domingo, 7 de junio de 2009

Carta de 14 de septiembre de 2008



Carta de 14 de septiembre de
2008




Por
Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela




 Acontecimiento insuperable


  La fe nos
hace ya pregustar aquello de lo que un día hemos de participar, del encuentro
con Dios en plenitud. La presencia de Jesucristo en medio de nosotros y que nos
ha prometido se hace viva y palpable en la vida comunitaria o en la experiencia
de comunión fraterna. La comunión se funda en Jesucristo, la comunidad cristiana
no es una reunión de orden psíquico, sino de orden espiritual. En esto
precisamente se distingue de todas las demás comunidades. La Biblia entiende por
espiritual aquel don que nos hace reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador.
Por psíquico se entiende lo que es expresión de nuestros deseos, de nuestras
fuerzas y de nuestras posibilidades naturales en nuestra alma.


 


  La
comunidad cristiana no se hace a fuerza de voluntarismos sino a fuerza de la
gracia de Dios que ha prometido permanecer siempre en medio de los suyos. “Donde
dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,
20). Es una presencia especial, que se puede gozar y que hace el gran milagro de
poder ‘tocar’ a Dios. Es la Persona de Cristo Resucitado que hace revivir
permanentemente el mayor de los acontecimientos; ninguno de este mundo lo puede
superar. Los Padres de la Iglesia afirman que es el Dios cercano o el Dios que
habita entre nosotros. La comunidad cristiana es lo más hermoso que pueda darse.


 


  Cantamos y
pedimos que allí donde hay amor, está Dios. Es una presencia festiva, une,
fortalece, impulsa a vivir más el servicio a los demás. Nos da la fuerza para
vivir  todas las virtudes moldeadas y modeladas en Jesucristo: las virtudes de
la fe, esperanza y caridad; las virtudes cardinales de la prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. Estas no se consiguen a base de ‘puños’ sino con la
fuerza de Dios que se hace más presente en nosotros y su resplandor se hace
estela de santificación cuyo fruto son las virtudes. El Concilio Vaticano II
afirmó que “la comunidad congregada como verdadera familia en el nombre del
Señor, goza de su presencia” (PC, 15).  


 


  Ha sido su
presencia viva quien ha hecho posible la conversión en tantas personas. Leyendo
a los santos comprobaremos que todos han tenido un momento luminoso de encuentro
con Jesucristo. No han sido las propuestas o intenciones o deseos más o menos
buenos, ha sido un encuentro amigable y lleno de felicidad con la Persona de
Jesucristo. Pero generalmente se descubrió en el ámbito de la comunidad. De ahí
que nunca agradeceremos lo suficiente el bien que hemos recibido y recibimos a
través de la Comunidad cristiana que es la Iglesia que Cristo ha formado,
fundado y garantizado con su presencia.    + Francisco Pérez
González
,

 Arzobispo de
Pamplona y Obispo de Tudela


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