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viernes, 25 de marzo de 2011






Juan de Yepes y Álvarez (24.6.1542 – 14.12.1591), santo. Nació pobre y eligió ser pobre. En 1563 ingresó en la Orden de los Carmelitas, estudió en la famosa Universidad de Salamanca y en 1563 recibió la ordenación sacerdotal.

En estrecha colaboración con Santa Teresa de Jesús, se consagró a la reforma de su Orden y a la formación de sus religios@s. Por encargo de Santa Teresa, fundó en 1568 en Duruelo (Valladolid) la primera casa de la rama masculina de los Carmelitas Descalzos. De diciembre de 1577 hasta agosto de 1578, por malentendidos entre hermanos y por su firme fidelidad a ideales y personas, padeció cárcel. Allí justamente comenzó a escribir los poemas místicos que le han hecho famoso. Dedicado de lleno al gobierno y a la formación de sus herman@s descalz@s, encontró en su magisterio oral y en sus escritos ocasionales la forma más alta de expresión de sus experiencias.

Murió en Ubeda (Jaén) a los 49 años de edad. Fue beatificado en 1675 y canonizado en 1726. Bajo el pontificado de Pío XI fue declarado doctor de la Iglesia (1926).

Por el origen y por la función de clave y núcleo de su pensamiento, la lírica y no la prosa ocupa el primer puesto en la obra principal de este místico. El punto de partida lo constituyen los poemas de forma lírica: Romances, La fonte, Cántico espiritual, En una noche oscura, Llama de amor viva, etc.

Los primeros fueron escritos por Juan de la Cruz durante su estancia en la prisión; Otro grupo de glosas a lo divino data de 1584. Posteriormente, a petición de laic@s y religios@s, escribió tratados y declaraciones que comentataban algunos de de estos poemas. La subida del Monte Carmelo (1578-1583), (obra incompleta) y la Noche oscura del alma (1583-1585) comentan de manera complementaria el poema En una noche oscura. Los otros dos tratados llevan el título tradicional del fragmento lírico interpretado (Cántico espiritual y Llama de amor viva) y fueron escritos entre 1580 y 1584.


La primera impresión de sus obras se efectuó sorprendentemente tarde, en 1618.
Escribió comentarios a sus poemas por razones pastorales. Sin embargo, Juan de la Cruz pensaba que su lírica podía y debía actuar por sí misma.

“Por haberse, dice en el Prólogo de su Cántico espiritual, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz general [...]; y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor (los poemas) es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan) no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle” (Cántico, prólogo 2).

Le parece incluso que el lenguaje simbólico es más apropiado que la prosa de inspiración teológica para trasmitir todo el alcance y la riqueza humana del espíritu de amor, ya en sí mismo tan fecundo. Los comentarios son ante todo obras mistagógicas, compuestas para personas que buscan una forma de vida interior. Juan de la Cruz estaba especialmente cualificado para ser maestro de mística. Su propio tesoro de experiencias espirituales podía fundamentarlo con sólidos conocimientos teológicos. Y nos lo propone para provocar en nosotros la reviviscencia o el reverdecer de la propia gracia:

“También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos […] otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu servicio y amor,” (Dichos, prólogo 1)

Los tres poemas mayores giran en torno al tema del anhelo de amor místico figurado y escenificado en un marco de idilios pastoriles. Está radicalmente inspirados en el uso alegórico del Cantar de los Cantares y poetizados en formas de la corriente y atmósfera garcilasiana. Este vivo deseo por satisfacer las ansias del apasionado amor místico es la pauta para interpretar la vida cristiana y espiritual como vida teologal. Esos tres poemas bastaron para hacer de Juan de la Cruz un clásico de la literatura española.

Así como los poemas líricos se completan entre sí armónicamente, así lo hacen también los cuatro tratados. Contienen en sí todo un sistema de teología mística. Desarrollan una doctrina en cuyo centro se halla el camino de la unión con Dios por Cristo. Este camino se explica como un proceso de purificación de todo lo humano (sentido y espíritu; entendimiento, memoria y voluntad) mediante el ejercicio activo y el influjo pasivo de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Así, la Subida del Monte Carmelo trata de la purificación activa o educación teologal del hombre; mientras que el tema principal de La noche oscura es la purificación pasiva e iluminación por medio de la contemplación amorosa. Con el símbolo de la “noche” no se alude solo a la oscuridad del pecado o de la duda y la ausencia y silencio de Dios, sino al estado del alma puesta por Dios en contemplación después de superar los apegos de la voluntad y de renunciar a las imágenes y a las mociones de la mente en el camino de unión con Dios. Los otros dos tratados hablan de la unión de amor con Cristo y su consecuente transformación. Pone él mismo este símil: Así como la madera, cuando arde con el fuego, se trasforma en ardor y luz, así también el alma purificada y “vacía” es elevada en la “unión” a “vida de Dios en Dios” y en el fuego llameante del Espíritu (Llama de amor viva) se diviniza por medio del amor sustancial. El matrimonio espiritual, culmen del camino de unión como se dice en el Cántico, “consiste en una transformación total del alma en el Amado”. El Dios Trino y Uno se glorifica en el alma, y ésta goza, en la unión, de un reflejo de la Divinidad.

En las temperaturas bajo cero de la noche oscura y en las altas esferas de fuego de la Llama de amor viva, san Juan de la Cruz ha observado la acción de Dios en la vida del hombre. Historia de amor y de deseo apasionado que lleva a ambos a buscarse y fundirse. Bajo los símbolos nupciales se interpreta toda la historia de salvación y todo el camino del hombre hacia Dios como camino y aventura de amor.

Gabriel Castro, ocd



ROMANCES DE LA ESPERANZA

La larga historia de la esperanza del Antiguo Testamento la canta y recrea el himno
“Rorate coeli desuper: Cielos lloved, vuestra justicia”.

Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les afligía;
por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.

Unos decían: -¡Oh si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: -¡Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía!
Otros: -¡Oh si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes, de lo alto,
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra,
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
Otros decían: -¡Oh dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
...

En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
dejalle ver este día.
Y así, el Espíritu Santo
al buen viejo respondía;
-Que le daba su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viese
que de arriba descendía.
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos
y consigo abrazaría.

....

Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa,
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
"Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había
En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía".

"Mi voluntad es la tuya
-el Hijo le respondía-,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;

Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago
a ti te la volvería".

...

Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenia sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recibía;
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.



ORACIÓN DE ALMA ENAMORADA

El gran canto de esperanza es esta “Oración de alma enamorada” llena de pobreza y alegre confianza en que no se tardará si yo espero
¡Señor Dios, amado mío!
si todavía te acuerdas de mis pecados
para no hacer lo que te ando pidiendo,
haz en ellos, Dios mío, tu voluntad,
que es lo que yo más quiero,
y ejercita tu bondad y misericordia
y serás conocido en ellos.
Y si es que esperas a mis obras
para por ese medio concederme mi ruego,
dámelas tú y óbramelas,
y las penas que tú quisieras aceptar,
y hágase.
Y si a las obras mías no esperas,
¿qué esperas, clementísimo Señor mío?;
¿por qué te tardas?
Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido,
toma mi cornadillo , pues le quieres,
y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos
si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre,
engendrado y criado en bajezas,
si no le levantas tú, Señor,
con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo,
en que me diste todo lo que quiero.
Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas,
pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?

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