sábado, 13 de septiembre de 2008



Día litúrgico: Sábado XXIII del tiempo ordinario


 


Texto del Evangelio (Lc 6,43-49): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.

»¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa».


Comentario: P. Raimondo Sorgia Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florència, Italia)

«Cada árbol se conoce por su fruto» Hoy, el Señor nos sorprende haciendo "publicidad" de sí mismo. No es mi intención "escandalizar" a nadie con esta afirmación. Es nuestra publicidad terrenal lo que empequeñece a las cosas grandes y sobrenaturales. Es el prometer, por ejemplo, que dentro de unas semanas una persona gruesa pueda perder por lo menos cinco o seis kilos usando un determinado "producto-trampa" (u otras promesas milagrosas por el estilo) lo que nos hace mirar a la publicidad con ojos de sospecha. Mas, cuando uno tiene un "producto" garantizado al cien por cien, y —como el Señor— no vende nada a cambio de dinero sino solamente nos pide que le creamos tomándole como guía y modelo de un preciso estilo de vida, entonces esa "publicidad" no nos ha de sorprender y nos parecerá la más lícita del mundo. ¿No ha sido Jesús el más grande "publicitario" al decir de sí mismo «Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6)?

Hoy afirma que quien «venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica» es prudente, «semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca» (Lc 6,47-48), de modo que obtiene una construcción sólida y firme, capaz de afrontar los golpes del mal tiempo. Si, por el contrario, quien edifica no tiene esa prudencia, acabará por encontrarse ante un montón de piedras derruidas, y si él mismo estaba al interior en el momento del choque de la lluvia fluvial, podrá perder no solamente la casa, sino además su propia vida.


Pero no basta acercarse a Jesús, sino que es necesario escuchar con la máxima atención sus enseñanzas y, sobre todo, ponerlas en práctica, porque incluso el curioso se le acerca, y también el hereje, el estudioso de historia o de filología... Pero será solamente acercándonos, escuchando y, sobre todo, practicando la doctrina de Jesús como levantaremos el edificio de la santidad cristiana, para ejemplo de fieles peregrinos y para gloria de la Iglesia celestial.


jueves 11 Septiembre 2008


San Máximo, el Confesor (hacia 580-662), monje y teólogo


«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo»



No te ates a las sospechas o a los hombres que te llevan a escandalizarte de ciertas cosas. Porque los que, de una u otra manera, se escandalizan de las cosas que les ocurren, las hayan o no querido, ignoran el camino de paz que, recorrido con amor, llevan al conocimiento de Dios a los que se sienten atraídos por él.

No ha alcanzado todavía el amor perfecto el que se ve aún afectado por los caracteres de los hombres, el cual, por ejemplo, ama a uno y aborrece al otro, o bien tan pronto ama como detesta al mismo hombre y por las mismas razones. El amor perfecto no desgarra la única y misma naturaleza de los hombres porque éstos tienen caracteres diferentes, pero teniendo en cuenta su naturaleza, ama a todos con el mismo amor. Ama a los virtuosos como amigos, y a los malos como enemigos, haciéndoles el bien, soportándolos con paciencia, sufriendo lo que le llega de su parte, no considerando, de ninguna manera, la malicia, sino llegando incluso a sufrir por ellos si la ocasión se presenta. Así, si es posible, hará de ellos unos amigos. Cuando menos será fiel a sí mismo mostrando siempre y a todos sus frutos de la misma forma. Nuestro Señor y Dios, Jesucristo, mostrándonos el amor que nos tiene sufrió por la humanidad entera y a todos por igual dio la esperanza de la resurrección, aunque cada uno, según sus obras, se haga digno de la gloria o del castigo.


Día litúrgico: Jueves XXIII del tiempo ordinario


 


Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».


Comentario: Rev. D. Jaume Aymar i Ragolta (Badalona-Barcelona, España)

«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»

HHoy, en el Evangelio, el Señor nos pide por dos veces que amemos a los enemigos. Y seguidamente da tres concreciones positivas de este mandato: haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Es un mandato que parece difícil de cumplir: ¿cómo podemos amar a quienes no nos aman? Es más, ¿cómo podemos amar a quienes sabemos cierto que nos quieren mal? Llegar a amar de este modo es un don de Dios, pero es preciso que estemos abiertos a él. Bien mirado, amar a los enemigos es lo más sabio humanamente hablando: el enemigo amado se verá desarmado; amarlo puede ser la condición de posibilidad para que deje de ser enemigo. En la misma línea, Jesús continúa diciendo: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (Lc 6,29). Podría parecer un exceso de mansedumbre. Ahora bien, ¿qué hizo Jesús al ser abofeteado en su pasión? Ciertamente no contraatacó, pero respondió con una firmeza tal, llena de caridad, que debió hacer reflexionar a aquel siervo airado: «Si he hablado mal, di en qué, pero si he hablado como es debido, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,22-23).

En todas las religiones hay una máxima de oro: «No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti». Jesús es el único que la formula en positivo: «Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente» (Lc 6,31). Esta regla de oro es el fundamento de toda la moral. Comentando este versículo, nos alecciona san Juan Crisóstomo: «Todavía hay más, porque Jesús no dijo únicamente: ‘desead todo bien para los demás’, sino ‘haced el bien a los demás’»; por eso, la máxima de oro propuesta por Jesús no se puede quedar en un mero deseo, sino que debe traducirse en obras.


jueves, 11 de septiembre de 2008

 






Evangelio según San Lucas 6,27-38.

Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".

 
 

 

 

San Máximo, el Confesor (hacia 580-662), monje y teólogo



«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo»


     No te ates a las sospechas o a los hombres que te llevan a escandalizarte de ciertas cosas. Porque los que, de una u otra manera, se escandalizan de las cosas que les ocurren, las hayan o no querido, ignoran el camino de paz que, recorrido con amor, llevan al conocimiento de Dios a los que se sienten atraídos por él.

     No ha alcanzado todavía el amor perfecto el que se ve aún afectado por los caracteres de los hombres, el cual, por ejemplo, ama a uno y aborrece al otro, o bien tan pronto ama como detesta al mismo hombre y por las mismas razones. El amor perfecto no desgarra la única y misma naturaleza de los hombres porque éstos tienen caracteres diferentes, pero teniendo en cuenta su naturaleza, ama a todos con el mismo amor. Ama a los virtuosos como amigos, y a los malos como enemigos, haciéndoles el bien, soportándolos con paciencia, sufriendo lo que le llega de su parte, no considerando, de ninguna manera, la malicia, sino llegando incluso a sufrir por ellos si la ocasión se presenta. Así, si es posible, hará de ellos unos amigos. Cuando menos será fiel a sí mismo mostrando siempre y a todos sus frutos de la misma forma. Nuestro Señor y Dios, Jesucristo, mostrándonos el amor que nos tiene sufrió por la humanidad entera y a todos por igual dio la esperanza de la resurrección, aunque cada uno, según sus obras, se haga digno de la gloria o del castigo


miércoles, 10 de septiembre de 2008



Carta I de San Pablo a los Corintios 7,25-31.

Acerca de la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor. Pero hago una advertencia, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de confianza.
Considero que, por las dificultades del tiempo presente, lo mejor para el hombre es vivir sin casarse.
¿Estás unido a una mujer? No te separes de ella. ¿No tienes mujer? No la busques.
Si te casas, no pecas. Y si una joven se casa, tampoco peca. Pero los que lo hagan, sufrirán tribulaciones en su carne que yo quisiera evitarles.
Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran;
los que lloran, como si no lloraran; lo que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada;
los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera.


Salmo 45(44),11-12.14-15.16-17.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura. El es tu señor: inclínate ante él;
Embellecida con corales engarzados en oro
y vestida de brocado, es llevada hasta el rey. Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían,
con gozo y alegría entran al palacio real.
Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres, y los pondrás como príncipes por toda la tierra.


Evangelio según San Lucas 6,20-26.

Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!

 

 

León XIII, papa de 1878 a 1903
Encíclica Rerum Novarum, 20


«Dichosos los pobres»

     Los desfavorecidos aprenden de la Iglesia que, según el juicio del mismo Dios, la pobreza no es un oprobio, y que no deben enrojecer por el hecho de tener que ganar el pan con su trabajo. Esto es lo que Cristo nuestro Señor confirmó con su ejemplo, él que «siendo rico, se hizo pobre» (2C 8,9) para la salvación de los hombres; el cual, siendo Hijo de Dios y Dios él mismo, quiso ser tenido a los ojos del mundo por hijo de un obrero; y llegó a pasar gran parte de su vida trabajando para ganarse la vida. «¿No es este el hijo del carpintero, el hijo de María?» (Mc 6,3).

     Cualquiera que tenga bajo su mirada este modelo divino comprenderá fácilmente lo que queremos decir: la verdadera dignidad del hombre y su excelencia residen en su forma de obrar, es decir, en la virtud; la virtud es patrimonio común de los mortales, al alcance de todos, de los pequeños como de los mayores, de los pobres como de los ricos; tan solo la virtud y los méritos, donde sea que se encuentren, obtendrán la recompensa de la bienaventuranza eterna. Aún más, es hacia las clases infortunadas que el corazón de Dios parece inclinarse con predilección. Jesucristo llama bienaventurados a los pobres; invita con amor a ir hacia él a todos los que sufren y lloran para consolarlos (Mt 11,28); abraza con más tierna caridad a los pequeños y oprimidos.

     Ciertamente que estas doctrinas están hechas para humillar al alma altiva de los ricos y volverlos más compasivos, para levantar el ánimo de los que sufren y llamarlos a la confianza. Podrían ellas disminuir la distancia que el orgullo se complace en mantener; sin dificultad se llegaría a que los dos lados se dieran la mano y las voluntades se unieran en una misma amistad.



 

 


Día litúrgico: Miércoles XXIII del tiempo ordinario



Texto del Evangelio (Lc 6,20-26):  En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.


»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.


Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)


«Bienaventurados los pobres. ¡Ay de vosotros los ricos!»



Hoy, Jesús señala dónde está la verdadera felicidad. En la versión de Lucas, las bienaventuranzas vienen acompañadas por unos lamentos que se duelen por aquellos que no aceptan el mensaje de salvación, sino que se encierran en una vida autosuficiente y egoísta. Con las bienaventuranzas y los lamentos, Jesús hace una aplicación de la doctrina de los dos caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte. No hay una tercera posibilidad neutra: quién no va hacia la vida se encamina hacia la muerte; quién no sigue la luz, vive en las tinieblas.


«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» (Lc 6,29). Esta bienaventuranza es la base de todas las demás, pues quien es pobre será capaz de recibir el Reino de Dios como un don. Quien es pobre se dará cuenta de qué cosas ha de tener hambre y sed: no de bienes materiales, sino de la Palabra de Dios; no de poder, sino de justicia y amor. Quien es pobre podrá llorar ante el sufrimiento del mundo. Quien es pobre sabrá que toda su riqueza es Dios y que, por eso, será incomprendido y perseguido por el mundo.


«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo» (Lc 6,24). Esta lamentación es también el fundamento de todas las que siguen, pues quien es rico y autosuficiente, quien no sabe poner sus riquezas al servicio de los demás, se encierra en su egoísmo y obra él mismo su desgracia. Que Dios nos libre del afán de riquezas, de ir detrás de las promesas del mundo y de poner nuestro corazón en los bienes materiales; que Dios no permita que nos veamos satisfechos ante las alabanzas y adulaciones humanas, ya que eso significaría haber puesto el corazón en la gloria del mundo y no en la de Jesucristo. Nos será provechoso recordar lo que nos dice san Basilio: «Quien ama al prójimo como a sí mismo no acumula cosas innecesarias que puedan ser indispensables para otros».


 


 


martes, 9 de septiembre de 2008


© evangeli.net

Día litúrgico: Martes XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Comentario: Fray Lluc Torcal (Monje de Santa María de Poblet-Tarragona, España)

«Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios»

Hoy quisiera centrar nuestra reflexión en las primeras palabras de este Evangelio: «En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios» (Lc 6,12). Introducciones como ésta pueden pasar desapercibidas en nuestra lectura cotidiana del Evangelio, pero —de hecho— son de la máxima importancia. En concreto, hoy se nos dice claramente que la elección de los doce discípulos —decisión central para la vida futura de la Iglesia— fue precedida por toda una noche de oración de Jesús, en soledad, ante Dios, su Padre.

¿Cómo era la oración del Señor? De lo que se desprende de su vida, debía ser una plegaria llena de confianza en el Padre, de total abandono a su voluntad —«no busco hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30)—, de manifiesta unión a su obra de salvación. Sólo desde esta profunda, larga y constante oración, sostenida siempre por la acción del Espíritu Santo que, ya presente en el momento de su Encarnación, había descendido sobre Jesús en su Bautismo; sólo así, decíamos, el Señor podía obtener la fuerza y la luz necesarias para continuar su misión de obediencia al Padre para cumplir su obra vicaria de salvación de los hombres. La elección subsiguiente de los Apóstoles, que, como nos recuerda san Cirilo de Alejandría, «Cristo mismo afirma haberles dado la misma misión que recibió del Padre», nos muestra cómo la Iglesia naciente fue fruto de esta oración de Jesús al Padre en el Espíritu y que, por tanto, es obra de la misma Santísima Trinidad. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13).

Ojalá que toda nuestra vida de cristianos —de discípulos de Cristo— esté siempre inmersa en la oración y continuada por ella.

domingo 07 Septiembre 2008

Hoy la Iglesia celebra : Santa Regina

Ver el comentario abajo, o clic en el titulo
San Juan Crisóstomo : «Allí estoy yo, en medio de ellos»


Evangelio según San Mateo 18,15-20.

Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de Antioquia, después de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 8 sobre la carta a los Romanos, 8; PG 60, 464-466

«Allí estoy yo, en medio de ellos»



Cuando os digo de imitar al apóstol Pablo, no es que os diga: Resucitad a los muertos, curad a los leprosos. Sino que os digo lo mejor: tened caridad. Tened el mismo amor que animaba a san Pablo, porque esta virtud es muy superior al poder de hacer milagros. Allí donde hay caridad, el Hijo de Dios reina con su Padre y el Espíritu Santo. Él mismo lo ha dicho: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Amar es encontrarse unidos, es el carácter de una amistad tan fuerte como real.

Me diréis: ¿Es que hay gente tan miserable como para no desear tener a Cristo en medio de ellos? Sí, nosotros mismos, hijos míos; le echamos de entre nosotros cuando luchamos los unos contra los otros. Me diréis: ¿Qué dices? ¿No ves como estamos reunidos en su nombre, todos dentro las mismas paredes, en el recinto de la misma iglesia, atentos a la voz de nuestro pastor? No hay la más pequeña disensión en la unidad de nuestros cánticos y plegarias, escuchando juntos a nuestro pastor. ¿Dónde está la discordia?

Sé bien que estamos en el mismo aprisco y bajo el mismo pastor. Y no puedo llorar más amargamente... Porque si en este momento estáis pacíficos y tranquilos, al salir de la iglesia éste critica al otro; uno injuria públicamente a otro, uno se encuentra devorado por la envidia, los celos o la avaricia; el otro medita la venganza, otro la sensualidad, la duplicidad o el fraude... Respetad, respetad pues, esta mesa santa de la cual comulgamos todos; respetad a Cristo inmolado por todos; respetad el sacrificio que se ofrece sobre este altar en medio de nosotros.


lunes, 8 de septiembre de 2008

La Natividad de la Santísima Virgen María



"Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. De Ana y de Joaquín, oriente de aquella estrella divina, sale su luz clara y digna de ser pura eternamente: el alba más clara y bella no le puede ser igual, que, en con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. No le iguala lumbre alguna de cuantas bordan el cielo, porque es el humilde suelo de sus pies la blanca luna: nace en el suelo tan bella y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella".


Así canta el himno de Laudes de esta fiesta. Y el de vísperas no es menos encantador: "Canten hoy, pues nacéis Vos, los ángeles, gran Señora, y ensáyense desde ahora, para cuando nazca Dios. Canten hoy, pues a ver vienen, nacida su Reina bella, que el fruto que esperan de ella es por quien la gracia tienen. Digan, Señora, de Vos, que habéis de ser su Señora, y ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios".


Y el día de su fiesta la saluda la Liturgia: "Celebramos el nacimiento de la Virgen María... Celebramos con gozo... ¿Quién es ésta que se asoma como alba? Cantamos de todo corazón la gloria de Cristo, en esta festividad del Nacimiento de la Virgen María... Hoy es el Nacimiento de María Santísima, cuya vida ilustra de esplendor a todas las Iglesias... Hoy ha nacido la Virgen María del linaje de David. Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado... Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría de todo el mundo... Todos los textos de la Liturgia de las Horas y de la Eucaristía son piropos a esta Mujer sencilla y humilde, pero a la vez la más grande que jamás vieron los siglos, que acaba de nacer...


¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento. Felicidades, Madre, porque ibas creciendo en el oscuro camino de la fe. Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad. Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres... naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacería el Salvador del mundo unos años después. Felicidades, la pobre de Nazareth. Felicidades, Madre, porque todos felicitarán "a la amada, la paloma única, la perfecta". Felicidades, Madre, porque eres la cima, la altura donde reside la divinidad. Felicidades, Madre, porque eres la "Tierra de delicias" como te llama Malaquiás. Felicidades, Madre, porque eres la Madre de Dios y mía también.




Oremos


Himno

Desde el abor de nuestra historia,
Suave, discreta y escondida,
Llega María a nuestra tierra,
Virgen y Madre prometida.


La luz del Hijo la rodea,
Por él es bella sin medida,
Y no hay bondad entre los hombres
Que pueda serle parecida.


Suba al Señor cual blanca nube
Esta alabanza proferida;
A Dios bendito bendecimos
Por la que fue la Bendecida.
Amén


«... Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor... «

Isaías 11, 1–3 a
«... Son ellos israelitas, de quienes es la adopción divina, la manifestación sensible de la presencia de Dios, las alianzas con él, la legislación de Moisés, el culto del templo y las promesas de Dios. De ellos son los patriarcas, y de ellos procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por lo siglos. Amén...»

Romanos 9, 4 – 5

Himno

Vino a la vida para que la muerte
dejara de vivir en nuestra vida,
y para que lo que antes era vida
fuera más muerte que la misma muerte.


Vino a la vida para que la Vida
Pudiera darnos vida con su muerte,
Y para lo que antes era muerte
Fuera más vida que la misma vida.


Desde entonces la vida es tanta vida
Y la muerte de ayer tan poca muerte,
Que si a la vida le faltara vida
Y a nuestra muerte le sobrara muerte,
Con esta vida nos daría tal vida
Para dar muerte al resto de la muerte.
Amén


Concede a tus siervos, Señor, el don de tu gracia, para que, a quienes recibimos las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, la fiesta anual de su nacimiento nos traiga aumento de paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




La Natividad de la Santísima Virgen María , Virgen de la Caridad del Cobre , Mensaje Obispo Guantánamo

Libro de Miqueas 5,1-4.

Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas.
El se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra.
¡Y él mismo será la paz! Si Asiria invade nuestro país y pisa nuestros palacios, le opondremos siete pastores y ocho príncipes del pueblo:


Salmo 13,6.6.

Yo confío en tu misericordia: que mi corazón se alegre porque me salvaste. ¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!
Yo confío en tu misericordia: que mi corazón se alegre porque me salvaste. ¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!


Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;
Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;
Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;
Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;
Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".



San Pablo y Jesucristo...
Viernes 01 agosto 2008

Parte de este verano lo he pasado releyendo las cartas de San Pablo, esto en preparación para el curso que comienzo la próxima semana sobre el mismo tema... y pensaba que no podía haber mejor momento para estudiar a Pablo que este, pues son muchísimos los escritos que se han estado publicando sobre el apóstol con motivo del Año Paulino que recién comienza...

De todos los escritos, hay uno que me ha gustado sobremanera por la claridad con que resume la trayectoria de San Pablo y su misión en la Iglesia naciente... a continuación les dejo esta reflexión escrita por Monseñor Rodrigo Aguilar, Obispo de Tehuacán...



San Pablo y Jesucristo
Mons. Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán, México
Hemos iniciado el “Año Paulino”, para celebrar los dos mil años del nacimiento de san Pablo.
En las Cartas que el mismo san Pablo escribió, varias veces refiere datos de su propia vida, los cuales son el testimonio más sólido para conocerlo, a los cuales se suman los datos que sobre él menciona el libro de los Hechos de los Apóstoles.
San Pablo nació en Tarso de Cilicia, actualmente Turquía, poco antes del año 10 de nuestra era, de padres judíos pertenecientes a la tribu de Benjamín. Su nombre semítico era Saulo; no sabemos cuándo empezó a usar el nombre latino de Pablo. Por ser Tarso una ciudad “griega”, Saulo gozó del privilegio de la ciudadanía romana. Todavía joven, no sabemos exactamente a qué edad, se fue a Jerusalén, donde fue discípulo de Gamaliel el viejo. Para algunos, en esos años sucedió la crucifixión de Jesús; para otros, Saulo llegó a Jerusalén después de la crucifixión de Jesús. Lo cierto es que Saulo nunca hace alusión a un encuentro personal con Jesús antes de su resurrección.
La primera aparición en escena de Saulo es hacia el año 34, como testigo que aprueba la muerte del diácono Esteban. Luego persigue a los discípulos de Cristo Jesús, con autorización para encarcelarlos e intentar hacerlos renegar de su fe. Pero Saulo, o Pablo, no es malo, sino que su fe en Dios Yahvéh le impulsa a destruir esta corriente que acaba de brotar y él juzga herética. Esto lo reconoce claramente: “en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia, en cuanto a la justicia de la Ley, intachable” (Flp 3,6). Con esa intención va camino a Damasco, hacia el año 36, cuando recibe la revelación de Cristo glorioso, encuentro que le convierte de perseguidor en seguidor de Cristo. La conversión de Pablo no es de la noche a la mañana, sino que la va asumiendo lentamente; pero es determinante la visión en el camino de Damasco: se trata de una experiencia mística, una fuerza mayor que la suya le ha aferrado súbitamente y le provoca un cambio brusco en su jerarquía de valores: “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Flp 3,7-8).
La excepcional personalidad de Pablo -temperamento apasionado y combativo, fe ardiente, actividad incesante, voluntad siempre tensa con autoridad de padre, pero también sensibilidad exquisita con delicadeza de madre-, tras su conversión la pone totalmente al servicio de Jesucristo, en experiencia de relación con la intimidad de un enamorado, lo cual queda plasmado en la frase de la Carta a los Gálatas: “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (2,20).
Pablo intuye y profundiza una relación entre la vida y la muerte de Cristo y la propia vida y muerte:
--El enamoramiento de Pablo parte del conocimiento de que Cristo “se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20; cf 1,4; Ef 5,2; Jn 10,10). De esta manera, la muerte de Cristo ha generado la vida de Pablo: tu muerte es mi vida.
--Hacerse consciente de esto, hace brotar en Pablo, agradecido y como respuesta, que ese amor lleno de gratuidad de Cristo lo conduce a la propia muerte del “hombre viejo” (cf. Rm 6,6.11; Flp 3,10): tu muerte es mi muerte.
--Ahora bien, en esta fase de la relación de Pablo con Cristo, lo central no es la muerte sino el amor, del cual la muerte es la plenitud, el vértice, garantizando su autenticidad (cf. 2Cor 11,23-29; 12,15). Pablo quiere asemejarse cada vez más con Cristo; si con Cristo ha muerto, Pablo debe afrontar la propia muerte por amor; de esta manera, con Cristo resurgirá a la vida (cf. Col 2,12-13; Rm 6,8; 2Tim 2,11): tu vida es mi vida.
--Esto lo vive en una mezcla de pasividad y de actividad, de autoapropiación y de abandono en Cristo; nace entonces el “hombre nuevo” (2Cor 5,17; Gal 5,1), plenamente identificado con Cristo porque ha sido conquistado por Él (Flp 3,12); Pablo entonces, libre prisionero de Cristo (cf. Hch 20,22), ofrece su vida y se entrega a su Señor en su misterio de pasión, muerte y resurrección (Rm 6,3-4), para completar lo que falta en su propia carne a la pasión de Cristo (cf. Col 1,24): mi vida es tu vida.
--Pablo ya no se pertenece, sino que su vivir, amar y morir es Cristo Jesús (cf. Gal 2,20). Amando a Cristo con amor intenso y apasionado, ama a aquellos que le han sido confiados con el mismo amor de Cristo, ama al estilo de Cristo Jesús, con un amor divino “celoso”, “paterno” y “materno” (cf. 1Cor 4,14-17; 2Cor 6,13; 11,2; 12,15; 1Tes 2,7.10-11; Fil 10; Gal 4,19).
En el testimonio de san Pablo tenemos un ejemplo elocuente de aquello a lo que nos invita el Acontecimiento y Documento de Aparecida: ser discípulos enamorados y misioneros apasionados de Jesucristo.

Tomado de la página web de la Diócesis de Tehuacán, San Pablo y Jesucristo...

sábado, 6 de septiembre de 2008

Día litúrgico: Domingo XXIII (A) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 18,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

»Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».


Comentario: Prof. Dr. Mons. Lluís Clavell (Roma, Italia)

«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él»

Hoy, el Evangelio propone que consideremos algunas recomendaciones de Jesús a sus discípulos de entonces y de siempre. También en la comunidad de los primeros cristianos había faltas y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios.

El versículo final nos ofrece el marco para resolver los problemas que se presenten dentro de la Iglesia durante la historia: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Jesús está presente en todos los períodos de la vida de su Iglesia, su “Cuerpo místico” animado por la acción incesante del Espíritu Santo. Somos siempre hermanos, tanto si la comunidad es grande como si es pequeña.

«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Mt 18,15). ¡Qué bonita y leal es la relación de fraternidad que Jesús nos enseña! Ante una falta contra mí o hacia otro, he de pedir al Señor su gracia para perdonar, para comprender y, finalmente, para tratar de corregir a mi hermano.

Hoy no es tan fácil como cuando la Iglesia era menos numerosa. Pero, si pensamos las cosas en diálogo con nuestro Padre Dios, Él nos iluminará para encontrar el tiempo, el lugar y las palabra oportunas para cumplir con nuestro deber de ayudar. Es importante purificar nuestro corazón. San Pablo nos anima a corregir al prójimo con intención recta: «Cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Gal 6,1).

El afecto profundo y la humildad nos harán buscar la suavidad. «Obrad con mano maternal, con la delicadeza infinita de nuestras madres, mientras nos curaban las heridas grandes o pequeñas de nuestros juegos y tropiezos infantiles» (San Josemaría). Así nos corrige la Madre de Jesús y Madre nuestra, con inspiraciones para amar más a Dios y a los hermanos.

Día litúrgico: Domingo XXIII (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 18,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

»Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Comentario: Prof. Dr. Mons. Lluís Clavell (Roma, Italia)

«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él»

Hoy, el Evangelio propone que consideremos algunas recomendaciones de Jesús a sus discípulos de entonces y de siempre. También en la comunidad de los primeros cristianos había faltas y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios.

El versículo final nos ofrece el marco para resolver los problemas que se presenten dentro de la Iglesia durante la historia: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Jesús está presente en todos los períodos de la vida de su Iglesia, su “Cuerpo místico” animado por la acción incesante del Espíritu Santo. Somos siempre hermanos, tanto si la comunidad es grande como si es pequeña.

«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Mt 18,15). ¡Qué bonita y leal es la relación de fraternidad que Jesús nos enseña! Ante una falta contra mí o hacia otro, he de pedir al Señor su gracia para perdonar, para comprender y, finalmente, para tratar de corregir a mi hermano.

Hoy no es tan fácil como cuando la Iglesia era menos numerosa. Pero, si pensamos las cosas en diálogo con nuestro Padre Dios, Él nos iluminará para encontrar el tiempo, el lugar y las palabra oportunas para cumplir con nuestro deber de ayudar. Es importante purificar nuestro corazón. San Pablo nos anima a corregir al prójimo con intención recta: «Cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Gal 6,1).

El afecto profundo y la humildad nos harán buscar la suavidad. «Obrad con mano maternal, con la delicadeza infinita de nuestras madres, mientras nos curaban las heridas grandes o pequeñas de nuestros juegos y tropiezos infantiles» (San Josemaría). Así nos corrige la Madre de Jesús y Madre nuestra, con inspiraciones para amar más a Dios y a los hermanos.


viernes, 25 de julio de 2008

Cuando los ángeles cantan...
Lunes 09 junio 2008

Comencemos esta semana en una nota positiva con este hermoso video de Martín Valverde... que las Eucaristías de esta semana sean motivo de la alegría y el gozo que da encontrarse con Jesucristo vivo...



0 Comentarios
Soñando los sueños de Dios...
Domingo 08 junio 2008

Hay veces que el Señor nos permite soñar unos sueños que sobrepasan nuestras capacidades... algunos nos parecen lejanos, pero realizables... y nos lanzamos en su búsqueda con la seguridad de que es Dios quien nos impulsa y nos guía... tengoseddeti.org es uno de estos sueños...

Pero hay otros tan y tan inmensos que parecen inalcanzables - de hecho, ¡lo son! - y solamente si el Señor los ha soñados antes que nosotros estos sueños pueden llegar a ser una realidad...

Les cuento esto porque estamos soñando un sueño nuevo... estamos soñando con un nuevo medio de evangelización... con una forma de llegar a esos hermanos que necesitan un oído atento que escuche sus necesidades y penas... que necesitan una palabra de esperanza o de consuelo... a esos hermanos que necesitan encontrarse cara a cara con el Corazón misericordioso de Dios...

Nuestro pueblo está necesitado de oración... de que oren por ellos y con ellos... por eso estamos soñando con un medio que nos permita elevar, todos juntos, una inmensa e incesante plegaria a nuestro Padre celestial...

Les pedimos que nos acompañen con sus oraciones... pidiéndole al Señor el don de discernimiento para poder reconocer si este sueño ha nacido primero en su Corazón... y si es así, sabiduría para poder realizarlo... fortaleza y perseverancia, para poder vencer los obstáculos que han de surgir... y mansedumbre y humildad, para dejarnos guiar cada paso del camino...


¡contamos con sus oraciones!

tengo.sed.de.Ti

tengo.sed.de.Ti

tengo.sed.de.Ti

tengo.sed.de.Ti

Santiago Apóstol



Santiago, Apóstol (s. I ) Hijo de Zebedeo, hermano de Juan y del grupo de los Doce. Natural de Betsaida. Presenció los principales milagros realizados por el Señor. Su acción apostólica inicada en Judea llegó hasta los confines de Occidente.


Vuelto a Palestina murió mártir por orden de Herodes en el año 44. Sus restos fueron trasladados a España a la ciudad que lleva su nombre, siendo su tumba uno de los puntos principales de peregrinación de toda la cristiandad.


Epístola del Apóstol Santiago (análisis)

La carta de Santiago es la primera entre las siete Epístolas Católicas, llamadas así porque no tienen gneralmente destinatario especial y se dirigen universalmente a toda la cristiandad.


San Jerónimo las caracteriza como sigue: «... Son tan ricas en misterios como sucintas, tan breves como largas: breves en palabras y largas en sentencias. De modo que habrá pocos que al leerlas no tropiecen con algunos lugares obscuros....»


El autor, que se da a si mismo el nombre de «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo», es el apóstol Santiago el Menor, hijo de Alfeo y de Cleofás (Mat. 10, 3) y de María (Mat. 27, 56), hermana es decir, pariente, de la Santísima Virgen.


Por su parentesco con Jesucristo, Santiago a veces es llamado hermano del Señor (Gál. 1, 19); cfr. Mat. 13, 55 y Mar. 6, 3 ). Tiene también el honor de ser contado entre las columnas, o Apóstoles que gozaban de mayor prestigio en la Iglesia (Gál. 2, 9 ). Por la santidad de su vida ejercía grandísima influencia, especialmente sobre los judíos, pues entre ellos ejerció el ministerio como Obispo de Jerusalén. Murió martir el año 44.


Escribió la carta no mucho antes de padecer el martirio, y con el motivo de fortalecer a los cristianos, convertidos del judaísmo, que a causa de la persecución estaban en peligro de perder la fe y entregarse a una vida desenfrenada.


Dirígese, por tanto, a « las doces tribus que viven dispersas «, esto es, a todos los hebreo-cristianos dentro y fuera de Palestina ( cfr. Rom. 10, 18 ).


El estilo es conciso, sentencioso y rico en imágenes, desarrolladas en un ambiente de espiritualidad. Por ser un documento apóstolico del amor a los pobres y explotados, esta carta se llama con toda razón el Evangelio social.




Oremos


Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que Santiago fuera el primero de entre los apóstoles en derramar su sangre por la predicación del Evangelio, fortalece a tu Iglesia con el testimonio de su martirio y confórtala con su valiosa protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
«Jesús los llevó a solas a una montaña alta y se transfiguró ante ellos.» (Mc 9,2)

Todos los que ven a Cristo no son iluminados del mismo modo sino según la medida de su capacidad de recibir la luz. Nuestros ojos corporales no siempre están iluminados del mismo modo por el sol. Cuanto más alto uno sube, más puede contemplar su salida y mejor percibe su resplandor y su calor. Del mismo modo, nuestro espíritu cuanto más alto se eleva y sube hasta Cristo, más descubrirá el esplendor de su claridad, más intensamente será iluminado por su luz. El Señor mismo lo declara por boca del profeta: «Acercaos a mí y yo me acercaré a vosotros.» (Zac 1,3)...

De manera que no todos nosotros nos llegamos a Cristo de la misma manera, sino que cada uno lo hace según «sus capacidades». (Mt 25,15) O bien, nos vamos con las multitudes hacia él para que nos sacie con el pan de sus parábolas para no desfallecer por el camino (Mc 8,3), o bien, nos quedamos a sus pies, sin preocuparnos de nada más que de escuchar su palabra, sin dejarnos distraer por las múltiples necesidades del servicio. (Lc 10,38ss)... Sin duda alguna que los que se acercan así al Señor recibirán mucha más luz.

Pero, igual que los apóstoles, sin alejarnos nunca de él, «permanecemos» constantemente con él en las tribulaciones (Lc 22,28) Cristo nos explicará en secreto lo que había dicho a las multitudes y con más claridad todavía nos iluminará. (M13,11ss). En fin, si él encuentra a alguien capaz de subir a la montaña con él, como Pedro, Santiago y Juan, éste ya no sólo será iluminado por la luz de Cristo sino también por la voz del Padre.



Santiago Apostol

Carta II de San Pablo a los Corintios 4,7-15.

Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.
Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados.
Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida.
Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos.
Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes.
Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.


Salmo 126(125),1-6.

Canto de peregrinación. Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. Hasta los mismos paganos decían: "¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!".
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas.


Evangelio según San Mateo 20,20-28.

Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

martes, 22 de julio de 2008

Santa María Magdalena

Es la figura femenina más representativa del grupo de mujeres que seguía a Jesús. Tuvo el privilegio de estar presente en el Calvario y de gustar de la presencia de Jesucristo resucitado. Una antigua tradición la identifica con la hermana de Marta y de Lázaro y con la pecadora arrepentida que lloró a los piés de Jesús.

Oremos
Dios nuestro, que quisiste que Santa María Magdalena fuese la primera en recibir de tu Hijo unigénito la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contemplarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

martes 22 Julio 2008

Santa María Magdalena


Carta II de San Pablo a los Corintios 5,14-17.

Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.
Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.


Salmo 63,2.3-4.5-6.8-9.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene,


Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
San Gregorio Magno (hacia 540-604), papa, doctor de la Iglesia
Homilía 25; PL 76, 1188



«Mujer ¿por qué lloras?»
María se convierte en testigo de la compasión de Dios; sí, esta María... de quien un fariseo quería romper su aliento de ternura. «Si este hombre fuera un profeta, se decía, sabría quien es esta mujer que le toca y lo que es: una pecadora» (Lc 7,39). Pero las lágrimas de María han borrado la suciedad de su cuerpo y de su corazón; se lanzó a los pies de su Salvador, abandonando los caminos del mal. Estaba también sentada a los pies de Jesús y le escuchaba (Lc 10,39). Cuando estaba vivo lo estrechó entre sus brazos; cuando estuvo muerto, lo buscaba. Y encontró vivo a aquel que buscaba muerto. ¡Encontró tal cantidad de gracia en él que fue ella quien llevó la noticia a los apóstoles, a los mensajeros de Dios!

¿Qué es lo que debemos ver ahí, hermanos míos, sino es la infinita ternura de nuestro Creador, que para avivar nuestra conciencia, por todas partes nos propone el ejemplo de pecadores arrepentidos? Pongo la vista sobre Pedro, miro al ladrón, examino a Zaqueo, me fijo en María, y no veo otra cosa en ellos que llamadas a la esperanza y al arrepentimiento. ¿Tu fe se ve acechada por la duda? Mira a Pedro que llora amargamente su debilidad. ¿Estás inflamado de cólera contra tu prójimo? Piensa en el ladrón: en plena agonía se arrepiente y gana la recompensa eterna. ¿La avaricia te seca el corazón? ¿Has despojado a alguien? Mira a Zaqueo que devuelve cuatro veces más los bienes que había quitado a un hombre. ¿Preso de cualquier pasión, has perdido la pureza de la carne? Contempla a María que purifica el amor a la carne en el fuego del amor divino.

Sí, el Dios todopoderoso nos ofrece por todas partes ejemplos y signos de su compasión. Tengamos horror a nuestros pecados, incluso los de hace más años. El Dios todopoderoso olvida gustosamente que hemos cometido el mal, y está siempre a punto de mirar nuestro arrepentimiento como si fuera la misma inocencia. Nosotros, que después de las aguas de la salvación, las hemos ensuciado, renazcamos por nuestras lágrimas... Nuestro Redentor consolará un día vuestras lágrimas en su gozo eterno.
lunes 21 Julio 2008

San Lorenzo Brindis


Libro de Miqueas 6,1-4.6-8.

Escuchen lo que dice el Señor: ¡Levántate, convoca a juicio a las montañas y que las colinas escuchen tu voz!
¡Escuchen, montañas, el pleito del Señor, atiendan, fundamentos de la tierra! Porque el Señor tiene un pleito con su pueblo, entabla un proceso contra Israel;
"¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme.
¿Será porque te hice subir de Egipto, porque te rescaté de un lugar de esclavitud y envié delante de ti a Moisés, Aarón y Miriam?
¿Con qué me presentaré al Señor y me postraré ante el Dios de las alturas? ¿Me presentaré a él con holocaustos, con terneros de un año?
¿Aceptará el Señor miles de carneros, millares de torrentes de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi rebeldía, al fruto de mis entrañas por mi propio pecado?
Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios.


Salmo 50(49),5-6.8-9.16-17.21.23.

"Reúnanme a mis amigos, a los que sellaron mi alianza con un sacrificio".
¡Que el cielo proclame su justicia, porque el Señor es el único Juez!
No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales.
Dios dice al malvado: "¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar? ¿Piensas acaso que soy como tú? Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios".


Evangelio según San Mateo 12,38-42.

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo".
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.
San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis nº 20 / 2ª mistagógica

El signo de Jonás
Habéis sido conducidos por la mano a la piscina bautismal, tal como Cristo que tenéis delante de vosotros [en esta iglesia del Santo Sepulcro] fue conducido de la cruz al sepulcro. Después de haber confesado vuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Santo Espíritu, tres veces habéis sido sumergidos en el agua y habéis salido de ella: ha sido el símbolo de los tres días de Cristo en el sepulcro. De la misma manera que nuestro Salvador pasó tres días y tres noches en el corazón de la tierra, igualmente vosotros, al salir del agua después de la inmersión, habéis imitado a Cristo... Cuando habéis sido sumergidos estabais en la noche, no veíais nada; pero al salir del agua os habéis encontrado como en pleno día. En un mismo movimiento habéis muerto y habéis nacido; esta agua que salva ha sido al mismo tiempo vuestro sepulcro y vuestra madre...

¡Extraña paradoja! No estamos verdaderamente muertos, no hemos sido sepultados verdaderamente, no hemos sido realmente crucificados y resucitados; pero si bien nuestra imitación no es más que una imagen, la salvación, es una verdadera realidad. Cristo ha sido realmente crucificado, realmente sepultado y ha resucitado verdaderamente, y toda esta gracia se nos da a fin de que, participando e imitando sus sufrimientos, ganemos realmente la salvación. ¡Qué inmenso amor a los hombres! Cristo ha recibido los clavos sobre sus manos puras y le han sido causa de sufrimiento; y yo, sin sufrimiento ni esfuerzo, por esta participación me concede la gracia de la salvación...

Lo sabemos bien: si el bautismo nos purifica de nuestros pecados y nos da el Espíritu Santo, él es también la réplica de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo proclama: «No lo sabéis: todos nosotros que hemos sido bautizados en Cristo, es en su muerte que hemos sido bautizados. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte»... Todo lo que Cristo ha sufrido, es por nosotros y nuestra salvación, en realidad y no en apariencia... Y nosotros debemos participar en sus sufrimientos. Por esto Pablo continua proclamando: «Si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya» (Rm 6, 3-5)
domingo 20 Julio 2008

San Aurelio


Libro de la Sabiduría 12,13.16-19.

Porque, fuera de ti, no hay otro Dios que cuide de todos, a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos;
Porque tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos.
Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree en la plenitud de tu poder, y confundes la temeridad de aquellos que la conocen.
Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder.
Al obrar así, tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.


Salmo 86(85),5-6.9-10.15-16.

Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica!
Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas.
Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,
vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí; fortalece a tu servidor, salva al hijo de tu servidora.


Carta de San Pablo a los Romanos 8,26-27.

Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.


Evangelio según San Mateo 13,24-43.

Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas".
Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa".
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas,
para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!
San Macario (?-405), monje en Egipto
Homilías espirituales, nº 51



«Un enemigo lo ha hecho»
Os escribo, amados hermanos, para que sepáis que desde el día en que Adán fue creado hasta el fin del mundo, el Maligno, sin descanso alguno hará la guerra a los santos (Ap 13,7)... Sin embargo son ahora pocos los que se dan cuenta que el devastador de las almas cohabita con ellos en su cuerpo, muy cerca del alma. Están atribulados y no hay en la tierra nadie que pueda confortarlos. Por eso miran al cielo y ponen en él su esperanza con el fin de recibir algo dentro de ellos mismos. Y por esta fuerza, y gracias a la armadura del Espíritu (Ef 6,13), vencerán. En efecto, reciben del cielo una fuerza que permanece oculta a los ojos de la carne. Mientras buscarán a Dios con todo su corazón, la fuerza de Dios en todo momento, secretamente, vendrá en su ayuda... Precisamente porque tocan con su propio dedo su debilidad, porque se sienten incapaces de vencer, piden ardientemente la armadura de Dios, y revestidos con las armas del Espíritu para el combate (Ef 6,13), salen victoriosos...

Sabed pues, hermanos muy amados, que a todos aquellos que han preparado su alma para que sea una buena tierra por la semilla celestial, el enemigo se apresura a sembrar en ellos su cizaña... Sabed también que los que no buscan el Señor con todo su corazón no son tentados por Satán de manera tan evidente; es más bien escondidamente y por medio de la astucia que intena alejarlos de Dios.

Pero ahora, hermanos, sed valientes y no temáis. No os dejéis asustar por las imaginaciones que suscita el enemigo. En la oración no os entreguéis a una agitación confusa, multiplicando gritos fuera de lugar, sino que acoged la gracia del Señor por la contrición y el arrepentimiento... Sed valientes, reconfortaos mutuamente, aguantad, preocupaos de vuestras almas, perseverad celosamente en la oración... Porque todos los que buscan a Dios en verdad recibirán una fuerza divina en su alma, y todos éstos, al recibir esta unción celestial, sentirán en sus almas el sabor y la dulzura del mundo venidero. Que la paz del Señor, la que han gozado todos los santos padres y les ha preservado de toda tentación, permanezca siempre con vosotros.
sábado 19 Julio 2008

Santa Justa - Santa Rufina


Libro de Miqueas 2,1-5.

¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo realizan, porque tienen el poder en su mano.
Codician campos y los arrebatan, casas, y se apoderan de ellas; oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a su herencia.
Por eso, así habla el Señor: Yo proyecto contra esta gente una desgracia tal que ustedes no podrán apartar el cuello, ni andar con la cabeza erguida, porque será un tiempo de desgracia.
Aquel día, se proferirá contra ustedes una sátira y se entonará esta lamentación: "Hemos sido completamente devastados; ¡se transfiere a otros la parte de mi pueblo! ¿Cómo me la quita a mí y reparte nuestros campos al que nos lleva cautivos?".
Por eso, no tendrás a nadie que arroje la cuerda para medirte un lote, en la asamblea del Señor.


Salmo 9(9B),1-2.3-4.7-8.14.

Lámed ¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro?
El pobre se consume por la soberbia del malvado y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él. Nun
Porque el malvado se jacta de su ambición, el codicioso blasfema y menosprecia al Señor;
el impío exclama en el colmo de su arrogancia; "No hay ningún Dios que me pida cuenta". Esto es lo único que piensa.
Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de violencias; detrás de sus palabras hay malicia y opresión;
se pone al acecho en los poblados y mata al inocente en lugares ocultos. Ain Sus ojos espían a los débiles;
Pero tú lo estás viendo: tú consideras los trabajos y el dolor, para tomarlos en tus propias manos. El débil se encomienda a ti; tú eres el protector del huérfano. Sin


Evangelio según San Mateo 12,14-21.

En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer,
para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia;
y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.
San Isaac, el Sirio (siglo 7º), monje en Nínive, cerca de Mosul en el actual Irak
Sermones ascéticos, 1ª serie, nº 20

«Mi siervo no quebrará la caña cascada, no apagará el pábilo vacilante... En su nombre esperarán las naciones»
Quiero abrir la boca, hermanos, para hablaros de lo altísima que es la humildad. Estoy lleno de temor, como aquel que sabe que debe hablar de Dios con el lenguaje de sus propios pensamientos. Porque la humildad es el adorno de la Divinidad. El Verbo la revistió al hacerse hombre. Al revestirse de ella la ha vivido en su cuerpo estando con nosotros. Y cualquiera que la ama, se hace, en verdad, semejante a Aquel que descendió desde su altura y recubrió su grandeza y su gloria a través de la humildad, para que, a su vista, la creación no se consumiera. Porque la creación no hubiera podido contemplar al Señor si no hubiera tomado sobre él la humildad y no hubiera, así, vivido con ella. No se hubiera encontrado con él; la creación no hubiera comprendido las palabras salidas de su boca...

Es por eso que cuando la creación ve a un hombre revestido a semejanza de su Maestro, le reverencia y honora como hizo con su Maestro que vivió en ella revestido de humildad. ¿Qué criatura hay que no se deje enternecer a la vista del humilde? Sin embargo, cuando la gloria de la humildad no se había revelado a todos en Cristo se despreciaba la humildad tan llena de santidad. Pero ahora, su grandeza se eleva a los ojos del mundo. Ahora la creación puede recibir por la mediación de un hombre humilde la visión de su Creador. Por eso el humilde no es menospreciado por nadie, ni tan sólo por los enemigos de la verdad. El que ha aprendido la humildad, gracias a ella, es venerado como si llevara corona y púrpura.
viernes 18 Julio 2008

San Arsenio
Libro de Isaías 38,1-6.21-22.7-8.

En aquellos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: "Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más".
Ezequías volvió su rostro hacia al pared y oró al Señor,
diciendo: "¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos". Y Ezequías se deshizo en llanto.
Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías en estos términos:
"Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida;
te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiria, y defenderé a esta ciudad".
Luego dijo Isaías: "Traigan un emplasto de higos; aplíquenlo sobre la úlcera, y el rey sanará".
Ezequías respondió: "¿Cuál es la señal de que podré subir a la Casa del Señor?".
"Esta es la señal que te da el Señor para confirmar la palabra que ha pronunciado:
En el reloj de sol de Ajaz, yo haré retroceder diez grados la sombra que ha descendido". Y el sol retrocedió en el reloj los diez grados que había descendido.


Isaías 38,10.11.12.16.

"Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir: he sido destinado a las puertas del Abismo por el resto de mis años.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor en la tierra de los vivientes; no verá más a los hombres entre los habitantes del mundo.
Arrancan mi morada y me la arrebatan, como una carpa de pastores. Como un tejedor, yo enrollaba mi vida, pero él me corta de la trama: ¡de la mañana a la noche terminas conmigo!
Los que el Señor protege, vivirán, y su espíritu animará todo lo que hay en ellos: tú me restablecerás y me harás revivir.


Evangelio según San Mateo 12,1-8.

En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".
Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

viernes, 18 de julio de 2008

Windows Live Hotmail

jueves 17 Julio 2008

Hoy la Iglesia celebra : Congregación para las Causas de los Santos, Beata Magdalena Albrizzi

Ver el comentario abajo, o clic en el titulo
San Silvano : «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»


Evangelio según San Mateo 11,28-30.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo
Escritos


«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»


El Señor ama a los hombres, pero permite que sean probados. De esta manera pueden reconocer su impotencia y humillarse y, gracias a su humildad, recibir el Santo Espíritu. Y con el Santo Espíritu todo va bien, todo se llena de gozo... El humilde estará contento con todo lo que le pueda suceder, porque el Señor es su riqueza y su gozo; todos los hombres quedarán sorprendidos de la belleza de su alma.

Tú dices: «Mi vida está llena de sufrimientos». Pero yo te contestaré, o mejor dicho, será el mismo Señor el que te dirá: «Se humilde y verás como tus pruebas se cambian en descanso», hasta el punto que te sorprenderás de ti mismo y te dirás: «¿Por qué en otro tiempo estaba yo tan atormentado y afligido?» Ahora eres feliz porque has llegado a ser humilde y has recibido la gracia divina; ahora, incluso cuando te encontrarás sola con tu pobreza, el gozo no te abandonará porque tienes en tu alma la paz que nos prometió el Señor cuando dijo: «Mi paz os doy» (Jn 14,27). Es de esta manera que el Señor da su paz a todas las almas humildes.

miércoles, 16 de julio de 2008

Nuestra Señora del Carmelo






Nuestra Señora del Monte Carmelo

Nuestra Señora del Carmen. El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia (ls. 35, 2), ha sido de siempre un monte sagrado. En el siglo IX A.C. , Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1 R 18, 39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo.


En tiempo de las Cruzadas, las grutas del monte dieron acogida a los ermitaños cristianos. Pero hasta el siglo Xlll no pasaron éstos a formar una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla (hacia el 1209), y que fue confirmada por el papa Honorio III (1226).

El Monte Carmelo, que domina la llanura de Galilea, no cae lejos de Nazaret, en donde vivió María conservando todo en su corazón». De ahí que la Orden del Carmelo haya querido desde sus orígenes ponerse bajo el patrocinio de la Madre de los contemplativos.


En el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden - Santa Teresa de Ávila v San Juan de la Cruz - convertirían al Monte Carmelo en el símbolo de aquello que San Buenaventura llamaba «itinerario hacia Dios». Por eso le pedimos hoy al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».

Oremos Haz venir, Señor, sobre nosotros la poderosa intercesión de la gloriosa Virgen María, para que, protegidos con su auxilio, podamos llegar a tu monte santo, que es Jesucristo, tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Nuestra Señora del Monte Carmelo

Libro de Isaías 10,5-7.13-16.

¡Ay de Asiria! El es el bastón de mi ira y la vara de mi furor está en su mano.
Yo lo envío contra una nación impía, lo mando contra un pueblo que provocó mi furor. para saquear los despojos y arrebatar el botín, y pisotearlo como al barro de las calles.
Pero él no lo entiende así, no es eso lo que se propone: él no piensa más que en destruir y en barrer una nación tras otra.
Porque él ha dicho: "Yo he obrado con la fuerza de mi mano, y con mi sabiduría, porque soy inteligente. He desplazado las fronteras de los pueblos y he saqueado sus reservas: como un héroe, he derribado a los que se sientan en tronos.
Mi mano tomó como un nido las riquezas de los pueblos; como se juntan huevos abandonados, así he depredado toda la tierra, y no hubo nadie que batiera las alas o abriera el pico para piar".
¿Se gloría el hacha contra el leñador? ¿Se envanece la sierra contra el que la maneja? ¡Como si el bastón manejara al que lo empuña y el palo levantar al que no es un leño!
Por eso el Señor de los ejércitos hará que la enfermedad consuma su vigor y dentro de su carne hará arder una fiebre, como el ardor del fuego.


Salmo 94(93),5-6.7-8.9-10.14-15.

Ellos pisotean a tu pueblo, Señor, y oprimen a tu herencia;
matan a la viuda y al extranjero, asesinan a los huérfanos;
y exclaman: "El Señor no lo ve, no se da cuenta el Dios de Jacob".
¡Entiendan, los más necios del pueblo! y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán?
El que hizo el oído, ¿no va a escuchar? El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver?
¿Dejará de castigar el que educa a las naciones y da a los hombres el conocimiento?
Porque el Señor no abandona a su pueblo ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales y los rectos de corazón la seguirán.


Evangelio según San Mateo 11,25-27.

En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.


Jean Tauler (hacia 1300-1361), dominico en Estrasburgo
Sermón 29


«Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»

Nos es imposible encontrar términos adecuados para hablar de la gloriosa Trinidad, y sin embargo es preciso decir de ella alguna cosa... Es absolutamente imposible a cualquier inteligencia comprender cómo la alta y esencial unidad es unidad simple en cuanto a la esencia y triple en cuanto a las Personas, cómo se distinguen las Personas, cómo el Padre engendra a su Hijo, cómo el Hijo procede del Padre y, sin embargo, permanece en él; y cómo, del conocimiento que sale de él, brota un torrente de amor que no se puede expresar, y que es el Espíritu Santo; y cómo estos derramamientos maravillosos refluyen en la inefable complacencia de la Trinidad en sí misma y en el gozo que la Trinidad tiene de sí misma en una unidad esencial... Vale más sentir todo esto que tenerlo que expresar...

Esta Trinidad debemos considerar que está en nosotros mismos y darnos cuenta de cómo, verdaderamente, estamos hechos a su imagen y semejanza (Gn 1,26), porque se encuentra en el alma, en su estado natural, la propia imagen de Dios, imagen verdadera, limpia, aunque, sin embargo, no tenga toda la nobleza del objeto que ella representa. Los sabios dicen que reside en las facultades superiores del alma, en la memoria, inteligencia y voluntad... Pero otros maestros dicen, y esta opinión es muy superior, que la imagen de la Trinidad residiría en lo más íntimo, lo más secreto, en el trasfondo del alma... Seguramente que es en este trasfondo del alma que el Padre del cielo engendra a su Hijo único... Si alguien quiere sentir esto, que gire su mirada hacia el interior, muy por encima de cualquier actividad de sus facultades exteriores e interiores, por encima de las imágenes y de todo lo que jamás le ha llegado desde fuera, y que se sumerja y penetre en el fondo de su alma. Entonces el poder del Padre viene, y el Padre, a través de su Hijo único llama al hombre a su interior, y tal como el Hijo nace del Padre y refluye en el Padre, así también el hombre, en el Hijo, nace del Padre y con el Hijo refluye en el Padre, llegando a ser uno con él. Entonces el Santo Espíritu se derrama con una caridad y un gozo inexpresables y desbordantes, e inunda y penetra el fondo del hombre con sus amables dones.



«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»



Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de penetrar, por así decir, en la estructura de la misma divina sabiduría. ¿A quien entre nosotros no le apetece conocer desvelados los misterios de esta vida? Pero hay enigmas que ni el mejor equipo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar. Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha sucedido en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el nombre de “Hijo del hombre”, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11,27). Su naturaleza humana —por medio de la unión hipostática— ha sido asumida por la Persona del Verbo de Dios: es, en una palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, delante la cual no hay tinieblas y por la cual la noche es más luminosa que el pleno día.


Un proverbio árabe reza así: «Si en una noche negra una hormiga negra sube por una negra pared, Dios la está viendo». Para Dios no hay secretos ni misterios. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma.


Dice, complacido, hoy el Señor: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Sí, porque nadie puede pretender conocer esos o parecidos secretos escondidos ni sacándolos de la obscuridad con el estudio más intenso, ni como debido por parte de la sabiduría. De los secretos profundos de la vida sabrá siempre más la ancianita sin experiencia escolar que el pretencioso científico que ha gastado años en prestigiosas universidades. Hay ciencia que se gana con fe, simplicidad y pobreza interiores. Ha dicho muy bien Clemente Alejandrino: «La noche es propicia para los misterios; es entonces cuando el alma —atenta y humilde— se vuelve hacia sí misma reflexionando sobre su condición; es entonces cuando encuentra a Dios».Comentario: P. Raimondo Sorgia i Mannai, OP (San Domenico di Fiesole-Florencia, Italia)