viernes, 25 de marzo de 2011
II. Oramos con la Palabra
VERBO ENCARNADO del Dios eterno, doblo mi rodilla ante la grandeza de tu amor, que te ha llevado a pedir a María un lugar en su seno para asumir nuestra naturaleza. ¡Aquí está la esclava, aquí el siervo del Señor, hágase en mí según tu Palabra!
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
•Dios mismo os dará una señal
La liturgia, haciendo un paréntesis en este tiempo fuerte de cuaresma, nos presenta la solemnidad de la Anunciación del Señor, que tiene lecturas propias. Encaja de maravilla, porque nos hace reflexionar y celebrar el inicio de la historia de salvación, que culmina en la celebración de la Pascua.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, el Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Es la “señal” que rehúsa pedir el rey Acaz, porque en realidad no se fía de su Dios, y por eso busca y pide ayuda humana. “La virgen está encinta y da a luz un hijo”. Se trata de una maternidad prodigiosa, prefigurada en otras que relata el Antiguo Testamento, pero sublime cual ninguna.
El Evangelio de Lucas nos inicia en el misterio: La fuerza del Altísimo hará fecundo el seno virginal de María. Su fe, su fiat, es para todos una lección, un estímulo: desde nuestra pobreza y disponibilidad, digamos con el salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
•Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad
El pueblo de Israel se reconocía pecador, en deuda con su Dios; por eso ofrecía víctimas y ofrendas, que en realidad no tenían valor purificador definitivo. Pero llega el Hijo, Dios de Dios, que estaba junto al Padre, y asume nuestra condición humana; se ofrece en sacrificio cumpliendo la voluntad de Dios. Y por esa oblación del cuerpo de Cristo hecha una vez para siempre, somos salvados y santificados. Es lo que celebramos hoy: la Encarnación del Verbo de Dios, que hace posible su ofrenda, su inmolación en la Cruz.
•Hágase en mi según tu Palabra
María dijo SI, y el Emmanuel se hizo presente en nuestra historia. La disponibilidad, la aceptación, el amor incondicional de la Mujer, hicieron posible la maravilla de la nueva creación pajo el soplo, la fuerza del Espíritu Santo.
Al asumir Jesucristo nuestra naturaleza, valoró todo lo humano, que tiene en sí mismo un valor, aunque no definitivo y absoluto (esto nos compromete también a nosotros). Pero nos revela una realidad fundamental: que Dios es el Padre de todos, que nos acepta como hijos en su Hijo, y con Él, nos hace herederos de su gloria.
Es el don que recibimos; y que nuestra fe en la Encarnación nos mueve a vivir en la alabanza a Dios y en una intercesión continua para que todos los hombres reciban la Buena Noticia y vivan con amor sostenidos por la esperanza.
Que la Santísima Virgen del SI nos abra a la acción del Espíritu Santo, que nos configura con Cristo para gloria del Padre.
MM. Dominicas Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad
VERBO ENCARNADO del Dios eterno, doblo mi rodilla ante la grandeza de tu amor, que te ha llevado a pedir a María un lugar en su seno para asumir nuestra naturaleza. ¡Aquí está la esclava, aquí el siervo del Señor, hágase en mí según tu Palabra!
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
•Dios mismo os dará una señal
La liturgia, haciendo un paréntesis en este tiempo fuerte de cuaresma, nos presenta la solemnidad de la Anunciación del Señor, que tiene lecturas propias. Encaja de maravilla, porque nos hace reflexionar y celebrar el inicio de la historia de salvación, que culmina en la celebración de la Pascua.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, el Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Es la “señal” que rehúsa pedir el rey Acaz, porque en realidad no se fía de su Dios, y por eso busca y pide ayuda humana. “La virgen está encinta y da a luz un hijo”. Se trata de una maternidad prodigiosa, prefigurada en otras que relata el Antiguo Testamento, pero sublime cual ninguna.
El Evangelio de Lucas nos inicia en el misterio: La fuerza del Altísimo hará fecundo el seno virginal de María. Su fe, su fiat, es para todos una lección, un estímulo: desde nuestra pobreza y disponibilidad, digamos con el salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
•Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad
El pueblo de Israel se reconocía pecador, en deuda con su Dios; por eso ofrecía víctimas y ofrendas, que en realidad no tenían valor purificador definitivo. Pero llega el Hijo, Dios de Dios, que estaba junto al Padre, y asume nuestra condición humana; se ofrece en sacrificio cumpliendo la voluntad de Dios. Y por esa oblación del cuerpo de Cristo hecha una vez para siempre, somos salvados y santificados. Es lo que celebramos hoy: la Encarnación del Verbo de Dios, que hace posible su ofrenda, su inmolación en la Cruz.
•Hágase en mi según tu Palabra
María dijo SI, y el Emmanuel se hizo presente en nuestra historia. La disponibilidad, la aceptación, el amor incondicional de la Mujer, hicieron posible la maravilla de la nueva creación pajo el soplo, la fuerza del Espíritu Santo.
Al asumir Jesucristo nuestra naturaleza, valoró todo lo humano, que tiene en sí mismo un valor, aunque no definitivo y absoluto (esto nos compromete también a nosotros). Pero nos revela una realidad fundamental: que Dios es el Padre de todos, que nos acepta como hijos en su Hijo, y con Él, nos hace herederos de su gloria.
Es el don que recibimos; y que nuestra fe en la Encarnación nos mueve a vivir en la alabanza a Dios y en una intercesión continua para que todos los hombres reciban la Buena Noticia y vivan con amor sostenidos por la esperanza.
Que la Santísima Virgen del SI nos abra a la acción del Espíritu Santo, que nos configura con Cristo para gloria del Padre.
MM. Dominicas Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad
Lecturas Anunciación del Señor
Viernes 25 de Marzo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 39,7-8a.8b-9.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor
Palabra diaria
La Anunciación del Señor
Lucas 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
SAN JUAN DE LA CRUZ Y LA LIBERACIÓN DEL HOMBRE ENCADENADO Daniel de Pablo Maroto, Carmelita Descalzo de “La Santa” - Ávila.
El día 14 de diciembre celebramos el aniversario de la muerte de san Juan de la Cruz en Úbeda (Jaén). Murió al amanecer de ese día, sábado de 1591, cuando Fray Juan había cumplido 49 años. Murió -como decía él- de “unas calenturillas”, en realidad, de una erisipela en el empeine del pie derecho que se fue extendiendo por la pierna. Recordando aquel acontecimiento, aprovecho para proponer una de las más hondas, pero sencillas lecciones, de su magisterio: el camino que conduce al hombre desde su innata o conquistada libertad en las sociedades modernas hasta la esclavitud y, al mismo tiempo, la senda del retorno a la libertad, reconquistada mediante el control ascético de los deseos y los instintos.
Tomemos como punto de partida de nuestra reflexión la conquista de las libertades en las sociedades modernas y bien organizadas. La libertad es un derecho objetivado, una condición natural que tiene el ser humano por el hecho de ser hombre/ mujer, es decir, ser racional, distinto de los otros vivientes y animales irracionales. Y lo que hace la sociedad evolucionada a través de sus instituciones de gobierno es reconocerlo, protegerlo en las Constituciones, en la Declaración universal de los derechos del hombre (1948), estableciendo los campos de acción, la manera de ejercerla y los límites de su ejercicio.
Eso es lo que distingue a las sociedades democráticas de las dictaduras y de los gobernantes tiranos. Tanto repugna a lo constitutivo del ser racional un gobierno tiránico, que los filósofos de Grecia y Roma, y los mismos teólogos y moralistas desde el Renacimiento en adelante, admitieron la licitud del tiranicidio en ciertos casos, no siempre con una sentencia unánime. Por eso mismo se puede concluir este discurso diciendo que no sólo estamos libres, sino que somos libres, al menos en teoría. Pero puede quedarse en un simple supuesto, una utopía, si del derecho pasamos a la historia real. El ejercicio de la libertad como derecho no ha existido siempre en la historia de la humanidad, no sólo porque los poderes constituidos la oprimen, la limitan o la eliminan, sino porque, en la vida real, el hombre es un ser encadenado a sus sueños utópicos, a sus instintos, a sus vicios y costumbres de los que se siente “dependiente”.
Y es aquí donde entra la propuesta doctrinal de san Juan de la Cruz. A la que aludo con una brevedad que traiciona necesariamente su pensamiento. Por lo menos espero que la idea abra el apetito de los lectores para seguir leyéndola en sus Obras completas.
Según el místico de Fontiveros, el hombre se encuentra en la vida ante dos caminos, uno que le conduce a la auténtica “libertad”, a sentirse libre de sí mismo y de cuanto le rodea, y otro a la “servidumbre”. ¡Con qué vigor utiliza el santo estos dos términos! Son de tal manera antitéticos, contrarios, que en tanto el hombre no supere la servidumbre de sus pasiones y apetencias o deseos desordenados no será de verdad libre, vivirá “encadenado” a sí mismo, a sus dependencias, a sus necesidades reales o supuestas. “Y todo el señorío y libertad del mundo -escribe- comparado con la libertad y señorío del espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y cautiverio”. “La servidumbre -sigue diciendo- ninguna parte puede tener con la libertad, la cual no puede morar en el corazón sujeto a quereres, porque éste es corazón de esclavo, sino en el libre, porque es corazón de hijo” (Subida del Monte Carmelo, I, 4, 6).
San Juan de la Cruz plantea el problema de la libertad y de la servidumbre reflexionando sobre el comportamiento del hombre en relación con los “apetitos”, o sea, los apegos a las cosas temporales, como las personas, los honores, los cargos, la hacienda, etc.; y veces hasta los mismos bienes espirituales, que pueden ser las prácticas religiosas, las devociones, los lugares sagrados, etc.
Los “apetitos” son las tendencias, los impulsos interiores del hombre que piden ser satisfechos. Si el objeto de la acción es éticamente malo, en un comportamiento moral e inteligente tiene que ser rechazado como inconveniente. Pero hay objetos de nuestras acciones que son éticamente buenos o indiferentes, pero por su capacidad de seducción, porque crean hábito o dependencia, pueden ser considerados como dañinos para la salud moral, mental o física. Se convierten en una “droga” en el sentido plenario de la palabra, aunque sean diferentes a las drogas de composición química. Encadenan al hombre a su consumo del que no es fácil liberarse. El ser humano se ha convertido en un esclavo de sí mismo y sus necesidades. El hombre se cree libre, pero está, de hecho, “encadenado”.
San Juan de la Cruz ha descrito esa situación penosa en que se encuentra el hombre, creyente a no, sujeto a esas pasiones, tendencias o deseos, y ha descrito los “daños” que causan a su físico, a su psique y a su espíritu. Algunos “apetitos” privan al hombre “del espíritu de Dios” (lo sentirán sólo los creyentes en él); pero otros los sufrirán todos los seres humanos en quienes han hecho su asiento. Dice Fray Juan de la Cruz que a la persona “la cansan, atormentan, oscurecen, ensucian y enflaquecen”. Ante este panorama humano, Juan de la Cruz propone el camino de la purificación, las “noches” del sentido y del espíritu para conseguir la libertad e evitar el encadenamiento. El que no ve que los vicios eliminan o disminuyen la libertad es que tiene la mente y el corazón “encadenados”. Aunque socialmente viva en democracia... para ir a votar o escribir artículos como éste.
Viernes 25 de Marzo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 39,7-8a.8b-9.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor
Palabra diaria
La Anunciación del Señor
Lucas 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
SAN JUAN DE LA CRUZ Y LA LIBERACIÓN DEL HOMBRE ENCADENADO Daniel de Pablo Maroto, Carmelita Descalzo de “La Santa” - Ávila.
El día 14 de diciembre celebramos el aniversario de la muerte de san Juan de la Cruz en Úbeda (Jaén). Murió al amanecer de ese día, sábado de 1591, cuando Fray Juan había cumplido 49 años. Murió -como decía él- de “unas calenturillas”, en realidad, de una erisipela en el empeine del pie derecho que se fue extendiendo por la pierna. Recordando aquel acontecimiento, aprovecho para proponer una de las más hondas, pero sencillas lecciones, de su magisterio: el camino que conduce al hombre desde su innata o conquistada libertad en las sociedades modernas hasta la esclavitud y, al mismo tiempo, la senda del retorno a la libertad, reconquistada mediante el control ascético de los deseos y los instintos.
Tomemos como punto de partida de nuestra reflexión la conquista de las libertades en las sociedades modernas y bien organizadas. La libertad es un derecho objetivado, una condición natural que tiene el ser humano por el hecho de ser hombre/ mujer, es decir, ser racional, distinto de los otros vivientes y animales irracionales. Y lo que hace la sociedad evolucionada a través de sus instituciones de gobierno es reconocerlo, protegerlo en las Constituciones, en la Declaración universal de los derechos del hombre (1948), estableciendo los campos de acción, la manera de ejercerla y los límites de su ejercicio.
Eso es lo que distingue a las sociedades democráticas de las dictaduras y de los gobernantes tiranos. Tanto repugna a lo constitutivo del ser racional un gobierno tiránico, que los filósofos de Grecia y Roma, y los mismos teólogos y moralistas desde el Renacimiento en adelante, admitieron la licitud del tiranicidio en ciertos casos, no siempre con una sentencia unánime. Por eso mismo se puede concluir este discurso diciendo que no sólo estamos libres, sino que somos libres, al menos en teoría. Pero puede quedarse en un simple supuesto, una utopía, si del derecho pasamos a la historia real. El ejercicio de la libertad como derecho no ha existido siempre en la historia de la humanidad, no sólo porque los poderes constituidos la oprimen, la limitan o la eliminan, sino porque, en la vida real, el hombre es un ser encadenado a sus sueños utópicos, a sus instintos, a sus vicios y costumbres de los que se siente “dependiente”.
Y es aquí donde entra la propuesta doctrinal de san Juan de la Cruz. A la que aludo con una brevedad que traiciona necesariamente su pensamiento. Por lo menos espero que la idea abra el apetito de los lectores para seguir leyéndola en sus Obras completas.
Según el místico de Fontiveros, el hombre se encuentra en la vida ante dos caminos, uno que le conduce a la auténtica “libertad”, a sentirse libre de sí mismo y de cuanto le rodea, y otro a la “servidumbre”. ¡Con qué vigor utiliza el santo estos dos términos! Son de tal manera antitéticos, contrarios, que en tanto el hombre no supere la servidumbre de sus pasiones y apetencias o deseos desordenados no será de verdad libre, vivirá “encadenado” a sí mismo, a sus dependencias, a sus necesidades reales o supuestas. “Y todo el señorío y libertad del mundo -escribe- comparado con la libertad y señorío del espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y cautiverio”. “La servidumbre -sigue diciendo- ninguna parte puede tener con la libertad, la cual no puede morar en el corazón sujeto a quereres, porque éste es corazón de esclavo, sino en el libre, porque es corazón de hijo” (Subida del Monte Carmelo, I, 4, 6).
San Juan de la Cruz plantea el problema de la libertad y de la servidumbre reflexionando sobre el comportamiento del hombre en relación con los “apetitos”, o sea, los apegos a las cosas temporales, como las personas, los honores, los cargos, la hacienda, etc.; y veces hasta los mismos bienes espirituales, que pueden ser las prácticas religiosas, las devociones, los lugares sagrados, etc.
Los “apetitos” son las tendencias, los impulsos interiores del hombre que piden ser satisfechos. Si el objeto de la acción es éticamente malo, en un comportamiento moral e inteligente tiene que ser rechazado como inconveniente. Pero hay objetos de nuestras acciones que son éticamente buenos o indiferentes, pero por su capacidad de seducción, porque crean hábito o dependencia, pueden ser considerados como dañinos para la salud moral, mental o física. Se convierten en una “droga” en el sentido plenario de la palabra, aunque sean diferentes a las drogas de composición química. Encadenan al hombre a su consumo del que no es fácil liberarse. El ser humano se ha convertido en un esclavo de sí mismo y sus necesidades. El hombre se cree libre, pero está, de hecho, “encadenado”.
San Juan de la Cruz ha descrito esa situación penosa en que se encuentra el hombre, creyente a no, sujeto a esas pasiones, tendencias o deseos, y ha descrito los “daños” que causan a su físico, a su psique y a su espíritu. Algunos “apetitos” privan al hombre “del espíritu de Dios” (lo sentirán sólo los creyentes en él); pero otros los sufrirán todos los seres humanos en quienes han hecho su asiento. Dice Fray Juan de la Cruz que a la persona “la cansan, atormentan, oscurecen, ensucian y enflaquecen”. Ante este panorama humano, Juan de la Cruz propone el camino de la purificación, las “noches” del sentido y del espíritu para conseguir la libertad e evitar el encadenamiento. El que no ve que los vicios eliminan o disminuyen la libertad es que tiene la mente y el corazón “encadenados”. Aunque socialmente viva en democracia... para ir a votar o escribir artículos como éste.
Cipecar - Centro de iniciativas de pastoral de espiritualidad
VÍA CRUCIS CON TEXTOS DEL
LIBRO DE LA VIDA DE SANTA
TERESA
(Se coloca una cruz delante del
grupo. Tres lectores: uno lee la
estación, otro lee el texto de la
Santa, otro lee el comentario).
Represéntate a Cristo delante de
ti.
Siempre que pienses de Él,
acuérdate de su amor por ti, que
amor saca amor.
Acostúmbrate a enamorarte de
su humanidad.
Tráele siempre contigo.
Mira que te mira.
Acompáñale.
Habla con Él.
Pídele por tus necesidades.
Quéjate a Él de tus trabajos.
Alégrate de estar con Él.
No te olvides de Él en esta hora.
Dile palabras que te salgan del corazón (Vida 12,2 y 13,22).
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS, CONDENADO A MUERTE
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito
sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se
puede olvidar! (V 26,5).
- Andar el camino de la vida en compañía de Jesús es un grito de
esperanza. Con Él, la muerte no tiene la última palabra.
- Hoy abro mi corazón a Ti, Señor Jesús, para aprender verdades: el amor
es más fuerte el odio, el amor no entiende de límites ni de treguas, la vida se nos
da a chorros cuando Tú subes camino del Calvario.
- Padre nuestro
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
No dejen de considerar muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de
donde nos ha venido y viene todo bien (V 13,13).
- ¡La cruz! Signo y recuerdo de la entrega con más pasión y más
gratuidad jamás vivida.
- Cuando el camino es áspero y las cargas insoportables, sabemos que
Tú nunca nos dejas solos.
TERCERA ESTACÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR PRIMERA VEZ
Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a
no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y
con el contento que anda (V 11,17).
- Miles de hombres y mujeres mordiendo el polvo cada día, aplastados por
la depresión y la tristeza, por la violencia y la explotación, por la pobreza o la
debilidad.
- Señor Jesús, tu ternura nos levanta; tus ojos nos regalan una mirada de
compasión para los que están caídos.
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes ¿Qué más
queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y
tribulaciones como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe sí (V 22,7).
- La Madre sale al encuentro. ¡Cuántas veces salen las madres al encuentro!
Su presencia fortalece, ¡y de qué manera!
- Cuando voy a tu encuentro, Señor Jesús, me hallo con la luz de tu mirada y
sé nunca me dejarás en el camino.
QUINTA ESTACIÓN: JESÚS, AYUDADO POR UN CIRINEO
Bien de todos los bienes y Jesús mío, ordenad luego modos cómo haga algo por
Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que
costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos (V
21,5).
- Al arrimar el hombro a toda situación injusta y dolorosa, ¡somos cirineos de
Jesús!
- ¿Cómo es que necesitas mi ayuda, Señor Jesús? Aquí tienes mis manos.
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no
podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera (V 22,4).
- El gesto de una mujer: tan gratuito y valiente. Así es el amor. Sólo cuando
consolamos y cortamos la hemorragia de los que sangran podemos descubrir y
bordar en nuestro pañuelo el rostro de Cristo.
- Cuando te miro, Señor Jesús, con la cruz a cuestas, tu rostro se queda
grabado en mi corazón y toda mi vida se abre a tu amor.
SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR SEGUNDA VEZ
Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me
cansé de ofenderle, que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar
ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir (V
19,15).
- Marcados por heridas profundas: soledad, fracaso, desprecio, falta de afecto.
Sumergidos en el pecado. Caídos al dar por bueno lo que es mediocre y al llamar
virtud a lo que es cántaro agrietado. Abrazados una y otra vez a la mentira.
- Si caigo, Señor Jesús, por segunda vez, Tú me das la mano.
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los
jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan
buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es
ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero (V 22,6).
- Nunca nadie como Jesús dio un papel tan protagonista a la mujer. Quiso beber
del cántaro de la Samaritana, perdonó a la que tanto amó, se dejó embalsamar y
querer por ellas.
- A las abatidas de la tierra, Tú, Señor Jesús, les dices palabras de aliento; ¡eres
el Amigo verdadero!
NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR TERCERA VEZ
Que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino (la oración) por
donde ganó tanto bien Allí entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del
Señor y fortaleza para levantarse (V 15,3).
- Pueblos enteros, caídos, incapaces de ponerse de pie. Gentes desorientadas,
sin saber qué hacer ni por dónde ir. ¡Tantas personas sin camino!
- Pero si, desde el suelo, abro los ojos, te veo a Ti, caído por nosotros, gritando
al oído: ¡Animo! ¡Levántate!
DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS, DESPOJADO DE SUS VESTIDOS
Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas
y trabajos, y es compañía (V 22,10).
- ¡Qué afán por despojar al pobre de su vestido, al hambriento de su pan, a
todos los pequeños de su dignidad! Queremos ser hermanos, pero hacemos trizas
la paz. Queremos compartir, pero no dejamos que el pan sea pan nuestro en una
mesa común. Queremos respirar aire limpio, pero no respetamos la naturaleza.
- Y Tú, Señor Jesús, te dejas desnudar de la vida para que vestirme con
una túnica de alegría. ¡Cuánto amor el tuyo! ¡Cuánta ingratitud la mía!
UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS, CLAVADO EN LA CRUZ
Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo
tantas mercedes que amor saca amor (V 22,14).
- En lo alto de la cruz se vislumbra el triunfo de la vida sobre la muerte.
Jesús no es un fracasado. Lo absurdo es vencido por la esperanza.
- Al pie de la cruz, Señor Jesús, abro mis manos y recojo tu amor. ¿Cuándo
se despertará mi amor por Ti?
DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Díjome una vez el Señor que pusiese los ojos en lo que Él había padecido, y
todo se me haría fácil (V 26,3).
- Pequeño en la cuna y pequeño en la cruz, pero fuerte para fortalecer toda
rodilla vacilante. Nacido en el silencio y muerto en la soledad, pero dando siempre
motivos de aliento a todos los abatidos.
- Pero tu semilla de amor ya está sembrada en mi corazón; el fruto no tardará
en asomarse.
DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN: JESÚS EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
Es bueno pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las
tuvo y el amor con que las pasó Se esté allí con El (V 13,22).
- Toda una vida en los brazos de la Madre; la que sintió el primer aliento,
recoge ahora el último suspiro. Todo se ha cumplido.
- Señor Jesús, abro mis brazos para acogerte, como María. Al tocar tu cuerpo
muerto, tu amor me recorre por dentro, tu vida vence mi pecado.
DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
Poníame en las manos de Dios, que Él sabía lo que me convenía, que cumpliese
en mí lo que era su voluntad en todo (V 27,1).
- Ningún sepulcro puede retener el grito imparable de la vida. La tierra pronto
se llenará de risas y cantares. Una fe de resurrección pide ir más allá del monte
de las lágrimas.
- Señor Jesús, cierro los ojos y me pongo confiadamente en tus manos. Hágase
en mí tu proyecto. Amén.
Canto y bendición con la cruz: Victoria, tú reinarás, oh Cruz, tú nos salvarás.
VÍA CRUCIS CON TEXTOS DEL
LIBRO DE LA VIDA DE SANTA
TERESA
(Se coloca una cruz delante del
grupo. Tres lectores: uno lee la
estación, otro lee el texto de la
Santa, otro lee el comentario).
Represéntate a Cristo delante de
ti.
Siempre que pienses de Él,
acuérdate de su amor por ti, que
amor saca amor.
Acostúmbrate a enamorarte de
su humanidad.
Tráele siempre contigo.
Mira que te mira.
Acompáñale.
Habla con Él.
Pídele por tus necesidades.
Quéjate a Él de tus trabajos.
Alégrate de estar con Él.
No te olvides de Él en esta hora.
Dile palabras que te salgan del corazón (Vida 12,2 y 13,22).
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS, CONDENADO A MUERTE
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito
sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se
puede olvidar! (V 26,5).
- Andar el camino de la vida en compañía de Jesús es un grito de
esperanza. Con Él, la muerte no tiene la última palabra.
- Hoy abro mi corazón a Ti, Señor Jesús, para aprender verdades: el amor
es más fuerte el odio, el amor no entiende de límites ni de treguas, la vida se nos
da a chorros cuando Tú subes camino del Calvario.
- Padre nuestro
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
No dejen de considerar muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de
donde nos ha venido y viene todo bien (V 13,13).
- ¡La cruz! Signo y recuerdo de la entrega con más pasión y más
gratuidad jamás vivida.
- Cuando el camino es áspero y las cargas insoportables, sabemos que
Tú nunca nos dejas solos.
TERCERA ESTACÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR PRIMERA VEZ
Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a
no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y
con el contento que anda (V 11,17).
- Miles de hombres y mujeres mordiendo el polvo cada día, aplastados por
la depresión y la tristeza, por la violencia y la explotación, por la pobreza o la
debilidad.
- Señor Jesús, tu ternura nos levanta; tus ojos nos regalan una mirada de
compasión para los que están caídos.
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes ¿Qué más
queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y
tribulaciones como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe sí (V 22,7).
- La Madre sale al encuentro. ¡Cuántas veces salen las madres al encuentro!
Su presencia fortalece, ¡y de qué manera!
- Cuando voy a tu encuentro, Señor Jesús, me hallo con la luz de tu mirada y
sé nunca me dejarás en el camino.
QUINTA ESTACIÓN: JESÚS, AYUDADO POR UN CIRINEO
Bien de todos los bienes y Jesús mío, ordenad luego modos cómo haga algo por
Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que
costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos (V
21,5).
- Al arrimar el hombro a toda situación injusta y dolorosa, ¡somos cirineos de
Jesús!
- ¿Cómo es que necesitas mi ayuda, Señor Jesús? Aquí tienes mis manos.
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no
podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera (V 22,4).
- El gesto de una mujer: tan gratuito y valiente. Así es el amor. Sólo cuando
consolamos y cortamos la hemorragia de los que sangran podemos descubrir y
bordar en nuestro pañuelo el rostro de Cristo.
- Cuando te miro, Señor Jesús, con la cruz a cuestas, tu rostro se queda
grabado en mi corazón y toda mi vida se abre a tu amor.
SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR SEGUNDA VEZ
Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me
cansé de ofenderle, que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar
ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir (V
19,15).
- Marcados por heridas profundas: soledad, fracaso, desprecio, falta de afecto.
Sumergidos en el pecado. Caídos al dar por bueno lo que es mediocre y al llamar
virtud a lo que es cántaro agrietado. Abrazados una y otra vez a la mentira.
- Si caigo, Señor Jesús, por segunda vez, Tú me das la mano.
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los
jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan
buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es
ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero (V 22,6).
- Nunca nadie como Jesús dio un papel tan protagonista a la mujer. Quiso beber
del cántaro de la Samaritana, perdonó a la que tanto amó, se dejó embalsamar y
querer por ellas.
- A las abatidas de la tierra, Tú, Señor Jesús, les dices palabras de aliento; ¡eres
el Amigo verdadero!
NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE EN TIERRA POR TERCERA VEZ
Que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino (la oración) por
donde ganó tanto bien Allí entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del
Señor y fortaleza para levantarse (V 15,3).
- Pueblos enteros, caídos, incapaces de ponerse de pie. Gentes desorientadas,
sin saber qué hacer ni por dónde ir. ¡Tantas personas sin camino!
- Pero si, desde el suelo, abro los ojos, te veo a Ti, caído por nosotros, gritando
al oído: ¡Animo! ¡Levántate!
DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS, DESPOJADO DE SUS VESTIDOS
Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas
y trabajos, y es compañía (V 22,10).
- ¡Qué afán por despojar al pobre de su vestido, al hambriento de su pan, a
todos los pequeños de su dignidad! Queremos ser hermanos, pero hacemos trizas
la paz. Queremos compartir, pero no dejamos que el pan sea pan nuestro en una
mesa común. Queremos respirar aire limpio, pero no respetamos la naturaleza.
- Y Tú, Señor Jesús, te dejas desnudar de la vida para que vestirme con
una túnica de alegría. ¡Cuánto amor el tuyo! ¡Cuánta ingratitud la mía!
UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS, CLAVADO EN LA CRUZ
Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo
tantas mercedes que amor saca amor (V 22,14).
- En lo alto de la cruz se vislumbra el triunfo de la vida sobre la muerte.
Jesús no es un fracasado. Lo absurdo es vencido por la esperanza.
- Al pie de la cruz, Señor Jesús, abro mis manos y recojo tu amor. ¿Cuándo
se despertará mi amor por Ti?
DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Díjome una vez el Señor que pusiese los ojos en lo que Él había padecido, y
todo se me haría fácil (V 26,3).
- Pequeño en la cuna y pequeño en la cruz, pero fuerte para fortalecer toda
rodilla vacilante. Nacido en el silencio y muerto en la soledad, pero dando siempre
motivos de aliento a todos los abatidos.
- Pero tu semilla de amor ya está sembrada en mi corazón; el fruto no tardará
en asomarse.
DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN: JESÚS EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
Es bueno pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las
tuvo y el amor con que las pasó Se esté allí con El (V 13,22).
- Toda una vida en los brazos de la Madre; la que sintió el primer aliento,
recoge ahora el último suspiro. Todo se ha cumplido.
- Señor Jesús, abro mis brazos para acogerte, como María. Al tocar tu cuerpo
muerto, tu amor me recorre por dentro, tu vida vence mi pecado.
DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
Poníame en las manos de Dios, que Él sabía lo que me convenía, que cumpliese
en mí lo que era su voluntad en todo (V 27,1).
- Ningún sepulcro puede retener el grito imparable de la vida. La tierra pronto
se llenará de risas y cantares. Una fe de resurrección pide ir más allá del monte
de las lágrimas.
- Señor Jesús, cierro los ojos y me pongo confiadamente en tus manos. Hágase
en mí tu proyecto. Amén.
Canto y bendición con la cruz: Victoria, tú reinarás, oh Cruz, tú nos salvarás.
jueves, 24 de marzo de 2011
SALMOS PARA EL CAMINO
Salmo 1: "Dichoso quien se goza en el Señor"
Muchas veces hemos oído: dime cómo vives y te diré quién eres. La vida es como un espejo que refleja lo que vemos lo que llevamos dentro....
Salmo 7: "A Ti me acojo"
Todos tenemos la experiencia de que la injusticia es un mal enraizado en la humanidad; nos afecta a todos en diferentes escalas. El hombre...
Samo 15: “Tú eres mi bien”
Hay un icono de Rublyov, precioso, que representa a las Tres personas de la Santísima Trinidad. Un niño contemplándolo dijo: “¡Cómo se...
--------------------------------------------------------------------------------
Salmo 17: "Yo te amo, Señor"
Los avances científicos han ido dando respuestas evidentes a casi todas las necesidades básicas del hombre; pero hay una realidad...
Salmo 18: "Que te agraden mis palabras"
En la Capilla Sixtina, el genial Miguel Angel, al pintar la creación, dibujó a Dios y al hombre como queriéndose tocar con la mano, con la mirada y...
Salmo 21: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Se ha hecho famosa la pregunta "¿Cómo se puede hablar de Dios después de lo que pasó en los campos de concentración?" En la noche se oyen...
Vía Crucis del beato Manuel Lozano Garrido (Lolo)
Textos del beato Manuel Lozano Garrido, Lolo.
I.- CONDENADO A MUERTE
Treinta y tres años tenía Él y esa mañana era también de primavera.
Sol, flores, fiesta y... tenerse que morir irremediablemente a una hora fija.
¡Si al menos le matasen bajo techo! Pero no: a la hora del mediodía, encaramado en un altozano y viendo azulear tranquilamente el humo jubiloso de chimeneas y dorarse la campiña, los montes y la dulce lejanía. ¡Qué bonita es la vida, Jesús; y qué pena también que a Ti te la hagan ahora sangre y te den la muerte.
Pero, ¿qué has podido hacer, tan grave, al margen de dar vista a los ciegos o multiplicar el copo de las barcas?
(Cartas con la señal de la Cruz, p. 164)
II.- CARGA CON LA CRUZ
La Cruz es el instrumento de Redención: a los suplicios se superpone la realidad del amor. Caminar por la Vía Dolorosa es llevar sobre los hombros el signo inconfundible de ser un elegido; oír continuamente la llamada a ser misionero del amor.
(El sillón de ruedas, p. 231)
III.- PRIMERA CAIDA
Mira, Cristo, yo también soy un condenado a muerte; llevo mi cruz a cuestas, caigo bárbaramente ante las peripecias de cada día, soy desnudado por el infortunio y a cada momento me clavan las manos los martillazos de la inutilidad. Sólo falta que mi vida sea también redentora.
(Dios habla todos los días, p. 32)
IV.- ENCUENTRA A SU MADRE
¡Qué distinto es el dolor cuando se cuenta al lado con dos ojos cordiales que lo entienden! Cuando en la hora decisiva el mundo entero estaba de espaldas y el mismo Padre corría una veladura, consintiendo una sensación de abandono, María es como una cumbre viva que tiene la estrella de la consolación en el vértice.
(Cartas con la señal de la Cruz, p. 143)
V.- EL CIRINEO
Simón: cuando el hombre caído pudo levantar la cabeza, ¿te acuerdas del modo con que te miró? ¿¡No lo vas a recordar si era como si te conectaran en los ojos una fuente de agua dulce que te iba resbalando hasta el mismo corazón!?
Simón: si tú tocas a ciegas y sabes distinguir lo que es un escardillo, la azada o el puño de un arado, dime: el tronco aquél ¿era un árbol cualquiera o le notaste el calor y la potencia de una savia que no fuese de esta vida?
Simón: ¿cuánto pesaba, verdaderamente, aquel pedazo de madera que llevabais a escote entre tú y aquel Nazareno desconocido?
Simón: cuando se está dentro de un suceso tan doloroso, ¿cómo se ven las gentes a las que estamos sirviendo de espectáculo?
¡Qué envidia de ti...; nosotros, oteando el cielo y tú, en cambio, viéndolo todo por esa puerta grande del conocimiento de Dios que es la caridad!
Cartas con la señal de la cruz, p. 176)
VI. LA VERÓNICA
Aparece de pronto una foto mía de cuando tuviera veintiún años, meses apenas antes de la enfermedad.
El ideal…: grabar en mi interior una noble y divina figura: vivir con transparencia, ensancharse en el amor de los hombres.
Mi ideal, concretado en la realidad tangible de Cristo. En consecuencia un sueño: ¡servirle de testimonio, portearle en mi persona con mi ejemplo!. Mi ambición de momento, ésa: configurarme a su medida, darle a los demás en mí.
(Las golondrinas nunca saben la hora, p.23 y Cartas con la señal de la cruz, p. 21)
VII SEGUNDA CAIDA
Con ojos de criatura no comprendo por qué has querido plantar en este barro una semilla de grandeza… Por eso quiero decirte que necesito, más que nada, de la humildad, de la reverencia de pensamiento para estar cayendo siempre en que lo que grana en esta vida es la divina flor de tu cariño, tu mano que se tiende y trabaja continuamente nuestro corazón.
(Mesa redonda con Dios p. 30)
VIII.- JESUS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Tres actitudes ante la presencia del dolor:
La de aquél que aún no ha ido más allá del escozor de su herida: ‘Dios me ha quitado…’
La del que acepta, sin entrar en su espíritu de actividad santificante: ‘Dios me ha pedido…’
Y la de aquél que, comprendiendo el valor comunitario del sufrimiento, se da de lleno al ideal de redención: ‘Señor te ofrezco…’
(Las estrellas se ven de noche, p. 110)
IX.- TERCERA CAIDA
Por favor, Cristo mío, sé indulgente, no te canses nunca de mí. Razón tienes de más para darme la espalda. Ya ves, me nacen las canas y todavía Tú sales, como antaño, a la puerta de mi casa y allí te sientas, espera que te espera, a que yo aparezca por lo hondo del camino. Tan pobre soy, Señor, que tengo conciencia de que nunca podré remontarme por mi propio impulso. De seguro que nunca habrás puesto los ojos en un manojo de tantas debilidades. Así y todo, olvida mi ficha y dame aliento.
(Las golondrinas nunca saben la hora, p. 164)
X.- DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Desnudo como has nacido, morirás un día, pero haz por ir más allá, siendo pobre por voluntad, y ya entonces resultará que eres gemelo de Cristo, en su riqueza humilde. ¡Menudo parentesco, amigo!
(Las estrellas se ven de noche, p. 226)
XI. CLAVADO EN LA CRUZ
¡Qué angustia, Señor; la muerte así, sin dosis; como un trueno seco y grande! Qué dura es la angustia, aunque… ¡si sabrás Tú de agonías para que yo te lo diga! Bueno, pues dame la tuya como modelo y ayúdame a remontar ese puente de la preocupación, para que yo no vea más que lo que importa y que es lo que hay al otro lado de la barrera: ¡Tú mismo, mi Señor!
(Las golondrinas nunca saben la hora, p. 152)
XII. MUERE EN LA CRUZ
Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente. Mi corazón quema de tanta lumbre interior, de tantos ardores siempre. Me abraso de ansias de ser mejor, de notarme más fiel, más leal, más generoso, más incondicional. Mi sed es de Ti ¿por qué has de darte siempre con cuentagotas? ¡Dame más, Señor! Lléname como un aljibe, y casi en seguida, me dejas vacío, para que yo goce además el júbilo de sentir cómo te viertes!
(Las golondrinas nunca saben la hora, p. 274)
XIII. ENTREGADO A SU MADRE
Dice Jesús: Mi deseo es que la ternura, la pura, hermosa y fragante ternura humana, la vistáis todos desde la mañana a la noche. Cuando llora el hijo de mantillas, vuestra mujer lo toma en brazos y se le esponja el corazón. Y es que una madre es una cosa de la que sale como fuego, como azúcar, como serenidad, como dicha, como alegría. Os voy a hacer un seguro de ternura para siempre…Estaréis pensando que lo que digo es bonito, pero difícil. ¡Y no! ¿Veis? Es esto: ‘Os doy a mi Madre, que tiene el corazón como una montaña’; y se acabó.
(Mesa redonda con Dios, p. 223)
XIV .- SEPULTADO
El mundo es, en esta hora, como una campiña arada y llovida de rojo; a él ha descendido el único grano de la verdadera fecundidad. Cristo se deja echar como una semilla en el surco. A Él lo han sembrado sobre el mundo desde esa mano gigante que es la Cruz. Un grano, sólo uno, y qué ciclo tan aprisa… y el pan de Vida que ha de dar por los siglos esta harina tan pura. A la vera de esta sepultura se afinan los clarines y se tensan los timbales para la inmensa algarada de la madrugada del domingo. ¡Aleluya!
(Cartas con la señal de la Cruz)
Beato Manuel Lozano Garrido, 17/03/2011
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Ciudad del Vaticano,
miércoles, 16 de enero 2008
Las Virtudes Teologales
La Fe
La virtud teologal de la fe es un don de Dios. Fruto de la gracia prepara nuestra mente para aceptar los misterios revelados por Dios. Los contenidos de nuestra fe nos han sido entregados por la Iglesia a través de las Sagradas Escrituras y la tradición viva, pero la capacidad de aceptar estos misterios nos llega directamente de Dios en el acto del bautismo, o incluso antes, al momento de la conversión que lleva al bautismo. . ¿Por qué Dios nos dona esta virtud? La respuesta más sencilla es que la fe nos capacita para encontrar a Dios. Pero ¿por qué Dios prefiere el encuentro por medio de la fe en vez de revelarse empleando sencillamente medios cognitivos? Después de todo la fe implica humildad intelectual, una disposición por la que el intelecto mismo, creado por Dios con un impulso intrínseco hacia la verdad, se abstiene de utilizar independientemente todos los poderes de esta guía para apoderarse de la verdad, y bajo la influencia de la voluntad, se rinde para recibirla como don. ¿Es esta, pues, una simple degradación del intelecto? Este, en definitiva, puede llegar a la verdad empleando sus propios métodos cognitivos, experimentales o filosóficos. Dado que el intelecto puede alcanzar la verdad, ¿por qué debe entonces someterse a la fe, asumiendo una posición de discípulo adoctrinado por el Maestro que permanece oculto entre nubes de misterio? La respuesta a esta pregunta puede hallarse sencillamente en la experiencia humana. En nuestras relaciones no procedemos basándonos simplemente en conocimientos científicos. Confiamos. Donde existe confianza, hay apertura hacia el otro, hay espacio para el amor. Los conocimientos científicos no generan amor. Pero sí lo hace la confianza. Dios, por ende, ocultándose en el misterio que puede ser revelado solo por medio de la fe, nos revela un rostro humano. Mientras nos acercamos a Dios por medio de la fe, vamos aprendiendo como confiar en El y amarlo. Descubrimos que Dios no es una simple respuesta a las preguntas sobre la existencia humana o cósmica. Dios es un padre que espera nuestra confianza y nuestro amor. La humildad intelectual en la fe no debe, por tanto, entenderse peyorativamente. Es una extensión del intelecto hacia el vital encuentro con Dios, que al mismo tiempo deja intacta las capacidades intelectuales. La fe no obnubila el intelecto; nos permite simplemente ver mejor, para unir el conocimiento obtenido por medio de la filosofía con el recibido a través de la revelación, con el propósito de alcanzar la verdad que el intelecto, por sí solo, no podría alcanzar. La precisión de la lengua latina nos permite distinguir tres niveles de fe. En primer lugar encontramos la creencia que Dios existe – credo Deum esse. Esta creencia no se traduce aún en una relación personal con Dios. Muchas personas aceptan la existencia de Dios, pero no llegan a sentirse turbados por Su presencia en la vida diaria. Le sigue la aceptación del principio que Dios es verdad, creer o confiar en la palabra de Dios – credo Deo. Esta es una actitud que acepta el hecho que Dios haya hablado, que su palabra contenga importantes verdades. Esta creencia puede no superar el nivel de una simple declaración. Existe, por fin, la creencia en Dios – credo in Deum, subrayado el en, que expresa movimiento. Creer en o mejor dicho hacia Dios significa asumir todas las energías del alma y dirigirlas hacia Dios. Esta forma suprema de fe está constituida por la caridad. La fe en estos nieles no acepta simplemente la existencia de Dios y su veracidad, sino que reorganiza la vida de tal modo que Dios se transforma en el principio más importante. Todo lo sentido, dicho o hecho ha sido realizado concentrándose en Dios, confiando en Su presencia, ayuda y amor. Es esta la fe que Dios espera de nosotros, porque es precisamente esta fe la que conduce al encuentro entre el Padre Eterno y sus confiados hijos. Dios no necesita de nuestra labor, pero espera con paciencia que nuestros corazones recuperen confianza en Su gracia, reciban Su amor en las actividades diarias y acepten el misterio de Su presencia en nuestras vidas. Se debe de todas formas recordar que no es suficiente declarar nuestra fe. Debemos confesarla, cuando nuestra fe aumenta, cuando permitimos al inefable misterio de Dios penetrar en nuestras vidas, en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones. No existen límites para el crecimiento de la fe, porque no hay límites en la propensión hacia Dios, que es y permanecerá siendo un misterio – como el misterio de Pedro cuando fue invitado a confiar, mientras El caminaba sobre las aguas.
di Fr. Wojciech Giertych, O.P. - Teólogo de la Casa Pontificia Credits | Link | Contactos | Sponsor | Lengua: - Select - Italiano Română Français Español English Portugués Polski
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miércoles, 16 de enero 2008
Las Virtudes Teologales
La Fe
La virtud teologal de la fe es un don de Dios. Fruto de la gracia prepara nuestra mente para aceptar los misterios revelados por Dios. Los contenidos de nuestra fe nos han sido entregados por la Iglesia a través de las Sagradas Escrituras y la tradición viva, pero la capacidad de aceptar estos misterios nos llega directamente de Dios en el acto del bautismo, o incluso antes, al momento de la conversión que lleva al bautismo. . ¿Por qué Dios nos dona esta virtud? La respuesta más sencilla es que la fe nos capacita para encontrar a Dios. Pero ¿por qué Dios prefiere el encuentro por medio de la fe en vez de revelarse empleando sencillamente medios cognitivos? Después de todo la fe implica humildad intelectual, una disposición por la que el intelecto mismo, creado por Dios con un impulso intrínseco hacia la verdad, se abstiene de utilizar independientemente todos los poderes de esta guía para apoderarse de la verdad, y bajo la influencia de la voluntad, se rinde para recibirla como don. ¿Es esta, pues, una simple degradación del intelecto? Este, en definitiva, puede llegar a la verdad empleando sus propios métodos cognitivos, experimentales o filosóficos. Dado que el intelecto puede alcanzar la verdad, ¿por qué debe entonces someterse a la fe, asumiendo una posición de discípulo adoctrinado por el Maestro que permanece oculto entre nubes de misterio? La respuesta a esta pregunta puede hallarse sencillamente en la experiencia humana. En nuestras relaciones no procedemos basándonos simplemente en conocimientos científicos. Confiamos. Donde existe confianza, hay apertura hacia el otro, hay espacio para el amor. Los conocimientos científicos no generan amor. Pero sí lo hace la confianza. Dios, por ende, ocultándose en el misterio que puede ser revelado solo por medio de la fe, nos revela un rostro humano. Mientras nos acercamos a Dios por medio de la fe, vamos aprendiendo como confiar en El y amarlo. Descubrimos que Dios no es una simple respuesta a las preguntas sobre la existencia humana o cósmica. Dios es un padre que espera nuestra confianza y nuestro amor. La humildad intelectual en la fe no debe, por tanto, entenderse peyorativamente. Es una extensión del intelecto hacia el vital encuentro con Dios, que al mismo tiempo deja intacta las capacidades intelectuales. La fe no obnubila el intelecto; nos permite simplemente ver mejor, para unir el conocimiento obtenido por medio de la filosofía con el recibido a través de la revelación, con el propósito de alcanzar la verdad que el intelecto, por sí solo, no podría alcanzar. La precisión de la lengua latina nos permite distinguir tres niveles de fe. En primer lugar encontramos la creencia que Dios existe – credo Deum esse. Esta creencia no se traduce aún en una relación personal con Dios. Muchas personas aceptan la existencia de Dios, pero no llegan a sentirse turbados por Su presencia en la vida diaria. Le sigue la aceptación del principio que Dios es verdad, creer o confiar en la palabra de Dios – credo Deo. Esta es una actitud que acepta el hecho que Dios haya hablado, que su palabra contenga importantes verdades. Esta creencia puede no superar el nivel de una simple declaración. Existe, por fin, la creencia en Dios – credo in Deum, subrayado el en, que expresa movimiento. Creer en o mejor dicho hacia Dios significa asumir todas las energías del alma y dirigirlas hacia Dios. Esta forma suprema de fe está constituida por la caridad. La fe en estos nieles no acepta simplemente la existencia de Dios y su veracidad, sino que reorganiza la vida de tal modo que Dios se transforma en el principio más importante. Todo lo sentido, dicho o hecho ha sido realizado concentrándose en Dios, confiando en Su presencia, ayuda y amor. Es esta la fe que Dios espera de nosotros, porque es precisamente esta fe la que conduce al encuentro entre el Padre Eterno y sus confiados hijos. Dios no necesita de nuestra labor, pero espera con paciencia que nuestros corazones recuperen confianza en Su gracia, reciban Su amor en las actividades diarias y acepten el misterio de Su presencia en nuestras vidas. Se debe de todas formas recordar que no es suficiente declarar nuestra fe. Debemos confesarla, cuando nuestra fe aumenta, cuando permitimos al inefable misterio de Dios penetrar en nuestras vidas, en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones. No existen límites para el crecimiento de la fe, porque no hay límites en la propensión hacia Dios, que es y permanecerá siendo un misterio – como el misterio de Pedro cuando fue invitado a confiar, mientras El caminaba sobre las aguas.
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