Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,13-21.
Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad
con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin
cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podían
replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado
de ellos. Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar,
diciendo: "¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han
realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de
Jerusalén. A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos
amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre". Los
llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o
enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron: "Juzguen si está
bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído". Después de amenazarlos
nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por
temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.
Salmo 118,1.14-21.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es
eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos: "La
mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime, la mano del Señor
hace proezas".
No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte.
"Abran
las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor".
"Esta es la
puerta del Señor: sólo los justos entran por ella".
Yo te doy gracias porque
me escuchaste y fuiste mi salvación.
Evangelio según San Marcos 16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la
semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado
siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que
estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que
lo había visto, no le creyeron. Después, se mostró con otro aspecto a dos de
ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los
demás, pero tampoco les creyeron. En seguida, se apareció a los Once, mientras
estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no
habían creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: "Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
LECTURAS:
1ª:
Hch 4, 13-21
2ª:
Mc 16, 9-15
1.
-Los
miembros del gran consejo estaban maravillados, viendo la valentía de Pedro y
Juan y enterados de que eran hombres sin instrucción ni cultura. Hacía solamente
tres años que Pedro y Juan estaban reparando sus redes a la orilla del lago,
puesto que eran pescadores. Efectivamente son gente «sin instrucción». Pero esos
tres años los han pasado en la familiaridad de Jesús y, sobre todo, ellos han
visto a Cristo resucitado.
La fe
y el contacto cotidiano con la Palabra de Dios son capaces de transformar a los
más humildes en hombres valientes y seguros de sí mismos.
¡Ayuda, Señor, a todos los bautizados a adquirir esa
"seguridad"!.
Han
pasado apenas tres meses que ese mismo Pedro soslayaba las preguntas indiscretas
que le hacía una criada en el patio del gran sacerdote, por miedo de dar a
conocer su fe. Hoy, por su audacia apostólica deja maravillados a ese mismo gran
sacerdote. ¿Qué ha pasado entre tanto?
Pedro
ha recibido el Espíritu. ¡Pentecostés ha intervenido aquí! Es la fuerza de Dios
en el débil Pedro, es la inteligencia de Dios en la escasa instrucción de
Pedro.
-Los
reconocieron, como «aquellos que habían estado con Jesús».
Señor, hoy no puedo dejar de pensar en el sucesor de Pedro, en el
Papa, que es hoy el encargado de «hablar» ante el tribunal del mundo entero, y
no sólo ante el tribunal de Jerusalén. Da tu fuerza y tu luz al sucesor de
Pedro.
He
aquí una definición de los apóstoles: «los que han estado con Jesús». Debería
ser también la definición de todo cristiano: «los que están con
Jesús»
¡Esto
es lo que les ha transformado! Señor, quédate hoy conmigo.
Señor, quédate hoy con todos los hombres.
"EI
Señor esté con nosotros -Y con vuestro espíritu". Anhelo esencial, nunca
suficientemente repetido. Que yo lo diga de veras en cada misa.
¿Se
me tiene también como alguien que está contigo, Señor? ¿En qué se nota? En el
anuncio de la resurrección.
En la
vida que emana de un ser. En el amor que emana de un ser.
-¿Qué
haremos con estos hombres? ¿Para que esto no se divulgue más?
El
clima de la Iglesia primitiva nunca fue la «facilidad».
La
expansión de la fe no se hizo sin dolor y sin dificultades.
Los
hechos de los apóstoles son un largo relato de esfuerzos y de
martirios.
-¡Juzgad si es justo delante de Dios, obedeceros a vosotros más que
a Dios!
En
cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y
oído.
Se
les comprende en parte. ¿Cómo guardar para sí esas cosas? ¿Cómo callarse, cuando
se han visto tales cosas? ¿Cómo se puede vivir una vida cristiana
individualista, cada uno para sí? ¿Cómo se puede se cristiano, sin se
apóstol?
Pero
para ello, hay que haber hecho la experiencia, haber comprobado hasta qué punto
Dios es una «buena nueva» para el hombre.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS
LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT.
CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 184 s.
2.
La
exégesis moderna reconoce la canonicidad de este pasaje, pero niega su
autenticidad como de Marcos. Parece, en efecto, que esta conclusión del
Evangelio de Marcos fue sustituida, en el siglo I o II, por un final hoy
perdido. Por otro lado, no es la única conclusión conservada por la tradición;
en realidad es la más larga y la más extendida y refleja muy bien la mentalidad
de los círculos cristianos primitivos sobre las apariciones del Señor
resucitado.
a) La
primera aparición del Señor fue para la Magdalena (v. 9).
El
relato de Marcos está, pues, de acuerdo con la tradición joánica (Jn 20, 11-18)
y se separa en este punto del relato de Mateo que hablaba de dos mujeres (Mt 28,
9-10).
Marcos confirma así que la experiencia de Cristo resucitado la
hicieron primero personas extrañas al grupo de los apóstoles con las que había
mantenido relaciones de amistad.
Lo
mismo sucede con la segunda aparición, reservada a los discípulos de Emaús (v.
12) y sobre la que Lucas proporciona detalles más abundantes (Lc 24, 13-35).
Marcos y Lucas se preocupan así de conceder la prioridad en la fe en el Señor
resucitado a personas o a discípulos más o menos al margen del grupo de los
Doce. Se hacen así eco sin duda del sentir de comunidades cristianas
helenísticas más o menos opuestas a los "hebreos" (cf. Act 6, 1-6).
Solo
en tercer lugar se benefician los apóstoles de una aparición del Señor (v. 14).
Los "Once" no son, pues, los primeros en haber creído: encontramos aquí otra vez
una idea capital del Libro de los Hechos: si los Doce y la estructura que ellos
montan son responsables de la autentificación de la fe cristiana, no son ellos
quienes la hacen necesariamente brotar: cosechan en donde no han sembrado (Jn 4,
37-38), ven muchas veces cómo nace la fe allí donde no han predicado (Act 8,
4-7; 11, 19-22) y hasta encuentran en su camino predicadores y apóstoles que no
han recibido de ellos su misión (Gál 1, 18-19; 2, 9; 1 Cor 11, 23; 12,
11-12).
Una
tensión seria ha debido de producirse necesariamente entre la institución y la
vida de fe en la Iglesia primitiva, y pasajes como el Evangelio de este día son
muy apropiados para mostrar que si bien son necesarias en la Iglesia las
estructuras, no pueden ser suficientes para que nazca la fe y para
proporcionarla un alimento exclusivo.
b) En
el cuadro que nos presenta la conclusión del Evangelio, los apóstoles aparecen
incluso bastante incrédulos, mientras que en torno a ellos, discípulos y mujeres
poseen la fe y la proclaman.
Los
demás evangelistas reflejan a veces esa incredulidad de los Once frente a las
mujeres anunciadoras de la resurrección (Lc 24, 11), pero Marcos es el único que
da testimonio de su falta de fe en el mensaje de fe de los dos discípulos de
Emaús (v. 13, en contraposición a Lc 24, 33-34). En la pluma de varios
evangelistas esa incredulidad de los apóstoles forma parte del arsenal
apologético: prueba al menos que la idea de resurrección de Cristo no nació de
imaginaciones demasiado ingenuas. Esta finalidad apologética es patente en la
conclusión del Evangelio de Marcos, y un concepto más eclesiológico inspira este
relato: si las mujeres y los discípulos dan muestras de más fe que los
apóstoles, y si Cristo reprocha a estos últimos su ridícula incredulidad (v.
14), sin embargo, es a ellos -y no a los discípulos fieles- a quienes Cristo
confía la responsabilidad de la misión (v. 15) y el cuidado de establecer, con
vistas al Juicio final, quiénes tienen la fe y quiénes no la tienen (v.
16).
Es
posible que el relato de la aparición a los Once englobe en un solo episodio una
serie de experiencias o de descubrimientos realizados a lo largo de los
"cuarenta" días que siguieron a la Resurrección. Marcos traza así los rasgos de
la aparición-modelo al grupo apostólico, que también era un grupo-modelo y
decisivo.
Así,
pues, el cuerpo apostólico no es por sí solo portador de la presencia del
Resucitado y su fe no es necesariamente más viva y más profunda que la del resto
del cuerpo eclesial. Cada miembro de la Iglesia es responsable de su fe y de su
existencia bautismal. Pero para que esta integre realmente el misterio pascual
del Señor es necesario que esté existencialmente referido a El, y no puede
estarlo sino mediante la mediación de la función apostólica, aun en el caso de
que esta última sea ejercida por incrédulos.
De
esta forma, la presidencia del sacerdote en la Eucaristía implica su conciencia
de hombre y, sin embargo, recibe todo su valor del hecho de que se realiza in
persona Christi, como un signo del Resucitado, querido por El mismo y que sirve
de punto de cita para la fe del Cuerpo místico.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA
IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 22
3.
"¡Cristo ha resucitado!". Desde hace una semana, lo cantamos en
todos los tonos. Pero que nadie se llame a engaño: nuestro testimonio no es la
afirmación de un hecho del pasado, todo lo importante que se quiera, pero que no
pasaría de ser un piadoso recuerdo.
El
objeto último de nuestra fe tampoco es un hecho verificable por una
investigación histórica. Nuestra fe es ésta: damos testimonio de que hoy, para
nosotros y para todo hombre, Jesús vive en la situación de resucitado y ya no
experimenta las limitaciones de la condición humana. Hombre entre los hombres,
el Nazareno, como nosotros, veía limitado su universo por sus posibilidades de
contacto y de intercambio. Hoy, resucitado, se han dilatado las fronteras de su
persona. Se encuentra con todos los hombres de todos los tiempos en lo secreto
de su corazón, en la fuente inexpresable de su vida. En adelante, ningún hombre
ni nada humano le es ajeno. Toda empresa humana está secretamente habitada por
su Espíritu, hasta el punto de que trabajar por el crecimiento de la humanidad
significa, tal vez secretamente, hacer que crezca su Cuerpo. Al confesar la
resurrección de Jesús damos testimonio de que todo está bajo el movimiento del
Espíritu, que merece la pena intentarlo todo, ya que en todo es él quien
continúa viviendo y creciendo.
"Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y
oído".
Prosiguiendo en la historia de hoy la profesión de fe de quienes
han experimentado la victoria de la vida, también nosotros creemos en el Cristo
resucitado cuando -a pesar de estar insertos en una vida atacada a diario por la
muerte-, midiendo con una lucidez cada vez mayor la dificultad de amar, seguimos
viviendo y amando con sobrenatural obstinación.
DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y
TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 135
4.
Este
relato, la primera parte del último capítulo del evangelio de Marcos, menciona
brevemente las apariciones de Jesús a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y
a los once. Pero la fuerza del relato recae en la incredulidad de los discípulos
a quienes el Señor reprocha el no haber dado fe a quienes le habían visto. Es
una clara amonestación a los creyentes que vendrían después para que crean a los
testigos de la resurrección, aunque personalmente no hayan visto al
Señor.
No la
creyeran. No les creyeron.
Los
apóstoles reciben este duro reproche: "se apareció Jesús a los once, cuando
estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón,
porque no habían creído a los que le habían visto resucitado".
Esto
es lo más importante de este relato: la incredulidad de los apóstoles. Debemos
agradecer que tuvieran el corazón tan duro para aceptar lo que les decían los
demás y lo que estaban viendo sus ojos. Porque nuestra fe se apoya en la fe de
los apóstoles, no en la fe de los discípulos de Emaús ni en la fe de la
Magdalena.
Y no
hay nada en la S. E. capaz de hacernos suponer que los apóstoles esperaran una
Resurrección. Ni siquiera creían que Jesús era Dios. Los apóstoles no tuvieron
fe durante la vida terrena de Jesús. Ni siquiera durmiendo el subconsciente de
los apóstoles hubiera podido crear la imagen de un Dios hecho hombre que muere,
resucita y se lleva tan campantemente su cuerpo al cielo.
Al
contrario, bien despiertos, se resistieron siempre a aceptar esta idea y ni
siquiera se rindieron ante la evidencia. Porque aunque sus ojos lo estaban
contemplando creían que se trataba de un fantasma.
Las
ilusiones de aquellos hombres se enterraron con Cristo en el sepulcro. Pero todo
cambia radicalmente. Solamente la presencia de Jesús resucitado pudo ser la
causa de este milagro moral de hacer vibrar de nuevo aquellos corazones con más
osadía que antes, y hacerlos capaces de dar un testimonio a favor de la realidad
de un Jesús vivo, con el cual ellos han convivido después de su
muerte.
Los
apóstoles aparecen como incrédulos, mientras que junto a ellos, otros
discípulos, hombres y mujeres, poseen la fe y la proclaman.
Y
ocurre algo que no encaja perfectamente en nuestros esquemas mentales; si las
mujeres y los discípulos dan muestras de más fe que los apóstoles y si Cristo
reprocha a estos últimos su incredulidad y la dureza de su corazón, sin embargo,
es a ellos -y no a los discípulos fieles- a quienes. Cristo confía la
responsabilidad de la misión, porque el versículo siguiente a este texto del
evangelio dice: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la
creación. El que crea y se bautice se salvará; el que no crea se
condenará".
Los
que salen a proclamar el evangelio por todo el mundo son unos individuos
doblemente culpables. Culpables de haber abandonado al Maestro en la Pasión y
culpables de incredulidad después de su resurrección.
Precisamente a estos discípulos que han fracasado estrepitosamente
en estas dos pruebas decisivas, es a quienes se ordena: Id por todo el mundo
hablando de mí. Difícilmente puede expresarse mejor la realidad del que predica
el evangelio: es el hombre que lleva un mensaje que no le pertenece, que no es
fruto de su propio terreno, y además está siempre sostenido por la fuerza de
Otro; si deja de apoyarse en esa fuerza vuelve otra vez a su traición y a su
incredulidad, que es la cosecha de su propio corazón. Por eso tiene que
proclamar el evangelio; no por ser el mejor o el más inteligente; sino por ser
un pecador que ha obtenido el perdón; por ser un incrédulo que ha sido liberado
de su incredulidad.
5.
Hoy
leemos la "conclusión" del evangelio según san Marcos... muy probablemente no
escrita, por la misma persona que escribió el resto del evangelio. Esta
conclusión es una especie de resumen del conjunto de las apariciones relatadas
por los otros tres evangelistas y que hemos leído esta semana.
-Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se
apareció primero a María Magdalena, de quien había echado siete
demonios.
Ella
fue quien lo anunció a los que habían sido sus compañeros y que estaban sumidos
en la tristeza y el llanto.
El
autor subraya que la "pecadora" era ahora la favorecida.
En
casa de Simón el fariseo, Jesús ya lo había dejado entrever: "aquél a quien poco
se le perdona, poco ama." Así el pecado puede llegar a ser el inicio de una gran
aventura espiritual.
"Feliz falta, que nos ha valido un tal Redentor" canta la liturgia
de la noche pascual, a propósito del pecado de Adán.
Esto
puede ser también verdad de nuestras faltas.
-Pero
ellos, oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo
creyeron.
El
autor subraya la incredulidad de los once.
He
aquí una insistencia que jamás será del todo explorada.
Eran
doce discípulos. Abandonaron a su maestro. Lo negaron. Uno de ellos lo traicionó
y se ahorcó. Después de su muerte todos quedaron desanimados y entristecidos se
dirigían a sus casas...
Al
poco tiempo se les encuentra formando una comunidad ferviente, que proclama con
valentía en Jerusalén e incluso delante del sanedrín que le condenó, que Jesús
vive. Evidentemente no han exagerado. Necesariamente algo ha de haber
pasado.
-Después de esto se mostró en otra forma a dos de ellos que iban de
camino y se dirigían al campo. Estos, vueltos, dieron la noticia a los demás; ni
aun a estos creyeron. Decididamente eran duros de mollera.
Al
fin se manifestó a los once, estando recostados a la mesa, y les reprendió su
incredulidad y su terquedad por cuanto no habían creído a los que le habían
visto resucitado.
Feliz
duda que nos proporciona una mayor certeza. No se trata pues de personas
ingenuas o de iluminados... sino de gentes concretas, de inteligencia roma.
Ayúdanos, Señor, en nuestras búsquedas y nuestras dudas, a conservar en nosotros
una disponibilidad, una abertura...
Los
evangelistas no nos dejan saciar nuestra curiosidad cuando sentimos la tentación
de hacerles preguntas indiscretas:
¿Cómo
se realizó la resurrección? ¿Qué fue de su cadáver? ¿Qué es un cuerpo
resucitado? Solamente nos han dicho "lo que ellos han visto". Modestia admirable
de los apóstoles que no hacen sino balbucear ese algo que sucedió, y que les
constriñe a "cambiar de opinión... como humildemente reconocen.
Después les dijo: "Id por todo el mundo y predicad la buena nueva a
toda criatura". El envío a la misión. Hay que dar crédito a las maravillas de
Dios... mientras esperamos verlas con toda claridad, al final.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE
ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 188 s.
6.
1.
Continúa la escena de ayer: los apóstoles están delante de las autoridades,
después de haber pasado la noche en la cárcel.
Los
miembros del Sanedrín no saben qué hacer. No acaban de entender la valentía y el
aplomo de unas personas incultas que dan testimonio de Jesús a pesar de todas
las prohibiciones. Los que se creen sabios no han captado la voluntad de Dios, y
los sencillos sí. Pero de por medio está el milagro que acaban de hacer los
apóstoles con el paralítico, que les ha dado credibilidad ante todo el
pueblo.
La
nueva prohibición se encuentra, de nuevo, con la respuesta de Pedro, lúcido y
decidido a continuar con su testimonio sobre Jesús. «No podemos menos de contar
lo que hemos visto y oído». Los apóstoles muestran una magnífica libertad
interior: los acusados responden acusando al tribunal por no querer entender los
planes de Dios y el mesianismo de Jesús. Nadie les podrá hacer callar a partir
de ahora.
Éste
es el fin del primer enfrentamiento con las autoridades de Israel. Luego vendrán
otros, hasta que se consume la dispersión de los cristianos fuera de
Jerusalén.
De
nuevo el salmo 117, mesiánico y pascual, nos ayuda a entrar aún más en la gozosa
convicción de esta semana: «hay cantos de victoria en las tiendas de los
justos... no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor».
2. a)
Hoy leemos el final del evangelio de Marcos.
Desde
luego, los apóstoles no están muy dispuestos a creer fácilmente la gran noticia
de la resurrección de Jesús. Parece como si el evangelista quisiera subrayar
esta incredulidad.
Primero es una mu jer, María Magdalena, la que les anuncia su
encuentro con el Resucitado. Y no le creen. Luego son los dos de Emaús, y
tampoco a ellos les dan crédito. Finalmente se aparece Jesús a los once, y les
echa en cara su incredulidad.
La
palabra final que les dirige es el envío misionero: «id al mundo entero y
predicad el evangelio a toda la creación».
b)
También nosotros, los cristianos de hoy, hemos recibido el mismo encargo:
predicad la buena noticia de Cristo Jesús por toda la tierra.
Pudiera ser que también nosotros, en alguna etapa de nuestra vida,
sintiéramos dificultades en nuestra propia fe. A todos nos puede pasar lo que a
los apóstoles, que tuvieron que recorrer un camino de maduración desde la
incredulidad del principio hasta la convicción que luego mostraron ante el
Sanedrín.
Ojalá
tuviéramos la valentía de Pedro y Juan, y diéramos en todo momento testimonio
vivencial de Cristo. Ojalá pudiéramos decir: «no podemos menos de contar lo que
hemos visto y oído». Para eso hace falta que hayamos tenido la experiencia del
encuentro con el Resucitado.
La
evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Cristo, ha sido siempre
difícil. Desde la primera generación hay quien no quiere escuchar el anuncio de
Cristo Resucitado, que comporta un estilo de vida especial y un evangelio que
abarca toda la existencia y revoluciona los criterios familiares y sociales. Los
profetas que osan dar el testimonio van a parar a la cárcel o a la
muerte.
Pero
la dificultad mayor no viene de fuera, sino de dentro. Si un cristiano no siente
dentro la llama de la fe y no está lleno de la Pascua, no habla, no da
testimonio. Mientras que cuando uno tiene la convicción interior no puede dejar
de comunicarla. El que tiene una buena noticia no se la puede quedar para sí
mismo. El río que lleva agua, la tiene que conducir hacia abajo, por más diques
que le pongan. Lo peor es si el río está seco y no lleva agua: entonces no hace
falta que le pongan diques, y no podrá dar origen a ningún pantano. Si el
cristiano no tiene convicciones ni ha experimentado la presencia del Señor,
entonces no hace falta ni que le amenacen: él mismo se callará porque no tiene
ninguna noticia que comunicar.
Cada
vez que celebramos la Eucaristía, después de haber escuchado la Palabra
salvadora de Dios y haber recibido a Cristo mismo como alimento, tendríamos que
salir a la vida -a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestra comunidad
religiosa- con esta actitud misionera y decidida: aunque, como a la Magdalena o
a los de Emaús, no nos crean. No por eso debemos perder la esperanza ni dejar de
intentar hacer creíble nuestro testimonio de palabra y de obra en el mundo de
hoy.
«Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído» (la
lectura)
«El
Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación» (salmo)
«No
he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor» (salmo)
«Este
es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo»
(aleluya)
«Que
estos misterios pascuales sean para nosotros fuente de gozo incesante»
(ofrendas)
«Los
que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de
Cristo» (comunión)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día
tras día
Barcelona 1997. Págs. 37-39
7.
Primera lectura : Hechos 4, 13-21 Los llamaron y les prohibieron en
absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús
Salmo
responsorial : 117, 1.14-15.16ab-18.19-21 Te doy gracias, Señor, porque me
escuchaste
Evangelio : Marcos 16, 9-15 Id al mundo entero y predicad el
Evangelio a toda la creación
El
resucitado aparece muy de mañana a María Magdalena a quien había purificado,
enseguida corre a hacer saber la noticia a los adoloridos y llorosos compañeros
de Jesús, pero éstos no creen lo que escuchan, como si la esperanza que Jesús
sembrara en ellos hubiera desaparecido con su muerte. En últimas, ni los mismos
discípulos creían lo que les contaban. Aquí se palpa cuán difícil es creer en el
Resucitado, debido a que todo su proyecto, según muchos, terminó en un
fracaso.
A
pesar de los tantos testimonios de las apariciones del Resucitado, son muchos
los que en aquel entonces no creían, incluyendo a sus mismos discípulos. Esta
incredulidad es refutada por el mismo Jesús cuando se les aparece y lo primero
que hace es recriminarlos por su falta de fe, ya que no fueron suficientes los
testimonios que recibieron para creer en lo que se les decía. Las apariciones
deben ser tomadas como toques dados a la conciencia por la experiencia viva que
se vive dentro con el resucitado; son importantes porque a Jesús no hay que
buscarlo fuera de la historia, sino a través de procesos internos de toma de
conciencia.
La
comunidad debe tener claro que las apariciones están ligadas a la reconstrucción
de la conciencia personal y grupal. Esta recuperación de la conciencia se da
cuando se sale de la crisis que se experimenta por las tantas dudas y temores, y
se experimenta que Jesús está vivo y nos está llamando a reconstruir la vida en
torno a un proyecto comunitario que se creía acabado.
Es
importante también cómo la comunidad reconstruye su conciencia y vuelve
nuevamente a la alegría de poder tener esperanzas. Ya reconstruidos, y con la
experiencia de haber vivido desde dentro el proceso de la conversión, serán
capaces de anunciar la Buena Nueva.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
8.
Pedro
y Juan son hombres del pueblo. Ante las autoridades se defienden con la propia
experiencia y el testimonio del lisiado. Los jefes buscan la manera de callarlos
imponiéndoles el silencio. Pedro y Juan recurren a su derecho de comunicar la
verdad: deben dar testimonio de lo que han visto y oído. La gente, asombrada,
impide que los apóstoles sean torturados.
La
curación del paralítico llamó poderosamente la atención del pueblo. Pero, para
las autoridades, el hecho tenía un peligroso significado y graves consecuencias.
Significaba la ruptura de las normas vigentes que impedían el acceso al templo
de defectuosos físicos. El lisiado, que tenía unos cuarenta años, siempre estuvo
a la puerta del templo, pero sin ser admitido. Era un israelita de segunda
clase. La puerta "Hermosa" a donde era llevado para pedir limosna constituía una
burla a sus padecimientos.
La
situación del paralítico era un espejo del pueblo pobre. Por sus carencias
económicas y por ignorancia quebrantaba permanentemente alguna de las
seiscientas trece leyes. Los de su tipo eran israelitas de segunda clase,
comparados con los estrictos Fariseos o los poderosos Saduceos. El Templo era
para la gente sencilla una terrible carga económica y un fastuoso testimonio de
la marginación. De él estaban excluidos los enfermos, las mujeres y los
extranjeros.
El
apoyo popular que ganaban los seguidores de Jesús se convertía en una dura
recriminación a la conducta de las máximas autoridades. Los discípulos de un
hombre que había muerto como un criminal se transformaban en motivo de
admiración. El «nombre» de Jesús, que había sido repudiado por blasfemia, se
convertía en consigna de liberación. El movimiento que las autoridades
consideraban extinguido resurgía con un vigor absolutamente inesperado. De este
modo, el Espíritu del resucitado reivindicaba la causa de Jesús: la liberación
de los pobres.
En el
Evangelio, una adición posterior nos hace un balance de los relatos de la
resurrección. Destaca la incredulidad de la comunidad que se resiste al certero
testimonio de las mujeres. Al final, la presencia del resucitado se impone por
la evidencia. Comienza una nueva etapa para la comunidad cristiana: se lanzan en
todas las direcciones a anunciar el Evangelio y a conformar nuevas comunidades
de discípulos de Jesús.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
9. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
A los discípulos el Resucitado les pide que
vuelvan a Galilea , donde todo comenzó ("La cosa comenzó en Galilea", dirá Pedro
en su famoso discurso de los Hechos de los Apóstoles). Pero cuando están en su
patria, en el escenario de siempre, reciben la orden de no quedarse allí.
Galilea no es un refugio: es un trampolín. El Resucitado los pone en
danza.
Este mismo signo se repite hoy. ¿En qué notamos que el Resucitado
se ha colado en nuestras vidas? ¡En que nos pone en danza, nos descoloca, nos
envía!
Vuestro amigo.
Gonzalo Fernández
(gonzalo@claret.org)
10. CLARETIANOS 2003
Hoy concluimos la octava de Pascua. Es probable que algunos de
vosotros hayáis disfrutado de una semana de descanso, incluso fuera de vuestros
hogares o comunidades. Otros, por el contrario, habréis vuelto al trabajo, tras
el paréntesis del fin de semana pasado. Las preocupaciones siguen ahí. No
desaparecen milagrosamente por el hecho de que un año más hayamos revivido el
misterio de la resurrección de Jesús. Pero, ¡cómo cambia todo cuando colocamos
la clave verdadera! En la batalla del día a día se nos van colando muchas claves
para interpretar nuestra vida: la clave de la competencia, del bienestar, de la
prisa, de la revancha, de la comodidad, del resentimiento, de la búsqueda de
nosotros mismos. Necesitamos que, de vez en cuando, de manera muy nítida, la
liturgia de la Iglesia nos recuerde la única clave que permite dar sentido a
todo: la clave del Resucitado. De no ser así, acabaríamos sucumbiendo al poder
de seducción de las otras, y, como consecuencia, seguiríamos prisioneros de la
ansiedad, de la tristeza, de la falta de horizonte.
En este sábado, Jesús nos regala dos últimos mensajes que se
refieren a nuestro compromiso misionero:
Id al mundo entero. Un seguidor
de Jesús traspasa los límites del espacio y del tiempo porque empieza a vivir en
clave de resurrección. El mandato de ir al mundo entero inaugura en nosotros un
talante de apertura universal. La resurrección elimina todas las barreras
étnicas, culturales, económicas, religiosas que los hombres hemos construido
para acotar este mundo. Pensemos en el significado de estas palabras en este
comienzo del tercer milenio, en el que vivimos una etapa de globalización. El
mundo entero se ha convertido en la “aldea global”. Esto no significa que
tengamos que ir de un sitio para otro, o que estemos todo el día conectados a
internet. Significa que hemos tomado conciencia de que todos formamos parte de
la red de hijos e hijas de Dios, y de que todo lo que sucede en este mundo tiene
que ver conmigo. El mundo entero está concentrado en cada uno de nosotros y en
el pequeño mundo de nuestro entorno. La novedad está en contemplar esto con ojos
de universalidad. A los ecologistas les gusta decir aquello de “Piensa
globalmente y actúa localmente”. Quizá es una manera de traducir la
universalidad cristiana que se inaugura con la resurrección de Jesús.
Predicad el evangelio a toda la creación. En este “diálogo de vida”
cada vez más amplio, somos invitados a reconocer las huellas del Resucitado
dondequiera que se encuentren, sobre todo, en las manos y los pies traspasados.
Donde hay una mujer o un hombre que sufre, allí contemplamos el rostro del
Cristo que prolonga su pasión. No hay diálogo cuando no hay experiencia que
compartir, cuando todo se reduce a un intercambio de frases vacías o de fórmulas
protocolarias. La experiencia que nosotros proponemos es la del evangelio de
Jesús, porque no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído. La
resurrección nos abre a un diálogo universal, pero no a un universo vacío.
Hablar de Jesús con el lenguaje de la propia vida es algo a lo que no podemos
renunciar.
Hasta la próxima semana, si Dios quiere. Disfrutemos de la alegría
del domingo.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
11. 2001
COMENTARIO 1
El Evangelio de Marcos concluía en el capítulo
16, v. 8, con la frase que refiere la actitud de miedo de las mujeres ante el
anuncio del ángel: "ellas salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el
espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían (Mc
16,7-8). Pero algún escritor posterior consideró que este final no era adecuado
a la lógica del relato evangélico y añadió en síntesis tres relatos de los otros
evangelistas en los que se insiste en la incredulidad de los discípulos. Éstos
no aceptan el mensaje de María Magdalena (vv. 9-10), ni el de los dos de Emaús
(vv. 12-13), y tienen que ser recriminados por Jesús mismo, que les echa en cara
a los once su incredulidad y terquedad en no creer a los que lo habían visto
resucitado (vv. 14-16).
Como antes de resucitar, los discípulos tienen la
mente obcecada: "teniendo ojos para ver no ven, y teniendo oídos para oír no
oyen". Tendrá que venir el Espíritu y abrirles el corazón para que acepten la
buena noticia de la resurrección, verdadera subversión del mundo, este
"desorden" que llamamos "orden establecido": aquél que ellos creían un mortal
entre los mortales, vive. Dios le ha dado la razón, confirmando de este modo que
quienes se empeñaron en dejarlo encerrado en la losa del sepulcro, no tienen
autoridad. Pues solamente tiene autoridad quien la utilizar para servir y dar
vida y no para generar muerte.
Como Jesús hizo con el ciego de Jericó,
imagen de los discípulos, será esta vez el Espíritu quien venga a abrirles los
ojos a un nuevo mundo, a la sociedad alternativa que Jesús anunciaba, para que
comprendan que el testimonio de los que han tenido la experiencia de Jesús
resucitado es más que suficiente para adherirse a él y que ya no hace falta ver
para creer, sino abrir el oído y prestar atención a quienes siente vivamente que
la Vida ha triunfado definitivamente sobre la muerte.
Ayer como hoy este
mensaje es difícil de aceptar. El sistema mundano se encarga de mostrarnos cada
día que, quien así piensa, termina mal. Exactamente igual que en tiempos de
Jesús. A quien proclama que es posible la vida, cuando todo conduce a la muerte,
tiene que pagar con su muerte el precio de dar vida a los otros. Así de trágico,
pero así de maravilloso. Las palabras de Jesús siguen en pie: "Si uno quiere
venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me
siga; porque el que quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que
pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo" (Mc
8,35-36). Es la gran paradoja. Para dar vida hay que dar la vida. Sólo queda lo
que damos.
COMENTARIO 2
El Resucitado aparece muy de
mañana a María Magdalena a quien había purificado, enseguida corre a hacer saber
la noticia a los adoloridos y llorosos compañeros de Jesús, pero éstos no creen
lo que escuchan, como si la esperanza que Jesús sembrara en ellos hubiera
desaparecido con su muerte. En últimas, ni los mismos discípulos creían lo que
les contaban. Aquí se palpa cuán difícil es creer en el Resucitado, debido a que
todo su proyecto, según muchos, terminó en un fracaso.
A pesar de los
tantos testimonios de las apariciones del Resucitado, son muchos los que en
aquel entonces no creían, incluyendo a sus mismos discípulos. Esta incredulidad
es refutada por el mismo Jesús cuando se les aparece y lo primero que hace es
recriminarlos por su falta de fe, ya que no fueron suficientes los testimonios
que recibieron para creer en lo que se les decía. Las apariciones deben ser
tomadas como toques dados a la conciencia por la experiencia viva que se vive
dentro con el resucitado; son importantes porque a Jesús no hay que buscarlo
fuera de la historia, sino a través de procesos internos de toma de conciencia.
La comunidad debe tener claro que las apariciones están ligadas a la
reconstrucción de la conciencia personal y grupal. Esta recuperación de la
conciencia se da cuando se sale de la crisis que se experimenta por las tantas
dudas y temores, y se experimenta que Jesús está vivo y nos está llamando a
reconstruir la vida en torno a un proyecto comunitario que se creía acabado.
Es importante también cómo la comunidad reconstruye su conciencia y
vuelve nuevamente a la alegría de poder tener esperanzas. Ya reconstruidos, y
con la experiencia de haber vivido desde dentro el proceso de la conversión,
serán capaces de anunciar la Buena Nueva.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada,
Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)
12. 2002
El anuncio de la resurrección supera de tal modo las expectativas
humanas, que, en lugar de llenarse de alegría, las mujeres huyen del sepulcro
temblorosas y desconcertadas, hasta el punto de no comunicar a nadie la noticia
que habían recibido. Será Jesús mismo, en Galilea, quien se dejará ver vivo por
los discípulos y, en particular, por Pedro, tal vez porque Pedro se muestra en
el evangelio de Marcos especialmente terco a la hora de aceptar el camino de su
maestro, un camino que debía surcar la muerte como paso previo y necesario para
llegar a la vida-resurrección.
Tras este desconcertante final del
evangelio de Marcos, alguien añadió otro texto en el que se resalta de nuevo la
incredulidad de los discípulos que no aceptan el testimonio de María Magdalena
ni el de los das de Emaús y tiene que ser Jesús mismo también quien se les
aparezca y les reproche su incredulidad, dándoles como tarea "proclamar la
buena noticia a toda la humanidad".
Y la buena noticia que -ayer ellos, y
hoy nosotros- tenemos que anunciar es que Jesús llevaba razón, que Su vida no
fue un sinsentido, que su camino fue un camino de vida, aunque tuviera que pasar
por la muerte, que "si uno quiere salvar su vida, la perderá; Y que, en cambio,
el que pierda su vida por Jesús y por la buena noticia, la salvará (Mc 8,35)".
Lo sabemos de Sobra, pero hay que llevarlo a la práctica cada día.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)
13. DOMINICOS 2003
Creer en el Resucitado y anunciarlo
Hoy, sábado de la semana pascual, comencemos
saludando a María en el gozo de la Encarnación, en el dolor de la Pasión y en la
alegría de la Resurrección de Jesús:
¡Salve, María!
Dichosa tú que creíste
al Señor que te
eligió.
Dichosa, pues en tu seno
el Verbo se
anonadó.
¡Salve, del dolor Señora!
Las espadas de
dolor
hijos tuyos nos hicieron,
¡oh madre del
Redentor!
¡Aleluya, reina nuestra!
Hoy el fruto de tu
vientre
te corona, gran Señora.
Y nosotros repetimos:
¡Aleluya!
Llegamos a la liturgia del sábado y en la celebración nos asociamos
al gozo de María, madre, virgen, señora, reina.
Hace una semana contemplábamos a Jesús en su pasión y muerte. Hoy
lo vemos resucitado y glorioso. Hace cinco o seis días encontrábamos, en
penumbra, a discípulos y apóstoles turbados, cabizbajos, vagando sin horizonte
seguro. Hoy los vemos animados, por efecto de la resurrección que los conforta.
Hace cinco o seis días que unas mujeres privilegiadas, audaces, fieles, lloraban
al amado muerto, y hoy las vemos gratamente sorprendidas por la delicadeza del
Maestro, hecho hortelano, revelándose en palabras de subido amor, y enviándolas
a confortar a los hermanos.
Celebrémoslo en la liturgia de la Palabra asistiendo a hechos muy
significativos:
- Al hecho jubiloso de que los apóstoles entran y salen del templo
dando testimonio de la resurrección del Señor con auténtico ardor. Ya no les
importa ser perseguidos por el nombre de Jesús, pues se sienten fuertes y
testigos del resucitado. Y , al verlo de esa forma, algunos griegos de judíos,
estimulados por sus signos de amor y gracia, se abren a la verdad de
Cristo.
- Y al canto de las pequeñas comunidades de creyentes que nos
recuerdan una y otra vez el acontecimiento salvífico de la resurrección del
Señor: Quien cree que Jesús es el Hijo de Dios y que ha resucitado, está en el
seno del Reino Nuevo.
Palabra y
Reflexión
Hechos de los Apóstoles 4,
13-21:
“Los sumos sacerdotes, los ancianos y los
letrados estaban sorprendidos por el aplomo con que hablaban Pedro y Juan, pues
sabían que eran personas sin letras ni instrucción, y descubrieron que habían
sido compañeros de Jesús.
Como tenían a su lado al paralítico que habían
curado, no sabían qué decir.
Optaron por mandarlos salir fuera de la
reunión, y ellos deliberaron: ¿qué vamos a hacer con esta gente?... Volvieron a
llamarlos y les prohibieron predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero Pedro y
Juan replicaron: ¿puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de
obedecerle a Él...?”
El texto de los ‘Hechos’ es de carácter pascual y pentecostal. La
actuación valiente e iluminada de los apóstoles confunde a los
letrados.
La sencillez y la humildad de los discípulos de Jesús, cuyos signos
dan fe de su confianza absoluta en el Maestro, derrumban cualquier castillo de
los supersabios.
Para quedar bien, sin reconocerse públicamente vencidos, los
miembros del Consejo les prohíben actuar con libertad de expresión. Pero saben
que eso será inútil...
Comienza una etapa nueva, pentecostal, deslumbrante, en la historia
de salvación. Los apóstoles son los testigos cualificadisimos de ella, tras la
iluminación y gracia de Pentecostés.
Evangelio según san Marcos 16,
9-15:
“Jesús, resucitado al amanecer del primer día
de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado
siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban tristes y
llorando. Ellos, al oirla decir que estaba vivo y que lo había visto, no la
creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban de
camino a una finca. También ellos se fueron a anunciarlo a los demás, pero no
les creyeron. Por último, se apreció Jesús a los Once, cuando
estaban en la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón,
porque no habían creído a los que le habían visto
resucitado.
Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el
evangelio a toda la creación”.
Con la sencillez que es habitual en el relato evangélico de Marcos,
se señalan en este texto algunas claves de lectura que debemos recordar y
agradecer:
La primera persona agraciada con la aparición de Jesús resucitado | |
Los segundos agraciados fueron los dos discípulos que iban a Emaús. | |
Después se apareció a todos los apóstoles, y les recriminó su |
Pero consideremos este hecho singular: Jesús, que
siempre es fiel, a pesar de la actitud de incredulidad que observa en los suyos,
se dirige a todos, apóstoles, discípulos, elegidos, y los confirma en la misión
para la que los había llamado : ir por el mundo a anunciar el Evangelio
de salvación.
¡Señor Jesús! Si a tus débiles discípulos
primeros, los confirmaste en su misión, acógenos también a nosotros, pecadores.
Queremos anunciar al mundo que Tú eres el único camino de salvación para el
mundo. Amén.
14. ACI DIGITAL 2003
9. El evangelista parece querer destacar, como una paradoja de la
divina misericordia, esta preferencia de Jesús por aparecerse a Magdalena, la
que estuvo endemoniada. El v. 6 nos muestra que ella fue la primera en tener
noticia de la resurrección, y que recibió también el honor de anunciarla a los
apóstoles. Así quiso el Maestro recompensar la fidelidad de quien había
antepuesto a todo su divina Palabra (Luc. 10, 39), su perdón (Luc. 7, 37 ss.),
su culto (14, 13 ss) y su apostolado (Luc. 8, 2), siguiéndolo, junto a la Madre
fidelísima, al pie de la Cruz (Juan 19, 25).
11. Esta impresionante
incredulidad general muestra cuán lejos estuvo el Señor de ser glorificado
visiblemente hasta que el Padre lo glorificó en el cielo sentándolo a su diestra
(v. 19; S. 109, 1) en el Tabernáculo "no hecho de mano de hombre" (Hebr. 9, 11 y
24; S. 109, 4). De ahí que el Espíritu Santo no viniese hasta después de la
Ascensión (Juan 7, 39), y que ni en ésta ni en la resurrección (que nadie
presenció) se mostrase El glorioso como en la Transfiguración, donde El quiso
manifestarse con la gloria que ostentará también en su segunda venida. Cf. 9, 1;
S. 109, 1 ss.; II Tes. 1, 10; Hebr. 1, 6.
12. Alusión al episodio de
Emaús que sólo narra San Lucas (24, 13 - 25).
14. Esta aparición se
realizó el día de la resurrección por la tarde, probablemente en la casa de
María, la madre de S. Marcos, donde los discípulos solían reunirse.
15.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño,
O.S.B.
Entrada: «El Señor sacó a su pueblo con alegría, a sus
escogidos con gritos de triunfo. Aleluya» (Sal 104,43).
Colecta
(compuesta con textos del Gelasiano y del Gregoriano) : «Oh Dios,
que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar el número de tus hijos,
mira con amor a los que has elegido como miembros de tu Iglesia, para que,
quienes han renacido por el Bautismo, obtengan también la resurrección
gloriosa».
Ofertorio: «Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio
de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu
redención, sean también fuente de gozo incesante».
Comunión: «Los que os habéis incorporado a Cristo por el
Bautismo, os habéis revestido de Cristo. Aleluya (Gál 3,27)».
Postcomunión: «Mira Señor con bondad a tu pueblo, y ya que has
querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la
resurrección gloriosa».
–Hechos
4,13-21: No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.
Pedro y Juan se niegan a hacer caso a las prohibiciones de los jefes del
Sanedrín, para que no hablen más que de Jesús, puesto que, como ellos mismos
dicen, tienen que obedecer a Dios antes que a los hombres. A pesar de todas las
amenazas, prosiguen proclamando el mensaje de la resurrección de Jesús. Así
manifiesta el nombre de Jesús toda la plenitud de su poder salvífico; no sólo
salva de la enfermedad, sino que es la única fuente de salvación, que infunde
una valentía, un poder superior, contra el que chocan todos los planes humanos
que intentan destruirlo.
Nuestra participación
eucarística nos pone en contacto experimental con la situación de Jesús
resucitado. Adquirimos de este modo un compromiso de obediencia y de testimonio
y recibimos la fuerza del Espíritu para vivir y proclamar libre y valientemente
la salvación que hemos experimentado.
La profundidad y amplitud
del misterio de Cristo se expresa en la inefable riqueza de los nombres con que
es designado el Salvador. Así se expresa Nicetas de Remesiana:
«Se llama Verbo, porque
ha sido engendrado sin pasión alguna por Dios Padre... O bien porque por su
medio habló Dios Padre a los ángeles y a los hombres. Se dice Sabiduría, porque
por medio de Él se ordenó todo sabiamente al principio. Se llama Luz, porque Él
iluminó las primeras tinieblas del mundo y con su venida hizo desaparecer la
noche de los corazones de los hombres. Se llama Potencia, porque ninguna
criatura lo puede vencer. Se dice Diestra y Brazo, porque por su medio fueron
creadas todas las cosas y Él las abarca todas. Se llama Ángel del Gran Consejo,
porque Él es personalmente nuncio de la Voluntad paterna. Se llama Hijo del
Hombre, porque por nosotros los hombres se dignó nacer como hombre. Se dice
Cordero, por su inocencia singular. Se llama Oveja para que quede patente su
Pasión. Se dice Sacerdote, bien porque ofreció a Dios Padre en favor nuestro su
Cuerpo como oblación y sacrificio, bien porque se digna ofrecerse cada día por
nosotros. Se dice Camino, porque por medio de Él llegamos a la salvación.
Verdad, porque rechazó la mentira. Se llama Vida, porque destruye la muerte. Se
llama Vid, porque al extender los ramos de sus brazos en la Cruz proporcionó al
mundo el gran fruto de la dulzura... Se llama Médico, porque con su visita curó
nuestras enfermedades y heridas... Se dice Paz, porque reunió en la unidad a los
que estaban dispersos y nos reconcilió con Dios Padre. Se llama Resurrección,
porque resucitará todos los cuerpos... Se llama Puerta, porque por su medio se
abre a los fieles la entrada del Reino de los cielos» (Catecumenado de
adultos B P 16,32-38).
–El salmo
responsorial es el mismo que ayer.
–Marcos
16,9-15: Id al mundo entero y predicad el Evangelio. La fe de los
apóstoles se basa en la experiencia directa y en una renovación de la
convivencia con el Señor. Así quedan constituidos en testigos y reciben el
homenaje del Resucitado para difundirlo por todo el mundo. San Juan Crisóstomo
dice:
«El mensaje que se os
comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a
todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni
tan siquiera os envio a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas;
sino a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo, por cierto muy mal
dispuesto. Porque al decir: “Vosotros sois la sal de la tierra”, enseña que los
hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por ello exige a
todos sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias y útiles para el
cuidado de los demás» (Homilía sobre San Mateo 15, 6).
Lo único importante es
que Cristo sea anunciado, conocido y amado. Él es el que actúa por medio de los
apóstoles de entonces y de ahora. Así lo expresa San Agustín:
«Podemos amonestar con el
sonido de nuestra voz, pero si dentro no está el que enseña, vano es nuestro
sonido... Os hable Él, pues, interiormente, ya que ningún hombre está allí de
maestro» (In 1 Jn. 2,4).
16. DOMINICOS 2004
Me voy a pescar. Vamos contigo
¡Señor!, mira con
amor a quienes has elegido para tu Reino.
Te doy gracias, Señor, por mi fe en
tu resurrección y vida.
Este es el día en que actuó el Señor; reine la
alegría...
En nuestro calendario oracional, hace una semana que Jesús
murió y fue sepultado. Hace pocos días que los apóstoles, turbados, huyeron.
Sólo algunas mujeres audaces, privilegiadas, se mantuvieron unidas,
probablemente con Maria la madre de Jesús.
Ellas fueron las primeras en
dar la alerta porque el sepulcro estaba vacío y unos ángeles lo custodiaban;
ellas se encontraron con el hortelano que dijo palabras muy subidas de amor y
fidelidad y despabilaron a algunos apóstoles... Pero no las creyeron...
En el desconcierto reinante tras la muerte de Jesús, mientras que muchos
emigraron de Jerusalén a sus tierras de origen, María, la madre de Jesús, se
quedó, sin duda, en Jerusalén. Su corazón no podía estar ausente del tesoro que
había perdido en aquella ciudad. ¿Cómo sería el reencuentro de Jesús resucitado
con su Madre? Díganlo los corazones maternos que esperan al hijo perdido,
muerto, que prometió volver.
La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura:
Hechos de los apóstoles 4, 13-21:
“Los sumos sacerdotes, los ancianos y los
letrados estaban sorprendidos [en su Consejo] viendo el aplomo de Pedro y Juan,
sabiendo que eran personas sin letras ni instrucción, y descubrieron que habían
sido compañeros de Jesús.
Pero viendo junto a ellos al paralítico que
habían curado, no encontraban respuesta.
Les mandaron salir fuera de la
reunión y deliberaron: ¿qué vamos a hacer con esta gente?...
Decidieron
volver a llamarlos y les prohibieron predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero
Pedro y Juan replicaron: ¿puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en
vez de obedecerle a Él...?”
Evangelio según san Marcos 16,
9-15:
“Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció
primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a
anunciárselo a sus compañeros, que estaban tristes y llorando. Ellos, al oírla
decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se
apareció en figura de otro a dos de ellos que iban de camino a una finca.
También ellos se fueron a anunciarlo a los demás, pero no les
creyeron.
Por último, se apreció Jesús a los Once, cuando estaban en la
mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían
creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id al mundo entero y
predicad el evangelio a toda la creación “.
Reflexión para este
día
Una misma alegría toma cuerpo en dos momentos de gracia y de luz.
Primero, según el orden de las lecturas, en la ofrenda postpentecostal
de los apóstoles y discípulos que han llegado a la asimilación profunda del
mensaje salvífico del Maestro resucitado y de su Espíritu Santo.
¡Están
alegres tanto en la cárcel o en el tribunal como en la calle! ¡Son de
Cristo!
Después, en el realismo, en las lágrimas, en la emoción, en la
vergüenza, en el entusiasmo; y sobre todo en la confianza que se va suscitando
poco a poco en los apóstoles y discípulos incrédulos cuando van siendo
sorprendidos por el nuevo rostro del mismo Jesús que los convoca.
Los
convoca por medio de la Magdalena, de los discípulos camino de Emaús, de once
comensales sorprendidos, de todo el apostolado ...
¿No es para estar
alegres el comprobar que Jesús, a pesar de las infidelidades cometidas por
ellos, cuenta con su servicio, les da la mano y el corazón y los pone en camino
de misión?
¡Oh admirable caridad que arde en el Corazón de
Cristo!
Poniéndonos en el lugar de los discípulos, salgamos también
nosotros a predicar que Cristo ha resucitado y es nuestra salvación.
17.
Comentario: P. Raimondo Sorgia i
Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)
«María Magdalena
fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, pero no
creyeron»
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de meditar algunos
aspectos de los que cada uno de nosotros tiene experiencia: estamos seguros de
amar a Jesús, lo consideramos el mejor de nuestros amigos; no obstante, ¿quién
de nosotros podría afirmar no haberlo traicionado nunca? Pensemos si no lo hemos
mal vendido, por lo menos, alguna vez por un bien ilusorio, del peor oropel. En
segundo lugar, aunque frecuentemente estamos tentados a sobrevalorarnos en
cuanto cristianos, sin embargo el testimonio de nuestra propia conciencia nos
impone callar y humillarnos, a imitación del publicano que no osaba ni tan sólo
levantar la cabeza, golpeándose el pecho, mientras repetía: «Oh Dios, ven junto
a mí a ayudarme, que soy un pecador» (Lc 18,13).
Afirmado todo esto, no
puede sorprendernos la conducta de los discípulos. Han conocido personalmente a
Jesús, le han apreciado los dotes de mente, de corazón, las cualidades
incomparables de su predicación. Con todo, cuando Jesucristo ya había
resucitado, una de las mujeres del grupo —María Magdalena— «fue a comunicar la
noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos» (Mc
16,10) y, en lugar de interrumpir las lágrimas y comenzar a bailar de alegría,
no le creen. Es la señal de que nuestro centro de gravedad es la
tierra.
Los discípulos tenían ante sí el anuncio inédito de la
Resurrección y, en cambio, prefieren continuar compadeciéndose de ellos mismos.
Hemos pecado, ¡sí! Le hemos traicionado, ¡sí! Le hemos celebrado una especie de
exequias paganas, ¡sí! De ahora en adelante, que no sea más así: después de
habernos golpeado el pecho, lancémonos a los pies, con la cabeza bien alta
mirando arriba, y... ¡adelante!, ¡en marcha tras Él!, siguiendo su ritmo. Ha
dicho sabiamente el escritor francés Gustave Flaubert: «Creo que si mirásemos
sin parar al cielo, acabaríamos teniendo alas». El hombre, que estaba inmerso en
el pecado, en la ignorancia y en la tibieza, desde hoy y para siempre ha de
saber que, gracias a la Resurrección de Cristo, «se encuentra como inmerso en la
luz del mediodía».
18. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
1ª Lectura
He 4,13-21
13 Al ver, por una parte, la
valentía de Pedro y Juan, y comprendiendo, por otra, que eran hombres sin
instrucción y cultura, estaban sorprendidos. Reconocían que habían estado con
Jesús; 14 pero al ver con ellos en pie al hombre que había sido curado, no
podían replicarles nada. 15 Les ordenaron salir de la sala del tribunal, y se
pusieron a deliberar entre ellos, 16 preguntándose: «¿Qué haremos con estos
hombres? Porque ciertamente han hecho un milagro notorio y manifiesto a todos
los habitantes de Jerusalén, y no podemos negarlo. 17 Pero para que no se
divulgue más entre el pueblo, vamos a amenazarlos para que no vuelvan a hablar a
nadie de ese hombre». 18 Los llamaron, y les ordenaron que no volvieran a hablar
ni a enseñar nada sobre la persona de Jesús. 19 Pedro y Juan les replicaron:
«¿Os parece justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros antes que a él? 20
Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído». 21 Pero ellos los
despidieron amenazándoles de nuevo, sin encontrar modo de castigarlos por causa
del pueblo, porque todos alababan a Dios por lo sucedido,
Salmo
Responsorial
Sal 118,1
1 ¡Aleluya! Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor.
Sal 118,14-15
14 mi fuerza y mi grito de
guerra es él, a él le debo la victoria. 15 Clamor de alegría y de victoria en la
tienda de los justos: la diestra del Señor hace proezas,
Sal
118,16-18
16 la diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor hace
proezas. 17 No, no moriré, seguiré viviendo para contar las obras del Señor; 18
el Señor me ha castigado duramente pero no ha permitido que muera.
Sal
118,19-21
19 Abridme las puertas de la justicia, que voy a entrar a dar
gracias al Señor. 20 Ésta es la puerta del Señor; que entren los justos. 21 Te
doy gracias porque me has escuchado, a ti te debo la
victoria.
Evangelio
Mc 16,9-15
9 Jesús resucitó al amanecer del
primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que
había lanzado siete demonios. 10 Ella fue a decírselo a los que habían andado
con él, que estaban llenos de tristeza y llorando. 11 Ellos, al oír que vivía y
que ella lo había visto, no lo creyeron. 12 Después de esto se apareció con una
figura distinta a dos de ellos en el camino, cuando iban al campo. 13 Éstos
volvieron a dar la noticia a los demás, pero tampoco les creyeron. 14 Después se
apareció a los once estando a la mesa, y les reprendió su incredulidad y dureza
de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado de
entre los muertos.
MENSAJE FINAL. LA ASCENSIÓN
15 Y les dijo: «Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
* * *
La reacción de los jefes del Sanedrín
expresa su total derrota frente a Pedro y Juan (vv.13-17).
Lucas usa tres
verbos en imperfecto (acción prologada y persistente en el presente): se
admiraban, reconocían y no tenían nada que replicar (el sujeto de los tres
verbos es el mismo: los jefes del Sanedrín). Se admiraban (ethaumazon) viendo la
valentía (parresía) de Pedro y Juan y sabiendo que eran hombres sin instrucción
ni cultura (agrammatoi kai idiotai).
Reconocían (epegínoskon) que Pedro
y Juan eran discípulos de Jesús y al mismo tiempo veían de pie junto a ellos al
hombre sanado. Y la conclusión es obvia: no tenían nada que replicar (oudén
eijon anteipein). Los jefes del Sanedrín se sienten derrotados por la valentía y
el poder de los pobres, representados aquí por los discípulos Pedro y Juan. Como
no pueden negar la evidencia de la curación del tullido, recurren a lo único que
pueden manejar: la amenaza.
No se niega el signo, pero se reduce al
silencio a sus testigos. Es impresionante la similitud con Jn 11, 45-54 (se
reconoce el milagro/señal realizada por Jesús, pero deciden matarlo para que no
tenga impacto en el pueblo).
El segundo testimonio de Pedro y Juan (vv.
18-22) es más radical: "disciernan si es justo delante de Dios escucharlos a
Uds. más que a Dios, puesto que nosotros no podemos no hablar sobre lo que vimos
y oímos" (traducción literal de vv. 19-20). La función del Sanedrín es discernir
los hechos y Pedro los llama a ejercer esa función, pero la respuesta de los
jefes, escribas y ancianos de Israel es otra vez la amenaza.
La reunión
de la comunidad (4, 23-31), que es el acto cuarto de esta conjunto y que no
puede ser separado de todo lo anterior lo veremos el lunes 19 de
abril.
19.
Juan Pablo II, papa
Novo millenio
ineunte, 29
“...el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la
diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba
con ellos..” (Mc 16, 19-20)
La vuelta de Cristo al cielo: “..yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (cf Mt 28,20) Esta certeza,
queridos hermanos y hermanas, ha acompañado a la Iglesia durante dos mil años y
se ha renovado en nuestros corazones por la celebración del año santo. Debemos
sacar de aquí un renovado empeño para nuestra vida cristiana, haciendo de esta
verdad la fuerza inspiradora de nuestro caminar. Conscientes de esta presencia
del resucitado entre nosotros, nos hacemos hoy la pregunta que fue dirigida a
Pedro en Jerusalén, después de su discurso de Pentecostés: “¿Qué tenemos que
hacer?” (Hch 2,37)
Nos interrogamos con un optimismo lleno de confianza,
sin olvidar los problemas. No nos dejamos seducir por una perspectiva ingenua,
como si existiera una fórmula mágica para enfrentarnos a los grandes desafíos de
nuestro tiempo. No, no es una fórmula mágica que nos salvará, sino una persona y
la certeza que nos inspira: “yo estoy con vosotros...”
No se trata, pues,
de inventar un “nuevo programa”. El programa ya existe: es el de siempre, sacado
del evangelio y de la Tradición viva. Está centrado, en último término, en
Cristo mismo, al que hay que conocer, amar, imitar, para vivir en él la vida
trinitaria y para transformar con él la historia hasta su plenitud en la
Jerusalén celestial... Con todo, es necesario que este programa se traduzca en
orientaciones pastorales adaptadas a las condiciones de cada comunidad...En las
iglesias locales hay que fijar los elementos concretos de un programa...que
permita llegar a las personas con el mensaje de Cristo y modelar las
comunidades, actuar en profundidad, por el testimonio de los valores
evangélicos, en las sociedades y la cultura...Se trata, pues, de un
relanzamiento pastoral lleno de entusiasmo que nos concierne a todos.
20.
Apariciones de Jesús
Fuente:
Catholic.net
Autor: Omar López
Reflexión
Si Cristo no ha
resucitado, vana es nuestra fe. (1 Co, 15,14). Desde la primera generación
cristiana la Iglesia se reconoce en esta expresión de San Pablo. El problema que
se ha siempre presentado es aquél de cómo interpretar esta verdad central del
credo. ¿Quiere decir que ha resucitado verdaderamente, es decir, que vive por
siempre en su cuerpo y no solamente como simple manera espiritual?
Es
esto lo que afirma la Escritura y la fe de la Iglesia. La resurrección en cuanto
tal, es decir, el acto por el cual Dios glorifica a Jesús, es inaccesible y se
puede alcanzar sólo por la fe. Por eso es importante que este hecho no huya de
la búsqueda histórica. Es inimaginable la primera predicación cristiana, sin la
experiencia pascual de los apóstoles que testimonian que Jesús se ha manifestado
muchas veces antes de la muerte. Sólo esta verdad da un significado auténtico y
trascendental a la propia existencia, la ilumina y la hace vivir con optimismo.
La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores,
gloria para los santos. Todo tiene razón de existir con la resurrección de
Cristo y el mismo dolor se transforma.
21. CLARETIANOS 2004
Queridas amigos y amigas:
El evangelista Marcos nos
ofrece hoy un resumen de las apariciones de Jesús a sus discípulos. Se apareció
a una persona (María Magdalena); cuando ésta lo contó los discípulos no le
creyeron. Se apareció a dos personas (los discípulos de Emaús), pero tampoco a
éstos les creyeron. Al final, se apareció a los once y parece que, después de la
reprimenda, le creyeron.
Como en todas las apariciones, Jesús se deja
ver poco tiempo (el justo para que le reconozcan y crean en él) y el rato que
está con ellos lo aprovecha para transmitirles su mensaje de envío: id y
proclamad.
Este envío a proclamar la Buena Noticia llega hasta nuestros
días y hoy nos toca a nosotros creerlo, acogerlo y asumirlo en nuestra vida.
Unos cruzarán océanos y llegarán a las tradicionalmente llamadas "tierras de
misión" para anunciar el Evangelio con su vida; otros nos haremos cargo de estas
nuevas tierras de misión (la vieja Europa), que también requieren un anuncio
valiente y decidido.
Antes de volver al Padre Jesús nos hace a todos
misioneros. De todos depende el que el Dios de Jesús sea conocido, amado y
servido (como diría Claret). Todos estamos llamados a esta Misión que ahora
llamamos Compartida. (Mira este enlace)
Para este anuncio quizá no nos
hagan falta muchas palabras; tal vez sean más eficaces los gestos de cada día
(podemos recordar el del Buen Samaritano). Gestos que hablen no de nuestra
bondad, sino de la bondad de Dios; gestos que remitan, que hagan mirar a la
Fuente de la Vida.
La presencia del Resucitado en la primera comunidad
fue motivo de alegría, de esperanza, de querer salir a todo el mundo. Ojalá en
nuestras comunidades cristianas se viva esa vitalidad misionera.
Vuestra
hermana en la fe,
Miren Elejalde (mirenelej@hotmail.com)
22. 2004
LECTURAS: HECH 4, 13-21; SAL 117; MC 16, 9-15
Hech.
4, 13-21. ¿Acaso podrá uno dejar de proclamar la misericordia que Dios nos ha
tenido al perdonarnos nuestros pecados y darnos nueva vida, mediante la muerte y
resurrección de su Hijo? Si somos conscientes de que Jesús es el único camino
que nos conduce al Padre, ¿podremos guardar silencio para no proclamarlo ante
todas las naciones, sin ser culpables de que ellos continúen viviendo lejos del
Señor y de la salvación que nos ofrece? El Señor nos ha confiado el anuncio del
Evangelio; ¿obedeceremos al Señor? ¿Lo anunciaremos como auténticos profetas del
Señor, sin dejarnos intimidar por los poderosos? La Palabra de Dios debe llegar
a todos los corazones para sanar las heridas que dejó el pecado y hacer que
todos se pongan en camino como testigos de un mundo que, día a día y por el
poder del Señor, se va renovando en Cristo Jesús.
Sal.
117. Nosotros somos pecadores; pero el Señor se ha mostrado misericordioso
para con nosotros perdonándonos y convirtiéndose en nuestra fuerza y alegría.
Así, quienes hemos aceptado la salvación que Dios nos ofrece, hemos sido hechos
partícipes de su victoria, que nos lleva a elevar un himno de acción de gracias
al Señor, no sólo con los labios sino con las obras y con la vida misma. Dios,
conociendo nuestros pecados, no nos abandonó a la muerte sino que nos ha
liberado del pecado y de la muerte, y nos llama para que, al final de nuestra
vida, entremos en su gloria para gozar de Él eternamente. Amemos constantemente
al Señor, pues Él salvará a quienes aceptando su amor y su Vida, le permanezcan
fieles y se dejen conducir por su Espíritu, que habita en el corazón de los
creyentes.
Mc. 16, 9-15. Dichosos los que, sin haber visto al Señor,
creemos en Él por el testimonio de quienes convivieron con Él. Nuestra fe en
Cristo nos lleva a escucharlo por medio de su Palabra, que se nos proclama en su
Iglesia. A través de ella también se nos hace partícipes del perdón de Dios y de
la salvación, que nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo. A nosotros
corresponde continuar la obra de salvación de Dios en el mundo. No dejemos que
las tentaciones ni las preocupaciones por las cosas pasajeras emboten nuestro
espíritu y nos impidan creer en Jesús, muerto y resucitado para nuestra
salvación. Si abrimos nuestro corazón al Don de Dios, entonces estaremos
aceptado convertirnos en testigos suyos en el mundo entero, pues no podremos
encerrar, para nosotros mismos, la Luz del amor y de la verdad que Dios ha
encendido en nuestra vida.
Cuando acudimos a la Eucaristía, ¿venimos con
una fe firme en Cristo Jesús? Al paso del tiempo, en que con cierta frecuencia
hemos participado del Memorial de la Pascua de Cristo, nuestra propia vida debe
haber alcanzado una madurez cada vez mayor en el Señor, pues la fe no es sólo
proclamar con los labios que Jesús es Señor en nuestra vida, sino vivir como
personas que cada día se renuevan más y más en Él. Vivir en comunión de vida con
el Señor nos ha de llevar a revestirnos de Él para que nuestro testimonio sea
creíble a los demás. Por eso, en el anuncio del Evangelio, debemos primero
entrar en una relación personal con Cristo, hacer vida en nosotros su Palabra, e
ir tras sus huellas cargando nuestra propia cruz. Quien proclame el Nombre del
Señor no puede hacerlo desde sus propias imaginaciones, pues no somos nosotros,
sino el Señor, quien continúa evangelizando y salvando al mundo. Nosotros sólo
somos sus colaboradores; ojalá y lo seamos con gran amor y con gran
responsabilidad.
La Palabra que Dios ha pronunciado sobre nosotros no
podemos anunciarla sólo a los miembros de nuestra familia o de la comunidad de
fe (parroquia) en la que vivamos. Ciertamente que la Iglesia necesita
continuamente ser evangelizada, hasta lograr su plenitud en Cristo. Pero la
Iglesia nació para el mundo, como signo de salvación para todos los hombres. No
podemos, por tanto, vivir limitados en el anuncio del Evangelio. El Señor nos ha
enviado al mundo entero a predicar la Buena Nueva de salvación a toda la
creación. Así, en primer lugar la humanidad entera, pero también toda la
creación, deben verse beneficiados de la Resurrección de Cristo. No podemos
continuar destruyéndonos unos a otros; no podemos mal utilizar ni malbaratar la
creación, los recursos naturales. Nosotros debemos vivir con mayor madurez las
virtudes y los valores internos propios de nuestra condición humano-cristiana;
pero también debemos conservar los bienes de la tierra, tratando de que lleguen
a cumplir, en plenitud, su misión de servicio justo y recto a todas las
personas.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser obedientes a la Misión
que nos ha confiado de anunciar su Evangelio, y de pasar haciendo el bien a
todos, a imagen de nuestro Dios y Señor, Cristo Jesús. Que en esa forma
colaboremos, desde nuestra propia condición de miembros en la Iglesia de Cristo,
para que a todos llegue, con eficacia, el anuncio del Evangelio para salvación
del mundo entero. Amén.
www.homiliacatolica.com
23. ARCHIMADRID 2004
PERO NO LOS CREYERON
Sábado de la octava de Pascua,
las lecturas no nos hablan de la Virgen, pero vamos a leerlas con ella, con sus
ojos de madre.
María Magdalena “fue a anunciárselo a sus compañeros, que
estaban de duelo y llorando”, pero… “no la creyeron.”
Los discípulos de Emaús
“fueron a anunciárselo a los demás, pero no los creyeron.”
¿Dónde estaba la
Virgen?. ¿Por qué no s e fiaron de ella?. Permitidme pensar con San Ignacio y
tantos otros autores espirituales, que Jesús resucitado se apareció en primer
lugar a su madre y sanó la herida, dolorosa pero llena de esperanza, que le
provocó esa espada que le traspasó el alma. Pero María no fue corriendo a
anunciárselo a los apóstoles, no fue a transmitir su “experiencia”. Me imagino
que cuando los apóstoles le contasen: “Mira lo que ha dicho ésta... mira lo que
han dicho éstos”, ella les miraría con cariño y pensaría: “¿Por qué os cuesta
tanto creer, hijitos?” Y callaría.
Comprendo que voy en contra de muchos
pastoralistas y catequetas con muchos años de trabajo a sus espaldas y montones
de libros publicados, pero creo que se ha abusado en estos años de las palabras
“experiencia y testimonio”. Hay que “experimentar” un montón de cosas: el gozo
pascual, la eficacia de la oración, el encuentro con Cristo, el gozo del
Espíritu, el sentido de reconciliación, la fraternidad, el espíritu solidario,
la “metanoya” del ser en su mismidad... y para ello se nos ponen un montón de
testimonios con rango de autoridad incontestable: “Juanita y Felipín fueron de
convivencia con su grupo y ...”. Se crea en el interior una especie de complejo
según el cual si no sientes y experimentas esas cosas es que no eres “de los
buenos”. Pocos manuales de catequesis han reflejado mis “experiencias” más
comunes: me aburro o me duermo en la oración, me olvido de Cristo muchas veces
al día, me hastían las celebraciones largas, me dan “repelús” los sensibleros y
me encuentro con Cristo habitualmente no cuando yo quiero sino cuando Él quiere.
Los testimonios de otros son, efectivamente, de otros y sus experiencias, por
eso mismo, irrepetibles o ¿acaso puedo exigirle a Dios, cuando me acabe la
biografía del beato Padre Pío de Pieterlcina, que me conceda los
estigmas?.
“Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no
habían creído a los que lo habían visto resucitado.” Antes que buscar una
experiencia basada en un testimonio está la confianza. Confianza en Dios que
elige a sus testigos, confianza en el Espíritu Santo que calladamente actúa en
nuestras almas, confianza en la Iglesia que es la que salvaguarda el depósito de
la fe. No intentes ser como los otros, no intentes tener “sus” experiencias o
ser igual a cualquiera que no sea Cristo pues en el bautismo has sido
identificado con Él y eso no es una experiencia, es una realidad.
Confía, ten
fe, y proclamarás “que es eterna su misericordia”. En los momentos en que no te
des cuenta o se te oscurezcan las maravillas que ya está haciendo Dios en tu
vida, acude a María que te mira con cariño de Madre y calla.
24. Fary Nelson Sábado 2 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: No podemos callar lo que hemos visto
y oído * Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
1. Un milagro
problemático
1.1 Estos días de la Octava de Pascua hemos presenciado el
tremendo impacto que tuvo en el pueblo y en las autoridades judías el milagro de
la curación de un paralítico de nacimiento. El milagro, que debía ser un motivo
de gozo, se convierte en piedra de tropiezo para los sumos sacerdotes que llegan
a decir cosas como: "¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Han hecho un milagro
evidente, que todo Jerusalén conoce y que no podemos negar..." ¡No parece sino
que el manifiesto amor de Dios se ha convertido en un problema para
ellos!
1.2 El ser humano es un manojo de contradicciones. Nada le hace
tanta falta como el amor de Dios, ¡y cuando llega este amor a visitarlo a menudo
le cierra la puerta! Aprendamos de este pasaje de la primera lectura a
preguntarnos si acaso no será nuestro caso: ¿no será que pedimos a Dios que nos
ayude, y nos ponemos en sus manos, y luego saltamos de esas manos para buscar
nuestros caprichos? He conocido parejas que quieren que Dios los defienda porque
se sienten acosados por "malos espíritus" mientras viven... en
adulterio.
1.3 La contradicción parte de cómo entendemos eso de que Dios
"nos ayude". Es fácil entenderlo como una fuerza "extra", que viniendo del
Omnipotente, no puede fallar, y que va a lograr lo que nuestras fuerzas exiguas
no podían. ¡Esto es pura magia! La magia es utilizar fuerzas adicionales a
nuestras fuerzas para buscar NUESTROS propósitos. La fe, por el contrario, es
acoger la luz divina para conocer los propósitos DEL SEÑOR.
2. No
podemos callar
2.1 La fuerza interior de los apóstoles nos impresiona. Ni las
amenazas, ni las humillaciones, ni las torturas logran achicarlos. Se levantan
serenos, ni humillantes ni humillados, ante las autoridades y anuncian con valor
y dignidad de dónde proviene su ministerio: "Digan ustedes mismos si es justo
delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos
dejar de contar lo que hemos visto y oído".
2.2 Necesitamos cristianos
así. Esa cosa fofa, que a veces se denomina "postmodernidad", se ha venido a
convertir como en una gran cobija con la que todos pretendemos tapar nuestras
mediocridades, perezas, inconsistencias e inconstancias. Es fácil así vender la
verdad, comprar amigos, negociar el amor, alquilar esperanza... mientras nos
burlamos de todo, nos entristecemos de todo, y mientras todo se va hundiendo en
un cieno espeso y pegajoso.
2.3 Necesitamos voces que digan: "no podemos
callar". Gente que sea valiosa pero que no se venda; hombres y mujeres que
tengan no sólo "medios" y "recursos" sino también principios y fines claros y
nobles. ¿Alguien podrá darnos semejante tesoro, si no es Cristo, el que llegó al
extremo de la Cruz y se levantó del sepulcro yerto?
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