domingo, 12 de mayo de 2013

CRISTOLOGIA

CRISTOLOGIALa Ascensión: misterio anunciado (5.IV.89)




1. Los símbolos de fe más antiguos ponen después del artículo sobre la resurrección de Cristo, el de su ascensión. A este respecto los textos evangélicos refieren que Jesús resucitado, después de haberse entretenido con sus discípulos durante cuarenta días con varias apariciones y en lugares diversos, se sustrajo plena y definitivamente a las leyes del tiempo y del espacio, para subir al cielo, completando así el 'retorno al Padre' iniciado ya con la resurrección de entre los muertos.



En esta catequesis vemos cómo Jesús anunció su ascensión (o regreso al Padre) hablando de ella con la Magdalena y con los discípulos en los días pascuales y en los anteriores la Pascua.



2. Jesús, cuando encontró a la Magdalena después de la resurrección, le dice: 'No me toques, que todavía no he subido al Padre; pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios' (Jn 20,17).



Ese mismo anuncio lo dirigió Jesús varias veces a sus discípulos en el período pascual. Lo hizo especialmente durante la última Cena, 'sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre..., sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía' (Jn 13, 1-3). Jesús tenía, sin duda, en la mente su muerte ya cercana y, sin embargo, miraba más allá y pronunciaba aquellas palabras en la perspectiva de su próxima partida, de su regreso al Padre mediante la ascensión al cielo: 'Me voy a aquel que me ha enviado' ( Jn 16, 5): ' Me voy al Padre, y ya no me veréis' (Jn 16, 10). Los discípulos no comprendieron bien, entonces, qué tenía Jesús en mente, tanto menos cuanto que hablaba de forma misteriosa: 'Me voy y volveré a vosotros', e incluso añadía: 'Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo' (Jn 14, 28). Tras la resurrección aquellas palabras se hicieron para los discípulos más comprensibles y transparentes, como anuncio de su ascensión al cielo.



3. Si queremos examinar brevemente el contenido de los anuncios transmitidos, podemos ante todo advertir que la ascensión al cielo constituye la etapa final de la peregrinación terrena de Cristo. Hijo de Dios, consubstancial al Padre, que se hizo hombre por nuestra salvación. Pero esta última etapa permanece estrechamente conectada con la primera, es decir, con su 'descenso del cielo', ocurrido en la encarnación Cristo 'salido del Padre' (Jn 16, 28) y venido al mundo mediante la encarnación, ahora, tras la conclusión de su misión, 'deja el mundo y va al Padre' (Cfr. Jn 16, 28). Es un modo único de 'subida' como lo fue el del 'descenso' Solamente el que salió del Padre como Cristo lo hizo puede retornar al Padre en el modo de Cristo. Lo pone en evidencia Jesús mismo en el coloquio con Nicodemo: 'Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo' (Jn 3, 13). Sólo Él posee la energía divina y el derecho de 'subir al cielo', nadie más. La humanidad abandonada a sí misma, a sus fuerzas naturales, no tiene acceso a esa 'casa del Padre' (Jn 14, 2), a la participación en la vida y en la felicidad de Dios. Sólo Cristo puede abrir al hombre este acceso: Él, el Hijo que 'bajó el cielo', que 'salió del Padre' precisamente para esto. Tenemos aquí un primer resultado de nuestro análisis: la ascensión se integra en el misterio de la Encarnación, que es su momento conclusivo.



4. La Ascensión al cielo está, por tanto, estrechamente unida a la 'economía de la salvación', que se expresa en el misterio de la encarnación y, sobre todo, en la muerte redentora de Cristo en la cruz Precisamente en el coloquio ya citado con Nicodemo, Jesús mismo, refiriéndose a un hecho simbólico y figurativo narrado por el Libro de los Números (21, 4-9), afirma: 'Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado (es decir, crucificado) el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna' (Jn 3, 14-1 5).



Y hacia el final de su ministerio, cerca ya la Pascua, Jesús repitió claramente que era Él el que abriría a la humanidad el acceso a la 'casa del Padre' por medio de su cruz: 'cuando sea levantado en la tierra, atraeré a todos hacia mi' (Jn 12, 32). La 'elevación' en la cruz es el signo particular y el anuncio definitivo de otra 'elevación' que tendrá lugar a través de la ascensión al cielo. El Evangelio de Juan vio esta 'exaltación' del Redentor ya en el Gólgota. La cruz es el inicio de la ascensión al cielo.



5. Encontramos la misma verdad en la Carta a los Hebreos, donde se lee que Jesucristo, el único Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza, no penetró en un santuario hecho por mano de hombre, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro' (Heb 9, 24). Y entró 'con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna: 'penetró en el santuario una vez para siempre' (Heb 9, 12). Entró, como Hijo 'el cual, siendo resplandor de su gloria (del Padre) e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas' (Heb 1, 3)



Este texto de la Carta a los Hebreos y el del coloquio con Nicodemo (Jn 3, 13) coinciden en el contenido sustancial, o sea en la afirmación del valor redentor de la ascensión al cielo en el culmen de la economía de la salvación, en conexión con el principio fundamental ya puesto por Jesús 'Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre' (Jn 3, 13).



6. Otras palabras de Jesús, pronunciadas en el Cenáculo, se refieren a su muerte, pero en perspectiva de la ascensión: 'Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y adonde yo voy (ahora) vosotros no podéis venir' (Jn 13, 33). Sin embargo, dice en seguida: 'En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho, porque voy a prepararos un lugar' (Jn 14, 2).



5. Es un discurso dirigido a los Apóstoles, pero que se extiende más allá de su grupo. Jesucristo va al Padre (a la casa del Padre) para 'introducir' a los hombres que 'sin Él no podrían entrar'. Sólo Él puede abrir su acceso a todos: Él que 'bajó del cielo' (Jn 3, 13), que 'salió del Padre' (Jn 16, 28) y ahora vuelve al Padre 'con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna' (Heb 9, 12). Él mismo afirma: 'Yo soy el Camino nadie va al Padre sino por mí' (Jn 14, 6).



7. Por esta razón Jesús también añade, la misma tarde de la vigilia de la pasión: 'Os conviene que yo me vaya.' Sí, es conveniente, es necesario, es indispensable desde el punto de vista de la eterna economía salvífica. Jesús lo explica hasta el final a los Apóstoles: 'Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré' (Jn 16, 7). Si. Cristo debe poner término a su presencia terrena, a la presencia visible del Hijo de Dios hecho hombre, para que pueda permanecer de modo invisible, en virtud del Espíritu de la verdad, del Consolador) Paráclito. Y por ello prometió repetidamente: 'Me voy y volveré a vosotros' (Jn 3. 28).



Nos encontramos aquí ante un doble misterio: El de la disposición eterna o predestinación divina, que fija los modos, los tiempos, los ritmos de la historia de la salvación con un designio admirable, pero para nosotros insondable; y el de la presencia de Cristo en el mundo humano mediante el Espíritu Santo, santificador y vivificador: el modo cómo la humanidad del Hijo obra mediante el Espíritu Santo en las almas y en la Iglesia )verdad claramente enseñada por Jesús) permanece el envuelto en la niebla luminosa del misterio trinitario y cristológico, y requiere nuestro acto de fe humilde y sabio.



8. La presencia invisible de Cristo se actúa en la Iglesia, también de modo sacramental. En el centro de la Iglesia se así encuentra la Eucaristía. Cuando Jesús anunció su institución por vez primera, muchos 'se escandalizaron' (Cfr. Jn 6, 61), ya que hablaba de 'comer su Cuerpo y beber su Sangre'. Pero fue entonces cuando Jesús reafirmó: '¿Esto os escandaliza? ¿Y cuándo veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es el que da la vida, la carne no sirve para nada' (Jn 6, 61-63) .



La Jesús habla aquí de su ascensión al cielo cuando su Cuerpo terreno se entregue a la muerte en la cruz, se manifestará el Espíritu 'que da la vida'. Cristo subirá al Padre, para que venga el Espíritu. Y, el día de Pascua, el Espíritu glorificará el Cuerpo de Cristo en la resurrección. El día de Pentecostés, el Espíritu sobre la Iglesia para que, renovado en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo, podamos participar en la nueva vida de su Cuerpo glorificado por el Espíritu y de este modo prepararnos para entrar en las 'moradas eternas', donde nuestro Redentor nos ha precedido para prepararnos un lugar en la te 'Casa del Padre' (Jn 14, 2).

EL DIOS DE JESÚS

EL DIOS DE JESÚS12




Apocalipsis:



el triunfo definitivo



de Dios en la historia











Después de la muerte y resurrección de Jesús, el Evangelio se esparció rápidamente. En poco tiempo, la Buena Nueva de Jesús se extendió hasta los límites del imperio romano. Al comienzo, no hubo problemas serios con el imperio. San Lucas en los Hechos de los Apóstoles presenta al imperio romano de manera atractiva a los cristianos (Hch 3,17; 18,12-15; 19,33-40; 25,13-27). Pablo, además, había escrito a los cristianos de Roma que ellos debían obedecer a las autoridades constituidas (Rm 13,1). Pero pronto cambió la situación y comenzaron los conflictos.



La escuela del imperio romano enseñaba que el emperador era el señor del mundo (Ap 13,4.14). Los cristianos decían lo contrario: Jesús "es Señor de señores y Rey de reyes" (Ap 17,4). El imperio tenía sus dioses (Ap 2,14), y en nombre de ellos el emperador se declaraba señor del mundo. Por ello todos debían rendirle culto (Ap 13,8-15). Así, ayudado por su religión, el emperador logró montar un sistema que controlaba la vida del pueblo (Ap 13,16-17) y explotaba a los pobres para aumentar el lujo de los grandes (Ap 18,3.9.11-19).



Por eso el pueblo cristiano se convirtió en un pueblo perseguido (Ap 1,9) violentamente (Ap 12,13.17; 13,7). Los cristianos iban presos (Ap 2,10) y muchos eran martirizados (Ap 2,13; 6,9-11; 7,13-14; 16; 17,6; 18,24; 20,4). Era muy difícil mantener la fe (Ap 2,3-4). El control de la policía era total: nadie podía escapar a su vigilancia (Ap 13,16). Quien no apoyaba al régimen del imperio, no podía vender ni comprar nada (Ap 13,17). La propaganda era enorme (Ap 13,13) y se infiltraba en las mismas comunidades (Ap 2,14.20). El emperador era presentado como si fuera un nuevo dios resucitado (Ap 13,3.12.14). La tierra entera lo adoraba como si fuera un dios y apoyaba su régimen (Ap 13,4. 12-14).



En el Apocalipsis el imperio romano es presentado como la bestia que combate a las comunidades cristianas (13,1-18). Su poder es insolente (13,5), pues ataca a Dios con blasfemias (13,6) y pretende ser dios y dueño del mundo entero con todos sus habitantes (13,7-8). Para poder engañar al mundo la bestia tiene la ayuda de los falsos profetas, que ponen su magia, su poder y su saber al servicio del imperio (16,3; 19,20; 20.10; 13,12). Ellos, con sus maravillas, seducen a la humanidad y consiguen que muchos adoren la imagen de la bestia (13,15).



En medio de estos problemas y de sus dificultades internas, el Apocalipsis viene a darle a aquellos cristianos un mensaje de consuelo y de esperanza. Les ayuda a encontrarse nuevamente con su Dios, consigo mismos y con su misión. Quiere animarles a no desistir de la lucha por la fe.



El Apocalipsis enfrenta el problema de la persecución revelando la otra cara de los acontecimientos, el lado oculto. Ilumina los hechos con la luz de la fe y descubre que Dios es Señor de la historia. El entregó todo su poder a Jesús. ¡Ahora Jesús conduce a su pueblo a la victoria final! Nadie, por más fuerte que sea, conseguirá cambiar el rumbo del plan de Dios. Los opresores del pueblo van a ser derrotados y condenados, todos. La resurrección de Jesús es la prueba que garantiza todo esto. Así el pueblo recupera la memoria perdida y descubre la Buena Nueva dentro de los acontecimientos. Y de este modo la nostalgia se convierte en esperanza.



Juan usa en el Apocalipsis continuamente un lenguaje simbólico, lleno de visiones. Con ello pretende instruir al pueblo de una manera gráfica y además es una táctica para defenderse de la vigilancia del imperio. Se trata de cuadros con dibujos y dramatizaciones, que son más instructivos para el pueblo que las meras ideas. No hay que pretender entender cada símbolo aisladamente, sino todo el conjunto.



a) El Apocalipsis, que es una "revelación de Jesús Mesías" (1,1); comienza deseando al pueblo de las comunidades de Asia "gracia y paz de parte del que es, y era y ha de venir, de parte de los siete espíritus que están ante su trono, y de parte de Jesús el Mesías, el testigo fidedigno, el primero en nacer de la muerte y el soberano de los reyes de la tierra" (1,5).



Jesús triunfante es el motivo de gozo y esperanza para todas las comunidades que luchan en esta vida. El Apocalipsis no se cansará de apoyarse continuamente en él. El es "el primero en nacer de la muerte", está vivo (1,18), realizando la promesa que el Padre hizo para nosotros. El es "soberano de los reyes de la tierra", con poder para dominarlos y vencerlos.



Este Jesús, fuerte, fiel y hermano, "nos ama". Llegó a derramar su sangre para liberarnos (1,5), y hacer de nosotros "sacerdotes para su Dios y Padre" (1,6). El tiene "el poder por los siglos de los siglos" (1,6). Al final de los tiempos, él volverá sobre las nubes: "todos lo verán con sus ojos, también aquellos que lo traspasaron" (1,7).



Juan, que es un artista, un poeta, tuvo una experiencia muy profunda del poder, del amor y de la santidad de Jesús. Por eso pinta a Jesús de una manera muy gráfica. Dice que vio "una figura humana vestida de larga túnica con una faja dorada a la altura del pecho. El pelo de su cabeza era blanco como lana, como nieve; sus ojos llameaban, sus pies parecían bronce incandescente en la fragua y era su voz como el estruendo del océano. Con la mano derecha sostenía siete estrellas, de su boca salía una espada aguda de dos filos y su semblante resplandecía como el sol en plena fuerza" (1,13-16). Una visión no puede ser tomada toda al pie de la letra, palabra por palabra. Lo importante es darse cuenta de la fuerza de este Jesús que "nos ama". Su túnica larga es señal de su sacerdocio. La faja dorada nos dice que él es rey. Los cabellos blancos sugieren su eternidad. Sus ojos como llama de fuego indican su ciencia divina. Los pies de bronce son señal de firmeza y estabilidad. Su voz fuerte revela majestad y poder. La espada que sale de su boca es su palabra que tiene el poder de Dios. Su rostro como el sol sugiere su autoridad.



Al ver así a Jesús, Juan cae como muerto a sus pies (1,17), señal de la debilidad y miedo que tenían las comunidades. Pero en este momento el cuadro inmóvil de Jesús se convierte en algo activo. Coloca su mano derecha sobre Juan y dice: "No temas, yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero como ves estoy vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del abismo" (1,18). Este gesto y esta frase de Jesús son como el centro del mensaje del Apocalipsis.



b) El capítulo quinto trata de la visión del Cordero degollado. En la mano de Dios está un libro cerrado con siete sellos (5,1). Contiene el itinerario de la historia desde el año 33 hasta el fin. Nadie es capaz de abrir el libro (5,3). Juan llora (5,4). Es la situación de las comunidades. Ellos lloran porque creen que Dios ya no controla la historia. Alguien dice: "No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David; él abrirá el libro y sus siete sellos" (5,5). Juan ve entonces "un Cordero... como degollado" (5,6). Es Jesús, que acaba de entrar en el cielo, llevando en su cuerpo las señales de la pasión. Jesús recibe el libro de las manos de Dios (5,7), y se convierte así en el Señor de la historia (5,13). Es él el que va a asumir el control de los acontecimientos y a ejecutar el plan de Dios. Gracias a la sangre del Cordero la liberación está ya en camino. El está ya liberando al pueblo (5,9-10). Resucitando de la muerte, Jesús recibió todo el poder y asumió el liderazgo: a él "la gloria y el poder por los siglos de los siglos" (5,13). El imperio va a ser derrotado por el Cordero (17,14). Y como en el antiguo éxodo (Ex 15,1-22), también ahora todos estallan en un "cántico nuevo" de alabanza (5,9.12-14).



c) En el capítulo XI se habla de la venida definitiva del Reino de Dios. Después de que el séptimo ángel toca la trompeta (11,15), se oye una aclamación que dice: "¡El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a su Mesías, y reinará por los siglos de los siglos!" (11,15). Los veinticuatro ancianos, o sea, los representantes de todo el pueblo se arrodillan, adoran a Dios y dicen: "¡Gracias, Señor Dios, soberano de todo, el que eres y eras, por haber asumido tu gran potencia y haber empezado a reinar!" (11,17). Es el inicio de la celebración final de la historia. La venida de Dios en la historia de los hombres es el nuevo éxodo que acaba de terminar. ¡El fin llegó! ¡Dios probó para siempre que él es "Yavé", Dios con nosotros, Dios liberador!



d) El capítulo XIV marca la oposición total que existe entre el Cordero y la bestia; entre los "que llevaban inscrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre" (14,1) y el mundo de gente marcada con el número de la bestia; entre el susurro del canto de victoria que alaba a Dios (14,2-3), y las palabras insolentes y blasfemas contra Dios; entre la fidelidad que resiste al imperio sin contaminarse (14,4), y la seducción del imperio que lleva a adorar a la bestia.



El pueblo de las comunidades sigue al Cordero, sin contaminarse con el culto de los falsos dioses: son vírgenes (14,4). Alimentan su fe y perseverancia con la certeza de que Dios, y no el imperio, es el dueño del mundo (13,10). Se organizan de manera fraterna e igualitaria, como antiguamente las doce tribus (7,3-8). Es la lucha resistente del pueblo perseguido que, a largo plazo, va a derrotar al imperio (17,14). El tercer ángel anuncia la derrota final de todos los adoradores de la bestia (14,9-11). Y esta certeza da fuerza a las comunidades para continuar resistiendo (14,12-13).



e) Desde el capítulo XVII al XIX, 10 sigue una nueva visión de Babilonia y su caída. Juan recibe una invitación: "Ven acá, voy a mostrarte la sentencia de la gran prostituta" (17,1). El ve una mujer ricamente ataviada (17,3-4). Su nombre es: "La gran Babilonia, madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo" (17,5). Ella está "borracha... de la sangre de los testigos de Jesús" (17,6). Juan deja claro que se trata de la ciudad de Roma, capital del imperio (17,9): "La mujer que viste es la gran ciudad, emperatriz de los reyes de la tierra" (17,18). La causa de la maldad del imperio fue su deseo de lujo y su afán de acumulación planificada y organizada (18,3.7.9-20.23). Por eso se volvió "en morada de demonios" (18,2).



Después del juicio a la gran prostituta, llega el tiempo de "las bodas del Cordero" (19,7). Su esposa, el pueblo de Dios, ya está lista. Ya se distribuyen las invitaciones para la fiesta (19,9). Pero antes de la fiesta final, viene la derrota total de los adoradores de la bestia.



f) Desde el 19,11 al 20,15 habla el Apocalipsis de la derrota final del dragón, de la bestia y de sus adoradores. Se trata de visiones, de símbolos, que no se deben tomar al pie de la letra. Lo que quieren enseñar es que al final el mal será totalmente derrotado: la victoria será del bien y de la justicia.



En la primera derrota contra el mal (19,11-21) aparece "un caballo blanco" (19,11). Su jinete tiene varios nombres: "El fiel y el leal", "Palabra de Dios", "Rey de reyes y Señor de señores" (19,11.13.16). ¡Es Cristo Jesús! Acompañado por los ejércitos celestiales (19,14), él viene a juzgar y combatir con justicia (19,11).



En la segunda derrota y juicio final (20,7-15), después de dura lucha, finalmente el dragón es tomado preso y arrojado al lago de fuego, donde ya se hallaban la bestia y el falso profeta (20,10). Y allá se quedarán por los siglos de los siglos. Enseguida Juan ve el trono blanco de Dios (20,11), quien obliga a la muerte a devolver a todos los que por ella fueron engullidos en el correr de la historia (20,13). Todos son juzgados, cada uno conforme a sus obras (20, 12-13). Terminado el juicio, la propia muerte, ya vencida, es arrojada en el lago de fuego (20,14). Y junto con ella van todos los que no estaban inscritos en el libro de la vida (20,15). Es la "segunda muerte" (20,14). ¡La muerte a la propia muerte! ¡Al final sólo va a quedar la vida y vida en abundancia! (Jn 10,10). ¡Todo está listo para la fiesta final!.



g) El futuro que Dios ofrece es una nueva creación (21,1-22,5), "un cielo nuevo y una tierra nueva" (21,1). El mar, símbolo del poder del mal, ya no existe. En la primera creación Dios inició su trabajo creando la luz, pero quedó la noche (Gén. 1,3.5). Aquí, en la nueva creación del futuro, vence la luz; la noche, la oscuridad, ya no existen más (21,25; 22,5). ¡Todo es luz! El mismo Dios brilla sobre su pueblo (22,5). La ciudad de Dios está iluminada por "la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero" (21,23). Del dolor antiguo nada quedó (21,1.4). Y Dios proclama: Sí, ahora "todo lo hago nuevo" (21,5). "Allí no habrá ya nada maldito" (22,3). "Dios en persona estará con ellos y será su Dios. El enjugará las lágrimas de sus ojos; ya no habrá muerte, ni luto ni dolor, pues lo de antes ha pasado" (21,3-4).



Como antiguamente, después de la salida de Egipto, también ahora Dios viene a vivir con su pueblo (21,3), y hace con ellos su Alianza: con todos y con cada uno en particular (21,3; 21,7). ¡Es la perfecta armonía del pueblo entre sí y del pueblo con Dios! ¡Del individuo con la comunidad y de la comunidad con el individuo! Nadie se pierde ni en el anonimato de la masa del pueblo, ni en el individualismo de una fe que sólo piensa en sí mismo.



El futuro que Dios ofrece es también un pueblo renovado, bello como una novia. La ciudad del imperio era una prostituta; la ciudad de Dios es una novia, toda arreglada para su marido (21.2). Su esposo es el Cordero (21,9). Ella es la hija de Sión, imagen del pueblo de Dios. Es la mujer que luchó contra la muerte y contra el dragón. Aquí, en el futuro de Dios, la lucha terminó. La serpiente, sus falsos ídolos y sus falsos profetas, ya no molestan más. La novia, el pueblo, se prepara para la unión definitiva con Dios, para el casamiento con el Cordero (19,7.9; 21,9). Es la fiesta final y definitiva.



El futuro principal que Dios ofrece es él mismo, Dios presente para siempre en medio de nosotros. El cielo desciende a la tierra, transformada para siempre en morada de Dios (21,2). Dios es la fuente de la vida (21,6; 22,1). Es el principio y el fin de todo (21,5). Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador, será nuestro Dios para siempre (21,3). El mismo será nuestra luz; su gloria ilumina a su pueblo (21,23) y brillará sobre él (22,5). Dios es luz, Dios es Padre (21,7). Y todos, para siempre, contemplarán su rostro: "Lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente" (22,4).



¡Será el triunfo definitivo de Dios en la historia! A la luz de la seguridad de la victoria final, los cristianos de entonces y los de ahora nos sentimos animados para seguir tras las huellas de Jesús en busca del rostro del Dios verdadero. ¡Sabemos que el Dios de Jesús, Dios de vida, ha de triunfar contra todas las falsas divinidades de la muerte!





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Bibliografía







CARLOS MESTERS, Cielo nuevo y Tierra nueva, Esperanza de un Pueblo que lucha, La Paz, 1985.









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SALMO AL DIOS ENTERAMENTE BUENO



Señor, Dios nuestro te queremos dar gracias

porque en Jesús te has revelado

como un Dios Enteramente Bueno.



En esto no te pareces a nosotros;

en esto te diferencias de todas las imágenes

que, sublimándonos, nos hacemos los hombres de ti.



Tú amas todo lo que has creado;

tú has establecido con nosotros una alianza eterna

y nada podrá quebrantarla.



Por eso no te enfureces con nuestros pecados

ni tomas venganza de los que obran el mal;

no matas a los que matan

sino que los proteges, como a Caín, de sus vengadores.



Porque eres enteramente bueno

haces salir el sol sobre justos y pecadores.



Es que amas a cada uno

y no quieres la muerte del pecador

sino que se convierta y viva.



A todos nos perdonas los pecados

y haces sentar a la misma mesa

al que llegó a última hora

y al que trabajó desde el amanecer.



Te damos gracias porque en todo esto te revelas

como Enteramente Bueno.



Estás tan apartado del mal

estás tan ajeno a todos los mecanismos del mal

que ni siquiera castigas a los transgresores

para no añadir violencia a nuestras violencias.



Tú no tienes el poder de matar

porque ese no es un poder divino.



Tu poder es amar sin medida

crear, sanar, perdonar

y hasta triunfar de la muerte.



Tu justicia no es tasar y medir

sino hacernos justos

y reconciliarnos por fin en esa justicia de vida.



Dios nuestro, estamos contentos

de que tú seas nuestro Padre,

y puesto que nos hiciste a tu medida

danos un corazón generoso como el tuyo.
(Pedro Trigo, Salmos del Dios Enteramente Bueno,

Gumilla, Caracas 1983, pgs. 11-12)

Jose Luis Caravias sj

sábado, 4 de mayo de 2013

Santa Misa de clausura del Cónclave, presidida por el nuevo Papa, Francisco, con los cardenales electores, 14 de marzo de 2013

Santa Misa de clausura del Cónclave, presidida por el nuevo Papa, Francisco, con los cardenales electores, 14 de marzo de 2013SANTA MISA CON LOS CARDENALES
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Capilla Sixtina
Jueves 14 de marzo de 2013

En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea.

miércoles, 24 de abril de 2013

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sábado, 20 de abril de 2013

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José-Luis Caravias SJ: “Gracias a Bergoglio estoy con vida"
Escrito por: Salvador García Bardón el 26 Mar 2013 - URL Permanente      
1. Declaraciones de José-Luis Caravias SJ al periodista paraguayo Hugo Ruiz Olaza
2. Algunos jalones de la vida de José-Luis Caravias SJ hasta su expulsión de Argentina
3. Odisea de José-Luis Caravias SJ, contada por él mismo, desde su expulsión de Argentina
“El padre Bergoglio me salvó la vida. Me facilitó escaparme de los militares aquellos"
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1. Declaraciones de José-Luis Caravias SJ al periodista paraguayo Hugo Ruiz Olaza
El papa Francisco, cuando fue provincial jesuita en 1975, salvó la vida del sacerdote español José Caravias, radicado actualmente en Paraguay, y la de otros dos curas, amenazados de muerte en Buenos Aires por el grupo paramilitar "Triple A", reveló el religioso.
"Cuando el provincial, que era Bergoglio, me dijo: 'tengo noticias de que la Triple A decretó tu muerte y de (el húngaro Francisco) Jalics, yo consideré que no valía la pena hacerse el héroe", relató Caravias en una entrevista en su lugar de residencia, la parroquia Cristo Rey de Asunción.
"A mí ya me habían expulsado de Paraguay en 1972. Conocía la ferocidad de la dictadura. En cambio, Jalics se hizo el valiente y se quedó en Buenos Aires, y casi le cuesta la vida. No quiso irse y lo pasó muy mal. Lo torturaron mucho. Bergoglio lo salvó. Se empeñó en averiguar donde estaba. Si no lo reclamaba lo mataban. También salvó al argentino Orlando Yorio", continuó.
Yorio falleció en el año 2000.
"Yo puedo dar testimonio de la advertencia que nos hizo a Jalics y a mí, pero no de Yorio", aclaró Caravias.
"Ambos trabajábamos en las villas miseria de Buenos Aires".
El religioso relató que ellos tuvieron conocimiento de los tormentos a los que fueron sometidos otros curas. "Por eso digo que Bergoglio a mí me salvó la vida, porque a tiempo me pudo avisar", precisó.
"En esos meses anteriores habían matado a varios sacerdotes, uno de ellos, el padre Mauricio Silva. Era un padre barrendero. Era empleado barrendero. Lo mataron torturándolo. La cosa no era broma", dijo.
- ¿Por qué lo mataron?
- "Porque era cura barrendero, porque era un testimonio. Ni supimos donde estaba. Eran capaces de cometer brutalidades sin ninguna explicación.
Estando en la calle Corrientes, un coche se lo llevó. No pudimos encontrar dónde estaba.Yo era muy amigo de él. Compartíamos mucho de noche. Cuando terminábamos nuestro trabajo nos reuníamos en su casa.
A los varios meses lo soltaron en las puertas de un hospital, moribundo, flaco. Y ahí murió. Fue muy torturado", señaló el sacerdote.
Caravias recordó que estando en casa de sus familiares en Málaga (España) recibió la encomienda de trasladarse a Ecuador, adonde el jefe provincial de Roma lo envió para trabajar con indígenas. "En Ecuador estuve 14 años".
En Paraguay, Caravias trabajaba para organizar a los campesinos en cooperativas. "Un día me alzaron en una camioneta de la policía y me arrojaron en Clorinda (Argentina). No olvida la fecha. "Fue el 5 de mayo de 1972", dijo.
"De ahí fue a trabajar con obrajeros de la provincia del Chaco argentino. Formamos un sindicato de hacheros, gente muy explotada, muy maltratada. De allí ya fui corrido con amenazas de muerte y fui a parar a Buenos Aires", precisó.
Dijo que él podía dar testimonio de lo que hizo el entonces padre Bergoglio, al tiempo de calificar de "calumnia terrible" la versión de que supuestamente el ex provincial entregó a sus compañeros.
"Gracias a Bergoglio estoy con vida y hoy estoy aquí hablando con usted", manifestó Caravias con convicción.
El sacerdote jesuita, autor de unos 40 libros y ensayos vinculados al área social, se confesó socialista y atribuyó las "calumnias" contra el Papa al "gran capitalismo internacional".
"Lo quieren ensuciar. Es muy peligroso para ellos que un Papa denuncie la pobreza mundial", enfatizó.
Sostuvo que el "capitalismo" habrá considerado como una afrenta el hecho de que el Pontífice haya adoptado el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asis, "el rico que prefirió vivir como pobre". (1)
Caravias justifica los periodos de silencio de Bergoglio en los años 70 y estima que “por supuesto que no era momento para ser valiente, porque denunciar era motivo de cárcel y de muerte”, al referirse a la sangrienta dictadura militar argentina de esos años, encabezada por el presidente de facto Jorge Rafael Videla.
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2. Algunos jalones de la vida de José-Luis Caravias SJ hasta su expulsión de Argentina
El misionero y polígrafo jesuita José-Luis Caravias, perseguido por la dictadura argentina tras haberlo sido por la paraguaya, nació en Alcalá la Real (Jaén), Andalucía, a finales de 1935. Creció e hizo sus estudios primarios en Coín (Málaga), tras los cuales cursó sus estudios secundarios en el colegio jesuita San Estanislao de Kostka de El Palo (Málaga).
En 1953, a los 18 años, ingresó en el Noviciado de El Puerto de Santa María, teniendo como maestro de novicios al padre José Gómez, del que dice: "me inyectó lo más importante: un deseo grande de conocer, amar y seguir a Jesucristo. ¡Este poderoso motor me llevaría muy lejos y me haría superar muchos obstáculos!".
Tras los dos años de noviciado (1953-1955), también hizo en el colegio San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María, durante tres años (1955-1957), los estudios superiores en culturas, lenguas y literaturas clásicas y modernas del "juniorado". Entre sus maestros recuerda con especial cariño al padre Salvador Loring, que considera su maestro en escritura: "nos hacían estudiar hasta la saciedad los clásicos griegos y latinos, lo cual dejó en mí un hábito de pensamiento ordenado. Y un excelente profesor de Literatura, el P. Salvador Lóring, me enseñó a escribir, de lo que le quedo eternamente agradecido." Durante estas época se ofreció al padre provincial como voluntario para trabajar en Paraguay.
Entre 1957 y 1961 estudió filosofía en la Facultad filosófica complutense SJ de Alcalá de Henares. Entre sus maestros de Alcalá destaca la importancia que tuvo para él la personalidad del padre José-María Díez Alegría con la orientación social de su curso de ética y su compromiso vivencial con los pobres en El Pozo del Tío Raimundo de Madrid: "en esta época me marcó para siempre la línea social del P. Díez Alegría, mi profesor de Ética."
Su deseo de trabajar en Paraguay como "maestrillo" lo pudo cumplir entre 1961 y 1964: "Mis tres años de magisterio los hice en Asunción del Paraguay, a partir de 1961, en el colegio Cristo Rey."
Volvió a España para estudiar en la Facultad de Teología de Granada durante cuatro años (1964-1968). A partir del segundo curso obtuvo el "privilegio" de poder convivir en un barrio granadino con familias gitanas: "Unas lluvias torrenciales habían hundido en Granada las cuevas de los gitanos. El Gobierno los había instalado en “albergues provisionales”. Varios grupos de estudiantes jesuitas conseguimos permiso para ir a vivir con ellos y como ellos. A mí me tocó “El Chinarral”, una vieja fábrica en ruinas en cuyos patios se habían construido cuartitos de 3 x 2 metros, con paredes de caña y yeso, que no aislaban ni ruidos ni olores. Unos solos baños comunes. Una sola llave de agua."
Gozando ya del fruto de esta experiencia apostólica, fue ordenado sacerdote, tras el tercer curso de teología, el 14 de julio de 1967.
De vuelta en Paraguay, recién terminada la teología en 1968 y su tercera probación, en 1969, trabaja primero como sacerdote-campesino, luego como encargado de la formación campesina dentro de las Ligas Agrarias y por fin como asesor nacional de las Ligas Agrarias Cristianas, nombrado en asamblea, hasta que, según lo cuenta él mismo: "en mayo del 72, un piquete policial me secuestró y violentamente me arrojó en una calle de Clorinda (Argentina), sin ropa, sin dinero y sin documentos." (2)
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3. Odisea de José-Luis Caravias SJ, contada por él mismo, desde su expulsión de Argentina
16. Corrido de Argentina
La vida en el Chaco se iba enrareciendo hasta grados asfixiantes. Hasta el mismo obispo de Saenz Peña, que tanto había apoyado al “Equipo Monte”, acabó poniéndose en contra nuestra.
Las ácidas intrigas de los obrajeros acabaron por agujerear las defensas eclesiales. Documentos “policiales” revoloteaban agriando el aire en contra nuestra.
A los dos jesuitas que trabajábamos en la diócesis nos visitó el Provincial del Paraguay, Bartomeu Vanrrell. Él le exigió al obispo que le diera copia de las denuncias en contra nuestra, pero se negó en rotundo.
Estando el P. Vanrrell en la casa parroquial de La Tigra, donde era párroco mi compañero Vicente Barreto, éste encontró en la sacristía una caja vacía de una ametralladora, parecía que rusa. Inteligentemente la destruyó y enterró.
A la mañana siguiente la Policía Federal se presenta alegando que tenían una denuncia contra el párroco por estar repartiendo armas entre los campesinos… Fueron derechos a la sacristía, y al no encontrar nada, lo rompieron todo…
El P. Vanrrell nos ordenó dejar de inmediato la zona. Pues la próxima vez la misma policía podría dejar un arma metida por ellos mismos…
Me fui a Buenos Aires, al Teologado de San Miguel, donde pasé seis meses estudiando Cristología. Ahí redacté “Cristo nuestra esperanza”, con sed de identidad. Y poco a poco fui metiéndome en los barrios periféricos en los que vivían los paraguayos.
◊ Pero después de no mucha actividad, el P. Provincial de Argentina me pidió salir inmediatamente del país, pues tenía noticias de que la “Triple A” había decretado mi muerte, junto a la de otros dos jesuitas más. ◊
Antes de marcharme de Argentina, quise despedirme de mis muchos amigos del Chaco. Y en Resistencia, después de un día de reuniones, al anochecer, me apresó la policía, junto con la religiosa que me llevaba en su Citroën, María Elena, con la que habíamos puesto en marcha el sindicato de hacheros.
Escuché cómo el comisario pedía informes sobre mí, y cómo por largo rato tecleó el telex. Después me leyó lentamente el largo mensaje recibido. A cada rato levantaba su mirada y me preguntaba:
- ¿Es esto verdad?
- Si ahí está escrito… -era mi constante respuesta.
La verdad es que estaban muy bien informados de mis actividades. Parecía “bien fichado”. Hasta sabían a qué hora y con quiénes había tomado un helado esa misma tarde.
Después me hicieron creer que me iban a hacer “desaparecer”, sacándome a “pasear”, muy bien armados, con fusiles largos, en un coche rojo.
A la vuelta a la comisaría, llevando todos mis enseres personales, me metieron en un calabozo. ¡Qué duro me resonó el ruido seco del cerrojo! No sabía qué iba a ser de mí. ¡Es terrible esa inseguridad!
Era una noche de terrible calor húmedo. A la vuelta del “paseo”, cuando me tumbé aliviado, ¡vivo!, en aquel jergón del calabozo, al apoyar mi cabeza en la almohada, altamente mugrienta, se me pegó a ella la cara y, al levantarla, hilos de mugre entre almohada y cara parecían como que me amarraban al camastro.
Y allá sentí de nuevo a Jesús. ¡Cuántas personas habían apoyado en esa almohada su cara como para poder acumular tanta suciedad! ¡En cada preso había sudado Jesús! Ese Jesús de la seducción y de la cruz… Ese Jesús que me esperaba de nuevo disfrazado con un mugriento disfraz…
Después de fotografiarme en todas las posturas sujetando un número con mis manos, y de tomarme las diez huellas digitales, a media mañana del día siguiente me dejaron libre con la orden expresa de que me fuera inmediatamente del país… Tuve que volver a Buenos Aires. Y tres días más tarde estaba ya volando.
17. Monseñor Proaño me desacompleja
Salía de Argentina dolido, solo, fracasado, acomplejado… Llevaba varios escritos que parecían ser impublicables, entre ellos “Cristo nuestra esperanza” y “Consagrados a Cristo en los pobres”. El Provincial me había comunicado que ningún obispo argentino había querido ni siquiera mirar mis originales.
Alguien de confianza me dijo que el presidente de la Conferencia Episcopal, mons. Tortolo, había dicho que a comunistas como yo había que echarlos de la Iglesia por los medios que fuera.
Pesimista, desanimado, con un terrible complejo de hereje en mi corazón, emprendí mi segundo destierro. Parecía que nadie me quería en la Iglesia. Me sentía derrotado. La crisis vocacional me mordía con rabia de nuevo: ¿Valía la pena tanta lucha a contracorriente?
Pero a pesar de todo, me propuse pasar por diversos países latinoamericanos, buscando en cuál de ellos podría proseguir mi compromiso con el campesinado. Con la venta de mi “Dos Caballos”, cochecito con el que había visitado multitud de obrajes chaqueños, compré un boleto de avión hacia España con escala en casi todas las capitales de Sudamérica. Y así recalé en Ecuador, con una obsesión: visitar a Monseñor Proaño, el apóstol de los indios. Necesitaba vitalmente que un obispo siquiera me comprendiera…
Desde Guayaquil me dirigí derecho a Riobamba. Allá fui en taxi a la casa de los jesuitas, pues sabía que la residencia del obispo estaba lejos. Y mi crisis se agravó. Aquellos “compañeros” hicieron lo imposible por convencerme de que no valía la pena visitar a aquel obispo “comunista”.
Triste, medio a escondidas, pedí a un taxista que me llevara a casa de “taita obispito”. El dueño de aquel “carro” destartalado puso cara de complacencia al conocer el destino. Me habló muy bien de su “taiticu”. El panorama comenzaba a aclararse.
El obispo, embutido en su poncho blanco y gris, con un sombrerito de fieltro de ala estrecha, al estilo de los puruháes, me recibió con una ternura inmensa. Su sonrisa suave me hacía sentir en familia. Me devolvió la paz. Sus ojos me acariciaban. Ahora era en la figura de un obispo donde se me presentaba Jesús, dándome seguridad.
◊ Casi al comienzo de nuestra conversa, al enterarse de dónde venía, me dijo que él tenía un escrito paraguayo sobre pastoral campesina, no sabía de qué autor, que había mandado editar en su diócesis, y quería que todos sus agentes pastorales fueran por un camino semejante.
Ante mi cara de admiración, enseguida se levantó para traérmelo. No tenía yo ni idea de quién pudiera ser el escrito.
Al ponerlo en mis manos me quedé helado. Se trataba de una edición mimeografiada con el nombre de “Experiencias campesinas en el Paraguay”, fechado en 1973, sin nombre de autor. ¡Era un escrito mío! Justo aquél que un obispo paraguayo había afirmado que se trataba de un escrito marxista que jamás un obispo católico podría apoyar… ◊
Lo que un obispo había condenado tan duramente, otro lo ponía como modelo en su diócesis. ¿Cómo quedaba entonces aquello del magisterio episcopal que tanto me habían refregado? ¿Cómo lo que para uno era malo para otro era muy bueno?
Monseñor Leonidas Proaño curó mi complejo de hereje. Encontré un obispo dispuesto a recibirme en su diócesis con inmenso cariño y esperanza.
Gracias, Leonidas Proaño. Desde el cielo me llega hasta hoy tu profunda sonrisa suave. Recuerdo tu frase en tu lecho de muerte, muy flaquito, como indígena hambriento, dicha a otro obispo, gran amigo con el que me identifico: “No tengas miedo a nada, ni al Vaticano siquiera. Tu camino es de Dios…”
18. Desconfianzas radicales
Monseñor Proaño me había reconfortado. Pero a la hora de intentar asentarme en el equipo de jesuitas que trabajaba con indígenas en Guamote, se me dijo educadamente que mi presencia entre ellos le podía traer problemas serios, y que sería mejor que buscara otro sitio.
La siguiente escala fue en Perú. Allá había otro equipo de compañeros comprometidos con los campesinos del norte, en Piura, en un programa educativo: CIPCA. Fui recibido con mucho cariño, pero temían que mi posible presencia con ellos aumentara los problemas que ya tenían con el gobierno: “Estás demasiado fichado…”
Pasé a Bogotá. Tomé contacto con el CINEP, institución jesuita dedicada a la formación campesina. La respuesta fue la misma: Sí, pero no.
La siguiente escala fue en Caracas. En el Gumilla se repitieron los mismos inconvenientes.
Con tristeza crucé el charco. Llegué a España. Y me sentí jesuíticamente huérfano. Fuera de mi familia, no tenía dónde ir. Parecía que nadie se fiaba de mí.
◊ A los quince días de permanencia en España mi madre recibió copia de un telegrama fechado en Buenos Aires, destinado al Provincial de Andalucía, en el que decía textualmente: “Padre Caravias no debe viajar Argentina razones seguridad”. Lo conservo aun. El susto de mi madre fue terrible. ◊
...
Un compañero jesuita, muy amigo mío, me preguntó:
◊ - Pero chiquillo, desahógate de una vez, con toda sinceridad. ¿A cuántas personas has matado? Si ya dos gobiernos te han expulsado, es porque algo muy gordo has cometido… ◊
Aquello me abrió los ojos. Rumores e informes muy negros recorrían mis ambientes. Juré con toda seriedad que jamás había tocado un arma de fuego. Pero parecía que no me creían.
Pasé varios meses sin ningún tipo de vinculación con ninguna comunidad jesuítica. Pero reaccioné en aquel desierto, e insistí por escrito: “Mi profesión religiosa me da derecho a exigir un destino” (20-9-1974). Y el P. General, P. Pedro Arrupe, que con todo cariño había presidido mi profesión en la Iglesia en ruinas de San Ignacio Miní de Argentina, en un gesto maravilloso de confianza, me destinó a Ecuador.
...
19. Cartas dolorosas
En los meses de mi destierro en España recibí diversas cartas, no muchas, que contaban, siempre en lenguaje figurado, las dificultades por las que muchos de mis amigos estaban pasando. Sus problemas no eran “moco de pavo”. Se trataba de torturas y muertes. La “Operación Cóndor” estaba en su apogeo…
◊ Ante mi insistencia en volver de nuevo a la Argentina, el P. Bergoglio me escribía el 15 de julio de 1975: “Respecto a tu posible venida aquí consulté a los doctores entendidos, y todos opinan que no te conviene el clima, ni aun por poco tiempo, pues temen una recaída en la enfermedad que tuviste en Resistencia pocos días antes de partir…” Se refería a aquella noche tenebrosa en un calabozo… ◊ (3)
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(1) Fuente: Hugo Ruiz Olazar/AFP: “El padre Bergoglio me salvó de la Triple A", afirma el jesuita Caravias
El hoy papa Francisco salvó la vida del sacerdote español José Caravias, radicado actualmente en Paraguay, y a otros dos curas, amenazados de muerte en Buenos Aires por el grupo paramilitar. El religioso hizo esta revelación hoy.
viernes, 22 de marzo de 2013

Comunidad El Pais » Semántica, Sintaxis, Pragmática » José-Luis Caravias SJ: “Gracias a Bergoglio estoy con vida"

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jueves, 14 de marzo de 2013

Peregrinos: Jorge Mario Bergoglio, ¿el nuevo Roncalli?

Peregrinos: Jorge Mario Bergoglio, ¿el nuevo Roncalli?Jorge Mario Bergoglio, ¿el nuevo Roncalli?

No se arredraría a la hora de meter en cintura a la Curia romana

Cumplidos los 77, encaja en el cliché de Papa mayor,
reformista y de transición

(José Manuel Vidal).- Joven, con buena salud y reformador. Hasta ahora, ésas parecían ser las premisas ineludibles para comenzar a buscar al nuevo Papa. Pero en los últimos días la primera condición parece perder importancia y gana puntos la tríada de reformador, mayor y con no demasiados achaques. Se busca un nuevo Roncalli, papel en el que muchos ven al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, que se parece en muchas cosas al Papa Bueno menos en su aspecto.


Más alto y menos gordo que Juan XXIII, el purpurado platense no sale en las quinielas al uso de los papables. Pero, si el cónclave se bloquea entre el "partido romano" de los curiales y el "partido reformista" de los extranjeros, especialmente americanos y alemanes, la opción del argentino podría revelarse providencial.

Bergoglio ya cosechó muchos votos en el cónclave anterior y se convirtió en el favorito del sector moderado-progresista y, por consiguiente, en el principal rival de Ratzinger. Tanto que, según algunas indiscreciones, el purpurado jesuita se habría levantado en el cónclave, para pedir a los cardenales, entre lágrimas, que no lo siguiesen votando.
Entonces, el argentino tenía 70 años. Pasados casi ocho, Bergoglio ha cumplido los 77 y encaja perfectamente en el cliché de Papa mayor y de transición. Tampoco se le conocen graves dolencias y podría asumir perfectamente el papel de Papa reformador por el que suspira la inmensa mayoría del cónclave...y del pueblo de Dios.

Nadie duda de que el purpurado argentino tenga carácter. Como dice el hermano Ricardo Corleto, agustino recoleto de paso por Roma, "es un hombre tan honrado y tan íntegro que ni siquiera el gobierno Kirchner pudo encontrar mancha alguna en su vida, a pesar de haberla buscado con suma diligencia".



La prioridad: Cambiar la Curia

Jesuita recto, dialogante, sencillo y sumamente austero, se desplaza en metro o bus por Buenos Aires y no le gusta que llamen eminencia. Cuando le preguntan cómo han de dirigirse a él siempre contesta diciendo: padre Bergoglio.

Capaz, inteligente, profundamente espiritual y hombre de una sólida personalidad, no se arredraría a la hora de meter en cintura o de reformar en profundidad a la Curia romana. Uno de los cometidos que todos los cardenales parecen considerar prioritario en la labor del nuevo Papa. La iglesia se juega en ello su credibilidad social tan dañada últimamente por todos los escándalos del Vatileaks.

Una reforma de fondo, que persiga una mayor colegialidad y rescate del ostracismo la sinodalidad ya apuntada en el Vaticano II. Como dice el cardenal Kasper, otro emérito de prestigio, "la Iglesia necesita transparencia y colegialidad. Hay que salir del cerco del centralismo romano". Y añade: "Cambiar la Curia es una prioridad".

Con Bergoglio en el solio pontificio la Iglesia no solo podría ganar un nuevo Roncalli, sino que además realizaría un salto epocal al otro lado del Atlántico con red. Es decir en manos de un papable fiable, con experiencia , decidido, de los que no le tiemblan el pulso, "limpio" y con agallas para terminar la limpieza que no pudo o no le dejaron hacer a Benedicto XVI : el IOR, banco vaticano, y la Curia. Un nuevo Roncalli del cono sur con raíces turinesas. Un jesuita para reformar la Iglesia.

Papa Francisco I

Papa Francisco I
PAPA FRANCISCO I

Papa Francisco IEl sucesor de Benedicto XVI se ha mostrado al mundo a las 20:25 h. de Roma desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro: Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, de 76 años.

Desde este miércoles 13 de marzo de 2013, el Trono de San Pedro está ocupado por un Papa del continente americano. Será el primer Papa argentino, el primer Papa latinoamericano y el primer jesuíta. Y, ante todo, será el Papa Francisco I. Nacido en el seno de una familia de inmigrantes italianos, se dedicó durante largos años a la docencia y se ha apuntado que estuvo en el año 1971 en la localidad madrileña de Alcalá de Henares.

En su primera aparición pública, el Pontífice ha elevado una oración por su antecesor, Benedicto XVI. Curiosamente, fue Bergoglio el principal rival de Ratzinger en el Cónclave de 2005. Sin embargo, el argentino decidió retirarse en favor del alemán y pidió "casi en lágrimas" a sus simpatizantes que se abstuvieran de elegirlo.

El flamante Pontífice obtuvo los 77 votos exigidos de los 115 cardenales reunidos en Cónclave en la quinta votación. En el Cónclave de 2005, Joseph Ratzinger logró la mayoría necesaria en la cuarta votación, apenas una hora y media antes que su sucesor.

Momentos antes de aparecer ante los miles de fieles que se concentraban en la Plaza de San Pedro, el cardenal francés Jean-Louis Tauran fue el encargado, en calidad de decano protodiácono, de pronunciar la famosa frase 'Habemus Papam' y de presentar al mundo al nuevo Pontífice.

La noticia de que se ponía fin a la Sede Vacante se dio a conocer exactamente a las 19.07 horas de Roma, cuando la chimenea de la Capilla Sixtina emitió una intensa humareda blanca.
La Misa de inicio de pontificado tendrá lugar el 19 de marzo, día de San José.
¡¡Felicidades a todo el pueblo argentino, ya que de esta tierra procede Su Santidad Francisco I!!

BIOGRAFÍA
Nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, se graduó en Ciencias Químicas en Buenos Aires, pero optó por los estudios eclesiásticos y el 11 de marzo de 1958 ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús.

Estudió Humanidades en Chile y en 1960, de regreso en la capital argentina, obtuvo la licenciatura en Filosofía en el Colegio del Salvador y más tarde, la de Teología en el Colegio Máximo de San Miguel. Ejerció como profesor de Literatura y Psicología, y el 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote.

El 22 de abril de 1973 hizo los votos perpetuos en la Compañía de Jesús, orden en la que ocupó diversas responsabilidades como la de maestro de novicios, profesor en la Facultad de Teología, consultor de la Provincia y rector del Colegio Máximo.

De 1973 a 1979 fue provincial de Argentina y como tal fue enviado a Alemania, de donde pasó a la iglesia de la Compañía, de la ciudad de Córdoba, como director espiritual y confesor.

El 20 de mayo de 1992 fue designado por Juan Pablo II obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires, sede en la que en junio de 1997 fue promovido a arzobispo coadjutor.

Desde el 28 de febrero de 1998 Bergoglio es arzobispo de Buenos Aires, y Primado de Argentina, puesto en el que sustituyó a Antonio Quarracino y al que llegó como el primer sacerdote de la Compañía de Jesús que ocupa la titularidad de la principal sede de Argentina.

El 21 de febrero de 2001 fue creado cardenal en el octavo consistorio convocado por Juan Pablo II y recibió la birreta roja y el título de San Roberto Belarmino.

Jorge Mario Bergoglio es vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina y como miembro de la Comisión Ejecutiva de la misma, forma parte de la Comisión Permanente en representación de la Provincia Eclesiástica de Buenos aires e integra además las comisiones episcopales de Educación Católica y de Pastoral Social.

Es Gran Canciller de la Universidad Católica de Argentina y en la Santa Sede forma parte de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos y de la Congregación para el Clero.
Goza de buena salud. Sin embargo, sólo tiene un pulmón.
Obras

1982: Meditaciones para religiosos

1986: Reflexiones sobre la vida apostólica

1992: Reflexiones de esperanza

1998: Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro

2003: Educar: exigencia y pasión

2004: Ponerse la patria al hombro

2005: La nación por construir

2006: Corrupción y pecado

2006: Sobre la acusación de sí mismo

2007: El verdadero poder es el servicio

2012: Mente abierta, corazón creyente

La Santa Sede

La Santa Sede
FRANCISCUS
13 de marzo de 2013

Annuntio vobis gaudium magnum;
habemus Papam:
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum Georgium Marium
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio
qui sibi nomen imposuit Franciscum

Franciscus
Felicitaciones al Santo Padre


Bendición Urbi et Orbi: 
Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.
(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).
Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....
Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
(Bendición).
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.