sábado, 29 de noviembre de 2008

Apocalipsis 22,1-7.

Apocalipsis 22,1-7.

Después el Angel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero,
en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.
Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán.
Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente.
Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.
Después me dijo: "Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.
¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro".


Salmo 95(94),1-2.3-5.6-7.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
Porque el Señor es un Dios grande, el soberano de todos los dioses:
en su mano están los abismos de la tierra, y son suyas las cumbres de las montañas;
suyo es el mar, porque él lo hizo, y la tierra firme, que formaron sus manos.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:


Evangelio según San Lucas 21,34-36.

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre". 


La Divina Liturgia de san Basilio (siglo IV)
Plegaria eucarística, 2ª parte


Orar siempre, manteneos de pie ante el Hijo del hombre

     «Haced esto en memoria mía. Todas las veces que comáis de este pan y bebáis de este cáliz, anunciáis mi muerte, proclamáis mi resurrección». Hacemos memoria, pues, Señor de los sufrimientos de Cristo que nos dan la salvación, de su cruz que nos da la vida, de su estancia en el sepulcro durante tres días, de su resurrección de entre los muertos, de su ascensión al cielo, de su presencia a tu derecha, oh Padre, y de su segunda venida, gloriosa y temible, ofreciéndote lo que te pertenece de todas estas cosas que son tuyas.

     En todo y por todo, te cantamos, te bendecimos, te damos gracias, Señor, y te rogamos, Dios nuestro. Por eso, Señor santísimo, nosotros que hemos sido considerados dignos de servir a tu altar santísimo, no por nuestro méritos, porque nada bueno hemos hecho sobre la tierra, sino a causa de tu bondad y de tus sobreabundantes misericordias, nos atrevemos a acercarnos a tu altar, te ofrecemos el sacramento del cuerpo santo y de la sangre sagrada de tu Cristo. Te pedimos y te invocamos, oh Santo de los Santos: que por tu bondad y tu benevolencia tu Espíritu venga sobre nosotros y sobre los dones aquí presentes, que él los bendiga y santifique, que consagre este pan en el precioso cuerpo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (el diácono dice: Amén) y este cáliz en la preciosa sangre de nuestro Señor y salvador Jesucristo (el diácono dice: Amén) derramada para dar vida al mundo. (El diácono dice: Amén).

     Que todos nosotros que participamos en el único pan y en el único cáliz, estemos unidos unos y otros en la comunión del Espíritu Santo, y que ninguno de entre nosotros no participe del santo cuerpo y de la sangre sagrada de tu Cristo para su juicio o su condenación, sino que encontremos gracia y misericordia, con todos los santos que desde los comienzos te fueron agradables... Concédenos poder glorificarte y aclamarte con una sola voz y un solo corazón tu nombre adorable y maravilloso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre y por los siglos de los siglos. Amén



San Saturnino

El santo de las canciones infantiles, san Serenín, es también el que da su nombre a una de las iglesias románicas más hermosas del mundo, Saint-Sernin de Toulouse o Tolosa del Languedoc, ciudad de la que fue el primer obispo.-

La tradición le supone griego, nacido en Patras, pero naturalmente es un disparate creer que le bautizó san Juan Bautista, que fue discípulo de los apóstoles y que era uno de los que asistieron a la Santa Cena (hubo ciertos hagiógrafos no muy respetuosos con la cronología) Lo que sí es posible es que a comienzos del siglo III el Papa san Fabián le enviase a la Galia.-

De su vida se sabe muy poco, pero se cree que misionó en su amplio territorio a ambos lados del Pirineo y que mandó a su discípulo Honesto para evangelizar Pamplona; también se cree que el propio san Saturnino visitó la capital Navarra y que fue maestro del san Fermín pamplonés.-

Más seguras parecen las referencias a su muerte, en la época de la persecución de Decio: los sacerdotes paganos de Tolosa le atribuyeron el mutismo de sus ídolos, que habían dejado de emitir oráculos, y cuando el obispo pasaba cerca del templo de Júpiter la muchedumbre se apoderó de él y le ató a un toro que iba a ser inmolado. El animal echó a correr arrastrando al mártir.-

En torno a sus reliquias se construyó primero una abadía y luego la basílica actual, que visitaban todos los peregrinos de Santiago, y así fue como su culto se extendió por España y todo el norte de Francia.-


Oremos

Dios de poder y misericordia, que diste tu fuerza al mártir San Saturnino, para que pudiera resistir el dolor de su martirio, concédenos que quienes celebramos hoy el día de su victoria, con tu protección, vivamos libres de las asechanzas del enemigo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo






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