jueves, 27 de diciembre de 2012

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TIEMPO DE NAVIDAD

DICIEMBRE
Dia 27: San Juan, apóstol y evangelista
- El evangelio nos presenta lo que es fundamental de los apóstoles: seguidores de Jesús, testigos de la resurrección, creyentes en Jesús resucitado y en todo su camino. Hoy, mientras contemplamos al Niño de Belén, somos invitados a vivir esta misma fe plena.
- Juan (1. Iectura) es testigo de lo que Jesús vivió e hizo, y nos invita a reconocer en Jesús la Palabra del Padre. Y escribe su evangelio "para que creamos y tengamos vida". Vale la pena que valoremos la presencia de Jesús entre nosotros, a través de la Escritura. Y también todas las demás presencias. Y que así tengamos alegría.
- Juan, en sus escritos, nos habla del amor-comunión de Dios con nosotros, y del amor que hemos de tener a los hermanos. Que la fiesta de hoy nos ayude a revivirlo.

1-1.
Quizá no sea ocioso que en el momento en que la liturgia acude a la primera carta de Juan y nos ofrece, primeramente, su prólogo, tratemos de exponer cómo este último encierra los principales temas de la carta y permite orientarnos sobre su argumentación.
* * *
a) El primer tema importante es el de la comunión con Dios (v. 3): esa es, a los ojos del autor, la finalidad y la razón de ser de su ministerio evangélico.
Este tema aparece bajo diversas formas en su carta: Juan hablará así de "nacer con Dios" (2, 29; 4, 7), de "permanecer en la luz", y esa luz es Dios (2, 8-11); de "permanecer en Dios" (3, 5-6; 4, 16), de "comulgar con Dios" (1, 5-7), de "conocer a Dios" (4, 7-8).
Todas las exposiciones de Juan tienden hacia la misma conclusión: Dios se revela a través de ciertas cualidades (justicia, amor, luz, etc.), y el cristiano que actúa de conformidad con esas cualidades (hace justicia, ama, camina en la luz), penetra en una determinada relación existencial con Dios a la que Juan designa aquí con el nombre de comunión.
La epístola precisará más adelante en qué consiste esa comunión: una presencia de Dios en el hombre y una presencia del hombre en Dios, por comunicación de vida, esa comunión realizada plenamente en Cristo, pero que está ya en marcha en cada cristiano (1 Jn 5, 11-12; 2, 5-6; 3, 6; 3, 24; 4, 13-16; 5, 19).
Esta comunión es también una alianza mediante la cual Dios concede al hombre un corazón nuevo para conocerle (Jer 31, 31-34; Ez 36, 25-28; cf. 1 Jn 5, 19; 2, 27).
b) D/CONOCIMIENTO: El segundo tema importante de la carta de Juan y de su prólogo es el del conocimiento de Dios (v. 1). Este tema coincide poco más o menos con el de la comunión. Pero reviste un valor particular que interesa captar. Para un semita como San Juan, el conocimiento no tiene nada de intelectual; es esencialmente concreto: se conoce a Dios en la medida en que se observan sus maravillas y sus intervenciones en el mundo; no se le conoce cuando se calla, por ejemplo, durante el destierro. Ahora bien, Juan explica con toda claridad un conocimiento también experimental: "él ha oído, él ha visto, él ha contemplado, él ha tocado" a Dios en la persona del Verbo de vida. Se trata, pues, de un conocimiento existencial de Dios del que los apóstoles quieren hacer beneficiarios a sus oyentes y corresponsales. No llegamos a Dios como si fuera una realidad abstracta, deducida a partir de pruebas silogísticas, sino como a un ser que vive y que, ahora, vive en Cristo y permanece en nosotros con ciertas condiciones.
c) En ese contexto de comunión y de conocimiento es donde se sitúa, por tanto, para San Juan la proclamación misionera (v.3) y la tarea del apóstol. Los términos con que se describe esa misión son significativos: Juan habla de "testimonio", de "anuncio", de "alegría" (vv. 2, 3, 5). También aquí nos encontramos en un plano existencial: la misión no es una enseñanza, es transmisión de experiencias y de aunación de una vida.
* * *
Un programa así pone seriamente en tela de juicio el cristianismo y su testimonio en el mundo moderno. El mundo se ha hecho ateo porque ya no encuentra a Dios: ya no tiene necesidad de El intelectualmente, apenas emotivamente, y, desde luego, no absolutamente en el plano moral... Entonces, ¿cómo pueden los cristianos, que no tienen más que un concepto de Dios a través de una enseñanza racional e intelectual, revelar al mundo de hoy la experiencia de Dios propuesta por San Juan? De hecho, el cristiano habla frecuentemente de una comunión con Dios y de un conocimiento de Dios que no pueden por menos de chocar al hombre moderno. Habla de Dios a veces porque no puede imaginarse al mundo sin Dios, noción vaga, justo suficiente para apuntalar una sana moral y una explicación de los acontecimientos. No es de ese Dios de quien habla San Juan.
Tampoco del Dios del judaísmo, en la medida en que se le ha tomado como parte contratante frente al hombre, como el simple "objeto" de una búsqueda, como el autor de estructuras legales o políticas preestablecidas, puede satisfacer al cristiano. Ese Dios es una causa distinta de su objeto; se convierte en un sujeto para el hombre y este último en un objeto para Dios, y nada más.
El Dios a quien Juan ha visto y oído (el mismo a quien los profetas habían presentido) supera al Dios del teísmo. Al Padre de Jesús es al único a quien se podía decir "Tú", porque era más El que El mismo, un El más fuerte que la muerte, la angustia y el pecado. No hay religión más inmanente al hombre que el cristianismo.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 234

1-2.
Lo que existe desde el principio. Lo que hemos oído.
Lo que hemos visto con nuestros propios ojos.
Lo que palparon nuestras manos:
El verbo eterno de Dios -la Palabra de Vida- pues la vida se hizo visible.
La Encarnación no es un sueño, un fruto de la imaginación. "Esta vida eterna que estaba junto al Padre -esta Palabra de vida- mediante la cual Dios se expresa a sí mismo, de una manera absoluta, perfecta, se manifestó, se hizo visible.
"Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros".
Nosotros, a 20 siglos de distancia, aceptamos este mensaje que nos transmiten los testigos oculares, de que la Palabra de vida se ha hecho visible, de que ha entrado en la limitación. Nosotros sabemos que si aceptamos en la fe este mensaje, entonces él nos integra en la comunión de los testigos. Y muchos más aún; nos integra en la comunión con Dios mismo.
Porque la comunión con Dios no se comunica a cada individuo en particular, sino que se transmite por medio de la comunión con hombres. La gran comunión de la Iglesia, en la cual esto acontece, y también los distintos hombres particulares, por medio de los cuales Dios quiso comunicarnos personalmente su comunión, son un regalo que Dios nos hace, y nosotros sabemos que la fe en la comunión con Dios nos da la plena alegría, el gozo colmado, que Dios ha destinado para nosotros.
Por medio de la comunión con los testigos, nosotros mismos llegamos a ser testigos. Todo depende ahora de que estemos convencidos de la realidad de "la vida" que "se manifestó".
Sin genuina experiencia de la fe, nadie puede convertirse en instrumento para suscitar en otros la fe. Cuando anunciamos a Cristo como la vida, entonces no sólo queremos comunicar saber, sino también atraer a otros a nuestra comunión, y con ello a la comunión con el Padre y el Hijo, lo cual significa la salvación y el "gozo colmado".
Atraer a otros a la "comunión con nosotros", es decir, a la iglesia.
Es curioso que Jn. no emplee esta expresión.

1-3.
Lo que existía desde el principio, Lo que oímos,
Lo que contemplaron nuestros ojos,
Lo que palparon nuestras manos,
¡Es el Verbo, la palabra de vida!
La epístola que empezamos hoy es una meditación personal de Juan: recuerda, tiene los «ojos» llenos de esas escenas evangélicas. Y todos sus sentidos, sus ojos, sus o+dos, sus manos recuerdan: el sonido de la voz de Jesús, su rostro.
«Lo que palparon nuestras manos.» No, la Encarnación no es un sueño, un fruto de la imaginación. Juan es de los que han tocado a Jesús. En su mano tuvo el contacto de la mano de Jesús. Se comprende que se nos propongan esas lecturas en esos días de Encarnación.
Nosotros, hombres modernos, deseamos también pruebas tangibles. Nos gustan las cosas muy probadas, experimentadas, verificadas. Si nuestra fe fuera más viva, tendríamos también como Juan, el "contacto" del Señor:
-la eucaristía es ciertamente Jesús en nuestras manos...
-el servicio a los hermanos es ciertamente Jesús en nuestras manos...
Para los que han elegido en adelante comulgar «en la mano», es ésta una meditación muy realista: «lo que palparon nuestras manos, es el Verbo de vida».
-El verbo, la palabra de vida... sí, la vida se manifestó, la contemplamos y os anunciamos esa vida eterna...
Los dos términos «verbo» y «palabra» son equivalentes. Jesús es la «palabra» de Dios, Jesús revela a Dios.
Dios no es «algo», es "alguien". Dios no es algo estático, inmóvil, rígido, pasivo, insensible. Dios es «vida», actividad, dinamismo vital, pensamiento, palabra.
Para tratar de entender mejor esto es preciso evocar algunas imágenes, aunque imperfectas: es el único medio de hacerse una idea de esa vida divina.
-Dios, como un niño pequeño, exulta de su vida siempre nueva y desborda vitalidad...
-Dios, como un corazón palpitante de amor, está impulsado por incontables emociones...
-Dios, como una inteligencia viviente, rebosa de inmensos y complejos pensamientos...
-Dios, como una persona adulta y responsable, se desborda en actividades, proyectos y pensamientos. Dios es «vida».
Dios ha comunicado todo eso por medio de una «Palabra» en la que se ha expresado totalmente: Jesucristo.
¡Se me invita a vivir! Participar a la «vida» de Dios, es pues «pensar», «reflexionar», «amar», «actuar», «trabajar», como El... es tratar de reproducir la vida de Jesús. De ahí la importancia de la meditación.
-Esa vida eterna que estaba de cara al Padre y se manifestó a nosotros, os la anunciamos ahora para que estéis en comunión con nosotros, como nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
La «vida» de Dios es esencialmente una «vida de amor», una vida de familia: es la vida de muchas personas que viven en común-unión. Una vida paternal, una vida filial, una vida conyugal. En esto, también nos vemos obligados a usar comparaciones humanas: el amor de una madre en total comunión con su hijo... el amor de un matrimonio perfectamente unido... Ia unidad de una familia feliz. Todo esto, multiplicado al infinito y realizado en perfección.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 62 s.

La solemnidad del fragmento es impresionante. Hay una resonancia de autoridad, de seguridad. Se pueden distinguir dos partes: la primera es como una obertura, el pórtico de un escrito peculiar y único en el NT. Es una parte enunciativa que hay que leer poco a poco para saborear el contenido añejo, experimentado y vivido (vv 1-5). Después entramos en otra parte más directa, más interpelante que nos juzga y nos penetra: si decimos, si confesamos, si caminamos... El autor ha dejado ya la introducción y nos habla con la misma solemnidad, con la misma autoridad, pero nos pide cuentas (6-10); y, en el fondo, lo hace a la luz del mensaje que nos transmite, a la luz del criterio fundamental de la fe cristiana: la experiencia del logos de vida.
Hay que prestar atención a la serie de verbos de experiencia que marcan el punto de referencia del testimonio del autor: hemos oído, hemos visto con nuestros ojos, hemos observado, lo que nuestras manos han palpado, lo que hemos visto y hemos oído os lo anunciamos (vv 1 y 3). Pero es importante destacar que lo que anuncia y de lo que da testimonio el autor no es el Verbo visto, palpado, contemplado..., sino más bien lo que ha visto, palpado y contemplado en el Verbo de la vida: que Dios es luz (5). Lo que el autor ha visto, palpado, contemplado es que Dios se ha manifestado. El objeto del testimonio del autor va más allá de su experiencia directa, va más allá de lo que ven los ojos y palpan las manos.
El cuarto Evangelio nos habla en términos semejantes cuando se refiere al testimonio de Juan Bautista: ve al Espíritu que se posa encima de Jesús en forma de paloma, pero su testimonio es: «éste es el hijo de Dios» (Jn 1,32-34). O, si se prefiere, el mismo evangelista da testimonio de la sangre y el agua que brotan del costado abierto de Jesús, pero su testimonio va más allá: ha visto al Espíritu unido al agua y brotando del costado de Cristo muerto. El cordero verdadero nos ha dejado el Espíritu que vive en los creyentes.
Nosotros hablamos mucho de testimonio. El cristiano ha de ser un testigo. Pero podemos preguntarnos si nuestro testimonio no se limita demasiado a las apariencias, a las cosas que vemos y palpamos. ¿No necesitaríamos profundizar nuestra mirada? Quizá entonces el objeto de nuestro testimonio sería más profundo. Quizá entonces nuestro anuncio tendría un poco más de seguridad y la convicción del fragmento de hoy.
ORIOL TUÑI
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 616 s.

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viernes, 14 de diciembre de 2012

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Isaías 48,17-19:

Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.»

Sal 1,1-2.3.4.6 R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,16-19:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»

II. Compartimos la Palabra

  • ¡Si hubieras atendido a mis mandamientos!

El profeta Isaías se lamenta de que el pueblo era rebelde y no había querido obedecer a Dios. No eligió el camino del bien, sino su propio capricho. Así somos que muchas veces queremos andar por nuestros propios caminos sin tener en cuenta a Dios. Y sin embargo Dios nos enseña para nuestro bien y nos guía por el camino de sus mandatos. Pero muchas veces no hacemos caso de sus mandatos y nos desviamos del buen camino, pero así nos va la vida cuando nos apartamos de Dios, no tiene nuestra vida paz y vivimos sin ilusión, sin alegría. Los que están unidos a Dios, serán como un carbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y cuanto emprende tiene buen fin.
Ayer nos decía en la lectura Isaías, «No temas gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio» Si Dios mismo nos auxilia como podemos apartarnos de sus mandatos, que es el mismo amor gratuito.
«El que te sigue Señor tendrá la luz de la vida».
  • No hacen caso ni de Juan ni del Hijo del Hombre.

¿A quién se parece esta generación? Jesús echa en cara a su generación que no reciben a los enviados de Dios, ni al Bautista ni a Jesús mismo. Esto ilustra el no rotundo de su pueblo a Jesús: ni han entendido que Juan era el precursor (Mt 11, 7-15), ni han sabido descifrar las obras de Jesús (Mt 11, 2-6). A pesar que el anuncio del reino les ha llegado a través de la austeridad de Juan, y la alegría de Jesús, han rechazado la invitación a convertirse. Jesús se hace eco de los insultos que le dirigían sus adversarios: comilón... borracho. Para él, sin embargo, las comidas con los pecadores y la costumbre de no observar el ayuno eran gestos elocuentes de la presencia del reino de Dios. Cuando critican a Jesús es porque en el fondo no quieren cambiar. Se encuentran bien como están, y hay que quitar de en medio como sea al profeta de turno, para no hacer caso a su mensaje, y a las obras que hace Jesús que pone de manifiesto la sabiduría de Dios.
El retrato de muchos cristianos que no toman en serio a Cristo en sus vidas puede ser en parte el mismo que el de los dirigentes de Israel, al no aceptar ni a Juan ni a Jesús: terquedad, obstinación y también infantilismo e inmadurez. Nos cuesta comprometernos. Y es que si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y se pone en juicio nuestros criterios, y se nos coloca ante la alternativa del seguimiento del Evangelio de Cristo o de este mundo.
Cada año se nos invita a dejar entras a Dios en nuestras vidas, con todas las consecuencias. No nos dejemos llevar por la comodidad y disimular y dejar pasar el tiempo sin esforzarnos. Digamos con sinceridad ven Señor Jesús a mi vida, y que yo me deje abrir a tu llegada sin escatimar nada. Así sea.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA
TIEMPO DE ADVIENTO


VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA




-El destierro es para el pueblo una prueba de Dios, para que conozca sus caminos, para que vea a dónde le lleva su infidelidad. Todo pecado priva de la bendición divina. Por eso toda infidelidad exige el destierro, símbolo de la lejanía de Dios.

El mayor pecado del pueblo no fue quebrantar los mandamientos de Dios sino considerarlos inútiles en su vida. Prescindir de Dios y de su voluntad para convertirse en seres autónomos sin otra ley que su propio arbitrio. Por eso Dios se presenta, dolorido, ante ellos para hacerles comprender el verdadero sentido de los mandamientos que les dio. No fue para imponerles un yugo, para oprimirlos con carga pesada. Se los dio como señales de tráfico para que no se equivocaran en el camino que habían de seguir, para enseñarles y marcarles el verdadero camino, el camino de la paz, la justicia y la felicidad.

Preciosa concepción de la ley antigua, tan olvidada no sólo por los israelitas sino incluso por muchos cristianos de nuestros días.

El hombre, ciego por su autosuficiencia egoísta, sigue caminando al azar, haciendo su camino, despreciando las indicaciones de tráfico, sin percatar del gran peligro que corre de no llegar a la única meta a la que está destinado.




-Así habla el Señor, tu Redentor.

En nuestro lenguaje corriente, ese término «redención» evoca la idea de «rescate»: pagar en lugar de otro para rescatarlo.

Ciertamente, Jesús se puso en nuestro lugar y pagó duramente, nuestra justificación.

Pero de hecho, el término, de origen hebreo, tiene otro matiz «Yo, el Señor, soy tu redentor, tu 'goel'». En el derecho tribal primitivo había un «goel»: era el hombre encargado de «vengar la sangre», el responsable del honor de la tribu. De hecho la idea es pues la de «un amor de Dios que se ha comprometido en el destino de los hombres».

La idea principal no es la de un Dios que requiere sangre para aplacarse. Es la idea de un Dios que ama «apasionadamente la humanidad y se compromete totalmente para salvarla».

«¡Yo, el Señor, vengo a auxiliarte!» «Yo, el Señor, soy tu «goel», tu redentor!»

¡Qué misterio! Contemplo en Belén a Jesús encarnado, compartiendo totalmente nuestra condición humana, y muriendo en la cruz.

-Yo, el Señor tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir.

Dios se ha comprometido en nuestra salvación.

Pero no nos reemplaza. Nos invita a "caminar", a aceptar la instrucción "provechosa", la que salva.

La enseñanza de Jesús, el Evangelio.

"Te doy una instrucción, una enseñanza" dice Jesús también.

¿Cómo es mi fidelidad en recibir y meditar esa enseñanza? ¿Cómo me esfuerzo en aumentar mi cultura religiosa? ¿Y en ser fiel a la oración?

-Si hubieras estado atento a mis mandatos...

«Atento»...

Es una cualidad esencial a la oración... y a toda la vida del hombre. Haznos atentos, Señor.

Jesús hablaba a menudo de vigilancia: «velad y orad» ¡Tan a menudo vivo como adormilado, dejándome llevar!

«Os doy un mandamiento nuevo: ¡que os améis los unos a los otros!»

¡Estar atentos a amar! ¡No dejar pasar las ocasiones de amar!
-...Tu paz sería como un río.
El que se deja "guiar" por Dios, el que escucha la «enseñanza provechosa», el que está «atento a amar», ¡está lleno de paz! ¡Un río!
Evoco esa imagen...
-...Tu dicha y tu justicia serían como las olas del mar. ...Tu posteridad sería como la arena del mar, y tus hijos tantos como los granos de arena.
Repetición de la promesa hecha a Abraham.
A pesar de todos nuestros rechazos, de todas nuestras faltas de amor, Dios quiere nuestra felicidad, nuestra «justicia» nuestra «rectitud», nuestra «santidad»... ¡vasta y potente como las olas del mar! Y Dios quiere que nuestra vida sea fecunda, que «nuestros talentos rindan el céntuplo»... ¡como los granos de arena de las riberas! Una sola condición: estar atento a tus mandatos, Señor.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3

Presbítero, carmelita descalzo, doctor de la Iglesia

Fontiveros (Ávila), 1542 - Úbeda (Jaén), 14-diciembre-1591

[...] Juan, nuestro santo nació en Fontiveros en 1542, ignorándose el mes y el día. El nombre de Juan responde a Juan el Bautista. En 1551 pasa, junto a su familia, a vivir a Medina del Campo. [...] En 1563, habiéndose planteado seriamente la elección de estado, se decide por la vida religiosa carmelitana y entra en el convento de Santa Ana de Medina del Campo. Toma el nombre de fray Juan de San Matías. Al año siguiente hace su profesión. De 1564 a 1568 estudia en la Universidad de Salamanca. ordenado sacerdote en 1567, en el verano-otoño de ese año se encuentra con Santa Teresa de Jesús. Tiene la madre 52 años y fray Juan 25. [...] Teresa le gana para su causa: comenzar la reforma de la vida religiosa entre los frailes del Carmen, como ya la ha comenzado ella en 1562 entre las monjas. Fray Juan acepta la propuesta con una sola condición: que se haga pronto, que no se tarde mucho. [...] A la reforma dedicará el resto de su vida.
[...] Ejemplo para todos en la enfermedad como lo ha sido siempre en toda su vida, muere santamente en Úbeda a las 12 de la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591. Se va como dice a cantar maitines al cielo, con Nuestra Señora, de la que era devotísimo y de la que había escrito cosas preciosas en verso y en prosa. Los maitines celestes a que acude presuroso eran de Nuestra Señora, al ser sábado y rezarse de Santa María. Tenía 49 años.
Su cuerpo fue trasladado a Segovia en mayo de 1593. Beatificado por Clemente X en 1675. Canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726. Su fiesta litúrgica ha sido ya definitivamente cambiada del 24 de noviembre al 14 de diciembre, su dies natalis.
Pío XI le declara Doctor de la Iglesia universal el 24 de agosto de 1926. Juan Pablo II lo declaró patrono de los poetas de lengua española en 1993. Por los años cuarenta, el 21 de marzo, comienzo de la primavera, los poetas españoles lo habían proclamado su patrono, haciendo gran fiesta con profusión de poesías en ese día de cada año.
La ejemplaridad de Juan de la Cruz es inmensa. Ya Santa Teresa dice de él que ha sido siempre santo, que es hombre celestial y divino, que no halla ningún otro que tanto afervore en el camino del cielo. Afervoraba con su palabra y con la santidad de su vida llena de pruebas y tribulaciones. No se le había regalado nada. Señalado con la cruz desde su tierna infancia, se ha distinguido por su conformidad con la voluntad divina, por su dulzura, por su espíritu de oración y trato con Dios, por su enorme paciencia en los sufrimientos de la cárcel y de su última enfermedad.
Además de santo y maestro de viva voz es escritor, doctor de la Iglesia, que por boca de Pío XII ha calificó sus libros de «pura fuente del sentido cristiano y del espíritu de la Iglesia».
No sólo fue fundador de los descalzos carmelitas, sino también formador: maestro de novicios, maestro de estudiantes, demoledor de extravagancias, gran consejero, hombre de gobierno local, provincial, general en el seno de su familia religiosa.
Su magisterio entre los frailes y monjas del Carmelo fue muy abundante, de viva voz y escrito. Sabía iluminar el camino, acompañar al caminante, estimular en el seguimiento de Cristo, quitando tropiezos y alentando positivamente desde la vida teologal. Se desvivió en su apostolado múltiple no sólo en pro de frailes y monjas, sino también de sacerdotes y seglares. Sembraba a manos llenas, teniendo como lema que no había que tener acepción de personas, sino mirar a todos como almas redimidas por la sangre de jesucristo nuestro Señor. Su buena dirección espiritual en Ávila, Baeza, Granada, Segovia era proverbial.
Ahora todo su saber y su experiencia de Dios están puestos más que nunca a disposición de la Iglesia entera. Quien batalló tanto por defender lo teologal frente a las fantasmagorías de visiones y revelaciones, por las que andaban desaládas tantas personas, sigue con su cátedra abierta en este orden de cosas. Es el gran maestro en los caminos del espíritu, en las vías de la oración y del discernimiento. Espiritualidad alegre y sana la suya. [...]
José Vicente Rodríguez, O.C.D.

Textos de apoyo - rezandovoy







SAN JUAN DE LA CRUZ(1542-1591)

VIVO SIN VIVIR EN MI
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.

En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo,
pues sin él, y sin mí quedo,
¿este vivir qué será?
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo, porque no muero.

Esta vida, que yo vivo
es privación de vivir,
y así es continuo morir,
hasta que viva contigo:
oye mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero,
que muero, porque no muero.

Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer,
la mayor que nunca vi?
lástima tengo de mí,
pues de fuerte persevero,
que muero, porque no muero.

El pez que del agua sale,
Aún de alivio no carece,
que la muerte que padece,
al fin la muerte le vale;
¿qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más muero?
»
Cuando me empiezo aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento,
el no te poder gozar:
todo es para más penar,
y mi mal es tan entero,
que muero, porque no muero.

Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte,
se me dobla mi dolor,
viviendo en tanto pavor,
y esperando, como espero,
me muero, porque no muero.

Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte,
mira que muero por verte,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.

Lloraré mi muerte ya,
y lamentaré mi vida,
en tanto, que detenida
por mis pecados está:
¡oh mi Dios, cuándo será,
cuando yo diga de vero
vivo ya, porque no muero!

¡OH LLAMA DE AMOR VIVA!
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
»
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba escuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
¡cuán delicadamente me enamoras!

¡OH LLAMA DE AMOR VIVA!
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
»
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba escuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
¡cuán delicadamente me enamoras!

jueves, 15 de noviembre de 2012

MIGUEL RIOS - Himno a la alegria (1970) - YouTube

MIGUEL RIOS - Himno a la alegria (1970) - YouTube










Escucha hermano la cancion de la alegria
el canto alegre del que espera
un nuevo día
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Si en tu camino solo existe la tristeza
y el llanto amrgo
de la soledad completa,
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Si es que no encuentras la alegria
en esta tierra
buscala hermano
mas haya de las estrellas,
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.

jueves, 11 de octubre de 2012

Radio Vaticano: Estreno: Documental sobre el Concilio Ecuménico Vaticano II

Radio Vaticano: Estreno: Documental sobre el Concilio Ecuménico Vaticano IIEstreno: Documental sobre el Concilio Ecuménico Vaticano II


(RV).- El Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales y Micromegas Comunicación realizaron un film documental sobre el Concilio Vaticano II, cuya distribución inicia este 11 de octubre, en la celebración del cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II y fecha del inicio del Año de la Fe. El martes pasado, al concluir la cuarta Congregación General de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, fue proyectada en el Aula sinodal una síntesis de 50 minutos del film a los Padres Sinodales, y demás participantes que pudieron ver las tomas originales de la época, las mismas que narran los momentos más significativos, la larga fase de preparación y la extraordinaria organización en la Basílica de San Pedro, transformada para la ocasión en sede del Evento que contó con la presencia de 2,540 prelados provenientes de los cinco continentes.
(PLJR - Radio Vaticana

Porta Fidei: Inminente apertura del Año de la Fe

Porta Fidei: Inminente apertura del Año de la Fe

Porta Fidei: Inminente apertura del Año de la Fe

2012-10-09 Radio Vaticana
(RV).- (Audio) "Para dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que a menudo se encuentran hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da su vida en plenitud", cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, laicos y peregrinos se darán cita este 11 de octubre en el Corazón de la Iglesia Universal, la Plaza de San Pedro, para acompañar a Benedicto XVI en la Celebración Eucarística con la que abrirá el Año de la Fe.
El 16 de octubre de 2011 en la clausura de los trabajos del Primer Encuentro internacional de los Nuevos Evangelizadores, organizado por el Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización -el dicasterio instituido en septiembre de 2010 mediante la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio: Ubicumque et Semper, y cuyo presidente es Mons. Salvatore Rino Fisichella; el Sucesor de Pedro, al final de su homilía hacía el feliz anuncio: “Quisiera anunciar en esta Celebración eucarística que he decidido declarar un 'Año de la fe' que ilustraré con una especial Carta apostólica. Este 'Año de la fe' empezará el 11 de octubre del 2012, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre del 2013, Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Será un momento de gracia y de compromiso por una conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo”.
Desde la promulgación de la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio: “Porta fidei”, “Puerta de la fe” que lleva la fecha del 11 de octubre de 2011 -en el séptimo año de pontificado de Benedicto XVI- ha transcurrido un año. Con la mirada puesta sobre la gran tarea de la Iglesia de anunciar a Cristo, camino, verdad y vida, llegamos a la feliz apertura del Año de la Fe con un renovado espíritu, haciendo tesoro del Concilio Ecuménico Vaticano II, cuyo cincuenta aniversario de apertura de trabajos se celebra en esta misma fecha.
En resumen, es voluntad del Santo Padre la de convocar a la Iglesia Universal para que esta celebración que en definitiva está a las puertas suscite en los creyentes la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza, pero también para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es "la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza".
El próximo jueves acompañaremos al Santo Padre, y nos sumaremos a las intenciones que elevará desde el atrio de la basílica vaticana. En todo el mundo, y unidos a la Oración que surja desde el corazón mismo de la Santa Madre Iglesia, católicos, nos encontraremos para pedir al Señor de la Misericordia y a María Santísima, Estrella de las Misiones, por los buenos frutos en este arduo recorrido que nos disponemos a emprender, pero también para pedir por quien mirando hacia delante y conduciendo el timón de la Barca de Pedro en el tiempo y el espacio de la Iglesia de hoy, nos anticipa.
Patricia L. Jáuregui Romero – Radio VaticanoCorregido: Hrs. 15.29

La mujer contribución consistente en la evangelización

La mujer contribución consistente en la evangelizaciónRV).- El Crucifijo es signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: amor, paz, conversión y reconciliación. Benedicto XVI, en su homilía de la Santa Misa para la inauguración de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, invitó a contemplar al Señor Jesús, «coronado de gloria y esplendor, por su pasión y muerte» (Hb 2,9), para que sea centro, meta y luz de nuestra vida:
«La Palabra de Dios nos pone ante el crucificado glorioso, de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio. La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia».
(CdM – RV)2012-10-09 Radio Vaticana
(RV).- (Audio) Continúan los trabajos de la décimo tercera asamblea ordinaria del sínodo de los obispos, ayer por la mañana tuvo lugar la primera sesión de los círculos menores, a puertas cerradas. Luego se retomó la discusión general por la tarde, con la intervención del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, para ilustrar el desafíos de la nueva Evangelización desde el punto de vista anglicano.
Ayer por la tarde, la asamblea de los obispos reflexionó sobre numerosas temáticas, entre ellas el papel de la mujer en la Iglesia. En el aula se dijo que representan los dos tercios de los miembros eclesiales y sin embargo muchas de ellas se sienten indiscriminadas. En la discusión sinodal se afirmó con claridad, que si la Iglesia no ordena mujeres sacerdotes, no es porque sean o no capaces o dignas, sino porque el sacerdote es un representante de Cristo, venido para casarse con la humanidad. Por consiguiente es fundamental la contribución consistente de las mujeres en la evangelización. También se recordó la importancia de la nueva evangelización en el ámbito ecológico, porque esto implica el respeto de todos los seres vivientes, y del diálogo entre fe y cultura.
Con nosotros Mons. Julio Hernando García Peláez, obispo de Istmina-Tadó, Colombia quien en primer lugar nos dice ¿qué espera de este sínodo para su país?
En la apertura del año de la fe ¿cómo relacionarán las directrices que saldrán de este sínodo, y en este contexto cómo vivirán el año de la fe?
¿Cómo están viviendo en su diócesis el año de la fe?
Tenemos con nosotros al arzobispo de Camaguey, Cuba, Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez. Mons. ¿Cuál es su experiencia en este sínodo para transmitirla a su país.
A partir de hoy inicia el año de la fe, en el marco de los 50 años del Concilio Vaticano II y los 20 años de institución del Catecismo…
(PY-RV)
América Latina espera muchas luces de este sínodo
(RV).-(audio) Tenemos con nosotros al padre sinodal y arzobispo de Monterrey México, Mons. Rogelio Cabrera López quien en primer lugar nos habla sobre su intervención en el sínodo de los obispos.
Mons. Estamos por iniciar el año de la fe... en el ámbito de la Nueva Evangelización ¿qué nos puede decir?
¿Qué se espera de este sínodo para el continente latinoamericano y para su país?
(PY-RV)
Partiendo de la Palabra para evangelizar
(Rv).- (Audio) Hemos entrevistado al presidente de la Conferencia Episcopal nicaraguense, Mons Sócrates René Sándigo quien nos habla sobre la aportación que está dando América lLtina al sínodo.
En la conferencia de prensa del lunes, el Cardenal Wuerl dijo que por evangelizar a las masas, se ha olvidado el estudio de la catequesis y la profundización de las enseñanzas de la Iglesia, debilitando la evangelización. Ayer intervino el cardenal Ouellet prefecto de la Congregación para los Obispos, al respecto.
Coincidiendo con la apertura del Año de la Fe y el 50 aniversario del Concilio Vaticano II…
¿Cómo está celebrando Nicaragua el año de la fe?
(PY-RV)
En el signo de Aparecida, América Latina presente en el sínodo
(RV).-(Audio) Hemos entrevistado al presidente del Celam, y Padre sinodal, Mons Carlos Aguiar Retes, le preguntamos en primer lugar, como Padre Sinodal y representando al CELAM, que aporte está dando al sínodo?
América Latina esta afrontando el desafío de las sectas para alcanzar la Nueva Evangelización
Mons. Eterovic el secretario de la secretaría del Sínodo de los Obispos dijo que este sínodo esta dirigido no sólo a los agnósticos sino también para aquellos cristianos enfriados….
Mons ¿Cómo ve el sínodo desde el ámbito de los Padres sinodales de otras realidades como la africana, la asiática o la europea?
El Santo Padre Benedicto XVI convocó el Año de la fe, que dará comienzo el próximo jueves 11 de octubre de 2012 (día en que se cumple el cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II) y que durará hasta noviembre de 2013. Con esta celebración se nos invita a redescubrir y volver a acoger este don valioso que es la fe, conociendo de manera más profunda las verdades que son la savia de nuestra vida, de forma que podamos tener un renovado encuentro con Jesucristo que es “el camino, la verdad y la vida”, y ello se manifieste después en nuestras obras.
Y es un Dios misericordioso que perdona, durante este año de la fe, se harán indulgencias plenarias en Roma, se hará lo mismo en América Latina?
Mons. ¿Cómo ve el continente latinoamericano y México dentro de un año luego de haber vivido intensamente el año de la fe?
(PY-RV)

Hoy es más necesario que hace 50 años, el Papa al inaugura el Ano de la Fe

Hoy es más necesario que hace 50 años, el Papa al inaugura el Ano de la Fe2012-10-11 Radio Vaticana
(RV).- Esta mañana a las 10.00, el Papa Benedicto XVI ha presidido en la plaza de san Pedro, ante la fachada de la Basílica Vaticana, la Santa Misa de apertura del Año de la Fe, que el Pontífice ha proclamado en ocasión del 50 aniversario de inicio del Concilio Vaticano II, que abría sus puertas en un día como hoy de 1962. Aquella solemne ceremonia ha recordado en tantos aspectos la de esta mañana, en la que han participado, el patriarca ortodoxo de Constantinopla, el arzobispo anglicano de Canterbury, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias católicas Orientales, presidentes de las Conferencias Episcopales, cardenales y obispos de todo el mundo, muchos de ellos llegados al Vaticano, donde se está celebrando el Sínodo de los obispos sobre el tema de la Nueva Evangelización.
En su homilía Benediucto XVI ha invitado “a entrar más profundamente en el movimiento espiritual” que caracterizó aquel gran Concilio, “para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido”, volver a las verdaderas enseñanzas que nos dejó, “redescubrir la belleza de la fe en Cristo”, “la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia”.
(ER – RV)


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL SANTO PADRE
INICIO DEL AÑO DE LA FE
50 AÑOS DE LA INAUGURACIÓN DEL VATICANO II

Venerables hermanos,
queridos hermanos y hermanasHoy, con gran alegría, a los 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, damos inicio al Año de la fe. Me complace saludar a todos, en particular a Su Santidad Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, y a Su Gracia Rowan Williams, Arzobispo de Canterbury. Un saludo especial a los Patriarcas y a los Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales, y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. Para rememorar el Concilio, en el que algunos de los aquí presentes – a los que saludo con particular afecto – hemos tenido la gracia de vivir en primera persona, esta celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos: la procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición. Estos signos no son meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia.
El Año de la fe que hoy inauguramos está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del 2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre. Estos dos Pontífices, Pablo VI y Juan Pablo II, convergieron profunda y plenamente en poner a Cristo como centro del cosmos y de la historia, y en el anhelo apostólico de anunciarlo al mundo. Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos, «el que inició y completa nuestra fe» (12,2).El evangelio de hoy nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
El Concilio Vaticano II no ha querido incluir el tema de la fe en un documento específico. Y, sin embargo, estuvo completamente animado por la conciencia y el deseo, por así decir, de adentrase nuevamente en el misterio cristiano, para proponerlo de nuevo eficazmente al hombre contemporáneo. A este respecto se expresaba así, dos años después de la conclusión de la asamblea conciliar, el siervo de Dios Pablo VI: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas. Bastaría recordar [algunas] afirmaciones conciliares… para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, en sintonía con la tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, a aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia» (Audiencia general, 8 marzo 1967). Así decía Pablo VI. Pero debemos ahora remontarnos a aquel que convocó el Concilio Vaticano II y lo inauguró: el beato Juan XXIII. En el discurso de apertura, presentó el fin principal del Concilio en estos términos: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz… La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina… Para eso no era necesario un Concilio... Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (AAS 54 [1962], 790. 791-792).
A la luz de estas palabras, se comprende lo que yo mismo tuve entonces ocasión de experimentar: durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible. Por esto mismo considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación. Si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depisito de la fe que Cristo le ha confiado. Los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y sí se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban. En cambio, en los años sucesivos, muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad.
Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos. También la iniciativa de crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización, al que agradezco su especial dedicación con vistas al Año de la fe, se inserta en esta perspectiva. En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.Venerados y queridos hermanos, el 11 de octubre de 1962 se celebraba la fiesta de María Santísima, Madre de Dios. Le confiamos a ella el Año de la fe, como lo hice hace una semana, peregrinando a Loreto. La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización. Que ella nos ayude a poner en práctica la exhortación del apóstol Pablo: «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente… Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Amén