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miércoles, 4 de junio de 2008

Sonrisas de Bombay

Jaume Sanllorente era un prestigioso periodista económico hasta que en 2004 cambió radicalmente de vida a raíz de un viaje a la India. Fundó la ONG Sonrisas de Bombay, con la que ha sacado de las calles a tres mil niños de la casta de los intocables. Su compromiso ha sido clave a la hora de desarrollar este proyecto, que precisa de la ayuda de todos.

-¿Qué sigue generando tanta pobreza en la India?
-Pienso que es el resultado de unas pautas sociales basadas en una tradición milenaria, como es el sistema de diferenciación de personas según la casta. La sociedad india tiene que evolucionar a su ritmo y en este momento el papel de las ONG es estar junto a ese país que está aprendiendo a andar. También hace falta saber si realmente va en la dirección adecuada porque, aunque el sistema de castas está vigente desde hace muchísimos años, si observas sociedades oficialmente muy avanzadas como la norteamericana o europea en ellas impera otra diferenciación de castas bastante aberrante, como es la basada en el dinero.

-¿Cómo un país especializado en programadores informáticos convive con un sistema de castas?

-La ciencia se refleja en una minoría de la sociedad, que sigue teniendo las riendas. Bombay, por ejemplo, es una ciudad de 20 millones de habitantes de los que el 60% vive en condiciones de extrema pobreza, en zonas muy extensas de chabolas. Esas personas no palpan el crecimiento informático, que se queda en las empresas privadas, gente poderosa y con una anexión muy directa con empresas multinacionales.

-Tú mismo aseguras que no puedes ayudar a tantos niños. ¿Qué es lo que realmente cambiaría la situación, este futuro?

-En términos generales, yo cambiaría tal vez la división económica del mundo. Pero esta división económica no la hace la India, sino todos los países del planeta.

-Una vez que pones en marcha un proyecto de tal envergadura es imposible detenerlo, quedas unido a él. ¿En nuestro mundo industrializado tememos la palabra responsabilidad?

-Para mí la palabra que cada vez falla más es compromiso: con una causa, con una persona, con un grupo, con un nombre, con una empresa, con una ciudad... compromiso con un mundo. No estamos comprometidos con el mundo en el que vivimos, en absoluto.

-Sin necesidad de viajar a un país lejano, ¿cómo abrir los ojos a lo que nos rodea?

-Dándonos cuenta de que el Tercer Mundo no pertenece al televisor, sino al mismo mundo en el que estamos viviendo. Porque si eres socio de una ONG para que un niño de Senegal tenga un futuro, pero al cabo de unos años estás rechazando a ese mismo senegalés que tienes durmiendo en el portal de tu casa, no estás ayudando con coherencia. No hace falta ir a un país lejano, todos sabemos que podríamos ayudar mucho más en nuestro entorno.

-¿Qué diferencia la caridad de la ayuda, que es lo que pides para tu ONG?

-La palabra caridad para mí es una palabra asesina, porque implica una dependencia. En cambio la ayuda es de igual a igual, y busca que el otro sea autosuficiente. A veces nos llegan bolsas de ropa hecha un desastre, que se manda para los niños pobres. Esa misma ropa es devuelta en muchos casos a los remitentes porque si ellos no le pondrían eso a sus hijos es inaceptable que la den a otros. Entrega sólo lo que querrías para ti.

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