miércoles, 26 de noviembre de 2008

Apocalipsis 15,1-4.

Apocalipsis 15,1-4.

Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete Angeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía consumarse la ira de Dios.
También vi como un mar de cristal, mezclado de fuego. Los que habían vencido a la Bestia, a su imagen y la cifra de su nombre, estaban de pie sobre el mar, teniendo en sus manos grandes arpas,
y cantaban el canto de Moisés, el servidor de Dios, y el canto del Cordero, diciendo: "¡Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los pueblos! ¿Quién dejará de temerte, Señor, quién no alabará tu Nombre?
Sólo tú eres santo, y todas las naciones vendrán a adorarte, porque se ha manifestado la justicia de tus actos".


Salmo 98,1.2-3.7-8.9.

Salmo. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Resuene el mar y todo lo que hay en él, el mundo y todos sus habitantes;
aplaudan las corrientes del océano, griten de gozo las montañas al unísono.
Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra; él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.


Evangelio según San Lucas 21,12-19.

Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,
porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

 

Juan Tablero (hacia 1300-1361), dominico en Estrasburgo
Sermón 21, para la Ascensión


«Todos os odiarán por causa de mi nombre, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»

     Jesús prometió siempre la paz a sus discípulos, tanto antes de su muerte como después de su resurrección, siempre la paz (Jn 14,27; Lc 24,36). Los discípulos jamás alcanzaron la paz exterior, pero vivieron la paz en la lucha y el amor en el sufrimiento; y en la muerte encontraron la vida. Encontraron también un gozoso triunfo cuando, antes de la muerte, se les interrogaba, juzgaba y condenaba. Fueron verdaderos testimonios.

     Sí, hay muchos hombres que viven llenos de dulzura en su cuerpo y en su alma hasta el punto de estar penetrados de ella hasta el meollo y hasta las venas, pero cuando seguidamente viene el sufrimiento, las tinieblas, el abandono interior y exterior, no saben qué hacer. Se paran, simplemente, y de ahí nada sacan. Cuando llegan los terribles huracanes, el abandono interior, la tentación exterior del mundo, de la carne y del Enemigo, el que sabrá pasar a través de todo ello encontrará la paz profunda que nadie le podrá quitar. Pero el que no coge este camino se queda atrás y jamás saboreará la paz verdadera. Así se ve cuales son los verdaderos testimonios de Cristo.


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