El paralítico representa, de algún modo, a todo hombre al que sus pecados o su ignorancia impiden llegar hasta Dios. San Ambrosio, comentando este pasaje, exclama: «¡Qué grande es el Señor, que por los méritos de algunos perdona a los otros!»2. Los amigos que llevan hasta el Señor al enfermo incapacitado son un ejemplo vivo de apostolado. Los cristianos somos instrumentos del Señor para que realice verdaderos milagros en nuestros amigos que, por tantos motivos, se encuentren como incapacitados por sí mismos para llegar hasta Cristo que les espera.
El relato del Evangelio nos deja ver también muchas virtudes humanas, necesarias en toda labor de apostolado. En primer lugar son hombres que han echado fuera los respetos humanos: nada les importa lo que piensen los demás –había mucha gente– por su acción, que podía ser fácilmente juzgada como extremosa, intempestiva, distinta de lo que hacían los demás que habían acudido a oír al Maestro. Solo les importa una cosa: llegar hasta Jesús con su amigo, cueste lo que cueste. Y esto solo es posible cuando se tiene una gran rectitud de intención, cuando lo único que importa es el juicio de Dios y nada, o muy poco, el juicio de los hombres. ¿Actuamos también nosotros así? ¿Nos importa en algunas ocasiones más el «qué dirán» las gentes que el juicio de Dios? ¿Tenemos reparo en distinguirnos de los demás, cuando precisamente lo que espera el Señor, y también quienes ven nuestras acciones, es que nos distingamos llevando a cabo aquello que debemos hacer? ¿Sabemos mantener en público, cuando sea necesario, nuestra fe y nuestro amor a Jesucristo?
Estos hombres de Cafarnaún fueron verdaderos amigos de aquel que por sí mismo no podía llegar hasta el Maestro, pues «es propio del amigo hacer bien a los amigos, principalmente a aquellos que se encuentran más necesitados»4, y no existe mayor necesidad que la de Dios. Por eso, la primera muestra de aprecio por los amigos es la de acercarlos más y más a Cristo, fuente de todo bien; no contentarnos con que no hagan el mal y no lleven una conducta desordenada, sino lograr que aspiren a la santidad, a la que han sido llamados –todos– y para la que el Señor les dará las gracias necesarias. No existe favor más grande que este de ayudarles en su camino hacia Dios. No encontraremos un bien mayor que darles. Por eso, debemos aspirar a tener muchos amigos y fomentar amistades auténticas.
Nuestro mundo está necesitado de hombres y mujeres de una pieza, ejemplares en sus tareas, sin complejos, sobrios, serenos, profundamente humanos, firmes, comprensivos e intransigentes en la doctrina de Cristo, afables, justos, leales, alegres, optimistas, generosos, laboriosos, sencillos, valientes..., para que así sean buenos colaboradores de la gracia, pues «el Espíritu Santo se sirve del hombre como de un instrumento»7, y entonces sus obras cobran una eficacia divina, como la herramienta, que de sí misma sería incapaz de producir nada, y en manos de un buen profesional puede llegar a realizar obras maestras.
¡Qué alegría la de aquellos hombres cuando vuelven con el amigo sano del cuerpo y del alma! El encuentro con Cristo estrechó aún más su amistad, como ocurre en todo apostolado verdadero.No olvidemos nosotros que no existe enfermedad que Cristo no pueda curar, para no dar como irrecuperables a gentes a las que cada día debemos tratar por razón de estudio, de trabajo, de parentesco o de vecindad. Muchos de ellos se encuentran como impedidos para acercarse más a Jesucristo: nosotros, ayudados por la gracia, debemos llevarlos hasta Él. Un gran amor a Cristo será lo que nos impulsará a una fe operativa, sin respetos humanos, sin pararnos en las lógicas dificultades que hallaremos. Cuando nos encontremos hoy cerca del Sagrario no dejemos de hablar al Maestro de esos amigos que deseamos llevarle para que Él los cure.
viernes, 14 de enero de 2011
jueves, 13 de enero de 2011
Nuestro mundo está necesitado de hombres y mujeres de una pieza, ejemplares en sus tareas, sin complejos, sobrios, serenos, profundamente humanos, firmes, comprensivos e intransigentes en la doctrina de Cristo, afables, justos, leales, alegres, optimistas, generosos, laboriosos, sencillos, valientes..., para que así sean buenos colaboradores de la gracia, pues «el Espíritu Santo se sirve del hombre como de un instrumento»7, y entonces sus obras cobran una eficacia divina, como la herramienta, que de sí misma sería incapaz de producir nada, y en manos de un buen profesional puede llegar a realizar obras maestras.
¡Qué alegría la de aquellos hombres cuando vuelven con el amigo sano del cuerpo y del alma! El encuentro con Cristo estrechó aún más su amistad, como ocurre en todo apostolado verdadero. No olvidemos nosotros que no existe enfermedad que Cristo no pueda curar, para no dar como irrecuperables a gentes a las que cada día debemos tratar por razón de estudio, de trabajo, de parentesco o de vecindad. Muchos de ellos se encuentran como impedidos para acercarse más a Jesucristo: nosotros, ayudados por la gracia, debemos llevarlos hasta Él. Un gran amor a Cristo será lo que nos impulsará a una fe operativa, sin respetos humanos, sin pararnos en las lógicas dificultades que hallaremos. Cuando nos encontremos hoy cerca del Sagrario no dejemos de hablar al Maestro de esos amigos que deseamos llevarle para que Él los cure.
¡Qué alegría la de aquellos hombres cuando vuelven con el amigo sano del cuerpo y del alma! El encuentro con Cristo estrechó aún más su amistad, como ocurre en todo apostolado verdadero. No olvidemos nosotros que no existe enfermedad que Cristo no pueda curar, para no dar como irrecuperables a gentes a las que cada día debemos tratar por razón de estudio, de trabajo, de parentesco o de vecindad. Muchos de ellos se encuentran como impedidos para acercarse más a Jesucristo: nosotros, ayudados por la gracia, debemos llevarlos hasta Él. Un gran amor a Cristo será lo que nos impulsará a una fe operativa, sin respetos humanos, sin pararnos en las lógicas dificultades que hallaremos. Cuando nos encontremos hoy cerca del Sagrario no dejemos de hablar al Maestro de esos amigos que deseamos llevarle para que Él los cure.
Acudimos, al terminar este rato de oración, a la intercesión poderosa de San José, maestro de la vida interior. A él, que durante tantos años vivió junto a Jesús, le pedimos que nos enseñe a amarle y a dirigirnos a Él con confianza todos los días de nuestra vida; también aquellos que parecen más apretados de trabajos y en los que nos sentimos con más dificultades para dedicarle ese rato de oración que acostumbramos. Nuestra Madre Santa María intercederá, junto al Santo Patriarca, por nosotros.
San Agustín, comentando este pasaje del Evangelio, escribe: «El género humano yace enfermo; no de enfermedad corporal, sino por sus pecados. Yace como un gran enfermo en todo el orbe de la tierra, de Oriente a Occidente. Para sanar a este moribundo descendió el médico omnipotente. Se humilló hasta tomar carne mortal, es decir, hasta acercarse al lecho del enfermo»4. Han pasado pocas semanas desde que hemos contemplado a Jesús en la gruta de Belén, pobre e indefenso, habiendo tomado nuestra naturaleza humana para estar muy cerca de los hombres y salvarnos. Hemos meditado después su vida oculta en Nazaret, trabajando como uno más, para enseñarnos a buscarle en la vida corriente, para hacerse asequible a todos y, mediante su Santa Humanidad, poder llegar a la Trinidad Beatísima. Nosotros, como Pedro, también vamos a su encuentro en la oración –en nuestro diálogo personal con Él–, y le decimos: Todo el mundo te busca, ayúdanos, Señor, a facilitar el encuentro contigo de nuestros parientes, de nuestros amigos, de los colegas y de toda alma que se cruce en nuestro camino. Tú, Señor, eres lo que necesitan; enséñanos a darte a conocer con el ejemplo de una vida alegre, a través del trabajo bien realizado, con una palabra que mueva los corazones.
Llegó un leproso a donde estaba Jesús1, se postró de rodillas, y le dijo: Si quieres puedes limpiarme. Y el Señor, que siempre desea el bien nuestro, se compadeció de él, le tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. Y al momento desapareció de él la lepra y quedó limpio.«Aquel hombre se arrodilla postrándose en tierra –lo que es señal de humildad–, para que cada uno se avergüence de las manchas de su vida. Pero la vergüenza no ha de impedir la confesión: el leproso mostró la llaga y pidió el remedio. Su oración está además llena de piedad: esto es, reconoció que el poder curarse estaba en manos del Señor»2. En sus manos sigue estando el remedio que necesitamos.
El mismo Cristo nos espera cada día en la Sagrada Eucaristía. Allí está verdadera, real y sustancialmente presente, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Allí se encuentra con el esplendor de su gloria, pues Cristo resucitado no muere ya3. El Cuerpo y el Alma permanecen inseparables y unidos
El mismo Cristo nos espera cada día en la Sagrada Eucaristía. Allí está verdadera, real y sustancialmente presente, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Allí se encuentra con el esplendor de su gloria, pues Cristo resucitado no muere ya3. El Cuerpo y el Alma permanecen inseparables y unidos
miércoles, 12 de enero de 2011
lunes, 10 de enero de 2011
viernes, 7 de enero de 2011
jueves, 6 de enero de 2011
miércoles, 5 de enero de 2011
San Efrén (hacia 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Himno I sobre la Resurrección
“El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz”
Jesús, Señor nuestro, Cristo
Se nos ha manifestado desde el seno del Padre
Ha venido a sacarnos de las tinieblas
Y nos ha iluminado con su luz admirable
Ha amanecido el gran día para la humanidad
El poder de las tinieblas ha sido vencido
De su luz nos ha nacido una luz
Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos
Ha hecho brillar la gloria en el mundo
Ha iluminado los abismos oscuros
La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen
Las puertas del infierno han sido abatidas
El ha iluminado a toda criatura
Tinieblas desde los tiempos antiguos
Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida;
Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan
Nuestro Rey viene en su esplendor
Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas
Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros
Y nos alegra con su gloriosa luz
Hermanos míos, levantaos, preparaos
A dar gracias a nuestro Rey y Salvador
Que vendrá en su gloria y nos alegrará
Con su gozosa luz en el Reino
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2-14. Jesús predica en Galilea
Fuente: Catholic.net
Autor: P. José Rodrigo Escorza
Reflexión
Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.
Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.
Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.
--------------------------------------------------------------------------------
2-15.
Reflexión
Una de las ideas centrales que recorren el Nuevo Testamento, principalmente de los evangelios, es la de la conversión. Los evangelios sinópticos inician prácticamente con esta invitación hecha, sea por el mismo Jesús que por san Juan Bautista. Es importante entender que la conversión no es algo que sucede en nuestras vidas de una vez por todas, sino que es un proceso que se inicia cuando nos adherimos a la enseñanza del Evangelio y decidimos comenzar a vivir de acuerdo a éste. Este proceso de conversión durará toda la vida y nos llevará a experimentar la plenitud del amor de Dios. Por ello esta invitación a convertirnos es siempre valida y actual. No importa en que estado de conversión estés… siempre podremos responder con mayor generosidad a Dios. Hoy en particular, ¿cómo podrías dar una respuesta más generosa al Señor?
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
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2-16. Felipe, ven y sigueme
Sirvamos al Señor con alegría. Entremos a su presencia con vítores, dándoles gracias. El Señor es bueno, su misericordia es eterna.
Litúrgicamente estamos en vísperas de la fiesta de Epifanía que tanto regocijo trae consigo para niños y mayores que gustan de Reyes Magos en los hogares.
Nosotros, antes de las fiestas y cabalgatas, detengámonos un momento siquiera a abrir las puertas de nuestra mente y corazón a la alegría del amor y de la gracia.
Somos hijos de Dios. Conscientes de nuestra debilidad y pecado, seamos también sabedores del gozo que se genera en el corazón del Niño y en el Corazón de Dios con nuestro retorno a la Verdad, al Amor, a la Vida ofrendada en fraternidad con quienes participan con nosotros de la existencia, de la revelación, de la vida en Cristo Salvador.
¿No sería posible que nos dejáramos hoy guiar por la Estrella, que es Cristo y es el Espíritu, y que volcáramos en la cuna del Señor nuestro corazón entero, arrepentido, esperanzado?
La luz de la Palabra de Dios
Primera carta de san Juan 3, 7-10:
“Queridos; este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano.
¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las del hermano eran buenas....
El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí la vida eterna.
En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros...”
Evangelio según san Juan 1, 43-51:
“Un dia determinó Jesús salir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: sígueme.
Felipe, que era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro, se encuentra con Natanael y le dice : Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret.
Natanael le responde: ¿de Nazaret puede salir algo bueno?
Felipe le contesta: ven y verás... Y Jesús dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño...”
Reflexión para este día
Amémonos unos a otros de verdad
El amor se viste hoy y mañana de rey mago en el hogar, en la parroquia, en la barriada, en el hospital, en la misión…
El amor quiere de verdad ser hermano de los hermanos. El amor habla y actúa desde el corazón cargado de sincero afecto. El amor deja hoy que alguna lágrima corra por las mejillas al ofrecer en las manos de los hombres y de los niños un pequeño don, un pequeño sacrificio, un gesto de amistad.
¿Cuál va a ser el gesto tuyo, mío? ¿A quién se lo vas o se lo voy a dedicar?
Himno I sobre la Resurrección
“El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz”
Jesús, Señor nuestro, Cristo
Se nos ha manifestado desde el seno del Padre
Ha venido a sacarnos de las tinieblas
Y nos ha iluminado con su luz admirable
Ha amanecido el gran día para la humanidad
El poder de las tinieblas ha sido vencido
De su luz nos ha nacido una luz
Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos
Ha hecho brillar la gloria en el mundo
Ha iluminado los abismos oscuros
La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen
Las puertas del infierno han sido abatidas
El ha iluminado a toda criatura
Tinieblas desde los tiempos antiguos
Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida;
Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan
Nuestro Rey viene en su esplendor
Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas
Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros
Y nos alegra con su gloriosa luz
Hermanos míos, levantaos, preparaos
A dar gracias a nuestro Rey y Salvador
Que vendrá en su gloria y nos alegrará
Con su gozosa luz en el Reino
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2-14. Jesús predica en Galilea
Fuente: Catholic.net
Autor: P. José Rodrigo Escorza
Reflexión
Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.
Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.
Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.
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2-15.
Reflexión
Una de las ideas centrales que recorren el Nuevo Testamento, principalmente de los evangelios, es la de la conversión. Los evangelios sinópticos inician prácticamente con esta invitación hecha, sea por el mismo Jesús que por san Juan Bautista. Es importante entender que la conversión no es algo que sucede en nuestras vidas de una vez por todas, sino que es un proceso que se inicia cuando nos adherimos a la enseñanza del Evangelio y decidimos comenzar a vivir de acuerdo a éste. Este proceso de conversión durará toda la vida y nos llevará a experimentar la plenitud del amor de Dios. Por ello esta invitación a convertirnos es siempre valida y actual. No importa en que estado de conversión estés… siempre podremos responder con mayor generosidad a Dios. Hoy en particular, ¿cómo podrías dar una respuesta más generosa al Señor?
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
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2-16. Felipe, ven y sigueme
Sirvamos al Señor con alegría. Entremos a su presencia con vítores, dándoles gracias. El Señor es bueno, su misericordia es eterna.
Litúrgicamente estamos en vísperas de la fiesta de Epifanía que tanto regocijo trae consigo para niños y mayores que gustan de Reyes Magos en los hogares.
Nosotros, antes de las fiestas y cabalgatas, detengámonos un momento siquiera a abrir las puertas de nuestra mente y corazón a la alegría del amor y de la gracia.
Somos hijos de Dios. Conscientes de nuestra debilidad y pecado, seamos también sabedores del gozo que se genera en el corazón del Niño y en el Corazón de Dios con nuestro retorno a la Verdad, al Amor, a la Vida ofrendada en fraternidad con quienes participan con nosotros de la existencia, de la revelación, de la vida en Cristo Salvador.
¿No sería posible que nos dejáramos hoy guiar por la Estrella, que es Cristo y es el Espíritu, y que volcáramos en la cuna del Señor nuestro corazón entero, arrepentido, esperanzado?
La luz de la Palabra de Dios
Primera carta de san Juan 3, 7-10:
“Queridos; este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano.
¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las del hermano eran buenas....
El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí la vida eterna.
En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros...”
Evangelio según san Juan 1, 43-51:
“Un dia determinó Jesús salir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: sígueme.
Felipe, que era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro, se encuentra con Natanael y le dice : Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret.
Natanael le responde: ¿de Nazaret puede salir algo bueno?
Felipe le contesta: ven y verás... Y Jesús dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño...”
Reflexión para este día
Amémonos unos a otros de verdad
El amor se viste hoy y mañana de rey mago en el hogar, en la parroquia, en la barriada, en el hospital, en la misión…
El amor quiere de verdad ser hermano de los hermanos. El amor habla y actúa desde el corazón cargado de sincero afecto. El amor deja hoy que alguna lágrima corra por las mejillas al ofrecer en las manos de los hombres y de los niños un pequeño don, un pequeño sacrificio, un gesto de amistad.
¿Cuál va a ser el gesto tuyo, mío? ¿A quién se lo vas o se lo voy a dedicar?
martes, 4 de enero de 2011
lunes, 3 de enero de 2011
domingo, 2 de enero de 2011
Seremos buenos hijos de Dios Padre si contemplamos y tratamos a Jesús. Él nos enseña en todo momento el camino que lleva al Padre. Lo recordaremos con frecuencia cuando nos acerquemos a besar y a adorar al Niño. Pro nobis egenus et foeno cubantem...14, hecho pobre por nosotros, yace entre las pajas; le daremos calor, le abrazaremos con cariño. Contemplamos a Jesús en el Nacimiento, que es en estos días el centro de nuestra atención y de nuestra piedad. Hablamos con Él en nuestra oración, le miramos, le escuchamos, le adoramos en silencio. Sic nos amantem, quis non redamaret15: a quien así nos ama, ¿quién no le corresponderá con amor? Ese amor que se ha de traducir en un trato más delicado y amable con quienes están a nuestra vera.
La filiación divina nos lleva a tratar a los demás con un gran respeto, como corresponde a hijos de Dios. La Virgen nos invita a pasarnos largos ratos delante del belén mirando a su Hijo. A Ella le pedimos que afine nuestras maneras de acuerdo con la altísima dignidad que hemos recibido; le suplicamos también que nos ayude a no olvidar en ningún momento del día, en ninguna circunstancia, que somos, en verdad, hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos, coherederos con Cristo16. Somos hijos a quienes espera un lugar en el Cielo, preparado por su Padre Dios.
La filiación divina nos lleva a tratar a los demás con un gran respeto, como corresponde a hijos de Dios. La Virgen nos invita a pasarnos largos ratos delante del belén mirando a su Hijo. A Ella le pedimos que afine nuestras maneras de acuerdo con la altísima dignidad que hemos recibido; le suplicamos también que nos ayude a no olvidar en ningún momento del día, en ninguna circunstancia, que somos, en verdad, hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos, coherederos con Cristo16. Somos hijos a quienes espera un lugar en el Cielo, preparado por su Padre Dios.
Al terminar el año
Como cristianos, no hay otra forma de terminar el año que dando gracias a Dios por todas las cosas que hemos recibido de sus manos durante estos doce meses… las que creemos “buenas” y las que pensamos “malas”, pues de todo se vale el Señor para traer bendiciones y gracias a nuestras vidas… el secreto está en aguardar confiadamente, pues al final de todo, siempre se ve su mano poderosa bendiciendo aquellos que se abandonaron en Él…
Gracias, Señor
Gracias, Señor… por todo cuanto me diste en este año que termina… Gracias por los días de sol y los nublados tristes; por las tardes tranquilas y las noches oscuras…
Gracias por la salud y la enfermedad; por las penas y las alegrías… Por todo cuanto me prestaste y luego me pediste…
Gracias por la sonrisa amable y por la mano amiga; por el amor y todo lo que es hermoso y todo lo que es dulce… Por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las almas buenas…
Gracias por la soledad, y por el trabajo, por las inquietudes, las dificultades y las lágrimas… Por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente…
Gracias por haberme conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento… Por Tu presencia en el sagrario, y en cada hermano, y por la gracia de Tus sacramentos…
¿Qué me traerá el año que empieza? ¡LO QUÉ TÚ QUIERAS SEÑOR!
Te pido FE para mirarte en todo, ESPERANZA para no desfallecer y CARIDAD para amarte cada día más y para hacerte amar de los que me rodean…
Dame paciencia y humildad; desprendimiento y generosidad… Que sea grande en lo pequeño y pueda olvidarme de mí mismo… Dame Señor, lo que Tú sabes me conviene y que yo no sé pedirte…
Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento y las manos prestas, y que me halle siempre dispuesto a hacer Tu Santa Voluntad… Derrama Señor, Tu gracia sobre todos los que amo y concede Tu Paz este mundo, que tanto te necesita… Amén.
Como cristianos, no hay otra forma de terminar el año que dando gracias a Dios por todas las cosas que hemos recibido de sus manos durante estos doce meses… las que creemos “buenas” y las que pensamos “malas”, pues de todo se vale el Señor para traer bendiciones y gracias a nuestras vidas… el secreto está en aguardar confiadamente, pues al final de todo, siempre se ve su mano poderosa bendiciendo aquellos que se abandonaron en Él…
Gracias, Señor
Gracias, Señor… por todo cuanto me diste en este año que termina… Gracias por los días de sol y los nublados tristes; por las tardes tranquilas y las noches oscuras…
Gracias por la salud y la enfermedad; por las penas y las alegrías… Por todo cuanto me prestaste y luego me pediste…
Gracias por la sonrisa amable y por la mano amiga; por el amor y todo lo que es hermoso y todo lo que es dulce… Por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las almas buenas…
Gracias por la soledad, y por el trabajo, por las inquietudes, las dificultades y las lágrimas… Por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente…
Gracias por haberme conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento… Por Tu presencia en el sagrario, y en cada hermano, y por la gracia de Tus sacramentos…
¿Qué me traerá el año que empieza? ¡LO QUÉ TÚ QUIERAS SEÑOR!
Te pido FE para mirarte en todo, ESPERANZA para no desfallecer y CARIDAD para amarte cada día más y para hacerte amar de los que me rodean…
Dame paciencia y humildad; desprendimiento y generosidad… Que sea grande en lo pequeño y pueda olvidarme de mí mismo… Dame Señor, lo que Tú sabes me conviene y que yo no sé pedirte…
Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento y las manos prestas, y que me halle siempre dispuesto a hacer Tu Santa Voluntad… Derrama Señor, Tu gracia sobre todos los que amo y concede Tu Paz este mundo, que tanto te necesita… Amén.
“¡Queridos hijos! También hoy los invito en este tiempo de gracia a orar para que el Niño Jesús pueda nacer en el corazón de ustedes. Él, que es sólo paz, done a través de ustedes la paz al mundo entero. Por eso, hijitos, oren sin cesar por este mundo turbulento y sin esperanza, a fin de que ustedes se conviertan en testigos de la paz para todos. Que la esperanza fluya en sus corazones como un río de gracia. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Medjugorje, mensaje del 25 de noviembre de 2008
Medjugorje, mensaje del 25 de noviembre de 2008
viernes, 31 de diciembre de 2010
El hombre puede con todo derecho dirigirse a Dios como Padre. Pero esta experiencia es inseparable de la presencia y la actuación del Espíritu. Con Él y sólo con Él podemos experimentar y manifestar nuestra conciencia de filiación divina. Crea una relación de entrañable confianza filial. Más tarde, en su ministerio, Jesús nos enseñará a tratar y dirigirnos a Dios con el mismo título y del mismo modo que lo hacía Él. Los hombres necesitan que les descubramos el verdadero rostro de Dios. Dios no es "un algo" que está allá arriba, como muchas gentes piensan y opinan; ni un Dios justiciero, insensible y ajeno a las preocupaciones y problemas de los hombres. Nuestro Dios es cercano, entrañable, lleno y desbordante de noble y serena ternura. Encontrar el verdadero rostro de Dios es urgente.
Evangelio: (Lucas 2,16-21)
Marco: El relato recuerda la vuelta de los pastores a sus majadas. Lo pastores cuentan por todas partes lo que han visto y oído causando la admiración de todos. Los pastores son un anticipo de la tarea evangelizadora de la Iglesia. María comienza su camino de meditación y búsqueda de sentido en la vida de Jesús que la caracterizará toda su vida.
Evangelio: (Lucas 2,16-21)
Marco: El relato recuerda la vuelta de los pastores a sus majadas. Lo pastores cuentan por todas partes lo que han visto y oído causando la admiración de todos. Los pastores son un anticipo de la tarea evangelizadora de la Iglesia. María comienza su camino de meditación y búsqueda de sentido en la vida de Jesús que la caracterizará toda su vida.
«Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no ser ingratos, porque con esa condición las da el Señor; que si no usamos bien del tesoro y del gran estado en que nos pone, nos lo tornará a tomar y nos quedaremos muy más pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a los otros. Pues, ¿cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende que está rico? Es imposible, conforme a nuestra naturaleza, a mi parecer, tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios, porque somos tan miserables y tan inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá de hecho con gran desasimiento, quien no entiende tiene alguna prenda de lo de allá»10.
Terminar el año pidiendo perdón por tantas faltas de correspondencia a la gracia, por tantas veces como Jesús se puso a nuestro lado y no hicimos nada por verle y le dejamos pasar; a la vez, terminar el año agradeciendo al Señor la gran misericordia que ha tenido con nosotros y los innumerables beneficios, muchos de ellos desconocidos por nosotros mismos, que nos ha dado el Señor.
Y junto a la contrición y el agradecimiento, el propósito de amar a Dios y de luchar por adquirir las virtudes y desarraigar nuestros defectos, como si fuera el último año que el Señor nos concede.
Terminar el año pidiendo perdón por tantas faltas de correspondencia a la gracia, por tantas veces como Jesús se puso a nuestro lado y no hicimos nada por verle y le dejamos pasar; a la vez, terminar el año agradeciendo al Señor la gran misericordia que ha tenido con nosotros y los innumerables beneficios, muchos de ellos desconocidos por nosotros mismos, que nos ha dado el Señor.
Y junto a la contrición y el agradecimiento, el propósito de amar a Dios y de luchar por adquirir las virtudes y desarraigar nuestros defectos, como si fuera el último año que el Señor nos concede.
jueves, 30 de diciembre de 2010
»La caridad, que es como un generoso desorbitarse de la justicia, exige primero el cumplimiento del deber: se empieza por lo justo; se continúa por lo más equitativo...; pero para amar se requiere mucha finura, mucha delicadeza, mucho respeto, mucha afabilidad»17.
La mejor manera de promover la justicia y la paz en el mundo es el empeño por vivir como verdaderos hijos de Dios. Si los cristianos nos decidimos a llevar las exigencias del Evangelio a la propia vida personal, a la familia, al trabajo, al mundo en que diariamente nos movemos y del que participamos cambiaríamos la sociedad haciéndola más justa y más humana. El Señor, desde la gruta de Belén, nos alienta a hacerlo. No nos desanime el que nos parezca que aquello que está a nuestro alcance es, quizá, poca cosa. Así transformaron el mundo los primeros cristianos: con una labor diaria, concreta y, en muchos casos, pequeña a primera vista
La mejor manera de promover la justicia y la paz en el mundo es el empeño por vivir como verdaderos hijos de Dios. Si los cristianos nos decidimos a llevar las exigencias del Evangelio a la propia vida personal, a la familia, al trabajo, al mundo en que diariamente nos movemos y del que participamos cambiaríamos la sociedad haciéndola más justa y más humana. El Señor, desde la gruta de Belén, nos alienta a hacerlo. No nos desanime el que nos parezca que aquello que está a nuestro alcance es, quizá, poca cosa. Así transformaron el mundo los primeros cristianos: con una labor diaria, concreta y, en muchos casos, pequeña a primera vista
miércoles, 29 de diciembre de 2010
martes, 28 de diciembre de 2010
lunes, 27 de diciembre de 2010
Hoy, Señor, me presento ante ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.
Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.
Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente, como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.
Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mí.
¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?
En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor.
Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.
Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo
y que se acerca el momento de tomar una decisión.
Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra.
Deseo ponerme ante ti como Abraham,
con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos.
Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.
Aquí me tienes, Señor,
con un deseo profundo de conocer tus designios.
Quisiera tener la seguridad
de saber lo que me pides en este momento;
quisiera que me hablases claramente, como a Samuel.
Muchas veces vivo en la eterna duda.
Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión
y en medio de todo no acabo de ver claro.
Sácame, Señor, de esta confusión en que vivo.
Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo
y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos.
Quiero perder tantos miedos
que me impiden ver claro
el proyecto de vida que puedas tener sobre mí.
¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme!
¿Quieres que sea un discípulo tuyo
para anunciarte en medio de este mundo?
Señor, ¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro?
¿Cómo tener la seguridad de que es este mi camino y no otro?
En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas.
Si me quieres para anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor.
Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.
Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma más radical
como consagrado en medio de los hombres,
cuenta conmigo, Señor.
Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi corazón,
habla, Señor, que tu siervo escucha.
Una leyenda curiosa recogió San Agustín. En el sepulcro del santo apóstol—dice—se ve moverse la tierra sobre la parte correspondiente al pecho, como si el cuerpo allí sepultado respirara todavía o palpitara aún su corazón. Simple leyenda desde luego. Pero lo que no es leyenda sino realidad, es que el corazón del santo evangelista sigue palpitando en sus escritos, y que esas palpitaciones son de amor, de admiración, de arrobamiento ante la persona de Jesús, que fue para él la gran revelación de su vida y el centro de su vivir. Y Juan quería que lo fuera también para todos los hombres. Porque Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; Él es la Luz, y la Verdad, y la Vida, y el Amor.
A San Juan podemos pedirle hoy muchas cosas: de modo especial que los jóvenes busquen a Cristo, lo encuentren y tengan la generosidad de seguir su llamada; también podemos acudir a su intercesión para nosotros ser fieles al Señor como él lo fue; que sepamos tener al sucesor de Pedro el amor y el respeto que él manifestó al primer Vicario de Cristo en la tierra; que nos enseñe a tratar a María, Madre de Dios y Madre nuestra, con más cariño y más confianza; le pedimos que quienes están a nuestro alrededor puedan saber que somos discípulos de Jesús por el modo en que los tratamos.
Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol San Juan el misterio de tu Palabra hecha carne; concédenos, te rogamos, llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer19.
Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol San Juan el misterio de tu Palabra hecha carne; concédenos, te rogamos, llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer19.
domingo, 26 de diciembre de 2010
sábado, 25 de diciembre de 2010
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