martes, 8 de junio de 2010

3-8. DOMINICOS
Encendamos luces de verdad
Iniciemos la celebración de un nuevo día, nueva luz, nueva liturgia, nuevo amor, nueva esperanza..., repitiendo estos versículos de la Biblia: Señor, haz brillar tu rostro sobre nosotros, enséñanos tus leyes (Sal.118).Vosotros, dice Jesús, sois sal de la tierra y luz del mundo. Que la sal no se vuelva sosa (Ev. Mt)

Luego, poniendo ante nuestros ojos la segunda carta de san Pablo a los corintios, percibamos lo que nos desea y enseña: Nos desea “la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”. Y nos enseña que “Dios que es Padre de misericordia y Dios del consuelo, y que nos aliente en todas nuestras luchas”.

Finalmente, imbuidos de esos nobles sentimientos, supliquemos que cada uno de nosotros podamos participar en las luchas de los demás “repartiendo con ellos el ánimo que recibimos de Dios”(1, 1-4).

Así es como haremos realidad el mandato de Jesús: sed sal de la tierra y luz del mundo, pues esa es vuestra vocación de hijos del Reino.

Gozo y misión en la Palabra
Segunda carta de san Pablo a los corintios 1, 18-22:
“Repartamos con los otros el ánimo que recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también rebosa nuestro ánimo, gracias a Cristo... Nos dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo... Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, él ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu”

Cuanto se nos da, sea material o espiritual, es para nuestro bien y el de nuestros hermanos: gozos, sufrimientos, esperanzas. Dios nos quiere a todos unidos, solidarios, mano con mano. Y quien más anima esa comunión es el Santo Espíritu que mora en nosotros. Esto es pura teología. Vivámosla en profundidad.

Evangelio según san Mateo 5, 13-16:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero... Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

El mismo pensamiento o clave de lectura anterior se aplica también aquí. Si somos y recibimos luz, es para ver nosotros e iluminar a los demás; para vivir según la recta conciencia captando el mensaje de Dios, el mensaje de los hermanos, el mensaje de la razón. En el fondo, todo es un mismo mensaje de luz en y de Dios.

Momento de Reflexión
Dios nos ha ungido a todos con unción sagrada.
Detengámonos primeramente en el mensaje de Pablo a los corintios, y a nosotros. El suyo es un mensaje de comunión: Dios nos ha ungido a todos como algo sagrado suyo; nos ha sellado con la sangre redentora de Cristo; nos ha otorgado el mismo Espíritu por el que clamamos ¡Abba!, Padre.

Dios nos ha diseñado y querido para que compartamos comunión en el amor, vocación, bendición, gracia, solidaridad, cumplimiento de los designios divinos. Contribuyendo a esa comunión, todos nos comprometemos y colaboramos en la vida del Reino. De ahí arrancará nuestro espíritu evangelizador, renovador del mundo.

Sal de la tierra, luz del mundo.
Estas dos imágenes y comparaciones que Jesús utiliza con frecuencia expresan el modo concreto como hemos de vivir la vocación en comunión.

Nuestra vida en el mundo, según el Evangelio, es sal y luz, porque sus efectos deben ser parecidos a la acción benefactora de salvaguardar los alimentos, frenar la corrupción, denunciar la presencia de seres malignos, iluminar las mentes o conciencias y animar la salvación en el camino de la fidelidad a Dios y a los hombres.

Si hoy, a pesar de la gracia del Señor, de la voz de sus profetas, del testimonio de los santos y hombres de bien, el mundo prefiere seguir caminos de pecado, preguntémonos: ¿qué no sucedería si faltaran denuncias proféticas, llamadas a la cordura, testimonios de entrega en servicio de amor a los más necesitados?

ORACIÓN.
Señor Jesús, a pesar de nuestra debilidad, no estamos de acuerdo con el mundo de pecado en que vivimos salpicados de injusticias, hambres, odios, guerras, marginaciones.

Ayúdanos con tu gracia a iluminar las conciencias para que todos acabemos encontrando en ti la salvación, y para que cada uno sepamos llevar a los demás el fruto de los dones que de ti hemos recibido y que nuestras manos cultivaron con amor. Amén.

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