jueves, 30 de mayo de 2013

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28.5.13.- Homilía de la Misa matutina en Santa Marta

El anuncio de Jesús no es un revestimiento, una capa de pintura, sino que va hacia el corazón y nos cambia. Es lo que ha afirmado el Papa Francisco en Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha afirmado que seguir a Jesús no significa tener más poder, porque su camino es el de la Cruz. En la Misa, concelebrada por mons. Rino Fisichella y mons. José Octavio Ruiz Arenas, presidente y secretario del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, han tomado parte un grupo de sacerdotes del mismo dicasterio y un grupo de dependientes de la Central Termoeléctrica y del Laboratorio de carpintería de la Gobernación Vaticana, acompañados por el ingeniero Pier Carlo Cuscianna, director de los Servicios Técnicos de Gobernación.
¿Cuál será el premio que recibiremos al seguirlo? El Papa Francisco ha comenzado su homilía partiendo de la pregunta que Pedro le hace a Jesús y que, en el fondo, afecta a la vida de todo cristiano. Jesús, observó el Papa, responde que todos los que les sigan tendrán “muchas cosas bellas” pero “con persecución”. El camino del Señor, prosiguió, “es un camino de ‘abajamiento’, un camino que termina en la Cruz”. He aquí la razón por la cual, añadió, “siempre habrá dificultades”. Existirán siempre, “porque Él ha hecho este camino antes” que nosotros. Y advirtió que “cuando un cristiano no tiene dificultades en la vida –todo va bien, todo es bello- algo no va bien”. Se puede pensar que es “muy amigo del espíritu del mundo, de la mundanidad”. Y esto, constató, “es la tentación propia de un cristiano”:
 
“Seguir a Jesús sí, pero hasta un punto; seguir a Jesús como una forma cultural: soy cristiano, es mi cultura… Pero sin la exigencia del verdadero seguimiento de Jesús, la exigencia de ir por su camino. Si se sigue Jesús como una propuesta cultural, se usa este camino para ir hacia arriba, para tener más poder. Y la historia de la Iglesia está llena de estas cosas, comenzando por algunos emperadores y tantos gobernantes y muchas personas, ¿no? Y también algunos –no quiero decir muchos pero sí algunos- sacerdotes, algunos obispos ¿no? Algunos dicen que son muchos… pero son unos pocos que piensan que seguir a Jesús es hacer carrera”.
 
El Papa recordó que en una época, “en la literatura de hace dos siglos”, a veces se acostumbraba a decir “desde niño quería hacer la carrera eclesiástica”. Y afirmó que “muchos cristianos, tentados por el espíritu del mundo, piensan que seguir a Jesús es bueno porque se puede hacer carrera, se puede subir”. Pero este “no es el espíritu”, es, sin embargo, la actitud de Pedro que habla de carrera y Jesús le responde: “Sí te daré todo con persecución”. “No se puede quitar la Cruz del camino de Jesús: siempre estará”. Y sin embargo, advirtió, esto no quiere decir que el cristiano debe hacerse el mal. El cristiano “sigue Jesús por amor, y cuando se sigue a Jesús por amor, la envidia del diablo hace muchas cosas”. El “espíritu del mundo no tolera esto, no tolera este testimonio”.
 
“Pensado en la Madre Teresa: ¿qué dice el espíritu del mundo de Madre Teresa? ‘Ah, la Beata Teresa es una mujer estupenda, hizo tantas cosas buenas por los demás…’ El espíritu del mundo nunca dice que la Beata Teresa, todos los días, tantas horas, estaba en adoración… ¡Nunca! Reduce la actividad cristiana al bien social. Como si la existencia cristiana fuese un barniz, una capa de cristianismo. El anuncio de Jesucristo no es un revestimiento: el anuncio de Jesús va a los huesos, al corazón, va hacia dentro y nos cambia. Y esto no lo tolera el espíritu del mundo, no lo tolera y por esto vienen las persecuciones”.
 
Quien deja su propia casa, su propia familia para seguir Jesús, dijo de nuevo el Papa Francisco, recibe cien veces más “ya en este tiempo”. Ciento veces más pero con persecución. Y esto no hay que olvidarlo.
 
“Seguir a Jesús es exactamente esto: por amor, ir con él, detrás de Él: el mismo camino, la misma vía. Y el Espíritu del mundo será el que no tolerará y nos hará sufrir, pero un sufrimiento como el que pasó Jesús. Pidamos esta gracia: seguir a Jesús por el camino que Él nos enseñó. Esto es bello, porque nunca nos deja solos. ¡Nunca! Siempre está con nosotros. Así sea”.
 
© Radio Vaticano

27.5.13.- Homilía del Papa Francisco en la Domus Santa Marta



Para seguir a Jesús debemos despojarnos de la cultura del bienestar y de la fascinación de lo provisional. Es lo que ha destacado el Papa esta mañana en la Misa de la casa de Santa Marta. El Papa ha destacado que debemos hacer un examen de conciencia sobre las riquezas que nos impiden acercarnos a Jesús.
En la Misa concelebrada por el cardenal Philippe Barbarin, arzobispos de Lion, han participado un grupo de colaboradores del Consejo Pontificio de los Agentes Sanitarios, guiados por el presidente, mons. Zygmunt Zimowski, y un grupo de colaboradores de los Servicios Económicos de Gobernación, con el doctor Sabatino Napolitano a la cabeza. Jesús le pregunta a un joven que le dé todas sus riquezas a los pobres y seguirlo, pero este se va entristecido. El Papa Francisco ha realizado la homilía partiendo de este episodio célebre relatado en el Evangelio de hoy. Destacó que “las riquezas son un impedimento” que “dificulta en el camino hacia el Reino de Dios”.
Por lo demás, advirtió “cada uno de nosotros tiene sus riquezas, todos”. Hay siempre, dijo, una riqueza que “nos impide ir hacia Jesús”. Y esta se busca. Todos, prosiguió, “debemos hacer un examen de conciencia sobre cuáles son nuestras riquezas, porque nos impiden acercarnos a Jesús en el camino de la vida”. 

El Papa se ha referido a “dos riquezas culturales”:

En primer lugar la “cultura del bienestar, que nos hace apocados, nos hace vagos, nos hace egoístas”. El bienestar “nos anestesia, es una anestesia”.

“’No, no, más de un hijo no, porque no podemos irnos de vacaciones, no podemos ir allí, no podemos comprarnos una casa’. Está bien seguir al Señor, pero hasta un cierto punto. Esto es lo que nos hace el bienestar. Todos sabemos bien como es el bienestar, pero esto nos hace arrastrarnos, nos despoja de la valentía, del coraje de ir cerca de Jesús. Esta es la primera riqueza de nuestra cultura de hoy, la cultura del bienestar”.

Después, añadió, “otra riqueza de nuestra cultura”, una riqueza que nos impide ir hacia Jesús : es la fascinación de lo pasajero”. Nosotros, observó, estamos “enamorados de lo pasajero”. Las “propuestas definitivas” que nos hace Jesús, dijo, “no nos gustan”. Lo pasajero nos gusta, porque “tenemos miedo del tiempo de Dios” que es definitivo:

“Él es el Señor del tiempo, nosotros somos los señores del momento, ¿por qué? Porque en el momentos somos señores: hasta ahora sigo al Señor, después veremos… Escuché decir a uno que quería convertirse en sacerdote, pero sólo para diez años… ¡Cuántas parejas, cuántas parejas se casan, sin decirlo, pero con el corazón el pensamiento: ‘hasta que el amor dure… ¡luego veremos!’ La fascinación de lo pasajero: esta es una riqueza. Debemos convertirnos en señores del tiempo, reducimos el tiempo a un momento. Estas dos riquezas son las que en este momento nos impiden avanzar. Pienso en tantos, tantos hombres y mujeres que han dejado su tierra para ir como misioneros para toda la vida: ¡esto es lo definitivo!

Pero también, dijo, pienso en tantos hombres y mujeres, “que han dejado su propia casa para hacer un matrimonio que dure toda la vida”; esto es “¡seguir a Jesús de cerca!. ¡Es lo definitivo!!. Lo pasajero, afirmó el Papa Francisco, “no es seguir a Jesús”, es nuestro “territorio”
 
Ante la invitación de Jesús, ante estas dos riquezas culturales pensemos en los discípulos: estaban desconcertados. También nosotros podemos estar desconcertados por este discurso de Jesús. Cuando Jesús explicaba algo todavía quedaban más estupefactos. Pidamos al Señor que nos dé el coraje de seguir adelante, despojándonos de esta cultura del bienestar, con la esperanza –al final del camino, donde Él nos espera- en el tiempo. No con la pequeña esperanza del momento que no sirve de nada. Así sea”.

25.5.13.- Misa en Santa Marta



Que cuantos se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas y no controladores de la fe: es lo que ha dicho el Papa esta mañana durante la Misa en Santa Marta. Concelebró el cardenal Agostino Cacciavillan, presidente emérito de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Estaba presente un grupo de sacerdotes.
 El Evangelio del día nos habla de Jesús que riñe a los discípulos porque quieren alejar a los niños que la gente lleva al Señor para que los bendiga. “Jesús los abrazaba, los besaba, los tocaba, a todos. Pero Jesús se cansaba mucho y los discípulos querían impedirlo. Y Jesús se indignaba: “Jesús se enfadaba, algunas veces”. Y dice: “Dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. Porque de quien es como estos es el Reino de Dios”. “La fe del Pueblo de Dios– observa el Papa – es una fe sencilla, es una fe quizás sin tanta teología, pero con una teología dentro que no se equivoca, porque está el Espíritu detrás”. El Papa cita el Concilio Vaticano I y el Vaticano II, allí donde dice que “el pueblo santo de Dios … no puede equivocarse al creer” (Lumen Gentium). Y para explicar esta formulación teológica añade: “Si quieres saber quién es María ve al teólogo y te explicará bien quién es María. Pero si quieres saber cómo amar a María, ve al Pueblo de Dios y te lo enseñará mejor”. El pueblo de Dios – prosigue el Papa – “siempre de acerca para pedir algo a Jesús: unas veces es un poco insistente en esto. Pero es la insistencia del que cree”:
 
“Recuerdo una vez, saliendo de la ciudad de Salta, la Fiesta patronal, había una señora humilde que pedía a un sacerdote la bendición. El sacerdote le decía: ‘¡Bien, pero señora usted ha estado en la Misa!’ y le explicó toda la teología de la bendición en la Misa. Le hizo bien: ‘Ah, gracias padre; sí padre’, decía la señora. Cuando el sacerdote se fue, la señora se dirigió a otro cura: ‘¡Deme la bendición!’. Y todas aquellas palabras no le entraron, porque ella tenía otra necesidad: la necesidad de ser tocada por el Señor. Esa es la fe que encontramos siempre y esta fe la suscita el Espíritu Santo. Debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarla a crecer”.
 
El Papa cita después el episodio del ciego de Jericó, que los discípulos reñían porque gritaba al Señor: “Jesús, Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”:
 
“El Evangelio dice que querían que no gritara, querían que no gritara y él gritaba aún más, ¿por qué? ¡Porque tenía fe en Jesús! El Espíritu Santo había puesto la fe en su corazón. Y ellos decían: ‘¡No, no se puede! Al Señor no se le grita. El protocolo no lo permite. ¡Es la segunda Persona de la Trinidad! Mira lo que haces…’ como si dijeran eso, ¿no?”.
 
Y piensa en la actitud de tantos cristianos:
 
“Pensemos en los cristianos buenos, con buena voluntad; pensemos en el secretario de la parroquia, una secretaria de la parroquia… ‘Buenas tardes, buenos días, nosotros dos – novio y novia – queremos casarnos’. Y en lugar de decir: ‘¡Pero qué bien!’. Dicen: ‘Ah, muy bien, sentaos. Si queréis la Misa, cuesta tanto …’. Estos, en lugar de recibir una buena acogida – ‘¡Es algo bueno casarse!’ – reciben esto: ‘Tenéis el certificado de Bautismo, todo correcto …’. Y encuentran una puerta cerrada. Cuando este cristiano y esta cristiana tienen la posibilidad de abrir una puerta, dando gracias a Dios por este hecho de un nuevo matrimonio… Somos muchas veces controladores de la fe, en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente”.
 
Es una tentación que está desde siempre – explica el Papa – es la de “adueñarnos, apropiarnos un poco del Señor”. Y contó otro episodio:
 
“Pensad en una madre soltera, que va a la iglesia, a la parroquia y al secretario: ‘Quiero bautizar al niño’. Y este cristiano, esta cristiana le dice: ‘No, tu no puedes porque no estás casada!’. Pero mire, que esta chica ha tenido el valor de seguir adelante con su embarazo y de no ‘quitárselo de encima’, ¿qué encuentra? ¡Una puerta cerrada! ¡Esto no es celo! ¡Aleja del Señor! ¡No abre las puertas! Y así cuando estamos en este camino, en esta actitud, no hacemos bien a los demás, a la gente, al Pueblo de Dios. Pero Jesús instituyó siete sacramentos, y nosotros con esta actitud instituimos el octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.
 
“Jesús se indigna cuando ve estas cosas” – subraya el Papa – porque el que sufre es “su pueblo fiel, la gente que Él ama tanto”:
 
“Pensemos hoy en Jesús, que quiere siempre que todos se acerquen a Él; pensemos en el Santo Pueblo de Dios, un pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús; y pensemos en tantos cristianos de buena voluntad que se equivocan y que en lugar de abrir una puerta la cierran … Y pidamos al Señor que todos los que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas, encuentren las puertas abiertas, abiertas, abiertas para encontrar este amor de Jesús. Pidamos esta gracia”.
 
© Radio Vaticana

24.5.13.- Homilia cotidiana en la Misa de Santa Marta



“Soportar con paciencia y vencer con amor las opresiones externas e internas”: es la oración elevada por el Papa Francisco durante la Santa Misa en Santa Marta en memoria de María Auxiliadora. En la homilía, el Papa Francisco pidió dos gracias: “soportar con paciencia y vencer con amor”. Se trata de “gracias propias de un cristiano”. “Soportar con paciencia” –observa- “¡no es fácil!. “No es fácil cuando vienen las dificultades desde fuera, o cuando tenemos problemas en el corazón, en el alma, los problemas internos”. Pero soportar –explica- “no es cargar con un dificultad”.
 “Soportar es tomar la dificultad y levantarla, con fuerza, para que la dificultad no nos aplaste. Levantar con fuerza: esta es una virtud cristiana. San Pablo habla de esto muchas veces. Soportar, Esto no significa dejarse vencer por las dificultades. Esto significa que el cristiano tiene la fuerza de no bajar los brazos, de tenerlos así. Llevar, pero hacia arriba: soportar. Y no es fácil porque el desánimo llega, y uno prefiere bajar los brazos y decir: ‘Adelante, hagamos solo lo que podamos, nada más?, ¡un poco así!..’ Pero no, soportar es una gracia. Debemos pedirla, en las dificultades”.
La otra gracia que el Papa ha pedido es “vencer con amor”.
“Se puede vencer de muchas maneras, pero la gracia que pedimos hoy es la gracia de la victoria con amor, por medio del amor. Esto no es fácil. Cuando tenemos enemigos fuera, que nos hacen sufrir mucho: no es fácil vencer con amor. Nos viene la tentación de vengarnos, de hacer algo en contra de ellos. El amor: la mansedumbre que Jesús nos enseñó. ¡Esta es la victoria” El apóstol Juan nos dice, en la primera lectura: ‘Esta es nuestra victoria, nuestra fe’. Nuestra fe es exactamente este creer en Jesús que nos ha enseñado el amor y que nos ha enseñado amar a todos. Y la prueba de que nosotros estamos en el amor es cuando rezamos por nuestros enemigos”.
 
Rezar por los enemigos, por los que nos hacen sufrir –prosigue el Papa- “no es fácil”. Pero somos “cristianos fracasados” si no perdonamos a los enemigos y rezamos por ellos. Y “cuantos cristianos tristes, desanimados, encontramos” –exclamó- porque “no han tenido la gracia de soportar con paciencia y vencer con amor”.
 
“Por esto, pidamos a la Virgen que nos dé esta gracia de soportar con paciencia y vencer con amor. Cuantas personas –muchos ancianos y ancianas- ¡han ido por este camino! Es bello mirarlos: tienen esa mirada bella, esa felicidad serena. No hablan mucho, pero tienen un corazón paciente y llenos de amor. Saben lo que es el perdón a los enemigos, saben qué es rezar por los enemigos. ¡Muchos cristianos son así! 
En la Misa estaban presentes trabajadores del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, con el presidente del dicasterio, mons. Claudio Maria Celli, a la cabeza. Es también el día en el que se celebra la Jornada de oración por la Iglesia en China y en este día participaron en el rito mons Savio Hon Tai-Fai, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y un grupo de sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos chinos. Al final de la oración de los fieles, el Papa ha rezado así: “Por el noble pueblo chino: que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie”. La misa se ha concluido con un canto a la Virgen en chino.
 © Radio Vaticano

23.5.13.- Santa Misa matutina en la Domus Santa Marta


Que los cristianos difundan la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad: esta es la exhortación del Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha destacado que la originalidad cristiana  “no es una uniformidad” y ha puesto en guardia contra el riesgo de volvernos insípidos, “cristianos de museo”. En la Misa, concelebrada con el cardenal Angelo Sodano y Leonardo Sandri y con el arzobispo de La Paz, Edmundo Abastoflor Montero, han participado un grupo de sacerdotes y colaboradores laicos de la Congregación para las Iglesias Orientales. ¿Qué es la sal en la vida de un cristiano, qué sal nos ha dado Jesús? En su homilía, el Papa Francisco explicó el sabor que los cristianos están llamados a dar a su propia vida y a la de los demás. La sal que nos da el Señor, observó, es la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad. Pero, advirtió, debemos estar atentos a que esta sal, que nos ha dado la certeza que Jesús murió y resucitó para salvarnos, “no se vuelva insípida, que no pierda su fuerza”. Esta sal, prosiguió, “no es para conservarla, porque se la sal se conserva en una botella no hace nada, no sirve”.
“La sal tiene sentido cuando se da para dar sabor a las cosas. También pienso que la sal conservada en una botellita, con la humedad, pierde fuerza y no sirve. La sal que nosotros hemos recibido es para darla, par dar sabor, para ofrecerla. Sino se vuelve insípida y no sirve. Debemos pedir al Señor que no nos convirtamos en cristianos con la sal insípida, con la sal cerrada en una botellita. La sal tiene otra particularidad: cuando la sal se usa bien, no se nota el gusto de la sal, el sabor de la sal… ¡No se nota! Se nota el sabor de la comida: la sal ayuda a que el sabor de la comida sea bueno, está más conservada pero está más buena, con más sabor ¡Esta es la originalidad cristiana!”
 
Añadió que “cuando nosotros anunciamos la fe con esta sal”, los que “reciben el anuncio, lo reciben según su peculiaridad, como las comidas”. Y así “cada uno con sus propias características recibe la sal y se hace más bueno”.
 
“¡La originalidad cristiana no es una uniformidad! Toma a cada uno como es, con su personalidad, con sus características, con su cultura y lo deja con esto, porque es una riqueza. Pero le da algo más: ¡le da sabor! Esta originalidad cristiana es muy bella, porque cuando nosotros queremos hacer una uniformidad –que todos sean salados de la misma manera- las cosas serán como cuando la mujer echa demasiada sal y se nota solo el gusto de la sal y no el gusto de la comida aderezada con la sal. La originalidad cristiana es exactamente esto: cada uno es como es, con los dones que el Señor nos ha dado”.
 
Esta, prosiguió el Papa, “es la sal que debemos dar”. Una sal “que no es para conservarla, es para darla”. Y esto, dijo, “Significa un poco de trascendencia”: “salir con el mensaje, salir con esta riqueza que nosotros obtenemos de la sal y darlo a los demás”. Por otro lado, destacó, hay dos “salidas” para que esta sal no se estropee. Primero; poner la sal “al servicio de las comidas, al servicio de los demás, al servicio de las personas”. Segundo; la “trascendencia hacia el autor de la sal, el creador”. La sal, afirmó, “no se conserva sólo dándola en la predicación” pero “necesita también de la otra trascendencia, de la oración, de la adoración”.
 
“Y así la sal se conserva, no pierde su sabor. Con la adoración del Señor yo me trasciendo de mí mismo al Señor y con el anuncio evangélico voy fuera de mí mismo para dar el mensaje. Pero si nosotros no hacemos esto –estas dos cosas, estas dos trascendencias para dar la sal- la sal se quedará en su botellita y nosotros nos convertiremos en cristianos de museo. Podemos mostrar la sal: esta es mi sal. ¡Qué bella es! Esta es la sal que recibí en el Bautismo, esto es lo que he recibido en la Confirmación, esto es lo que he recibido en la catequesis… Pero mirad: ¡cristianos de museo! Una sal sin sabor, ¡una sal que no hace nada!”

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De Radio Vaticana:

(RV).- (Con audio) MP3 Que los cristianos difundan la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad: es la exhortación que el Papa Francisco hizo esta mañana en la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre subrayó que la originalidad cristiana “no es una uniformidad”, y puso en guardia ante el riesgo de convertirnos en insípidos “cristianos de museo”. 
En esta ocasión concelebraron con el Obispo de Roma los Cardenales Angelo Sodano y Leonardo Sandri junto al Arzobispo de La Paz, Edmundo Abastoflor Montero, y participó un grupo de sacerdotes y colaboradores laicos de la Congregación para las Iglesias Orientales.
¿Qué es la sal en la vida de un cristiano, y qué sal nos ha dado Jesús? El Papa se detuvo a considerar en su homilía el sabor que los cristianos están llamados a dar a su propia vida y a la de los demás. Y dijo que la sal que nos da el Señor es la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad. A la vez que advirtió que debemos estar atentos a que esta sal, que nos es dada por la certeza de que Jesús murió y resucitó para salvarnos, “no se vuelva insípido, y no pierda su fuerza”. Porque esta sal, prosiguió Francisco, “no es para conservarla, porque si la sal se conserva en un frasco no hace nada, no sirve”:

“La sal tiene sentido cuando se da para dar sabor a las cosas. También pienso que la sal conservada en un frasco, con la humedad, pierde fuerza y no sirve. La sal que nosotros hemos recibido es para darla, es para dar sabor, es para ofrecerla. De lo contrario se vuelve insípida y no sirve. Debemos pedir al Señor que no nos convirtamos en cristianos con la sal insípida, con la sal cerrada en el frasco. Pero la sal también tiene una característica: cuando se la usa bien, no se siente el gusto de la sal, el sabor de la sal… ¡No se siente! Se siente el sabor de cada comida: la sal ayuda a que el sabor de esa comida sea mejor, se conserve más, sea más sabrosa. ¡Esta es la originalidad cristiana!” 

Y añadió que “cuando anunciamos la fe con esta sal”, quienes “reciben el anuncio, lo reciben según su propia peculiaridad, como sucede con las comidas”. Y así “cada uno con su propia peculiaridad recibe la sal se vuelve más bueno”:

“¡La originalidad cristiana no es una uniformidad! Toma a cada uno como es, con su personalidad, con sus características, con su cultura y lo dejo con todo ello, porque es una riqueza. Pero le da algo más: ¡le da el sabor! Esta originalidad cristiana es tan bella, porque cuando queremos hacer una uniformidad - todos somos salados del mismo modo - las cosas serán como cuando la mujer echa demasiada sal y se siente sólo el gusto de la sal y no el gusto de esa comida sabrosa con la sal. La originalidad cristiana es precisamente esto: cada uno es como es, con los dones que el Señor le ha dado”.

Esta, prosiguió diciendo el Papa, “es la sal que debemos dar”. Una sal que “no es para conservarla, es para darla”. Y esto “significa un poco de trascendencia”: “salir con el mensaje, salir con esta riqueza que nosotros tenemos de la sal y darla a los demás”. Por otra parte, subrayó, hay dos “salidas” para que esta sal no se arruine. Primero: dar la sal “al servicio de la comida, al servicio de los demás, al servicio de las personas”. Segundo: la “trascendencia hacia el autor de la sal, el Creador”. La sal, reafirmó el Obispo de Roma, “no se conserva sólo dándola en la predicación” sino que “también tiene necesidad de otra trascendencia, de la oración, de la adoración”:

“Y de este modo la sal se conserva, no pierde su sabor. Con la adoración del Señor yo trasciendo de mí mismo y con el anuncio evangélico voy fuera de mí mismo para dar el mensaje. Pero si nosotros no hacemos esto - estas dos cosas, estas dos trascendencias para dar la sal - la sal permanecerá en el frasco y nosotros nos convertiremos en cristianos de museo. Podemos hacer ver la sal: esta es mi sal. ¡Pero qué bella es! Esta es la sal que he recibido en el Bautismo, ésta es la que he recibido en la Confirmación, ésta es la que he recibido en la catequesis… Pero miren: ¡cristianos de museo! ¡Una sal sin sabor, una sal que no hace nada!”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

22.5.13.- Homilía en Casa Santa Marta



Papa Francisco: “Hacer el bien” es un principio que une a toda la humanidad, más allá de la diversidad de ideologías y de religiones, y crea la cultura del encuentro que está en la base de la paz: es lo que ha afirmado el Papa en la misa de esta mañana en Santa Marta, con la presencia de algunos trabajadores de la gobernación. Ha concelebrado el cardenal Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas.
 El Evangelio de este miércoles nos habla de los discípulos de Jesús que impiden a una persona externa acceder a su grupo que hace el bien. “Se lamentan” –afirma el Papa en la homilía- porque dicen: “Si no es uno de los nuestros, no puede hacer el bien. Si no es de nuestro bando, no puede hacer el bien”. Y Jesús les corrige: “No se lo impidáis –dice- Dejadle que haga el bien”. “Los discípulos –explica el Papa Francisco- eran un poco intolerantes”, cerrados en la idea de poseer la verdad, en la convicción que “todos los que no tienen la verdad, no pueden hacer el bien”. Y “esto es un error” y Jesús “amplía horizontes”. “La raíz de esta posibilidad de hacer el bien, que todos tenemos” –observa el Papa- está “en la creación”.

“El Señor nos ha creado a su imagen y semejanza, y somos imagen del Señor, y Él hace el bien y todos nosotros tenemos en el corazón este mandamiento: haz el bien y no hagas el mal. Todos. “¡Pero, padre, este no es católico, ¡No puede hacer el bien!. Sí, puede hacerlo. Debe hacerlo. No es que pueda: ¡es que debe! Sin embargo esta opinión cerrada de que no se puede hacer el bien fuera, todos, es un muro que nos lleva a la guerra y también a lo que muchos han pensado en la historia: matar en nombre de Dios. No podemos matar en nombre de Dios. Es, sencillamente, una blasfemia. Decir que se puede matar en nombre de Dios es una blasfemia”.
 
“Sin embargo, el Señor nos ha creado a su imagen y semejanza y nos ha puesto este mandamiento dentro del corazón: hacer el bien y no el mal”.
 
“El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. A todos. ‘Padre ¿a los ateos?’ También a ellos. ¡A todos! ¡Y esta sangre nos hace hijos de Dios de primera categoría! ¡Hemos sido creados hijos a semejanza de Dios y la sangre de Cristo nos ha redimido a todos! Y todos nosotros tenemos el deber de hacer el bien. Y este mandamiento de hacer el bien para todos, creo que es un bello camino hacia la paz. Si nosotros, cada uno por su parte, hacemos el bien a los demás, nos encontramos allí, haciendo el bien, y poco a poco, lentamente, creamos la cultura del encuentro que tanto necesitamos. Encontrarse haciendo el bien. ‘Pero yo no creo padre, ¡yo soy ateo!’. Pero haz el bien: ¡nos encontramos allí!”
 
“Hacer el bien” –explica el Papa- “no es una cuestión de fe”, “es un deber, es una tarjeta de identidad que nuestro Padre nos ha dado a todos, porque nos ha hecho a su imagen y semejanza. Y Él hace el bien, siempre”. 


Esta es la oración final del Papa Francisco:

“Hoy es santa Rita, Patrona de las cosas imposibles, pero esto parece imposible: pidámosle a ella esta gracia, esta gracia que todas, todas las personas hagan el bien y nos encontremos en este trabajo, que es un trabajo de creación, asemejarnos a la creación del Padre. Un trabajo de familia, porque todos somos hijos de Dios: ¡todos, todos! Y Dios nos quiere mucho, ¡a todos! Que Santa Rita nos conceda esta gracia, que parece casi imposible. Así sea”.

21.5.13.- Homilía del Papa Francisco hoy en la Domus Santa Marta


Para un cristiano progresar significa humillarse, como hizo Jesús. Esto es lo que ha dicho el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. Además ha afirmado que el verdadero poder es el servicio y que la lucha por el poder en la Iglesia no debería existir. En la Misa –concelebrada por el director de programas de Radio Vaticana, el padre Andrzej Koprowski- han participado un grupo de trabajadores de esta emisora, así como de la Oficina de peregrinos y turistas de la Gobernación Vaticana. Además estaban presentes Maria Voce y Giancarlo Faletti, presidenta y vicepresidente del Movimiento de los Focolares.
 Jesús habla de su Pasión y los discípulos, sin embargo, se ponen a discutir sobre quién es el más grande entre ellos. Es el amargo episodio narrado por el Evangelio de hoy, que ha sido usado por el Papa Francisco para meditar sobre el poder y el servicio. “La lucha por el poder en la Iglesia no es solo cosa de estos días”, “comenzó estando con Jesús”. Y destacó que “en la clave evangélica de Jesús, la lucha por el poder en la Iglesia no debe existir”, porque el verdadero poder, el que el Señor “con su ejemplo nos ha enseñado”, “es el poder del servicio”.
 
“El verdadero poder es el servicio. Como lo ha hecho Él, que vino para no hacerse servir, sino para servir, y su servicio ha sido un servicio de la Cruz. Él se abajó hasta la muerte, la muerte en la Cruz, por nosotros, para servirnos, para salvarnos. En la Iglesia no hay otro camino para subir. Para el cristiano progresar, medrar, significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca podremos entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder”.

Progresar, añadió, “significa humillarse”, “estar al servicio siempre”. Y en la Iglesia, repuso, “el más grande es el que más sirve, el que más está al servicio de los demás”. Esta “es la regla”. Y, sin embargo, afirmó el Papa Francisco, desde el principio hasta ahora han existido “luchas de poder en la Iglesia”, incluso “en nuestra manera de hablar”.
 
“Cuando a una persona se le da un cargo que según los ojos del mundo es un cargo superior, se dice: ‘¡Ah! A esta mujer la han ascendido a presidenta de esta asociación y este hombre ha sido promovido…’ Este verbo: promover: si es un verbo bello, se debe usar en la Iglesia. Sí: este ha sido promovido a la cruz, en la humillación. Esta es la verdadera promoción, la que ‘se parece más’ a Jesús”.

El Papa recordó que San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, pedía al Señor Crucificado “la gracia de las humillaciones”. Este, ha afirmado, es “el verdadero poder del servicio de la Iglesia”. Este es el verdadero camino de Jesús, la verdadera promoción y no la mundana:
 
“El camino del Señor es Su Servicio: como Él realizó su servicio, nosotros debemos ir detrás de Él , el camino del servicio. Este el verdadero poder en la Iglesia. Yo quisiera rezar hoy por todos nosotros, para que el Señor nos de la gracia de entender esta regla de oro que Él nos enseñó con su ejemplo: para un cristiano progresar, subir, significa abajarse, humillarse. Pidamos esta gracia”.

19.5.13.- SANTA MISA CON LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES EN LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS



Plaza de San Pedro
Domingo 19 de mayo de 2013

Queridos hermanos y hermanas:

En este día, contemplamos y revivimos en la liturgia la efusión del Espíritu Santo que Cristo resucitado derramó sobre la Iglesia, un acontecimiento de gracia que ha desbordado el cenáculo de Jerusalén para difundirse por todo el mundo.

Pero, ¿qué sucedió en aquel día tan lejano a nosotros, y sin embargo, tan cercano, que llega adentro de nuestro corazón? San Lucas nos da la respuesta en el texto de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado (2,1-11). El evangelista nos lleva hasta Jerusalén, al piso superior de la casa donde están reunidos los Apóstoles. El primer elemento que nos llama la atención es el estruendo que de repente vino del cielo, «como de viento que sopla fuertemente», y llenó toda la casa; luego, las «lenguas como llamaradas», que se dividían y se posaban encima de cada uno de los Apóstoles. Estruendo y lenguas de fuego son signos claros y concretos que tocan a los Apóstoles, no sólo exteriormente, sino también en su interior: en su mente y en su corazón. Como consecuencia, «se llenaron todos de Espíritu Santo», que desencadenó su fuerza irresistible, con resultados llamativos: «Empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse». Asistimos, entonces, a una situación totalmente sorprendente: una multitud se congrega y queda admirada porque cada uno oye hablar a los Apóstoles en su propia lengua. Todos experimentan algo nuevo, que nunca había sucedido: «Los oímos hablar en nuestra lengua nativa». ¿Y de qué hablaban? «De las grandezas de Dios».

A la luz de este texto de los Hechos de los Apóstoles, deseo reflexionar sobre tres palabras relacionadas con la acción del Espíritu: novedad, armonía, misión.

1. La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades, gustos. Y esto nos sucede también con Dios. Con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos. Pero, en toda la historia de la salvación, cuando Dios se revela, aparece su novedad - Dios ofrece siempre novedad -, trasforma y pide confianza total en Él: Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva; Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa; Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad; los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio. No es la novedad por la novedad, la búsqueda de lo nuevo para salir del aburrimiento, como sucede con frecuencia en nuestro tiempo. La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien. Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta? Nos hará bien hacernos estas preguntas durante toda la jornada.

2. Una segunda idea: el Espíritu Santo, aparentemente, crea desorden en el Iglesia, porque produce diversidad de carismas, de dones; sin embargo, bajo su acción, todo esto es una gran riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía. En la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo. Un Padre de la Iglesia tiene una expresión que me gusta mucho: el Espíritu Santo “ipse harmonia est”. Él es precisamente la armonía. Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Si, por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son muy peligrosos. Cuando nos aventuramos a ir más allá (proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial – dice el Apóstol Juan en la segunda lectura -  y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo (cf. 2Jn 1,9). Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?

3. El último punto. Los teólogos antiguos decían: el alma es una especie de barca de vela; el Espíritu Santo es el viento que sopla la vela para hacerla avanzar; la fuerza y el ímpetu del viento son los dones del Espíritu. Sin su fuerza, sin su gracia, no iríamos adelante. El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo. El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar. El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos. Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, dice: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros» (Jn 14,16). Es el Espíritu Paráclito, el «Consolador», que da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio. El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión. Recordemos hoy estas tres palabras: novedad, armonía, misión.

La liturgia de hoy es una gran oración, que la Iglesia con Jesús eleva al Padre, para que renueve la efusión del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros, cada grupo, cada movimiento, en la armonía de la Iglesia, se dirija al Padre para pedirle este don. También hoy, como en su nacimiento, junto con María, la Iglesia invoca: «Veni Sancte Spiritus! – Ven, Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor». Amén.

18.5.13.- Homilía cotidiana en Santa Marta


(RV).-  “El cristiano debe vencer la tentación de entrometerse en la vida de los otros”Fue esta la exhortación de Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Santo Padre subrayó además que habladurías y envidias hacen tanto daño a la comunidad cristiana y que no se puede “decir sólo la mitad que nos conviene”. Este sábado en la Misa, concelebrada con don Daniel Grech del Vicariato de Roma, participó un grupo de estudiantes de la Universidad Lateranense, guiados por el rector mons. Enrico Dal Covolo; Kiko Argüello, Carmen Hernández y Mario Pezzi del Camino Neocatecumenal; Roberto Fontolan y Emilia Guarnieri de Comunión y Liberación.  
 “¿A ti que te importa?” el Papa Francisco desarrolló su homilía partiendo de esta pregunta dirigida por Jesús a Pedro que se había entrometido en la vida de otro, en la vida del discípulo Juan, “aquel que Jesús amaba”. Pedro, subrayó, tenía “un diálogo de amor” con el Señor, pero luego el diálogo “se desvió de camino” y también él sufrió una tentación: “Entrometerse en la vida de los otros”. Como se dice “vulgarmente”, observó el Papa, Pedro se vuelve un “metido”. Francisco se detuvo a reflexionar sobre dos formas de este entrometerse en la vida de los demás. Sobre todo, “la comparación”, el “compararse con los otros”. Cuando existe esta comparación, dijo, “terminamos en la amargura y también en la envidia, pero la envidia enmohece a la comunidad cristiana”, le “hace tanto mal”, el “diablo quiere eso”. La segunda modalidad de esta tentación, agregó, son las habladurías. Se inicia con “modalidades tan educadas”, pero luego terminamos “despellejando al prójimo”: 

“¡Cuanto se parlotea en la Iglesia!¡Cuanto murmuramos nosotros los cristianos! La habladuría es despellejarse ¿eh? Hacerse daño unos a otros. Como si se quisiera disminuir al otro, ¿no? En vez de crecer, hago que el otro sea denigrado y me siento grande. ¡Eso no va! Parece bello cotillear… No sé por qué, pero parece bueno. Como los caramelos de miel, ¿no? Comes uno - Ah, ¡que bueno! -y luego otro, otro, otro y al final te duele la barriga. Y ¿por qué? La habladuría es así: es dulce al inicio y después te arruina, ¡te arruina el alma! Las habladurías son destructivas en la Iglesia, son destructivas… Es un poco el Espíritu de Caín: ¡asesinar al hermano, con la lengua; asesinar al hermano!”
Sobre este camino, agregó, “¡nos volvemos cristianos de buenas maneras y malos hábitos!”. Pero ¿cómo se presenta la habladuría? Normalmente, “hacemos tres cosas”:


“Desinformamos: decir sólo la mitad que nos conviene y no la otra mitad; la otra mitad no la decimos porque no es conveniente para nosotros. Algunos ríen… pero eso es verdad ¿o no? ¿Has visto que…? y pasa. Segundo, la difamación: cuando una persona tiene un defecto, ha cometido un grave error, contarlo, 'hacer el periodista'… Y la reputación de esa persona ¡esta arruinada! Y la tercera, la calumnia: decir cosas que no son verdaderas. ¡Aquello es asesinar al hermano! Las tres - desinformación, difamación y calumnia - ¡son pecados! ¡Esos son pecados! Es dar una bofetada a Jesús en la persona de sus hijos, de sus hermanos”.


He aquí, constató el Papa, el por qué Jesús hace con nosotros como había hecho con Pedro cuando lo reprende: “¿A ti que te importa? ¡Tú sígueme!” Verdaderamente el Señor nos “muestra el camino”:


“‘Las habladurías no te harán bien, porque te llevarán a ese espíritu de destrucción en la Iglesia. ¡Sígueme!’. Es bella esta palabra de Jesús, es tan diáfana, es tan amorosa para nosotros. Es como si dijera: ‘No se engañen, creyendo que la salvación está en la comparación con los otros o en las habladurías. La salvación es ir tras de mí ’. ¡Seguir a Jesús! Pidamos hoy al Señor Jesús que nos dé esta gracia de jamás entrometernos en la vida de los otros, de no convertirnos en cristianos de buenas maneras y malos hábitos, de seguir a Jesús, de ir tras Jesús, en su camino. ¡Y esto basta!”.


Durante la homilía el Papa Francisco recordó también un episodio de la vida de Santa Teresita que se preguntaba por qué Jesús daba tanto a unos y poco a otros. Entonces la hermana mayor, tomó un dedal y un vaso y los llenó de agua y luego preguntó a Teresita cuál de los dos estaba más lleno. “Los dos están llenos”, respondió la futura Santa. 

"Jesús hace “así con nosotros”, “no le interesa si eres grande, si eres pequeño”. Le interesa “si tú estás lleno del amor de Jesús”. (RC-RV)

17.5.13.- Homilía del Papa este viernes en la Casa Santa Marta



El problema no es ser pecadores, sino no dejarse transformar por el amor del encuentro con Cristo, afirmó este viernes 17 de mayo el Papa en la Misa presidida en Santa Marta. Participaron en la celebración algunos trabajadores de los Museos Vaticanos. Francisco centró la homilía en el Evangelio de hoy, en el que Jesús resucitado pregunta a Pedro tres veces que si lo ama. “Es un diálogo de amor, entre el Señor y su discípulo”, explicó, que recorre la historia de los encuentros de Pedro con Jesús: desde aquel primer “sígueme” al nombre nuevo -“Te llamarás Cefas, Piedra”-, o a su misión -"aunque Pedro no había entendido nada… la misión estaba”.
También se refirió al momento en que Pedro reconoce a Cristo y justo después rechaza el camino de la cruz. Pedro –afirmó el Papa- a menudo “creía ser bueno”, en Getsemaní es “fogoso” y “coge una espada” para defender a Jesús, pero después reniega de Él tres veces. Y cuando Jesús le mira fijamente con aquella mirada “tan bella”, Pedro llora".

“Jesús en estos encuentros va madurando el alma de Pedro, el corazón de Pedro”, lo madura en el amor. Así, cuando oye que Jesús por tres veces le pregunta: “Simón, hijo de Juan, me quieres?”, se avergüenza, porque se acuerda de haberlo negado tres veces".
 
“Pedro se queda mal cuando por tercera vez le pregunta: ‘¿Me quieres?’. Este dolor, esta vergüenza… un hombre grande, este Pedro… pecador, pecador. Pero el Señor le hace sentir, a él y a todos nosotros, que todos somos pecadores".

"El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no sentir vergüenza de lo que hemos hecho. Y Pedro tiene esta vergüenza, esta humildad ¿no? El pecado, el pecado de Pedro, es un hecho que con el corazón grande que tenía Pedro, lo lleva a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón”.
 
El Papa subrayó que el Señor no abandona su promesa: Le había dicho: “Tú eres piedra”, y ahora le dice: “Apacienta a mis ovejas”, y “entrega a su rebaño a un pecador”. "Pero Pedro era un pecador, pero no un corrupto ¿eh? Pecador, sí, como todos: corrupto, no".

La homilía continuó con una anécdota: "Una vez supe de un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien; fue nombrado obispo, y el sentía vergüenza porque no se sentía digno, tenía un tormento espiritual. Y fue al confesor. El confesor le escuchó y le dijo: ‘Pero no te escandalices. Si con lo que hizo Pedro lo hicieron Papa, ¡tú adelante!’. Es que el Señor es así".

Y aclaró: "El Señor nos hace madurar encontrándonos muchas veces con Él , con nuestras debilidades, cuando le reconocemos, con nuestros pecados…”.

Pedro “se ha dejado modelar” por “tantos encuentros con Jesús” y esto “nos sirve a todos nosotros, porque nosotros estamos en el mismo camino”.

“Pedro es un grande” no “porque sea bueno” sino porque “es noble, tenía un corazón noble, y esta nobleza lo lleva al llanto, lo lleva a este dolor, a esta vergüenza y también a asumir su trabajo de apacentar al rebaño”.

El Papa concluyó pidiendo "que este ejemplo de la vida de un hombre que se encuentra continuamente con el Señor y el Señor lo purifica, lo hace más maduro con estos encuentros, nos ayude a nosotros a seguir adelante, buscando al Señor y encontrándolo, encontrándonos con Él".

Y añadió: "Pero por esto es importante dejarnos encontrarnos por Él: el Señor siempre nos busca, Él siempre está cerca de nosotros. Pero tantas veces, nosotros miramos a otra parte porque no queremos hablar con el Señor o dejarnos encontrar por Él. Encontrar al Señor, pero más importante dejarnos encontrar por Él: esto es una gracia. Esta es la gracia que nos enseña Pedro. Pidamos hoy esta gracia”.

16.5.13.- Misa en Capilla Santa Marta



(RV).- “La Iglesia tiene tanta necesidad del fervor apostólico que nos impulsa adelante en el anuncio de Jesús”. Lo subrayó esta mañana el Papa Francisco en la misa de la Casa de Santa Marta. Además, el Papa puso en guardia a no ser “cristianos de salón” sin el valor incluso de “dar fastidio a las cosas demasiado tranquilas”. En la Misa, concelebrada con el Cardenal Peter Turkson y Mons. Mario Toso, Presidente y secretario de “Justicia y Paz”, participó un grupo de empleados de ese dicasterio y de nuestra emisora, Radio Vaticano. 
Toda la vida de Pablo fue “una batalla campal”, una “vida con tantas pruebas”. El Papa Francisco centró su homilía en el Apóstol de los gentiles, que, dijo, pasa su vida de “persecución en persecución”, pero no se desanima. El destino de Pablo, subrayó el Santo Padre, “es un destino con tantas cruces, pero él va adelante; él mira al Señor y va adelante”:

MP3 “Pablo molesta: es un hombre que con su predicación, con su trabajo, con su actitud da fastidio, precisamente porque anuncia Jesucristo y el anuncio de Jesucristo a nuestras comodidades, tantas veces a nuestras estructuras cómodas – también cristianas, ¿no? - da fastidio. El Señor siempre quiere que nosotros vayamos adelante, más allá, más allá, más allá… Que no nos refugiemos en una vida tranquilla o en las estructuras caducas, estas cosas, ¿no? El Señor… Y Pablo, predicando al Señor, daba fastidio. Pero él iba adelante, porque tenía en sí esa actitud tan cristiana que es el celo apostólico. Tenía precisamente fervor apostólico. No era un hombre de compromisos. ¡No! La verdad: ¡adelante! El anuncio de Jesucristo: ¡adelante!”

Ciertamente, observó el Papa, San Pablo era un “hombre fogoso”. Pero acá no se trata sólo de su temperamento. Es el Señor que “se inmiscuye en esto”, en esta batalla campal. Es más, continuó Francisco, es precisamente el Señor quien lo impulsa “a ir adelante”, a dar testimonio también en Roma:
MP3 “Entre paréntesis, a mí me gusta que el Señor se preocupe por esta diócesis, desde aquel tiempo… ¡Somos privilegiados! Y el celo apostólico no es un entusiasmo por el poder, para tener algo. Es algo que viene desde adentro, que el mismo Señor lo quiere de nosotros: cristiano con celo apostólico. ¿Y de dónde viene este celo apostólico? Viene del conocimiento de Jesucristo. Pablo encontró a Jesucristo, encontró a Jesucristo, pero no con un conocimiento intelectual, científico – este es importante, porque nos ayuda – sino con ese conocimiento del corazón, del encuentro personal”.

He aquí lo que impulsa a Pablo a ir adelante, “a anunciar a Jesús siempre”. “Está siempre en problemas, pero en problemas no por los problemas, sino por Jesús”, Anunciando a Jesús “las consecuencias son estas”. El fervor apostólico se comprende sólo “en un clima de amor”. El celo apostólico “tiene algo de locura, pero de locura espiritual, de sana locura”. Y Pablo “tenía esta sana locura”. 

Por último, el Papa invitó a todos los fieles a pedir al Espíritu Santo que haga crecer en nosotros el celo apostólico que no debe pertenecer sólo a los misioneros. Por otra parte, advirtió, también en la Iglesia hay “cristianos tibios”, que “no sienten que deben ir adelante”:
MP3 “También están los cristianos de salón, ¿no? Esos educados, todo bien, pero no saben dar hijos a la Iglesia con el anuncio y el fervor apostólico. Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos dé este fervor apostólico a todos nosotros, también que nos dé la gracia de dar fastidio a las cosas que son demasiado tranquilas en la Iglesia; la gracia de ir adelante hacia las periferias existenciales. ¡La Iglesia tiene tanta necesidad de esto! No sólo en tierra lejana, en las Iglesias jóvenes, en los pueblos que aún no conocen a Jesucristo, sino aquí, en la ciudad, precisamente en la ciudad, tienen necesidad de este anuncio de Jesucristo. Por tanto pidamos al Espíritu Santo esta gracia del celo apostólico, cristianos con celo apostólico. Y si damos fastidio, bendito sea el Señor. Adelante, y como dice el Señor a Pablo: ‘¡Coraje’”!

(María Fernanda Bernasconi – RV).

15.3.13.- Santa Misa en Capilla Santa Marta



"Rezad por los sacerdotes y obispos para que no cedan a la tentación del dinero y de la vanidad para que estén al servicio del pueblo de Dios": esta es la exhortación del Papa Francisco de esta mañana, en la Misa celebrada en Santa Marta. Estaba presente un grupo de trabajadores de Radio Vaticana. La homilía del Papa parte de la cita de los Hechos de los Apóstoles en el que Pablo exhorta a los “ancianos” de la Iglesia de Éfeso a velar por sí mismos y por todo el rebaño, a ser pastores atentos a los “lobos rapaces”. Es una de las “páginas más bellas del Nuevo Testamento” –destacó el Papa- “llena de ternura, de amor pastoral” en el que surge “la bella relación del obispo con su pueblo”. Los obispos y los sacerdotes –explica- están al servicio de los demás, para custodiar, edificar y defender el pueblo. Es “una relación de protección, de amor entre Dios y el pastor, el pastor y el pueblo”:

“Al final un obispo no es un obispo para sí mismo, es para el pueblo; y un sacerdote no es un sacerdote para sí mismo, es para el pueblo: a su servicio, para hacerlo crecer, para pastorear al pueblo, el propio rebaño. ¿no? Para defenderlo de los lobos. ¡Este es un pensamiento bello! Cuando el obispo lleva a cabo esto hay una bella relación con el pueblo, como el obispo Pablo lo hizo con su pueblo ¿no? Y cuando el sacerdote tiene esta bella relación con su pueblo, nos da amor: se da un amor entre ellos, un verdadero amor y la Iglesia se convierte en unidad”.
 
La relación del obispo y del sacerdote con el pueblo –prosiguió el Papa- es una relación “existencial, sacramental”. “Nosotros –añadió- tenemos necesidad de vuestras oraciones” porque “también el obispo y el sacerdote pueden ser tentados”. Los obispos y los sacerdotes deben rezar mucho, anunciar a Cristo resucitado y “predicar con valentía ese mensaje de salvación”. “Pero también nosotros somos hombres y somos pecadores” y “somos tentados”. ¿Y cuáles son las tentaciones del obispo y del sacerdote?:
 
“San Agustín, comentando el profeta Ezequiel, habla de dos: la riqueza que puede convertirse en avaricia y la vanidad. Y dice: ‘Cuando el obispo, el sacerdote se aprovecha de las ovejas para sí mismo, el movimiento cambia: no es el sacerdote, el obispo para el pueblo, sino el obispo y el sacerdote que toma del pueblo’. San Agustín dice: “Toma la carne de la oveja para comerla, se aprovecha; hace negocio y está cogido al dinero; se vuelve avaro y muchas veces simoníaco. O se aprovecha de la lana por la vanidad, para envanecerse”.

Así –observa el Papa- “cuando un sacerdote, un obispo va detrás del dinero, el pueblo no lo ama y eso es un signo. Pero él mismo termina mal”. San Pablo recuerda haber trabajado con sus manos “no tenía una cuenta en el banco, trabajaba. Y cuando un obispo, un sacerdote va por el camino de la vanidad entra en el espíritu del carrerismo –y hace mucho mal a la Iglesia- hace el ridículo al final, se envanece, le gusta dejarse ver, todo potente… ¡Y el pueblo no ama esto!”. Rezad por nosotros –repite el Papa- “Para que seamos pobres, para que seamos humildes, mansos, al servicio del pueblo”. 


Finalmente, sugiere leer el capítulo 20, versículos 28-30 de los Hechos de los Apóstoles donde Pablo dice: “Velad por vosotros y por todo el rebaño, en medio del cuál el Espíritu Santo los ha puesto como obispos a pacer la Iglesia de Dios, que él ha adquirido con su sangre. Yo sé que después de mi partida entrarán entre vosotros lobos rapaces que no cuidarán el rebaño; en medio de vosotros surgirán algunos a enseñar doctrinas perversas para atraer discípulos hacia ellos”.
 
“Leed esta bella página y leyéndola rezad, rezad por nosotros, los obispos, y por los sacerdotes. Tenemos mucha necesidad de permanecer fieles, para ser hombres que velen por el rebaño y por nosotros, que velen, que sus corazones estén siempre pendientes de sus rebaños. Que el Señor  nos defienda de las tentaciones, porque si nosotros vamos por el camino de la vanidad, nos convertimos en lobos y no en pastores, pastores. Rezad por esto, leed esto y rezad. Así sea."

14.5.13.- Misa diaria en Santa Marta


(RV).- MP3 Necesitamos un "corazón abierto", que sea capaz de amar, señaló este martes por la mañana, el Papa Francisco en la misa que celebró en la Casa de Santa Marta. Poniendo en guardia contra la actitud de egoísmo, que como sucedió con Judas, lo lleva al aislamiento de su propia conciencia, y, finalmente, a traicionar a Jesús. En esta ocasión, concelebró con el Santo Padre el Arzobispo de Medellín, Ricardo Antonio Tobón Restrepo, y participó un grupo de empleados de los Museos Vaticanos, así como algunos alumnos del Pontificio Colegio Portugués. 
Si de verdad queremos seguir a Jesús, debemos "vivir la vida como un don" para darla a los demás, "no como un tesoro que se debe conservar", hizo hincapié el Papa, que en su homilía, reflexionó sobre la contraposición entre el camino del amor y el del egoísmo. Evocando la palabra fuerte que Jesús nos dice: "Nadie tiene un amor más grande que éste: dar su vida.", el Santo Padre destacó que la liturgia de hoy, nos muestra también a otra persona: Judas", que tenía precisamente la actitud contraria." Y ello - explicó el Papa Francisco - porque Judas "nunca comprendió lo que es un don":

"Pensemos en aquel momento de la Magdalena, cuando le lava los pies a Jesús con el nardo, tan caro: es un momento religioso, un momento de gratitud, un momento de amor. Y él, Judas, se distancia y critica con amargura: "¡Pero ... esto podría ser utilizado para los pobres!". Ésta es la primera referencia, que yo he encontrado, en el Evangelio sobre la pobreza como ideología. El ideólogo no sabe qué es el amor, porque no sabe donarse".


Judas estaba “aislado en su soledad", y esta actitud suya de egoísmo fue creciendo "hasta traicionar a Jesús.", añadió el Papa Francisco, destacando luego que el que ama "da su vida como don"; mientras que el egoísta "cuida su vida y crece en este egoísmo hasta volverse un traidor, pero siempre solo." Sin embargo, el que "da su vida por amor, nunca está solo: siempre está en la comunidad, está en familia." Además, el que "aísla su conciencia en el egoísmo," acaba "perdiéndola", reiteró el Santo Padre, poniendo de relieve que así acabó Judas, que "era un idólatra, apegado al dinero":

"Y Juan lo dice: “era un ladrón”. Y esta idolatría lo llevó a aislarse de la comunidad de los demás: éste es el drama de la conciencia aislada. Cuando un cristiano comienza a aislarse, también aísla su conciencia del sentido comunitario, del sentido de Iglesia, de aquel amor que Jesús nos da. En cambio, el cristiano que da su vida, que la pierde, como dice Jesús, la encuentra, en su plenitud. Y el que, como Judas, la quiere conservar para sí mismo, al final la pierde. Juan nos dice que "en ese momento, Satanás entró en el corazón de Judas". Y, debemos decirlo: Satanás es un mal pagador. Siempre nos estafa ¡siempre!".

Pero Jesús ama siempre y siempre se dona. Y este don suyo de amor nos impulsa a amar "para dar fruto. Y fruto que permanece", dijo el Papa Francisco, concluyendo su homilía exhortando a invocar al Espíritu Santo:

"En estos días de espera de la fiesta del Espíritu Santo, pidamos: ¡Ven, Espíritu Santo, ven y dame un corazón abierto, un corazón que sean capaz de amar con humildad y con mansedumbre, pero siempre un corazón abierto que sea capaz de amar. Pidámosle esta gracia al Espíritu Santo. Y que nos libre siempre del otro camino, del camino del egoísmo, que termina siempre mal ¡pidámosle esta gracia!".

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