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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Nuestra Señora de la Merced

Libro de los Proverbios 30,5-9.

Toda palabra de Dios es acrisolada, Dios es un escudo para el que se refugia en él.
No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda y seas tenido por mentiroso.
Hay dos cosas que yo te pido, no me la niegues antes que muera:
aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des ni pobreza ni riqueza, dame la ración necesaria,
no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue y diga: "¿Quién es el Señor?", o que, siendo pobre, me ponga a robar y atente contra el nombre de mi Dios.

Salmo 119,29.72.89.101.104.163.

Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley.
Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata.
Tu palabra, Señor, permanece para siempre, está firme en el cielo.
Yo aparto mis pies del mal camino, para cumplir tu palabra.
Tus preceptos me hacen comprender: por eso aborrezco el camino de la mentira.
Odio y aborrezco la mentira; en cambio, amo tu ley.

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de Antioquia, después de Constantinopla, doctor de la Iglesia
4ª Homilía sobre 1 Corintios; PG 61, 34-36
«De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza»

La cruz ha ganado a los espíritus por medio de predicadores ignorantes, y esto en el mundo entero. No se trata de cuestiones banales, sino de Dios y de la verdadera fe, de la vida según el Evangelio, del juicio futuro. La cruz ha transformado a gente sencilla e iletrada en filósofos. Aquí se ve que «lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres» (1C 1,25).

¿Por qué es más fuerte? Porque se ha extendido por el mundo entero, ha sometido a los hombres a su poder y ha resistido a los innumerables adversarios que querían hacer desaparecer el nombre del Crucificado. Y fue lo contrario, este nombre se extendió y se propagó; sus enemigos perecieron, desaparecieron; lo vivos que combatían con un muerto han quedado reducidos a la impotencia... En efecto, lo que unos publicanos y pecadores, por la gracia de Dios han conseguido realizar con éxito, los filósofos, los oradores, los reyes, es decir, la tierra entera en toda su extensión, ni tan sólo han sido capaces de imaginar... Es pensando en ello que el apóstol Pablo dice: «La debilidad de Dios es más fuerte que todos los hombres». De no ser así ¿cómo estos doce pescadores, pobres e ignorantes, hubieran podido imaginar una empresa de tal envergadura?
© evangeli.net

Día litúrgico: Miércoles XXV del tiempo ordinario

Santoral: 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà-Barcelona, España)

«Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»

Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.

Nuestra Señora de la Merced
La noche del 1 de agosto de 1218, estando San Pedro Nolasco en oración, se le apareció la Virgen María, le transmitió el mandato de fundar la Orden Religiosa de la Merced para redención de cautivos. Pocos días después, Nolasco, ayudado por D. Jaime el Conquistador y el consejero real San Raimundo de Peñafort, cumplía el mandato. Los mercedarios se comprometían con un cuarto voto: quedarse como rehenes, si fuera necesario, para liberar a otros más débiles en la fe.

De este modo, a través de los miembros de la Nueva Orden, la Virgen María, Madre y Corredentora, Medianera de todas las gracias, aliviaría a sus hijos cautivos y a todos los que suspiraban a ella, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. A todos daría la merced de su favor.

La Virgen María será invocada desde ahora la advocación de la Merced, o más bello todavía en plural: Santa María de las Mercedes, indicando así la abundancia incontable de sus gracias.

Bajo la protección de la Virgen de la Merced, los frailes mercedarios realizaron una labor ingente. Ingentes fueron también los sufrimientos de San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato y San Pedro Armengol. Y no faltaron mártires como San Serapio, San Pedro Pascual y otros muchos.

El culto a Nuestra Señora de la Merced se extendió muy pronto por Cataluña y por toda España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII. El año 1265 aparecieron las primera monjas mercedarias. Los mercedarios estuvieron entre los primeros misioneros de América. En la Española o República Dominicana, por ejemplo, misionó Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina).
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Oremos
Señor, Dios nuestro, en tu admirable providencia quisiste que la Madre de tu único Hijo experimentase las angustias y los sufrimientos humanos; por intercesión de María, consuelo de los afligidos y libertadora de los cautivos, concede a los que sufren cualquier modo de esclavitud la verdadera libertad de los hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.