EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE
DE CRISTO*
DE CRISTO*
Solemnidad
— Amor y veneración a Jesús Sacramentado.
— Alimento para la vida eterna.
— La procesión del Corpus Christi.
I. Lauda, Sion, Salvatorem... Alaba, Sión, al
Salvador; alaba al guía y al pastor con himnos y cánticos1. Hoy
celebramos esta gran Solemnidad en honor del misterio eucarístico. En ella se
unen la liturgia y la piedad popular, que no han ahorrado ingenio y belleza para
cantar al Amor de los amores. Para este día, Santo Tomás compuso esos
bellísimos textos de la Misa y del Oficio divino. Hoy debemos dar muchas gracias
al Señor por haberse quedado entre nosotros, desagraviarle y mostrarle nuestra
alegría por tenerlo tan cerca: Adoro te, devote, latens Deitas..., te
adoro con devoción, Dios escondido..., le diremos hoy muchas veces en la
intimidad de nuestro corazón.
En la Visita al Santísimo podremos decirle al Señor
despacio, con amor: plagas, sicut Thomas, non intueor..., no veo las
llagas, como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más
y más en Ti, que en Ti espere, que te ame.
La fe en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía
llevó a la devoción a Jesús Sacramentado también fuera de la Misa. La razón de
conservar las Sagradas Especies, en los primeros siglos de la Iglesia, era poder
llevar la comunión a los enfermos y a quienes, por confesar su fe, se
encontraban en las cárceles en trance de sufrir martirio. Con el paso del
tiempo, la fe y el amor de los fieles enriquecieron la devoción pública y
privada a la Sagrada Eucaristía. Esta fe llevó a tratar con la máxima reverencia
el Cuerpo del Señor y a darle un culto público. De esta veneración tenemos
muchos testimonios en los más antiguos documentos de la Iglesia, y dio lugar a
la fiesta que hoy celebramos.
Nuestro Dios y Señor se encuentra en el Sagrario, allí está
Cristo, y allí deben hacerse presentes nuestra adoración y nuestro amor. Esta
veneración a Jesús Sacramentado se expresa de muchas maneras: bendición con el
Santísimo, procesiones, oración ante Jesús Sacramentado, genuflexiones que son
verdaderos actos de fe y de adoración... Entre estas devociones y formas de
culto, «merece una mención particular la solemnidad del Corpus Christi
como acto público tributado a Cristo presente en la Eucaristía (...). La Iglesia
y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en
este sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas
y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración»2. Especialmente
el día de hoy ha de estar lleno de actos de fe y de amor a Jesús
Sacramentado.
Si asistimos a la procesión, acompañando a Jesús, lo haremos
como aquel pueblo sencillo que, lleno de alegría, iba detrás del Maestro en los
días de su vida en la tierra, manifestándole con naturalidad sus múltiples
necesidades y dolencias; también la dicha y el gozo de estar con Él. Si le vemos
pasar por la calle, expuesto en la Custodia, le haremos saber desde la intimidad
de nuestro corazón lo mucho que representa para nosotros... «Adoradle con
reverencia y con devoción; renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de
vuestro amor; decidle sin miedo que le queréis; agradecedle esta prueba diaria
de misericordia tan llena de ternura, y fomentad el deseo de acercaros a
comulgar con confianza. Yo me pasmo ante este misterio de Amor: el Señor busca
mi pobre corazón como trono, para no abandonarme si yo no me aparto de
Él»3. En ese trono de nuestro corazón Jesús está más alegre que en la
Custodia más espléndida.
II. El Señor los alimentó con flor de harina y
los sació con miel silvestre4, nos recuerda la Antífona de
entrada de la Misa.
Durante años el Señor alimentó con el maná al pueblo de Israel
errante por el desierto. Aquello era imagen y símbolo de la Iglesia peregrina y
de cada hombre que va camino de su patria definitiva, el Cielo; aquel alimento
del desierto es figura del verdadero alimento, la Sagrada Eucaristía. «Este es
el sacramento de la peregrinación humana (...). Precisamente por esto, la fiesta
anual de la Eucaristía que la Iglesia celebra hoy contiene en su liturgia tantas
referencias a la peregrinación del pueblo de la Alianza en el
desierto»5. Moisés recordará con frecuencia a los israelitas estos
hechos prodigiosos de Dios con su Pueblo: No sea que te olvides del Señor tu
Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud...6.
Hoy es un día de acción de gracias y de alegría porque el Señor
se ha querido quedar con nosotros para alimentarnos, para fortalecernos, para
que nunca nos sintamos solos, La Sagrada Eucaristía es el viático, el
alimento para el largo caminar de la vida hacia la verdadera Vida. Jesús nos
acompaña y fortalece aquí en la tierra, que es como una sombra comparada con la
realidad que nos espera; y el alimento terreno es una pálida imagen del alimento
que recibimos en la Comunión. La Sagrada Eucaristía abre nuestro corazón a una
realidad totalmente nueva7.
Aunque celebramos una vez al año esta fiesta, en realidad la
Iglesia proclama cada día esta dichosísima verdad: Él se nos da diariamente como
alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la fortaleza y la esperanza
de una vida nueva, sin fin y sin término. Es un misterio siempre vivo y
actual.
Señor, gracias por haberte quedado. ¿Qué hubiera sido de
nosotros sin Ti? ¿Dónde íbamos a ir a restaurar fuerzas, a pedir alivio? ¡Qué
fácil nos haces el camino desde el Sagrario!
III. Un día que Jesús dejaba ya la ciudad de Jericó
para proseguir su camino hacia Jerusalén, pasó cerca de un ciego que pedía
limosna junto al camino. Y este, al oír el ruido de la pequeña comitiva que
acompañaba al Maestro, preguntó qué era aquello. Y quienes le rodeaban le
contestaron: Es Jesús de Nazareth que pasa8.
Si hoy, en tantas ciudades y aldeas donde se tiene esa
antiquísima costumbre de llevar en procesión a Jesús Sacramentado, alguien
preguntara al oír también el rumor de las gentes: «¿qué es?», «¿qué ocurre?», se
le podría contestar con las mismas palabras que le dijeron a Bartimeo: es
Jesús de Nazareth que pasa. Es Él mismo, que recorre las calles recibiendo
el homenaje de nuestra fe y de nuestro amor. ¡Es Él mismo! Y, como a Bartimeo,
también se nos debería encender el corazón para gritar: ¡Jesús, Hijo de
David, ten piedad de mí! Y el Señor, que pasa bendiciendo y haciendo el
bien9, tendrá compasión de nuestra ceguera y de tantos males como a
veces pesan en el alma. Porque la fiesta que hoy celebramos, con una exuberancia
de fe y de amor, «quiere romper el silencio misterioso que circunda a la
Eucaristía y tributarle un triunfo que sobrepasa el muro de las iglesias para
invadir las calles de las ciudades e infundir en toda comunidad humana el
sentido y la alegría de la presencia de Cristo, silencioso y vivo acompañante
del hombre peregrino por los senderos del tiempo y de la tierra»10. Y
esto nos llena el corazón de alegría. Es lógico que los cantos que acompañen a
Jesús Sacramentado, especialmente este día, sean cantos de adoración, de amor,
de gozo profundo. Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor; Dios
está aquí, venid, adoremos a Cristo Redentor... Pange, lingua, gloriosi...
Canta, lengua, el misterio del glorioso Cuerpo de Cristo...
La procesión solemne que se celebra en tantos pueblos y ciudades
de tradición cristiana es de origen muy antiguo y es expresión con la que el
pueblo cristiano da testimonio público de su piedad hacia el Santísimo
Sacramento11. En este día el Señor toma posesión de nuestras calles y
plazas, que la piedad alfombra en muchos lugares con flores y ramos; para esta
fiesta se proyectaron magníficas Custodias, que se hacen más ricas cuanto más
cerca de la Forma consagrada están los elementos decorativos. Muchos serán los
cristianos que hoy acompañen en procesión al Señor, que sale al paso de los que
quieren verle, «haciéndose el encontradizo con los que no le buscan. Jesús
aparece así, una vez más, en medio de los suyos: ¿cómo reaccionamos ante esa
llamada del Maestro? (...).
»La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos
y las ciudades del mundo. Pero esa presencia (...) no debe ser cosa de un día,
ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la memoria que
debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario. Junto a esa procesión
solemne de este jueves, debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida
corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de
haber recibido la fe y la misión divina de conducirse de tal modo que renueve el
mensaje del Señor en la tierra (...).
»Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de
Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría, en
serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de
reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las
actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús: Yo, cuando sea exaltado
sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí (Jn 12,
32)»12.
1 Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem. — 2 Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 24-II-1980. — 3
San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 161.
— 4 Antífona de entrada, Sal 80, 17. — 5Juan Pablo II, Homilía, 4-VI-1988. — 6
Primera lectura. Ciclo A. Cfr. Dt 8, 2-3; 14-16. — 7 Cfr.
Evangelio de la Misa. Ciclo C. Lc 9, 11-17. — 8 Lc
18, 37. — 9 Cfr. Hech 10, 38. — 10 Pablo
VI, Homilía, 11-VIII-1964. — 11 Cfr. J.
Abad y M. Garrido, Iniciación a la liturgia
de la Iglesia. Palabra, Madrid 1988, pp. 656-657. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., 156.
* Esta Solemnidad se remonta al siglo xiii. Primero fue establecida para la diócesis de Lieja, y el
Papa Urbano IV la instituyó en 1264 para toda la Iglesia. El sentido de esta
fiesta es la consideración y el culto a la presencia real de Cristo en la
Eucaristía. El centro de la fiesta había de ser, según describía ya el Papa
Urbano IV, un culto popular reflejado en himnos y alegría. Santo Tomás de
Aquino, a petición del Papa, compuso para el día de hoy dos oficios en 1264, que
han alimentado la piedad de muchos cristianos a lo largo de los siglos. La
procesión de la Custodia por las calles engalanadas de muchos lugares testimonia
la fe y el amor del pueblo cristiano hacia Cristo que vuelve a pasar por
nuestras ciudades y pueblos. La procesión nació a la par que la
fiesta.
En los lugares donde esta Solemnidad no es de precepto, se
celebra -como día propio- el domingo siguiente a la Santísima Trinidad.
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