domingo, 12 de febrero de 2012


EVANGELIO
La acción de gracias, que
consiste en proclamar abiertamente el beneficio recibido, es manifestación de
que vivimos en el reino. Alabamos al Padre porque nos sentimos curados de la
lepra que nos margina y nos impide vivir en fraternidad universal.

Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 1,40-45.
En aquel tiempo se acercó a
Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó
diciendo:
-Quiero: queda limpio.
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó
limpio.
El lo despidió, encargándole
severamente:
-No se lo digas. a nadie;
pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación
lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a
divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía
entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así
acudían a él de todas partes.







3-7. CLARETIANOS 2002
Es pequeño Samuel, pero no tanto como para no correr a responder
-al principio con confusión, mucha confusión- con la propia palabra, con la vida
"Aquí estoy" a esa llamada. Responder aunque en aquellos días las palabras del
Señor no eran frecuentes.El sentimiento de sentirse encontrado por Dios
de sentirse adentrado en la "Pasión" del Padre hace que la vida no pueda seguir
igual, que la salud brote a borbotones -sobre todo la que nace del experimentar
que tu vida está cargada de sentido-... quizá por eso, en el fondo, "todo el
mundo te busca".Hoy, Señor, me presento ante ti con todo lo que
soy y lo que tengo. Acudo a ti como persona sedienta, necesitada...
porque sé que en ti encontraré respuesta. Siento que no puedo vivir con
la duda todo el tiempo y que se acerca el momento de tomar una
decisión.Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María,
con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra. Deseo
ponerme ante ti como Abraham, con el corazón lleno de tu esperanza,
poniendo mi vida en tus manos. Deseo ponerme ante ti como Samuel,
con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.Aquí me
tienes, Señor, con un deseo profundo de conocer tus designios. Quisiera
tener la seguridad de saber lo que me pides en este momento; quisiera
que me hablases claramente, como a Samuel. Muchas veces vivo en la eterna
duda. Vivo entre dos fuerzas opuestas que me provocan indecisión y en
medio de todo no acabo de ver claro.Sácame, Señor, de esta confusión en
que vivo. Quiero saber con certeza el camino que tengo que seguir.
Quiero entrar dentro de mí mismo y encontrar la fuerza suficiente
para darte una respuesta sin excusas, sin pretextos. Quiero perder
tantos miedos que me impiden ver claro el proyecto de vida que puedas
tener sobre mí.¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Respóndeme! ¿Quieres que
sea un discípulo tuyo para anunciarte en medio de este mundo? Señor,
¿qué esperas de mí? ¿por qué yo y no otro? ¿Cómo tener la seguridad de que
es este mi camino y no otro?En medio de este enjambre de dudas
quiero que sepas, Señor, que haré lo que me pidas. Si me quieres para
anunciar tu Reino, cuenta conmigo, Señor. Si necesitas mi colaboración
para llevar a todas las personas con las que me encuentre hacia ti,
cuenta conmigo, Señor.Si me llamas a ser testigo tuyo de una forma
más radical como consagrado en medio de los hombres, cuenta conmigo,
Señor. Y si estás con deseos de dirigir tu Palabra a mi oídos y a mi
corazón, habla, Señor, que tu siervo escucha.

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