lunes, 20 de abril de 2009

2º Domingo de Pascua


DÍA DEL SEÑOR RESUCITADO


 


La experiencia gozosa y dinámica de la primera comunidad en la
Pascua debería verse, hoy de un modo especial, como prototipo de la nuestra cada
domingo.


El primer día de la semana, y de nuevo el día octavo, o sea,
siempre en domingo, la comunidad apostólica experimentó la presencia de su
Señor, primero sin Tomás y luego con él, y "se llenaron de alegría". El Señor
les dio su Espíritu, les envió como el Padre le había enviado a El, les dio el
encargo de la reconciliación ("a quienes perdonéis los pecados...").


El tono de la homilía, pascual y positivo, podría hoy apuntar
claramente a la realidad del domingo cristiano. También nosotros estamos
convencidos de la presencia del Señor (según el Misal, IGMR 28, con el saludo
"El Señor esté con vosotros", el presidente "manifiesta a la comunidad reunida
la presencia del Señor"). También nosotros le descubrimos en su Palabra
("Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de sus fieles": (cf.IGMR 7.
9. 33). También nosotros nos gozamos de la presencia y la donación de Cristo que
se hace nuestro alimento en cada Eucaristía.


El domingo, la Pascua semanal, el día que dedicamos a Cristo. O
mejor, el día que Cristo Resucitado, presente en nuestra vida los siete día de
la semana, nos muestra su cercanía de un modo especial. Como a los apóstoles,
nos da su Espíritu, nos comunica su paz, nos envía a anunciar la reconciliación
y alaba nuestra fe...


Nuestra reunión eucarística dominical es algo más que cumplir un
precepto o satisfacer unos deseos espirituales. Vale la pena presentar los
valores del domingo cristiano en unos tiempos en que está peligrando su misma
existencia, o al menos su sentido profundo.


J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991, nº 7



 


ORACIÓN COLECTA: PROGRAMA


Lo que decimos y pedimos en la colecta de hoy puede ser un buen
resumen del estado de espíritu con el que queremos vivir todo este tiempo: Dios
nos llena siempre de misericordia, es una alegría poder celebrar cada año la
Pascua, somos un pueblo unido por la fe, esta celebración nos reanima y refuerza
la fe que da sentido a nuestra vida, necesitamos siempre los dones de la gracia
de Dios, y queremos vivir más intensamente el bautismo que nos hizo hijos de
Dios, el Espíritu que llevamos dentro y que nos convierte en hombres nuevos, la
sangre de JC que nos ha rescatado y nos ha abierto caminos definitivos de vida.
Las lecturas pueden ampliar alguno de los puntos. Y añadir la clara petición de
la poscomunión: que la fuerza del sacramento pascual -la Eucaristía- persevere
siempre en nosotros.


J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988, nº 8




PRIMERA LECTURA


El lema "a cada uno según sus necesidades", que hoy esgrimen los
constructores del socialismo, es del más puro origen cristiano. ¿Cómo se
explica, pues, que los cristianos necesitemos tanto tiempo y tantas palabras
para demostrar que también nosotros podemos colaborar en la construcción de una
sociedad, donde no haya el escándalo de las diversas clases?.





 


Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4,32-35.


En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo
mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que
tenía.


Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
con mucho valor.


Todos eran muy bien vistos. Ninguno pasaba necesidad, pues
los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a
disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada
uno.



COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA


Hch 4, 32-35 


1.


He aquí un informe-resumen de la vida cristiana en las comunidades
apostólicas. Coincide prácticamente con el primer informe que el autor nos ha
dado ya al respecto en el c. 2, 42-47. En ambos casos aparece en el centro la
predicación o testimonio de los apóstoles, que es lo que reúne y mantiene a los
cristianos en la concordia de una misma fe. Porque es la palabra de Dios, el
evangelio de Jesucristo, el verdadero principio y fundamento de la iglesia. La
obediencia al evangelio une por la raíz a todos los creyentes y hace que todos
tengan unas mismas convicciones y unos mismos sentimientos en Cristo. Y de esa
comunión profunda brotan después los frutos ostensiblemente. Por estos frutos
son reconocidos y juzgados en su ambiente: "Todos eran muy bien
vistos".


En esta descripción se subraya de un modo especial la comunicación
de bienes materiales. El texto sirve así de introducción a los dos ejemplos
siguientes: el de Bernabé, que es objeto de una mención honorífica, y el de los
esposos Ananías y Safira, que son condenados por su comportamiento hipócrita. La
tradición de san Lucas se caracteriza por la insistencia en la renuncia efectiva
de las riquezas; no se contenta con una "pobreza de espíritu", que pudiera ser
malentendida hasta el extremo de compaginarse con la riqueza real.


Con todo, la comunicación de bienes no aparece aquí como un orden
socio-económico y legalmente impuesto a todos los miembros de la comunidad. No
se trata de un comunismo primitivo, del que pudiera esperarse ciertas ventajas
para todo los fieles y para la marcha económica de la comunidad. Su motivación
última es religiosa.


Obedece, de una parte, al mandamiento nuevo del amor al prójimo, y
de otra, presupone el desarraigo característico de unos fieles que esperaban la
inminente venida del Señor.


Cuando los fieles procedentes de Galilea se establecieron
definitivamente en Jerusalén, llevaron consigo a la ciudad todos sus bienes y
comenzaron a compartirlos. Siguiendo su ejemplo y acordándose de las palabras de
Jesús: "Vende lo que tienes y dalo a los pobres" (Lc 18, 22), muchos se sumarían
espontáneamente a este movimiento. Pero nada más lejos de la conciencia de unos
hombres que esperaban el fin de este mundo que organizar un sistema de trabajo
comunitario con la ayuda del capital acumulado.


Simplemente compartían lo que tenían, sin preocuparse demasiado por
el día de mañana. Por esta despreocupación y aquella espontaneidad, por tratarse
de un orden libremente aceptado, se distingue la comunicación de bienes de los
cristianos primitivos no sólo de una economía comunista, sino también de aquella
que practicaban los esenios; pues de estos escribe Flavio Josefo en su libro
sobre la "guerra judía": "Tenían como norma que todos los que ingresaban en la
secta pusieran sus bienes al servicio de la comunidad. De manera que nadie fuera
honrado por su riqueza ni humillado por su pobreza. Y dado que los bienes de
cada uno iban a parar al bien común, todos disfrutaban como hermanos de una
misma propiedad. Por eso elegían a los administradores".





2. PASCUA. TESTIMONIO DE LA COMUNIDAD.


Todos los años leemos en este domingo, en la primera lectura, uno
de los tres sumarios en los que Lucas presenta, al principio de los Hechos de
los Apóstoles, la vida de la primera comunidad.


Porque, en efecto, la comunidad de los creyentes es el primer fruto
de la resurrección. Estos sumarios presentan la imagen ideal de la Iglesia, y
son una especie de "proyecto a alcanzar" para toda comunidad cristiana. En el
que leemos en este año se destacan dos aspectos: la comunidad piensa y siente lo
mismo, pero no como una afirmación abstracta, sino como algo que se concreta en
la venta que los ricos hacen de sus propiedades, para que no haya pobres; y los
apóstoles, sostenidos por la comunidad, dan testimonio de JC.


Dos buenos criterios de examen para nuestras comunidades. (Y
atención comunidades ricas: no se trata de pensar sólo si en "mi" comunidad no
hay pobres; hay que pensar en la comunidad-Iglesia, en la gente de las
parroquias pobres quizá cercanas, en la gente de las iglesias del Tercer
Mundo...).


J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988/08





3. 


Estos versículos ofrecen la alternativa cristiana a los modelos de
existencia seculares. Al margen de toda consideración sobre su verificación en
el tiempo (con toda probabilidad no tuvo una vigencia muy duradera en la
primitiva comunidad), esta alternativa tiene valor constituyente; por eso,
confrontándose con ella, la Iglesia de todos los tiempos sabrá indefectiblemente
en qué medida es cristiana, es decir, comunidad de Cristo.


Pero sería inexacto calificar esta alternativa cristiana de
comunidad económica, algo así como imposición de una caja común, redistribuida
posteriormente en partes proporcionales iguales. No se trata de un modelo
económico comunista (como es el caso de la comunidad de Qumrán, de la que la
comunidad cristiana se diferencia sustancialmente), sino de una comunidad de
amor, en la que los bienes de los miembros están a disposición real y efectiva
de cualquier hermano porque entre ellos no existe el concepto de propiedad
exclusiva. Puede verse en este sentido lo que se prescribe en la Didajé. "No
rehuyas al necesitado; al contrario, comparte todo con tu hermano y no
consideres nada de lo que tengas como propiedad exclusiva".


El momento constitutivo de esta comunidad de amor es la
resurrección de Jesús. (Obsérvese, al respecto, la mención de este dato, a
simple vista inesperado, en el centro mismo de la perícopa). La alternativa
cristiana es, en primera instancia, religiosa. La resurrección de Jesús es el
comienzo y el signo infalible de la nueva humanidad; es esa resurrección la que
desencadena el entusiasmo comunitario.


En el origen mismo de la resurrección de Jesús se halla Dios (cfr.
Hech. 2, 32) y a El se refiere la segunda parte del v. 33 (la traducción
litúrgica "todos eran muy bien vistos" cámbiese por esta otra: Dios los miraba a
todos con mucho agrado). La verificación del favor de Dios es la ausencia de
propiedad exclusiva entre los hermanos (v. 34).


En la actual traducción litúrgica no se ve clara la razón de la
exégesis expuesta porque en ella se ha perdido el ritmo sintáctico del original.
Se recomienda leer los vs. 33-34 de la siguiente manera: "Los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucha eficacia y Dios los
miraba a todos con mucho agrado: en efecto, entre ellos ninguno pasaba
necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían..."





4.


Retoma Lucas un punto que había mencionado en Hech. 2, 44-45 y lo
desarrolla. Se trata de la comunidad de bienes. El tono es el mismo utilizado en
el texto anterior. Para afirmar que estos versículos no son una descripción
histórica de la situación real de la comunidad cristiana de Jerusalén basta
tener en cuenta, por un lado, la acusada tendencia lucana a generalizar, sobre
todo si se trata de algo positivo. De un caso, el de Bernabé, hace una
afirmación general (Hech. 4, 32), si no fuera de este modo, ¿cómo explicarse que
mencione el acto de esta persona como algo digno de notarse?, ¿acaso no sería,
si nos atenemos a lo que dice en estos versículos algo normal y corriente? Por
otra parte, en Hech. 5, 4, a propósito de Ananías y Safira, se dice que unos
cristianos vendían sus bienes y otros no, o que sólo entregaban parte del
importe a la comunidad.


Lo esencial es la comunión práctica, la unión personal y material a
que debe tender toda comunidad cristiana. Este es el sentido de la
generalización de Lucas. Es interesante que mencione esta dimensión económica y
material en un libro cuyo principal protagonista es el Espíritu Santo. No sólo
no están reñidas ambas cosas, sino que se necesitan mutuamente. Con ello se
evita la tan frecuente concepción espiritualista e irreal de la vida en el
Espíritu. El vivir en El ha de tener repercusiones concretas en las relaciones
económicas entre los cristianos.


Sería injusto, por último, limitar esta repercusión a lo mencionado
aquí, sobre todo si se entiende al pie de la letra, con la cual resulta
impracticable aún en comunidades religiosas, y teniendo en cuenta que está dicho
de todos los cristianos. Es mejor imaginar formas actuales de realizar este
ideal hoy en día.


Importante en nuestra sociedad de la opulencia. También de cara a
cristianos, ¡y hombres!, de otras partes del mundo.


F. PASTOR
DABAR 1991/22





5.


El cuadro de la caridad entre cristianos en la comunidad de
Jerusalén es un tanto idílico. Las relaciones de este tipo caracterizan a las
comunidades de carácter rural o familiar, en las que las relaciones pueden
reproducir prácticamente el "Yo-Tú-, puesto que suponen el conocimiento más o
menos íntimo del interlocutor.


El proceso moderno de urbanización ha introducido un valor
diametralmente opuesto a la mentalidad rural: la del anonimato, en virtud del
cual cada uno protege su vida privada tan absolutamente como quiere, presta a
sus conciudadanos numerosos servicios, pero de orden funcional y segmentario, y
no admite al intercambio "Yo-Tú- más que a algunos amigos
seleccionados.


Por no haber captado esa profunda evolución en la relación humana,
algunos pastores tratan inútilmente de tejer entre sus feligreses unos lazos de
comunidad y de conocimiento mutuo que en la mayoría de los casos son
artificiales. Creen que tienen que conocer personalmente a cada una de sus
ovejas y, como no lo consiguen, denuncian el anonimato, la soledad y la
despersonalización de las ciudades. No tienen otra cosa en su mente y en sus
labios sino la imagen ya superada de "familia" parroquial; se hacen llamar
"Padre" como para personalizar todas sus relaciones, y no se dan cuenta de que
ese cristianismo que defienden con tanta fuerza ya no es viable en la ciudad
secular. Un problema similar pesa igualmente sobre las comunidades religiosas
importantes en las que la imitación de Jerusalén resulta tan utópica.


El caso es que el anonimato de las ciudades encierra muchos valores
y dentro de ese marco nuevo es donde hay que dar cuerpo al amor fraterno y a la
atención mutua. El anonimato, y hasta la negativa positiva a conocerse, son
muchas veces auténticos medios para vivir más humanamente y para salvaguardar
una vida privada profunda y rica, libre frente a la opinión pública. La vida en
la ciudad permite, por lo demás, amistades mucho más profundas, elegidas de
entre un abanico muy amplio de posibilidades y libres de todas las convenciones
de la vida rural.


Finalmente, la población urbana exige una multitud de servicios:
las relaciones públicas son mucho más ricas y más diversificadas que en una
comunidad restringida. Qué importa que no lleguen hasta la cordialidad antigua,
si al menos prestan los servicios que se esperan de ellas y permiten vivir
diferentes tipos de relaciones.


Si el amor mutuo de los cristianos tiene un sentido, habrá que
aplicarlo hoy a esos diferentes niveles de la vida privada, de la vida
seleccionada y de los servicios públicos. La Eucaristía no tiene como misión
hacer vivir a los participantes una experiencia de ternura mutua, sino que envía
a cada uno a diversificar el amor de Cristo en las mil y una facetas de las
relaciones humanas del hombre moderno.


MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA
IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 55





6.


"Lo poseían todo en común". Esta lapidaria frase resume el ideal
comunitario de los cristianos y representa una increíble fuerza para la nueva
Iglesia: ¿Qué mejor motor para el apostolado que el apoyo mutuo y fraterno? Pues
no sólo los bienes materiales son susceptibles de ser puestos en común, sino
también la fe, la alegría de estar juntos, las preocupaciones...


En Jerusalén, el compartir los bienes era asunto de libre elección.
Algunos cristianos ponían todas o una parte de sus propiedades a disposición de
la comunidad. Ananías y Safira serán condenados no por haberse quedado con sus
bienes, sino por haber hecho creer que los ofrecían en su totalidad, cuando en
realidad no se les exigía nada (5, 1-11).


DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y
TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 140





7.


Una multitud reunida para una manifestación o para una fiesta puede
tener reivindicciones o reacciones colectiva, pero no por ello sabe aún lo que
es una vida en común. Cuando unos hombres son llamados a formar un solo pueblo,
necesitan aprender a vivir juntos.


"La multitud de los que habían abrazado la fe tenía un solo corazón
y una sola alma". La vida cristiana es comunitaria de un modo innato, congénito.
No podríamos pretender vivir juntos si no tuviéramos un origen común. Y esto,
que puede afirmarse indudablemente de la fraternidad humana, lo experimentan los
cristianos, de una manera especial y paradigmática, como pueblo que vive en
comunidad. Y es que nuestro nacimiento ha sido inscrito en un mismo libro de
vida. Nuestra comunidad no se fundamenta en ningún tipo de uniformidad mental ni
se forja en la realización de un mismo programa; nuestra comunión es cuestión de
sangre, de aliento vital. ¡Somos un pueblo porque compartimos un mismo Espíritu!
El cristiano es de raza comunitaria: la fe no es algo que se oculte en la
intimidad de la conciencia personal, sino que, por encima de todo, es la
"respiración" de una asamblea convocada y unida por una Palabra.


Lo cual no significa que haya que silenciar las tensiones,
divisiones e incluso desgarros que afectan a nuestro Pueblo. A veces hemos
tratado de ignorar todo eso para evitar conflictos, pero la verdad de nuestro
origen hace intolerable la mentira. Lo cual, indudablemente, constituye un
riesgo, pero es también la promesa que tratamos de inscribir en una historia
humana, la señal que da fe del esfuerzo y la esperanza de toda la humanidad en
busca de reconciliación.


No podríamos pretender vivir juntos si no tuviéramos un origen
común; si podemos seguir viviendo juntos, es porque habita en nosotros el Amor
de Aquel que desea congregarnos.


"Los creyentes tenían un solo corazón..".
Por desgracia,
Señor,
estamos llenos de contradicciones 
y nos destruimos los unos a los
otros.
Pero tú eres más fuerte que nuestras divisiones:
¡danos un corazón
nuevo!


"Los creyentes tenían un solo corazón.."
Por desgracia,
Señor,
vivimos temiendo a los demás.
Pero tú eres más fuerte que nuestras
congojas:
¡danos un corazón nuevo!


"Los creyentes tenían un solo corazón...".
Por desgracia,
Señor,
nuestro corazón está como muerto.
Pero tú eres más fuerte que
nuestra miseria:
¡danos un corazón nuevo! 


DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y
TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 141





8. /Hch/04/32-42  /Hch/05/01-16 


Siempre dentro de la sección del testimonio apostólico en Jerusalén
(Hch 2,14-8,3), encontramos en esta lectura la descripción de la comunidad
ideal. El fragmento contiene unos versículos de introducción sobre la comunidad
de espíritus y de bienes, un ejemplo positivo -la lealtad de Bernabé-, un
ejemplo negativo -el fraude de Ananías y Safira- y unos versículos de conclusión
sobre el poder taumatúrgico de los apóstoles.


Los versículos introductorios tocan el tema de la unidad de los
fieles y su igualdad: un solo corazón, una sola alma, todo en común. En ninguna
parte del Nuevo Testamento encontramos una afirmación tan vigorosa sobre la
unidad social de la comunidad cristiana.


En nuestra meditación podemos completar esta visión lucana con la
unidad fundamental de que habla san Juan: «Que sean todos uno, como tú Padre
estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros» (Jn 17,21). Todo
esto manifiesta un sentido muy profundo de la solidaridad del grupo cristiano,
que impide que ninguno de la comunidad se encuentre marginado o pase necesidad.
La insistencia en el desprendimiento efectivo de las riquezas es una
característica muy marcada del Evangelio de Lucas.


A continuación se nos presenta un personaje, Bernabé, como ejemplo
palpable de esa lealtad y ese desprendimiento: vende su propiedad y la deposita
a los pies de los apóstoles. Bernabé, "hombre de bien y lleno del Espíritu Santo
y de fe" (Hch 11, 24), tiene, juntamente con Pablo de Tarso, un papel
preponderante en el desarrollo de la Iglesia de Antioquía (Hch 11,
25.26).


Inmediatamente después, Lucas nos ofrece el polo opuesto narrando
un caso negativo, un fraude en la comunidad de bienes. Se trata de Ananías y
Safira. El episodio recuerda el castigo de Acán, que se reservó parte del
anatema de Jericó (Jos 7). El milagro de la súbita muerte de Ananías y Safira
juntamente con la curación de Eneas y la resurrección de Tabita (Hch 9,32-42),
tiene por objeto enaltecer la figura de Pedro jefe de los apóstoles. Este poder
taumatúrgico se confirma en los versículos finales de la lectura: "Ponían a los
enfermos en camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera
sobre alguno" (v 15), como habían hecho con Jesús: «Colocaban a los enfermos en
la calle y le rogaban que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido» (Mc
6,56).


Nuestra atención se dirige, pues, hacia una necesaria
profundización comunitaria del grupo cristiano dentro de la Iglesia del Dios
vivo y hacia un descubrimiento de la presencia de Cristo en el misterio de la
Iglesia de los apóstoles, unida hoy en torno a sus pastores.


O. COLOMER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las
lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 181 s.



SALMO RESPONSORIAL
Sal 117,2-4. 16ab-18. 22-24


 


R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
        
porque es eterna su
misericordi
a
[o, Aleluya]


Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles
del Señor:
eterna es su misericordia.


La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es
excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la
muerte.


La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la
piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro
patente.
Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y
nuestro gozo.


 


SEGUNDA LECTURA


La Iglesia no puede encerrarse en sí misma, sino que tiene que
medir sus fuerzas con el «mundo», no para hacerle la competencia en los valores
que el mundo produce de por sí, sino para ofrecerle al «mundo» la libertad de
los hijos de Dios. Ahora bien, esta libertad presupone una fe clara y explícita
en Jesús como Hijo de Dios.





 


Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 5,1-6.


Queridos hermanos:


Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios; y
todo el que ama a Aquel que da el ser, ama también al que ha nacido de
Él.


En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a
Dios y cumplimos sus mandamientos.


Todo el que ha nacido de Dios vence al
mundo.


Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque
¿quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de
Dios?


Este es el que vino con agua y con sangre:
Jesucristo.


No sólo con agua, sino con agua y con sangre: y el Espíritu
es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.



EVANGELIO


La liturgia pascual insiste machaconamente en la gratuidad de la
fe. La resurrección es el objeto primordial de la fe. Ahora bien, en la
resurrección solamente se puede creer. Aún más, los que sin haber visto han
creído son declarados bienaventurados. Hay crisis de fe porque se la racionaliza
demasiado.


No entramos en comunión con un mero recuerdo, sino con aquel «que
estaba muerto y vive por los siglos». Esta fe tiene que impulsar a la comunidad
cristiana a hacer «muchos signos y prodigios en medio del pueblo». De lo
contrario, ¿cómo va a crecer el numero de los creyentes que se adhieran al
Señor?



 


Lectura del santo Evangelio según San Juan
20,19-31.


Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:


-Paz a vosotros.


Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús
repitió:


-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.


Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo:


-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.


Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con
ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:


-Hemos visto al Señor.


Pero él les contestó:


-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo.


A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y
Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo:


-Paz a vosotros.


Luego dijo a Tomás:


-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela
en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.


Contestó Tomás:


-¡Señor mío y Dios mío!


Jesús le dijo:


-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin
haber visto.


Muchos otros signos, que no están escritos en este libro,
hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en
su Nombre.


COMENTARIOS AL
EVANGELIO


Jn 20, 19-31


 


1.


Texto. Se compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o
comentario final del autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer
del mismo día en el que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían
comprobado que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio cerrado
a causa de un miedo al exterior humano. Jesús se hace presente en ese espacio y
su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la
alegría, el aliento de un envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el
Padre.


El segundo tiempo del relato se sitúa a la semana siguiente. Esta
vez el problema no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha
puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús
presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto
condiciones.


Jesús no le reprocha su actitud, pero declara superior la exhibida
por el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto a él, ha creído, sin
embargo, que él estaba vivo. La traducción litúrgica habla en perspectiva de
futuro: ¡Dichosos los que crean sin haber visto! La lectura es correcta, pero a
condición de enraizarla en el presente del grupo, cuyo símbolo es el discípulo
amado, personaje no necesariamente individual, y que por eso mismo jamás tiene
nombre propio exclusivo. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto! Los dos
últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino que tienen en
cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y sus lectores.
El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores, nosotros por
ejemplo. Les -nos- habla de su labor de selección y del móvil que le ha llevado
a escribir.


Comentario. El primer tiempo del relato sugiere por evocación las
primeras línea del Génesis: "La tierra era un caos informe; sobre la faz del
abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas"
(/Gn/01/02). En ambos casos el aliento crea una situación buena nueva, poniendo
fin a otra anterior de tiniebla o de espacio cerrado. Probablemente haya que
buscar en esta evocación la clave de lectura de nuestro texto. ¿No querrá
hablarnos el autor de un nuevo comienzo, de una nueva creación? Las primera
creación llevaba aneja una bendición: "Creced y multiplicaos". Bendecir a
alguien es dotarle de una fuerza saludable. También aquí los discípulos (en el
cuarto Evangelio sinónimo de creyentes) aparecen dotados con esa fuerza:
"Recibid espíritu santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados: a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".


BENDICION-BIBLICA: Estas palabras no
tienen sentido forense. Hay que interpretarlas en la línea de la bendición
bíblica. La bendición produce el engrandecimiento ante los demás de la persona
bendecida, a la vez que Dios hace depender su conducta respecto de los hombres
de la postura que éstos adopten frente a las personas que él ha bendecido. El
creyente en Jesús es recipiente y también cauce de bendición; es fuerza
saludable para los demás.


Tal vez esta grandeza explica el interés del autor del cuarto
Evangelio por el tema de la fe en Jesús y de las personas creyentes. El ha
escrito, nos dice, "para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Dichosos los
que tienen fe sin haber visto!" El autor sabe que esto no es una cuestión de
evidencia tajante. Tal vez por eso no habla él de milagros, sino de signos. El
signo hay que saber captarlo. Creer en Jesús es un proceso que se lleva a cabo
por descortezamiento o eliminación de capas. Pero por esto mismo no es un
proceso fácil, pues comporta siempre renovación de los hábitos mentales y de
comportamiento del que se dice creyente.


A. BENITO
DABAR 1988, 24





2.


Comentario. Lo que un eminente exégeta escribía hace treinta años
sobre el relato de la Pasión en el cuarto evangelio puede también aplicarse al
relato de la Pascua: "No se trata de una construcción hecha con miras a ilustrar
unas ideas, sino una interpretación teológica de una historia verdadera". Esta
historia parte de una situación de miedo a las autoridades judías. La situación
no es nueva en la obra. Es ya la cuarta vez que el autor la menciona (las otras
tres en Jn. 7, 13; 9, 22; 19, 38). Por Jn. 7. 11-13 se ve claro que el miedo no
es al pueblo judío, sino a sus autoridades. Este miedo encierra, incapacita,
esteriliza. "En esto entra Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo.
Lo importante es el hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había
convivido antes con los que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a
vosotros". Por dos veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta debe
ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón de los
discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros. "Paz a
vosotros". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido seguir
encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Padre,
Jesús, cristianos (el término discípulos tiene en Juan este sentido amplio). Los
cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús está ahí para desvelarles
su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su vez, del Padre. Por eso
deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu santo". La presencia del
artículo determinado "el" en la traducción litúrgica puede desorientar un poco.
El autor no está escribiendo en términos trinitarios, sino en términos de tipo o
calidad de existencia. Es difícil condensar en unas línea lo que Juan entiende
por espíritu y que ha ido desentrañando a lo largo de su obra. Algo, sin
embargo, nos puede orientar el hecho de que Juan maneja el lenguaje por
oposición-negación. Jesús, por ejemplo, ha sido presentado de esta manera en Jn.
1, 17. El cuarto evangelio se abre con la gran oposición gracia-verdad por un
lado y ley por otro. De ahí a la oposición espíritu-letra media sólo un paso, el
formulado explícitamente bajo espíritu-carne en Jn. 3,6. Letra (autoridades
judías) frente a espíritu (Jesús). Anquilosamiento frente a movilidad; rigidez
frente a fluidez. "El espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido, pero no sabes
de dónde viene ni adónde va. Eso pasa a todo el que ha nacido del espíritu"
(Jn/03/08). Estos son los cristianos en su calidad de enviados de Jesús. Dan
curso a una forma de existencia opuesta al atenazamiento y al miedo,
característicos de la forma de existencia bajo la ley.


La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta,
aunque ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has
creído? Dichosos los que creen sin haber visto".


Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con
Jesús no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro,
adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido
físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos
oculares o, más concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor
de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental
vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la
misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo
nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús
incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo
pascual.


A. BENITO
DABAR 1985, 23





3. COR/PERSONA 


No faltan comentaristas que establecen una relación entre "credere"
y "cor-dare", entendiendo el corazón como la realidad que totaliza a la
persona





4. DO/ORIGEN.


La liturgia invita a subrayar el sentido del domingo, manteniendo
este evangelio -que constituye un precioso tejido teológico- en cada uno de los
tres ciclos. El día del Señor es el día en que celebramos la fe pascual y la
irrupción de la eternidad de la Trinidad en nuestra historia, lo celebramos
alrededor de Jesús resucitado como centro de la vida de la comunidad de los
discípulos.


J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990, 9


...............


Se podría considerar el evangelio de este día como el "lugar
teológico del domingo cristiano". La narración de dos apariciones del Resucitado
en dos domingos consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del domingo
cristiano: la comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en domingo en
memoria y en la espera del Resucitado. Nos permite presentar el sentido
originario del domingo: como memoria y presencia del Resucitado en medio de los
suyos; como el día de la Resurrección, Pascua semanal.


I. OÑATIBIA
MISA DOMINICAL 1990, 9





5.


Son varios los temas que componen este Evangelio: las apariciones
del Señor ritman de ocho en ocho días la vida de las comunidades primitivas;
Cristo-Señor hace uso de su poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los
apóstoles; finalmente, los discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que
Tomás, el desprendimiento de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por
resumir los datos que han llegado a su conocimiento seguramente a través de las
mismas fuentes que a San Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los
demás, puesto que pasa a través de los muros; pero no es un espíritu, puesto que
se le puede ver y tocar sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha
supuesto para El un nuevo modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto
como Lucas en torno a la demostración: reemplaza la alusión a los pies por la
alusión al costado y no señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para
que le reconocieran. Pero, mientras que en San Lucas el Señor está completamente
vuelto hacia el pasado con el fin de probar que su resurrección estaba prevista,
Juan le presenta más bien orientado hacia el futuro y preocupado por "enviar" a
sus apóstoles al mundo.


Este envío de los apóstoles al mundo es prolongación del envío que
el Padre ha hecho de su Hijo (Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados
para terminar la obra que Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17,
11). La reunión de los discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno
a los mismos apóstoles.


Un tema importante de las apariciones es la preocupación de Cristo
por organizar los distintos elementos que prolongarán sobre la tierra su
actividad de Resucitado: la jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea
(adviértase la doble mención de la "reunión" de los apóstoles" vv. 19 y 26, ya
con su ritmo dominical: v. 26).


b) El don del Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede
Juan descubrir la venida del Espíritu sobre los apóstoles el domingo de Pascua,
mientras que Lucas la anuncia para Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se
hace eco de una antigua idea de los medios judíos, en especial de los que se
movían en torno a Juan Bautista. En esos medios se esperaba a un "Hombre" que
"purgaría a los hombres de su espíritu de impiedad" y les purificaría por medio
de su "Espíritu Santo" de toda acción impura, procediendo así a una nueva
creación (Sal 50/51, 12-14; Ez 36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu, Cristo
reproduce el gesto creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde Cristo
debe su título de segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la resurrección; Rom
1, 4).


Mediante su resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el
hombre nuevo, animado por el soplo que presidirá los últimos tiempos y
purificará la humanidad. Al conferir a sus apóstoles el poder de remitir los
pecados, el Señor no instituye tan solo un sacramento de penitencia; comparte su
triunfo sobre el mal y el pecado.


Se comprende por qué San Juan ha querido asociar la transmisión del
poder de perdonar con el relato de la primera aparición del Resucitado. La
espiritualización que se ha producido en el Señor a través de la resurrección se
prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos purificadores de la
Iglesia.


c) De la visión a la fe (J/PRESENCIA). La
forma de vida del Resucitado es de tal especie que no se le reconoce: María
Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20, 11-18). Cuando le "reconoce"
(v.16) ve cómo se le prohíbe las muestras de respeto con que trataba al Cristo
pre-pascual (v. 17). Aun cuando este tema figura también en San Lucas (Lc 24,
16, 31), adquiere en San Juan el evangelista del "conocimiento" (Jn 21, 4), un
relieve particular.


Esta pedagogía del Señor resucitado nos permite comprender la
lección dada a Tomás. La nueva forma de vida del Señor no permite ya que se le
conozca según la carne, es decir, a base tan solo de los medios humanos. Ya no
se le reconocerá como hombre terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la
Iglesia, que son la emanación de su vida de resucitado. La "fe" que se le pide a
Tomás permite "ver" la presencia del resucitado en esos elementos de la Iglesia,
por oposición a toda experiencia física o histórica. La fe está ligada al
"misterio", en el sentido antiguo de la palabra.


d) No hay que perder de vista que esta aparición asocia el don del
Espíritu y la fe a la revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan
ya había dicho, en el momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz
(Jn 19, 34-37), que la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí
lo que sucede: la contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la
acción del Espíritu. Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples razones
apologéticas: revela a los contemplativos la fuente de la nueva
economía.


En este sentido, el género de visión (v. 25) que los apóstoles han
tenido de Cristo resucitado no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31)
exigida por Tomás. Si no hay diferencia entre estas dos experiencias, no se ve
por qué Cristo habría de reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué
habría que exigir al primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En
realidad, los diez apóstoles han tenido una experiencia real del Señor
resucitado, pero probablemente fue más mística que la experiencia a que aspiraba
Tomás. Para evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no deben, los apóstoles,
los primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La resurrección no es,
desde luego, una cuestión de apologética ni un acontecimiento maravilloso: ella
no es signo más que en la medida en que la fe la ilumina, y es, al mismo tiempo,
interior a la fe.


MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA
IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 36





6. CR/ELECCION 


En los textos bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y
enviado son equivalentes. Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos
elegidos, no están presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han
sido enviados a cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en
cierto sentido la del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os envío
yo".


Para la realización de esta tarea reciben también la fuerza del
Espíritu. El episodio de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no
vieron directamente al Señor y para los que se han escrito todos los signos que
Juan narra en su evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De
cualquier modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos
nos da su sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia
de lo que se está presentando.


En el resucitado reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con
ellos por los caminos de Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la
historia es el Cristo de la fe, Jesús es el Cristo.


La más breve confesión cristiana quedará en esta palabra:
Jesucristo.


EUCARISTÍA 1990, 20





7.


Texto. La mañana del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío
tiene su culminación en el cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo. Si
por la mañana el sepulcro vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina la
presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel
vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación
Jesús-discípulos. De aquí arranca la intencionalidad del texto. Al servicio del
final de la relación está el miedo de los discípulos; al servicio de la
reanudación de la relación están el saludo, enfáticamente repetido, y la
identificación del propio Jesús como la misma persona que antes habían conocido
los discípulos. La reanudación de la relación se sella con la alegría de los
discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan de Jesús como el Señor,
enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la identificación de Jesús
por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión de fe "ver al
Señor".


Pero la reanudación de la relación es sólo un primer paso. El
siguiente es el envío de los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío
de Jesús por el Padre. Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar
su obra, como Jesús ha hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío
no debe entenderse limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación
discípulos es sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es la
enviada.


El tercer paso es la donación del Espíritu, que capacita para el
envío. El símbolo de exhalar el aliento significa la transmisión de vida. Aquí
se trataría, por consiguiente, de una participación en la vida de Jesús
resucitado, que posee personalmente el Espíritu de Dios y que lo transmite a la
comunidad creyente.


El último paso es la potestad de perdonar los pecados. La potestad
se da en el seno de la comunidad creyente, más allá y por encima de las
concreciones históricas que esa potestad ha asumido con
posterioridad.


A partir del v. 24 el relato avanza con la conocida historia de
Tomás, al que el autor presenta como "uno de los doce", una expresión que en el
cuarto Evangelio se reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los discípulos
hacen ante Tomás confesión de su fe: "hemos visto al Señor". Tomás les responde
que él hará suya esta misma confesión, siempre y cuando tenga razones tangibles
para hacerlo. Jesús en persona le aporta esas razones y Tomás hace suya la
confesión de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a Tomás el modo de llegar a
ella, declarando, en cambio, bienaventurados a los que crean sin necesidad de
basarse en la comprobación tangible.


A través de esta bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las
personas no contemporáneas de Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así se
pone explícitamente de manifiesto en los dos versículos finales, en los que el
autor da cuenta de la doble finalidad de su escrito.


Con la mayor parte de los exégetas, la frase "para que creáis" no
va dirigida a no creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a
quienes se intenta afianzar en la fe que ya tienen.


Esta finalidad cristológica se completa con otra soteriológica:
"para que tengáis vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un mensaje de
salvación, poniendo explícitamente de manifiesto que no hay cristología separada
de la soteriología.


Comentario. Más allá y por encima de las legítimas concreciones
históricas que, sobre todo en lo relativo a la potestad de perdonar los pecados,
ha ido asumiendo el texto de hoy, en él se plasman los componentes fundamentales
del ser cristiano, a los que una y otra vez hay que remitir cuando de dar razón
de lo que como Iglesia somos se trata.


Es bien sabido que el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero
debe también saberse que en el cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los
Doce, cuando de entender a Jesús se trata.


En el cuarto Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un
ejemplo- quienes más se distinguen por la prontitud y facilidad en captar a
Jesús. Y, sin embargo, la captación de Jesús constituye el rasgo básico y
fundamental del ser cristiano. Captar a Jesús es llegar a descubrir en él al
Hijo de Dios.


Nosotros estamos en condiciones de hacerlo con más facilidad
incluso que los Doce. Este es probablemente el mensaje que quiere transmitirnos
el autor de la historia de Tomás.


Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría,
componente esencial del ser cristiano, no siempre suficientemente resaltado.
Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de
ánimo distendido y grato; fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece
al ámbito de lo individual y privado.


Con el componente esencial del envío el ser cristiano se hace
social y público. El envío no es proselitismo, sino presencia. El cristiano es
otro Cristo; a través suyo toma cuerpo una forma de ser, de organizarse y de
vivir. Una forma distinta, porque está animada por el Espíritu de Dios y porque
en ella existe el perdón de los pecados.


A. BENITO
DABAR 1992, 26





8.


Texto.-Son fácilmente discernibles tres partes. La primera la
forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran
los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y,
tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las
palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave
soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica.
La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No
cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su
aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de
lugar y miedo.


Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a
quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero
Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el
único ni el más dichoso.


La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una
conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha
tenido para escribirla.


Comentario. -Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea
el término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no
está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una
mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el
sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como
la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en
Jesús con signos realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy.
Esta relación de fe y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el
comienzo de la obra. Ahora bien, la elección del término "signo" nos está
indicando que creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de superficie o
de solas evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en
exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los
testigos oculares.


SIGNO/QUÉ-ES: Tratan sencillamente de
situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la
de la evidencia empírica, sino la de la significación o representación. El
Diccionario de la Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente
manera: "cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el
entendimiento la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en
Jesús es descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es,
sitúa la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista
no aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y
la vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del
cuarto Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los
discípulos.


Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la
profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera
parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el
planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner
de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto
creyentes.


Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son,
por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real
presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar,
sino el envío de los discípulos.


Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes
son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave
soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados.
¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas
palabras!


A. BENITO
DABAR 1986, 23





9.


Cuando se escribe este evangelio, el domingo, el día del Señor, es
ya el día de la reunión de los cristianos. Estamos en el mismo día de la
resurrección y es el mismo día de la efusión del Espíritu. Juan muestra que el
misterio pascual es una unidad. Miedo y cerrazón. Unas actitudes de los
discípulos que Jesús resucitado supera. A pesar del miedo y la cerrazón, él se
les pone en medio. (Vale la pena tenerlo siempre presente: como una advertencia
y como un motivo de esperanza). El evangelio subraya que la presencia de Jesús
es real, pero distinta de la de antes, y que este Jesús es el crucificado: la
resurrección no quita nada de la absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en
todo caso, nos hace ir más allá, nos la hace mirar con otra
esperanza.


Jesús puede dar aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús
resucitado, dador de la paz, lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al
principio de la comunidad hay ya alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a
los discípulos. La misión de los discípulos es la misma de Jesús: ser
testimonios del Padre, del Dios que ama tanto al mundo que le da la propia vida.
Y el evangelista no habla de unos cuantos discípulos privilegiados, sino de
todos. Empieza una nueva creación. Así como Dios había alentado sobre aquella
figura de barro para darle la vida, Jesús da el Espíritu a los discípulos para
que tengan su misma vida, una vida que se caracteriza por la reconciliación, por
la capacidad de ser corderos de Dios que quitan el pecado del mundo a base de
dar la propia vida por amor y con plena libertad. Tomás pide otros signos que no
son el testimonio de la comunidad creyente que habla en nombre del Señor. De
hecho, le bastará con el "reproche" que le dirige Jesús, y creerá como los
demás, por su palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe.
¡Exclama que Jesús es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos
que creerán por la palabra y el testimonio.


J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6





10.


Sentido del texto. 1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los
discípulos, que habían comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran
desamparados en medio de un ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús
vivo. Pero están en la noche en que el Señor va a sacarlos de la opresión. Jesús
viene a liberar a los suyos. Su primer saludo de paz recuerda a los discípulos
su presencia anterior en medio de ellos y su victoria, eliminando el miedo y la
incertidumbre. Se les da a conocer como el que les demuestra su amor hasta la
muerte, con las señales que indican su poderío (manos) y la permanencia de su
amor (costado). El nuevo saludo en v. 21 sirve para transmitir seguridad y
valentía en la misión que comienza para ellos y que, como la de Jesús, va a
consistir en la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total. La
comunidad cristiana es la alternativa que Jesús ofrece para dar testimonio ante
el mundo de la realidad del amor del Padre. El resultado de la misión de la
comunidad viene formulado en términos positivo y negativo en el v. 23. Ante el
testimonio de amor que la comunidad tiene que dar, sucederá lo mismo que sucedió
con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su adhesión y quienes se endurezcan en
su actitud hostil al hombre. Como Jesús, pues, la comunidad es mediación de
salvación o de condena, no porque ella enjuicie a nadie, sino porque la actitud
que se adopte ante ella refrendará lo que cada uno es y decide de por
sí.


2. Versículos 24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en
reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes, que es el lugar natural
donde él se manifiesta y de donde irradia su amor. Tomás representa la figura de
aquél que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de
la nueva vida que en ella se manifiestan. En lugar de integrarse y participar de
la misma experiencia, pretende obtener una demostración particular. No quiere
aceptar que Jesús vive realmente y que la señal tangible de ello es la comunidad
transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad transformada es ahora lo
importante: ella es el medio que las generaciones posteriores tendrán para saber
que Jesús vive realmente.


DABAR 1983, 23





11. PERDON/A.


Así como en la primera creación del hombre, Dios le infundió la
vida, así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación
espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado,
deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de
la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal del
pueblo. En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para aplacar a
Dios. Pero ese río de sangre no lograba destruir el pecado, y los mismos
sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de rogar a
Dios por los demás. Las ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón ni daban
el Espíritu Santo.


Pero ahora, en la persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo
nuevo. Aunque la humanidad siga pecando, ya el primero de sus hijos, el "hermano
mayor de todos ellos", ha ingresado en la vida santa de Dios.


Los que se afanan por la vida espiritual, sufren sobre todo por la
presencia universal del pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún
totalmente liberados de él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos
la riqueza más grande de la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que
permite solucionar las grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra
difícilmente en los corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no
sabe perdonar, no sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor
más auténtico.


EUCARISTÍA 1992, 21





12.


Cristo es percibido como presente entre sus discípulos reunidos en
la tarde del primer día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a
las reuniones cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado
por 1 Cor 15, 4 (uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no
parece que se refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a
los dioses a los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de testigos
y la simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue. Posteriormente los
creyentes tomaron este día como el más significativo para celebrar al misterio
cristiano. Obligación de amor, que no de ley.


La misión de los discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt
28, 16-20; Mc 16, 15-20; Lc 24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de
la misión de Jesús (17, 17-19). Además no subraya el carácter universal de la
misión; tal vez porque esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se
escribe el evangelio de Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los
discípulos son portadores de la misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad
en la resurrección, tiene que acercarse a los extremos de la miseria humana;
allí está su campo de misión, su labor de hacer ver que el mensaje pascual es
coherente y válido.


A pesar de que en las diferentes Iglesias hay controversia sobre el
punto de quién ejerce el don del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza
perdonadora del resucitado reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús
(cf. Mt 16, 19). Después de la resurrección es posible creer en el perdón porque
el poder de las tinieblas ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en esto y
trabajar en consecuencia es ser cristiano.


En adelante, la fe reposa no sobre el "ver", sino sobre el
testimonio de los que han visto. Por esta fe es por la que los cristianos
llegamos a Cristo (17, 20). Y recreamos en nuestras vidas el mismo hecho
salvador de la cruz y la misma alegría de la resurrección. Así entramos en
comunión con los Apóstoles, que "vivieron", y participamos de su experiencia
pascual.


EUCARISTÍA 1977, 20





13.


Podríamos llamar «oficiales», apariciones colectivas, a las de
Jesús resucitado a todos los discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo
día nos es señalado claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día
de Pascua los discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han
sido agraciados, se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33),
Jesús se aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se
aparece de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le
refirieron sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por
punto estas dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La
elección de este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en
la concreta indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio del
evangelio de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).


DO/ANIVERSARIO: Este domingo después de
Pascua es, verdaderamente, el primero de todos los domingos. En efecto, la
Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico, único en el transcurso de
los siglos. La reunión de los discípulos, justamente una semana después, y la
visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión como si le confiriese un
carácter oficial, hacen que el misterio de la Resurrección deje de tener, si así
se puede decir, carácter de acontecimiento para adquirir el de institución. Se
trata de algo que no basta recordar como un hecho histórico, sino que es preciso
celebrarlo, es decir, empaparse de su realidad y de su riqueza espiritual. La
primera celebración de la Pascua tuvo lugar el primer domingo siguiente a la
misma. De este modo, el domingo ha venido a ser el «hebdoversario» de la
Resurrección, su celebración hebdomadaria.


Los discípulos del Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de
dedicar al Señor un día por semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario
conservar el ritmo religioso hebdomadario, pero también les era necesario
indicar que convenía cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de la
Resurrección del Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después de
Pascua, contribuyó a este desplazamiento del día consagrado y de descanso. Con
ocasión de la Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber pascual". Los
inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han hecho el
cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no retornar
a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman
voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in
albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del
acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos
pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto de
partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el cumplimiento
pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a propósito del domingo
octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava sea para ti una gran
fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud, éste es el del
aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro y la
resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de que,
igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda
creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en
relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden,
más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se
refiere, en efecto, a la vida de arriba».


L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID
1965.Pág 175 s.





14.


Nos encontramos ante el segundo grupo de episodios narrados por el
cuarto Evangelio en el contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto
hay claramente tres perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos,
sin Tomás (vv 19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y,
finalmente, la conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos
versículos (30-31) aparece la conclusión original de la obra, ampliada más tarde
con la inclusión del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la escena de
Tomás y la conclusión resulta todavía más directo e importante. La
estructuración de las apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros
episodios de este capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra,
la aparición a Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María
de Magdala, y el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de
reconocer a Jesús y en la correspondencia de Jesús a la fe de los
creyentes.


FE/VISION: Entre las muchas cosas que
aparecen en estas escenas podríamos recoger una: el tema de la fe y la visión.
Por una parte parece que Jesús niega que la visión haya de ser considerada por
los cristianos como necesaria para la fe. Pero, en cambio, la fe -según este
Evangelio- comporta una visión («si tienes fe, verás el poder de Dios», dice
Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este Evangelio, una clara dialéctica entre
visión y fe. Debemos destacar el carácter simbólico de la escena del ciego de
nacimiento para comprender la profundidad de lo que se nos quiere decir: «Yo he
venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que no ven, verán, y los que
ven, quedarán ciegos» (/Jn/09/39). El que se imagina que ve, el que ya tiene un
conocimiento claro y definido de lo que ha de pasar («a nosotros nos consta...»:
9,24.29.31), en realidad ni ve ni sabe nada, es ciego. En cambio, el que todo lo
ignora, el que no ve, éste llegará a contemplar el poder de Dios en Jesús. La
visión no lleva necesariamente a la fe; en cambio, la fe sí que lleva a la
visión.


Para aquellos que parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan
la luz, pues piensan que ya la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En
cambio, el que se siente en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se
fía de sí mismo, tal vez la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria
de Dios.


ORIOL TUÑILA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las
lecturas
de la Liturgia de las Horas














DOMINGO II DE PASCUA - CICLO B

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Hermanos y hermanas: ¡Demos gracias al Padre que por Jesucristo
resucitado nos concede su Espíritu y el don de la paz!


-"El día primero de la semana". Estamos celebrando la fiesta de la
resurrección del Señor, a la que nos hemos preparado durante cuarenta días (la
cuaresma), y que celebramos durante cincuenta (la cincuentena pascual), que
culmina con el regalo que Jesucristo resucitado hace a su Iglesia y a todos
nosotros: su Espíritu, Pentecostés. Este regalo de su Espíritu también lo
encontramos en el "día primero" de la semana que inaugura el nuevo tiempo de
Dios.


Tiempo en el que no caben los miedos y las fugas porque Jesucristo
resucitado se hace presente, viene con iniciativa irresistible aun "estando las
puertas cerradas, por miedo a los judíos".


-"Paz a vosotros". Es el saludo de Jesucristo resucitado a los
suyos. El saludo que repite el Obispo, el hermano que en la comunidad diocesana
es el apóstol, cuando celebra la Eucaristía con su comunidad. Pero no sólo es un
saludo, es también un don, un regalo. La paz de Dios que no es sólo la ausencia
de guerras, de malos tratos, de rencores y envidias, de falta de respeto a los
derechos del hombre. Es mucho más. Ya en el Antiguo Testamento, la Paz de Dios
quería decir la comunicación al hombre de la salvación de Dios; comunión con los
hermanos en la justicia y el amor. Precisamente por esto, la "paz de Dios" era
esperada para el momento de la venida del Mesías, y así liberar definitivamente
a su pueblo.


El saludo pascual de Jesucristo resucitado nos dice que este tiempo
ya ha llegado. El ofrece la paz, porque por medio de El, y creyendo en El, es
posible la experiencia de la alianza, de la intimidad con el Señor; la
experiencia constante del amor tierno y esponsal de Dios; es posible la comunión
fraterna, que es reflejo de la comunión con Dios.


Jesucristo resucitado nos da la paz porque nos da el Espíritu
Santo, que es Aquel que nos introduce cada día, en la comunión con el Padre por
medio de la fe, y en la comunión con los hermanos por medio de la
caridad.


-"Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor". La
alegría es también un don, un regalo de Jesucristo resucitado. Es el saludo de
Jesucristo resucitado a sus discípulos, en el evangelio de Mateo. Alegría que
nace de la experiencia profunda del Resucitado, y que se comunica rápidamente a
los demás, como hicieron las mujeres a los discípulos de Emaús. Alegría y gozo
profundo y sereno que debería palparse en nuestras comunidades cristianas, e
irradiarse en nuestra sociedad.


-"Recibid el Espíritu Santo". Jesucristo resucitado es el Apóstol
del Padre, el enviado del Padre. Y como El ha sido enviado por el Padre, envía a
sus apóstoles y discípulos; a nosotros también, por medio del sacramento del
bautismo y la confirmación.


Y "exhaló su aliento sobre ellos", como en la primera creación lo
hizo con el hombre y lo hizo un ser viviente, o cuando el Señor ordena a
Ezequiel que invoque al Espíritu y reúna "todos los huesos", su pueblo disperso,
y lo haga otra vez su pueblo.


Jesucristo resucitado aparece hoy como el Señor Dios creador que
"exhala su aliento" que es el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y suyo, para
regenerar a toda persona, para anunciar y comunicar el perdón de los pecados, el
jubileo, la amnistía de todo mal y de todo pecado. El "cenáculo" fue el lugar de
la manifestación y experiencia de Jesucristo resucitado, del "Don" del Espíritu,
del regalo de la paz y el perdón y la amnistía.


Nuestra comunidad, nuestras comunidades cristianas, deberían ser
lugares donde se puedan realizar estas experiencias de paz, amor y
libertad.


-"Todos pensaban y sentían lo mismo". Veamos a la comunidad que nos
presenta la lectura de los Hechos, después del proceso que sufren los Apóstoles
y que vencen rezando y recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, unidad de
corazón y de bienes. Ya que es imposible comunicar los bienes del Espíritu y no
compartir y comunicar los bienes materiales. La caridad total, el amor, hace que
en la comunidad "ninguno pasaba necesidad", ya que el amor vence al pecado,
vence la avaricia y la avidez de poseer. Por algún tiempo parece que la
primitiva comunidad fue perfecta. Cada uno de nosotros, sintiéndonos
comunidad-Iglesia esposa de Jesucristo resucitado, en nuestra responsabilidad
concreta, hemos de trabajar para que aquello, hoy se repita en nuestras
comunidades.


-"Trae tu amo y toca la señal de los clavos; y no seas incrédulo,
sino creyente", es la invitación a Tomás, y la invitación que, hoy y aquí, nos
hace el Señor. Hemos recibido de sus "llagas gloriosas", de su costado, el Don
del Espíritu Santo que nos ha anunciado y explicado su Palabra, y la convertirá
en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Nosotros desde el bautismo y la
confirmación, no incrédulos sino creyentes, damos testimonio gozoso de
Jesucristo resucitado, con palabras y obras, a nuestros hermanos y hermanas con
los que trabajamos y vivimos.


GERARDO SOLER
MISA DOMINICAL 1988/08




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