miércoles, 29 de abril de 2009

Carta: LA FUERZA DEL AMOR













































   Carta: “VOCACIONES NATIVAS, AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD”

de Abril 2007 dedicado a las ‘Vocaciones Nativas’     Archivo en PDF 12 de abril de 2007

En las situaciones tan divergentes que existen en nuestra sociedad no podemos dejarnos llevar por el desánimo que las mismas circunstancias invitan a seguir. Al contrario mucho más debemos facilitar, si vivimos la esperanza, a ser portadores de un clima nuevo de amor y de servicio a los que nos rodean. La vocación del cristiano tiene como base la entrega a Dios que es como la raíz y a los demás que es el tallo. Las dos van juntas y bien armonizadas. Si faltara alguna de ellas viviríamos un cristianismo amorfo y sólo barnizado de buenas intenciones pero sin sustancia y a la corta o a la larga se perdería la fe y se sostendría la vida en una nube inconsistente. La vida comunitaria que se inicia en la familia se sostiene porque por las venas de la misma corre la disposición, la ayuda, el amor de servicio y entrega. Nadie es extraño porque todos forman una unidad de vida y de ayuda mutua.

La vocación religiosa, sacerdotal o de consagrado no tendría sentido si cada uno buscara su propia celda como único lugar individualista de realización. No solo llegaría el desánimo sino que sería una tortura inaguantable. La vida comunitaria se teje ‘dándose a los demás’ puesto que es el lugar sagrado donde se manifiesta el amor de Dios. Quien ama muestra que es discípulo de Cristo. ‘En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros’. El recorrido no es fácil pero seguro que es muy gratificante. No se puede dar nada a los demás si uno no se da asimismo. La comunidad, por tanto, es como una familia; es la mejor expresión y la mejor manifestación. De ahí que las vocaciones nacen, crecen y se maduran en comunidad.

La atracción que la sociedad presenta está, muchas veces, disociada de la auténtica realidad. Se habla de libertad y la sutileza de la esclavitud se hace presente. Se habla de compartir y el egoísmo corrompe la solidaridad. Se habla de alegría y cada día hay más violencia, suicidios y depresiones existenciales. Se habla de bienestar y no sacia todo los que presenta el materialismo y el hedonismo. ¿Qué sucede? ¿a dónde queremos ir? y ¿cuáles son nuestras aspiraciones?. Tanto sicológicamente como espiritualmente hay un gran vacío y en el fondo es porque hacemos de la vida un instrumento de placer, de poseer y de dominio. ¿Es posible que se den testimonios distintos y que puedan dar razones más importantes que lo puramente material?. Puedo afirmar que hay testigos que, sin presunción alguna, han encontrado una razón para existir, para vivir y para ser felices.

Por ello se necesitan las vocaciones que tienen como único fin, como único motivo y objetivo: ‘ser luz’. Son personas que se han enamorado profundamente de un Dios vivo que es Jesucristo. No hay nada de fantasías y menos de engañosas ideologías. Es la realidad más profunda que pueda existir porque no se para en el hoy o en el mañana sino en la plenitud de la eternidad. La angustia del que cree que todo acaba un día, lleva a la desesperación, pero el que basa todo en saber que la vida pasa pero después hay un existir para siempre, encuentra el alivio y la razón para alegrar toda su vida.

Las vocaciones nativas son en la sociedad un signo de esperanza. ¡Cuántos misioneros que han dado lo mejor de sí para hacer felices a los demás, siguiendo el ejemplo del Buen Maestro!. Han salido de su casa, de  su pueblo y de su nación para ponerse al servicio de la gente y recrear la comunidad, el sentido de familia. Recuerdo la experiencia de un sacerdote que –a sus ochenta años- me decía que él se sentía más ‘padre’ que nadie porque a muchos niños y jóvenes les había sacado del ambiente nocivo de la droga y de la delincuencia. Ahora cuando van a verle le reconocen como el mejor amigo que les ha llevado a sentirse humanos e hijos de Dios. Han recuperado el sentido de familia y no están perdidos a su propia suerte.

La Obras Misionales Pontificias después de tantos años han trabajado con ahínco e ilusión para mostrar a toda la Iglesia y a la sociedad que las vocaciones en ‘tierras aún vírgenes’ son necesarias para sostener y fortalecer a la sociedad hambrienta de ambiente familiar. Es por lo que pedimos a todos los creyentes o personas de buena voluntad que apoyen con su generosidad a tantas vocaciones que no pueden seguir el camino del ‘servicio a la comunidad’ por no tener recursos educacionales, formativos y materiales. La ‘Obra de San Pedro Apóstol’ es el cauce que sirve para informarse de las necesidades que hay en Seminarios y Noviciados y –con nuestra colaboración- ayudarles en sus necesidades. Yo llegué a ser sacerdote gracias a la ‘beca’ que me concedieron una familia con recursos. Mis padres no los tenían pero la generosidad de dicha familia hizo posible que pudiera seguir estudiando y formándome en la vocación que tanto he querido siempre: ser sacerdote para servir a la comunidadCarta: “LAS CLAVES DE LA VIOLENCIAen PDF 06 de marzo de 2007


Ante las constantes aberraciones violentas que se hacen
presentes en nuestra sociedad conviene advertir que no es una novedad puesto que
en cada época se han ido manifestando diversas expresiones de violencia que en
muchos casos eran fácilmente atacadas y vencidas y en otros resultaba más
difícil. La violencia tiene como raíz y centro la desobediencia a Dios que ya
desde el principio vemos en las primeras páginas de la Biblia. No es un factor
de pura distorsión sicológica sino que tiene sus hondas raíces en el pecado; el
ser humano es capaz de pecar y si esto se hace presente en su vida, rompe con el
diseño que Dios le ha marcado. Por eso la violencia tiene como primera fuente
y rostro al pecado
. En una sociedad que tiene falta de fe, le es muy difícil
comprender esta realidad. Pero, queramos o no, la cara del pecado nos expresa la
primera causa de la violencia.


La violencia tiene otras caras y se ha de descubrir a cada una
de ellas sin miedos y con sincera apertura. Nunca se puede justificar la
violencia, ni por razones ideológicas, ni por razones culturales y menos por
razones religiosas. La violencia manifiesta la falta de dignidad en la persona.
Por eso nunca se puede aplaudir y menos justificar. Otra de sus caras es la
ausencia del sentido del padre; basta ver la cara de un niño cuando no
tiene la posibilidad de ver a su padre y a su madre juntos y unidos, en su
rostro se puede vislumbrar el drama que existe dentro. Y ese drama –muchas
veces- se manifiesta y se expresa con rasgos huraños, despreciativos y
violentos. Cuando se pierde ‘el sentido del padre’  se derrumba
sicológicamente el interior de la persona y utiliza como arma arrojadiza la
fuerza de la violencia.


Una tercera cara de la violencia es la sistemática
ideologización de las estructuras de poder
. La lucha por el poder crea
situaciones de auténtica locura social y provoca un modo de vivir y de dirigir
de tal manera que se rechaza de plano el modo de pensar del adversario. La
ideología impuesta es cultivo de violencia y de confrontaciones interpersonales.
Es lo que se ha venido en llamar la idolatría de las ideologías. Al final es una
demostración de la tiranía más absoluta que destruye cualquier signo de sana y
justa libertad. Desde esta clave se justifica todo y el terrorismo, por ejemplo,
se convierte en un estilo de actuar donde todo es válido siempre y cuando no se
sacrifique la ideología del mismo. Es una aberración profunda que tiene sólo una
vía de salida: la conversión del corazón al bien y a la verdad.
    

Otra
cara de la violencia es el fundamentalismo religioso. En una auténtica
religión no cabe la violencia y menos la organizada. La religión es cauce de paz
y de amor; si fallara alguno de estos principios básicos, ella misma se
convertiría en una máscara engañosa. La religión, si es auténtica,  nunca impone
y siempre propone. La fe es respetuosa y, como una luz, muestra un camino de
vida a la que se adhiere quien quiere. Nada hay más nocivo a la religión que
fomentar espacios de odio y rencor; esa religión no es verdadera. El aval de
toda religión es el amor y el fomento de la paz, señal inequívoca de la
presencia de Dios.
 Archivo en PDFCarta: “CUARESMA, MOMENTO DE REVISIÓN23 de febrero de 2007

Hay momentos que piden hacer un alto en el camino y ponerse a reflexionar. Y este es el tiempo de Cuaresma, momento que nos prepara para celebrar con intensa espiritualidad la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Pero ocurre que estamos tan atareados con nuestros trabajos, ocupaciones y preocupaciones que nos cuesta hacer un ‘stop’. Tal vez buscamos justificaciones para demostrar que la vida nos mueve en esta vorágine y que nadie lo puede impedir, pero en el fondo son impulsos que nos llevan a generar insatisfacción, cansancio vital y hasta hastío de la vida. En la hondura del corazón todos deseamos el alivio profundo y el descanso anímico que sólo un sentido de trascendencia puede colmar.

Estamos en Cuaresma, tiempo y momento de revisión de vida. Hacer un examen de nuestros actos y de nuestras actitudes es buena terapia para reconducir los caminos que nos llevan a la paz interior y al fortalecimiento. No podemos dejar al lado, como si de un trasto se tratara, la esencia de nuestra vida. Acudimos al médico para revisar el cuerpo y ¿por qué no acudimos a Dios, que se hace presente en los Sacramentos, para revisar el espíritu?. Desde hace años sustento, como alimento fundamental, el acercarme a Dios por el medio del Sacramento de la Confesión. Me alivia, me fortalece, rejuvenece y me llena de una gran paz. Palpo el amor misericordioso de Dios. Pero cuando, como ministro de dicho Sacramento, lo administro a los demás, encuentro la razón de ser sacerdote.

Hace un tiempo seguí el proceso de la enfermedad de un joven y después de su conversión y acercamiento a la vida cristiana murió. El día del entierro, dentro de mí, había una gran paz y al mismo tiempo un agradecimiento a Dios puesto que se había servido de mi ministerio sacerdotal para propiciar a dicho joven el encuentro con el Señor y de poder recibir su gracia santificante a través de los Sacramentos. Al final fui a una Iglesia, me arrodillé ante el Sagrario y le dije al Señor: “Sólo por este momento me hubiera hecho sacerdote” . Las lágrimas que derramé eran expresión de emoción profunda y de agradecimiento porque aquel joven era ya partícipe de la felicidad eterna.

Bien merece que durante este tiempo de Cuaresma podamos hacer un profundo examen de conciencia, advertir cómo va nuestra vida y hacer una buena Confesión. Cuando pasa Dios por nosotros deja un rastro de eternidad y de profunda alegría. Abrir el alma a un sacerdote es abrirla a Cristo que ha dicho: “A quiénes perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. No es el sacerdote sino Jesucristo en él quien perdona. ¡Ánimo y vivamos una Cuaresma de preparación y renovación interior, es decir, de conversión!. De esta manera y modo haremos ya el camino de encuentro con el Resucitado que celebraremos en la Pascua. Dios nos hace un regalo que supera a cualquier otro que pudiéramos recibir y es el de su amor. Jesucristo nos lo ha garantizadoCarta: “ TOLERANCIA NO REGLADA, PROMISCUIDAD ASEGURADAde febrero de 2007

Una sociedad que excesivamente se vanaglorie de la tolerancia ha de estar atenta puesto que el mal uso de la misma le puede arrastrar hacia la promiscuidad. Cuando se confunde tolerancia con permisividad se está cayendo en la absurda labor paternalista que provoca hastío y rechazo a la larga. Si ‘todo está permitido’ sobran las leyes que la misma naturaleza alberga y están marginadas las leyes justas que promocionan la auténtica dignidad humana. Dios no es aceptado porque estorba para vivir permisivamente. Este estilo de pensar lo único que hace es llevar a la mente, a la sicología y a las actitudes de la persona a realizarse de forma errónea porque su único punto de referencia es la reducción ínfima de la persona.

Cuando el sentido racional disminuye se confunde con tolerancia porque no se tienen argumentos sólidos sobre los cuales construir el modo de vivir. No hay peor tiranía que la irracionalidad. El ser humano puede llegar a conducir su existencia con los meros impulsos y no con el sentido racional que le mueve como persona. Pensemos en los impulsos hedónicos o pansexualistas que llevan a un nuevo estilo de esclavitud y sin embargo quienes los promueven afirman neciamente que son expresión de la libertad y de la tolerancia. Esta esclavitud produce una degeneración del mismo ser humano y por ello no se puede sostener que sea la mejor forma para vivir la libertad. Los frutos que producen, tales formas de pensar, son la violencia familiar, el desliz permisivo de relaciones alocadas donde la persona no es más que un objeto de placer y las corruptelas propias que llevan a ver lo bueno como malo y viceversa.

En un concepto sano de la razón no se puede declarar que la tolerancia tal y como se plantea hoy, en ciertos modos de pensamiento, es la expresión de una auténtica libertad o de un respeto verdadero a la persona sino más bien un ‘dejar pasar las cosas y los acontecimientos’ sin implicarse en discernir a dónde llega el bien y a dónde llega el mal. Me aterra esta falta de sentido moral de la vida y sin embargo creo que debemos -tanto desde la filosofía como desde la teología y desde las instancias responsables de la sociedad- proponernos formar la conciencia de las personas y propiciar unos buenos caminos de orientación humana y cristiana a todos los niños, jóvenes y familias.
  

Ante los desafíos que la sociedad tiene delante, no podemos dejarnos llevar por lo fácil y por la cobardía del respeto humano. Si queremos forjar una sociedad sana de futuro,  uno de los males que hemos de desechar de nuestros ambientes es la desidia que se está inculcando hacia todo lo que signifique ‘promoción de sanas costumbres’. Una humanidad falta de sentido moral de la vida, es una sociedad que pagará altos costes de convivencia verdadera puesto que llegará a ser una tal degeneración  que el mismo ser humano no se reconocerá por lo que es sino por lo que gana económicamente, come y goza. No olvidemos que el ser humano es la perla más preciosa de la creación y, en definitiva, es la ‘niña de los ojos’ de Dios. No permitamos que vaya de bruces al precipicio.

“CON MOTIVO DE LA PASCUA MILITAR     03 de enero de 2007

Es tradicional que el día 6 de enero se celebre la ‘Pascua Militar’ y se conmemora, por así decirlo, una fiesta especial y de reconocimiento a aquellos que en medio de la sociedad son los ‘centinelas y vigilantes de la paz’, nuestros militares y fuerzas de la seguridad del Estado. Desde la Diócesis Castrense nos sentimos muy agradecidos y unidos a su labor que tantos bienes reportan en el servicio a la defensa del pueblo español y a la generosa colaboración en otras tierras sometidas a la amenaza de guerra o acosadas por el inesperado, vil y cobarde terrorismo.

Por ello en este día quiero dirigir junto con los miembros de la Diócesis y con los capellanes castrenses una plegaria particular al Dios Bueno y Justo para que los servidores de la defensa y de la unión entre pueblos sigan sin desmayo y con valentía la hermosa vocación a la que están llamados. Cuando en la sociedad y en el mundo entero se ciernen ciertas nubes de inseguridad a causa de la violencia y de los conflictos que fragmentan pueblos  en distintos lugares, nos ponemos “de rodillas” ante el Señor de la vida y de la historia de la humanidad para que impere la racionalidad, el respeto mutuo y la fraternidad que Jesucristo nos ha legado como signo de su amor en medio de nosotros.

La paz es la riqueza mayor que ha de valorarse en la sociedad, sin ella la humanidad pierde su identidad y ‘echa por tierra’ el diseño más hermoso que el Creador ha plasmado en la misma. La paz no se consigue por imperativos voluntaristas sino con disposiciones interiores de cambio de actitud para que donde haya odio se ponga amor, donde haya discordia poner perdón y unión, donde haya guerra poner armonía social y respeto intercultural. No son caminos fáciles pero sí posibles en tanto en cuanto se busquen claves y señales de hondura humana. Las religiones han de ser exponentes firmes y seguras de esta experiencia de paz y así han de transmitirla a los demás. Una religión que busque atajos de violencia o de animadversión se desprestigia por sí misma: no es religión sino una caricatura que falsea y afea a la auténtica religión.

La sociedad está demandando estas señales de veracidad y autenticidad para que los valores tan imprescindibles como son la concordia, la mirada alegre y gozosa -entre hermanos- vaya ‘haciéndose camino’. Por ello celebramos que corazones nobles y generosos como son los que defienden al pueblo y vigilan, aún en medio de la noche, nuestra seguridad se les reconozca por su entrega y por su dedicación. A partir de esta ‘Pascua Militar’ 2007 deseamos que reine mucha más paz entre las naciones y que la sombra oscura del terrorismo se convierta en luz esplendorosa de desarme, de concordia y de solidaridad.

Última actualización el 1 de diciembre de 2006 



Carta: " LA NAVIDAD ES
BELLEZA, VERDAD Y AMOR"

      Archivo en PDF 1 de diciembre de 2006

Me siento muy perplejo y hasta muy preocupado al constatar que
en el ambiente de nuestra sociedad se esté haciendo elogio y se aplauda con
normalidad a ciertas formas de vivir que están impregnadas del pecado. El
pecado, decía el Concilio Vaticano II, afea a nuestra sociedad. El ser humano
que está llamado a vivir la belleza, la armonía, la verdad y el puro amor, se ve
acosado por una forma de pensar y de actuar totalmente al margen de dicha
realidad. Los medios de comunicación, en su amplio espectro, no tienen ningún
rubor en presentar el pecado como si esto fuera la mayor expresión de la
libertad.  Sin embargo, mal que pese a muchos, lo que se ensalza es el camino
más escabroso de la esclavitud ¿Cómo es posible que se haya caído en tal
mentira? Quien no esté a favor de la verdad, por mucho que quiera justificarse,
se ve envuelto en la mentira más engañosa que pueda existir.


El pecado tiene su raíz en el egoísmo perverso y malvado que se
erige en ‘señor’ en el corazón humano. No admite las reglas de juego que marca
el Creador, se deja llevar por sus planes propios más que por los planes de Dios
señalados en los Mandamientos. La fealdad existencial y vital se ven apoyadas
por el pecado, son frutos del mismo. El pecado ni tiene color, ni tiene razón,
ni tiene luz… es la oscuridad más negra que obstruye toda claridad. Se
identifica con la muerte existencial que desplaza a todo signo de vida. Dios que
se paseaba por el Paraíso sin ningún obstáculo, se encuentra ante la
desobediencia del primer hombre y primera mujer y ha de despedirles del hermoso
jardín por no corresponder al designio de libertad y amor. ¡Que vergüenza
sienten los primeros padres!.


Estamos preparando la fiesta de Navidad con la ilusión propia
de recibir al único liberador del género humano: Jesucristo. Este recuerdo nos
pacifica, nos dignifica y nos lleva a la felicidad que fue perdida a causa de
nuestros pecados. De ahí que la fiesta que celebramos no tiene nada que ver con
las motivaciones materialistas o hedonistas que hacen de la Navidad una pura
caricatura. Es la fiesta de la vida y de la libertad, de la armonía y de la paz,
de la gracia y del amor. En Belén se manifiesta la victoria del amor sobre el
odio, la gracia sobre el pecado, la luz sobre las tinieblas. Es la manifestación
de Dios que sigue queriendo al género humano. 


Cuando recibimos tantas felicitaciones, con motivo de las
fiestas de la Navidad, las formulaciones de nuestros deseos son tan ampulosas
que tal vez nos falta preguntarnos cómo nos movemos por la vida y si cuidamos
con esmero –ante todo- la belleza del alma que se deja modelar por el amor de
Dios (el Dios de la Vida).”¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su
Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pecados, se
convierte en hospedaje de todos los vicios”
(San Macario). Estar en gracia
de Dios es tan importante o más que tener salud corporal; la salud del alma es
más necesaria puesto que en ella encontraremos la Vida que es felicidad
completa. Que esta Navidad nos ayude a ser más responsables ante el compromiso
que nos dejó el Niño Dios de Belén. Última actualización el 2 de noviembre de 2006 



Carta: “LA GRANDEZA
DE LA DISPONIBILIDAD
"




Archivo en
PDF 
2 de noviembre 2006


Siempre me impresiona ver la disponibilidad en las personas. No
hay mejor encuentro que el de haberse uno relacionado con hombres o mujeres,
abiertos al trabajo, sin poner trabas o dificultades. Sus cualidades brillan por
sí solas y sus rostros manifiestan una luz particular. Por el contrario cuando
el trabajo se hace con antipatía y como si de un gran peso se arrastrara, nunca
he encontrado personas resueltas sino más bien complicadas sicológicamente y con
rasgos de contemplarse sólo a sí mismas. La disponibilidad es una de las
virtudes más importantes para un pueblo que desee progresar; la constancia y el
sacrificio se convierten en la levadura que fortalece a la persona disponible.
Los problemas aún los más difíciles vienen siempre resueltos cuando se lucha por
seguir hacia adelante en la empresa emprendida y sabiendo que esto supone
dedicación y entrega.


La humildad amasa la auténtica disponibilidad y la
perseverancia es levadura de acierto y de motivación para seguir luchando en la
vida y en la vocación a la que uno se siente atraído. Tal vez, y no quiero ser
catastrofista, uno de los mayores males morales que hoy se padecen como son la
desgana, la falta de motivaciones, la pereza, la desilusión... tiene su raíz en
la falta de disponibilidad. La apertura de ánimo es muy importante a la hora de
ir madurando en la vida y Dios premia con creces al que se abre generosamente
por amor a él y a los demás. La familia que ahora, en estos tiempos necesita
tanto apoyo, se verá fortalecida si todos a una trabajan para darse y ayudarse;
basta que se obstruyan las relaciones, los caminos que lleven irán hacia el
fracaso y esto será un fruto amargo.


Sabemos que con nuestras propias fuerzas no podemos llegar muy
lejos porque conocemos nuestra condición débil y frágil, pero tenemos la
potencia de la fe que mueve ‘hasta las montañas’. Recuerdo con verdadero
regocijo la labor que una misionera realiza en un país africano. Su constitución
física es diminuta y débil pero su entrega gigantesca; trabaja sin descanso,
nada la turba, todo lo que hace la parece poco. Un día la pregunté: “¿Cómo
haces para estar trabajando en tantos lugares
?”. Y ella me respondió:
“La fuerza no es mía, es de Dios que me ha enviado aquí; sin su ayuda no
podría ni mover o abrir una puerta, con él me encuentro bien donde quiera que
vaya”.
Ejemplo de una disposición de vida que nace de un gran amor. Quien
ama de verdad siempre estará disponible, quien no ama observará que su vida se
convierte en un gran peso y en una triste realidad.


Usando un pensamiento paulino diría que cualquier cosa que nos
suceda en la vida ‘tiene sentido’ porque todo coopera al bien de aquellos que
aman a Dios. Si de magnanimidad se trata pasa por el esponjamiento del corazón;
si ayuda el otro necesita, las manos abiertas están dispuestas; si aliento y
esperanza se ha de manifestar, se hará posible gracias a la disponibilidad de
amigos auténticos. La grandeza de la disponibilidad va en la misma proporción
que el ensanchamiento y la amplitud del corazónÚltima actualización el 9 de octubre de 2006 



Carta: “LAS SORPRESAS
DE DIOS
"





En la vida hay momentos que nos hacen reflexionar y estos son
habituales. Ya desde nuestro nacimiento sentimos que nos acosan circunstancias
gozosas y otras dolorosas. Con el correr del tiempo se agolpan muchas preguntas
en un niño, en un preadolescente, en un joven, en una persona de mediana edad y
en un anciano. Son preguntas distintas según la edad. Las respuestas a veces son
fáciles pero hay otras que son más difíciles. Y las más difíciles son las
preguntas que hacemos a Dios y todas van en relación con los sufrimientos, las
catástrofes y los incomprensibles sinsabores. Dios nunca responde, está en
silencio. La fe nos dice que Dios no responde como nosotros esperamos puesto que
él es la verdadera respuesta. De ahí que nos sorprende su forma de comportarse
con nosotros.


Las sorpresas de Dios son tantas como la infinitud de preguntas
que podemos hacerle. No usa la misma lógica que nosotros puesto que él es
nuestro creador y nosotros somos sus criaturas. Las respuestas de Dios no entran
en nuestras categorías excesivamente racionalistas; sus palabras no son como las
nuestras; sus motivaciones no coinciden con las nuestras... El hombre desde el
principio, como nos muestra el libro del Génesis, no supo comprender a Dios y de
ahí que se le rebele. El pecado es la antilógica a lo que Dios quiere. Por eso
él usa la táctica de la sorpresa para que caigamos en la cuenta que nosotros no
somos ‘hacedores’ de nada y menos de nosotros mismos.


La lógica de Dios es el amor y nos lo muestra desde la Cruz.
Nadie lo entendía e incluso sus discípulos desaparecen ante la actitud de un
Dios que ni responde ni se vuelve en contra de los que le ajustician. Esta es la
‘sorpresa de las sorpresas’ y desde ella se entienden todas las demás que a lo
largo de los siglos se van sucediendo: catástrofes, enfermedades, luchas y
tantos males. ¿Sigue teniendo sentido creer en un Dios que no responde a
nuestras expectativas?. Algunos piensan que este Dios no interesa, otros tantos
se ofenden de tener a un Dios que no soluciona los problemas, muchos escapan de
toda relación personal con él y los más no quieren ni siquiera preguntarse si él
existe.


Los que creen en él sólo saben que este Dios es Amor y ‘todo
coopera al bien de aquellos que le aman’. Al final de toda pregunta la respuesta
de Dios es la misma: ‘ponerse en nuestro lugar’. Por eso lo sorprendente es que
‘desde la Cruz’ ha instaurado una relación nueva con nosotros. Todo tiene
sentido desde este amor ofrecido y entregado. Ha asumido sobre sí todos nuestros
afanes, dolores y sufrimientos. Y esto nos sorprende, nos pone ante un misterio
que sólo el auténtico amor lo puede desvelar. En la encrucijada más insospechada
de la vida Dios nos sorprende y es a nosotros a quienes pide una respuesta, son
preguntas que él nos formula para que le demos una respuesta noble y sincera.  Última actualización el 19 de septiembre de 2006



Carta: “UNA VIDA SIN
AMOR, NO ES VIDA
(En el quinto centenario del nacimiento de San
Francisco Javier)"




19 de septiembre 2006


Este año la Iglesia se alegra al festejar al Patrono de las
Misiones, San Francisco de Javier, en la conmemoración de los quinientos años de
su nacimiento. La labor de este misionero navarro ha traspasado los siglos e
incluso hoy se le recuerda como un hombre que no tuvo ningún reparo en
desprenderse de todo para ir a evangelizar a tierras lejanas de oriente. En la
Jornada del Domund 2006 le hemos puesto como modelo, testigo y maestro de la
misión. Nunca se hubiera imaginado, el santo de la Villa de Javier, el bien que
ha ido haciendo a través de estos quinientos años. Su honda experiencia de amor
a Jesucristo ha producido tales frutos que va más allá de las fronteras terrenas
y de las fronteras culturales. Sólo quien está enamorado de Cristo y apuesta por
él llega a dejar un aroma que siempre permanecerá a través de los siglos. Pero
ante todo el santo se hace un testigo fiable para todos los que tengan una
mínima relación con él.


La labor misionera de San Francisco fue muy sencilla. No tenía
los recursos que hoy tenemos como son las nuevas tecnologías, la cercanía por
los medios tan veloces que hoy se dan, los sistemas informáticos..., pero la
humanidad tiene tanta necesidad, como hace quinientos años, de referentes
seguros y firmes para que puedan ser ayuda y motivo de mayor felicidad y paz. El
ser humano siempre ha ansiado ser más entero y más completo, es decir, más
identificado consigo mismo. El patrono de las Misiones sólo vivía con una
inquietud: ‘que todos conocieran y amaran a Jesucristo y a su santa Iglesia’. Y
esto es lo único que puede llevar al hombre a encontrarse consigo mismo y a
festejar la vocación a la que está llamado. Mientras esto no se consiga, el ser
humano camina a tientas.


Ser testigo de Cristo realiza a la persona y la hace más
asequible a las ansias que están anidadas en lo íntimo del alma. Llegar al fondo
del ser no es fácil sino se tiene la clave esencial que lo abre y sólo lo puede
realizar un espíritu de amor. Jesucristo nos ha manifestado que este amor –que
procede de Dios- es el único que realiza al ser humano. La crisis fundamental de
nuestro tiempo consiste en la obsesiva preocupación por ‘venerar la
superficialidad’. Parece como si de una “nueva religión” se tratara. Cuando se
margina de la propia vida a Dios, todo está permitido. El culto al cuerpo, la
adorable ocupación de ‘dar buena imagen’, la magia ilusionada de la fiesta del
viernes y sábado noche, el insaciable deseo de convertir el sexo en una mística
del vacío... han hecho que muchos –tal vez inconscientemente- hayan olvidado que
la trascendencia es la catapulta de la auténtica libertad. Una inmanencia sin el
sentido trascendente se convierte en una sepultura llena de vacío. Una vida sin
amor es una vida que no es vida.


El amor verdadero que anida en el corazón del hombre le hace
ser garante de una mayor dignidad. El Papa Benedicto XVI nos ha regalado una
encíclica maravillosa (‘Dios es Caridad’) y nos ayuda a profundizar en el
sentido hondo del amor que tiene su fuente en Dios. La misión fundamental es ser
testigos de este amor. De ahí que San Francisco de Javier se caracterizó por ser
un testigo y maestro de la misión. No hay misión auténtica si no está respaldada
por el testimonio del amor. Los misioneros serán auténticos si están, en medio
de la humanidad, sólo y exclusivamente para manifestar que Dios sigue amando al
género humano.Última actualización el 2 de septiembre de 2006 



Carta: “REFLEXIONES MORALES
EN TIEMPOS DE DECADENCIA DE VALORES”


UNO ES POR LO QUE ES Y NO POR LO QUE CONSUME


Es un fraude y una corrupción moral a la que se ha llegado tal,
en cierta forma de pensar, que bajo la capa de que hoy vivimos ‘tiempos
modernos’ o ‘tiempos de mayor libertad’ el ser humano se encuentra desorientado.
Me preocupa que en el campo de los comportamientos se esté favoreciendo el ‘yo
hago lo que me da la gana’. Son muchos los líderes sociales, de la cultura o del
arte que hablan con este desparpajo como si nada ocurriera. Si en la vida no
sabemos poner la brida al animalito que llevamos dentro, al final se desbocará,
perderá el sentido y caerá por derroteros insospechados. Hemos de desenmascarar
el fariseísmo que tanto aplaude la masa y la sociedad voraz de poseer. El sexo
se ha convertido en un consumo más y para ejercerlo de forma tan irresponsable
se ponen medios mecánicos o medicamentos para no caer en riesgos innecesarios.
Para más incoherencia a éste se le llama ‘sexo seguro’.


Acabo de dar un repaso por los periódicos y en uno de ellos se
dice que ‘tres de cada diez escolares practican sexo y la mitad reconoce haberse
emborrachado’. Me ha causado un gran dolor y me siento en el deber de decir que
se está llegando a tal irresponsabilidad, en la formación humana, que si no se
pone remedio llegaremos a una sociedad caduca y decrépita en pocos años; es más
se llegará a vivir en un ambiente tan competitivo que el ser humano no se
reconocerá por lo que es sino por lo que consume. Y se ha de comenzar desde los
mismo medios de comunicación a dar mayores valores; desde la familia donde se
construye la persona; desde la enseñanza donde lo intelectual, lo humano y lo
religioso ha de armonizarse.


Una sociedad que pierde el sentido del pecado es una sociedad
sin moral (amoral) y va por caminos de la devaluación y depreciación de sí
misma. Me causa pavor pensar los frutos tan amargos que vendrán de esta
sementera amoral. Lo grave no es si uno cae en la trampa del egoísmo y del
pecado puesto que todos somos limitados y débiles, lo que me asusta es que tanto
a uno como a otro se les intente desterrar como si no existieran. El mayor
pecado que existe es el haber perdido el sentido del mismo. Nuestra fragilidad y
debilidad cae en las garras del pecado pero cuando lo reconoce y se arrepiente
se sigue realizando la persona humana y cristianamente. Las leyes de Dios
favorecen a la dignidad de la persona; en la vida se ha de tener un plan
director y un itinerario que marque de dónde se parte, por dónde se va y a dónde
se llega. 


No quiero ser derrotista pero sí realista, no pesimista pero sí
esperanzador, no justiciero pero sí servidor del discernimiento humano, porque a
la hora de la verdad lo único que permanece es lo auténtico. El engaño
recubierto de aparente verdad, hace mucho daño. En estos momentos fuertes se ha
de buscar con mayor tenacidad la verdad, al justo y sano comportamiento y a la
formación integral de la persona

Carta: “EL OLVIDO DE LO SAGRADO IV ( En el quinto centenario del nacimiento de San Francisco de Javier )" 

Cuando en una sociedad se busca lo material como único resorte vital, lo sagrado y religioso no tiene sentido. Más me encuentro en ámbitos de distinto signo social, más descubro la falta de horizonte que está provocando un modo de pensar y de vivir. La vida sin un horizonte se convierte, al final, en un existir sin sentido. El nihilismo (negación de toda creencia) del que habla el Papa Benedicto XVI se ha extendido tanto que se ha convertido casi en una seudo-religión. Y esto provoca un nuevo fundamentalismo que es el de amordazar las conciencias y ridiculizar las creencias. No hace mucho me contaban que un joven, participando en la fiesta de un pueblo, a un cierto momento -dejando al grupo de amigos- les dijo que debía participar en la Misa dominical, la burla escarnio al que tuvo que someterse fue tan atroz que le parecía volver a las persecuciones de los primeros tiempos del cristianismo.

Lo que de verdad me preocupa no es tanto si a uno le cuesta creer o tiene dificultades a la hora de afrontar la fe, lo que me preocupa es la ferocidad con la que se quiere desechar de la sociedad todo lo que signifique ‘religioso’, ‘sagrado’, ‘cristianismo’. Son las persecuciones que siempre han existido como también le sucedió a San Francisco de Javier. Tuvo que padecer expulsiones, maltratos morales, críticas ácidas y desprecios múltiples. Pero él confiaba siempre en Dios y tenía como centro la experiencia y vida de los Sacramentos. Proponía a Cristo pero no lo imponía y manifestaba el camino a recorrer pero no obligaba. Una auténtica cultura no puede valorarse si no hay unas raíces que trascienden la mirada externa.

San Francisco de Javier hablaba con sentido profundo de lo sagrado que hay en la experiencia humana y no ponía límites para ahondar lo más posible en ello. Tal vez un defecto de cierto modo de anunciar el evangelio hoy se base en hablar con circunloquios oscuros y poco claros por el peligro de molestar al interlocutor. El diálogo no es auténtico si no se expresa claramente el mensaje en el que uno cree. Se debe hacer con convicción y con seguridad puesto que la fe es una luz que ilumina a todo el género humano. Me admira la valentía de San Francisco de Javier donde su único interés era el de manifestar que Cristo es el único Salvador y por él se ha de pasar para pertenecer al Reino de Dios. Un auténtico misionero manifiesta -por todos sus poros- que el único fin que tiene es el de llevar a todos, sobre sus espaldas, al encuentro definitivo con Dios es decir a la Salvación eterna.

Restituir lo sagrado a la sociedad es una de las labores fundamentales de la nueva Evangelización, de lo contrario aumentarán los ‘adivinos’, los ‘echadores de cartas’, los ‘horóscopos’ y las sectas. Es más se irá perdiendo lo genuino del cristianismo si no basamos la experiencia de fe en un encuentro profundo con Jesucristo que sacraliza y santifica la propia vocación en el recorrido de la vida.Última actualización el 25 de mayo de 2006 



Carta: “LA SANTIDAD ES
PATRIMONIO DE TODOS (II)”




Archivo en PDF 1 de julio 2006


Nadie puede pensar de ser excluido un día de llegar a ser santo
pues la fe nos muestra que Jesucristo ‘ha entregado su Vida por todos’. Si esto
es cierto, también es cierto que el empeño y trabajo debe estar presente en
todos y cada uno. El que siembra recogerá pero el que no siembre será infértil.
Bien lo entendió San Francisco de Javier al poner todas sus energías para
conducir la humanidad a Cristo. El patrono de las misiones se ganó a todos los
del Continente Asiático no sólo por su entrega generosa sino porque amaba a
todos sin límites y sin acepción de personas. Este es uno de los secretos más
profundos de todo misionero: ‘Nadie que pasa a su lado es indiferente porque
todo ser humano es candidato a la santidad’.


La santidad es patrimonio de todo ser humano puesto que
Jesucristo ha dado lo mejor de sí para todos, sin marginar a nadie y sin excluir
a ninguno. Sólo se excluye el que no acepta el misterio amoroso de Cristo y
rechaza a sabiendas lo que se le ofrece. Quien se aparta del amor de Dios está
experimentando su ausencia y esto es el mayor de los tormentos. De ahí que al
cielo se le defina como la presencia total e infinita del amor de Dios y al
infierno la ausencia y vacío total del amor. Y aquí ya en la tierra se puede
experimentar pues quien se aparta del amor no es feliz. La felicidad es fruto
del auténtico amor.


Todos tenemos sembrado, en nuestra vida, este amor. Por eso
quien más ama es el que más cree en Dios. La religión cristiana es una
experiencia de amor y la perfección en el amor es la santidad. La caridad que se
va desarrollando durante la jornada y durante el tiempo ya nos hace pregustar lo
que un día será definitivo y completo: el amor de Dios.


Esta era la pasión fundamental en San Francisco de Javier.
Cuando en París –después de haber hecho grandes proyectos- se topa con la frase
del Evangelio: “¿De qué te sirve que ganes el mundo entero, si pierdes tu
alma?”, le revoluciona en su interior y se lanza a tener más ‘altura de miras’ y
pide dedicar su vida a la labor evangelizadora que no tiene otro fin sino la de
mentalizar a todos que la santidad es la única meta que vale la pena por la que
entregarse a fondo. Ante la superficialidad que tantas veces apresa a la
sociedad nos ha de venir el deseo y la pasión de mirar a los demás y, al estilo
del Patrono de las Misiones, poner todo empeño en llevar este espíritu más alto
y sobrenatural para que todos seamos conscientes de lo limitado y frágil de la
vida y la grandeza del amor que no pasa nunca y es eterno.


Durante este tiempo se aumentan las fiestas patronales y una de
las razones por las que surgieron dichas fiestas fue la de mentalizar al pueblo
cristiano que es necesario, en el camino de fe, tener puntos de referencia y
estos son los santos que han desarrollado una labor fundamental en la sociedad y
la han dado un sentido nuevo de tal forma que han colaborado a regenerarla. La
sociedad está necesitada de hombres y mujeres que se planteen seriamente ser
santos. Muchos no lo hubieran conseguido si se hubieran quedado en la
mediocridad, esta es la termita que destruye lo más íntimo de la dignidad
humana. Si deseamos una sociedad más válida y auténtica no la busquemos fuera de
este camino que Cristo ha trazado muy bien: ser perfectos en la caridad. Última actualización el 25 de mayo de 2006 



Carta: “QUIEN NO CONFÍA EN
DIOS, ESTÁ CADUCADO
( I ) en el año del quinto centenario de Francisco Javier





Archivo en PDF 25 de mayo 2006


Si tuviéramos que definir a San Francisco de Javier por una
virtud fundamental y que hizo cambiar su vida creo que la más importante fue la
‘confianza en Dios’. Los sufrimientos, las contrariedades, las largas y
dificultosas caminatas, las nuevas culturas e incluso lenguas diferentes e
incomprensibles para un navarro de viejo abolengo... no hicieron a Francisco de
Javier desistir en la empresa que se le había encomendado y todo lo hizo porque
creía en Dios providente y amoroso. Mal podría haber confiado en sus trabajos
por el simple hecho de la búsqueda para realizar un deseo personal o una
aventura más o menos considerada y aplaudida. Los que se deciden por Dios llegan
a metas que nadie podría conseguir. He podido ver, con mis propios ojos, la
labor tan importante que realizan los misioneros que nadie haría por el puro
dinero o la propia gloria; o se hace por Dios o no se hace. Esta es la realidad
más esencial en el misionero, como lo fue para Francisco de Javier.


Un creyente, un cristiano que no confía en Dios y no se pone en
sus manos, es un creyente que ha caducado, su esencia cristiana se ha
desvanecido. Creo, por ello, que los cristianos europeos nos debemos marcar un
ritmo más esperanzado. Quien pone la mirada sólo y exclusivamente en lo
material, a la larga se está forjando una vida llena de hastío. El gran
problema, que incluso describe la misma sicología, y que hace llegar a la
decepción y a la depresión es el ‘hastío de la vida’. Cuando se pierden las
ilusiones y los motivos que mueven la vida, no hay otra puerta sino la de la
desesperación. Sin embargo quien confía en Dios sabe que las realidades
limitadas de la propia vida no son causa de hastío sino trampolín para mirar
‘mucho más alto’ y tener esperanza.


La experiencia de San Francisco de Javier, una experiencia
excepcional, nos ha de hacer mirar con valentía la trayectoria de nuestra vida.
Ciertamente que el santo navarro no lo fue por su austera y adusta formación,
que algo contribuyó, sino por su firme disposición de seguir a Cristo
desprendiéndose de ‘sí mismo’. Los halagos de la vida los tuvo como cualquier
otro, las vanaglorias de los títulos universitarios estaban en constante
persecución y le tentaban ferozmente. Pero un día descubre el amor de Dios y se
lanza junto con San Ignacio y otros a llevar la ‘Buena Nueva’ a todos los que
estaban sedientos de amor y de fe en Cristo.


Me he topado con personas que han sustentado su vida en el
poseer y en el poder y después de una larga conversación me han confesado que se
habían equivocado. Tal vez este fue el momento para emprender un nuevo camino.
No hay más razón que la misma realidad humana que nos invita a buscar la nobleza
del corazón. Un corazón ‘corrupto’ por los ídolos del tener y del dominio, es un
corazón insatisfecho. Un corazón abierto al amor y a la entrega por Dios y por
los demás, es un corazón lleno de alegría y satisfacción. De ahí que quien se
fía y confía en Dios está lozano interiormente, quien se fía de ‘sí mismo’ está
ya caducado. Última actualización el 1 de marzo de 2006



Carta: “ASAMBLEA DE OBRAS
MISIONALES PONTIFICIAS”




Archivo
en
PDF18 de mayo 2006


La Asamblea de Obras Misionales Pontificias, celebrada en Roma,
ha sido un momento para discernir la labor que se está realizando a escala
mundial con respecto a la conciencia y ejecución misionera en el ámbito
eclesial. Los cristianos hemos de mirar con esperanza las realidades que se dan
en la sociedad sabiendo que los destinos del mundo van marcados por las promesas
de Jesucristo cuando decía a los suyos que no temieran y anunciaran su Reino de
Justicia, Paz y Amor. El Cardenal Crescencio Sepe ha abierto el Congreso
indicando las claves fundamentales de la misión que se resumen en tres: -creer en la fuerza del envío por parte de
Jesucristo el ùnico Salvador, -vivir la comunión en la Iglesia ‘siendo
samaritanos’ y -que sea el amor cristiano quien esencialice toda la labor
misionera
.

Todos los años los Directores Nacionales de Obras
Misionales Pontificias, en el tiempo de primavera, nos reunimos en La Ciudad
Eterna para profundizar en temas y asuntos misioneros y posteriormente
distribuir todo el fondo económico que se ha recogido a nivel mundial en las
colectas respectivas que se han desarrollado en el mundo entero durante un año.
Se muestra la misma experiencia que se realizaba en las primitivas comunidades
cristianas cuando todo lo ponían en común y después, según las necesidades de
cada uno, todos participaban del don de la fraternidad solidaria. Del 4 al 12 de
mayo hemos asistido los Directores Nacionales de todo el mundo y el clima que se
recrea es de una calidad excepcional y de una generosa caridad entre
todos.

La colaboración económica de España ha sido muy generosa en el
ejercicio 2004-2005 y todo se ha debido a las grandes sumas de herencias que se
han recibido como a la conciencia solidaria de los españoles con sus misioneros.
No olvidemos que tenemos más de 20.000 misioneros que están esparcidos por
varias partes de lo cinco Continentes y de modo especial en América, en África y
en Asia. Cada día se está notando una mayor conciencia misionera y los jóvenes
se sienten atraidos en este campo de la entrega, por amor a Jesucristo, en el
ámbito de la misión. Es la ‘hora de la misión’ y, por los tantos, no se ha de
temer presentar a todos que nuestra vida tiene sentido si vivimos al estilo que
Cristo nos ha mandado ‘amándonos los unos a los otros’. La sociedad necesita
mensajeros del ‘evangelio del amor’ como nos ha indicado el Papa Benedico XVI en
su primera Encíclica.

El Papa Benedico XVI nos ha exhortado y animado, en
la visita que le hicimos el día 8 de mayo en el Vaticano, a ser portadores del
tesoro del Evangelio a todo ser humano y a ser expresión viva del amor de
Jesucristo a todos y sólo con la única pretensión de llevar el calor del amor de
Dios a todos los hombres y mujeres de nuestro tempo puesto que “toda
actividad misionera tiene como referencia a Dios que es Amor y es en el corazòn
traspasado de Cristo, en el que tal amor se expresa en el màs alto
grado”
. No hay duda que la sociedad contemporánea necesita una
revolución especial donde la voz de Cristo, con su Amor, que Salva, sea lo que
favorezca al desarrollo integral de la persona humana. La salvación en Cristo
sólo tiene un nombre: la libertad. Y ella llevará a ser portadores a todo el
gènero humano de la gracia y de la felicidad que nace de Dios y a Dios retorna.Última actualización el 3 de abril de 2006



Carta: “TODA
VOCACIÓN NACE DE LA PASCUA”

Archivo en PDF 03 de abril 2006

Cuando realizaba mis estudios en el Seminario de
Burgos, por los años sesenta, y como principiante seminarista siempre me
admiraban los misioneros que surcando los mares anunciaban la Buena Nueva de
Jesucristo. Recuerdo a aquellos que nos hablaban en el Salón de Actos y nunca
olvidaré a uno de ellos que le habían amputado uno de sus miembros, la lengua,
simplemente por el hecho de anunciar la Palabra de Dios y guardar el ‘secreto de
confesión’. Su sonrisa y fortaleza espiritual era tal que yo me sentía impulsado
a vivir también como él en las pequeñas cosas de cada día. Aquella sonrisa no
era ficticia sino que nacía –al menos a mí así me parecía- de una experiencia de
verdadero amor a Dios por los demás. Ya no recuerdo el contenido de sus
discursos pero siempre quedaba en mí interior un deseo de vivir, al estilo de
ellos, el seguimiento a Cristo.


El lema que hemos escogido para la Jornada de las ‘Vocaciones
Nativas’ tiene un contenido fundamental en toda vocación cristiana y de modo
especial en la de los consagrados: ‘Toda vocación nace de la Pascua’. Esto es lo
más auténtico y genuino puesto que toda vocación es un reflejo vivo de la
Resurrección de Cristo. Así se muestra en la experiencia espiritual y parece
como si de una luz nueva se viera envuelta la vida. El gozo, la paz y el amor se
hacen tan presentes que se llega a vivir en una realidad novedosa. La vocación
sigue las huellas del mejor Maestro que es Jesucristo. No hay dificultades que
no se puedan superar, no hay obstáculos que no se puedan sortear; parece como si
uno tuviera una vida nueva. Es la experiencia más íntima de amistad que se pueda
soñar. No es una ilusión pasajera ni un fantasma emocional, es una presencia
viva de un amor que no pasa nunca y que cada día más fascina, es la presencia de
Dios que colma todos los deseos.


San Francisco Javier, del que durante este año celebramos el
quinto centenario de su nacimiento, cuando uno lee sus escritos rebosan esta
profunda experiencia. Este gran navarro un día descubre a Cristo y se lanza a
llevarlo por todas partes. No encuentra barreras ni dificultades solo le mueve
el amor profundo que ha nacido en su vida y del que nunca quiere despegarse. Los
misioneros tienen una cualidad especial, que el mismo carisma les impregna, y es
la de entregarse de por vida a la labor evangelizadora pues su único bien y amor
es Jesucristo. No se bloquean ante el sufrimiento, ante el dolor y la desilusión
sino que miran a Cristo que ha vencido todo con su Resurrección. De ahí que toda
vocación ha nacido de la Pascua.


Cuando me preguntan qué es lo que mueve a los misioneros y a
las personas consagradas para darse a los demás con tanta alegría siempre
respondo lo mismo: “Tenemos un buen Amo a quien seguir y nunca nos defrauda”.
Cristo ha sellado con su Resurrección a todos los que quieren seguirle sin
condiciones y sin pretensiones honoríficas. Su amor es tan grande que desborda
de gozo quien se adhiere a él. No he visto nunca a un enamorado entristecido;
pues lo mismo sucede en los consagrados que saben que la fuente de su entrega es
con el Amor hermoso.


En esta Jornada de Vocaciones Nativas y de Oración por las
Vocaciones que celebramos, todos los años, para ayudar y afianzar con nuestra
plegaria y nuestra colaboración material a fin de que muchos jóvenes -en los
cinco Continentes- se planteen con libertad y alegría el seguimiento a Cristo en
una específica consagración, pido a todas las comunidades cristianas que tengan
un recuerdo especial por ellos y de modo especial por los que están viviendo en
lugares de misión y de nueva evangelización. Los jóvenes son generosos cuando
encuentran razones justas para su vida y para entregarse a favor de otros.
¡Ojalá que al encontrarse con Jesucristo Resucitado, que ha prometido permanecer
siempre entre nosotros, encuentren la auténtica libertad que hará posible que
otros la descubran!.Última actualización el 1 de marzo de 2006 



Carta: “EL BIEN DE LA
UNIDAD”

Archivo en PDF 01 de Marzo 2006

La unidad es un bien moral, social, económico, familiar
y religioso. La unidad no es uniformidad sino colaboración, enriquecimiento de
dones e intercambio de los mismos. Cada uno, con sus virtudes y valores,
colabora al bien común que es la unidad. En el refranero se nos recuerda que ‘la
unión hace la fuerza’. El mismo sentimiento humano nos lleva a la unidad. Nada
de lo que nos ocurre es indiferente y lo que da densidad a la relación humana es
la búsqueda de hacer que prevalezca más lo que nos une que lo que nos divide. Y
en ese buscar juntos el bien de la unidad nos lleva a ser creíbles porque por
los ‘frutos los conoceréis’. La unidad nace de corazones nobles y sinceros
puesto que si hay intereses o corruptelas interesadas, como una termita, corroen
la verdadera fuerza de la comunión y unidad humana.


Cuando contemplamos a la humanidad constatamos inmediatamente
que tanto los gozos como las alegrías parten de la unión que existe entre los
miembros de un pueblo o de una nación. Por el contrario cuando la violencia y la
conculcación de los derechos humanos vienen extirpados y pisoteados por la
malicia y los poderes del ser humano, estamos ya ante una sociedad fragmentada y
dividida. Jesucristo, que enseñaba con autoridad, manifiesta que la esencia
fundamental de la comunidad cristiana ha de estar basada en la unidad, para que
siendo todos una misma cosa, este ejemplo haga posible que los demás se adhieran
a la fe y crean. No son los hermosos discursos, por muy bien trabados que estén
los que llevarán a la consecución de este fin, sino el testimonio de un enlace
fraterno que haga posible ‘ver y palpar’ que la unidad es afectiva y
efectiva.


La sociedad tiene hambre de fraternidad y unidad. Los
mecanismos sociales e instituciones han de procurar buscar más lo que une que lo
que divide y esta es la forma leal y justa de servir al pueblo que les ha
confiado tal servicio. Cuando los intereses personales o ideológicos priman y
excluyen se está haciendo un gran mal a la sociedad. Con tales criterios la
misma sociedad se fragmenta y va hacia la deriva. La unidad no quiere decir
uniformidad pero sí confluencia de voluntades para conseguir un bien común y
general. Todas las fuerzas bien armonizadas y conjuntadas harán posible que se
consigan los objetivos que más preocupan a todos: la justicia, la paz, el
respeto y la solidaridad.


Se comprende que esto es muy difícil pero no imposible. La
imposibilidad indicaría que existe incapacidad, por el contrario, se tiene la
suficiente capacidad para trabajar y conseguir la unidad siendo conscientes que
los intereses y las cerrazones de mente y corazón lo bloquean. Todo es cuestión
de conversión del corazón y de un diálogo que lleve a conseguir objetivos
comunes, certeros y verdaderos. Ante el mal se ha de ser implacables
–‘tolerancia cero’- pero ante el bien común ‘todos a una’. Última actualización el 01 de febrero 2006



Carta: “LA PRESENCIA DE DIOS
ES INDELEBLE”




Archivo en PDF 01 de Febrero 2006



A Dios nadie lo puede borrar por mucho que se intente
hacer en los diccionarios, constituciones, escritos y proclamas ideológicas.
Dios es indeleble o imborrable. Cada uno de los seres humanos es ‘imagen de
Dios’. Y Dios reside en lo más íntimo del corazón del género humano, su nombre
está escrito en el ADN de la naturaleza humana. Si él no existiera los primeros
perjudicados seríamos nosotros pues no existiríamos. En él somos, nos movemos y
existimos. Una obra sin autor es una quimera y un engaño.

A Dios se le
puede ocultar con pretensiones
ideológicas y hasta desplazar consciente o inconscientemente pero nunca se le
puede negar porque sus huellas están señaladas en la misma naturaleza y en las
expresiones más nobles del corazón humano. Marginar a Dios no quiere decir que
Dios no exista, ocurriría lo mismo con quien quisiera ocultar el sol, esto no
indicaría que lo negara. Las nubes no niegan al sol aunque tengan capacidad de
ocultarlo. Hay teorías que intentan negar a Dios ocultándolo, es una
incoherencia existencial por sí misma. Puede haber dificultades y oscuridades
para afirmar la existencia de Dios pero los argumentos son más fuertes los de la
afirmación que los de la negación puesto que la luz de la fe es más brillante
que el velo que oculta el misterio.

A Dios nadie lo puede destruir porque su amor es más
fuerte que el odio y la guerra. Su amor es tan grande que ha vencido a la muerte
y ha vencido al pecado del género humano dándole la gracia y la vida. Dios no es
fungible como si de un material precioso se tratara. Por mucho que la mente
humana trabaje y se esfuerce Dios no es una criatura de la razón puesto que él
mismo es la Razón de ser de todo lo creado. ¿Qué sería de la razón humana sin la
Razón? La ‘sin-razón’. Si el hombre se hace propiedad de si mismo aboca hacia el
precipicio del nihilismo, se baña en la nada y en la misma se ‘sostiene si
sostenerse’.

A Dios nadie lo puede
contradecir
porque sus leyes son inmutables. Por mucho que haya avanzado
la ciencia y se haya desarrollado la técnica no puede afirmarse que el ser
humano ya ha adquirido una independencia tal que no necesita a Dios. Aún en el
supuesto que no necesite a Dios las reglas y leyes que están inscritas en la
misma naturaleza no pueden ser cambiadas porque son inmutables y si se quieren
cambiar, ellas mismas se vuelven contra quien las manipula. El dicho clásico de
que ‘Dios perdona siempre, el hombre a veces y la naturaleza nunca’ es muy
gráfico para comprender dicho argumento. Esto explica que a Dios no se le puede
contradecir puesto que los planes de Dios no son los nuestros en muchas
circunstancias.

Y ¿qué se deduce de todo lo expuesto? Lo más sensato es
saber en qué terreno nos movemos. Cuando Jesucristo nos invita a construir la
casa sobre roca, está afirmando una realidad existencial importantísima. Las
tierras movedizas y de arena no son aptas para construir puesto que la casa
duraría muy poco, sin embargo si está construida sobre base firme nadie la podrá
derrocar. El refrán latino ‘intellegenti pauca’ ( a los inteligentes, pocas
palabras bastan) creo que nos hace comprender la gran aventura de la vida que
tiene una base muy fundamental y segura: Dios. Última actualización el 3 de enero de 2006



Carta: “LAS RAZONES DE LA
FE”




Archivo en
PDF  03 de Enero 2006


Cuando la razón se nubla la fe se difumina y cuando la fe
brilla la razón se ilumina. No son disquisiciones más o menos fantásticas para
demostrar un ‘no sé qué’ de la vida. ¡Es la experiencia que nadie puede ni
diluir ni destruir!. En mis años de juventud recuerdo, con mucho cariño y
añoranza, las clases magistrales de los profesores que tuve en Roma y hubo uno
que me dijo: ‘Si la fe no se hace vida en ti, el estudio se convertirá en una
carga pesada; es más se puede convertir en un trampolín para deshacer la fe’. La
razón no puede convivir sin la fe y la fe no puede encarnarse sin la razón. De
la fe hay que dar razón y de la razón se hace cauce la fe. La fe es un encuentro
personal con la Sabiduría y la razón se sustenta de la misma. Sólo Dios, que se
ha encarnado en Jesucristo, puede hacer posible esta realidad. La fe es el
esplendor de la razón.


No hemos de temer la verdad pues se impone por sí misma; la
mentira es un fantasma que desaparece con la misma velocidad que aparece. Me
causa dolor y pena que ciertas ideologías -envueltas en globos de colores-
afirmen que lo ‘políticamente correcto’ ha de imperar sobre lo racional aunque
se llegue a suspender y marginar la esencia fundamental que hay en el género
humano: la espiritualidad y religiosidad. La auténtica religión no devalúa la
dignidad humana sino que la pone en el verdadero lugar, no destruye lo que pueda
realizar el hombre sino lo discierne y lo valora, no pretende mayor bien sino
aquél que hace posible la propia realización personal y social. Lo
‘políticamente correcto’ no concuerda, en muchos momentos, con lo
‘cristianamente correcto’ porque asume competencias que a la política no le
corresponden y las distorsiona. El hombre, cualquiera que sea su ideología, no
puede suplantar ni a la naturaleza, ni a la razón y menos a los designios de
Dios.


La naturaleza por sí misma tiene códigos inmutables que nadie
puede cambiar, de ahí que se diga que ‘la naturaleza nunca perdona’. Si se dan
leyes (‘políticamente correctas’) que van contra la naturaleza como es la falta
del respeto a la vida desde sus inicios, el cambio del sentido del matrimonio,
la autoritaria potestad sobre la administración de la vida de aquellos que son
inútiles a la sociedad -sustentado en una mentalidad hedonista y egoísta- ha de
afirmarse que se está cayendo en un imperialismo del fuerte que contradice a lo
‘racionalmente correcto’ y a lo ‘cristianamente correcto’. Cuando se contradice
la razón es a la misma esencia humana que se vilipendia y por tanto va en contra
de la sabiduría, de lo racional y de la fe que está siempre en sintonía con lo
natural y con la razón.


Tanto la razón como la fe ayudan a regenerar al ser humano y no
se han de perder ninguna de ellas en ese diálogo que hace posible la
regeneración en la humanidad. Si la fe da razón de sí misma, la razón se ilumina
desde la fe. ¡Qué grande es creer y qué grande es razonar constatando que
nuestra vida sólo tiene sentido desde Dios!.

actualización el 27 Febrero, 2006   Carta: “LA ALEGRÍA Y BELLEZA
DE LA NAVIDAD”

Archivo en PDF 02 de Diciembre 2005


Me siento feliz cuando recuerdo la Navidad. Me alivia
interiormente saber que Dios nos ha amado tanto que se ha hecho ‘viajero de
camino’ con todos los que peregrinamos por este mundo. También me fascina
conocer al Niño que nació en Belén y mirarle a los ojos. Su ternura es especial
y hace que mi corazón exulte de alegría y se emocione. Nunca he encontrado una
mirada tan penetrante como la de Jesucristo y de modo especial en aquel que
nació en un cueva pobre y fría donde sus únicos acompañantes eran María, José,
los pastores y los animales. Y saber que en la figura de este niño se mostraba
toda la divinidad. ¡Es el Hijo de Dios encarnado que, sin hacer alarde de ello,
se presenta como cualquier niño!.


Este sentimiento profundo me hace más humano y más creyente.
Jamás me ha fallado su amor y su amistad. Lo he visto tan cerca de mí que ya no
lo puedo abandonar. ¡Qué gran suerte tenemos los humanos al ser totalmente
amados por este Niño-Dios!. Las luces de las calles, las serpentinas de los
hogares, los ‘belenes’ en los rincones y en las salones de nuestras casas
manifiestan que no sólo es un recuerdo más o menos de añoranzas sino la memoria
de alguien que nos ha penetrado hasta lo más intimo de nuestra médula
espiritual. Lo que hemos aprendido cuando éramos niños nadie nos lo podrá
robar.


Al calor de la estufa o al calor de los radiadores se reúne la
familia y todos, sin excepción, albergan una amistad muy especial con alguien
que nos atrae como nadie. ¡Es Jesucristo, el Niño-Dios!. En todos crece el deseo
de paz y perdón, de ayuda y solidaridad, de cariño y amor verdadero, de mirada
más limpia y conversión. Parece que el tiempo se ha parado y que cambia de
finalidad; no son los rutinarios días que aburren sino las horas de una ‘nueva
vida’ (la Navidad) que hace saborear el presente. Nos ilusiona y nos da
esperanza aún en medio de las dificultades que la misma vida depara.


Era niño y en mi familia siempre se ponía el ‘belén’. Nunca
olvidaré aquellos días dedicados a prepararlo. Todos estábamos en torno al
nacimiento de un Niño y ¡qué Niño!. Los ríos de plata parecían de verdad. Las
figuras se incorporaban a la familia como si alguien nuevo venía a visitarnos.
Las montañas de papel y cubiertas de musgo mostraban la belleza de una
naturaleza gozosa de albergar, allá en la cueva, al Niño y ¡qué Niño!... Nunca
lo olvidaré y nunca me cansaré de vivir la Navidad. Por ello bien se puede decir
¡qué bella y alegre es la Navidad!.Última actualización el 27 Febrero, 2006 

Carta: “DIOS TODO LO HACE
BIEN”


Archivo en PDF


31 de Octubre 2005


Tenemos una razón firme y segura de que Dios hace bien todas
las cosas e incluso aquellas que son adversidades y que no entendemos cooperan
al bien si creemos en su amor. Por eso no hemos de temer e incluso cuando parece
que todo se desvía hacia otros derroteros distintos a nuestro modo de sentir,
ver y creer. San Pablo, un gran creyente, decía que ‘todo colabora al bien de
aquellos que creen en el amor de Dios’ pero también añadía que ‘donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia’. La enseñanza de Jesucristo es clara y afirma que
él ha venido para darnos vida y vida en abundancia, no como la piensa la mente
calenturienta del hombre que se opone, muchas veces, al designio amoroso de
Dios.


El mensaje del Evangelio despista a los que creen que todo lo
puede hacer el ser humano, cuando afirma: ‘Sin mí no podéis hacer nada’. Y estas
palabras son no sólo ciertas sino definitivas y de realidad absoluta. Ante Dios
todos estamos vencidos y es porque él quiere lo mejor para nosotros a no ser que
queramos auto-eliminarnos prescindiendo de él. Cuando se oye decir que ‘Dios ya
no tiene sentido’ en esta sociedad soberbiamente complaciente consigo misma por
los grandes logros materiales que se han adquirido, me viene a la memoria el
cuento, que de pequeño leí: ‘El niño de chocolate’.


Un restaurador preparando en su cocina los guisos que iba a
realizar, se le ocurrió hacer a un niño de chocolate. Cuando hubo acabado,
aquella figura comenzó a moverse y a hablar a su ‘padre’ el cocinero. Como si de
un hijo se tratara el restaurador le advirtió que no debía salir nunca de la
casa pues en el bosque había muchas alimañas que se lo comerían si se acercaba a
ellos. Un día, sin el permiso del ‘padre’, por el deseo de ser libre escapó al
monte... ¡qué sorpresa!, se perdió y un zorro por un trecho lo acompañó, lo
engañó y con buen gusto se lo comió. La historia es muy sencilla pero muy
significativa.


Los designios de Dios son muy concretos, si nos salimos de
ellos y cumplimos nuestros gustos y deseos, se vuelven contra nosotros. Cuando
se afirma y por ciertos ‘sabios’ que una democracia no se sustenta si actúa la
voluntad de Dios es de una osadía tan descomunal que va más allá de la
racionalidad y del sentido profundo de la experiencia humana. Ante la dificultad
de la comprensión intelectual sólo puede actuar la humildad de la confianza y de
la fiabilidad de creer en alguien que sabe, puede y ama más que nosotros y este
es Dios que hace todo bien y para nuestro bien, aun en aquello que es
contradictorio, adverso y débil y que él permite.


Hace pocos días murió un sacerdote gran amigo mío y él siempre
recordaba que su vocación se debía a la vocación ‘truncada’ de su padre. A punto
de ingresar en el Seminario prematuramente muere el padre y, por ser el mayor de
los hijos, tuvo que hacerse cargo de la familia. Se casó y tuvo quince hijos ,
de los cuales seis se consagraron a Dios (dos benedictinos, dos agustinos
recoletos, un Paúl y D. Gabino –el sacerdote que ha fallecido hace pocos días-
sacerdote diocesano). Su padre siempre decía: ‘Dios todo lo hace bien, no quiso
que yo fuera sacerdote para que lo fueran seis de mis hijos’. Así escribe Dios y
no tiene otro modo de hacerlo; para entenderlo hace falta poner mucha confianza.Última actualización el 27 Febrero, 2006  Carta: “MISIÓN, PAN PARTIDO
PARA LA VIDA DEL MUNDO”


 


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10 de Octubre 2005


Una vez más nos sentimos misioneros con los ‘misioneros’ en
este tiempo propicio de octubre que celebramos, en la Iglesia universal, la
Jornada mundial por la evangelización de los Pueblos. En España llamamos a esta
Jornada con el nombre de Domund (=Domingo mundial) de las misiones. La misión es
esencial en la vida de la Iglesia puesto que alimenta y fortalece su vida. ‘Hay
mayor alegría en dar que en recibir’, afirmamos en momentos de generosidad y de
profunda reflexión ante las necesidades que encontramos en los demás. La Beata
Madre Teresa de Calcuta contaba que en una ocasión supo que una familia estaba
falta de alimentos y la llevó unos kilos de arroz; cuando vio la miseria con la
que vivían se horrorizó, pero se quedó atónita cuando comprobó que la señora de
la familia repartió en partes aquellos pocos puñados de arroz y separando varios
salió rápidamente a llevárselos a otra familia también necesitada. Cuando volvió
a la choza Madre Teresa la preguntó qué había hecho con aquellos puñados de
arroz y ella respondió: ‘No sólo mis hijos y yo estamos necesitados sino también
otros lo están y al compartir me siento más persona y más feliz’.


En este año 2005 el lema del ‘Domund’ nos recuerda que
Jesucristo se sigue partiendo por nosotros y compartiendo su amor total por toda
la humanidad. La Eucaristía es el signo más real y más presencial del amor de
Dios en medio del mundo. La presencia viva y resucitada de Cristo habita entre
nosotros y es la demostración de su compasión por el ser humano. La humanidad
sin Cristo sería un fracaso, con Cristo es una victoria sobre el odio, el
pecado, la falta de solidaridad y de fraternidad. El drama que fundamentalmente
sufren las personas y la sociedad es el de la falta de amor. La salud, honda del
alma, sana todas las enfermedades de la angustia, del ‘sin sentido’ de la vida y
de la amargura existencial; en esta hondura sólo puede hacerse presente Dios,
porque en lo más íntimo del ser humano él habita.


Pero faceta importante en la misión es impulsar el sentido de
la conversión del corazón y alentar a todos para que el sentido de la santidad
sea el objetivo fundamental de la experiencia humana. No podemos dejar que ‘pase
de largo’ Cristo en nuestra vida. Cuando él hace morada en nosotros, con su
gracia y amor, se cambia la sociedad. Dios no cambia las cosas, cambia el
corazón humano y las cosas cambian. Las situaciones más denigrantes y corruptas
que suceden en la sociedad no las podemos culpabilizar a Dios, es el ser humano
que las propicia por la ‘dureza de su corazón’. Con la ‘bondad del corazón’
cambian.


La Eucaristía es la cita más concreta y profunda que podemos
hacer con Dios y él nos enseña que solo el amor cambia la vida y la hace feliz y
dichosa. Ante la Eucaristía no nos hemos de quedar ‘ensimismados’ sino
traspasados para que como signos de unidad y vínculo de caridad nos lleve a los
demás para hacer presente a Cristo toda la realidad humana. La Eucaristía es la
máxima expresión de la misión puesto que ella tiene como fin la entrega de
Jesucristo para la salvación del género humano.


Creo que el Domund de este año nos va ayudar a comprender mucho
más el sentido de la auténtica misión y ciertamente que arrastrará a muchos para
que desde el ámbito donde nos encontremos hagamos posible que toda la vida sea
misión. Ese es el deseo del Papa Benedicto XVI y ese fue el deseo de Juan Pablo
II. Unidos a nuestros Pastores hagamos viva la misión y el deseo de Cristo para
que todos conozcan el amor de Dios y que todo el género humano se restaure y
brille en él la filiación divina sintiéndonos hermanos y que nadie esté falto de
la escasez espiritual y material. Última actualización el 27 Febrero, 2006 




Carta: LAS HIJAS DE LA
CARIDAD, ALIVIO Y ESPERANZA PARA LA SOCIEDAD




 


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27 de Septiembre 2005


Es un gran motivo para alegrarnos haber recibido la noticia de
que las Hijas de la Caridad hayan sido reconocidas con el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia. Me siento muy feliz que la sociedad reconozca la gran
labor que hacen, sin ruido y silenciosamente, las más de 24.500 hermanas
extendidas por todo el mundo y bien sabemos que su labor está dedicada solamente
a los pobres y a los desheredados para crear la concordia entre todos.
Ciertamente que ellas no van a recibir el premio con la pretensión de saberse
superiores a los demás sino lo han aceptado con la convicción de que son hijas
de Dios y de la Iglesia y por amor a ‘sus amos’ que son los pobres.


Gozando aún del mes de octubre, mes del Domund y de las
misiones, no podemos dejar de agradecer a todos los misioneros su labor esmerada
y generosa a fin de que Jesucristo sea reconocido, amado y servido en todos,
pero de modo especial en los pobres de la tierra. La Iglesia está adornada de
muchos carismas y de muchas instituciones que tienen sólo una finalidad: el amor
a los pobres. Las Hijas de la Caridad son un exponente de esta vida. Ellas
alivian, curan, dan de comer a los hambrientos de pan y de amor. San Vicente de
Paúl junto con Santa Luisa de Marillac fundaron la ‘Sociedad de Vida Apostólica’
de las Hijas de la Caridad para mostrar que la caridad es lo único que puede
cambiar al mundo y a las gentes.


Cuando nos acercamos a una Residencia de Ancianos o a un
Orfanato o a una Leprosería o a un Centro de enfermos del Sida... allí
visualizamos, percibimos y constatamos lo que es la caridad. Su sonrisa está
llena de una paz que sólo se puede sostener en la trascendencia amorosa de Dios
que se hace presente en las manos y en las acciones concretas de estas sencillas
mujeres que se acercan a los desfavorecidos, desvalidos y abandonados. Nos
alientan a todos y su alivio se convierte en verdadero camino de esperanza.
Tengo muchas experiencias de las Hijas de la Caridad que me han ayudado en mi
camino sacerdotal. El sosiego, la acogida, la sencillez y tantas virtudes, con
las que sirven y aman a los pobres, nos conmueven. Pero lo más significativo es
cuando tratas de aplaudir o valorar lo que realizan, inmediatamente responden:
‘esto lo hacemos por amor a Cristo en los pobres y para gloria de la Iglesia’.
Son tan pobres que no se guardan nada para sí y todo lo dan por los pobres que
son sus auténticos ‘dueños’.


Me alegra y nos alegramos todos, sin excepción, del detalle que
han tenido en reconocer a las Hijas de la Caridad para el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia y espero y deseo que este gesto pueda servir para mover
muchos corazones de jóvenes que quieran hacer algo grande por los demás. Estoy
seguro que muchos se han sentido cuestionados, ahora solo queda decidirse y
plantearse seriamente que la vida bien merece gastarla y dedicarla por amor a
Cristo en los pobres.




Carta: LA FUERZF  DEL AMOR

14 de Septiembre 2005

Cuando la vida va tomando más anchura y más hondura, por el tiempo y por la madurez, se van dejando cosas que antes parecían imprescindibles. La esencia de aquello que se ha vivido se hace más patente y la ‘fuerza del amor’ permanece como lo único eterno. Pensemos por ejemplo cuando un familiar ha fallecido, lo que perdura son sus muestras de amor y cariño, son las enseñanzas que más han calado y han hecho posible seguir manteniendo aquellos sentimientos -que no son muestras de un afecto superficial- sino de un modo de ser que enorgullece y ayuda a dar sentido profundo a la vida. La ‘fuerza del amor’ tiene sus raíces en Dios y basta mirar el rostro de Cristo en la Cruz que en él se muestra la dimensión del mismo.

En este mes de septiembre recordamos con orgullo la ‘Exaltación de la Santa Cruz’. Parece inhumano que podamos exaltar la Cruz y sin embargo es el momento más expresivo y más concreto del amor de Dios a la humanidad. Saber que Dios nos ama es una gran revelación, pero saber hasta dónde nos ama es mucho más. ¡Es la pedagogía de Dios!. Lo que para nosotros es escándalo, para él es entrega; lo que para nosotros es escarnio, para él es muestra de amistad porque nadie tiene mayor amor sino el que entrega su vida por los demás. Así se entiende mucho mejor que el mejor amigo es aquel que está dispuesto a ponerse en el lugar del otro y ofrece lo mejor de sí por los otros.

Recuerdo con verdadero gozo la experiencia del Cardenal Van Thuán en la Cárcel de Natrán (Vietnam). “Era muy difícil para mis guardias comprender cómo se puede perdonar, amar a los enemigos, reconciliarse con ellos: -¿De veras nos ama?. –Sí, os amo sinceramente. -¿A pesar de que le hacemos daño?¿Aun sufriendo por haber estado tantos años en prisión sin haber sido juzgado?. –Pensad en los años en que hemos vivido juntos. ¡Realmente os he amado!. –Cuando quede en libertad, ¿ no mandará a los suyos, a hacernos daño, a nosotros o a nuestras familias?. –No, continuaré amándoos, aunque me quisierais matar. –Pero, ¿por qué?. –Porque Jesús me ha enseñado a amaros. Si no lo hiciera, no sería digno de llamarme cristiano.”

Esta es la ‘fuerza del amor’ que nadie puede vencer ni con miedos, ni con cárceles, ni con armas, ni con ideologías. Es el mayor regalo que hemos recibido los cristianos. Este amor no tiene nada de paternalista y tampoco de fundamentalista. Hay muchos que deseamos vivir así a pesar de las circunstancias adversas que nos puedan rodear. Los mayores santos han sido los más libres y los que han anunciado, con el testimonio, la ‘fuerza del amor’. El amor, en compañía de la verdad, nos hace libres. Por ello hemos de luchar y por él nos hemos de dejar conquistar.A DEL AMOR

+Francisco Pérez González Arzobispo Castrense de España


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