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lunes, 18 de febrero de 2013

Lecturas Lunes 18 de Febrero del 2013, Lunes de la 1ª semana de Cuaresma - Ciudad Redonda

Lecturas Lunes 18 de Febrero del 2013, Lunes de la 1ª semana de Cuaresma - Ciudad Redonda

Lecturas Lunes de la 1ª semana de Cuaresma

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Lunes 18 de Febrero del 2013
Primera lectura
Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):

El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de Dios. Yo soy el Señor. No explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu conciudadano. No andarás con cuentos de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor."»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 18,8.9.10.15

R/.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor
Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (26,4-10):

Dijo Moisés al pueblo: «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 90,1-2.10-11.12-13.14-15

R/.
Está conmigo, Señor, en la tribulación

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R/.

Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R/.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré.» R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10,8-13):

La Escritura dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.» Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.»

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".»
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Palabra del Señor
Feria
Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis
LecturasComentario
LiturgiaCalendario
  • ''Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino''
  • "Os conviene que yo me vaya": la audacia de un Papa "místico".
  • Meditación desde Buenafuene para el Miércoles de Ceniza.
  • Comentario Seglar al Evangelio del Domingo I de Cuaresma- 17 de Febrero de 2013
  • La oración somo salud y equilibrio.
  • Meditacion desde Buenafuente para el Jueves después de Ceniza (14/02/2013)
  • Meditación desde Buenafuente para el Viernes de Ceniza (15/02/2013)
  • Meditación desde Buenafuente para el Domingo I de Cuaresma (17/02/2013)
  • Meditacion desde Buenafuente para el Sábado después de Ceniza (16/02/2013)
  • La Madre del Señor (Lc 1,26-38)
    En el evangelio de hoy, Jesús nos recuerda que, en el último día seremos juzgados sobre el «amor». «Lo que no habéis hecho a uno de esos más pequeños y humildes que son hermanos míos, lo habéis negado a mí». Esta era ya la enseñanza del Levítico, libro del Antiguo Testamento.
    Sed santos, porque Yo el Señor, vuestro Dios, soy Santo.
    La selección de reglas morales que meditaremos empieza con esta solemne advertencia. Entre el hombre y Dios hay un cierto lazo. Dios no se desinteresa de la conducta del hombre.
    Jesús dirá: «sed perfectos como vuestro Padre es perfecto». De ese modo, Tú, Señor, te comprometes al servicio del desarrollo integral del hombre: Pones todo el peso de tu autoridad, todo tu señorío, toda su santidad, en la balanza... a fin de que las relaciones entre los hombres sean relaciones satisfactorias y justas.
    No hurtaréis... No mentiréis... No explotarás a tu prójimo... No cometerás injusticia.. No calumniarás... No habrá odio en tu corazón... No te vengarás... No guardarás rencor...
    No hay que leer a la ligera esas palabras. No hay que decir en seguida «Vamos, ¿por quién me tomas? ¡Eso no me concierne!»
    Se trata de examinar, más allá de las palabras, el estilo de mis relaciones con todas las personas que trato. «Robo». «Mentira». «Explotación»... Debo detenerme en cada una de esas palabras y preguntarme ¿cuál es mi forma, la mía, de incurrir en un «robo o hurto», en una «mentira», en una «explotación», etc.
    Yo soy el Señor.
    Este refrán viene repetido cuatro veces en el conjunto de esas reglas morales: Dios se hace el garante, el guardián, el Juez, de la calidad de nuestras relaciones humanas... el hecho que un hombre explote a otro hombre, no le deja indiferente, le encoleriza. Señor, ten piedad de nosotros.
    No explotarás a tu prójimo. No retendrás el salario del obrero hasta la mañana siguiente. No maldecirás a un sordo, ni pondrás un obstáculo delante de un ciego, sino que temerás a tu Dios: Yo soy el Señor. Dios, en particular se obstina en tomar partido por los humildes y los débiles... en ponerse del lado de los pobres. El último Sínodo de los obispos pide también a los católicos que presten particular atención «a las injusticias sin voz» a todos esos pobres que no llegan a ser oídos, ni a poder quejarse.
    ¿Nos sorprende oír esas reivindicaciones de «justicia social» en la misma boca de Dios? ¿Qué hacemos para oírlas, para tomar parte en ellas, con Dios?
    Amarás al prójimo como a ti mismo: Yo soy el Señor
    Estas palabras son la cima de todo ese pasaje. Después de los preceptos negativos, tenemos ese mandamiento que lo resume todo, y que abre nuevas exigencias. Porque, después de todo, uno puede sentirse exento, libre cuando «no ha hecho eso... o aquello». No he matado, ni he robado. Pero ¿se ha amado jamás suficientemente? Ayúdame, Señor, a amar, a amar sin cesar, a amar a todos...
    NOEL QUESSON
    PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
    PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
    CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
    EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 102

    2.
    1. Levítico 1,1-2.11-18
    En el libro del Levítico, Moisés le presenta al pueblo de Israel un código de santidad, para que pueda estar a la altura de Dios, que es el todo Santo.
    Hay mandamientos que se refieren a Dios: no jurar en falso. Pero sobre todo se insiste en la caridad y la justicia con los demás. La enumeración es larga y afecta a aspectos de la vida que siguen teniendo vigencia también hoy: no robar, no engañar, no oprimir, no cometer injusticias en los juicios comprando a los jueces, no odiar, no guardar rencor. Hay dos detalles concretos muy significativos: no maldecir al sordo (aprovechando que no puede oir) y no poner tropiezos ante el ciego (que no puede ver).
    La consigna final es bien positiva: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Todo ello tiene una motivación: «yo soy el Señor». Dios quiere que seamos santos como él, que le honremos más con las obras que con los cantos y las palabras.
    El salmo nos hace profundizar en esta clave: «tus palabras, Señor, son espíritu y vida... los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón».
    2. Mateo 25,31-46
    Esta página casi final del evangelio de Mateo es sorprendente. Jesús mismo pone en labios de los protagonistas de su parábola, tanto buenos como malos, unas palabras de extrañeza: ¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿cuándo te vimos con hambre y no te asistimos? Resulta que Cristo estaba durante todo el tiempo en la persona de nuestros hermanos: el mismo Jesús que en el día final será el pastor que divide a las ovejas de las cabras y el juez que evalúa nuestra actuación.
    Para la caridad que debemos tener hacia el prójimo Jesús da este motivo: él mismo se identifica con las personas que encontramos en nuestro camino.
    Hacemos o dejamos de hacer con él lo que hacemos o dejamos de hacer con los que nos rodean.
    Es una de las páginas más incómodas de todo el evangelio. Una página que se entiende demasiado. Y nosotros ya no podremos poner cara de extrañados o aducir que no lo sabíamos: ya nos lo ha avisado él.
    3. Desde los primeros compases del camino cuaresmal, se nos pone delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua de Cristo.
    Es un programa exigente. Tenemos que amar a nuestro prójimo: a nuestros familiares, a los que trabajan con nosotros, a los miembros de nuestra comunidad religiosa o parroquial, sobre todo a los más pobres y necesitados.
    Si la la lectura nos ponía una medida fuerte -amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos-, el evangelio nos lo motiva de un modo todavía más serio: «cada vez que lo hicisteis con ellos, conmigo lo hicisteis; cada vez que no lo hicisteis con uno de ellos, tampoco lo hicisteis conmigo». Tenemos que ir viendo a Jesús mismo en la persona del prójimo.
    Si la primera lectura urgía a no cometer injusticias o a no hacer mal al prójimo, la segunda va más allá: no se trata de no dañar, sino de hacer el bien. Ahora serán los pecados de omisión los que cuenten. El examen no será sobre si hemos robado, sino sobre si hemos visitado y atendido al enfermo. Se trata de un nivel de exigencia bastante mayor. Se nos decía: no odies. Ahora se nos dice: ayuda al que pasa hambre. Alguien ha dicho que tener un enfermo en casa es como tener el sagrario: pero entonces debe haber muchos «sagrarios abandonados».
    En la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Pues sobre esto va a versar la pregunta del examen final. Al Cristo a quien hemos escuchado y recibido en la misa, es al mismo a quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos durante el día.
    Será la manera de preparar la Pascua de este año: «anhelar año tras año la solemnidad de la Pascua, dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al amor fraterno», (prefacio I de Cuaresma).
    Será también la manera de prepararnos a sacar buena nota en ese examen final. «Al atardecer de la vida, como lo expresó san Juan de la Cruz, seremos juzgadosí sobre el amor»: si hemos dado de comer, si hemos visitado al que estaba solo. Al final resultará que eso era lo único importante.
    «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (1ª lectura)
    «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida» (salmo)
    «Estuve enfermo y me visitasteis» (evangelio)
    «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (evangelio)
    J. ALDAZABAL
    ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
    La Cuaresma día tras día
    Barcelona 1997. Pág. 28-30

    3.
    Este pasaje está narrado en forma de parábola. En un lenguaje pastoril, propio de aquel tiempo, nos describe el criterio que Jesús vino a establecer, en nombre de Dios su Padre, como guía para nuestra vida y juicio para nuestra conciencia. Una vez más, Jesús establece el amor y la preocupación por el hermano necesitado, como norma suprema de conducta. Los requisitos para acceder a la vida eterna pasan necesariamente por la participación en el proyecto de humanización que Dios nos propone. Y ese proyecto, ese camino de humanización consiste -como mostró Jesús en su palabra y en sus hechos- en la entrega de la propia vida en favor de los hermanos, especialmente -claro está- de los que más lo necesitan y de los que son víctimas de la injusticia. La parábola, en toda su solemnidad y pretensión de universalidad (el «juicio de las naciones») trata de expresar un principio también solemne y universal: el camino de la salvación pasa obligadamente por el hermano necesitado. O lo que es lo mismo: «el pobre es el único sacramento necesario y universal de salvación». No hay ningún otro sacramento ni universal ni necesario para la salvación.
    El escritor de este texto le entrega a la gente de su tiempo una narración viva, para que comprenda qué hechos va a tener en cuenta Dios con todo aquel que desee participar en la construcción del Reino. Lo que realmente plantea la parábola no es tanto la vida del «más allá», cuanto el camino que en el «más acá» debemos seguir para llevar a plenitud y salvar nuestra vida. Ese camino es precisamente el hermano, el hermano que tiene hambre, que tiene sed, que anda desnudo, o está preso, o enfermo... Esta letanía que la parábola ofrece, lógicamente, ha de ser alargada a la situación de cada momento histórico: ¿cuáles son hoy las formas modernas de pasar hambre, tener sed, estar desnudo...? ¿cuáles son hoy las enfermedades modernas y las prisiones nuevas que dejan al ser humano más postrado? Pues todas esas hay que entenderlas incluidas en la parábola de Mateo. Sólo entrando en comunión con el empobrecido, atendiéndolo cada vez que sea necesario y evitando toda injusticia, se tiene acceso a la «salvación», que empieza a construirse en esta vida. La vida cristiana requerirá entonces un serio compromiso que nos lleve a elaborar y a ejecutar proyectos que estén en concordancia con la comunión que pide Jesús para con el oprimido. La calidad humana de la gente que vaya a ejecutar tales programas será premiada de acuerdo al compromiso que establezcan con el hermano.
    SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO

    4. CLARETIANOS 2002
    Queridos amigos:

    Vivir es ver volver. Ver volver las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno. Vivir es ver volver los tiempos sagrados: adviento, navidad, cuaresma, pascua. Este año, gracias a Dios, volvemos a ver la Cuaresma. ¿Qué tendríamos que hacer en este tiempo? Se nos invita a una devoción más fervorosa, a una resistencia santa contra el mal, a un estilo de vida más sincero, a un culto más puro, a una comunión más honda entre todos los que nos llamamos creyentes.
    Nos lo refiere la Iglesia en un lenguaje un tanto arcaico: ayuno, oración, limosna. Podíamos traducirlo a un lenguaje más significativo: austeridad, plegaria, solidaridad.
    En cada momento de la Cuaresma se resalta un aspecto singular. En este lunes queremos acentuar algo que realmente dignifica nuestra vida: la atención a los últimos. Son los más necesitados, los más olvidados, los que están al límite de la resistencia. No tienen con qué comer, no tienen qué beber, no tienen con qué vestirse. En cristiano, son los preferidos, los más amados de Jesús.
    Es necesario insistir en la importancia de vivir en cercanía de los últimos en una perspectiva de fe. De lo contrario se puede correr el riesgo de un entusiasmo pasajero, de una acentuación sentimental; en última instancia, de una ineficacia real.
    ¿Qué podría hacer yo por ellos en este tiempo? ¿Cómo debería cambiar mi sensibilidad para que ellos fueran un punto constante de referencia en mi vida?
    Reflexiona. Piensa.

    Vuestro amigo,

    Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)

    5. CLARETIANOS 2003
    Mateo 25, 31-46, es la conclusión de las tres parábolas precedentes. Con este episodio concluye el ministerio público de Jesús. La venida de Jesús será como un acto de discernimiento. Entonces aparecerá con claridad la distinción entre el trigo y la cizaña, los peces buenos y malos, entre el criado fiel y el malo y entre las jóvenes previsoras y descuidadas. Y entre los criados leales a su Señor y los que no lo fueron.
    Lo decisivo será la actitud de amor o de indiferencia que hayamos tenido con los hermanos más pequeños; hambrientos, sedientos, enfermos, encarcelados, inmigrantes,.....
    Y nos podemos preguntar, ¿quién es nuestro hermano o hermana? ¿A quién consideramos como tal? Mateo nos invita hoy a recrear la solidaridad, a estar vigilantes y preparados. Todo consiste en vivir el amor.
    Generalmente somos teóricos aletargados. Se nos da bien lo de hablar. Pero, la vida se decide en la acción.
    Muchas veces, y sobre todo en situaciones de crisis, nos preguntamos dónde está Dios. Hoy tenemos una vez más la respuesta; en los que sufren, en los pobres, en los enfermos, ......, aunque no lo queramos ver porque es incómodo, desagradable, huele mal, ..... Comprometerse con ellos, convivir, procurar calidad de vida, calor, ¿no es eso ser santo?
    Leíamos hace poco en el evangelio de Marcos (7, 1-13): “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”. No os da la sensación de que nuestro culto está muchas veces vacío?? Otro año más la cuaresma, la pascua, ....¿¿?? Cómo anda nuestro corazón de veracidad, de sinceridad, de autenticidad? Igual es conveniente que dejemos de practicar ritos sin más para pararnos a pensar qué estamos expresando y desde dónde.
    Hoy la Iglesia hace memoria de San Juan de Mata, fundador de los Trinitarios. Un hombre amante de la oración y de los pobres (¡qué buena síntesis!), que supo ayudar especialmente a los que sufrían en cárceles y prisiones (Mt 35,40)

    Mila (saneugenio@infonegocio.com)

    6. 2001
    COMENTARIO 1

    Esta grandiosa escena es complementaria de la «venida» descri­ta en 24,30s. Allí se había presentado la venida del Hombre en el aspecto de salvación para los suyos; aquí, Mt afronta el problema de la suerte de los paganos. «Todas las tribus de la tierra» (24,30) corresponden a «todas las naciones» (25,32). En ambos casos es «el Hombre» el que llega, con gloria, y acompañado de sus ángeles o mensajeros. Se trata de la época histórica después de la destruc­ción de Jerusalén, como se ha visto en 24,29. Por eso no es el jui­cio de los judíos, ya encomendado al Israel mesiánico en 19,28, sino únicamente de los paganos. La denominación «el rey» (34) corresponde a la época del reinado del Hombre (cf. 13,41), el rey de la historia, que se inaugura con la destrucción de Jerusalén (cf. 16,28) y dura hasta el fin de esta edad.

    La suerte de los paganos depende de cuál haya sido su actitud ante «el Hombre»; si han estado de su parte, tendrán vida eterna (34-36), que equivale a la posesión del reino. La mención del Padre (34: «Benditos de mi Padre») indica que heredan el reino del Padre, la etapa poshistórica del reinado de Dios.

    Ante la pregunta asombrada de los beneficiados (37-39), el Hom­bre-rey se identifica con «uno (cualquiera) de estos hermanos míos tan pequeños/mínimos» (40). Los hermanos de Jesús son los que cumplen el designio del Padre (12,50), es decir, sus seguidores; és­tos, que perpetúan la figura de Jesús en la historia, son los que deben representar los valores del Hombre, cuyo destino y vocación comparten.

    Se trata aquí, en primer lugar, de la gran reivindicación de los discípulos perseguidos por la sociedad (cf. 16,27); en segundo lu­gar, dado que los discípulos perpetúan en el mundo los valores del Hombre, y toda su labor es el servicio al hombre (cf. 5,7.9), el principio enunciado por Jesús significa más en general que el cri­terio para obtener el reino definitivo, que equivale a la vida eter­na, es la actitud de ayuda al hombre y de solidaridad con los que necesitan ayuda. Es el mismo que había expresado al joven rico con ocasión de su pregunta (19,16-19).

    Como aparece por el v. 42, en aquel tiempo no se pensaba que «el diablo» estuviese en el fuego eterno, sino que éste estaba pre­parado para él. «El diablo», la figura que bajo diversos nombres ha ido apareciendo en el evangelio («Diablo, Satanás, el Malo»), es siempre el símbolo del poder opresor.

    «Sus ángeles/mensajeros» son sus agentes. La supresión de todo poder opresor será la obra del Hombre en la historia (cf. 24,29-31). La frase final (46) puede estar inspirada en Dn 12,2, donde se des­cribe la suerte final con una oposición semejante. Sin embargo, en todo este episodio Mt omite la mención de la resurrección, como corresponde a un juicio sucesivo en la historia y no a la descrip­ción de una escena final. La vida eterna es vida definitiva; su con­trario es castigo definitivo. El adjetivo gr. aionios no denota en primer plano la duración, sino la calidad. El castigo definitivo es la muerte para siempre.


    COMENTARIO 2

    Este pasaje está narrado en forma de parábola. Los requisitos para acceder a la vida eterna pasan necesariamente por la participación en el proyecto de humanización que Dios nos propone. Y ese proyecto, ese camino de humanización consiste -como mostró Jesús en su palabra y en sus hechos- en la entrega de la propia vida en favor de los hermanos, especialmente -claro está- de los que más lo necesitan y de los que son víctimas de la injusticia. La parábola, en toda su solemnidad y pretensión de universalidad (el «juicio de las naciones») trata de expresar un principio también solemne y universal: el camino de la salvación pasa obligadamente por el hermano necesitado. O lo que es lo mismo: «el pobre es el único sacramento necesario y universal de salvación». No hay ningún otro sacramento ni universal ni necesario para la salvación.

    Lo que realmente plantea la parábola no es tanto la vida del «más allá», cuanto el camino que en el «más acá» debemos seguir para llevar a plenitud y salvar nuestra vida. Ese camino es precisamente el hermano, el hermano que tiene hambre, que tiene sed, que anda desnudo, o está preso, o enfermo... Esta letanía que la parábola ofrece, lógicamente, ha de ser alargada a la situación de cada momento histórico: ¿cuáles son hoy las formas modernas de pasar hambre, tener sed, estar desnudo...? ¿cuáles son hoy las enfermedades modernas y las prisiones nuevas que dejan al ser humano más postrado? Pues todas esas hay que entenderlas incluidas en la parábola de Mateo.

    Sólo entrando en comunión con el empobrecido, atendiéndolo cada vez que sea necesario y evitando toda injusticia, se tiene acceso a la «salvación», que empieza a construirse en esta vida. La vida cristiana requerirá entonces un serio compromiso que nos lleve a elaborar y a ejecutar proyectos que estén en concordancia con la comunión que pide Jesús para con el oprimido. La calidad humana de la gente que vaya a ejecutar tales programas será premiada de acuerdo al compromiso que establezcan con el hermano.
    1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)
    2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

    7. 2002
    La majestuosa escena con que se cierra el discurso escatológico (Mt 24-25) presenta el juicio final que acontece mediante la venida del Hijo del Hombre. Podemos distinguir en la escena las partes siguientes: una breve introducción (vv. 31-33); el destino reservado a los que están a su derecha (vv. 34-40) y el juicio de los de su izquierda (vv. 41-45) y una conclusión en que se resume el destino de unos y otros (v. 46).

    La introducción dirige su atención al momento de la venida del “Hijo del hombre”, es decir de la venida definitiva del Señor para todo ser humano. Los individuos que componen “todos los pueblos” se encuentran frente al Cristo en un momento crucial para la suerte definitiva de cada uno de ellos.

    Es el momento del discernimiento, cada individuo se revela como perteneciente al grupo de las ovejas o al de la cabras según la posición que ha asumido en su vida frente al mensaje de Jesús. De allí surge la separación efectuada por el Pastor, único que conoce las acciones de cada uno en su verdadera profundidad.

    La simetría del juicio pronunciado es perfecta. En ambos casos se da la sorpresa ante la suerte asignada (vv 37-39 y 44). Y la sentencia que se pronuncia está fundamentada en ambos casos en la acogida dispensada al “pequeño” (vv. 40 y 45).

    Este pequeño, indudablemente, encierra en su significación a los “pequeños” de la comunidad del discurso eclesiástico (Mt 18), pero los límites del término no coinciden con el grupo de los discípulos ya que engloba a todo ser humano en situación de necesidad: hambre, sed, carencia de hogar, vestido, salud y libertad.

    A partir de la diferencia de sentimientos de cada uno frente a este ser desprotegido y desvalido, se bifurcan los caminos. Todo aquel que ha sabido responder al grito lanzado desde el lugar de la miseria humana, recibirá la invitación de participar en el Reino del Padre. Por el contrario, el haberse desentendido de esa miseria producirá el alejamiento definitivo hacia fuego eterno destinado al diablo y a sus ángeles.

    Esta diversidad de sentencia tiene su fundamento último en la identificación de Jesús con cada uno de los pequeños necesitados. Independientemente de la conciencia que se tenga de esa identificación, ella está operante en la vida y en la historia de los seres humanos. De ahí que el juicio de toda la humanidad se realiza ya en el presente, según la manera de nuestra relación con el pequeño.

    De esa forma, el motivo del Antiguo Testamento de que la salvación se realiza mediante una peregrinación de los pueblos a Jerusalén recibe un correctivo esencial. No se trata ya de la peregrinación de las masas necesitadas de este mundo hacia la realidad eclesial, sino del movimiento inverso: es la comunidad eclesial la que debe peregrinar en cada momento de su historia al encuentro de las masas necesitadas, dónde podrá encontrar a su Rey, presente en esos rostros cansados, únicos que pueden manifestar la presencia divina.

    La conclusión de las palabras de Jesús en el evangelio de Mateo, su última enseñanza, encierra así el núcleo fundamental del que depende nuestra relación con Dios y con Jesús.

    Sólo si somos capaces de reconocerlo en el desvalido, seremos capaces de compartir su vida y su proyecto.

    Este supremo llamado de Jesús a los suyos nos invita a revisar nuestros comportamientos frente a Jesús, que sigue presente en los necesitados y desprotegidos de las sociedades humanas.

    Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

    8. DOMINICOS 2003
    Dignos y santos de cuerpo y espíritu
    Los textos utilizados por la liturgia de hoy nos despiertan y elevan a la toma de conciencia de que somos ‘hombres, hermanos solidarios, hijos fieles, seres dotados de cuerpo y espíritu, llamados a ser santos’.
    Otros rasgos se pueden añadir, pero ninguno de ésos se puede eliminar, pues una visión integral del ser humano incluye y abraza su cuerpo, vida, sentidos, pensamiento, amores, esperanzas...
    La obra que Dios hizo en nosotros comenzó batiendo un bloque de ‘arcilla’, y esa arcilla sigue presente en nuestro ‘cuerpo’ palpable, maleable, educable, sediento, hambriento, satisfecho. Quien no empiece admirando esa vasija-cuerpo de alta escuela de cerámica o no la ponga en juego como atleta, médico, artista, trabajador, psicólogo o moralista, está perdiendo una oportunidad de ser feliz y de dar felicidad. ¡Cuántas imágenes nos hablan de conciencias humanas que parecen insensibles ante millones de cuerpos de niños hambrientos en el mundo! Sin embargo, en un cuerpo hambriento está sufriendo el espíritu.
    Tomemos conciencia de lo que somos, cuerpo y espíritu. Sería craso error tratar de entender todo cuanto acontece en el ser humano sólo desde la ‘química de laboratorio’, pero también lo sería entenderlo desde la pura ‘químicas del espíritu’.
    En la unidad del ser humano, hemos de tomar al cuerpo como hermosa obra de la creación en la que han de florecer sentimientos, emociones, cultura, fe, solidaridad.
    Quien no tenga esa conciencia de ser cuerpo con espíritu o espíritu encarnado mal podrá tenerla de la dignidad de los demás. Quien no tiene conciencia de las necesidades de su cuerpo y espíritu mal podrá luchar contra el hambre, la miseria, la incultura, la esclavitud de los demás. Sin cuerpo y espíritu, en unidad humana, no hay hombre ni cabe santidad.
    ORACIÓN:
    Señor, te doy gracias por lo que soy como obra de tus manos: cuerpo a cultivar, sensibilidad a educar, sentimientos a moderar, manos y voluntad para crear, pensamiento para descubrir la belleza y la verdad, compasión para estar al lado de los demás y esperar que ellos estén a mi lado. Haz que yo te responda con fidelidad desde esta realidad carnal y espiritual que soy. Amén.

    Resplandor de la palabra y la conciencia
    Libro del Levítico 19, 1-2. 11-18:
    “En aquellos días dijo el Señor a Moisés: habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. No mentiréis. No engañaréis a vuestro prójimo. No juraréis en falso por mi nombre... Yo soy el señor.
    Tú, pues, quien seas, no oprimirás ni explotarás a tu prójimo. No retendrás hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo; y al ciego no le pondrás tropiezos... No odiarás de corazón a tu hermano”
    Tomar conciencia de que ésa es nuestra condición ante Dios y en el mundo es comenzar a colaborar en la salvación de la humanidad que cultiva con exceso el mal, el odio, la injusticia, la guerra...
    Evangelio según san Mateo 25, 31-46:“Jesús decía a sus discípulos:
    Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, al final de los días, se sentará en el trono de su gloria, para juzgar... Él separará a unos hombres de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Él dirá a los de su derecha: venid vosotros, benditos de mi Padre, y heredad el reino preparado para vosotros... Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis... Cada vez que hicisteis eso con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis... Y a los de su izquierda, les dirá: vosotros, apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno..., porque tuve hambre y no me disteis de comer...”
    He aquí una novedad de conciencia, una sabiduría no entendida en el mundo: la conciencia clara de que quien obra bien, con amor, justicia, caridad, a favor de los hombres, está realizando el proyecto de Dios, está obrando como hijo suyo.
    Momento de reflexión
    Conciencia de dos caminos para elegir el bueno
    La elocuencia de los textos es suficiente, como amonestación y como impulso de gracia, si queremos oir su voz. El Levítico y el Evangelio son concordes al decir que para los hombres, redimidos por Cristo, hay dos caminos abiertos a nuestro obrar consciente: el del bien, que es obrar con amor, paz, caridad, misericordia, justicia, solidaridad...; y el del mal, que es obrar con odio, insolidaridad, injusticia, egoísmo, opresión....
    Si decimos seguir a Cristo es que hemos elegido el camino de la vida, con conciencia responsable de hijos; y si seguimos nuestros caprichos, ambiciones y apetitos, es que hemos elegido y avanzamos por el camino de la muerte. Revisar con qué conciencia actuamos es propio de la cuaresma.
    Itinerario de la vía de salvación.
    Optar por la vía de salvación es vivir en conciencia de paz, solidaridad, misericordia, perdón y entrega a los demás. Esto implica que mi conciencia ha de actuar y tratar a los demás, en cuanto necesitados, como quien encuentra a Cristo como forastero en busca de trabajo y hogar, como pobre que quiere ganar el pan, como amigo que espera la solidez de otra mano para andar, como preso inocente, como parado con angustia de no poder servir con sus dones, como marginado y oprimido por deudas y falta de cultura o tierras...
    Dichosos nosotros si, al final de los días, el Señor nos agradece y premia lo que hicimos con amor y generosidad a los cuerpos y a los espíritus.

    9. ACI DIGITAL 2003
    32. Todas las naciones: "Como en las grandes asambleas apocalípticas que presentan los profetas (Joel. 4, 2 y 9; Zac. 14, 2)" Pirot. Cf. 3, 10 ss.

    34. Venid... tomad: Sto. Tomás hace notar que parece extraño decir esto a los justos salvados ya mucho antes. Es que el alma sola no es toda la persona. Cf. Luc. 21, 28 y nota: "Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca". Esta recomendación del divino Salvador, añadida a sus insistentes exhortaciones a la vigilancia (cf. Marc. 13, 37), muestra que la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios (I Tes. 5, 20), sino en prestar la debida atención a las señales que El bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte (v. 34). "Vuestra redención": así llama Jesús al ansiado día de la resurrección corporal, en que se consumará la plenitud de nuestro destino. Cf. Mat. 25, 34; Filip. 3, 20 s.; Apoc. 6, 10 s. San Pablo la llama la redención de nuestros cuerpos (Rom. 8, 23).

    35. Vemos así que el amor es un mandamiento obligatorio que encierra todos los demás mandamientos; es la "plenitud de la Ley", según la cual sentenciará el Juez (Rom. 13, 10; Gál. 5, 14 ss.).

    40. A mí lo hicisteis: es la doctrina divinamente admirable del Cuerpo Místico (cf. 10, 40; 18, 5; Hech. 9, 10). Así también lo hecho a El es hecho a nosotros. Cf. Rom. 6, 4; Gál. 2, 19 ss.; Ef. 2, 6; Filip. 3, 10 s.; Col. 3, 3 s.

    10.
    Fuente: Fundación GRATIS DATE
    Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
    Entrada: «Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia» (Sal 122,2-3).
    Colecta (del misal anterior, y antes del Gregoriano y Gelasiano): «Conviértenos a Ti, Dios salvador nuestro; ilumínanos con la luz de tu palabra, para que la celebración de esta Cuaresma produzca en nosotros sus mejores frutos».
    Comunión: «Os aseguro, dice el Señor, que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25,40.34).
    Postcomunión: «Concédenos experimentar, Señor Dios nuestro, al recibir tu Eucaristía, alivio para el alma y para el cuerpo; y así, restaurada en Cristo la integridad de la persona, podremos gloriarnos de la plenitud de tu salvación».
    Levítico 19,1-2.11-18: Juzgarás con justicia a tu prójimo. Dios dio al pueblo elegido un código de santidad y de justicia: «Seréis santos porque yo, vuestro Dios, soy santo». Muchas prescripciones del Antiguo Testamento siguen siendo válidas para nosotros, como las de esta lectura; hemos de cumplirlas con mayor razón que los antiguos, porque tenemos la perfección y la ayuda sobrenatural contenida en el Nuevo Testamento.
    El concepto de santidad es del todo transcendente, único, distante. No podemos llegar jamás a la santidad de Dios. Él es absolutamente Otro, Separado, Único. Pero hemos de acercarnos lo más posible para tratar con Él. Cristo vino a enseñarnos el camino más seguro para ello, que es el amor. Este amor no es cosa nuestra, sino que ha sido infundido por Dios mismo en nuestra alma: «El amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom 5,5).
    Este amor se manifiesta en nuestras relaciones con los demás hombres, como se indica en esta misma lectura y es un signo de la santidad, como aparece en Dios mismo, según el profeta Oseas: «No ejecutaré el ardor de mi cólera, porque yo soy Dios y no hombre; en medio de ti, Yo el Santo» (11,9). La tendencia a la santidad ha de ser nuestra tarea principal. Dice Casiano:
    «Este debe ser nuestro principal objetivo y el designio constante de nuestro corazón; que nuestra alma esté continuamente unida a Dios y a las cosas divinas. Todo lo que se aparte de esto, por grande que pueda parecernos, ha de tener en nosotros un lugar secundario, por el último de todos. Incluso hemos de considerarlo como un daño positivo» (Colaciones 1).
    Y San Agustín:
    «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones 1,1).
    –El Señor quiere que no sólo estemos atentos a su ley, sino que la contemplemos y hagamos de ella nuestro alimento cotidiano, nuestra delicia. Por ese camino alcanzaremos la santidad.
    Para esto nos resulta utilísimo meditar con el Salmo 18: «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca mía, Redentor mío».
    Mateo 25,31-46: Lo que hiciste a uno de estos mis hermanos, conmigo lo hiciste. El gran signo de la verdadera santidad es el amor a Dios y al prójimo. Es tan trascendental ver al Señor en el prójimo, que nuestro encuentro definitivo con Él versará sobre la manera en que lo hemos vivido a través del prójimo. Es lo que dice San Juan de la Cruz: «en el atardecer de nuestra vida seremos examinados sobre el amor». En nuestro caminar hacia Dios en este mundo, el incumplimiento de este precepto nos hace caminar en tinieblas y nos imposibilita la participación en la celebración del Sacramento del Amor. Comenta San Agustín:
    «Recordad, hermanos, lo que ha de decir a los que están a la derecha. No les dirá: “hiciste esta o aquella obra grande”, sino: “tuve hambre y me disteis de comer”; a los que están a la izquierda no les dirá: “hicisteis ésta o aquélla obra mala”, sino: “tuve hambre y no me disteis de comer.” Los primeros, por su limosna irán a la vida eterna; los segundos por su esterilidad, al fuego eterno, Elegid ahora el estar a la derecha o a la izquierda» (Sermón 204,10).
    En otro lugar dice:
    «Nadie tema dar a los pobres; no piense nadie que quien recibe es aquél cuya mano ve. Quien recibe es el que te mandó dar. Y no decimos esto porque así nos parece por conjetura humana; escúchale a Él que te aconseja y te da seguridad en la Escritura. Tuve hambre y me diste de comer... (Sermón 86,3).

    11.
    Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España)

    «Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo»

    Hoy se nos recuerda el juicio final, haciéndonos presente que dar de comer, beber, vestir... resultan obras de amor para un cristiano, cuando al hacerlas se sabe ver en ellas al mismo Cristo.

    Dice san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja tu propia condición». No hacer una cosa que hay que hacer, en servicio de los otros hijos de Dios y hermanos nuestros, supone dejar a Cristo sin estos detalles de amor debido: pecados de omisión.

    El Concilio Vaticano II, en la Gaudium et spes, al explicar las exigencias de la caridad cristiana, que da sentido a la llamada asistencia social, dice: «En nuestra época, especialmente urge la obligación de hacernos prójimo de cualquier hombre que sea y de servirlos con afecto, ya se trate de un anciano abandonado por todos, o de un niño nacido de ilegítima unión que se ve expuesto a pagar sin razón el pecado que él no ha cometido, o del hambriento que apela a nuestra conciencia trayéndonos a la memoria las palabras del Señor: ‘Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25,40)».

    Recordemos que Cristo vive en los cristianos... y nos dice: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

    El Concilio Lateranense IV define el juicio final como verdad de fe: «Jesucristo ha de venir al fin del mundo, para juzgar a vivos y muertos, y para dar a cada uno según sus obras, tanto a los reprobados como a los elegidos (...) para recibir según sus obras, buenas o malas: aquellos con el diablo castigo eterno, y éstos con Cristo gloria eterna».

    Pidamos a María que nos ayude en las acciones servicio a su Hijo en los hermanos.

    12. DOMINICOS 2004
    "Seréis santos porque yo , el Señor vuestro Dios, soy santo"


    La luz de la Palabra de Dios
    1ª Lectura: Levítico 19,1-2 . 11-18
    1 El Señor habló a Moisés: 2 «Di a toda la comunidad de los israelitas: Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.

    11 No robaréis, no mentiréis ni os engañaréis unos a otros. 12 No juréis en falso por mi nombre, pues sería profanar el nombre de Dios: yo, el Señor. 13 No oprimas ni explotes a tu prójimo; no retengas el salario del jornalero hasta la mañana siguiente. 14 No insultarás al sordo ni pondrás tropiezos delante del ciego. Temerás a tu Dios: yo, el Señor. 15 No haréis injusticias en los juicios; ni beneficiarás al débil ni favorecerás al poderoso: juzgarás con justicia a tu prójimo. 16 No andarás difamando a los tuyos ni pondrás en peligro la vida del prójimo con falsas acusaciones: yo, el Señor. 17 No guardarás odio a tu hermano, antes bien lo corregirás
    para no hacerte cómplice de su pecado. 18 No serás vengativo ni guardarás rencor hacia tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo: yo, el Señor.


    Evangelio: Mateo 25,31-46
    31 «Cuando venga el hijo del hombre en su gloria con todos sus ángeles se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Todos los pueblos serán llevados a su presencia; y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. 34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, 36 estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a estar conmigo. 37 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 40 Y el rey les dirá: Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. 41 Luego dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, 43 fui emigrante y no me acogisteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. 44 Entonces responderán también ellos diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o emigrante o enfermo o en prisión y no te asistimos? 45 Y él les contestará: Os aseguro que cuando no lo hicisteis con uno de esos pequeñuelos, tampoco conmigo lo hicisteis. 46 Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna».


    Reflexión para este día.
    "Seréis santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo"


    A lo largo de esta primera semana de Cuaresma destacan cuatro valores cristianos: La penitencia, la conversión, la oración y el amor, traducido en obras. Si los activamos en nuestra vida, conseguiremos participar en la salvación y en la santidad de Dios. Siempre es tiempo de aspirar a configurarnos con Jesucristo, fuente de toda verdadera santidad. Pero en tiempo de Cuaresma, la llamada de Dios a la santidad es especialmente insistente. Esta invitación divina no debe asustarnos, pensando que ser santos es un privilegio para unos cuantos. Dios invita a todos.

    Pero Dios no nos invita a una santidad abstracta, ambigua. Nos pide una santidad concreta, viva. Por eso nos presenta el programa, el camino adecuado: “No mentiréis. No engañaréis a vuestro prójimo. No juraréis en falso por mi Nombre: sería profanar el nombre de Dios”. Ahí tenemos un criterio de conducta, que se hunde sus raíces en el Dios Santo y conduce inexorablemente a la santidad.

    Jesús reafirma este programa, este criterio de vida. Nos lo propone a todos, en la respuesta que da a quienes le preguntaron:

    “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber; cuándo te vimos forastero y te hospedamos o desnudo y te vestimos; cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver?. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

    La santidad a la que nos invita Jesucristo es fruto del amor a Dios, que se traduce y manifiesta en el amor sincero al prójimo. Es en esta respuesta de amor, en donde hacemos verdad y santidad lo que hemos respondido en el salmo responsorial:

    “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”. Es decir: Santidad.

    13. CLARETIANOS 2004
    Queridos amigos y amigas:

    En ciertos momentos de la vida nos cansa casi todo: el ruido, los cambios, las visitas, los viajes. Aspiramos a disfrutar de pocas cosas esenciales. La sabiduría consiste en esto. ¡Lástima que las “cosas esenciales” que nos presenta el libro del Levítico se entiendan a menudo como la retahíla de preceptos que Dios nos “impone” para aguarnos la fiesta! Decir la verdad, no engañar, pagar el salario justo al obrero, no guardar rencor ... son caminos de vida. La ley del Señor –como canta el salmo 118– es siempre portadora de vida.

    Jesús lo dice de una manera más esencial y llamativa: quien da de comer al que tiene hambre (o de beber al que tiene sed) ha hecho todo lo que tiene que hacer. Amar es cumplir la ley entera. Las demasiadas explicaciones nos alejan sutilmente de este centro de felicidad. ¿Cuántas idas y venidas se necesitan para empezar a percibirlo?

    Vuestro hermano en la fe:

    Gonzalo (gonzalo@claret.org)

    14. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

    Análisis
    La “parábola” del Juicio final es muy conocida, se presenta como una suerte de test de fidelidad [la llamamos parábola aunque propiamente no lo sea: las parábolas no son de futuro; es más propiamente una pintura final del mundo]. Algunos estudiosos han propuesto que, puesto que los convocados son las naciones, este es el test al que serán sometidos los paganos. Puesto que Jesús se identifica con lo que han hecho con uno de sus “hermanos más pequeños”, y con mucha frecuencia en Mateo, hermanos y pequeños se refiere a los cristianos, entonces el texto diría que los paganos serán evaluados según como haya sido su actitud con respecto a la comunidad cristiana. Los cristianos, en cambio, serán juzgados según su esperanza: según si están en vela, y si hacen fructificar los dones de Dios (25,1-13.14-30). Sin embargo, habría algunos elementos que ponen en cuestión esta lectura. En primer lugar, el término “naciones” (ethnê) no es siempre sinónimo de paganos en Mateo. A veces se los presenta como los adversarios de los cristianos, otras como paganos, pero hay tres textos particularmente importantes que nos ayudan a comprender este texto, ciertamente escatológico: en 28,19 las naciones son el campo donde los cristianos deben anunciar el evangelio, son los que deben ser hechos discípulos, es decir, es sinónimo de todo el mundo; en 24,14 se aclara que se proclamará la “buena Noticia del Reino al mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones”, con lo que pone en paralelo ethnê a oikoumenê. Finalmente, en 21,43 se dice que “se les quitará el reino de Dios para darlo a un pueblo (ethnê) que rinda sus frutos”. Mateo aclara que con los primeros se refería a sumos sacerdotes y fariseos. El nuevo ethnê será la Iglesia, nuevo Israel. En suma, ethnê no se refiere exclusivamente a los no-cristianos, sino también a los discípulos de Jesús.

    Pero queda todavía algo por señalar más importante, ya que tampoco es evidente que pequeños se refiera a los discípulos. Hay varios términos que designan la pequeñez: el niño es el paidós, del niño se dice que es pequeño (tapeinoô), y que no deben ser escandalizados los “pequeños” (mikros), de quienes se agrega: “que creen en mí” (18,2-6).

    En el relato de la infancia, se alude al niño Jesús como paidós, es decir, sencillamente un bebé. En 11,16 se alude a los chicos que juegan en la plaza, lo mismo en 14,21 y 15,38 (“mujeres y niños”). También un niño es puesto en medio del grupo que pregunta quién es el mayor en el reino (18,2-5). En 19,13.14 le presentan niños para que los toque. En suma, paidós refiere siempre a los niños de corta edad.

    El verbo tapeinoô, que se ha traducido por “hacerse pequeño”, lo encontramos tres veces, las otras dos en 23,12: “el que se levante será abajado y el que se abaje será levantado”, con lo que adquiere características religiosas, se refiere a la humildad. El sustantivo (tapeinós) lo encontramos en 11,29: “soy manso y humilde de corazón”.

    El sustantivo mikrós, lo encontramos en 10,42 donde se refiere claramente a un discípulo (“pequeño por ser mi discípulo”), “el más pequeño en el Reino” es mayor que Juan (11,11) también refiere a los discípulos; en 13,32 se refiere al reino la pequeñez de la semilla de mostaza; en 18,6.10.14 se aclara que refiere a los discípulos (y la unidad forma inclusión), finalmente en 26,39 y 73 se utiliza como adverbio. Como es claro, aunque no uniforme, mikrós sí es sustantivo que se utiliza para identificar a los cristianos.

    Pero el texto de Mt 25 utiliza otro sustantivo: elájistos. Este término lo encontramos referido a Belén, “no eres la menor” (2,6), y en 5,19 se refiere al mandamiento más pequeño. La idea es la de la insignificancia. Jesús se identifica con los insignificantes, “los menos que los últimos” (Liddell-Scott). Como se ve, no parece, en este caso referirse a los cristianos, sino que todos -también los cristianos- serán juzgados según haya sido, en su vida, su actitud con los últimos de la tierra, los insignificantes.

    Estos últimos han sido presentados como hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados... pero ciertamente esa lista podría ampliarse a una larga lista de víctimas.

    Una característica del Evangelio de Mateo, es que quiere mostrar que Jesús “no se ha ido” luego de la resurrección, quiere mostrar diferentes modos de su nueva presencia. La presencia en su comunidad también será interesante: “el que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa” (10,42). Se trata de la recompensa de profetas, justos o discípulos porque “el que a ustedes recibe a mí me recibe” (10,40). La idea es semejante, pero aquí sí se sabe a quién se está ayudando, cosa que no ocurre en Mt 25; además, en la parábola del juicio final la ayuda aparece ampliada a los insignificantes.

    Especialmente para nuestro tiempo, no podemos dejar de tener en cuenta que la omisión es planteada como gravísima en nuestro relato; es por omisión que un grupo es rechazado, por omitir todo gesto de solidaridad con el prójimo.

    En la crisis católico romana-protestante ocupó un papel importante el término “porque” (“porque tuve hambre...”). ¿En qué sentido debíamos entenderlo? ¿Es en la solidaridad con el necesitado que alcanzamos la salvación (Roberto Belarmino) o la solidaridad es signo de que la hemos alcanzado (Calvino)? El tema hoy parece superado: el árbol bueno da frutos buenos. La fe es la que nos alcanza el encuentro definitivo con Dios, pero ese árbol se manifiesta en sus frutos, como en este caso la solidaridad. No es que “dar de comer al hambriento (etc...) nos alcancen méritos que nos hagan justos ante Dios”, sino que justos ante Dios damos frutos de solidaridad que son signos de nuestra fe. Esos signos revelan nuestra fidelidad y son -por ello- test de que para los seguidores de Jesús descubrirlo en los insignificantes de la tierra es un test de nuestra fraternidad y por ello podremos, por su gracia, ir a su lado como “benditos”, como “justos”.

    Comentario
    La palabra que usa el Evangelio para decir "pequeños", es la misma que volvemos a encontrar en el sentido de "insignificante" en otras partes (2, 6), no la que se usa para referir a los cristianos (ver 18, 4.6). Esto, remarca fuertemente el contraste: un rey que se identifica con los miserables. Como contrasta esto, también con la imagen del "hijo del hombre” que tenían muchos sectores de los judíos: esperaban un ser celestial que llevara al triunfo del pueblo de Dios, cosa que ocurriría al final de los tiempos, ciertamente.

    Nuevamente, la Iglesia nos invita a mirar hacia el final, pero no para olvidar el presente porque si hay un texto en la Biblia que tiene bien claro el presente es éste. Mirar el futuro, pero con los pies en la tierra, y con el corazón en los hermanos.

    El texto de Mateo, que quiere destacar a lo largo de su Evangelio que Jesús no se ha alejado de nosotros, quiere remarcarnos claramente que debemos aprender a descubrirlo en los hermanos que sufren: los hambrientos, los sedientos, etcétera. Una larga serie bastante conocida por los judíos, pero fuertemente marcada aquí por el Señor, y remarcada ya que los pobres serán el signo de fidelidad, serán quienes nos juzgarán ante el Reino. El compromiso con los pobres es el test de nuestra fidelidad al Reino. El pobre es un sacramento de Jesucristo.

    El Reino mismo se auto-juzga: la paz juzgará a la guerra, la justicia a la injusticia, la verdad a la mentira, la vida a la muerte... ese juicio será inapelable. Los pobres, los predilectos del Reino serán quienes nos juzguen. Y deberíamos aplicar esto a todas las dimensiones de la vida. Nuestra actitud frente a los pobres, es nuestra misma actitud frente a Dios, y por eso seremos juzgados.

    15.
    San Hipólito de Roma (hacia 235) presbítero y mártir
    Tratado sobre el fin del mundo 41-43; GCS I, 2, 305-307

    “Venid, benditos de mi Padre”

    Venid, vosotros que habéis amado a los pobres y a los extranjeros. Venid, vosotros que habéis permanecido fieles a mi amor, porque yo soy el amor. Venid, vosotros los pacíficos porque yo soy la paz. “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.” (Mt 25,34)

    No habéis rendido homenaje a la riqueza sino que habéis dado limosna a los pobres. Habéis sostenido a los huérfanos, ayudado a las viudas, habéis dado de beber a los que tenían sed y de comer a los que tenían hambre. Habéis acogido a los extranjeros, vestido al que estaba desnudo, habéis visitado al enfermo, consolado a los presos, acompañado a los ciegos. Habéis guardado intacto el sello de la fe y os habéis reunido con la comunidad en las iglesias. Habéis escuchado mis Escrituras deseando mi Palabra. Habéis observado mi ley día y noche (Sal 1,2) y habéis participado en mis sufrimientos como soldados valientes para encontrar gracia ante mí, vuestro rey del cielo. “Venid, tomad en pose sión el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.” He aquí que mi reino está preparado y mi cielo está abierto. He aquí que mi inmortalidad se manifiesta en toda su belleza.

    16.
    Reflexión

    Definitivamente que una de los aspectos a revisar durante esta cuaresma, es la vivencia del evangelio sobre todo en lo que se respecta a la Caridad. El Año Santo, de manera especial, ha privilegiado el hecho de que nuestra vida cristiana debe ser algo que se proyecta en la vida de los hermanos, sobre todo de los más necesitados, de manera que como Cristo hagamos una “opción preferencial por los pobres y los marginados”. El Evangelio de hoy es efectivamente una invitación para que cada uno, en conciencia, revisemos este aspecto de nuestra vida, recordando que este aspecto de la vida cristiana, de acuerdo a las palabras que acabamos de leer, será determinante con respecto a nuestra salvación eterna. Has pues un sincero análisis de cómo estás viviendo tu caridad no solo con los de tu casa, sino con los pobres y desamparados; si tu caridad no consiste únicamente en sacar unas cuantas monedas en un semáforo para de esta manera tranquilizar tu conciencia. La caridad, como nos lo hace ver Jesús, va mucho más allá de esto. Aprovecha esta cuaresma para, si es el caso, hacer modificaciones importantes en este aspecto.

    Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

    Como María, todo por Jesús y para Jesús

    Pbro. Ernesto María Caro

    17. El juicio final

    Autor: Misal Meditación

    Reflexión

    Por la Palabra del Señor sabemos que todos seremos juzgados ante nuestro Rey, ricos y pobres, sanos y enfermos, practicantes y no practicantes y que al final de la tarde se nos examinará en el amor. Este es el único criterio valido que nos ofrece Cristo, Rey Universal. ¿Cuánto hemos amado? ¿cuántas ofensas hemos perdonado y cicatrizado? ¿cuántas veces nos hemos puesto en la piel de nuestros hermanos, en sus preocupaciones, en su hambre humana y espiritual, y qué hemos hecho al respecto? Y más importante todavía, ¿con qué actitud hemos acudido? ¿Ayudamos a los demás con las sobras y migajas de nuestro tiempo, o más bien les ofrecemos nuestras horas más preciosas?

    Cristo, el Juez Universal de todas las generaciones nos hace hoy profundizar en la oración, contemplando a futuro el día en que seremos testigos presenciales del "gran juicio". Él es un Rey misericordioso, que no investiga con lupa los errores de sus vasallos, sino que exige por amor el cumplimiento de su ley divina. El Señor no nos pide una vida fácil, sin embargo nos da todos los medios para seguirle. Su gracia, los sacramentos, la oración que nos hace descubrir a Dios en nuestro hermano, en aquel que nos hace la vida imposible, en el pobre. Sólo queda que nosotros respondamos: "Señor porque te amo, y eres mi Rey, yo también amo a todos los súbditos de tu reino".

    18.
    LECTURAS: LEV 19, 1-2. 11-18; SAL 18; MT 25, 31-46

    Lev. 19, 1-2. 11-18. ¿Eres hijo de Dios? No lo contestes con tus labios sino con tus obras. Que ellas manifiesten que realmente eres del linaje y de la familia de Dios. El Señor es misericordioso para con todas sus criaturas, lento a la ira y generoso para perdonar. Quien es hijo de Dios debe actuar como Él lo ha hecho para con nosotros. Quien lleve un comportamiento contrario al amor y a la misericordia de Dios, denigra su Santo Nombre entre las naciones. Por eso el amor al prójimo como a uno mismo no es un mandato, sino parte de la naturaleza de quien ha recibido la participación de la Vida Divina y del Espíritu Santo. El Apóstol san Pablo lo recuerda: "El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarán, no robará, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. (Rom. 13, 8 ss.)

    Sal. 18. La Ley del Señor es perfecta, pues no ha sido promulgada por personas humanas, sino por el mismo Dios para mostrarnos el camino que nos conduzca a Él. Efectivamente, los preceptos del Decálogo establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohiben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo y prescriben lo que le es esencial. Esa Ley ha cumplido su misión llevándonos hasta Cristo, plenitud de la Ley, pues Él se ha convertido en el único Camino que nos conduce al Padre. Así, mediante la Sangre de Cristo se sella, entre Dios y la humanidad, la nueva y definitiva alianza: Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos en Cristo Jesús. La Ley constituye, pues, la primera etapa en el camino del Reino. Dios así, nos invita a la conversión y a la fe en Él mediante un camino de amor fiel, cargando nuestra propia cruz, tras las huellas de Cristo, pasando por la muerte para llegar a la Gloria, que Dios ha reservado para los que le vivan fieles. Por eso vivamos en todo fieles a la voluntad de Dios; busquemos al Señor y hagamos de Él nuestro refugio y salvación, hasta que Él sea todo en nosotros.
 

lunes, 11 de febrero de 2013

NTRA SRA DE LOURDES-PELICULA COMPLETA (1988)

NTRA SRA DE LOURDES-PELICULA COMPLETA (1988)

Nuestra Señora de Lourdes

Nuestra Señora de Lourdes
Nuestra Señora de Lourdes11 de Febrero

Nuestra Señora de LourdesEl 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Como queriendo indicar que el cielo ratificaba lo que había hecho en la tierra el Vicario de Jesucristo, el 11 de febrero de cuatro años después (1858), la Virgen María se aparecía a la niña Bernardita Soubirous. Y lo hizo dieciocho veces en total... En la abertura de la roca de Massabielle se alza ante su vista una joven, inmóvil y silenciosa; "tan bella que cuando se la ha visto una vez, se querría morir para volverla a ver". Vale la pena escuchar a ella misma relatar, con su gran ingenuidad, lo que allí pasó:

"Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. Enseguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario. Creyendo engañarme, me restregué los ojos; pero alzándolos, vi de nuevo a la joven, que me sonreía y me hacía señas de que me acercase. (..) "
"Entonces se me ocurrió rezar y metí la mano en el bolsillo para buscar el rosario. Me arrodillé. Vi que la joven se santiguaba... Mientras yo rezaba, ella iba pasando las cuentas del Rosario (..) Terminado el rosario, me sonrió otra vez, se elevó un poco y desapareció. (..) Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez...

Vale la pena recordemos un poco a Santa Bernardita Soubirous. Nació el 1844 y fue la mayor de seis hermanos. Era una chica sencilla, sin apenas preparación ni cultura pues sus padres, sumamente pobres, no pudieron enviarla a hacer estudios especiales. En la tercera aparición le dijo la Virgen María: "No te haré feliz en este mundo sino en el otro". Y se cumplió. No fue en su vida ni seglar ni religiosa llevada en palmitas como se podría suponer.



El día once de febrero de aquel año 1858 cayó en jueves. Era un día crudo de invierno. Bernardita acompañada de su hermana Toneta y su amiguita Juana, marchan para ver si encuentran leña para calentarse en la lumbre. Su madre le había encargado a Bernardita que, como gozaba de poca salud y se constipaba enseguida, procurase no mojarse los pies. Su hermana y Juana cruzaron el riachuelo. Ella se quedó sola y es entonces cuando llegó la aparición que ya hemos visto relatada de su pluma...
Cuando volvieron Toneta y Juana les preguntó Bernardita: ¿"Habéis visto algo?" Bernardita estaba radiante, y ellas, todo curiosas, le preguntaron: ¿"Y tú, qué has visto?"... Con gran sigilo, y no sin antes hacerles prometer que a nadie lo dirían, les refirió la visión que había tenido... Pero... llegadas a casa todo se descubrió. El calvario que esperaba a la pobre Bernardita no es fácil describirlo en pocas líneas. Le prohibieron volver a la gruta, pero impulsada por una fuerza interior, allí acudió y allí vio a la Virgen dieciocho veces.
En la sexta, el 21 de febrero, "dirigió un momento la mirada por encima de mi cabeza, para recorrer el mundo. Después, volviéndola llena de dolor sobre mí, me dijo: "Ruega a Dios por los pecadores". Igualmente, varias veces, después: Penitencia, penitencia. En la undécima, este encargo: Vete a decir a los sacerdotes que hagan construir aquí una capilla,
Y dos días más tarde: Deseo que se venga aquí en procesión.
El 4 de marzo una madre sumerge a su hijo enfermo en el manantial nuevo, que se ha abierto paso al lado de la gruta; y proclama la primera su alegría, al sentir sano a su hijo.
El 25 de marzo "viéndola tan amable, le pregunté su nombre. Me sonrió. Se lo volví a preguntar, y volvió a sonreírse. Insistí de nuevo, y me dijo"Soy la Inmaculada Concepción". El 16 de julio, más hermosa que nunca, sonriendo con dulzura inefable, inclinó la cabeza en señal de despedida y desapareció".

Santuario de Lourdes (Francia)Pronto aquel humilde paraje de Lourdes se hizo famoso en todo el mundo. Empezaron a acudir peregrinos venidos de todas partes, hasta ser un lugar de Peregrinación para Europa y otras partes del mundo. No hay duda de que es uno de los Santuarios más visitados y más venerados de todos los continentes. Allí han ido descreídos y han encontrado la fe. Enfermos de cuerpo y de alma, y han hallado la salud para ambas cosas o para una de los dos. Allí se respira una gran devoción, la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, del amoroso perdón y de la actividad de la Mediadora de todas las gracias. Quien la visita una vez sale con el firme propósito de volver una y más veces para poder experimentar la presencia sobrenatural que allí se respira. Son muchos los milagros que desde la Gruta de Massabielle obra la Virgen María a cuantos acuden a Ella.


Cuando ocurre una curación de forma incomprensible, el médico responsable de la peregrinación, da cuenta de ello al doctor encargado de la oficina médica de Lourdes. Si el proceso indagatorio es positivo, el caso es elevado al Comité Internacional de Lourdes, con sede en París, compuesto por unos 30 facultativos de todas las especialidades y pertenecientes a diversas razas, ideologías, nacionalidades y creencias, incluso agnósticos. Y finalmente entra en juego la autoridad eclesiástica. El estudio en cada caso es minucioso, y para admitir el posible milagro, exige cuatro requisitos:

a) Dolencia incurable o curable sólo excepcionalmente.
b) Total ineficacia de los remedios empleados en su tratamiento.
c) Que haya sobrevenido de manera instantánea o casi instantánea.
d) Que haya sido absoluta.

El último milagro reconocido en Lourdes es el de la religiosa salesiana Luigina Traverso, ocurrida en 1965. Se trata del milagro nº 68 registrado en este santuario del sur de Francia atribuido a la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes. El milagro, agregó la nota del Santuario, fue declarado tal por el obispo italiano Alceste Catella, de la diócesis de Casale Monferrato, donde vive la hermana sanada. Cuando visitó Lourdes en 1965, sor Luigina Traverso sufría una "ciática paralizante en meningocele", grave, paralizante y dolorosa enfermedad por la que había sido operada sin éxito en múltiples ocasiones. Su curación inexplicable, completa y permanente fue presentada en julio de 2010 ante la Oficina de Constataciones Médicas que examina las supuestas curaciones que se declaran tras la visita al santuario mariano, informaron medios católicos. La religiosa, que en 1965 viajó en camilla a Lourdes y volvió a Italia por su propio pie, dijo haber sentido un "fuerte calor" en el cuerpo y el deseo de levantarse cuando pasó el celebrante con la hostia consagrada. Entre las más de 7.000 curaciones que han tenido lugar en Lourdes en más de siglo y medio, sólo 68 se han reconocido oficialmente hasta 2013.


ORACIÓN PARA PEDIR LA SALUD DE LOS ENFERMOS

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a vuestro maternal corazón, para pediros que derraméis a manos llenas el tesoro de vuestras misericordias sobre nosotros.
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré como vuestro siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya sido abandonado de Vos. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por vuestra mano curaciones innumerables en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guardad también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo…(dígase el nombre del enfermo/a). Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más, alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios, prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.

Virgen de Lourdes, ¡ rogad por nosotros !.
Consuelo de los afligidos, ¡ rogad por nosotros !.
Salud de los enfermos, ¡ rogad por nosotros !.
Rezar tres Avemarías.


Lourdes en directo
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ORACIÓN DE SAN AMBROSIO
Si me abrasa la fiebre,
Tú eres la fuente que refresca.
Si me oprimen las culpas,
Tú eres la liberación.
Si necesito ayuda,
Tú eres la fuerza.
Si tengo miedo a la muerte,
Tú eres la vida.
Si deseo el cielo,
Tú eres el camino.
Si huyo de las tinieblas,
Tú eres la luz.
Si me falta nutrirme,
Tú eres el alimento.
Amén

TV Lourdes - Le direct avec la vie des Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes | Lourdes

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Palabra y Vida 2013, gratis - Ciudad Redonda

Palabra y Vida 2013, gratis - Ciudad Redonda

Palabra y Vida 2013, gratis

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Mas de Cerca - Viernes 11 de Enero del 2013
El Card. Oscar Rodríguez Maradiaga ha querido que este sea un regalo de Navidad para todos aquellos que siguen cada día la Palabra de Dios. Tal y como ya ha sido anunciado, ya está disponible de forma gratuita en el Google Play (Android Market) la versión “Mobile” de Palabra y Vida 2013 (El Evangelio comentado cada día). Cualquiera que tenga un dispositivo móvil con tecnología Android (Smarphones, tablets…) puede descargarse de forma directa y gratuita esta aplicación, que, como es sabido, cuenta para el próximo año 2013 con los comentarios del conocido Cardenal Oscar Rguez. Maradiaga. Los que ya contaban con la versión del año 2012 tan solo necesitan actualizar su versión.
Las Apps son especialmente útiles para contenidos de este tipo y suponen un impulso de la editorial Publicaciones Claretianas a la Nueva Evangelización a través de las nuevas tecnologías. El proyecto es posible gracias a la especial colaboración del equipo técnico de Ciudad Redonda, que han sido los desarrolladores de esta aplicación que viene funcionando ya desde el verano de este año y que cuenta ya con unas diez mil descargas. Esperamos que para el año 2013 las descargas se multipliquen, llegando a América Latina y Estados Unidos.

''Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino'' - Ciudad Redonda

''Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino'' - Ciudad Redonda

''Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino''

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Ciudad Redonda - Lunes 11 de Febrero del 2013
La noticia del dél día, y de los próximos -sin duda- está siendo la dimisión de Benedicto XVI, y que está llenado las primras páginas de los periódicos y las cabeceras de los telediarios. Un acontenimiento que ha sorprendido a todos por su excepcionalidad. La tónica general de las valoraciones emitidas en los medios de comunicación es de respeto por dicha decisión y valentía por reconocer las dificultades que por su avazada edad tiene para continuar en su puesto. Ojalá que en los tiempos que corren todos tuvieramos la humildad que acaba de manifestar Benedicto XVI, tanto en el mundo eclesial como en otros ámbitos de la vida social.
Reproducimos la declaración de Benedicto XVI, en el Consistorio Ordinario Público, de 11 de febrero, sobre su renuncia al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de san Pedro.

Queridísimos hermanos:

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.

BENEDICTUS PP. XVI
Ivicon - Jueves 09 de Febrero del 2012

El Vaticano ha publicado el Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012, que tiene como título la cita de la Carta a los Hebreos "Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras" (Hb 10, 24).
El mensaje está dividido en tres partes, una primera en la que se centra en el fijarse, en el estar atento y darse cuenta de las realidades que viven otras personas, los hermanos. "La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos", dice el Papa en esta parte. También habla de la responsabilidad que tenemos respecto a quien es criatura e hijo o hija de Dios. "si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón".

La segunda parte se centra en el don de la reciprocidad "los unos en los otros". La vida de los otros tiene que ver con nuestra vida y "esta reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos."
En la tercera parte del mensaje, Benedicto XVI habla del final de la cita "Para estímulo de la caridad y las buenas obras" y lo relaciona con el camino hacia la Santidad que todo cristiano tiene que recorrer, y que hace animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

El Papa finaliza el mensaje diciendo: "Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras".



MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2012
«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual. Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1),
el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».
También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66). La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades.
La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7).
Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza. El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien.
Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor.
Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común.
Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.


Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss).
Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011
BENEDICTUS PP. XVI
 

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Libro gratis: "Encuentro con la Palabra" - Ciudad Redonda
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Miguel Romero Taboada, cmf - Miércoles 19 de Septiembre del 2012
El P. Miguel Romero ofrece gratuitamente a los lectores de Ciudad Redonda su libro "Encuentro con la Palabra", en él nos ofrece comentarios a la lecturas bíblicas de Laudes y Vísperas.
Saborear y escuchar la Palabra de Dios, con el corazón, no es faena de un momento; es una tarea lenta y permanente, y un don del Espi?ritu. En esa tarea, están empeñadas muchas personas, muchas comunidades cristianas, y particularmente muchas comunidades religiosas.
Precisamente en la liturgia, es donde la Palabra se proclama y se escucha, en el clima adecuado para su personalización. La palabra que esta? escrita en el Espíritu, en el ámbito de la comunidad, tiene que ser escuchada e interpretada en el Espíritu; se trata de una proclamación y acogida en el clave espiritual; la lectura científica es necesaria, pero pertenece a otro momento. Para poner de relieve la dimensión religiosa de la Palabra, solemos hablar de lectura creyente, lectura espiritual, lectura orante, lectura teologal de la Palabra. Es así como la gramática humana que la contiene, cuya comprensión es indispensable, transmite sentidos que trascienden los significados inmediatos de las palabras. Para hacerse cargo de ellos, necesita el ser humano un acceso paciente y sapiencial a la Palabra. El Dios de la Palabra nos sale al encuentro a través de ella. Por eso la lectura de la Palabra es un encuentro.
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Lecturas Lunes 11 de Febrero del 2013, Lunes de la 5ª semana del Tiempo Ordinario - Ciudad Redonda

Lecturas Lunes 11 de Febrero del 2013, Lunes de la 5ª semana del Tiempo Ordinario - Ciudad Redonda
Lunes 11 de Febrero del 2013
Primera lectura
Comienzo del libro del Génesis (1,1-19):

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: «Que exista la luz.»
Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios: «Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.»
E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda. Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda «Cielo». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios: «Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.»
Y así fue. Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la masa de las aguas la llamó «Mar». Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios: «Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.»
Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios: «Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.»
Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Palabra de Dios
Salmo
Sal 103,1-2a.5-6.10.12.24.35c

R/.
Goce el Señor con sus obras

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R/.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R/.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R/.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,53-56):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.

Rosa Ruiz, Misionera Claretiana
¿Por qué tengo miedo?
Comenzamos la semana en estos días de carnaval y previos a Cuaresma con unas lecturas de increíble fuerza. La descripción que hace el libro de las Lamentaciones es tan clara que sólo alguien que nunca lo haya vivido puede pasar por la lectura sin sobrecogerse e identificarse. Por mal que vayan las cosas, por injustos que hayan sido con nosotros, por mucho dolor que alguien esté sembrando en nosotros, siempre llegamos a un punto en que somos cada uno de nosotros quienes permitimos que “nos arranquen la paz”, los que “no dejamos de pensar” en la propia “hiel que me envenena”… y claro, viviendo así, se nos acaban las fuerzas y la esperanza.
Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión”. ¡Aquí está el secreto! El ejercicio personal de guardar nuestro corazón y nuestra paz trayendo a la memoria algo que nos de esperanza y no nos hunda más en nuestros propios miedos, dolores, angustias… Y sobre todo, la acogida de la gracia continua e imparable que nos recuerda en quién hemos puesto nuestra vida… de quién de-pende nuestro futuro y nuestras fuerzas.
El evangelio lo dice de otra manera, en boca de Jesús: “Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. ¿Por qué tengo miedo? ¿qué consigue asustarme tanto hasta el punto de temblar mi corazón, hasta el punto de ser incapaz de llenar mi memoria, mi voluntad, mis afectos, de la esperanza en Cristo que me ama y me cuida como siempre ha hecho? El demonio anda suelto, amigo, cuando nos vivimos así… Doy fe de ello… Siempre nos queda seguir transitando por el único camino, verdad y vida: Cristo. Lo sabemos… nada nos podrá faltar si Él es nuestra vida, nuestro rumbo, nuestro aire… pero lo cierto es que temblamos y cualquier vaivén de la vida un poco más fuerte, nos hace tambalear y sufrir.
“Qué bueno es esperar en silencio la salvación del Señor”, aunque como el salmista podamos estar pasando un tiempo en que solo nos queda “gritar desde lo hondo al Señor”. ¡Qué difícil a veces aprender la calma y la confianza que es capaz de ese silencio! Te invito a escuchar esta canción que te serene…
Si vives un momento de caos, de inquietud y desasosiego, de hiel que te envenena y te quita la paz, ¡ten ánimo, espera en el Señor que te cuida! Si vives un momento de paz, de confianza en Dios y de caminar sereno en Cristo, tu esperanza, ¡ten ánimo, conforta a tus hermanos y prepárate para no caer cuando llegue la prueba!labra del Señor

Ciudad Redonda - Miércoles 27 de Junio del 2012
Te ofrecemos en Ciudad Redonda el primero de una serie de libros publicados por el P. Miguel Romero Taboada, misionero claretiano, en los que se ofrecen materiales para enriquecer el rezo de la liturgia de las horas.

Con el fin de facilitar y de ayudar nuestra oración de hoy, con los salmos, presentamos este trabajo. Es fruto de la oración y reflexión personal, y ha sido utilizado en retiros, ejercicios, convivencias con distintos grupos. Su publicación obedece a repetidas sugerencias de aquellos que lo han escuchado.

Su contenido es el siguiente: una ambientación más o menos extensa a cada salmo y otra más breve, oración sálmica, posibles modos de oración, y una breve frase que compendia el contenido de cada salmo, para la reflexión personal. La última parte, está preparada para utilizarla en las distintas fiestas.

Que nuestra oración, sea de verdad una apertura al Espíritu, para que nuestro com- promiso de "buscadores" de Dios, marque el ritmo de nuestra vida.

Agradecemos su generosidad para con los lectores de Ciudad Redonda.
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