viernes, 11 de junio de 2010


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Alabad al Señor

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
La alabanza es la culminación de la obra del Espíritu, protagonista silencioso en medio de la creación. La alabanza es la voz, que el Espíritu ha ido enseñando a la creación a lo largo de los siglos. La alabanza es la respuesta al amor excesivo de Dios, que ha llenado de alegría toda grieta de dolor y de muerte. La alabanza es el último esfuerzo de una humanidad buscadora, que, rebosante de un agradecimiento asombrado y vibrando al son de la gracia, ya no sabe decir nada más. La alabanza brota gratuitamente, como la sonrisa, el amor, la vida.

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