Nos
toca ser los “signos” del Señor
En a los pies de
la Cruz, mi diario de oración, recibí la visita de alguien llamado Joe que
insiste que él creería en Dios si Él “se apareciera y eliminara el hambre y la
guerra en este mundo”… esta actitud me hizo recordar a los escribas y fariseos,
que insistían en pedir un signo para creer en Jesús… mas este les reprochó su
hipocresía y su soberbia, diciéndoles que no se les daría más signo que el de
Jonás… haciendo clara referencia a su Resurrección (Mateo 12,
38-42)…
Por una parte, el Señor no tiene necesidad de darnos “signos” para que
creamos en Él… el mensaje de Jesucristo es, más que nada, un mensaje de amor… y
es en el amor – a Dios y al prójimo – que debemos encontrarnos cara a cara con
Dios… Por otra parte, la creación entera está llena de signos que apuntan a un
Creador… y basta con mirarla con los ojos del alma para poder ver la mano de
Dios en todo lo que nos rodea…
Lo que Joe pide no es posible… no porque Dios no pueda hacerlo, Dios lo puede
todo… sino porque iría en contra de la creación misma, especialmente, contra el
hombre y su humanidad…
Toda nuestra vida parte de la premisa de que existe libertad para decidir…
somos criaturas creadas por Dios… pero somos libres de elegir entre el bien y el
mal… entre lo que nos conviene y lo que nos hace daño… entre lo que agrada a
Dios y lo que le ofende… no sólo somos libres, sino que en el ejercicio de
nuestra libertad es que nos acercamos o alejamos de la salvación que Dios nos
ofrece..
Las guerras y el hambre no son causa de Dios… sino fruto de la envidia, la
avaricia, el orgullo y la soberbia del hombre… somos nosotros quienes, en el
ejercicio de nuestra libertad, esclavizamos al mundo… o hacemos de él un mejor
lugar donde vivir…
Siguiendo con este pensamiento les traigo tres cortas reflexiones que el
Padre Ángel Peña presenta en su libro Luces en el camino,
Fedor Dostoievski, el gran novelista ruso, nos invita a ver a Dios en la
naturaleza. Dice en Los hermanos Karamazov:
“Era una noche clara de julio, silenciosa y templada. Los pececitos y las
aves estaban dormidos. Y nosotros éramos los únicos que no dormíamos y
hablábamos de la belleza del mundo de Dios y de su gran misterio. Cada hilo de
hierba, cada escarabajo, cada hormiga, cada pequeña abeja, conoce bien su camino
y, no teniendo inteligencia, testimonia el misterio divino.”
* * *
En una ocasión, se acercó un periodista a una niña esquimal, que amaba
entrañablemente a Dios, y le preguntó:
- ¿Tú crees en Dios?
- Sí, yo creo en Dios.
- ¿Crees que Dios te ama?
- Sí, creo que Dios me ama.
- Si crees que Dios existe y que Dios te ama, ¿por qué no te cuida y te envía
suficientes alimentos y ropa para que no pases hambre ni frío?
- Yo creo que Dios le mandó a alguien que me trajese esas cosas. Pero él le
dijo “No” a Dios.
Maravillosa respuesta de una niña sin estudios, pero que indica que, muchas
veces, somos nosotros los que no obedecemos a Dios para ayudar a los
necesitados.
* * *
Cuenta la Madre Teresa de Calcuta: “Un día, yendo por la calle, me encontré
con una niña, que estaba tosiendo y casi muerta de frío, con un vestido roto y
sucio. Pedía limosna con cara de hambre. Todos pasaban de largo. Aquel
espectáculo me conmovió y me hizo exclamar interiormente: Pero ¿cómo Dios
permite esto? ¿Por qué no hace algo para que esto no suceda? De momento, la
pregunta quedó sin respuesta; pero, por la noche, en el silencio de mi
habitación, pude oír la voz de Dios que me decía: Claro que hice algo para
solucionar estos casos, te he hecho a ti.”
Dios te ha creado a ti para ayudar a los demás. Quizás le estás fallando y
estás olvidándote de que tu vida sólo tiene sentido, amando, sirviendo y
ayudando a los demás.
El Santo Cura de Ars y el Año Sacerdotal
Tags: Benedicto XVI, Cura de Ars, oraciones, sacerdocio
Una vez le escuché a un amigo una simpática anécdota sobre Juan María Vianney
(el Santo Cura de Ars)… contaba él que este piadosísimo sacerdote era molestado
frecuentemente por el demonio, quien aprovechaba cada oportunidad para ponerle a
prueba… un día, Juan María se sentía un poco indispuesto y se dirigió a la
letrina para… bueno, para hacer lo que se hace en ese lugar… se sentó y, como el
santo aprovechaba cada instante para orar, tomó su rosario y comenzó a desgranar
sus cuentas… en eso se le presenta el enemigo y en tono burlón lo dice:
- “¡Cura blasfemo… te jactas de servir a Dios frente al altar, pero mira a
donde has venido a traer tus devocioncillas! ¿No te da vergüenza rezarle a la
Virgen mientras defecas?”
El Cura de Ars, acostumbrado ya a estos ataques, le respondió:
- “¿Por qué te inquietas? No hay nada de malo en mi devoción, pues todo lo
que sube es para Dios… y lo que baja, ¡para ti!”
Al escuchar esto, el demonio salió de allí rabiando pues no había conseguido
quitarle la paz al Cura de Ars.
Ustedes se preguntarán, a qué el chistecito este… pues realmente fue una
anécdota que me contó el diácono Evaristo Guzmán un día que conversábamos sobre
lo que significa la santidad y cómo el Señor respeta la identidad de cada uno de
sus hijos… y aún así, a pesar de las debilidades y fragilidades, cuando nos
ponemos confiadamente en Sus manos, Él obra en y a través del más pequeño e
insignificante de todos: laicos u ordenados…
El día de hoy iniciamos el Año Sacerdotal que el Santo Padre
ha proclamado con ocasión al 150 aniversario del “dies natalis” de Juan
María Vianney (4 de agosto)… con el lema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del
sacerdote”… ¡hasta en el lema se ve la mano del Espíritu!
Este año es una oportunidad maravillosa que el Señor nos ofrece para tomar
conciencia de lo importante que son nuestras oraciones para ayudar a nuestros
sacerdotes… para alcanzar las gracias que necesitan para poder perseverar en su
ministerio… y para que puedan crecer en santidad…
Oración por los Sacerdotes
Oh, Dios eterno y omnipotente, mira el rostro de tu Cristo, y por amor a Él, que es el Sumo Sacerdote eterno, ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda Dios misericordiosísimo, que no son sino unos seres humanos, débiles, frágiles. Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del Obispo. Guárdalos cerca de Ti, para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a fin de que nunca hagan nada que desdiga en punto alguno de su sublime vocación.
Oh, Jesús, a Tí ruego por tus sacerdotes infieles y tibios; por tus sacerdotes que laboran en casa o fuera en campo de misión; por tus sacerdotes jóvenes; por tus sacerdotes enfermos; por tus sacerdotes en el purgatorio.
Pero sobre todo te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos; al sacerdote que me bautizó; a los sacerdotes que me absolvieron de mis pecados; a los sacerdotes cuya Misas asistí, y que me dieron tu cuerpo y tu Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron y me instruyeron o me animaron y me ayudaron; a los sacerdotes a quienes debo algo en cualquier otro modo, especialmente…
Oh Jesús guárdalos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos copiosamente, así en el tiempo como en la eternidad. Amén.
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