viernes, 15 de mayo de 2009

«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»San Isidro Labrad


San Isidro Labrador
Isidro Labrador, Patrono de
los trabajadores del campo (1080-1130). El biógrafo que escribió Vita Sancti
Isidori, destaca en él, sobre todo, la ejemplaridad de un cristiano
extremadamente sencillo.
Tuvo que esperar la sanción oficial de su
santidad hasta el siglo XVII, cuando el rey Felipe III, que atribuyó su propia
curación a la intercesión de San Isidro, solicitó y obtuvo la beatificación al
papa Paulo IV y, tres años más tarde, la canonización por Gregorio XV.

Se bautizó en la antigua parroquia de san Andrés, recibiendo el
nombre bautismal de Isidoro; dicen que trabajó como pocero y bracero al servicio
de la familia Vera de la que salió, junto con otros muchos del lugar, cuando Alí
toma Toledo al frente del imponente ejército de almorávide, y que esta fue la
razón de trabajar en Torre laguna donde contrajo matrimonio con Toribia, luego
Santa María de la Cabeza, de quien tuvo a su hijo Illán, también tratado como
santo.
Al regreso a Madrid se asienta definitivamente en la casa de
la familia Vargas, cuidando de las tierras de Juan, donde ejercita las virtudes
cristianas en el cumplimiento fiel de las obligaciones con Dios y los hombres,
entre las labores del campo y la atención a su casa. De hecho, el Papa Gregorio
XV afirma que «nunca salió para su trabajo sin antes oír, muy de madrugada, la
santa misa y encomendarse a Dios y a su Madre santísima»
Su culto
está muy extendido entre los trabajadores del campo que le tienen como especial
protector. Es patrono de los agricultores y de la archidiócesis de Madrid. Murió
anciano y su cuerpo se conserva incorrupto en la Catedral de la Almudena de
Madrid

Santa María de la Cabeza

María de la Cabeza nació en Madrid . Sus padres, piadosos y honestos, pertenecían al grupo de los llamados mozárabes. Fue esposa de san Isidro Labrador. No es fácil decir con qué santidad y trabajos llevó su vida de mujer casada. Sus ocupaciones eran arreglar la casa, limpiarla, guisar la comida, hacer el pan con sus propias manos, todo tan sencillo que lo único que brillaba en su vida eran la humildad, la paciencia, la devoción, la austeridad y otras virtudes, con las cuales era rica a los ojos de Dios.

Con su marido era muy servicial y atenta. Vivían tan unidos como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única. Le ayudaba en los quehaceres rústicos, en trabajar las hortalizas, y en hacer pozos no menos que en el oficio de la caridad, sin abandonar nunca su continua oración.   Como ambos esposos no tenían mayor ilusión que llevar una vida pura y fervorosamente dedicada a Dios, un día se puso de acuerdo para separarse, después de criar su único hijo, quedándose él en Madrid, y ella marchándose a una ermita, situada en un lugar próximo al río Jarama.    Su nuevo género de vida solitaria, casi celeste, consistía en obsequiar a la Virgen, hacer largas y profundas meditaciones, teniendo a Dios como maestro, limpiar la suciedad de la capilla, adornar los altares, pedir por los pueblos vecinos ayuda para cuidar la lámpara, y otros menesteres.

San Isidro con sus propios ojos vio que su mujer, como de costumbre, con la mayor naturalidad, se acercó al río, que, aquel día bajaba lleno de agua,  por las lluvias abundantes caídas y, con mucho ímpetu extendió su mantilla sobre la corriente y, como si fuera una barquilla, pasó tranquilamente a la otra orilla, sin dificultad alguna.    En los últimos años de su vida regresó a Madrid y de nuevo empezó a vivir con la admirable vida santa de antes. Después de morir su marido, volvió a su querida casa de la Virgen, como si fuera una ciudad bien defendida por Dios.

En este lugar murió, llena de años y méritos. Presente una gran concurrencia de gentes de aquellos pueblos, fue enterrada piadosa y religiosamente en la misma ermita, en un lugar, especialmente escogido por miedo a una posible profanación de los sarracenos.    Cuando éstos fueron expulsados a sus tierras africanas, vigente todavía el ejemplo de la vida santa de esta mujer, fueron localizados sus restos, gracias a una inspiración del cielo. Al sacarlos, todos advirtieron un olor especialmente agradable, nunca percibido. Hoy sus restos se veneran en Madrid. Muchos aseguran que hace incontables milagros, principalmente curaciones repentinas de dolores de cabeza.    Todas esas circunstancias, examinadas por jueces apostólicos, hicieron que Inocencio XII aprobara su culto inmemorial y que últimamente Benedicto XIV le concediera Misa y Oficio propio, asignando la fiesta para un día de mayo en Madrid y en toda la diócesis toledana.               

Las tradiciones orales de Madrid sitúan su casa en los arrabales mozárabes de san Andrés, (donde hoy se levanta el Museo de san Isidro). Allí se muestra el pozo donde cayera su hijo. Ante una persecución almorávide, que deportaba a los cristianos   a Fez y Mequinez, el matrimonio huye de la Villa. A su vuelta, se cuenta de ella cómo trabajaba junto con su marido en las tierras allende el río hacia los Carabancheles, en el lugar donde Isidro hizo brotar un manantial en un lugar completamente seco y árido.    De esta fuente relata la Bula de canonización de san Isidro que hay que reconocer en ella el poder divino, puesto que Dios, por intercesión de san Isidro, hace continuos prodigios con los enfermos que se acercan a ella.

Sobre ella, se levantó la Ermita, que inmortalizara Goya.   El Papa Inocencio XII, confirmando y aprobando el culto inmemorial dado a la sierva de Dios, por la Bula Apostolicae servitutis officium del 11 de agosto de 1697, inscribe su nombre en el santoral. El 15 de abril de 1752, por decreto de Benedicto XIV, se concede en su honor Oficio y Misa de Santa María de la Cabeza.

Señor Dios todopoderoso, que de entre
tus fieles elegiste a San Isidro Labrador para que manifestara a sus hermanos el
camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a
Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con
nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.

oremos  

Finísimo fue el lino con que ella fue tejiendo, a lo largo de su vida, esa historia de amor que la hace bella a los ojos de Dios y bendecida.    Supo trenzar con tino los amores del cielo y de la tierra, y santamente hizo altar del telar de su labores, oración desgranada lentamente.    Flor virgen, florecida en amor santo, llenó el hogar de paz y joven vida, su dulce fortaleza fue su encanto, la fuerza de su amor, la fe vivida.    Una escuela de fe fue su regazo, todos fueron dichosos a su vera, su muerte en el Señor fue un tierno abrazo, su vida será eterna primavera. Amén

Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que imitando la caridad de Santa María de la Cabeza, seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


 

Libro de los Hechos de los Apóstoles
15,22-31.

Entonces los
Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de
ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado
Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos,
y les
encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros
saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en
Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de que algunos de los
nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud
y provocado el desconcierto,
hemos decidido de común acuerdo elegir a unos
delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
los
cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso
les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo
mensaje.
El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles
ninguna carga más que las indispensables, a saber:
que se abstengan de la
carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin
desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós".

Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde
convocaron a la asamblea y le entregaron la carta.
Esta fue leída y todos se
alegraron por el aliento que les daba.

Salmo 57(56),8-9.10-12.
Mi corazón
está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de
instrumentos:
¡despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y cítara, para que yo
despierte a la aurora!
Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, te cantaré
entre las naciones,
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo, y que tu
gloria cubra toda la tierra!
¡Levantate, Dios, por encima del cielo, y que
tu gloria cubra toda la tierra!

Papa Benedicto XVI 
Encíclica « Spe salvi », § 38-39
«Amaos los unos a los otros como yo os he
amado»
La grandeza de la humanidad viene determinada
esencialmente por su relación con el sufrimiento y el que sufre. Esto es válido
tanto para cada uno como para el que sufre. Una sociedad que no consigue aceptar
a los que sufren y no es capaz de contribuir, mediante la compasión, a hacer que
el sufrimiento  sea compartido y soportado interiormente, es una sociedad cruel
e inhumana... La palabra latina «con-solatio», consolación, lo expresa de manera
muy bella, sugiriendo un «ser-con» en la soledad, que entonces ya no es soledad.
La capacidad de aceptar el sufrimiento por amor al bien, a la verdad y a la
justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva,
si mi bienestar personal, mi integridad son más importantes que la verdad y la
justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reina la
violencia y la mentira...

     Sufrir con el otro, por los otros; sufrir
por amor a la verdad y a la justicia; sufrir a causa del amor para llegar a ser
una persona que ama de veras, son elementos fundamentales de humanidad; su
abandono destruiría al mismo hombre. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos
capaces de ello?... En la historia de la humanidad, la fe cristiana tiene,
precisamente, el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera nueva y más
profunda, la capacidad de sufrir de esta manera que es decisiva para su
humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que la verdad, la justicia y el amor
no son simplemente ideales, sino realidades de una enorme densidad. En efecto,
nos ha enseñado que Dios –la Verdad y el Amor en persona- ha querido sufrir por
nosotros y con nosotros.

Día litúrgico: Viernes V de
Pascua



Texto del Evangelio (Jn 15,12-17):  
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que
os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el
que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a
vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a
vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto
permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».


Comentario: Rev. D. Carles Elias i Cao (Esplugues de
Llobregat-Barcelona, España)


«Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los
otros como yo os he amado»



Hoy, el
Señor nos invita al amor fraterno: «Amaos unos a otros como yo os he amado»
(Jn 15,12), es decir, como me habéis visto hacer a mí y como todavía
me veréis hacer.
Jesús te habla como a un amigo, pues te ha dicho que el
Padre te llama, que quiere que seas apóstol, y que te destina a dar fruto, un
fruto que se manifiesta en el amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Si el amor
estuviera esparcido por todas partes, nacería de él una infinidad de
bienes».


Amar es dar la vida. Lo saben los esposos que, porque se
aman, hacen una donación recíproca de su vida y asumen la responsabilidad de ser
padres, aceptando también la abnegación y el sacrificio de su tiempo y de su ser
a favor de aquellos que han de cuidar, proteger, educar y formar como personas.
Lo saben los misioneros que dan su vida por el Evangelio, con un mismo espíritu
cristiano de sacrificio y de abnegación. Y lo saben religiosos, sacerdotes y
obispos, lo sabe todo discípulo de Jesús que se compromete con el Salvador.


Jesús te ha dicho un poco antes cuál es el requisito del
amor, de dar fruto: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él
solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Jesús te invita a perder
tu vida, a que se la entregues a Él sin miedo, a morir a ti mismo para poder
amar a tu hermano con el amor de Cristo, con amor sobrenatural. Jesús te invita
a llegar a un amor operante, bienhechor y concreto; así lo entendió el apóstol
Santiago cuando dijo: «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del
sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos y
hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así
también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (2,15-17).Sábado de la Quinta semana de Pascua       Libro de los Hechos de los Apóstoles
16,1-10.
 

pablo llegó
luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo,
hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano.
Timoteo gozaba de
buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio.
Pablo quería llevarlo
consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había
allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano.
Por las ciudades
donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles
y los presbíteros, recomendando que las observaran.
Así, las Iglesias se
consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día.
Como el Espíritu
Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia,
atravesaron Frigia y la región de Galacia.
Cuando llegaron a los límites de
Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo
permitió.
Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade.
Durante la
noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: "Ven
hasta Macedonia y ayúdanos".
Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para
Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos.


Salmo 100,2.3.5.
Sirvan al
Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el
Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su
rebaño.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su
fidelidad por todas las generaciones.

Evangelio según San Juan
15,18-21.

Si el mundo
los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo, el
mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los
elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije:
el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los
perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la
de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al
que me envió.

 Vosotros no sois del mundo, sino que yo os he escogida sacándoos del mundo»


     Todos los fieles y buenos
cristianos, pero sobre todo los mártires gloriosos, pueden decir: «Si Dios está
con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rm 8,31). Era contra ellos que se
amotinaban las naciones, los pueblos planeaban un fracaso y los príncipes
conspiraban (Sl 2,1); se inventaban nuevos tormentos e imaginaban increíbles
suplicios contra ellos. Se les llenaba de oprobios y acusaciones mentirosas, se
les encerraba en calabozos insoportables, labraban sus carnes con uñas de
hierro, se les mataba a golpes de espada, eran expuestos a las bestias, se les
quemaba vivos, y estos mártires exclamaban: «Si Dios está con nosotros, ¿quién
estará contra nosotros?
»

     El mundo entero está contra vosotros y
aún decís: «¿Quién estará contra nosotros?» Pero los mártires nos responden:
«¿Qué es para nosotros este mundo entero siendo así que morimos por aquél por
quien el mundo ha sido hecho?» Que lo digan, pues, y lo repitan los mártires y
nosotros escuchemos y digamos con ellos: «Si Dios está con nosotros, ¿quién
estará contra nosotros?» Pueden desencadenar su furia contra nosotros, pueden
injuriarnos, acusarnos injustamente, colmarnos de calumnias; pueden no sólo
matar sino incluso torturar. ¿Qué harán los mártires? Repetirán: «Dios es mi
auxilio, el Señor sostiene mi vida» (Sl 53,6)... Entonces, si el Señor sostiene
mi vida, ¿qué daño puede hacerme el mundo ?... Es él quien recuperará mi
cuerpo... «Todos mis cabellos están contados» (Lc 12,7)... Digamos, pues, con
fe, con esperanza, con un corazón ardiendo de caridad: «Si Dios está con
nosotros, ¿quién estará contra nosotros?»


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