viernes, 3 de julio de 2009

San Pedro y San Pablo, apóstoles

Domingo 14º del Tiempo Ordinario

 Lectura de la profecía de Ezequiel
(2,2-5):

En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y
oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo
rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta
el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío
para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan
caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de
ellos.»Palabra de Dios


Salmo: 122

R/. Nuestros ojos están en el
Señor, esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos,
a ti que
habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las
manos de sus señores. R/.
Como están los ojos de la
esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el
Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
R/.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de
desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los
satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.
 Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (12,7b-10):

Para que no tenga soberbia, me han
metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no
sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha
respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso,
muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque,
cuando soy débil, entonces soy fuerte.Palabra de Dios
Evangelio:
 Lectura del santo evangelio según san Marcos
(6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud
que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es
ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus
hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso. Jesús
les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes
y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos
imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos
de alrededor enseñando.Palabra del Señor

Los profetas, don de DiosLos profetas son gente difícil. Tienen la costumbre de decir lo que
piensan. Aplican el sentido común la mayor parte de las veces y dicen lo que
nadie se atreve a decir y algunos ni siquiera a pensar pero que es obvio y 

evidente a poco que nos quitemos los filtros que nosotros mismos nos
ponemos para evitar ver la realidad tal como es.
       Profetas ha habido
siempre. En todas las sociedades. Y, sin duda, que han sido inspirados por Dios.
Aunque ellos no lo supieran, aunque no fueran conscientes de ello. Han
descubierto la verdad simplemente porque han estado abiertos a la realidad y han
visto en ella lo que otros no querían ver.
       Está claro que no es fácil
vivir con un profeta. Y mucho menos aguantar sus palabras, tomárnoslas en serio
y cambiar nuestra vida. Lo más fácil es cerrar los oídos. O simplemente matarlo,
asesinarlo. Hay muchas formas de matar en nuestra sociedad. Se puede hacer
matando materialmente a la persona. De esa manera se acalla su voz. Y “muerto el
perro, se acabó la rabia”. Así han muerto muchos a lo largo de los siglos. Y
también recientemente. ¿No fueron profetas asesinados los jesuitas de El
Salvador? ¿No lo fue monseñor Romero?
Matar al profeta
       Pero también se
puede matar al profeta, desautorizando sus palabras. ¿Para qué hacerle caso si
podemos sacar a la luz alguna historia escandalosa? ¿Si no ha sido éticamente
íntegro y carga con algún error a sus espaldas? Pero, seamos serios, ser profeta
no significa ser santo. Son dos cosas diferentes. Y por muchos errores
que haya cometido, si lo que dice el profeta es verdad, lo sigue siendo para
siempre.
      Jesús fue un profeta. Decía las cosas que no quería nadie
oír. Hablaba de un Reino de fraternidad. Pero para participar en él había que
convertirse, dejar atrás el egoísmo que nos impide mirar más allá de nuestra
nariz, alargar la mano abierta hacia el hermano y aprender a caminar juntos. Y
dejar en el camino los bultos y propiedades que nos impiden estrechar la mano de
los desconocidos y abrazar y acariciar. Para ser del Reino había que abrir los
ojos y levantar la cabeza para mirar de frente a los otros.
      Eso era
una verdadera revolución. Suponía un cambio de vida para las personas y para la
sociedad. Quebraba la sociedad tal como era y hacía que todo entrase en un
vértigo de inestabilidad social sin par en la historia. Jesús se convirtió,
pues, en un profeta que debía ser eliminado. Por eso terminó como
terminó.
       La eliminación comenzó por desautorizar sus palabras. No
puede ser profeta en su tierra. Lo conocemos. Sabemos de sus defectos (y si no
se saben, se inventan). ¿Para qué escucharle? Seguro que no dice nada nuevo. Ya
está, que se vaya. Y Jesús no pudo enseñar en su pueblo. Así nos explica Marcos
en el evangelio de hoy cómo Jesús fue rechazado por su pueblo, por los judíos.

       Pero la verdad es tozuda. Y la realidad más. Las palabras del profeta
nunca se apagan del todo. El tiempo le suele hacer justicia. Todos terminamos
sabiendo que hubo un profeta entre nosotros, que Dios nos quiso acompañar e
iluminar, que su palabra era útil para guiar nuestras vidas y ayudarnos a
caminar entre los vericuetos de este mundo (primera lectura).
Discernir la profecía
       ¿Hay alguna
solución para este sacrificio continuo de profetas y, cuando ya están muertos, 
su posterior rehabilitación? ¿O es un destino irremediable de la humanidad y de cada uno de
nosotros: cerrar nuestros oídos a la verdad y matar al mensajero que nos la
trae?
      Seguro que sí. Primero, con Pablo (segunda lectura) tenemos que
ser muy conscientes de nuestras debilidades y de las debilidades ajenas. El
profeta no es mejor que nadie. La palabra del Señor para Pablo nos vale a todos:
“Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”. Lo que autoriza al
profeta no es la santidad de su vida sino la verdad de lo que dice.
       Y,
segundo, ante el profeta o el que se proclama profeta, la solución no consiste
en cerrar los oídos y matar al profeta. Pero tampoco consiste en abrir los oídos
y decir que sí a todo lo que diga. Dios nos ha hecho criaturas inteligentes.
Tenemos que escuchar con espíritu crítico y tratar de discernir en las palabras
que escuchamos, en las muchas palabras que hoy escuchamos, las palabras de
verdad, las que tienen sentido, las que nos devuelven la esperanza, las que nos
ayudan a construir la fraternidad y el reino. Hay demasiados que se creen todo
lo que se dice. Para ellos el profeta se convierte en un representante absoluto
de Dios. Más absoluto que el mismo Dios, que nos hizo inteligentes y libres para
discernir nuestro propio camino, que no nos quiere niños sino adultos, libres y
responsables.
Fernando Torres Pérez cmf 
Génesis 27,1-5.15-29
Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la
vista, llamó a su hijo mayor: "Hijo mío." Contestó: "Aquí estoy." Él le dijo:
"Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré. Toma tus aparejos, arco y aljaba, y
sal al campo a buscarme caza; después me guisas un buen plato, como sabes que me
gusta, y me lo traes para que coma; pues quiero darte mi bendición antes de
morir."
Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo. Salió
Esaú al campo a cazar para su padre. Rebeca tomó un traje de su hijo mayor,
Esaú, el traje de fiesta, que tenía en el arcón, y vistió con él a Jacob, su
hijo menor; con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del
cuello. Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había preparado y
el pan. Él entró en la habitación de su padre y dijo: "Padre." Respondió Isaac:
"Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?" Respondió Jacob a su padre: "Soy Esaú, tu
primogénito; he hecho lo que me mandaste; incorpórate, siéntate y come lo que he
cazado; después me bendecirás tú." Isaac dijo a su hijo: "¡Qué prisa te has dado
para encontrarla!" Él respondió: "El Señor, tu Dios, me la puso al alcance."
Isaac dijo a Jacob: "Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo
Esaú o no." Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo: "La voz
es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú." Y no lo reconoció,
porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo. Le
volvió a preguntar: "¿Eres tú mi hijo Esaú?" Respondió Jacob: "Yo soy." Isaac
dijo: "Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré
yo." Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió.
Isaac le dijo:
"Acércate y bésame, hijo mío." Se acercó y lo besó. Y, al oler el aroma del
traje, lo bendijo, diciendo: "Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma
de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra,
abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las
naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien
te maldiga, bendito quien te bendiga."Salmo:
 Salmo responsorial: 134
Alabad al
Señor porque es bueno.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo,
siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la
casa de nuestro Dios. R.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para
su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en
posesión suya. R.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que
todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la
tierra,
en los mares y en los océanos. R.


Evangelio:

 Mateo 9,14-17
En aquel tiempo, se
acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: "¿Por qué nosotros y
los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?" Jesús
les dijo: "¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el
novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces
ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque
la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres
viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se
estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se
conservan." 

Sábado 13ª semana de tiempo ordinario

Querido amigo/a:

¿Eres de los que le gustan las
novedades o de los que prefiere las cosas de siempre?

Hoy Mateo nos habla
de lo nuevo y de lo viejo. En otro pasaje de su Evangelio habla de lo bueno que
es sacar de la alforja cosas del pasado, porque sostienen el presente, a la vez
que cosas nuevas, porque alientan el futuro.
En cambio hoy parece apostar
más por lo nuevo. En realidad, nos está hablando de el que es “Nuevo”:
Jesucristo. Él es el hombre nuevo, el que renueva todo lo caduco que se había
ido pegando a la humanidad a lo largo de los siglos... y que sigue amenazando a
cada generación y a cada corazón: vivir desde el egoísmo, despreciar al prójimo,
cerrarse a Dios. Jesús es nuevo, siendo lo que siempre soñó Dios: abierto al
Padre, acogedor del otro, corazón despierto.
Por eso, cuando Jesús entra
en la vida, ya no es tiempo de componendas. Como queramos seguir con las viejas
costumbres, acabarán reventando, como hace el vino nuevo con los odres viejos.
Jesús reventó los odres del judaísmo. Y Jesús sigue reventando los antiguos
hábitos de “mujeres y hombres viejos”... siempre que le dejemos entrar.
Señor Jesús:
te confieso como Dios nuevo y hombre nuevo.
Renueva
mi vida, para que yo también sea nuevo.
Dale la vuelta a lo que en mí está al
revés,
para ponerlo de nuevo como Dios lo pensó en el principio.
Renueva
nuestro mundo, para que sea hogar de todos.
Y renueva tu Iglesia,
para que
aliente y sirva al mundo nuevo que nos tienes preparado.
Amén.
Tu
hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)

Santo Tomás, apóstol.

 Lectura de la carta a los Efesios
2,19-22

Hermanos: Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois
ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la
piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando
hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais
integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el
Espíritu.Palabra de Dios
 Salmo responsorial: 116
Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones,

aclamadlo todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con
nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.
 Lectura del santo evangelio según san Juan
20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con
ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al
Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si
no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no
lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás
con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
"Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae
tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó
Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído?
Dichosos los que crean sin haber visto." Palabra del Señor
Querido amigo/a:
Hoy la Iglesia está de fiesta. En realidad, siempre lo
está, porque el Señor Resucitado habita en ella y la fecunda con su Espíritu de
Vida. Y hoy, en esa fiesta permanente, recordamos a uno de los 12, de las
primeras piedras que Jesús puso para construir este edificio vivo que es la
comunidad de los cristianos: recordamos a Tomás. Y recordamos que a Tomás, uno
de los 12, le costó creer... sí, le costó creer. Como a Pedro le costó ser fiel.
O como a casi todos los demás les fue difícil llegar hasta el pie de la
cruz...
Los que nos han precedido en la fe son humanos. Han tenido que
hacer su camino, como nosotros. Incluso aquella primera generación, los que
vivieron con Jesús. No pensemos que todo les fue dado. Tuvieron que poner su
parte. Si todo hubiera sido claro, Jesús se hubiera impuesto. Pero ese no es el
estilo de Dios. Él propone, y la persona puede acoger. Es verdad que en ello se
va la vida, pero el amor no se puede imponer, porque dejaría de ser amor.
¿Habría algo más incoherente que decir “te ordeno que me ames”? Por eso Dios nos
ha dicho: “Aquí estoy, para quien me quiera abrir su puerta”. El amor, cuando
llega a “imponerse”, no es por la fuerza, sino por sí mismo. Y entonces ya no
sabe a imposición coactiva, sino que el corazón ha sido ganado y
ensanchado.
La fe siempre es un salto. Parte de un “ver” para llegar a
“creer”. Pero no todos los que “ven” creen. Quizá Tomás, como otros muchos,
esperaba haber visto un Mesías triunfador... y se encontró con la cruz. Y
justamente eso es lo que tenía que ver... para creer, de otra manera. Al final,
el Resucitado se le presenta con los signos de la pasión... y ante ellos, ante
Él, Tomás dice ese hermoso “Señor mío y Dios mío”…
Que también nosotros
podamos “ver”... la maravilla de la vida, el corazón de las personas, las
palabras de la Escritura, los signos de la Eucaristía, el grito de los
necesitados... y viendo todo eso, “creer”. “Señor mío y Dios mío”.
Así te
lo deseo.
Tu hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano
(luismacmf@yahoo.es


ESTUDIO DE LA SUMA TEOLOGICA DE SANTO TOMAS
JESUS MARTI BALLESTER

DE LA VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA

MODO ESPECIFICO DE PRACTICAR LAS VIRTUDES Y LUCHAR CONTRA LOS VICIOS SEGÚN LA DIVERSIDAD DE ESTADOS Y DE OFICIOS.

Santo Tomás, que comenzó la obra grande de la Suma Teológica hablando de Dios en la Primera Parte, continuará en la Segunda Parte de la Segunda Parte, dicho en latín: Secunda Secundae, estudiando al hombre en su afán de felicidad y señalando los medios para conseguirla que son la práctica de las virtudes y la mortificación de los vicios, que estudiará en esa parte. Al final de la misma y a partir de la cuestión 171, Santo Tomás, en el tratado de los estados de vida cristiana, estudia los temas que se refieren a las diversidad de la vida de los cristianos, que no proviene sólo del gusto o inclinación personal, sino de un designio divino o de una vocación que orienta connaturalmente a cada persona. Con este análisis quiere matizar la manera específica de practicar las virtudes y de luchar contra los vicios de acuerdo con de cada estado de vida, teniendo en cuenta que la diversidad de vida se integra en la unidad superior de la Iglesia, y contribuye a su edificación y desarrollo. Así lo dice Santo Tomás. «Después de haber tratado sobre cada una de las virtudes y de los vicios que afectan a todos los hombres, cualquiera que sea su estado y condición, ahora hay que tratar sobre lo que afecta a algunos en especial. Y señala dos fundamentos de diversificación. 1º. El diverso tipo de ocupación en que cada uno se ejercita, de donde surge la distinción entre los que optan por la vida contemplativa y los que prefieren la activa.

DIVERSIDAD DE OFICIOS Y ESTADOS

Y 2º, la diversidad «de oficios y de estados», porque Cristo, para la edificación de su cuerpo, que es la Iglesia, constituyó ministerios diversos. Santo Tomás propone estas distinciones a la vista de los pasajes bíblicos en que se habla de la Iglesia y de las diversidades exigidas para ser cuerpo orgánico, en el cual, aunque ningún miembro puede serlo todo, cada uno tiene la misión de servir a todos mediante el cumplimiento de la función propia. Santo Tomás cita el capítulo 12 de 1 Cor y otros pasajes paralelos, que contienen una parte de su eclesiología, pues, aunque no escribió un tratado sobre la Iglesia, ofrece material abundante para elaborarlo. Para Santo Tomás, la vida cristiana entera es vida eclesial, pues, la noción de virtudes teologales y su ejercicio práctico, está conectado con la Iglesia; y los sacramentos son sacramentos de la Iglesia, sobre todo el sacrificio-sacramento de la eucaristía, en el cual «se contiene el bien común espiritual de la Iglesia» (3 q.65 a.3 ad 1; q.79 a.1), pues "La Iglesia vive de la Eucaristía", como afirma la Encíclica de Juan Pablo II, "Ecclesia de Eucaristía", recién estrenada. Dentro de ese contexto, Santo Tomás desarrolla el tema de diversidades, desde un punto de vista que hoy no es corriente y que a veces ni siquiera se considera, mientras se acentúan más las diversidades étnicas, culturales o de signo análogo y se presta escasa atención a las  diversidades vocacionales que brotan del interior de la Iglesia misma y la configuran; se insiste tanto en la igualdad, que la diversidad queda empobrecida hasta casi su eliminación. Santo Tomás destaca las diversidades, pero no las exagera, sino que las integra en la unidad de la vida cristiana, teniendo en cuenta que las virtudes son comunes a todos.

VIDA CONTEMPLATIVA Y VIDA ACTIVA

Esta distinción brota de la psicología típica del hombre y tiene reflejo en la vida cristiana, la cual para encarnarse en el hombre ha de tener un «funcionamiento» humano. Fue Aristóteles, quien, siguiendo el funcionamiento de la psicología humana, dividió la vida en activa y contemplativa designando a la primera negocio, guerra y humana y a la segunda, ocio, paz y divina. Santo Tomás siguió con la misma división de vida activa y contemplativa, las dos al servicio de la Iglesia: "entregada a la acción y dada a la contemplación", como la definió el Vaticano II (SC 2). Lo propio de la vida activa es: hacer, conducir, guiar, dirigir, ordenar. De la contemplativa: mirar atentamente desde la altura, con tranquilidad de espíritu, abarcando un extenso panorama. La vida humana y cristiana del hombre en la Iglesia puede ser activa y contemplativa, porque la gracia no destruye la naturaleza, y esta división de vidas que se da en cada hombre, se da también en el hombre cristiano. Todas las empresas humanas ordenadas a las necesidades de la vida presente, pertenecen a la vida activa. Las que se dedican a la contemplación de la verdad, pertenecen a la vida contemplativa. Lo específico de cada ser viviente —dice Santo Tomás— «se manifiesta mediante la operación que le es más propia, que es también a la que siente la mayor inclinación... Lo más propio del hombre es entender y obrar a impulso de la razón» (q.179 a.1). Los que se detienen en entender son contemplativos; quienes aplican la verdad conocida a la regulación de obras exteriores son activos. El entender contemplativo es definido por Santo Tomás como simplex intuitus veritatis (q.180 a.3 ad 1), que podría traducirse como pura fijación de la mente en la verdad. Según Santo Tomás, la vida centrada en esta dedicación, o vida contemplativa, es más perfecta que la consagrada a la realización de obras exteriores, o vida activa, como puede verse en la cuestión 182. La primacía que Santo Tomás atribuye a lo contemplativo refleja su intelectualismo. Pero no pretende detenerse en la psicología de lo contemplativo y de lo activo; sino esclarecer el modo de realizar estos aspectos en la vida cristiana, según el Evangelio. Y advierte en las cuestiones 180 y 181, que la vida contemplativa cristiana no se identifica con una teoría, sino que requiere la presencia de elementos afectivos; pues la contemplación cristiana tiene conexión esencial con la caridad y con las virtudes morales, que rectifican las potencias apetitivas.

COMPENDIO DEL PENSAMIENTO DE SANTO TOMAS

El pensamiento de Santo Tomás se compendia en el párrafo siguiente: «La vida contemplativa se ocupa directa e inmediatamente del amor de Dios... El ocio santo, o sea, el de la vida contemplativa, busca la caridad de la verdad divina, objeto principal de la vida contemplativa» (q.182 a.2). El contemplativo busca la verdad, fija su mente en la verdad, que, por ser Dios mismo, infunde amor y requiere amor, para ser asimilado con su propia riqueza, dentro de las limitaciones humanas. El hombre tiene recursos necesarios para la especulación y la contemplación filosófica. Pero la contemplación cristiana requiere una postura inicial de pasividad, por la cual se acoge la luz de la fe con que se «descubre» la verdad íntima de Dios en su misterio trinitario, y se recibe la infusión de la caridad para «sintonizar» con el misterio del mismo Dios, que es amor (1 Jn 4,8). La contemplación del cristiano se dirige a la verdad de Dios en sí, en cuyo «fondo» es imposible penetrar sin la caridad, que es la que da «connaturalidad» con el misterio contemplado, haciendo que la persona «sintonice» con él mediante la totalidad de su ser, con la ayuda de los dones del Espíritu Santo, especialmente del de sabiduría, que corresponde a la virtud de la caridad, como Santo Tomás explica en la cuestión 45. Ahora bien, la contemplación cristiana es más profunda que la filosófica y requiere el concurso de todas las fuerzas psicológicas para alcanzarla y ejercitarla de manera connatural. La pasividad inicial se abre a una actividad que requiere el máximo esfuerzo de penetración y la máxima concentración psicológica. Pero la contemplación cristiana no recae solamente sobre Dios en sí; sino también sobre sus atributos y la obra de la creación. Pero hay que tener en cuenta que, tanto en el orden humano como en el cristiano, es necesario que haya quienes consagren su vida al ejercicio de una actividad externa, regulada por la razón. A esta vida Santo Tomás llama activa, que no se identifica con el solo cúmulo de obras externas, sino que requiere su regulación por la razón; para que no se confunda con el activismo, que Pío XII calificó de herejía de la acción y que procede de simple agitación, de inestabilidad interna, de apasionamiento o de cualquier otro motivo deformado: "Marta, Marta, estás muy inquieta y nerviosa por muchas cosas" (Lc 10,41).

NECESIDAD DE LA VIDA CONTEMPLATIVA

Si con mirada atenta avizoramos el panorama de la Iglesia que ora, por los frutos veremos una multitud de principiantes. Aún los que hoy oran, no han dejado el libro para orar, y desprovistos de la acción de los dones del Espíritu Santo, que son propios de la vida contemplativa, y facilitan la acción gratuita y gozosa de las virtudes morales, y teniéndolas que ejercitar a fuerza de brazos, las virtudes se hacen más difíciles y es natural que predomine la soberbia, la vanidad y el egoísmo sobre la humildad; la avaricia y la pusilanimidad sobre la largueza y la magnanimidad, la lujuria sobre la castidad, la ira sobre la mansedumbre y la paciencia, la gula sobre la templanza, la envidia, el exclusivismo y la petulancia y el espíritu absorbente sobre la caridad y la pereza sobre la diligencia activa y las iniciativas creativas por el crecimiento del Reino. Escribe el P. Arintero: «Gran multitud de cristianos, y aun de religiosos —aunque comprometidos a caminar muy de veras a la perfección evangélica—, nunca salen de esta fase de la niñez espiritual, que es la propia de ascetas y principiantes» (Evolución mística, Edica, Madrid 1968, 21). Que esto ocurra en las personas apostólicas es grave, porque la acción debe ser el fruto de la contemplación, «non per modum substractionis sed por modum additionis», según indica santo Tomás. Que por eso san Gregorio, con frase lapidaria, ha dicho: «Sea el obispo el primero en la acción y el más alto en la contemplación.» Pero no sólo los obispos. Jesús no quiso que su Iglesia fuese un pueblo de principiantes, sino de perfectos: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48).

LA VIDA ACTIVA SE RIGE POR LAS VIRTUDES MORALES

La materia en que se ejercita la vida activa es la propia de las virtudes morales. Para Santo Tomás, «es evidente» que estas virtudes «pertenecen esencialmente a la vida activa» (q.181 d.1). Pero la virtud moral en torno a la cual gira principalmente este género de vida es la justicia, «por la que uno se ordena a otro... De donde procede que la vida activa es definida en función de aquellas cosas que dicen orden a otro, no porque éstas sean las únicas que le  pertenecen, sino porque tienen primacía» (q.181 a.1 ad 1). Ocurre que a veces todas estas virtudes son ejercitadas para lograr un estado interior que facilite la contemplación; esto las saca del orden de lo puramente activo, de modo que, no siendo practicadas por el motivo específico de la acción, pertenecen a la  vida contemplativa (q.181 a.1 ad 3).

VIDA MIXTA

La actividad exterior puede ser ordenada a la contemplación, o un cierto desbordamiento de la contemplación, según el axioma de San Bernardo: "Si sapis, concham te exhibebis, non canalem", "si eres sabio, te convertirás en concha, no en canal". Por el canal pasa el agua para los demás y él queda seco. La concha da de lo que rebosa siendo ella la primera en recibir y conservar. Así es como «uno ofrece a Dios su propia alma y la de los otros» (q.182 d.2 ad 3). Surge así la llamada vida mixta, expresión poco afortunada, porque no se trata de mixtión o de mezcla de actos, sino de integración en la unidad superior emanada de la fusión vital de todos. La vida mixta es más unitaria que la sólo contemplativa o sólo activa, porque penetra más hondamente en el misterio de Dios, que encuentra en sí mismo «el motivo» y el «impulso» para obrar. Así resulta que el acto antonomástico de la vida mixta es el de la enseñanza y la predicación de la fe, que Santo Tomás cataloga entre los actos propios de la vida activa (q.181 a.3); y constituye el principal ministerio de la actividad episcopal, (q.185 a.3, 4 y 5). Pero Santo Tomás enseña también que la docencia y la predicación de la fe, «se deriva de la plenitud de la contemplación» (q.188 a.6) y que existen institutos religiosos de índole contemplativa que tienen como fin «comunicar a los demás, mediante la enseñanza y la predicación, lo que ellos mismos contemplan» (q.188 a.7). Así, sólo es genuina la evangelización cuando brota de la contemplación, que es la que permite asimilar el «sentido» del Evangelio para comunicarlo con «sensibilidad» evangélica. El Concilio Vaticano II, al tratar de la vida y ministerio de los sacerdotes, se refiere a esta doctrina de Santo Tomás y la asume (LG 41; PO 13). En la vida intramundana sobrenatural todos vivimos la vida activa y contemplativa, por lo que las dos son partes integrantes de la vida cristiana completa. En la otra vida, sólo permanecerá la contemplativa (Lc 10, 42), y se habrá desvanecido la activa. El objeto de la vida contemplativa son las cosas divinas y eternas. El de la vida activa, las cosas humanas y temporales. El principio de la vida contemplativa son las virtudes y los dones del Espíritu Santo correspondientes, referidos a las cosas eternas y divinas. El principio de la vida activa son las virtudes morales, que tratan de las cosas humanas y temporales.

 

LA IMITACION DE CRISTO

La vida del miembro de la Iglesia debe ser la imitación de la vida de Dios y la de Cristo, cuya vida es activa y contemplativa: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48); "Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo" (1 Cor 4, 16). Yo he invertido el orden de Santo Tomás anteponiendo el Tratado del Verbo Encarnado, de la Tercera Parte, cuestiones de la 1 a la 59, para ver a Cristo, Nuestra Vida, Maestro y Modelo con cuya fuerza poder cumplir mejor su evangelio. La Beata Madre Maravillas decía: "Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo". Y el Padre Rubio, ambos serán canonizados el día 4 de mayo, aconseja: "Meditad las virtudes de Jesucristo y trabajad por practicarlas". Ya estudiaré más adelante las virtudes y los vicios y reservo la Tercera Parte para estudiar los sacramentos, gracia y fuerza sobrenatural, que posibilitan la ardua práctica de las virtudes y la lucha contra los vicios para la imitación de Cristo. Dice San Gregorio: "El Redentor hacía milagros durante el día y se dedicaba por la noche a la oración; para enseñar a los predicadores a no abandonar la vida activa por el amor de la contemplación, ni a despreciar la oración por el afán excesivo de las obras exteriores, sino que aprendan a beber en la callada y tranquila contemplación, lo que han de comunicar a los demás por la palabra". La contemplación es ciencia o noticia amorosa, en expresión de san Juan de la Cruz. Conocimiento de Dios que espira amor, como en el seno de la divinidad el Verbo de Dios espira el Amor, que es el Espíritu Santo, dice santo Tomás.

LA BELLEZA DE LA CONTEMPLACION

La contemplación es hermosísima, porque la belleza es una propiedad trascendental que siempre acompaña a la verdad y al bien, y porque el objeto de la contemplación es la hermosura increada, y por eso se dice de la contemplación: "Me hice amante de su hermosura".

La contemplación sólo se da con perfección cuando la naturaleza está sosegada, purificada y ordenada, dice santo Tomás. San Juan de la Cruz, lo expresa con su conocido verso: "estando ya mi casa sosegada". Esta es la razón de que los contemplativos suelen aparecer durante la contemplación, llenos de belleza y esplendor, como Moisés en su contemplación de Dios en el Sinaí. La contemplación además es deliciosa. Para santo Tomás la vida más perfecta es la conjunción de las dos, La contemplativa y la activa: "Contemplari et contemplata aliis tradere" (2-2, 188, a. 6). "Es más perfecto iluminar que ver la luz solamente, y comunicar a los demás lo que se ha contemplado, que sólo contemplar". Después de esta vida no perdurará la vida activa, porque en la bienaventuranza no habrá miserias que socorrer. Las obras exteriores de los unos a los otros estarán ordenadas al fin de la contemplación. Pero en la vida presente la Iglesia está dedicada a "la acción y a la contemplación".

LA"PERFECTAE CARITATIS" Y EL DECRETO "AD GENTES" DEL VATICANO II.

Ambos Documentos proclaman la necesidad de la vida contemplativa: "Los Institutos puramente contemplativos..., por mucho que urja la necesidad del apostolado activo, ocupan siempre una parte preeminente en el cuerpo místico de Cristo, en que todos los miembros no tienen la misma función (Rm 12, 4)...Enriquecen al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa... Son el honor de la Iglesia y torrente de gracias celestiales" (7).

Y el Decreto "Ad gentes": "Los Institutos de vida contemplativa tienen una importancia singular en la conversión de las almas con sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por la oración, envía operarios a su mies, abre las almas de los no cristianos para escuchar el evangelio y fecunda la palabra de salvación en sus corazones" (40).

LA CONSAGRACION DE ESTA DOCTRINA EN EL DOCTORADO DE SANTA TERESITA DEL NIYO JESUS

La proclamación por Pio XI de santa Teresa del Niño Jesús Patrona de las Misiones, el 14 de diciembre de 1927, fué un gesto, comentado por Sor Genoveva de la Santa Faz, hermana de la Santa, a su hermana Leonia, que significó "la glorificación de la vida contemplativa". Esta santa y Carlos de Foucauld, son las dos almas proféticas que más han influido en nuestro siglo XX, aunque éste, por su humildad, creía que no había hecho nada. Murió sin un solo compañero, y sin haber conseguido ni una sola conversión. Culminado en la declaración de Teresa de Lisieux, DOCTORA DE LA IGLESIA.

LA REFORMA DE SANTA TERESA DE JESUS

Los Monasterios teresianos son universidades de vida puramente contemplativa, pero esto no garantiza que todos sus miembros sean contemplativos con oración mística, pues Dios no lleva a todos por los mismos caminos. Dicho de otra manera: las monjas de Santa Teresa todas son monjas contemplativas, aunque su oración sea ascética y difícil: "No porque en esta casa todas hagan oración, han de ser todas contemplativas". Van por el mismo camino y se encuentran en dos tramos distintos, el ascético y el místico, ordenados ambos a la contemplación. La ascética será vida contemplativa incoada o incipiente, y la mística, perfecta y consumada.

En un mundo consumista en el que predomina la ideología de la superficialidad y del hedonismo, es absolutamente necesaria la dimensión contemplativa de la vida, que no comporte tan sólo huir del ruido y de los conflictos del mundo, sino encuentro con Dios en el corazón del mundo, como medio para ser testigos del único Dios y Señor.

JESUS MARTI BALLESTER
jmarti@ciberia.es 

En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes
De las conferencias de santo Tomás de Aquino, presbítero.

¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
La segunda razón tiene también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes.
Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo hizo Cristo en la cruz. Y, por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él.
Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia.
Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato y morir.
Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Si por la desobediencia de uno –es decir, de Adán– todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer, desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien finalmente, dieron a beber hiel y vinagre.
No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se repartieron mis ropas; ni a los honores, ya que él experimentó las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron vinagre.

Oración

Oh Dios, que hiciste de santo Tomás de Aquino un varón preclaro por su anhelo de santidad y por su dedicación a las ciencias sagradas, concédenos entender lo que él enseñó e imitar el ejemplo que nos dejó en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

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Esta página es obra de Las  Siervas de los Corazones Traspasados de
Jesús y María

Jueves 13ª semana de tiempo ordinario

 Génesis 22,1-19 En aquellos días,
Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: "¡Abrahán!" Él respondió: "Aquí me
tienes." Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al
país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te
indicaré." Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a
su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había
indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de
lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: "Quedaos aquí con el asno; yo con el
muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros." Abrahán
tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el
fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre:
"Padre." Él respondió: "Aquí estoy, hijo mío." El muchacho dijo: "Tenemos fuego
y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?" Abrahán contestó:
"Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío." Y siguieron caminando
juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó
allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el
altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su
hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: "¡Abrahán, Abrahán!" Él
contestó: "Aquí me tienes." El ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu
hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a
tu hijo, tu único hijo." Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por
los cuernos en una maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio
en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel sitio "El Señor ve", por lo que se
dice aún hoy "El monte del Señor ve".

El ángel del Señor volvió a gritar
a Abrahán desde el cielo: "Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber
hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a
tus descendientes como las estrella del cielo y como la arena de la playa. Tus
descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los
pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido."
Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba.
Abrahán se quedó a vivir en Berseba.


Salmo:

 Salmo responsorial: 114
Caminaré en
presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque
escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que
lo invoco. R.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos
del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del
Señor:
"Señor, salva mi vida." R.
El Señor es benigno y
justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los
sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.
Arrancó mi alma de la
muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en
presencia del Señor
en el país de la vida. R.
Evangelio:
 Mateo 9,1-8
En aquel tiempo, subió
Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un
paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al
paralítico: "¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados." Algunos de los
escribas se dijeron: "Éste blasfema." Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
"¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados",
o decir: "Levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene
potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-:
"Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa."" Se puso en pie, y se fue a su
casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los
hombres tal potestad. 

LA AUTORIDAD DE PERDONAR
Alma
cansada, corazón cansado, fuerzas gastadas,
paralizado ya, incapaz de
moverme, y sin voz.
Casi no recuerdo mi nombre.  Y muchos lo han olvidado del
todo.
Tantas cosas han ido pasando en mi vida,
que he comprobado una y mil
veces que no puedo,
que no me dejan, que no llego, que no lo consigo,
que
es imposible vivir y ser como me había propuesto,
como había soñado...
A
veces he sido yo mismo; otras han sido los que me rodeaban.
Y ahí estoy,
tumbado en mi cama,
enfadado conmigo y con el mundo,
incapaz de nada más
que de recordar y añorar.
Llegan ellos.  Yo no les hago caso, ¡paso! No dicen
nada.  Me miran,
y decididos, me colocan en una camilla y me sacan de
casa,
y decididos, me pasan a una camilla y me sacan de casa,
atravesamos
calles y llegamos a aquel lugar, lleno de gente.
Pero hay un silencio
impresionante.  Escuchan.
Una voz suave, dulce, pero firme sale de
dentro.
Me resulta conocida.  La he escuchado muchas otras veces.
En otro
tiempo me hizo bien, pero ahora me deja indiferente,
como si no fuera
conmigo. Se me ha hecho «otra palabra más».
De pronto me veo en medio de
todos: son rostros conocidos,
antiguos compañeros, amigos... y allí está
Él.
Me mira un momento, profundamente,
pero enseguida se fija en mis
camilleros.
Sus ojos se iluminan, y exclama: «¡cuánta fe!».
No sé qué
habrá visto en ellos, pero me dirige a mí la palabra:
- Ánimo
hijo...
«Hijo». ¡Qué hermosa palabra!  No me ha preguntado nada,
no me ha
hecho ningún reproche.
Está claro que sabe de sobra lo que me pasa por
dentro,
y yo me siento tremendamente acogido, protegido, seguro.
Hijo.  Me
recuerda que tengo un Padre. Y sigue:
- Tus pecados quedan perdonados...
Y
se arma un tremendo alboroto: algunos de los presentes protestan:
- Blasfemo,
¿quién se ha creído que es?  Sólo Dios puede perdonar.
Él les mira de manera
bien diferente a como lo ha hecho conmigo:
- Pero ¡qué duros de corazón!  El
Hijo del hombre tiene autoridad
en esta tierra para perdonar los pecados.  Y
también los hombres,
vosotros, podéis y debéis ser agentes de
reconciliación,
sois instrumentos de sanación, sois un medio de Dios
para
pacificar a los hombres...
Volvió su mirada hacia mí y noté que me sentía
mejor:
- Levántate, toma la camilla y vete a casa
Y di un brinco.  Me
sentía nuevo, y poderoso y con una tarea:
Los hombres podemos hacerlo muy
mal, y sentirnos fatal...
Pero podemos perdonar y ser perdonados... porque
somos
hijos del Padre de la misericordia, hijos de su ternura.
Gloria a
Dios que nos ha dado tal «autoridad».
Enrique Martínez, cmf

Miércoles de la 13ª Semana del Tiempo Ordinario

 Génesis 21,5.8-20 Abrahán tenía
cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo destetaron. El
día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete. Pero Sara vio que el
hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a
Abrahán: "Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a
repartirse la herencia con mi hijo Isaac." Como al fin y al cabo era hijo suyo,
Abrahán se llevó un gran disgusto. Pero Dios dijo a Abrahán: "No te aflijas por
el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac quien
continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran
pueblo, por ser descendiente tuyo."


Abrahán madrugó, cogió pan y un odre
de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó
y fue vagando por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua del odre,
colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la
distancia de un tiro de arco, diciéndose: "No puedo ver morir a mi hijo." Y se
sentó a distancia. El niño rompió a llorar. Dios oyó la voz del niño, y el ángel
de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: "¿Qué te pasa, Hagar? No
temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y
tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo." Dios le
abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber
al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se
hizo un experto arquero.
 Salmo responsorial: 33
Si el afligido
invoca al Señor, él lo escucha.

Si el afligido invoca al Señor, él lo
escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno
a sus fieles y los protege. R.
Todos sus santos, temed al
Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y
pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Venid,
hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que
ame la vida
y desee días de prosperidad? R.


Evangelio:

 Mateo 8,28-34
En aquel tiempo,
llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio,
dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía
a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros,
Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?" Una gran piara de
cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: "Si nos echas,
mándanos a la piara." Jesús les dijo: "Id." Salieron y se metieron en los
cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los
endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo,
le rogaron que se marchara de su país. Palabra de Dios
Querido amigo/a:
La escena del evangelio de hoy es un buen pasaje para
contemplar, para meterse en la historia, para mirar a la cara a sus personajes,
más allá del ropaje cultural en el que nos viene presentada.
Por un lado,
están dos personas “endemoniadas”. ¿Qué les pasaba? El evangelista nos da pocos
datos, pero suficientes: vivían en el cementerio, muertos en vida, apartados de
la civilización; estaban furiosos, agresivos, fuera de sí... ¿quién no lo
estaría si las circunstancias de la vida lo hubieran confinado al cementerio? Y
provocaban temor, de forma que nadie se atrevía a ir por donde ellos
iban.
Ante ellos aparece Jesús. Él mismo ha decidido acercarse. Ha
querido ir “a la otra orilla”, a esa tierra concreta. Y los que llamaban
“endemoniados”, quién sabe si por la novedad o por la esperanza, “salieron a su
encuentro”. Y ante Jesús, hacen lo único que parece sabían ya hacer: gritar. Y
Jesús no se aparta, no echa a correr asustado como los demás, sino que
permanece, de pie, ante ellos. Quizá por eso los dos hombres pronuncian una
segunda frase que suena a petición de ayuda, vislumbrando una posible salida de
su situación. Y Jesús entra en diálogo con ellos. Y en esa acogida
incondicional, son liberados del mal que les acechaba. La salvación, de la mano
de la liberación, ha llegado a su vida.
Frente a Jesús, los del pueblo no
se enteran de nada. No les ha gustado el cambio de la situación. Estaban
acostumbrados a apartar a aquellos hombres. Vivían más tranquilos. Ahora parecen
preocuparse más de las molestias que les ocasiona el cambio que de la salud de
sus paisanos. Todo lo contrario de Jesús.
Ante este pasaje podemos meternos
en la piel de los hombres llamados “endemoniados”: ¿cuáles son mis “demonios”
–los que me hacen ir por la vida sin vida, con ira, asustando a los demás-?. 
Podemos meternos en la piel de los del pueblo: ¿cómo reacciono ante los
“demonios” de otros y ante sus posibles cambios?. O podemos ponernos en el lugar
de Jesús, para aprender de su acogida incondicional que hace posible la salud
integral y la vida.
Que disfrutes de esta bonita historia.
Tu
hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)
Martes de la 13ª semana de tiempo ordinario.
 Lectura del libro del Génesis 19,
15-29

En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot: -«Anda, toma a tu
mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.» Y,
como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos
hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la
ciudad. Una vez fuera, le dijeron: -«Ponte a salvo; no mires atrás. No te
detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.» Lot les
respondió: -«No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la
vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los
montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad
pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña,
salvaré allí la vida.» Le contestó: -«Accedo a lo que pides: no arrasaré esa
ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que
llegues.» Por eso la ciudad se llama La Pequeña. Cuando Lot llegó a La Pequeña,
salía el sol. El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma
y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las
ciudades y la hierba del campo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en
estatua de sal. Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el
Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y
vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno. Así, cuando Dios
destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot,
se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.Palabra de
Dios
 Salmo responsorial Sal 25, 2-3. 9-10.
11-12
R. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.

Escrútame,
Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
porque tengo
ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad. R.
No arrebates mi
alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
que en su
izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos. R.
Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de
mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano;
en la asamblea bendeciré al
Señor. R. 
 Lectura del santo evangelio según san Mateo
8,23-27 :

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos
lo siguieron.
De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca
desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo
despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» Él les dijo:
«¡Cobardes! ¡Qué poca fe!» Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y
vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el
viento y el agua le obedecen!» Palabra del Señor
Querido amigo/a:
¿Vives cerca del mar? ¿Lo has visto al menos alguna vez?
¿Has navegado sobre él en alguna embarcación?
El mar forma parte de las cosas
fascinantes de nuestro mundo. Inmenso, amplio, inabarcable... Medio de
comunicación, origen de la brisa, fuente de alimento, manadero de
inspiración.
Pero el mar también es tremendo cuando las olas se
encrespan, cuando inunda la tierra, cuando no da pescado, cuando devora a los
navegantes.
El mar es símbolo de la vida, tan fascinante y tan tremenda. Los
discípulos van sobre el mar, por la vida. Y Jesús con ellos, en la misma barca.
El mar se encrespa –como la vida, tantas veces- y parece que no hay salida:
“Señor, sálvanos, que nos hundimos”. Él va tranquilo. Parece que duerme. Pero
escucha la voz de los suyos, de su pueblo, de los que le interpelan. Y el mar se
calma. Y la vida. Tan sólo es cuestión de fe. Porque “todo es posible para el
que cree”.
Señor, te hablo desde la vida.
Yo sé que Tú vas con
nosotros, en la misma barca.
Y Tú sabes que muchas veces la barca se
mueve,
y pensamos que nos vamos a hundir.
Por eso, en esos
momentos,
recuérdame –recuérdanos-
que basta tener fe.
Que ese momento,
más que nunca,
es momento de seguir remando.
Porque contigo en la
barca
llegaremos a puerto.
Gracias, Señor.
Amén.
Tu hermano en
la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)

San Pedro y San Pablo, apóstoles

 Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles 12, 1-11

En aquellos días, el rey Herodes se puso a
perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago,
hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro.
Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de
su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenla intención de
presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua, Mientras Pedro estaba en la
cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche
antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado
con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente,
se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el
hombro, lo despertó y le dijo: -«Date prisa, levántate.» Las cadenas se le
cayeron de las manos, y el ángel añadió: -«Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció, y el ángel le dijo: -«Échate el manto y sígueme.» Pedro salió detrás,
creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la
primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle,
y se abrió solo. Salieron, y a¡ final de la calle se marchó el ángel. Pedro
recapacitó y dijo: -«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para
librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los
judíos.»Palabra de Dios.
Salmo:
 Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. El Señor
me libró de todas mis ansias.

Bendigo al Señor en todo momento, su
alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los
humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la
grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me
respondió, me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y
quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al
Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del
Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el
Señor, dichoso el que se acoge a él. R.Segunda Lectura:
 Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18

Querido hermano: Yo estoy a punto de
ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi
combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la
corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no
sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me
dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los
gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo
mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos
de los siglos. Amén.Palabra de Dios.
 Lectura del santo evangelio según san Mateo
16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de
Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -«¿Quién dice la gente que es el Hijo
del hombre?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros
que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -«Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo.» Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso
no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el
poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos;
lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la
tierra quedará desatado en el cielo.»Palabra del Señor.
Pedro y Pablo, liberados para
liberar

En la fiesta de san Pedro y san Pablo podríamos acentuar
las diferencias entre estos dos  enormes apóstoles que son las columnas que
mantienen firme la Iglesia, la comunidad de los creyentes. Pero las lecturas de
hoy nos dan base suficiente para subrayar las similitudes.
A pesar de
que tuvieron orígenes diferentes –Jesús llamó a Pedro con los primeros
discípulos, Pablo aparece en escena después de la muerte y resurrección de
Jesús– y de que siguieron caminos diversos –Pedro apóstol de los judíos y Pablo
de los gentiles–; a pesar de que tuvieron sus diferencias –en Antioquía hubo
palabras fuertes entre los dos por lo que se cuenta en la carta a los Gálatas
(2,11-14)–; a pesar de todo eso, hay una experiencia común que está a la base de
sus vidas, que les motivó a entregarse, en la medida de la capacidad de cada uno
y siempre contando con sus limitaciones, al servicio de la predicación de la
buena nueva de Jesús.
Pedro, liberado de
sus propias cadenas

La primera y segunda lectura nos hablan de esa
experiencia que no es otra que la liberación. Los dos experimentaron la
liberación de las cadenas que los oprimían. Aunque en la primera lectura de los
Hechos se relata la liberación de Pedro de la cárcel por un ángel, conocemos la
vida de Pedro y su relación con Jesús y sabemos que Jesús siempre le fue
llevando más allá de los prejuicios que le aprisionaban, liberándolo para
convertirle en una persona nueva al servicio del Reino.
Recordemos sin
ir más lejos la escena de Pedro en el lago, en la que Jesús le libera de sus
propios temores y le invita a avanzar por el agua y a confiar sólo en el Señor.
Por tanto, la liberación de Pedro es mucho más que la liberación puntual de la
cárcel. Jesús hizo libre a Pedro para el Evangelio. El Pedro que quería hacer su
propio camino, que incluso quería decirle a Jesús cómo debía realizar su misión
(escena de la confesión de Cesárea), termina siguiendo los caminos que le marca
Jesús y encuentra ahí su plenitud en libertad como persona.
Pablo, liberado en el
camino de Damasco

En la segunda lectura Pablo habla en primera
persona. Da la impresión de estar al final de su vida. Echa la mirada atrás. Ha
combatido el buen combate y espera la corona merecida. Pero reconoce que en ese
camino ha estado siempre presente el Señor que le ayudó en todo momento y le dio
fuerzas “para anunciar íntegro el mensaje”. Dice también que “seguirá
librándome”.
Sin duda Pablo tiene presente aquella primera liberación,
la del camino de Damasco, cuando se encontró frente a frente con el Señor
resucitado y su vida cobró un nuevo sentido, dejando atrás su pasado fariseo.
Allí fue liberado de la opresión de la ley para conocer la fuerza de la gracia
de la vida. Esa fue su experiencia de liberación y la que dio sentido a toda su
vida itinerante al servicio del Evangelio, a todos sus trabajos, esfuerzos y
dolores.
Llaves que liberan y dan
vida

La liberación está, pues, a la base de la experiencia vital,
fundamental, de estos dos apóstoles que son las columnas centrales de la
Iglesia, de nuestra fe. La liberación es la experiencia que conduce a la fe.
Confesar a Jesús no es una pura afirmación intelectual, no es una idea. Cambia
nuestra vida como cambió las de Pedro y Pablo. Nos libera de prejuicios y
miedos. Nos abre al futuro. Da sentido a nuestras vidas. El Reino se nos aparece
como la realidad más valiosa por la que luchar y entregar nuestra vida. Las
manos se nos abren a la fraternidad y sentimos a Dios como Padre de la vida que
acoge a todos sin excepción.
Las llaves de que se habla en el Evangelio
son llaves que abren las prisiones, que liberan de prejuicios y enfermedades,
que crean fraternidad. No son nunca llaves para oprimir ni condenar. No son
llaves para condenar a las personas. Sólo hay que condenar todo lo que impide a
las personas vivir como lo que somos: hijos e hijas de Dios, con toda nuestra
dignidad y libertad. Esas llaves, hoy en poder de todos los creyentes, de la
Iglesia, de todos los que seguimos la estela de Pedro y Pablo y en ellos la de
Jesús, nos facultan y capacitan para abrir, para liberar, para dar vida.
¡Usemoslas!

MEDITACIÓN SOBRE PEDRO


 


Lo que hemos hecho hasta ahora ha sido un mirar al Señor, pero
sobre todo sacando de ahí  conocimiento de nosotros mismos. Ahora se trata de
mirarlo a él para obtener conocimiento de  él (y esto no se puede lograr sin
entrar en el misterio trinitario del Padre que nos da al Hijo, y  sobre todo en
el misterio de la Muerte de Dios).


............


En el fondo Pedro es cada uno de nosotros, es el hombre que por
primera vez se ve  deslumbrado por el hecho inconcebible de la Pasión de Jesús y
esto lo impacta personalmente,  porque se da cuenta que ella se refleja en
él.


Leeremos del cap. 14, 28 de Mateo: Pedro sobre las aguas, hasta el
llanto final, en Mateo  cap. 26, 75, es decir, desde la primera presunción de
Pedro, que se cambió en miedo y pronto  quedó curada, hasta estallar en llanto
que es una manifestación de que se le acabaron todas  sus seguridades ante
Cristo que sufre y ante lo que él había pensado de sí mismo y de
Jesús.


-La presunción y el miedo. /Mt/14/27-31 


Comencemos, pues, por Mateo 14, 28. Al ver a Jesús que, como un
fantasma, se acerca a la  barca y dice: "Animo, no temáis"... Pedro dice:
"Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las  aguas". Es una palabra muy
fuerte, "caminar sobre las aguas" es propio de Yavé, es una  característica de
Dios en el Antiguo Testamento; por tanto, Pedro es muy atrevido: pedir hacer  lo
que hace Jesús es participar de la fuerza de Dios. Esto corresponde al sueño de
Pedro:  siguiendo a Jesús, quedamos investidos de su fuerza; ¿acaso no nos ha
comunicado sus  poderes para expulsar demonios y curar enfermos? Por tanto,
entremos en esta comunicación  de poder con fe, con amor, con generosidad,
participando del poder de Dios. Jesús acepta. "...Y Jesús le dijo: Ven. Y
bajando Pedro de la barca, andaba sobre las aguas hacia Jesús.  Mas, al ver la
fuerza del viento, se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó: ¡Señor,
sálvame!  Al punto, Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo: Hombre de poca
fe, ¿por qué has  dudado?.


Pedro quiere participar de la potencia de Jesús, pero no se conoce
y no sabe que participar  de este poder significa condividir también las pruebas
de Jesús, soportar el viento y el agua. No  había pensado en esto, le parecía
una cosa fácil y, entonces, asustado, grita.


Este grito revela el hecho de que Pedro no se conocía a sí mismo,
porque presumía de sí,  se consideraba ya capaz de participar de la debilidad de
Dios: no conocía a Jesús, porque a  un cierto punto no se confió en él, no
entendió que es el Salvador y que en medio de la  fuerza del huracán, allí donde
se manifestaba su debilidad, Jesús estaba allí para salvarlo. Para Pedro esta es
la primera experiencia de la Pasión, pero es una experiencia sin fruto, 
cerrada, apenas inicial, de la que, como nos sucede a nosotros muchas veces, no
aprende  mucho. Probablemente se pregunta qué fue lo que le sucedió, por qué se
asustó. El asunto  le queda un poco vago, como muchas experiencias nuestras que
no nos impactan hasta  cuando otras más grandes no nos revelan su
sentido.


-Evolución sicológica de Pedro.


Ahora veamos sencillamente todos los lugares en los que se habla de
Pedro,  preguntándonos qué pueden significar para la evolución sicológica de
este hombre. En  Mt/15/15 dice Pedro con mucha sencillez: "Señor, explícanos
esta parábola: lo que sale de  la boca hace impuro al hombre, no lo que entra".
Jesús le contesta: "También vosotros  estáis sin entendimiento". Pedro es, pues,
un hombre que tiene valentía, desea entender  algo, pero su conocimiento de las
cosas de Dios es todavía muy embrional, todavía en  movimiento y esto se
manifiesta en todo su camino.


El siguiente capítulo (/Mt/16/16ss) nos
muestra el punto culminante de este camino;  Pedro, en nombre de todos, es el
único que tiene la valentía de hablar, y a la pregunta de  Jesús: "¿ Y vosotros
quién decís que soy yo?" contesta: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios  vivo". Y
Jesús: "Bienaventurado tú, Simón, hijo de Juan, porque no te lo ha revelado la 
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo que tú eres
Pedro, y  sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Te daré las llaves del Reino
de los cielos".


Ante estas palabras Pedro se siente muy contento: ha correspondido
a la confianza que  el Maestro ha puesto en él. El lo llamó cerca de la barca
cuando todavía era un pobre  pescador, un rústico, tuvo confianza, y él ahora ha
demostrado que sabía corresponder.  Claro que Jesús dijo: "La carne ni la sangre
te lo han revelado"; por tanto, la revelación es  de Dios, pero le fue hecha a
él, a Pedro; Dios le dio la posibilidad de hacer esta  manifestación y por tanto
de tener una responsabilidad en el Reino. Esto, naturalmente, no  le disgusta,
como no nos disgusta a ninguno de nosotros.


Imaginémonos, pues, el desconcierto de Pedro cuando, inmediatamente
después, piensa  abrir la boca y ejercer un poco sus funciones, se le contesta
duramente. En efecto, cuando  Jesús, inmediatamente después, comienza a decir
abiertamente que debe ir a Jerusalén,  sufrir mucho por parte de los Ancianos,
de los Sumos Sacerdotes, de los Escribas, ser  muerto (aquí aparece la Pasión
por primera vez), Pedro, como hombre prudente, no lo  contradice en público,
sino que lo lleva aparte para decirle al Maestro con honestidad algo  que le
será útil. Lo recombino diciendo: "¡Dios te libre, Señor, no te sucederá
eso!".


Es una palabra que le nace del corazón, porque Pedro ama mucho a
Jesús y cree que  ellos son los que deben morir y no él, que debe seguir
adelante por el Reino. Me parece  que Pedro es muy generoso, prefiere él morir,
porque sabe muy bien que la vida que han  comenzado está llena de contrastes,
hay enemigos, hay dificultades. No se hace ilusiones,  pero razona lógicamente:
si la Palabra calla, ¿quién la dirá? La Palabra no debe callar,  entonces
preferimos morir por ti.


Nos podemos imaginar, pues, el desagrado, el desconcierto por la
respuesta de Jesús:  "Lejos de mí, Satanás, pues eres mi obstáculo, porque tus
sentimientos no son los de Dios,  sino los de los hombres". Pedro ha hablado con
toda generosidad de su corazón, ha  hablado por el bien de Jesús y de los
compañeros para que la Palabra permanezca, y  ahora se lo trata como si fuera
Satanás. Está confundido, calla y no hace lo único que me  parece tenía que
hacer: pedirle al Señor que le explicara, y manifestarle su perplejidad. Poco
después lo encontramos de nuevo con su plena confianza de "mayordomo" del 
Reino, cuando (en el
Mt 17, 4), en el monte de la
Transfiguración toma la palabra y dice:  "Señor, qué bien se está aquí". De
nuevo toma la palabra por todos, ya ha comprendido  que le toca a él interpretar
el pensamiento común: "Si quieres haré aquí tres tiendas, una  para ti, una para
Moisés y otra para Elías". Tratando de ponerme en la sicología de Pedro  leo en
estas palabras suyas: ¡proveo yo! Y con mucha generosidad, porque no piensas 
hacer una tienda para él; él es ahora quien organiza el Reino de Dios. Mateo no
lo dice,  pero Lucas añade: "El no sabía lo que decía".


Ciertamente aquí brota la alegría de tener un puesto y de querer
hacer lo posible para ser  digno de la confianza que se ha puesto en él. Puesto
que el Reino de Dios es algo grande,  hay que hacer cosas grandes, por tanto una
tienda para cada uno, que en Oriente es un  lujo grande. Ciertamente aquí Pedro
no reflexiona mucho sobre sí mismo, dice lo que le  parece, y Jesús no lo
reprocha, porque la escena cambia inmediatamente.


Se escucha la voz de lo alto: "Este es mi Hijo en el cual me he
complacido". Tal vez  Pedro hubiera podido comprender que no era el caso de
hacer tres tiendas, sino mirar a  este Hijo, el modo de comportarse, cómo Dios
lo está manifestando en la gloria y en la  pobreza; pero todo esto no le cabe en
la cabeza.


Podemos imaginar el momento cuando bajan de la montaña y se acercan
a la  muchedumbre que está cerca del lugar en donde el epiléptico no ha podido
ser curado por  los discípulos: Pedro, Santiago y Juan están de parte de la
razón, son los que no se han  quemado con el experimento fracasado. Creo que
Pedro con una cierta satisfacción interna  se una a Jesús que dice: "Oh
generación incrédula y perversa, hasta cuándo estaré con  vosotros" pensando que
ciertamente, si hubieran estado ellos, lo habrían curado, mientras  estos otros
discípulos "de segunda clase" no fueron capaces de hacerlo.


En este capítulo hay otro episodio muy interesante, rico de
simbolismo (en
/Mt/17/24-27):  el episodio del impuesto
del Templo, en el que Jesús dice despreocupadamente: echa el  anzuelo, agarra el
primer pez y entrega la moneda. Lo que impacta es: "Tómala y entrégala  a ellos
por mí y por ti". Me parece muy hermoso este gesto de Jesús de entregar una
sola  moneda por él y por Pedro, parece una advertencia: fíjate que estamos
juntos, trata de  unirte a mi destino y no pretenderás tener uno distinto para
ti, o mirar al mío como separado  del tuyo.


No sé si Pedro entendió la riqueza de significado de esta única
moneda, la delicadeza de  esta palabra. En efecto, lo vemos aquí no ya
directamente citado, sino junto con los diez, en  el cap. 20, 24-28 dice Jesús:
"Sabéis que los príncipes de las naciones las tiranizan, y que  los grandes las
oprimen con su poderío. No será así entre vosotros, sino que aquel de entre 
vosotros que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera de
entre vosotros  ser el primero, que sea vuestro siervo. Como el Hijo del hombre
no vino a ser servido, sino  a servir, y a dar su vida en redención de
muchos".


El texto no dice qué pensarían los apóstoles, pero es claro, por lo
que sigue, que todavía  no han comprendido. Jesús habla, pero como nos sucede
también a nosotros con  frecuencia, escuchamos las cosas pero no las realizamos,
es decir, no las percibimos hasta  cuando un acontecimiento imprevisto, duro, no
nos pone en contacto con la realidad. Tenemos, pues, el mismo fenómeno, el
sicológicamente ya codificado del punto ciego; es  decir, hay cosas que no
vemos, ante las que somos ciegos o sordos; las cosas que nos  dicen y se nos
repiten, decimos que las entendimos, pero no las asimilamos. Pedro se  encuentra
en esta misma línea. Muchas veces tenemos esta experiencia sobre nosotros o  tal
vez sobre los demás: comprendemos solamente lo que podemos experimentar, lo
demás  es agua que pasa.


-El drama de Pedro.


Pasemos ahora directamente a los últimos puntos del drama de Pedro,
que hemos visto  tan poco preparado (
/Mt/26/32-35).
Mientras se dirigen al Huerto de los Olivos, después de  haber cantado el himno
al final de la cena, dice Jesús: "Todos vosotros tendréis en mí  ocasión de
caída esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor, y se dispersarán las 
ovejas del rebaño". Aquí se hace ver la debilidad de los apóstoles: son como
ovejas, si no  está el pastor, no saben hacer nada.


"Pero después resucitaré e iré delante de vosotros a Galilea. Mas
Pedro le respondió:  Aunque fueras para todos ocasión de caída, para mí no.
Jesús le dijo: En verdad te digo  que esta misma noche, antes de que el gallo
cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo:  Aunque tuviera que morir contigo,
no te negaré. Y lo mismo dijeron todos los demás". Reflexionemos un instante
sobre estas palabras. Naturalmente, tenemos que creer en la  honestidad de Pedro
y en su generosidad. Aquí ciertamente Pedro habla creyendo  conocerse plenamente
a sí mismo, y de todo corazón. En el fondo, acaba de recibir la  Eucaristía,
sale del momento culminante de la vida de Jesús, no podemos pensar que hable 
con ligereza; sus palabras son también muy hermosas: aunque tuviera que morir
contigo.  Aquel "contigo" es la palabra esencial de la vida
cristiana.


Podría pensarse que aquí Pedro ya ha comprendido el sentido de la
única moneda para  dos: estoy contigo, Señor, en la vida y en la muerte.
¿Cuántas veces hemos dicho esto?  Los Ejercicios de San Ignacio nos hacen decir
en la famosa parábola del Reino: "Quien  quiera venir conmigo", por tanto, es
una palabra clave. Pedro dice una palabra muy exacta,  es sincero, no se
equivoca en las palabras. Pero Jesús no ha dicho: "me negaréis", sino "os 
escandalizaréis"; según la expresión bíblica: encontrarás una piedra imprevista.
El  escándalo es un obstáculo imprevisto que sirve de trampa.


Para los discípulos será el imprevisto contraste entre la idea que
tenían de Dios y la que  se revelará en aquella noche. El Dios de Israel, el
grande, el poderoso, el vencedor de los  enemigos, que por lo tanto no
abandonará jamás a Jesús, es su idea de Dios, la que  aprendieron del Antiguo
Testamento. Jesús les advierte que nunca sabrán resistir al  contraste entre lo
que piensan y lo que va a suceder.


Pedro no acepta para él esta advertencia, cree que conoce al Señor
totalmente; ya  aceptó el reproche anterior, ya entendió que tiene que confiar
plenamente en Jesús, por  eso va hasta el fondo, o por lo menos trata de ir
hasta las últimas consecuencias: "Aunque  tenga que morir contigo, no te
negaré".
D/IMAGENES-FALSAS CZ/CONOCIMIENTO


Aquí yo veo no sólo un poco de presunción en el no conocerse, sino
también un error:  cree tener ya la idea de Dios, pero no la tiene todavía,
porque ninguno tiene la verdadera  idea de Dios hasta cuando no haya conocido al
Crucificado.


Además, Pedro sí habla de muerte, pero por lo que sigue me parece
que entienda la  muerte heroica, la muerte del mártir, gloriosa; morir con la
espada en la mano, en el  heroísmo, como los Macabeos, como los héroes del
Antiguo Testamento: la muerte de  aquel en cuyo último grito contra los enemigos
aparece brillante la verdad de Dios, la  injusticia y la vergüenza de quien ha
tratado de asaltarlo. Creo que Pedro llegue hasta aquí,  pero no acepta morir
humillado, en silencio, siendo objeto de la burla pública.


Leamos el siguiente trozo (/Mt/26/37-45):
"Tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de  Zebedeo, comenzó a entristecerse
y a sentir angustia. Y les dijo: Triste está mi alma hasta  la muerte. Quedaos
aquí y velad conmigo. El, avanzando un paso más, cayó de bruces y  oraba
diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; mas no sea como
yo  quiero, sino como quieres tú. Volvió a los discípulos, los encontró
dormidos, y dijo a Pedro:  ¿Con que no habéis podido velar una hora
conmigo?".


Parece imposible que Pedro tuviera tanto sueño después de
acontecimientos tan  excitantes como los de esa noche, después de la Eucaristía,
después de las palabras del  Maestro. Como todos, él había visto que en la
ciudad la gente corría, que algo se estaba  tramando, corrían voces, había
reuniones. En semejantes ocasiones ninguno de nosotros  nos dejamos llevar por
el sueño, el nerviosismo se apodera de nosotros y esto no deja 
dormir.


Me parece ver en el sueño de Pedro ese disgusto sicológico de una
situación inaceptable  como la de Jesús en el Huerto. Poco antes había dicho
Pedro: moriré contigo, vamos juntos  a una muerte heroica, cantando contra el
enemigo; en cambio, Jesús siente miedo, y  comete el error de revelarse, de
mostrar su verdad que los otros no están preparados para  recibir.


Entonces, comienza el escándalo ante un hombre que tiene miedo, que
se asusta. De  aquí el desconcierto y el deseo de no pensar en eso, como nos
sucede a todos nosotros  ante ciertos sufrimientos de amigos, de personas
queridas, porque no podemos soportarlos  todos juntos, no tenemos la fuerza
suficiente. Entonces sucede en la siquis una fuerza muy  poderosa de
cancelación, esto es, ese desánimo de quien no sabe ya qué hacer. A Pedro le
bastó que Jesús se revelara "auténtico" y no fuera más el Maestro en el que  se
apoyaban, el que siempre tenía la palabra precisa, sino un hombre como los
otros, un  amigo para consolar, y esto lo hizo escandalizar, hizo que ya no
entendiera nada. "Tenían  los ojos cargados", pesados, dice el Evangelio: esta
me parece también una expresión que  hace pensar en un estado de enceguecimiento
interior, de confusión mental que pesa sobre  el espíritu y lo hace turbio,
ofuscado.


Jesús tiene que orar solo y cuando vuelve a despertar a los
discípulos sufre un nuevo  choque: le ven la cara tan asustada, angustiada, y
empieza a aparecer la duda: ¿es en  verdad el Mesías? ¿Cómo puede Dios
manifestarse en un hombre tan pobre? Este Jesús  que se humilla, que parece un
trapo, que camina con inseguridad, los desconcierta cada  vez más, derrumba su
castillo de fuerzas mentales, su idea de cómo Dios debe  manifestarse y debe
salvar a un hombre que le ha sido fiel, que es su Cristo.


Este titubear interior de Pedro se derrumba, cuando llega "Judas,
uno de los Doce, con  mucha gente, espadas, palos", se acerca a Jesús y lo besa.
Jesús no reacciona, solamente  dice: "¡Amigo, a esto has venido!", luego lo
arrestan: "Echaron mano a Jesús y lo  prendieron.


Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió al siervo
del pontífice, y le cortó  una oreja". Pedro, pues, hace el último intento de
morir como un héroe. Naturalmente, ante  la multitud es un acto desesperado,
pero también valiente.


Pero el último golpe a su ya demasiado mezquina seguridad, que aquí
ha buscado un  desquite, es la palabra de Jesús: "Mete la espada en la vaina".
Jesús desautoriza  públicamente a Pedro, que ya no entiende nada y se pregunta
por qué el Señor los invitó a  seguirlo, siendo que quería morir.


Peor aún, si ahora Jesús parece dialogar con sus adversarios:
"¡Habéis venido a  prenderme como contra un ladrón, con espadas y palos!. Todos
los días enseñaba sentado  en el Templo, y no me prendisteis. Pero todo esto ha
sucedido, para que se cumplan las  Escrituras de los profetas". Si nosotros no
podemos echar mano a la espada, piensa Pedro,  ¿por qué no vienen esas famosas
legiones de ángeles, por qué Dios no salva a su  consagrado, o por lo menos lo
hace arrestar en el Templo, mientras la muchedumbre grita y  se hace un tumulto?
En cambio, así, en la noche, ¡como si fuera un malhechor! ¡Y él no 
reacciona!.


Entonces, dice el texto en el versículo 56: "Todos los discípulos
lo abandonaron y  huyeron". Aquí se ve precisamente su desconcierto, claro que
no total, porque conservan  por lo menos la fe, en el fondo, pero como nos
sucede también a nosotros, los  pensamientos tenebrosos se agrupan tanto que nos
parece que ya no entendemos quién  es Dios.


Pedro está confuso también en su identidad: ya no sabe quién es,
qué tiene que hacer,  cuál es su papel en el Reino de Dios, no sabe quién es
este Jesús que se ve abandonado  por Dios. Todo esto se resuelve en el ánimo de
Pedro que, a pesar de todo, ama  muchísimo a Jesús y, por tanto, como dice
inmediatamente después, en el versículo 58: "Lo  había seguido de lejos". No se
atreve a seguirlo de cerca, porque ya no sabe qué es lo que  debe hacer, pero no
puede menos de seguirlo.


Es un hombre dividido, que ya ha sido atraído por Cristo, pero
siente al mismo tiempo que  quiere rechazarlo, por eso lo sigue de lejos: he
aquí el compromiso, negación, que no es,  me parece, sino la manifestación,
ahora pública, del desconcierto de Pedro. No sabiendo ya quién es él ni quién es
Jesús, Pedro da respuestas que,  paradójicamente, son verdaderas. "Se le acercó
una criada y le dijo: Tú también estabas  con Jesús, el galileo. Pero él negó
ante todos, diciendo: No sé qué dices'. Esto es un acto  de bellaquería, pero
que no nace del puro miedo, porque Pedro estaba listo a morir, sino  del
desconcierto.


A la segunda pregunta: "Este estaba con Jesús el Nazareno, negó: no
conozco a ese  hombre". Aquí parece que el Evangelista juega con el doble
sentido: en verdad no sé quién  sea ese hombre, para mí ahora es un enigma, ya
no puedo hacer nada por él, porque no sé  quién sea, no sé qué es lo que quiere,
todo se está derrumbando. Dios siempre interviene  en favor del justo, luego
este no es justo, nos ha engañado. Este estado de confusión lo  lleva a jurar y
a imprecar contra ese hombre.


-La conversión.


Añade el evangelio: "Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se
acordó de las palabras  de Jesús: antes que el gallo cante, me negarás tres
veces. Salió afuera y lloró  amargamente".


El evangelista es sumamente sobrio, pero nosotros podemos
preguntarnos qué fue lo que  sucedió. El canto del gallo parece llegarle a un
hombre todavía confundido, después el recuerdo de la palabras de Jesús, luego
gradualmente la percepción: Jesús había querido  en realidad todas estas cosas,
y si corresponden a su plan, corresponden también al plan  de Dios. Entonces no
he captado nada el plan de Dios, he sido un ciego durante toda la  vida, he
vivido hasta ahora con un hombre del que no he entendido nada.


Dice Lucas: "Jesús pasó y lo miró". Mateo no habla de eso, pero
podemos intuirlo  simplemente por la escena. Pedro piensa: ese es el hombre a
quien yo no he comprendido,  de quien siempre me serví en el fondo para tener
una posición de privilegio, y que ahora va  a morir por mí.


Nace el conocimiento de Jesús y de sí mismo, finalmente se rompe el
velo y Pedro  comienza a intuir entre lágrimas que Dios se revela en Cristo
abofeteado, insultado,  renegado por él, Pedro, y que va a morir por él. Pedro,
que hubiera querido morir por Jesús,  ahora comprende: mi puesto es dejar que él
muera por mí, que sea más bueno, más grande  que yo. Quería hacer más que él,
quería precederlo, en cambio es él quien va a morir por  mí que soy un gusano,
que durante toda la vida no fui capaz de entender qué sería; ahora  él me ofrece
esta vida suya que yo he rechazado. Pedro entra, por medio de esta  laceración,
esta humillación vergonzosa, en el conocimiento del misterio de Dios. Pidámosle
a él que nos conceda también a nosotros entrar un poco, a través de la 
reflexión sobre nuestra experiencia, en este conocimiento del misterio de la
Pasión y de la  Muerte del Señor.


Oremos juntos:


Señor, Hijo de Dios crucificado,
nosotros no te conocemos.

Nos es muy difícil  reconocerte en la cruz,
reconocerte en nuestra
vida.


Te pedimos que nos abras los ojos,
que nos hagas ver el
significado de las experiencias  dolorosas
a través de las cuales tú rompes
el velo de nuestra ignorancia,
nos permites conocer quién es el Padre que te
ha enviado,
quién eres tú que nos revelas al Padre en la  ignominia de la
Cruz,
quiénes somos nosotros que tenemos una revelación tuya
en la 
humillación de nuestra pobreza.


Te pedimos, oh Señor,
que te sigamos con humildad por el don de
tu Espíritu,
que  contigo y con el Padre vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén. 


CARLO M. MARTINI
EL EVANGELIO ECLESIAL DE S. MATEO
EDIC.
PAULINAS/BOGOTA 1986.Pág. 146ss