta de las garras del mundo del consumo y del mundo de la guerra que no cesa, para meterla en la celebración vivida de la comunidad de fe. Claro está que muchos no se sentirían a gusto celebrándola con el Oratorio de Navidad de Bach, ni adorando la imagen de un niño, ni con una predicación de un místico del siglo XIV. Es lógico que muchos querían pasar de interpretaciones nuevas o antiguas.
Tal vez estemos algunos muy pobres en ideas y con pocas perspectivas, pero quisiéramos quizá que al menos quedase en nosotros no mucho más que una profunda esperanza: que ese pequeño y desvalido cuerpo de Cristo crezca en nosotros, en cada uno y en la vida pública. ¡Ojalá quede la esperanza!
EUCARISTÍA 1987, 60
11. TEMPORALISMO/ESPIRITUALISMO
NAVIDAD Y DOCETISMO. Ya en el siglo primero de nuestra era cristiana se trató de desvirtuar la realidad de la encarnación del Hijo de Dios, pretendiendo que Dios se había hecho hombre solo aparentemente.
Hoy, después de veinte siglos, persiste el intento de herejía en tantos y tantos que, de mil formas distintas, parecen interpretar la encarnación como si Dios se hubiese hecho hombre "a medias". Y no deja de resultar irónica la postura de tales cristianos que, sabiendo que Dios se ha hecho hombre para salvar a los hombres, parecen más interesados en salvar a Dios que a sus hermanos.
No es Dios el que necesita ser salvado por los hombres -¡como iba a ser Dios!- sino los hombres los que necesitan ser salvados por Dios. Por eso Dios se hace hombre, para salvar a los hombres.
Y por eso, claro está, los cristianos estamos comprometidos en la salvación de la humanidad. Esa parece que es claramente la voluntad de Dios al hacerse carne y aceptar nuestra condición humana. Sin embargo... discutimos y seguiremos discutiendo de horizontalismo, de temporalismo, de compromiso, de encarnación...
Para unos será una exigencia clara del misterio de la "Navidad": para otros, en cambio, será una desvirtuación de la religión, que preferirían encerrarla en la cárcel de cristal de una espiritualismo, en abierta contradicción con la realidad de la encarnación del Hijo de Dios. Navidad significa que Dios se ha hecho hombre. Y si se ha hecho hombre de verdad -¿quién lo duda?- ha sido con todas las consecuencias. No es lícito reducir la Navidad a una anécdota en la historia. No es justo ridiculizar la presencia de Dios hecho hombre a un viaje de turismo de Dios por la tierra. Si el pecado del mundo ha llevado a Dios, por amor, a hacerse hombre para hacerse cargo de nuestros problemas. ¿Cómo se puede exigir a los cristianos, y en virtud de qué religión, dejar de lado las cuestiones humanas para dedicarse a Dios? Pues Dios "por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre".
EUCARISTÍA 1973, 6
12.
El hecho del nacimiento de Jesús tiene una importancia capital. Los hechos concomitantes la tienen menos. Por el contrario, la meditación que el "midrash", por una parte, y Lucas, por otra, tejen en torno a esos hechos es decisiva, puesto que nos ayudan a pasar del hecho al misterio, de la historia a la doctrina que encierra. Ahora bien, la reflexión de la comunidad primitiva y de San Lucas recae a la vez sobre el carácter humano, soberano y divino del recién nacido de Belén. Nos invita a mantener firmemente la fe en las dos naturalezas del Hombre-Dios.
Pues bien, la fiesta de Navidad ha sido establecida precisamente para luchar contra las herejías que alteraban la personalidad de Cristo. Reduciendo a Cristo a una persona humana, el arrianismo se constituyó en guía de cuantos no toman en consideración más que al hombre para salvarle y transforman la Iglesia en institución humana, política o social. Reduciendo a Cristo a su naturaleza divina, el monofisismo se constituía en patrón del integrismo, despreciando muchas veces hasta la creación y la naturaleza humana, e incluso el esfuerzo del hombre.
Toda la liturgia de Navidad ha sido elaborada en épocas en que la Iglesia luchaba contra las herejías que todo se lo asignaban a Dios o, por el contrario, todo al hombre. Pues bien, nuestra pastoral de Navidad corre hoy el peligro de derivar hacia uno y otro de esos excesos, ya sea no considerando en Navidad más que los problemas humanos de paz o de pobreza y las soluciones humanas que se pueden aplicar, ya sea no considerando más que la divinidad de Cristo hasta el punto de olvidar su actividad humana y de no observar los aplazamientos de la fe humana en la sacramentalización y la conversión de los hombres. Una visión exacta de la personalidad de Cristo nos permite, por lo demás, renovar, con motivo de la Navidad, nuestra manera de celebrar la Eucaristía adquiriendo más conciencia de que no es un rito mágico bajado del cielo, sino un encuentro del hombre y de Dios, preparado y celebrado por mediación del sacerdote.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 198
13. NV/SOLIDARIDAD EU/SOLIDARIDAD
Navidad debe ser el comienzo de la solidaridad. Si Dios se hace hombre en Jesús, en él todos los hombres somos hermanos y miembros de la misma familia. Ninguna razón, ningún pretexto, ninguna ley económica o de mercado puede prevalecer sobre este hecho fundamental. Es injusto todo progreso nacional o regional, mientras más de medio mundo se ve impedido de alcanzar lo elemental para la vida. Dios se ha hecho hombre y ha querido estar entre los pobres, para que nadie aspire a enriquecerse, y menos a costa de los otros, al precio del despojo de unos, del hambre de otros, de la miseria de tantos.
SENTADOS A LA MESA DEL SEÑOR. La eucaristía, en la que celebramos el amor y la solidaridad de Dios que dio su vida para darnos la vida, es siempre un imperativo de solidaridad. Sólo podemos celebrar el amor de Dios, si nos amamos unos a otros. Sólo podemos celebrar la solidaridad de Dios, si somos solidarios entre nosotros. En la mesa del Señor, todos tenemos un sitio, todos tenemos invitación, todos disponemos del pan y la palabra.
Pero no ocurre así en la mesa del desarrollo, donde unos viven muertos de hambre y otros abandonados, desasistidos, solos y olvidados. La solidaridad y el amor de Dios son una apelación inexcusable para que construyamos una nueva sociedad donde haya pan y palabra para todos. Donde todos puedan satisfacer sus necesidades y todos puedan vivir en comunión.
EUCARISTÍA 1988, 61
14. J/SOL:
"Diversas circunstancias han conducido a la Iglesia a situar la celebración del nacimiento del Señor en el solsticio de invierno. No es ello una simple coincidencia fortuita, sino que ahí debemos ver el esclarecimiento de una verdad de fe, a saber, que Cristo no es solamente el Salvador de la humanidad, sino también el Redentor de los siglos y de la creación entera" (J. LEMARIE, "La Manifestación del Señor").
"Si el sol se oscurece en el momento de la pasión de Cristo, en su nacimiento es necesario que resplandezca más deslumbrante que de ordinario... Si este nacimiento es algo tan extraordinario, extraordinarios también son los homenajes que se le rinden. En este día en que nace el Señor, los ribazos están en vela, los ángeles se regocijan el sol ofrece sus homenajes y la estrella sus servicios. De esta forma los ángeles y los collados expresan su alegría; los elementos que no tienen voz manifiestan su alegría mediante sus buenos servicios" (Sermón atribuido a san ·Ambrosio-SAN, pero, más probablemente, el autor es san Máximo de Turín, del siglo V).
"En casi todos los textos patrísticos aparece esta misma idea: que el Sol Invictus es la figura de Cristo, verdadera luz que ilumina a todo hombre... Comienza un nuevo año que conocerá la sucesión alternativa de la luz y las tinieblas predominando sucesivamente. Progresando sucesivamente según el ritmo creciente de la luz, el Misterio de Cristo se desenvuelve a lo largo de todo este primer semestre que alcanzará su plenitud en el estallido pascual de la vida y en los fuegos de Pentecostés. El sol se encontrará entonces en su cenit. Pero esta manifestación de alegría está contenida ya en la victoria inicial. La alegría primaveral y la magnificencia del verano están ya en germen en esta salida nueva del Sol Invictus. Así sucede en el Misterio de Cristo: la alegría pascual tiene su origen primero en el Misterio de la Encarnación, y el esplendor de la parusía de la Jerusalén celestial será el último fruto de la venida de Dios sobre la tierra. Todo este misterio de resurrección y de vida está contenido en a Encarnación y Natividad del Señor» (J. LEMARIE, o. c.).
HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 55 s.
15. A-D/CREER
Alguien te ama
Lo importante no es que creas que ha nacido un niño, ni siquiera que ha nacido Dios, sino que ha nacido un Dios que te ama, te salva, te busca. Has de creer que ya estamos todos salvados. Has de creer que alguien te ama gratuita e incondicionalmente, que la vida toda tiene ya sentido. Va a nacer un niño que se llamará «Yahveh salva» o Jesús. Has de creer que El es el único Salvador, que «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el cual podemos salvarnos» (Hch. 4, 12). Has de creer que no te salvarán los señores de la tierra ni las influencias ni el dinero ni tus hermosas cualidades. Has de creer que tú no te puedes salvar solo. Has de creer que Jesús es tu Salvador.
FUEGO EN LA TIERRA
ADVIENTO Y NAVIDAD 1988.Pág. 98
16. ENCARNACIÓN/DIVINIZACIÓN ESPIRITUALISMO/TEMPORALISMO
V/CR/DICOTOMIA.
"Compartió en todo nuestra condición humana", dice la plegaria eucarística IV. Me atrevería a decir que esta afirmación básica de la fe cristiana no está adecuadamente presente en nuestra predicación. Me parece que -quizás inconscientemente- mantenemos la dicotomía entre el "Dios en el cielo" (la trascendencia absoluta) y el "hombre en la tierra" (tanto los "valores humanos" como el "pecado humano"). Cuando el mensaje cristiano -muy propio de este tiempo de Navidad-Epifanía- es el sacramento unitivo entre Dios y el hombre, basado en el Dios-hombre, como signo y realidad de una comunión entre Dios y el hombre.
Las consecuencias son claras: a Dios le conocemos a través de un hombre, del hombre Jesús. Que comulga con la vida humana y la comparte. Y el camino de "divinización" -es decir, de cada vez mayor comunión real con la vida y el amor, la justicia y la libertad, la bondad y la verdad... que es Dios- pasa por el seguimiento del camino que es Jesús, hijo de María, hombre de su pueblo y de su tiempo, niño en Belén y plenamente adulto en la cruz de Jerusalén, vivo para siempre ahora en el cielo y en la tierra. Dicho de otro modo: no hay vida cristiana sin divinización de nuestra vida humana y sin humanización de la vida divina. Es el misterio de la Encarnación (que, no lo olvidemos, produjo las primeras y grandes herejías que -de algún modo- siguen presentes en nuestro modo de concebir el cristianismo: es la gran dificultad de admitir que un Dios sea hombre o que un hombre sea Dios).
J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1981, 24
17.
¿Cómo no amar a este mundo y a estos hombres, a esta historia y a este tiempo? Lo que Jesús amó es digno de nuestro amor, no faltaba más. Sin adjetivos. Que si nuestro tiempo es mejor o peor. Que si estos hombres son más religiosos o menos. Que si este pueblo me cae simpático o antipático. Este es el mundo en que Jesús vivió, gozó, sufrió, consoló, curó y murió, y al que ha dejado su presencia en el Espíritu que nos hace hijos. ¿Puede un cristiano dejar de amar a este mundo?
NO HAY TESTIMONIO SIN REENCARNACIÓN. Pero no se puede contemplar a Jesús en el mundo y amar a Jesús en el mundo sin comenzar por donde él: estar en el mundo. Jesús acampó entre nosotros no sólo para amarnos sino para enseñarnos el camino de trasmitir a los demás, nuestros hermanos, este amor salvador. Los cristianos muchas veces hemos parecido estar como "ausentes" en el mundo, siendo así que la pedagogía de la evangelización, de la Buena Nueva es empezar por donde Jesús: tomar carne en nuestro mundo, sentirnos uno más, en sus alegrías y tristezas, en sus esperanzas y fracasos. Por eso, acertadamente el documento programático de la evangelización en el mundo contemporáneo (Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI) nos vuelve a la pedagogía de Jesús: primero, situarse-encarnarse- solidarizarse, callar y aprender mucho; segundo, contemplar esa realidad que vivimos a la luz de la Palabra y el Proyecto de Dios; y sólo en tercer lugar, atrevernos a dar testimonio del amor de Jesús, con nuestras palabras y opciones solidarias. Desde que "la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" ya no es posible hablar de Dios de memoria, en teoría, desde las ideas prefabricadas, sino en un difícil y permanente proceso de encarnación solidaria.
J. M. ALEMANY
DABAR 1990, 5
18. PO/MARIA-NOCHEBUENA:
MARÍA NOCHEBUENA
Como miga de pan,
de tu carne de trigo,
María Nochebuena,
un Hijo te ha nacido.
Bendita seas tú,
que tal Hijo has cocido
en ese vientre tuyo
sellado y tan florido.
Como miga de amor,
en ti Dios se ha hecho Hijo,
bocado para el pobre
y menos para el rico.
María Nochebuena,
trigal lleno de trigo,
parir al "Dios que salva"
¡qué gran cosecha ha sido!
19.
El viejo y pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús, no es el pórtico de columnas y capiteles, ni la caballeriza científica de los ricos de hoy en día, ni el belén elegante de la Nochebuena. El establo no es otra cosa que cuatro paredes toscas, un empedrado mugriento y un techo de vigas y de lajas. El verdadero establo es lóbrego, sucio, maloliente; lo único limpio en él es el pesebre, donde el amo dispone el heno y los piensos.
..............
Ese es el verdadero establo en que Jesús fue parido. El primer aposento del único puro entre todos los nacidos de mujer fue el lugar más asqueroso del mundo. El Hijo del Hombre, que había de ser devorado por las bestias que se llaman hombres, tuvo como primera cuna el pesebre en que los animales desmenuzan las flores milagrosas de la primavera. No nació Jesús de casualidad en un establo. ¿No es acaso el mundo un establo inmenso en el que los hombres engullen y estercolan? ¿No transforman acaso, por arte de una alquimia infernal, las cosas más bellas, más puras y divinas en excrementos? Y a continuación se tumban a sus anchas sobre los montones de estiércol y dicen que están "gozando de la vida".
G. PAPINI
HISTORIA DE CRISTO
20. BELEN/PATRIA-J
La "patria chica" de Jesús
Belén, de ayer a hoy
"Pero ti, Belén de Efrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe de Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial, y se afirmará y apacentará con la fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de su Dios. Y habrá seguridad, porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra. (Libro del profeta Miqueas. 5, 2-4).
A diez kilómetros de Jerusalén y tras superar varios controles del ejército israelí, edificada sobre dos colinas que miran al desierto de Judea, se encuentra el pueblo en el que nació Jesús, su "patria chica": Belén. En la actualidad es una ciudad fundamentalmente árabe muchos de ellos cristianos con unos 35.000 habitantes.
En el Antiguo Testamento, Belén era conocida por ser la cuna de David, elegido por Dios como rey de Israel y de quien, según la Promesa, nacería el Mesías. En el Nuevo Testamento, los evangelistas san Mateo y san Lucas afirman que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en Belén, en tiempos del rey Herodes, bajo César Augusto, señalando además que se produjo en un lugar donde había un pesebre y que allí el Niño fue envuelto en pañales y colocado por la Virgen María. Ésta era precisamente la señal dada a los pastores por el ángel para reconocer al Salvador anunciado.
Los primeros cristianos ya veneraron el sitio en concreto una gruta como lugar sagrado y, apoyado por testimonios, entre otros el de Orígenes, que conocía bien el sitio, el emperador Constantino mandó edificar una gran basílica sobre la cueva del nacimiento, inaugurada en el año 339. No mucho después sería saqueada y destruida. La actual es una basílica bizantina construida por el emperador Justiniano en el año 529 y adornada por hermosos mosaicos.
Construida con cuatro filas de columnas, la basílica tiene forma de cruz latina con el transepto rematado en ábside, igual que la nave central de 54 metros. El techo es de madera tallada con tres cuerpos superpuestos. La propiedad y el culto de la basílica lo comparten tres confesiones cristianas: la grecoortodoxa, la armenia y la latina o católica. Adosada a la basílica y comunicada con ella, los frailes franciscanos rigen también la Iglesia de Santa Catalina que hoy es la parroquia católica-latina de Belén.
Este sería la segunda Nochebuena de Belén sin la presencia del Ejército Israelí en su calles, después de 28 años de ocupación militar.
De nuevo el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Araft, acompañará al Patriarca latino de Jerusalén, el también palestino, Michel Sabbah, en la Misa del Gallo que la comunidad parroquial de Belén celebre en el templo de Santa Catalina. Con la retirada de las tropas israelíes no se han alejado los problemas al pueblo palestino de Belén, la paz sigue siendo extremadamente frágil, sobre todo con el actual primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su política de asentamientos.
El centro de interés de la basílica lo constituye la Gruta de la Natividad que se encuentra bajo el presbiterio, lugar donde se sitúa el nacimiento de Cristo. Es un espacio de reducidas dimensiones (12,3x 3,5 metros) y bastante deteriorado, de forma rectangular con un pequeño ábside en el extremo oriental donde se encuentra un altar, debajo del cual, una estrella de plata señala el sitio exacto donde Cristo nació de la Virgen María.
A tres kilómetros de Belén está otro de los lugares navideños: Bet Sahur, conocido como el "Campo de los pastores".
Es el sitio donde señala la tradición el anuncio del nacimiento de Cristo por parte del ángel a los pastores. En la actualidad es una población de unos 6.000 habitantes, en su mayoría árabes cristianos. Allí se levanta una moderna iglesia construida por los franciscanos, guardianes de los Santos Lugares.
Cada año, por estas fechas, Belén se llena de peregrinos.
Ojalá que la paz anunciada allí por los ángeles para los hombres de buena voluntad, se haga realidad en la "patria chica" de Jesús.
J. M. Gil-Tamayo
21. Carta del Arzobispo
La gente buena cuando Jesús nació
Retablo de personajes navideños
Visité, no hace mucho, el famoso museo murciano de imaginería religiosa, obra del genial escultor del siglo XVIII Francisco Salcillo. Sobresale allí un prodigioso Belén, con cientos, quizá miles, de figuritas de exquisita artesanía: plantas, animales, personas, campos, plazas, calles y casitas. Críos por todas las esquinas, muchachitas y mozuelos, gentes adultas, corrillos de vecinos, viejecitos tomando el sol.
Un fabuloso retablo viviente, en el que apenas se aprecia que las figuras no se mueven. Uno mismo, sin notarlo, le pone voz a los vendedores ambulantes, murmullo a los riachuelos, gorjeos a los pájaros, gritos a los niños. Los labradores, pastores, albañiles y vendedores, las amas de casa y las lavanderas, están como suspensos en el tiempo, fijados por el artista en un silencio de adoración. Los árboles y las plantas, los animales y las personas irradian bondad y fraternidad, alegría y emoción religiosa. Lo de Salcillo es un Belén viviente, aunque no semoviente. Los castillos, las granjas, los caminos, los riachuelos apuntan al Portalico. Allí María y José; allí el Niño Dios. Detrás, absortos, la mula y el buey. Acampó entre nosotros. Belén, casa de pan y de paz.
¿Fue la navidad de Jesús como la plasmó Salcillo? ¿Eran los personajes rústicos de Belén como los labriegos murcianos del siglo XVIII? ¿Qué destila el misterio de la Navidad, tal como nos lo describen Lucas y Mateo en sus respectivos Evangelios de la infancia? Diríase que los trazos negativos son fuertes y oscuros: Jesús no encontró albergue en Belén y nace en un pesebre; los maestros de Israel no le echaron cuenta, Herodes lo persiguió a muerte; sus padres, con él, tuvieron que emigrar a Egipto. Fueron muy duros los prólogos de su asentamiento definitivo y, pensamos que apacible, en Nazaret. Sea cual sea la lectura del Evangelio de la infancia, se entrecruzan astillas de la cruz en la cuna del Niño Dios.
Con todo, lo que más se desprende de los evangelios y lo que ha prevalecido siempre en las celebraciones cristianas de este misterio, son los sentimientos de alegría, de esperanza y de paz. ³Os anuncio un gran gozo... os ha nacido un Salvador² (Lc. 2, 1011). Esto dicen los ángeles a los pastores. Y los Magos, al redescubrir la estrella, ³sintieron un grandísimo gozo y, llegando a la casa vieron al niño con María, su madre, y, de hinojos, lo adoraron...² (Mt. 2,10 -11). Los mismos sentimientos se destilan de la pequeña galería de personajes navideños a los que paso a referirme.
El papel de San José
Nos saltamos a María, porque ella es la Navidad. También lo es, en su medida, San José, pero su protagonismo es discreto, aunque ocupa el primer puesto entre los que asumieron activamente la venida del Mesías. Ejerció de padre suyo, como esposo de María. Antes de conocer el misterio, quiso desaparecer de escena para no empañar la fama de la Virgen.
Fiado en Yahvé su Dios, siguió las indicaciones del ángel: la acogió en matrimonio, fue sombra protectora para ella y para el Niño, los sostuvo con su trabajo, ejerció de padre de familia.
¿Conocen ustedes alguna palabra de San José? Yo tampoco. No era ciertamente sordomudo. Pero, frente a tanto bocazas, he ahí a un hombre hecho y derecho, un israelita sin tacha, fiel a su Dios y a los suyos, intermediario eficacísimo en la venida de Cristo al mundo. Claro que "como era justo" dice san Mateo, con palabra inspirada, pues ya estÁ dicho todo. José, canonizado por el santo Evangelio.
La figura de Zacarías
Sacerdote dignísimo del templo de Jerusalén, esposo de Isabel. "Ambos eran justos en la presencia de Dios e irreprochables caminaban en los preceptos y observancias del Señor" (Lc. 1, 5-6). Un día, mientras oficia en el Sancta santorum, le habla el Ángel del Señor: "Tu mujer anciana y estéril te dará un hijo, al que llamarás Juan y será grande en la presencia del Señor, que viene a preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Cf. ibid. 8-17). Lo demás, ya lo conocemos. Zacarías duda y pregunta.
Queda mudo por su falta de confianza en el anuncio. Pero tanto él como su esposa siguen fieles al Señor y preparan la venida del Bautista. Cuando éste nace, su padre recobra el habla y lo presenta a todos en estos términos: "Te llamarás profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos..." (Ibid. v.76) Zacarías presenta una estampa de hombre justo, de adorador del Padre, de esposo fiel, de padre generoso. De servidor del culto y de la palabra. De creyente ejemplar en la espera ardiente del Mesías. Nos hizo quedar bien a los clérigos como miembro del estamento eclesiástico.
Su esposa Isabel
De ella, está dicha la mitad con lo hablado sobre su marido. Mujer orante y estéril. Por eso le diría el ángel a Zacarías que Dios había escuchado la oración de la pareja. Ella lo reconoció agradecida: "Al Señor le plugo quitar mi oprobio delante de los hombres" (v.25). Vamos calando así en la interioridad religiosa de Isabel, que se nos manifestará a raudales en la escena de la Visitación.
"Así que oyó Isabel -dice San Lucas- el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno e Isabel se llenó del Espíritu Santo y clamó a voz en grito: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que la madre de mis Señor venga a visitarme?" (vv.42-44).
Ella compartió con María los secretos de Dios. Completó, en elogio de su prima, las palabras del Ángel. Fue visitada por el Espíritu. Experimentó la grandeza soberana de aquellos acontecimientos y se sintió pobre ante ellos. Canonizada también por el Evangelio, Isabel esposa y madre, orante humilde, abierta a la comunicación espiritual. Como tantas mujeres asombrosas, que todos conocemos.
Los pastores de Belén
Estaban de guardia, junto al ganado, en las colinas de Belén, quizá de tertulia nocturna, quizá tumbados ya sobre el petate. En todo caso, cumpliendo su deber y bien avenidos entre sé. Gente creyente y sencilla, con religiosidad popular, sin mucha teología. Oyeron con júbilo el anuncio del ángel sobre el nacimiento del Mesías, acudieron presurosos a Belén a rendir su homenaje al Salvador y contaron luego a cada hijo de vecino lo que habían visto y vivido. "Y cuantos los oían se maravillaban, dice el Evangelio, de lo que les decían los pastores" (Lc. 2,18). Humildes, creyentes y testigos. ¿Hay quién da más?
El anciano Simeón
"Hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel y el Espíritu de Dios estaba en él" (Ibid. v.25) Venía desde tiempo esperando al niño en el templo de Jerusalén y sabía, por una luz especial de Dios, que no moriría sin verlo. Lleno del Espíritu Santo tomó al Niño en sus brazos y prorrumpió en un cántico: "Ya puedo morir en paz porque mis ojos han visto al Salvador".
Llamó a Jesús luz de las gentes y signo de contradicción, dos títulos de Jesucristo para siempre. Le anunció también a María su compasión redentora. Santo, místico, profeta, Simeón. Inigualable acogedor de Jesús en la Tierra.
Ana, la profetisa
Otro ejemplar fuera de serie. Sesenta años de viudez, durante los cuales "no se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones, noche y día". Estaba allí cuando llegó Jesús y "hablaba de él a cuantos esperaban el consuelo de Israel" (v. 38). Un caso, sin duda, excepcional. Mujer orante y penitente, purificada hasta la transparencia. Ojos limpios y abiertos, como los de Simeón, para descubrir al Mesías de Dios.
Lengua movida por el Espíritu para anunciar el misterio de Cristo a cuantos esperaban su advenimiento redentor. Santa patrona de tantas beatas, de las que a veces hacemos irrisión y que son morada de Dios y buen olor de Cristo.
Los magos de Oriente
Personajes de historia, con hado de leyenda. Por eso los han fijado en tres, los han elevado a Reyes, han situado sus tierras de origen en Media, en Cádiz o en Etiopía. Su mensaje es hermoso, donde los haya. Gente con inquietud intelectual y espiritual. Muy al estilo del Oriente y de la época, escudriñan los cielos. Si nunca hubieran mirado hacia arriba, jamás habrían descubierto la estrella inquietante.
Lo que más no fue el verla, sino seguirla, soportar la prueba de su desaparición temporal y buscar datos más ciertos entre los doctores de Jerusalén. Volcar luego su corazón y sus tesoros a los pies del Niño y de María. Eso, tan bello, es la corteza del acontecimiento, porque el meollo, la ventana del misterio, es la Epifanía, que celebra el 6 de enero toda la cristiandad. Los magos son, más que los autores, los agraciados con una manifestación singular de Cristo a los gentiles. Ellos fueron los adelantados de todos los venidos a la fe desde fuera del judaísmo. Abrieron paso al nuevo Pueblo de Dios, de toda raza, pueblo y nación. A nosotros.
Antonio Montero
Arzobispo de Mérida-Badajoz
22.
La Navidad es, por sí misma, un contraste grandioso, por no decir que escandaloso, entre la grandeza soberana de Dios y la insignificancia tremenda del nacimiento de su Hijo, un bebé que llora y ríe, que mama y moja los pañales, igualito que nosotros, como cualquier hijo de Adán, semejante en todo a los demás nacidos, menos en el pecado. Él se hizo pobre para hacernos ricos y apostó sin titubeos por todas las pobrezas, de las que no nos escapamos ni uno. Gentes hay tan necesitadas, que no tienen más que dinero. Otros están escadenados a sí mismos, prisioneros del propio egoísmo, más solos que la una, por más que intenten sofocar con ruido y con alcohol su tremenda indigencia interior.
Antonio Montero
23.
Y para finalizar, un pensamiento navideño que he recibido y me ha hecho pensar mucho. Es de Anselm Grün: “Nuestra vida puede parecer un palacio. Pero todo palacio esconde un establo. El establo de la mediocridad y del desorden. El que no siempre huele bien y que queremos ocultar de las miradas de los otros. Es precisamente ahí y en ningún otro sitio donde Dios quiere nacer en mi vida”.
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