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domingo, 27 de marzo de 2011






manuel
lozano
garrido
“Lolo”
Ceremonia de
Beatificación
12 de junio de 2010
Linares (Jaén)
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
Tfno: 915311323
acg@accioncatolicageneral.es
www.accioncatolicageneral.es
􀁺 Pero ¿quién es Lolo?
Lolo fue un joven de Acción Católica, Nació en Linares
(Jaén, España) en 1920. A los 22 años una parálisis
progresiva le sentó en un sillón de ruedas.
Su inmovilidad fue total. Los últimos nueve años,
también ciego.
Pero Lolo fue un joven seglar, un cristiano que se
tomó en serio el Evangelio, o como decía de él el
Padre Martín Descalzo: «Se dedicaba a ser cristiano.
Se dedicaba a creer».
Tan en serio se tomaba el Evangelio que un día el
Hno. Robert de Taizé se acercó a su casa. Lo vio.
Lo oyó hablar. Miró aquel cuerpecillo agarrotado.
Tomó la pluma y escribió en la pantalla de la lámpara
que alumbraba desde el rincón la mesa donde
Lolo trabajaba. “Lolo, sacramento del dolor”.
Pero este joven de AC, que mantuvo la perenne
alegría en su permanente sonrisa, “varón de dolores”
y sin embargo sembrador de alegría en los
cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a
él en busca de consejo, tenía un secreto.
􀁺 ¿Cual es el secreto de Lolo
que le hacía vivir la alegría en el dolor?
Lolo había sido un joven amante del deporte y de
la naturaleza; alegre en sus travesuras infantiles, y
más alegre aún en sus juegos de juventud cuando
Joven de Acción Católica
periodista y escritor
en silla de ruedas
durante más de 25 años
ciego durante
sus últimos 9 años
Comunicador de alegría a
los jóvenes desde su invalidez.
Cuando se presentó en Madrid
su biografía, “Lolo, un ciego
a los altares”, el Cardenal
Javierre decía: «Conociendo
la predilección que nutre
el Papa con los jóvenes y
enfermos, cabe imaginar
el gozo con que Juan Pablo II
habrá de dar su bienvenida
a Lolo, al hacer su ingreso
en la Congregación
de los Santos...».
Y añadía: «No es difícil
suponer la alegría que le
espera a Juan Pablo II viendo
a un inválido ascender a la
gloria de Bernini. Conviene
que la Congregación de los
Santos convierta las escaleras
en rampas. No me consta
de precedentes de una subida
en silla de ruedas. Por ello
me encanta pensar que la
Providencia haya reservado
a “LOLO” el privilegio
de semejante primado».
comenzó a abrirse a la vida, a desear “devorar”
apostólicamente el mundo.
Se había formado apóstol en el centro de jóvenes de
la Acción Católica de Linares por los años de la década
de 1930. “Para él la Acción Católica lo era todo”.
En la AC aprendió a amar con locura a la Virgen
Nuestra Señora. De ella escribirá bellísimas páginas
llenas de ternura y filial amor a lo largo de sus
28 años de escritor y periodista inválido.
En la AC curtió su fervor eucarístico que le marcó
para toda la vida. Ahí quedan sus escritos sobre la
fiesta del Corpus Christi, sobre el Jueves Santo o
sobre el sacerdocio. Ya paralítico -desde el balcón
de su casa, situada justamente enfrente de las
puertas de la Parroquia de Santa María de Linares,
donde él fue bautizado y donde ahora reposan
sus restos mortales- desde el balcón hacía un alto
en sus trabajos de escritor paralítico y decía:
«Ahora -frente a frente con el Sagrario- voy a echar
con Él un parrafillo».
􀁺 La experiencia eucarística de Lolo
Que en su adolescencia le convirtió en otro “Tarsicio”
llevando clandestinamente la Eucaristía durante
la guerra, se hace en él más profunda cuando
pasa la noche entera del Jueves Santo en prisión
adorando al Señor Sacramentado que le
habían pasado oculto en un ramo de flores.
La Eucaristía marcó a Lolo hasta los tuétanos. ¡Qué
bellamente lo describe Martín Descalzo: “¡Misa en
casa de Manolo!”. Porque Lolo, que había descubierto
lo que la Eucaristía es para la Iglesia y en la
vida de cada cristiano, ya no podrá pasar
sin tener cada día “Mesa redonda
con Dios” (ese es el título de uno de
sus libros). La Eucaristía es para Lolo
fortaleza en su debilidad y alegría en su
dolor, fuente de su inquietud apostólica
y manantial para su pluma.
􀁺 Apóstol
Este Lolo, joven, apostólicamente
comprometido en época de hostilidad
e incluso de persecución religiosa, recorre
pueblos como propagandista de
la Acción Católica; no duda en lanzarse
a evangelizar desde la radio; se enamora
de Cristo y le dice: «Un préstamo:
déjame tu corazón... no para el
egoísmo de realizarlo todo fácil y sin
esfuerzo, sino para hacer bueno ese deber que es
amarte a tu medida», como dice en “Las golondrinas
nunca saben la hora”, otro de sus libros.
Este Lolo, inquieto y andariego, recibe la visita del
dolor: «Aparentemente el dolor cambió mi destino
de modo radical. Dejé las aulas, colgué mi título, fui
reducido a la soledad y el silencio. El periodista que
quise ser no ingresó en la Escuela; el pequeño
apóstol que soñaba llegar a ser dejó de ir a los barrios;
pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora
delante, con una plenitud que nunca pudiera soñar
». Así escribe en “Cartas con la señal de la Cruz”.
􀁺 Inválido
Este apóstol de la AC recibe de Dios “la vocación
de enfermo”: «Mi profesión: inválido». Y es tal su
invalidez que día a día va perdiendo todos sus
movimientos. Su cuerpo se convierte en un amasijo
retorcido de huesos doloridos; pero nunca se
queja ni habla de sí mismo. Sin embargo... cuando
pierde el movimiento de la mano derecha,
aprende a escribir con la izquierda. Cuando también
la izquierda se paraliza, dicta a un magnetófono
y así se convierte en escritor y periodista incansable
desde su silla de ruedas.
􀁺 Escritor y periodista
Cuando aún podía mover algo los dedos le regalaron
una máquina de escribir. ¿Lo primero que
escribió en ella?: «Señor, gracias. La primera palabra,
tu nombre; que sea siempre la fuerza y el
ORACIÓN (para la oración privada)
Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso de tu Amor a tu siervo Manuel para que él, sumergido en el dolor,
desde su sillón de ruedas, lo proyectase a los hermanos con su testimonio y escritos. Concédenos que le sepamos
imitar en su aceptación dócil y esperanza ilusionada, cuando el sufrimiento llame a la puerta de nuestra
vida, y en su generosidad plena y ardor apostólico, cuando tratemos de darnos a los demás; dígnate glorificar
a tu siervo Manuel y concédeme por su intercesión el favor que te pido... Así sea.
alma de esta máquina... Que tu luz y tu transparencia
estén siempre en la mente y en el corazón
de todos los que trabajen en ella, para que lo que
se haga sea noble, limpio y esperanzador».
Y cuando recibe permiso para que en su “mesa
redonda” se pueda celebrar la Eucaristía tuvo esta
corazonada: «Tráete la máquina de escribir”. -¿Para
qué ahora? ¡Estás loco! - “Qué sí, ea; aprisa; te la
traes y la metes debajo de la mesa, para que así el
tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí
mismo sus raíces».
¡Las raíces! ¡Y cómo arraigaron en su vida y cuánto
fruto dieron!
􀁺 “Sinaí”
Desde su rincón inmóvil, desde su silla de ruedas,
Lolo se convierte en periodista y escritor. Es más,
funda una obra pía: “Sinaí”, grupos de oración
por la prensa; cada 12 enfermos junto con un monasterio
de clausura toman sobre sí el “cuidado
espiritual” de un concreto medio de comunicación
social y así hasta 300 enfermos incurables a
los que Lolo une, alienta, a través de la revista
mensual que para ellos escribe. De este modo -
igual que Moisés mientras oraba con los brazos
levantados en el Sinaí para ayudar a Israel- todos
esos enfermos que «no pueden levantar ni sus
brazos ni andar con sus pies» se convierten sin
embargo en apoyo cristiano y apostólico para los
periodistas.
Escribió el “Decálogo del periodista” y “La oración
por los periodistas”, porque Lolo fue un periodista
cristiano desde una doble vertiente: porque
habló de temas religiosos, pero “muy también
y más” porque supo hablar de todo y de
cualquier cosa desde la doctrina de la Iglesia, desde
el enfoque de la fe: minería y urbanismo; escolarización,
monocultivo y agricultura; crónicas de
la ciudad o evolución del universo...
􀁺 Un enfermo que trabaja cada día
Lolo “se hace” periodista y escritor. «Gano mi pan
con el sudor de mi frente», dice cuando recibe
uno de sus múltiples premios literarios. Escribe 9
libros de espiritualidad, diarios, ensayos, una novela
autobiográfica, y cientos de artículos en la
prensa nacional y provincial.
Lolo es un trabajador dolorido o un enfermo que
trabaja de sol a sol. En su vida se mezcla año tras
año, en una única trenza, el trabajo arduo y la enfermedad
aguda. Pero en su vida, como su gran
secreto, está la piedad mariana y eucarística, de la
que brota un amor apasionado por la Iglesia y un
apostolado incansable “sin moverse de su sillón
de ruedas”.
􀁺 Su amor a la Iglesia
Porque en Lolo, para concluir, hay que decir que
se desarrolló, día a día, su amor a la Iglesia al compás
del caminar de los días en que la Iglesia “estaba
en Concilio”. ¡Con qué avidez “leía” ya ciego
oyendo las crónicas y las reflexiones de los Padres
y de los teólogos del Vaticano II y con qué profundidad
penetró en el espíritu conciliar!
La vigencia de un hombre, después de su muerte, está en función de lo que fue y de lo que hizo, y
LOLO, que físicamente no pasó de ser, desde su enfermedad, un remedo de hombre, fue, como contrapunto,
un gigante de la Fe y de la superación del sufrimiento, que trocó en permanente alegría,
constituyendo un auténtico paradigma para el hombre de hoy:
􀁺 Como joven, militó en Acción Católica, en la que desempeñó cargos y ejerció el apostolado.
􀁺 Como seglar, fue un cristiano comprometido y pionero de los postulados del Concilio Vaticano.
􀁺 Como periodista, jamás se hipotecó a ningún tipo de intereses.
􀁺 Y, como enfermo, sublimó su sufrimiento, trocándolo en el mejor vehículo para su salvación eterna.
Vigencia de Lolo
􀁺 Alegría contagiosa
En su vida fue calando el valor del dolor
como aceptación en paz y gozo de
los planes de Dios. Entonces su vida
de cada día, su contacto con las gentes,
se convierte en alegría contagiosa.
A los pies de la gruta de Lourdes, Lolo
peregrino-enfermo, le dijo a la Señora:
«Te ofrezco la alegría, la bendita alegría
». Y la Señora sembró y multiplicó
en él la semilla de la alegría, del buen
humor, que él trasmitía a quien se
acercaba a su sillón de ruedas.
􀁺 Lo extraordinario
vivido con normalidad
En Lolo creció una dimensión de su
vida que fue hacer de lo extraordinario
(que eran aquellos grandísimos dolores
de su enfermedad; su médico le
decía «eres el enfermo grave que goza
de más buena salud»), hacer que
aquello extraordinario pareciera “ordinario”
por la normalidad rutinaria con
que vivía sus circunstancias terribles.
Lo extraordinario de Lolo es que aquella
situación tan dura él la convirtió en
“aparente” normalidad. ¡Como si fuera
un hombre sano y fuerte! Era como
un Job del siglo XX.
􀁺 Consejero de jóvenes
Hasta su casa se llegaban personas de
toda clase social y condición: intelectuales
y trabajadores; sacerdotes y enfermos...
Pero sobre todo eran jóvenes
los que más frecuentaban su amistad.
Para ellos tenía Lolo una sensibilidad
especial. Para ellos era “el amigo siempre
alegre, el comunicador de alegría”.
Dice de él uno de aquellos jóvenes:
«Afectuoso, sonriente... se interesó por
mi vida, por mi familia, por mis proyectos,
por mi trabajo...; me sinceré con él
y le conté toda mi vida y mis inquietudes;
y me habló de un Dios PADRE que
comprende y perdona; me habló de la
necesidad de dar testimonio cristiano,
de lo indispensable que es el amor por
los demás... y yo, cada vez que lo visitaba,
me iba sintiendo más alegre, encontrando
la felicidad que yo buscaba...». Y así se
expresan muchos de los jóvenes que se acercaban
hasta él, estudiantes jovencísimos o mineros
de Linares, universitarios, oficinistas... El corazón
de Lolo era tan grande que cada vez le iban entrando
más y más amigos.
􀁺 El día 3 de noviembre de 1971
Su vida se apagó el día 3 de noviembre de 1971.
Era el día de San Martín de Porres, “Fray Escoba”,
el santo que había crecido en la santidad en un
rinconcito del convento, como Lolo que había vivido
toda su vida en el metro cuadrado que ocu-
JOVEN, ESTA ES TU HORA
Joven: esta es tu hora.
Te lo digo yo que tengo en ti puesta mi esperanza.
Joven, esta es la coyuntura,
para que el navío de tu alma
ponga proa por las singladuras
que son rutas de heroicas hazañas.
Joven: entra en tu corazón y extiende las velas,
que te aguardan tierras por conquistar
y hay un espacio vacío que espera tu nombre.
Joven: tu fe, el rápido golpeteo de tu vida de gracia
se tensa como nervio de ballesta de arquero,
para saltar hasta la diana de un corazón que no sabe de Cristo.
Los bancos vacíos de la capilla
aguardan, quietos,
el peso fuerte de tus rodillas.
Hazle a Cristo la señal
para que vierta sobre la noche del que no cree
la torrentera bravía de tu gracia.
Joven: la fe que conseguiste sin esfuerzo,
es ruta sangrienta
para millones de almas que viven sedientas sin saberlo;
sentadas en el umbral con sombras de muerte.
No ignores más el tesoro de tu fe
y lánzate a rescatar
al gimiente entre harapos,
predestinado para ser tu hermano en el hogar inmortal
de los cielos.
Joven: esta es tu hora. Esta es tu coyuntura,
de capitanes esforzados y valientes.
Te lo digo yo, que tengo, en ti puesta mi esperanza.
paba su sillón de inválido. Mientras, a su lado, yo,
Rafael Higueras Álamo, sacerdote y Consiliario de
la Asociación de amigos de LOLO, que tuve el
gozo de estar 9 años cerca de él, rezaba con él el
Padre Nuestro y decía con él a María Santísima:
«Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora
de nuestra muerte”. Y en esos momentos se paró
su corazón “que no le cabía en el pecho» como le
decía el médico siempre que lo auscultaba.
Doce años antes, el mismo día 3 de noviembre,
Lolo había escrito: «Hoy el día sabe a andén de ferrocarril,
cuando llega el tren y se baja el amigo a
quien hace mucho tiempo no veíamos. Ya tú estás
aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te echo el brazo
efusivamente por los hombros...» (Así escribió
en su libro “Dios habla todos los días”).
Había llegado el momento del abrazo efusivo con
Dios a quien había amado y a quien, crucificado
con su cruz de prolongada y dura enfermedad, él
se había ofrecido como amigo.
Quienes le conocieron en vida recogieron su herencia.
Han reeditado todas sus obras escritas;
han constituido una asociación canónica que promueve
su canonización. Habiendo conocido su
sencillez franciscana, quizá él ahora desde el cielo
mire y se sonría con humor.
Desde el 17 de Octubre de 1996, sus restos trasladados
desde el cementerio de la ciudad que lo
vio nacer, reposan en la capilla del Cristo de la
Misericordia en la Iglesia de Santa María de Linares
(Jaén), en cuya lápida está escrito:
«MANUEL LOZANO GARRIDO, Escritor, Periodista
y Venerable, SIERVO DE DIOS, 9-8-1920 / 3-11-1971»
ORACIÓN POR LOS PERIODISTAS
Señor:
Pon en la frente de todos los que escriben, una
proa que enfile el buen puerto que eres, y asegura
a su nave un paisaje completo de obreros y operarios,
estudiantes y madres, profesores y chicas.
Que a su vez, en el trato y al margen del oficio
sean semilla noble de ejemplo y de ternura.
Que también acaricien mirando a los semáforos o
en el coche o en el metro.
Que su poso de ciencia tenga el espejo al fondo
de tu sabiduría.
Que cuando las masas griten y suenen puñetazos
en las cafeterías, él hable con un vaso en la palma
y el agua esté serena como la faz de un lago.
Si un milagro hace falta sea en los teclados, se les
vaya pintando la imagen de su hijo o la de los amigos.
Que si de pronto se hace en el mundo un silencio
porque hacen falta normas, su corazón sea bravo
para decir la palabra; que sea clara y rotunda y, sobre
todo, justa.
Le negarás el sueño, como también la sal y el pan
de cada día, si sólo él puede hablar y calla por cobarde.
Tendrá que poner “robo” o “compasión”, o “hambre”,
y lo dirá sin tentarle la bolsa o el ascenso, el
susto o la amenaza.
Que de sus labios broten consejos como fuente
de pueblo, que mana día y noche.
Si alguna ración doble hay que dar de optimismo,
de amor y de esperanza, escánciala sobre ellos.
Mensajeros de fe y de alegría.
Que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga.
Que no los tiente la prensa de colores -”negra”,
“amarilla”, “rosa”-.
Un periodismo al sol, claro y limpio como tu luz
dorada, sea tu guía.
Y, por último, tantas gracias ocultas de quejas
aceptadas y rodillas que sangran, a ver si ellos, a
ver si en ellos pueden que estén siempre en la
brecha del sudor y el esfuerzo para que un hombre
vaya por la acera o aprisa y se dé con tu rostro,
que le sonríe entre líneas.
Oración a las doce
ante un pedazo de pan
El pan es vitalmente humano, Ulises aconsejaba
dar a los soldados pan y vino, porque aquí están
la fuerza y el valor. El milagro de la criatura,
esa armonía del latido y la voz, la caricia y el ritmo,
tienen en el trozo fermentado su frente representativa
de energía.
Por eso al pan, como destinado a la vida palpitante,
se han añadido características que son como una
atrayente llamada a los sentidos: su color, el estallido
con que se abre al gozo, su aroma y su gusto indefinible,
ese tacto suave de su intimidad. El mundo gravita
así sobre un leve montón de trigo pulverizado.
Constitutivamente, en el pan, hay por tanto una
conjunción de elementos que predisponen a lo
espiritual. Desde su nacimiento pagano, o tal vez
desde los umbrales del Paraíso, la masa de harina
fue ya creada con una como nostalgia de encarnaciones
divinas. De aquí que, cuando sobre la corteza
desciende, al fin, la sombra rotunda de una
cruz y ciertos labios le cincelan la fórmula eterna
de una consagración, se cumple, sencillamente, la
maravillosa transmutación en Carne de Dios, y lo
que solo era materia apetecible, pasa a ser sangre
y Cuerpo a la mano, portentosamente multiplicados
y capaces de elevar y divinizar a todo el que
de ellos quiera saciarse.
Y sin embargo, este pan prodigioso, de fácil accesibilidad
y contenido infinito, está ahí, intacto,
con su inmensa fuerza operante, esperando solo
a que a nosotros se nos cambie el deseo y nos
nazca una verdadera hambre de eternidad.
Ante cada uno de los doce, reunidos en el momento
de la instauración asombrosa, venimos
hoy con una petición de hambre para el mundo.
Hambre de cosas actuales, vigentes, olvidadas y,
no obstante, necesarias para la salvación.
A ANDRÉS, RIESGO: Cronológicamente, tú con
Juan, fuisteis los primeros aquella tarde en que
seguíais al Rabí para ver donde habitaba. Por eso
lo has de comprender cuando te diga de ese orgullo
nuestro da haber sido gestado en la fe y que
hasta en la muerte tendremos un tañido de campanas.
Es bueno esto de que seamos cifra segura
en la estadística de creyentes. De aquí nuestro
«conservadurismo». ¿Sabes? A cada uno se nos ha
dado un denario que todos guardamos entre el
espliego de nuestras oraciones. Obliga mucho
esta fama de país sin herejes, ya conoces que en
otros han tenido que reprimir, claro que no sé si
será menos condenable eso del minero que se
pierde, el chaval que delinque o la chica que se
prostituye, y nosotros mano sobre mano.
Andrés. Consíguenos un deseo devorante de abrir
perspectivas a la caridad, hambre de intrepidez; que
cada mañana palpemos el escalofrío de tener que
ganar la gloria a pulso, que vivamos, en fin, la agonía
de los que se condenan por nuestra omisión.
A PEDRO, SINCERIDAD: Déjame aupar, Pedro,
hasta tus pupilas de asombro: ¡Cristo, Pan; la vieja
barca embreada, quilla del mundo, y tú, Roca,
haciendo y deshaciendo por toda una eternidad!
Hoy en ti se han coronado las cosas humildes.
¿Qué como fue todo? Tus manos yodadas, esas
espaldas con las cicatrices aún frescas de las redes
que tajan y el acre olor sudoroso de la túnica,
conservaron hasta el fin tu conciencia de trabaja-
De su pluma y letra
Este pan prodigioso,
de fácil accesibilidad y contenido
infinito, está ahí, intacto, con su
inmensa fuerza operante, esperando
solo a que a nosotros se nos cambie
el deseo y nos nazca una verdadera
hambre de eternidad.
dor humilde. Lo demás lo pudo tu sinceridad,
aquella corazonada de saltar sobre el copo y el
vértigo de tu caída, la gloria de tus confesiones y
la veracidad de tu lágrima.
Ahora, Pedro, componemos la sonrisa mientras
en la intimidad se fragua la zancadilla y unas acciones
o algún puesto con suerte arrinconan la
piel curtida del padre labriego.
¡Hambre, hambre de humildad y de sinceridad
danos hoy, Piedra firme de la Iglesia de Cristo!
A JUAN, HOMBRÍA: Quien por primera vez puso
en entredicho tu hombría debió ser un loco o,
algo peor, un perverso. ¡Dudar de ti, cuando nunca
la imagen del varón pudo ser más representativa!
Ahora que lo pienso, tus músculos de acero,
esos brazos tuyos achicando y el ejemplo de tu virilidad
íntegra, denunciaban demasiado la impotencia
de los que solo ven en la mujer una hembra
a la que hay que atropellar. Los fracasados, los
de las claudicaciones solitarias, las ratas de los cubículos,
se han confabulado para darnos una imagen
tuya quebradiza, amerengada, de caballerete
de novela rosa. Pero tú estás ahí, bravo hombre
de la mar y la lucha, la cárcel y el martirio, para
proclamar la valentía de ese muchacho y esa chica
que se relacionan limpiamente para florecer
en el cauce natural del matrimonio.
Muéstrate bien, Juan, para que cunda el ejemplo
de tu pureza, la apetencia de hombría.
A SANTIAGO, DIGNIDAD HUMANA: Creo que
los demás apóstoles habrán de perdonarme la
predilección por ti del hijo al que has afanado el
don de la fe y que, porque tú lo quisiste, remonta
cada día el vuelo en busca de la felicidad.
Tú, Santiago, has galopado sonoramente sobre
mis sueños de niño. Por eso, justamente ahora,
vengo a urgirte a algo tan anacrónico como una
cruzada. No es que vuelvas sobre el corcel; si acaso,
sí, sobre un tractor y con un martillo por mango.
Porque es la fábrica, y la mina, y el campo
quienes están apremiando por la realidad del
quinto Evangelio: el de la dignidad de la persona
humana.
En el camino que lleva a ese concepto del obrero
miembro de tu cuerpo, con tu sangre transvasada
a sus venas, hecho tú mismo, queda mucho por
recorrer. Es lo que queremos. Esa mano que empieza
a embozarse a la antigua usanza me dice
que sí, que lo has de hacer. Que así sea.
A FELIPE, APOSTOLADO SEGLAR: Sencillo, expeditivo,
corazón de ley, en ti, Felipe, hubo siempre
ese sentido práctico que da la administración responsable
de una familia. De tus heroísmos domésticos
hizo Cristo consejo para el milagro del
pan y los peces. Con mujer y dos hijas, aún te sobrabas
para la conquista de Bartolomé.
Tu hogar nunca supo de despreocupaciones, y en
él floreció la santidad. ¿No es suficiente para
traerte a los que en el matrimonio o en los horarios
buscan una situación de seguridad para retraerse
de llevar a Dios a su mundo? Hay que alzar
sobre el pavés a esos hombres y mujeres que
gritan con sus vidas que la superación no es solo
cosa de clérigos y que junto al martillo o la calculadora,
la prole o la ventanilla, puede estar gravitando
el ángel de un hombre.
A BARTOLOMÉ, HUMILDAD INTELECTUAL: Ojos
penetrantes, frente ampulosa, hay en tu cara
como una serena conjunción de líneas áticas: tu
condición de intelectual.
Se te ha popularizado bajo un ángulo negativo -
«¿Puede salir algo bueno de Nazaret?»-, cuando la
verdad es el reconocimiento de Cristo «He aquí a
un israelita en el cual no hay doblez».
Pedirle a un hombre de costumbres y formación
esmeradas que descienda hasta tomar la vida de
once pescadores es ya una exigencia límite. Y, no
obstante, tú la superaste con la adhesión intelectual
a un obrero o hijo de artesano. Veinte siglos
después, a filósofos, matemáticos o cualquier
rompe-vidrios de laboratorio les bastan dos renglones
de sabiduría para hacer girar sobre el «yo»
el mundo de la ciencia. ¿Por qué no cuenta en las
eminencias grises eso tan elemental como es el
reconocimiento de las propias limitaciones? ¿Hasta
cuándo el corazón seco y la lente del microscopio
sobre la armonía y el milagro de la vida?
Si a la hora de los satélites puedes ejemplarizarla,
que sea con la humildad intelectual, que buena
falta nos hace.
A TOMAS, FE EN LO COTIDIANO: Una mano que
pasa por el borde de una herida se mancha con la
sangre que fluye. Un dedo que entra en el orificio
de una mano vibra con los tendones y las arterias
desgarradas. Duro fuiste, Tomás, en el testimonio
de los sentidos.
Hay ahora demasiadas cosas que escapan al tamiz
de la razón. Aspiramos a darle a todo un germen
explicativo, y el árbol nos ha hecho perder la panorámica
del bosque. Así ha nacido la filosofía
existencial, ese rompecabezas con una articulación
tan evidente como es la palabra Dios.
La peseta que el Señor pone cada día en nuestro
portamonedas, el pan y la vida, la rosa y el dolor,
comulgan en la misma estela asombrosa de la noche
pascual. Algunos se asustan ante la palabra
milagro, cuando «la cuestión no es que no sucedan
los milagros, sino que la gente los llama de algún
otro modo» (Green).
A mí y a muchos nos convendría una inyección de
fe en lo cotidiano para ver a Dios hasta en el más
negro perfil de las horas.
A MATEO, MORAL EN LOS NEGOCIOS: El brillo
del oro es como las pupilas de la esfinge, que
quien las contempla sucumbe a su hechizo. Papini
lo llamó «el excremento del diablo» y es así que
su dueño arrastra por siempre su podredumbre.
Pero el mito de la fortuna está aquí, hecho carne en
la gigante estructura de los negocios, sube que te
sube al vértice de los dioses, aunque lo sea sobre la
degradación, el lamento o la sangre. ¡Qué no podrá
este engendro, que ha hecho circular una moral
acomodaticia, en la que se incluye la tregua para
sus hechos turbios! Pemán ha escrito que «hay
enormes indecencias morales que transitan a los
ojos de todos». Nos escandaliza, por ejemplo, un
vestido o la ligereza de una cinta, y no caemos en la
pornografía de una operación en la que alguien se
alza con el cincuenta por ciento. De seguro que así
seguirán las cosas; pero al menos tú, que te liberaste,
tráenos aquel aire fresco que puso en tu frente
el puntapié a las hileras de dracmas.
A SANTIAGO DE ALFEO, COMPRENSION: Difícil armonía
de judíos y gentiles la que realizaste en los
treinta años de obispo en Jerusalén. Para el judío era
denigrante el contacto con el pueblo no elegido.
Ahora también, la herencia, el apellido, la posición,
obligan a muchos, y en el otro extremo está
cortado el paso a nivel con el odio de clases. Hemos
dado a la relación un fundamento divisionario,
y los juicios ligeros tienen el volumen y la gravedad
de un dogma. El olvido no cuenta para
cualquier falta que, desgraciadamente, cobre aire
público. Quien cae habrá de llevar eternamente
su contrición como un estigma, aunque los que le
juzguen tengamos una gusanera en el corazón.
Que dé gracias Magdalena por no haber nacido
en este siglo.
La felicidad, eso tan hermoso y subyugante, puede
que tenga en su frontis el «no juzguéis y no seréis
juzgados», pero, desde luego, empieza por
una hoguera de caridad y comprensión.
A JUDAS TADEO, ANONIMATO: No sé que tal ha
de sentarte eso de que yo escriba haciendo tabla
rasa de tu bella historia. Me gusta verte así, con
gesto corriente y moliente, con facciones de
hombre vulgar, y creo que lo has de pasar bien
dialogando sobre los “Juan Nadie” del mundo,
esas criaturas que ya oscuramente en el tranvía
leyendo el periódico, y un buen día, zas, lo cierran
y se encuentran en la misma cara de Dios,
porque resulta que les ha llegado su hora, y a lo
“calla callando” han cumplido con su deber.
Creo que las palabras de Cristo son como son, y
no como esas cosas que se dicen y luego ocurre
que donde dice digo debe decir Diego. Así con
aquello de la mano izquierda y la derecha. Cual-
Algunos se asustan
ante la palabra milagro, cuando
“la cuestión no es que no sucedan
los milagros, sino que la gente los
llama de algún otro modo”. A mí
y a muchos nos convendría una
inyección de fe en lo cotidiano
para ver a Dios hasta en el más
negro perfil de las horas.
quiera de nuestras buenas acciones dispone ahora
de todo un servicio de publicidad privada. Que
García da para antibióticos, ya está la radio aireando
su nombre. Y así, alrededor de ese otro hombre,
en cuyo secreto de caridad solo Dios participa,
se ha creado un complejo de estupidez a los
ojos del mundo, que únicamente la vuelta al sabor
evangélico del silencio puede rehabilitar.
¿Comprendes ya, Tadeo, por qué quiero insistir
en tu condición de hombre corriente y moliente?
A SIMÓN CANANEO, UNIVERSALIDAD: Te llamaron
Celote. Los celotes eran una bandería política
de tu tiempo, un nacionalismo de los que tanto
abundaron siempre. Está visto que partidismos serán
el lastre que ha de llevar la humanidad de por
vida. Ayer y hoy, el horizonte de una raza u de una
agrupación está limitado por ríos y cordilleras.
Pero ser celote entonces era un progreso hacia la
libertad mínima. Ahora carecería de vigencia. La
civilización pide ya acabar con la sangría y el tira y
afloja de las invasiones, y nada mejor para sobrevivir
que una evolución de las mentes hacia lo
universal. Pero resulta que esta aspiración es también
el fundamento ecuménico de la Iglesia. Muchos
estamos descubriendo ahora que las metas
europeistas y de unión estaban ya preconizadas
por los Papas.
El ideal, pues, ha de acelerarse a medida que se
clarifiquen las ideas. Tú, Simón, aboga por la universalidad.
Si no, toda esa ilusión de átomos domesticados,
conquistas biológicas y bienestar social
quedarán prendidas en la tela de araña de las
fronteras, y hasta en el nacionalismo de cincuenta
centímetros cuadrados que es el hombre.
ANTE JUDAS ISCARIOTE: No vengo, no puedo
venir a ti, con una oración, más que por la imposibilidad
teológica de una plegaria, porque tú has
cercenado todo diálogo. Me aterra, Judas, la muralla
que has antepuesto a tus ojos, ese telón de
denarios que voluntariamente has echado a tu
mundo. No hay en tu infancia fatalismos ni situaciones
clave que te abocaran a la catástrofe. Tú,
como todos, tuviste en Keriot una
madre que posaba sus labios sobre
tus sienes con fiebre, y viste en los ribazos
una eclosión de malvas y siemprevivas.
Pero un día se te colocó
ante la frente cierto pedazo de oro
con un perfil coronado de mirtos, y
le tuviste en la mano mientras la uña
pasaba, una y otra vez, por las incisiones
del borde.
Y eso fue todo: la codicia echó el cerrojo
a tu caos interior. El beso de
Cristo, la mano taumatúrgica y su palabra
cautivadora te llegarían luego
como de un cosmos lejano y quimérico.
Por eso, al mirarte, parece como
si una voz repitiera con machaconería:
«egoísta, egoísta, egoísta...».
Ante un cristo de
un millón de pesetas
Tú, mi Cristo crucificado, ¿qué prefieres: que
digan que vales centenares de miles de pesetas
o que te pongan un precio de treinta monedas?
Dirás que tan malo es lo uno como lo otro y
que Tú nada tienes que ver con lo amarillo.
Pues, sí, claro; pero yo pienso que dentro de lo
malo, aún es peor que te manejen con talonario
de cheques. En la cicatería de las pocas monedas,
por lo menos, se te ve más la Cruz, en su afrenta
y su misterio, que es lo que queremos que nos
lleguen en tus imágenes de crucificado; pero
¡mira que tener que pensar en un Cristo con joyería
en caja fuerte, en un Poncio Pilatos de ventanilla
o en un Judas de talonario y Cadillac!
Verás por lo que viene todo esto. Ahora hay primavera
en el campo, en el cielo y en los árboles, lo
que quiere decir que está a punto y va a estallar de
las ramas del Gólgota la rosa de Pasión de tu sangre.
Como cristianos nos sentimos orgullosos de tu
hazaña, y queremos pasearte por la calle para que
todos te vean con los brazos abiertos y se emocionen
con la maravilla de tus manos, generosamente
taladradas. Por eso hacemos que te tallen al natural
y luego nuestros hombros se encargan de meterte
hasta por los callejones. Cuanto más sangre, más
patetismo y más almas te vamos ganando.
Pero luego viene lo de mirarnos en la Cruz como
un espejo, y ya la tortura hiere, y el «Tengo sed»
escuece en la garganta como la teja que sale del
horno. Vaya, que te ponemos flores, tisú, diadema
o remates en la Cruz de oro y pedrería, Y, por supuesto,
eso de que tengas pose en la agonía o
luzcas almohadón y melena en la muerte, que a lo
mejor a alguno le puede dar un acindoque de
verte una contorsión o una mueca.
Hay que comprender que se quieren hacer las cosas
en grande. ¿No dijiste que tu Pasión era para
todos? Pues, ¡hala!, nosotros a vivir la idea de lo
universal y que te vengan a riadas los turistas.
Por supuesto que ellos no van a tomar el avión
para darse un hartazgo de lágrimas, y viene lo de
los carteles publicitarios con tu imagen, el “Baedeker”
y las bengalas. Tú, claro, ¿Cómo vas a quejarte
si el amor de los cristianos no ha conseguido
hacerte tan popular y ecuménico como las oficinas
de turismo? Se te ve en Nigeria, Karachi, Puerto
Príncipe, Riad y ¿Quién iba a soñar con estampas
tuyas en los bares de la Suiza de Calvino, junto
a los minaretes tunecinos o en la vieja y hostil
Lassa tibetana?
Después viene el mercantilismo del arte. ¿Qué
Cristo eres Tú que sale de la cabeza de un hombre
que te mira con mentalidad de cuenta corriente:
cada gubiazo, un billete de a mil? ¿Que
pantomima es esa de que te facturen para un
pueblo y que allí te esperen con espinas de diamantes,
terciopelo, placas e hilos de oro los que
han leído, y saben, que desde la cueva de Belén al
sepulcro de José de Arimatea pasaste por la vida
tan pobre como una rata?
Pobre mío, ¿quién te iba a decir que la píldora del
último escarnio te la iban a dorar con diamantes y
bordados? El gran chasco de Judas sería ahora
verte traficado por un millón de pesetas; él que
tan modosito estuvo con sus treinta monedas. ¡Si
hasta te llaman “el Rico”, Tú, que apenas si tenías
lo que pudiera dar de sí cualquier chapuza! Te
llevan ahora con tantas alhajas por la calle, que te
nos pierdes tras un fulgor de escaparate de joyería.
Hasta hay quien dice que ya no te hablas con
los pobres; ya ves, Tú que solo supiste de fatiga
de pobre, de angustia de pobre, de pensamiento
de pobre...
Aquí tenemos el prurito de valorar las cosas por el
brillo que da lo singular, lo único. Se saca en cualquier
reunión una perla del tamaño de un garbanzo
y en el ¡oooh...! de la envidia se paga y se crece
la recompensa. Tú, lo tuyo lo pones al revés: eres
de todos y tu valor se agiganta cuando todos te poseen.
Y lo mismo vale en tus cosas. Con lo uno y
con lo otro, nosotros a buscar los lingotes y Tú dale
con escoger lo que está a flor de la tierra, por el
campo, por la calle, por la casa y hasta metiéndose
en los bolsillos. Así, con el trabajo, la humillación,
el dolor y la pobreza. Lo que nos vienes a decir con
todo es que la cruz está hecha con madera corriente
y moliente, y nada de ponerle celofán a las cicatrices.
Lo que importa no es que te hagas excepcional,
sino que todas las criaturas del mundo tengan
su fortunilla en los latigazos, troncos sobre las
espaldas y esponjas de hiel. En casa cruces, y calvario
también en el taller y en la convivencia. Lo que
cuenta no es que tu sudor y tu sangre tengan barnices
de colores bonitos, sino que se viva el acre
goterón de la muerte, ese mismo que fue por la
vida empapando las virutas, y el desgarrón de tu
Carne Redentora.
Que no hagan al arte capitalista exigiéndole oro. A
la gubia o al pincel les basta con la belleza y una
pulsación de testimonio. No hay inspiración o gracia
como la de una paleta o un cincel que se mojan
o se mueven en humildad. ¡Qué sobrias, qué virginalmente
pobres y qué maravillosas y definitivamente
bellas las líneas y el rasguear de tus manos
creadoras cuando cincelaban los mundos!
Cristo, de cara a los ojos que piensan que te miran
y tienen cataratas de oro, y a los que quieren
verte y no te ven porque estas aprisionado por un
molde de lujo y de riqueza, te alzo rabiosamente
una petición de milagro: tu sudor del huerto, esas
Aquí tenemos el prurito
de valorar las cosas por el brillo
que da lo singular, lo único.
Se saca en cualquier reunión una
perla del tamaño de un garbanzo
y en el ¡oooh...! de la envidia
se paga y se crece la recompensa.
Tú, lo tuyo lo pones al revés:
eres de todos y tu valor se agiganta
cuando todos te poseen.
gotas espesas y rojas cargadas de hemoglobina, te
pido que las pobres gentes las vean salir realmente
de esas espinas de diamantes como te brotan
del corazón cuando te cuelgan la humillante calumnia
de Rico.
Ad te clamamus
Escribo bajo la pesadumbre de una impresión
apocalíptica. Aún me tiembla en los oídos una
relación de catástrofes mientras en la imaginación
baila la fatídica zarabanda de la muerte.
He leído a Bloy uno de sus muchos libros trágicos,
ese en el que el diapasón de la guerra acentúa
su dramático trémolo cotidiano. Desde la portada,
cuatro caballos enloquecidos galopaban sobre
un cielo cárdeno, mientras, a mi lado, la radio
iba ribeteando el ambiente patético con noticias
de desgracias: terremoto en Tokio, en Filipinas, en
el Asia Menor.
No es que afirme que las cosas sean como un claro
teletipo de Dios, cuya palabra se nos da a la
simple aplicación cifrada. Lo que nos ocurre tiene
a veces una perspectiva ampulosa, a la que solo el
tiempo arranca sus limpios contornos. Los hechos
son así, como piezas de un rompecabezas que
únicamente en la totalidad alcanzan su armonía.
Mas en la vida hay también sucesos que titilan
como un continuo invitatorio a la interpretación.
Es, por tanto, que se cumple lo de Salvaneschi, de
que “las cosas llegan siempre en el momento más
oportuno para darnos una enseñanza”. El mismo
Bloy lo ha expresado con palabras más duras: “El
azar es el Dios de los imbéciles”.
Hoy, en el camino árido, alucinante, de la lectura
de Bloy, se ha antepuesto el valladar de la Salve, y
lo acepto con toda su categoría de símbolo y su
alta función medianera. He aquí lo que puede ser
su mensaje.
Cada vida tiene una órbita prefijada,
cuya fidelidad lleva al orden del
mundo espiritual. Mas cuando por
el pecado se rompe el equilibrio, es
preciso un esfuerzo compensatorio
que lo restaure. Así, que nadie se
sorprenda si en el mismo momento
que un hombre goza desordenadamente,
Dios sabe que hombres
anónimos están siendo abrumados
por el peso nuevo de una cruz.
Hay ahora una prevaricación que
aterra. La Historia, es verdad, está
plagada de claudicaciones, pero
nunca como hoy fue el pecado tan
accesible y tuvo tan escandalosa resonancia.
A la civilización, lo que es
en esencia para elevar y dignificar,
se la ha contorsionado hasta dar
con sus aristas más degradantes. El
que escribe moja su pluma en fango y presume
de estilista. Para el niño parece como si hubiera
una salvaje complacencia en aminorar su inocencia.
El robo, siempre ceñido al área del “descuidero”
tiene ahora una vasta nomenclatura de márgenes,
salarios base y dividendos. Hasta para el genocidio
hay el refrendo de los Estados y el
“santasanturum” de las clínicas anticonceptivas.
Se diría que un humo viscoso, mísero, de podredumbre,
llega hasta los mismos labios de Dios,
forzándole a la náusea. Es, por tanto, que el motivo
está a la mano para los Bloy jeremíacos.
Pero “el abismo llama al abismo” (P. Van der.
Meer). Sobre la sima sin fondo de nuestra culpa
gravita también el ala gigante de Dios, ese otro
abismo de misericordia que se extremó hasta el
paroxismo de la Cruz, y la Mano a la que es habitual
el milagro le ha dado continuidad en las
nuestras con el soberbio poder de la oración. Un
corazón que acepta y clama -la mujer que lleva en
silencio el afán diario, el niño de la “china” en el
zapato, el hombre de la lesión en la espalda que
descansa sobre un lecho de pino- tiene ya en sus
dedos la clave para compensar, y todos los estigmas
de maldición podían ser borrados con una
clara actitud oferente.
¿Es posible que las manos escuetas de unos hombres
puedan saldar la impagable deuda del mal?
Claro que la plegaria es mucho más que nuestros
atropellados padrenuestros o nuestras soñolientas
avemarías. Todo el poder estabilizante de la
oración radica en su fundamento sobrenatural, o
sea de superación de la naturaleza. Nuestras inclinaciones
espontáneas están, por el egoísmo, sin
medida. En consecuencia, el hecho punible nace
de un uso abusivo que allana el fiel de la balanza
de Dios. La renuncia voluntaria de otra criatura
pone en juego una nueva fuerza que se le opone
y le supera por el valor del desprendimiento. En
la oración hay, pues, una raíz de renuncia. Rezar
es, por tanto, que la lágrima que arranca la tribulación
brille porque lleva en su seno una mágica
luz de amor, que al río rojo de los dolores lo cubra
la púrpura de la aceptación, que tengamos
siempre a la mano la brida para el potro de los deseos
y las inclinaciones. Renuncia, siempre renuncia,
a la medida de nuestras circunstancias;
oración, al fin y al cabo, en carne viva.
Santo Domingo vio esta posibilidad en nuestras
vidas, llevándola a la estructura del rosario: gozo,
dolor y gloria. Porque, como ha dicho Jammes,
“en la vida –destierro- hay gozos, dolores y glorias
a la medida de cada uno”. Todo es perfecto, a la
larga, en la composición Divina.
Un solo punto queda por dilucidar, el de nuestro
valor para canalizar por María el gozo, el dolor y
la gloria de nuestras existencias, hasta hacerlas
suplir, generosamente, el vacío que deja la sangre
que dilapidamos. Es esencial, porque mientras
haya clamor no habrá Apocalipsis.
En el barrio
ya no hay misa de ocho
Voy a hablar de un hombre. No conozco su fisonomía,
ni sus apellidos, ni si es de pueblo o de
Capital. He sabido de él por una noticia y ya conocéis
que el periodismo es como en el cuadro de
Sorolla, que busca sólo el pescado -la noticia- sin
importarle las criaturas que quedan en la cuneta.
Bueno, ahora que digo esto, caigo en que precisamente
sí sé que es un hombre en la cuneta y también
cura, un cura que desde hace tiempo ha dejado
de decir su misa de ocho, cada día.
Sin más, os doy la noticia: “En Barcelona, y, por
primera vez, un hombre -sacerdote- ha podido comulgar
a través de una sonda”.
Ahora que están de moda las encuestas, pienso
que a una en la que se me interesara qué es lo
primero que salvaría del mundo en caso de una
catástrofe, contestaría diciendo que la palabra y la
mano derecha de un hombre como éste, aunque
estuviera ronca, aunque se le quedara inválida,
pero que al menos pudiera decir levemente un
“yo te perdono”, mientras la mano iba trazando
una cruz en el aire.
A quienes creen, les parece poco el mimo que
merece la figura de un sacerdote. Su fragilidad,
en cambio, como en este caso, es una baza, que
los incrédulos airean intentando meter cuña en la
solidez del cristianismo. Por el contrario, esta peripecia
yo la he sentido en forma de un tirón de
las rodillas que buscan el suelo para dar gracias
por este milagro de un Dios con nosotros en forma
permanente.
Necesito decir que, cuando leí la noticia, tal vez
por asociación, me vino a la memoria la escena,
de mi primera visita a los talleres de un periódico.
Me acuerdo que lo que más me entusiasmó fue el
trabajo de la rotativa. Miraba al rodillo y nunca
me cansaba de aquella milagrosa multiplicación
del pan del espíritu. Era un diario católico y estaban
tirando algo que se relacionaba con unas jornadas
misioneras. Todavía caigo en aquella cara
grande de Cristo que iluminaba una gran cerilla,
puesta en primer plano. Los rasgos eran simples y
fuertes, y muy penetrantes sus ojos. Cuando echó
a rodar la bobina todos empezamos a ver la cara
del Cristo que se iba estampando centenares de
veces sobre la blanca superficie del papel. La primera
impresión salió tímidamente, pero al rato
las dos pupilas incandescentes nos miraban desde
todos los rincones del taller.
Desde entonces he pensado muchas veces en
que también el sacerdocio es así, como una rotativa
que va estampando la imagen, la gracia y el
poderío de Dios para que lo tengamos a Él en las
calles con autobuses y en las humildes veredas de
los villorrios escondidos, junto a niños que juegan
en los parques o al lado de negros que disparan
flechas envenenadas.
Si cada altar es un Gólgota
diario, la compasión de Dios,
su padecer, con nosotros,
dentro de nosotros, se realiza en
cada aldea, cada habitación y cada
hombre que se mueve bajo el sol.
En realidad, la limitación física del sacerdote es una
preocupación que hay que adelantar veinte siglos.
Un cura con cáncer o inválido no hace sino reiterar
en el tiempo el temblar de un Cristo con posibilidades
de pulmonía o de accidente de trabajo. La Redacción,
consumada desde un cuerpo de barro, airea
a los cuatro vientos la hermosa y total solidaridad
de Dios por el hombre que Él forja. Es
impresionante el humanismo de Dios por lo que de
cariño radical expresa. De un lado, toda la obra creadora
tiene por dentro el ascua viva del amor al
hombre. Nacimos para intercambiar fuego del corazón
con el Autor de la vida, pero sólo se ama en la
entrega voluntaria. De aquí nuestra libertad. En su
ocultación bajo la piel de un hombre, hemos de ver,
ante todo, un inmenso e impresionante deseo de
que no sea mediatizada esa libertad. Pero hay más.
Un Cristo con hambre en el desierto o sudando
bajo los olivares, un Dios-hombre que trabaja, lucha,
pasea y conversa, lo que hace es decirnos que
los cincuenta o sesenta años que puede vivir una
criatura, tienen en su limitación, un aparente carácter
de debilidad pero, desde que El la ha vivido, la
superación es posible y la debilidad, en cambio, de
cada minuto nos sirve para ir amasando piedra a
piedra un puesto seguro en la eternidad. Todo el
cristianismo gira sobre las fuerzas de esta limitación
que usó Cristo para saldar la trampa de una cadena
de generaciones. Un Cristo al que se puede contar
las palpitaciones o que siente el cansancio del trabajo
del taller es como un amigo que nos echa la
mano por la espalda y nos dice “Aúpa, hombre, que
esa tentación es fácil de vencer y se puede ser bueno
durante las 24 horas del día”. Y uno levanta la cabeza
y tensa los músculos porque son unas fibras
gemelas las que lo dicen y dan el ejemplo.
¿Qué sería hermoso que estas mismas cosas nos
la dijera el Señor vistiéndola toda su grandeza y
viéndola nosotros cada día? ¡Pobre hombre nuestro,
mediatizado entonces! ¡Lástima de ese Dios
del lado de acá del barro, cruzando la frontera y
mirándonos tan sólo a través de una distancia infinita!
Si la fórmula de la Redención ha
sido el milagro más asombroso de
todos los tiempos, un portento gemelo
se repite cada día en los
hombres que visten de negro. Si
cada altar es un Gólgota diario, la
compasión de Dios, su padecer,
con nosotros, dentro de nosotros,
se realiza en cada aldea, cada habitación
y cada hombre que se mueve
bajo el sol. Ante todo, Dios ha
cuidado al máximo nuestra consolación.
Cuando uno levanta la cabeza
después de una caída, no somos
fulminados por que el depositario
del perdón tiene dentro de
su carne la misma posibilidad de
tropiezo. Cuando el mal físico nos
pone en ese trance de tener que
usar una sonda en la garganta,
Cristo vive el ángulo de su inmensa
ternura canalizándola a través
de las manos de un hombre que
también puede ser sondado cualquier día. La gloria
nuestra está en ese laurel de la Redención que
fructifica cada hora. Lo bueno, lo maravilloso, lo
escalofriante, lo fundamental es que en cualquier
minuto del día o de la noche, con viento, con lluvia
o con niebla podamos estar seguros de que
cada marca del tiempo del siglo veinte, tiene una
tarde de Nisán con la misma precisión y eficacia,
que aquella otra de Jerusalén. Y todo gracias a
esos hombres ungidos que pueden ser carne,
hombres noticia y de cirugía.
Comunicado del Sr. Obispo sobre
el milagro atribuido a la intercesión
del Venerable Manuel Lozano
Domingo, 20 de diciembre de 2009
En la mañana del sábado, 19 de Diciembre de
2009, en el Vaticano, el Santo Padre Benedicto
XVI ha recibido en audiencia privada al Arzobispo
Prefecto de la Congregación para las causas
de los Santos, Excmo. y Rvdmo. Mons. Ángel
Amato. En esta audiencia el Papa ha aceptado la
curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido, “Lolo”, como inexplicable
científicamente, es decir, se considera
como un hecho milagroso.
Esta decisión del Sumo Pontífice es el último
paso necesario antes de la Beatificación.
La curación de un niño en estado de gravísima situación
(septicemia por pseudomona, tras dos
operaciones quirúrgicas y con vómitos fecaloideos),
fue estudiada como posible milagro, ante el
tribunal del Obispado de Jaén en 2000. Trasladadas
las actas a la Congregación romana correspondiente,
fueron estudiadas por el Congreso médico
en Roma el pasado 17 de Enero de 2008. Los componentes
del Congreso emitieron su voto favorable.
A continuación todo este proceso “super
miro” pasó a estudio de los siete Rvdmos. PP. Consultores
Teólogos el 15 de Febrero de 2008 que
emitieron su parecer favorable por unanimidad.
Como ya se informó, el día 29 de septiembre de
2009, los Emmos. Cardenales y Obispos en sesión
ordinaria de la Congregación estudiaron la
curación indicada y votaron sobre este hecho
como algo naturalmente inexplicable; su voto
también fue favorable por unanimidad.
El Santo Padre, cumplidos todos estos pasos previos
que son la práctica habitual en estos procesos
de Canonización y Beatificación, al recibir
hoy al Rvdmo. Prefecto de la Congregación para
las Causas de los Santos, Mons. Ángel Amato, ha
aprobado finalmente, como un hecho milagroso,
esta curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido. Con ello ya sólo
queda fijar fecha y lugar para la Beatificación.
La Diócesis de Jaén se alegra con esta noticia, justamente
en estas fechas en que se han declarado
vigentes para esta Diócesis los nuevos Estatutos
para la Acción Católica, que han sido promulgados
recientemente por la Conferencia Episcopal
española, confiando que la intercesión de Manuel
Lozano Garrido ante el Señor sea abundante
en frutos de apostolado de quienes se encuadren
en estas tareas de la Iglesia. Manuel Lozano
Garrido, nacido en Linares y allí mismo fallecido
(1920-1971) fue un joven de Acción Católica en la
que recibió su formación apostólica y en la que
militó como miembro dinámico y comprometido
desde su adolescencia hasta su muerte.
Con esta aprobación pontificia se espera que
pronto pueda ser celebrada la Beatificación del
Venerable Manuel Lozano Garrido.
La Beatificación de Manuel Lozano
Garrido, “Lolo”, será en Linares
el sábado 12 de junio de 2010
Sábado, 20 de febrero de 2010
El Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Ramón del Hoyo López,
Obispo de Jaén, comunica gozosamente a los
Medios de Comunicación Social, y a través de
ellos a todos los fieles diocesanos jienenses, y de
un modo especial a los feligreses de Linares, que
se ha recibido de la Secretaría de Estado del Vaticano
el señalamiento de la fecha de Beatificación
del Venerable Manuel Lozano Garrido.
A finales del pasado mes de enero, el Sr. Obispo
se trasladó a Roma para realizar diversas gestiones
ante varios organismos vaticanos. Especial
relieve tuvo el saludo personal del Prelado
al Santo Padre Benedicto XVI. A él agradeció la
concesión de la Rosa de Oro a la imagen de la
Virgen de la Cabeza, patrona de la Diócesis, y al
mismo tiempo le presentó su petición para que
señalara la fecha de Beatificación del Venerable
Manuel Lozano Garrido.
Esta petición pudo ser formulada al Santo Padre
porque previamente se habían cumplido todos
los requisitos necesarios en el Proceso de Beatificación
y Canonización; el último trámite fue la
aprobación -como milagrosa-, por el propio Benedicto
XVI, el día 19 de diciembre de 2009, de
una curación atribuida a la intercesión del Venerable
Manuel Lozano Garrido.
La Secretaría de Estado del Vaticano responde a
esta petición del Sr. Obispo de Jaén, con fecha
12 de febrero 2010, concediendo que la Beatificación
del Venerable Manuel Lozano Garrido,
se celebre en Linares, su ciudad natal y donde
vivió y murió. Y que esta Beatificación se celebre
el día 12 de junio de 2010.
En primer lugar el Sr. Obispo quiere manifestar su
agradecimiento al Santo Padre, por lo que supone
de bendiciones de Dios esta gracia que concede
Benedicto XVI a nuestra Diócesis. Al mismo tiempo
ruega a todos los diocesanos agradezcan también
al Santo Padre esta concesión suya, mediante
las oraciones por las intenciones del Papa.
El Sr. Obispo de Jaén quiere tener en este momento
un recuerdo especialísimo hacia las hermanas
de “Lolo”, Expectación y Lucía, que aún
viven y que van a gozar, si Dios así lo quiere, de
un día feliz por esta declaración de su hermano
con el título de BEATO, en esta Iglesia particular
que es la Diócesis de Jaén. También felicita el Sr.
Obispo a la “Asociación de Amigos de Lolo”,
que ha sido promotora de este Proceso de Beatificación
y Canonización, y que han perseverado
en el seguimiento de esta Causa, manteniendo
la esperanza con ilusión y alegría.
En su primer libro “El sillón de ruedas” escribió
Lolo hablándole a la Virgen María: “...como
cumbre del ansia arráncanos la bondad hasta
llegar a la perfección... Santos a manojillos: los
municipales, las mujeres que van a la compra,
las mecanógrafas, los oficinistas... y los pobres
hombres en sillón de ruedas”.
Una Beatificación de un seglar, con el riquísimo
perfil espiritual que tiene la vida de Manuel Lozano
Garrido, es una ocasión providencial y maravillosa
para preparar ese acontecimiento, procurando
enriquecer la vida de los cristianos con estos
ejemplos de santidad. Por ello se ha creado una
Comisión Diocesana, que ya trabaja con ilusión
en coordinar esfuerzos para que la vida y virtudes
de este hombre fiel sea conocida e imitada.
El Sr. Obispo invita a todos los sacerdotes, consagrados,
y seglares a aproximarse a esta figura
brillante y tan contemporánea de nuestra Iglesia
de Jaén, a través de los distintos actos que se
preparen y en los que ya trabaja la mencionada
Comisión Diocesana.
Muy queridos diocesanos:
1. ¡Feliz anuncio!
Su Santidad Benedicto XVI ha acordado, como
bien saben todos, el Rito de Beatificación de
MANUEL LOZANO GARRIDO. Ha encomendado
su Representación al Excmo. Señor Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos,
Mons. Ángelo Amato, y tendrá lugar, si Dios quiere,
en Linares, el próximo día 12 de junio de este
año, a las 19’30 horas.
Finalizados los trámites del proceso canónico,
que se inició el 5 de noviembre de 1994, bajo la
presidencia de mi predecesor en esta Sede, Excmo.
Señor D. Santiago García Aracil, el 2 de marzo
de 1998 se promulgaba el Decreto de validez en
Roma. El 21 de enero del año 2000 se abría el proceso
sobre “posible milagro”, que se aprobaba,
por el Santo Padre, Benedicto XVI, el 19 de diciembre
de 2009. El 12 de febrero se nos comunicaba,
desde Secretaría de Estado del Vaticano, el
acto de Beatificación en Linares, lugar de su nacimiento,
el 9 de agosto de 1920 y de su muerte en
un 3 de noviembre de 1971.
¡Gracias, Santo Padre, por lo que supone y supondrá
la gracia de esta Beatificación para nuestra
Diócesis! Agradezcamos a Su Santidad Benedicto
XVI tan singular favor y presentemos nuestras súplicas
al Señor por sus intenciones de forma generosa.
Debemos agradecer también al Postulador, Asociación
de Amigos de Lolo, promotores del proceso, y
a las muchas personas que han intervenido en los
expedientes señalados, su deseada conclusión.
Vuestra confianza en Dios y en la Iglesia, vuestro
empeño y constancia, han llegado hasta el final.
2. Tu Iglesia se alegra
Un miembro destacado por sus virtudes, que nació
y creció en esta Iglesia de Jaén, el Venerable
Manuel Lozano Garrido, será Beatificado. Hemos
de sentirnos felices al ver que un cristiano sencillo,
joven seglar, paralítico y ciego, ha sabido recorrer
los caminos de la vida y llegar hasta la cima
del monte, guiado por la luz de Jesucristo, llevando
siempre abierto el Evangelio en el corazón.
Con gozo inmenso, saludo a las hermanas de
“Lolo” que aún viven: Expectación y Lucy. Esta última,
además de hermana, fue secretaria, enfermera
y fiel ángel de la guarda para él, día tras día
y año tras año. Igualmente debemos tener un recuerdo
especial para los demás familiares y amigos,
que son muchos, y muy en concreto para el
niño, ahora joven maduro, que prestó a Dios su
Carta pastoral
del Excmo. y Rvdmo.
Sr. D. Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
sobre la Beatificación de
Manuel Lozano
Garrido, «Lolo»
Jaén, 15 de marzo de 2010
enfermedad grave para que, a través de su curación,
resplandeciera el poder de la intercesión de
Manuel Lozano Garrido ante Dios.
Feliz coincidencia el que la ciudad de Linares
cuente en tan breve espacio de tiempo, con dos
cristianos declarados por la Iglesia como ejemplos
eminentes de virtudes y testigos del Evangelio:
San Pedro Poveda Castroverde, sacerdote, y Manuel
Lozano Garrido, laico. Ambos recibieron las
aguas bautismales en la misma pila, de la preciosa
Iglesia de Santa María, y ambos fueron cristianos
profundamente devotos de la Santísima Virgen.
3. Tu historia continúa ante Dios
Manuel Lozano Garrido, nacido y bautizado,
como he dicho, en Linares, creció durante los
años de su infancia y adolescencia profundizando
en el Evangelio de Jesucristo y desarrollando su
vocación de cristiano, que tomó siempre muy en
serio. Debió ayudarle mucho, en este crecimiento,
el ambiente de su familia: un “hogar cálido”.
Sería el fundamento para todo su posterior recorrido,
duro desde muy pronto y nada fácil hasta el
final.
Fue templando su espíritu y su corazón en los círculos
de Acción Católica de Linares, lugar donde
se fundó el primer Centro de España, después del
de Madrid. Como diría más adelante el sacerdote
Martín Descalzo: este joven linarense “se dedicaba
a ser cristiano. Se dedicaba a creer”.
En la Acción Católica fue moldeando su vida y,
cuando le llegó la prueba del dolor, su casa se
convirtió en el “segundo centro” o local de la Juventud
Católica de Linares.
Como joven seglar de tan querida Asociación de
fieles, que tantos frutos sazonados ha proporcionado
a la Iglesia, se abrazó con fuerza a su lema:
“piedad, estudio y acción”. Quedó así marcada ya
para siempre su vida de cristiano, desde aquellos
primeros años de su infancia y adolescencia.
En Linares transcurre prácticamente su vida entera,
salvo los pocos meses en que es llamado a filas.
Con sólo 17 años fue movilizado al frente de
guerra en la contienda civil de 1936-39. Estuvo
también fuera de Linares en los años del servicio
militar, en que ya comienzan los primeros síntomas
de su larga y dolorosa cruz.
En Linares, finalmente, vive los muchos años de
su enfermedad, paralítico y ciego, hasta que le llega
la muerte. Él escribió de sí mismo: «De profesión,
paralítico». Supo caminar en su inmovilidad,
sin embargo, con el brío de sus ansias apostólicas
y, cuando más se iba deshaciendo su cuerpo, más
se fortalecía su espíritu y su cercanía a Dios por la
oración contemplativa, sencilla y continua.
4. ¡Todo un cristiano!
No es mi intención ahora escribir, ni siquiera a
grandes trazos, las líneas de su biografía. Todos
podéis tener acceso a ello por otros medios. Pero
sí que debo subrayar su perfil espiritual. No es
otra cosa lo que la Iglesia desea cuando otorga a
un cristiano el título de «Venerable», declarando
la vida y virtudes heroicas de un Siervo de Dios, o
cuando le concede el título de Beato o de Santo
para que pueda recibir culto público. Presentar
su vida como ejemplo a seguir por los demás.
Ejemplo a seguir tenemos, pues, en “Lolo”.
En su perfil espiritual sobresalen principalmente
las siguientes características:
a) La oración, su profunda piedad, su sencilla
y continua comunicación con Dios.
Prueba de ello es su intensa devoción eucarística,
hasta el punto que podemos decir que ése es precisamente
el gran secreto y la clave para entender
su vida. La Eucaristía es renovación del Misterio
Pascual: Cristo muerto y resucitado. Y en la Eucaristía
encontraba Manuel Lozano la fortaleza para
llevar la cruz de sus años de dolor y de sufrimiento.
¡Qué bellos son los escritos de “Lolo” hablando
de la Eucaristía! ¡Qué lirismo tan profundo y
místico derrama en sus escritos hablando con
Cristo crucificado o en coloquio con el Padre!
«Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente... Mi sed
es de Ti ¿por qué has de darte siempre con cuentagotas?
¡Dame más, Señor! ¡Lléname como aljibe,
y casi enseguida, me dejas vacío, para que yo goce
además el júbilo de sentir cómo te viertes!» [1].
En esta primera nota de su identidad espiritual
hay que recordar la ternura y confianza con que
trata a la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, la
Virgen Santa María. Destacamos el rezo recogido
y suplicante del rosario de cada día, siempre colgado
en su sillón de ruedas y los encendidos «piropos
» en la letanía con que concluye el primero
de sus libros llamándola una y otra vez «Reina de
las horas gemelas... Dama de honor de los inútiles...
Madre sin canastilla... Desierto con fuentes y
rumores... Cascabel que late...» [2].
b) La inmensa confianza en Dios aceptando,
con alegría y como un regalo, todo lo que
venga de su mano.
«De Dios, dime primero que es Padre; y luego, ya
lo que quieras» [3]. Esta aceptación de la cruz del
dolor de su enfermedad, de su parálisis, de su ceguera
es de tal calibre que llega a escribir así:
“¡Que mi Vía crucis sea también redentor!” [4]
c) La íntima unión que hace en toda su vida
del dolor y la alegría.
En el Decreto de Santa Sede, por el que se declaraba
la heroicidad de su vida y virtudes, como lema
de todo el texto del mismo se dice al comienzo:
«Vuestra alegría no os la quitaría nadie» (Jn. 16, 22).
Sobresale en la vida de Manuel Lozano la alegría
en toda la trayectoria de su vida: en los años de salud
y en los años de la enfermedad; alegría permanente,
alegría contagiosa. Él llega a identificar cristianismo
y alegría. Cuando piensa en su muerte la
describe con tal luminosidad que se despide de la
tierra convocando a todos a volver a encontrarnos
en la «Alegría». No en vano, enfermo y peregrino
en Lourdes, ofreció a la Virgen la alegría, la bendita
alegría... Una alegría nacida desde la fe y por eso
no podía arrancársela del corazón nada ni nadie: ni
el dolor, ni la cárcel, ni las demás dificultades por
las que atravesó en su vida.
d) Su afán apostólico, evangelizador y misionero.
Este afán que desplegó intensamente en sus años
de joven, lo mantuvo igualmente vivo durante sus
años de enfermo. Pero, si alguien de todos los
que se acercaban a “Lolo” podían sentirse preferidos,
ésos eran los jóvenes. «Llevar almas de joven
a Cristo, inyectar en sus pechos la fe» (Himno de
la JACE). El celo evangelizador en “Lolo” no tiene
fronteras. Para evangelizar usa los todavía entonces
casi rudimentarios medios de comunicación:
la radio, la prensa...
Él, de tal manera pone sus cualidades al servicio
de la fe, que su indomable vocación de periodista
no la doblegará su terrible y prolongada enfermedad;
al contrario, son los años más fecundos de
su pluma: nueve libros y cientos de artículos de
prensa. Con esa vocación de escritor y periodista,
que él sentía como llamada el servicio del Evangelio,
escribe el «Decálogo del periodista», y este
afán apostólico le impulsa a crear la obra pía «Sinaí
»: grupos de oración por la prensa católica.
Ser escritor y periodista era su vocación desde su
adolescencia.
Sus vehementes deseos de conocer e imitar a
Cristo los expresa él así, en sus escritos, recordando
sus años jóvenes: «El ideal es cuajar en el interior
una noble y divina figura, vivir con transparencia,
ensancharse en el amor a los hombres» [5].
Quiero en estas circunstancias ante la próxima
Beatificación de Manuel Lozano Garrido tener
una mirada y una oración por los jóvenes. A él encomiendo,
de modo especialísimo la juventud de
la Diócesis. A ellos, como a todos los hombres y
mujeres, se ofrece el Evangelio como camino de
vida, de alegría, de felicidad. En “Lolo” podemos
ver un joven que supo vivir esos caminos, y que
hizo de la alegría su señal y su vivencia. El Evangelio
vivido desde la fe, es la única causa de felicidad
plena. Recorren este camino los valientes de
corazón limpio y generoso. Los que viven con ilusión
y sin descanso.
En sus años de joven, sano y fuerte, es catequista
en los barrios. Es amigo de los presos. Es animador
de la sana alegría de los campamentos juveniles.
Es «micrófono de Cristo» en las visitas a los
pueblos para propagar la incipiente Acción Católica.
Es hijo fiel de la Iglesia a la que ama con pasión.
Muestra de ello son sus escritos en los años
del Concilio Vaticano II, cuyas enseñanzas siguió
con veneración ilusionada día a día. Es también
consejero prudente en el silencio de sus incontables
horas de enfermo ciego y paralítico.
5. “Lolo” nos sonríe desde el Cielo
Quiero invitar a todos los diocesanos de Jaén, y
de un modo especial a los linarenses, a celebrar y
participar en los diversos actos que se programan
para difundir más y más la figura de este joven seglar
que llega a los altares.
De un modo especial, por los trazos más sobresalientes
que se ven en su vida, dirijo la mirada a los
jóvenes, a los periodistas y escritores, a los movimientos
de apostolado seglar pues “Lolo” es un
seglar, fruto maduro de la Acción Católica. También
a las cofradías, de las que Manuel Lozano
tanto escribió en la prensa; a las instituciones eucarísticas
y marianas; a los enfermos y a los profesionales
de la sanidad; a los monasterios de
clausura, en los que Manuel Lozano tan confiadamente
se apoyaba.
Una palabra especial para los sacerdotes, en este
Año Sacerdotal. Manuel Lozano nunca pensó ser
sacerdote; ¡pero qué veneración y amor les tenía!
Lo manifestó, a las claras, en «la oración por los sacerdotes
». Invito de corazón a todo el Clero de la
Diócesis, para que participe activamente en esta
alegría diocesana de la Beatificación de Manuel Lozano
Garrido. Que encontremos en los libros y en
la vida de “Lolo” una cantera abundante e ilusionada
para nuestro apostolado. Están religiosos y religiosas
y los seminaristas. Reitero mis palabras de
gratitud y de invitación muy especial para sus familiares
y amigos; asociación Manuel Lozano Garrido,
y a la Comisión Diocesana constituida para la preparación
de tan deseado acontecimiento.
6. ¡Damos gracias a Dios!
No me extiendo más en dibujar los rasgos de la figura
de Manuel Lozano Garrido. Pero sí deseo invitaros
a todos a dar gracias a Dios por el regalo,
que ha hecho a la Iglesia de Jaén, por su vida y
virtudes; por su temple apostólico; por la obra escrita
de este “varón de dolores” que contagia alegría
y amor a quien se acerca a él.
Recordarles, finalmente, que la última visita que
hizo el Venerable Manuel Lozano al salir de Linares,
para volver ya enfermo, fue subir al Santuario
de la Virgen de Linarejos. Ese fue su deseo y así lo
cumplió. Después, ya paralítico, descansaba del
rigor del verano de Linares, junto al santuario de
la Virgen de Tíscar. De esta devoción escribe páginas
bellísimas.
A la Virgen María, Madre de Dios, causa de nuestra
alegría, salud de los enfermos, con los títulos
de Linarejos y de Tíscar y tantos otros que recibe
en el Santo Reino de Jaén, encomendamos estas
fechas próximas y gozosas. Que Ella interceda por
nosotros y alcance de su Hijo Jesucristo frutos
abundantes por la celebración de los actos de Beatificación
de Manuel Lozano Garrido «Lolo», en
esta Pascua del 2010.
Con mi saludo y bendición.
† RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ. OBISPO DE JAÉN
“Llegar a ser santo es la tarea
de todo cristiano, más aún,
podríamos decir, de todo hombre”.
Queridos hermanos y hermanas:
En esta solemnidad de Todos los Santos, nuestro
corazón, superando los confines del tiempo y
del espacio, se ensancha con las dimensiones
del cielo. En los inicios del cristianismo, a los
miembros de la Iglesia también se les solía llamar
“los santos”. Por ejemplo, san Pablo, en la
primera carta a los Corintios, se dirige “a los santificados
en Cristo Jesús, llamados a ser santos,
con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre
de Jesucristo, Señor nuestro” (1 Co 1, 2).
En efecto, el cristiano ya es santo, pues el bautismo
lo une a Jesús y a su misterio pascual,
pero al mismo tiempo debe llegar a serlo, conformándose
a él cada vez más íntimamente. A
veces se piensa que la santidad es un privilegio
reservado a unos pocos elegidos. En realidad,
llegar a ser santo es la tarea de todo cristiano,
más aún, podríamos decir, de todo hombre.
El apóstol san Pablo escribe que Dios desde
siempre nos ha bendecido y nos ha elegido en
Cristo “para ser santos e inmaculados en su presencia,
en el amor” (Ef 1, 4). Por tanto, todos los
seres humanos están llamados a la santidad
que, en última instancia, consiste en vivir como
hijos de Dios, en la “semejanza” a él según la
cual han sido creados.
Todos los seres humanos son hijos de Dios, y
todos deben llegar a ser lo que son, a través del
camino exigente de la libertad. Dios invita a todos
a formar parte de su pueblo santo. El “camino”
es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie
puede llegar al Padre sino por él (cf. Jn 14, 6).
La Iglesia ha establecido sabiamente que a la
fiesta de Todos los Santos suceda inmediatamente
la conmemoración de Todos los Fieles
Difuntos. A nuestra oración de alabanza a Dios
y de veneración a los espíritus bienaventurados,
que nos presenta hoy la liturgia como “una muchedumbre
inmensa, que nadie podría contar,
de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas”
(Ap 7, 9), se une la oración de sufragio por quienes
nos han precedido en el paso de este mundo
a la vida eterna. Mañana les dedicaremos a
ellos de manera especial nuestra oración y por
ellos celebraremos el sacrificio eucarístico. En
verdad, cada día la Iglesia nos invita a rezar por
ellos, ofreciendo también los sufrimientos y los
esfuerzos diarios para que, completamente pu-
[1] MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas
nunca saben la hora, p. 274
[2] MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón de
ruedas, cap. XXVII
[3] MANUEL LOZANO GARRIDO, Bien venido,
amor, nº 71
[4] MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos
los días, p. 32.
[5] MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas
nunca saben la hora, p. 23
rificados, sean admitidos a gozar para siempre
de la luz y la paz del Señor.
En el centro de la asamblea de los santos resplandece
la Virgen María, “la más humilde y excelsa
de las criaturas” (Dante, Paraíso, XXXIII, 2).
Al darle la mano, nos sentimos animados a caminar
con mayor impulso por el camino de la
santidad. A ella le encomendamos hoy nuestro
compromiso diario y le pedimos también por
nuestros queridos difuntos, con la profunda esperanza
de volvernos a encontrar un día todos
juntos en la comunión gloriosa de los santos.
BENEDICTO XVI
Solemnidad de Todos los Santos - Ángelus
Plaza de San Pedro
Jueves 1 de noviembre de 2007
Podemos pensar que la santidad está reservada para algunos, para aquellos fieles muy devotos,
muy celosos, muy buenos. No. La santidad -¡presten atención!- ¡es una propuesta para
todos!, ¡grandes y pequeños; hombres y mujeres; a todos se propone como posible! ¡Más todavía,
como un deber! La santidad, lo decimos con alegría y estupor, la santidad es para todos.
PABLO VI
16-III-1966
La AC debe ser escuela de santidad siguiendo el ejemplo de tantos hombres y mujeres, jóvenes
y niños que en el programa oración, acción y sacrificio, encontraron el camino de su fidelidad
generosa y hasta heroica.
PABLO VI
25-IV-1977
El objetivo de la santidad se propone no sólo a las personas que hacen opción por la vida
consagrada, sino también a todos los fieles, en cuanto que han recibido el don de ser regenerados
en Cristo. En el mundo de los laicos católicos este objetivo debe convertirse en preocupación
constante para quienes, como vosotros, miembros
de la Acción Católica, hacen una opción de calidad, para
vivir la vida del hombre en todas sus dimensiones,
volviendo a dar a la fe y al espíritu, el primado
que les corresponde según la perspectiva del
Evangelio, y que la sociedad de hoy, con
su mentalidad difusa y sus estructuras,
tiende a ignorar.
JUAN PABLO II
Discurso a la V Asamblea de
la ACI. 9-XII-1983
En vuestra misión de humildes
servidores de la unidad
del Pueblo de Dios, dejaos inspirar
constantemente por los
ejemplos y enseñanzas de los
santos y beatos que se formaron
en el ámbito de vuestra
Asociación.
JUAN PABLO II
Audiencia a la III Asamblea
del FIAC. 4-XII-2000
En Christifideles Laici podemos leer: «La vocación
a la santidad hunde sus raíces en el
Bautismo y se pone de nuevo ante nuestros
ojos en los demás sacramentos, principalmente
en la Eucaristía. Revestidos de Jesucristo y saciados
por su Espíritu, los cristianos son “santos”, y
por eso quedan capacitados y comprometidos a
manifestar la santidad de su ser en la santidad de
todo su obrar» [16]. La llamada que se nos hace a
la santidad debemos entenderla como el desarrollo
de nuestra vocación bautismal, pues el Sacramento
del Bautismo es el punto de partida, ya
que nos capacita a configurarnos con Jesucristo.
En la oración de crismación del Bautismo, se recitan
estas palabras: «Dios todopoderoso, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del
pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu
Santo, os consagre con el crisma de la salvación
para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis
para siempre miembros de Cristo sacerdote,
profeta y rey».
En la antigüedad, cuando un rey iniciaba su mandato,
era ungido con aceite para indicar así su dignidad;
en Israel también eran ungidos los profetas
y los sacerdotes que recibían una misión [Ex 30, 30;
1 Sam 10, 1; 1 Cró 11, 3; Sal 20, 7; Is 45; Za 4, 14]. Los cristianos
y cristianas son ungidos en el Bautismo
para expresar su dignidad como tales, y la misión
que se les confía de continuar la obra de Jesús.
Por el Bautismo se les convoca a vivir la identidad
o vocación cristiana con vistas a su misión: ser signo
e instrumento de salvación para el mundo.
Por el Bautismo somos hechos hijos e hijas de
Dios, miembros de Cristo, y de su cuerpo que es
la Iglesia; somos consagrados como templos del
Espíritu Santo y participamos de la misma misión
de Jesucristo. Por el crisma recibido participamos
de la triple función de Cristo, sacerdotal, profética
y real, lo que subraya la condición eclesial, la
pertenencia a la Iglesia [Cf. LG 31].
De este triple ministerio sacerdotal, profético y
real, cuya interrelación podemos simbolizar con
la imagen de un triángulo, surge la identidad cristiana.
Esta identidad se concreta en tres áreas: formación,
acción y celebración, siendo discípulos,
apóstoles y santos, en un dinamismo que es recogido
en Christifideles Laici: «La vida según el Espíritu,
cuyo fruto es la santificación [cf. Rm 6, 22; Ga 5,
22], suscita y exige de todos y de cada uno de los
La Iglesia recuerda continuamente a los
bautizados las palabras del Señor: “Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto” (Mat. 5, 48).
A esta meta están destinados todos los
cristianos. Nos lo recuerda de un modo
especial el Concilio Vaticano II, en el capítulo
5º del documento dedicado a “LA
IGLESIA”. El capítulo se titula: “La vocación
universal a la santidad”.
Hay una fiesta en el año, que tiene un
sentido precioso: es del día de todos los
santos. San Pablo en sus cartas, cuando
saludaba a los destinatarios les decía: “Saludo
a los SANTOS que viven en la Iglesia
de Roma... de Corinto...”. Porque incluso
los que vivimos en la tierra, si nos esforzamos
en vivir de acuerdo con la voluntad
de Dios, en nosotros está la gracia “santificante”,
la gracia que nos hace santos.
Ese día de “todos los santos” recordamos también
a tántos y tántos hombres y mujeres que ya
han llegado al cielo y participan de la vida de
Dios, aunque no conozcamos sus nombres o aunque
su vida -cercana a nosotros- pasara de un
modo sencillo y casi anónimo. “Esta es la voluntad
de Dios, vuestra santificación” (Ef. 1,4).
La santidad podría definirse de un modo sencillo
como el seguimiento de Jesucristo. Este seguimiento,
de tal modo debe estar por encima de
todo, que el mismo Señor dice: “Si alguno ama a
su padre o a su madre más que a Mí no es digno
de Mí” (Mat. 10, 37).
Este amor “preferencial” a Dios sobre todas las
cosas puede llevar incluso a dar la vida por Dios. La Santidad
LA ACCIÓN CATÓLICA, “ESCUELA DE SANTIDAD”
“Vosotros, pues, sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48)
La Acción Católica nace
y vive para la evangelización; otro
empeño permanente de la Acción
Católica es la formación de
cristianos, capaces de evangelizar. Y
por tanto la Acción Católica impulsa
la vocación universal a la santidad
y la promueve por diversos medios.
bautizados el seguimiento y la imitación de Jesucristo,
en la recepción de sus Bienaventuranzas,
en el escuchar y meditar la Palabra de Dios, en la
participación consciente y activa en la vida litúrgica
y sacramental de la Iglesia, en la oración individual,
familiar y comunitaria, en el hambre y sed de
justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento
del amor en todas las circunstancias de la vida y
en el servicio a los hermanos, especialmente si se
trata de los más pequeños, de los pobres y de los
que sufren«» [16].
Así pues, la identidad cristiana se vive:
􀁺 Santificándose en el mundo desde la vivencia
y celebración de la fe, de una manera especial
por la oración comunitaria y personal, y por la
celebración comunitaria de los sacramentos:
Dimensión sacerdotal - CELEBRAR - Santo - CELEBRACIÓN.
􀁺 Profundizando en la Buena Nueva de Jesucristo,
estando como discípulo a los pies del Maestro,
escuchando sus enseñanzas: Dimensión profética
- CREER - Discípulo - FORMACIÓN.
􀁺 Viviendo la fe de forma comprometida, mediante
el ejercicio del servicio, de la entrega y
la caridad personal y estructural, en los ambientes
donde se está presente: Dimensión
real - VIVIR - Apóstol - ACCIÓN.
Un instrumento que ayuda a desarrollar la vocación
bautismal, y por lo tanto a vivir la identidad
cristiana atendiendo a los tres “lados” de ese triángulo,
es la Acción Católica. Como podemos leer en
Apostolicam actuositatem la primera Nota de identidad
de la Acción Católica es la eclesialidad: «El fin
inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico
de la Iglesia, es decir la evangelización y santificación
de los hombres y la formación cristiana de
sus conciencias de tal manera que puedan imbuir
del espíritu del Evangelio las diversas comunidades
y los diversos ambientes» [20 a].
Este fin general de la Iglesia está claramente especificado
en los tres objetivos esenciales de la Iglesia:
evangelizar, santificar [Mt. 28, 18-20]
y, formar cristianamente las conciencias,
consiguiendo cristianos
maduros y conscientes, evangelizadores,
misioneros y militantes,
para llevar el Evangelio a todos los
ambientes. Dicho de otro modo,
es propagar el reino y extenderlo
a todos las personas ordenando el
universo entero en Cristo.
La Acción Católica, pues, no tiene
un fin propio, sino que hace
suyo el triple objetivo de la Iglesia,
en cualquier campo, en cualquier
ambiente y también en el
ámbito de la comunidad. La Acción
Católica nace y vive para la
evangelización; otro empeño
permanente de la Acción Católica
es la formación de cristianos,
capaces de evangelizar. Y por
tanto la Acción Católica impulsa la vocación universal
a la santidad y la promueve por diversos
medios: los sacramentos y la oración, la acción y
la formación, la escucha de la Palabra y la revisión
de vida; anima a todos los laicos en el seguimiento
de Jesucristo, concreta así la llamada universal
y común a la santidad sin diferencia de grado [LG
39]; orienta asimismo la coherencia y unidad entre
lo que se cree-vive-celebra; y por último acompaña
la fidelidad de los laicos a Jesucristo en los diversos
ámbitos y tareas de la vida pública en que
están presentes activamente [LG 41]. De esta forma
la Acción Católica ayuda a los laicos a llevar en el
mundo una «vida según el Espíritu» [Rm 6, 22; Gal 5,
22] cuyo fruto es la santificación [ChL 16] y cuya expresión
es su inserción y participación en la vida
pública [LG 40; ChL 17; CVP 60-61].
La Acción Católica es por tanto una verdadera ESCUELA
DE SANTIDAD, como lo atestiguan los frutos
que de ella han ido surgiendo a lo largo de su
historia, tanto instituciones y organizaciones eclesiales
(Cáritas, Manos Unidas, Centros Católicos
de Cultura Popular, Cursillos de Cristiandad, Comunión
y Liberación, Focolares...), como de laicos,
personas consagradas y curas, que ya son
Santos, Beatos y Venerables, o en proceso de Beatificación
(Manuel Lozano Garrido “Lolo”, Pedro
Poveda, Vicente Vilar David, Mª Teresa Ferragut
Roig, Juan Gonga Martínez, Francisco Castelló
Aleu, Mª del Carmen Viel Ferrando, Guillermo Rovirosa,
Ismael de Tomelloso...) que encarnan estas
palabras de Christifideles Laici con las que finalizamos:
«Ante la mirada iluminada por la fe se descubre
un grandioso panorama: el de tantos y tantos
fieles laicos -a menudo inadvertidos o incluso
incomprendidos; desconocidos por los grandes
de la tierra, pero mirados con amor por el Padre-,
hombres y mujeres que, precisamente en la vida y
actividades de cada jornada, son los obreros incansables
que trabajan en la viña del Señor; son
los humildes y grandes artífices -por la potencia
de la gracia de Dios, ciertamente- del crecimiento
del Reino de Dios en la historia» [17].
«¿Acaso no es posible también hoy para vosotros,
muchachos, para vosotros, jóvenes y adultos,
hacer de vuestra vida un testimonio de comunión
con el Señor, que se transforme en una auténtica obra
maestra de santidad? ¿No es precisamente esta la finalidad de
vuestra asociación? Ciertamente, esto será posible si la Acción
Católica sigue manteniéndose fiel a sus profundas raíces de fe,
alimentadas por una adhesión plena a la palabra de Dios, por
un amor incondicional a la Iglesia, por una participación vigilante
en la vida civil y por un constante compromiso formativo.
Responded generosamente a esta llamada a la santidad, según
las formas más características de vuestra condición laical... Esta
amplia dimensión eclesial, que identifica vuestro carisma asociativo,
no es signo de una identidad incierta o superada; más
bien, atribuye una gran responsabilidad a vuestra vocación laical:
iluminados y sostenidos por la acción del Espíritu Santo y
arraigados constantemente en el camino de la Iglesia, se os estimula
a buscar con valentía síntesis siempre nuevas entre el
anuncio de la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo
y la promoción del bien integral de la persona y de toda la familia
humana».
Benedicto XVI. Palabras dirigidas a la Acción Católica
en el 140 aniversario de su Fundación, 15 de mayo de 2008.

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Lecturas Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo A
Domingo 27 de Marzo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (17,3-7):

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»
Clamó Moisés al Señor y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
Respondió el Señor a Moisés. «Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,1-2.5-8):

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (4,5-42):

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Palabra del Señor
Jesús, la Samaritana y el Agua Viva



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Hay mujeres –ellas, siempre ellas y sólo ellas– en algunas regiones de la India que tienen que recorrer decenas de kilómetros para ir a buscar el agua que necesitan sus familias. Ellas nos podrían explicar perfectamente lo que el evangelio de este domingo nos quiere transmitir, lo que significa de verdad el “agua viva” de que habla Jesús.

Para muchos de nosotros el agua es un recurso abundante y barato. Se abre el grifo y ya está: todo el agua que se quiere. Más de la que se necesita. Es raro que experimentemos la sed de verdad, la que puede sentir un náufrago, todo rodeado de agua salada. Ese también nos podría explicar muy bien que hay agua que no quita la sed sino que la multiplica. Porque no todas las aguas valen para quitar la sed.

El agua que nace de una fuente en la montaña, el agua que vieron brotar de la peña los israelitas en el monte Horeb, es agua de vida, es agua que garantiza la vida, es agua que devuelve la esperanza y cura las enfermedades. El agua del pantano, quieta, sucia, ponzoñosa es agua que nos recuerda a la muerte. En ella con un poco de tiempo todas las cosas se disuelven y se pierden, dejan de existir.



Un alto en el camino

En este camino de Cuaresma, la liturgia nos presenta a Jesús haciendo un alto en el camino. Pero el autor del evangelio de Juan no da puntada sin hilo. Para empezar Jesús está haciendo con sus discípulos ese largo camino de Galilea a Jerusalén. Todo es cuesta arriba. De los verdes y feraces llanos de Galilea a las montañas de Judea en cuyo centro está prácticamente Jerusalén. El camino es duro y cuesta arriba.

Además, hay que atravesar una tierra dominada por un pueblo que es peor que extranjero. El pueblo samaritano es un pueblo hereje. Han mezclado las creencias judías con las de otros pueblos. No son puros. Un buen judío debe evitar cualquier tipo de contacto con ellos. Quizá por eso la parábola del buen samaritano debió resultar más escandalosa todavía a los oídos de los judíos bienpensantes.

Allí está Jesús parado al lado de un pozo. Aparece una mujer y le pide que saque agua para él. Una primera sorpresa: un judío hablando con una samaritana. Segunda sorpresa: Es Jesús el que le ofrece de beber a la samaritana un agua diferente, una agua que quita la sed para siempre, una agua que libera del cansino y duro trabajo de acercarse al pozo todos los días.

El diálogo pasa en seguida del agua material que calma la sed física a ese otro agua que da la vida. Aquella mujer no era tonta y se da cuenta de que está frente a un conflicto religioso. ¿Dónde está el Dios verdadero, en este monte o en Jerusalén? Pero Jesús plantea las cosas de otro modo. La cuestión no está en encontrar el monte (o la iglesia) adecuado sino en adorar al Padre en espíritu y en verdad. A partir de ese momento, se abre un horizonte nuevo. El agua que da la vida ha abierto una perspectiva que va más allá de los sacrificios, de las liturgias, de las normas, de los cánones.



Orientaciones para nuestro camino

A Dios se le adora en espíritu y en verdad. Al Padre se le adora en la vida diaria, en la relación con los hermanos, en el trabajo para hacer de este mundo un lugar habitable, en el respeto al otro y a su dignidad de hijo de Dios. El Mesías no realiza su salvación a través de un milagro turbativo que nos lleve a la corte celestial donde podamos cantar para siempre las aleluyas del Señor sino que nos devuelve a la tierra, a la vida para que adoremos al Padre en espíritu y en verdad.

La samaritana aprendió que adorar al Padre en espíritu y en verdad está por encima de las fronteras, de las razas, de las tradiciones. Aprendió también que lo del “agua viva” no era cuestión de tener un cubo más grande sino de aprestar el corazón a abrirse al hermano para compartir lo que Dios nos ha regalado: la gracia de la salvación, el amor que ha sido derramado en nuestros corazones. Pero, ¿tiene vida el amor que no se comparte, que no se expande, que no salta por encima de las divisiones? A ver si vamos a confundir el amor con el narcisismo o con “sentirme bien”.

Los israelitas, peregrinos en el desierto, encontraron en el agua del Horeb la fuerza necesaria para seguir caminando, para seguir siendo un pueblo, para juntos mantener la esperanza de llegar a la tierra prometida. Nosotros encontramos en Jesús el agua viva que nos mantiene unidos, que nos reúne en la esperanza y que multiplica el amor entre nosotros y con todos los hombres y mujeres de este mundo. Porque todos son hijos de Dios. Porque todos son hermanos nuestros.

Ejercicios Espirituales 2010
Martes, 12 de Mayo de 2009 16:19


“Sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas de desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: ‘sin mí no podéis hacer nada’ (Jn 15,5).

La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas.

El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, del que procede el auténtico desarrollo, no es resultado de nuestro esfuerzo sino un don”


Benedicto XVI [Caritas in veritate, 78-79]

Lecturas Domingo 27 de Marzo del 2011, Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo A - Ciudad Redonda

Lecturas Domingo 27 de Marzo del 2011, Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo A - Ciudad Redonda

Manuel Lozano Garrido... "Lolo"

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Las dos banderas | tengo sed de Ti

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sábado, 26 de marzo de 2011

A LA CARTA 2.0

A LA CARTA 2.0

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal
Cuaresma. Tercer domingo

EL SENTIDO DE LA MORTIFICACIóN

— Para seguir de verdad a Cristo es necesario llevar una vida mortificada y estar cerca de la Cruz. Quien rehúye el sacrificio, se aleja de la santidad.

— Con la mortificación nos elevamos hasta el Señor. Perder el miedo al sacrificio.

— Otros motivos de la mortificación.

I. Si todos los actos de la vida de Cristo son redentores, la salvación del género humano culmina en la Cruz, hacia la que Cristo encamina toda su vida en la tierra: Tengo que recibir un bautismo, y ¡cómo me siento urgido hasta que se cumpla!1, dirá a sus discípulos camino de Jerusalén. Les revela las ansias incontenibles de dar su vida por nosotros, y nos da ejemplo de su amor a la Voluntad del Padre muriendo en la Cruz. Y es en la Cruz donde el alma alcanza la plenitud de la identificación con Cristo. Ese es el sentido más profundo que tienen los actos de mortificación y penitencia.

Para ser discípulo del Señor es preciso seguir su consejo: el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame2. No es posible seguir al Señor sin la Cruz. Las palabras de Jesús tienen vigencia en todos los tiempos, ya que fueron dirigidas a todos los hombres pues el que no toma su cruz y me sigue –nos dice a cada uno– no puede ser mi discípulo3. Tomar la cruz –la aceptación del dolor y de las contrariedades que Dios permite para nuestra purificación, el cumplimiento costoso de los propios deberes, la mortificación cristiana asumida voluntariamente– es condición indispensable para seguir al Maestro.

«¿Qué sería un Evangelio, un cristianismo sin Cruz, sin dolor, sin el sacrificio del dolor? –se preguntaba Pablo VI–. Sería un Evangelio, un Cristianismo sin Redención, sin Salvación, de la cual –debemos reconocerlo aquí con sinceridad despiadada– tenemos necesidad absoluta. El Señor nos ha salvado con la Cruz; con su muerte nos ha vuelto a dar la esperanza, el derecho a la Vida...»4. Sería un cristianismo desvirtuado que no serviría para alcanzar el Cielo, pues «el mundo no puede salvarse sino con la Cruz de Cristo»5.

Unida al Señor, la mortificación voluntaria y las mortificaciones pasivas adquieren su más hondo sentido. No son algo dirigido primariamente a la propia perfección, o una manera de sobrellevar con paciencia las contrariedades de esta vida, sino participación en el misterio de la Redención.

La mortificación puede parecer a algunos locura o necedad, residuo de otras épocas que no engarzan bien con los adelantos y el nivel cultural de nuestro tiempo. También puede ser signo de contradicción o piedra de escándalo para aquellos que viven olvidados de Dios. Pero todo esto no debe sorprender: ya San Pablo escribía que la Cruz era escándalo para los judíos, locura para los gentiles6 y en la medida en que los mismos cristianos pierden el sentido sobrenatural de sus vidas se resisten a entender que a Cristo solo le podemos seguir a través de una vida de sacrificio, cerca de la Cruz. «Si no eres mortificado nunca serás alma de oración»7. Y Santa Teresa señala: «Creer que (el Señor) admite a Su amistad a gente regalada y sin trabajos es disparate»8.

Los mismos Apóstoles que siguen a Cristo cuando es aclamado por multitudes, aunque le amaban profundamente e incluso estaban dispuestos a dar su vida por Él, no le siguen hasta el Calvario, pues aún –por no haber recibido al Espíritu Santo– eran débiles. Existe un largo camino entre ir en pos de Cristo cuando este seguimiento no exige mucho, y el identificarse plenamente con Él, a través de las tribulaciones, pequeñas y grandes, de una vida mortificada.

El cristiano que va por la vida rehuyendo sistemáticamente el sacrificio, que se rebela ante el dolor, se aleja también de la santidad y de la felicidad, que está muy cerca de la Cruz, muy cerca de Cristo Redentor.

II. El Señor pide a cada cristiano que le siga de cerca, y para esto es necesario acompañarle hasta el Calvario. Nunca deberíamos olvidar estas palabras: el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí9. Mucho antes de padecer en la Cruz, ya Jesús hablaba a sus seguidores de que habrían de cargar con ella.

Hay en la mortificación una paradoja, un misterio, que solo puede comprenderse cuando hay amor: detrás de la aparente muerte está la Vida; y el que con egoísmo trata de conservar la vida para sí, la pierde: el que quiera salvar su vida la perderá: y el que la pierda por mí la hallará10. Para dar frutos, amando a Dios, ayudando de una manera efectiva a los demás, es necesario el sacrificio. No hay cosecha sin sementera: si el grano de trigo no muere al caer en la tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto11. Para ser sobrenaturalmente eficaces debe uno morir a sí mismo mediante la continua mortificación, olvidándose por completo de su comodidad y de su egoísmo. «—¿No quieres ser grano de trigo, morir por la mortificación, y dar espigas bien granadas? —¡Que Jesús bendiga tu trigal!»12.

Debemos perder el miedo al sacrificio, a la voluntaria mortificación, pues la Cruz la quiere para nosotros un Padre que nos ama y sabe bien lo que más nos conviene. Él quiere siempre lo mejor para nosotros: Venid a mí los que estáis fatigados y cargados, nos dice, que yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es suave, y mi carga, ligera13. Junto a Cristo, las tribulaciones y penas no oprimen, no pesan, y por el contrario disponen al alma para la oración, para ver a Dios en los sucesos de la vida.

Con la mortificación nos elevamos hasta el Señor; sin ella quedamos a ras de tierra. Con el sacrificio voluntario, con el dolor ofrecido y llevado con paciencia y amor nos unimos firmemente al Señor. «Como si dijera: todos los que ardáis atormentados, afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados y apetitos, salid de ellos, viniendo a mí, y yo os recrearé, y hallaréis para vuestras almas el descanso que os quitan vuestros apetitos»14.

III. Para decidirnos a vivir con generosidad la mortificación, interesa comprender bien las razones que le dan sentido. A algunos les puede costar ser más mortificados porque no han entendido o descubierto ese sentido. Son varios los motivos que impulsan al cristiano hacia la mortificación. El primero es el que hemos considerado anteriormente: desear identificarse con el Señor y seguirle en su afán de redimir en la Cruz, ofreciéndose a Sí mismo en sacrificio al Padre. Nuestra mortificación tiene así los mismos fines de la Pasión de Cristo y de la Santa Misa, y se traduce en una unión cada vez más plena a la Voluntad del Padre.

Pero la mortificación es también medio para progresar en las virtudes. El sacerdote, en el diálogo que precede al Prefacio de la Misa, alza sus manos al cielo mientras dice: —Levantemos el corazón, y se oye al pueblo fiel: —¡Lo tenemos levantado hacia el Señor! Nuestro corazón debe estar permanentemente dirigido hacia Dios. El corazón del cristiano debe estar lleno de amor, con la esperanza siempre puesta en su Señor. Para eso es preciso que no esté atrapado y prisionero de las cosas de la tierra, que vaya quedando más purificado. Y esto no es posible sin la penitencia, sin la continua mortificación, que es «medio para ir adelante»15. Sin ella, el alma queda sujeta por las mil cosas en que tienden a desparramarse los sentidos: apegamientos, impurezas, aburguesamiento, deseos de inmoderada comodidad... La mortificación nos libera de muchos lazos y nos capacita para amar.

La mortificación es medio indispensable para hacer apostolado, extendiendo el Reino de Cristo: «La acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio»16. Muy equivocados andaríamos si quisiéramos atraer a otros hacia Dios sin apoyar esa acción con una oración intensa, y si esa oración no fuese reforzada con la mortificación gustosamente ofrecida. Por eso se ha dicho, de mil modos diferentes, que la vida interior, manifestada especialmente en la oración y la mortificación, es el alma de todo apostolado17.

No olvidemos, por último, que la mortificación sirve también como reparación por nuestras faltas pasadas, hayan sido pequeñas o grandes. De ahí que en muchas ocasiones le pidamos al Señor que nos ayude a enmendar la vida pasada: «emendationem vitae, spatium verae paenitentiae... tribuat nobis omnipotens et misericors Dominus»: Que el Señor omnipotente y misericordioso nos conceda la enmienda de nuestra vida y un tiempo de verdadera penitencia18. De este modo, por la mortificación, hasta las mismas faltas pasadas se convierten en fuente de nueva vida. «Entierra con la penitencia, en el hoyo profundo que abra tu humildad, tus negligencias, ofensas y pecados. —Así entierra el labrador, al pie del árbol que los produjo, frutos podridos, ramillas secas y hojas caducas. —Y lo que era estéril, mejor, lo que era perjudicial, contribuye eficazmente a una nueva fecundidad.

»Aprende a sacar, de las caídas, impulso: de la muerte, vida»19.

Le pedimos al Señor que sepamos aprovechar nuestra vida, a partir de ahora, del mejor de los modos: «Cuando recuerdes tu vida pasada, pasada sin pena ni gloria, considera cuánto tiempo has perdido y cómo lo puedes recuperar: con penitencia y con mayor entrega»20. Y, cuando algo nos cueste, vendrá a nuestra mente alguno de estos pensamientos que nos mueva a la mortificación generosa: «¿Motivos para la penitencia?: Desagravio, reparación, petición, hacimiento de gracias: medio para ir adelante...: por ti, por mí, por los demás, por tu familia, por tu país, por la Iglesia... Y mil motivos más»21.

1 Cfr. Lc 12, 50. — 2 Mt 16, 24. — 3 Lc 14, 27. — 4 Pablo VI, Alocución, 24-III-1967. — 5 San León Magno, Sermón 51. — 6 1 Cor 1, 23. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 172. — 8 Santa Teresa, Camino de perfección, 18, 2. — 9 Mt 10, 38. — 10 Mt 16, 24 ss. — 11 Jn 12, 24-25. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 199. — 13 Mt 11, 28-30. — 14 San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, 1, 7, 4. — 15 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 232. — 16 Ibídem, n. 81. — 17 Cfr. J. B. Chautard, El alma de todo apostolado, Ed. Palabra, 5ª ed., Madrid 1978 — 18 Misal Romano, fórmula de intención de la Misa. — 19 San Josemaría Escrivá, loc. cit., n. 211. — 20 ídem, Surco n. 996. — 21 ídem, Camino, n. 232.

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Música clásica online, Radio Clásica de RNE – RTVE.es A la Carta

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Concierto de Música Sacra en la Catedral el próximo domingo 19 de octubre

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viernes, 25 de marzo de 2011

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El día del señor - Iglesia de San Esteban - RTVE.es

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ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 1. CLARETIANOS 2003

En el prefacio de la misa de hoy leemos esto: Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió su mensaje a la tierra y la Virgen creyó el anuncio del ángel: que Cristo, encarnado en su seno por obra del Espíritu Santo, iba a hacerse hombre por salvar a los hombres. Sí, ya sé que es un texto muy denso, pero resume bien el sentido de la solemnidad de hoy, a nueve meses de la Navidad. Aquí aparecen todos los personajes que encontraremos en las lecturas de hoy:

Dios Padre, que envía su mensaje a la tierra, o –por decirlo con las palabras del profeta Isaías- que nos envía una señal. Es el Dios cuya voluntad quiere cumplir Cristo al llegar a este mundo. Así se expresa en la carta a los hebreos y en el salmo 39: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.

Cristo, que es el Enmanuel (Isaías) y se llamará Jesús, Hijo del Altísimo, Hijo de Dios (Lucas), el mismo ue, al llegar a este mundo, dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.

El Espíritu Santo, que hace germinar a Jesús en el seno de María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

María, en quien, según la fe de la Iglesia se ha cumplido la profecía de Isaías: La Virgen está encinta y da a luz un hijo. Es esta virgen la que –según el relato de Lucas- estaba desposada con José y, al recibir de Dios la vocación de ser madre de Jesús, respondió: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

El ángel Gabriel, que actúa como mensajero de Dios y que comunica a María las noticias más hermosas que jamás se han anunciado: El Señor está contigo; concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo; la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

La solemnidad de hoy aparece, pues, como el primer tiempo de la sinfonía de la encarnación. Este primer tiempo lleva un título: “La anunciación del Señor”. Y una indicación respecto del tempo: “Al llegar la plenitud de los tiempos”. Y, por supuesto, una detallada explicación de la partitura que ejecuta cada uno de los intérpretes.

Sobran las palabras. Llega el momento de dejarse invadir por la música y de aplaudir con todas las fibras de nuestro ser.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)
14 DICIEMBRE


SAN JUAN DE LA CRUZ
(+ 1591)


En medio de la Moraña avilesa se encuentra Fontiveros. Está en el centro de un triángulo histórico que forman Avila, Arévalo y Madrigal. Allí nació Juan de Yepes en el año de 1542. Sus padres, Gonzalo y Catalina, eran unos pobres pañeros del lugar. La vida fue difícil para él desde el comienzo. El padre murió pronto, y la viuda hubo de pasar estrecheces enormes para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Luis murió también de pocos años. Y el éxodo de la familia se impuso inevitable para buscar alguna solución. Catalina pidió ayuda a los parientes de su difunto esposo por tierras toledanas. Después se estableció en Arévalo, donde siguió trabajando en su antiguo oficio. Mas tarde se trasladó a Medina del Campo.

Medina está también en la llanada de Castilla. Tierra dura y sufrida. Apta para el soñar, para la poesía, para el vuelo místico... Pero Medina era entonces el centro comercial de Castilla. Ferias y mercados, artesanía y movimiento. Allí Juan ensayará numerosos oficios manuales, que no le gustan, aunque no sea inútil para los mismos. Pero su afición serán los estudios. Su madre le envía al colegio de la Doctrina que hay en Medina, como en casi todas las ciudades castellanas. Y entra de acólito en las agustinas de la Magdalena. Asi tuvo ocasión de conocerle don Alonso Alvarez de Toledo, que le ofrece una colocación en el hospital de la Concepción y costearle los estudios para que sea sacerdote. En 1551 han fundado en Medina un colegio los padres de la Compañía. En él estudiará Humanidades, bajo la dirección de Juan Bonifacio, S.J. el más cé'ebre de los humanistas de la todavía entonces joven institución.

Para los estudios Juan resulta muy 'agudo", y su espiritu de trabajo es admirable. Pero todo aquel esfuerzo no va a terminar en la clericatura esperada por su protector, don Alonso, y por su buena madre. Juan se siente llamado a la vida religiosa. Y escoge la Orden del Carmen, la Orden de María, donde pide el hábito en 1563. Se llamará en adelante Juan de Santa María.

Dado su talento y su virtud, fue pronto destinado al colegio de San Andrés, que la Orden tiene en Salamanca junto a la famosa Universidad. De 1564 al 1567 estudiará en ella Artes, y en el curso siguiente (1567-68) está matriculado en Teología.

Salamanca vive entonces en todo su esplendor magisterial: Mancio, Guevara, Gallo, Crajal, Luis de León.... entre otros. Fray Juan fue en su colegio "prefecto de estudiantes", que indica su aprovechamiento y la estima que le acompaña entre los demás.

Fue en 1567 cuando se ordena de misa, y viene a Medina para celebrar la primera junto a su pobre madre y su hermano Francisco. Y es entonces cuando tiene lugar un encuentro providencial e inesperado. En Medina acaba de fundar su segundo "palomarcito de la Virgen" la madre Teresa. Tiene, además, 'patentes" del general de la Orden para fundar dos monasterios de frailes reformados. Y se ha puesto al habla con fray Antonio de Heredia, prior de los carmelitas de Medina. El está decidido a comenzar. Y por él viene en conocimiento de fray Juan. Porque fray Juan desea pasar a la Cartuja, hambriento de penitencia y soledad. Fue allí, en las casas de Blas de Medina (en ellas habita de momento la madre), donde tiene lugar la entrevista, trascendental para siempre en la historia de la espiritualidad. La madre Teresa convence a fray Juan para que se una a la reforma de los frailes, para que salve el espíritu del Carmelo, amenazado por los hombres y los tiempos; esa empresa espiritual que ella lleva adelante por encargo del cielo. Aquel día, en la recreación de las mojitas, la madre ha comentado alborozada: "¡Ya tengo fraile y medio para empezar!"... El medio fraile era una alusión a la pequeña estatura de fray Juan.

Después de su curso de Teología en Salamanca, todo se precipita ya. Estamos en 1568. Va con la madre a la fundación de monjas en Valladolid, para luego instalarse en Duruelo, a finales del año. Duruelo es una alquería en tierras de Avila que han regalado a la madre Teresa, perdida entre encinares y campos de trigo. Allí se inaugura la vida descalza entre los carmelitas. Fue el 28 de noviembre de aquel año. Durante año y medio Juan (desde ahora de la Cruz) vivirá su ilusión más pura hecha realidad en aquel rincón, único en el mundo. Austeridad, alegría, silencio... Los alcores, los espinos de las veredas, los caminos blancos entre tierras pardas, la fuente, la casita que recuerda al portal de Belén... Todo es "música callada", es "soledad sonora". Todo es paz...

Pero dura poco: año y medio no más. En seguida la expansión de la reforma carmelita le arrastra en su trajín. Fue algo inevitable. Y que proporcionó al Santo contemplativo una serie de sufrimientos y trabajos que hicieron honor a su apellido monacal.

Mancera, Pastrana, el colegio de estudios de Alcalá, reclaman en poco tiempo la presencia del fraile de Fontiveros. El da comienzo a todas esas casas de formación, pues en la obra teresiana él es providencialmente el que va sembrando en ellas el ideal de perfección carmelita que lleva en el alma, y que en parte recibió de Santa Teresa.

Desde 1572 a 1577 fray Juan es confesor de la Encarnación de Avila. El visitador apostólico, Pedro Fernández, O. P., ha llevado de priora a aquel monasterio importante de monjas carmelitas a la madre Teresa, y ésta consigue del visitador que ponga allí confesores descalzos que la ayuden a tonificar aquel monasterio. En una casita próxima al convento pasará nuestro Santo, junto con un compañero, casi cinco años confesando, dirigiendo religiosas y gentes de Avila. Fue un campo de experiencias espléndido. Sobre todo, porque durante largas temporadas la primera penitente y dirigida es la madre priora, Santa Teresa de Jesús. Allí va madurando el alma y el magisterio del futuro doctor. El germen de muchas de sus doctrinas y de sus obras allí se ha incubado. Frente a los muros roqueros de Avila, en esa tierra alta y celtíbera que desafía de siglos los soles y los vientos...

Pero la obra teresiana es una obra de Dios, y, por tanto, ha de ser una obra sellada por la cruz. La persecución por parte de los padres calzados tenía que estallar. Y fue a caer sobre los representantes más destacados de la reforma, como es natural. Ya en 1576 fue sacado violentamente fray Juan de su casita de la Encarnación. Pero le devuelve a ella una orden del nuncio. En la noche del 2 de diciembre de 1577 fue apresado definitivamente. En seguida es llevado al convento carmelita de Toledo. Fueron nueve meses de durísima prisión. Su historia se ha recordado infinidad de veces. No hace falta repetirla. Las costumbres de la época explican los detalles externos. Pero aquellos nueve meses tienen una historia interna, que ha querido trazar la providencia de Dios. Son meses de cruz, de Getsemani, de noche... Pero son de una fecundidad maravillosa. El alma del santico de fray Juan madura allí bajo los soles abrasados de las gracias divinas. Y aquella vida llameante se traduce en versos, en planes de escritos, en experiencia gustosa y sabia de la obra de Dios en las almas que a Él se entregan. Mediado agosto de 1578 logra escapar de su cárcel. Fue un gesto dramático, en que intervienen Dios y la audacia y confianza de fray Juan. Pero de la prisión toledana él lleva consigo, grabados en el alma, sus poemas y su firmeza diamantina, que tendrá que utilizar en lo que le quede de vida, siempre orientada hacia Dios.

Porque hasta su muerte la vida de fray Juan será en el fondo ya la misma. Por una parte, dentro de la reforma, estará siempre comisionado en tareas de formación y dirección de frailes y monjas. En seguida recorreremos todos esos encargos que tuvo. Por otra, ocupará puestos de gobierno en un plano secundario siempre, ya que los primeros títulos los detentarán Gracián y Doria, cuyos nombres y actuación llenan dolorosamente los lustros iniciales de la reforma teresiana. Juan no ha recibido del cielo la misión de la lucha externa en primer lugar. Él sera el hombre escondido que mantiene la brasa pura y que en las contiendas de familia pone la nota de elevación y de equilibrio, que faltó tantas veces a los demás. La misma Santa, tan penetrante e intuitiva, se ha dado perfecta cuenta de ese papel que correspondía a su ''senequita . Para la empresa exterior cuenta apenas con él. Pero para la obra secreta y misteriosa de la formación espiritual de sus hijas tiene plena confianza en su padre Juan, en aquel "santico de fray Juan", cuyos ''huesecilcos harán milagros", "hombre celestial y divino. . ., (que ) no he hallado en toda Castilla otro como él, ni que tanto fervore en el camino del cielo..." Y no es que la pslcologla sobrenatural de la madre coincida en todo con la de Fray Juan. No, son en parte distintas. Pero se saben respetar y completar a su manera. Lo que seguramente no llegó a conocer Santa Teresa en toda su hondura fue la riqueza doctrinal de aquella alma y que su Influencia iba a ser, a lo largo de los siglos, de una trascendencia sin comparación posible en la espiritualidad cristiana universal. Al menos no tenemos indicio de una tal visión profética teresiana. A pesar de las luces naturales y sobrenaturales de que estuvo egregiamente dotada, el abismo que tenía que medir ¡era tan grande!

Desde Toledo fray Juan de la Cruz fue enviado de superior al convento del Calvario, en la serranía de Jaén. Tuvieron los descalzos una especie de capítulo en Almodóvar del Campo, al que asiste nuestro Santo. Y allí fue nombrado para aquella soledad de Sierra Morena. Fueron meses felices, de paz recogida y callada, de oración y cultivo de almas selectas, de contemplación y éxtasis. Reviven los dias de Duruelo otra vez. Desde el Calvario atiende a las carmelitas de Beas de Segura. Va con frecuencia a confesarlas, a proporcionarles sus primeros escritos espirituales, que se van perfilando ante aquellas almas deseosas y espléndidas. Entre ellas está por priora Ana de Jesús, que quedará de por vida tan vinculada a los avatares sanjuanistas. ¡Magnifico campo de experiencias para el santo doctor!

El 13 de junio de 1579 partía para Baeza a fundar allí un colegio de estudios para sus frailes. Baeza es la principal Universidad de Andalucia, surgida al calor del espiritu de Juan de Avila. Y la casa de los descalzos carmelitas encuentra allí acogimiento cordial y fervoroso.

Como rector de Baeza, asiste el Santo al capítulo de separación de la reforma que ha lugar en Alcalá a primeros de marzo de 1581. Allí fue elegido tercer definidor, continuando a la vez su rectorado en Baeza. En seguida será trasladado de prior al convento de los Mártires. en Granada, donde permanecerá hasta finales de 1588. Fueron estos años fecundos, en su tarea de escritor sobre todo. Aquel lugar incomparable era a propósito para hacer producir a su pluma hecha llama. El paisaje de la sierra y de la vega, la luz, el aire, el perfume, la música enredada en el viento..., todo le sirvió para terminar de poner colorido y armonía a sus poemas y para redactar serenamente después sus comentarios.

Ya durante este periodo de su vida los viajes se fueron multiplicando cada vez más. Viajes a Caravaca, a Avila para ultimar con la madre Teresa la fundación de monjas de Granada, viajes a los capítulos, que se suceden. En el de 1585 de Pastrana fue nombrado vicario provincial de Andalucia. Tuvo como consecuencia que aumentar sus actividades externas. Todo ello violentaria, sin duda, sus aspiraciones más profundas, pero la cruz de Cristo era el apellido que sellaba su vida. En 1586, fundación de descalzos en Cordoba; traslado de casa de las descalzas de Sevilla, reunión del definitorio en Madrid y fundación en la Corte de las descalzas con Ana de Jesús al frente de las mismas, fundación de descalzos en Mancha Real, preparación de la de Bujalance, etc., etc. Caminos, ventas, quebraderos de cabeza... En el capitulo de Valladolid de 1587 cesa de vicario provincial y vuelve a ser prior de Granada. Fue otro breve espacio de tiempo que pudo gozar de aquel retiro. Pudo así continuar sus quehaceres de director de almas y sus actividades literarias, siempre interrumpidas. Pero no duró mucho su quietud granadina.

En 1588 tenía lugar en Madrid el capitulo general para poner en vigor un breve de Sixto V, por el cual se organizaba de manera nueva y especial la reforma del Carmen. Era obra del padre Doria, vicario de la misma, que aquí fue electo vicario general, ya casi independiente del general de la Orden. Seis consiliarios le ayudarían en el gobierno. Y uno de ellos fue San Juan de la Cruz. Para residencia permanente del vicario general y sus consiliarios se escogió el convento de Segovia. Allí residirá casi tres años nuestro Santo, que fue, además, nombrado prior de la casa de Segovia, ya que el vicario por sus viajes inherentes al cargo estaba mucho ausente.

Tres años en la paz de Segovia. Para despachar asuntos como consiliario, para consolidar aquella fundación, para dirigir almas (Ias carmelitas, sacerdotes, seglares), para contemplar..., en aquella soledad de junto al Eresma, frente a las torres y los muros de la vieja ciudad. Noches estrelladas de Castilla, murmullo apagado de sus campos inmensos, rumor de las aguas hondas del río..., mientras en las cuevas naturales de la huerta conventual fray Juan vive intensa su vida interior, hecha de "nadas" y de unión con el "Todo".

Un día la imagen doliente de Jesús le ha preguntado que qué quería en recompensa de su amor puro y exclusivo, y Juan de la Cruz ha respondido generosamente: "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos", Su oración iba a ser oída abundosamente.

En 1591 el capítulo le deja sin oficio y le arrincona como a "un trapo viejo de cocina". Fray Juan ha llegado a ser persona poco grata para el padre Nicolás Doria. Y es que nuestro Santo es la misma sencillez y sinceridad. Sabe obedecer fidelisimamente como el que más, pero sabe decir su parecer con toda llaneza cuando lléga el caso. En varios procedimientos de la marcha de la consulta no ha estado de acuerdo... Ahora hay un choque fuerte entre las monjas y los frailes a causa de la manera de organizar el gobierno de aquellas. Se sospecha que Juan está de parte de las mismas. Y se le elimina con toda facilidad y sangre fría. Es más, oficiosamente se comienza un proceso contra él, que, según la intención del que lo ejecutaba, debería terminar con la expulsión del Santo de la Orden.

Fray Juan pidió retirarse al conventito de La Peñuela, en la serranía de Jaén. Entretanto se aclaraba o no si marchaba a las Indias, para las que se había ofrecido a ir, quitándose así del medio para no ser estorbo. Pero para ese largo viaje ya no hubo lugar.

En La Peñuela vive unos cortos meses. Debió de llegar en julio de 1591. De nuevo, la soledad, el silencio, la oración recoleta y sabrosa. Por fuera... Ia reforma padece, agitada por los procedimientos del padre Doria y sus incondicionales. En los conventos teresianos andaluces el proceso contra el santito de fray Juan se realiza turbando a las almas. Él ora, y sufre, y calla... "... De lo que a mí me toca, hija, no le dé pena, que ninguna a mi me da." "Hija mía: Ya sabrá los muchos trabajos que padecemos. Dios lo permite para gloria de sus escogidos. En silencio y esperanza será nuestra fortaleza." "... Y me hallo muy bien, gloria al Señor, y estoy bueno, que la anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo, aunque el alma muy pobre anda." "Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así las mañanas; otro día los trillaremos: es lindo manosear estas criaturas mudas, mejor que no ser manoseados de las vivas..." "Mañana me voy a Ubeda a curar de unas calenturillas, que, como ha más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan, paréceme habré menester de ayuda de medicina. pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien." Este último párrafo es de 21 de septiembre. Pocos días quedaban para la eternidad...

Ha escogido el convento de Ubeda porque en el de Baeza es más conocido y estimado. En el camino, ¡un penoso caminar enfermo!, le acompaña un lego. Y un episodio sencillo nos da esa nota humana que duerme siempre escondida en el alma de los santos. Su inapetencia le hace tener antojo de unos espárragos. No es tiempo de ellos. Pero, providencialmente, los encuentran los viajeros, como respuesta celestial a la humilde debilidad del frailecito

En Ubeda, unos dias largos, de más de dos meses, para acabar de consumarse la unión en la cruz. Una erisipela en una pierna, que poco a poco fue intoxicando todo el cuerpo. La septicemia se fue apoderando de todo él y manifestándose en tumores cada vez más impresionantes. La medicación y la cirugía se emplearon sin reparos, según lo exigía la altura de los tiempos. El prior de !a casa le trató con frialdad e inconsideración. Todo fue sufrimiento. "¡Me estoy consumiendo en dolores!" ''¡Más paciencia, más amor y mas dolor!", exclamará otras veces. Así hasta el 13 de diciembre. Esa noche agonizó santamente, dulcemente... Al filo de la media noche, desde ''el estercolero del desprecio", se fue a cantar los maitines al cielo, como él mismo repitió ese día antes de morir. Llovía copiosamente por las calles de la ciudad moruna, donde apenas era conocido el santo del Carmelo. Sin embargo, pronto se llenó el convento de gentes que querían venerar su cadáver. Y el prior mandó abrir todas las puertas para que todos le pudieran ver. Y abiertas quedaron para siempre. Y la ínterminable procesión de sus devotos, de sus discípulos, de sus admiradores, sigue acercándose a sus reliquias; reliquias de su vida y de su pluma, reliquias vivas de su eterna lección.

Recordemos brevemente sus obras literarias. Ellas le valieron en 1926 el titulo de doctor de la iglesia. (Había sido canonizado en 1726.)

Las obras mayores están provocadas por varios poemas, maravillosos poemas, que le han colocado en la cumbre del lirismo en general: poesía pura, simbólica y ardiente, cuyo misterio permanece inexplicable a pesar de su sencillez humana y de los antecedentes literarios, bíblicos y extrabíblicos que se la quieran encontrar.

Las obras que en prosa interpretan a aquellos poemas son bien conocidas: Subida del Monte Carmelo, Noche oscura del alma (estas dos forman parte de un todo, que quedó, en definitiva, sin terminar), Cantico espiritual y Llama de amor viva. A lo largo de aquellas el itinerario que el alma recorre es claro y certero. Negación y purificación de sus desórdenes bajo todos los aspectos. "Nada. nada, nada... Ni eso ni esotro..." Para entregarce al Señor a través de los actos de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que van cristificando más al alma y apretando así la mistica union. Unión en que el Dios-amor se apodera más y más del alma, que queda en Dios perdida, endiosada en su Dios.

Otros cuantos poemas, unos pocos avisos: "dichos de luz y amor": un puñado de cartas..., nos quedan también como partículas benditas, caídas de su mesa. Todo ello, riquísimo y sublime. Todo ello ha servido de manjar desde hace tres siglos a los espíritus mejores. Su gloria y magisterio se acrecen con el tiempo cada día más.

Juan de la Cruz es el doctor místico por antonomasia de la Iglesia, el representante principal de su mística en el mundo, la figura más egregia de la cultura hispana y una de las principales de la cultura universal.

BALDOMERO JIMÉNEZ DUQUE



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Juan de la Cruz, San

Autor: Archidiócesis de Madrid

Doctor de la Iglesia

Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.

Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos; Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las manualidades y muestra afición al estudio.

Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo.

Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.

En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo "palomarcico", como le gustaba de llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba con "fraile y medio" haciendo con gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.

Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.

La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita" para referirse a su ciencia, "santico de fray Juan" al hablar de su santidad, previendo que "sus huesecicos harán milagros".

No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo por el tragaluz.

En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.

Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.

Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos".

En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.

Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.

Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.

Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el "estercolero del desprecio". Llovía.

Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.

Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas

Un fraile de cuerpo entero.

Hoy, Señor, me presento ante ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.

Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.

Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente, como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.

Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mí.

¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?

En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor.
Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.

Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.

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Petición de Favores al Beato Manuel Lozano
Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso
de tu Amor a tu siervo Manuel para que
él, sumergido en el dolor, desde su sillón
de ruedas, lo proyectase a los hermanos
con su testimonio y escritos.
Concédenos que le sepamos imitar en su
aceptación dócil y esperanza ilusionada,
cuando el sufrimiento llame a la puerta
de nuestra vida, y en su generosidad
plena y ardor apostólico, cuando
tratemos de darnos a los demás;
Dígnate glorificar a tu siervo Manuel y
concédeme por su intercesión el favor
que te pido... Amén.
Comunicar favores al Postulador de la causa
de canonización “Beato Manuel Lozano”
Email: asociacion@amigosdelolo.com
c/ Viriato 27, 3º. 23700 Linares (Jaén, España)
www.amigosdelolo.com

Beato Manuel Lozano Garrido, Beato Lolo

Beato Manuel Lozano Garrido, Beato Lolo





Juan de Yepes y Álvarez (24.6.1542 – 14.12.1591), santo. Nació pobre y eligió ser pobre. En 1563 ingresó en la Orden de los Carmelitas, estudió en la famosa Universidad de Salamanca y en 1563 recibió la ordenación sacerdotal.

En estrecha colaboración con Santa Teresa de Jesús, se consagró a la reforma de su Orden y a la formación de sus religios@s. Por encargo de Santa Teresa, fundó en 1568 en Duruelo (Valladolid) la primera casa de la rama masculina de los Carmelitas Descalzos. De diciembre de 1577 hasta agosto de 1578, por malentendidos entre hermanos y por su firme fidelidad a ideales y personas, padeció cárcel. Allí justamente comenzó a escribir los poemas místicos que le han hecho famoso. Dedicado de lleno al gobierno y a la formación de sus herman@s descalz@s, encontró en su magisterio oral y en sus escritos ocasionales la forma más alta de expresión de sus experiencias.

Murió en Ubeda (Jaén) a los 49 años de edad. Fue beatificado en 1675 y canonizado en 1726. Bajo el pontificado de Pío XI fue declarado doctor de la Iglesia (1926).

Por el origen y por la función de clave y núcleo de su pensamiento, la lírica y no la prosa ocupa el primer puesto en la obra principal de este místico. El punto de partida lo constituyen los poemas de forma lírica: Romances, La fonte, Cántico espiritual, En una noche oscura, Llama de amor viva, etc.

Los primeros fueron escritos por Juan de la Cruz durante su estancia en la prisión; Otro grupo de glosas a lo divino data de 1584. Posteriormente, a petición de laic@s y religios@s, escribió tratados y declaraciones que comentataban algunos de de estos poemas. La subida del Monte Carmelo (1578-1583), (obra incompleta) y la Noche oscura del alma (1583-1585) comentan de manera complementaria el poema En una noche oscura. Los otros dos tratados llevan el título tradicional del fragmento lírico interpretado (Cántico espiritual y Llama de amor viva) y fueron escritos entre 1580 y 1584.


La primera impresión de sus obras se efectuó sorprendentemente tarde, en 1618.
Escribió comentarios a sus poemas por razones pastorales. Sin embargo, Juan de la Cruz pensaba que su lírica podía y debía actuar por sí misma.

“Por haberse, dice en el Prólogo de su Cántico espiritual, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz general [...]; y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor (los poemas) es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan) no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle” (Cántico, prólogo 2).

Le parece incluso que el lenguaje simbólico es más apropiado que la prosa de inspiración teológica para trasmitir todo el alcance y la riqueza humana del espíritu de amor, ya en sí mismo tan fecundo. Los comentarios son ante todo obras mistagógicas, compuestas para personas que buscan una forma de vida interior. Juan de la Cruz estaba especialmente cualificado para ser maestro de mística. Su propio tesoro de experiencias espirituales podía fundamentarlo con sólidos conocimientos teológicos. Y nos lo propone para provocar en nosotros la reviviscencia o el reverdecer de la propia gracia:

“También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos […] otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu servicio y amor,” (Dichos, prólogo 1)

Los tres poemas mayores giran en torno al tema del anhelo de amor místico figurado y escenificado en un marco de idilios pastoriles. Está radicalmente inspirados en el uso alegórico del Cantar de los Cantares y poetizados en formas de la corriente y atmósfera garcilasiana. Este vivo deseo por satisfacer las ansias del apasionado amor místico es la pauta para interpretar la vida cristiana y espiritual como vida teologal. Esos tres poemas bastaron para hacer de Juan de la Cruz un clásico de la literatura española.

Así como los poemas líricos se completan entre sí armónicamente, así lo hacen también los cuatro tratados. Contienen en sí todo un sistema de teología mística. Desarrollan una doctrina en cuyo centro se halla el camino de la unión con Dios por Cristo. Este camino se explica como un proceso de purificación de todo lo humano (sentido y espíritu; entendimiento, memoria y voluntad) mediante el ejercicio activo y el influjo pasivo de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Así, la Subida del Monte Carmelo trata de la purificación activa o educación teologal del hombre; mientras que el tema principal de La noche oscura es la purificación pasiva e iluminación por medio de la contemplación amorosa. Con el símbolo de la “noche” no se alude solo a la oscuridad del pecado o de la duda y la ausencia y silencio de Dios, sino al estado del alma puesta por Dios en contemplación después de superar los apegos de la voluntad y de renunciar a las imágenes y a las mociones de la mente en el camino de unión con Dios. Los otros dos tratados hablan de la unión de amor con Cristo y su consecuente transformación. Pone él mismo este símil: Así como la madera, cuando arde con el fuego, se trasforma en ardor y luz, así también el alma purificada y “vacía” es elevada en la “unión” a “vida de Dios en Dios” y en el fuego llameante del Espíritu (Llama de amor viva) se diviniza por medio del amor sustancial. El matrimonio espiritual, culmen del camino de unión como se dice en el Cántico, “consiste en una transformación total del alma en el Amado”. El Dios Trino y Uno se glorifica en el alma, y ésta goza, en la unión, de un reflejo de la Divinidad.

En las temperaturas bajo cero de la noche oscura y en las altas esferas de fuego de la Llama de amor viva, san Juan de la Cruz ha observado la acción de Dios en la vida del hombre. Historia de amor y de deseo apasionado que lleva a ambos a buscarse y fundirse. Bajo los símbolos nupciales se interpreta toda la historia de salvación y todo el camino del hombre hacia Dios como camino y aventura de amor.

Gabriel Castro, ocd



ROMANCES DE LA ESPERANZA

La larga historia de la esperanza del Antiguo Testamento la canta y recrea el himno
“Rorate coeli desuper: Cielos lloved, vuestra justicia”.

Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les afligía;
por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.

Unos decían: -¡Oh si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: -¡Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía!
Otros: -¡Oh si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes, de lo alto,
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra,
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
Otros decían: -¡Oh dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
...

En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
dejalle ver este día.
Y así, el Espíritu Santo
al buen viejo respondía;
-Que le daba su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viese
que de arriba descendía.
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos
y consigo abrazaría.

....

Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa,
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
"Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había
En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía".

"Mi voluntad es la tuya
-el Hijo le respondía-,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;

Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago
a ti te la volvería".

...

Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenia sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recibía;
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.



ORACIÓN DE ALMA ENAMORADA

El gran canto de esperanza es esta “Oración de alma enamorada” llena de pobreza y alegre confianza en que no se tardará si yo espero
¡Señor Dios, amado mío!
si todavía te acuerdas de mis pecados
para no hacer lo que te ando pidiendo,
haz en ellos, Dios mío, tu voluntad,
que es lo que yo más quiero,
y ejercita tu bondad y misericordia
y serás conocido en ellos.
Y si es que esperas a mis obras
para por ese medio concederme mi ruego,
dámelas tú y óbramelas,
y las penas que tú quisieras aceptar,
y hágase.
Y si a las obras mías no esperas,
¿qué esperas, clementísimo Señor mío?;
¿por qué te tardas?
Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido,
toma mi cornadillo , pues le quieres,
y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos
si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre,
engendrado y criado en bajezas,
si no le levantas tú, Señor,
con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo,
en que me diste todo lo que quiero.
Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas,
pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?

Cipecar - ACOMPAÑAMIENTO - Testigos. Lectura espiritual - Centro de iniciativas de pastoral de espiritualidad

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ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 03-25

ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR 03-25
II. Oramos con la Palabra
VERBO ENCARNADO del Dios eterno, doblo mi rodilla ante la grandeza de tu amor, que te ha llevado a pedir a María un lugar en su seno para asumir nuestra naturaleza. ¡Aquí está la esclava, aquí el siervo del Señor, hágase en mí según tu Palabra!

Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.

III. Compartimos la Palabra
•Dios mismo os dará una señal
La liturgia, haciendo un paréntesis en este tiempo fuerte de cuaresma, nos presenta la solemnidad de la Anunciación del Señor, que tiene lecturas propias. Encaja de maravilla, porque nos hace reflexionar y celebrar el inicio de la historia de salvación, que culmina en la celebración de la Pascua.

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, el Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Es la “señal” que rehúsa pedir el rey Acaz, porque en realidad no se fía de su Dios, y por eso busca y pide ayuda humana. “La virgen está encinta y da a luz un hijo”. Se trata de una maternidad prodigiosa, prefigurada en otras que relata el Antiguo Testamento, pero sublime cual ninguna.

El Evangelio de Lucas nos inicia en el misterio: La fuerza del Altísimo hará fecundo el seno virginal de María. Su fe, su fiat, es para todos una lección, un estímulo: desde nuestra pobreza y disponibilidad, digamos con el salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

•Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad
El pueblo de Israel se reconocía pecador, en deuda con su Dios; por eso ofrecía víctimas y ofrendas, que en realidad no tenían valor purificador definitivo. Pero llega el Hijo, Dios de Dios, que estaba junto al Padre, y asume nuestra condición humana; se ofrece en sacrificio cumpliendo la voluntad de Dios. Y por esa oblación del cuerpo de Cristo hecha una vez para siempre, somos salvados y santificados. Es lo que celebramos hoy: la Encarnación del Verbo de Dios, que hace posible su ofrenda, su inmolación en la Cruz.

•Hágase en mi según tu Palabra
María dijo SI, y el Emmanuel se hizo presente en nuestra historia. La disponibilidad, la aceptación, el amor incondicional de la Mujer, hicieron posible la maravilla de la nueva creación pajo el soplo, la fuerza del Espíritu Santo.

Al asumir Jesucristo nuestra naturaleza, valoró todo lo humano, que tiene en sí mismo un valor, aunque no definitivo y absoluto (esto nos compromete también a nosotros). Pero nos revela una realidad fundamental: que Dios es el Padre de todos, que nos acepta como hijos en su Hijo, y con Él, nos hace herederos de su gloria.

Es el don que recibimos; y que nuestra fe en la Encarnación nos mueve a vivir en la alabanza a Dios y en una intercesión continua para que todos los hombres reciban la Buena Noticia y vivan con amor sostenidos por la esperanza.

Que la Santísima Virgen del SI nos abra a la acción del Espíritu Santo, que nos configura con Cristo para gloria del Padre.

MM. Dominicas Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad

Orden de Predicadores

Orden de Predicadores
Lecturas Anunciación del Señor
Viernes 25 de Marzo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 39,7-8a.8b-9.10.11

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor
Palabra diaria
La Anunciación del Señor
Lucas 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo


SAN JUAN DE LA CRUZ Y LA LIBERACIÓN DEL HOMBRE ENCADENADO Daniel de Pablo Maroto, Carmelita Descalzo de “La Santa” - Ávila.
El día 14 de diciembre celebramos el aniversario de la muerte de san Juan de la Cruz en Úbeda (Jaén). Murió al amanecer de ese día, sábado de 1591, cuando Fray Juan había cumplido 49 años. Murió -como decía él- de “unas calenturillas”, en realidad, de una erisipela en el empeine del pie derecho que se fue extendiendo por la pierna. Recordando aquel acontecimiento, aprovecho para proponer una de las más hondas, pero sencillas lecciones, de su magisterio: el camino que conduce al hombre desde su innata o conquistada libertad en las sociedades modernas hasta la esclavitud y, al mismo tiempo, la senda del retorno a la libertad, reconquistada mediante el control ascético de los deseos y los instintos.
Tomemos como punto de partida de nuestra reflexión la conquista de las libertades en las sociedades modernas y bien organizadas. La libertad es un derecho objetivado, una condición natural que tiene el ser humano por el hecho de ser hombre/ mujer, es decir, ser racional, distinto de los otros vivientes y animales irracionales. Y lo que hace la sociedad evolucionada a través de sus instituciones de gobierno es reconocerlo, protegerlo en las Constituciones, en la Declaración universal de los derechos del hombre (1948), estableciendo los campos de acción, la manera de ejercerla y los límites de su ejercicio.
Eso es lo que distingue a las sociedades democráticas de las dictaduras y de los gobernantes tiranos. Tanto repugna a lo constitutivo del ser racional un gobierno tiránico, que los filósofos de Grecia y Roma, y los mismos teólogos y moralistas desde el Renacimiento en adelante, admitieron la licitud del tiranicidio en ciertos casos, no siempre con una sentencia unánime. Por eso mismo se puede concluir este discurso diciendo que no sólo estamos libres, sino que somos libres, al menos en teoría. Pero puede quedarse en un simple supuesto, una utopía, si del derecho pasamos a la historia real. El ejercicio de la libertad como derecho no ha existido siempre en la historia de la humanidad, no sólo porque los poderes constituidos la oprimen, la limitan o la eliminan, sino porque, en la vida real, el hombre es un ser encadenado a sus sueños utópicos, a sus instintos, a sus vicios y costumbres de los que se siente “dependiente”.
Y es aquí donde entra la propuesta doctrinal de san Juan de la Cruz. A la que aludo con una brevedad que traiciona necesariamente su pensamiento. Por lo menos espero que la idea abra el apetito de los lectores para seguir leyéndola en sus Obras completas.
Según el místico de Fontiveros, el hombre se encuentra en la vida ante dos caminos, uno que le conduce a la auténtica “libertad”, a sentirse libre de sí mismo y de cuanto le rodea, y otro a la “servidumbre”. ¡Con qué vigor utiliza el santo estos dos términos! Son de tal manera antitéticos, contrarios, que en tanto el hombre no supere la servidumbre de sus pasiones y apetencias o deseos desordenados no será de verdad libre, vivirá “encadenado” a sí mismo, a sus dependencias, a sus necesidades reales o supuestas. “Y todo el señorío y libertad del mundo -escribe- comparado con la libertad y señorío del espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y cautiverio”. “La servidumbre -sigue diciendo- ninguna parte puede tener con la libertad, la cual no puede morar en el corazón sujeto a quereres, porque éste es corazón de esclavo, sino en el libre, porque es corazón de hijo” (Subida del Monte Carmelo, I, 4, 6).
San Juan de la Cruz plantea el problema de la libertad y de la servidumbre reflexionando sobre el comportamiento del hombre en relación con los “apetitos”, o sea, los apegos a las cosas temporales, como las personas, los honores, los cargos, la hacienda, etc.; y veces hasta los mismos bienes espirituales, que pueden ser las prácticas religiosas, las devociones, los lugares sagrados, etc.
Los “apetitos” son las tendencias, los impulsos interiores del hombre que piden ser satisfechos. Si el objeto de la acción es éticamente malo, en un comportamiento moral e inteligente tiene que ser rechazado como inconveniente. Pero hay objetos de nuestras acciones que son éticamente buenos o indiferentes, pero por su capacidad de seducción, porque crean hábito o dependencia, pueden ser considerados como dañinos para la salud moral, mental o física. Se convierten en una “droga” en el sentido plenario de la palabra, aunque sean diferentes a las drogas de composición química. Encadenan al hombre a su consumo del que no es fácil liberarse. El ser humano se ha convertido en un esclavo de sí mismo y sus necesidades. El hombre se cree libre, pero está, de hecho, “encadenado”.
San Juan de la Cruz ha descrito esa situación penosa en que se encuentra el hombre, creyente a no, sujeto a esas pasiones, tendencias o deseos, y ha descrito los “daños” que causan a su físico, a su psique y a su espíritu. Algunos “apetitos” privan al hombre “del espíritu de Dios” (lo sentirán sólo los creyentes en él); pero otros los sufrirán todos los seres humanos en quienes han hecho su asiento. Dice Fray Juan de la Cruz que a la persona “la cansan, atormentan, oscurecen, ensucian y enflaquecen”. Ante este panorama humano, Juan de la Cruz propone el camino de la purificación, las “noches” del sentido y del espíritu para conseguir la libertad e evitar el encadenamiento. El que no ve que los vicios eliminan o disminuyen la libertad es que tiene la mente y el corazón “encadenados”. Aunque socialmente viva en democracia... para ir a votar o escribir artículos como éste.

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal

Meditación diaria de Hablar con Dios, Francisco Fernández Carvajal