sábado, 17 de enero de 2009

DIOS EXISTE Y ALGUIEN ME LO HA DICHO


Primer Libro de Samuel 3,3-10.19.
La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy".
Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar.
El Señor llamó a Samuel una vez más. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte".
Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada.
El Señor llamó a Samuel por tercera vez. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven,
y dijo a Samuel: "Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". El respondió: "Habla, porque tu servidor escucha".
Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.
Salmo 40,2.4.7-8.8-9.10.
Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: "Aquí estoy.
entonces dije: "Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón".
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor.
Carta I de San Pablo a los Corintios 6,13-15.17-20.
Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos, y Dios destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo.
Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder.
¿No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Cómo voy a tomar los miembros de Cristo para convertirlos en miembros de una prostituta? De ninguna manera.
En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él.
Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo.
¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen,
sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos.
Evangelio según San Juan 1,35-42.
Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".
"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro. 
 


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de san Juan, nº 7


«Se quedaron con él aquel día»

     «Juan estaba allí con dos de sus discípulos.» Juan era tan «amigo del Esposo» que no buscaba su propia gloria; simplemente daba testimonio de la verdad (Jn 3, 29.26). ¿Acaso sueña retener a sus discípulos y privarles de que sigan al Señor? De ninguna manera, sino que él mismo les muestra al que han de seguir... Y les declara: «¿Por qué queréis seguir a mi lado? Yo no soy el Cordero de Dios. Éste es el Cordero de Dios... Éste es el que quita el pecado del mundo.»
 Escuchando estas palabras, los dos discípulos que estaban con Juan siguieron a Jesús. «Y Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les preguntó: '¿Qué buscáis?' Ellos le contestaron: 'Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Y todavía no le siguieron de manera definitiva; sabemos que le siguieron cuando les llamó para que dejaran sus barcas..., cuando les dijo: «Seguidme, y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). Es a partir de este momento que le siguieron y ya no lo dejaron nunca más. De momento querían ver dónde vivía Jesús, y poner en práctica esta palabra de la Escritura: «Si ves un hombre prudente, madruga a seguirle, que gaste tu pie el umbral de su puerta. Medita en los preceptos del Señor, aplícate sin cesar a sus mandamientos» (Sir 6,36). Jesús, pues, les enseño donde vivía; vinieron y se quedaron con él. ¡Qué día más dichoso pasaron! ¡Qué noche más feliz! ¿Quién nos dirá lo que escucharon de la boca del Señor? También nosotros podemos construir una mansión en nuestro corazón, construyamos una casa en la que Cristo pueda venir a enseñarnos y conversar con nosotros.


sábado 17 Enero 2009
Comentario a Lucas, 5, 23.27
San Antonio
Carta a los Hebreos 4,12-16.
Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.
Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe.
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.
Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
Salmo 19,8.9.10.15.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos.
¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor!
Evangelio según San Marcos 2,13-17.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".


San Antonio  Abad,(251-356)
Es conocido con distintos apelativos. San Antonio de Egipto, pues allí nació, cerca de Menfis, el año 251. San Antonio del Desierto, pues al desierto se retiró para seguir a Cristo. San Antonio el Grande, por el inmenso influjo de su ascética, tanto por su caridad en atender al prójimo, como por su fortaleza frente a las tentaciones del demonio, tema que con frecuencia han reflejado en sus cuadros los pintores.
Pero el nombre que le distingue sobre todo es San Antonio abad. Abad significa padre, y entre todos los abades  que hemos celebrado esta semana, Antonio fue por antonomasia el abad, el padre de los monjes. San Pacomio había iniciado el movimiento de convertir a los solitarios anacoretas en cenobita, agrupándolos en monasterios de vida común. San Antonio fue escogido por la Providencia para consolidar el cenobitismo.
Antonio es un caso ejemplar de tomar la palabra de Dios como dirigida expresamente a cada uno de los oyentes. "Hoy se cumple esta palabra entre vosotros", había dicho Jesús. Así la cumplió San Antonio. Su vida la conocemos bien, gracias a su confidente y biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, a quien dejaría en herencia su túnica. Es la primera hagiografía que se conoce, obra muy bien recibida por el mundo romano.
Sus padres le habían dejado una copiosa herencia y el encargo de cuidar de su hermana menor. Un día entró en la iglesia cuando el sacerdote leía: "Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres". Otro día oyó decir: "No os agobiéis por el mañana". Y se comprometió a vivirlo sin dilación. Confió su hermana a un grupo de vírgenes que vivían los consejos evangélicos, y él dejó sus tierras a sus convecinos, vendió sus muebles, se despojó de todo, rompió las cadenas que le sujetaban y se marchó al desierto.
El último medio siglo de su vida -vivió 105 años- residió en el monte Colzum, cerca del mar Rojo. Amante de la soledad, allí vivía en una pequeña laura, entre largos ayunos y oraciones, y haciendo esteras para no caer en la ociosidad. Así se defendía contra los violentos ataques del demonio, que no le dejaba un momento de reposo. Es el ambiguo valor del desierto, lugar propicio para el encuentro con Dios y para las tentaciones del maligno. Antonio es un magnífico ejemplo para vencer las tentaciones.
Muy pronto encontró imitadores. Un enjambre de lauras individuales fueron pobladas por fieles seguidores que querían vivir cerca de aquella regla viva. Se reunían para celebrar juntos los divinos oficios. De este modo compaginaban el silencio y soledad con la vida común. Sólo salió de allí para ayudar a su amigo Atanasio en la lucha contra los herejes, y cuando fue a conocer a Pablo el ermitaño. Se saludaron por su nombre, se abrazaron y ese día trajo el cuervo de Pablo doble ración de pan.
Se le atribuyen muchos milagros. Pero él los rehuía. A Dídimo el Ciego le repite: No debe dolerse de no tener ojos, que nos son comunes con las moscas, quien puede alegrarse de tener la luz de los santos, la luz del alma.
Es el Santo taumaturgo que no sólo es invocado a favor de los hombres, sino también de los animales, que aún son bendecidos el día de San Antonio en muchos sitios. Era costumbre en las familias alimentar un lechón porcino para los pobres, que se distribuía el día del Santo, y terminará acompañando la imagen misma de San Antonio. Cargado de méritos, famoso por sus milagros y acompañado del cariño, subió al cielo el Santo Abad el 17 de enero del año de gracia 356.


 oremos
Señor, tú que inspiraste a San Antonio Abad el deseo de retirarse al desierto para servirte allí con una vida admirable, haz que, por su intercesión, tengamos la fuerza de renunciar a todo lo que nos separe de ti y sepamos amarte por encima de todo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 


San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario a Lucas, 5, 23.27


«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos»

     Dice el apóstol Pablo: «Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo» (Col 3, 9-10)... Ésta ha sido la obra que Cristo llevó a cabo llamando a Leví; le ha devuelto su verdadero rostro y ha hecho de él un hombre nuevo. Es también por este título de hombre nuevo que el antiguo publicano ofrece a Cristo un banquete, porque Cristo se complace en él y merece tener su parte de felicidad estando con Cristo... Desde aquel momento le siguió feliz, alegre, desbordante de gozo.
     «Ya no me comporto como un publicano, decía; ya no soy el viejo Leví; me he despojado de Leví revistiéndome de Cristo. Huyó de mi vida primera; sólo quiero seguirte a ti, Señor Jesús, que curas mis heridas. ¿Quién me separará del amor de Dios que hay en ti? ¿la tribulación? ¿la angustia? ¿el hambre? (Rm 8,35). Estoy unido a ti por la fe como si fuera con clavos, me has sujetado con las buenas trabas del amor. Todos tus mandatos serán como un cauterio que llevaré aplicado sobre mi herida; el remedio muerde, pero quita la infección de la úlcera. Corta, Señor, con tu espada poderosa la podredumbre de mis pecados; ven pronto a cortar las pasiones escondidas, secretas, variadas. Purifica cualquier infección con el baño nuevo.
     «Escuchadme, hombres pegados a la tierra, los que tenéis el pensamiento embotado por vuestros pecados. También yo, Leví, estaba herido por pasiones semejantes. Pero he encontrado a un médico que habita en el cielo y que derrama sus remedios sobre la tierra. Sólo él puede curar mis heridas porque él no tiene esas heridas; sólo él puede quitar al corazón su dolor y al alma su languidez, porque conoce todo lo que está escondido.»  


San Marcelo I viernes 16 Enero 2009
Carta a los Hebreos 4,1-5.11.
Temamos, entonces, mientras permanece en vigor la promesa de entrar en el Reposo de Dios, no sea que alguno de ustedes se vea excluido.
Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron.
Nosotros, en cambio, los que hemos creído, vamos hacia aquel Reposo del cual se dijo: Entonces juré en mi indignación: Jamás entrarán en mi Reposo. En realidad, las obras de Dio estaban concluidas desde la creación del mundo,
ya que en cierto pasaje se dice acerca del séptimo día de la creación: Y Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día;
y en este, a su vez, se dice: Jamás entrarán en mi Reposo.
Esforcémonos, entonces, por entrar en ese Reposo, a fin de que nadie caiga imitando aquel ejemplo de desobediencia.
Salmo 78,3.4.6-7.8.
Lo que hemos oído y aprendido, lo que nos contaron nuestros padres,
no queremos ocultarlo a nuestros hijos, lo narraremos a la próxima generación: son las glorias del Señor y su poder, las maravillas que él realizó.
Así las aprenderán las generaciones futuras y los hijos que nacerán después; y podrán contarlas a sus propios hijos,
para que pongan su confianza en Dios, para que no se olviden de sus proezas y observen sus mandamientos.
Así no serán como sus padres, una raza obstinada y rebelde, una raza de corazón inconstante y de espíritu infiel a Dios:
Evangelio según San Marcos 2,1-12.
Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
"¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados
-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".


 Catecismo de la Iglesia católica  § 976-982   jueves 15 Enero 2009
San Pablo de Tebas ,   San Arnoldo Janssen ,   San Juan Calibita
Carta a los Hebreos 3,7-14.
Por lo tanto, como dice el Espíritu Santo: Si hoy escuchan su voz,
no endurezcan su corazón como en el tiempo de la Rebelión, el día de la Tentación en el desierto,
cuando sus padres me tentaron poniéndome a prueba, aunque habían visto mis obras
durante cuarenta años. Por eso me irrité contra aquella generación, y dije: Su corazón está siempre extraviado y no han conocido mis caminos.
Entonces juré en mi indignación: jamás entrarán en mi Reposo.
Tengan cuidado, hermanos, no sea que alguno de ustedes tenga un corazón tan malo que se aparte del Dios viviente por su incredulidad.
Antes bien, anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy, a fin de que nadie se endurezca, seducido por el pecado.
Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial.
Salmo 95(94),6-7.8-9.10-11.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
"No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.
Cuarenta años me disgustó esa generación, hasta que dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no conoce mis caminos".
Por eso juré en mi indignación: "Jamás entrarán en mi Reposo".
Evangelio según San Marcos 1,40-45.
Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.


«Hijo, tus pecados quedan perdonados»

     «Creo en el perdón de los pecados»: el Símbolo de los apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a los apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).
     «Un solo bautismo para el perdón de los pecados»: Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al bautismo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). El bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, a fin de que «vivamos también una vida nueva» (Rm 4,25; 6,4). «En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada para borrar, sea de la falta original, sea de las faltas cometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarlas... Sin embargo, la gracia del bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario, todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal.»
     «En este combate contra la inclinación al mal ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado?... Era necesario, pues, que la Iglesia fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta en el último momento de su vida.» Por medio del sacramento de la penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia...
     No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. «No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero.» Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado.


Narración de tres compañeros de san Francisco de Asís (hacia 1244)


San Francisco cura de sus miedos a un leproso

     Un día, cuando el joven Francisco montaba a caballo cerca de Asís, se le acercó un leproso. Normalmente Francisco sentía horror hacia los leprosos, y por eso tuvo que hacerse violencia; bajó del caballo y le dio una moneda de plata besándole al mismo tiempo la mano. Después de recibir del leproso un beso de paz, volvió a montar al caballo y siguió su camino. A partir de este momento fue superándose cada vez más hasta llegar a una completa victoria sobre sí mismo por la gracia de Dios.
     Unos días más tarde, habiéndose provisto de muchas monedas, se dirigió al hospicio de los leprosos y, habiéndolos reunido a todos, dio a cada una limosna besándole la mano al mismo tiempo. Al regresar, fue exactamente así: lo que antes se le hacía amargo –es decir, ver y tocar a los leprosos- se le había convertido en dulzura. Ver a los leprosos, tal como él mismo lo había dicho,  le era hasta tal punto penoso que no tan sólo rechazaba verlos sino que ni tan sólo podía acercarse a su habitación; si alguna vez los veía o pasaba cerca de la leprosería... giraba su rostro y se tapaba la nariz. Pero la gracia de Dios hizo que los leprosos le fueran hasta tal punto familiares que, como dice él mismo en su Testamento, vivía entre ellos y les servía humildemente. La visita a los leprosos le había transformado.


 Evangelio según San Marcos 1,29-39.
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
San Isaac, el Sirio (siglo VII) monje cerca de Mosul  Sermones ascéticos.


«Jesús se levantó de madrugada, y se marchó al descampado»

     Nada ayuda tanto a que el alma se vuelva tan pura y gozosa, ni nada la ilumina y la aleja tanto de los malos pensamientos como estar en vela. Por esta razón todos nuestros padres han perseverado en este trabajo de las vigilias y han adoptado como regla, a lo largo de su vida ascética, permanecer vigilantes por la noche. Especialmente lo han hecho porque habían oído de nuestro Salvador una invitación constante y en distintos lugares por su Palabra viviente: «Estad siempre despiertos y pedid en toda ocasión» (Lc 21,36); «Velad y orad para no caer en tentación» (Mt 26,41); y también: «Orad sin cesar» (1Tes 5,17).
     Y no se contentó con decírnoslo con sólo sus palabras. Nos dio también ejemplo con su persona poniendo la práctica de la oración por encima de toda otra cosa. Es por esto que constantemente se iba a un lugar solitario para orar, y eso no de manera arbitraria, sino escogiendo el tiempo de la noche y en lugar desierto, a fin de que también nosotros, evitando las multitudes y el tumulto, seamos capaces de orar en soledad.
 Por esta razón nuestros padres han recibido, en lo que se refiere a la oración, esta alta enseñanza  como si viniera del mismo Cristo. Escogieron velar en oración según la orden del apóstol Pablo a fin de poder, ante todo, permanecer sin ninguna interrupción junto a Dios a través de la oración continua... Ninguna cosa que venga desde fuera no les afecta ni altera la pureza de su intelecto, lo cual impediría que estas vigilias les llenaran de gozo y fueran la luz del alma.


DIOS EXISTE Y ALGUIEN ME LO HA DICHO


por   Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela   18 de enero 2009 


Hace unos años, en mis primeros pasos como sacerdote, recuerdo que pasando un día por el camino lateral de un Cementerio y celebrando la fiesta de Todos los Santos a alguien se le ocurrió pintar en el muro: "La Vida eterna no existe". Al día siguiente otro escribió debajo: "Y tú ¿qué sabes?" Ante ciertas afirmaciones conviene siempre dar razones por las que uno cree o no cree. La razón es una luz que nos conduce en el camino de la vida y ella tiene también interrogantes a los que se debe responder con autoridad. Cuando a uno le cuesta creer en Dios no es momento de rechazo, por parte del que cree, sino de espera. La fe no es una imposición sino una gracia que viene dada por Aquel en el que confiamos y amamos.



Muchas veces he narrado la experiencia que tuve un día con un joven que me abordó y me dijo: "Soy ateo y esto es irreversible". Lo escuché y cuando acabó de hablar le interpelé: "No olvides lo que te voy a decir: un día en ‘un cambio de rasante’ o ‘a la vuelta de una esquina’ la más insospechada… te encontrarás con Dios". Dios tiene el momento oportuno para cada uno y por ello hemos de tener la esperanza de que Dios se hará el encontradizo con todos. Aun aquellos que siempre, en vida, negaron a Dios, al final lo afirmaron; ahí tenemos la experiencia de tantos sabios, políticos, filósofos, literatos… Dios es un Padre que nunca abandona a sus hijos, los deja libres pero siempre les ofrece las manos de su acogida como al "hijo pródigo".



La fe no se basa en razonamientos más o menos fundados en ideologías sino en la experiencia de un estilo de vivir y razonar que se pone al servicio de una Persona que es Jesucristo, él es la máxima autoridad que nos lleva a creer, a esperar y a amar. De ahí que la fe es el regalo más grande que hemos recibido en nuestra vida y sin méritos por nuestra parte. Me encontré con Cristo en mi niñez y no sabría decir cómo pudo suceder pero sí puedo decir que me llenó el corazón, no puedo decir que fuera una aparición extraña, porque no lo fue, pero sí que me encontré con una Amigo invisible pero más perceptible y más real que mi propia vida.



Ha sido el Amigo que nunca me ha fallado y nunca me ha dejado en la estacada sólo y abandonado. Incluso en los momentos más frágiles él siempre me alienta y fortalece; en los momentos de enfermedad, y han sido varios, ha estado a mi lado aliviándome. ¿Cómo no voy a creer en Alguien que ha dado la vida por mí? Con él encuentro sentido a mi fe y a él le presento a aquellos que aún no creen y le pido para que un día se encuentren con su amor y les llene con el gozo de la amistad de este Amigo que nunca abandona. Dios existe y Alguien me lo ha dicho y me lo ha demostrado con su inmenso amor. Este Alguien tiene un nombre: Jesucristo. El amor de Dios es el único que puede convencer puesto que sólo el amor tiene razones que la razón no puede dar por sí misma.


FIESTA DE LA MATERNIDAD DIVINA DE NUESTRA SEÑORA


y  JORNADA DE LA PAZ


1.- Salve, María, Madre de Dios, veneradísimo tesoro de todo el orbe.


Así comenzó San Cirilo de Alejandría su mensaje al terminar el Concilio de Éfeso (año 430 d.C.), cuando la Iglesia declaró solemnemente la maternidad divina de nuestra Señora. María es la Madre de Dios (Theotókos) porque es madre de Jesús que, además de ser hombre, es verdadero Dios. Ella es la más excelsa entre las mujeres porque ha sido elegida para llevar en su seno al Hijo del Eterno Padre. San Pablo lo expresaba con lenguaje profundo y muy humano al dirigirse a los Gálatas de esta manera: "Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley" (Ga 4,4). A esta Mujer nosotros le tributamos el honor y el cariño que merece, porque la que es Madre de Dios, es también madre nuestra.

En estos días de comienzo del año nos deseamos unos a otros felicidades y bienestar. A los buenos deseos quiero unirme haciendo mía la bendición que Moisés impartía a los hijos de Israel y que recoge la liturgia de hoy: "Que el Señor te bendiga y te proteja; que se fije en ti y te conceda la paz". Bendecir en el lenguaje de la Biblia significa "decir bien una palabra", y cuando es Dios quien bendice, su palabra es eficaz, se cumple: "Dijo Dios: haya luz. Y hubo luz" (Gn 1,3). Significa también establecer la identidad de lo bendecido y darle fecundidad y eficacia: "Y bendijo Dios al hombre y a la mujer y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla" (Gn 1,28). Con estas sencillas palabras queda claro que todos los seres humanos somos fruto de la bendición divina. Esa misma bendición imploro para cada uno de vosotros, para que el Señor os conceda bienes materiales y espirituales, y os alcance la paz.


2.- Una forma de concretar este deseo de paz es la Jornada de la Paz que viene celebrándose desde 1968, cuando Pablo VI al finalizar el Concilio Vaticano II la instituyó para toda la Iglesia; es un día para pedir intensamente por la paz entre las naciones, entre los miembros de la familia y, en primer lugar, entre cada persona y Dios, porque la ruptura con Él es el origen de toda discordia. ¡Cómo me gustaría que este nuevo año cada uno nos reconciliáramos con Dios! Deseo que este año 2009 se siga potenciando el Sacramento del Amor Misericordioso de Dios y así todos gozar y lucrarnos del Jubileo Paulino.


El Santo Padre ha titulado el mensaje acostumbrado para esta fecha del modo siguiente: "Combatir la pobreza, construir la paz". Convencido de que la pobreza está en la base de muchos conflictos armados y de que estos agravan las situaciones de penuria y aumentan las diferencias entre ricos y pobre, propone fijar la atención y poner soluciones justas a las situaciones que hoy se muestran con especial crudeza. La más grave es la falta de principios morales: "Hay pobrezas inmateriales, dice, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales", sino que nacen del olvido o desprecio de la dignidad trascendente de la persona. Denuncia, como consecuencia de esa falta de principios morales, el "exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza". Pone también en evidencia los chantajes a los que son sometidos algunos países por parte "de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida" y señala que es difícil combatir el SIDA "si no se afrontan los problemas morales con los que está relacionada la difusión del virus". Un tercer ámbito sobre el que el Santo Padre llama la atención es la pobreza de los niños, ya que "casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños". Concluye Benedicto XVI con una invitación "a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea posible para salir a su encuentro".


Volvamos de nuevo los ojos a Santa María, Madre de Dios, para invocarla con la oración que han repetido tantos cristianos, hermanos nuestros, y nosotros mismo desde nuestra infancia: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén"


Os deseo a todos los diocesanos: ¡¡¡FELIZ AÑO 2009!!!


ADORACION EUCARISTICA PERPETUA


por   Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela  25 de mayo 2008


Hace pocos días escribía una carta a todos los que han aceptado ser adoradores del Santísimo Sacramento. El día del Corpus Christi se inaugurará, en la Capilla de la Basílica Menor de San Ignacio en Pamplona, lo que va a ser el "lugar sagrado permanente" de la presencia viva de Cristo que nos prometió permanecer para siempre en medio de nosotros. Les dirigí estas palabras de agradecimiento y aliento.


 "Con especial alegría os agradezco que hayáis escuchado la llamada a la adoración perpetua de Jesús en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y en su nombre os agradezco este gran detalle que habéis tenido al dedicar un tiempo de la semana para estar a su lado y adorarlo profundamente.


 Vuestra respuesta generosa, además de llevar frutos abundantes en la vida personal, será un precioso servicio que daréis al Señor, a la Iglesia y a la sociedad. Vuestra oración silenciosa y constante ante Él gritará al mundo que su Presencia Real está en medio de nosotros y os haréis testigos del Resucitado y profetas de la Eucaristía.


 Esta maravillosa cadena de oración permanente, día y noche, hará que otros muchos hermanos, gracias a vuestra disponibilidad, serán conducidos al Señor y descubrirán su presencia benéfica en sus vidas y en sus trabajos. Estoy seguro que habrá muchas conversiones al Señor.


 Ser adorador significa vivir a Jesús en la oración por los hermanos y a encontrar en Él la fuerza para llegar a ellos, a sus vidas, con el anuncio del amor de Dios y con la solidaria fraternidad en la caridad. La Eucaristía cobija a los pobres y a los pobres hemos de tener en el centro de la misma. Espero que la Caridad en Cristo nos lleve a cuidar la Caridad en los pobres.


 Es mi deseo que podáis redescubrir con estupor el don inestimable de la Presencia Real de Jesús que se hace Pan de Vida en este Sacramento, que de Él podáis nutriros y saciaros y que la comunión con Él os vuelva portadores de la Buena Noticia, discípulos que viven por el Maestro en favor de los hermanos.


 Pido a María bajo tantas advocaciones en nuestra Diócesis que, como Madre, os conduzca al Señor con dulzura y sea la Maestra que os enseñe a mirar, escuchar, alabar y a vivir en Jesucristo durante los momentos de adoración".


ADORAR A DIOS

por   Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela 7 de septiembre 2008


 El sentido de la adoración existe desde los comienzos de la creación y de una forma o de otra el ser humano ha sabido justificar los distintos momentos en los que su vida se inclinaba profundamente ante Dios. Las manifestaciones externas pueden ser varias y ahí tenemos a los santos que han utilizado los gestos del cuerpo como lenguaje de adoración y oración. Cuando se estudia las formas de rezar, la variedad es tan amplia como orantes. Pero lo que no se puede discutir y es una constante que se da en ellos: la adoración a Dios como al único que se le puede rendir culto. La misma liturgia va desarrollándose con gestos que expresan el estilo y el lenguaje para dirigirse a Dios. Las posturas que ejercita el cuerpo de rodillas, de píe, inclinado o sentado son manifestaciones filiales a un Padre que nos ama y al que amamos.


 Muchas veces se suele decir que a Dios hay que tratarlo como a otro por igual. Ciertamente que él se "abajó" para hacerse cercano a nosotros pero esto nos motiva para que ante él seamos deferentes y humildes para abajarnos nosotros también. Las manifestaciones y posturas son importantes en tanto en cuanto, como dice San Juan de la Cruz: "Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, sino en la grandeza de su humildad". Cuando nos ponemos de rodillas no es para manifestarnos ante él de forma servil sino para ensalzar que la única "grandeza es la humildad". En una sociedad donde se ha perdido, en muchos momentos, el sentido de la educación y del respeto es lógico que con un afán de falsa liberación reivindique sus formas para aplicarlas a las relaciones aún en las más sagradas. No es más sencillo quien exterioriza formas esteriotipadas sino quien se humilla.


 Adorar a Dios presupone una gran nobleza interior para que el espíritu se recree en el único Señor, es decir, el único que sostiene la creación y que se hace amigo del ser humano como un padre lo hace con sus hijos. Recuerdo con mucho agrado la experiencia que tuve con Juan Pablo II rezando en su Capilla, en el Palacio Apostólico del Vaticano. Habíamos comido con él un grupo de obispos y posteriormente, el Papa estaba bastante torpe, se sujetó a mí brazo y nos llevó a rezar al oratorio ante Cristo Eucaristía. Se puso de rodillas y durante un tiempo, en silencio, rezamos. Me impresionó su postura y la forma tan profunda de su estilo de orar. ¡Nunca lo olvidaré! Una vez más pude contemplar que la relación con Dios es de "abajamiento" como el niño se pone a escuchar a los pies del padre o de la madre. Dios se refleja en la humildad del corazón como el rostro ante el espejo.


 Hoy también hemos de fomentar el sentido profundo de la adoración que tal vez haya perdido mucha fuerza en la experiencia cristiana por el ritmo tan frenético que nos mueve en la sociedad donde vivimos. El silencio, la humildad oracional y el desplazamiento de las propias pretensiones serán medios para conseguir que la relación con Dios sea viva y fructífera. Es el mismo San Juan de la Cruz quien dice: "Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando". Negarse a uno mismo es abrir la puerta para que Dios sea el protagonista esencial de la vida cristiana. Quien adora a Dios se realiza como persona y vive ya gustando lo que ha de venir después. Quien adora provoca en su vida el auténtico sentido de la esperanza.



ADORACION PERPETUA EN PAMPLONA


ENTREVISTA A DON FRANCISCO PÉREZ GONZÁLEZ, ARZOBISPO DE PAMPLONA Y OBISPO DE TUDELA (Navarra-España)


 En su Exhortación Apostólica post-sinodal "Sacramentum Caritatis", Benedicto XVI centra la enseñanza de la Iglesia en el carácter fundamental de la adoración eucarística en la vida eclesial, a través de una llamada a la adoración perpetua, dirigida a los pastores, obispos y sacerdotes y al pueblo de Dios: "… juntamente con la asamblea sinodal, recomiendo ardientemente a los Pastores de la Iglesia y al Pueblo de Dios la práctica de la adoración eucarística, tanto personal como comunitaria. A este respecto, será de gran ayuda una catequesis adecuada en la que se explique a los fieles la importancia de este acto de culto que permite vivir más profundamente y con mayor fruto la celebración litúrgica. Además, cuando sea posible, sobre todo en los lugares más poblados, será conveniente indicar las iglesias u oratorios que se pueden dedicar a la adoración perpetua…" (Sacramentum Caritatis, n° 67)


  Con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi, secundando este llamamiento del Papa Benedicto XVI, previa e intensa campaña de sensibilización y presentación de la iniciativa, el recién nombrado Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Don Francisco Pérez González, procedía a la apertura de la histórica Capilla de San Ignacio de Pamplona, en pleno centro de la ciudad para un fin: la Adoración al Santísimo de una forma permanente. Tal es así que, desde entonces, Navarra cuenta con un lugar donde el creyente es elevado en la fe y el amor, y donde toda la existencia del adorador se vuelve luz que ilumina, sana y abraza a todo el mundo.


R. Don Francisco. El Papa Benedicto XVI, en su reciente viaje a Francia con motivo del 150 aniversario de las apariciones en Lourdes, decía textualmente que "las ciudades se han quedado sin altares; Dios, se ha convertido en un Desconocido para muchas personas". ¿Qué supone la Adoración al Santísimo o qué puede aportar al hombre, pueblos y ciudades que buscan, han perdido o se han encontrado con Dios?


A. Es una Luz en medio de la "noche cultural y epocal" que estamos padeciendo. Hoy el ser humano necesita sentirse amado y la Eucaristía es el amor concreto y cercano de Dios. La vida necesita que tengamos coraje para afrontar ciertas realidades que son muy dolorosas. La Eucaristía da fuerza y alivia.


R. En una de sus pastorales, ya como Arzobispo de Pamplona, y con motivo del establecimiento de la Adoración Perpetua, nos recordaba que "en la Eucaristía radica el secreto de su santificación" ¿En qué aspecto o cómo puede contribuir el "estar a solas con el Señor", que diría Santa Teresa de Jesús, para un perfeccionamiento de la vida cristiana?


A. La santidad se construye desde la caridad y ésta se conquista cuando el corazón se pone en el costado de Cristo. La Eucaristía nos hace gozar del amor de Dios que se nos entrega generosamente. La perfección no se consigue a base de puños ni de ideas sino junto al amor de Cristo. Por ello no amamos por nosotros sino por Cristo en nosotros.


R. En la sobremesa del Concilio, y aunque muchos no vivimos aquella época, los templos se convirtieron en lugares, casi y exclusivamente de celebración. Es decir; quedaron en un segundo lugar el encuentro personal con el Señor, el silencio, la adoración personal al Santísimo…. ¿Responde la Adoración Perpetua a un intento de recuperar el "cara a cara" o el "bis a bis" con Dios a través de la oración?


A. Tal vez se perdió bastante el estar en adoración ante Jesucristo Eucaristía porque se difuminó la contemplación del "Dios con nosotros", de la presencia real de Cristo en el Sacramento. Se subrayó más la vida comunitaria y si bien esto es importante no cabe duda que ésta no se alimenta si no es por la Eucaristía. Dios se hace presente en su Iglesia porque la Eucaristía es la garantía de la vida comunitaria. Sin la Eucaristía la comunidad pierde su verdadero valor. Gozar de Cristo en medio de la Iglesia es gozar de su entrega generosa en la Eucaristía que es el Sacramento por excelencia.  


R. ¿Cómo está siendo la respuesta de los fieles en general, sacerdotes y religiosos/as de la Iglesia que peregrina en Navarra ante su propuesta?


A. Me ha sorprendido la respuesta tan masiva que está provocando la Adoración Perpetua. La gente está encantada y feliz. Pensar que a cualquier hora del día o de la noche se puede ir a visitar al Señor ¡es maravilloso! Además están asistiendo muchos jóvenes. Me siento muy orgulloso de los navarros.


R. Dado su experiencia y, puesto que Pamplona pasa a ser una de las ciudades "más jóvenes" en cuanto a la institución de la Adoración Perpetua. ¿Qué les diría, o qué mensaje les brindaría, a otras Diócesis que aspiran a esta realidad sacramental en su dinámica pastoral, pero que no se atreven por prejuicios o, simplemente, por temor al fracaso?


A . Ya he hablado con varios Obispos y ya han abierto Capillas de Adoración. Estoy seguro que si somos fieles a esta realidad las conversiones cada día serán más. Sólo Cristo convierte, no son nuestras palabras sino la Palabra Viva que habla al corazón. Hemos de eliminar los complejos que propicia el secularismo y el materialismo. ¡Cuánto nos iría mejor si dejáramos de ver la TV y dedicáramos más tiempo a la adoración! ¡Cuánto nos iría mejor si dejáramos marginadas tantas superficialidades y escucháramos la voz de Cristo! ¡Cuánto nos iría mejor si fuéramos más solícitos a la voluntad de Dios que a la nuestra!


R. En un tiempo de avanzada secularización, con excesivas iglesias cerradas (por seguridad o por un falso criterio pastoral) ¿No es arriesgado y hasta intrépido aventurarse o embarcarse en una decisión que requiere una estructura organizativa, muchísimo personal, seguimiento, etc?


A. El único punto de referencia que señala la presencia de Dios son nuestros templos. Recuerdo que hace años, siendo seminarista, paseaba por las calles de Zurich (Suiza) y un compañero mío me dijo refiriéndose a los Bancos: ‘Estos son los templos de hoy’. El díos del materialismo quiere marginar a Dios pero no podrá mientras esté presente entre nosotros la Eucaristía. De ahí que hemos de abrir más las Iglesias para adorar y confesar.


R. Si una Diócesis, después de leer esta entrevista, se decidiera a establecer la Adoración Perpetua al Santísimo. ¿Qué primeros pasos tendría que dar?  


A. Lo primero de todo ponerse al habla con los responsables de las Capillas que ya se han abierto y después organizar una campaña de mentalización y concienciación a los cristianos para que saliendo del letargo de la comodidad se comprometan a hacer turnos de adoración a Cristo Eucaristía.


R. ¿Qué estructura organizativa conlleva el funcionamiento de la Adoración Perpetua? ¿Cómo funciona exactamente?


A. Conviene buscar una Capilla, Oratorio… que esté céntrico. Después se hace una campaña a la ciudad donde se va a instalar la Adoración Perpetua y posteriormente se organiza los horarios de tal forma que en ninguna hora del día o de la noche haya ausencia de adoradores. En nuestro caso el Delegado de Liturgia junto al P. Lefeudo de la Congregación "Misioneros de la Eucaristía" lo organizaron tan bien que los frutos se están viendo.


R. Nos consta que Vd, es un gran entusiasta y admirador de Juan Pablo II. En el año 1996, el Papa fallecido dirigía una carta a Mons. Houssiau en los siguientes términos: «Por la adoración, el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación radical del mundo y a la germinación del evangelio. Toda persona que ora al Salvador atrae a sí todo el mundo y lo eleva a Dios. Los que están ante el Señor cumplen por ello un servicio eminente…» ¿A tanto nos puede llevar la Adoración Eucarística en una sociedad de tantas prisas y de fácil pragmatismo?


A. Nunca olvidaré las veces que recé al lado del Papa Juan Pablo II. Era un experto de la adoración a Cristo Eucaristía. Sólo la Eucaristía puede cambiar el corazón y sólo la Eucaristía puede ser fuente de vocaciones. Es verdad que transforma a la persona y a la sociedad.


R. Si tuviera Vd, como Arzobispo, que ofrecer una pequeña valoración de los primeros meses de andadura de la Adoración Perpetua en Pamplona ¿a qué conclusiones o análisis llegaría?  


A. Es tan impresionante lo que está haciendo la Adoración Perpetua que no hay día en el que la gente me deje de dar las gracias por haber propiciado esta experiencia. En Pamplona se está fortaleciendo la "nueva evangelización" y la fuente es la Eucaristía.


R. ¿Cuál sería el siguiente punto de actuación, una vez establecida la Adoración Perpetua en Pamplona? ¿Tal vez la promoción de la Adoración Eucarística en las parroquias?


A. Conviene hacer una red en la que todos estemos informados de horarios de adoración tanto en Parroquias, Comunidades religiosas, Monasterios, Oratorios… Que a nadie se le prive de poder estar al lado del Señor.


R. Para finalizar, Sr Arzobispo, de cara a la Nueva Evangelización alentada por Juan Pablo II y secundada por el Papa Benedicto XVI, ¿puede contribuir la Adoración Perpetua a un fortalecimiento de la fe y, por lo tanto, a una pastoral más entusiasta de los sacerdotes, laicos o religiosos?


A. Si todos unidos nos ponemos a trabajar y educamos a los niños, jóvenes, familias… a adorar a Dios se disiparán muchos males. ¡Estoy seguro! Lucharemos contra el pecado que se ha institucionalizado como oferta de libertad (que es falsa), lucharemos contra la pobreza que deprime a tantas personas,


fortaleceremos a la comunidad cristiana y viviremos más felices.


LAS LUCES QUE HOY NOS REGALA EL ESPÍRITU


por  Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela  21 de septiembre 2008 


 Siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad y en la historia de la Iglesia que en momentos difíciles el Espíritu Santo ha enviado luces especiales que han iluminado la realidad humana y han fortalecido a la comunidad eclesial. Lo mismo sucede hoy y por ello nada hemos de temer para ser solícitos en la esperanza. En los momentos de crisis y ante la apariencia de no vislumbrar el horizonte siempre han surgido en la Iglesia corrientes de santidad que han precedido y acompañado personas carismáticas. Reconocer estos dones es dar carta de ciudadanía a la presencia del Espíritu entre nosotros porque estos destellos de luz proceden de él y no de la fuerza humana.


El Papa Benedicto XVI, el día 17 de mayo de este año, decía a un grupo de Obispos: "Los movimientos eclesiales y la nuevas comunidades son una de las novedades más importantes suscitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia para la puesta en práctica del Concilio Vaticano II. Se difundieron precisamente después del Concilio, sobre todo durante los años sucesivos, en un período lleno de grandes promesas, pero marcado también por pruebas difíciles. Pablo VI y Juan Pablo II supieron acoger y discernir, alentar y promover la imprevista irrupción de las nuevas realidades laicales que, con formas diversas y sorprendentes, daban de nuevo vitalidad, fe y esperanza a toda la Iglesia".


Todos sabemos que hoy es muy difícil evangelizar ante tantas ofertas que la sociedad presenta. Sabemos también que la Iglesia viene atacada por varios frentes y desde diversas instancias. Por ello es el Espíritu que en cada tiempo muestra su rostro de modo especial a través de sus luces y carismas. No hemos de retraernos y menos de acomplejarnos sino de mirar toda la realidad con la fuerza del amor y de la esperanza. El mismo Papa Benedicto XVI sigue diciendo que salir al encuentro de los movimientos y las nuevas comunidades se ha de hacer "con mucho amor y esto nos impulsa a conocer adecuadamente su realidad, sin impresiones superficiales o juicios restrictivos, que no son un problema o un peligro más, que se suma a nuestras ya gravosas tareas. ¡No! Son un don del Señor, un valioso recurso para enriquecer con sus carismas a toda la comunidad cristiana, Por eso, es preciso darles una acogida confiada que les abra espacios y valore sus aportaciones a la vida de las Iglesias particulares".


El Papa Benedicto XVI es quien nos invita a los Obispos y pastores para que "acompañemos con solicitud paterna, de modo cordial y sabio, a los movimientos y las nuevas comunidades, para que puedan poner generosamente al servicio de la utilidad común, de manera ordenada y fecunda, los numerosos dones de que son portadores y que hemos aprendido a conocer y apreciar: el impulso misionero, los itinerarios eficaces de formación cristiana, el testimonio de fidelidad y obediencia a la Iglesia, la sensibilidad ante las necesidades de los pobres y la riqueza de vocaciones".


He conocido y conozco a muchas personas que han dado un giro copernicano a su vida gracias al encuentro con estos carismas. La conversión no está planificada desde propuestas estructuradas intelectualmente ni por la propia voluntad sino desde un encuentro con Jesucristo que mueve el corazón y la mente hacia el Bien que es Dios y al que la persona se entrega sin reservas sabiendo buscar su regazo de misericordia. Si los frutos del Espíritu son la alegría, la paz, el amor, la armonía de vida… bien podemos afirmar que su sello se hace patente entre nosotros en estas experiencias de conversión.


JORNADA DE LA SAGRADA FAMILIA


El misterio de la Encarnación, que celebramos en la Navidad, es tan amplio y tan rico, que no se puede abarcar en una sola fiesta. Por eso, la liturgia va como desenvolviendo los diversos pliegues de ese misterio, para que nosotros entremos en ellos y gocemos de las maravillas que Dios tiene para aquellos que lo aman. Así, hoy nos invita a contemplar ese misterio, con la Sagrada Familia de Nazaret, María, José y el Niño para que, iluminados por ella, nosotros encontremos el modelo para construir nuestras familias y con ellas, nuestro pueblo.


La liturgia de hoy nos retrotrae a la familia patriarcal iniciada por Abrahán, el padre de todos los creyentes, que, junto con Sara, su esposa, y con Isaac, fueron elegidos como transmisores de las promesas de salvación. Esta familia primitiva es interpretada en la carta a los Hebreos, a la luz de la revelación cristiana, poniendo de relieve que la fe es la clave para alcanzar aquellas promesas divinas. San León Magno imploraba: "que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renunciaron los hijos según la carne" (Sermón en la Epifanía). El texto del Evangelio se detiene en la familia de Nazaret, como modelo definitivo, como escuela en la que aprender la fe, la vida, el trabajo y las pequeñas virtudes que forman el cañamazo sobre el que resalta la personalidad de cada uno de los miembros. La Sagrada Familia nos muestra el camino para escuchar, meditar y penetrar el sentido profundo y misterioso de la presencia del Hijo de Dios, hecho niño, entre nosotros; y nos estimula a abrirnos a los demás y acoger como miembros de nuestra propia familia a los más necesitados.


La Biblia está llena de pequeñas y grandes historias familiares y los primeros cristianos celebraban la liturgia en lo cotidiano de una casa, así como Israel confiaba a la familia la celebración de la Pascua. La familia ha sido fundamental en la transmisión de la vida y de la fe y, bien puede llamarse, como hizo Juan Pablo II, la Iglesia doméstica, que refleja la comunión trinitaria y la comunión eclesial (Familiaris Consortio, 21). Es verdad que la familia viene siendo atacada desde el siglo XIX cuando la revolución industrial trajo consigo un éxodo masivo hacia las ciudades y unas dificultades enormes para conseguir vivienda digna. Es verdad también que actualmente recibe una agresión más directa, más frontal con leyes contrarias a la identidad del matrimonio, que es la unión de un hombre y una mujer, a la unidad indisoluble, a la estima de la vida desde el momento de la concepción, a la libertad de educación, etc., etc. En realidad los ataques contra la familia vienen de muy antiguo, y ya San Ignacio de Antioquía, en el siglo segundo, advertía que "los que perturban la familia no heredarán el reino de Dios" (Carta a los Efesios). A pesar de todos estos envites, la familia cristiana ha salido fortalecida: superó las dificultades sociales de los dos últimos siglos y sabrá superar los que hoy plantea el laicismo galopante.


Nuestros hogares navarros han sido a lo largo de la historia remanso de luz y alegría, de serenidad y fortaleza, han dado frutos cuajados de santidad, como San Francisco Javier, han sido en definitiva la columna esencial donde se ha apoyado la sociedad firme y noble que hemos heredado. Hoy nuestras familias tienen retos casi insospechados en tiempos anteriores, han de ser sujetos y protagonistas de la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia (Instrucción de la Conferencia Episcopal, La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad), han de mantener los valores humanos y cristianos, que parecen tambalearse. Han de ser, principalmente para los niños y los jóvenes, escuela de humanidad donde se aprende y se vive la fe, donde se aprende y se vive la piedad, donde se aprende y se vive el sentido del trabajo, del servicio a los demás, del descanso necesario y regenerador.


 Queridas familias luchad por vuestra propia identidad. El futuro será lo que sea la familia hoy. No nos dejemos engañar. Vivamos unidos y en armonía con lo que emana del Evangelio y con la Enseñanza de la Iglesia. Si así hacemos no sólo daremos gloria a Dios sino también a la humanidad. Concluyo repitiendo lo que os escribía en noviembre: "Quiero lanzar un canto a la familia como el núcleo más vivo que hay en la sociedad" y pido a la Sagrada Familia que nos alcance la fortaleza y la alegría necesaria en los tiempos que atravesamos.


 Homilía del día 28 de Diciembre 2008


S.I. Catedral de Pamplona  A las 12’00 hs.  


JAVIER "TESTIGO DE PAZ"


por Mons. Francisco Pérez González


Arzobispo de Pamplona-Tudela 30 de noviembre 2008 


 Siempre me he sentido fascinado y admirado por la fuerza misionera de San Francisco de Javier. No era un joven extraño a los demás, ni siquiera mejor: era un joven que se fió de Jesucristo y se lanzó a la aventura de vivir y anunciar el Evangelio. Sus expectativas humanas eran auténticas y sinceras pero centradas en él mismo porque quería destacar ante la gente y ante su familia. Cuando descubre que la vida no sirve de nada si no se hace por un amor mayor que es Jesucristo, cambia su forma de pensar y de vivir. En esta transformación encuentra el sentido a su vida y se entrega sin reservas a Jesucristo en su Iglesia sin pararse en sí mismo. Y desprendido de sí, comienza una aventura que le hará ser, al estilo de San Pablo, el apóstol de los que no "conocen el amor de Cristo". Surca los mares hasta oriente y no cesa de dar lo mejor que lleva en su "vasija de barro" que es el "amor por Cristo y a amar a Cristo".


 Me impresiona que San Francisco de Javier no tuviera otra razón que la de ser mediación de aquel del que se ha fiado: de Cristo. Sólo desde este modo de pensar y de vivir se puede ser "testigo de paz". Por ello me quiero fijar en este aspecto tan necesario en la sociedad que nos toca vivir. La paz no nace de acuerdos más o menos voluntariosos simplemente y menos de diálogos interesados. La paz nace de un corazón dispuesto a darse por amor. Un corazón "contrito y humillado", como nos dice el Salmo, es aquel que se pone al servicio de los hermanos y tiene la fortaleza para saber perdonar y saber pedir perdón. La paz es el lenguaje nuevo que instaura Jesucristo cuando después de haber entregado su vida y resucitado dice a los suyos:"Mí paz os dejo, mí paz os doy".


 Celebramos la Jornada de las Misiones en la Diócesis de Pamplona-Tudela y el motivo fundamental es la experiencia misionera que tuvo San Francisco de Javier. Hoy nos sigue impulsando a todos para saber orientar nuestro trabajo de cada día con este espíritu de servicio a los demás por el Evangelio de Jesucristo. No se contrapone el servicio y generosidad que se realiza cuando se ayuda a los demás con el servicio y amor a Jesucristo porque "en esto conocerán que sois mis discípulos si os amáis los unos a los otros". No hay mayor signo de paz que la solidaria fraternidad y la generosa solidaridad.


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