lunes, 23 de junio de 2008

lunes 23 Junio 2008Hoy la Iglesia celebra : San José Cafasso Ver el comentario abajo, o clic en el tituloSan Juan Clímaco : «¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo?» Evangelio según San Mateo 7,1-5.No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Juan Clímaco (hacia 575-hacia 650), monje en el Monte Sinaí La Escalera santa, 10º escalón
«¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo?» He oído a algunos hablar mal de su prójimo, y les he reprendido. Para defenderse, estos obradores de mal han contestado: «¡Es por caridad y solicitud hacia ellos que hablamos así!». Pero yo les he contestado: Dejad de practicar semejante caridad, puesto que si no lo hacéis acusáis de mentiroso a aquel que ha dicho: «al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar... no los soportaré» (Sl 100,5). Si le amas, tal como dices, ora en secreto por él y no te burles de este hombre. Es esta la manera de amar que agrada al Señor; no pierdas esto de vista, y vigilarás cuidadosamente para no juzgar a los pecadores. Judas fue uno de los apóstoles y el ladrón formo parte de los malhechores, pero ¡qué cambio tan sorprendente en un instante!... Al que te habla mal de su prójimo, respóndele: «¡Párate, hermano! Yo mismo caigo cada día en faltas más graves; siendo así, ¿cómo podré condenar a éste?» Así sacarás un doble provecho: te curarás a ti mismo y curarás a tu prójimo. No juzgar es un atajo que lleva al perdón de los pecados si es verdadera esta palabra: «No juzguéis y no seréis juzgados»... Algunos han cometido graves faltas a la vista de todos, pero en secreto han hecho grandes actos de virtud. Así es que sus detractores se han equivocado pues no han sabido ver más que la humareda y no han visto al sol... Los censores apresurados y severos caen en esta ilusión porque no conservan el recuerdo y la preocupación constante de sus propios pecados... Juzgar a los demás es usurpar sin vergüenza una prerrogativa divina; condenarlos, es arruinar nuestra propia alma... De la misma manera que un buen vendimiador come los racimos maduros y no coge los que están verdes, igualmente, un espíritu benevolente y sensato se fija cuidadosamente en todas las virtudes que ve en los demás; pero es insensato el que escruta las faltas y deficiencias.

domingo, 22 de junio de 2008

Imitación de Jesucristo

Imitación de Jesucristo, tratado espiritual del siglo XVII, c. 1
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse»
No tienes «aquí domicilio permanente» (Hb 13,14). Dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo. ¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas. En el altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas. Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas y desamparo de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa?.... Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías más de la injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo. El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.



Santos Fisher y Tomás Moro

Libro de Jeremías 20,10-13.

Oía los rumores de la gente: "¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!". Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: "Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza".
Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!


Salmo 69(68),8-10.14.17.33-35.

Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí;
Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos.
Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar, y todos los seres que se mueven en ellos;


Carta de San Pablo a los Romanos 5,12-15.

Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta.
Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos.


Evangelio según San Mateo 10,26-33.

No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

La señal del cristiano.

La señal del cristiano es la Santa Cruz, porque es figura de Cristo crucificado, que en ella nos redimió.

La santa cruz representa las principales verdades de la religión cristiana.

Estas son: Unidad y Trinidad de Dios, y Redención.

Unidad de Dios quiere decir que hay un solo Dios.

Trinidad de Dios quiere decir que en Dios hay tres personas realmente distintas.

Redención significa que el Hijo de Dios se hizo hombre, padeció y murió en la cruz para salvarnos.

En la señal de la Santa Cruz, con las palabras expresamos la Unidad y Trinidad de Dios, y con la figura de la cruz, la Pasión y Muerte de N. S.

Jesucristo.

Haciendo la señal de la Santa Cruz manifestamos profesar todas estas verdades y todas las demás que de ellas se derivan.

La señal de la cruz se hace trazando con la mano dos líneas: una de arriba abajo y otra de la izquierda a la derecha, como indica esta figura.

1

3 4

2

El cristiano usa de esta señal en dos maneras.

Estas son: Signar y santiguar.

Al signarse y santiguarse, si está libre la mano izquierda, se pone extendida debajo del pecho.

Signarse es hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha; la primera en la frente; la segunda en la boca; y la tercera en el pecho, diciendo:

Por la – señal † de la Santa – Cruz

de – nuestros † ene – migos

líbranos, - Señor † Dios – nuestro.

Hacemos la señal de la cruz:

en la frente, porque nos libre Dios de los malos pensamientos;

en la boca, porque nos libre Dios de las malas palabras;

y en el pecho, porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.

Santiguarse es hacer una cruz, llevando la mano derecha a la frente, diciendo: En el nombre del Padre,

luego al pecho, diciendo: y del Hijo,

de aquí al hombro izquierdo y al derecho, diciendo: y del Espíritu Santo,

y se termina con la palabra Amén.

Para hacer la señal de la Cruz usamos la mano derecha, porque es la principal, y en el servicio de Dios hemos de usar lo mejor.

Cuando hacemos la señal de la Cruz, el pasar de la izquierda a la derecha indica que por virtud de la Santa Cruz hemos pasado del estado de culpa al estado de gracia.

La señal de la Cruz debe hacerse con devoción.

Es cosa utilísima hacer a menudo la señal de la Cruz porque tiene la virtud de avivar la fe, desechar las tentaciones y alcanzar de Dios muchas gracias.

Conviene usar de la señal de la Cruz: por la mañana al levantarnos y por la noche al acostarnos; al principio y al fin de la comida y del trabajo; al entrar y salir de la Iglesia y especialmente al comenzar la oración.

Siendo la Cruz el signo de nuestra redención, es muy conveniente que toda familia cristiana tenga un cuadro o imagen de Jesús crucificado en lugar visible y principal de la casa.

ORACIÓN A JESÚS CRICIFICADO

Héme aquí, oh Jesús bueno y dulcísimo, ante vuestra presencia me postro de rodillas, y con el mayor fervor del alma os pido y ruego queráis imprimir en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, y verdadero dolor de mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda: mientras que con grande afecto y dolor del alma yo en mi interior considero y contemplo con la mente vuestras cinco Llagas, teniendo presente aquello que Vos, oh buen Jesús, ya ponía en vuestra boca el Profeta David: “Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos”.

Se gana indulgencia Plenaria rezando esta oración, delante de un Crucifijo, después de la comunión, añadiendo algunas preces según la intención del Sumo Pontífice.

ORACIÓN A JESÚS, REY DEL UNIVERSO Enriquecida con indulgencia plenaria

Oración a San José.

Para rezar especialmente durante el mes de Octubre, después del Santo Rosario.

A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado San José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su sangre, y que nos socorráis con vuestro poder y auxilio en nuestras necesidades.

Proteged, ¡oh providentísimo Custodio de la divina familia! El linaje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; asistidnos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en el combate que al presente libramos con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo librasteis del inminente peligro de la vida al Niño Jesús, defended ahora la Santa Iglesia de Dios de las asechanzas de sus enemigos, y de toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio, para que siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos con vuestro auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente, y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén. (Pío XI, 21 Febrero 1923)

A LOS NO CREYENTES

David en el Salmo XXXVI, v. 35 y 36, dice: “Ví al impío sumamente ensalzado, elevado como los cedros del Líbano. Y pasé y hé aquí que no existía: y lo busqué y no fue hallado el lugar de él”.

Impíos cuando consigáis quedar para siempre en este mundo, llenos de dicha completa, esto es, libres de enfermedades, pobreza, tristeza, vejez, muerte y demás miserias, entonces podréis decir satisfechos:

Tenemos razón, hemos vencido.

Pero mientras no consigáis estas cosas, vuestra impiedad os hace muy infelices, y desgraciados; pues, por lo que vale y dura tan poco, os exponéis a perder la eterna felicidad y a veros condenados para siempre.

Ya que sois tan infelices, a lo menos sedlo vosotros solos; no queráis arrastrar a otros a ser partícipes de vuestro inmenso infortunio.

Mas no: no queráis ni aun vosotros ser desgraciados eternamente; convertíos a Dios, y El, que es infinitamente misericordioso, os perdonará.

A LOS PECADORES CREYENTES

A vosotros, los que creéis que hay cielo e infierno, que para siempre han de durar, y, no obstante, vivís en pecado mortal y no tratáis de salir de tan miserable estado, os diré que vuestra conducta es propia sólo de quien ha perdido la razón.

Haced, pues, inmediatamente penitencia de vuestros pecados.

A LOS JUSTOS

A vosotros los que procuráis vivir en gracia de Dios, servir y amar cada día más al Señor infinitamente bueno, os recordaré las palabras que os dirige el mismo Señor Jesucristo:

“Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es muy grande en los cielos” (San Mateo, c.

Las ocho Bienaventuranzas.

1º “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos”.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

“Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

“Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Jesús, en el Sermón de la Montaña, a más de las ocho bienaventuranzas, dijo también estas terribles palabras:

“¡Ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis hartos, porque tendréis hambre!

¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque después lloraréis!”.

Jesucristo nos anunció las bienaventuranzas, para que detestemos las máximas del mundo, y nos estimulemos a amar y practicar las máximas del Evangelio.

El mundo llama bienaventurados a los que abundan en riquezas y honores; a los que vive regocijadamente y no tienen ocasión alguna de padecer.

El deseo de satisfacer las pasiones desordenadas es lo que hace condenar a los hombres.

Las riquezas son el medio más oportuno para poder satisfacer todas las pasiones.

Por esto Jesús empieza llamando bienaventurados a los pobres de espíritu.

Los pobres de espíritu, según el evangelio, son los que no tienen el corazón puesto en las riquezas; hacen buen uso de ellas, si las poseen; no las buscan con demasiada solicitud, si no las tienen; y sufren con resignación la pérdida de ellas.

Se puede ser pobre de espíritu y poseer muchas riquezas: y se puede no poseer nada y no ser pobre de espíritu.

Mansos son los que tratan al prójimo con dulzura, y sufren con paciencia los defectos y agravios que reciben, sin quejas, resentimientos o venganzas.

Los que lloran son los que sufren con resignación las tribulaciones, y se afligen por los pecados cometidos, por los males y escándalos que se ven en el mundo, por verse lejos del cielo y por el peligro de perderlo.

Los que tienen hambre y sed de justicia son los que desean ardientemente crecer de continua en la divina gracia y en el ejercicio de las obras buenas.

Misericordiosos son los que por amor de Dios aman al prójimo, se compadecen de sus miserias así espirituales como corporales y procuran aliviarlas en lo que pueden.

Limpios de corazón son los que tienen gran horror al pecado y procuran no cometerlo jamás.

Pacíficos son los que conservan la paz con el prójimo y consigo mismos, y procuran poner en paz a los enemistados.

Padecen persecución por la justicia los que sufren con paciencia las burlas, improperios y persecuciones, por causa de la fe y ley de Jesucristo.

Los premios que promete Jesucristo en las bienaventuranzas, significan todos, aunque con diversos nombres, la gloria eterna del cielo.

Las Bienaventuranzas no sólo nos procuran la gloria eterna del Paraíso, sino también los medios de llevar una vida feliz, en cuanto es posible, en este mundo.

Los que siguen las Bienaventuranzas, reciben ya alguna recompensa, aun en esta vida; porque gozan de una paz y contentamiento interior que es principio, aunque imperfecto, de la eterna felicidad.

La tranquilidad de conciencia es la satisfacción más grande y más pura que se puede gozar aquí en la tierra.

Los que siguen las máximas del mundo no son felices, porque no tienen la verdadera paz del alma y corren gran peligro de condenarse.

Los enemigos del alma.

El Santo Job decía:

“La vida del hombre sobre la tierra es una lucha continua”.

Nuestra alma tiene enemigos que siempre la combaten y persiguen.

Los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne.

El demonio es el ángel condenado.

Por la envidia que nos tiene, al ver que nosotros debemos ocupar el trono de gloria que él perdió, procura tentarnos continuamente.

Engañó a Eva y aun pretendió engañar al mismo Jesucristo.

Se vence con la oración y la humildad.

Con la oración; porque sin el auxilio de Dios, prometido al que hace oración, el demonio, padre de la mentira, nos engañaría.

Con la humildad; porque el demonio, lleno de soberbia, al encontrar la humildad, huye desesperadamente.

El mundo es la gente mala y perversa.

Con sus malos ejemplos, consejos y falsas máximas, trata de apartarnos del servicio de Dios.

Se vence no haciéndole caso.

Los malos se ríen de los buenos, de los que practican la virtud: pero debemos pensar que la risa de los malos se convertirá en llanto sempiterno.

La carne es nuestro propio cuerpo con sus malas inclinaciones.

Se vence con la mortificación.

Mortificación es dominar las malas inclinaciones.

El pecado original ha dejado en el corazón del hombre una propensión hacia el mal.

Todos los hombres, buenos y malos, tienen malas inclinaciones; pero los buenos las dominan y los malos se dejan llevar de ellas.

La carne es el peor enemigo de nuestra alma, y el que nos hace más cruel guerra.

Aun el demonio y el mundo se valen de la carne para vencernos.

El que es malo lo es precisamente porque se deja llevar de las malas inclinaciones.

¡Ah! Si Judas hubiera sabido dominar la pasión de la avaricia, ahora sería un gran santo en el cielo.

Debemos, pues, hacer guerra continua a nuestras malas inclinaciones, y tener gran cuidado de no dejarnos dominar por ellas.

Estas malas inclinaciones son

Los siete pecados capitales o mortales.

El primero, Soberbia.

El segundo, Avaricia.

El tercero, Lujuria.

El cuarto, Ira.

El quinto, Gula.

El sexto, Envidia.

El séptimo, Pereza.

Llámanse pecados capitales, porque son cabezas, fuentes o raíces de todos los pecados.

Se llaman pecados mortales impropiamente; a veces son sólo veniales.

Son mortales cuando por ellos se quebranta algún mandamiento de la ley de Dios o de la Iglesia en materia grave.

Soberbia es un apetito desordenado de la propia excelencia.

Este vicio detestable perdió a los ángeles malos e hizo caer a nuestros primeros padres.

Todo pecado proviene de la soberbia.

Avaricia es un apetito desordenado de bienes terrenos.

Lujuria es un apetito desordenado de placeres sensuales.

Ira es un ímpetu desordenado del corazón por lo que nos sucede contra nuestra voluntad.

Pocas son las personas que no cometen alguna falta de ira.

Se llama ira santa el horror al pecado y el deseo justo de castigar a los malos; esta clase de ira no es pecado.

Gula es un apetito desordenado de comer y beber.

Envidia es un pesar del bien ajeno.

Pereza es una flojedad de ánimo para obrar el bien.

El vicio de la pereza es un ladrón que roba los tesoros más preciosos.

Muchos fácilmente podrían conseguir grandes méritos y premios para el cielo, mas por pereza los pierden.

Y muchos por pereza pierden el bienestar temporal y aún el eterno.

Virtudes contrarias a estos siete pecados.

Contra estos siete pecados hay siete virtudes:

Contra Soberbia, Humildad;

Contra Avaricia, Largueza;

Contra Lujuria, Castidad;

Contra Ira, Paciencia;

Contra Gula, Templanza;

Contra Envidia, Caridad;

Contra Pereza, Diligencia.

La Humildad es reconocer que de nosotros mismos sólo tenemos la nada y el pecado; tratarnos y sufrir ser tratados como la nada y como pecadores, y dar a Dios la gloria de todo lo bueno que hay en nosotros.

La verdadera humildad está fundada en la verdad.

La humildad es la más necesaria, y aun el fundamento de todas las virtudes.

El peor de los vicios es la soberbia; la mejor de las virtudes es la humildad.

Nuestro Señor Jesucristo quiso ser maestro especialmente de la humildad, diciendo: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis la paz para vuestras almas”.

Largueza o generosidad es no codiciar lo ajeno y dar con gusto de lo propio a los pobres y para otras obras pías.

Castidad es reprimir y moderar los apetitos sensuales.

Paciencia es sufrir con paz y serenidad las injurias y adversidades.

Templanza es tener moderación en el comer y en el beber.

Caridad es desear y hacer bien al prójimo por amor de Dios.

Diligencia es una prontitud de ánimo para obrar el bien.

Obras de misericordia.

Las buenas obras de que se nos pedirá cuenta particular en el día del Juicio son las Obras de misericordia.

Obras de misericordia son aquellas con que se socorren las necesidades corporales o espirituales del prójimo.

Las Obras de misericordia son catorce: Siete corporales y siete espirituales:

Obras de misericordia corporales:

1º Dar de comer al hambriento.

2º Dar de beber al sediento.

3º Vestir al desnudo.

4º Dar posada al peregrino.

5º Visitar a los enfermos.

6º Visitar a los presos.

7º Enterrar a los muertos.

Obras de misericordia espirituales:

1º Dar buen consejo al que lo ha menester.

2º Enseñar al que no sabe.

3º Corregir al que yerra.

4º Consolar al triste.

5º Perdonar las injurias.

6º Sufrir con paciencia las molestias de nuestro prójimo.

7º Rogar a Dios por los vivos y por los muertos.

Vicio es una mala disposición del ánimo que induce a huir del bien y obrar el mal, causada por la frecuente repetición de actos malos.

Entre pecado y vicio hay esta diferencia: que el pecado es un acto que pasa, mientras que el vicio es una mala costumbre contraída de caer en algún pecado.

Los pecados contra el Espíritu Santo son seis:

1º La desesperación de salvarse.

2º La presunción de salvarse sin merecimientos.

3º La impugnación de la verdad conocida.

4º La envidia o pesar de la gracia ajena.

5º La obstinación en los pecados.

6º La impenitencia final.

Estos pecados se dicen en particular contra el Espíritu Santo, porque se cometen por pura malicia, la cual es contraria a la bondad que se atribuye al Espíritu Santo.

Los pecados que claman al cielo son cuatro:

1º El homicidio voluntario.

2º El pecado impuro contra el orden de la naturaleza.

3º La opresión del pobre.

4º La defraudación o retención injusta del jornal al trabajador.

Dícese que estos pecados claman al cielo, porque así lo dice el Espíritu Santo, y por que su iniquidad es tan grave y manifiesta, que provoca a Dios a castigarlos muy severamente.


sábado, 21 de junio de 2008



San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo
Escritos

«No os preocupéis tanto por vuestra vida»

El Señor dijo a sus discípulos: «Os doy mi paz» (Jn 14,27). Es necesario pedir a Dios esta paz de Cristo, y el Señor la dará al que se la pida. Cuando la recibimos hemos de velar santamente por ella y hacerla crecer.

Aquel que en sus aflicciones no se abandona a la voluntad de Dios, no puede conocer la misericordia de Dios. Si te sobreviene una desgracia, no te dejes abatir, sino acuérdate de que el Señor te mira con bondad. No aceptes este pensamiento: «¿El Señor me mirará con amor siendo así que le he ofendido?», porque el Señor es bueno por naturaleza. Vuélvete con fe a Dios y di como el hijo pródigo del Evangelio: «No soy digno de ser llamado hijo tuyo» (Lc 15,21). Entonces verás cuán querido eres del Padre, y tu alma conocerá un gozo indescriptible.



sábado 21 Junio 2008

San Luis Gonzaga , San Inocente

Segundo Libro de Crónicas 24,17-25.

Después de la muerte de Iehoiadá, los jefes de Judá fueron a postrarse delante del rey, y este se dejó llevar por sus palabras.
Entonces abandonaron la Casa del Señor, el Dios de sus padres, y rindieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Por este pecado, se desató la indignación del Señor contra Judá y Jerusalén.
Les envió profetas que dieron testimonio contra ellos, para que se convirtieran al Señor, pero no quisieron escucharlos.
El espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Iehoiadá, y este se presentó delante del pueblo y les dijo: "Así habla Dios: ¿Por qué quebrantan los mandamientos del Señor? Así no conseguirán nada. ¡Por haber abandonado al Señor, él los abandonará a ustedes!".
Ellos se confabularon contra él, y por orden del rey lo apedrearon en el atrio de la Casa del Señor.
El rey Joás no se acordó de la fidelidad que le había profesado Iehoiadá, padre de Zacarías, e hizo matar a su hijo, el cual exclamó al morir: "¡Que el Señor vea esto y les pida cuenta!".
Al comenzar el año, el ejército de los arameos subió a combatir contra Joás. Invadieron Judá y Jerusalén, ejecutaron a todos los jefes que había en el pueblo, y enviaron el botín al rey de Damasco.
Aunque el ejército de Arám había venido con pocos hombres, el Señor entregó en sus manos a un ejército mucho más numeroso, por haberlo abandonado a él, el Dios de sus padres. De esta manera, los arameos hicieron justicia con Joás,
y cuando se fueron, lo dejaron gravemente enfermo. Sus servidores tramaron una conspiración contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Iehoiadá, y lo mataron cuando estaba en su lecho. Así murió, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes.


Salmo 89(88),4-5.29-30.31-32.33-34.

Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor:
"Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones".
Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza será estable para él;
le daré una descendencia eterna y un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi enseñanza y no proceden de acuerdo con mis juicios;
si profanan mis preceptos y no observan mis mandamientos,
castigaré sus rebeldías con la vara y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor ni desmentiré mi fidelidad;


Evangelio según San Mateo 6,24-34.

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Día litúrgico: Sábado XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».

Comentario: Rev. D. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, España)

«No andéis preocupados por vuestra vida. No os preocupéis del mañana»

Hoy, Jesús nos dice: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Con estas palabras nos enfrenta a nuestra inseguridad, que procuramos paliar con el apoyo en la tranquilidad de tener no sólo lo necesario, sino lo que nos apetece, lo cual nos lleva a consumir y malgastar.

«Que lo oiga el avaro; que lo oiga el que piensa que, llamándose cristiano, puede servir al mismo tiempo a las riquezas y a Cristo. Sin embargo, no dijo: el que tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas; el que es esclavo de las riquezas y las guarda como un esclavo; pero el que ha sacudido el yugo de la esclavitud, las distribuye como señor» (San Jerónimo).

Como en las bienaventuranzas —o en otro pasaje clave, como el del mandato nuevo (Jn 13,34-35)—, hoy el Señor nos invita a una decisión por la confianza ilimitada en un Padre que se nos da como providencia, por la búsqueda del Reino de justicia, paz y alegría, por una verdadera pobreza interior del alma, que se vuelve una y otra vez con “gemidos inenarrables” (cf. Rom 8,26) a Quien únicamente puede saciar nuestro anhelo de plenitud y eternidad. Desde este desasimiento, desde esta precariedad asumida conscientemente, ponemos toda nuestra esperanza en el seguimiento de Cristo.

Dejando el pasado en el perdón de Dios y ahuyentando temores y preocupaciones por un futuro que todavía no ha llegado, Jesús nos invita a vivir el día de “hoy”, que es lo único que ahora tenemos. Y en este “hoy” Él se nos da como pan que acompaña el día. «Sólo el presente nos pertenece, siendo incierta la esperanza del futuro (...). Bástale a cada día su propia malicia. ¿Por qué angustiarnos por el mañana?» (San Gregorio de Nisa).

Dia litúrgic: Dissabte XI de durant l'any

Text de l'Evangeli (Mt 6,24-34): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Ningú no pot servir dos senyors, perquè si estima l'un, avorrirà l'altre, i si fa cas de l'un, no en farà de l'altre. No podeu servir alhora Déu i el diner. Per això us dic: No us preocupeu per la vostra vida, pensant què menjareu o què beureu, ni pel vostre cos, pensant com us vestireu. ¿No val més la vida que el menjar, i el cos més que el vestit? Mireu els ocells del cel: no sembren, ni seguen, ni recullen en graners, i el vostre Pare celestial els alimenta. ¿No valeu més vosaltres que no pas ells? ¿Qui de vosaltres, per més que s'hi esforci, pot allargar d'un sol instant la seva vida?

»I del vestit, per què us en preocupeu? Fixeu-vos com creixen les flors del camp: no treballen ni filen, però us asseguro que ni Salomó, amb tota la seva magnificència, no anava vestit com cap d'elles. I si l'herba del camp, que avui és i demà la tiren al foc, Déu la vesteix així, ¿no farà més per vosaltres, gent de poca fe? Per tant, no us preocupeu, pensant què menjareu, o què beureu, o com us vestireu. Tot això, els pagans ho busquen amb neguit, però el vostre Pare celestial ja sap prou que en teniu necessitat. Vosaltres, busqueu primer el Regne de Déu i fer el que Ell vol, i tot això us ho donarà de més a més. No us preocupeu, doncs, pel demà, que el demà ja s'ocuparà d'ell mateix. Cada dia en té prou amb els seus maldecaps».

Comentari: Mn. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, Catalunya)

«No us preocupeu per la vostra vida. No us preocupeu pel demà»

Avui, Jesús ens diu: «No podeu servir alhora Déu i el diner» (Mt 6,24). Amb aquestes paraules ens enfronta amb la nostra inseguretat, que procurem pal·liar amb el recolzament en la tranquil·litat de tenir no només allò que necessitem, sinó també allò que ens abelleix, i això ens duu a consumir i malgastar.

«Que ho escolti l'avar; que ho escolti el qui pensa que, anomenant-se cristià, pot servir al mateix temps les riqueses i el Crist. Malgrat tot, no va dir: el qui té riqueses, sinó el qui serveix les riqueses; el qui està esclavitzat per les riqueses i les guarda com un esclau; però el qui ha bandejat el jou de l'esclavitud, les distribueix com senyor» (Sant Jeroni).

Com en les benaurances —o en un altre passatge clau, com el del manament nou (Jn 13,34-35)—, avui el Senyor ens convida a una decisió per la confiança il·limitada en un Pare que se'ns dóna com a providència, per la recerca del Regne de justícia, pau i alegria, per una veritable pobresa interior de l'ànima, que es gira un cop i un altre amb “gemecs inenarrables” (Rm 8,26) a Qui únicament pot sadollar el nostre anhel de plenitud i eternitat. Des d'aquest deseiximent, des d'aquesta precarietat assumida conscientment, posem tota la nostra esperança en el seguiment del Crist.

Deixant el passat en el perdó de Déu i fent fora temors i preocupacions per un futur que encara no ha arribat, Jesús ens convida a viure el dia d'avui, que és l'única cosa que ara tenim. I en aquest “avui” se'ns dóna com pa que acompanya el dia. «Només ens pertany el present, mentre que és incerta l'esperança del futur (...). Cada dia en té prou amb la seva pròpia malícia. ¿Per què angoixar-nos pel demà?» (Sant Gregori de Nissa).

Today's Gospel (Mt 6:24-34): Jesus said to his disciples, «No one can serve two masters; for he will either hate one and love the other, or he will be loyal to the first and look down on the second. You cannot at the same time serve God and money. This is why I tell you not to be worried about food and drink for yourself, or about clothes for your body. Is not life more important than food and is not the body more important than clothes? Look at the birds of the air; they do not sow, they do not harvest and do not store food in barns, and yet your heavenly Father feeds them. Are you not worth much more than birds? Can any of you add a day to your life by worrying about it?

»Why are you so worried about your clothes? Look at the flowers in the fields how they grow. They do not toil or spin. But I tell you that not even Solomon in all his wealth was clothed like one of these. If God so clothes the grass in the field which blooms today and is to be burned tomorrow in an oven, how much more will he clothe you? What little faith you have! Do not worry and say: What are we going to eat? What are we going to drink? Or: what shall we wear? The pagans busy themselves with such things; but your heavenly Father knows that you need them all. Set your heart first on the kingdom and justice of God and all these things will also be given to you. Do not worry about tomorrow for tomorrow will worry about itself. Each day has enough trouble of its own».

Commentary: Fr. Carles Elias i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, Catalonia)

«Not to be worried about food and drink for yourself. Do not worry about tomorrow»

Today, Jesus tells us: «You cannot at the same time serve God and money» (Mt 6:24). With these words He confronts us with our own uncertainty, which we try to alleviate by leaning on the conviction that we have, not only what we need, but also what we want, which, in turn, leads us into consumism and waste.

«Let the avaricious hear these words; let the Christian who thinks he can serve both Christ and money, hear them too. For, He did not say: he who has riches but he who serves riches; nor he who is enslaved by riches and keeps them like a slave; but he who has cast off the yoke of slavery and distributes his wealth in a lordly manner» (St Jerome).

Today, as in the beatitudes —or in the key passage of the new commandment (Jn 13:34-35)—, the Lord urges us to settle for an unlimited confidence in the Father, who offers Himself to us as the Divine Providence, for our quest for the Kingdom of justice, peace and joy, and for a true simplicity of our soul, that turns round, time and again, «with groans that words cannot express» (Rm 8:26), to the Only One who can fill to the brim our longing for plenitude and eternity. While conscious of the temporality of our existence, through our own self-denial, we must be certain of our desire to follow the Christ.

Seeking God's forgiveness for past sins and throwing away any fears and worries for a futur yet to come, Jesus invites us to live the present day, which is the only thing we can be more or less sure of. And this “today” is given to us as our daily bread. «We only own the present, while the hope for the future is uncertain (...). Each day has enough trouble of his own. So why worry about?» (St Gregory of Nyssa).