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domingo, 10 de abril de 2011


Meditaciones para Cuaresma por Fray Luis de Granada De la resurrección de Lázaro •La resurrección de Lázaro aumenta la fe y el amor de María Magdalena en el Salvador Conviene declarar primero la grandeza de la caridad con que esta bienaventurada mujer amaba al Salvador, de la cual hallamos grandes argumentos y motivos en el santo Evangelio. El primero de los cuales es el testimonio que dio el mismo Salvador defendiéndola del fariseo que la acusaba por pecadora, declarando la grandeza de su caridad, la cual no solo impedían los pecados pasados, mas antes ocasionalmente la habían acrecentado. […] Y no menos crecía esta misma caridad con la vista de tantas maravillas y señales como a cada paso veía obrar a aquel Señor, alumbrando los ciegos, sanando los cojos, lanzando demonios, limpiando leprosos, abriendo la boca de los mudos, y curando con su palabra todas las enfermedades del mundo. Porque cada milagro de estos, como era nueva confirmación de la fe, así era nuevo incentivo de la caridad, que es forma y vida de esa fe. Pero mucho más creció con la resurrección de Lázaro, su hermano, de cuatro días muerto, el cual además de ser grandísimo milagro, fue también grandísimo beneficio; porque para fue restituirle un hermano muy amado. Porque si con la resurrección de este muerto resucitó la fe y la caridad de muchos que presentes estaban, que convencidos de este milagro creyeron en Cristo, ¿qué haría la fe y la caridad de aquella ánima santa con tan extraño milagro y con tan grande beneficio? Creo cierto que quedó con la vista de esta maravilla tan atónita, tan traspasada, y tan absorta en el amor y reverenica y estima de aquel Señor, cuanto ninguna lengua del mundo podría declarar. Pero cada uno por sí mismo podrá barruntar algo de esto si se pusiera a pensar lo que sintiera si presente se hallara y viera a un hombre mortal mandar a un muerto puesto en un sepulcro que saliese fuera y lo vises salir vivo, y andar entre los hombres, con la virtud de sola esta palabra. Fr. Luis de Granada O.P. •Comentario Una de las apariciones objeto de reflexión por parte del granadino es la que tiene por sujeto a María Magdalena. El motivo de fondo que llevó a Cristo a hacerse presente a este personaje fue la caridad que siempre mostró a lo largo de su vida la de Magdala42. En efecto, así lo recuerda nuestro autor cuando al inicio de su discurso acerca de cómo el salvador apareció a María Magdalena dice: "Mas para entender y gustar esta sagrada historia, conviene declarar primero la grandeza de la caridad con que esta bienaventurada mujer amaba al Salvador, de la cual hallamos grandes argumentos y motivos en el santo evangelio" (Obras, V11I/214). Frente a la acusación de pecadora imputada por un fariseo a la Magdalena, Jesús sale en su defensa resaltando en ella su gran caridad, que le llevó a lavarle los pies a Cristo con lágrimas y enjugarlos con sus cabellos, así como ungirlos con preciosísimos ungüentos. Este servicio hecho por esta mujer "da bien a entender cuán extraordinara era el amor de donde procedía, pues por los efectos se juzgan las causas, y por las obras el corazón" (Ibid., 215). Cristo se conmueve del amor mostrado por María y le perdona los pecados. Un amor que fue creciendo progresivamente en la medida que ella iba tratando al Señor. En este sentido, no deja de ser curioso cómo en este caso de la Magdalena, fray Luis señala este progreso en el amor por la familiaridad con Cristo, identificando a esta mujer con María la hermana de su amigo Lázaro: "Cresció aún más este amor con la familiaridad de Cristo, que después de este perdón se siguió: donde oyendo tantas veces su doctrina, siguiendo sus pasos, contemplando sus virtudes, y hospedádolo en su propia casa, con cada cosa de éstas se encendía de cada vez más en su santo corazón la llama de este divino amor. Y así leemos que entrando el Salvador una vez en su casa, y andando Marta su hermana muy solícita en aderezar lo necesario para tal huésped y tal compañía, ella ni tenía manos ni corazón para entender en nada sino asentada a los pies del Salvador, estaba tan colgada de sus divinas palabras y tan transportada en él, que olvidaba de todas las cosas [...]" (Ibid., 215-216). María estaba "colgada de sus divinas palabras y tan transportada en él, porque había descubierto en Jesús una realidad nueva que fundamentaba realmente una alternativa al viejo mundo que le había condenado y no le daba posibilidades de crecer. Ella sabía que Jesús, aún siendo un hombre, era alguien especial, tal como lo vislumbró a través de la doctrina predicada por él, y que tantas veces oyó, así como por todo lo que iba realizando en todos los momentos o pasos de su vida con los demás. Las obras que realizó Cristo en favor de los otros encerraban los misterios que estaban reservados para los sencillos y no para los sabios y entendidos. Todas estas obras las hizo por amor; porque él es el amor, revelando por ello de quién se trataba. Desde esta perspectiva, no cabe duda que viendo María actuar a Jesús pudo crecer en el amor: "Y no menos cresció esta misma caridad con la vista de tantas maravillas y señales como a cada paso veía obras a aquel Señor; alumbrando los ciegos, sanando los cojos, lanzando los demonios, limpiando los leprosos, abriendo las bocas de los mudos, y curando con su palabra todas las enfermedades del mundo. Porque cada milagro de éstos, como era nueva confirmación de la fe, así era nuevo incentivo de la caridad, que es forma y vida de esa fe" (Ibid., 216). En estas palabras de fray Luis se recuerdan los signos por los cuales se había de reconocer la presencia de los tiempos nuevos, en los que el mesías había de irrumpir en la historia de los hombres trayéndoles la salvación. Jesús es ese mesías esperado por muchas generaciones y María lo había reconocido así en sus palabras y obras. De hecho, ella fue perdonada de sus pecados por ese perdón que alcanza a todos los hombres, por muy pecadores que sean éstos, y que procede de Dios. Cristo le perdona y así muestra hasta dónde llega el Dios que predica. Igualmente, María Magdalena creció en el amor —motivo de la aparición del resucitado— ante el hecho del milagro de Lázaro: "Pero mucho más cresció con la resurrección de Lázaro su hermano, de cuatro días muerto y hediendo f...]. Creo cierto que quedó con la vista de esta maravilla tan atónita, tan traspasada y tan absorta en el amor y reverencia y estima de aquel Señor, cuanto ninguna lengua del mundo podría declarar" (Ibid.). Ante tanta maravilla María reacciona ungiendo a Jesús, declarando así su amor incontenible: '[...1 Y deseando declarar con alguna obra exterior la grandeza del amor y devoción que ardía en sus entrañas, quebró el bote de alabastro, y derramole encima de la cabeza del Salvador en presencia de todos los convidados" (Ibid., 217). La misma caridad llevó a esta mujer a seguir los pasos de la pasión de Jesús. Fr. Nicasio Martín Ramos O.P., "Cristo, sacramento de Dios en Fray Luis de Granada", Salamanca 2005. •Jesús se prepara para la predicación •De la Transfiguración del Señor •De la Samaritana •De la ceguedad del mundo •De la resurrección de Lázaro

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