jueves, 27 de septiembre de 2012

Lecturas Domingo 23 de Septiembre del 2012, Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo B - Ciudad Redonda

Lecturas Domingo 23 de Septiembre del 2012, Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo B - Ciudad Redonda

Lecturas Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

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Domingo 23 de Septiembre del 2012
Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20):

Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones,nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 53,3-4.5.6 y 8

R/.
El Señor sostiene mi vida

Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R/.

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R/.

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,16–4,3):

Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»Palabra del Señor
José María Vegas, cmf
La cruz elegida y la elección del servicio
Jesús continúa con sus discípulos la enseñanza sobre la cruz que había iniciado en Cesárea de Filipo. La incomprensión y oposición que esta enseñanza provoca hace que Jesús la limite exclusivamente a los más cercanos y que evite el encuentro con las masas. En verdad el mensaje de la cruz sólo puede ser comprendido en el trato personal con el Maestro y, aún así, entenderlo y, sobre todo, aceptarlo no es cosa fácil. Y más si nos damos cuenta de que la cruz no es sólo la aceptación resignada de males que no podemos evitar, sino también un destino elegido. Esta es la clave que nos ofrece la primera lectura. Como un eco de los poemas del siervo de Yahvé del segundo Isaías (cf. Is 42, 1-7; 49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13-15. 53, 10) este texto nos habla de la persecución del justo, que, en un dramático crescendo, llega hasta la condena a una muerte ignominiosa. Existen, de hecho, formas pasivas de presencia de la cruz que no podemos ni debemos buscar, como la enfermedad o la pobreza. Son males indeseables que, cuando resultan inevitables, hemos de tratar de sobrellevar, descubriendo en ellos un sentido que nos une a la cruz de Jesucristo. Pero, en la medida en que podamos evitarlos, debemos hacerlo. Jesús mismo alivia el hambre y la enfermedad de los que sufren, enseñándonos con ello que también nosotros debemos ayudar a los que padecen a superar sus males.
En cambio, el texto de la Sabiduría nos habla de una forma de sufrimiento que procede de la propia coherencia de vida, del compromiso con la verdad y la justicia, de la fidelidad a la propia conciencia y a Dios. No es raro que esta fidelidad y coherencia se atraigan la enemistad de algunos, del ambiente dominante que nos rodea, que no puede soportar un comportamiento que, por sí mismo, y aun sin pretenderlo, es una denuncia que pone al descubierto la inmoralidad entorno. La consecuencia de esta coherencia suele ser el rechazo y la persecución, en ocasiones incruenta (ridiculizar, difamar, hacer el vacío…), pero que a veces llega hasta el derramamiento de sangre. Se trata así de acallar la voz incómoda del profeta, presionándola para que se amolde a formas de mal socialmente aceptadas. Y, ante esta presión, el perseguido tiene que hacer una elección. Puede ceder y evitar la persecución adaptándose, y renunciando así a su propia conciencia, a sus convicciones morales o religiosas. Pero, a diferencia de las otras cruces, que en lo posible deben ser evitadas, aquí la única opción válida es la de aceptar la persecución para mantenerse fiel a uno mismo, al bien, la verdad, la justicia y la fe. Es decir, esta forma de cruz, si se presenta, ha de ser expresamente elegida, y siempre debemos estar en la disposición de cargar con ella. Así hay que entender este caminar lúcido y libre de Jesús hacia Jerusalén, donde sabe que le espera un proceso injusto y una muerte ignominiosa.
Este es el sentido de las palabras con las que Jesús cerraba el evangelio de la semana pasada: “el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”. Estas palabras nos ayudan a comprender que elegir esta forma de cruz no tiene nada que ver con una especie de masoquismo espiritual, ni de heroísmo trágico. El anuncio de la pasión va acompañado de la profecía de la resurrección. El mensaje de la cruz es un mensaje pascual, que sin ocultar el rostro terrible y amenazante de la muerte, y una muerte de cruz (es decir, atroz e injusta), habla también del triunfo final del bien, de la justicia y de la Vida.
La instrucción a los discípulos, que de momento son incapaces de entender, significa que quien sigue a Jesús ha de aceptar no sólo el hecho de su trágico final, sino la disposición a vivir del mismo modo que él, con la misma coherencia y con las consecuencias negativas que pueden sobrevenir, como el único camino de salvación verdadera. Es una instrucción importante porque, como se ve en el texto de hoy, mientras Jesús les habla de su próxima pasión, ellos están preocupados por el éxito en este mundo, por alcanzar posiciones de prestigio y poder, que incluso se disputan entre ellos. Se puede decir que, al menos de momento, están en ondas completamente distintas. Pero Jesús no desespera por ello. Al contrario, toma pie en esa discusión de los apóstoles para introducirlos en la sabiduría de la cruz por la vía pedagógica del espíritu de servicio.
Frente a la lógica del poder, que busca el reconocimiento, la fama, la riqueza, el ser servido, Jesús propone otra forma de primacía: por un lado, hacerse servidor. No se trata de adoptar un espíritu servil, sino de hacer una libre elección. El servicio realizado libremente es parte de la esencia del amor. Pero, para ello, hay que dejar a un lado las actitudes arrogantes y autosuficientes. Y aquí entra en juego la enseñanza sobre los niños. Estos eran en la cultura del momento el prototipo de la insignificancia social. Jesús toma un niño y lo abraza, y lo señala como “el primero” y el más importante. Es claro que para los apóstoles el más importante era Jesús, al que confesaban como Mesías e Hijo de Dios. Pues bien, Jesús les dice que para acogerle a él, el más importante, tienen que acoger a los que, según los parámetros sociales, carecen de importancia, como ese niño, del que hace sacramento de su persona; y acogiéndole a él en los más pequeños acogen al mismo Dios. El verdadero camino de seguimiento de Jesús, que conduce a la salvación y a la vida, es el camino de la pequeñez (como la “infancia espiritual” de santa Teresa de Lisieux), del servicio y de la cruz.
La carta de Santiago nos da un cumplido ejemplo de esta sabiduría de la cruz. Cuando uno elige “ser importante”, “el más importante”, surge inmediatamente el conflicto, la envidia, la rivalidad, el desorden y toda clase de males. Esto es lo que sucede cuando uno pretende ante todo dar satisfacción a sus pasiones, poniendo a su servicio a los demás y las cosas más sagradas. Como atestigua Santiago, esto puede pasar incluso en el seno de la comunidad cristiana. Lo que indica hasta qué punto muchos creyentes siguen y seguimos sin entender ni aceptar el camino de la cruz y del servicio que nos propone Jesús. Y si esto es así, ¿qué testimonio pueden (podemos) dar? ¿Cómo anunciar el evangelio de Jesucristo, del amor y de la paz, si vivimos en contradicción con la enseñanza de nuestro Maestro? Cuando tal sucede, ¿no estamos volviendo sosa la sal y escondiendo la luz bajo el celemín? (cf. Mt 5, 13-16). Una fe vivida de modo tan incoherente hace estéril nuestra vida y vacía nuestra oración. Pero, no lo olvidemos, los discípulos tampoco entendieron enseguida las enseñanzas de Jesús. Igual que ellos, también nosotros estamos en camino, y tenemos la posibilidad de volvernos a la escucha de la Palabra, que es el mismo Cristo, y que nos comunica la sabiduría que viene de arriba, con sus actitudes de paz, comprensión, tolerancia y misericordia, y que da frutos de justicia y buenas obras, de servicio constante y sincero. Esta es la consecuencia de la escucha, acogida y comprensión de la Palabra del Señor, de la sabiduría de la cruz: convertirnos en mensajeros y agentes de paz, primero en la propia comunidad cristiana y, después, en el mundo entero.
 


 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

MIÉRCOLES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO

MIÉRCOLES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,31–13,13:

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Sal 32 R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,31-35:

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»

II. Compartimos la Palabra

En la primera lectura de San Pablo encontramos el famoso himno del Amor o de la Caridad. Cada uno de las afirmaciones de San Pablo son su propia experiencia de lo que significa “amar”. El Amor es más que una actitud, más que un sentimiento, más que un estilo de vida. El Amor se encuentra más allá de nuestros miedos y de nuestra debilidades. El amor no se hace, se vive. Por eso, el Amor nunca pasa. Siempre podemos vivir en el Amor.
San Pablo conoce al Amor y sabe que el Amor esta hecho de…, es “paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”.
En el pasaje evangélico de este miércoles encontramos una parábola de Jesús para hablar de la realidad del ser humano. Generalmente, Jesús utiliza parábolas para hablar del Reino de los cielos, para hablar de Dios, es decir, de sí mismo. Pero en este miércoles encontramos que Jesús utiliza una parábola para aproximarse al misterio del ser humano: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Jesús esta resaltando un par de rasgos, que a veces tenemos los seres humanos: 1. La acusación con gritos de unos contra otros: Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros 2. Y a veces, somos contradictorios: Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis. Además, Jesús explica, con un ejemplo sobre sí mismo, la parábola. A Juan el Bautista, sus contemporáneos lo reconocieron como endemoniado, ni comía ni bebía. A Jesús lo reconocieron como bebedor, comilón y amigo de pecadores. ¿Cómo es, por tanto, el ser humano? El ser humano esta hecho por Amor, es sujeto y receptor de Amor, como dice San Pablo en la primera lectura. Pero el ser humano también es contradictorio porque no es capaz de ver la verdad del Amor. Si el ser humano, está hecho de Amor, si está lleno de Amor… ¿por qué no se mueve al ritmo del Amor? Porque también somos contradictorios.
San Pablo en la primera lectura nos decía que el Amor goza con la Verdad. Verdad y Amor son dos palabra sinónimas. Aquello que es Amor es Verdad. Aquello que es Verdad se ama. Y la verdad es que, muchas veces, nos acusamos a gritos entre los seres humanos y por ello, somos contradictorios. Y somos contradictorios porque el Amor no se revela con gritos, con acusaciones; el Amor no se revela con contradicciones. El Amor se revela en el pecado, el Amor se revela en el error, en la equivocación.
El Amor no se supone; se manifiesta, se revela.
Fray José Rafael Reyes González
Convento de San Clemente - Roma


  1.- 1Tm 3, 14-16
1-1.
-Quiero que sepas como hay que portarse en la casa de Dios que es la Iglesia de Dios vivo.

San Pablo establece una equivalencia entre «la comunidad cristiana», «la Iglesia de Dios» y «la casa de Dios». ¿Estamos convencidos de que somos la «familia de Dios»? Sin orgullo alguno, pero con un sentido profundo de nuestra dignidad y de nuestra responsabilidad.

No olvidemos nunca que los primeros cristianos eran absolutamente minoritarios... perdidos en el inmenso imperio romano pagano, creyeron en su función irremplazable como fermento divino. ¿Lo creemos así nosotros?

-La comunidad, la Iglesia de Dios vivo, que es columna y sostén de la verdad.

Verdad es que el evangelio sólo puede vivirse conjuntamente, en comunidad. Sin «asamblea de Iglesia», la Fe se debilita muy pronto, reduciéndose a una vaga religiosidad ocasional.

Quizá hoy se tiende a disminuir la importancia de la práctica dominical regular: sin embargo, de hecho, es la única «columna» de una fe sólida. Quien no se nutre a menudo de la Palabra de Dios y del Pan de Dios... acaba por vivir sin Dios.

-Sin duda alguna, grande es el Misterio de nuestra religión.

Pablo gusta de la palabra «misterio» para resumir el «designio de Dios». Misterio escondido antaño y ahora desvelado. (1 Co 2, 7; Ef 5, 32.)

Después de los veinte siglos de explicitación teológica, que han desplegado y complicado la expresión de este "misterio", nos resulta conveniente verlo resumido en unas líneas.

El misterio... es Cristo...

Así el artículo principal de nuestro credo no es una afirmación sobre Dios, sino una afirmación sobre Jesucristo.

Y para definir su función y su ser, Pablo utilizará, una vez más, un Himno litúrgico, una especie de Credo primitivo y muy sencillo.

-Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu.

Verdadero hombre y verdadero Dios. En la carne y en el Espíritu. Esta es la originalidad de Jesús.

-Acogido en el mundo, por la Fe, elevado al cielo en la gloria...

A la vez en el mundo y en el cielo. Como en las otras epístolas de san Pablo, encontramos aquí esa función central de Cristo que lo llena todo.

-Visto de los ángeles, proclamado a los gentiles o paganos...

Presente tanto a los seres más espirituales y más cercanos a Dios, como a los seres que parecen ser los más alejados.

Y la comunidad cristiana es precisamente depositaria y columna de este misterio. Ella es la encargada de transmitir al mundo esta verdad. Y esta Fe es la única salvación de la humanidad. Sin ella el hombre se desvanece en la insignificancia y la fragilidad de su condición mortal. En Cristo, hombre-Dios, tiene su porvenir la humanidad. Lo restante no tiene salida alguna. Se comprende que los cristianos, a pesar de ser minoritarios, hayan podido tener una tal conciencia de su función en el corazón del mundo.

Sin Dios, la humanidad no es más que una pequeña y efímera pompa de jabón.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 288 s.


2.- 1Co 12, 31-13, 13
2-1.Ver DOMINGO 04C




En esta Epístola a los corintios, Pablo trató de contestar a varias preguntas concretas que interesaban a esta comunidad. Ahora bien, después de haber expuesto sus puntos de vista sobre el celibato y el matrimonio, sobre las celebraciones de las asambleas litúrgicas, sobre las diversidades legítimas y la unidad necesaria en la Iglesia, sobre el uso de los carismas particulares... Pablo llega ahora a decir que, a fin de cuentas, ¡todo ello no vale más que por la «caridad», el amor-ágape! Y leemos escrito por su mano el más hermoso himno al amor que jamás haya sido escrito.

-Entre los dones de Dios, he ahí lo mejor... Una vía superior a todas las demás: la caridad, el amor.

En nuestro lenguaje moderno es dificultoso traducir la palabra que emplea aquí san Pablo... Es el término griego «agape», si se le traduce por caridad fácilmente sugiere «caridad-limosna».

Si se lo traduce por «amor» nos encontramos también ante un término ambiguo, que puede significar lo contrario de lo que san Pablo ha querido decir.

La lengua griega tenía dos términos diferentes: "eros" significaba el amor-deseo, el amor-placer que quiere gozar y poseer, como cuando decimos: al lobo le gustan los corderos; me gustan los cigarrillos.

«Agape» significaba el amor-don, el amor desinteresado, capaz de sacrificarse por otro, como cuando decimos «la madre ama a su hijo», o «Dios nos ama»...

-La caridad es paciente, no busca su interés. La caridad no se irrita, no es envidiosa. La caridad es servicial.

Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta...

Al decir estas cosas, Pablo piensa en Cristo, que ha realizado todo esto a la perfección.

Repito esas fórmulas líricas a la vez que imagino a Jesús viviendo cada una de ellas.

-Aunque conociera toda la ciencia y todos los misterios, aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, ¡si no tengo caridad, nada soy!

El «valor» esencial de nuestra religión no es la «fe», al menos bajo su aspecto «doctrinal», de «conocimiento intelectual», ¡es el «amor-caridad»! Una viejecita que amasa su pan con amor tiene un mayor grado de gracia que un gran teólogo de corazón enjuto, e incluso mayor que el que hiciera milagros, dice san Pablo.

«¡Por este signo seréis reconocidos como discípulos míos, si amáis!» ¿Qué parte tiene en mi vida el amor-ágape?

-Actualmente tenemos una imagen oscura... Aquel día veremos a Dios cara a cara. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad; pero la mayor de estas tres es la caridad.

Pablo evoca el cielo después de la muerte. Aquí abajo nuestro conocimiento de Dios es borroso, oscuro. En el cielo veremos a Dios «cara a cara»: la expresión es muy viva y penetrante. Dios es "amor", y entonces estaremos totalmente investidos de ese amor:

Ayúdanos, Señor, ya desde hoy.
3-8. DOMINICOS 2003
Palabra de verdad y denuncia
Primera carta de san Pablo a Timoteo 3, 14-16:
“Querido hermano: Aunque espero ir a verte pronto, te escribo por si me retraso. Quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la iglesia del Dios vivo, columna y base de la verdad. Grande es, sin duda, el Misterio de nuestra religión (Cristo): Él ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria”
Reparemos en las seis expresiones relativas a Cristo: manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria. Cristo es todo para todos.
Evangelio según san Lucas 7, 31-35:
“En aquel tiempo dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararé? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: “Tocamos la flauta, y no bailáis; cantamos lamentaciones, y no lloráis”.
En efecto, vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores”.
Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón”
Gran contraste entre las expresiones sobre Cristo en la carta de san Pablo y este texto de Juan. Aquí Jesús lamenta que el Hijo de Dios, hecho hombre, no encuentra acogida en el corazón de los hombres, pues se muestran siempre huidizos, escurridizos, no comprometidos.
 Momento de reflexión
La Iglesia, Casa del Dios vivo, y el Evangelio.
San Pablo en su carta manifiesta cierta urgencia en mostrar o recordar a su discípulo y amigo, Timoteo, que en la Iglesia hay que cuidar con esmero sumo la proclamación del gran misterio de nuestra fe : Cristo, Hijo de Dios.
En efecto, tal como se recita en los himnos litúrgicos y en las confesiones de fe, Él se ha manifestado en la carne, por medio de su encarnación y vida histórica; fue justificado en el Espíritu, por la resurrección que le hizo triunfante de todo; fue proclamado por los gentiles, es decir, acogido por cuantos acceden a la fe; fue levantado a la gloria, por la Ascensión a la gloria del Padre.
Ninguna comunidad será auténticamente cristiana si no asume esas verdades, si no las proclama, si no vive iluminada por ellas. Cristo es nuestra luz y guía. Bendito sea.
Quien no es de la verdad, busca justificaciones.
Al leer el texto evangélico de hoy, reparemos en las expresiones y semejanzas que utiliza Jesús al denunciar la incoherencia de los hombres.
Los hombres presumen de amar la verdad, pero eso es mentira, pues, a pesar de sus palabras en realidad no quieren “oír la verdad”, “escucharla”, “acogerla”.
Son como niños que, si les ofrecen una cosa, les apetece siempre otra.
Viene a decir Jesús a la gente que quien no quiere seguir a la Verdad siempre encuentra excusas para desecharla, y, en cambio, quien quiere seguirla encuentra motivos para hacerlo.
El razonamiento del corazón innoble resulta caprichoso, ciego e interesado: si la verdad proclamada se viste de austeridad y viene del desierto, a él le parece que bajo esa capa de bien se esconde un mal espíritu al que él no puede seguir; y si se viste de sencillez convivencial y comparte con los demás en la plaza amigablemente, comiendo y bebiendo, está pecando de vulgaridad y carece de prestigio y sabiduría.
En cambio, el juicio de quien busca la Verdad, venga en traje de austeridad o en traje de amistad convivencial, siempre encuentra motivos para interesarse, para agradecer, para estudiar y discernir, y, si procede, para entregarse a ella.


3-9.
LECTURAS: 1TIM 3, 14-16; SAL 110; LC 7, 31-35

1Tim. 3, 14-16. Hemos de comportarnos a la altura de Cristo, de tal forma que seamos un signo de su presencia salvadora en la Iglesia. Cristo ha de ser el punto de referencia para todo aquel que ha sido puesto al frente de la Comunidad de creyentes. Por eso se ha de meditar continuamente en su Palabra, contemplar su ejemplo, su modo de vivir entre nosotros; entrar en una continua relación personal de amor con Él. Quien viva separado de Cristo; quien lo trate de un modo intranscendente; quien viva como asalariado y no como pastor y dueño de las ovejas, en lugar de hacer el bien hará el mal, pues no tomará en serio al Pueblo de Dios, ni a Cristo, ni a sí mismo como representante de Cristo Cabeza, Esposo, Pastor y Siervo de la Iglesia. Si queremos proclamar el Nombre del Señor de un modo eficaz, dejémonos santificar por el Espíritu, para que quienes nos traten, desde nosotros contemplen al mismo Cristo y, mediante la fe, puedan ser elevados, junto con el Señor, a la Gloria que Él posee recibida del Padre.

Sal. 110. De una y mil maneras Dios nos ha manifestado su amor, pues todas sus obras no sólo son dignas de estudio, sino de ser consideradas como el lenguaje a través del cual el Señor nos manifiesta su piedad y clemencia hacia nosotros. La obra grandiosa de la salvación que nos ha otorgado en Cristo, su Hijo, nos hace comprender hasta qué extremo llega el amor y la misericordia que Dios nos tiene. Por eso, quien sea sabio, que tema al Señor, no con el temor de quien actúa para evitar ser castigado, sino con el temor que se traduce en reconocimiento, respeto, obediencia y fidelidad amorosa a la voluntad de Dios sobre nosotros. Entonces podremos decir: Hágase en mi, Señor, según tu Palabra; entonces, realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria eterna.

Lc. 7, 31-35. Ojalá y tomemos en serio al Señor en nuestra vida y no queramos verlo como un juego. En el Talmud se hablaba de las trompetas que se habrían de tocar en los duelos; y de las que se habrían de tocar en las bodas. Los niños en las plazas jugaban a los duelos o a las bodas y, conforme al sonido de las trompetas bailaban o lloraban. Quien no toma en serio al Señor comete una especie de pecado contra el Espíritu Santo porque, no sólo lo toma como un juguete, sino que, además se cierra a su amor, a la escucha fiel de su Palabra, pues no quiere convertirse y salvarse. A veces, por desgracia, juzgamos a las personas por su porte externo; y antes de entrar en una relación verdadera con ella, nos formamos juicios temerarios sobre la misma. El Señor nos pide que en el trato con Él no nos quedemos en lo externo; que no pensemos que estaremos unidos a Él por medio de cantos, adornos, inciensos; sino que sepamos escuchar su voz y hacerla nuestra, aun cuando los signos que nos lleven a Él sean demasiado pobres; finalmente, Dios escogió a lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta según los criterios de este mundo.

El Señor nos reúne en esta Eucaristía en la sencillez que se hace lenguaje nuestro, conforme a nuestra cultura. Su Palabra se encarna para nosotros, se pronuncia con toda su fuerza salvadora para nosotros. Para muchos tal vez esa Palabra parezca algo banal e intranscendente; sin embargo es Cristo que se hace cercanía del hombre para caminar con Él y conducirlo al Padre. La Eucaristía hecha para nosotros Pan de Vida, no puede hacernos pasar de largo ante ella por realizarse bajo los signos muy sencillos del pan y del vino, considerándola malamente como un objeto que tal vez merezca nuestro respeto, pero del cual no podemos esperar algo grandioso. El Ministro que, junto con su comunidad celebra la Eucaristía, puede también ser un signo demasiado pobre del Señor a causa de su fragilidad; y muchas veces los escándalos provocados por quienes están reunidos en torno al Señor manifiestan un signo pobre de la Iglesia santa. Sin embargo sabemos que es el Señor quien realiza, por medio nuestro, su obra de salvación actualizando en un auténtico Memorial, su Misterio Pascual a través de la historia, con todo su poder a pesar nuestro.

Tomar en serio al Señor en nuestra existencia significa dejar que Él renueve nuestra vida y nos ayude a actuar conforme a la fe que profesamos. A nosotros corresponde, por tanto, continuar la obra del Señor, haciéndolo presente en todos los ambientes en que se desarrolle nuestra existencia. La proclamación del Nombre del Señor la hemos de hacer con toda claridad, invitando a la conversión e invitando a vivir en la alegría y en la paz que el Señor nos ofrece. No podemos pasarnos la vida como plañideras; ni podemos vivir siempre guiados por un optimismo que nos hiciera cerrar los ojos ante el pecado que ha dominado a muchos que, al mismo tiempo, han cerrado sus oídos y su corazón a la oferta de salvación que Dios nos hace. La Iglesia de Cristo debe estar muy atenta para procurar que la salvación llegue a todos y a cada persona, conforme a aquello que realmente necesita en su vida y que, tocándole el Señor de un modo personal, le invite fuertemente a dejarse conducir por Él. En este aspecto no hemos de dejarnos dominar por el desaliento, sino que, fortalecidos por el Espíritu del Señor, hemos de ser valientes testigos de su Evangelio aceptando con amor sincero todos los riesgos que, como consecuencia de nuestro testimonio acerca de Cristo, tengamos que afrontar día a día.

Pidámosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Él. No vaya a suceder que, quienes vivimos constantemente junto al Señor, vayamos a perder la novedad de Cristo en nuestra vida y tomemos a juego lo que debe ser una respuesta de amor fresco, renovado, comprometido en su totalidad al Señor. Que siendo fieles testigos del amor de Dios para nuestros hermanos, sepamos dar nuestra vida por ellos para que, juntos, podamos algún día alegrarnos eternamente en el Señor. Amén.

www.homiliacatolica.com

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO

lunes, 17 de septiembre de 2012

CANTOS CATOLICOS PARA LA SANTA MISA-VOL 1

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Orden de Predicadores

Orden de PredicadoresI. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,17-26.33:

Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.

Sal 39 R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,1-10:

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

II. Compartimos la Palabra

San Pablo, en la Primera Lectura, nos ofrece el texto más antiguo que conservamos sobre la institución de la eucaristía, antes incluso que los del evangelio. La tradición narrada no la ha recibido directamente del Señor, sino por vía oral de los que estuvieron presentes con él en la Última Cena. El motivo que mueve a San Pablo es corregir a los corintios las divisiones y desigualdades que se dan en sus asambleas, para que vuelvan a tener el tono familiar de la nueva familia del Reino.
En el Evangelio, Jesús realiza un milagro a distancia, pues el Centurión no se considera digno de que Jesús entre en su casa. Sólo conocemos otro caso parecido en el Evangelio, cuando Jesús cura a la hija de una mujer cananea (Mt 15,22-28).
  • La fe de un pagano

No sé si la fe se puede dar, por así decirlo, en estado puro, sin punto de apoyo, sin andamiaje alguno que la prepare y, de alguna forma, la facilite y la proteja. Digo esto porque este Centurión que, por pagano, no tenía nada que ver con las promesas del futuro Mesías y menos todavía con Jesús, aparece ante nosotros con una disposición inicial de buena conciencia, con una actitud de compasión y misericordia, nada comunes y nada despreciables. “Estimaba mucho a su criado”, él el jefe, a un subalterno, a un siervo, en una época donde la distancia entre las clases sociales llegaba a ser abismal. Trato no exclusivo con aquel siervo, sino extensivo al pueblo judío con quien mantenía las mejores relaciones, según el mismo Evangelio.
Nada extraño que esta disposición inicial conduzca a la verdad y, en concreto, al encuentro con Jesús, a la fe. Una fe superior a la de los hijos de la promesa: “Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”.
  • “Jesús se fue con ellos”

Se fue con ellos porque se encontraba a gusto en aquel ambiente de sinceridad, de cercanía y de amistad. Cercanía del Centurión con su criado y con los judíos; cercanía de estos con el Centurión. Y amistad, cercanía y fe del Centurión en Jesús. Y no una fe encorsetada en ritos y ceremonias, sino en gestos de sinceridad y de reconocimiento: “Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo”. Y “Jesús se admiró de él”, lo puso de modelo de fe auténtica, como no la había encontrado en Israel, y “se fue con ellos”. Y el criado quedó curado, porque, como el mismo Jesús dijo en otros momentos, cuando hay fe se realiza el milagro: “Tu fe te ha curado” (Cfr Mc 5,34; Lc 18,42).
De tal forma nos han impactado las palabras del Centurión “pagano”, pero con una fe inmensa, que en todo el mundo se recuerdan y repiten siempre que alguien se acerca a recibir sacramentalmente al Señor. Que las recordemos y digamos con la espontaneidad y sinceridad del Centurión, sin acostumbrarnos, como si fuera la primera, la única vez.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino

MARCO DOMINGO 24B

PRIMERA LECTURA
El siervo del Señor personifica el fracaso aparente: ator mentado, despreciado y tenido por réprobo. Pero revela que en el fracaso puede haber sentido. El lo encuentra, al estar en cada momento a la escucha. Dios se le manifiesta presente en el dolor como el salvador. Por eso lo acepta con firmeza y esperanza. La luz de la elevación le aclara el misterio de pasión. Enseña a los que sufren a estar también a la escucha: Dios está en el sufrimiento.



 Lectura del Profeta Isaías 50,5-10.

En aquellos días, dijo Isaías:

El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he rebelado, ni me he echado atrás.

Ofrecí la espalda a los que golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.

No oculté el rostro a insultos y salivazos.

Mi Señor me ayudaba,
por eso no quedaba confundido,
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
y sé que no quedaré avergonzado.

Tengo cerca a mi abogado,
¿quién pleiteará contra mí?.

Vamos a enfrentarnos: ¿quién es mi rival?
Que se acerque.

Mirad, mi Señor me ayuda;
¿quién probará que soy culpable?


SEGUNDA LECTURA
Creer no es solamente ni principalmente admitir intelectualmente un credo, sino aceptar el compromiso vital de la fe, que no es otro que el amor al prójimo. Cuando en un mundo cristiano hay crisis de fe es porque antes ha habido una crisis de amor.




Lectura de la carta del Apóstol Santiago 2,14-18.

Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?

Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare: abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?

Esto pasa con la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro.

Alguno dirá:

-Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.


Lectura del santo Evangelio según San Marcos 8,27-35.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos:

-¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos le contestaron:

-Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.

El les preguntó:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy?

Pedro le contestó:

-Tú eres el Mesías.

El les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos:

-El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:

-¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:

-El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará.
-El Hijo del Hombre sufriente
Comienza una nueva revelación, que será habitual a partir de este momento. La novedad de la revelación (que se irá concretando cada vez más en el evangelio) consiste en esto: se pasa de la revelación de Jesús Mesías a la del Hijo del Hombre que sufre. Paralelamente comienza un nuevo tipo de incomprensión, que no es ya la de la gente, sino la de los discípulos. Ellos están dispuestos a aceptar el carácter mesiánico de Jesús, pero no en el camino mesiánico hacia el sufrimiento. A la profundización en la perspectiva mesiánica corresponde otra profundización de la fe (o de la incredulidad).
Lo repetimos una vez más: la soledad de Jesús es total. No sólo es la gente la que no comprende, sino tampoco los discípulos. Jesús condena a Pedro con los mismos términos con que condenó a Satanás en la tentación del desierto. Se trata realmente de la misma tentación: una oposición mesiánica que descarta los caminos de Dios para imponer los caminos humanos. Hay que comprender además en qué consiste la novedad de la revelación que aquí se nos hace. No consiste solamente en la perspectiva de la pasión, sino en el hecho de que esta pasión entra en los planes de Dios.
Conviene que nos fijemos bien en ese "era necesario" que recogen todas las fuentes. No indica simplemente una certidumbre de orden histórico y psicológico, basada en las observaciones que Jesús podía ir sacando del ambiente y de las situaciones.
J/PASION-MU/NECESIDAD: Expresa claramente la conciencia de una necesidad de orden teológico. La pasión no es la consecuencia de una fatalidad, sino de la voluntad de Dios. Está arraigada en el plan mismo de Dios. Y aquí es donde está el escándalo de los discípulos: esta forma de presentar la pasión no sólo afecta a su concepto del Mesías, sino más hondamente al plan mismo de Dios, a su concepto mismo de Dios.
BRUNO MAGGIONI B.Pág. 123

El discípulo tiene que "negarse" a sí mismo (8, 34), esto es, tiene que aceptar -a diferencia de Pedro- el proyecto mesiánico de Cristo, invirtiendo de esta manera la imagen de Dios que se había construido y purificando radicalmente las esperanzas que había cultivado hasta entonces.
Es una conversión que llega hasta la raíz y alcanza hasta el centro de la propia mentalidad, desconcertando los criterios de fondo e indiscutibles de las propias valoraciones. Se puede por tanto hablar muy bien de "negarse a sí mismo".
El discípulo (8, 35) tiene que proyectar su existencia en términos de entrega, no de posesión: "El que quiera asegurar su vida la perderá; en cambio, el que pierda su vida por mí y por el Evangelio se salvará". Hay que evitar absolutamente leer estas palabras en una clave dualista: renunciar a esta vida terrena por la celestial, a los valores materiales por los espirituales. Nada de esto. Jesús afirma que la vida entera, material y espiritual, se posee únicamente en la entrega de sí mismo. Vale la pena que insistamos: Jesús no nos pide que renunciemos a la vida (a esta vida, para que tengamos otra), sino que exige que cambiemos el proyecto de esta vida. No se trata de una renuncia a la vida, sino de un proyecto de la misma en la línea del amor.
En definitiva, ¿de qué sirve ganar el mundo entero si se pierde uno a sí mismo? (8, 36-37). Estamos siempre en la misma línea de pensamiento. Ninguna oposición entre alma y cuerpo, entre espíritu y materia. La oposición está en el proyecto del hombre y el proyecto de Dios, entre dos modos posibles de conducir la existencia. No está en juego una vida en lugar de la otra, no se trata de elegir simplemente entre esta vida y la vida futura. Está en juego toda la existencia; la elección hay que hacerla entre una vida "llena" y una vida "vacía". Puedes jugarte la existencia apostando por la posesión, dentro de la lógica de tener cada vez más; o te la puedes jugar apostando por la solidaridad, según la lógica del discípulo. La primera elección, a pesar de su fascinación inicial, contiene la negación de la vida, porque en su esencia más profunda el hombre está hecho de amor, no de soledad. La segunda, a pesar de su fracaso aparente, contiene la plenitud de la vida.
BRUNO MAGGIONI, B.Pág. 126

4.
Texto. Se sitúa en la zona más septentrional judía, donde el río Jordán comienza su andadura. Marcos centra su atención en Jesús, abordando el interrogante que con anterioridad había aparecido en al menos cinco ocasiones. La pregunta sobre quién es Jesús se la han formulado a sí mismos absolutamente todos los que le rodean: la gente, los responsables doctrinales, los discípulos, los paisanos de Jesús, Herodes Antipas (Mc. 1, 27; 2, 7; 4, 41; 6, 2-3. 14-16). En el texto de hoy es el propio Jesús quien traslada la pregunta a sus discípulos. Es una forma de resaltar la importancia del texto de hoy.
La respuesta de Pedro en nombre del grupo va seguida de un tajante mandato de Jesús instando a sus discípulos a guardar silencio. El mandato de guardar silencio que el domingo pasado recaía sobre la curación del sordomudo, recae hoy sobre la confesión de Pedro. La actividad curativa de Jesús y la personalidad de Jesús las recubre Marcos con el mismo velo de silencio. En cualquier caso, del más sorprendente. Mandatos de silencio hasta ahora constatados acerca de la persona de Jesús: Mc. 1, 25 y 3, 12; acerca de las curaciones: Mc. 1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26.
El mandato de silencio viene seguido en esta ocasión por unas palabras de Jesús sobre su camino futuro. Marcos subraya que se trata de una revelación a las claras, de un hablar abiertamente, sin esconder ni velar nada. Cuatro verbos resumen ese futuro camino: padecer, ser condenado, ser ejecutado, volver a la vida.
La expresión padecer mucho no se refiere a un momento concreto, sino que recoge el conjunto de tribulaciones causadas a Jesús a lo largo de su existencia terrena. Pedro cuestiona la revelación de Jesús. La reprensión siguiente de Jesús viene a sumarse a las cuatro ocasiones anteriores en que Marcos ha presentado a Jesús reprendiendo a sus discípulos por su falta de compren- sión. Mc. 4, 40; 6, 52; 7, 18 y 8, 17-21. Se trata de otro rasgo peculiar del quehacer teológico de Marcos.
El texto concluye con una solemnidad especial en razón de la ampliación del auditorio. Se anuncia el comienzo de una andadura difícil y se formulan dos condiciones para emprenderla: negación de sí mismo y disposición a cargar con la cruz.
Comentario. En Mc. 4, 11 el autor ha empleado la palabra misterio refiriéndose al Reino de Dios. Marcos entiende esta palabra en el sentido de algo oculto y desconocido. Una cosa que los contemporáneos de Jesús parecían desconocer es que el Reino de Dios es una realidad abierta absolutamente a todos los hombres. Este es el aspecto del Reino de Dios que Marcos ha ido desvelando hasta este momento.
En el texto de hoy Marcos aborda un segundo aspecto oculto y desconocido del Reino de Dios. Su formulación es trágicamente sencilla: el sufrimiento del Enviado, del Hijo. Esto es lo que hoy Marcos desvela con toda claridad.
Con anterioridad al texto de hoy Marcos ha dejado intencionadamente en suspenso el hablar sobre Jesús. Un "no comment" ha sido toda su respuesta a propósito de los milagros y de la persona de Jesús. El recurso empleado ha sido el sistemático y sorprendente encargo de guardar silencio. Hoy lo vuelve a emplear con ocasión de la confesión de Pedro. Nada permite pensar que Marcos dé a las palabras de Pedro una valoración política en la línea de una imagen revolucionaria de Mesías. Marcos recoge más bien las palabras de Pedro como afirmación válida, como auténtica confesión en la persona de Jesús. El término Mesías está en la linea del término Hijo. El mandato de silencio no se debe a una incorrecta afirmación de Pedro necesitada de corrección posterior. La afirmación de Pedro es absolutamente correcta y, sin embargo, se prohíbe hablar de ella.
La razón de esta prohibición y de todas las anteriores la encontramos en el v. 32. Este versículo desvela del todo el misterio del Reino de Dios, un Reino abierto a todos y un Reino cimentado sobre el sufrimiento del Enviado de Dios. En la concepción de Marcos la fe en Jesús pasa en primer lugar por un creer en Jesús muerto y resucitado. Es inválida toda confesión sobre Jesús que no parta de la provocación de la muerte y de la resurrección de Jesús. Porque es realmente provocativo decir que el Hijo de Dios tiene que morir y resucitar. Escandaloso para los esquemas humanos de lo divino. ¡Un Dios que sufre como cualquier mortal el desbarajuste y los descalabros de los mortales! La tremenda necesidad nacida de la realidad. El fascinante realismo del Reino de Dios.
DISCIPULO/CZ: El texto termina transfiriendo al creyente el camino de Jesús, el camino completo, esto es, muerte y vida. Ser discípulo de Jesús, según Marcos, es reconocer el camino de Jesús y asumirlo como único camino personal. Es importante devolver a este camino toda su impronta de realismo, derivado de las provocaciones humanas. Esto sí que es misterioso, me refiero al hecho de que seamos ("tengamos que ser") lobos los unos para los otros. El creyente se encuentra situado en el mismo camino que Jesús. La confesión externa puede resultar sencilla; su puesta en práctica es difícil. La protesta proviene de la consternación existencial. Pero puede ayudar a que la confesión hecha con los labios llegue a madurar hasta convertirse en fe auténtica.
ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 47

TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | LourdesREFLEXIONES



El cristiano no busca el dolor, sería un absurdo. Cristo mismo no lo buscó, como resalta en la oración de Getsemaní. Pero el cristiano sí que busca un sentido al dolor, un sentido a la ascesis.

Gran parte del dolor humano no tiene solución, pero sí que puede encontrar un nuevo sentido: el dolor humano no es natural, pero tampoco puede quedarse en simplemente antinatural, necesita sobrenaturalizarse, y esto sucede cuando se injerta en la Pasión de Cristo, que es quien le da sentido y fruto. Por eso basta con una sola cruz para todos: la de Cristo. Ahora podemos entender la afirmación de ·Bernanos-G: "Pero nos queda, Señor, el sufrimiento, que es nuestra parte común contigo".

Es verdad que, aun así, cuesta aceptar, duele y escuece el dolor. "Lo que para un no creyente es problema, para nosotros no es solución, pero sí misterio" (·Cabodevilla). La cruz será siempre, sobre todo, misterio de la cruz. Misterio y, también, condición para el fruto: "Donde un hombre sufre y muere por ser fiel a la verdad del Reino, está estallando en nuestra tierra un nuevo mundo; allí donde un hombre siente la carga de la vida que le atenaza sin saber por qué, siempre que sufre la violencia de los otros o padece a causa de la verdad o la justicia..., su existencia tiene hondura, validez y sentido". Y ya es bastante.

El dolor tiene sentido, si no Jesús no se hubiera atrevido a llamar "dichosos" a los que sufren.

B. CEBOLLA HERNANDO
DABAR 1988, 47

sábado, 15 de septiembre de 2012

TOTUS TUUS, MARIA










Lectura de la carta a los Hebreos 5,7-9:

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Sal 30,2-3a.3b-4.5-6.15-16.20 R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí. R/.

Ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 19,25-27:

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

II. Compartimos la Palabra

  • Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre

En este pasaje de la Carta a los Hebreos, nos encontramos con el ejercicio del Sumo Sacerdocio de Jesús. El Santo Padre en su libro de Jesús de Nazaret nos dice “en su gritar, llorar y orar, Jesús hace lo que es propio del Sumo Sacerdote. El lleva la zozobra de ser hombre hacia lo alto, hacia Dios. Lleva al hombre ante Dios.” Reflexionar hoy ante este misterio, es alentar nuestra oración personal de cada día. Oración que, como la de Jesús, debe de tener al hombre en una parte y a Dios Padre en la otra.
Ayer celebramos la Santa Cruz y hoy en la obediencia de María se vuelve a iluminar y a poner ante nuestros ojos el Signo de Salvación. Trayendo también aquí las palabras de Papa en su libro: Desde la Cruz viene a los hombres una vida nueva. En la Cruz, Jesús se convierte en fuente de vida para sí y para todos. En la Cruz, la muerte queda vencida. El que Jesús fuera escuchado afecta a la humanidad en su conjunto: su obediencia se convierte en vida para todos. Y, así concluye la Carta a los Hebreos coherentemente con las palabras: Se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el rito de Melquisedec.
  • Ahí tienes a tu Madre

En este Evangelio en la fiesta de la Virgen de los Dolores. La protagonista es María la madre de Jesús. En este pasaje se basa la maternidad espiritual de María.
Jesús nos revela algo importante: ha llegado su hora y, con ella, la de su madre, que se convierte en mujer. Ella simboliza a la Iglesia. Lo mismo que el discípulo amado simboliza a todos los creyentes. De ahí que el discípulo amado reciba a la madre de Jesús como suya, como algo que le pertenece y a lo que no puede renunciar. Lo propio del discípulo es la fe. El discípulo al que Jesús tanto quería cumple el mandato recibido desde la cruz aceptando a la madre de Jesús como madre. Junto a la cruz de Jesús, María, que tampoco aquí es llamada por su nombre, tiene una doble dimensión: 1º por ser la madre de Jesús, por lo que todo el mundo le tributa cariño, respeto y veneración, y 2º la de ser símbolo de la Iglesia, que está naciendo en aquel momento, por lo que debemos recibirla todo creyente como algo propio e irrenunciable.
María nuestro ejemplo en la fe, como mujer creyente. Ella supo edificar su vida sobre roca, porque ella escuchó la Palabra y la puso en práctica, y se fió plenamente de Dios. Como nos dice el evangelio de Lucas en este sábado XXIII. Ella cumplió fielmente el encargo recibido de Dios hasta las últimas consecuencias. Ella es nuestro ejemplo a imitar, mujer de dolores y sufrimiento, pero mujer fuerte y firme en la fe.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas

Película y Biografía de San Maximiliano Kolbe

Película y Biografía de San Maximiliano Kolbe

martes, 11 de septiembre de 2012

Procesión de Velas

Procesión de Velas

Meditación del día de Hablar con Dios


23ª semana. Martes

LA ORACIÓN DE CRISTO. NUESTRA ORACIÓN

— El Señor, desde el Cielo, sigue intercediendo por nosotros. Su oración es siempre eficaz.

— Frutos de la oración.

— Las oraciones vocales.

I. Se lee en el Santo Evangelio1 que Cristo salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración. Al día siguiente, eligió a los Doce Apóstoles. Es la oración de Cristo por la Iglesia incipiente.

En muchos lugares evangélicos se nos muestra Cristo unido a su Padre Celestial en una íntima y confiada plegaria. Convenía también que Jesús, perfecto Dios y Hombre perfecto, orase para darnos ejemplo de oración humilde, confiada, perseverante, ya que Él nos mandó orar siempre, sin desfallecer2, sin dejarse vencer por el cansancio, de la misma manera que se respira incesantemente.

Jesús hizo peticiones al Padre, y su oración siempre fue escuchada3. Sus discípulos conocían bien este poder de la oración del Señor. Después de la muerte de Lázaro, la hermana de este, Marta, le dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano; pero sé que cuanto pidas a Dios, te lo otorgará4. En el momento de la resurrección de Lázaro, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas5. Por Pedro rogará antes de la Pasión: Simón, Simón, le advierte, Satanás os busca para zarandearos como el trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos6. Y Pedro se convirtió después de su caída. Igualmente, había rogado por los Apóstoles y por todos los fieles cristianos en la Última Cena: No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal... Santifícalos en la verdad...7. Jesús conoce el abatimiento en el que van a caer sus discípulos pocas horas más tarde, pero su oración los sostendrá; les obtendrá fuerzas para ser fieles hasta dar la vida por el Maestro.

En esta oración sacerdotal de la Última Cena suplica el Señor a su Padre por todos los que han de creer en Él a través de los siglos. Pidió el Señor por nosotros, y su gracia no nos falta. «Cristo vivo nos sigue amando todavía ahora, hoy, y nos presenta su corazón como la fuente de nuestra redención: Semper vivens ad interpellandum pro nobis (Heb 7, 25), En todo momento nos envuelve, a nosotros y al mundo entero, el amor de este corazón que tanto ha amado a los hombres y que es tan poco correspondido por ellos»8. Procuremos nosotros corresponder mejor.

Desde el Cielo, Jesucristo, «sentado a la derecha del Padre»9, intercede por quienes somos miembros de su Iglesia, y «permanece siempre siendo nuestro abogado y nuestro mediador»10. San Ambrosio nos recuerda que Jesús defiende siempre nuestra causa delante del Padre y su ruego no puede ser desechado11; pide al Padre que los méritos que adquirió durante su vida terrena nos sean aplicados continuamente.

¡Qué alegría pensar que Cristo, siempre vivo, no cesa de interceder por nosotros!12. Que podemos unir nuestras oraciones y nuestro trabajo a su oración, y que junto a ella alcanzan un valor infinito. En ocasiones, a nuestra oración le faltan la humildad, la confianza, la perseverancia que le serían necesarias; apoyémosla en la de Cristo; pidámosle que nos inspire orar como conviene, según las intenciones divinas, que haga brotar la oración de nuestros corazones y la presente a su Padre, para que seamos uno con Él por toda la eternidad13. Más aún: hagamos de nuestra vida entera una ofrenda íntimamente unida a la de Jesús, a través de Santa María: ¡Padre Santo! Por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, vuestro muy amado Hijo, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas14. Así nuestra oración y todos nuestros actos, unidos íntimamente a los de Jesús, adquieren un valor infinito.

II. El Maestro nos enseñó con su ejemplo la necesidad de hacer oración. Repitió una y otra vez que es necesario orar y no desfallecer. Cuando también nosotros nos recogemos para orar nos acercamos sedientos a la fuente de las aguas vivas15. Allí encontramos la paz y las fuerzas necesarias para seguir con alegría y optimismo en este caminar de la vida.

¡Cuánto bien hacemos a la Iglesia y al mundo con nuestra oración! ¡Con estos ratos, como el de ahora, en los que permanecemos junto al Señor! Se ha dicho que quienes hacen oración verdadera son como «las columnas del mundo», sin los cuales todo se vendría abajo. San Juan de la Cruz enseñaba bellamente que «es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este amor puro, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas»16, que poco o nada valdrían fuera de Cristo. Precisamente porque la oración nos hace fuertes ante las dificultades, nos ayuda a santificar el trabajo, a ser ejemplares en nuestros quehaceres, a tratar con cordialidad y aprecio a quienes conviven o trabajan con nosotros. En la oración descubrimos la urgencia de llevar a Cristo a los ambientes en que nos desenvolvemos, urgencia tanto más apremiante cuanto más lejos de Dios se encuentren quienes nos rodean.

Santa Teresa se hace eco de las palabras de un «gran letrado», para quien «las almas que no tienen oración son como un cuerpo con “perlesía” o tullido, que aunque tiene pies y manos, no los puede mandar»17. La oración es necesaria para querer más y más al Señor, para no separarnos jamás de Él; sin ella el alma cae en la tibieza, pierde la alegría y las fuerzas para hacer el bien.

El diálogo íntimo de Jesús con Dios Padre fue continuo: para pedir, para alabar, para dar gracias; en toda circunstancia, el Señor se dirige al Padre. A eso debemos aspirar nosotros, a tratar a Dios siempre, y especialmente en los momentos que dedicamos de lleno a hablar con Él, como en la Santa Misa y ahora, en este rato en el que nos encontramos con Él. También a lo largo del día, en las situaciones que tejen nuestra jornada: al comenzar o al terminar el trabajo o el estudio, mientras esperamos el ascensor, al encontrar por la calle a una persona conocida. Aquella invocación llena de ternura –¡Abbá, Padre!– estaba constantemente en los labios del Señor; con ella empezaba muchas veces sus acciones de gracias, su petición o su alabanza. ¡Cuánto bien traerá a nuestra alma el acostumbrarnos a llamar a Dios así: ¡Padre!, con ternura y confianza, con amor!

Todos los momentos solemnes de la vida del Señor están precedidos por la oración. «El Evangelista señala que fue precisamente durante la oración de Jesús cuando manifestó el misterio del amor del Padre y se reveló la comunión de las Tres Divinas Personas. Es en la oración donde aprendemos el misterio de Cristo y la sabiduría de la Cruz. En la oración percibimos, en todas sus dimensiones, las necesidades reales de nuestros hermanos y de nuestras hermanas de todo el mundo; en la oración nos fortalecemos de cara a las posibilidades que tenemos delante; en la oración tomamos fuerzas para la misión que Cristo comparte con nosotros»18.

Solía decir el Santo Cura de Ars que todos los males que muchas veces nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal19. Formulemos nosotros el propósito de dirigirnos con amor y confianza a Dios a través de la oración mental, de las oraciones vocales y de esas breves fórmulas, las jaculatorias, y tendremos la alegría de vivir la vida junto a nuestro Padre Dios, que es el único lugar en el que merece la pena ser vivida.

III. El Espíritu Santo nos enseña a tratar a Jesús en la oración mental y mediante la oración vocal, quizá también ton esas oraciones que de pequeños aprendimos de nuestras madres. Aun siendo omnisciente como Dios, el Señor, en cuanto hombre, debió de aprender de labios de su Madre la fórmula de muchas plegarias que se habían transmitido de generación en generación en el pueblo hebreo, y nos dio ejemplo de aprecio por la oración vocal. En su última plegaria al Padre utilizará las palabras de un Salmo. Y nos enseñó la oración por excelencia, el Padrenuestro, donde se contiene todo lo que debemos pedir. La oración vocal es una manifestación de la piedad del corazón y nos ayuda para mantener viva la presencia de Dios durante el día, y en esos momentos de la oración mental en los que estamos secos y nada se nos ocurre.

El texto de las oraciones vocales, muchas de raigambre bíblica, tanto de la liturgia como otras que fueron compuestas por santos, han servido a innumerables cristianos para alabar, dar gracias y pedir ayuda, desagraviar. Cuando acudimos a estas oraciones estamos viviendo de modo íntimo la Comunión de los Santos, y apoyamos nuestra fe en la fe de la Iglesia20.

Para rezar mejor y evitar la rutina, nos puede ayudar este consejo: «procura recitarlas con el mismo amor con que habla por primera vez el enamorado..., y como si fuera la última ocasión en que pudieras dirigirte al Señor»21.

1 Lc 6, 12-19. — 2 Cfr. Lc 16, 1. — 3 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 21, a. 4. — 4 Jn 11, 21 — 5 Jn 11, 42 — 6 Lc 22, 32 — 7 Cfr. Jn 17, 15 ss. — 8 Juan Pablo II, Homilía en la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, París 1-VI-1980. — 9 Misal Romano, Símbolo niceno-constantinopolitano. — 10 San Gregorio Magno, Comentario al Salmo 5. — 11 Cfr. San Ambrosio, Comentario a la Epístola a los Romanos, 8, 34. — 12 Heb 7, 25. — 13 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, El Salvador, p. 351. — 14 P. M. Sulamitis, Ofrenda al Amor misericordioso. — 15 Cfr. Sal 41, 2. — 16 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, Canción 29, 2 b. — 17 Santa Teresa de Jesús, Castillo interior, Moradas primeras, 1, 6. — 18 Juan Pablo II, Homilía 13-I-1981. — 19 Santo Cura de Ars, Sermón sobre la oración. — 20 Cfr. G. Chevrot, En lo secreto, Rialp, Madrid 1960, pp. 100-101. — 21 Cfr. San Josemaría Escrivá, Forja, n. 432.