I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Joel 2,12-18:
«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»
Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17 R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor,
me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,20–6,2:
Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,1-6.16-18:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»
II. Oramos con la Palabra
CRISTO, hoy comienza mi caminar hacia la Pascua, con toda la Iglesia, nuevo pueblo de Dios que cruza el desierto hasta la tierra prometida. Quiero emprender este camino cuaresmal con sus tres armas: que la limosna me ayude a no ambicionar riquezas, la oración me enseñe a poner en ti mi vida y mi esperanza, y el ayuno me demuestre que no sólo se vive de pan, sino de la Palabra que me ofreces cada día en tu Evangelio.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 publicado por EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
La Iglesia, pide para todos que: “Fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con corazón limpio a la celebración del misterio pascual de tu Hijo”
La cuaresma no es el objetivo final, es el camino para llegar a la plenitud de la Pascua: ”Muerte-Resurrección de Cristo”.
A veces, llama la atención que, el miércoles de ceniza, acuden más fieles a la Iglesia, para recibir el signo penitencial, que el sábado de gloria, a la celebración de la Vigilia Pascual.
Ciertamente, el pueblo cristiano, sabe muy bien, que la cuaresma es tiempo de conversión y de penitencia, y, como todos nos sentimos pecadores, acudimos a recibir la ceniza como acto exterior de penitencia, pero cuidemos, no nos quedemos con lo exterior, escuchemos las lecturas:
Joel nos invita a la conversión interior:”rasgad los corazones, no las vestiduras, convertíos, volved al Señor, que es compasivo y misericordioso” pero volver al Señor, no sólo para que él nos acoja, también para aprender de él como acoger, viviendo y actuando, como nos exhorta la carta a los corintios:” como enviados de Cristo, reconciliándonos con Dios y con los hermanos” esta es la verdadera preparación para la celebración gozosa de la Pascua.
Las lecturas y el salmo nos invitan a la conversión, a reconocernos pecadores y volver al Padre por medio de la oración, la penitencia, el ayuno y la limosna. El Evangelio nos enseña a vivir esta praxis con autenticidad.
El móvil cristiano ha de ser el amor, la conversión debe llevarnos a un encuentro amoroso con Dios y con los hermanos, lo cual, excluye todo egoísmo.
Jesús nos enseña:
- Cuando des limosna no lo publiques, “Que tu mano izquierda ignore lo que hace tu derecha”.
- Si haces penitencia, que no sea para quedar como buen cumplidor de la Ley ante los demás.
- Cuando ores, entra en lo profundo de tu corazón, no busques que te vean como muy fervoroso.
No hagamos el bien sólo para que nos aprecien y nos tengan por buenos, no busquemos nuestra gloria, sino la de Dios y “Él, que ve lo oculto nos lo recompensará”.
Aprovechemos esta cuaresma para leer mas asiduamente la Palabra de Dios y hacerla vida.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario
miércoles, 9 de marzo de 2011
EL MIÉRCOLES DE CENIZA
-CAMBIA EL AMBIENTE: EMPIEZA EL CAMINO CUARESMAL DE LA PASCUA
Todo debe apuntar hoy al inicio de la Cuaresma como camino hacia la Pascua. Los varios elementos clásicos en esta ambientación -que trataremos de nuevo el domingo próximo- deben estar ya presentes desde hoy: el color morado, la ausencia de las flores y del aleluya, el repertorio propio de cantos...
Al comienzo de la celebración se omite el acto penitencial: se reza o canta, por tanto, el Señor ten piedad, sin intenciones.
Y cosas que si siempre son importantes, lo son más todavía cuando se inicia un tiempo con significado más intenso: proclamar de un modo más expresivo y cuidado las lecturas del día, cantar el salmo responsorial, al menos su antífona entre las varias estrofas, y hacer una breve homilía, ayudando a entrar en el clima de la Cuaresma. La Plegaria puede ser una de las de Reconciliación.
-LA CENIZA, UN GESTO QUE PUEDE SER EXPRESIVO
El gesto simbólico propio de este día es uno de los que ha calado en la comunidad cristiana, y puede resultar muy pedagógico si se hace con autenticidad, sin precipitación; con sobriedad, pero expresivamente. Como ya ha resonado y se ha comentado la Palabra de Dios, la imposición de la ceniza comunica con facilidad su mensaje de humildad y de conversión.
El sacerdote se impone primero él mismo la ceniza en la cabeza -o se la impone el diácono u otro concelebrante, si lo hay- porque también él, hombre débil, necesita convertirse a la Pascua del Señor. Luego la impone sobre la cabeza de los fieles, tal vez en forma de una pequeña señal de la cruz. Si parece más fácil, se podría imponer en la frente, por ejemplo a las religiosas con velo. Es bueno que vaya diciendo en voz clara las dos fórmulas alternativamente, de modo que cada fiel oiga la que se le dice a él y también la del anterior o la del siguiente.
Si no va a resultar complicado, se podría introducir una manera nueva de realizar el gesto.
Una fórmula apunta a la conversión al Evangelio: «Convertíos y creed el Evangelio» (que parecería más propio que se dijera en singular, como la otra es más interpelante). Mientras que la otra alude a nuestra caducidad humana: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». Ahora bien, parece que sería más educador acompañar estas palabras con dos gestos complementarios: el sacerdote impone la ceniza a cada fiel, diciendo la fórmula de la ceniza y el polvo, y a continuación el fiel pasa a otro ministro que está al lado y que le ofrece el evangelio a besar, mientras pronuncia sobre él la fórmula que habla del evangelio. No creo que complique mucho el rito, y podría resultar más expresivo de la doble dimensión de la Cuaresma. Ya se ha experimentado con éxito en algunas comunidades, tanto parroquiales como más homogéneas y reducidas.
-LA CONVERSIÓN Y SUS OBRAS
Las tres lecturas de hoy expresan con claridad el programa de conversión que Dios quiere de nosotros en la Cuaresma: convertíos y creed el Evangelio; convertíos a mí de todo corazón; misericordia, Señor, porque hemos pecado; dejaos reconciliar con Dios; Dios es compasivo y misericordioso...
Cada uno de nosotros, y la comunidad, y la sociedad entera, necesita oír esta llamada urgente al cambio pascual, porque todos somos débiles y pecadores, y porque sin darnos cuenta vamos siendo vencidos por la dejadez y los criterios de este mundo, que no son precisamente los de Cristo.
Es bueno que en la homilía se haga notar la triple dirección de esta conversión que apunta el evangelio:
a) la apertura a los demás: con la obra clásica cuaresmal de la limosna, que es ante todo caridad, comprensión, amabilidad, perdón, aunque también limosna a los más necesitados de cerca o de lejos,
b) la apertura a Dios, que es escucha de la Palabra, oración personal y familiar, participación más activa y frecuente en la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación,
c) y el ayuno, que es autocontrol, búsqueda de un equilibrio en nuestra escala de valores, renuncia a cosas superfluas, sobre todo si su fruto redunda en ayuda a los más necesitados.
Las tres direcciones, que son como el resumen de la vida y la enseñanza de Cristo, nos ayudan a reorientar nuestra vida en clave pascual.
J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1993, nº 3
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-INICI0 DE LA MILICIA CRISTIANA
Cada año la Cuaresma debe ser como un toque de trompeta, la convocación de la comunidad cristiana (cf. Joel en la primera lectura), para que los que se sienten seguidores de Jesús y miembros vivos de la Iglesia emprendan un camino serio de conversión y renovación para celebrar la Pascua anual. Cada parroquia, cada comunidad ha de tener eso muy claro hoy. Decimos: ¡Adelante, emprendamos con ilusión, con pasión, el camino de los cuarenta días que son esfuerzo y lucha, milicia, para hacer, junto con Cristo y con su gracia renovadora, el paso, la Pascua, del hombre viejo al hombre nuevo!
Desde el principio debemos dejar claro qué es la Cuaresma: no es una simple devoción, ni sólo unos días de mortificación, ni mucho menos un tiempo de "tristeza" y aflicción aunque sea por la meditación de la Pasión de Jesús. Cuaresma es un programa, un camino, un esfuerzo y milicia para revisar y renovar nuestro ser cristianos, que consiste radicalmente en vivir la vida de Cristo ya desde ahora, mientras somos peregrinos y testimonios del Reino de Dios.
-CUARESMA BAUTISMAL Y PENITENCIAL
Por tradición sacramental, la Cuaresma es preparación inmediata de los catecúmenos a la iniciación cristiana en la Vigilia pascual y de los penitentes a la reconciliación, que les era concedida inmediatamente antes de la celebración de la Pascua. Esta doble línea debe ser mantenida y propuesta a los creyentes que de verdad quieren entrar en la preparación de la Pascua. Ésta nunca ha de ser considerada como un simple "aniversario" de la Pascua de Jesús, como un recuerdo, una fiesta conmemorativa. La liturgia siempre es actualización, vivencia, mediante los sacramentos que nos injertan en Cristo y nos renuevan esta inserción recibida en la iniciación: bautismo, confirmación y primera eucaristía; el sacramento de la penitencia, como segundo bautismo, nos restituye o renueva y perfecciona nuestro ser Cuerpo de Cristo, estropeado a menudo por el desgaste del pecado.
Si una parroquia o comunidad tiene catecúmenos que han de recibir la iniciación cristiana en las próximas fiestas pascuales, durante la Cuaresma debe acompañarlos, renovando ella misma los pasos del catecumenado: la profundización en la fe y en la conversión por la audición de la Palabra de Dios, por la plegaria, por la revisión de sus actitudes y comportamientos en el mundo.
Pero toda comunidad cristiana, en Cuaresma, es invitada a prepararse a renovar su iniciación (en la Vigilia pascual) y a seguir un camino de conversión para"hacer penitencia" de verdad, es decir, para convertirse de corazón a Dios y a los hermanos. Por eso hoy, y también el domingo pr6ximo, hay que proponer a los fieles el objetivo de la renovación de las promesas bautismales de la Vigilia pascual, que debe ir precedida por un esfuerzo de clarificar qué es ser cristiano hoy en la doble vertiente de la renuncia (conversión) y de la fe, y también por una "programación penitencial", en la que no debe faltar la oferta de la reconciliación personal y la celebración comunitaria penitencial (forma segunda del Ritual), acompañada por otras actividades que demuestren que la comunidad vive la penitencia como conversión.
Se tendría que inculcar a los fieles que ésta sería la mejor respuesta a la pregunta: "¿Cómo forjamos la Cuaresma este año?". Pues profundizando y renovando nuestro ser cristiano (nuestra iniciación) mediante las prácticas que comunitaria y personalmente creamos más adaptadas a este objetivo. Cuaresma catecumenal-bautismal y penitencial, al fin y al cabo.
- LA CENIZA: SIGNO DE CONVERSIÓN Y DE CADUCIDAD
Hoy el signo identificador del inicio de la Cuaresma es la ceniza. En la imposición tenemos dos fórmulas, igualmente tradicionales: "Convertíos y creed el Evangelio", o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". El sentido de la conversión penitencial, ya explicado, y el de la caducidad son igualmente "predicables" al hombre de hoy. Solemos utilizar normalmente la primera, aunque la segunda también es actual: en esta vida breve, hay que ir consumiendo el hombre viejo para alcanzar el fuego y la luz del hombre nuevo, resucitado, en la Pascua.
La bendición e imposición de la ceniza ha de hacerse con dignidad, mostrando el sentido de un rito que abre la Cuaresma, tiempo favorable y día de salvación (cf. 2. Iectura), de un rito que responde a una actitud interior filial ante el Padre, que no tiene nada que ver con una obsesión o tristeza o con una práctica rutinaria y puramente exterior (evangelio). Por eso la ceniza no ha de imponerse sin unas palabras (homilía) que clarifiquen y ayuden a discernir, nunca fuera de una celebración.
Hay que tener presente que este rito sustituye el acto penitencial del principio de la misa. Se podrá optar hoy por celebrar la eucaristía o simplemente por ofrecer una celebración de la Palabra de Dios con el rito de la ceniza; depende de las circunstancias y de la sensibilidad de los fieles. En la eucaristía hay que subrayar que "este sacrificio que inaugura la Cuaresma" (ofrendas), es preparación para la celebración de la Pasión del Señor.
PERE LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1995, nº 3
-CAMBIA EL AMBIENTE: EMPIEZA EL CAMINO CUARESMAL DE LA PASCUA
Todo debe apuntar hoy al inicio de la Cuaresma como camino hacia la Pascua. Los varios elementos clásicos en esta ambientación -que trataremos de nuevo el domingo próximo- deben estar ya presentes desde hoy: el color morado, la ausencia de las flores y del aleluya, el repertorio propio de cantos...
Al comienzo de la celebración se omite el acto penitencial: se reza o canta, por tanto, el Señor ten piedad, sin intenciones.
Y cosas que si siempre son importantes, lo son más todavía cuando se inicia un tiempo con significado más intenso: proclamar de un modo más expresivo y cuidado las lecturas del día, cantar el salmo responsorial, al menos su antífona entre las varias estrofas, y hacer una breve homilía, ayudando a entrar en el clima de la Cuaresma. La Plegaria puede ser una de las de Reconciliación.
-LA CENIZA, UN GESTO QUE PUEDE SER EXPRESIVO
El gesto simbólico propio de este día es uno de los que ha calado en la comunidad cristiana, y puede resultar muy pedagógico si se hace con autenticidad, sin precipitación; con sobriedad, pero expresivamente. Como ya ha resonado y se ha comentado la Palabra de Dios, la imposición de la ceniza comunica con facilidad su mensaje de humildad y de conversión.
El sacerdote se impone primero él mismo la ceniza en la cabeza -o se la impone el diácono u otro concelebrante, si lo hay- porque también él, hombre débil, necesita convertirse a la Pascua del Señor. Luego la impone sobre la cabeza de los fieles, tal vez en forma de una pequeña señal de la cruz. Si parece más fácil, se podría imponer en la frente, por ejemplo a las religiosas con velo. Es bueno que vaya diciendo en voz clara las dos fórmulas alternativamente, de modo que cada fiel oiga la que se le dice a él y también la del anterior o la del siguiente.
Si no va a resultar complicado, se podría introducir una manera nueva de realizar el gesto.
Una fórmula apunta a la conversión al Evangelio: «Convertíos y creed el Evangelio» (que parecería más propio que se dijera en singular, como la otra es más interpelante). Mientras que la otra alude a nuestra caducidad humana: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». Ahora bien, parece que sería más educador acompañar estas palabras con dos gestos complementarios: el sacerdote impone la ceniza a cada fiel, diciendo la fórmula de la ceniza y el polvo, y a continuación el fiel pasa a otro ministro que está al lado y que le ofrece el evangelio a besar, mientras pronuncia sobre él la fórmula que habla del evangelio. No creo que complique mucho el rito, y podría resultar más expresivo de la doble dimensión de la Cuaresma. Ya se ha experimentado con éxito en algunas comunidades, tanto parroquiales como más homogéneas y reducidas.
-LA CONVERSIÓN Y SUS OBRAS
Las tres lecturas de hoy expresan con claridad el programa de conversión que Dios quiere de nosotros en la Cuaresma: convertíos y creed el Evangelio; convertíos a mí de todo corazón; misericordia, Señor, porque hemos pecado; dejaos reconciliar con Dios; Dios es compasivo y misericordioso...
Cada uno de nosotros, y la comunidad, y la sociedad entera, necesita oír esta llamada urgente al cambio pascual, porque todos somos débiles y pecadores, y porque sin darnos cuenta vamos siendo vencidos por la dejadez y los criterios de este mundo, que no son precisamente los de Cristo.
Es bueno que en la homilía se haga notar la triple dirección de esta conversión que apunta el evangelio:
a) la apertura a los demás: con la obra clásica cuaresmal de la limosna, que es ante todo caridad, comprensión, amabilidad, perdón, aunque también limosna a los más necesitados de cerca o de lejos,
b) la apertura a Dios, que es escucha de la Palabra, oración personal y familiar, participación más activa y frecuente en la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación,
c) y el ayuno, que es autocontrol, búsqueda de un equilibrio en nuestra escala de valores, renuncia a cosas superfluas, sobre todo si su fruto redunda en ayuda a los más necesitados.
Las tres direcciones, que son como el resumen de la vida y la enseñanza de Cristo, nos ayudan a reorientar nuestra vida en clave pascual.
J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1993, nº 3
--------------------------------------------------------------------------------
-INICI0 DE LA MILICIA CRISTIANA
Cada año la Cuaresma debe ser como un toque de trompeta, la convocación de la comunidad cristiana (cf. Joel en la primera lectura), para que los que se sienten seguidores de Jesús y miembros vivos de la Iglesia emprendan un camino serio de conversión y renovación para celebrar la Pascua anual. Cada parroquia, cada comunidad ha de tener eso muy claro hoy. Decimos: ¡Adelante, emprendamos con ilusión, con pasión, el camino de los cuarenta días que son esfuerzo y lucha, milicia, para hacer, junto con Cristo y con su gracia renovadora, el paso, la Pascua, del hombre viejo al hombre nuevo!
Desde el principio debemos dejar claro qué es la Cuaresma: no es una simple devoción, ni sólo unos días de mortificación, ni mucho menos un tiempo de "tristeza" y aflicción aunque sea por la meditación de la Pasión de Jesús. Cuaresma es un programa, un camino, un esfuerzo y milicia para revisar y renovar nuestro ser cristianos, que consiste radicalmente en vivir la vida de Cristo ya desde ahora, mientras somos peregrinos y testimonios del Reino de Dios.
-CUARESMA BAUTISMAL Y PENITENCIAL
Por tradición sacramental, la Cuaresma es preparación inmediata de los catecúmenos a la iniciación cristiana en la Vigilia pascual y de los penitentes a la reconciliación, que les era concedida inmediatamente antes de la celebración de la Pascua. Esta doble línea debe ser mantenida y propuesta a los creyentes que de verdad quieren entrar en la preparación de la Pascua. Ésta nunca ha de ser considerada como un simple "aniversario" de la Pascua de Jesús, como un recuerdo, una fiesta conmemorativa. La liturgia siempre es actualización, vivencia, mediante los sacramentos que nos injertan en Cristo y nos renuevan esta inserción recibida en la iniciación: bautismo, confirmación y primera eucaristía; el sacramento de la penitencia, como segundo bautismo, nos restituye o renueva y perfecciona nuestro ser Cuerpo de Cristo, estropeado a menudo por el desgaste del pecado.
Si una parroquia o comunidad tiene catecúmenos que han de recibir la iniciación cristiana en las próximas fiestas pascuales, durante la Cuaresma debe acompañarlos, renovando ella misma los pasos del catecumenado: la profundización en la fe y en la conversión por la audición de la Palabra de Dios, por la plegaria, por la revisión de sus actitudes y comportamientos en el mundo.
Pero toda comunidad cristiana, en Cuaresma, es invitada a prepararse a renovar su iniciación (en la Vigilia pascual) y a seguir un camino de conversión para"hacer penitencia" de verdad, es decir, para convertirse de corazón a Dios y a los hermanos. Por eso hoy, y también el domingo pr6ximo, hay que proponer a los fieles el objetivo de la renovación de las promesas bautismales de la Vigilia pascual, que debe ir precedida por un esfuerzo de clarificar qué es ser cristiano hoy en la doble vertiente de la renuncia (conversión) y de la fe, y también por una "programación penitencial", en la que no debe faltar la oferta de la reconciliación personal y la celebración comunitaria penitencial (forma segunda del Ritual), acompañada por otras actividades que demuestren que la comunidad vive la penitencia como conversión.
Se tendría que inculcar a los fieles que ésta sería la mejor respuesta a la pregunta: "¿Cómo forjamos la Cuaresma este año?". Pues profundizando y renovando nuestro ser cristiano (nuestra iniciación) mediante las prácticas que comunitaria y personalmente creamos más adaptadas a este objetivo. Cuaresma catecumenal-bautismal y penitencial, al fin y al cabo.
- LA CENIZA: SIGNO DE CONVERSIÓN Y DE CADUCIDAD
Hoy el signo identificador del inicio de la Cuaresma es la ceniza. En la imposición tenemos dos fórmulas, igualmente tradicionales: "Convertíos y creed el Evangelio", o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". El sentido de la conversión penitencial, ya explicado, y el de la caducidad son igualmente "predicables" al hombre de hoy. Solemos utilizar normalmente la primera, aunque la segunda también es actual: en esta vida breve, hay que ir consumiendo el hombre viejo para alcanzar el fuego y la luz del hombre nuevo, resucitado, en la Pascua.
La bendición e imposición de la ceniza ha de hacerse con dignidad, mostrando el sentido de un rito que abre la Cuaresma, tiempo favorable y día de salvación (cf. 2. Iectura), de un rito que responde a una actitud interior filial ante el Padre, que no tiene nada que ver con una obsesión o tristeza o con una práctica rutinaria y puramente exterior (evangelio). Por eso la ceniza no ha de imponerse sin unas palabras (homilía) que clarifiquen y ayuden a discernir, nunca fuera de una celebración.
Hay que tener presente que este rito sustituye el acto penitencial del principio de la misa. Se podrá optar hoy por celebrar la eucaristía o simplemente por ofrecer una celebración de la Palabra de Dios con el rito de la ceniza; depende de las circunstancias y de la sensibilidad de los fieles. En la eucaristía hay que subrayar que "este sacrificio que inaugura la Cuaresma" (ofrendas), es preparación para la celebración de la Pasión del Señor.
PERE LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1995, nº 3
Cuaresma 2011
En 1950, el mismo año en que fue canonizada la jovencita María Goretti, mártir de la castidad, tuvo lugar la beatificación de Domingo Savio, confesor de la fe, de catorce años de edad. Su canonización tuvo lugar en 1954.
Domingo entra a formar parte de la familia de Don Bosco
Domingo, que significa: "el que está consagrado al Señor", nació en Riva del Piamonte, Italia, en 1842. Era hijo de un campesino y desde niño manifestó deseos de ser sacerdote. Cuando San Juan Bosco empezó a preparar a algunos jóvenes para el sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo en favor de los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo le recomendó al chico. San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado por la evidente santidad de Domingo, quien ingresó en octubre de 1854 en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce años de edad.
Uno de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio fue el grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María Inmaculada. Sin contar los ejercicios de piedad, el grupo ayudó a Don Bosco en trabajos tan necesarios como la limpieza de los pisos y el cuidado de los niños difíciles. En 1859, cuando Don Bosco decidió fundar la Congregación de los Salesianos, organizó una reunión; entre los veintidós presentes se hallaban todos los iniciadores de la Compañía de la Inmaculada Concepción, excepto Domingo Savio, quien había volado al cielo dos años antes.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: ‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
Mucho bien hizo a Domingo la guía de Don Bosco
Domingo observaba escrupulosamente el reglamento; por supuesto, algunos de sus compañeros llevaban a mal que el santo quisiese que ellos observasen el reglamento en la misma forma. Le llamaban chismoso y le decían: "Corre a acusarnos con Don Bosco"; con lo cual no hacían sino mostrar cuán poco conocían al fundador del Oratorio, que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente Santo Domingo reía de buena gana en esas ocasiones, pues era de un espíritu muy alegre, cosa que algunas veces le creó dificultades.
Si Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio muy hábil para contar cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros, sobre todo con los más jóvenes.
Fue en verdad una feliz providencia de Dios que Domingo cayese bajo la dirección de un director tan experimentado como Don Bosco, pues de otro modo se habría convertido fácilmente en un pequeño fanático. Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."
"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción" -solía decir Don Bosco-. Fiel a sus principios, prohibió a Domingo que hiciese mortificaciones corporales sin permiso expreso, diciéndole: "La penitencia que Dios quiere es la obediencia. Cada día se presentan mil oportunidades de sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de los otros. La vida de escuela constituye una mortificación suficiente para un niño".
Una noche Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le preguntó- Vas a coger una pulmonía." Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén."
Don Bosco escribe la biografía de Santo Domingo Savio
La fuente más importante sobre la corta vida de Santo Domingo Savio es el relato que escribió el mismo Don Bosco. El santo se esforzó por no decir nada que no pudiese afirmar bajo juramento, particularmente por lo que se refiere a las experiencias espirituales de Domingo, tales como el conocimiento sobrenatural del estado espiritual del prójimo, de sus necesidades y del futuro.
En cierta ocasión, Domingo desapareció durante toda la mañana hasta después de la comida. Don Bosco le encontró en la iglesia, arrebatado en oración, en una postura muy poco confortable; aunque había pasado seis horas en aquel sitio, Domingo creía que aún no había terminado la primera misa de la mañana. El santo joven llamaba a esas horas de oración intensa "mis distracciones": "Siento como si el cielo se abriera sobre mi cabeza. Tengo que hacer o decir algo que haga reír a los otros."
San Juan Bosco relata que las necesidades de Inglaterra ocupaban un lugar muy especial en las oraciones de Domingo y cuenta que en "una violenta distracción", Domingo vio sobre una llanura cubierta de niebla a una multitud que avanzaba a tientas; entonces se acercó un hombre cubierto con una capa pontificia y llevando en la mano una antorcha que iluminó toda la llanura, en tanto que una voz decía: "Esta antorcha es la fe católica, que iluminará a Inglaterra." A instancias de Domingo, Don Bosco relató el incidente al Papa Pío IX, quien declaró que eso le confirmaba en su resolución de prestar especial atención a Inglaterra.
Muere el joven santo
La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y en 1857, fue enviado a Mondonio para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento no hizo más que precipitar el desenlace. Domingo recibió los últimos sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.
La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor y su punto de vista se impuso. Sin embargo, la beatificación no se llevó a cabo sino hasta 1950, dieciséis años después de la de Don Bosco.
Fuente bibliográfica:
"Vidas de los Santos de Butler", vol. I, excepto algunas adaptaciones hechas por las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, y partes en letra itálica, procedentes de: "Vidas de Santos (2)", del Padre Eliécer Sálesman, (Santafé de Bogotá: Editorial Centro Don Bosco, 1994).
martes, 8 de marzo de 2011
Del oficio de lectura, 9 de Marzo, Santa Francisca Romana, religiosa
La paciencia y caridad de santa Francisca
De la vida la santa, escrita por Maria Magdalena Anguillaria, superiora de las Oblatas de Tor de`Specchi, (Caps. 6-7: Acta Sanctorum Martii 2, *188-*189)
Dios probó la paciencia de Francisca no sólo en su fortuna, sino también en su mismo cuerpo, haciéndola experimentar largas y graves enfermedades, como se ha dicho antes y se dirá luego. Sin embargo, no se pudo observar en ella ningún acto de impaciencia, ni mostró el menor signo de desagrado por la torpeza con que a veces la atendían.
Francisca manifestó su entereza en la muerte prematura de sus hijos, a los que amaba tiernamente; siempre aceptó con serenidad la voluntad de Dios, dando gracias por todo lo que le acontecía. Con la misma paciencia soportaba a los que la criticaban, calumniaban y hablaban mal de su forma de vivir. Nunca se advirtió en ella ni el más leve indicio de aversión respecto de aquellas personas que hablaban mal de ella y de sus asuntos; al contrario, devolviendo bien por mal, rogaba a Dios continuamente por dichas personas.
Y ya que Dios no la había elegido para que se preocupara exclusivamente de su santificación, sino para que emplease los dones que él le había concedido para la salud espiritual y corporal del prójimo, la había dotado de tal bondad que, a quien le acontecía ponerse en contacto con ella, se sentía inmediatamente cautivado por su amor y su estima, y se hacía dócil a todas sus indicaciones. Es que, por el poder de Dios, sus palabras poseían tal eficacia que con una breve exhortación consolaba a los afligidos y desconsolados, tranquilizaba a los desasosegados, calmaba a los iracundos, reconciliaba a los enemigos, extinguía odios y rencores inveterados, en una palabra, moderaba las pasiones de los hombres y las orientaba hacia su recto fin.
Por esto todo el mundo recurría a Francisca como a un asilo seguro, y todos encontraban consuelo, aunque reprendía severamente a los pecadores y censuraba sin timidez a los que habían ofendido o eran ingratos a Dios.
Francisca, entre las diversas enfermedades mortales y pestes que abundaban en Roma, despreciando todo peligro de contagio, ejercitaba su misericordia con todos los desgraciados y todos los que necesitaban ayuda de los demás. Fácilmente los encontraba; en primer lugar les incitaba a la expiación uniendo sus padecimientos a los de Cristo, después les atendía con todo cuidado, exhortándoles amorosamente a que aceptasen gustosos todas las incomodidades como venidas de la mano de Dios, y a que las soportasen por el amor de aquel que había sufrido tanto por ellos.
Francisca no se contentaba con atender a los enfermos que podía recoger en su casa, sino que los buscaba en sus chozas y hospitales públicos. Allí calmaba su sed, arreglaba sus camas y curaba sus úlceras con tanto mayor cuidado cuanto más fétidas o repugnantes eran.
Acostumbraba también a ir al hospital de Camposanto y allí distribuía entre los más necesitados alimentos y delicados manjares. Cuando volvía a casa, llevaba consigo los harapos y los paños sucios y los lavaba cuidadosamente y planchaba con esmero, colocándolos entre aromas, como si fueran a servir para su mismo Señor.
Durante treinta años desempeñó Francisca este servicio a los enfermos, es decir, mientras vivió en casa de su marido, y también durante este tiempo realizaba frecuentes visitas a los hospitales de Santa María, de Santa Cecilia en el Trastévere, del Espíritu Santo y de Camposanto. Y, como durante este tiempo en el que abundaban las enfermedades contagiosas, era muy difícil encontrar no sólo médicos que curasen los cuerpos, sino también sacerdotes que se preocupasen de lo necesario para el alma, ella misma los buscaba y los llevaba a los enfermos que ya estaban preparados para recibir la penitencia y la eucaristía. Para poder actuar con más libertad, ella misma retribuía de su propio peculio a aquellos sacerdotes que atendían en los hospitales a los enfermos que ella les indicaba.
Oración
Oh Dios, que nos diste en santa Francisca Romana modelo singular de vida matrimonial y monástica, concédenos vivir en tu servicio con tal perseverancia, que podamos descubrirte y seguirte en todas las circunstancias de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
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