martes, 4 de junio de 2013

Papa Francisco: Homilía

Papa Francisco: Homilía4.6.13.- Homilía en la Misa de Casa Santa Marta


Un cristiano no usa un “lenguaje socialmente educado”, inclinado a la hipocresía, sino que es portavoz de la verdad del Evangelio con la misma trasparencia de los niños. Es la enseñanza que el Papa Francisco ha ofrecido hoy en la homilía de la Misa celebrada esta mañana en la Domus Santa Marta. Con el Pontífice concelebraron el patriarca de los católicos armenios, Nerses Bedros XIX Tarmouni, mons. Fernando Vianney, obispo de Kandy (Sri Lanka), y mons. Jean Luis Brugues de la Biblioteca Apostólica Vaticana, acompañado pro un grupo de colaboradores de esta entidad. Estuvieron presentes también la presidenta y el director general de la Rai, Anna Maria Tarantola y Luigi Gubitosi, con sus familiares. De los corruptos a su lengua preferida: la hipocresía. La escena evangélica del tributo al César, y de la insidiosa pregunta de los fariseos y de los herodianos a Cristo sobre la legitimidad de ese tributo, proporciona al Papa Francisco una reflexión en total continuidad con la homilía de ayer. La intención con la que se acercan a Jesús, afirma, es la de hacerle “caer en la trampa”. Su pregunta sobre si es lícito o no pagar los impuestos al César se plantea – afirma el Papa – “con palabras mórbidas, con palabras bonitas, con palabras demasiado melosas”. “Intentan – añade – mostrarse como amigos”. Pero es todo falso. Porque, explica el Papa Francisco, “estos no aman la verdad” sino sólo a si mismos, “y por ello intentan engañar, implicar al otro en su mentira, en su patraña. Ellos tienen un corazón embustero, no pueden decir la verdad”:
 
“Este es precisamente el lenguaje de la corrupción, la hipocresía. Y cuando Jesús habla a sus discípulos, dice: ‘Que vuestra palabra sea ‘¡Sí, sí! No, no!’. La hipocresía no es un lenguaje de verdad, porque la verdad nunca va sola, No hay verdad sin amor. El amor es la primera verdad. Si no hay amor, no hay verdad. Estos quieren una verdad esclava de sus propios intereses. Hay un amor, podemos decir: pero el amor de sí mismos, el amor a sí mismos. Esa idolatría narcisista que les lleva a traicionar a los demás, que les lleva a abusar de su confianza”.
 
Lo que parece un “lenguaje persuasivo”, insiste el Papa Francisco, lleva en cambio “al error, a la mentira”. Y, siguiendo con la ironía, observa que quienes hoy se acercan a Jesús y “parecen tan amables en el lenguaje, son los mismos que irán el jueves por la noche a prenderle en el Huerto de los Olivos, y el viernes le llevarán a Pilato”. En cambio, Jesús pide exactamente lo contrario a quienes le siguen, una lengua “sí, sí, no, no”, una “palabra de verdad y con amor”:
 
“Y la mansedumbre que Jesús quiere de nosotros no tiene nada, no tiene nada de esta adulación, con este modo meloso de ir adelante. ¡Nada! La mansedumbre es sencilla; es como la de un niño. Y un niño no es hipócrita, porque no está corrompido. Cuando Jesús nos dice: ‘Vuestra palabra sea ‘¡Sí, sí! No, no!’ con alma de niños, dice lo contrario de la forma de hablar de estos”. 
La última consideración se refiere a esa “cierta debilidad interior”, estimulada por la “vanidad”, por la que, constata el Papa Francisco, “nos gusta que digan cosas buenas de nosotros”. Esto “los corruptos lo saben” y "con este lenguaje intentan debilitarnos”:
“Pensemos bien hoy: ¿cuál es nuestra forma de hablar? ¿Hablamos en verdad, con amor, o hablamos un poco con ese lenguaje social de ser educados, también de decir cosas bonitas, pero que no sentimos? ¡Que nuestro hablar sea evangélico, hermanos! Además, estos hipócritas que empiezan con la adulación, las lisonjas y todo esto, acaban buscando falsos testigos para acusar a los que habían adulado. Pidamos al Señor que nuestro hablar sea el hablar de los sencillos, el hablar de un niño, el hablar de hijos de Dios, hablar con verdad desde el amor”.

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