Meditaciones para Cuaresma por Fray Luis de Granada Jesús se prepara para la predicación
Jesús se prepara para la predicación con la oración y el ayuno
Después del sacro misterio del la predicación con la bautismo y del magnífico testimonio del cielo, es llevado Jesús por el Espíritu Santo al desierto, para que allí sea tentado del enemigo. ¿Qué consecuencia tienen entre sí estos misterios? ¿Cómo dicen en uno los trabajos y soledad del desierto con los pregones del ciclo, y las tentaciones del enemigo con los favores del Espíritu Santo? Primeramente, por aquí entenderemos que el regalar Dios a sus siervos no es para asegurarlos, sino para esforzarlos y disponerlos a mayores trabajos.
Así cura y da de comer el caminante a su caballo para esforzarlo en el camino, y así arma y favorece el capitán a sus soldados para ponerles en el mayor peligro. Y por esto, el que así se viere visitado de Dios, no por esto se tenga por más seguro, sino antes por citado y emplazado para el mayor peligro.
Donde también es de considerar cómo antes que el Salvador diese principio a la predicación del Evangelio, se aparejó con ayuno de cuarenta días y con la soledad ejercicio del desierto, para que tú entiendas por aquí cuán grande sea la misión de la salud de las almas, pues aquel Señor, que era sumamente perfecto, sin tener de eso alguna necesidad, se dispuso para él con tan grandes aparejos.
Y por aquí también entenderán los oficiales de este oficio en qué género de ejercicios se han de ejercitar antes que comience esta misión. Porque ninguno debe salir a lo público de la predicación si primero no se hubiese ejercitado en el secreto de la contemplación; pues, como dice San Gregorio, ninguno sale seguro fuera, si primero no está ejercitado de dentro.
Para lo cual es de saber que tres maneras de vidas virtuosas señalan los santos: una puramente activa, que principalmente entiende en obras de misericordia, y otra puramente contemplativa, más perfecta que ésta, que se ocupa en ejercicios de oración y contemplación, si no es cuando la obediencia o la necesidad de la caridad pide otra cosa. Otra hay más perfecta que éta, compuesta de ambas, que tiene lo uno y lo otro, cual fue la vida de los Apóstoles y cual debiera de ser la de todos los predicadores y perfectos.
Pues la orden que se ha de tener en esta vida, según San Buenaventura, es que regularmente hablando, ninguno debe pasar a la segunda sino después de ejercitado en la primera, ni menos a la tercera si no se ha ejercitado en la segunda. Porque, como dice San Gregorio, los verdaderos predicadores han de recoger en la oración lo que derraman en la predicación. De suerte que la principal maestra de los verdaderos predicadores, después de las ciencias para esto necesarias, ha de ser la soledad, donde Dios habla al corazón palabras que salgan del corazón y revela los secretos de su sabiduría a los verdaderos humildes.
Amemos, pues, la soledad, la cual el Señor santificó con su ejemplo; porque el que no conversa con los hombres, forzado es que converse con Dios.
¡Oh miseria del siglo presente! ¿Dónde están ahora aquellos dichosos tiempos? ¿Dónde los desiertos de Egipto, de Tebas, de Escitia y de Palestina, llenos de monasterios y de solitarios? ¿Dónde está aquel desierto de que dijeron los profetas: Hará el Señor que el desierto esté lleno de deleites y que la soledad sea como un vergel de Dios? ¿Dónde están aquellas flores siempre verdes, aunque plantadas en tierras desiertas y sin agua?
Ya los hombres desampararon los desiertos y se entregaron a la vida llena de cuidados. Por donde si, por estar ya cubierto de hierba ese camino, no tienes aparejo para ir al desierto, a lo menos haz dentro de ti un espiritual desierto, recogiendo tus sentidos y entrando dentro de ti mismo, porque por aquí entrarás a Dios. En el desierto vió Moisés la gloria de Dios, y en este espiritual desierto se da Dios a conocer y a gustar a sus amigos.
Fr. Luis de Granada
•Comentario
Conducido por el Espíritu, Jesús es empujado al desierto donde estuvo cuarenta días ayunando, haciendo oración, y fue tentado. Como lo había sido en la tradición veterotestamentaria, el desierto no sólo hace relación a un espacio físico, sino también a un ámbito teológico. En este sentido, el desierto es el lugar donde el hombre puede encontrarse con Dios, y ser probado por él. Así se constata en la experiencia de Jesús en el desierto. Allí, él siempre estuvo acompañado por el Espíritu que no lo abandonó nunca, y fue probado y salido vencedor de esa especie de puja entre él y el adversario. Jesús, se mantuvo fiel a su destino o misión y no claudicó a este por ningún tipo de poder. Por eso, frente a la tentación de arrogarse fama y prestigio, convirtiendo así sus milagros en una especie de medio propagandístico que mostrarían a un mesías no a la conveniencia del Padre, optó por mantenerse fiel a ese Dios que propone la pobreza, la humildad y aspereza de vida como camino que favorece el encuentro con él, y, por tanto, del logro de la felicidad. Desde esta perspectiva, la experiencia del desierto, concretiza singularmente lo que, en definitiva, contiene la significación del nombre Jesús, que es el de ser salvador.
El paso de Jesús por el desierto tiene para Granada su importancia. Este valor lo comprende o deriva desde la perspectiva de la misión que Jesús habla de realizar. Así, si éste es conducido al desierto y allí es tentado, es para que se sepa que Dios cuando hace regalos a sus siervos -Jesús posee el Espíritu como don por excelencia- no es para asegurarlos, sino para esforzarlos y disponerlos a mayores trabajos. A este propósito se suma cómo el Señor hubo de preparase con el ayuno. la soledad y diversos ejercicios antes de comenzar a predicar el evangelio. Y cómo, a la vez, ha de comprenderse lo importante que es el proyecto de la salvación, pues él mismo, que era perfecto y no tenia necesidad de pasar cuarenta días en el desierto, se dispuso para la realización de tal proyecto de múltiples aparejos (Obras, V/197).
En el sermón tercero correspondiente al domingo primero de cuaresma en cl que se comenta: "Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el Diablo" (MI 4, 1), fray Luis incluye este momento de la vida de Jesús, en su estancia en el desierto, como una de las obras que realiza en favor de los hombres, y, por lo mismo, cómo con ocasión de esta experiencia muestra ser el salvador y agente de la vida verdadera. De este modo. Jesús es considerado como el "árbol de la vida". A este respecto, y refiriéndose a Cristo, Granada dice lo siguiente:
"[...] no sólo toda su vida y muerte fueron causa de nuestra salvación, sino que todas sus acciones obraron esto mismo. Porque en todas sus obras mostró lo que debíamos hacer a imitación suya para salvarnos. Y además, con esas mismas obras nos mereció la gracia, con la cual pudiéramos hacerlo. Una de estas cosas pertenece a la denominada causa ejemplar, y, la otra, a la causa eficiente. De uno y otro modo Cristo Señor fue el autor de nuestra salvación y se dedicó todo a nuestro provecho. Por eso, se le llama con razón el árbol de la vida [...]"
Nicasio Martín Ramos, "Cristo, sacramento de Dios en Fray Luis de Granada", Salamanca 2005.
•Jesús se prepara para la predicación
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