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martes, 6 de enero de 2009

DIOS ES MI PADRE






TRES ÁRBOLES SUEÑAN [1]





[Tetschen Altarpiece (detalle) de Caspar David Friedrich]Érase una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos.


El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas hermoso del mundo".


El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en sus camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas importante del mundo".


El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo: "Yo no quiero jamas dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo".


Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.


Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco mas importante para los reyes mas poderosos de la tierra".


El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.


El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en una mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solo usado para poner el pasto.


El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a un lago. No habían por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de el una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia..


Pasó el tiempo y una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apacible dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo la madre y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro mas grande del mundo.


Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡que gran pena, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden: "calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol supo que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.


El tercer árbol fue convertido en sendos leños y por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos le parecía su sueño de juventud!


De repente un viernes en la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. el tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.


Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o existirá jamás pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de el para salvar al mundo!


La cruz era trono de gloria para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el mas alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.

EL HIJO, EL HIJO,
¿QUIÉN SE LLEVA AL HIJO?






[Galería del archiduque Leopoldo Guillermo (detalle) de David Teniers el Joven]Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían de todo en su colección, desde Picasso hasta Rafael. Muy a menudo, padre e hijo se sentaban juntos a admirar las grandes obras de arte.


Cuando el conflicto de Vietnam surgió, el hijo fue a la guerra. Fue muy valiente y murió en la batalla mientras rescataba a otro soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su único hijo. Un mes más tarde, justo antes de la Navidad, alguien tocó a la puerta. Un joven con un gran paquete en sus manos le dijo al padre: “Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida. El salvó muchas vidas ese día, y me estaba llevando a un lugar seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo así instantáneamente. El hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte.”


El muchacho extendió el paquete: “Yo se que esto no es mucho. Yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto.”


El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo pintado por el joven soldado. El contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había capturado la personalidad de su hijo en la pintura. El padre estaba tan atraído por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos
propios se inundaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro.


“ Oh no señor, yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mí. Es un regalo.”


El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea. Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería.


El hombre murió unos meses más tarde y se anunció una subasta para todas las pinturas que poseía. Mucha gente importante y de influencia acudió con grandes expectativas de hacerse con un famoso cuadro de la colección.


Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo. El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta. “Empezaremos los remates con este retrato de el hijo. ¿Quién ofrece por este retrato?” Hubo un gran silencio. Entonces una voz del fondo de la habitación gritó: “¡Queremos ver las pinturas famosas! ¡Olvídese de ésta!” Sin embargo el subastador persistió: ¡Alguien ofrece algo por esta pintura? ¿$100.00 dólares? ¿$200.00 dólares?”


Otra voz gritó con enojo: “¡No venimos por ésta pintura! Venimos a ver los Van Goghs, los Rembrants. ¡Vamos a las ofertas de verdad!”


Pero aun así el subastador continuaba su labor: “¡El Hijo! ¡El Hijo! ¡¿Quién se lleva El Hijo?!


Finalmente, una voz se oyó desde muy atrás del cuarto: “¡Yo doy diez dólares por la pintura!” Era el viejo jardinero del padre y del hijo, siendo éste muy pobre, era lo único que podía ofrecer.


“¡Tenemos $10 dólares!, ¡¿Quién da $20?!” gritó el subastador.


“¡Dásela por $10! ¡Muéstranos de una vez las obras maestras!” dijo otro exasperado."


“¡$10 dólares es la oferta! ¡¿Dará alguien $20?! ¿Alguien da $20?”


La multitud se estaba poniendo bien enojada. No querían la pintura de El Hijo. Querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones. El subastador golpeó por fin el mazo: “Va una, van dos, ¡VENDIDA por $10 dólares!”


Un hombre que estaba sentado en segunda fila gritó feliz: “¡Ahora empecemos con la colección!”


El subastador soltó su mazo y dijo: “Lo siento mucho damas y caballeros, pero la subasta llegó a su final.”


“Pero, ¿qué de las pinturas?”


“Lo siento. Cuando me llamaron para conducir esta subasta, se me dijo de un secreto estipulado en el testamento del dueño. Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta este preciso momento. Solamente la pintura de EL HIJO sería subastada. Aquel que la comprara heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. ¡El hombre que compró EL HIJO se queda con todo!



Reflexión:


Dios nos ha entregado a su Hijo quien murió en una cruz hace 2,000 años. Así como el subastador, su mensaje hoy es: "¡EL HIJO, EL HIJO, ¿QUIÉN SE LLEVA EL HIJO?" Quien ama al Hijo lo tiene todo.


Mateo 6:33 "Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.


DIOS ES MI PADRE










 

[Cristo bendiciendo a los niños de Vogel]
Cristo bendiciendo a los niños de Vogel

 


¿Que madre estará tan pronta y dispuesta si sus hijos pequeños la llaman? Nadie, ciertamente, ni madre ni padre; sino sólo Dios.


San Jerónimo
Hom. Evang. S. Mateo, 55


La soledad tiene sus asaltos, el mundo tiene sus peligros; en todas partes es necesario tener buen ánimo, porque en todas partes el Cielo está dispuesto a socorrer a quienes tienen confianza en Dios, a quienes con humildad y mansedumbre imploran su paternal asistencia.


San Francisco de Sales
Carta a su hermana, Epistolario, 761


Nuestro Dios no nos pierde de vista, como una madre que está vigilando al hijito que da los primeros pasos. «Abraham, dice el Señor, anda en mi presencia y la hallarás en todas partes». «¡Dios mio!, exclama Moisés, servios mostrarme vuestra faz: con ello tendré cuanto puedo desear» (Ex 23, 13). Cuán consolado queda un cristiano, al pensar que Dios le ve, que es testigo de sus penalidades y de sus combates, que tiene a Dios de su parte.


Santo Cura de Ars
Sermón sobre el Corpus Christ


Dios es mi Padre,
qué feliz soy!
Soy hijo suyo, hijo de Dios.


Si Dios cuida de mi,
¿qué me puede faltar?
ni un solo instante, no,
me deja de mirar;
mi vida suya es,
cual diestro tejedor,
la va tejiendo El
con infinito amor.


Hilo por hilo
tejiendo va,
si tú le dejas
¡que bien lo hará!


Después del huracán
un pájaro cayó,
no creas que eso fue
sin permitirlo Yo;
el pajarillo aquel
se vende por un as,
no tienes que temer,
tú vales mucho más


No ves con qué primor
El sabe engalanar
al lirio que tal vez
mañana han de cortar;
pues si
a una humilde flor
cuida tu Dios así,
¡con qué infinito amor
no cuidará de ti!


En el cielo se ven
mil estrellas brillar;
Dios las conoce bien,
Dios las puede contar.


Si El mismo fue
a buscar la oveja
que perdió,
jamás me ha de olvidar
aunque le olvide yo.


Dios es mi Padre,
mi Padre es Dios.
Dios es mi Padre,
¡qué feliz soy!



PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS
Carlos de Foucauld

Padre, Me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que fuere, Por ello te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.

Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí Y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te encomiendo mi alma, Te la entrego Con todo el amor de que soy capaz, Porque te amo y necesito darme, Ponerme en tus manos sin medida, Con infinita confianza, Porque tu eres mi Padre.


                                          DIOS MÍO, ESTOY CONTENTO

Dios mío, estoy contento porque Tú me amas, no obstante mi indignidad.


Dios mío, estoy contento porque te amo, no obstante mi miseria.


Dios mío, estoy contento porque puedo alguna vez, no obstante mi nada, hacer que te amen.


Dios mío, estoy contento porque puedo sufrir algo por tu amor.


Dios mío, estoy contento porque Tú estás presente en la Eucaristía.


Dios mío, estoy contento porque eres mi Huésped divino.


Dios mío, estoy contento porque tu presencia bendita en mi morada ilumina mi vida.


Dios mío, estoy contento porque eres mi fuerza en los desfallecimientos de mi alma.


Dios mío, estoy contento porque eres mi consuelo en las angustias de mi corazón.


Dios mío, estoy contento porque Tú eres mi luz en las oscuridades de mi camino.


Dios mío, estoy contento porque Tú eres mi riqueza en mi pobreza.


Dios mío, estoy contento porque si me has quitado mucho, me has dejado todavía mucho mas.


Dios mío, estoy contento porque Tú eres mi Padre, mi Esposo, mi Hermano, mi Amigo, mi Salvador, el Huésped divino de mi corazón, por medio de la gracia, la Vida de mi vida, porque Tú eres mi todo.


Dios mío, estoy contento porque Tú eres la Belleza, la Bondad, la Verdad resplandeciente de la que mi alma está sedienta.


Dios mío, estoy contento porque Tú eres la eterna felicidad de aquellos que he perdido.


Dios mío, estoy contento porque creo que los he de ver y gozar en los esplendores de la vida eterna.


¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias de haberme hecho encontrar tantos corazones nobles y buenos.


¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias del perfume de las flores, de la hermosura de las almas, del reflejo aquí debajo de todas las inmortales bellezas.


¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias de haberme permitido gozar de todas las maravillas de tu creación.


¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias de todos los bienes que poseo todavía y de todos aquellos que espero de tu misericordia infinita en este mundo y en el otro para mí y para todos aquellos que me son queridos. Amén.









EL  JUGLAR DE  NUESTRA SEÑORApor Michel Zink [1]   [Cartel de la opera de Jules Massenet "El Juglar de Nuestra Señora" de 1902]Érase una vez un juglar. Siempre en camino, de ciudad en ciudad, de castillo en castillo. A veces lo acogían. Exhibía sus habilidades, y ganaba unas monedas. Con más frecuencia, lo rechazaban. Continuaba su camino bajo la lluvia o el sol. El camino interminable. Un camino que nunca le llevaría a su casa, porque no tenía casa. Recordaba haber oído un día un sermón elocuente. El predicador hablaba del camino de la vida y decía que el caminante, que es el hombre, no ha de tomar el camino por patria ni la posada por casa. A él que siempre estaba en camino, pobre juglar, esa tentación le afectaba más bien poco. Sabía de sobra que él no tenía ni patria ni casa. Sin embargo, sabía también que no por eso habría encontrado gracia a los ojos de aquel predicador. Los juglares eran tenidos por criaturas del diablo, que incitaban al libertinaje y al vicio, que se burlaban de todo y de todos, que hacían reír malévolamente del prójimo, que adulaban a aquellos a cuyas expensas vivían hablando mal del prójimo y sembrando la cizaña. Ni en vida ni en muerte, tenían sitio en la comunidad de los cristianos. Estaban excomulgados y sus cuerpos no podían descansar en tierra sagrada. Sólo podían salvarse, se decía, los que narraban la vida, de los príncipes y de los santos, porque así eran útiles y hacían méritos edificando e instruyendo a quienes los oían. Pero el juglar del que os estoy hablando no tenía ese notable talento. No tenía ni suficiente cabeza ni suficiente instrucción para recordar las canciones de gesta. Era un acróbata. Andaba con las manos, andaba, sobre una maroma, daba volteretas y saltos peligrosos.


Pero desde que la oyera, la frase del predicador no dejaba de rondarle. Acompasaba sus pasos por el camino, como si el ruido regular de sus tacones y de su bastón la repitiera sin descanso. Daba vueltas en su cabeza por la noche cuando trataba de dormir, ya fuera en una zanja o en el rincón de un granero. Reflexionaba sobre ella. Pero era difícil. No estaba muy acostumbrado a reflexionar. No tomar el camino por patria, la posada por casa. El camino, era la vida. Pero él consideraba que su propia vida, era el camino. La posada, era la instalación en este mundo, instalación provisional, pero que tranquiliza mucho creerla definitiva, por ejemplo la familia o la casa de los que tienen una familia y una casa. El no tenía ni lo uno ni lo otro. ¿Por qué el largo camino que seguía no podía llevarle directamente a su verdadera patria y a su verdadera casa, la casa del Padre? Ahí estaba su verdadera, su única familia, Cristo que acoge a los pequeños y a los pobres, la Virgen, madre de todos los hombres y que intercede por ellos. Lo sabía, lo creía. El amaba a esa familia con toda el alma. Pero ¿no le habían dicho que el camino del juglar no lleva a esa casa?


El camino del juglar era el de las peregrinaciones. Iba de monasterio en monasterio, donde los hospederos acogían a los peregrinos, con frecuencia dispuestos a encontrar en los juglares un entretenimiento para su santo viaje. Esos monasterios que eran como posadas en el camino, pero que también eran, al final del camino, como el umbral de la casa. ¡Quién pudiera pararse en uno de esos monasterios y prepararse para la última etapa, el último paso para entrar en la casa!


Y el juglar entró en un monasterio. Una abadía de monjes blancos lo acogió como hermano lego. Lo acogió, de mala gana. ¡Un juglar! ¿Era sincera su conversión?, ¿no buscaría un refugio para cuando fuese viejo? Pero lo acogió. Le encargaron los trabajos más humildes: restregar sartenes y fregar platos en la cocina, arrancar las hierbas del jardín, barrer el refectorio. Se entregó a ello con celo y con alegría.


Un día, estaba solo en la iglesia y en el relente de la mañana limpiaba las baldosas con mucha agua. Arrastrando cubo y bayeta, llegó ante la imagen de Nuestra Señora y se detuvo para una breve oración. Quería ofrecer a la Virgen... ¿ofrecer qué?, ¿qué tenía él que ofrecer? ¡Los monjes de la abadía eran tan sabios, tan instruidos en la palabra de Dios! La estudiaban, la meditaban, la explicaban, la daban a conocer. Todos esos hermosos trabajos, todos esos santos esfuerzos, podían ofrecerlos a Dios y a su madre. ¿Pero él, que no era nada, que no sabía nada? El que conservaba de sus orígenes la marca infamante del juglar. Su mirada se posó en el niño que la Virgen, un poco arqueada, tenía en la cadera y al que sonreía. A los niños, lo recordaba bien, les encantaba verle dar sus volteretas. Quizá el niño divino disfrutaría también. Quizá su madre se sentiría feliz de que se las mostrara. Sus acrobacias era todo lo que sabía hacer, cuando menos esto sabía hacerlo. Mejor ofrecerle esto, puesto que no tenía otra cosa que ofrecer.


Apartó el cubo, se arremangó el hábito y volvió a encontrar los gestos de antes. Los reencontró, hay que confesarlo, con placer. Atento, concentrado, los encadenaba, los repetía, volvía a hacerlos cuando, por falta de ejercicio, no le salían a la primera. Pasaba el tiempo sin que se diera cuenta.


Entró un monje sin hacer ruido. Oculto tras una columna, vio cómo el antiguo juglar daba sus volteretas en medio de la iglesia, a dos pasos del altar. Se indignó ante tamaño sacrilegio. Corrió en busca del abad para que lo viera. Disimulados en un rincón oscuro, asistieron al espectáculo. El monje, escandalizado, tiraba de la manga del abad y en voz baja le decía que pusiera fin a aquel espectáculo.


El abad, sin embargo, no se precipitaba. No es que no considerara culpable al juglar. Pero recordaba lo que había escrito su padre, san Bernardo, cuando comparaba a los monjes con los juglares: «¿Quién me concederá ser humillado ante los hombres? Hermoso ejercicio dar a los hombres un espectáculo ridículo, pero un espectáculo magnífico para los ángeles. Porque en realidad, ¿qué impresión damos a los que pertenecen al mundo sino la de comediantes, cuando nos ven huir de lo que ellos buscan en este mundo y buscar aquello de lo que huyen, como los juglares y los acróbatas que, con la cabeza boca abajo y pies en el aire, hacen lo contrario de lo que es habitual entre los hombres, caminan con las manos y atraen así hacia ellos la atención de todos? Hacemos ese número para que se rían de nosotros, para que se burlen de nosotros y avergonzados esperamos que venga el que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, el cual será nuestro gozo, nos glorificará, nos exaltará por toda la eternidad».


Se serenó. Ciertamente, san Bernardo no quería que sus monjes fuesen juglares de verdad, cuando añadía: «No es un juego pueril, no es un número de teatro, que representa actos innobles, sino un número agradable, decente, serio, notable, cuya visión puede alegrar a los espectadores celestes». Un número pueril, una representación teatral, un número indecente: como esa exhibición de ese indigno hermano. Estaba decidido ya a poner fin a todo aquello y castigarle.


En ese mismo instante, el hermano lego, agotado, se detuvo. Se sentó sobre las baldosas, con los ojos cerrados. Temblaba de fatiga y su rostro brillaba de sudor. Entonces la Virgen de piedra se inclinó, deslizó de su cabeza su velo tan leve y suave como la ropa más fina y, con gesto maternal, secó el rostro del juglar.










[El maestro de Heinrich Hoffmann]


TE ESCRIBE JESÚS    Querido(a):


No, no te asustes por que te escriba esta carta. No me tengas miedo. No ha llegado tu hora. Pero me preocupa que pasa tu vida y aún no me conoces. Quiero que entres en mi amor antes de que sea ya tarde. ¿Por que no me dejas llegar a tu corazón?


Cuando te levantabas esta mañana, te miraba con ternura y esperaba que me hablaras aunque fuera unas palabras, pero estabas muy ocupado arreglándote para el trabajo y pensando en tus asuntos. Seguí esperando mientras corrías camino al trabajo.


¿No te fijaste qué esplendoroso fue el amanecer que hice para ti? ¿Es que andabas mal humorado por las demoras del tráfico?. Por eso quise alegrarte con el trinar de miles de pájaros, esperando que así vieras más allá, la grandeza de mi amor. Pero era inútil. Estabas absorto en las noticias de la radio. No te diste cuenta de nada.


Esperé pacientemente todo el día. Cuantos momentos quise tocar tu corazón. Te envié personas con sonrisas en sus labios. ¿Recuerdas aquel niño tan simpático y travieso que tropezó contigo en la calle?. Lo puse en tu camino para hacerte pensar que eres tu también un niño en manos de tu Padre Celestial. Pero, con todos tus planes y preocupaciones, aquello te pareció una molestia.


De regreso a casa vi tu cansancio y quise refrescarte un poco con una suave brisa. Mas tarde apagué el resplandor del cielo creando un maravilloso espectáculo de colores celestes. Aquella puesta de sol era para ti. Pensé que te recordaría cuanto te quiero...


Deseaba tanto que me hablaras... aún quedaba tiempo. Pero encendiste el televisor... así que espere pacientemente mientras pasabas de programa en programa tratando de relajarte y pasar el tiempo.


Al cenar pensé que recordarías que todo procede de mi amor por ti, pero nuevamente te olvidaste de hablar conmigo.


En la noche no te dejé a oscuras, sino que hice salir una hermosa luna y millares de estrellas, pero no levantaste la cabeza.


A la hora de dormir acompañé tu sueño con las suaves melodías de mis animales nocturnos, pero no te diste cuenta de que siempre estoy a tu lado.


TE AMO tanto que espero todos los días por una oración tuya. ¿Cuándo será que te des cuenta? Será algún paisaje hermoso, una mano amiga, o quizás una enfermedad o alguna desgracia que te haga pensar en mi amor que nunca falla...


Bueno, te estas levantando de nuevo, y otra vez esperaré a que me dediques un poco de tiempo para que conozcas mi corazón lleno de amor por ti. Si supieras cuánto te amo y cuánto deseo tu amor....


Tu amigo, Jesús.


Cristo en la cruz (detalle) de Diego Velázquez]

EL CRISTO DE VELÁZQUEZ

Me gusta el Cristo de Velázquez.
La melena sobre la cara...
y un resquicio en la melena
por donde entra la imaginación.
Algo se ve.
¿Cómo era aquel rostro?
Mira bien,
compónlo tú.
¿A quién se parece?
¿A quién te recuerda?
La Luz entra
por los cabellos manchados de sangre
y te ofrecen un espejo.
¡Mira bien!... ¿No ves cómo llora?
¿No eres tú?... ¿No eres tú mismo?
¡Es el hombre!
El hombre hecho Dios.
¡Qué consuelo!
No me entendéis...
¿Por qué estoy alegre?
No sé...,
tal vez porque me gusta más así:
el hombre hecho Dios,
que el Dios hecho hombre.


  LEÓN FELIPE  (1884-1968)


  ¡SOÑAR, SEÑOR, SOÑAR!


Hazme soñar... ¡Soñar, Señor, soñar!...
¡Hace tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del mundo-
en un caballo desbocado por el viento,
soñé que cabalgaba, desbocado, en el viento...
que era yo mismo el viento...
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento,
el viento bajo la Luz, el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la luz,
el viento fundido por la luz,
el viento.., hecho Luz...
Señor, hazme soñar que soy la Luz...
que soy Tú mismo, parte de mí mismo...
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de tu costado.


UNA CRUZ SENCILLA


Hazme una cruz sencilla,
carpintero...
sin añadidos
ni ornamentos...
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos...
sencilla, sencilla...
hazme una cruz sencilla, carpintero.


[Cristo de San Juan de la Cruz (detalle) de Salvador Dalí]






SANTA TERESA DE ÁVILA [1]
(1515-1582) 


[Retrato de Santa Teresa de Jesús]
Retrato de S. Teresa de Jesús.
Autor anónimo. S. XVI

 NADA DE TURBE


Nada turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.


Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.


A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.


¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.


Aspira a lo celeste,
que siempre dura;


fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.


Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.


Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.


Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.


Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.


Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.


                                               


                                                     VUESTRA SOY                                                        


  Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?


Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad,
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?


Vuestra soy, pues me criastes,
Vuestra, pues me redimistes,
Vuestra, pues que me sufristes,
Vuestra, pues que me llamastes,
Vuestra, porque me esperastes,
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?


¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?


Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma,
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención
Pues por vuestra me ofrecí.
¿Qué mandáis hacer de mí?


Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz crecida,
Flaqueza o fuerza cumplida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué queréis hacer de mí?


Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno, o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?


Si queréis, dadme oración,
Sí no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?


Dadme, pues, sabiduría,
O por amor, ignorancia,
Dadme años de abundancia,
O de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día
Revolvedme aquí o allí
¿Qué mandáis


hacer de mí?


Si queréis que esté holgando,
Quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
 


Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea' viña frutuosa
O estéril, si cumple así.
¿Qué mandáis hacer de mí?


Sea Josef puesto en cadenas,
O de Egito Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado,
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí,
¿Qué mandáis hacer de mí?


Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando;
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí viví,
¿Qué mandáis hacer de mí?


Vuestra soy, para Vos nací
¿Qué mandáis hacer de mí?

SAN JUAN DE LA CRUZ   (1542-1591)   


 VIVO SIN VIVIR EN MI


Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.


En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo,
pues sin él, y sin mí quedo,
¿este vivir qué será?
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo, porque no muero.


Esta vida, que yo vivo
es privación de vivir,
y así es continuo morir,
hasta que viva contigo:
oye mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero,
que muero, porque no muero.


Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer,
la mayor que nunca vi?
lástima tengo de mí,
pues de fuerte persevero,
que muero, porque no muero.


El pez que del agua sale,
Aún de alivio no carece,
que la muerte que padece,
al fin la muerte le vale;
¿qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más muero?


Cuando me empiezo aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento,
el no te poder gozar:
todo es para más penar,
y mi mal es tan entero,
que muero, porque no muero.


Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte,
se me dobla mi dolor,
viviendo en tanto pavor,
y esperando, como espero,
me muero, porque no muero.


Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte,
mira que muero por verte,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.


Lloraré mi muerte ya,
y lamentaré mi vida,
en tanto, que detenida
por mis pecados está:
¡oh mi Dios, cuándo será,
cuando yo diga de vero
vivo ya, porque no muero!


¡OH LLAMA DE AMOR VIVA!


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.


¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
 


¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba escuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!


¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
¡cuán delicadamente me enamoras!


                                        SALVE DEL MAR ESTRELLA [1]                               


Salve, del mar Estrella,
de Dios Madre venerable
y siempre Virgen,
feliz puerta del Cielo.


Recibiste aquél Ave
de boca de Gabriel:
afiánzanos en paz
cambiando el nombre de Eva.


Suelta las cadenas de los reos,
da luz a los ciegos,
líbranos de nuestros males,
alcánzanos todos los bienes.


Muestra que eres nuestra Madre,
que reciba de Ti nuestras preces


el que por nosotros nació
y quiso ser Hijo tuyo.


Virgen singular,
Entre todas humilde.
Haz que limpios de culpa,
seamos humildes y castos.


Danos una vida pura,
prepáranos un camino seguro
para que, viendo a Jesús,
siempre nos alegremos.


Alabanza a Dios Padre,
la suma honra a Cristo
y al Espíritu Santo:
a los Tres un mismo honor. Amén.


CUANTAS VECES SEÑOR
ME HABEIS LLAMADO
LOPE DE VEGA (1562-1635







¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!


Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado


Besos de paz Os di para ofenderos,
pero si, fugitivos de su dueño,
hierran, cuando los hallan, los esclavos,


hoy me vuelvo con lágrimas a veros:
clavadme vos a vos en vuestro leño
y tendreisme seguro con tres clavos.


LLAMARON A MI CORAZÓN


A mi corazón llamaron:
corrí a abrir con vida y alma.
Veo en la puerta a mi Amor
con una cruz que me espanta.
-Pasad, si os place, Señor,
pasad, que ésta es vuestra casa;
si sólo una choza es,
haced de ella vuestro alcázar.
Y, haciendo mi noche día,
Jesús entró en mi morada;
pero al entrar en mi pecho
dejó la cruz en mi espalda


                                          BLANCA COMO UN CIRIO                                          


Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos cual rayo de luz
al niño Jesús.
Cuando Simeón
ve a Cristo en Sión
le toma y le mira,
y canta y suspira.
María: ¡qué espada de pena y dolor
herirá tu amor!
La Virgen María,
después de aquel día, miraba a Jesús,
 entre dos ladrones, clavado en la cruz.


[El maestro esta aquí y llama a tu puerta]


                            ¿QUE TENGO YO QUEMI AMISTAD PROCURAS?                              


  ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?


¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!


¡Cuántas veces el Ángel me decia:
"Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!


¡Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!
 


LOPE DE VEGA (1562-1635)




AMADO NERVO(1870-1919)



  TU

Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa
hondura del vacío y en la hondura interior.
Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa;
Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor.


Tú en el cénit a un tiempo y en el nadir;
Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer;
Tú en la capilla fúnebre, Tú en la noche de bodas;
¡Tú en el beso primero, Tú en el beso postrero!

 


Tú en los ojos azules y en los ojos oscuros;
Tú en la frivolidad quinceañera y también
en las grandes ternezas de los años maduros;
Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén.

 


Si la ciencia engreida no te ve, yo te veo;
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: "Yo creo"
¡y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!


SI TU ME DICES VEN...

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!


 

  PUES BUSCO, DEBO ENCONTRAR

Pues busco, debo encontrar.
Pues llamo, débenme abrir.
Pues pido, me deben dar.
Pues amo, débenme amar.
Aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá;
pues tiene alas mi alma , y va
volando detrás de Él.
Es poderoso, más no
podrá mi amor esquivar.
Invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes.
y consuélate en tu mal
pensando como Pascal:
"¿Le buscas? ¡Es que le tienes!
 

 

 OH CRISTO

Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh Cristo!

En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh Cristo!

¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh Cristo!

[Jesús lava los pies a Pedro de Ford Madox Brown]

Jesús lava los pies a Pedro en la última cena.
Ford Madox Brown. 1865.
Tate Gallery, Londres, Inglaterra.
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Epifanía del Señor 6 de Enero 2009

El origen oriental de esta solemnidad se encuentra en el mismo nombre: "Epifanía", es decir, revelación, manifestación; los latinos usaban la denominación "festivitas declarationis" o "apparitio", con el significado principal de revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano con la adoración de los magos, a los judíos con el bautismo en el Jordán, y a los discípulos con el milagro en las bodas de Caná.
Sin tratar de hacer una reconstrucción histórica, podemos considerar el episodio de los magos como lo hicieron los Padres de la Iglesia: símbolo y manifestación de la llamada a la salvación de los pueblos paganos. Los magos fueron la explícita declaración de que el Evangelio había que predicarlo a todos los pueblos.
Para la Iglesia oriental tiene grande importancia el bautismo de Cristo, la "fiesta de las luces", como dice San Gregorio Nacianceno, incluso como contraposición a una fiesta pagana del "sol invictus". En realidad, tanto en Oriente como en Occidente la Epifanía tiene el carácter de una solemnidad ideológica: se celebra la manifestación de Dios a los hombres por medio de su Hijo, esto es, la primera fase de la Redención. Cristo se manifiesta a los paganos, a los judíos, a los apóstoles: tres momentos sucesivos de la relación entre Dios y el hombre.
Dios habla a los paganos por medio del mundo visible: el resplandor del sol, la armonía de los astros, la luz de las estrellas en el firmamento (los magos descubrieron en el cielo la señal divina) es portador de una cierta presencia de Dios.
Partiendo de la naturaleza, los paganos pueden "hacer las obras de la ley", porque, como decía San Pablo a los habitantes de Listra, el "Dios vivo, que ha hecho el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos... en las pasadas generaciones ha permitido que todas las naciones siguiesen sus caminos. Sin embargo, no ha cesado jamás de dar testimonio sobre sí mismo, haciendo el bien, mandándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, y llenando vuestros corazones de alimento y de felicidad" (Hch 14, 15-17)
Ahora "en estos días (Dios) nos ha hablado por el Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las cosas, por quien hizo también el universo" (Hb 1, 2). Los muchos mediadores de la manifestación de la divinidad encuentran su término en la persona de Jesús de Nazaret, en el que resplandece la gloria de Dios. Por eso nosotros podemos hoy expresar la humilde, temerosa, pero plena y alegre profesión de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestro amor.

Oremos

Ilumina, Señor, a tus hijos, y haz arder nuestros corazones con el esplendor de tu gloria, para que conozcamos cada vez mas a nuestro Salvador y podamos amarlo e imitarlo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Nota:
El intercambio de "regalos de Reyes"; esta costumbre tiene sus
raíces en el episodio evangélico de los dones ofrecidos por los Magos
al Niño Jesús (cf. Mt 2,11) y, en un sentido más radical, en el don
que Dios Padre ha concedido a la humanidad con el nacimiento entre
nosotros del Emmanuel (cf. Is 7,14; 9,6; Mt 1,23). Es deseable que el
intercambio de regalos con ocasión de la Epifanía mantenga un carácter
religioso, muestre que su motivación última se encuentra en la
narración evangélica; esto ayudará a convertir el regalo en una expresión
de piedad cristiana y a sacarlo de los condicionamientos de
lujo, ostentación y despilfarro, que son ajenos a sus orígenes.
(Directorio, n. 118)


Libro de Isaías 60,1-6.
¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.
Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.
Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos.
Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti.
Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.
Salmo 72(71),1-2.7-8.10-11.12-13.
De Salomón. Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud.
Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos;
que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones.
Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes.
Carta de San Pablo a los Efesios 3,2-3.5-6.
Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.

Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras.
que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Evangelio según San Mateo 2,1-12.
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. 

Santa Teresa Benedicta (Edith Stein) l891-l942, carmelita descalza, doctora de la Iglesia y co-patrona de Europa
Vida escondida y Epifanía; trad. Monte Carmelo 1998, Burgos
«Cristo es nuestra paz...de los dos pueblos (Israel y gentiles) hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad.) (Ef 2,14)

En los hombres reunidos en torno al pesebre tenemos una imagen de la Iglesia y de su desarrollo. Los representantes de la antigua dinastía real, a la cual le había sido prometido el Salvador del mundo, y los representantes del pueblo creyente constituyen el lazo de unión entre la Antigua y la Nueva Alianza. Los Reyes del lejanos Oriente representan a los gentiles, a los que desde Judea les llegó la salvación. Así tenemos aquí «la Iglesia de los judíos y de los gentiles.» Los magos son ante el pesebre los representantes de todos los que buscan. La gracia los había conducido, si bien no pertenecían aún a la Iglesia visible.
En ellos vivía un deseo puro de alcanzar la verdad que no se deja contener en las fronteras de las doctrinas y tradiciones particulares. Puesto que Dios es la verdad y quiere dejarse encontrar por todos aquellos que le buscan de todo corazón, tarde o temprano tenía que iluminar la estrella a esos sabios para indicarles el camino de la verdad. Y así se presentan ante la verdad encarnada, se postran ante ella en profunda adoración y depositan sus coronas a sus pies, pues todos los tesoros del mundo no son más que polvo en comparación con ella.


domingo, 4 de enero de 2009

El nacimiento del Salvador: la muerte de la muerte

Libro de Eclesiástico 24,1-4.8-12.
La sabiduría hace el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo,
abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de su Poder:
"Yo salí de la boca del Altísimo y cubrí la tierra como una neblina.
Levanté mi carpa en las alturas, y mi trono estaba en una columna de nube.
Entonces, el Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar mi carpa, él me dijo: "Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel".
El me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los siglos no dejaré de existir.
Ante él, ejercí el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión;
él me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi autoridad.
Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia.
Salmo 147,12-13.14-15.19-20.
¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti;
él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente;
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!
Carta de San Pablo a los Efesios 1,3-6.15-18.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos,
doy gracias sin cesar por ustedes recordándolos siempre en mis oraciones
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.
Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos,
Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

San Basilio (330-379) monje, obispo de Cesarea de Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía para el día de la Natividad de Cristo 2,6; PG 31, 1459-1462)
                                             El nacimiento del Salvador: la muerte de la muerte


      ¡Dios en la tierra, Dios entre los hombres! Ya no es el Dios que da su ley en medio de relámpagos y truenos, al son de trompetas sobre la montaña humeante, en medio de espesos nubarrones (cf Ex 19,18), sino aquel que conversa con los humanos con dulzura y bondad, revestido de un cuerpo humano. ¡Dios en nuestra carne!...
¿Cómo llegó la luz a todo el mundo? ¿De qué manera la divinidad habita la carne? Como el fuego en el hierro...comunicándosele. Sin dejar lo que es, el fuego comunica al hierro su propio ardor. No por esto queda disminuido el fuego sino que llena por completo el hierro al que se comunica. Del mismo modo, Dios, el Verbo que “plantó su tienda entre nosotros” (cf Jn 1,14) no ha abandonado su ser. El Verbo que se hace carne no ha sufrido ningún cambio. El cielo no está privado de aquel que lo contiene en si...
Entra del todo en el misterio: Dios ha venido en carne para dar muerte a la muerte que se escondía en la carne. Del mismo modo que los medicamentos nos curan cuando son asimilados por el cuerpo, del mismo modo que la oscuridad de una casa se desvanece al encender una luz, así la muerte que nos tenía en su poder ha sido anihilada por la venida de nuestro Dios. Del mismo modo que el hielo formado durante la noche se derrite con el calor del sol, así la muerte ha gobernado hasta la venida de Cristo. Pero, cuando el Sol de justicia se levanta (Ml 3,20) la muerte ha sido engullida en la victoria (1Cor 15,4). No podía soportar la presencia de la vida verdadera...
Demos gloria con los pastores, cantemos y dancemos en coro con los ángeles, “porque nos ha nacido un Salvador que es Cristo el Señor.” (Lc 2,11)... Celebremos la salvación del mundo, el día del nacimiento de la humanidad.


sábado, 3 de enero de 2009

Tiempo de Navidad – Epifanía

Santísimo Nombre de Jesús

Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor.
Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús;
Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:
> Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).
>  Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
>  Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.
>   En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.
Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).
Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano.
Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad.
Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.
El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre.
Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres).
Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312)-
También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x).
Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus).
Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte.
Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de septiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesús!", "¡Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904.
Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús


Oremos
Tiempo de Navidad
Dios nuestro, que quisiste que en el parto de la Santísima Virgen María la carne de tu Hijo no quedase sometida a la antigua sentencia dada al género humano, concédenos, ya que por el nacimiento de Cristo hemos entrado a participar de esta renovación de la criatura, que nos veamos libres del contagio de la antigua condición. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Oración Colecta
Por la encarnación del Verbo inauguraste, Dios nuestro, la salvación de los hombres; concede a tu pueblo la misericordia que necesita para que todos sepan que no hay otro nombre que deba ser invocado que el de tu Hijo Único, Jesucristo, que vive y reina contigo y es Dios, por los siglos de los siglos.  
Tiempo de Navidad – Epifanía


Terminada la Octava de Navidad, la Liturgia de las Horas continúa manteniendo el carácter festivo propio del tiempo de Navidad, pero con menos intensidad que durante la Octava. El himno de cada una de las Horas y las partes comprendidas entre la lectura bíblica y el final de la celebración siguen cantando, durante estos días, el misterio de Dios que, en Cristo, ha manifestado su presencia en la historia de los hombres; la salmodia, en cambio, vuelve a tomar su ambientación habitual, dando así al conjunto de la celebración un carácter mucho más sobrio que en los días precedentes.
En ésta segunda parte del tiempo de Navidad, es preciso señalar, en primer lugar, la solemnidad de la Epifanía del Señor, que, con textos totalmente propios, nos invita a contemplar un nuevo aspecto del misterio de Navidad: el  hecho de que Cristo, que, “por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se hizo hombre”, con su encarnación, no solamente ha realizado “el cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas, por exigirlo la fidelidad de Dios”, sino que, además, “por su misericordia, ha querido que los gentiles glorifiquen a Dios”. (cf. Rm l5, 8-9).
La Liturgia de las Horas, ya desde la primera antífona de las I  Vísperas de este día, insiste en este aspecto de universalidad que posee la encarnación de Cristo.
Todo el conjunto del tiempo de Navidad concluye de manera muy significativa y oportuna con la fiesta del Bautismo del Señor: esta celebración, por una parte, nos invita a contemplar el conjunto de estos días con un marcado carácter de “misterio de salvación”, más que de simple recuerdo histórico de la infancia de Jesús, y, por otra parte, vuelve a insistir en el hecho, que ya contemplábamos en los primeros días de Navidad, de que Jesús, en efecto, descendió al Jordán con los pecadores, pero, al salir del agua, en cierta manera, “eleva a toda la humanidad, llevando hacia Dios el mundo que estaba sumergido en el mal” (San Gregorio Nacianzo).
Con referencia a las lecturas que pueden sustituir los fragmentos breves de Laudes o de Vísperas desde el 02 enero al 05 enero, continúan leyéndose los escritos comenzados el 29 de diciembre (carta a los Colosenses o Cantar de los Cantares); a partir del día siguiente a la Epifanía, se leen fragmentos llenos de esperanza tomados del tercer Isaías (años impares) o de las páginas más optimistas del segundo Isaías y de Baruc (años pares). Con estas lecturas, se afirma más la fe en la presencia salvadora de Cristo en medio de su pueblo.
Fuente: Edición de la Liturgia de las Horas para los fieles, Editorial Regina, Mallorca 87-89, Barcelona 29, España. 2006


Tiempo de Navidad ,   Santa Genoveva ,   Santísimo Nombre de Jesús
Epístola I de San Juan 2,29.3,1-6.
Si ustedes saben que él es justo, sepan también que todo el que practica la justicia ha nacido de él.
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad.
Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar el pecado, y que él no tiene pecado.
El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.
Salmo 98,1.3-4.5-6.
Salmo. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.
Evangelio según San Juan 1,29-34.
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". 


San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero de Antioquía más tarde obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia.
Homilía sobre el evangelio de san Juan
                                         «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»


     «Este es el Cordero de Dios» dice Juan Bautista. El mismo Jesús no dice nada; es Juan quien lo dice todo. El esposo acostumbra a actuar así; no dice nada a la esposa, sino que se presenta y se mantiene en silencio. Son otros los que le anuncian y lo presentan a la esposa. Cuando ella aparece, no es el mismo esposo quien la toma sino que la recibe de manos de otro. Pero después que la ha recibido de otro, se une tan estrechamente a ella que hace que ésta ya no se acuerde más de aquellos que ha dejado para seguirle.
 Es lo que pasó respecto a Jesucristo. Vino para desposarse con la humanidad; no dio nada de sí mismo, no hizo más que presentarse. Es Juan, el amigo del Esposo, que ha puesto en sus manos la mano de la Esposa, es decir, el corazón de los hombres que persuadió con su predicación. Entonces Jesucristo los recibió y les colmó de tal cantidad de bienes que ya no regresaron al que les había conducido hasta él... Levantó a su Esposa de su condición tan humilde para conducirla a la casa de su Padre...
     Es Juan, el amigo del Esposo, el único que estuvo presente en estas bodas; es él quien entonces lo hizo todo; dándose cuenta de que Jesús llegaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Con ello demostró que no es solamente a través de su voz, sino también por los ojos, que daba testimonio de la presencia del Esposo. Admiraba al Hijo de Dios y, contemplándolo, su corazón saltaba de gozo y de alegría. Antes de anunciarlo, le admira presente, y da a conocer el don que Jesús vino a traer: «Este es el Cordero de Dios». Es él, dice, que quita el pecado del mundo, y lo quita siempre, no tan sólo en el momento de la Pasión al sufrir por nosotros. Si bien no es más que una vez que ofrece su sacrificio por los pecados del mundo, este único sacrificio purifica para siempre los pecados de todos los hombres hasta el fin del mundo.


miércoles, 31 de diciembre de 2008

Santa María Madre de Dios


Santa María Madre de Dios


Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es la cumbre de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de "santísima" del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra... y siempre atendida su oración.
Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más.
El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José.
Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan.
Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana.
Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo.
También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos.
Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda.
Ya, en la etapa de la "vida pública" de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío.
En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios.
Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el "piso de arriba" donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés.
Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla.
Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad.
Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad.
María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio.


oremos Santa María Madre de Dios
Himno
Lucero del alba,
Aurora estremecida,
Luz de mi alma,
Santa María.
Hija del Padre,
Doncella en gracia concebida,
Virgen y madre,
Santa María.
Flor del Espíritu,
Ave, blancura, caricia,
Madre del Hijo,
Santa María.
Llena de ternura,
Bendita entre las benditas,
Madre de todos los hombres,
Santa María.  Amén  
Oración
Señor Dios, que por la maternidad virginal de María, has dado a los hombres los tesoros de la salvación, haz que sintamos la intercesión de la Virgen Madre, de quién hemos recibido al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Que vive y reina contigo.-
Nota:
1 de enero (Santa María Madre de Dios): "Jornada por la Paz": Jornada
mundial (pontificia). Celebración de la liturgia del día; alusión en la
monición de entrada y en la homilía; intención en la Oración de los
Fieles.
FIN DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
En Occidente el 1 de enero es un día para felicitarse: es el inicio
del año civil. Los fieles están envueltos en el clima festivo del comienzo
del año y se intercambian, con todos, los deseos de "feliz año".
Sin embargo, deben saber dar a esta costumbre un sentido cristiano
y hacer de ella casi una expresión de piedad. Los fieles saben que "el
año nuevo" está bajo el señorío de Cristo y por eso, al intercambiarse
las felicitaciones y deseos, lo ponen, inplícita o explícitamente, bajo el
dominio de Cristo, a quien pertenecen los días y los siglos eternos
(cf. Ap 1,8; 22,13).
(Directorio, n. 116)
En algunos lugares, sobre todo en comunidades monásticas y
en asociaciones laicales marcadamente eucarísticas, la noche del
31 de diciembre tiene lugar una vigilia de oración que se suele concluir
con la celebración de la Eucaristía.
Se debe alentar esta vigilia,
y su celebración tiene que estar en armonía con los contenidos
litúrgicos de la octava de la Navidad, vivida no sólo como una reacción
justificada ante la despreocupación y disipación con la que la
sociedad vive el paso de un año a otro, sino como ofrenda vigilante
al Señor de las primicias del nuevo año.
(Directorio, n. 114)
Jornadas especiales: Jornada mundial de la paz
Día de precepto

Tiempo durante el año ,   Santa María, Madre de Dios
Libro de los Números 6,22-27.
El Señor dijo a Moisés:
Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán:
Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia.
Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz.
Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.
Carta de San Pablo a los Gálatas 4,4-7.
Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley,
para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.
Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo" ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Evangelio según San Lucas 2,16-21.
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

  San Maximiliano Kolbe (1894-1941), franciscano, mártir
Conferencia del 26/11/1938

«Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer» (Gal 4,4)

     Cuando se mira a la Inmaculada se experimenta en el corazón la necesidad de acercarse a ella... Los que la aman y los que escriben sobre ella, se paran para mirar quien es ella, incluso si no la conocen profundamente. ¿Quién es ella en relación a Dios Padre? Es su creador, ciertamente; ella misma lo declara: «Soy la esclava del Señor» (Lc 1,38). Pero ¿qué es ella además? Es la preferida del Padre eterno. No podemos llegar a concebir esta verdad; las palabras humanas no lo pueden expresar.
El Padre celestial ha querido que la segunda persona de la Trinidad, su Hijo, tenga por madre, en el tiempo, a la Inmaculada. Ella es verdaderamente la Madre del Hijo de Dios; ¡cosa muy difícil de entender! Es preciso que estemos muy unidos a la Madre de Dios para comprender este misterio más profundamente. La Virgen María no puede compararse a los demás santos por el hecho de que ella es la Madre del Hijo de Dios, verdaderamente Madre de Dios... Ser creada por Dios, ser hija de Dios por adopción, esto todavía se puede comprender. Pero ser verdaderamente la Madre de Dios sobrepasa nuestra inteligencia... Es una verdad de fe que la Inmaculada es realmente la Madre de Dios y no solamente la madre de la humanidad de Jesús.
     En relación al Espíritu Santo, ella es su Esposa. ¡Tampoco es posible entender esto! El Espíritu Santo se ha unido de tal manera a la Inmaculada que forma con ella un solo ser... Nuestra inteligencia no es suficiente para comprender esto, porque la Trinidad es infinita. Y aunque tuviéramos una comprensión perfecta, hay una distancia infinita entre lo que sabemos de la Santa Trinidad y lo que es en realidad. Más tarde, en el cielo, descubriremos este misterio. Incluso después de millares y millares de años, este conocimiento quedará siempre limitado, de tal manera que hará falta toda una eternidad para su perfecto conocimiento.


San Basilio Magno ,   San Gregorio Nacianceno
Epístola I de San Juan 2,22-28.
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo.
El que niega al Hijo no está unido al Padre; el que reconoce al Hijo también está unido al Padre.
En cuanto a ustedes, permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio: de esa manera, permanecerán también en el Hijo y en el Padre.
La promesa que él nos hizo es esta: la Vida eterna.
Esto es lo que quería escribirles acerca de los que intentan engañarlos.
Pero la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Y ya que esa unción los instruye en todo y ella es verdadera y no miente, permanezcan en él, como ella les ha enseñado.
Sí, permanezcan en él, hijos míos, para que cuando él se manifieste, tengamos plena confianza, y no sintamos vergüenza ante él en el Día de su Venida.
Salmo 98(97),1-4.
Salmo. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.
Evangelio según San Juan 1,19-28.
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?".
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías".
"¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió.
Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?".
Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".
Algunos de los enviados eran fariseos,
y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?".
Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia".
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. 
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 293, 7º para la Natividad de Juan Bautista
                                                            «Yo soy la voz que grita en el desierto»


     Juan era la voz, pero «en el principio ya existía la Palabra» (Jn 1,1). Juan, una voz por un tiempo; Cristo, la Palabra desde el principio, la Palabra eterna. Quita la palabra, ¿qué es la voz? Allí donde no hay nada para comprender, hay un ruido vacío. La voz sin la palabra percute el oído, y no edifica el corazón. Sin embargo, descubramos cómo las cosas se van encadenando en nuestro corazón que es lo que se trata de edificar: Si pienso en lo que debo decir, la palabra está ya en mi corazón; pero cuando te quiero hablar busco la manera de hacer pasar a tu corazón lo que ya tengo en el mío. Si busco, pues, cómo la palabra que ya está en mi corazón podrá unirse al tuyo y establecerse en tu corazón, me sirvo de la voz, y es con esta voz con la que te hablo: el sonido de la voz hace que llegue a ti la idea que está contenida en mi palabra. Entonces, es verdad, el sonido se pierde; pero la palabra que el sonido ha hecho llegar hasta ti está desde entonces en tu corazón sin haber abandonado el mío.
Cuando la palabra ha llegado hasta ti ¿no es verdad que el sonido parece decir, como Juan Bautista: «Él tiene que crecer y yo que menguar»? (Jn 3,30). El sonido de la voz ha resonado para hacer su servicio y después ha desaparecido como queriendo decir: «Esta alegría mía está colmada» (v.29). Retengamos, pues, la Palabra; no dejemos que se marche la Palabra concebida en lo más profundo del nuestro corazón.
San Gregorio Nacianceno
La vida de San Gregorio Nacianceno (330-389 o 390), tiene un notable paralelismo con la de San Basilio. Gregorio era también de la región de Capadocia, y se le llama Nacianceno por haber nacido junto a Nacianzo, el mismo año que Basilio. Estudiaron juntos en Atenas, fue también monje y más tarde es nombrado patriarca de Constantinopla. Presidió el Concilio Constantinopolitano I, que fue el II ecuménico. En él se definió la divinidad del Espíritu Santo, contra Macedonio, y se proclamó el credo de la Misa, llamado nicenoconstantinopolitano.
Sus vidas, además de paralelas, son también complementarias. Basilio es más activo y emprendedor. Gregorio tenía más marcada afición al estudio, a la poesía y a la oración. Por eso renuncia a su sede y vuelve a su pueblo natal, para dedicarse sobre todo a la oración y a sus escritos teológicos, lejos del mundanal ruido. Murió el año 389, diez años más tarde que Basilio. Fue llamado el teólogo, por su rica doctrina y su elocuencia.
Como Gregorio le sobrevivió, escribió un elocuente sermón en alabanza de Basilio, en el que resalta la hondura, la fecundidad y calidad de su mutua amistad. "Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que suele ocasionar profundas envidias, y sin embargo carecíamos de envidia. En cambio teníamos en gran aprecio la emulación. Contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero, sino para averiguar quién cedía al otro la primacía. Cada uno de nosotros consideraba la gloria del otro como propia".
"Una sola tarea y afán había para ambos, y era la virtud, así como vivir para las esperanzas futuras, de tal modo que, aun antes de haber partido de esta vida, pudiese decirse que habíamos emigrado ya de ella. Ese fue el ideal que nos propusimos, y así tratábamos de dirigir nuestra vida y todas nuestras acciones, dóciles a la dirección del mandato divino, acuciándonos mutuamente en el empeño de la virtud. Y, a no ser que decir esto vaya a parecer arrogante en exceso, éramos el uno para el otro la norma y regla con la que se discierne lo recto de lo torcido".


lunes, 29 de diciembre de 2008

ORACIÓN DE SIMEÓN ANTE EL NIÑO DIOS

Santa Teresa de Ávila (1515-1582), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Camino de perfección, c. 31/33

«Simeón tomo al niño en sus brazos»

     Es en esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor, como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos. 
Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o ponerla el Señor con su presencia por mejor decir, como hizo al justo Simeón (Lc 2, 29), porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que ya está junto cabe su Dios, que, con poquito más, llegará a estar hecha una misma cosa con él por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con él que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mismo Niño a entender.
     Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende más de que se ve en el reino (al menos cabe el Rey que se le ha de dar), y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir.


San David
Ungido rey por el profeta Samuel que obró por inspiración divina, unificó al pueblo de Israel y lo gobernó durante 40 años. Es el prototipo del pueblo judío. De su estirpe nació Jesús.
Murió en Jerusalén a los 70 años de edad en el siglo X antes de Jesucristo. Su voz permanece siempre viva en sus "salmos", que son un himno de gloria, la oración más bella del pueblo de Israel y la plegaria de todo hombre que quiere reencontrar la armonía con lo eterno.
Epístola I de San Juan 2,3-11.
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él.
El que dice que permanece en él, debe proceder como él.
Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron.
sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz.
El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas.
El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar.
Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.
Salmo 96(95),1-2.2-3.5-6.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria.
canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos.
Los dioses de los pueblos no son más que apariencia, pero el Señor hizo el cielo;
en su presencia hay esplendor y majestad, en su Santuario, poder y hermosura.
Evangelio según San Lucas 2,22-35.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".


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por Ciudad Redonda


(JPG)

Ven, luz verdadera.
Ven, vida eterna.
Ven, misterio oculto.
Ven, tesoro sin nombre.
Ven, realidad inefable.
Ven, persona inconcebible.
Ven, felicidad sin fin.
Ven, luz sin ocaso.
Ven, espera infalible de todos los que deben ser salvados.
Ven, despertar de los que están acostados.
Ven, resurrección de los muertos.
Ven, oh poderoso, que haces siempre todo y rehaces y transformas por tu solo poder.
Ven, oh invisible y totalmente intangible e impalpable.
Ven, tú que siempre permaneces inmóvil y a cada instante te mueves todo entero y vienes a nosotros, tumbados en los infiernos, oh tú, por encima de todos los cielos.
Ven, oh Nombre bien amado y respetado por doquier, del cual expresar el ser o conocer la naturaleza permanece prohibido.
Ven, gozo eterno.
Ven, corona imperecedera.
Ven, púrpura del gran rey nuestro Dios.
Ven, cintura cristalina y centelleante de joyas.
Ven, sandalia inaccesible.
Ven, púrpura real.
Ven, derecha verdaderamente soberana.
Ven, tú que has deseado y deseas mi alma miserable.
Ven tú, el Solo, al solo, ya que tú quieres que esté solo.
Ven, tú que me has separado de todo y me has hecho solitario en este mundo.
Ven, tú convertido en ti mismo en mi deseo, que has hecho que te deseara, tú, el absolutamente inaccesible.
Ven, mi soplo y mi vida.
Ven, consuleo de mi pobre alma.
Ven, mi gozo, mi gloria, mis delicias sin fin.

 



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Pedro Manuel Sarmiento, cmf


 Tal al vez ese fue el signo mejor: «veréis a un niño envuelto en pañales», un niño normal con una madre, que también fue niña. Un niño, nacido de una mujer que también nació. María no cayó del cielo. La mayoría de las estrellas de entonces aún brillan sobre este valle. Las vieron tus ojos como las ven los nuestros. Pero tus ojos..., se hicieron para que fueras la primera niña en ver a quien nadie había visto.
Cuando los abriste por primera vez, ¿de qué color eran... ? Seguro que de ese color indefinido de todos los niños pequeños. Pero luego... «los ojos con que te ven, son ojos porque te miran». Tus iris eran ya del color de quien verías.


 Veréis una nina pequeñita, un reflejo anticipado del Hijo suyo, aunque ella no lo sepa. La hiciste a tu imagen, y te salió perfecta. Era posible llamarla Madre, Eva la nueva, o sólo... María. El caso es que ella ya había comenzado a llorar, reír y respirar, quince veces por minuto, más o menos, como todos los mortales. Su corazón late, esos sus ojos ya se abren a la luz. El mundo es de Dios para la niña, y comienza a absorberlo


domingo, 28 de diciembre de 2008

EL MISTERIO DE LA TRINIDAD

Texto bíblico: Gn. 18, 1-9


El icono de la Trinidad y el texto de la Escritura del libro del Génesis, nos permite entrar en el misterio del Dios uno y trino, contemplar algo del misterio inefable del Dios Vivo, del dios de los cristianos.


La iglesia ha considerado la teofanía o manifestación de Dios a Abraham, junto al encinar de Mambré, como una revelación de Dios a los hombres: revelación misteriosa y cargada de sentido salvador. Los Padres orientales ven incluso en esta manifestación una primera revelación de dios que es Uno y Trino, un Dios que ama a los hombres y sale a su encuentro, un Dios de la historia que se acerca a la historia de los hombres, un Dios amigo que pide hospitalidad a Abraham, el hombre amigo de Dios.  Dios es un amigo que se presenta pidiendo y se despide colmando de bendiciones y regalos a aquellos que lo saben acoger con amor. El premio de la hospitalidad de Abraham será el don de una descendencia en su hijo Isaac, cuando ya las esperanzas humanas se habían agotado.


El icono de la "filoxenia": amor y hospitalidad.


Desde la antigüedad, los cristianos han representado en imágenes esta escena del libro del Génesis. Los hermosos mosaicos de Santa María la Mayor y de Ravenna nos presentan esta imagen: tres ángeles en torno a una mesa, como una anticipación del misterio de la Eucaristía.
El monje Andreij Roublëv, autor del icono que ilustra esta meditación, quiso fijar en colores y símbolos una experiencia de San Sergio, una visión del misterio trinitario, del Dios amor y misericordia, del Dios Uno y Trino. Un Dios expresado en la unidad: "Que todos sean uno cono yo en ti y tu en mí" (Jn. 17,21-23)., según las palabras de la oración sacerdotal de Jesús; un dios que es comunión de personas distintas. Por eso se le atribuyen a San Sergio estas palabras. "Contemplando la imagen de la Trinidad hemos de vencer las odiosas divisiones de este mundo". La Trinidad es la imagen del Dios que reconcilia, de la humanidad reconciliada. Entremos en una contemplación que se nos revela en tres tiempos, en tres planos, en tres personas, con una secreta unidad. Entremos porque la mesa está abierta y preparada para nosotros.


Junto al encinar de Mambré


La revelación que nos ofrece esta imagen es la de la escena del libro del Génesis. tres ángeles: bellos, espléndidos y elegantes en su ropaje y en su cabellera, llenos de majestad, envueltos en un halo de misterio, vivos expresivos en su dependencia y en su comunión recíproca. Llevan en sus manos unos casi imperceptibles bastones rojos de peregrinos. Están sentados en torno a la mesa que Abraham y Sara han preparado. Sobre la mesa hay una copa y dentro de ella algo que es como un trozo de cordero. El encinar de Mambré se ha estilizado en la pintura hasta convertirse en un arbusto misterioso que está junto al ángel del centro. La casa de Abraham se ha convertido en una diminuta casa-palacio que está sobre el ángel de la izquierda. Han quedado fuera de la escena Abraham y Sara. todo se concentra en los tres ángeles misteriosos.
recibiendo a los ángeles y acogiéndolos en su hospitalidad. adorándolos y postrándose hasta la tierra, Abraham reconoce a su dios. La liturgia oriental lo comenta con estas palabras: "Dichoso tú Abraham, tu los has visto, tú has recibido al Dios uno y trino."
También nosotros estamos invitados a contemplar y a adorar. Dios se ha acercado a nuestra vida. Dios nos pide hospitalidad. Ahora somos nosotros Abraham y Dios nos pide hospitalidad en la fe, porque nos trata como amigos. Dios se hace mendigo de la amistad para colmarnos de bienes. Acepta nuestra hospitalidad ofrecida para prodigar a manos llenas sus dones.
  


El divino consejo trinitario


La imagen nos invita a trascender la escena para contemplar el misterio. Los tres Ángeles reflejan el misterio de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Unidad en la naturaleza, Trinidad en las personas.
Algunos elementos subrayan la unidad. El Color azul que de diversas maneras está presente en los tres vestidos; el mismo color de las alas que están misteriosamente unidas y que expresan una inmensa comunión. La unidad de la mirada y del movimiento interno que parte desde el pie del ángel de la derecha y sube hasta su cabeza, se vuelca en la del ángel del centro y ésta a la vez se posa en la del ángel de la izquierda hasta indicar un movimiento de comunión en la vida y en el pensamiento, como un misteriosos círculo de plenitud en el que estos tres ángeles viven.
Una unidad divina y misteriosa que no consiste en una simple igualdad que borra diferencias, sino en una unidad donde se hace posible la comunión de las personas distintas y donde se percibe esta unidad de vida. Vivir el uno para el otro, el uno con el otro, el uno en el otro, sin confundirse, sin absorberse, en una virginal experiencia de comunión personal. Este icono nos muestra el secreto de la vida de Dios: vivir el uno para el otro escuchándose en la unidad de una misma mirada, tendiendo hacia un mismo fin: la salvación del hombre. Cada persona en sí no parece completa y cada una parece que no puede existir sin referencia, sin relación a la otra, a las otras. Así las personas de la Trinidad nos ofrecen esta forma maravillosa de contener el Ser divino, de recibirlo de las otras, de darlo a las otras, de colocar a las otras con el don de la existencia.


Podemos seguir adelante en nuestra contemplación y descubrir el rostro y el nombre de cada una de las tres divinas personas.  Las tres divinas personas están en orden de precedencia: el primero a nuestra izquierda el Padre, el segundo el Hijo, el tercero el Espíritu Santo. La inclinación de los báculos dorados indicaría el orden mismo de la majestad trinitaria, del Padre al Espíritu.
La figura central es la del HIJO, con su túnica sacerdotal, sus manos indicando la copa del sacrificio, revestido de una túnica y un manto que representan su doble naturaleza. El Hijo como evidencia de la Encarnación redentora, con su rostro inclinado en actitud reverente de aceptación de la voluntad del Padre.
El misterioso ángel de su izquierda sería el PADRE en su hieratismo escondido y misterioso, principio de todo en quien descansa el movimiento de las cabezas y de las aureolas, como una reverente aceptación de su voluntad por parte del Hijo y del Espíritu.
El ángel que está a la izquierda es el ESPIRITU SANTO. Tiene un rostro dulce, tierno, maternal, casi femenino. Es el consolador. Su actitud es de servicio, de oblación, de colaboración; se inclina obediente; se lanza en la colaboración total a los planes del Padre y del Hijo. El color verde de su vestido nos habla de juventud y de vida: Espíritu vivificante, juventud de Dios, rejuvenecedor de la iglesia, escondido y presente.
  


La economía trinitaria de la salvación.


Ahora, descubrimos en esta imagen misteriosa, a través de los símbolos, el plan de la salvación del hombre, realizado por Cristo, presente en la Iglesia.
Los símbolo son ahora los que hablan de esta realidad escondida en Dios y manifestada en la obra de la salvación.


El encinar de Mambré es ahora ante nuestros ojos un arbusto con diversos simbolismos: árbol de la vida, árbol de la cruz, vid misteriosa que Jesús ha identificado con su persona: "Yo sol la vid..." de la que pende el racimo que se estruja en el sacrificio: vino y sangre.


La casa de Abraham es símbolo de la casa de Dios, de la Iglesia que es el palacio-templo, a la vez terrestre y celeste.


La cruz está inscrita en la aureolas blancas de los ángeles. Una línea vertical desde el ángel del centro hasta el fondo indica el tronco